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“Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes
y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus
caminos, Rey de los santos” (Ap. 15:3).
Cuando agradezcamos por nuestras bendiciones, nunca deberíamos olvidar mencionar esa
incomparable maravilla natural que le añade mucho significado a cada momento de
nuestras vidas.
Los seres humanos podrían haber sobrevivido en un inhóspito planeta de tierra gris y
plantas sin color. El Creador es amante de la belleza; él amaba mucho a sus criaturas,
buscaba que fueran felices también. Por ello cubrió la Tierra con medio millón de
variedades de contrastantes flores y hojas. Escondido dentro de cada diminuto brote, Dios
puso secretos que desafiarían el genio de los más grandes científicos de la Tierra.
Que extraño es que muchos de quienes luchan con estos misterios no reconocen el poder
creativo que los produjo a ellos, pocos parecen reconocer y honrar al Creador.
Respirando la maravillosa mezcla de nitrógeno y oxigeno que hace posible para ellos la
vida, los evolucionistas se niegan reconocer que el exacto balance de la mezcla de gases
que conforman el aire (Nitrógeno 78 %, Oxígeno 21 %, vapor de agua 0-7 %, otras
sustancias como ozono, dióxido de carbono, hidrógeno y gases nobles 1 %) fue provisto
por algo diferente que el ciego azar.
Revisando el delicado arreglo de los ojos, que ninguna combinación de genios científicos
pueden entender plenamente, mucho menos duplicar su operación, los no creyentes niegan
el milagro con el cuál ellos pueden ver.
A través de los oídos, que conectan a un cerebro más complejo que la más grande
computadora en el mundo, los escépticos escuchan las lecturas del humanismo y la
evolución.
¿Quiénes son estas personas que desprecian el poder creador de Dios? Son solo un
minúsculo fragmento de finita humanidad, cuya existencia misma, aliento por aliento
depende de la operación de leyes sobre las cuales ellos no tienen control.
Rechazando el divino origen por el cuál ellos no encuentran evidencia empírica, muchos
científicos atribuyen las milagrosas cualidades a la materia misma. Ellos acumulan credos
teóricos en el cuál ponen absoluta fe, hasta el punto de creer que ciega naturaleza no
inteligente creo la vida de lo no vivo.
Por ello el salmista nos invita en el Salmo 100 a reconocer con gratitud a nuestro Creador.
¿Pueden ellos ser los productos de un accidente o casualidad? Toda ley de la ciencia
decreta sin lugar a dudas que el azar en la naturaleza tiende hacia el deterioro en lugar del
orden (principio de la entropía). Sin duda la más convincente evidencia en favor del
creacionismo es la naturaleza misma.
La Biblia sugiere que los animales y la tierra deberían preguntarse sobre su propio
origen. En Job 12:7-9 leemos: "Y en efecto, pregunta ahora a las bestias, y ellas te
enseñarán; a las aves de los cielos, y ellas te lo mostrarán; o habla a la Tierra, y ella te
enseñará; Los peces del mar te lo declararán también. ¿Qué cosa de todas estas no
entiende que la mano de Jehová la hizo?”.
Job dice que si usted quiere saber cómo Dios opero en la obra de creación, pregunte a
estas varias formas de vida, pregunte a la Tierra, y la Tierra le explicará cómo
vigorosamente Dios ha trabajado en estas cosas. ¿Qué hace la Tierra para decirnos del
gran poder de Dios? ¿Sabías que hay milagros en cada pulgada cuadrada de esta
Tierra? Desde las altísimas montañas hasta el inmenso e inquieto océano, y en el universo
sin límites de Dios.
Desde lo microscópico hasta lo macroscópico, podemos descubrir las huellas digitales del
poderoso Creador quién trajo todas las cosas a la existencia. Cuando miro el universo y
veo el asombroso hecho de que está en perfecto equilibrio, que la vida que hay en este
mundo se adapta perfectamente a las condiciones que encontramos aquí, sé que algún
gran poder inteligente está detrás de esto, haciéndolo operar de una manera exacta.
¿Cómo podría saber Moisés que habría varios océanos o mares? No tenía ni la forma
humana de saber que podría haber más de un cuerpo de agua en el mundo entero. El
nunca andaba por ahí para ver cuantos océanos había en el mundo, pero Dios infundio esta
verdad en la mente de Moisés.
Él dijo que había mares y océanos. Aquí hay otra buena pregunta que hacer. ¿Cómo
sabía Moisés que todos estos diferentes cuerpos de agua estarían conectados y
descansarían en un solo lugar? ¿No es esto lo que se presenta en las
Escrituras? "Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase
lo seco”. Creo que es tremendo que la Biblia es tan científicamente exacta como para
revelar estas cosas.
“La verdad brotará de la tierra, Y la justicia mirará desde los cielos. Jehová dará también el
bien, Y nuestra tierra dará su fruto.” (Sal. 85:11,12). Los océanos son un poderoso
argumento del diseño y cuidado que Dios tiene por los seres vivos. Este versículo nos
enseña que quién está detrás de todo el bien que produce la Tierra es Dios.
Aquí hay otro maravilloso milagro. El enfriamiento, por supuesto; así que cuando las nubes
pasan sobre las cimas de las montañas, el aire frío llega y comienzan a enfriarse esas
nubes, convirtiendo el vapor en una condensación de la humedad.
Ahora considere lo que pasaría si las nubes dejaran toda el agua que contienen a la vez
¡inundarían toda la superficie de la Tierra de agua! Por lo tanto el proceso de refrigerado
debe ser gradual. Por ejemplo si la temperatura de la nube baja de 9 grados se caerá la
mitad de su agua.
Así que Dios se encarga de un proceso de enfriamiento gradual hasta que la lluvia
descienda, suave para proporcionar las cantidades necesarias para reactivar la Tierra.
Algunas veces llueve de nuevo en el océano, pero se necesita allí para proporcionar la
cantidad necesaria de oxígeno para los peces que viven en el fondo del océano
salado. ¿No supiste que estos grandes hechos eran sabidos y entendidos mucho antes
de que los científicos y naturalistas los descubrieran?
Eclesiastés 1:7 es un verso muy interesante: "Los ríos todos van al mar, y el mar no se
llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo". La Biblia dice
que la razón por la que los mares no se desbordan es que el agua se toma de nuevo y
vuelve a los ríos. Y así hay un movimiento constante de agua que va desde el océano en
forma de vapor, trayendo nubes sobre la Tierra, y trayendo lluvia, que forma riachuelos que
encuentran su camino de regreso al mar.
A pesar de que los grandes naturalistas sintieron que habían hecho un nuevo
descubrimiento cuando se enteraron de los ciclos de las nubes, ellos podrían haber sabido
todo por la lectura de las Escrituras (ver Job 28:23-27; Eclesiastés 1:6).