Вы находитесь на странице: 1из 172

DE QUIEN

'TEMERE?

,'I’E RMANECERA FIEL M A R A A PESAR DE LA


<.LJEKRAY LA INCREDULIDAD DE SU FAMILIA?

Ann Vitorovich
/
Titulo del original en ingles: Whom Shall I Fear, Pacific Press
Publishing Association, Boise, Idaho, E.U.A.,2006.

Direccion editorial: Rolando A. Itin


Traduccion: Silvana Hein de Brizuela
Diagramacion: Lisandro Batistutti
Tapa: Rosana Blasco

IMPRESO EN LA ARGENTINA
Printed in Argentina

Primera edicion
MMVII - 4,5M

Es propiedad. ©Ann Vitorovich, 2006.


©ACES, 2007.
Queda hecho el deposito que marca la ley 11.723.

ISBN 978-987-567-342-7

Vitorovich, Ann
i,De quien fernere? : ^Permanecera fiel Mara a pesar de la guerra y la incredulidad de su
familia? / Ann Vitorovich / Dirigido por Rolando A. Itin. - 1a ed. - Florida : Asoc. Casa Editora
Sudamericana, 2007.
168 p . ; 21 x 14 cm.

Traducido por: Silvana Hein de Brizuela

ISBN 978-987-567-342-7

1. Testimonies de fe. I. Rolando A. Itin, dir. II. Hern de Brizuela, Silvana, trad. III. Titulo.
CDD 248.5

Se terminö de imprimir el 30 de octubre de 2007 en talleres propios


(Av. San Martin 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).

Prohibida la reproduccion total o parcial de esta publication (texto,


imägenes y diseno), su manipulation informätica y transmisidn ya
sea electronica, mecanica, porfotocopia u otros medios, sin permiso
previo del editor.

-1 0 2 4 7 4 -
ΐΌΈ QUIEN
TEMERE?
dPERMANECERÄ FIEL MARA A PESAR DE LA
GUERRAY LA INCREDULIDAD DE SU FAMILIA?

A nn V itorovich

\·.( Η IACI0N CASA EDITOKA SIJDAMEKICANA


\\ Nan Marlin 4555, B1604CDG Florida Oeste

Buenos Aires, Repiiblica Argentina

7
Dedicatoria

A los nietos, bisnietos y tataranietos de Mara.


Que la vida de Mara sea siempre una inspiracion
para ellos.

Leka: Jovan, Pavle, Petar, Olgica, Josif, Bozidar,


Vlada, Rada, Marko, Amaris, Alexia, Sara.

Nata: Jovica.

Voja: George.

Cveja: Danny, Maria, John, Lindsay, Kelsey, Jackson,


Ethan.
Contenido

1. Un disparo en la noche.......................................................9
2. 1929 ....................................................................................... 16
3. Las extranas palabras de Johann.................................... 22
4. En busca de respuestas.....................................................29
5. Un dia reservado para D io s.............................................34
6. Un mensaje urgente.......................................................... 41
7. Aparecen nubes de tormenta...........................................45
8. La prueba de fe de Mara ..................................................49
9. La crisis continua............................................................... 54
10. La diligencia de Mara a medianoche ............................ 60
11. Resultados sorprendentes................................................68
12. Reformas familiäres .......................................................... 77
13. Los dos terribles ................................................................ 84
14. Leka viene a la casa........................................................... 95
15. En la escuela........................................................................98
16. La partida del hogar ....................................................... 104
17. Rumores y vientos de guerra ........................................110
18. El ataque enem igo........................................................... 114
19. Capturado .........................................................................118
20. La ocupacion enem iga.................................................... 124
21. Milagro al mediodia .............................................. 132
22. La guerra termina y comienza un Nuevo Orden ........143
23. Una idea moderna en contra de una antigua.............152
24. Despues del ultimo adios...............................................159
Personajes principales

Mara esposa de Ilija y madre de Leka, Nata,


Vera, Voja y Cveja
Ilija [ί li ya] segundo esposo de Mara y padre de
Nata, Vera, Voja y Cveja
Leka hija de Mara (de su primer matrimonio)
Nata hija mayor de Mara e Ilija
Natalija nombre completo y carinoso dado a
Nata
Vera tercera hija de Mara e Ilija (Desa, la se-
gunda hija, murio siendo pequena)
Voja el mayor de los gemelos de Mara e Ilija
Vojislav nombre completo y carinoso dado a
Voja
Cveja [Tsve ya] el menor de los gemelos de Mara e Ilija
Svetozar [Sve to zar] nombre completo y carinoso dado a
Cveja
Milorad [Mi lo rad]
Mihajlo [Mi jai lo] ^j. los tres hermanos de Ilija
Milosav
Jovan [Yd van] padre de Ilija
Mladen [Mia den]
Petar j. los dos hermanos de Mara

Zivan esposo de Leka


Mica [Mi cha] esposo de Nata
Lila esposa de Mihajlo, hermano de Ilija
Petra esposa de Milorad, hermano de Ilija
Zivana esposa de uno de los hijos de Milorad
Branko hijo menor de Mihajlo
Marija esposa de Mladen, el hermano mayor
de Mara
Prota Mihajlo
[Pro ta Mi jäi lo] sacerdote ortodoxo de la aldea de
Glusci
Johann [Υό jan] jefe de los mecänicos empleado por
la familia Vitorovich
Mila mujer que le da los estudios biblicos
a Mara
Glosario

baka abuela.
cardak habitation especial de un edificio.
gibanica queso para pasteleria.
gusle violin de una sola cuerda.
Ikonostas pared compuesta por imagenes que separa el
presbitero o santuario, donde estän los ofician-
tes, de la nave central, donde estan los feligre-
ses o la congregation.
Kamilavka sombrero en forma de cilindro con tapa plana.
Opanke zapato traditional esloveno.
prota sacerdote.
Slava dia solemne del ano para todos los serbios de
fe ortodoxa. Celebration del nacimiento espi-
ritual del pueblo serbio.
sljivovica licor de ciruelas.
srecno jfelicidades!; jbuena suerte!
Stukas aviones de combate.
tetka manera respetuosa de dirigirse a una persona,
zadruga tipo de comunidad rural formada por una
gran familia o un clan de familias emparen-
tadas, que denen propiedades, animales, etc.,
en comun.
Un disparo en la noche
Mara se sento completamente vestida junto a la ventana,
mirando hacia la noche oscura. La lampara a querosen so-
bre la mesa cerca de ella reflejaba un tenue resplandor sobre
su claro rostro, haciendole resaltar el menton y los pomulos.
A sus pies, en el piso de parque, habia una pequena maleta
negra; y en un colchon de plumas, cerca de ella, yacia Leka,
profundamente dormida.
Mara se levanto y abrio levemente la ventana, asomo la
cabeza y escucho. En la quietud de afuera, unicamente po­
dia oir el sonido del viento agitando los arboles del huerto y
susurrando en los aleros de la casa. Adentro, todo estaba en
silencio; el resto de la familia ya dormia.
Una räfaga de viento frio entro en la habitacion, haciendo
vacilar la luz de la lampara y agitando su sombra en la pared
de yeso. Cerro algo mas su abrigo y regreso a la silla. Metio
la mano en el bolsillo del abrigo, saco el reloj que su padre le
habia dado anos antes y lo acerco a la luz. Eran las 21:30. No
tardarä mucho, se dijo a si misma con una sonrisa de expecta-
tiva en sus labios.
Mara habia perdido a su esposo a principios de la Primera
Guerra Mundial, cuando Austria-Hungria invadio Serbia,
que habia sido liberada de los turcos tan solo dos anos antes.
En ese momento, embarazada de ocho meses y con una hija
de dos anos, ella y sus suegros habian huido del caos y la lu-
cha que estallo en los alrededores y se habian unido al exodo
de civiles aterrorizados que huian hacia el sur para salvar sus
vidas. En algun lugar del trayecto, habia dado a luz a otro
hijo, que murid tres semanas mas tarde a causa de una epide-
mia de tifus.

9
iD e quien fernere?

Hace ya cinco anos, cinco anos, medito. Veintiocho anos es


una edad temprana para ser una viuda. La Gran Guerra habia
terminado el ano anterior. Ahora era noviembre de 1919.
-Deberias conocer a mi primo Ilija -le sugeria Gavra a
Mara, cada vez que ella visitaba a la familia de su esposa que
vivia en la misma aldea que Mara.
Gavra e Ilija vivian en una aldea cercana llamada Glusci.
-Es alto y apuesto. Usa una casaca de oficial austriaco de
color gris sin las condecoraciones militares. Hace que se le
vea distinguido, como un capitan.
-^Un uniforme austriaco? ^Pero, por que? -se habia pre-
guntado perpleja.
-Lo obtuvo en Budapest, para usar en su casa cuando ter-
mino la guerra. Sus ropas se desgastaron despues de cuatro
anos de ser un prisionero de guerra alii. Todavia la usa en
ciertas ocasiones. Entonces, ^que te parece, Mara?
-Bueno, esta bien, Gavra. Conocere a este primo tuyo
-Mara finalmente acordo- Pero mis suegros no deben sa-
berlo. Leka es lo draco que les queda de su hijo, tu sabes, y
no querrian que me vaya con ella.
-Bueno. Lo arreglare -respondio Gavra- <;Cuando?
-D e aqui a dos semanas nuestra iglesia estarä celebrando
el Slava. Habra una multitud de gente y muchas actividades,
asi nadie notarä cuando conozca a tu primo.
-Estä bien -respondio Gavra y se fue.
Cuando el dia del santo llego, el dia del Slava, la iglesia
rebosaba de actividades. Los dulces sonidos de los violines y
el sabroso aroma de la carne asada flotaban en el aire. Mara
lo recordaba bien. Alii estaba ella, hablando con Gavra, y
cuando volvio su rostro vio a un extrano alto, que estaba
acercandose a ellos. Es tan apuesto, penso Mara, con su bigote
oscuro ondulado, sus botas negras y su casaca austriaca.
-A si que tü eres Mara -dijo Ilija, parandose en frente de
ella con una mirada calida.
Mara podia sentir que sus mejillas se sonrojaban ahora

10
Un disparo en la noche

como lo habian hecho aquella vez. Cuando miri su rostro y


vi aquellos profundos ojos oscuros, no necesit6 mas. Sus ojos se
entrelazaron y ella quedo flechada.
A Mara siempre le llamaron la atencion los ojos oscuros.
Los suyos eran celestes, grandes y hermosos, pero ella no
creia que eran bonitos.
lHan pasado solo tres meses desde que nos conocimos?iSolo
tres meses?, se preguntaba a si misma. Lo habia visto solo
unas pocas veces, siempre con otras personas alrededor, y
ahora se encontraba aqui, esperando que el se la llevara.
Pero se sentia muy bien. El es amable, tiene un fino sentido del
humor y viene de una buena familia, se dijo a si misma. Cuando
el me proponga matrimonio le diri que si.
-H e conocido a un hombre que desea casarse conmigo -le
confio Mara a su suegra despues de tomar coraje-. Espero
que lo entiendas.
-Lo entiendo, hija mia. Se que no podemos retenerte aqui
para siempre. Es hora de rehacer tu vida. Por supuesto, tu
suegro no se pondra feliz. No le dire nada hasta que te hayas
ido. Pero ,;podrias dejar a Leka aqui, solo por un tiempo?
-Muy bien, solo por un tiempo -concordo Mara.
Leka estä en buenas manos, se aseguro a si misma, dirigien-
do la mirada hacia su hija que dormia. Se levanto, camino
hacia la cama y con su mano rozo suavemente el cabello de
Leka. "Duerme, mi ternura, mi cielo. Debo marcharme, pero
no me ire muy lejos. Te vere pronto", suspiro. A1 regresar
a la silla, saco el reloj otra vez. Solo faltan diez minutos. Ilija
es siempre puntual. Estara aqui pronto. Su corazon comenzo a
latir rapidamente.
iCuanto se realmente acerca de este hombre? Se pregunto de
pronto a si misma y sintio una opresion en el pecho. Revivio
las cosas que Gavra le habia contado: "Ilija tiene dos herma-
nos con vida, Milorad y Mihajlo. Milosav, el menor, habia
muerto en la lucha el ültimo dia de la guerra. Milorad habia
trabajado en la guardia personal del rey. Las familias y los

11
iD e quien temere?

padres de los hermanos sobrevivieron, pero Ilija perdio a


su esposa y a su hijo cuando se enfermaron de tifus". Esta es
una de las cosas que tenemos en comün, nuestra pirdida. Lafami-
lia dene una granja grande, y son bien respetados. Me pregunto
como sera. Mara suspiro. Supongo que pronto lo sabre.
jCrack! Estallo de pronto el disparo de un rifle en la no-
che, haciendola sobresaltar y volver a la realidad. jEsa es!
jLa senal! Se puso de pie de un salto, abrio completamente
la ventana y arrojo su bolso al suelo. Rapidamente, salto por
la ventana y corrio hacia el cerco de madera que separaba la
casa de la carretera. Del otro lado podia oir el resoplido de
un caballo y el estampido de sus patas. Al abrir el porton, se
paro en la calle casi sin aliento. Un hermoso carruaje negro
ricamente ornamentado y tirado por dos caballos negros la
esperaba. Casi no podia verlo en la oscuridad, excepto por
el movimiento de los caballos y el reflejo de la luz de la luna
en las terminaciones laqueadas a los lados del carruaje. De
pie junto al mismo, Ilija la esperaba.
Tomo su bolso y la ayudo a entrar. Gavra y otro amigo
lo habian acompanado. Mara se sento al lado de Ilija y asi
viajaron los diecinueve kilometros hasta Glusci, donde los
padres de Ilija le dieron la bienvenida a su hogar.
Al dia siguiente, una ceremonia tradicional en la Iglesia
Ortodoxa de Glusci, oficiada por el sacerdote local Prota
Mihajlo, unio a Mara e Ilija en matrimonio. La nueva familia
politica de Mara y unos pocos amigos se hicieron presentes
y Gavra fue el padrino de bodas.
Cuando Mara llego, la aldea estaba todavia en plena re-
construccion despues de la guerra. Ilija le mostro la zadruga,
donde vivia y donde trabajaba la familia extendida, que po-
seia la propiedad en conjunto.
-Vi muchos edificios danados en la aldea -observo
Mara.
-Glusci estaba en el paso del avance principal del ejercito
austriaco. Cuando Milorad y Mihajlo regresaron, descubrie-

12
Un disparo en la noche

ron que la aldea habia sido arrasada y mi familia dormia so-


bre la paja en un granero, ya que la casa y el establo estaban
totalmente quemados. Regrese a casa cuatro meses mas tarde.
Las vias no funcionaban y tuve que caminar la mayor parte
del trayecto -explico Ilija-. La mitad de nuestros edificios ya
han sido reconstruidos. Pero muchas personas todavia estan
viviendo en chozas con techo de paja mientras juntan el dine-
ro para reconstruir.
Mara solo movia la cabeza ante la tragedia y el sufrimien-
to de la guerra.
-M i aldea no sufrio tanto -le conto- la mayor parte del
dano ya ha sido reparado.
-^Por que los campos estan tan... tan ondulados? -pre-
gunto Mara observando la tierra mas alia de los edificios
mientras caminaban.
-Deberias haberlos visto antes. Los habian llenado con
zanjas, y alii se libraron las batallas. Ahora ya los hemos ni-
velado bastante.
Ilija llevo a Mara hasta un manzano enorme, medio car-
bonizado que se veia horrible, no muy lejos de alii.
-M i padre enterro los ducados de oro de las mujeres y sus
dotes al pie de este ärbol antes de huir. Afortunadamente,
estaban todavia aqui cuando la familia regreso.
No mucho tiempo despues del casamiento, el padre de
Ilija propuso construir un molino para granos.
-Debemos tener algün tipo de industria ademäs de la
granja -dijo. Y como patriarca de la familia, el era la cabeza
de la zadruga.
-Podemos obtener dinero en efectivo con los ducados
-ofrecio una de las mujeres. Las otras estuvieron de acuer-
do. Y los ducados de Mara, que los suegros anteriores le ha­
bian devuelto, se sumaron al tesoro familiar. Ahora habia
mas de 500 ducados de oro, lo suficiente para continuar con
sus planes.
Los fabricantes de ladrillos, que fueron contratados para

13
iD e quien fernere?

producir los ladrillos para el molino, descubrieron gruesos


depdsitos de arcilla de buena calidad en una parte del te-
rreno de la familia. Por lo tanto, la familia decidid construir
tambien una fabrica de ladrillos y contratar a esos fabrican-
tes de ladrillos cada ano como un segundo negocio.
Los primeros ladrillos, hechos de arcilla y paja cortada, se
hornearon por tres dias en un horno giratorio y proporcio-
naron ladrillos para construir la fabrica de ladrillos. Luego
de terminada, la fabrica de ladrillos proporciond ladrillos
cocidos para construir el molino, y tambien para vender.
Ilija encargd de Praga piedras de amolar, cintas y un motor
a vapor para el molino. Llegaron por via ferrea a la esta-
cidn de tren mas cercana, a trece kilometros del lugar, y el
resto del trayecto hasta su nuevo destino lo realizaron en
un carro tirado por cuatro de los bueyes mas fuertes de la
familia.
Desde kilometros a la redonda, la gente venia a ver como
crecia la construction de los Vitorovich. Estas fueron las pri-
meras construcciones despues de la guerra, en una epoca en
que muchas personas todavia luchaban por sobrevivir.
Cuando Mara llego, Milorad, el mayor y mas alto de los
hermanos, tenia ya cuatro hijos varones. Mihajlo tenia una
hija y un hijo, y la viuda de Milosav tenia un hijo. Mara e Ilija
estaban rehaciendo sus vidas.
Poco despues del primer ano de casados, Mara le presentd
a Ilija su primer bebe, una nina llamada Natalija, o Nata para
abreviar. Tenia cabello castano y ojos color avellana. Cuatro
anos mas tarde llego Desa, una hija que murio de neumonia
cuando todavia era pequena. Tres anos mas tarde, hizo su
debut otra hija llamada Vera, con cabello negro azabache y
ojos oscuros. Mientras tanto, la esposa de Mihajlo le habia
dado otro hijo varon.
Mara era la hnica mujer en su nueva familia extendida
que no habia tenido hijos varones, y esto nublaba su felici-
dad. Mientras el tiempo pasaba, ella sufria. ^Serä que nunca

14
Un disparo en la noche

podri darle a Ilija el hijo que tanto desea? Ambos hemos perdido a
nuestros hijos varones. Las hijas se casan y se van del hogar, pero
los hijos varones se quedan con sus padres. Querido Dios lestoy
maldecida? i Es mi destino no tener otro hijo varon nunca mas?

15
1929
Muchas cosas ocurrieron en el ano 1929. Se le dio el nom-
bre de Reino de Yugoslavia al pais en el que Mara e Ilija
vivian, el cual se habia establecido despues de la desinte-
gracidn del imperio Austro-Hüngaro para reemplazar el
nombre de Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos. Jovan
murio inesperadamente. Nata cumplio nueve anos y Vera
dos. Ilija hizo planes de construir una casa nueva para su
familia. Bojana, la vaca mas grande de la familia, tuvo terne-
ros mellizos por primera vez. Y lo mäs importante de todo
para Mara, fue que estaba embarazada otra vez a la edad de
treinta y ocho anos.
-Esta vez sera un vardn -predecian las parteras, y las es-
peranzas de Mara cobraban vuelo. Siento que este embarazo es
totalmente diferente, se decia a si misma cuando sentia en su
vientre, las patadas, los movimientos y los golpes del bebe.
jPor favor Dios, que las parteras tengan razcm! oraba ella.
Aunque Mara se cansaba con facilidad, no permitid que
el embarazo le impidiera hacer sus tareas o ir fielmente a la
liturgia cada domingo. Se ponia su mejor sombrero y un ves-
tido casero de futura mama y caminaba cinco kilometros has-
ta la iglesia ortodoxa del otro lado de Glusci. Alii encendia
velas, recitaba el Padre Nuestro y leia oraciones del libro de
oraciones ante la imägenes de los santos, mientras su corazon
rogaba por un hijo vardn.
-Buenos dias, Mara -la saludaban a lo largo del camino.
La mayoria de los aldeanos, asi como el resto de su familia,
eran serbios ortodoxos, pero muy pocos asistian a la iglesia
regularmente, solo en fiestas especiales o en la celebradon
del Slava de sus familias.

16
1929

-M ara, tu panza entra antes de ti en la habitacion -bro-


meaba Ilija mientras ella se expandia, incluso le encargo un
cinturon especial para sostener el vientre, para asi moverse
con mas facilidad.
-jAyudame a levantarme! -llamo Mara a Ilija una mana-
na- jNo puedo salir de la cama!
De alii en adelante, la ayudo a levantarse cada manana.
Durante los dos Ultimos meses de embarazo, encargo a dos
parteras que la vigilaran de cerca adondequiera que iba.
Hasta ese momento, Ilija, Mara y sus hijas habian vivido
en tres dormitorios grandes en la casa original, que estaba
pegada a la cocina-comedor comunal. En ese lugar la familia
pasaba el tiempo cuando no trabajaba y era donde comia.
Las casas individuales, separadas, se usaban principalmente
para dormir. Durante la epoca de mucho trabajo, cuando la
familia servia dos comidas diarias a sesenta o mas obreros
del molino y la granja, comian en unas mesas afuera en el
patio, debajo de los ärboles.
En anos mas recientes, Milorad habia construido una casa
adicional para su familia con varios dormitorios, porque tres
de sus hijos estaban casados y tenian hijos. Ahora le tocaba
expandirse a Ilija.
-Mara, quiero construir una casa como la de los judios que
vi en Budapest -dijo el un dia- Tengo muchas ideas.
Entonces Ilija diseno un plan. La casa tendria paredes
gruesas, hechas con ladrillos de su fäbrica, y un techo de te-
jas rojas lisas. La entrada tendria un par de puertas exterio-
res altas, ubicadas al ras de la pared exterior, que se abririan
hacia afuera, como postigos, y un segundo par de puertas
artesonadas al ras de la pared interior, que se abririan hacia
adentro. Un dintel atrayente se extenderia por encima de las
puertas interiores. Tendria tambien seis ventanas con dobles
bisagras y postigos de madera, por fuera, que darian a la
carretera.
Obreros locales levantarian la construccion, ayudados por

17
(D e quien tem ere?

Ilija y sus hermanos; un ebanista local y su gente haria el tra-


bajo en madera. Todas las casas de la familia tenian acceso
desde el patio. Antes de mucho comenzo la construction.
Para ese entonces, se habia reconstruido y agrandado la
aldea de Glusci y se habia empedrado la carretera (y calle
principal) con grava. No quedaban senales visibles de la
guerra. Pero la guerra siempre deja cicatrices y las heridas
quedan abiertas por mucho tiempo.
La tierra que pertenecia a la zadruga de la familia de Ilija
incluia ahora unas 100 hectäreas. Su tatarabuelo habia com-
prado la primera portion de tierra en el siglo diecinueve,
cuando el y su hermano huyeron con sus familias de Bosnia.
Esta habia sido ocupada por los turcos, al otro lado del rio
Drina, donde los serbios habian alcanzado cierto grado de
independencia de los turcos. Alli se habian establecido en
las afueras de la aldea de Glusci, donde habia abundante
tierra fertil.
Ademäs de la tierra, la familia ahora poseia diez caballos
(ocho para trabajar y dos para pasear con los carruajes), diez
vacas suizas, seis bueyes, un gran toro semental llamado
Bulko, sesenta ovejas, eien cerdos, cuatro carros largos usa-
dos para acarrear cosas, dos carritos, dos carruajes tirados
por un caballo y dos carrozas de lujo reservadas para oca-
siones especiales tiradas por los dos caballos que tenian para
tirar de los carros.
Ilija se hacia cargo del molino para los granos; Mihajlo de
la granja, la huerta y el aserradero; y Milorad, como jefe, se
encargaba del funcionamiento completo de la zadruga. Las
mujeres y los ninos mäs grandes compartian una diversidad
de tareas domesticas: ordenar las vacas, alimentar a los ani­
males, cuidar de los ninos mäs pequenos, cocinar y hornear
el pan. Los negocios de la familia crecian y pronto la guada-
na y el trabajo manual de la granja fueron reemplazados por
maquinaria tirada por caballos para sembrar y cosechar.
Una rnahana a principios de septiembre, Mara, su cunada

18
7929

Lila y su sobrina Zivana, estaban trabajando en los campos


cerca del molino, sacudiendo y limpiando tallos de cänamo
remojados, cuando Mara se doblo de dolor.
-jH a llegado el momento! -grito.
-jTrae los dos bolsos! -le grito una de las parteras a la otra,
mientras las mujeres guiaban a Mara a la casa principal, don­
de se habia preparado una de las habitaciones para el naci-
miento. La casa nueva todavia estaba en construction.
Mientras Mara descansaba, las parteras daban las ordenes:
"jHiervan agua! jBusquen säbanas blancas limpias!". Lila y
Zivana corrian por todos lados para ayudar.
Una de la parteras puso un trozo de tela engomada so-
bre la cama y las säbanas blancas que Lila habia traido para
que Mara se recostara; luego la preparo para el parto. Las
contracciones de Mara se aceleraron, y el parto progreso
räpidamente.
-jPuja, Mara, puja! -la instaban las mujeres. Pronto la ca-
beza del niho se asomo. Unos minutos mäs tarde un fuerte
llanto atraveso el aire de la man ana tranquila.
-jE s un varon, Mara! jEs un varon! - le dijeron las muje­
res a coro, mientras la partera levantaba al bebe. Luego ato
y corto el cordon umbilical, lavo al bebe, lo envolvio en una
säbana de algodon y se lo presento a su mamä.
-Mara -le dijo la partera sonriendo-, ;viste! jTeniamos
razon!
El rostro de Mara se ilumino. El parto completo no habia
demorado mäs de una hora.
-Ahora puedes descansar -dijo, y puso al bebe al Iado de
la cama en una cuna de madera decorada por el ebanista lo­
cal. Luego de concluir con su tare a, la partera salio corrien-
do de la casa hacia el molino gritando: "jllija, Ilija! [Tienes un
hijo! jMara dio a luz a un varon!"
Ilija escucho el anuncio extasiado dentro del molino. Los
trabajadores y los clientes se alegraron por el. Los sonidos
de la celebration se escucharon hasta la casa, Ilegando a los

19
[De quien fernere?

felices oidos de Mara.


Pero Mara comenzo a tener contracciones otra vez.
-j Viene otro nino mäs! -gritaron las mujeres. Las parteras
se prepararon para el segundo nacimiento. Lila corrio a bus-
car mas sabanas y Zivana corrio a buscar la cuna de su hija
para poner al infante inesperado.
Diez minutos despues del primer nacimiento, se escucho
otro llanto.
-jE s otro varon! -gritaron las m ujeres- jMara, tienes
gemelos!
-Oh, Dios, he esperado tanto y ahora Tu me has dado dos
hijos varones. ;Mi copa esta rebosando! -oro ella en voz alta.
Despues de limpiar y de poner al segundo bebe en la cuna
prestada, la segunda partera corrio afuera de la cocina gri-
tando tan fuerte como sus pulmones se lo permitian: "jllija!
jllija! Tienes otro hijo. Mara ha dado a luz a mellizos".
El estruendo dentro del molino aumento y todos felicita-
ban al jubiloso padre. Todo el trabajo se detuvo y el aire se
lleno de celebration. ";Que vivan los gemelos!" y los gritos
de los hombres llegaban hasta la casa.
Mara descansaba feliz en la cama con sus hijos que dor-
mian uno a cada lado. El corazon de Mara se estremecia de
gratitud y alabanza. Cuando Ilija vino mas tarde a visitarla,
miro a sus hijos con orgullo y bromeo: "Mara, jparece que has
tenido cria! jCon razon estabas tan gorda!"
-Pesaron mäs de tres kilos cada uno -expreso una de las
parteras. Ilija mando hacer una nueva cuna, de inmediato,
lo suficientemente grande como para acomodar a los dos
bebes en ella.
Ocho dias mäs tarde, el sacerdote Prota Mihajlo, llego al
hogar despues de la invitation de Ilija para bautizar a los
ninos a la manera ortodoxa y para ponerles los nombres que
los padres y el padrino habian elegido.
En poco tiempo el carpintero les entrego una hermosa cuna
de madera pintada de blanco y el doble de grande que la pri-

20
1929

mera. De un lado tenia una barandilla que se podia levantar


y bajar. Los gemelos habian comenzado la vida en el mismo
vientre. Ahora compartirian la misma cuna.
La noticia se difundio räpidamente. Los amigos y los ve-
cinos pasaban para admirar a los ninos y para ver la inusual
cuna. Todos pensaban que era un milagro que Mara de trein-
ta y ocho anos e Ilija de cuarenta tuvieran mellizos cuando
no habia antecedentes en ninguna de las dos familias ni en
las familias de los alrededores.
Un dia varios rostros extranos se asomaron a la puerta.
-ySi?-dijo Mara- ^Los conozco?
-Vinimos de otra aldea. Escuchamos acerca de los geme­
los y queriamos verlos personalmente -confesaron.
La dichosa madre se los mostro.
La copa de Mara rebosaba con los dos ninos sanos. Dios
estaba en su trono. Todo estaba bien en el mundo. Poco sabia
ella lo que les traeria el proximo ano.

21
Las extranas palabras de Johann
-Cveja parece estar mäs rellenito que Voja. <jLo notas? -le
pregunto Mara a una de las parteras un par de semanas mäs
tarde.
-^Les das de mamar siempre del mismo pecho?
-Si, Voja a la derecha, por ser el primogenito, y Cveja a la
izquierda. Parece que les da hambre a la misma hora, asi que
les doy de comer al mismo tiempo.
-Trata de intercambiarlos ocasionalmente -sugirio la par-
tera- Algunas personas dicen que el pecho de la izquierda
tiene mäs leche.
Pero la primera vez que Mara trato de poner a Cveja en el
pecho derecho en vez de poner a Voja, Voja estiro su manita
y aparto la boca de su hermano de ese lugar. Mara penso
que estaba jugando. Pero cuando Cveja continue» mamando,
Voja volvio a hacerlo. Esta vez Cveja se puso a llorar.
-jDetente ya! -retd Mara a Voja. Pero Voja no se detuvo.
Miro a Mara a los ojos y lo volvio a hacer.
-;No, no, no! -dijo ella dändole golpecitos suaves con el
dedo en la nariz. El puso mala cara, pero detuvo su compor-
tamiento. Aparentemente, a pesar de su herencia genetica
identica, las personalidades diferentes de los gemelos co-
menzaban a surgir. Cada semana despues de este incidente,
Mara cambiaba a los ninos de posicion al amamantarlos y
fueron creciendo de forma pareja.
En unas pocas semanas, Mara se habia recuperado del
parto lo suficiente como para retomar algunas de las tareas
del hogar, sin embargo continue» usando el cinturon en el ab­
domen. Podia dejar a los mellizos durmiendo tranquilamen-
te en la cuna mientras trabajaba en la cocina cercana. Elios

22
Las extranas palabras de Johann

todavia vivian en la casa original y siempre habia alguien


cerca para cuidar a los ninos.
Un domingo, Mara hizo los arreglos con una de sus cuna-
das y se prepare» para ir por primera vez a la iglesia despues
del nacimiento de los gemelos. Se dirigia hacia el porton, con
su mejor vestido de domingo, cuando escucho detras de ella
una voz familiar que le decia: "Mara, Mara, que tonta, de-
berias haber ido a la iglesia ayer. Hoy es el primer dia de la
semana. Ayer era el dia de reposo".
Mara se sobresalto y se volvio para ver a Johann, el jefe de
los mecänicos de la familia, que venia hacia ella sonriendo.
Esa manana Mara no le sonrio, solo puso cara de desconfian-
za. Mara quedo estupefacta por esta declaration y su gozo se
derritio como el hielo en primavera. De pie ante ella, las pa­
labras y la figura de Johann proyectaban una sombra a traves
del sendero de ella.
-Johann, dices cosas que no entiendo.
Y acomodando el gran bulto que llevaba debajo del bra-
zo, paso junto a el por el porton y salio a la carretera.
-N o quiero llegar tarde.
Y sus palabras quedaron aträs.
De pie junto al porton, Johann observe» como la figura baja
y robusta de Mara se hacia cada vez mäs pequena mientras se
alejaba a grandes pasos. "Lo siento Mara. Se que te hice eno-
jar", se dijo a si mismo, "jpero he permanecido en silencio por
tanto tiempo!". Y regreso al molino sacudiendo la cabeza.
Los rayos del sol de la manana seguian los pasos de Mara
sobre el sendero bordeado de hierba que estaba junto a la
carretera que atravesaba el pueblo. Mientras continuaba
el largo camino, sintio que el bulto que llevaba debajo del
brazo le resultaba incomodo y lo cambio de lado sin darse
cuenta. Todo el tiempo, las palabras de Johann resonaban en
su mente como un disco rayado: Deberias haber ido a la iglesia
ayer. Hoy es el primer dia de la semana. Ayer era el dia de reposo.
Sacudia la cabeza como queriendo sacarse las palabras de la

23
iD e quien fernere?

mente; las ponia en duda: iComo puede Johann decir algo asi?
I Que se trae en tre manos ?
Un conejo paso frente a ella saltando y se escabullo entre
los arbustos. Aunque estaban llegando los dias mäs frescos
de otono, las matas amarillas de flores silvestres todavia
sonreian a ambos lados del camino. Desde una de las ra-
mas de los arboles, un pajarillo comenzo a cantar y el aire se
lleno de melodia. De a poco, la indignation de Mara se cal-
mo, pero en su lugar aparecio una extrana intranquilidad.
iPodria Johann tener razon? ^He estado adorando a Dios en el dia
equivocado?, iComo puede ser? iN o van todos los cristianos a la
iglesia el domingo? Su mente daba vueltas, confundida.
En la planicie que se extendia ante ella, se veia la silueta
de una iglesia, de arquitectura bizantina con tres cupulas,
cubierta de estuco blanco. Una cruz bizantina de obra pri-
morosa, enchapada en oro brillaba con el sol sobre la cupula
mas alta, la del centro. Como un centinela dandole la bien-
venida a un viajero cansado, esta vista familiar trajo alivio al
corazon de Mara.
-Buenos dias, Mara -la saludo una voz suave y melodio-
sa. Ella dejo de rezar y de encender las velas en el portico
de entrada a la iglesia, y se volvio para ver una figura alta y
grande con una larga sotana negra que se acercaba. El sacer-
dote usaba un kamüavka negro sobre la cabeza canosa, y una
enorme cruz bizantina plateada que colgaba de su cuello con
una larga cadena. Una sonrisa jugaba a las escondidas entre
su bigote y su barba totalmente gris, separada en el medio y
caida sobre su pecho.
-Prota Mihajlo, traje un obsequio para la iglesia -exclamo
Mara llena de alegria. Se agacho para quitar la tela que en-
volvia el paquete y extendio un colorido tapiz en el piso de
madera.
-H e estado tejiendo esto durante los Ultimos meses de mi
embarazo mientras la familia dormia. Es mi obsequio para
la iglesia: una muestra de gratitud a Dios por los hijos que

24
Las extraäas palabras de Johann

me ha dado. Yo misma esquile y teni la lana.


-jMagnifico! -dijo Prota Mihajlo con regocijo, inspeccio-
nando la obra-. Eres muy generosa, Mara -y le sonrio con
aprobacion-. Ahora con tu permiso, venderemos este tapiz
para recaudar fondos para completar la ikonostas. Algunas
imägenes decorativas mas haran que el tabique junto al altar
quede hermoso.
Mara asintio con la cabeza y su rostro brillaba como el de
un querubin.
El sacerdote tomo la mano de Mara entre las suyas y la
estrecho con entusiasmo; luego se agacho, tomo el tapiz y
camino a lo largo de la nave central hacia el altar. La sotana
se sacudia deträs de el con cada paso que daba.
Cuando Mara llego a la casa despues de la liturgia, el dul-
ce perfume del incienso todavia permanecia en su nariz, y el
canto monotono del sacerdote todavia resonaba en sus oi-
dos. Sin embargo, otros sonidos, menos agradables y recon-
fortantes, tambien daban vueltas en su mente. Las palabras
de Johann perturbaban su espiritu.
Al llegar a la casa, Mara encontro que la cocina bullia de
actividad en plena preparation para el almuerzo.
-Hola Lila -saludo Mara a su cunada mientras entraba.
-Hoy no hay obreros -dijo Lila, quien estaba a cargo de
la cocina esa semana-. Se cerro el molino por reparationes.
Solo estan los tres obreros permanentes que viven aqui, pero
las veintiseis bocas hambrientas de eilos y de la familia nece-
sitan ser alimentadas.
Mientras Mara se ocupaba en ayudar, los eventos de aque-
11a manana quedaron en segundo plano. La puerta pronto se
abrio, y hombres y ninos hambrientos se ubicaron alrededor
de las dos largas mesas y se sentaron.
Desde la cocina, Mara observo a Johann dar la vuelta y
sentarse en el banco frente a Ilija. Los obreros no acostum-
braban comer en la misma mesa que los miembros de la fa­
milia, pero Johann era una exception.

25
I De quien fernere?

Despues de poner los platos humeantes de comida so-


bre la mesa, las mujeres se sentaron al lado de sus esposos.
Entonces, Milorad se puso de pie y los demäs lo siguieron.
Repitio en voz alta el Padre Nuestro y se persigno a la mane-
ra ortodoxa. Los demäs hicieron lo mismo y al final dijeron a
coro: "Amen".
Una vez sentados, Ilija y Johann se sumergieron en una
conversation acerca de la parte rota del motor del molino.
Mara daba vueltas con la comida en el plato, esperando la
oportunidad para hablar. El incidente de aquella manana
ahora reviyia en su mente y se multiplicaban sus preguntas.
Entre bocados llenos, ella lo miraba a Johann desde el otro
lado de la mesa, frunciendo sus labios y pensando: iCuänto
se realmente acerca de Johann? Solo que atraveso el rio Sava hace
diez anos y que ha trabajado para lafamilia desde entonces. Que es
un Volksdeutscher [de origen alemän], es un buen trabajador y
que se caso con una muchacha de la zona.
Mara aprovecho una pausa momentänea en la conversa­
cion y räpidamente se interpuso diciendo:
-Johann, debo preguntarte algo acerca de esta manana. Lo
que me dijiste me preocupa -su voz sonaba sincera.
Ilija se acerco a Mara con curiosidad, pero continue» co-
miendo. Johann respondio:
-Nunca te conte nada acerca de mis origenes -tomo unos
pocos bocados mäs y apoyo el tenedor sobre su plato-.
Vengo de una familia catolica romana devota. Mi padre te­
nia un negocio de reparation de mäquinas pesadas en Banat.
Alli aprendi mi oficio. Pero el sueno de mi padre era que yo
me convirtiera en un sacerdote -Johann hizo una pausa y se
mordio el labio-. Fui al monasterio y termine mis estudios,
pero antes de tomar los votos, me fui -sus ojos brillaban
mientras recorria con la mirada la habitation llena de gente.
Despues, aclarando la voz, volvio a mirar a Mara-. Mis pa­
dres se sintieron desolados cuando les conte mi decision. En
ese momento me fui de mi hogar para comenzar una nueva

26
Las extraäas palabras de Johann

vida aqui.
-^Que ocurrio, Johann? ^Puedes contarmelo? ^Por que no
tomaste los votos? -pregunto Mara preocupada.
-Para decirte la verdad, Mara^ descubri que mi iglesia
cambio los Diez Mandamientos de la Ley de Dios. De he-
cho, veto a Dios. Elimino el segundo mandamiento y dividio
el decimo en dos partes -Johann hizo una pausa-. Tambien
cambio el cuarto mandamiento: cambio el dia de reposo bi-
blico del septimo dia de la semana al primero. Eso es lo que
quise decir esta mahana.
Mara fruncio el ceno con el rostro lleno de signos de pre-
gunta.
-N o entiendo, ,;no es el domingo el dia de reposo cris-
tiano?
Johann movio la cabeza.
-E l domingo es un dia pagano, un dia dedicado a la
adoracion del sol. El säbado es el monumento del poder
creador de Dios. Dios bendijo y santifico el septimo dia.
Nadie tiene derecho a cambiarlo por el domingo -Johann
jugaba con el tenedor-, Cuando la iglesia oriental se separo
de Roma, en el siglo once, se llevo con ella la adoracion del
domingo junto con otras tradiciones que no eran biblicas.
Sin embargo, por mucho tiempo, la iglesia oriental guardo
los dos dias. No, Mara, el domingo no es un dia de adora­
cion en la Biblia. Ningün hombre puede hacer Santo Io que
Dios no bendijo.
Mara permanecia sentada en silencio, con los ojos gran-
des y lineas marcadas en la frente. iH e estado desagradando a
Dios al adorar en un dia pagano? Johann se cruzo con la mira-
da fija de Mara.
-Si realmente quieres saber lo que Dios dice, Mara, ve a
ver a Mila. Τύ la conoces. Su esposo es quien pone las he-
rraduras a tus caballos. Ella tiene una Biblia -y notando su
afliccion, agrego-: Tal vez no debi decir nada ~y comenzo
a ponerse de pie-. La pregunta en realidad no es tanto que

77
iD e quien temerä?

iglesia o que dia sino que autoridad hay deträs de ellos, a


quien obedecemos: si a Dios o a los hombres.
Johann pidio disculpas, se levanto del banco, cruzo la ha-
bitacion y salio por la puerta. Mara quedo sentada quieta y
llena de incertidumbre.

28
En busca de respuestas
Mara abrio el porton y paso frente a la herreria del esposo
de Mila. Continuo atravesando el patio y se acerco a la casa
hecha de estuco de dos habitaciones donde vivia la pareja.
Mara habia dejado a los gemelos al cuidado de sus cunadas
y habia caminado el kilometro y medio que separaba su al-
dea del pueblo de Uzvece, para ver a Mila.
lEstoy haciendo lo correcto? iQ u i me dim Mila?, se pregun-
taba. Corria el rumor de que Mila pertenecia a un grupo de
sabatistas. Mara no sabia en que creian ellos, pero Johann dijo
que Mila tenia una Biblia, y Mara queria saber que decia.
-Adelante, Mara, adelante -le dio la bienvenida Mila en
la puerta de la cocina-, £,Que te trae por aqui?
La luz del sol entraba por dos ventanas pequenas, marcan-
do esteras de luz en el piso de tierra reden barrido. Sentada
a la mesa en frente de Mila, Mara le relato su experienda con
Johann.
-Y por eso vine, Mila -concluyo Mara-, Johann me dijo
que tu tienes una Biblia. Necesito saber lo que dice acerca
del dia de reposo.
-jQue la bendicion de Dios desdenda sobre ti, Mara! -re-
plico Mila, y la sonrisa en su rostro iba en aumento-. Me en-
cantaria estudiar la Biblia contigo. ^Puedes volver el sabado
por la tarde?
-^El proximo sabado? Bueno, si... pero yo esperaba que
pudieramos hablar hoy. Tengo tantas preguntas...
-Bueno, Mara. Quieres saber acerca del dia de reposo.
Dejame contarte algo mäs importante aün, algo que esta en
el centro de la Biblia.
~^Y que es? -pregunto Mara.

29
iD e quien temere?

-Es el plan de Dios para salvar a los pecadores, la gran


controversia entre el bien y el mal, entre Dios y el diablo. De
eso se trata la Biblia. Explica lo que anda mal en este mundo.
Todos necesitamos entender esto.
-Bueno, Mila, cuentame, todo.
Mila se echo hacia aträs en la silla y comenzo:
-La Biblia dice que en el principio Dios hizo un mundo
perfecto y creo a dos personas perfectas. Puso a Adän y a
Eva en el jardin del Eden con el ärbol de la vida en el medio.
Podian gozar de todo,excepto de un ärbol, el ärbol del cono-
cimiento del bien y del mal. Dios les dijo que si ellos comian
de la fruta, moririan. Era una sencilla prueba de obediencia.
Mara se incline» hacia adelante para escuchar mäs de
cerca.
-Pero el diablo le mintio a Eva por medio de una serpien-
te. Una vez, habia sido el ängel mäs importante del cielo,
pero se rebelo y engano a la tercera parte de los ängeles, y
se convirtio en Satanäs, el enemigo de Dios. Dios tuvo que
echarlos del cielo, a el y a sus seguidores. El diablo le dijo a
Eva que no moriria si comia del fruto prohibido; al contra­
rio, llegaria a ser igual a Dios. Mintio, y Eva le creyo. Piensa
en esto, Mara. Dios les dio todo a Adän y a Eva, y el diablo
no les dio nada. Sin embargo ellos le creyeron al diablo y no
a Dios. Ese fue su pecado. Y ese fue el comienzo de todos
los problemas del mundo.
Mara quedo estupefacta en su asiento. Mila le estaba rela-
tando la historia con palabras que ella podia entender.
-En el momento en que Adän y Eva pecaron, su natura-
leza y su mundo cambiaron. Dios los vino a visitar esa tarde
al jardin como lo habia hecho siempre, pero esta vez ellos se
escondieron. Tenian rniedo, vergüenza y se sentian terrible-
mente culpables, no felices como antes. Y sabes, Mara -dijo
Mila agitando el dedo-, que la gente se ha estado escon-
diendo de Dios de esa misma manera desde aquel entonces.
Aquel mismo diablo todavia miente y engana. Dios llamo a

30
En busca de respuestas

Adän. Por supuesto que el sabia lo que habia pasado. Adän


culpo a la mujer por su propio pecado y tambien a Dios por
habersela dado; Eva culpo a la serpiente que Dios habia he-
cho. La gente ha estado haciendo tambien lo mismo desde
aquel entonces: culpando a Dios. Sin embargo, Dios todavia
amaba a Adän y a Eva, pero a causa de su pecado debian
marcharse del jardin y algdn dia moririan.
Mila cambio de posicion en su asiento y tomo un sorbo de
agua. Habia puesto dos vasos sobre la mesa, y un frasco de
cerezas en conserva y dos cucharitas de te. Mara permanecia
sentada en la misma posicion. No habia tocado su vaso de
agua. Bebia de las palabras de Mila y se sentia satisfecha.
-Dios les prometio a Adän y a Eva un Salvador y les dijo
que debian sacrificar un cordero que representaba a Jesus,
el Mesias, que vendria a asumir el castigo que les corres-
pondia a ellos para que un dia pudieran vivir eternamente.
Era dificil. Los animales eran sus mascotas. Dios queria que
ellos entendieran cuän terrible era el pecado. Al sacrificar
el cordero, mostraban su fe. La palabra de Dios es eterna.
Su Ley no se puede cambiar. Por eso Jesüs tuvo que morir.
dEndendes, Mara?
-Si, Mila, continua.
-A causa del pecado, todos sus hijos nacieron en pecado,
como nosotros. No somos felices hasta que hacemos la paz
con Dios. Räpidamente, el mundo se lleno de personas que le
dieron la espalda a Dios y se volvieron malvadas. Entonces,
Dios envio el diluvio, pero le dijo a Noe que construyera un
area para salvar a aquellos que creyeran en su mensaje. ;Que
triste que solo vinieran los animales! Con el proposito de
salvar a la raza humana, Dios debia destruir a los malvados
antes que ellos destruyeran todo lo que era bueno. Solo Noe
y su familia creyeron y entraron en el area.
El rostro de Mara se ilumino.
-Siempre me habia molestado que Dios destruyera el mun­
do, pero ahora entiendo. En realidad Dios estaba salvando al

31
iDe quien fernere?

mundo. Es como cuando yo saco una manzana podrida de


una cesta para que no contamine a las demas ^no es cierto?
-Exactamente Mara, muy bien -la voz de Mila cobrd mas
energia para continuar-, Räpidamente la poblacidn del mun­
do crecid otra vez y Dios levantd a la nacidn judia para ser su
pueblo escogido, para contar a las otras naciones acerca del
Dios verdadero y su Ley. Esa era su misidn. Las demas na­
ciones adoraban a los idolos, al sol, a los animales, pero los
judios adoraban al Dios Creador. Hacian sacrificios de san-
gre por sus pecados para mostrar su fe en el Mesias venide-
ro. Pero los judios interpretaron mal las profecias. Cuando
Jesüs vino al mundo, no lo reconocieron. Solo unos pocos
creyeron -Mila hizo una pausa-. Asi ha sido siempre, Mara.
Solo unos pocos creen. No podemos seguir a las multitudes.
Generalmente estän equivocadas.
Mara estaba sentada en el borde de su asiento; apenas
respiraba.
-Jesus hizo solo el bien, pero personas malvadas lo clava-
ron a una cruz y murid. Al tercer dia, salid de la tumba. Mas
tarde fue al cielo. Los disdpulos lo vieron. Antes de irse,
prometid que volveria un dia para llevarlos a las mansiones
celestiales donde vivirian para siempre. Sabes, no hay nada
que podamos hacer para ganar el cielo. Nunca podemos ser
lo suficientemente buenos. Jesus lo hizo todo. Si creemos y
le pedimos a Dios que nos ayude a obedecer y a arrepentir-
nos de nuestros pecados, el nos acepta, porque Jesüs vivio
una vida sin pecado en nuestro lugar.
Mila acaricio un libro negro, encuadernado en cuero,
que estaba sobre la mesa. Esta debe ser una Biblia, pensd
Mara, preguntandose por que Mila no la habia abierto. Mi
padre tenia una Biblia igual, recordd, pero pensäbamos que era
tan sagrada que temiamos tomarla para leerla. El simple hecho de
tenerla en casa nos hacia sentir que Dios estaba cerca.
-A si que de este modo somos salvos, Mara, por gracia,
por medio de la fe, como dice la Biblia -M ila comenzd a ce-

32
En busca de respuestas

rrar el tema- Dios promete cambiar nuestros corazones y


nuestras mentes, si confiamos en el y elegimos obedecerlo.
El transforma nuestros caracteres para que deseemos hacer
buenas obras. AI mismo tiempo, los que son enganados por
el diablo llegan a ser como el en caräcter y naturalmente ha-
cen obras de maldad -Mila hizo una pausa- Al final, Mara,
Dios hara que todo termine bien. Los malvados recibiran su
castigo y los justos su recompensa. La gran controversia ter-
minara, el diablo y el pecado dejarän de existir y ya no habrä
mas sufrimientos ni guerras.
-Bueno, Mara -y Mila respiro profundamente. Habia
estado hablando por mucho tiempo y se habia quedado
sin aire-. Creo que es suficiente por hoy. Podemos estudiar
mäs de la Biblia cuando vengas otra vez. Entonces respon­
ded las preguntas que tienes acerca del dia de reposo.
-Muchas gracias, Mila. Nunca escuche a nadie explicar-
lo de esta manera -dijo Mara, poniendose de pie para mar-
charse-, Volvere el säbado para escuchar mas.
Mara caminaba de vuelta a su casa, maravillada. Aunque
las preguntas que habia ido a hacer no habian sido contes-
tadas, una inmensa paz Ilenaba su corazon. De manera sen-
cilla y clara, Mila habia comenzado a abrir una puerta ha~
cia los tesoros celestiales, Mara se habia asomado, y habia
quedado fascinada. Penso en lo que Mila le habia dicho y
en la clase de Dios que, con sus palabras, le habia revelado.
Muchas ideas daban vueltas en su cabeza: Dios creo al hombre
libre para elegir. Y le advirtio a Adän y a Eva de las consecuencias
del pecado. Se lo advierte a todos, pero nunca nos fuerza. En lugar
de eso, hizo todo sacrificio, toda provision para salvarnos. Los que
murieron en el diluvio se hubiesen podido salvar, si asi lo hubie-
ran elegido. Asi como el area, el cielo esta abierto para todos.
Mara espero con ansias la semana siguiente para la
proxima visita.

33
Un dia reservado para Dios
Cuando Mara llego a la casa de Mila el siguiente sabado
de tarde, Dana, la hija de Mila de ocho anos de edad se unio
a ellas en la mesa. El libro negro encuadernado en cuero es-
taba abierto sobre la mesa en frente de ella.
-Hoy vamos a ver lo que la Biblia dice acerca del dia de
reposo -dijo Mila mirando hacia su hija-. Dana, lee Genesis
capitulo dos, los tres primeros versiculos.
Dana tomo el libro negro y dio vuelta las paginas has-
ta el comienzo. Mara noto cuän rapidamente encontraba el
pasaje. La ninita leyo en voz alta: "Fueron, pues, acabados
los cielos y la tierra, y todo el ejercito de ellos. Y acabo Dios
en el dia septimo la obra que hizo; y reposo el septimo dia
de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al septimo dia y
lo santifico, porque en el reposo de toda la obra que habia
hecho en la creacion."
-^Ves Mara? La Biblia dice que Dios hizo el mundo en
seis dias y descanso el septimo. Comenzo el primer dia de
la semana. Mira el almanaque -y senalo hacia un pequeno
almanaque destehido que colgaba de la pared cerca de la
estufa a lena.
-Muestra que el domingo es el primer dia de la semana
-observo Mara en voz baja- El septimo dia es el sabado.
-Correcto, Mara. Dios descanso el sabado. La palabra sa­
bbath en realidad significa "descanso". Cuando Dios descan­
so, bendijo ese dia, lo hizo santo y especial. Eso es lo que dicen
las Escrituras. En ninguna parte dice que Dios bendijo el do­
mingo. Simplemente no aparece en la Biblia.
-Pero el sabado es un dia santo para los judios, <mo? -con-
testo Mara con una muestra de confusion en el rostro.

34
Un dia reservado para Dios

-N o habia judios en el jardin del Eden. Abraham, el pa­


dre de los judios, no nacid sino dos mil quinientos anos mas
larde. Dios les dio el dia de reposo a Adän y a Eva para que
fuera el dia de adoracidn de la raza humana, asi como les dio
el matrimonio a toda la raza humana. Tanto el dia de reposo
como el matrimonio se originaron en el Eden. Ambos son
para todos. Si el dia de reposo es para los judios, entonces el
matrimonio tambien debe ser para los judios.
A1 escuchar esto, Mara levantd las cejas y se acomodd en
la silla.
-Los judios guardaban el dia de reposo porque en esa epo-
ca eran los unicos que adoraban al verdadero Dios. Busca los
Diez Mandamientos -le indico Mila a su hija-. Estan en
Exodo capitulo veinte. Lee el cuarto mandamiento.
Dana busco el texto y lo leyd en voz alta: "Acuerdate del
dia de reposo para santificarlo. Seis dias trabajards, y haras
toda tu obra; mas el septimo dia es reposo para Jehova tu
Dios; no hagas en el obra alguna, tu, ni tu hijo, ni tu hija, ni
tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que estä
dentro de tus puertas. Porque en seis dias hizo Jehova los
cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y
reposd en el dia septimo; por tanto, Jehova bendijo el dia de
reposo y lo santified".
-Dios nos dijo que lo recordäramos porque sabia que la
gente lo olvidaria. Lo que hace que Dios sea diferente de los
falsos dioses, Mara, es que el es el Dios Creador. El sabado
nos recuerda ese hecho. Es por eso que lo adoramos. El sa­
bado es el unico dia de reposo en el Antiguo y en el Nuevo
Testamento. Jesds guardd el sabado cuando vivid en la tie­
rra. Lo dice en Lucas cuatro, dieciseis.
Mila se volvid hacia Dana. Dana abrid la Biblia en el
Nuevo Testamento y leyd: "Vino a Nazaret, donde se habia
criado; y el sabado entrd en la sinagoga, conforme a su cos-
tumbre, y se levantd a leer".
-Jesus incluso guardd el sabado en la tumba, despues que

35
{De quien temere?

murid. Dana, por favor, busca Lucas veintitres, versiculos


cincuenta y cuatro al cincuenta y seis.
Otra vez la nina räpidamente encontrd el texto y lo leyd:
"Era dia de la preparacidn, y estaba para comenzar el säba-
do. Y las mujeres que habian venido con el desde Galilea,
siguieron tambien, y vieron el sepulcro, y como fue puesto
su cuerpo. Y vueltas, prepararon especias aromäticas y un-
güentos; y descansaron el sabado, conforme al mandamien-
to".
-^Escuchaste esto, Mara? -preguntd Mila- Las mujeres
descansaron de acuerdo al mandamiento y Jesüs descansd en
la tumba. Por lo tanto, la resurreccidn sirvid para ratificar el
sabado. No lo cambio. El sencillamente se desperto el primer
dia laboral de la semana. Lee Hechos diecisiete, dos, Dana.
"Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres säba-
dos discutid con ellos".
-Esto es importante, Mara. Pablo se convirtid al cristia-
nismo muchos anos despues de la resurreccion de Jesüs. Sin
embargo, adoraba en sabado. Dios se le aparecid, pero nunca
le dijo que el dia de reposo habia sido cambiado. Pablo fue
enviado a los gentiles, lo que muestra que el dia de reposo
es para los gentiles tambien -Mila hizo una pausa-. No solo
eso. Jesüs esperaba que sus seguidores guardaran el mismo
septimo dia como reposo, incluso despues de la muerte de
Pablo, muchos anos mas tarde, cuando Jemsalen fue destrui-
da. Habld acerca de esto en Mateo veinticuatro, versiculos
diecinueve y veinte.
Dana bused los versiculos y leyo: "Mas jay de las que es-
ten encintas, y de las que crien en aquellos dias! Orad, pues,
que vuestra huida no sea en invierno ni en sabado".
-^No nos habria dicho Dios en algün lugar si hubiera habi-
do algün cambio? No hay registro alguno de algo asi. Y <;por
que cambiaria Dios su dia especial por uno pagano? No tiene
sentido -Mila hizo una pausa-. Jesüs dijo especificamente que
no hizo eso -y cito de memoria Mateo 5:17,18-: "No penseis

36
Un dia reservado para Dios

que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido


para abrogap sino para cumplir. Porque de cierto os digo que
hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pa-
sara de la ley hasta que todo se haya cumplido". Estas fueron
las palabras de Jesüs. La ley de Dios es eterna.
Todo el tiempo que Mila hablaba y Dana leia, Mara per-
manecia sentada absorbiendo cada palabra. Entonces dijo:
-Pero Mila, si Jesüs no cambio el dia de reposo ^como se
cambio?
-Los seres humanos cambiaron la ley de Dios violando su
Palabra -respondio Mila-. Pero Dios declara que va a abolir
toda tradicion contraria a su ley -Mila se dirigio a su hija y
dijo-: Dana, lee Mateo quince, versiculos tres, nueve y trece.
Cuando Dana encontrd los textos leyo: "Respondiendo
el, les dijo: ^Por que tambien vosotros quebrantais el man-
damiento de Dios por vuestra tradicion? [...] Pues en vano
me honran, ensenando como doctrinas, mandamientos de
hombres [...] Pero respondiendo el, dijo: Toda planta que no
planto mi Padre celestial, sera desarraigada".
-D e hecho -continue» Mila- Dios le prohibe a cualquiera
agregar o quitar algo a su Palabra -Menciono Deuteronomio
4:2 y Apocalipsis 22:18, 19, pero no le pidio a Dana que los
leyera.
Mila le dio tiempo a Mara para absorber todo lo que ha-
bia escuchado. Era demasiado para comprenderlo todo de
una sola vez. Volvid a llenar los vasos con agua de una jarra
del mostrador. Mientras ambas tomaban, Mara reflexionaba
sobre lo que habia aprendido.
-Es como un cumpleanos -le salieron las palabras-. El
dia de reposo es como el cumpleanos del mundo.
-jEfectivamente! -respondio Mila, sorprendida y satisfe-
cha por la observation profunda de Mara -. Nadie puede
cambiar la fecha de tu cumpleanos si?
-Lee los ültimos versiculos otra vez, Mila -le pidio Mara
despues de haber conversado del terna por un rato. Para ese

37
I De quien temere?

entonces, Dana habia salido al patio a jugar.


Mila se sonrojo y bajo la vista. -N o se leer, Mara -dijo con
un suspiro-, es por eso que Dana lee en mi lugar. No te lo dije
la semana pasada porque temi que no volvieras.
-Pero... pero jsabes tanto! Hablas como un predicador.
^Como aprendiste todas estas cosas? -pregunto Mara estu-
pefacta ante la confesion de Mila. Aqui habia una mujer que
conocia la Biblia mejor que cualquier otra persona con la que
habia entrado en contacto y, sin embargo era analfabeta.
-jOh! He estado memorizando versiculos por anos.
Escucho al predicador y trato de conectar algunas palabras
con los textos; entonces despues le pido a Dana que los bus-
que -Mila hizo una pausa antes de decir suavemente-: Dios
bendice mi mente. El ano pasado Dana comenzo a ir a la
escuela -le confio luego, feliz- Ahora me estä ensenando a
leer, pero no estoy lista todavia.
-^Donde puedo comprar una Biblia? -pregunto Mara-.
Quiero leer la palabra de Dios por mi misma.
-Encargare una a Sabac. Probablemente la podräs tener
la semana que viene -prometio Mila.
De pronto Mara entristecio y dijo suavemente:
-Sabes, Mila, realmente creo que el säbado es el dia de
reposo de Dios. Johann tenia razon. Pero ^como puedo des-
cansar desde el viernes a la puesta del sol hasta el sabado a
1a. puesta del sol cada semana mientras mi familia trabaja?
^Que pensarän? ^Como podria explicates?
-N o te rindas ahora, Mara. Puedo ver que Dios te esta
guiando. Ora y cree. Yo orare por ti tambien -respondio
Mila-. Si Dios te pide que obedezcas, te ayudarä. Recuerda:
Dios puede hacer cualquier cosa si creemos.
Y asi comenzaron los estudios biblicos de Mara, con Mila
pidiendole a Dana que buscara y leyera los versiculos en
voz alta. Mila y Mara hablaban acerca de estos textos ar-
dientemente. Mara oraba mientras volvia a su hogar. Estaba
aprendiendo un nuevo camino y estaba usando palabras

38
Un dia reservado para Dios

que salian de su corazon en vez de los libros de rezos.


Querido Dios, oro en silencio, Τύ conoces todas las cosas. Τύ
ronoces mi corazon. Estas reuniones con Mila encendieron unfue-
go en mi alma que no sera apagado fäcilmente. Tengo sed de mäs.
Mis visitas a la iglesia ortodoxa elevan mi espiritu en una adora-
cion reverente, pero cuando me voy me siento tan ignorante de las
Escrituras como cuando lleguä. No entiendo las palabras del pre­
dicador en el idioma eslavo antiguo. En estas dos visitas al hogar
de Mila he aprendido mäs de lo que esperaba acerca de la Biblia.
Si quieres que guarde tu dia de reposo, haz que me sea posible, por
favor. Gracias, jesüs. Amän.
Cuando Mara llego para el tercer estudio, Mila le exten-
dio un paquete diciendo: -Aqui estä tu Biblia.
-jM i propia Biblia! -exclamo Mara, abrazando el libro re-
verentemente contra su corazon con los ojos brillantes.
Llevo el libro a su hogar y lo leyo avidamente, robando
algunos minutos de cada dia: temprano en la manana, antes
que los demas se levantaran, o en la noche cuando el resto
de la familia dormia. A medida que continuaban los estu-
dios semanales con Mila, sentia a Dios mäs cerca de ella. De
esa manera, sumergida en las Escrituras, su comprension de
Dios y su amor por el credo firmemente. Habia llegado a
conocerlo personalmente como a su mejor Amigo, su aman-
te Salvador y Senor de su vida. Su fe echo raices profundas.
Mara le dejo el problema del dia de reposo a Dios, y ayuna-
ba y oraba pidiendole sabiduria, una costumbre que cultivo
el resto de su vida.
La respuesta llego unos pocos dias mas tarde, despues de
hablar y explicarle el problema a su cunada Lila.
-N o veo por que no podamos solucionarlo -dijo Lila- yo
te puedo reemplazar los säbados, si tu lo haces en uno de
los dias en que tengo turno. Estoy segura que alguien podra
cuidar de los mellizos en tu ausencia.
-jOh, Lila! ^Como podre agradecerte? -dijo Mara efusi-
vamente, dändole un abrazo. Cuando lo consulto con las

39
{De quien fernere?

otras mujeres, eilas tambien parecieron satisfechas con el


nuevo ajuste. Luego, a solas, Mara elevo una oracion de
gratitud y alabanza a Dios. Cuando le tocaba cubrir a Lila,
trabajaba mäs de lo requerido, para aliviar la tarea de Lila
del dia siguiente.
Senor, ayüdame a conservar una buena relation con lafamilia.
No debo permitir que el deseo de servirte me impida cumplir con
mis responsabilidades en el hogar, oraba a menudo.
Y el siguiente säbado, temprano en la manana, por pri-
mera vez Mara se unio a dos pequenos grupos de personas
de aldeas vecinas que se reunian para estudiar y adorar en
el humilde hogar de los Borovich en Uzvece. Los vecinos y
amigos la miraban sorprendidos mientras se dirigia hacia
Uzvece con su mejor vestido y su mejor sombrero; direccion
contraria a la iglesia ortodoxa de Glusci, hacia donde habia
caminado antiguamente cada domingo. Despues de la re­
union, Mara se apresuro a llegar a su hogar para atender a
los ninos y despues regresar a la casa de Mila, por la tarde,
para estudiar nuevamente.
-^Que estäs haciendo los säbados? -le pregunto Ilija a
Mara un dia de reposo.
Mara le explico lo mejor que pudo.
-N o es una idea extrana para mi, en realidad -dijo el-,
Cuando era prisionero de guerra en Budapest, el cervecero
judio a cargo de mi, cerraba la cerveceria desde la puesta de
sol del viernes hasta la puesta de sol del säbado todas las se-
manas. Pero el era judio. Tu no lo eres. Francamente, Mara,
no lo entiendo. Pero sigue adelante si eso te hace feliz. No
creo que nada cambie.
Ilija pronto descubriria lo equivocado que estaba. Todo lo
relacionado con sus vidas estaba en juego.

40
Un mensaje urgente
-Hoy estudiaremos acerca de la segunda venida de Jesus
-dijo Mila el siguiente säbado de tarde cuando Mara llego
para continuar con los estudios. Dana no se encontraba alli.
-Sabes, Mara, Jesüs prometio volver a la tierra -comenzo
diciendo Mila-. Eso les dijo a los discipulos. ^Puedes buscar
Juan catorce, versiculos uno al tres? Estä cerca del principio
del Nuevo Testamento.
Ahora que ella tenia su propia Biblia y se estaba fami-
liarizando con su contenido, queria buscar los textos por si
misma. Dio vuelta las päginas hasta encontrar el senalador
puesto entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos, y entonces
busco entre los evangelios el libro de Juan y leyo: "No se
turbe vuestro corazon; creeis en Dios, creed tambien en mi.
En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si asi no fuera,
yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vo-
sotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendre otra vez,
y os tomare a mi mismo, para que donde yo estoy, vosotros
tambien esteis".
-Piensa en esto, Mara. jEl Rey del universo quiere que
pasemos la eternidad con el! -el rostro de Mila se iluminaba
mientras hablaba- Incluso Jesüs nos dijo como vendria para
que ninguno sea enganado. Lee Mateo capitulo veinticua-
tro, versiculos veintisiete, treinta y treinta y uno -le indico
M ila- Mateo es el primer libro del Nuevo Testamento.
Mara leyo: "Porque como el relämpago que sale del Orien­
te y se muestra hasta el occidente, asi serä tambien la venida
del Hijo del Hombre [...] Entonces aparecerä la senal del Hijo
del Hombre en el cielo; y entonces lamentarän todas las tribus
de la tierra, y verän al Hijo del Hombre viniendo sobre las

41
{De quien temere?

nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviarä sus ängeles
con gran voz de trompeta, y juntarän a sus escogidos, de los
cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro".
-Y Apocalipsis uno, siete. Leelo, Mara. Apocalipsis es el
dltimo libro de la Biblia.
Mara dio vuelta las päginas hasta el final y leyo: "He aqui
que viene con las nubes, y todo ojo le verä, y los que le tras-
pasaron; y todos los linajes de la tierra harän lamentacidn
por el. Si, amen".
-Este es un acontecimiento feliz y glorioso, un evento
grande y ruidoso. Nadie puede perderlo, porque no ocu-
rrirä en secreto. La primera vez, Jesüs vino al mundo para
salvarlo. La segunda vez, viene para juzgarlo y para dar a
los justos su recompensa -agregd Mila-. Lo dice en Mateo
dieciseis, veintisiete.
Mara regresd al senalador ubicado entre el Antiguo y el
Nuevo Testamento y bused el capitulo. Cuando lo encontro
leyo: "Porque el Hijo del Hombre vendrä en la gloria de su
Padre con sus ängeles, y entonces pagarä a cada uno confor-
me a sus obras".
-Dime, Mila, ^cuando ocurrirä esto? -pregunto Mara con
ansiedad.
-Nadie sabe el dia ni la hora exactos, pero Jesus nos dijo
que estemos atentos y preparados. Ve al libro de Apocalipsis
otra vez. Capitulo veinte, versiculos once, doce y quince.
Mara lo bused y comenzd a leer: "Y vi un gran trono blanco
y al que estaba sentado en el, de delante del cual huyeron la
tierra y el cielo, y ningun lugar se encontro para ellos. Y vi a
los muertos, grandes y pequenos, de pie ante Dios; y los libros
fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la
vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban
escritas en los libros, segun sus obras [...] Y el que no se hallo
rnscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego".
-Ese fuego estä reservado para el diablo y sus ängeles
malvados, y todos los que lo siguen serän quemados con el

42
Un mensaje urgente

-agrego Mila, y cuando miro a Mara otra vez, la noto muy


pälida- ^Que pasa Mara? <;Te encuentras bien?
-jOh, Mila! jQue terrible serä el lago de fuego! <;Que
debo hacer para que mi nombre este escrito en el libro de la
vida?
-Cuando nos arrepentimos y elegimos seguir a Jesüs,
nuestro nombre se registra en el libro de la vida. Si nos arre­
pentimos y confesamos nuestros pecados, Dios promete per-
donarnos y limpiamos de toda maldad. Entonces estamos lis-
tos para ser bautizados. Para tomar la decision de bautizarnos
tenemos que ser adultos. ^Recuerdas a Juan el Bautista? El
bautizaba a las personas en el rio Jordan por immersion. En el
bautismo, simbolicamente morimos al pecado, nuestra vida
pasada es sepultada, y resucitamos a una nueva vida.
—jEs hermoso, Mila! Estoy lista. ^Cuando puedo ser bau-
tizada? -pregunto Mara con entusiasmo.
-Bueno, necesitas seguir estudiando para que puedas en-
tender lo que Dios promete. De cualquier modo, no te puedes
bautizar ahora, es pleno invierno y hace demasiado frio. No
tenemos bautisterios cubiertos y los rios estän congelados.
Estaras lista en la primavera, y entonces estarä mäs cälido.
-jO h no, Mila! No puedo esperar tanto -respondio Mara
desanimandose-. Jesüs podria venir y yo quiero estar lista.
-Realmente no hay apuro, Mara, Dios conoce tu corazon.
Puede ser que no venga tan pronto.
-Pero, ^como puedes estar segura? ^Que ocurriria si en
realidad viene? Necesito ser bautizada ahora mismo -insis-
tio Mara.
-Estä bien, Mara -accedio Mila finalmente-, enviare un
mensaje al pastor de Sabac y vere lo que el dice.
Unos pocos dias mäs tarde, llego la respuesta. Un primer
anciano, un hombre consagrado y valiente, estuvo de acuer-
do en realizar el bautismo. Era en su hogar donde el grupo
de la region de Sabac se reunia. Mara estaba. emocionada.
Temprano el säbado acordado, el 18 de febrero de 1930,

43
iD e quien fernere?

Mara, junto con Mila y otros tres miembros locales de


Uzvece, hicieron los diecinueve kilometres hasta Sabac en
un carruaje abierto, tirado por un caballo. Dos hombres del
grupo de Sabac se unieron a ellos alii.
-Tuvimos que cortar el hielo que tenia treinta centimetres
de espesor -le conto uno de ellos al grupo-. Eres una mujer
muy valiente. Te llevaremos hasta el lugar. Hay suficiente
lugar para que te bauticen.
Y asi, un dia de sol sin viento, en la orilla del rio Sava, diez
almas leales formaron un circulo de oracion. Las palabras
del himno "Tal como soy" flotaron sobre el hielo, mientras
las dos personas de tunicas blancas se separaban del grupo
y entraban en el agua helada a una distancia suficiente como
para que Mara pudiera ser sumergida.
El anciano levanto su mano por sobre la cabeza de Mara
y ore; despues räpidamente la sumergio hacia aträs en el
agua. Salieron del agua con frio y temblando, con las (arni­
cas pegadas a sus cuerpos y con los dientes castaneteando.
Räpidamente los envolvieron con abrigadas mantas de lana,
les dieron toallas con las cuales secarse y sostuvieron en alto
otras mantas para que cada uno pudiera cambiarse y po-
nerse ropas secas porque no habia refugios o casas en los
alrededores. Ya secos, vestidos y envueltos en otras mantas,
las dos almas valientes y otros ocho miembros felices mar-
charon hacia la casa del primer anciano para celebrarlo con
una comida caliente.
Siendo bautizada ya, y miembro de iglesia bona fide*,
Mara se sentia abrigada con la sonrisa de Dios. Todo a su
alrededor parecia ahora glorioso y nuevo. Estaba lista para
encontrarse con Jesüs.
Sin que ella lo supiera, sin embargo, nubes de tormenta
comenzaban a aparecer en el horizonte. Una crisis se perfila-
ba ante ella. ^Estaria lista para enfrentarla?

* Una expresion equivalente seria: "miembro de iglesia en plena comu-


nion". Nota del editor.
44
Aparecen nubes de tormenta
-Ilija, me bautice -le conto Mara a su esposo una tarde
poco despues, mientras se preparaban para dormir. Su cora-
ζόη rebosaba de una felicidad que no podia guardar.
-^Te bautizaste? ,;Que quieres decir con esto? Fuiste bau~
tizada en la Santa Iglesia Ortodoxa cuando eras bebe -el pa-
recia desconcertado.
-Lo se, pero esa fue la eleccion de mis padres, no la mia.
Ahora fui bautizada siendo adulta, como lo hacia Juan el
Bautista, en un rio.
-^En un rio? -dijo frunciendo las cejas-. ^Donde? Si todo
esta congelado.
-En el Sava. Algunos miembros de la iglesia cortaron el
hielo. El primer anciano de Sabac me bautizo -Mara sonrio
viendo su preocupacion-. No te preocupes, Ilija. Todo estä
bien. No me enferme. Este bautismo significa que prometo
seguir a Jesds.
-Pense que eso era lo que estabas haciendo, Mara. Siempre
has ido a la iglesia.
-Si, pero ahora entiendo mucho mejor lo que dice la
Biblia. Esto me hace sentir muy feliz. Desearia que vinieras
conmigo. -Ilija suspiro.
-Entiendo, Mara, y estoy feliz por ti. Pero estas nuevas
ideas tuyas me desconciertan. Soy serbio. <jPara que iria a
una iglesia americana si tengo la mia propia? -y extendio
sus manos- ^Te hace americana este nuevo bautismo? te
hace judia? Ya no se lo que eres.
-No, Ilija, todavia soy Serbia. Todavia creo en el mismo
Dios que antes. Solo que ahora lo conozco mucho mejor.
Sigo las ensehanzas biblicas mäs de cerca. Soy Adventista

45
{De quien fernere?

del Septimo Dia. Ese es el nombre de mi iglesia.


-Como ya te dije, Mara, tu nueva religion me perturba.
La noticia del bautismo de Mara pronto se difundio en la
aldea, y los vecinos comenzaron a hacer preguntas.
-Ilija, oimos que Mara se bautizo en otra iglesia. ^Le pu-
sieron otro nombre? -le pregunto Krsta, un vecino, a Ilija un
dia en el molino.
Ilija se encogio de hombros.
-^Por que no se lo preguntas a Mara? -respondio el-. Alli
estä -y la senalo.
Mara estaba de pie junto al cajon de harina donde la fa-
milia almacenaba la radon de harina que conservaban como
parte de sus honorarios. Divisändola alli, Krsta se le acerco.
-Tetka [una manera respetuosa de dirigirse a una perso­
na] Mara, me entere que te bautizaste -dijo el jugando con
los dedos- ^Tienes un nombre nuevo ahora? ^Como debo
llamarte?
Mara se sonrio.
-No Krsta, no tengo un nombre nuevo. Fui bautizada como
Jesus. ^Recuerdas? Juan el Bautista lo bautizo en el rio Jordan
cuando era un hombre adulto. No recibi un nombre nuevo.
-Bueno, Tetka Mara, yo no entiendo de estas cosas, ^sa-
bes? No leo libros sagrados como tü. Entonces ^todavia pue-
do llamarte Mara? -pregunto levantando las cejas.
-Si, Krsta. Todavia soy Mara -y sonrio.
La nieve del inviemo pronto comenzo a derretirse.
Llegaba la primavera y la naturaleza respiraba nueva vida:
Los azafranes pürpuras y amarillos comenzaban a aparecer
y las ramas de los ärboles comenzaban a brotar. Las cälidas
tardes de säbado encontraban a Mara sentada bajo el viejo
manzano chamuscado que habia sobrevivido a la guerra y
bajo el cual Jovan habia enterrado los ducados de oro antes
de huir. El ärbol se encontraba a un lado de su nueva casa y
continuaba vivo y creciendo. La escena era siempre la mis-
ma, aunque en los dias mäs frescos ella se envolvia en un

46
Aparecen nubes de tormenta

abrigo o en una manta: la Biblia en su regazo, los anteojos


en su nariz, una manta doblemente doblada para acolchar la
silla de madera en la cual se sentaba, y un banquillo donde
apoyaba los pies. Los gemelos a menudo dormian en la cuna
a su lado o jugaban en el cesped a sus pies, mientras Mara
les contaba las historias de la Biblia a Nata y Vera.
Mientras los obreros contratados pasaban frente a Mara
realizando sus tareas, la saludaban respetuosamente sacän-
dose los sombreros y moviendo la cabeza. Mara veia como
se codeaban entre ellos y podia oir lo que comentaban en
voz baja: "Mara esta leyendo la Palabra de Dios". Entre esta
gente de la tradicion oriental habia un fe sencilla, un inhe-
rente temor a Dios y reverencia por su Palabra.
Llego el mes de mayo, y aunque ese ano los campos de tri-
go estaban verdes todavia y faltaba un mes para la cosecha,
ya habia carretas tiradas por cab alios o bueyes con sus due-
nos esperando que el grano fuera transformado en harina.
Un dia Mara le pidio permiso a Ilija para asistir a un en-
cuentro grande de iglesia en Novi Sad, una ciudad a cierta
distancia de alii.
-Los miembros de iglesia vendran de todas partes de
Yugoslavia -explico ella-. Los miembros locales nos aloja-
ran en sus hogares por la noche.
Ilija titubeo -No es comün que una mujer deje a su fami-
lia y se vaya sola a otra ciudad un fin de semana, Mara -dijo
el-, tu sabes.
-Lo se, Ilija, pero este es un grupo de iglesia, ire con Mila
y otras tres mujeres. Milorad dijo que me llevaria a la es-
tacion de omnibus y ya le pedi a su nuera, Vukosava, que
cuide a los ninos en mi ausencia. Su beba es solo un mes mas
pequena que los gemelos y ya me ha ayudado en otras oca-
siones cuando me quede sin leche. Los ninos en crecimiento
requieren mucho alimento para quedar satisfechos -el entu-
siasmo de Mara lo cautivo y el acepto de mala gana.
El encuentro de iglesia ocurrio a fines de junio y los veci-

47
{De quien fernere?

nos de Mara notaron su ausenda. En la aldea pronto surgio


el comentario de que Mara se habia ido a una "conferen-
cia". Los hombres se asombraban. Mientras esperaban que
el grano fuera procesado, con frecuencia pasaban el tiempo
hablando. Esta vez, el tema central era Mara.
-Dime, Ilija, ^como dejaste que tu esposa se fuera sola
asi? -le pregunto un diente-. ^Quien escucho alguna vez
que una mujer se haya ido a una conferencia?
-Bueno, Zivko, los tiempos cambian. Tal vez debamos
cambiar con eilos -respondio Ilija cargando una bolsa de ha-
rina en uija de las carretas que esperaban.
-Mujeres independientes: si me lo preguntas te lo dire,
problemas seguros -lo regano otro moviendo la cabeza- De
todos modos ^quien es el jefe en tu casa?
-Debe ser Mara -respondio Ilija de buen talante y conti­
nue» con su tarea.
-Escuche que Mara se convirtio en judia -comento otro.
-No, Dusko, ella va a una iglesia cristiana los säbados, no
a una sinagoga. Dice que estä de acuerdo con la Biblia.
La gente de la aldea simplemente no entendia. Algunos,
especialmente los hombres, parecian tomar las acciones in­
dependientes de Mara como una ofensa personal, incluso
como una amenaza. De las naciones de Europa, los serbios
estaban entre los pocos que nunca habian perseguido a los
judios, y muchos serbios habian dado sus vidas en la Gran
Guerra, tratando de protegerlos. Asi que no era prejuicio.
Ilija pasaba por alto los comentarios de los hombres.
Un dia Ilija viajo a otro pueblo para comprar un fresno,
que seria cortado en tablas en el aserradero de la familia.
-Asi que eres de Glusci -comento la dueha del ärbol
mientras anotaba la venta -. ^Conoces al dueno del molino
de granos de alii? Por lo que se dice maneja muy bien el ne-
gocio, pero no a su esposa -dijo riendose.
Sorprendido y avergonzado, Ilija sintio que su rostro se
sonrojaba -D e hecho, ese hombre soy yo -reconocio el.

48
La prueba de fe de Mara
Esa tarde, un lluvia implacable golpeaba el techo de te-
jas de su casa mientras los ninos dormian, inconscientes del
drama que se vivia en otra habitacion. Los mellizos tenian
ya casi un ano; Vera tenia tres y Nata diez. Leka, de die-
ciocho anos de edad, todavia vivia con sus abuelos, aunque
venia a visitarlos a menudo por varios dias.
Mara estaba en su habitacion sentada en la cama, obser-
vando a Ilija ir y venir. Se movia con tal dignidad que por un
momento su mente volvio al dia en que lo habia visto por
primera vez, con su casaca austriaca en la celebracion en la
aldea donde el vivio anteriormente. Se habia enamorado de
el en aquel momento, y todavia lo amaba. No hay nada que no
harta para complacerlo, penso.
Pero mientras el le relataba los eventos del dia, sus cejas
gruesas se movian muy cerca de sus ojos y su rostro tomaba
una expresion severa. Despues de caminar de un lado a otro
por la habitacion, vino hasta Mara, se detuvo frente a ella y
sin mirarla a los ojos, pronuncio su ultimatum.
-He sido muy paciente, Mara, pero esto ha llegado dema-
siado lejos. No sabes lo que ha sido para mi que mis amigos
se burlen de mi. Me he convertido en un hazmerreir. No lo
soporto mas.
Mara buscaba sus ojos; todavia eran aquellos profundos
ojos oscuros que la habian cautivado la primera vez que los
miro. Pero habia algo mäs en ellos ahora. Ella creia que era
dolor.
-Debes olvidar tu religion, Mara, y ser como las demäs
mujeres -suspiro- si no... tendre que pedirte que te marches.
Mientras esta ültima fräse salia de sus labios, el se dejo

49
iD e quien temere?

caer pesadamente en una silla, tomando la cabeza entre las


manos.
Mara retrocedio horrorizada, parecia que sus palabras le
explotaban en la mente. En ese instante, su mundo feliz se
hizo pedazos y cayo ante sus pies hecho escombros. Podia
sentir el pänico que crecia dentro de ella. Por un largo tiem-
po no pudo responder.
-^Marcharme, Ilija? ^Quieres que me vaya? -dijo ella,
una vez que recupero la voz-. ^Pero adonde iria? ,;C0mo
me las arreglaria? ^Que seria de las ninas? ^Quien cuidaria
de mis bebes?
Pronuncio las palabras con calma aunque por dentro su
mente gritaba.
-Los ninos estaran bien conmigo. Las otras mujeres pue-
den cuidar de eilos y Nata ya es grande y puede ayudar.
Mara se quedo sentada, aturdida y perpleja, mirando
como su mundo caia en ruinas. Su mente corria frenetica
y desesperadamente. Las preguntas azotaban su mente.
^Como puede Ilija pedirme que me vaya? iQue le ha ocurrido al
amor de mi vida? No, en realidad έΐ no quiere que me vaya, puedo
notarlo. Solo que es un hombre, y los homines son orgullosos. Sin
duda penso que me rendiria cuando el presentara su ultimätum.
Que todo seria como era antes. Dejo salir un suspiro. Estd equi-
vocado, muy equivocado. Desde algun lugar muy dentro de
ella, finalmente reunio las fuerzas para continuar.
-Ilija, td sabes que haria cualquier cosa por ti. Τύ y los
ninos son mi vida -se sento hacia adelante y le extendio la
mano, luego la dejo caer y le hablo mirando el piso de ma-
dera- Pero no puedo hacer lo que me pides, Ilija. No puedo
hacerlo.
Sus memos estaban apretadas tan fuertemente que los de-
dos se le pusieron blancos. Cerro los ojos.
-Cuando fui bautizada prometi obedecer a Dios siempre.
El esta en primer lugar. No podria vivir si no siguiera mi
conciencia -se le quebro la voz pero recobro fuerzas mien-

50
La prueba de fe de Mara

tras levantaba la vista, lo mire* a los ojos y continue*-, me


marchare, Ilija, si asi lo quieres -dijo estas palabras, pero se
aferraba a una esperanza.
Ilija bajc* el rostro y se volvio hacia la pared; su rostro
estaba pälido. Las palabras de Mara lo habian golpeado a el
tambien y con una mirada perdida, dejo caer sus hombros
pesadamente.
Afuera llovia torrencialmente. Las grandes gotas sona-
ban estrepitosamente en el techo y corrian por los aleros en
torrentes, como lagrimas de los ojos de Dios derramadas por
simpatia ante su dificil situacion. Un viento melancolico ge-
mia y se quejaba tristemente.
-Necesito tiempo para encontrar un lugar -sus palabras
salieron con un suspiro.
Ilija se levanto y camino hacia la ventana, mirando hacia
afuera. Sin darse vuelta movio la cabeza en serial de acuerdo,
luego se dirigic* hacia la puerta. La abrio y salic* al corredor.
El ruido de la puerta detras de el hizo un eco en la soledad
que rodeaba a Mara. Escuchc* como se cerraba la puerta de
afuera y se sen to en la cama. Las punzantes palabras de Ilija
todavia resonaban en sus oidos y reverberaban en la habita-
cion vacia: jTendre que pedirte que te marches! jQue te marches!
jQue te marches! jQue te marches!
Por sobre la Iluvia ruidosa se oia el retumbar de los true-
nos. El viento afuera se hacia mas fuerte y azotaba la casa.
De pronto Mara comenzc* a temblar. Se desplomc* en la cama
totalmente vestida, se sacc* los zapatos y se cubric* con la
säbana. /Oh, Senor! jOh Dios! i Que voy a hacer? Por mucho
tiempo le implore* a Dios, hasta que finalmente se durmic*.
Por la mahana, antes que saliera el sol, Mara se desperto
con los ojos hinchados. El lugar a su lado en la cama, no ha-
bia sido tocado. Ilija debia haber dormido en el molino como
lo hacia a menudo cuando el molino funcionaba dia y noche.
Miro por la ventana y vio que la Iluvia se habia detenido.
Las nubes de la noche ya no eran tan densas y se habian es~

51
iD e quiin fernere?

parcido en pequehos grupos. La manana se veia triste, gris


y deprimente, como su espxritu. Mara dejo a los gemelos a
cargo de Petra, se puso un abrigo y salio. Sentia que el cora-
ζόη le pesaba como plomo en el pecho, mientras dirigia sus
cansados pies hacia la casa de Mila. Ella era quien la habia
conducido en la lectura y el conocimiento de las verdades
biblicas. Tal vez ahora podria ayudarla a decidir que debia
hacer. Realizo el trayecto con una tormenta de emociones,
esquivando los charcos que la lluvia de la noche anterior ha­
bia dejado en el camino. Los sapos cantaban desde las cune-
tas llenas de agua a cada lado del camino. Hoy, el camino a
la casa de Mila parecia mucho mäs largo.
Mara solto su historia, sentada a la vieja mesa con Mila,
donde en dias mäs felices habian estudiado la Biblia y su co-
razon se habia llenado de gozo. En esta misma mesa familiar
las historias del amor y la compasion de Cristo habian estre-
mecido su corazon. Aqui habia llegado a conocer a un Dios
que deseaba ser su Amigo y Salvador. Ahora todo parecia
cambiado y oscuro.
-^Espera Dios un sacrificio tal de mi? ,;Puede ser esta su
voluntad para mi vida? ^Debo dejar a mi familia para agra-
darle? -Mara le arrojaba las preguntas a Mila, mientras esta
trataba de confortarla.
-N o se, Mara. Nosotros los serbios, creemos que somos
purificados por nuestros sufrimientos. Creo que Dios va a
solucionar esto por ti. Es dificil -y Mila hizo una pausa-
Conozco a una mujer de influencia en Sabac que te podria
conseguir un trabajo como ama de Haves. Se conoce a los
adventistas como trabajadores honestos. Tratare de comuni-
carme con ella. Hasta que encuentres algo Mara, te puedes
quedar conmigo.
Cuando Mara regreso a la casa, encontro a Ilija esperän-
dola con cara de piedra y mirada ojerosa. Sin demostrar
emocion alguna, Mara le dijo que estaria lista para marchar-
se de la casa al dia siguiente. Al escuchar sus palabras, Ilija

52
La prueba de fe de Mara

se retiro con una expresion de dolor en el rostro.


Esa noche y hasta horas avanzadas de la madrugada,
Mara yacia sola en su cama suplicändole a Dios: Senor, ^me
has abandonado? iComo puedo dejar a mis hijos? Los gemelos son
tan pequenos. Tu me los diste. iM e los quitaras ahora? Prometiste
en tu Palabra que responderias nuestras oraciones. Por favor, ayii-
dame ahora. Cuida de mis preciosos hijos.
La profunda y densa oscuridad que la cubria comenzo a
desaparecer y la calma inundo su ser dändole paz. En la so-
ledad, sintio una Presencia invisible. Dios estaba con ella en
esta tormenta. Gemia de agotamiento y se quedo dormida.
Temprano a la manana siguiente, los rayos del sol asoma-
ban por la ventana e iluminaban la silueta dormida de Mara.
Cuando se desperto trato de salir de la cama, pero descubrio
que no podia moverse. Llamo a Nata.
El doctor que vino fue incapaz de diagnosticar la causa
de la paralisis.
-Ilija, Mara necesita reposo absoluto. No debes moverla.
Su condition puede fäcilmente empeorar -le advirtio-; en
su estado actual podria incluso morir.
Ilija sabia que Mara no estaba fingiendo.
-Esta es la manera que Dios tiene de decirme que el quie-
re que te quedes, <mo? -reconocio poco despues que el doc­
tor se marchara.
Mara no respond io, pero su corazon saltaba con una nue-
va esperanza.
Una semana mäs tarde, el doctor regreso y encontro a
Mara fuera de la cama, caminando y dando vueltas como si
nada hubiese pasado. Se habia recuperado completamente
de la paralisis sin medicamentos y sin efectos desfavorables.
-Esto es un milagro, realmente -explico el doctor.
Aunque Ilija no le pidio a Mara que se marchara de la
casa otra vez, los comentarios sarcästicos de sus amigos
no cesaban. Ilija trataba de ignorarlos, pero la situation no
mejoraba.

53
La crisis contirma
En una aldea, a veinte kilometros de alli, vivian los dos
hermanos de Mara con sus familias y su padre en su propia
zadruga. Ilija decidio visitar a sus cunados con la esperanza
de que eilos le pudieran dar algün consejo.
Cuando Ilija les relate» la situacion, Petar, el hermano me-
nor de Mara, se encogio de hombros.
-jA si que va a otra iglesia! que importa? La mayoria
de nosotros ni siquiera va a la iglesia, aunque nos considera-
mos cristianos ortodoxos.
Sin embargo, Mladen, el hermano mayor de Mara, tomo
las acciones de ella mäs seriamente.
-H a deshonrado a la fam ilia, eso es lo que ha hecho -y
sus ojos ardian de ira-. Si lo hubiera hecho mi esposa o una
de mis hijas, no seria bienvenida en mi casa, y las seis viven
conmigo todavia, tü lo sabes,-su voz era firme y segura- En
lo que a mi concierne, Ilija, tienes mi permiso para hacer lo
que quieras con mi hermana; si yo no la acepto en mi casa,
no tendra a donde ir y tarde o temprano sentara cabeza.
Asi que Mladen convencio a Ilija que continuara con sus
planes. Le prometio visitar a Ilija en un futuro cercano, en
el Slava de Ilija. El santo de su familia era Ignacio, y caia el 2
de enero.
Una tarde, Milorad vino a la casa de Mara. Habia estado
fuera del pueblo cambiando granos por ropa, azucar, com­
bustible, y algunos otros elementos bäsicos para la fami­
lia. Amaba a los mellizos de Mara como si fueran suyos.
Cuando entro en la casa, Cveja estaba llorando y Mara lo
mecia en su regazo.
-<;Que ocurre, Mara? Se ve tan delgado y arrugado. ^Cuäl

54
La crisis continua

de los dos es este?


-Es Cveja. No retiene comida ni liquidos. Lo devuelve todo
-su voz estaba oprimida por la preocupacion- Voja tuvo dia-
rrea tambien, pero la medicina que el doctor le prescribio lo
ayudo. Hemos probado de todo, Milorad, pero Cveja empeo-
ra cada vez mäs. Temo que tal vez no sobreviva.
-jOh, Mara! Debe haber algo. He oido de un medico que
usa remedios naturales antiguos. Te puedo llevar con el aho-
ra mismo si quieres. No te harä dano probar.
Mara dejo a Voja con Ilija, tomo a Cveja en sus brazos y
subio al carruaje con Milorad para hacer los doce kilometros
hasta el pueblo donde vivia el doctor.
El anciano doctor se preparaba para cerrar el consultorio
cuando ellos llegaron, pero despues de ver a Cveja, decidio
atenderlos.
-Hija mia -dijo despues de examinarlo-, todo lo que pue­
do ofrecerte es un simple remedio popular. Solo Dios puede
ayudar a tu hijo.
Le dijo que cocinara cebada y que le diera a Cveja un vaso
de agua de cebada cuatro o cinco veces al dia.
Apenas llego a la casa, Mara hizo Io que el doctor le habia
indicado, aunque la sencillez del medicamento prescripto
no la impresionaba. "jOh, Senor, haz que esto lo ayudel Tu eres
el gran Medico" oro antes de ofrecerle a Cveja medio vaso de
agua de cebada entibiada. La bebio lentamente y la retuvo en
el estomago. Poco despues, Mara le dio otra dosis. Aquella
noche, por primera vez en semanas, Cveja durmio toda la
noche. "/Es un milagro! Gracias, Senor", exclamo Mara.
Al dia siguiente, Mara repitio las dosis a lo largo de todo
el dia, aumentando la cantidad de agua de cebada y agre-
gando una rodaja de pan tostado. Cveja tomo y comio todo.
En pocos dias se recupero y comenzo a comer normaimente.
Mara no podia parar de alabar a Dios por salvar a su hijo.
Diez dias mäs tarde, Cveja habia engordado casi medio kilo
y su piel se veia mäs lisa y fresca.

55
[De quien fernere?

Antes de cumplir el primer ano, los gemelos ya balbu-


ceaban algunas palabras, incluso antes de caminar. Por las
tardes, mientras estaban sentados en la cuna, hablaban
incesantemente el uno con el otro. Voja camino antes que
Cveja; Cveja, todavia debil por la enfermedad, trataba de
pararse tirando de la ropa de su hermano. Despues de va-
rios intentos, terminaban los dos cayendo al suelo, berrean-
do mientras yacian sobre sus espaldas. Finalmente, Cveja
dio su primer paso.
El ebanista local habia hecho un cochecito de madera
con ruedas para los bebes. Se parecia a una cuna movible
con una manija para moverlo. Nata paseaba a sus hermanos
por la granja orgullosamente y Vera los seguia deträs. En el
molino, tanto los clientes como los obreros se amontonaban
alrededor de eilos para ver las diferencias entre los gemelos
mientras Ilija sonreia orgulloso.
Una vez que los gemelos comenzaron a caminar, no ha­
bia como detenerlos. Vera los seguia por todas partes como
una sombra, cantando: "Mis dulces hermanos, mis dulces
hermanos". Los mellizos confundian a quienes los observa-
ban ya que Mara los vestia identicamente con ropas que ella
misma cosia en una mäquina de coser Singer comprada en
Sabac. Incluso a Ilija le era dificil distinguirlos.
-El rostro de Cveja es mäs delgado. Ves, se le forma una
V con el cabello en la frente -solia senalar Mara.
Aunque los ninos tenian libertad para moverse por todo
el lugar, Nata siempre los vigilaba de cerca. Despues de vol-
ver de la escuela los cuidaba mientras su madre trabajaba.
Cuando completo los cuatro ahos escolares obligatorios, no
continuo sus estudios. La escuela secundaria estaba en Sabac
y ella tendria que irse de su hogar por ocho ahos para asistir
a dicha escuela. En la economia agraria de aquella epoca y
lugar, no se consideraba esencial la educacion secundaria,
especialmente para las ninas.
Pronto, los brillantes colores del otono comenzaron a

56
La crisis continiia

apagarse en la triste monotonia del invierno y comenzaron


a soplar vientos frios. Aunque habian dejado de plantar y
cosechar, todavia debian alimentar a los animales y sacarlos
a pastar; tambien debian ordenar las vacas. Durante todo el
ano, los clientes traian el maiz seco y los granos al molino
para que fueran procesados.
En las tardes frias de invierno, la familia extendida se re-
unia en la cocina-comedor comunal, calentada por el fuego
chispeante del homo a lena, para comer y sociabilizar. La te-
nue luz de las lämparas de mesa a querosen reflejaba som-
bras extranas en las paredes blancas, mientras los adultos
hablaban y se reian, y los nirios jugaban alrededor. Mihajlo
a menudo tocaba el gusle de una cuerda y cantaba antiguas
baladas serbias con un sonido monotono, recordando a los
heroes de antario, que eran nombres conocidos de la familia.
El segundo dia de enero amanecio frio y sombrio.
Abundante nieve habia caido el dia anterior y habia dejado
un grueso manto bianco sobre la tierra. Era el dia de San
Ignacio. Los amigos y la familia desafiaron al clima para ir
a la casa de Ilija. El hermano de Mara, Mladen, con su gran
bigote negro y su capa de piel de oveja, llego con Petar y las
esposas de ambos en un trineo tirado por caballos. Uno de
los hijos de Mihajlo trajo a Prota Mihajlo en el trineo bella­
mente esculpido de la familia.
-Que la paz sea en este hogar -dijo el sacerdote persig-
nändose mientras entraba.
Mara no habia visto al sacerdote desde el dia en que le
habia entregado el tapiz para la iglesia; sin embargo, el salu-
do fue tan cortes ahora como cuando ella asistia a la iglesia
regularmente. El habia bautizado a los ninos cuando eran
pequenos todavia y estaba feliz de verlos nuevamente.
Se acomodaron sesenta invitados en bancos a cada lado
de las dos filas de mesas ubicadas en el comedor de la casa
nueva. En esta ocasion formal, el sacerdote se sentaba en el
lugar de honor: en la cabecera de la mesa. Los miembros de

57
{De quien fernere?

la familia lo seguian de mayor a menor.


Una variedad de platos tradicionales cubria la mesa. Este
Slava caia dentro de las seis semanas de ayuno por el ad-
venimiento de Jesüs, que precedia a la Navidad ortodoxa
oriental; por lo tan to se servia pescado, queso y una varie­
dad de platos vegetarianos en lugar de los abundantes pla­
tos de carne.
Los rios estaban congelados y no habian pescados a la
venta en los alrededores, asi que el hijo mayor de Milorad ha-
bia viajado a la costa del mar Adriätico y regresado la noche
anterior con una carga de pescado envuelto en sal gruesa.
Desde una silla al otro lado de la mesa, en diagonal a Ilija,
Mladen le echo una mirada. Ilija se volvio hacia el sacerdote.
-Prota Mihajlo, tengo un problema -dijo el con calma-,
Mara se ha cambiado de religion.
Ilija miro a Mladen quien asintio con la cabeza y le indico
que continuara.
-Prota Mihajlo, le pido permiso para divorciarme de mi
esposa.
Las palabras de Ilija cayeron como arena sobre el fuego,
apagando la jovialidad de la ocasion para Mara y hacien-
dola temblar. Ella pensaba que la crisis habia terminado.
Ahora, aqui se encontraba, desamparada y vulnerable otra
vez. Todos sabian que ella asistia a una iglesia diferente, y
entre los alli presentes se encontraban varios de los hombres
que se habian burlado de Ilija sin consideracion. Mara sintio
que todos la perforaban con la mirada y dejo caer la vista al
suelo, deseando que el mismo se abriera y la tragara.
Como sacerdote de la aldea, Prota Mihajlo habia notado
ciertamente la ausencia de Mara a la liturgia por mäs de un
ano. Mirando a Ilija atentamente, se sento hacia adelante, dan-
do golpecitos ligeros con los dedos en la mesa, y respondio.
-Ilija, la iglesia no concede el divorcio sin causa. Aunque
Mara asista a otra iglesia, todavia es cristiana. Cree en el
mismo Dios y en la santa Trinidad. Y yo se que no ha come-

58
La crisis continiia

tido adulterio. Ilija, no tienes motivos para un divorcio.


Despues, senalando a Ilija con el dedo continue».
-Voy a decirte algo que puede sorprenderte.
En la tranquila habitacion, los oidos curiosos se esforza-
ban por escuchar. No habia muchos secretos en la pequena
aldea.
-La gente dice que muchas cadenas nos llevan al cielo,
pero solo hay una que es de oro y nos lleva al trono de Dios
-hizo una pausa para reflexionar- [Quien sabe! Tal vez Mara
ha encontrado esa cadena de oro. Tal vez el resto de nosotros
estä equivocado.
Ilija se echo hacia aträs. Miro a Mladen, quien en el rostro
mostraba su propia consternacion. Milorad, quien habia es-
tado escuchando atentamente, se puso de pie y hablo con la
autoridad que tenia por ser la cabeza de la familia.
-Prota Mihajlo ha hablado. No hay razon para criticar a
Mara, o a Ilija -miro a todos en la habitacion-. Somos gente
democratica y razonable. Cada uno tiene el derecho a elegir.
Hay otros que viven pacificamente en nuestro medio. ^Por
que no una de los nuestros? -miro a Ilija-. Le permitiremos
a Mara servir a Dios de la forma que ella quiera y que ore
por nosotros.
En el rostro de Mara aparecio una expresion de alivio y
gratitud y se sintio asombrada por lo que habia ocurrido.
Levantando la vista, se encontro con la mirada cälida del sa­
cerdote. Una vez mas habia llegado al limite y un ängel mäs
inesperado, con sotana negra y barba gris, la habia salvado.
La declaracion del sacerdote habia resuelto el problema
para Ilija y los hombres de la casa, pero no para Mladen.
Mientras los invitados se marchaban, aparto a Ilija a un
lado.
-N o te rindas, Ilija -lo exhorto-. Encontrare Otra oportu-
nidad para enderezar a mi hermana. Se rendira. Vas a ver.

59
La diligencia de Mara a
medianoche
A esta altura, Mara habia terminado de leer la Biblia de
tapa a tapa y estaba comenzando a leerla otra vez. Desde que
el sacerdote habia hecho su declaration, ella habia encontra-
do aceptacion entre los miembros de la familia y los amigos,
y su confianza en si misma iba en aumento. Los clientes en
el molino ya no se burlaban de Ilija. Bajo la influencia del
sacerdote la actitud de ellos habia cambiado y la paz habia
regresado una vez mäs al espiritu abatido de Mara.
Las lluvias de la primavera vinieron y se fueron. El so-
focante calor del verano paso. El trigo de invierno se habia
cosechado en julio y permanecia en el granero para secar-
se. Las ciruelas, cosechadas en agosto, se fermentaban en
tinas antes de convertirse en licor de ciruelas para la expor­
tation. Pronto se recogerian las uvas para hacer vino. Las
hojas amarillas y naranjas del manzano favorito de Mara,
bajo el cual pasaba tantas horas de säbado en el verano,
resplandecian con brillantes colores, con ramas que ahora
se extendian como nueve metros a lo ancho, como un toldo
de fuego. Como yo, este ärbol ha soportado varias tormentas, y
ha sobrevivido, pensaba a menudo. Encontraba alivio en ese
refugio.
Los campos estaban bordeados por hileras de arboles de
acacia que brillaban como banderas de amarillo oro. En dias
recientes, habian cortado los grandes campos de trebol, lo
habian secado y almacenado para alimentar a los animales.
La tierra arada mostraba grandes extensiones negras en el
paisaje, donde habia crecido el trigo de invierno.

60
La diligencia de Mara a medianoche

Una noche, la blanca y brillante luna llena iluminaba el


cielo de la medianoche y arrojaba un extraho resplandor so-
bre los campos, mientras una silueta oscura y solitaria cami-
naba por el medio de la carretera. Se movia deliberadamente
con pasos largos, era baja y robusta, tenia un costal colgado
sobre el hombro izquierdo y un baston largo en la mano de-
recha. En el silencio del pueblo que dormia, las suaves pisa-
das de sus sandalias y el sonido de su baston en la carretera
de grava compactada sonaban con su ritmo repetitivo.
Era Mara, vestida de negro y con un panuelo, un abrigo
liviano y medias de lana oscura, su silueta se fusionaba con
la cälida y oscura noche de septiembre. Cada tanto, mientras
caminaba, cambiaba el pesado costal de hombro a hombro
y continuaba su peregrinaje. Nadie en la casa sabia de su
diligencia, excepto Nata.
En algun lugar en la distancia, un gallo le canto a la luna
de la medianoche. Despues, otro hizo eco de este llamado
nocturno. Mara no tenia miedo de caminar sola en la oscu-
ridad. Podia atravesar sola el cementerio a medianoche con
toda tranquilidad, donde hombres que eran fuertes y valien-
tes en las batallas, temblaban. A lo que si le temia era a las
serpientes, incluso a las inofensivas que encontraba ocasio-
nalmente en el jardin. La historia de la serpiente que engano
a Eva en el Jardin del Eden habia intensificado su temor.
El aire de la noche, impregnado de un delicado aroma
a espiguillas de maiz, se olia fresco y puro. Mara respiraba
profundamente. Atesoraba estos momentos especiales de
quietud a solas en la oscuridad con Dios. En su imagination,
ellos dos eran los hnicos en el mundo entero que estaban
despiertos y ocupados en sus negocios.
Le gustaba mirar el cielo estrellado que brillaba sobre ella
como un manto de terciopelo adornado con diamantes, y
se preguntaba que misterios habria en sus secretos recesos.
^Que mundos, que vida existirän mas alia, que para noso-
tros son desconocidos, que pasan inadvertidos, donde Dios

61
iD e quien fernere?

reina soberana y gloriosamente? Estos momentos de sole-


dad elevaban su espiritu a otro piano, llenando su alma de
un amor mas profundo por lo sagrado.
Mas adelante y a su izquierda, se dibujaba un largo cerco
que rodeaba un trio de casas cuyas siluetas se veian a la luz
de la luna. En este lugar, tres hermanos: Krsta, Zivadin y
Dusan, vivian con sus familias. Tenian siete perros de dife-
rentes tamanos y razas mezcladas que permanecian enca-
denados durante el dia y sueltos por la noche para cuidar
el recinto cercado. Mientras se acercaba a la primera casa
donde vjvia Zivadin, el meiior de los hermanos, algunos
perros comenzaron a ladrar. Los demäs perros se unieron a
lo largo del cerco en un coro de ladridos y aullidos mientras
ella se acercaba.
De pronto, las cadenas comenzaron a hacer un ruido es-
trepitoso. Mara se detuvo. Desamparada e impotente vio
como uno a uno, los siete perros, en diferentes lugares, salta-
ban el cerco y caian en la carretera. Cada uno de ellos arras-
traba una cadena con un trozo de madera atado en la punta,
destinado a evitar que hagan lo que reden habian hecho.
Mientras los perros se dirigian hacia ella, ladrando y ha-
ciendo un ruido escandaloso con las cadenas, Mara levanto
räpidamente su baston y ies apunto. Llegaron hasta cerca de
ella, se detuvieron y se pusieron en fila con las orejas pun-
tiagudas y la cola hacia arriba. Siguio apuntändolos con el
baston en alto mientras continuaba caminando. Tan pron­
to como los paso, los perros comenzaron a ladrar otra vez,
rompieron filas y uno a uno salto el cerco de vuelta al patio
de la casa. Las cadenas y las maderas se sacudian y hacian
ruido deträs de ellos.
Temprano a la manana siguiente, los granjeros comenza­
ron a hacer cola en el molino con el trigo recientemente cose-
chado y secado, listo para ser molido y convertido en harina.
Al finalizar la cosecha de trigo, la temporada de molienda
estaba en plena actividad. Llegaban con pesados carros tira-

62
La diligencia de Mara a medianoche

dos por caballos o carretas tiradas por bueyes y depositaban


sus cargas de cuatro a treinta costales de trigo.
Cientos de costales que pesaban de cuarenta y cinco a
tnäs de noventa kilos cada uno, se elevaban en capas entre-
cruzadas hacia el techo de la plataforma superior frente al
molino. Otros costales, ya convertidos en harina, esperaban
ser recogidos en una plataforma inferior. Pronto comenza-
ria la cosecha de maiz, y el molino continuaria trabajando
dia y noche hasta diciembre antes de aminorar el ritmo.
Todo el tiempo, entre cinco y diez obreros ayudaban a Ilija,
mientras otras diez a veinte personas esperaban sus costa-
les de harina.
Cerca de la media manana, Zivadin, con aspecto cansado
y sin afeitar, llego al molino y se detuvo en la entrada, en el
nivel inferior. Ilija, siempre muy distinguido con su chaleco
negro de tejido firme y estrecho, pantalones grises y som­
brero de fieltro negro, estaba frotando un poco de harina
entre sus dedos para probar su textura. La etiqueta del cos­
tal frente a el decia especxficamente que la harina debia estar
molida muy finamente.
Cuando Zivadin vio a Ilija, comenzo a llamarlo, pero
luego cambio de opinion y dio la vuelta para marcharse. Se
detuvo en el umbral de la plataforma, miro hacia atras y se
ubico para esperar. Moviendose inquietamente y con una
mirada vacia en sus ojos pequenos, movia los labios en si-
lencio, practicando su discurso.
-Hola, Zivadin -lo saludo Ilija alegremente.
Habia notado a Zivadin de pie en el umbral, sumergido
en sus pensamientos y con las manos vacias.
-yQue te trae por aqui, amigo?
-Ilija -comenzo Zivadin timidamente-, vine por algo ex-
traho que ocurrio anoche. Ni yo mismo casi lo creo.
Zivadin bajo la mirada y se mordio los labios
-Anoche tenia un terrible dolor de muelas que me man-
tenia despierto. Escuche que los perros ladraban afuera.

63
iD e quien temere?

Hacian tanto alboroto que me acerque a la ventana para


ver que pasaba. Alii vi a una mujer caminando sola en la
carretera. No podia creer lo que veia. Como Moises en el
Mar Rojo, ella extendio un baston \y los perros dejaron de
ladrar! Todos y cada uno de ellos. Se detuvieron y se forma-
ron como soldados -trago saliva y respiro profundamente-
Se que suena como una locura, pero te juro que era Mara.
-^Mi Mara? -pregunto Ilija con una sonrisa entre dientes
que delataba su desconfianza.
-Si, Ilija -y apretaba las manos-, mis hermanos se rieron
cuando les conte esto esta manana. Ellos dijeron que era ab-
surdo, que debo haber estado borracho, que no debia poner-
me en ridiculo y molestarte.
Zivadin bajo la mirada hacia el piso de madera otra vez.
Luego miro hacia arriba y agrego enfäticamente:
-N o estoy loco, Ilija. Debo preguntarle a Mara. Creere lo
que ella diga. Y me disculpo por anticipado, si estoy equi-
vocado.
Ilija sonrio tolerantemente, divertido por el absurdo
cuento de Zivadin. ^Que podria estar haciendo su esposa en
la carretera, sola, a esa hora de la noche?
-Debes estar equivocado, Zivadin -respondio el-, Mara
estuvo conmigo y los ninos hasta las nueve de la noche. El
molino anduvo toda la noche, asi que yo dorm! acä. Es tem-
porada alta, tu sabes. Pero, -se rio entre dientes- estoy segu-
ro que Mara estaba durmiendo en casa con los ninos.
Otro carro muy cargado se acerco a la plataforma y llamo
la atencion de Ilija.
-Mara vendrä en cualquier momento a buscar harina. Le
puedes preguntar si quieres. Ahora, si me disculpas... -dijo
Ilija volviendose hacia los dientes.
Pocos minutos mas tarde, entro Mara por la puerta del
costado mas cercana a la casa, llevando un recipiente re-
dondo de madera. Tenia un vestido azul marino y medias
oscuras, el mismo atuendo que habia usado la noche ante-

64
La diligencia de Mara a medianoche

rior. De los bordes del panuelo colgaban mechones de cabe-


llo castano, rizados.
-Mara -la llamo Ilija por sobre su hombro cuando noto su
llegada- Zivadin quiere hablar contigo.
Ilija inclino su cabeza hacia Zivadin, quien comenzo a ca-
minar hacia Mara.
Mara apoyo el recipiente sobre una superficie de ladri-
llos al lado de la tina de madera donde conservaban la ha-
rina para uso familiar. Sonriendo dulcemente, miraba como
Zivadin se acercaba.
Los ojos de Zivadin se movian rapidamente de un lado al
otro y hablo en tono bajo.
-Mara, esto es muy bochomoso. Por el bien de mi salud
mental, debo preguntarte algo -apreto las manos hasta que
las puntas de los dedos le quedaron rojas- Alrededor de las
doce anoche, vi a una mujer que caminaba por la carretera
en frente de mi casa. Y... y se parecxa a ti, Mara -Zivadin dio
un paso aträs, como si esperara una cachetada.
-Si, Zivadin, era yo -respondio Mara sin titubear.
Al oir la respuesta de Mara, Ilija dejo caer el costal que
estaba levantando. Se dio vuelta con una mirada perpleja en
su rostro y camino hacia ella.
-Ilija, yo estaba por contärtelo... -dijo Mara en tono de
disculpa, volviendose hacia su esposo-. He estado pagan-
do el diezmo a la iglesia, el 10 por ciento de los ingresos
que la Biblia dice que le corresponden a Dios. -Mara bus-
caba el rostro de Ilija, sus ojos, para ver alguna reaction.
Se dio cuenta de lo humiliante que debia ser esto para un
hombre de su position-. Yo se que td provees para todas
mis necesidades -estiro la mano y le toco el brazo-. Pero
no tengo dinero propio. Quiero dar mi propio diezmo y
ofrendas a Dios.
Ilija no respondio. Seguia en pie y la observaba. Mara
continuo.
-A Mila y a mi se nos ocurrio un plan. Calculamos mis

65
iDequien temere?

gastos de vida y el valor de mi trabajo. Decidimos que seria


justo llevar unos diez kilos de harina de nuestro cajon dos
veces al mes y venderlo. Asi que miercoles por medio llevo
un costal a la casa de Mila. Ella lo vende a mi tad de precio a
los pobres y me da el dinero. Alii estaba yendo anoche -las
hltimas palabras salieron lentamente de sus labios.
Cuando Mara termino, Ilija tenia el ceno fruncido y la mi-
raba de reojo.
-^Por cuanto tiempo has estado haciendo esto? -pregun-
to en voz baja.
-Por siete meses -respondio ella, esperando una reaccion.
Ilija quedo con la boca abierta otra vez.
Mara se volvio hacia Zivadin y continue»:
-Anoche, cuando esos perros corrieron hacia mi, casi en-
tre en pänico. Entonces recorde que estaba realizando los
negocios de Dios. Levante el baston y les hable a los perros
con firmeza: "Satanäs, tu enviaste a estos perros. En el nom-
bre de Jeshs les ordeno que dejen de ladrar". sabes? ;Lo
hicieron! -su rostro se ilumino con el recuerdo, y cuando
ella se volvio hacia Ilija, estaba sonriendo.
Zivadin no podia ocultar su inmenso alivio. Su rostro
brillaba.
-Eres una mujer santa, Mara. Me siento como un ho mb re
nuevo. Ahora mis hermanos me creerän. Yo sabia que hi di-
rias la verdad. jNo estoy loco!
Le dio la mano a Mara vigorosamente y tambien le dio la
mano a Ilija exclamando:
-jGracias! jGracias!
Salio practicamente bailando por la puerta de la plata-
forma.
-[Que manana maravillosa! jQue lindo dia! -saludaba
a los hombres que esperaban y alimentaban a los animales
afuera.
Ilija y Mara permanecieron solos.
-Mara, Mara, ^que voy a hacer contigo? -repetia Ilija mo-

66
La diligenda de Mara a medianoche

vicndo la cabeza- Eres una mujer temerosa de Dios y yo


no me opongo a que ayudes a los pobres. El Senor sabe que
lenemos mäs de lo que necesitamos -hizo una pausa y sus­
pire»-. Pero algunas veces me avergiienzas.
Se miraron intensamente a los ojos sin decir nada mas.
Luego Mara sonrio mostrando que entendia, tomo el re-
eipiente y comenzo a llenarlo con harina.

67
Resultados sorprendentes
El tiempo paso rapidamente y pronto llego el 31 de octu
bre, el dia de San Lucas y la celebracion del nacimiento del
santo patron de la familia de Mara. Ilija y Mara se subieron a
un carro tirado por un caballo y emprendieron el viaje hacia
la casa de Mladen habiendo dejado a los ninos con Petra, y
el molino bajo la supervision de un obrere de confianza.
En la casa donde Mara habia nacido y donde su padre
todavia vivia con sus dos hermanos y sus familias, se encon-
traron con viejos amigos que se habian reunido para cele-
brar y festejar. Mladen llevo a Mara e Ilija a sus asientos en
la mesa cerca del sacerdote ortodoxo local. El hombre cano-
so con una sotana negra y barba y bigotes blancos, era un
pariente lejano y habia instruido a Mara de nina. Su rostro
se ilumind al verla otra vez. Mladen y su esposa, Marija, se
sentaron en frente de ellos.
A mitad de la comida, Mladen, no queriendo perder mas
tiempo, comenzo a hablar.
-Popa Jovan, mi hermana ya no asiste a la Santa Iglesia
Ortodoxa. Se ha convertido en judia. Va a la iglesia los säba-
dos. ^La puede corregir, por favor?
El rostro arrugado del sacerdote se veia perturbado cuan-
do se volvid hacia Mara.
-Mara, ^es esto cierto? <;Has abandonado verdaderamen-
te la fe de tu padre y tu pueblo? -le preguntd seriamente.
Mara respondid rapidamente:
-No, Popa Jovan, no he abandonado mi fe. Oro y leo la
Biblia todos los dias. Amo la palabra de Dios -Mara miro a
Mladen y continud- Si, voy a la iglesia los sabados como los
judios, pero tambien como Cristo y los primeros cristianos.

68
Resultados sorprendentes

-Oh, hija mia, estas en un error -protesto el amable sacer-


ilote-. Jesus santifico el domingo con su resurrection. Los
primeros cristianos adoraban en domingo.
-jAhi tienes, Mara! -exclamo Mladen con su confian-
/,a renovada-. Te apuesto a que no puedes encontrar en el
Nuevo Testamento un lugar donde diga que ellos guarda-
ron el säbado.
A causa de las preguntas que a menudo le hacian las
personas del pueblo y los parientes acerca de sus creencias
peculiares, Mara siempre llevaba la Biblia consigo adonde
iba. A esta altura, se habia vuelto una experta en encontrar
los textos en sus päginas. Como ayuda, tenia versiculos sub-
rayados para darles enfasis, y pequenas tiras de papel que
se asomaban entre las päginas, que requerian una atencion
especial. Mara abrio la Biblia en Marcos 6:2 y leyo los versi­
culos en voz alta: "Y llegando el säbado, comenzo a ensenar
en la sinagoga".
-Aqui dice -explico Mara-, que Jesus fue a la sinagoga el
säbado. Y la Biblia dice que el es nuestro ejemplo.
Luego abrio la Biblia en 1 Pedro 2:21 y leyo: "Pues para
esto fuisteis llamados; porque tambien Cristo padecio por
nosotros, dejändonos ejemplo, para que sigäis sus pisadas".
-Si, Mara, pero eso fue antes de su resurrection -protesto
el sacerdote- Despues de eso, los cristianos guardaron el
domingo.
-Popa Jovan, el domingo es el primer dia de la semana. La
Biblia Ιο menciona unas pocas veces, y en ninguna ocasion
lo relaciona con un culto de adoration. Buscare los versicu­
los. Los tengo subrayados.
Mara abrio la Biblia en donde tenia una de las tiras de
papel y leyo: "El primer dia de la semana, reunidos los dis-
cipulos para partir el pan, Pablo les ensehaba, habiendo de
salir al dia siguiente; y alargo el discurso hasta la mediano-
che" (Hechos 20:7).
-Este versiculo dice que los discipulos se reunieron a

69
iD e quien fernere?

comer antes de que Pablo partiera al dia siguiente -expli


co Mara- los judios contaban los dias desde la puesta del
sol hasta la puesta del sol, por lo tanto "el primer dia de la
semana" es en realidad el säbado de noche despues de la
puesta del sol. El versiculo dice que Pablo hablo "hasta la
medianoche". Los creyentes se habian reunido para verlo
partir, no para adorar -dijo Mara-. Se menciona el primer
dia de la semana tambien en la primera carta a los Corintios
capitulo dieciseis, versiculo dos.
Mara dio vuelta las päginas hasta otra tira de papel y leyo:
"Cada primer dia de la semana cada uno ponga aparte algo,
segdn haya prosperado, guardandolo, para que cuando yo
llegue no se recojan entonces ofrendas".
-Este versiculo habla de guardar dinero en la casa. No
se da a entender que hay un servicio de adoracion aqui. El
texto ni siquiera menciona una reunion.
Mara seguia dando vuelta las päginas de la Biblia.
-H ay otro versiculo donde Jesds se les aparece a los dis-
cipulos despues de la resurreccion. Veamos. Aqui estä, en
Juan capitulo veinte, versiculo diecinueve: "Cuando llego
la noche de aquel mismo dia, el primero de la semana, es-
tando las puertas cerradas en el lugar donde los discipulos
estaban reunidos por miedo de los judios, [...] y les dijo: Paz
a vosotros".
Mara apenas habia terminado de leer cuando Mladen la
interrumpio.
-Viste, ahi, Mara. Los discipulos estaban reunidos el pri­
mer dia de la semana. Yo sabia que estaba en algdn lugar de
la Biblia.
Mara no se veia perturbada.
-Mladen, fijate que era una reunion en la tarde. Las puer­
tas estaban cerradas. Los discipulos tenian miedo y se esta­
ban ocultando. No era un culto de adoracion religioso.
Mara se volvio hacia el sacerdote.
-N o leere los otros versiculos que habian acerca del pri-

70
Resultados sorprendentes

mer dia de la semana porque usted ya los conoce. Habian


acerca de las mujeres que fueron a la tumba de Jesüs y la
resurreccion de el.
-Mladen se deslizo en el asiento haciendo evidente su
incomodidad. Acomodo los hombros y fruncio el ceno. Su
esposa escuchaba. Uija absorbia todo.
-Mara, Mara, fuiste mi mejor alumna en la escuela.
Recuerdo que nunca te perdias la liturgia de los domingos,
<>Que te ha ocurrido, hija mia?
Mara sonrio dulcemente.
-Estuve estudiando la Biblia, Popa Jovan, y se muchas
cosas que no sabia antes. Si jesüs cambio el sabado por el
domingo, entonces la Biblia lo deberia decir en alguna parte.
Pero no estä alii.
-El apostol Pablo dice que la ley fue clavada en la cruz
-respondio el sacerdote, enfocando el tema desde otro an-
gulo-, eso quiere decir que la ley fue destruida.
-Si, Popa Jovan, pero fue la ley ceremonial la que fue
clavada en la cruz, no los Diez Mandamientos -continuo
Mara-. La gente se confunde. No sabe la diferencia. Los Diez
Mandamientos constituyen la ley moral. Es eterna, como
Dios. Nos dice como mostrar nuestro amor por el y por la
humanidad. Dios la escribio sobre piedras con su propio
dedo. La ley ceremonial se llamo la ley de Moises. Moises la
escribio en un libro. Era temporaria, trataba de los sacrificios
de sangre por los pecados. Cuando Jesüs murio, esa ley ter-
ηύηό. Esa ley fue clavada en la cruz. Es por eso que cuando
Jesüs exclamo "Consumado es" la cortina del templo judio
fue rasgada en dos, desde arriba hasta abajo, por una mano
invisible y poderosa. El Cordero de Dios habia muerto de
una vez y para siempre.
-Pero Mara, tü sabes que la Santa Iglesia Ortodoxa se
remonta hasta los apostoles. Hemos existido por milenios.
^Cuäntos ahos tiene la iglesia a la que asistes ahora? ^Como
puede ser la iglesia verdadera?

71
iD e quien temere?

-N o somos salvos por la iglesia a la que pertenecemos


sino por nuestra relation personal con Dios, Ρόγα Jovan
Muchas de las verdades en las que creyeron los primeros
cristianos se han perdido y olvidado con los anos. Algunas
de las asi llamadas creencias cristianas, vienen en realidad
del paganismo, y la mayoria de los cristianos no lo saben
-Mara se detuvo para respirar- Si, mi iglesia tiene menos
de cien anos, pero ensena estrictamente lo que dice la Biblia.
Dios levanto esta iglesia con un mensaje especial para traer
a los cristianos de vuelta a las verdades biblicas, para prepa-
rar a las personas para la pronta venida de Jesüs y para el fin
de este mundo. Isaias capitulo cincuenta y ocho, versiculo
doce lo dice de esta manera.
Mara abrio la Biblia otra vez: "Y los tuyos edificarän las
ruinas antiguas; los cimientos de generation y generation
levantaräs, y seras llamado reparador de portillos, restaura-
dor de calzadas para habitar".
El sacerdote parecia desconcertado. Mladen parecia de­
sear estar en otro lugar. Por otro lado, Mara se sentia vigo-
rizada y regocijada. El festejo se habia convertido en un es-
tudio biblico. La mayoria de las conversaciones se habian
detenido, y mientras comian en silencio, aguzaban sus oidos
para escuchar. Cuando Mara miro a su alrededor, se encon-
tro con varias miradas. Ilija miro a Mladen y Mladen al sa­
cerdote, todos con los ojos grandes. Aparentemente, Mara
sabia de lo que estaba hablando y todavia no habia termina-
do. Volviendose hacia el sacerdote, continuo.
-E l apostol Juan dice que Dios hizo el mundo por medio
de Jesüs: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con
Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por el fueron hechas, y sin el nada de lo que
ha sido hecho, fue hecho" (Juan 1:1-3). Asi que si Jesus creo
todo, tambien creo el dia de reposo. Y cuando les dijo a los
fariseos que el era el Senor del sabado (ver Marcos 2:27, 28),
les estaba diciendo que el septimo dia es el dia del Senor, el

72
Resultados sorprendentes

dia de Jesüs. Y si el lo creo, entonces fue el quien reposo y lo


bendijo -concluyo Mara.
Entonces cerro su Biblia, la apoyo sobre la mesa y cruzo
las manos en su regazo.
-Se que amas a Dios, Mara -respondio el sacerdote ancia-
no- Eres una mujer buena. Sigue orando. Dios te guiara.
Mara noto que muchos de los invitados habian termi-
nado de comer y todavia estaban escuchando. Ella apenas
habia tocado la comida de su plato, sin embargo su alma se
scntia satisfecha. Para muchos, esta reunion se convirtio en
un momento decisivo en sus vidas.
Despues de la comida, varias mujeres, incluyendo la es-
posa de Mladen, Marija, buscaron a Mara para hacerle mas
preguntas. Por primera vez despues de mucho tiempo, ella
noto que Ilija la miraba con orgullo y complacencia a traves
de sus ojos negros. Habia extranado esa mirada en los ülti-
mos meses. Ahora habia regresado. El Slava de Mladen se
habia convertido en el milagro de Mara.
Un mes mas tarde, una manana, mientras caminaba ha-
cia el molino, Mara se encontro con un miembro de iglesia
de un pueblo vecino. Traia granos al molino para que los
molieran.
-V i a Marija, la esposa de Mladen, en la iglesia el säbado
pasado -le dijo-. ^Sabias que ha estado asistiendo regular-
mente?
Mara quedo con la boca abierta.
-jNo, no lo sabia!
Despues que el se fue, Mara penso: Si Marija estä asistien­
do a la Iglesia Adventista del Sdptimo Dia mäs cercana a su hogar,
quiere decir que esta caminando unos nueve kilometros y medio.
Luego recordo las amenazas de Mladen de expulsar de la
casa a cualquiera que abandonara la iglesia nacional. Oh,
Marija, exclamo Mara para si misma, llena de gozo y temor
a la vez, iqud pasard contigo?
La siguiente vez que Mara vio a Mladen y Marija fue en

73
iD e quien temere?

agosto cuando ella e Ilija visitaron la aldea de su hermano


para el Slava de la iglesia local. Despues de saludarse, Marija
llamo a Mara a un lado y le dijo:
-Mara, tengo buenas noticias. Dos de mis hijas se bauti-
zaron. Primero me bautice yo, y despues ellas tomaron la
decision.
-jOh, Marija! ;Esto es maravilloso! ^que dice Mladen?
^como lo toma? No puedo olvidar lo furioso que estaba
conmigo.
-A1 principio no le dije que estaba yendo a la Iglesia
Adventista; el suponia que yo visitaba a una vecina. Pero
cuando me bautice y luego nuestras dos hijas que viven con
nosotros tambien lo hicieron, ya no pudimos mantenerlo en
secreto. Tenia que saberlo.
Y... que ocurrio?
-Oh, bufo de colera por semanas. No nos hablaba. Solo gru-
nia y golpeaba las puertas. Pero parece que lo ha superado.
Marija se inclino hacia adelante riendose entre dientes.
-^Que puede hacer? jSomos mas que el!
Marija se puso seria.
-Quiero que sepas, Mara, que ahora es otro hombre. Es
realmente un milagro.·
-jDios es tan bueno! -exclamo Mara abrazando a Marija.
-Pero tengo mas noticias. Mis cuatro hijas casadas me
contaron que tambien se van a bautizar. Esto hace que las
seis hijas estarän bautizadas. Solo faltan mi hijo y Mladen
-ella agito la mano- Pero no tienen alternativa. ;La iglesia
estä orando por ellos!
Los ojos de Mara brillaban.
-jAlabado sea Dios! Que noticias maravillosas. Estaba
preocupada por ti. Y a proposito, ^que dice Petar de todo
esto?
-<jPetar? Bueno, hi recuerdas cuän indiferente era. No ha
cambiado. Todo es irrelevante para el. Yo sospecho que le
dijo a Mladen que me dejara en paz.

74
Resultados sorprendentes

La nieve del inviemo vino y se fue, y antes de que pasara


mucho tiempo, las lluvias de la primavera hicieron que la
naturaleza volviera a la vida. La granja produjo en abundan-
cia y los ärboles frutales estaban cargados de frutas.
Una padfica tarde de julio, cuando los campos de trigo
de invierno estaban maduros para la cosecha y las doradas
cabecitas colgaban de sus tallos en toda la extension del ho-
rizonte, se levanto un viento repentino. El cielo se oscurecio
y comenzo a relampaguear.
-iDebemos entrar! Parece una tormenta de granizo -les
grito Mihajlo a los hombres que trabajaban en los campos.
Se refugiaron en la cocina-comedor comunal de la fami-
lia y se sentaron sin poder hacer nada, mas que escuchar la
furia de la tempestad y el fragor de los truenos abundantes
que resonaban. Todos miraban por la ventana como los re-
lampagos iluminaban la densa oscuridad que envolvia su
vulnerable cosecha. En media hora, los vientos se calmaron
y la oscuridad se levanto, el cielo se aclaro y aparecio un
hermoso arco iris. Cuando la familia salio de la casa para
inspeccionar el dano, contemplaron un milagro.
-Parece que los vientos se dividieron justo antes de que
la tormenta golpeara nuestros campos. Se abrieron y se vol-
vieron a unir despues de pasarlos -observo Milorad, mien-
tras los hombres miraban asombrados-. jNunca he visto
algo semejante!
En los campos vecinos el trigo estaba aplastado en el
suelo y apenas se asomaban unos pocos tallos quebrados,
donde minutos antes una cantidad de granos maduros ha-
bian estado en pie. Enormes piedras de granizo cubrian los
campos devastados como un grueso manto bianco. Pero el
campo de la familia permanecia intacto y las espigas del
trigo integras.
Las personas de distintos pueblos de los alrededores ve-
nian a ver lo ocurrido y a maravillarse por ello. Zivadin, su
vecino, estuvo entre los primeros. Meses mas tarde, el toda-

75
{De quien fernere?

via relataba, a cualquiera que quisiera escucharlo, la historia


de la diligencia de Mara a medianoche y el extrano compor-
tamiento de sus perros guardianes.
-E l Dios de Mara salvo sus campos porque Mara da
ofrendas a su iglesia. Ella es fiel y generosa y dice la verdad
-solia contarles.
A todos los que venian, Mara tomaba su Biblia, y les
leia la promesa que se habia cumplido tan dramäticamente
ante sus ojos: "Traed todos los diezmos al alfoli y haya ali-
mento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehova
de los ejercitos, si no os abrire las ventanas de los cielos, y
derramare sobre vosotros bendicion hasta que sobreabun-
de. Reprendere tambien por vosotros al devorador, y no os
destruira el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo
sera esteril, dice Jehova de los ejercitos" (Malaquias 3: 10,
11), mientras Ilija miraba con asombro.

76
Reformas familiäres
Mara se encontraba a menudo ensenandoles a otros de la
Biblia. Cuando era nina, habia sonado con ser maestra, pero
le resulto imposible continuar con sus estudios despues
de cuarto grado, y se vio obligada a abandonar su sueno.
Ahora parecia que su deseo de ensenar se hacia mas real
cada dia. Cuando ella descubria algo nuevo al leer la Biblia,
lo compartia con la familia. Y aunque vivia en una socie-
dad patriarcal y conocia su lugar como mujer, los hombres
la escuchaban cuando ella hablaba con la autoridad de las
Sagradas Escrituras.
Un sabado, mientras el sol proyectaba sus calidos rayos,
Mara volvia de la Iglesia Adventista de Uzvece con sus hi-
jos cuando se encontro con una vecina que estaba barriendo
excremento de cerdos del camino en frente de su casa y lo
juntaba para luego usarlo como fertilizante.
-jHoy es un gran dia, Mara! -le dijo a Mara mientras se
acercaba.
La mujer dejo de barrer y se apoyo en el mango de la
escoba.
-^Por que, amiga mia? -pregunto Mara.
Vera y Nata la esperaban a su lado, cada una sosteniendo
de la mano a uno de los mellizos, mientras ellos se retorcian
y asomaban los dedos por las sandalias para meterlos en la
suciedad.
-Esta noche, mis hijos traen su salario a casa. Manana po-
dre comprar aceite y queso y homear un strudel de gibanica
-le explico ella feliz- ;Mi vasija de dinero ya estaba vacia!
-Ya veo -respondio Mara-. Disfruta el horneado.
Mientras seguia su camino, Mara meditaba en lo que la

77
iD e quien temere?

mujer le habia dicho. Ella sabia que tres de los hijos de la mu


jer trabajaban como obreros en la granja de los Vitorovich y
recibian su justo salario, pero tambien sabia que la pequena
porcion de tierra que la familia de la mujer poseia no le pro-
porcionaba suficiente comida para suplir sus necesidades.
La tierra valia como oro; la riqueza de una persona se me­
dia por el tamano de su propiedad. Este encuentro casual
le recordo a Mara que habia gente pobre en los alrededores
que luchaba por sobrevivir y comenzo a surgir una idea en
su mente.
Esa noche, despues de que los ninos se fueron a dormir,
leyo y medito mientras esperaba que Ilija regresara del mo-
lino. Cuando el llego, estaba sumamente cansado. Mientras
se preparaban para dormir, Mara le conto acerca de la con-
versacion que habia tenido con la vecina y agrego:
-H e leido algo hoy, Ilija.
Tomo su Biblia y la abrio en Deuteronomio 24:14, 15.
"No oprimiras al jornalero pobre y menesteroso, ya sea de
tus hermanos o de los extranjeros que habitan en tu tierra
dentro de tus ciudades; en su dia le daräs su jornal, y no se
pondrä el sol sin därselo; pues es pobre, y con el sustenta su
vida". Mara cerro la Biblia.
-Nosotros les pagamos a los obreros cada semana, los sä-
bados. Pero aqui dice que deberiamos pagarle cada dia -le
dijo a su esposo.
Es asi? -dijo Ilija medio dormido-. Habia con Milorad
manana por la manana. Ve lo que el piensa -e Ilija se dejo
caer en la cama.
El siguiente dia era domingo. Los obreros de la granja
tenian el dia libre y solo la familia extendida se reunia para
almorzar. Despues de la comida, Mara le conto a Milorad so-
bre su conversacion con la vecina y le leyo los versiculos de
Deuteronomio que le habia leido a Ilija la noche anterior.
-Estos obreros no trabajan todos los dias, pero tienen
que esperar hasta el fin de la semana para recibir su salario.

78
Reformas familiäres

Mientras tanto se quedan sin dinero. <fi\To podriamos pagar-


les al final de cada dia?
Milorad lo penso un momento, luego miro a Ilija. Ilija no
hizo ninguna objecion.
-Nunca hemos hecho algo as! antes -dijo Milorad lenta-
mente-, pero supongo que podemos intentarlo.
El lunes, cuando los obreros terminaron de cenar y se le-
vantaron para marcharse, Milorad se puso de pie e hizo el
anuncio.
-N o se vayan sin cobrar el salario de este dia.
Con rostros sorprendidos se miraron los unos a los otros
sonriendo, e inmediatamente formaron una fila.
Milorad inspeccionaba el registro de las horas trabajadas
y contaba los dinares para cada hombre que se acercaba,
flanqueado a un lado por su hijo mayor, quien le ayudaba a
supervisar la granja, y al otro, por Mara.
-No me lo agradezcan a mi. Agradezcanselo a Mara -Ies
decia a los obreros cuando expresaban su gratitud- Ella
leyo en la Biblia que lo tenemos que hacer asi.
Despues de recoger su dinero, los obreros saludaban a
Mara inclinando los sombreros hacia un lado, le sonreian,
le agradecian y se marchaban felices. Para ellos esto era un
regalo del delo.
Poco despues, Mara consiguio algunos libros que ense-
naban una dieta y un estilo de vida saludables. Se habian
publicado originalmente en Norteamerica y se habian tra-
ducido al serbio e impreso en Yugoslavia. Inmediatamente
despues de su bautismo, Mara habia pedido que se pusiera
aparte su comida y la de sus hijos, antes de que le agrega-
ran manteca de cerdo. Ella no comeria productos porcinos
porque no los consideraba apropiados para la alimenta­
tion. En vez de manteca de cerdo, usaba aceite de girasol.
Tiempo antes, ella habia animado a la familia a plantar gi-
rasoles en una parte del terreno, y habian construido una
prensa de madera, donde podian prensar ellos mismos los

I 79
iD e quien fernere?

granos ya triturados.
-La Biblia hace una diferencia entre los animales limpios
e inmundos -explicaba Mara cuando le preguntaban- Los
animales inmundos no son apropiados para la alimentacidn.
Dios sabe, el los cred. En el jardin del Eden, Dios les dio a
Adän y a Eva frutas, granos y oleaginosas. Este es el regimen
ideal. Pero despues del diluvio, cuando no habia nada mas,
Dios le permitid a Noe comer came.
Algunos la seguian cuestionando, declarando que los
animales inmundos eran parte de un tabd ceremonial judio.
Aellos, Mara les leia las instrucciones que Dios dio a Noe en
Genesis 7:2.
"De todo animal limpio tomaras siete parejas, macho y
hembra; mas de los animales que no son limpios, una pare-
ja, el macho y su hembra". Noe sabia la diferencia entre los
animales limpios e inmundos -subrayaba ella-, y vivio mil
anos antes que el primer judio. Asi que la distincion entre
animales limpios e inmundos no es una ley judia sino un
dato para nuestra salud. Dios nos hizo y sabe que alimentos
le sientan mejor a nuestros cuerpos.
Una de las cosas que Mara aprendid de la lectura de esos
libros era que los alimentos altos en contenido graso no pro-
mueven la salud. La familia criaba tantos animales que la
carne formaba gran parte de su dieta, y era generalmente alta
en contenido graso. La gente comdnmente creia que la grasa
contribuia a tener fuerza fisica y resistencia, y que si una per­
sona tenia grasa en su cuerpo, era fuerte y sana. La manteca
de cerdo era un elemento bäsico en la cocina. La carne asada
de cerdo y cordero, bifes a la parrilla, y gansos y patos gor-
dos ahumados formaban parte de la comida diaria.
-Hasta los picaportes de las puertas tienen grasa -obser-
vd un pastor que vino de visita una vez.
Desde que habia vuelto de una de las conferencias dis-
tritales de Sabac, Mara se habia vuelto vegetariana. Ella no
esperaba que la familia la siguiera en su decision, pero les

80
Reformas familiäres

habia sugerido que disminuyeran la cantidad de grasa que


usaban para mejorar la salud.
Los libros tambien enfatizaban los beneficios nutritivos
del pan integral. El molino trituraba los granos en diferen-
tes grados de refinamiento. La gente pobre a menudo usa-
ba la harina gruesa sin cernir que contenia todo el salvado.
A1 usar el grano entero se desperdiciaba menos. Algunos
usaban harina de maiz para hacer el pan. La gente rica pre-
feria la harina blanca finamente cernida. El pan liviano y
aireado como una esponja, y alto como algodon hilado, era
un simbolo de buena posicion social. Elios usaban la parte
blanca del grano y con el salvado y el germen alimentaban
a los animales.
-Estamos criando cerdos sanos en lugar de gente sana
-se lamentaba Mara, tratando de persuadir a Milorad para
hacer un cambio- Nosotros necesitamos comer el grano
entero, asi como crece. Cuando le toco a Mara el turno de
hornear la tanda semanal de pan, decidio hacer un experi-
mento. Nunca antes habia hecho pan de harina integral.
Temprano en la manana, de acuerdo a su procedimien-
to acostumbrado, mezclo y amaso los ingredientes, usando
la levadura casera que conservaban en salvado. Cubrio la
masa de los recipientes con una tela y la dejo leudar.
-N o se leudan -observo, espiando debajo de las telas.
Espero un poco mas y miro otra vez. -Todavia no se levanta.
Finalmente, tiro la masa en una asadera, la golpeo con el
puno, la amaso y la corto dändole forma de pequehos pa­
nes, luego los cubrio para un segundo leudado. Despues de
esperar el doble de lo que normalmente esperaba, metio los
panes en el horno a lena.
-Tal vez el calor los hara levantar -se dijo a si misma entre
dientes.
Cuando los obreres entraron a la cocina para almorzar
ese dia y vieron los panes oscuros y chatos sobre las mesas,
fruncieron los cenos y comenzaron a quejarse.

81
iD e quien fernere?

-Patron Milorad, comemos esta clase de pan en nuestras


casas. jAca queremos el pan de la gente rica! Nos estä esta-
fando -grunian todos.
La reaccion de la familia no fue mucho mejor.
-Lo siento, Mara, pero este pan es tan pesado como el
plomo -se quejo Milorad-.Es una piedra y chato como un
panqueque.
Ilija tambien lo desaprobo. -Puedo entender que reduz-
camos la cantidad de grasa en las comidas, pero jDios no
puede esperar que comamos esto! -protesto, senalando
amargamente la masa oscura y chata.
Al siguiente dia, Mara horned otra tanda de pan, esta vez
completamente bianco. Supongo que no puedo esperar ganar
todas las batallas, pensd. Tomando el pan rechazado del dia
anterior, lo remojd en las sobras de grasa y se lo tird a los cer-
dos. Elios lo atacaron con entusiasmo, grunendo con apro-
bacidn y peleandose por agarrar su parte. Mira eso. Algunas
veces los animales son mäs inteligentes que los seres humanos, -
reflexiond. Sacudiendo la cabeza, Mara continud haciendo
pequenas cantidades de pan de harina integral para ella y
sus hijos, quienes ocasionalmente se escabullian a la despen-
sa para probar un poco del pan esponjoso cuando su madre
se encontraba afuera haciendo sus tareas.
En cierta ocasidn, Mara encontrd a Milorad sentado afue­
ra en una banca, disfrutando la tarde cälida y contemplando
los cielos que ya se iban oscureciendo, esperando ver las es-
trellas que pronto aparecerian. Todos los hermanos disfruta-
ban con mirar las estrellas. Ella se sentd a su lado.
-U n dia veremos una nubecita alia arriba -le dijo apun-
tando hacia el cielo-, se hara cada vez mäs brillante y mäs
y mäs grande, y brillarä mäs que el sol. Serä la venida de
Jesüs en gloria con todos los santos ängeles para llevarnos
al hogar.
-Tienes una fe maravillosa -respondio Milorad-. Es un
don. Desearia creer como tu. -Milorad noto que tenia la

82
Reformas familiäres

Biblia en sus manos y le pregunto:


-^Que ocurre, Mara? ^Tienes algo que decirme?
-M e gustaria leerte algo -ella abrio la Biblia en Galatas
3:28, que ella habia marcado, y leyo-: "Ya no hay judio ni
griego; no hay esclavo ni libre; no hay varon ni mujer; por-
que todos vosotros sois uno en Cristo Jesus" -Mara cerro la
Biblia y continuo- alimentamos a los obreros con la misma
comida que nosotros y los tratamos bien. Pero se sientan en
mesas separadas del resto de la familia. Nunca juntos. La
sociedad puede ponerlos en otro nivel, pero la Biblia dice
que todos somos iguales a los ojos de Dios. ^Que te parece si
permitimos que los obreros se sienten con nosotros?
Milorad la miro sorprendido.
-Es contrario a la costumbre, eso seguro. Ciertamente
sorprenderemos a nuestros amigos -se reia entre dientes
mientras pensaba- Dejame pensarlo esta noche y les pre-
guntare a mis hermanos.
Al dia siguiente, le dijo que estaba de acuerdo con el
plan.
Cuando los obreros hambrientos entraron en la cocina
para almorzar ese dia, Milorad hizo un anuncio: -Sientense
donde les guste, hoy. No queremos que esten separados de
nosotros. Delante de Dios, todos somos iguales.
Timidos y asombrados al principio, los obreros necesita-
ron que se los animara bastante antes de encontrar nuevos
asientos y mezclarse con la familia. Los pobres campesinos
sentados entre los propietarios, era una propuesta revolu-
cionaria. Mas de uno comentaba: "Espera a que se lo cuente
a mi esposa. Nunca me lo creera".
Pronto se corrio la noticia en el distrito. La relacion entre
los empleados y la familia Vitorovich se convirtio en el tema
central de conversation en el pueblo y en los alrededores.
Todos los que necesitaban un empleo querian trabajar para
esa familia, y a ellos nunca les faltaba ayuda.

83
.

Los dos terribles


-Mama, fuimos a ver al abuelo Svetozar hoy -dijo Vera.
Svetozar era en realidad el tio abuelo de los ninos, el herma-
no de Jovan, que vivia con su esposa y dos hijos casados, con
sus familias, en la zadruga vecina.
~lSi? -respondio Mara- ^Lo pasaron bien, querida?
Mara habia comenzado a hacer la masa del Strudel de gi-
banica cuando Vera entro a la cocina. Habia un barril con
harina de trigo en el rincon al lado de la tina de madera con
sal y una jarra con agua sobre la mesa.
-M is hermanos les ensenaron a orar -.Vera sonrio y mo-
vio la cabeza con orgullo.
-j Ah, que Undo!
-Si, todos estaban desayunando cuando llegamos. Nos
convidaron pan frances tostado con azücar -y se lamia los
labios. Mara echo sal en el recipiente con harina y agrego un
poco de agua, escuchando mientras amasaba la mezcla con
los dedos.
-M is hermanos se arrodillaron en el piso y oraron. Dijeron
los nombres de todos los alli presentes. Los vi espiando para
asegurarse que nadie faltara -continue» Vera.
-Hmmm. ^En serio?
-jSx! -Vera torcio la boca-, Entonces como Voja se olvido
de mencionar a Leposava, Cveja se levanto y le pego en la
cabeza. Luego se arrodillo otra vez.
-jOh! -dijo Mara sorprendida, levantando las manos lle-
nas de harina de la masa, con la boca abierta.
-Si, y despues entro Kata trayendo naranjas. Voja la vio,
pero Cveja se olvido de decir su nombre, asx que Voja se te-
vanto y lo golpeo en la cabeza. Lo llamo "tonto" -Vera con-

84
Los dos terribles

tinuaba moviendo la cabeza.


-Bueno, eso no estuvo nada bien -dijo Mara sacudiendo
la cabeza.
-jNo! Luego se arrodillaron y oraron un poco mäs -Vera
se rasco la cabeza y junto las cejas-. No entiendo por que to­
dos se rieron tanto. Los podia escuchar mientras nos marchä-
bamos. Incluso despues de cerrada la puerta -inclino la ca­
beza e hizo una pausa, luego su rostro se ilumino-. Pero nos
dijeron que volvamos y oremos por eilos alguna otra vez.
Pocos meses despues, Cveja cayo con una fiebre muy alta
y tenia dificultades para respirar. La enfermedad que habia
tenido anteriormente, con diarrea, hacia que no se recupera-
ra räpidamente. Mara e Ilija lo llevaron al doctor que tenia
su consultorio en Sabac.
-Es difteria -dijo el doctor despues de examinarlo. Esta
segunda experiencia en un consultorio medico, dejo a Cveja,
de tres anos de edad, cauteloso de los hombres con chaque-
tas blancas y anteojos. Los miraba con desconfianza.
-Te dare algo que te harä sentir mejor, jovencito -dijo el
doctor, preparando una jeringa hipodermica- No te dolera,
te lo prometo. Eres un nino valiente ^verdad?
El doctor introdujo la aguja en la parte trasera del nino.
Pero, si dolio. Cveja grito de dolor y una cantidad de pala-
bras surtidas salieron de sus labios, con un significado mäs
alia de su entendimiento.
-^Donde aprendio este muchachito a hablar asi? -le pre-
gunto el doctor a Mara, mosträndose sorprendido y diverti-
do ante las palabras.
Mara pidio disculpas, estaba colorada y apretaba sus
manos.
-;Oh, doctor! Ciertamente no en mi casa. Es en el molino.
Los ninos escuchan lo que hablan los hombres. Sus mentes
son como esponjas, absorben todas las palabras. Creame, les
leo historias de la Biblia y les enseno a orar.
-N o hace falta que pida disculpas, Mara, la conozco -res-

85
[De quien temere?

pondio el doctor, todavia sorprendido- Träigalo en una se-


mana. Esta inyeccion y la medicacion que le di denen que
ayudarlo.
El doctor se volvio hacia Cveja.
- ^Todavia te duele, jovencito? -Pero Cveja no tenia nada
mas que decir, asi que giro la cabeza hacia la pared.
No hace falta decir que en una semana Voja cayo con dif-
teria tambien. El y su hermano compartian todo; la difteria
no seria la excepcion. Mara e Ilija llevaron a los dos al medi­
co, Cveja para el control y Voja para iniciar el tratamiento.
-^Como estän mis gemelos hermosos? -pregunto el doc­
tor alegremente cuando vio a los dos hermanos juntos, con
pantalones y camperas rojas iguales. Esta vez Voja tenia fie-
bre alta y no tenia ganas de hablar.
-jN o lastimes a mi hermano con esa aguja grande! -rega-
ήό Cveja al doctor. Recordaba su anterior visita y el pincha-
zo-. jYo lo protegere!
El rostro del doctor se sonrojo de asombro. No pudo con-
tener la risa. Volviendose hacia Mara e Ilija, les dijo:
-jEsto es maravilloso! ^Ven como ama a su hermano? Me
han dado algo para ensenarles a mis colegas. Hoy no les voy
a cobrar.
Todavia riendose, le dijo algo al oido a la enfermera,
quien se marcho de la habitacicm y regreso momentos mas
tarde con un camion rojo de madera, que le entrego a Cveja.
Tomändolo de la mano que le quedaba libre, lo saco del lu-
gar. Apenas habia cerrado la puerta deträs de ella, cuando
el doctor le aplico la inyeccion a Voja, y este dejo salir un
grito de dolor. Pero cuando Cveja regreso con otro camion
rojo de madera, mäs lindo que cualquiera de los juguetes
que eilos tenian, dejo de llorar. El doctor les dejo llevar los
juguetes a su casa y su adversario, el doctor, se convirtio en
un amigo al instante.
Un dia, casi un mes despues de que los ninos se recupera-
ran de su enfermedad, Ilija y Mara estaban trabajando afuera

86
Los dos terribles

en el jardin, cuando sintieron un olor horrible en el aire.


-^Que es ese terrible olor? -pregunto Ilija frunciendo la
nariz. Las lluvias recientes habian dejado charcos de agua
en los campos, donde se juntaban sapos ruidosos. Ilija se
propuso descubrir el origen.
Siguiendo el olor con la nariz, diviso algo en el pasto.
Cuando se acerco, descubrio que era un sapo clavado al sue-
lo. A corta distancia encontro otro sapo en las mismas con-
diciones. Saco un trapo de su bolsillo y tomo los ejemplares
mal olientes.
-^Que hicieron? -les pregunto a sus hijos cuando los en­
contro y los confronto con la evidencia.
-Estabamos jugando al doctor -explico Cveja inocente-
mente.
-Estaban enfermos, les dimos inyecciones como el doctor
-agrego Voja.
-N o los hicieron sentir mejor -les dijo Ilija-, los mataron.
No lo deben hacer nunca mäs -los reto.
Luego de haber cortado de raiz los procedimientos medi­
cos ilegales de sus hijos, Ilija le encargo a uno de los obreros
que juntara las demäs victimas, si las habia.
A Mara le habia llevado mucho tiempo limpiar el vocabu-
lario de sus hijos y ensenarles a no repetir las palabras que
no entendian, especialmente las palabras que escuchaban en
el molino.
-Esas palabras pueden ser malas y lastimar los oidos san-
tos de Dios -les explicaba.
Y ahora, limpios de su profanacion, los mellizos se lan-
zaron a una cruzada. Los ninos, ahora reformados, habian
visto la luz y decidido que otros, lo quisieran o no, debian
ver la luz tambien. Un dia Mara fue al molino para ver a Ilija
y los ninos la siguieron, y como ella se demoro un momenta,
pudo verlos en accion.
-jNo deberias usar esas palabras, sabes! -retaron a los hom-
bres mientras se acercaban- jLastiman los oidos de Dios!

87
iD e quien fernere?

-jPerdon! jLo siento! jNunca mas voy a hablar asi! -res-


pondio uno de los hombres a la defensiva, levantando las
manos y fingiendo remordimiento.
Mientras los gemelos circulaban por el molino donde los
clientes esperaban, se detenian las conversaciones. La vista
de los dos celotes acercandose hacia que los obreros y los
clientes mostraran su mejor comportamiento. Mara sonreia
para si misma. Quien sabe, mis hijos pueden llegar a ser predica-
dores algim dia, pensaba, obreros en la vina del Senor. Y se iba a
reanudar sus tareas.
Luego de haber librado, aparentemente, a los obreros del
molino de lo profano, los gemelos decidieron que habia mas
vicios que corregir. Milorad nunca habia fumado e Ilija y
Mihajlo habian dejado de hacerlo hacia pocos anos. Si algu-
no de los jovenes en la familia fumaba, lo hacian en secreto.
Fumar en presencia de los mayores era una falta de respeto.
Pero muchos obreros en el molino fumaban.
Los mellizos recordaban las palabras que su madre les
habia leido de uno de los libros de la iglesia acerca de que
el tabaco contamina el templo del cuerpo donde el Espiritu
Santo quiere vivir, y salieron armados con fervor juvenil a
convencer a cada fumador que veian que debia dejar de ha­
cerlo. Mara se sonreia mientras observaba a los ninos en-
frentar a los ofensores. Luego Ilija le relataba los encuentros
que ella no presenciaba. Los ninos se paraban con las manos
en la cintura en frente de los culpables que encontraban en
el acto mismo. Los hombres se sacaban el cigarrillo de la
boca, fingiendo que lo tiraban, pero en realidad lo sostenian
deträs de ellos. "No volvere a tocar el tabaco otra vez, lo
prometo" decian. Uno de ellos confeso, mas tarde, que en
realidad dejo de fumar por los ninos.
Otra cruzada se habia completado. Otro exito. Los geme­
los pasaron a otras tareas.
Con todas las actividades que hay en una granja, los me­
llizos, junto con dos de sus primos menores, encontraban

88
Los dos terribles

muchas marteras de ocupar el tiempo. A menudo observa-


ban las tareas del molino y la granja. Durante los meses de
primavera y verano observaban a la familia que regresaba
cada ano para hacer los ladrillos. En agosto, muchas de las
frutas ya maduraban y las tenian que cosechar.
Para convertir las uvas en vino y las ciruelas en sljivovica,
habia que aplastar las frutas. Los ninos mäs pequenos, a me­
nudo acompanados por pequenos amigos gitanos locales,
desaparecian dentro de una tina saltando y gritando felices
hasta que la fruta se convertia en una pulpa jugosa y sus
pies en arrugas moradas.
Antes de que se fermentara, Mara sacaba un poco del
jugo fresco, lo colaba y llenaba varias botellas de vidrio
previamente calentadas. Las botellas, tapadas con un cor-
cho y selladas con brea, proveian jugo para ella y sus hijos.
Mihajlo cocinaba la fruta fermentada en el alambique de co-
bre. Cada ano una empresa del distrito traia sus camiones y
sus barriles y sacaba con un sifon una abundante cantidad
de la infusion para embotellar y para vender a los mercados
locales asi como para exportar a Hungria y Austria. Mihajlo
conservaba una parte de la bebida para las visitas y para el
consumo familiar. Se la almacenaba en barriles en la cardak,
una habitacicm especial en uno de los lados de un gran edi-
ficio; los carros y carretas se guardaban del otro lado. Entre
las dos habitaciones habia una escalera abierta que daba al
desvan donde se secaba el maiz en estantes.
Otro dia cuando Ilija llego cansado, relate» a Mara otra de
las aventuras de los ninos.
-E l anciano Sima vino hoy con su carro plano para com-
prar chatarra de hierro -le conto-, adivina que hicieron tus
hijos.
Mara levanto las cejas, con miedo de preguntar.
-Sabes como les gusta escarbar en los campos -continue»
Ilija-. Como de costumbre, encontraron pedazos de metal,
cäpsulas de municiones, balas, incluso un cartucho des-

89
iD e quien temere?

cargado de la guerra. De cualquier manera, parece que lo


querian vender como chatarra para poder comprarte hilo de
color para tus costuras.
-jO h, que tiernos! -dijo Mara sonriendo.
-Si, bueno, espera a que te cuente el resto -replied Ilija—.
Parece que no tenian lo suficiente, entonces fueron a la he-
rreria y tomaron el mazo mas grande. jSe lo vendieron a
Sima! ^Puedes creerlo? No me imagino como hicieron para
llevarlo. Debe pesar mas de cinco kilos -sacudio la cabeza-.
Justo cuando Sima estaba pagandoles por todo, mire por la
ventana del molino y me di cuenta de lo que ocurria. Asi
que sali y llame a Sima. jTuve que comprar de vuelta mi
propio mazo!
-Tenian buenas intenciones, Ilija -le dijo Mara.
-Seguro que si. Despues de que Sima se marchd, les hice
saber a los ninos lo que pensaba de sus negocios. No creo
que lo intenten otra vez.
A una edad temprana, los gemelos habian ideado su pro­
pio idioma privado, el serbio hablado al reves. El idioma
serbio escrito en cirilico es totalmente fonetico y cada caräc-
ter representa un dnico sonido. Mientras estaban en la cuna
todavia, comenzaron a jugar con las palabras. Voja desafia-
ba a Cveja a decir una palabra al reves antes que el contara
hasta diez y luego Cveja hacia lo mismo. Cuando uno tenia
exito, se le contaba un punto. Comenzaron con palabras
sencillas de una o dos silabas, pero con el tiempo lograron
hacerlo con palabras mas largas a medida que aumentaba
su vocabulario y sus habilidades. Cuando querian que los
demäs no entendieran su conversation, hablaban natraske,
que quiere decir "al reves". Nunca encontraron a nadie que
los entendiera.
Ademäs de hablar al reves, a los gemelos les gustaba fin-
gir que hablaban idiomas extranjeros. Cuando llego el in-
vierno, los clientes que esperaban la harina en el molino se
juntaban en la sala de la caldera que accionaba las maquina-

90
Los dos terribles

rias del molino y el aserradero. Aqui el ambiente era calido.


Cveja y Voja, siempre con atuendos identicos, eran visitas
frecuentes. Cuando el encargado, que alimentaba la caldera
a vapor, los veia, les decia:
-Muestrenle a los hombres como los hijos de Ilija hablan
idiomas extranjeros.
-Chumbily shlyilca buka cheshan I tsogurina patka -decia
Cveja, orgulloso de sus palabras inventadas.
-Chorina guska -agregaba Voja.
-jM iren eso! -exclamaban los hombres cada vez, si-
guiendoles la corriente- ^Como aprendieron eso? jSon tan
jovenes!
Y luego los gemelos continuaban en su idioma al reves,
que a esta altura podian hablar con oraciones largas. Aunque
Vera trataba desesperadamente de descifrar sus palabras y
dominar su idioma, no los podia entender. A la hora que
ella descubria las primeras palabras, ellos ya estaban en la
siguiente oracion.
Mas tarde, cuando los hombres salian de la sala de la cal­
dera, le contaban a Ilija de la visita de sus hijos. En la casa,
Ilija compartia las historias con Mara.
Dia tras dia, durante la primavera y el verano, los melli-
zos miraban como su tio Mihajlo trabajaba en la granja, des-
calzo y con su atuendo usual de trabajo: una camisa blanca
de cänamo y pantalones tejidos por su esposa, Lila. Cveja en
especial seguia a Mihajlo, y admiraba su trabajo al injertar
troncos de arboles frutales en raices silvestres seleccionadas.
Mihajlo disfrutaba las alabanzas de Cveja, ya que sus hijos
no mostraban interes particular en aprender su habilidad.
En la cardak, los barriles de diferentes tamanos contenian
entre doscientos cincuenta y dos mil doscientos cincuenta
litros de bebidas alcoholicas. Solo Mihajlo sabia exactamen-
te que habia en cada barril. Un dia, cuando fue a buscar un
poco de sljivovica, Cveja observe? como el tio le quitaba el ta-
ρόη del lado plano de uno de los barriles que estaba apoya-

91
I De quien temere?

do en forma horizontal sobre una plataforma, y rapidamen-


te le introduda una espita de madera. Habia varios tamanos
de espitas en una caja, en uno de los estantes. Sin que Cveja
lo supiera, Mihajlo hada esto solo cuando el barril estaba a
medio llenar, ya que no podia sacar con un sifon el liquido
desde arriba por la pequena abertura.
-Mama, ^cuando sera la feria acä en la aldea? -le pregun-
taron Cveja y Voja un dia de mayo cuando tenian casi cinco
ahos. La atraccion principal en la vida de la aldea era la cele-
bracion anual del Slava de la iglesia local. Era un evento que
los ninos esperaban todo el ano.
-Faltan dos meses todavia, ninos -respondio ella.
~lY cuänto es eso? -preguntaron de vuelta.
-N o mucho. Antes de que se den cuenta, llegarä.
Un par de semanas mas tarde, preguntaron otra vez.
-Mama, ^cuänto falta para la feria?
Y asi seguian.
Durante la feria, a la mayoria de los ninos les gustaba an-
dar en el carrusel o calesita, pero la primera vez que los ge-
melos habian andado, a la edad de tres anos, habian llorado
y gritado tanto que el hombre tuvo que detener el carrusel
para que Mara los pudiera bajar. Desde entonces, en vez de
andar, ellos preferian mirar y escuchar la musica.
-^Llego el dia de la feria? -le preguntaron los gemelos a
Mara un dia mucho despues.
-Si, ninos, estara aqui manana -dijo ella, dando un suspi-
ro de alivio, feliz porque las preguntas pronto terminarian.
Era temprano todavia y los ninos necesitaban algo en que
ocupar el tiempo. Cuando dos de sus primos mas pequenos
llegaron a la casa, los cuatro desaparecieron. Un par de horas
mas tarde, Ilija y Milorad los traian a la casa inconscientes.
-^Que ocurrio? ^Que les paso a los ninos? -pregunto
Mara, corriendo hacia ellos.
-Los encontramos asi en la cardac -dijo Ilija-. Bueno, en
realidad los encontro Lila. La puerta estaba cerrada y cuan-

92
Los dos terribles

do la abrio, el vapor del vino casi la tira el suelo. Los cuatro


ninos estaban desmayados en dos centimetros y medio de
licor de ciruelas.
Mara quedo boquiabierta y se agarro la cara con las
manos.
-^Como pudo ocurrir algo asi?
-Parece que sacaron el tapon de uno de los barriles pero
no pudieron introducir la espita de madera. La presion fue
muy grande -dijo Ilija-. Debe haber estado lleno. El licor se
derramo y el vapor los debe haber tirado al suelo.
-^Por que no se despiertan, Ilija? ^Se pondran bien?
-Ya lo creo. jEstän borrachos! -dijo-. Despues de que
duerman, estarän mejor.
Los hombres llevaron a los ninos adentro de la casa. Mara
los cambio, les puso ropas limpias y secas y los metio en la
cama. Los ninos durmieron toda esa noche y todo el dia si-
guiente. Cuando se despertaron a la tardecita, con dolor de
cabeza, lo primero que preguntaron fue:
-Mama, ^cuando vamos a la feria?
-Lo siento, hijos mios -tuvo que responder Mara-. La fe­
ria vino y se fue. Durmieron todo el tiempo.
Abrumados por la desilusion, los gemelos se lamentaron
y lloraron. Ahora tendrian que esperar todo un aho hasta
que la feria regresara nuevamente. Mas tarde, Mara, sen-
tada en la cama junto a ellos, les leyo Proverbios 23:29 al
32, usando esta oportunidad para inculcar en sus mentes
jovenes los dahos del alcohol. "^Para quien serä el ay? ^Para
quien el dolor? ^Para quien las rencillas? ^Para quien las
quejas? ^Para quien las heridas en balde? ^Para quien lo
amoratado de los ojos? Para los que se detienen mucho en
el vino, para los que van buscando la mistura. No mires al
vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa.
Se entra suavemente; mas al fin como serpiente morderä, y
como äspid darä dolor".
Los ninos nunca mäs se acercaron a la cardak ni tocaron

93
iDe quien temere?

una gota de alcohol mientras crecian. A1 dia siguiente, se


habian recuperado de su estupor y desilusion, y jugabah al
aire libre otra vez.
Una manana, pocos dias despues, Ilija entro en la cocina
para buscar una jarra y Mara le pregunto:
-^Has visto a los ninos?
-Hace un rato iban caminando hacia la plantation de me-
lones, deträs de la quinta. Vi a Mihajlo juntando sandias.
Cerca del mediodia ese mismo dia, Petra venia trayendo
a Cveja, de la mano, y Voja y otros dos primos caminan­
do como corderitos detras. Mara noto el ceno fruncido de
Petra.
-^Que hicieron ahora? -pregunto con inquietud.
-N o mucho, solo cosecharon un par de docenas de san­
dias; grandes, pequenas, de todos los tamanos. Dicen que
pensaron que estaban todas maduras.
-Solo hice lo que hace el tio Mihajlo -trato de explicar
Cveja-. El las golpea, yo hice lo mismo.
Pronto aparecio Mihajlo con una carretilla llena de san­
dias.
-Hay mäs. Esta es solo una parte -dijo casi sin aliento.
Las habia cortado y estaban todas verdes. No seas dura con
los ninos, Mara. Cveja solo trataba de copiarme.
Esa tarde, los cerdos tuvieron una fiesta. Pero no hubo
sandia para los gemelos en la cena esa noche.
-Oh, Senor. Te pedi un hijo varon y me diste la bendicion de dos
-oro Mara esa noche como solia hacerlo- Ayiidame a saber
como educarlos. Protigelos del mal y sälvalos. Parecen tener gran
habilidad para meterse en problemas.

94
Leka viene a la casa
Cuando Leka cumplio veintiün ahos, dejo a los abuelos
paternos y vino a vivir con su madre. Mara le habia permi-
tido quedar en la casa de sus abuelos hasta que cumpliera la
mayoria de edad, esperando que Leka recibiera la herencia
de su difunto padre, ya que era la linica heredera. Pero el
tribunal fallo que toda propiedad paternal quedara para la
familia, si tenian un hijo varon.
Mara, Ilija y las ninas recibieron jubilosos a Leka, y le die-
ron la habitation grande de la casa original, donde habian
nacido los gemelos. En la zadruga de sus abuelos no habia
ninos pequenos, solo cuatro primos de su misma edad. Asi
que para Leka, sus hermanos pequenos eran como juguetes
vivientes, y le encantaba hacerles bromas.
Voja, en especial, reaccionaba con sus bromas y por eso
Leka siempre lo elegia a el.
-Voja, dejame que te ayude a vestirte -se ofrecia. Mientras
lo hacia, le pellizcaba la cola. El saltaba y protestaba. Se saca-
ba la camisa y se bajaba los pantalones hasta el suelo. Leka
estallaba en risas.
-Cuando le hago eso a Cveja, el solo dice: "jAy!" -lo re-
prendia despues, luego se disculpaba y prometia no volver
a hacerlo nunca mas. Sin embargo, al dia siguiente ocurria lo
mismo.
Cada sabado, Leka acompanaba a Mara y a los ninos a la
iglesia. No mucho despues de llegar a Glusci, fue bautizada
en un arroyo.
Varios meses mas tarde, Zivan Borovich vino de visita. El
grupo que guardaba el sabado se reunia en la casa modesta
de sus padres en Uzvece. Varios pretendientes ricos habian

95
iD e quien fernere?

pedido la mano de Leka cuando todavia vivia con sus abue-


los paternos. A pesar de que la mayoria de las ninas se casa-
ban antes de cumplir los veinte anos, Mara habia alentado
a Leka a esperar, deseando que se casara con alguien de la
iglesia. Mara vela un buen pretendiente para su hija en este
joven; de hecho, sin que Leka lo supiera, Mara lo habia invi-
tado a la casa.
Mientras Zivan, Leka y Mara hablaban alrededor de la
mesa en un costado de la habitacion de Leka, Voja, de cinco
anos de edad, entro por la puerta del otro lado, donde es-
taba el telar de Mara, con un tapiz a medio terminar. Como
siempre lo hacia, comenzo a girar el carretel para ovillar la
lana en la lanzadera. Mara lo noto, pero no hizo nada. Se
reclino en la silla mientras Zivan y Leka seguian hablando.
-^Cuäntos caballos tiene tu familia, Zivan? -le pregunto
Leka entre otras cosas.
-No tenemos ninguno, Leka -respondio-. Algunas per­
sonas se jactan de sus carruajes, otras de sus caballos; noso-
tros no tenemos nada de que jactarnos, excepto de conocer
al Senor.
-Entonces, ^como aran la tierra? Sin animales que hagan
el trabajo pesado ^como pueden trabajar en la granja?
-Bueno, algunas veces pedimos prestado un caballo de
un tio. Otras veces alquilamos lo que necesitamos. Solo te­
nemos dos hectäreas.
-qDos hectareas? -repitio Leka lentamente en voz baja-
,;C0mo se las arreglan para vivir asi?
-Se que soy un hombre pobre, Leka, pero tengo un oficio.
Soy peletero.
Despues de terminada la visita, Mara y Leka permanecie-
ron sentadas a la mesa, hablando acerca de la posibilidad de
que este joven llegara a ser su esposo.
-Es un joven muy amable, Leka. Tiene un buen caräcter y
es muy responsable -dijo Mara-, el dinero no es todo.
-Lo se -respondio Leka-, pero siempre he vivido como-

96
Leka viene a la casa

damente. ^Como puedo acostumbrarme a ser pobre? Su fa-


irtilia tiene tan poco.
-Es verdad, mi amor -respondio Mara-. Pero es muy im­
portante que tu esposo sea un buen cristiano. Zivan es ancia-
no de iglesia.
Mientras tanto, del otro lado de la habitacion, Voja gira-
ba el ovillo hasta que se termino, pero siguio dando vuel-
tas para no llamar la atencion. Mara lo miro de soslayo y lo
noto. Un minuto mäs tarde, Voja se levanto y se marcho de
la habitacion.
Cuando Mara y Leka entraron en la cocina-comedor co-
munal un poco mas tarde, las recibieron con sonrisas am-
plias y miradas complices. Para ese entonces, todos en la
familia sabian la razon de la visita de Zivan.
-^Pero como pueden saberlo? -pregunto Mara-. jAcaba
de ocurrir!
-Vino Voja hace un rato -dijo Lila riendose- yo vi que
llego Zivan Borovich y le pregunte a Voja donde estaba.
Voja me dijo que me lo contaba si, jescucha esto! jsi le pre-
paraba una taza de cate! -se rio otra vez- jlmaginate, como
un adulto!
Mara abrio la boca. -Asi que eso es lo que estaba hacien-
do, el pequeno picaron. Se hacia el que trabajaba mientras
escuchaba indiscretamente.
-Voja dijo que estabas tratando de convencer a Leka que
se case con Zivan, pero que Leka no estaba segura -conti­
nue» Lila.
Zivan y Leka se casaron unos meses despues. Anos mas
tarde, Leka recordaba la anecdota y bromeaba con Voja di-
ciendo:
-Si me cuentas algu.n chisme, te preparo una taza de cafe.

97
En la escuela
Una tarde soleada de verano, Cveja le pasaba la ropa la-
vada que Mara tenia en una cesta a ella y ella la colgaba en
una soga extendida entre dos manzanos, cerca del lavadero.
Tambien colgaba de la soga, una bolsa con los broches de
madera, que ella empujaba hacia adelante mientras colgaba
la ropa para secar. Mientras tanto, Voja, sentado en una pie-
dra cercana, miraba las läminas de un libro de cuentos de
hadas que alguien le habia regalado.
Cuando vio que dos hombres se acercaban, Voja sostuvo
el libro en alto y comenzo a relatar la historia en voz alta.
Todavia no habia comenzado la escuela y no sabia leer, pero
fingia saber e inventaba la historia mientras daba vuelta las
paginas.
-Tu libro estä patas para arriba -dijo uno de los hombres
bruscamente mientras pasaba sin mostrar interes. El otro
hombre sonrio indulgentemente.
Esta era una reaccion que Voja no esperaba, o no queria.
La mayoria de los campesinos se hubieran maravillado ante
tal espectaculo.
-jMiren eso! jLos hijos de Ilija todavia no van a la escuela
y ya saben leer! -hubieran dicho. Luego los gemelos se iban
riendo. Sin embargo, esta vez Voja bajo la cabeza y fruncio el
ceno. Mara lo observo mientras se marchaba con paso firme
y desaparecia räpidamente.
En septiembre de 1936, los gemelos cumplieron siete
anos. Era hora de comenzar la escuela y eilos estaban ansio-
sos por hacerlo.
-Tengo el permiso para que asistan a la escuela de Uzvece
-les conto Ilija un dia poco antes de que comenzaran las

98
En la escuela

clases-. La escuela de Glusci esta del otro lado del pueblo.


Esta a un kilometro y medio de aqui y pueden ir caminando
facilmente.
Cuando llego el primer dia de clases, Mara los vistio a los
dos por igual, con camisas blancas de mangas largas de lino
y pantalones marrones que ella misma habia cosido. Luego
les dio las instrucciones de ültimo momento: "Presten aten-
cion a la maestra". Y mientras los veia partir con Nata, que
ahora tenia dieciseis anos de edad, oraba: "Por favor, Senor,
ayuda a que mis ninos no hagan ninguna travesura y que
aprendan las lecciones. Esta es su primera aventura fuera de
la casa".
Tenian clases en la escuela seis dias a la semana, de lunes a
sabados, de 8:00 de la mahana a 1:00 de la tarde. La mayoria
de los miembros de la iglesia que guardaban el dia de reposo
en esa epoca mandaban a sus hijos a la escuela los sabados.
Luego asistian a la sociedad de jovenes los sabados de tarde
y de esa manera no se perdian de ir a la iglesia. Mas tarde,
sin embargo, las actitudes cambiaron bajo el comunismo.
"Por favor, Senor, se con mis hijos", oraba Mara a lo largo
del dia mientras trabajaba. Aunque Nata los habia llevado
a la escuela, ellos volverian a la casa solos. Mara estaba tra-
bajando en su pequeno jardin cerca de la casa, cuando el
porton se cerro de un golpe y los ninos la llamaron.
-Hijos mios, vengan a contarme como les fue en la escue­
la hoy -les dijo poniendose de pie y limpiandose las manos
en un trapo. Abrazo a los gemelos en la entrada de la casa,
donde rebosantes de entusiasmo, le contaron todo lo que
habian hecho ese dia. Compartian un escritorio doble en la
primera fila; habia cuarenta ninos en el aula; la maestra, que
ensenaba primero y segundo grados, era buena; el nombre
de su novio era Voja tambien; y les encantaba la escuela.
Mara escuchaba sonriendo y moviendo la cabeza. Cada
dia al regresar a la casa, los mellizos daban el informe del
dia. Desde el comienzo de las clases, les encanto aprender y

99
iD e quien fernere?

el primer ano anduvo todo bien. Una vez que aprendieron


el alfabeto cirilico, inmediatamente comenzaron a leer y es-
cribir, y por las tardes a menudo practicaban lectura con sus
hermanas.
Antes de que se dieran cuenta, termino el ano escolar. El
28 de junio se celebraba el dia de San Vito; era un feriado
nacional que conmemoraba tanto la batalla de Kosovo como
el ültimo dia de clases. Se suspendian las clases, se sacaban
los escritorios y se acomodaban las sillas para que los padres
pudieran ver las actuaciones de sus hijos: recitando poesias
y cantarido las canciones de Serbia. Era tambien el dia en
que los alumnos les llevaban regalos a la maestra.
-Encontre un lindo gallo con una gran cresta roja -anun-
cio Ilija sosteniendo el ave grande de las patas, que habia
atado juntas para que los gemelos lo pudieran llevar a la
maestra. Mara e Ilija los acompanaron, con el proposito de
quedarse para el programa.
-Bueno, gracias -dijo la maestra cortesmente desatando
las patas del gallo, mientras Ilija lo sostenia. Lo ubico en
una jaula junto a otros animales de la granja que los demäs
alumnos le habian traido de regalo. Despues del programa,
todos volvieron a sus hogares para disfrutar de las vacacio-
nes de verano.
-Estas pueden ser las vacaciones de la escuela, pero no
las vacaciones del trabajo en casa -les dijo Ilija a sus hijos
cuando regresaban-. Mariana comenzarän a realizar tareas.
Deben sacar los cerdos al campo, cuidar las ovejas y limpiar
los campos de trigo despues de la cosecha.
Un dia caluroso de verano, mientras los gemelos estaban
sentados a la sombra de un arbol en el campo, cuidando los
cerdos que hurgaban en el suelo con sus narices, la manana
se les hacia larga y el juego los distrajo de sus tareas. De
pronto, los cerdos ya no estaban. Corrieron hasta la casa y se
encontraron con el padre en el porton.
-Los cerdos estaban haciendo un alboroto aqui afuera y los

100
En la escuela

deje entrar -dijo el padre- ^Que ocurrio? ^Donde estaban?


-Estabamos jugando un juego...y ...y ...los cerdos se esca-
paron -dijo Cveja retorciendose.
-^Como puede ser que los cerdos nunca se escapan cuan-
do Vera los cuida?
Era lo ültimo que los ninos querian escuchar. Vera era una
nina, dos anos mayor que ellos y siempre hacia todo bien.
-Seremos mas cuidadosos la proxima vez -le prometio
Voja entre lägrimas despues de que el padre mostrara su
descontento.
El verano paso rapidamente y las clases comenzaron nue-
vamente en septiembre. Los gemelos volvieron a la misma
aula con la misma maestra para hacer el segundo grado.
Una vez mas les fue bien y trajeron a la casa buenas califica-
ciones, enorgulleciendo a sus padres. Cuando comenzaron
las siguientes vacaciones de verano, Ilija los puso a trabajar
en el molino.
-El aprender de los libros no tiene valor si no lo pueden
poner en practica -decia. Mara alababa a sus hijos abierta-
mente, pero las felicitaciones de Ilija eran escasas.
En septiembre del ano siguiente, Nata, con dieciocho
anos de edad, viajo a Zagreb a una escuela misionera. Habia
decidido continuar con sus estudios. Los mellizos pasaron a
tercer grado, con el Sr. Popovich, quien ensenaba tercero y
cuarto grados.
Durante el ano, el maestro les enseno geografia, una nue-
va materia que a los gemelos les fascino. En la casa, por ini-
ciativa propia, estudiaban la geografia de Europa y recita-
ban, a todos los que escucharan, las capitales de cada pais de
Europa que habian memorizado. En poco tiempo, se habian
memorizado la poblacion de cada capital y el tamano de los
paises en kilometres cuadrados.
En septiembre del ano siguiente, los gemelos comenza­
ron el cuarto grado con el mismo maestro. Corria el ano 1939
y era su ültimo ano en la escuela primaria.

101
iDe quien temere?

El 2 de enero, la familia celebro su Slava e invito al Sr.


Popovich, que tenia dos anos mas que Leka. Nata habia
vuelto de Zagreb por las dos semanas de vacaciones de in-
vierno. La familia estaba junta otra vez y la conversacion
animada dio un vuelco hacia el tema de la educacion.
-N o me habia dado cuenta de lo importante que es la
educacion hasta que volvi a la escuela -dijo Nata-. Papa, no
retengas a los ninos. Deja que sigan estudiando.
-Pero Nata, justo ahora son grandes como para ayudar
-se opuso Ilija-. Algun dia estos negocios van a pertenecer a
su generation ^Como se las van a arreglar si no aprenden a
hacerlo ahora?
El Sr. Popovich tomo parte en la conversacion.
-Senor Ilija, entiendo su punto de vista, pero Nata tiene
razon. Sus hijos tienen un don. Seria un crimen no permi-
tirles desarrollar sus mentes -hizo una pausa- Soy el dnico
hijo varon de mi padre. Mi familia tenia dinero tambien. Si
no hubiese sido por la intervention de mi maestro de la es­
cuela, yo no seria maestro hoy.
Ilija miro interrogativamente al hombre y luego a sus
hijos.
-Tal vez podria mandar al menor -y miro a Cveja-, y el
mayor se puede quedar en casa y ayudarme. Algunas fami-
lias con muchos hijos habian educado al mas promisorio,
mientras los demäs se quedaban en la casa a trabajar.
-Por favor, no los separes, papä -le rogo Nata-. Mändalos
a los dos. Elios siempre han estado juntos.
-Yo deseo lo que sea mejor para mis hermanos, eso es lo
que pienso -intervino Vera.
Mara sonrio de acuerdo con sus hijas, pero no intervino.
-Dejeme pensarlo, Sr. Popovich -dijo Ilija-. Pero estoy de
acuerdo en que tomen los exämenes de ingreso a la escuela se­
cundaria. Veremos despues de que retiban las calificaciones.
Las clases terminaron a fines de junio. En julio, Mihajlo
llevo a los gemelos, con su segundo hijo, Branko, a tomar

102
En la escuela

los examenes de ingreso. Branko era cuatro anos mayor que


los gemelos y un genio en matemäticas, pero habia dejado
la escuela despues de un accidente en el aserradero, donde
habia perdido cuatro dedos de la mano derecha. Los Ultimos
dos anos habia hecho cursos por correspondencia y ahora
queria completar la escuela secundaria.
Inmediatamente despues de completar los examenes, los
ninos recibieron las calificaciones. Junto con otros dos alum-
nos de Uzvece, Cveja y Voja aprobaron. Branko tambien paso
los examenes. Los cinco alumnos de Glusci que tomaron el
examen, incluyendo uno de sus primos, fracasaron. Todos
estos alumnos habian tornado los examenes por recomen-
dacicm del maestro, lo que significaba que solo cuatro de los
aproximadamente setenta y cinco graduados de la escuela
primaria de las dos aldeas, eran elegidos para entrar en la
escuela secundaria. En el reino de Yugoslavia, las escuelas
tenian un nivel muy alto.
-Supongo que ganaron -dijo Ilija, cambiando de actitud
totalmente despues de escuchar el informe-. Los gemelos
pueden ir a la escuela secundaria. Pero Sabac es demasiado
lejos para ir y venir todos los dias. Mara, tendremos que ha-
cer arreglos para que los ninos vivan alia.

103
La partida del hogar
iComo van a sobrevivir? i$ e las podrän arreglar por si mis-
mos? Son tan pequenos. Sabac es un pueblo grande. iRecordarän
lo que les enseni? Las preocupaciones inundaban la mente de
Mara esa manana mientras corria de aqui para allä armando
los grandes baüles de madera con almohadas de plumas,
acolchados de plumas de ganso, ropa de cama, toallas y con-
juntos de ropa identicos para sus preciosos hijos. Corria el
mes de septiembre de 1940, y los gemelos habian cumplido
once anos.
-jEstamos despiertos! -dijeron a coro levantändose tem-
prano. Marcharse de la casa a una edad tan tierna no parecia
afligirlos. Tener un hermano gemelo era como tener otro yo.
Nunca estaban solos. Jovenes y valientes, esperaban ansio-
sos su proxima aventura.
-Ya cargue el badl de Branko. Sacare los de los gemelos
-dijo Ilija, llevando los baules de madera al carruaje que ha-
bia acercado a la puerta hacia un momento. Branko, el pri-
mo de los gemelos, de quince anos de edad, iba con eilos. La
emocion y la ansiedad erizaban el aire mientras Ilija, Mara y
los tres ninos se amontonaban en el carruaje.
Mihajlo y Lila, los padres de Branko se pararon en la ca-
rretera, afuera del porton, para verlos partir. Nata ya habia
regresado a la escuela en Zagreb. Vera, sollozando, sacudia
un panuelo bianco a sus hermanos que se marchaban, como
si los entregara a una causa mayor. "jAdios! Adios jBuena
suerte!"; los llantos siguieron al carruaje mientras este roda-
ba con gran estrepito.
-jAdios! jAdios! -gritaron los ninos, saludando con las
manos y estirando el cuello.

104
La partida del hogar

-jSrecno! jSrecno! jBuena suerte! -gritaban los aldeanos


mientras el carruaje pasaba ruidosamente por medio de
Uzvece en su camino hacia Sabac. Se habia corrido la noticia
de que los gemelos, las celebridades de Glusci y de toda la
region, se iban a la escuela secundaria. Dina, una de las gita-
nas, grito para saludarlos. Su esposo y dos de sus hijos ma-
yores trabajaban para la familia y sus hijos menores habian
jugado a menudo con los gemelos.
En poco tiempo, el carruaje llego a las calles de Sabac,
adoquinadas con piedras planas que atenuaban el ruido de
las ruedas.
-iMira ese automovil! jVean ese camion del ejercito! -gri­
taban los gemelos a voz en cuello, moviendo la cabeza para
todos lados ante las vistas inusuales en su primera visita a
la ciudad. Una cantidad de carros tirados por caballos, un
negocio al lado del otro de ambos lados de la calle, mäs gen-
te de la que ellos jamäs habian visto en sus vidas: todo esto
les daba motivos para quedar pasmados. Comparado con
Glusci, que tenia dos mil habitantes, Sabac, con una pobla-
cion diez veces mayor, parecia enorme.
-jMiren que edificios hermosos! -gritaron los gemelos
cuando el carruaje giro en la calle principal-. jNunca vimos
algo asi!
Ademäs del edificio municipal cläsico y el palacio de jus-
ticia del distrito, el pueblo de Sabac se enorgullecia de un
nuevo hotel de cuatro pisos; un elegante banco, redondea-
do, de märmol; escuelas de comercio e industria, con cursos
de cuatro anos; un teatro; dos eines; tres farmacias moder-
nas; muchos negocios; una biblioteca; una pequena iglesia
Catolica Romana; una gran iglesia ortodoxa Serbia y una si-
nagoga judia. Excepto por grupos pequenos de Bautistas y
de Adventistas del Septimo Dia; los protestantes eran präc-
ticamente desconocidos en esa epoca y debido a que habia
muy pocos musulmanes, no habia mezquitas.
jSooo! -le grito Ilija a los caballos, tirando las riendas ha-

105
I De quiän temere?

cia aträs para que se detuvieran frente a una pasteleria. EI


porton que daba al patio de al lado, se abrio, y salio una
mujer bajita y corpulenta, de cabellos canosos.
-Los he estado esperando -les dijo sonriendo. Mara se ha-
bia puesto en contacto con la anciana viuda, que era miem-
bro de la Iglesia Adventista del Septimo Dia de Sabac, y ella
habia aceptado alojar a los ninos durante el ano lectivo.
- Tetka Radosava, estos son nuestros hijos y este es nues-
tro sobrino, Branko -Mara presento a los ninos. Luego, no-
tando el edificio grande, del otro lado de la calle en diago­
nal, pregunto:
-^Es aquella la escuela secundaria del distrito?
-Si -dijo la mujer asintiendo con la cabeza- Esta muy
bien ubicada, debo decir.
La mujer abrio la otra parte del porton de dos metros y
medio de ancho, para que Ilija pudiera entrar con el carruaje
al patio de adoquines.
-M i departamento esta en el fondo. Los tres ninos van a
ocupar uno de los dos dormitorios que tengo para alquilar,
el que esta al lado del mio.
Mientras los ninos ayudaban a Ilija a entrar los baüles,
Mara colgaba las prendas de ropa identicas, hechas a me-
dida por un sastre local, de tela de lana marron, suave, con
camperas decoradas con trenzas. Eran las primeras prendas
de ropa que les compraban a los gemelos.
-Recuerden que estas son para la iglesia -les indico
Mara-. Ahora que estän creciendo tan rapido y que viven en
la ciudad, deben vestirse como hombres de ciudad.
Despues de vaciar los baules, los cinco salieron de compras.
El letrero del negocio decia "ΒΑΤΑ" y los gemelos entra-
ron corriendo. Un momento mäs tarde, salian, llevando cada
uno una caja en sus manos.
-jSon los primeros zapatos que nos compran en un nego­
cio! -exclamaron los mellizos orgullosamente. Hasta el mo­
mento, habian andado descalzos o con unas sandalias estilo

106
La partida del hogar

opanke. Branko tambien se compro un par de zapatos.


En la libreria, los ninos obtuvieron los libros y las gorras
con las etiquetas que designaban su aula. Luego regresaron
a la casa.
Despues que los ninos se instalaron, Mara e Ilija con-
versaron un momento con Tetka Radosava y se prepararon
para partir.
-Sean obedientes a Tetka Radosava, y ayüdenla en las ta-
reas del hogar y a cortar lena -les ordeno M ara- Vendremos
todos los viernes a recoger la ropa para lavar. Les traeremos
comida de la granja para que Tetka Radosava les cocine y
dinero para la siguiente semana.
Mara les dio un beso en la frente a cada uno, y les dijo:
-Recuerden, ninos: no falten a la iglesia. El grupo de
Sabac sera nuevo para ustedes, pero se harän amigos räpi-
damente. Como van a tener clases los sabados de manana,
asegurense de ir a la sociedad de jovenes por la tarde. Los
domingos asistan tambien.
-Todos van a la sociedad de jovenes los säbados de tarde.
No es solo para los jovenes -agrego Tetka Radosava-. Los
miembros de iglesia traen a sus amigos los domingos.
Las sombras de la tarde envolvian el patio mientras el sol
se ocultaba en el horizonte y los tres ninos acompanaron a
Mara e Ilija hasta el carruaje. Despues de subirse, Mara giro
para mirar por ültima vez a sus hijos.
-Ya me duele el corazon -se lamentaba con un suspiro.
Luego ella e Ilija volvieron solos llevando de vuelta los bau­
les vacios.
Cada viernes, Mara los visitaba, algunas veces con Ilija
o con Vera y algunas veces sola. Cuando Vera venia, hacia
bromas, se reia y conversaba alegremente con sus herma-
nos. Nata permanecia en Zagreb. Un viernes, Mara no pudo
venir; pero aparecio el domingo. Encontro a Cveja en la igle­
sia, pero no veia a Voja por ninguna parte.
-^Donde esta tu hermano? -le pregunto al hijo menor.

107
iD e quien temere?

-N o se, mama -contest« encogiendose de hombros-.


Veniamos caminando juntos a la iglesia cuando vimos un
circo grande en el cruce. El letrero decia "Circo de Belgrado"
-Cveja hizo una pausa-. Voja se detuvo para ver a un ventri-
locuo por un instante, pero dijo que despues me alcanzaba.
Mara sintio que le atravesaban el corazon. Tan pocas se-
manas fuera de casa y Voja ya ha desobedecido, se lamentaba.
^Por que Cveja obedece mäs räpido? ^Que ocurrira con mi
primogenito y sus tendencias a la diversion? Mara se subio
al carruaje y salio en busca del circo. Vio la carpa a poca dis-
tancia y se detuvo. Un grupo de curiosos se habia reunido
alrededor del ventrilocuo con un traje colorido que estaba
parado en frente de la entrada de la carpa, manipulando ti-
teres e invitando a las personas a entrar. Mara se acerco. Se
abrio paso entre medio de las personas que estaban frente a
ella para mirar dentro de la carpa. Alii, sentado en una ban-
ca cerca del escenario, estaba su hijo en pleno delito. Miraba
hacia todos lados, aparentemente impaciente por ver el
show. De pronto, miro hacia aträs y vio a su madre, con los
ojos puestos en el. Se puso Colorado, pero miro mäs aträs
fingiendo que no la habia visto.
-Voja -lo llamo despues de esperar un momento. Se pre-
gunto: iComo entro? Debe ser cam. iDonde consiguio el dinero?
El miro hacia otro lado, fingiendo no haberla escuchado.
-Voja -lo llamo otra vez, subiendo el tono de voz. Una vez
mäs, la ignoro. Una mujer que estaba sentada al lado de el
con un nino pequeno, miro de costado por sobre su hombro
a Mara y luego a Voja.. Finalmente, Voja se puso de pie de
un salto y camino pesadamente hacia ella. En ese momento,
el ventrilocuo tomo sus bärtulos y entro. La entrada se cerro
y Voja quedo parado afuera Colorado como un tomate.
-^Que quieres? -le pregunto con la voz quebrada y casi
llorando.
Las palabras de la Biblia: "La blanda respuesta quita la ira”,
pasaron por la mente de Mara.

108
La partida del hogar

-Carino -comenzo a hablar Mara, con una oracion en su


mente-, el viernes pasado tu padre y yo no pudimos venir,
asi que vine hoy -su voz era suave y tierna-. Deje comida
en la casa de Tetka Radosava. Luego fui a la iglesia. Cveja
estaba alia y le di algo de dinero. Entonces, Vojcika (nombre
carinoso para Voja), mama queria verte y darte algo de di­
nero a ti tambien.
Puso unas cuantas monedas en su mano y le dio un beso
en la frente.
-Adios, hijo querido, mi todo, mi cielo. Que Dios te ben-
diga -le dijo y se volvio al carruaje con el corazon temblan-
do. Esta en tus manos ahora, Senor. No permitas que se aparte de
tus caminos, oro ardientemente. Se subio al carruaje sin mirar
aträs, tomo las riendas y se marcho en silencio.

109
Rumores y vientos de guerra
Mientras los mellizos estudiaban en Sabac y la familia
continuaba con sus tareas rutinarias en Glusci, los eventos a
nivel mundial se volvieron altamente inquietantes.
Cuando termino la Primer a Guerra Mundial en 1918, los
resultados incluyeron la disolucion de cuatro imperios anti-
guos, el surgimiento de estados nuevos independientes y un
mapa de Europa totalmente diferente. Aunque Austria habia
culpado a Serbia por el asesinato del archiduque Francisco
Fernando, el causante de la guerra, los aliados victoriosos
sostenian que Alemania era la principal responsable del
conflicto. Alemania se vio obligada a pagar las reparaciones,
pero no pudo hacerlo por mucho tiempo; su pobre econo-
mia colapso. Y para colmo, Hitler ascendio al poder.
Aunque la mayoria de las naciones europeas, cansadas
de la guerra, habian disminuido las defensas militares en la
decada de los anos treinta, tres naciones habian comenzado
a realizar movimientos militares: Hirohito de Japon, en Asia
y el Pacifico; Mussolini de Italia, en el Africa mediterranea; y
Hitler de Alemania, en Europa Central. En 1934, se sintieron
las consecuencias en Yugoslavia.
El 9 de octubre de 1934, Branko volvio de la escuela tem-
prano con noticias terribles.
-Se cerro la escuela hoy. El rey Alejandro fue asesinado
en Marsella mientras realizaba una visita de Estado.
El informe del tragico incidente publicado por el gobier-
no yugoslavo declaraba que el hecho habia sido realizado
por una "mano enemiga" y no tomaron represalia.
En 1938, una Europa pacifica habia contemplado a Hitler
anexar a Austria y tomar Checoslovaquia. Pero cuando

110
Rumores y vien tos de guerra

Alemania surgio como la mäquina de combate moderna


mas poderosa que jamas se haya armado y ataco Polonia,
el mundo se desperto de repente a una aterradora realidad.
Las fuerzas de Hitler comenzaron una guerra relampago
en Europa, derribando paises que no esperaban ni estaban
preparados para un ataque, y estallo la Segunda Guerra
Mundial.
En Glusci, los tiempos habian cambiado tambien.
Algunos de los miembros mäs jovenes de la familia que-
rian ser mas independientes, asi que en 1938 la zadruga de
los Vitorovich se habia dividido en dos. Milorad, que tenia
el mimero mas grande de hijos, se separo de Ilija y Mihajlo.
Tres anos mas tarde, Ilija y Mihajlo se dividieron tambien.
Repartieron la propiedad y los animales entre los tres her-
manos de acuerdo con el nhmero de hijos que cada uno
tenia. Un cerco de madera separaba las tres propiedades.
Aunque ahora eran independientes, compartian las herra-
mientas de trabajo en la granja y mantenian las mismas
buenas relaciones de antes.
Entre tanto, la viuda de Milosav se habia vuelto a casar y
se habia mudado, dejando a su hijo a cargo de Ilija. Cuando
este se caso, heredo la parte que le correspondia a su padre.
Uno de los hijos de Milorad, el unico que habia terminado
la escuela secundaria, se mudo a otro pueblo para trabajar
como jefe de ingenieros en la estacion ferroviaria.
Todavia no habia llegado la electricidad a la aldea, pero
casi todas las familias tenian una radio a pilas.
-^Han oido las noticias? Estän ocurriendo cosas muy ex-
tranas -rumoreaban los pueblerinos entre ellos. Todos en
Glusci habian oido los informes alarmantes de las hostilida-
des en las otras partes del mundo. Pero en febrero de 1941,
la paz reinaba en el Reino de Yugoslavia.
Se acercaba la primavera y Mara comenzaba a plantar,
con las semillas secas de la cosecha del ano anterior, en ca~
jas de madera que conservaba dentro de la casa cerca de las

111
iD e quien fernere?

ventanas soleadas. Los hombres comenzaban a preparar los


campos para la plantacion. La vida continuaba y aunque ha-
bia ecos de los fragores de la guerra en la distancia, la reali­
dad de la misma parecia estar rnuy lejos. Por las tardes, las
familias se reunian alrededor de los receptores de radio para
escuchar los informes de los eventos mundiales que empeo-
raban cada vez mas. Pero algunos eventos dramäticos esta-
ban ocurriendo a nivel local tambien.
El 25 de marzo de 1941, en Belgrado, miles de ciudadanos
salieron a las calles a protestar por la firma secreta realizada
por el principe regente Pablo, sucesor al trono despues de la
muerte de Alejandro, en el Pacto Tripartito con la Alemania
nazi. Rodeada por los paises del eje y con un millon de sol-
dados y tanques italianos y nazis en la frontera, el pacto le
prometia neutralidad a Yugoslavia, pero tambien le permi-
tia a Alemania pasar por el pais. Un golpe militar dos dias
mas tarde, destrono a Pablo y puso en el trono al joven rey
Pedro, quien se nego a aceptar el pacto. Los serbios habian
desafiado a Hitler. Era la primera nacion balcanica que hacia
eso, y debido a ello siguieron consecuencias incalculables.
Poco tiempo despues, mientras Ilija trabajaba en el campo
y Mara plantaba brotes en el jardin al lado de la casa, vino a
verlos un vecino.
-Mara, ^escuchaste las noticias? Belgrado ha declarado
el estado de guerra. El gobierno cree que Alemania atacarä
en cualquier momento. Reden vengo de Sabac. Las escue-
las estän cerrando y enviando a los alumnos de regreso a
sus hogares.
Mara se puso de pie alarmada.
-Los ninos. Debemos ir por los ninos.
Mara llevo la noticia a los hombres y en poco tiempo Ilija
estaba en camino a Sabac con tres badles vacios para traer a
sus hijos y a Branko de vuelta a su hogar.
En la casa de Radosava, los mellizos esperaron con
Radosava hasta que Ilija llego.

112
Rumores y vientos de guerra

-Nos dieron la noticia en la escuela esta manana, papa -le


dijeron los gemelos- Ya hemos juntado nuestras cosas.
Le mostraron una pila de ropa doblada sobre la cama.
-Vine tan pronto como nos enteramos -dijo Ilija. Habia de-
jado el carruaje frente a la casa y salio para traer los baules.
Despues de despedirse de Radosava, los ninos se subie-
ron al carruaje. Branko se habia mudado con otra familia
que vivia a dos cuadras de alii, asi que Ilija y los ninos pa-
saron a buscarlo. Casi no hablaron en el camino de regreso
a Glusci.
Cuando llegaron a la casa, los ninos encontraron a su
amada hermana Nata. Habia vuelto de Zagreb hacia pocos
dias. La situacion politica del lugar habia cambiado drasti-
camente y se oian rumores extranos. Se les habia aconsejado
a los alumnos serbios marcharse mientras pudieran hacerlo.
Nata habia partido en tren el dia despues del anuncio, pocos
dias antes que Croacia cerrara la frontera.
En una semana, los anuncios de movilizacion llegaron
por correo. Habia llegado la hora de que la presente genera-
cion de hombres marchara a la guerra como lo habian hecho
sus padres y abuelos anteriormente. El interludio de paz ha­
bia llegado a su final.
Los tres hijos de Milorad, el hijo mayor de Mihajlo y el
hijo de Milosav viajaron a Sabac para presentarse por el 11a-
mado a la obligacion militar. El hijo mayor de Mihajlo ya
habia cumplido un periodo en la caballeria inmediatamente
despues de casarse y cuando se marcho, se llevo uno de los
caballos como se le pedia. La guerra habia llegado otra vez.
Los miembros de la familia se despedian con lagrimas y con
adioses inciertos.

113
El ataque enemigo
-jEstan hermosos! -exclamaron los gemelos mientras mi-
raban el arreglo de huevos coloreados, tenidos y decorados
que las mujeres habian disenado. A pesar de la guerra, la fa-
milia se estaba preparando para celebrar la Pascua ortodoxa
en la iglesia. El domingo de Pascua por la tarde, en el patio
de la iglesia, se oiria el sonido de los violines y acordeones
gitanos, de la danza del pueblo y la risa feliz de los ninos
chocando sus huevos hervidos decorados en contra de los
de sus amigos para ver cuäl tardaba mäs en romperse.
Mara no decia nada, pero sus pensamientos le resonaban
fuerte en la mente. Los huevos. iQ u i tendrän que ver con la
resurrecciön de Cristo? La resurrecciön es la esperanza de cada
cristiano, sin embargo, los simbolos de la fertilidad tienen mäs
aceptaciön.
El 6 de abril de 1941, el Domingo de Ramos segün el ca-
lendario gregoriano, Ilija se prepare para ir a la iglesia a una
liturgia especial. Mara se habia levantado temprano y estaba
leyendo la Biblia cuando se escucho un llamado urgente en
la puerta. Alli se encontraba Milorad, vestido para ir a la
iglesia, con su chaleco con trenzas y sus pantalones de ves-
tir, pero con una expresion severa en el rostro.
-Mara, Ilija -dijo-. Reden me entero que los aviones
alemanes bombardearon Belgrado. Ocurrio al amanecer.
Volaron a la altura de los tejados y dejaron la ciudad en Ha­
mas. Se esperan miles de victimas. Todavia siguen cayendo
bombas.
-jQue salvajes! ^Como pudieron? -replied Ilija denotan-
do enojo en la voz- Hitler sabe que Belgrado es una ciudad
abierta. jEstaba indefensa!

114
El ataque enemigo

La familia almorzo mas tarde que de costumbre ese dia


de manera silenciosa y sombria, escuchando las noticias
recientes en la radio. Varios dias mäs tarde, las bombas
todavia caian en la ciudad y la radio presentaba el infor­
me: "Al amparo del bombardeo continuo, los ejercitos
de los paises del eje se juntaron, rodearon el Reino de
Yugoslavia y atacaron de todos lados. El ejercito yugosla-
vo estä incomunicado".
Nuestros amados, iquisucedio con eilos? ^Sobrevivieron? Las
preguntas estremecian cada corazon. Cinco miembros de su
familia se habian ido a la guerra, sin mencionar a Zivan, el
esposo de Leka.
"El ejercito yugoslavo ha sufrido un colapso. El pais ha
capitulado", el informe de las noticias confirmo esto una se-
mana mäs tarde. Las fuerzas del eje estaban cortando el pais
como si fuera una torta, cada uno tomaba la parte que mäs
codiciaba.
"Hitler ha creado un estado Croata mäs grande. Ha
anexado Bosnia-Herzegovina y los alrededores a la pro-
vincia de Croacia", declaraban las noticias posteriores.
"Croacia ha anunciado su independencia y le declare la
guerra a los aliados". Mientras el estado independiente de
Croacia seguia las politicas nazis, Serbia, donde el senti-
miento en contra de los nazis era mäs fuerte, fue ocupada
por los alemanes.
Pronto, los soldados yugoslavos que habian ido a la
guerra regresaron a sus hogares con un informe extrano.
"Nuestros equipos no funcionaban. Las balas de canon es­
taban vacias. Las armas no disparaban. Los quinta colum-
nistas traicionaron al ejercito y sabotearon los equipos. En
la confusion, el ejercito se disolvio sin tener la oportunidad
de luchar. Miles de soldados se escaparon a las montanas
para servir en la guerrilla".
Pero Zivan, el esposo de Leka, habia desparecido. La fa­
milia se entere que los alemanes lo habian tornado como

115
iD e quien fernere?

prisionero, pero nadie sabia donde lo habiarv llevado o si


estaba vivo.
"El comando militar alemän ha puesto cuarteles en el pa-
lacio de justicia de Sabac", le conto Johann a Ilija un dia. Este
hablaba alemän fluidamente y a menudo escuchaba indis-
cretamente las conversaciones de los alemanes cuando via-
jaba a Sabac. "Manana pasarän por Glusci. Seria una buena
idea exhibir telas blancas como una serial de paz".
Mas tarde ese mismo dia, Mara ato toallas grandes pero
livianas desde unos postes que Ilija habia ajustado en el
molino hasta el cerco de madera que estaba en frente de su
casa. A1 siguiente dia, antes del mediodia, cuando los vehi-
culos alemanes retumbaban en la aldea, nadie se junto en las
calles para darles la bienvenida. Las säbanas blancas ador-
naban los cercos y las toallas blancas flameaban como ban-
deras; eran testimonies mudos de su desagradable llegada
y la renuente rendition de la poblacion. "Miralos no mäs,
desfilando por nuestras calles", murmuraba Ilija, mientras
el y Mara miraban a traves de las cortinas de la ventana.
"Las clases continuarän el lunes asi los alumnos podrän
terminar el ültimo ano de estudios", les aviso un mensajero
de la municipalidad casa por casa un dia de mayo. El do-
mingo, Mara se despidio renuentemente de sus hijos. "Todo
pasarä y el Senor vendrä", les dio anirno a ellos y se animo
a si misma. Era una frase que repetia muy a menudo. "Por
favor, Senor, salva a mis hijos", oro. Mientras los gemelos
partian hacia Sabac, Nata y Vera permanecieron en la casa
con sus padres.
"Los ejercitos combinados de Hitler han entrado en Rusia
cuatro semanas mas tarde de lo planeado" declararon las
noticias en junio de 1941. "En un discurso dado antes de
la invasion, Hitler culpo a los serbios por la demora, cuyo
golpe de estado lo obligo a enviar recursos vitales a Serbia.
El Führer furioso juro castigar a los serbios y aplastarlos sin
misericordia".

116
El ataque enemigo

-Las cosas no se ven bien -le dijo Mara a Ilija despues de


escuchar el informe de las noticias.
-Hitler nunca nos perdond por haber ayudado a derri-
bar el Imperio Austriaco. Ahora estä determinado a termi-
nar con nosotros -replied Ilija con una expresion lügubre
en el rostro.
Mientras el ejercito alemän motorizado avanzaba veloz-
mente en Rusia, haciendo retroceder a los ejercitos Rojos
desprevenidos, en Yugoslavia, unos pocos dias despues de la
invasion, comenzaban a surgir grupos de resistencia. El pri­
mer grupo, los partisanos, se habian organizado en la region
de Glusci. Los oficiales del difunto ejercito real yugoslavo,
que habian escapado antes que regresar a sus hogares, or-
ganizaron un grupo de combate militar de resistencia, leales
al rey, llamado chetnik. Muchos se adherian a un grupo o al
otro. La guerra de guerrillas tue como los serbios se habian
opuesto a los inva sores a traves de siglos de ocupacion.
-^Has visto a Draga y sus hermanos ültimamente? -le
preguntd Mara a Ilija un dia-. Paso por su casa y nunca hay
nadie.
-Supongo que se han unido a los partisanos -respondid
Ilija-, Un gran nümero de nuestros vecinos parecen haber
desaparecido, jdvenes, viejos, mujeres tambien. Posiblemente
se estän ocultando en las montanas, en algun lugar.
Muchos habian verdaderamente huido a las montanas,
pero en las planicies fertiles de Glusci, Draga y sus dos her­
manos estaban viviendo en habitaciones y tuneles subterrä-
neos cavados en su propia tierra y camuflados con monto-
nes de paja. Se comunicaban con sus camaradas por medio
de transmisores. Por las noches, salian a la superficie para
recibir comida de sus familias y realizar misiones de repre-
salia y sabotajes.
La guerra habia llegado a Glusci y el peligro acechaba en
todo lugar.

117
Capturado
jToc! jToc! jToc! Alguien estaba golpeando a la puerta. Era
mediodia e Ilija, Mara y los ninos se habian sentado a la mesa
para almorzar en su propia cocina, que habian anadido a la
casa despues que la zadruga se dividio. Cuando Ilija abrio la
puerta, cuatro soldados alemanes bien armados entraron en
la casa. Las cruces esvasticas negras en un disco bianco ha-
cian resaltar las bandas rojas de sus brazos izquierdos. Dos
de los soldados apuntaban con sus ametralladoras a la fa-
milia aterrorizada que se encogia alrededor de la mesa. Los
otros dos empujaron a Ilija con pistolas en las manos y revi-
saron las habitaciones. Nadie se atrevia a decir una palabra.
- / Niemand gefunden! [No encontramos a nadie] -dijeron
los dos, regresando con las manos vacias. Prendieron a Ilija,
que era el dnico adulto de la casa. Como las clases toda-
via no habian comenzado, los gemelos estaban en la casa.
Afortunadamente, solo tenian doce anos de edad.
-jKommen sie mit uns! /Kommen sie mit uns! [Venga con no-
sotros] -gritaron los soldados bruscamente. "jLleve comida
para tres dias!" le ordenaron en alemän. Ilija habia oido el
yiddish en Budapest, entendia el alemän y se lo traduda a
Mara. Temblando, tomo un poco de queso, carne, pan y una
botella con agua, lo puso en una bolsa de lona y se lo entrego
a Ilija, quien se la colgo al hombro.
- jGehe! jGehe! [Camine] -gritaron los soldados y lo em­
pujaron hacia la puerta. Ilija se volvio y miro por ültima vez
a su esposa e hijos. Horrorizados y sin poder hacer nada,
contemplaban la escena en silencio.
En el momento en que la puerta se cerro con un golpe,
los ninos corrieron a la ventana. Mara los siguio. La casa

118
Capturado

estaba en una superficie alta y desde las ventanas se vela


por encima del cerco hasta la carretera. Mientras espiaban
a traves de las cortinas delgadas, vieron un largo convoy
de camiones cubiertos de Iona; los soldados condujeron a
Ilija hacia un grupo de hombres que estaba detras de uno
de los camiones.
-jAhi esta el tio Milorad! -grito Cveja, reconociendolo en
el grupo.
-Y sus tres hijos -dijo Mara suspirando horrorizada-.
Deben haberse detenido primero en su casa.
Ahora Ilija se unio a ellos. Los hombres caminaban de­
tras de uno de los camiones de la tropa mientras la caravana
se alejaba.
Los cinco observadores, con los rostros pälidos, miraban
como avanzaba la procesion: primero los camiones de la tro­
pa, los seguian los hombres caminando y luego una moto-
cicleta con tres hombres, dos de ellos con ametralladoras.
Detras de ellos habia otro camion de tropa, otra motocicleta
y asi continuaba la fila.
Cuando la caravana habia avanzado una distancia pru-
dente, Mara corrio la cortina, abrio la ventana y asomo la
cabeza. La caravana se habia detenido frente a la casa de
Mihajlo. Los ninos estiraron el cuello para ver. Pronto los
soldados condujeron a Mihajlo y a su hijo mayor hacia el
grupo de hombres. Mara y sus hijos siguieron con la vista a
la caravana hasta que llegaron a la casa del hijo de Milosav,
y vieron como lo arrastraban hacia afuera.
-Mama, ^a donde van? ^Que les ocurrirä? -preguntaron
los ninos con los rostros palidos mientras metian las cabezas
dentro de la casa otra vez.
-N o lo se, ninos, pero Dios lo sabe. Les pediremos a sus
ängeles que los protejan. Oremos -Mara cayo sobre sus ro-
dillas y los ninos se unieron a ella con las manos juntas y los
ojos cerrados- Padre misericordioso, Seftor todopoderoso,
tu viste que se han llevado a Ilija y a los otros hombres, noso-

119
iDe quien fernere?

tros no sabemos adonde. Rodealos con tus ängeles podero-


sos, que los protejan y que puedan regresar a casa sin sufrir
danos. Oramos en el precioso nombre de Jesüs. Amen.
-Amen -dijeron los niftos a coro.
Pronto la caravana desaparecid, las casas quedaron sin
hombres y las mujeres corrieron a las calles. Los ninos me-
nores de edad corrieron con ellas. Se juntaban en grupos,
lloraban y todas hablab an al mismo tiempo. Cuando vieron
a Mara, unas cuantas se dirigieron hacia ella.
-Mara, Mara ^Que vamos a hacer? jCielo santo! [Nuestros
hombres, nuestros hijos! ;Se los han Ilevado! <;Que ocurrirä
si los matan?
-Estän en las manos de Dios -pudo responder Mara con
pesar en su corazdn- Todo lo que podemos hacer es orar.
Debemos ser fuertes.
Por tres dias largos y desgarradores, no se oyeron noti-
cias. El motor del molino permanecia en silencio; los campos
sin atender; el aserradero sin uso. Se habian Ilevado a todos
los hombres sanos y fuertes de Glusci. Nadie traia granos al
molino. Nadie trabajaba en las granjas. Incluso Johann habia
desaparecido.
-La caravana pasd por Uzvece tambien -le dijo Mila a
Mara cuando se vieron- Se llevaron a todos los hombres;
excepto mujeres y ninos, no dejaron a nadie.
Durante la ausencia de los hombres, las mujeres, las ni-
nas y los ninos trataban de hacer lo que podian: ordenar las
vacas, cuidar a los animales y realizar las tareas mäs urgen­
tes. Se sentian ansiosos y desesperados y todos deseaban
escuchar buenas noticias. Algunas preguntaban, pero nadie
sabia donde estaban los hombres o si estaban vivos. Al ter-
cer dia, Johann aparecid repentinamente a la puerta de la
casa de Mara.
-jjohann! ^Ddnde has estado? ^Como has llegado hasta
aqui? ^Que le ocurrid a nuestros hombres? ^Has visto a llija?
-Mara lo bombarded con preguntas.

120
Capturado

-Los alemanes nos llevaron a Sabac -le informd-. Me libe-


raron cuando se dieron cuenta que yo era alernan -hizo una
pausa-. Vi a Milorad y a Mihajlo y a sus hijos. Estän en el
campo militar con los otros, rodeados con alambres de pdas.
—^Y a llija? ^Viste a Ilija? -preguntd con voz debil. Johann
no habia mencionado su nombre y ella temia lo peor.
-No, Mara, no lo vi -respondid lentamente-. Parece que
es el unico que falta. Lo siento, Mara -bajo la vista por un
momento-. Pero seguire buscando y te hare saber si lo veo.
Durante toda la semana siguiente, Mara oro sin cesar, es-
perando noticias. Cuando Johann regreso, tenia una mirada
lugubre en el rostro.
-H e hecho todo lo que pude, Mara. No hay rastros de Ilija
-admitio tristemente sacudiendo la cabeza.
En los dias siguientes, Mara continud sin decirles nada a
los ninos acerca de la situacidn de su padre. Se que estäs vivo,
Ilija, ella le hablaba a su corazdn. Pronto tendremos noticias
tuyas. Gracias, Senor, se que estäs cuidando de mi Ilija. Dios todo-
poderoso, tü estäs en el control.
Tres dias mas tarde, Johann aparecid otra vez.
-Mara, jtengo noticias maravillosas! Vi a Ilija. Estä en el
campamento militar con sus hermanos en Sabac. Los Ulti­
mos diez dias ha estado enfermo, pero ahora estä bien.
-jGracias! jGracias, Senor! ;Yo sabia que lo mantendrias a
salvo! -exclamd Mara- ^Que ocurrid, Johann? ^Te contd?
-Si, Mara. Todo este tiempo estuvo en un hospital cerca
de la estacidn de trenes del lado croata. Cuando los hom­
bres estaban cruzando el puente de pontones del Sava hacia
lo que ahora es Croacia, se cayd. Habian estado corriendo
detras de la caravana de camiones y debe haberse sentido
debil. No habian tornado agua en todo el dia. Sus herma­
nos, que iban mas adelante de el, escucharon el disparo de
un rifle y se volvieron. Vieron a Ilija tendido en el suelo y a
uno de los soldados de la ustasa de pie a su lado con el rifle
hacia abajo. El hijo de Milorad corrid para ayudarlo, pero

121
I De quien temere?

otro soldado de la ustasa lo embistio con su bayoneta. El la


esquivo y la cuchilla solo le rozo la frente. El soldado le or-
deno que volviera y se uniera a los demäs. Esta fue la ultima
vez que vieron a Ilija. En realidad, yo sabia esto la primera
vez que vine a hablar contigo, Mara -confeso Johann-, pero
no tuve el valor para decirtelo. Ahora se el resto. Ilija mismo
me lo conto.
-Cuentame Johann. ^Que ocurrio despues? -Mara tenia
los ojos grandes.
-La bala no le dio a Ilija, sino al puente de madera. Pero
mientras, yacia alii, escucho a dos soldados que hablaban
hungaro y el los pudo entender. Asi que les hablo en hhnga-
ro. Uno de los soldados era un oficial muy amable, me conto
Ilija. El oficial le pregunto como sabia hablar el idioma e Ilija
le conto su experiencia en Budapest en la Primera Guerra
Mundial. El oficial lo hizo llevar a un hospital e incluso lo
visito mientras estuvo alii. Luego, cuando Ilija se sintio me-
jor, el oficial le ordeno a alguien que lo llevara a Sabac. Es
asombroso, porque jes nuestro enemigo!
-^Asombroso? Si, jpero Dios es el ünico que es verdade-
ramente asombroso! -contesto Mara-. Me siento mas alivia-
da. Gracias, Johann. Si ves a Ilija otra vez, dile que los ninos
y yo hemos estado orando por el.
Johann sonrio y se marcho. Al dia siguiente, Mara lo vio
otra vez.
-Los alemanes estan tratando de persuadir a uno de los
hombres de Glusci a acusar a sus vecinos de comunistas -le
informo Johann-. Quieren una excusa para exterminarlos.
Hasta el momento, nadie ha dado el paso adelante. Recien
vengo de Sabac. No se cuänto tiempo mäs los tendrän alii.
Finalmente, despues de seis semanas de acorralar a los
hombres sin exito ante el pedido de traicion, los alemanes li-
beraron a los hombres de Glusci y los enviaron a sus hogares.
Sin embargo, ciento veinte hombres de Uzvece nunca
volvieron a ver sus hogares. Los que regresaron informa-

122
Capturado

ron: "Uno de nuestro grupo se entrego al enemigo. Acuso a


un gran nhmero de sus amigos de ser comunistas. Nosotros
sabemos que no lo eran. Los ciento veinte hombres que el
nombro fueron apartados del grupo y desaparecieron".
Habia dolor y especulacion sobre la suerte de sus amados
en muchos hogares de Uzvece. De una casa se habian lleva-
do a un padre y tres hijos; de otra, a un padre y dos hijos; a
cuatro hermanos de otra, y asi seguia la lista. En los dias y
meses que siguieron, las familias se aferraban desesperada-
mente a una esperanza. "Tal vez estän vivos en campos de
trabajo alemanes", decian. Pero el tiempo pasaba y no reei-
bian noticias.
Entretanto, cada nuevo amanecer traia incertidumbre
mientras continuaba la ocupacion enemiga y a menudo ocu-
rria lo inesperado durante la noche.

123
La ocupacion enemiga
-Sean obedientes a Baka Anka -ordeno Mara a los ninos
mieritras se preparaban para partir del hogar para el segundo
ano de escuela secundaria- Y recuerden todo lo que les dije.
Era septiembre de 1941. Tetka Radosava sehabia enfermado
de cancer y habia muerto, asi que Mara habia hecho los arre-
glos para que sus hijos se hospedaran con otra viuda anciana
que vivia a un kilometro y medio de la escuela. Dividirian
la cocina grande del departamento de dos habitaciones para
que funcionara como el dormitorio de los gemelos.
En diciembre de 1941, Norteamerica entro en la guerra
de parte de los aliados. La lucha seguia en el mundo. En
junio de 1942, se habian exterminado mäs de un millon de
judios en Europa en el intento nazi de eliminar la raza del
continente. En el Estado Independiente de Croacia, cientos
de miles de serbios, judios y gitanos que vivian dentro de
sus fronteras compartieron la misma suerte siendo extermi-
nados en el campo de Jasenovac.
Como muchos de los que protegian a los judios en los
paises donde flameaba la bandera roja con la cruz esvastica,
el pueblo de Serbia, ahora ocupada por los alemanes, estos
no podian convencer a los serbios a entregar a sus vecinos
judios. Por esto las vidas de muchos de estos valientes pro-
tectores fueron apagadas.
-N o hay libros este aho -informaron los gemelos a sus
padres cuando los visitaron en Sabac- Tenemos que tomar
apuntes en clases si queremos estudiar.
Las imprentas no funcionaban y era dificil conseguir pa-
pel, todos los suministros eran muy limitados.
-^Por que tenemos que aprender alemän? -protestaron

124
La ocupacion enemiga

los gemelos a su madre en otra de sus visitas-. Son nuestros


enemigos. No queremos hablar su idioma.
Era un sentimiento compartido por todos los alumnos
aunque el alemän, el frances y el latin eran materias obliga-
torias en el plan de estudios.
-Ninos, deben hacer una diferencia entre el idioma y la
politica alemanes -les aconsejaba Mara-. No todos los ale-
manes estän a favor de la guerra. Estudien el idioma y ha-
gan lo mejor que puedan. Ustedes no saben cuando lo van
a necesitar.
Un dia Mara estaba trabajando en el jardin cuando oyo
un sonido extrano. iQ u i es ese ruido? se pregunto. Oia un
zumbido suave como el de un enjambre de abejas, luego el
sonido de hizo mäs fuerte, un estruendo profundo, segui-
do por el chillido ensordecedor de las sirenas y una fuerte
explosion. "[Los aviones alemanes!" grito mirando hacia el
cielo. Corrio hacia la casa y miro desde la ventana.
Los stukas alemanes estaban volando bajo y bombardea-
ban algo en la distancia. El sonido de los aviones bajando en
picada, soltando sus cargas letales y luego volviendo a las
alturas uno detras del otro, le congelaban la sangre en las
venas. Algunas partes de Glusci tambien sufrieron danos en
ese ataque.
-Tal vez podamos escuchar las noticias en la radio -dijo
Ilija tarde ese dia y saco la radio de su escondite, ya que
estaba prohibido tenerlas-. A esta hora de la noche las fre-
cuencias de radio deben ser mäs claras.
Las interferencias alemanas a menudo obstaculizaban las
transmisiones de los paises. De otro modo, la ünica informa-
cion confiable acerca de la guerra provenia de algün diario
subterräneo ocasional clandestino de Sabac o Belgrado, que
circulaba de casa en casa llevando las noticias a los lectores
deseosos de oir acerca del progreso de los aliados.
-Voja, mamä te trajo una sorpresa -le dijo Mara a su hijo
en otra de sus visitas a Sabac- Es una guitarra. ^Te gustaria

125
iD e quien temere?

probarla? -Mara le entrego la guitarra acustica que habia


comprado en Sabac- Cuando aprendas a tocarla podräs
participar en la reunion de los jovenes. ^No te gustaria?
Su hijo mayor necesitaba un poco mäs de estimulo algunas
veces.
Voja tomo la guitarra y la rasgueo con sus dedos.
-Suena bien. Gracias, mama -su interes conmovio el co-
razon de Mara. Pero habia otras distracciones por descubrir
en la ciudad.
-El equipo local de futbol juega este domingo por la tarde
a las dos -informo emocionado Voja a Cveja- Estarä jugan-
do Voja Rojic, su mejor delantero.
Rojic era el idolo de Voja, y tanto Voja como Cveja eran
fanäticos de este deporte.
-Se supone que tenemos que estar en la iglesia a esa hora
-respondio Cveja.
-jNunca me puedo divertir! -exclamo Voja. El asistia a
la iglesia todos los sabados de tarde, pero algunas veces su-
cumbia a la tentacion los domingos.
Los dias de clases continuaron y en poco tiempo los vien-
tos helados del invierno dificultaron los viajes. Cuando las
inclemencias del clima le impedian a Mara visitar a los ge-
melos los viernes, iba los domingos. Finalmente llego la pri-
mavera, las clases terminaron y los mellizos regresaron a la
casa para las vacaciones de verano.
-El cielo se parece a una pintura sobre un lienzo -medi-
taba Mara un dia, mientras miraba las nubes blancas y los
campos verdes con trebol- La guerra parece una pesadilla.
Pero la guerra no se desvanece como el rocio con el sol de
la manana. Algunos dias parecia menos molesta. Sin embar­
go siempre y de diversas maneras, se sentia la presencia del
enemigo en todas partes. La amenaza de una retribucion re-
pentina o un golpe sorpresivo se escondia en cada sombra.
-Unos camiones se estacionaron afuera -le conto Nata a
su mama mirando por la ventana- Son camiones alemanes.

126
La ocupaciön enemiga

Unos minutos mas tarde, oyeron golpes y gritos en la


puerta de la casa. Cuando Mara la abrio, entraron cuatro
soldados armados.
"Essen, essen" [Corner] gritaron, haciendo senas con las
manos a la boca. Mara senalo hacia la despensa y ellos se
sirvieron todo lo que quisieron. Cuando se marcharon, la
despensa estaba vacia. De alli en adelante comenzaron las
visitas seguidas de los alemanes exigiendo provisiones para
sus tropas.
-Los alemanes vinieron al molino anoche -dijo Uija otra
manana cuando llego tarde para el desayuno y con los ojos
rojos- Johann y yo escuchamos cuando estacionaban sus ca­
miones y golpeaban la ventana. Pense que iban a romper el
vidrio.
-,jNo es extrano que vengan de noche? Pense que tenian
miedo de caer en un emboscada -dijo Mara. Los ninos ha-
bian dejado de comer y escuchaban- ^Como sabian que es-
tabas alli?
-Deben haber escuchado el ruido del motor del molino.
Τύ sabes cuan ruidoso es. Y estoy seguro que se ve la luz por
la ventana, desde la calle -respondio Ilija—. Cuando descorri
el cerrojo de la puerta, seis soldados se abalanzaron hacia
adentro, nos apuntaron con sus rifles y nos exigieron harina.
Estoy asombrado de cuanto entiendo del alemän -suspiro-
Se llevaron la mayor parte de la harina de la familia. Y tam-
bien se llevaron los costales de los clientes que estaban en
la puerta. Träte de llevarlos a otro lugar, pero no funciono
-hizo una mueca-. Cuando los clientes vinieron esta mana­
na a buscar la harina, les tuve que explicar. No fue facil. Les
dije que ya no dejen aca la harina de un dia para el otro.
Tarde una noche de verano, unos cuantos meses despues,
se oyo una voz en la oscuridad acompanada de golpes en
la puerta. "Mi somo Partizani". "jSomos partisanos; dejennos
entrar!" Los golpes y los gritos despertaron a la familia. Ilija
salto de la cama y destrabo la puerta. Mara se envolvio en

127
iD e quien fernere?

un chal y lo siguio.
Seis hombres armados ingresaron en la casa; estaban
vestidos con pedazos de varios uniformes harapientos.
Ninguno de sus rostros les era familiar, pero las estrellas de
cinco puntas en sus gorras los identificaba como partisanos.
El ruido habia despertado a los nirios quienes se pararon a
un lado y observaban. "Tenemos hambre" dijeron los hom­
bres poniendo sus ojos sobre Mara.
Mara räpidamente encendio el fuego del horno con lena
que tenia al lado del mismo. Encontro sobras de carne de
ganso ahumada, queso y pan en la despensa; räpidamente
comenzo a calentar la carne. Un vez que estuvieron sentados
a la mesa, los extranos apoyaron los rifles y ametralladoras
en contra de sus sillas bien a su alcance. Mientras esperaban,
uno de ellos miro su reloj. Otro se levanto y miro sigilosa-
mente por la ventana. Paredan tener miedo de encontrarse
con un nazi o algün otro grupo de la resistencia. Aunque
ambos grupos de resistencia peleaban por libertär el territo-
rio de los alemanes, a medida que transcurria el tiempo, ha-
bian comenzado a pelearse el uno con el otro por el control
del pais despues de la guerra.
llija trajo el acostumbrado sljivovica, licor de ciruelaSi.
mientras los hombres esperaban su comida. Al final, Mara
les entrego una bolsa. "Lleven esta comida" les dijo. "Hay
carne, queso y pan".
Otras noches, se aparecian los miembros del grupo de re­
sistencia chetnic, con cintos de municiones atravesando sus
pechos y gorras con viseras o con piel de ovejas y el simbolo
de la corona en sus cabezas. Ambos grupos de resistencia se
ocultaban durante el dia para evitar ser capturados por los
nazis. Muchos de los chetnics tenian rostros familiäres. Eran
amigos de las aldeas cercanas.
"Horneanos un poco d e gibanica" les ordenaban cuando
los visitaban. Mientras Mara preparaba el strudel de queso,
llija otra vez traia el sljivovica. Era la bebida que mostraba

128
La ocupacion enemiga

hospitalidad en toda ocasion y nunca se la ofrecian a los


nazis. Cuando los chetnics se marcharon, iban con los es-
tomagos satisfechos, una cancion en sus labios y los brazos
cargados de alimentos.
Otra tarde, llegaron nuevamente los camiones alemanes
mientras llija trabajaba en el patio. Eilos siempre elegian las ca-
sas grandes, donde esperaban encontrar muchos alimentos.
Una manana temprano cuando Mara entro al molino, en­
contro a llija sacando harina del cajon de la familia y ponien-
dola en un costal de cänamo.
-^Que estäs haciendo, llija?—le pregunto.
-Ya no podemos dejar toda nuestra harina aqui. No es un
lugar seguro -le dijo. Lleno el costal y lo ato firmemente-.
Tendremos que comenzar a enterrar nuestra harina y nues­
tra comida. No me importa alimentar a los nuestros, a quie-
nes nos protegen, pero cuando vienen los usurpadores, esa
es otra historia. Si siguen viniendo, pronto se nos acabarä.
Esa noche llija cavo un hoyo en el pequeno jardin de
Mara, cerca de la casa, mientras ella lo observaba. Habia lle-
nado una tina con harina, la habia cubierto firmemente con
lienzo y atado con una soga. Despues de depositar la tina en
el hoyo, la cubrio con tierra y coloco una piedra grande en-
cima. Luego, cavo otro hoyo cerca del primero, tiro un poco
de paja y lo lleno con papas, zanahorias y varios repollos re­
den cosechados, lo cubrio con tierra y le dio unas palmadas
para aplastarla. "jAhi esta! jEsto debe funcionar!" dijo llija
limpiändose la frente con la parte trasera de la mano.
Y asi fue como comenzaron a ocultar su production y las
cosas de valor. En tiempos como aquellos, todo podia ser
confiscado.
-Tengo dos hermosas chaquetas de libada -le dijo Mara
a llija un dia- Las he estado guardando para mis futuras
nueras. Ya nadie hace chaquetas asi. Deberia esconderlas en
algün lugar.
Tomo las dos chaquetas hechas a mano, de terciopelo de

129
iD e quien fernere?

borgona, con mangas largas y un diseno turco, con una tra-


ma de trenzas doradas en los hordes y en la parte trasera, las
doblo y las guardo en una caja de estano forrada con lana.
Luego le agrego algunas monedas de oro y otras cosas de
valor. Ilija cavo un hoyo en el jardin y enterraron la caja.
-Parece que estamos viviendo a dos niveles, uno en la
superficie y otro subterräneo -comentaba Mara con Ilija una
noche mientras desenterraban algo de la produccion- Es in-
creible como recordamos donde esta enterrada cada cosa.
Los vecinos tambien comenzaron a enterrar sus provisio-
nes para poder tener suficiente para ellos mismos y para sus
familias. Los granjeros todavia traian sus granos al molino
para que fueran procesados, pero esperaban mientras los
molian o lo recogian antes de la noche. Las circunstancias
presentes hacian que ellos tomaran esas precauciones.
Los extranos que se presentaban a la puerta de Mara
eran bienvenidos porque ella recordaba siempre la histo-
ria de Abraham cuando mostro hospitalidad a tres viajeros.
Aunque los tres extranos que visitaron a Abraham resulta-
ron ser ängeles, no habia posibilidad alguna que estos caye-
ran en esa categoria. No obstante, la costumbre Serbia exigia
hospitalidad para todos.
-Ocurre que cualquiera puede golpear a nuestra puerta
de dia o de noche -comento alguien de la familia-. Los ale-
manes tratan de eliminar a los partisanos y a los chetnics.
Los partisanos rastrean a los chetnics. Los chetnics buscan
a los partisanos. Mientras tanto, en el Estado croata del otro
lado del rio Sava, a solo once kilometros de sus hogares, los
extremistas de la ustasa perseguian a los chetnics y a los
partisanos.
-Todo estä escaseando -le dijo Milorad a Mara e Ilija un
dia, luego de regresar de un viaje para comprar provisio-
nes-. Los nazis se apoderaron del cuero de las fäbricas para
su uso personal, asi que el cuero no estä disponible para el
pueblo. Algunos de nuestros vecinos estän usando zapatos

130
La ocupaciön enemiga

con suela de madera.


-Afortunadamente tenemos animales -contesto Ilija-.
Nos dan came par a comer y cuero para nuestros zapatos.
Ilija habia secado algunas pieles para hacer calzado: pieles
de ternero para la parte superior y de novillo para el resto.
-Esto alcanzarä para dos pares -dijo cortando pedazos
grandes de los cueros. El zapatero puede hacer un par para
mi y quedarse con el resto como forma de pago. Mis zapatos
estän gastados.
La vida de la aldea todavia se movia en armonia con
las estaciones. Por fuera, el pueblo se aferraba a las rutinas
diarias familiäres, tratando de conservar una apariencia de
normalidad a pesar de la guerra. Por dentro, estaban siendo
cambiados, imperceptiblemente, inconscientemente. A me-
dida que la guerra continuaba, se intensificaban los sentidos,
se reprimian las emociones y se alteraban los pensamientos
y el comportamiento. La creencia y la fe inquebrantables de
Mara la ayudaron a aislarse de los males de la guerra y la
inspiraron a mirar el bien.
-^Cuänto tiempo crees que va a durar esta guerra? -le
preguntc* a Ilija un diente que esperaba su harina en el mo-
lino. Los clientes a menudo pasaban el tiempo especulando
acerca de la guerra. Durante los meses de verano, los geme-
los ayudaban a su padre y escuchaban las conversaciones.
-Este hombre, Hitler, parece invencible. Sus ejercitos han
ganado todas las batallas -responded otro.
-Presten atencidn a mis palabras: se viene una derrota.
Sus ejercitos no estan muy bien en Rusia -comento un ter-
cero- Hitler esperaba que sus topas regresaran victoriosas
despues del primer invierno y ya han pasado tres.
-Dejen que el invierno ruso haga su obra, es fiel como
un verdadero aliado -declare* su com.pah.ero-. Termine* con
Napoleon y esperemos que a Hitler no le vaya mejor.

131
Milagro al mediodia
Ilija entro en la cocina con la boca abierta, justo cuando
Mara ponia una fuente de buhuelos de manzana sobre la
mesa. El aroma parecia no distraer su atencion. "Llegas jus-
to a tiempo para el desayuno, Ilija. Estamos listos para co­
mer", y el padre se unio a los ninos que estaban sentados
alrededor de la mesa con rostros ansiosos y felices.
Ilija cerro la boca, se quito el sombrero de fieltro negro y
se paro a la cabeza de la mesa. Todos se pusieron de pie y re-
citaron el Padre Nuestro, luego se sentaron y se abalanzaron
sobre la comida. Durante la conversation que siguio, Mara
noto que Ilija estaba extranamente distraido. Miradas furti-
vas salian por debajo de sus cejas y jugaba nerviosamente
con el tenedor, casi no habia tocado la comida. Finalmente
se aparto de la mesa y hablo.
-Mara, ninos, Johann se detuvo aqui antes que yo entrara
a la cocina. Recien volvia de Sabac -los ojos de todos giraron
hacia Ilija. Las noticias que Johann traia esos dias eran de
importancia- Johann dice que escucho a algunos oficiales
alemanes hablando de la emboscada que les tendieron la
semana pasada aqui cerca. Ustedes lo recuerdan. Un gru-
po de partisanos mato a dos soldados alemanes cerca del
campo de maiz de nuestro vecino -hizo una pausa y tomo
aire-. Johann dijo que los alemanes planean castigar nuestro
pueblo -y miro a cada uno de los que rodeaban la mesa-.
Enviaran una expedition de castigo con panzers [tanquesj.
Tienen que estar viniendo de Sabac en este momento.
.Mara y los demas quedaron estupefactos.
-^Van a castigar a aldeanos inocentes? -pregunto Mara
indignada, finalmente-. No tenemos nada que ver con eso.

132
Milagro al mediodia

-A ellos eso no les importa. Tienen la orden de matar a


den personas por cada soldado alemän que pierden.
De pronto, la ilusion de una familia tierna tomando el
desayuno se desvanedo como la neblina con el calor del sol.
El desayuno se termino. Todo era un enigma. Estaban en
guerra y ya nada era normal.
-Alerte a mis hermanos -continue» Ilija-, y Johann informo
a los vecinos. Ya deben estar todos en el bosque. Debemos
salvar nuestras vidas y escondernos hasta que los tanques se
hayan ido, sin importar lo que le ocurra a nuestra casa -se
puso de pie y comenzo a salir.
Pero Mara no se movie» y los ninos tampoco. Cuando Ilija
se dio vuelta, la vio con la cabeza inclinada, los ojos cerrados
y a los ninos que la miraban esperando indicaciones.
lEs este el momento, Senor? iPremiaras mi fe? i Es tu volun-
tad? iSeria una imprudencia? La mente de Mara hervia con
preguntas. Ella deseaba que su familia y sus vecinos conocie-
ran a Dios de manera personal, que confiaran en el como en
un amigo, que experimentaran su amor como ella lo habia
hecho. Sus muchas oraciones habian ascendido a los cielos
en busca de una oportunidad para que Dios demostrara su
poder y su amor y ahora se encontraba en una lncha. En ese
momento, sentada a la mesa, orando por sabiduria, tomo una
decision. Levanto la vista y se encontro con los ojos de Ilija.
-Ilija, yo me quedo -dijo con voz serena-. Creo que Dios
va a salvar nuestra casa. Realmente lo creo. Ninguno de no-
sotros es culpable de la muerte de esos muchachos. Dios
premiara mi fe, me siento segura. Por favor entiendeme.
Ilija empalidecio.
-jN o lo dices en serio, Mara! Es una locura quedarse aqui.
;Los tanques estän viniendo ahora! ;Debemos irnos! Olvidate
de la casa. Podemos construir otra. jSalvemos nuestras vidas!
jSalvemos a nuestros hijos! -Ilija estaba frenetico, desespe-
rado- jNihos vengan conmigo! -les ordeno, y nuevamente
comenzo a caminar hacia la puerta.

133
iD e quien fernere?

Pero los ninos permanecieron al lado de su madre, inter-


cambiando miradas, sin moverse del lugar. La realidad de los
tanques que se dirigian hacia ellos en misidn de destruction,
aparentemente escapaba a su entendimiento. El peligro de
ser asesinado nunca le parecid ser mas real. La fe de los ninos
estaba puesta en su madre, y la fe de esta estaba en Dios.
-Podrias quedarte con nosotros, Ilija -le dijo Mara desde
su asiento.
Ilija se detuvo en la puerta con la mano en el picaporte.
-N o puedo quedarme, Mara. No tengo tu misma fe. Mi
presencia incredula entorpeceria tus oraciones -y se volvid
agonizando hacia la puerta -. Por favor, Mara, ven, te lo su-
plico. Hijos ^cdmo puedo permitir que se queden?
Mara oyd el dolor y el temor en su voz, pero permane-
cid firme. Los ninos no se movieron, excepto para girar las
cabezas del padre a la madre o para mirarse entre ellos.
Ilija era grande y fuerte como para llevärselos por la fuer-
za: Mara lo sabia. Debio haber tenido un poco de fe para
dejarlos quedar.
Al ver que nadie le respondia, el descorazonado Ilija salio
por la puerta. La cerrd suavemente deträs de el. En la habi-
tacidn silenciosa, Mara y los ninos intercambiaron miradas.
Habia restos de comida en los platos desordenados de la
mesa; la fuente estaba vacia ahora; el olor a bunuelos se ha­
bia ido. Se esforzaban por escuchar. Afuera, en algün lugar
en la distancia, se escuchaba un ruido sordo, como una ame-
naza que subia desde lo profundo de la tierra y aumentaba
en intensidad.
-Ninos, debemos cerrar las ventanas -dijo Mara ponien-
dose de pie räpidamente. Camind hacia una de las ventanas
que daban hacia la carretera. Nata y Vera corrieron a otra y
los gemelos a la tercera. Cerraron y trabaron las ventanas
por dentro y tambien cerraron los postigos, para impedir
que entrara la luz de afuera. En la habitacidn oscurecida, la
unica luz que se filtraba era la que entraba por los paneles

134
Milagro al mediodia

de vidrio de la puerta que daba al patio trasero y por una


ventana pequena que habia en el hall de entrada.
Una vez que cerraron las seis ventanas que dab an a la
calle, Mara y los ninos regresaron a la mesa de la cocina,
donde Mara tomo la Biblia y comenzo a leer las promesas
con una luz tenue. Se juntaron todos alrededor de Mara y
escucharon: "Jehova es mi luz y mi salvacion; ^de quien te-
mere? Jehova es la fortaleza de mi vida; ^de quien he de ate-
morizarme? [...] Aunque un ejercito acampe contra mi, no
ternera mi corazon; aunque contra mi se levante guerra, yo
estare confiado [...] Por que el me esconderä en su tabernä-
culo en el dia del mal" (Salmos 27:1-5). "No temas porque
yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que
te esfuerzo; siempre te ayudare, siempre te sustentare con la
diestra de mi justicia. He aqui que todos los que se enojan
contra ti seran avergonzados y confundidos [...] Buscaräs
a los que tienen contienda contigo, y no los hallaras; seran
como nada, y como cosa que no es, aquellos que te hacen la
guerra. Porque yo Jehova soy tu Dios, quien te sostiene de tu
mano derecha" (Isaias 41:10-13).
Mara cerro la Biblia, la puso sobre la mesa y se arrodillo.
Sobre la alfombra de lana que ella habia tejido, Nata, Vera,
Cveja y Voja tambien se arrodillaron formando un circulo
alrededor de ella. Mara elevo su rostro, mantuvo sus manos
juntas en alto, los ojos firmemente cerrados y oro: "Padre y
Dios todopoderoso, escucha nuestra oracion. Mis hijos y yo
estamos ante ti buscando tu divina protection. Los tanques
del enemigo estän viniendo hacia este lugar para destruir-
nos, a nosotros, nuestros hogares, nuestra pequena aldea,
nuestro mundo. Pero hi, Senor, te deleitas en salvar. Τύ pre-
valeces sobre el mal. Dios todopoderoso, no hay nadie como
tu. ^De quien temeremos? Glorificado sea tu nombre, Senor,
oro para que los que presencien tu poder crean de verdad.
"Protegenos ahora, te lo pido, no porque lo merezcamos,
sino por amor a tu nombre, para que te conozcan y te glo-

135
iD e quien fernere?

rifiquen. Asi como libraste a los que confiaron en ti a traves


de las edades, libranos ahora, te lo rogamos". Luego tomo
la Biblia y comenzo a leer las historias de liberacion, comen-
zando con la del bebe Moises, siguiendo con la de Jose en
la prision, la de Daniel en el foso de los leones y la de sus
companeros en el horno de fuego ardiente.
Afuera, el retumbar se escuchaba cada vez mas fuerte,
como un trueno en una tormenta que se acerca. El estrepi-
toso andar hacia chirriar la carretera de gravas. Los motores
a gasoil rugian, sin silenciadores, para amplificar el ruido y
llenar de terror los corazones. Sin embargo, Mara no tenia
miedo. Sus hijos confiaban en ella. El coraje de ella servia
para todos.
Mara continuo orando: "Oh, Padre ^estoy haciendo lo
correcto? Me ves aqui con los hijos que me diste. Por favor
protegelos. Glorifica tu nombre para que otros puedan creer.
Protegenos con tu mano poderosa".
Cuando Mara se canso de estar arrodillada, se sento. Se
doblaba tocando las rodillas con la cabeza, extendia sus
brazos en frente de ella y seguia orando. Los gemelos y sus
hermanas cambiaban de posicion a medida que se cansa-
ban. Cuando Mara dejd de orar, comenzo Nata. Cuando
Nata termino, Vera continuo orando. Cveja y Voja tambien
se turnaron.
Pronto, el terrible ruido los rodeo y ahogo sus voces, tanto
que no se podian escuchar a ellos mismos. Las paredes grue-
sas de ladrillo comenzaron a vibrar. Las puertas se sacudian
en sus bisagras. Los marcos de las ventanas y los postigos
castaneteaban con un ritmo nervioso.
Cuando el nivel de ruido indico la llegada del primer tan-
que, Mara tiro a los ninos al suelo y se acostd al lado de ellos.
Empujaban sus cuerpos contra el piso lo mas que podian,
tenian los rostros hacia abajo, los brazos junto al cuerpo y las
manos en los oidos para tapar el ruido ensordecedor. Por un
momento, Mara comenzo a temblar. Un tanque paso frente

136
Milagro al mediodia

a su casa. El ruido era terrible. Luego, una calma la rodeo


mientras recordaba las promesas de la Biblia.
Poco despues las vibraciones mermaron y el ruido inten-
so disminuyo. Mara abrio los ojos y se sento.
-jEl tanque paso y no disparo! -grito Nata/ saltando con
los ojos llenos de admiracion. Los ninos se alegraron.
-Debe haber pasado primero por las casas de los tios
Milosav y Mihajlo -grito Vera- jpero no disparo, ni siquiera
una vez!
AI darse cuenta de este milagro/ se rieron, lloraron y le
agradecieron a Dios, todo al mismo tiempo.
Pero al poco tiempo/ el retumbar y el ruido se comenzo a
oir nuevamente. La casa temblaba/ las ventanas y las puertas
vibraban. Una vez mas, Mara y los ninos se tiraron al suelo
y oraron acostados. Una vez mas, el ruido de los tanques
eclipso sus voces, sin embargo Mara sabia que los oidos de
Dios escuchaban cada palabra.
Una vez mas, las vibraciones se calmaron y los tanques
no dispararon. Mara y los ninos se sentaron y gritaron. Ni
el retumbar de los tanques ni el rugido de la guerra podian
silenciar sus voces alegres y sus alabanzas.
"...dos, tres" Voja y Cveja habian comenzado a contar.
iCuäntos tanques mas habra? Se preguntaba Mara. En el mo-
mento en que paso el tercer tanque, Mara y los ninos es-
taban cantando alabanzas a Dios a todo pulmon. Cuando
escucharon que se acercaba el cuarto tanque, se oyo un
bombardeo tremendo desde donde estaban los tanques. La
explosion los sacudio e hizo temblar la casa hasta los cimien-
tos. Permanecieron en el suelo en silencio, asombrados, sin
atreverse a ir a la ventana. "El tanque debe haber disparado
a algün lugar mas alia de nuestra casa" concluyo Mara.
Otra doble explosion tremenda sacudio la casa y luego
otra, mientras los tanques seguian pasando, disparando
desde lo que parecxa la misma ubicacion.
-Una vez vimos como un panzer le disparaba a una pared

137
{De quien fernere?

gruesa de ladrillos -recordo Cveja-. El primer proyectil gol-


peo la pared y le hizo un hueco; el segundo paso a traves del
hueco y exploto, parecia una bola de fuego.
-Deben haberle dado a una de las casas de nuestra calle
-indico Nata. Mara sintio que Vera rodaba hacia ella y la
tomo del brazo.
Uno a uno, los tanques se acercaban y pasaban por el
frente de su casa y el ruido disminuia y se iba a medida que
cada tanque se alejaba. En cada ocasion se oia una explosion
en la distancia. Finalmente, el bombardeo termino, los tem-
blores cesaron y el ruido disminuyo.
-Contamos dieciseis tanques -informo Cveja.
-Ya se fueron -gritaron los ninos a coro dando un salto.
Nata se levanto y miro a su madre que se frotaba un rnüscu-
lo de la pierna. Unos minutos mas tarde, el ruido regreso y
comenzo a intensificarse.
-jEstän volviendo! -grito Vera horrorizada.
-Oh, Senor, por favor no permitas que nos bombardeen
esta vez -oro Mara, tirändose al suelo una vez mäs.
Otra vez, la casa temblo y los marcos de las ventanas vi-
braron. Otra vez, todos se tiraron al suelo y oraron. El ruido
disminuyo y se fue como habia ocurrido antes.
-Se estän moviendo mas rapido esta vez -grito Voja por
sobre el estrepito.
-;Y no hay bombardeo! -agrego Cveja. Ahora a coro, los
ninos contaron dieciseis tanques nuevamente. Luego espe-
raron. La larga y amenazadora fila de acero y fuego se con-
virtio en un ruido sordo, como el de una tormenta que se
aleja. Todo habia terminado.
En el silencio misterioso que siguio, sentimientos de gozo
y alivio inundaron al pequeno grupo. Mara y los ninos rebo-
saban de gratitud a Dios por esta liberacion milagrosa. Mara
se levanto lentamente, estaba acalambrada por haber estado
arrodillada tanto tiempo en una misma posicion. Nata se le­
vanto y se estiro.

138
Milagro al mediodia

-Hemos estado orando por casi dos horas -observe* Mara


luego de rnirar su reloj-.Veamos que paso -dijo, yendo hacia
la ventana. Destrabo y abrio los postigos, luego destrabo y
abrio las ventanas de afuera. iQue era ese bombardeo? El pen-
samiento le molestaba en la mente.
De repente, retrocedio. En el claro cielo azul afuera, un
horrible humo negro se dirigia hacia ellos.
-Salgamos -sugirio Nata, yendo hacia la puerta trasera
de la casa. Vera corrio detras de los mellizos quienes salie-
ron primero y bajaron los cuatro escalones.
-Esperen, nihos -les advirtic* Mara mientras daban vuelta
al costado del edificio. Un cerco les impedia ver la carretera
y el cielo encima de ellos se habia vuelto totalmente negro.
El terrible olor a humo mezclado con los gases del gasoil y el
sulfuro nocivos les hacia picar la nariz y arder los ojos. Mara
abrio el porton y los ninos salieron corriendo.
Del otro lado de la carretera, los treboles en flor con su
tinte rojizo eubrian los campos como antes. A su derecha, en
direccion al pueblo, el molino de estuco rosa con techo de
tejas rojas todavia estaba en pie al lado de la casa. A su lado,
las casas de estuco gris de Mihajlo y Milorad con sus techos
de tejas rojäs, permanecian intactas. La fäbrica de ladrillos,
del otro lado de la carretera, tambien se mantenia en pie.
Y luego miraron a su izquierda. La casa de Milorad, que
estaba al lado de la de ellos, asi como las cuatro casas si-
guientes, permanecian intactas e ilesas. Pero mas alia de
ese punto, se veia una escena de devastacion total. Tan lejos
como sus ojos horrorizados podian ver, a ambos lados de la
carretera, se elevaba el humo de los restos de las casas in-
cendiadas. Las llamas saltaban y chisporroteaban. Algunos
de los techos se habian caido y solo las chimeneas solidas de
ladrillos se mantenian en pie como sobrevivientes heridos
por la tormenta de fuego.
-jOh! -exclamo Mara, tapändose la boca para reprimir el
grito. Las casas de sus vecinos, su amada aldea, su pequeno

139
iD e quien fernere?

mundo, yacia en cenizas. La tristeza inundo la felicidad que


habia sentido momentos antes.
Al poco tiempo, las personas salieron del bosque, de a
dos y en pequenos grupos, los ninos pequenos corrian ade-
lante. Algunos traian mantas, una jarra de agua o un cos­
tal con comida a medio llenar que habian llevado con ellos.
Ante la vista de sus hogares en llamas, las mujeres lloraban
a los gritos y se golpeaban el pecho con los punos.
Ilija fue el primero en llegar hasta su familia.
-Mara, hijos, ^estän bien? ;No puedo creer lo que veo! -su
voz estaba llena de admiracion, preguntas y afliccion. Las
ocho casas de los Vitorovich estaban intactas, junto con otras
cuatro de sus vecinos mas cercanos que quedaban a medio
kilometre por la carretera principal.
Milorad, Mihajlo y sus esposas corrieron hasta ellos.
Todos hablaban al mismo tiempo, repetian las mismas pre­
guntas y hacian las mismas exclamaciones. Entonces apa-
recio Johann.
-jMira, Johann! [Mira lo que paso! -alguien se lamento
senalando los escombros mientras se acercaba, como si el
hubiese podido disuadir a sus compatriotas alemanes de su
mision malevola. Johann miraba todo con tristeza, pero se
dirigio hacia Mara.
-^Donde estabas cuando vinieron los tanques, Mara? -le
pregunto- ^Fuiste al bosque?
El clamor de las voces se apaciguo. Todas las miradas se
volvieron hacia Mara. Su rostro se ilumino y sus ojos brilla-
ban con gratitud.
-Mira, Johann, los ninos y yo estabamos en la casa. Nos
quedamos para orar.
Los que no lo sabian soltaron sus exclamaciones. "^Estaban
dentro de la casa?" pregunto un incredulo.
Johann se golpeo la frente con la palma de su mano.
-Mara, Mara -repitio-. Debi haberlo sabido. Ahora tiene
sentido -Johann se volvio hacia Ilija para explicarle. El pe-

140
Milagro al mediodia

queno grupo se apifio para escuchar-. Esta manana, despues


que te adverti acerca de los tanques, volvi a mi hogar. Todo
el trayecto me sentia terriblemente molesto y deprimido,
deseando poder hacer algo. Luego se me ocurrio una idea.
Cuanto mas me alejaba, tanto mas la idea me molestaba en
la mente. No me la podia sacar. Tan pronto como llegue a
mi casa, tome la pala de mi granero, me la puse al hombro y
volvi a Glusci- todos seguian con la mirada puesta en e l- La
calle estaba desierta cuando llegue aqui. Supongo que todos
se habian ido al bosque. Asi que desenterre el cartel que in-
dica el nombre del pueblo y lo ubique mas alia de las casas
de las familias Vitorovich. Obviamente no podia detener los
tanques; no podia salvar el pueblo entero, pero esperaba sal-
var aunque sea una parte.
La calma se apodero del grupo. Brazos amorosos lo abra-
zaron. Johann se volvio hacia Mara.
-En ese momenta, nunca pense lo que podria pasarme
si me atrapaban. Todo lo que sentia era un extrano impul-
so -hizo una pausa y sonrio alegremente mirando a Mara-,
ahora entiendo por que.
Los vecinos llorando, deambulaban alrededor de ellos,
con los ojos llenos de admiracion y desesperacion.
-Sus hogares no han sido danados; de los nuestros no
queda nada.
-Lo lamento mucho -decia Mara, tendiendoles una mano
con el corazon apesadumbrado. ^Como podia estar feliz
cuando tantas personas habian perdido todo?
-Mara estaba en su casa orando -explicaba Johann.
Luego les contaba del extrano impulso que habia tenido y lo
que habia hecho-. Me dan escalofrios al pensar que hubiese
ocurrido si yo no hacia eso. Dios te estaba cuidando, Mara.
Desearia haber podido hacer mas.
-N o es tu culpa, Johann -le dijo alguien- Ellos salieron
para castigar el pueblo. Nuestros hogares hubiesen sido
destruidos de cualquier manera.

141
iD e quien fernere?

-Queremos ayudarlos -se ofrecio Mara-, <M0nde van a


dormir? ^Que van a comer? Podemos darles algunas mantas.
-Todavia tenemos los establos y los graneros. Estän in-
tactos -respondio uno de los vecinos-". El clima es cälido to­
davia, podemos dormir alii. Nuestros animales y nuestros
cultivos han sobrevivido, pero no tenemos un lugar donde
estar o donde cocinar.
-Queremos ayudarlos -les dijo Ilija. Vengan a nuestra
casa manana y coman con nosotros.
-Hare pan de mäs. Lila y Petra me ayudarän. Lo compar-
tiremos -ofrecio Mara.
Durante varias semanas, los aldeanos trabajaron juntos y
se ayudaron los unos a los otros. Algunos comenzaron a ha-
cer sus propios ladrillos sin hornear y comenzaron a edificar
sus hogares nuevamente. La gente del pueblo estaba acos-
tumbrada a la adversidad y a la dificultad y habian aprendi-
do a sobrevivir. Despues de cada guerra habian tenido que
restablecerse y volver a edificar sus hogares.
El milagro de Mara, al mediodia, permanecio como una
inspiracion para muchos por largo tiempo.

142
Ί Ί

La guerra termina y comienza


un Nuevo Orden
-jMira, Ilija! -grito Mara senalando hacia arriba-.
jAviones!
Ilija estaba clavando maderas sueltas del cerco cuando
Mara salio. Los habia oido tambien; un zumbido bajo como
el de un trueno prolongado y distante. Se puso de pie con el
martillo en una mano y cubriendose los ojos con la otra para
mirar al cielo.
-Se parecen a una plaga de langostas -observo Mara-
^Has visto tantos alguna vez?
-Los alemanes no vuelan a esa altura. No tienen por que
hacerlo -dijo Ilija pensativo-, jSon norteamericanos! jSon
aviones norteamericanos, nuestros aliados!-su voz iba su-
biendo de tono.
Otros los vieron tambien y llegaron a la misma conclu­
sion porque las ovaciones y los fuertes aplausos se escucha-
ban de todas las direcciones.
-Tal vez esta guerra termine por fin -suspiro Mara.
Durante las ültimas semanas no habia habido diarios ni
comunicaciones radiales, pero en el verano de 1944, corrian
los rumores de que la guerra habia dado un giro.
Efectivamente, la guerra habia comenzado a girar a fa­
vor de los aliados. Tan solo un ano antes, habian arrestado a
Mussolini e Italia habia capitulado. EI reciente desembarco
de los aliados en Normandia habia ganado batallas decisi-
vas para Europa. Y en Rusia, en Stalingrado, docenas de ge­
nerales alemanes y cientos de miles de tropas alemanas con-
geladas por el frio y con mucho hambre se habian rendido.

143
[D e quien fernere?

"Los alemanes entraron triunfantes; ahora se van a pie y


derrotados" destacaban las noticias. A lo largo de la fronte-
ra oriental de dos mil cuatrocientos kilometros de largo, las
tropas alemanas se retiraban, mientras el ejercito Rojo las
perseguia.
Cuando Cveja y Voja regresaron a la casa en junio para las
vacaciones de verano, traian historias horribles de los even-
tos que habian presenciado en Sabac. "Vimos gente colgada
de los postes de luz en nuestra calle. Cada vez que ibamos
a la escuela los veiamos alii colgados. Los amigos judios y
los propietarios de los negocios desaparecieron. Todos los
gitanos desaparecieron de su sector del pueblo. Observamos
como los prisioneros alemanes cavaban una tumba enorme.
Ahora sabemos que les ocurrio a los 120 hombres de Uzvece
que desaparecieron.
Mara temblaba al escuchar estos relatos de parte de sus
hijos.
-Los ojos de los ninos no debieran mirar cosas tan horri­
bles, tales tragedias. jTantas victimas inocentes! -sacudia la
cabeza con dolor. Los testigos de la violencia y la injusticia
eran victimas tambien.
-Los alemanes estän viniendo. Miles de soldados se estän
retirando de Rusia hacia Alemania. Algunos ya han llegado
a esta region -informo Johann a Ilija una manana a comien-
zos de septiembre, cuando lo encontro a el y a sus hijos ba-
rriendo las plataformas del molino, mientras los gansos y
los polios andaban alrededor picoteando los granos caxdos
en el suelo- Muchos de ellos han hecho la mayor parte del
camino a pie. Estän desesperados y hambrientos. Se llevan
lo que encuentran para comer, y los caballos.
-N o queda mucho. Los partisanos y los nazis ya se lleva-
ron nuestros carruajes, carrozas y caballos -respondio Ilija-.
Un caballo y un carro es todo lo que nos queda. Sin ellos,
no podemos acarrear las herramientas ni trabajar la tierra.
Gracias, Johann, por la advertencia.

144
La guerra termina y comienza un Nuevo Orden

Apenas Johann se marcho, Ilija le dio instrucciones a


Voja:
-Pidele a tu madre una bolsa con comida, luego lleva el
caballo y el carro y escondelos en el bosque -se volvio hacia
Cveja Cveja, ve y cuentale a Milorad acerca de esto.
Unos minutos mäs tarde, el hijo mayor de Milorad, que
ahora tenia treinta y cinco anos de edad, salia con el ultimo
caballo y el bltimo carro de la familia, y los primos juntos se
introducian en el bosque cercano, esperando que el enemigo
pasara antes de la caida de la noche.
El sol brillante se elevaba en los cielos y luego comenzo a
caer hacia el horizonte, sin embargo, los dos primos todavia
no regresaban del bosque. Mara habia mirado hacia la ca-
rretera a lo largo de todo el dia esperando ver alguna serial
de su regreso, orando mientras trabajaba. A la puesta del
sol, dejo la puerta trasera sin trabar para que Voja pudiera
entrar. Luego, se arrodillo en su habitation. Ya estaba total-
mente oscuro cuando oyo que se abria la puerta y alguien
caminaba en el hall de entrada.
-^Voja? -llamo esperanzada, corriendo hacia el- Tardaste
tanto. «jEstäs bien?
Al escuchar el ruido de la conversation, Cveja, Nata y Vera
corrieron desde sus habitaciones. Ninguno de ellos podia
dormir mientras no supieran el paradero de su hermano.
Cuando Voja se dejo caer en una silla, sus hermanos
räpidamente rodearon la mesa, ansiosos por escuchar su
experiencia.
-Estabamos escondidos en un pequeno claro en lo profun-
do del bosque. Con ärboles a nuestro alrededor, pensamos
que nadie podia vernos- comenzo-. De pronto, oimos una
voz aguda que gritaba: "\Haiti [Detenganse]", casi me mue-
ro del susto. Antes de que nos dieramos cuenta, dos oficiales
alemanes estaban parados frente a nosotros, apuntandonos
con sus armas. Uno de ellos tenia binoculares colgados del
cuello. Supongo que asi nos descubrieron.

145
{D e quien fernere?

Cveja se inclino hacia su hermano. Sus hermanas lo escu-


chaban sin aliento.
-E l mas grande, el coronel, le ordeno al otro oficial que
nos disparara. Era la primera vez que escuchaba aleman ha-
blado fuera del aula, pero lo entendi. jMamä, estaban por
matarnos! jTenia que hacer algo! -trago saliva con dificul-
tad-. Me deslice por debajo de la ametralladora con que el
otro soldado nos apuntaba y corri hacia el oficial mäs gran­
de, preguntändole en aleman: "^Por que quiere matarnos?",
el me miro sorprendido. Creo que le gusto que yo hablara
aleman, porque se sonrio un poco, y le dije: "No somos co-
munistas. Tomen nuestros caballos y nuestros carros, pero
por favor no nos maten". Lo penso por un momento y luego
cambio de parecer. Le dijo al oficial que se subiera al carro.
Los condujimos a traves del bosque. No sabiamos que ha-
rian con nosotros. Luego, cuando llegamos a la carretera y
vimos las tropas alemanas, nos dejaron ir.
Las ninas se recostaron en sus asientos.
-Gracias, Dios -exclamo Mara.
-Yo sabia que estabas orando por nosotros, mamä -Voja
se volvio hacia su madre- Eso me hacia sentir fuerte -hizo
una pausa-, ^Sabes que? Pienso que hablar aleman me salvo
la vida. Me alegro que nos hayas animado a estudiarlo.
Llego septiembre y las escuelas no abrieron. Las clases se
habian suspendido por ese ano. El pais estaba en desorden y
todo era confusion. Los eventos transcurrian räpidamente.
Como los partisanos comunistas de Tito libraban un area
del pais despues de la otra, establecieron su propia adminis-
tracion interina. Los chetnics de Draza Mihajlovich estaban
fuera del escenario. A causa de las represalias nazis en contra
de los civiles inocentes cuando asesinaron a los soldados ale-
manes, los chetnics habian desviado sus energias en misiones
de sabotaje y en pasar informacion a los aliados para misiones
posteriores. Pero los asaltos agresivos de los partisanos en con­
tra de las tropas nazis habian ganado el apoyo de los aliados.

146
r
La guerra termina y comienza un Nuevo Orden

Para el mes de octubre, los partisanos habian echado a los


alemanes de una devastada Belgrado. La gente se amonto-
naba en las calles para dar la bienvenida y vitorear a sus li-
bertadores. Se trepaban sobre los tanques y gritaban: "jViva
Tito!". Algunos de la multitud jubilosa tocaban los violines
mientras otros bailaban en las calles. Otros tiraban flores a
los vencedores.
En abril de 1945 murid Mussolini y Hitler se suicido en
su bünker. En mayo, Berlin en ruinas cayo y los alemanes se
rindieron sin condiciones. La guerra habia terminado, pero
en todas partes, todo estaba cambiando.
Un tiempo despues, un hombre aparecio a la puerta del
hogar de Mara.
-γΝο me reconoces, Mara? -pregunto.
El rostro que veia ante ella no le resultaba familiar.
-Soy Zivan. Reden me liberaron de la prision y estoy de
camino a mi hogar para encontrarme con Leka.
Durante los cuatro ahos que habia sido prisionero de
guerra en Alemania, su cabello se habia puesto completa-
mente bianco.
-Oh, Zivan, gracias a Dios que estäs vivo -dijo Mara, lo
abrazo y lo invito a descansar y comer.
Con el fin de la hostilidad, un extrano silencio cayo sobre
las heridas abiertas de un mundo devastado. Ya no se olan
ametralladoras. Las explosiones ya no rasgaban el aire. Los
aviones ya no zumbaban en la noche. En esta conclusion cao-
tica de la guerra, millones de refugiados sin hogares termina-
ron en los campamentos para personas desplazadas. Muchos
de ellos habian sufrido a manos de su propia gente y temian
volver a sus paises, algunos de los cuales estaban ahora bajo
el control comunista.
Se escondian tambien entre las incontables victimas, co-
laboradores nazis y criminales de guerra de todos los paises
de Europa. Todos se habian enfrentado con las mismas elec-
ciones: como responder a las amenazas y a la hostilidad y

147
iD e quien temere?

a los dogmas odiosos. Algunos se habian vuelto traidores;


algunos habian cometido atrocidades. Ahora, con nuevos
nombres y documentos de identidad falsos, muchos habian
escapado a otros paises disfrazados de inocentes.
"La mayoria de las ciudades estan en ruinas. Se ha diez-
mado una generation entera. Muchos han perdido sus ho-
gares y una escasez severa amenaza muchas regiones", rela-
taba un periodista en Yugoslavia. Afortunadamente, el suelo
fertil de Glusci proveia medios para el sustento.
"El mariscal Tito y los partisanos comunistas no han per­
dido el tiempo reconstruyendo la ciudad", resumia otro no-
ticiero. "El nuevo regimen se ha establecido en las cämaras
reales del rey anterior en Belgrado. Ha desarrollado una nue-
va constitution y nuevas leyes y ha formado un nuevo estado
centralizado de un partido". En este sistema, se restringian
la libertad politica y los derechos civiles. Los partisanos que
habian peleado, habian ganado position y reconocimiento.
-^Donde estä Johann? -pregunto Ilija una manana- No
ha venido a trabajar durante dos dias. No es comun en el.
Luego de investigar un poco, se enteraron que el gobier-
no habia acorralado a todos los acusados, o sospechosos, de
colaborar con los nazis. Johann, por ser aleman, estaba entre
los que habian sido arrestados y llevados a Sabac.
Ilija viajo inmediatamente a Sabac. Regreso tarde ese mis-
mo dia e informo a Mara y a la familia acerca del estado de
Johann:
-Vi al comandante comunista del campo de detention
-les conto Ilija-. No es un hombre de esta zona. No sabia
nada acerca de Johann. Le dije que Johann ha trabajado para
nosotros los Ultimos veinte anos y que definitivamente no
era un colaborador nazi. Le conte que Johann habia ayuda-
do a la gente del pueblo muchas veces advirtiendonos del
peligro. El hombre prometio buscar el archivo de Johann y
me dijo que volviera manana.
Al siguiente dia, Ilija regreso a Sabac. Una vez mas, cuan-

148
La guerra term inay comienza un Nuevo Orden

do regreso a la casa, inform ό lo que habia pasado:


-El archivo de Johann era claro -dijo-. El comandante no
encontro acusaciones en su contra. Pero necesita pruebas
para liberarlo. Una petition con seiscientas firmas servira.
Ilija y sus hermanos inmediatamente bosquejaron una pe­
ticion y temprano al dia siguiente fueron a Glusci y Uzvece
buscando firmas casa por casa.
-Tenemos mil doscientas firmas -conto Milorad al final
del dia-. Mas del doble del nümero requerido.
Al dia siguiente, los tres ho mb res le entregaron la peti­
cion al comandante.
-Se sorprendio que volvieramos tan pronto -le conto Ilija
a Mara apenas regreso-. El comandante dijo que iban a verifi-
car los nombres y las firmas con las listas de la aldea. Si todo
estä en orden, Johann sera liberado en un par de semanas.
Tres dias mas tarde, Johann se presento en la puerta de
su casa.
-jjohann, volviste!
;Que alegria fue para la familia y para las otras personas
de la aldea quienes festejaron su liberation!
En junio de 1945, el gobierno anuncio: "Para los que de-
seen recuperar el ano de escuela perdido, les ofrecemos un
plan de estudio intensivo de tres meses. Tendrän clases seis
dias a la semana de 8:00 de la manana a 5:00 de la tarde.
Se agregara el estudio del idioma ruso al plan de estudios
obligatorio.
-Tenemos que ir -le dijo Cveja a Voja cuando escucho el
anuncio. Cveja y Voja regresaron a Sabac y se inscribieron
para el quinto ano de escuela secundaria.
-Hijos, les traje una pelota de fütbol -les dijo Mara en una
de sus visitas posteriores a Sabac. Le entrego la pelota a los
mellizos-. Zivan la hizo con recortes de cuero y la lleno con
medias viejas de lana de Leka. Espero que puedan usarla.
Los materiales todavia escasean.
En septiembre, despues que los gemelos completaron el

149
iD e quien fernere?

plan de estudios intensive», regresaron a su hogar para unas


cortas vacaciones de una semana antes de comenzar el si-
guiente ano lectivo. Durante su ausencia, las cosas habian
cambiado drasticamente.
-E l gobierno nos dejo treinta hectareas para toda la fami-
lia, diez para cada hermano y sus hijos
-explico Ilija—. Las otras 70 hectareas fueron confiscadas sin
ninguna compensacion. Es parte de la reforma agraria. El
gobierno esta distribuyendo la tierra para aquellos que de­
nen poco o que no denen nada.
-Pero si la gente nunca trabajo en una granja, no va a sa­
ber como cultivar la tierra -senalo Cveja.
-Asi es. Algunos de eilos ni siquiera denen un buey o un
caballo -respondio Ilija.
Gradualmente, en el caso de algunos, la tierra que les die-
ron cayo en desuso.
-Han nacionalizado nuestras industrias y el estado es
ahora el dueno -les conto Mara a sus hijos- Es muy dificil
para nuestros hombres. Han trabajado tanto para construir-
las, pero ahora unos extranos estan al mando. Es humiliante
para eilos ser tratados como empleados.
Cuando llego septiembre y era hora de regresar a la es-
cuela, Voja se nego a ir.
-N o quiero regresar a la escuela, Cveja -le dijo a su
hermano.
-Pero nos faltan solo tres anos para graduarnos. Es un
error no eontinuar.
-Papa necesita ayuda y yo soy el hijo mayor. Una porcion
mas pequena de tierra necesita mäs eßciencia. Yo lo puedo
ayudar.
Aqui, otra vez, su hermana Nata ocupo un papel impor­
tante.
-Por favor, papä, no permitas que Voja se quede en casa y
pierda los anos de escuela -le rogo.
~lY quien va a arar la tierra? ^Como la voy a cosechar?

150
r

La guerra term inay comienza un Nuevo Orden

-pregunto Ilija.
-Yo hare el trabajo. Tus hijos necesitan una buena edu­
cation. Por lo menos pueden obtener eso de este regimen.
Ya no tenemos nuestras industrias. ^Como sostendran a sus
familias cuando crezcan?
-Yo tambien puedo ayudar -intervino Vera en la conver­
sation. Ahora tenia dieciocho anos de edad.
El pastor del distrito y su esposa habian intervenido en
el debate. Su hija, dos anos menor que los mellizos, se habia
criado con los ninos. Sus padres esperaban que un dia ella
se casara con Cveja. Si Voja abandonaba la escuela ahora,
probablemente Cveja lo haria tambien.
-Estä bien, estä bien, ire -acepto Voja finalmente-. Papa
dice que debo ir.
Cveja y Voja regresaron a la escuela juntos para el sexto de
escuela secundaria. Baku habia envejecido y estaba muy de­
bil, asi que se mudaron a la casa de otro miembro de iglesia.
En noviembre de 1945, las noticias informaron: "Una
asamblea constituyente ha declarado a Yugoslavia como re-
püblica. El rey Pedro ha sido condenado. Draza Mihajlovich,
un ex coronel del Ejercito Real Yugoslavo y el lider de los
chetnics, han sido acusados de colaborar con los nazis".
Tito estaba en el control total del pais. Mihajlovich nego
vehementemente la acusacion y fue apoyado por quinientos
pilotos americanos que habian sido derribados sobre Serbia
y salvados por los hombres de Mihajlovich. Sin embargo,
fue ejecutado junto con otros que eran rivales de Tito.
Mientras los gemelos estaban en la escuela ese ano, Vera
decidio tomar un curso para aprender a usar una mäquina
de tejer en Sabac . La duena de la casa donde se alojaban los
mellizos puso otra cama en el dormitorio y Vera se quedo
alii por seis meses. Cuando regreso a la casa, sus habilidades
y su nueva mäquina de tejer le proveyeron un medio para
ganar dinero.

151
Una idea moderna en contra
de una antigua
jTrack! jTrack! /Track! jTrack! [Track! El ruido distante cre-
da en intensidad. Mara detuvo las actividades dentro de
la casa y aguzd sus oidos. Algün vehiculo extrano pareda
aproximarse a la casa por la carretera. "^Que es esto?" se dijo
a si misma entre dientes. Se limpio las manos en el delantal
de lino bordado, abrio la puerta y salid a mirar.
Por el portdn abierto, un tractor enorme construido en
Rusia, con un arado de cuatro rejas, entraba a la propiedad.
Mara lo siguid con ojos curiosos, y lo observd mientras pasa-
ba ruidosamente a su lado y se estacionaba en el patio trase-
ro de la casa, debajo de su manzano favorito, que habia co-
menzado a ponerse verde. Una gallina asustada, que habia
estado picoteando y escarbando el suelo debajo del ärbol,
corrid con sus polluelos en un frenesi de cloqueos y pios.
El ruido de otro vehiculo rodando se oyd en la carretera.
Mara gird la cabeza hacia el portdn abierto, donde un segun-
do tractor enorme entraba. Apenas termind de pasar por el
frente de la casa, cuando un tercer tractor aparecid en el por­
tdn. Luego, unos cuantos metros aträs de este, lo seguia otro.
Al poco tiempo, cuatro tractores enormes, cada uno con un
arado, se ubicaban en forma desordenada debajo de los är-
boles en el patio trasero de la casa.
-Ilija, ^que ocurre? -gritd, espiändolo a el y a Milorad que
hablaban por encima del cerco que dividia las propiedades.
Ilija levantd las cejas y se encogid de hombros. Voja y Cveja
estaban cerca de eilos, tratando de entender lo que veian. En
esa agradable tarde de viernes en la primavera de 1946, los

152
Una idea moderna en contra de una antigua

cinco miraban lo que ocurria como espectadores curiosos de


un teatro, preguntändose: "^Que ocurrira despues?7
A continuacion, se oyo el motor a gasoil de un Mercedes
verde oscuro en el porton, dando bocinazos. Paso por en-
frente de los espectadores, giro en forma de U, e hizo chirriar
los frenos para estacionarse cerca de los cuatro tractores. No
era comiin ver autos en la aldea, y menos arm un Mercedes,
pero Mara lo reconocio räpidamente como el vehiculo con-
ducido por Draga, su vecino, con cuya familia habian sido
amigos por mucho tiempo.
Una vez que bajo del auto, el hombre alto, de unos treinta
anos de edad que tenia puesta una gorra de oficial militar,
saludo tranquilamente a los cuatro conductores jovenes que
ahora estaban parados al lado de sus tractores. Luego, se
volvio hacia Mara, quien V5 descendia las escaleras y cami-
naba hacia el, sonriendo.
-Hola, Tetka Mara -dijo con una sonrisa.
-Draga, querido, que hacen estos tractores aqui? -le pre-
gunto de pie ante el, mirando hacia arriba con su cara redon-
da rodeada por un panuelo y sus ojos llenos de preguntas.
Los dos hombres altos y fuertes miraban desde el cer-
co en silencio, levantaron una ceja y se miraron el uno al
otro sabiendo la respuesta. Draga, un comunista partisano
condecorado, que habia peleado contra los nazis por cuatro
anos, ahora era el presidente de la koljoz de la aldea, o sea,
la colectividad agricola, no estaba acostumbrado a que lo
cuestionaran.
-Bueno, Tetka Mara -respondio respetuosamente, acla-
rando la voz. Planeamos arar la tierra deträs de su casa ma-
nana por la manana. Solo queremos dejar los tractores aqui
esta noche.
Mara bajo sus cejas tupidas sobre los ojos como unas nu-
bes de tormenta sobre el cielo celeste. ^Manana? Manana es el
dia de reposo, penso para si misma.
-Draga, esta tierra le ha pertenecido a mi familia por cua-
153
I De quien fernere?

tro generadones. Seguramente, hi sabes eso -le respondid-


Ya que no se la vendimos al gobierno, a los ojos de Dios esta
tierra todavia nos pertenece a nosotros. Todavxa es la tierra
de nuestra familia.
La sonrisa desaparecid del rostro de Draga. La franqueza
de la declaration de Mara lo tomd por sorpresa y balanced
su cuerpo hacia un lado.
-Manana es el septimo dia, el Santo dia de descanso del
Senor -continuo Mara-. Dios nos prohibe trabajar ese dia. Te
pido que no ares este sector de tierra el sabado. El trabajo,
«;no puede esperar hasta el Junes?
Draga corrid su gorra hacia adelante para rascarse la par­
te trasera de la cabeza de cabellos oscuros.
-Tetka Mara -dijo finalmente con una sonrisa timida- es-
tas creencias suyas en Dios... bueno, ;son ideas antiguas! -se
rid entre dientes e hizo una sena amplia con las manos-. La
nueva idea es que no hay Dios -y dejd caer las manos a am-
bos lados de su cuerpo.
-jOh, no, querido! -Mara sacudid la cabeza- Es justa-
mente lo contrario. Buscar a Dios es una idea moderna -le
contestd Mara rapidamente- Que no hay Dios, es un con-
cepto antiguo. Hace tres mil anos ya habia gente que pensa-
ba asi. La Biblia les da un nombre.
Draga apretd los labios y mird de reojo por sobre su hom-
bro a los jdvenes conductores. El era su heroe. Su reputacidn
estaba en juego. Elios observaban y escuchaban atentamen-
te. Luego se volvid hacia Mara y la mird con desconcierto.
-?Un nombre, dices? <;Que clase de nombre?
-Bueno, Draga, no es el mäs lindo de todos. Dejare que lo
leas por ti mismo.
-Yo no... -comenzd a decir, pero antes que pudiera ter-
minar la frase, Mara ya estaba subiendo los escalones de la
casa. Regresd con un libro negro desgastado, lleno de tiras
de papel que se asomaban entre las päginas con las esquinas
dobladas por el uso.

154
Una idea moderna en contra de una antigua

-Un rey escribio estas palabras -continuo, dando vuel-


ta las paginas como si no hubiese habido interruption- Su
nombre era Rey David.
Ante la presencia del Libro Sagrado, Draga inmedia-
tamente se quito la gorra y la puso debajo de su brazo.
Evidentemente, no se habia olvidado de tener reverencia al
estilo antiguo. Sus companeros, que esperaban al lado de los
tractores, hicieron lo mismo.
-Aqui estä lo que estaba buscando. Estä en Salmos ca-
torce, versiculos uno y dos -dijo Mara y comenzo a leer-:
"Dice el necio en su corazon: No hay Dios [...] Jehova miro
desde los cielos sobre los hijos de los hombres, para ver si
habia alghn entendido, que buscara a Dios". Leelo por ti
mismo, Draga. Aqui -y le extendio la Biblia abierta. Draga
se puso Colorado.
-Yo... yo nunca tuve una Biblia en mis manos -dijo, miran-
do confundido a Mara y luego al Libro. Lo tomo cuidadosa-
mente en sus manos y leyo el versiculo que Mara le senalaba
con el dedo: "Dice el necio..." -su voz se apago a medida
que leia, pero sus labios seguian moviendose. Al devolverle
el Libro a Mara, se rio de manera insegura y entrecortada.
Luego miro por sobre su hombro a los hombres que espe­
raban al lado de los tractores y grito-: ^Que dicen, amigos?
jEste Libro nos llama necios! -ellos tambien se rieron.
Cuando se volvio hacia Mara, habia una mirada sombria
en su rostro.
-Estä bien, Tetka Mara, que usted quiera honrar su santo
dia. Mi padre es un hombre religioso tambien. Va a la igle-
sia los domingos. Sin embargo, si el mal clima amenaza y
necesita cosechar los cultivos ese dia, el pide al sacerdote
que lo exima. Ahora, no va a decirme que la Biblia especifi-
camente prohibe arar el säbado -y levanto la cabeza con un
aire de confianza.
-Draga, dejame primero leerte lo que la Biblia dice acenu
del dia de reposo -Mara dio vuelta las paginas rapid; linenli
{De quien fernere?

hasta Exodo 20: 8 al 11-. "Acuerdate del dia de reposo para


santificarlo. Seis dias trabajaräs, y haras toda tu obra; mas
el septimo dia es reposo para Jehova tu Dios; no hagas en el
obra alguna, tu, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu sierva, ni tu criada,
ni tu bestia, ni tu extranjero que estä dentro de tus puertas.
Porque en seis dias hizo Jehova los cielos y la tierra, el mar,
y todas las cosas que en eilos hay, y reposo en el septimo dia;
por tanto, Jehova bendijo el dia de reposo y lo santifico".
Draga fruncio el ceno.
-yY que tengo que ver yo en todo esto?
-Tu eres el extranjero dentro de mis puertas -respondio
Mara- El domingo es un dia santificado por los hombres,
por eso los hombres pueden dar todas las exenciones que
quieran en cuanto al domingo. Pero Dios bendijo el septimo
dia y lo santifico, y prohibe arar ese dia -nuevamente dio
vuelta las päginas y esta vez leyo Exodo 34:21-, "Seis dias
trabajaräs, mas en el septimo dia descansaräs; ahn en la ara-
da y en la siega, descansaräs".
Draga la miraba incredulo y sacudia la cabeza. Este gue-
rrero invencible habia sido vencido por una mujer amable y
pequena y un libro viejo y desgastado.
-Dejeme ver eso -se inclino hacia Mara y leyo de reojo
las palabras del Libro. Cuapdo termino de hacerlo, pregunto
con voz sincera-: Digame, Tetka Mara, ^que pasaria si yo no
hago caso a todo lo que usted me leyo? -y se tocaba el men­
ton pensativamente.
-N o lo se, Draga. Eso es asunto de Dios. Pero puedo leer­
te lo que el dice -dio vuelta las päginas hasta que encontro
Ezequiel 3:19 y lo leyo-: "Pero si tü amonestares al impio, y
el no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, el
morirä por su maldad, pero tu habräs librado tu alma".
Mara le permitio leer las palabras por si mismo y luego
cerro la Biblia. Draga dio un paso hacia aträs, mientras ob-
servaba el Libro en las manos de Mara con el rostro pälido.
Hablaba suavemente, como para si mismo.

156
Una idea moderna en contra de una antigua

-Primero el Libro nos llama necios, luego nos amenaza


de muerte.
Por un minuto largo se mantuvo en silencio. Despues, es-
bozando una sonrisa, se puso de vuelta la gorra en la cabe-
za, dio media vuelta y camino energicamente hacia su auto
mientras le gritaba a sus hombres;
-jLleven los tractores a mi patio trasero! jManana arare-
mos otro campo!
Rapidamente los cuatro hombres saltaron a los tractores
y aceleraron los motores. Cuando Draga llego al auto, giro
su rostro para mirar por dltirna vez a Mara. Ella todavia es-
taba donde el la habia dejado y todavia sostenia la Biblia en
sus manos. Habia una expresion desconcertada en su rostro
mientras subia al auto y encendia su motor ruidoso. Todavia
tenia esa expresion cuando se acerco a los hombres y a Mara
y les dijo: "Hasta pronto", mientras salia por el porton y ace-
leraba en la carretera.
Uno a uno, los tractores lo siguieron, haciendo ruido y re-
tumbando mientras salian lentamente de la propiedad. Cada
uno de los conductores saludo a los espectadores moviendo
la cabeza o con la mano. A traves de la nube de polvo que
se arremolinaba detras de sus huellas, envolviendo al gru-
po como una bendicion inverosimil, ellos observaron hasta
que el ultimo tractor dio la vuelta y desaparecio. Mientras la
nube desaparecia, se miraron el uno al otro.
-jMara, es un buen dia! -dijo Ilija.
-jU n dia grandioso! -agrego Milorad- jLo que hiciste no
tiene precio, Mara!
Ilija y Milorad habian vuelto a la vida. Sus ojos brillaban
y unas sonrisas felices alegraban sus rostros.
-j Gracias, Jesüs! -se oyo la alabanza de los labios de
Mara.
-^Sabes que? La victoria es dulce -agrego Ilija. Mara con-
cordo sinceramente. En una epoca cuando la lucha ya no era
por sobrevivir a la guerra sino para conservar la paz, aqui

157
<
L^
[D e quien fernere?

habia una pequena victoria.


Milorad volvio a su casa. Ilija puso su brazo en el hom-
bro de Mara y caminaron juntos hacia su casa con Cveja y
Voja deträs.
El viento agitaba y hacia crujir las copas de los ärboles
cargados de hojas. En el oeste, el sol se ponia anunciando un
nuevo dia de reposo con el ültimo estallido de rayos rubi,
dando brillo y matizando el cielo al atardecer.
El lunes, Draga y los tractores de la koljoz regresaron para
arar la tierra. Pero nunca, en todos los anos que la familia
vivio en ese lugar, vino alguien para trabajar en "su" tierra
en el dia de reposo de Mara.

158
Despues del ültimo adios
-Ya casi es hora de decir adios nuevamente -dijo Mara
con tristeza, un dia a comienzos de septiembre mientras sus
hijos se preparaban para regresar a la escuela. Era 1948. En
junio los gemelos se habian graduado de la escuela secunda­
ria en Sabac. Hacia poco, habian cumplido diecinueve anos
y habian pasado los exämenes de ingreso a la Universidad.
Esta vez se mudaban a Belgrado.
-Estaba equivocado al querer impedirles que vayan a la
escuela —Ilija dejo escapar de pronto sus palabras- Me ate-
rra pensar que hubiese podido tener exito. <^Que harian aho-
ra? No tenemos industrias, ni tierra. No tendrian futuro.
-Dios nos estaba guiando -respondio Mara. Luego se
volvio hacia los muchachos-. No podremos ayudarlos con
los gastos -se disculpo-. La vida en la ciudad costarä mas.
-N o te preocupes, mama. Estaremos bien -respondio
Cveja- Lo mäs importante ya estä resuelto; tenemos un lu-
gar donde vivir. Tenemos suerte de que Nata y Mica estan
dispuestos a compartir su pequeno departamento. Por lo que
escuchamos, es dificil conseguir departamentos en Belgrado.
-Por lo menos el regimen ofrece educacion gratuita
-agrego Voja-. Si podemos conseguir un trabajo de medio
tiempo mientras estudiamos, estaremos bien. Pero posible-
mente no podamos venir a visitarlos con frecuencia. Los
viajes en tren son caros.
Nata y Mica se habian casado el ario anterior y se habian
mudado a Belgrado, donde Mica instalo su propio negocio
de pintura y decoracion. El regimen habia disminuido las
restricciones y ahora le permitia al pueblo llevar a cabo pe~
quenas empresas independientes.
Unos pocos dias mas tarde, los mellizos partieron. Se mu-
159
iD e quien temere?

daron con su hermana y su esposo/ y se inscribieron en la


Facultad de Ingenieria de la Universidad de Belgrado para
continuar con estudios de arquitectura. Cada sabado, con
Nata y su esposo, recientemente bautizado, asistian a la
enorme Iglesia Adventista del Septimo Dia de Belgrado, que
tenia casi mil miembros.
"Nos va muy bien en la facultad", Mara leia la primera car­
ta de Voja avidamente. "No tenemos clases los säbados este
semestre. Hemos podido cambiar las horas de laboratorio del
sabado para otro dia. La mayoria de nuestros profesores no
son comunistas asi que no nos molestan". Mara estaba feliz.
En otra carta escrita por su hijo mas tarde ese mismo ano,
Mara leyo: "Tenemos dos horas de clase en sabado este se­
mestre. Pero nuestros companeros nos prestan los apuntes
de lo que perdemos. Te pondräs feliz al saber que Cveja y yo
entramos en el coro de jovenes de la iglesia, y que yo toco la
guitarra en la orquesta de mandolinas". Mara alzo su rostro
al cielo. Gracias, Senor. jLa idea de la guitarra funciono! Mi cora-
ζόη estd rebosando.
"Tenemos buenas noticias para ti, mama", anunciaba otra
carta, "Cveja y yo nos estamos preparando para el bautismo
del 28 de junio. ^Puedes venir?" Mara solto la carta y cayo
sobre sus rodillas. [Senor, has respondido todas mis oraciones!
Asi fue que cuando llego el dia, Mara, Mica y Nata, obser-
vaban a los gemelos con tdnicas blancas, junto a otros vein-
ticinco candidatos, descender a las aguas bautismales. Mara
no podia ocultar el gozo en su corazon. Sentada en el gran
santuario en medio de la enorme congregation, que nada se
parecia a los pequenos grupos en los hogares de la aldea a
los que ella estaba acostumbrada, Mara escuchaba cautiva-
da y feliz, y observaba a sus hijos participar del bautismo,
alabando a Dios en su corazon.
-Muy bien, mama -le pregunto Voja mas tarde cuando
regresaron al departamento-, <^que muchacha elegiste para
mi? Vi que te pusiste los anteojos y las inspeccionaste duran-

160
Despues del Ciltimo adios

te el culto.
-^Me viste? Bueno, hijo, no pude elegir ninguna -contes-
to Mara, y su rostro comenzaba a sonrojarse-. Debes hacer
eso tu mismo. Solo asegürate de que sea una buena cristiana.
Y si es bonita, como Rebeca y Raquel en la Biblia, la amaräs
mas. Oro para que Dios te guie en esta eleccion.
"El negocio de Mica estä creciendo, y nosotros estamos
engordando con la comida de Nata", decia otra de las cartas
de sus hijos. Demas esta mencionar el hecho de que Mica
habia comenzado a regresar tarde del trabajo en las noches y
a menudo se ausentaba de la iglesia. Un dia llego la tragedia
al hogar. Mica desaparecio.
Meses mas tarde, Nata aparecio en la granja con sus per-
tenencias en dos maletas.
-jNata! iQue haces aqui? ^Que ocurrio? -pregunto Mara
cuando la vio. Ilija estaba alii y tomo sus maletas.
-Mica esta en la carcel. Las autoridades confiscaron el
departamento y nos desalojaron. Incluso trataron de lle-
varse los muebles -y trataba de contener las lagrimas-
Afortunadamente guarde los recibos. Estaban a mi nombre
de soltera. Tu compraste los muebles, papa, para mi dote.
Guarde los muebles en el galpon de una amiga. Sin trabajo y
sin un lugar donde vivir, tuve que regresar a casa-. Nata se
quebro y comenzo a llorar.
-Este siempre es tu hogar, querida -le dijo Mara confor-
tändola-. Cuentanos lo que sucedio desde el principio.
-Hace varios meses atras, dos hombres que buscaban a
Mica vinieron a mi departamento. Eran agentes de la DBA-se
seco los ojos—.Me mostraron sus insignias. Les dije que Mica
todavia estaba en el trabajo. "Queremos interrogarlo", dije-
ron ellos. Durante varios dias vigilaron la casa, pero Mica no
regresaba. No se lo encontraba por ninguna parte. Diez dias
mas tarde, nos enteramos que la policia lo habia arrestado
cerca de la frontera italiana. Dijeron que trataba de escapar.
-^Pero que hizo? -pregunto Ilija-. ,;Por que estaban de-

161
{D e quien temere?

tras de el?
-Su nombre aparecia en una lista de miembros de una
organization anti comunista. De alguna manera, la policia la
encontro. Es extrano, nunca sospeche que estuviera envuelto
en la politica. Deberia haberlo sabido -se castigaba Nata a si
misma-. Las autoridades lo sentenciaron a diez arios de can­
cel. Durante meses, no sabiamos donde estaba. jDiez anos,
mamä! ^Que voy a hacer? -comenzö a llorar nuevamente.
-jQue terrible para ti, Nata! Estaräs bien aqui -la confor-
taba Mara.
—,;Υ que ocurrio con los muchachos? -pregunto Ilija—.
^Donde estän viviendo ahora?
-Encontraron una habitation en la casa de uno de los
miembros de la iglesia. Estän bien -respondio Nata, todavia
lloriqueando.
En 1951, Vera y Duda se casaron en una aldea cercana. Voja
vino de Belgrado para asistir a la boda, pero Cveja se quedo
con su padre, ya que este se habia enfermado de repente y ha-
bia sido hospitalizado en Belgrado. Todos esperaban que Ilija
se recuperara y regresara a la casa räpidamente, por lo tanto
Mara no lo visito, sabiendo que los gemelos lo cuidarian.
Unas dos semanas mäs tarde, un visitador de la munici-
palidad llamo a Mara.
-Senora Vitorovich, lamento informarle que hemos reci-
bido un mensaje de sus hijos de Belgrado -dijo-. Su esposo,
Ilija, ha fallecido esta manana en el hospital.
Mara estaba perpleja y desconsolada.
Los miembros de la familia hicieron el viaje hasta Belgrado
para el funeral. Cuando Mara pregunto a sus hijos, eilos le
contaron lo que habia pasado: "Visitäbamos a papä todos
los dias mientras estaba hospitalizado. Luego, un dia, su
cama estaba vacia. Cuando le preguntamos al otro paciente
que estaba en la habitation, nos dijo que papä habia muerto
esa manana". Ilija habia muerto a la edad de sesenta y dos
anos, y Mara se habia convertido en una viuda otra vez.

162
Despues del Ultimo adios

El coro de la iglesia de Belgrado canto en el servicio fune-


bre, y uno de los pastores tuvo la predicacion. El texto que
el pastor utilizo en su sermon fue el que se encuentra en 1
Tesalonicenses 4:13 al 18.
"Tampoco queremos, hermanos, que ignoreis acerca de
los que duermen, para que no os entristezcais como los otros
que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesus mu-
rio y resucitd, asi tambien traerä Dios con Jesus a los que
durmieron en el. Por lo cual os decimos esto en palabras del
Senor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado
hasta la venida del Senor, no precederemos a los que dur­
mieron. Porque el Senor mismo con voz de mando, con voz
de arcängel, y con trompeta de Dios, descenderä del cielo; y
los muertos en Cristo resucitarän primero. Luego nosotros
los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arreba-
tados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Senor
en el aire, y asi estaremos siempre con el Senor. Por tanto,
alentaos los unos a los otros con estas palabras".
jLa resurrection! jComo espera mi corazcm ese momento! pen-
saba Mara mientras miraba el cuerpo sin vida de su esposo,
que descansaba en paz en el ataud de madera.
Despues del funeral, las mujeres de la familia se reunie-
ron alrededor de Mara en la cocina, y le hicieron preguntas
que habian surgido al escuchar el sermon.
-Estoy confundida, Mara -dijo Petra-. Las almas de los
muertos ya estan en el cielo, ^para que tienen que resucitar?
Mara tomd su Biblia y se prepare» para responder.
-Ese es el tema, Petra. No vamos al cielo cuando mori-
mos. Debe haber un juicio antes. La Biblia nos ensena que
los muertos, los buenos y los malos, descansan en la tumba.
La muerte es como un sueno. Excepto Enoc y Elias, a quienes
Dios trasladd al cielo sin ver la muerte, y Moises, quien fue
levantado de los muertos, ningdn ser de la tierra estä en el
cielo ahora -Mara busco Hechos 2:29,34 y lo leyd- "Varones
hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David,

163

im
(De quien temere?

que murio y fue sepultado, y su sepulcro estä con nosotros


hasta el dia de hoy [...] Porque David no subio a los cielos".
Ves, Pablo dice que David todavia estä en la tumba. Si el
todavia estä alli, todas las demäs personas tambien lo estän.
Es por eso que Jesüs viene a la tierra, a llevarnos al hogar,
porque nadie estä allä todavia.
-Eso tiene sentido, Mara, pero tü sabes que nos ensena-
ron que el alma es inmortal y que va al cielo -dijo Lila.
-N o es asb de acuerdo con la Biblia -respondio Mara-
Cuando la Biblia habla acerca del alma o del ser, se refiere
a la persona completa. El alma puede estar viva o muerta.
Volvamos al relato de la creacion para ver que dice -tomo
su Biblia y leyo Genesis 2:7-: "Entonces Jehovä Dios formo
al hombre del polvo de la tierra, y soplo en su nariz aliento
de vida, y fue el hombre un ser viviente". ^Ven lo que dice?
El hombre llego a ser un alma o un ser viviente cuando Dios
soplo en su nariz aliento de vida. Antes de que esto ocurrie-
ra, era un alma o un ser muerto. El texto no dice que Dios
haya puesto un alma en el cuerpo del hombre.
Mara continuo leyendo otros pasajes de la Biblia:
"Porque como el cuerpo sin espiritu estä muerto, asi tam­
bien la fe sin obras estä muerta" (Santiago 2:26). "Y el polvo
vuelva a la tierra, como era, y el espiritu vuelva a Dios que
lo dio" (Eclesiastes 12:7). Espiritu y aliento significan lo mis-
mo. Es el aliento lo que vuelve a Dios cuando morimos -dijo
Mara-. La Biblia es clara. No existe tal cosa como un alma
inmortal. La Biblia lo dice: "El alma que pecare, esa morirä"
(Ezequiel 18:4). Asi que como ven, el alma es mortal. Cuando
morimos, no sabemos nada.
Volvio a dar vuelta las päginas de su Biblia y leyo:
"Porque los que viven saben que han de morir; pero los
muertos nada saben, ni tienen mäs paga; porque su memo­
ria es puesta en olvido. Tambien su amor y su odio y su en-
vidia fenecieron ya; y nunca mäs tendrän parte en todo lo
que se hace debajo del sol" (Eclesiastes 9:5, 6). "Asi el horn-

164
Despues deI iiltimo odiös

bre yace y no vuelve a levantarse; hasta que no haya cielo,


no despertarän, ni se levantarän de su sueno [...] Sus hijos
tendrän honores, pero el no lo sabrä; o serän humillados, y
no entenderä de ello" (Job 14:12, 21).
-,;Se dan cuenta? -continuo Mara-. La idea de un alma in­
mortal esta basada en las mentiras del diablo. Se lo leere. La
serpiente le pregunto a Eva si Dios les habia prohibido, a ella
y a Adän, comer del fruto de todos los ärboles de jardin. Eva le
respondio -Mara busco Genesis 3:3-: "Pero del fruto del ärbol
que esta en medio del huerto dijo Dios: No comereis de el, ni
le tocareis, para que no muräis. Entonces la serpiente dijo a la
mujer: No morireis". El diablo mintio. Dios dijo que moririan
si desobedecian. El diablo dijo que no moririan. La ensenanza
de que continuamos viviendo despues de que morimos viene
de Satanäs y del paganismo. Los cristianos deberian saberlo
-dijo Mara-. El problema es que la gente no lee la Biblia por
si misma. Por eso estän confundidos. No importa lo que otros
digan. Necesitan saber lo que Dios dice.
Mara abrio la Biblia en el Nuevo Testamento y continuo:
-La Biblia nos dice que solo Dios es inmortal. Pablo le
dice a Timoteo que Dios es "el unico que tiene inmortalidad,
que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hom-
bres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio
sempiterno. Amen" (1 Timoteo 6:16). El tambien dice que
Jesds "quito la muerte y saco a luz la vida y la inmortalidad
por el evangelio" (2 Timoteo 1:10).
-Dios promete la inmortalidad solo a aquellos que crean.
Ustedes conocen el versiculo de Juan 3:16: "Porque de tal
manera amo Dios al mundo, que ha dado a su hijo unige-
nito, para que todo aquel que en el cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna". Los incredulos nunca la tendrän. Al fi­
nal, los malvados perecerän y no existirän mas. Escuchen
esto -Mara continuo buscando otros textos-. Este dice que
Dios "pagarä a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a
los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e

165
iD e quien temere?

inmortalidad" (Romanos 2:5, 6, 7).


-Y Pablo dice: "He aqui, os digo un misterio: No todos
dormiremos; pero todos seremos transformados, en un mo-
mento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; por-
que se tocara la trompeta, y los muertos serän resucitados
incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque
es necesario que esto corruptible se vista de incorrupcidn, y
esto mortal se vista de inmortalidad" (1 Corintios 15:51-53).
Por eso Dios puso un angel en la puerta del jardin del Eden,
para que el hombre caido no comiera del fruto del ärbol de
la vida y viviera para siempre.
Luego Mara leyo Genesis 3:22 al 24.
"Y dijo Jehova Dios: He aqui el hombre es como uno de
nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alar-
gue su mano, y tome tambien del ärbol de la vida, y coma,
y viva para siempre. Y lo sacd Jehova del huerto del Eden,
para que labrase la tierra de que fue tornado [...] y puso al
Oriente del huerto de Eden querubines, y una espada encen-
dida que se revolvia por todos lados, para guardar el cami-
no del ärbol de la vida".
-Ahora todo tiene sentido. <Y que dice acerca del infier-
no? -las preguntas brotaban de los labios de Lila- Dijiste que
los que no creen perecerän. ^No se queman para siempre los
malvados? ^Estä el infierno en llamas ahora? -pregunto.
-No, Lila. Todos duermen en la tumba hasta el dia del jui-
cio. Luego, cada uno recibirä su recompensa. Dios harä des­
cender fuego del cielo sobre los malvados y los quemarä. Ese
es el propdsito del fuego; no torturarlos, sino terminar con
la maldicidn del pecado. Dios es amor. El fuego finalmente
consumirä al diablo y a sus ängeles malos y a todos los peca-
dores que los siguieron. Limpiarä la tierra. El pecado es como
la lepra. Al fuego se le llama "eterno" porque nada lo pue-
de apagar hasta que termine de consumir todo lo que Dios
quiere que consuma. Luego se apagarä -Mara busco Salmos
37:10, 11, 20 -: "Pues de aqui a poco no existirä el malo; ob-

166
Despues del Ultimo adios
II
servaräs su lugar, y no estarä alii. Pero los mansos heredarän
la tierra, y se recrearän con abundancia de paz [...] Mas los
impios perecerän, y los enemigos de Jehova como la grasa de
los carneros serän consumidos; se disiparan como el humo".
Lo ven -dijo Mara para concluir- Dios comenzara todo otra
vez y hara una tierra enteramente nueva en este planeta.
Las mujeres finalmente se marcharon; parecia que al final
se habian quedado sin preguntas. "Querido Senor, envia tu
Espiritu Santo y haz que tus palabras queden claras en sus men-
tes", oro Mara. "Que te conozcan como a un Salvador amante y
misericordioso y no como a un Dios cruel".
Ahora, sola en la habitation silenciosa, Mara contemplaba
su vida y los dias solitarios que la esperaban. Gracias, Senor,
oro en su corazon, por llija, mi companero de tantos anos que no
los puedo recordar. Has conservado a mis hijos fieles a ti. Has pro-
visto para mis hijas. Has hecho maravillas por mi, oh, Dios. jQu0
cambios has hecho en mi vida! Mara recordo los Ultimos dias.
Ilija habia adorado a Dios con ellos los viemes y los säbados
de tarde y habia cantado sus canciones. Los habia acompana-
do a la iglesia a menudo. Johann se habia unido al grupo de
Uzvece. Aquellas palabras que Johann me dijo ese domingo, hace
tanto tiempo, cambiaron mi vida. Me cambiaron a mi, Dios, y cam-
biaron a muchas personas. Hasta donde ella sabia, mäs de ciento
cincuenta personas habian creido las maravillosas verdades
de la Biblia debido a su influencia, las verdades olvidadas por
los anos y reemplazadas por las ideas de los hombres y las
tradiciones. Dios admirable, jcudn maravillosos son tus caminos!
Un dia, no mucho despues, ocurrio algo increible. Marija, la
esposa de Mladen, vino a ver a Mara con noticias grandiosas.
-Mara, jmira lo que el SenoT ha hecho! -le dijo con gran
euforia- Mladen se bautizo el säbado pasado. Si, Mara, jes
verdad!
-^Mladen? ^Bautizado? -Mara casi no podia respon­
der-. El trato de forzarme a abandonar mi fe. Amenazo con
expulsar a cualquiera de su familia que creyera en algo di-

167
iDe quien temere?

ferente. ^Ahora esta bautizado? jEste es el milagro de todos


los milagros! ^Como ocurrio, Marija?
-Bueno, cuando se entero que nuestras seis hijas habian
sido bautizadas despues de mi, supongo que fue demasiado
para el. jEramos mayoria! -Marija se rio-. jAhora habla de
hacer las reuniones de la iglesia en nuestra casa!
~lY Petar? ^Que dice el? -pregunto Mara.
-Petar no ha cambiado. Todavia es indiferente -dijo
Marija-. Es extrano, ,mo, Mara? Nunca se sabe quien respon-
derä al llamado del Espiritu Santo. No importa cuan testaru-
dos o malos sean, nunca debemos perder las esperanzas.
-Todo pasarä y el Senor vendrä, Marija -Mara repitio la
frase familiar para quienes la conocian- Dios llama a todos
a ir al hogar con el.
Despues que Marija se hubo marchado, Mara tomo su
Biblia y leyo nuevamente las palabras que tanto anirno y es~
peranza le daban:
“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo
y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existia mas. Y yo Juan
vi la santa ciudad, la nueva Jerusalem, descender del cielo, de
Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oi
una gran voz del cielo que decia: He aqui el tabemäculo de Dios
con los hombres, y el morara con ellos; y eilos serän su pueblo,
y Dios mismo estarä con ellos como su Dios. Enjugarä Dios toda
lagrima de los ojos de ellos; y ya no habra muerte, ni habrä mas
llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”
(Apocalipsis 21:1-4)
"No mas dolor, no mas clamor, no mas muerte, guerras,
o llanto", repitio Mara. Cito de memoria Salmos 30:5: "Por
la noche durara el lloro, y a la manana vendrä la alegria".
"Si, Senor", y respiro profundamente, "ique ^ozo sera ver
tu rostro en la manana de la resurreccion y encontrarme con
los seres queridos que perdi aqui! 'Amen; si, ven Senor Jesrts'
(Apocalipsis 22:20). Mantenme fiel, Senor, hasta que diga mi
ultimo adios".

168
1
DE QUIEN
'TEMERE?
omo haces para recoger tos pedazosde tu vida, que It.i •.Ι(Ιι η |··μ μ id.i

C y seguiradelante? ^Hay algo.o Alguien.en quien puetlih i ic h y dnpitn


_ der.para podercontinuar?
Para Mara la vida era una zona de guerra literal. Su historia vniidli i nim ||i?\ t 1I <
Serbia deteriorada por la Primera Guerra Mundial. La violencia deltruyd l.i I.im iIIm . i ·
Mara... y tambien su corazon. Cuando finalmente llegö la paz, Mara lupttO un minv..
comienzoy seestableciöcon llijaysucrecientefam iliaen una sencllla vlil.nln r .impn
Sin embargo, un comentario al pasodespertö un nuevoconflicto. ·· ·' · ···■ ι ιι 1 1
conciencia de Mara. La iglesia desu pais siempre habia sido un oasis dentin dH . n .
del mundo,y Mara nunca cuestionö sus enseüanzas.
Sin embargo,Mara decidio buscar las respuestasen el LibroqueΜΠ'.ΙιΙ ρ ι ,ι Ι μ ..
grado, pero que nunca habia abierto ni leido por si misma. En sus pägln.i·. ιίη μ ιι Ι ιπ
un tesoro oculto, lleno de verdades, y descubrio las respuestas a muchas tin \i|i* pm
guntas acerca de la vida en esta tierra y en el mäs allä.
Cuandoestailo la Segunda Guerra Mundial, las alborotadoras mäquln.rs dr gun
rra nazis atravesaron Serbia conuna despiadada misiön de destrucciön. La feile M.u.i
?sustentaria a su familia en la peor hora de sus vidas?
(De quien temere? es un libro poderoso que te darä valor y te ayudara nu ·,. ili . .i
sobrevivir, sino tambien a encontrar esperanza y victoria en las batallas de la vida

Ann Vitorovich naciöyse crio en la ciudad de Nueva York con padres croatas. Ha pu
blicado varios articulos en las revistas: Insight, Adventist Reviewy Signs of the Time·..
Ann asistiö al Columbia Union Collegey ha trabajado como secretaria juridicay ejecu
tiva. A nnysu esposo, el arquitecto Voja, viven eh Arizonay tienen un hijo -George- qtw
es artista profesional.

9 789875 673427

Вам также может понравиться