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Jesús sabe muy bien la alegría que sentirán los campesinos de las aldeas cuando eran
invitados a compartir unas bodas. Es un tiempo de compartir en familia, de dejar atrás
los afanes de la cotidianidad y entrar en la dinámica de una diversión sana, en familia,
una fiesta de amigos.
Jesús entendió y vivió toda su vida como una gran invitación a compartir un banquete.
Él mismo al final de su misión comparte un gran Banquete con sus seguidores, el
Banquete de la eucaristía, del cual también nosotros hoy estamos participando y
siempre somos los invitados predilectos.
El Banquete de la Eucaristía es una invitación que no debemos decir no, debemos estar
atentos para ir y compartir con el Señor y con nuestros co-hermanos en la fe.
Dios Padre quiere que todos tengamos parte en la boda y no nos hagamos los de la
“oreja mocha”. Él al enviar a los cruces de los caminos, nos está diciendo que no hay
exclusión, que no hay barreras que puedan impedir hacer parte de la fiesta de bodas.
Estemos atentos para que la vida no nos de sorpresas que nos hagan arrepentirnos.