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La variación lingüística.
Uso individual de la lengua
Responde las siguientes preguntas: Cuándo hablas con una persona que no
conoces, ¿cómo es tu manera de dirigirte a ella? ¿De qué depende?
Es evidente que existen formas de hablar diferentes para cada situación. No nos expre-
samos de la misma forma cuando nos dirigimos al director del banco al que preten-
demos pedir un crédito que cuando charlamos con un amigo de infancia. Cualquier
hablante es capaz de modificar su manera de hablar para intentar adecuarse a las con-
diciones impuestas por la situación y para conseguir sus fines comunicativos. Algunas
personas, debido a sus limitaciones culturales o a preferencia personales, encuentran
difícil o molesto adaptar su modo de hablar a las circunstancias, pero esta incapaci-
dad se suele considerar como algo negativo y es frecuentemente objeto de burla.
Cualquier hablante posee intuiciones más o menos acertadas sobre qué formas de
hablar son adecuadas en una situación determinada y cuáles no, porque todos inte-
riorizamos, como parte de nuestra educación, reglas precisas sobre las pautas de com-
portamiento socialmente establecidas en nuestra comunidad. Son estas intuiciones,
que constituyen un componente central de la competencia comunicativa de una per-
sona, las que hacen que ciertos desajustes o incongruencias entre situaciones y for-
mas de hablar provoquen la risa.
Los factores que determinan la elección de una forma de hablar son muy variados.
Los principales son la relación entre hablante y oyente, el tipo de actividad comuni-
cativa y los temas tratados.
La relación entre Este factor incluye la identidad de los interlocutores, sus intenciones comunicati-
hablante y oyente vas y, especialmente, la relación interpersonal que está determinada por dos ejes:
el grado de familiaridad y la jerarquía.
El tipo de actividad Tanto el uso del lenguaje como otros aspectos del comportamiento humano (la
comunicativa actitud ante los demás, el grado de autocontrol, la forma de vestir o la manera de
gesticular) están determinados por estos elementos:
• El marco o escenario en el que tiene lugar la comunicación (puede ser privado
o público, institucional, laboral, personal, etc.).
• El canal por el que se transmite el mensaje (oral o escrito, comunicación cara a
cara o telefónica, etc.).
• El género discursivo que define la actividad de los participantes. Por ejemplo:
conversación espontánea, entrevista, conferencia, artículo científico, etc.
Los temas tratados La forma en que hablamos está condicionada por ellos. Hay temas especializa-
dos que no suelen tratarse con el mismo léxico que otros temas más ligados a
la vida cotidiana, como nuestras experiencias personales o el trabajo. Los temas
especializados requieren normalmente un nivel de formalidad superior al de los
temas de interés general.
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La variación diafásica
En el seno de una comunidad lingüística se producen diferentes tipos de variación.
Aquí vamos a estudiar únicamente la variación diafásica, que tiene que ver con
la adecuación a la situación de habla.
Clases de estilos
¿Cuántos estilos podemos distinguir? Resulta muy complicado contestar a esta pre-
gunta, ya que la variación diafásica o estilística opera sobre una sutil gradación en
la que no es posible establecer distinciones tajantes. No hay un número fijo de situa-
ciones comunicativas, y tampoco hay un número establecido de estilos. No obstan-
te, los estilos pueden caracterizarse partiendo de una serie de escalas o gradaciones
correspondientes a cada uno de los factores determinantes de la situación comu-
nicativa (o sea, los parámetros con arreglo a los cuales se mide la adecuación de un
enunciado). Es útil tener en cuenta al menos los siguientes: el grado de formalidad,
el tema tratado y el canal de transmisión.
• Grado de formalidad. Las situaciones más forma-
les son aquellas que están más institucionalizadas y
más estrictamente reguladas por convenciones
sociales, de forma que reducen al mínimo la liber-
tad de comportamiento de los hablantes. Un ejem-
plo muy claro es el de las declaraciones ante el juez:
en esta situación no hay reciprocidad en el inter-
cambio comunicativo, ya que el juez es el único
que interviene libremente, y el declarante debe
expresarse de forma cuidada y respetuosa al diri-
girse a él. En el polo opuesto —el de las situacio-
nes informales— están las conversaciones entre
amigos o en el ámbito familiar. De acuerdo con
esto, podemos distinguir, a grandes rasgos, un
registro formal y un registro informal. Pero
también es posible afinar la clasificación y obte-
ner un cuadro como el que sigue, en el que se
Las situaciones familiares propician
establecen cinco registros, en una escala de el empleo de un registro informal.
menor a mayor grado de formalidad.
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• Tema tratado. El tema puede ser más o menos técnico. Mientras que
los temas genéricos y cotidianos favorecen, en principio, la adopción
de un registro informal y coloquial, los temas técnicos, científicos o
muy específicos requieren un registro especializado, particularmen-
te en lo que se refiere a la selección del léxico. Basta con pensar en las
situaciones en las que serían apropiados los dos ejemplos clásicos
Pásame la sal, por favor y Dame diez miligramos de cloruro sódico,
por favor (respectivamente, en la mesa —registro informal— y en un
laboratorio —registro especializado—).
• Canal de transmisión del mensaje. Atendiendo al canal de trans-
misión, es necesario considerar como dos registros o estilos bien
diferenciados el oral y el escrito. El registro escrito, frente al oral,
implica un grado importante de planificación y atención al uso de
la lengua, por lo que la distinción oral-escrito está construida, en
parte, sobre los mismos factores que sustentan la distinción formal-
informal. Una estructura como ¡Qué calor hace!, típica del registro
informal, no suele aparecer en textos escritos, pero es corriente en
el uso oral.
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Los registros formales tienden a ser más neutros e impersonales, y esto se refleja en la gramá-
tica: la presencia de los interlocutores y su forma de involucrarse afectivamente en la comuni-
cación no se manifiesta de forma tan clara como ocurre en los registros informales (en estos
últimos, sería típica, por ejemplo, la inserción del pronombre me en una secuencia como
Entonces va y se me tira a la piscina sin pedir permiso, con la intención por parte del hablante de
presentarse como alguien afectado por la situación descrita).
La mayor parte de estos fenómenos que oponen lo formal a lo informal son, en última instan-
cia, resultado de la combinación de los factores básicos: espontaneidad frente a planificación,
oralidad frente a escritura.
¡Los indios!… Mira que les iba mal: película tras película,
los molían; que algunas veces, hasta caían dos de un solo
disparo, que esto lo he visto yo, y no una ni dos veces…
Y luego, esa manera tonta de atacar, que se ponían a dar
vueltas y vueltas y los de las carretas haciendo puntería,
como con los patitos en el tiro al blanco, que aquí era un
indio.
Pero nada, oye, al jueves siguiente otra vez los tenías dale que dale, erre que erre. Que ade-
más de tontos, es que eran de mala condición, eso es lo que les pasaba… Charlton Jeston los tenía
calados y se pasaba media película diciéndole al capitán que no se fiara. No le hicieron caso, y
pasó lo que tenía que pasar, que el indio este soliviantó a los otros y la liaron.
Y tuvo que arreglarlo el mismo Charlton Jeston, que estaba peleado pero que les hizo el favor, y
fue y le rompió la espalda al indio. Que los indios, en cuanto les matabas al jefe, se retiraban.
A. Sopeña. El florido pensil.
Tomado de Lengua castellana y literatura 1 bachillerato, Madrid, Santillana Educación, S.L., 2002, p. 88.
n Ahora, intenta caracterizar el estilo del texto de acuerdo con los parámetros mencionados.
Justifica tu respuesta.
n Vuelve a redactar el texto con un estilo opuesto, haciendo las modificaciones oportunas.
© Santillana