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RUIDO BLANCO

Por Carolina Opazo


Artista Visual
caro.o.river@gmail.com

Transitando la carretera comprendí sus sonidos como ruido blanco con un chirrido similar

al de la tv o la radio cuando pierde la señal, desde la psicología se dice que el ruido

blanco sirve para relajarse, y es que se ha vuelto natural y se ha encarnado en nuestro

inconsciente como un no-lugar de pensamiento. El investigador australiano Douglas Khan

analiza el ruido como la manifestación de la supresión de algo más, donde el ruido

correspondería a una suerte de enmascaramiento de un silencio. Por ejemplo, hace poco

menos de un año fui a una de las presentaciones de la celebración del “Día Mundial de

la Escucha en Concepción” donde la artista chilena Alejandra Pérez presentaba 9 años de

su investigación titulada “Hackeando la Antártica” consistente en expediciones geográficas

en el continente blanco. Ella cuenta que esperaba encontrar sonidos imperceptibles de la

naturaleza, pero encontró principalmente infrasonidos de las bases militares y científicas

instaladas allí.

Recordando la presentación de esta artista, paralelamente sigo leyendo a Douglas Khan

sobre su conceptualización del ruido como un principio estético y condición política que

emerge en la modernidad. Él dice que la modernidad nos enfrentó a otra forma de

escucha, la escucha de nuestra propia voz separada del hueso de vibración y reproducida

desde afuera, rompiendo nuestra relación con lo aural y convirtiéndola en un producto

que está más allá del órgano auditivo. Entiendo que en este sentido hay un
desplazamiento del yo hacia fuera del cuerpo, esto me hizo recordar una novela que leí

mientras estudiaba en la universidad, se llamaba “La ciudad ausente” (a propósito de esta

investigación) escribía el novelista argentino Ricardo Piglia, el relato del personaje principal

acerca su padre aficionado a escuchar las cintas de Perón bajo el exilio, grabaciones de

audio que se escuchaban lentas y distorsionadas, cuando ya los hechos eran otros y

todo parecía atrasado y fuera de lugar y que sin embargo puedes escucharlas cada vez

que quieres. Después de esto, no sé si el mismo personaje u otro hablaba sobre un

relato extrañísimo acerca de un hombre que no tenía palabras para describir el horror

relatado, y que dicho relato circulaba por toda la ciudad en copias de caset. En otra

página el mismo personaje describía con tristeza a un inglés en argentina que no sabía

nada de español salvo la traducción de Martín Fierro, y que se encontraba deprimido al

no poder expresarse, texto que me viene a la cabeza ahora que a duras penas puedo

con el inglés y nada con el francés aquí. Andrea hace unos días me dijo que siempre se

ha sentido como extranjera, aunque lo dudo, pero si hay de cierto que es nómade, la

cuestión es que siempre estamos transitando fuera de lugar y del tiempo, y no en un

sentido poético, este es quizás uno de los peores síntomas que la modernidad trajo

consigo, ya todo lo experimentamos envasado.

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