Вы находитесь на странице: 1из 9

El Popol Vuh, el mito maya de la creación.

Hoy les voy a contar el mito maya de la creación, tal y como aparece en el
libro del Popol Vuh. En él se narra cómo los dioses crearon el mundo y las
diferentes razas de hombres y animales, cómo los gemelos Hunahpú e
Ixbalanqué derrotaron a los señores de Xibalbá y cómo la tierra de los mayas
se pobló a partir de cuatro hombres perfectos. Escuchad que esto es cierto,
así lo afirma el Popol Vuh, el libro de la sabiduría de los mayas k´iche´.

Al principio el mundo estaba calmado, al principio el mundo estaba en


silencio. El mar lo cubría todo. El dios Qukumatz dormía cubierto de plumas
de quetzal, de repente despertó, y Huracán, el dios de las tormentas y los
vientos, acudió a hacerle compañía.

-Que el agua se retire, y que surja la tierra- dijeron los dioses, y las tierras se
alzaron y descendieron los mares.

Luego, hicieron a los animales, grandes y pequeños

-Tú, venado-dijeron-dormirás a la orilla de los ríos, en los barrancos y en el


bosque. Caminarás en cuatro patas. Ustedes pájaros hagan sus nidos en los
árboles y multiplíquense. Animales y pájaros griten y hablen cada uno según
su especie.

Y los animales respondieron con rugidos, mugidos y graznidos

-No pueden decirnos sus nombres-exclamaron los dioses asombrados-Como


castigo de ahora en adelante se matarán y comerán entre ustedes.

Entonces dijeron los dioses:


-Hagamos unos seres obedientes y respetuosos que nos alimenten, hagamos
hombres de barro.

Pero estos hombres no estaban bien, no podían mantenerse en pie, así que
los creadores deshicieron su obra.

-Hagamos hombres de madera- se dijeron entonces

Estos hombres sí se mantenían firmes, pronto aprendieron a hablar, se


reprodujeron y poblaron toda la tierra, tuvieron hijos e hijas, pero no tenían
alma ni entendimiento, y no se acordaban de sus creadores.

Entonces Huracán dijo:

-Estos hombres tampoco nos obedecen, enviaré un diluvio que los destruirá

Así, los hombres de madera fueron ahogados, y sus hijos se convirtieron en


monos.

Cuando ya faltaba poco para que saliera el sol, todos los animales juntaron
mazorcas de maíz blancas y amarillas y se las llevaron a los dioses. Quienes
hicieron, con este alimento, la carne y la sangre de los hombres. Crearon
cuatro hombres que hablaron, vieron, oyeron y caminaron. Eran hombres
buenos, hermosos y muy inteligentes. Veían y entendían todo, lo grande y lo
pequeño. Pero a los creadores esto no les pareció bien.

Estos hombres son demasiado inteligentes, parecen dioses

Entonces Huracán les envió una neblina que les nubló la vista y solo pudieron
ver lo que estaba cerca.
Mientras los hombres dormían, los dioses crearon a las mujeres. Cuando
despertaron, las vieron. Eran verdaderamente hermosas y no tardaron en
multiplicarse con ellas. Todavía no había salido el sol y los hombres y
mujeres bailaban en torno a una gran hoguera, que habían encendido,
mientras rogaban :

-¡Que amanezca, que amanezca, que llegue la aurora!

Mientras tanto, los dioses Hunahpú e Ixbalanqué tramaban una venganza.


Eran hermanos gemelos y vivían con sus primos y su abuela. Los primos
eran excelentes músicos, pintores y talladores; pero tenían envidia de los
hermanos. Un día los cuatro fueron a cazar.

-Ayúdennos primos, a cazar a esos pájaros, suban a ese árbol- dijo, Hunahpú

Pero cuando los primos subieron al árbol comenzaron a salirles largas colas y
caras peludas de animales.

-¿Qué nos ha sucedido? No podemos bajar del árbol

Hunahpú e Ixbalanqué fueron a donde la abuela

-¿Qué les ha sucedido a nuestros primos que tienen caras de animales? Los
vamos a llamar para que los veas

Los hermanos tocaron sus flautas y tambores y los primos acudieron,


convertidos en monos.

La abuela comenzó a reir entonces.


Eso les ha pasado por codiciosos- dijo

Días después, Hunahpú e Ixbalanqué encontraron los implementos para


jugar a la pelota que habían sido de sus padres. La pelota se jugaba con
cascos, guantes y un gran balón de caucho duro. Había un campo de juego
con paredes en talud y dos agujeros a una cierta altura, lo suficientemente
grandes como para que la pelota pasara por ellos, .

Pero mientras los hermanos jugaban el ruido que hacían molestaba a los
malvados y oscuros señores de Xibalbá, los amos del inframundo que envían
enfermedades y desgracias a los hombres de la tierra.

-¿Quiénes son estos que vuelven a jugar sobre nuestras cabezas y nos
molestan- dijo el primero, Hun Camé.

-¿Acaso sus padres no murieron por hacer lo mismo?-Agregó el segundo,


Vucub Camé.

En efecto, el padre y el tío de los gemelos eran los hermanos Hun Hunahpú y
Vucub Hunahpú. Estos habían sido los primeros en aprender el juego de la
pelota. Un día fueron retados por los señores de Xibalbá a jugar con ellos en
el inframundo. Fue un gran partido, pero al final los hermanos perdieron y por
esto fueron asesinados. Desde entonces los mayas conservan la costumbre
ritual del juego de la pelota, y cuando este termina el capitán del equipo
perdedor es sacrificado, para así honrar a los dioses y a la creación.

Los señores de Xibalbá colocaron las cabezas de los hermanos sobre las
ramas de un árbol. Un día, la doncella Ixquiq, que pasaba por ahí, fue
llamada por la cabeza de Hun Hunahpú. Cuando esta se acercó, el dios
escupió sobre la palma de la mano de ella, dejándola embarazada de esta
forma. Ixquiq se fue a vivir entonces con su madre y sus dos sobrinos, y ahí
dio a luz a Hunahpú e Ixbalanqué.

Volviendo al presente, Hun Camé y Vucub Camé, los señores de Xibalbá,


dijeron:

-Búho, anda a la tierra, y lleva un mensaje a esos dos

En la tierra, el búho se encontró con un piojo y le transmitió el mensaje.


Luego el piojo fue devorado por un sapo, el sapo fue devorado por una
culebra y la culebra fue devorada por un gavilán. Cuando el gavilán llegó al
campo de pelota, comenzó a girtar:

-Traigo un mensaje, traigo un mensaje

-Habla- le dijo Hunahpú

Entonces el gavilán escupió a la culebra

-¿Cuál es el mensaje?- preguntó Ixbalanqué

Entonces la culebra escupió al sapo

-Eres un mentiroso- gritó Hunahpú, golpeando al sapo enfurecido. Este


escupió entonces al piojo que habló:

-Ha llegado un mensajero desde Xibalbá, tienen que estar ahí dentro de siete
días para jugar con los señores. Traigan sus implementos, los cascos, los
guantes, la pelota.
Sin perder tiempo los dos hermanos partieron a Xibalbá. El inframundo era un
lugar terrible. Primero había que recorrer un camino de pendientes muy
inclinadas, que llevaban a la orilla de los ríos encantados y a los barrancos
cantantes. Después había que atravesar estos y cruzar por un bosque denso
de zarzas y espinos de todo tipo. Una vez fuera se encontraba uno primero
con un río de sangre, y luego con uno de agua, de ninguno de los dos se
podía beber. Finalmente se llegaba a una encrucijada de cuatro caminos. El
primero era rojo, el segundo negro, el tercero blanco y el cuarto amarillo. El
camino negro llevaba directamente a los salones del los señores de Xibalbá.

Cuando Hunahpú e Ixbalanqué llegaron, los señores del inframundo dijeron

-Vamos a jugar, usaremos nuestra pelota

Y la arrojaron entonces sobre los hermanos, pero cuando la pelota se


acercaba estos vieron que se transformaba en una gigantesca daga de
obsidiana.

-Quieren matarnos- exclamaron- vámonos de aquí

-No se vayan muchachos- dijeron los señores- juguemos entonces con la


pelota de ustedes

Y así jugaron, pero esta vez fueron los amos del inframundo los que
perdieron el juego. Y así fueron vencidos los señores de Xibalbá.

Cada noche, Hunahpú e Ixbalanqué debían pasar algunas terribles pruebas o


morir.
Primero entraron a la casa de los cuchillos, donde debían ser despedazados.,
Navajas, cuchillas, hojas, y dagas muy afiladas volaban por todas partes. Los
hermanos se colocaron en el centro y alzando sus cerbatanas mágicas les
gritaron:

-Las carnes de todos los animales serán de ustedes si no nos hacen daño. Y
así obraron los cuchillos, y desde ese día se usan siempre en la caza para
desollar a las presas.

A la mañana siguiente Hunahpú e Ixbalanqué aun estaban vivos, y así fueron


vencidos los señores de Xibalbá.

Llegó la noche y los hermanos entraron a la casa de los jaguares. Las fieras
se amontonaban por doquier, rugientes y enfurecidas, mostrando los terribles
colmillos y con los ojos inyectados en sangre. Los había de todo tipo, color y
tamaño, algunos de ellos inmensos, más grandes que hombres. Ixbalanqué
invocó entonces con magia un suculento trozo de carne de ciervo y las
bestias se dieron un festín con esta, olvidándose de los hermanos.

-Todavía están vivos- exclamaron sorprendidos Hun Camé y Vucub Camé- de


qué raza son estos, de dónde han venido.

Y así fueron vencidos los señores de Xibalbá

La noche siguiente entraron a la casa de los murciélagos. Estaba a oscuras,


en tinieblas, y los pequeños seres alados volaban en derredor. Ahí los
hermanos lanzaron un hechizo, se hicieron pequeños y se metieron dentro de
los huecos de sus cerbatanas para esperar a que pasara la noche. Pasó el
tiempo y Hunahpú se asomó para ver si ya había amanecido, en ese
momento pasó un murciélago volando junto a él y lo decapitó.
Los señores del inframundo recogieron su cabeza y la colocaron sobre el aro
del juego de pelota. Pero pronto Ixbalanqué se las arregló para recuperarla,
pues un conejo había distraído a Hun Camé y Vucub Camé. La colocó en el
cuerpo de su hermano, que volvió a la vida.

Y así fueron vencidos los señores de Xibalbá.

Después, Hunahpú e Ixbalanqué fueron llevados delante de una hoguera, y


así murieron.

Ahora sí los hemos vencido, por fin se han entregado- exclamaron los
señores de Xibalbá mientras machucaban y pulverizaban los huesos y las
cenizas de los hermanos. Para luego arrojarlas al río.

Después de varios días Hunahpú e Ixbalanqué aparecieron convertidos en


peces, y luego se transformaron en hombres pobres que hacían grandes
prodigios. Se mataban los unos a los otros y se resucitaban, se cortaban las
cabezas y luego las volvían a coser sobre sus cuellos sangrantes.

-¡Que maravilloso, sacrifíquennos a nosostros también!- Rogaron los


malvados señores de Xibalbá

-Sacrifiquémoslos, pero no los resucitemos- se dijeron los hermanos. De esta


forma obraron, le cortaron la cabeza a Hun Camé y a Vucub Camé, y no los
devolvieron a la vida después. Mediante este engaño lograron ganar y así
fueron derrotados para siempre los señores de Xibalbá.

Luego los hermanos se pararon frente al resto de oscuros dioses del


inframundo y les gritaron.
-Nosotros somos Hunahpú e Ixbalanqué, ustedes mataron a nuestros padres.
Somos sus vengadores. Ustedes son malos, les gusta causar dolor y
sufrimiento, y enviar enfermedades a las personas, por ello serán humillados.
El juego de pelota no será para ustedes, y desde ahora solo harán ollas,
platos y piedras de moler maíz.

Nunca más, desde ese momento, volvieron a tener poder los malvados
señores de Xibalbá.

Luego Hunahpú se convirtió en el sol e Ixbalanqué se convirtió en la luna.


Desde entonces los hombres de maíz, alegres porque por fin ha salido el sol,
alimentan con su sangre a los dioses Qukumatz y Huracán, sus creadores.

Cada atardecer los hermanos descienden al inframundo, donde viven los


señores de Xibalbá. Ahí, Hunahpú e Ixbalanqué, se enfrentan a los tormentos
y pruebas. Y si vencen, vuelven a subir al cielo, como sol y luna.

Вам также может понравиться