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MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Y DERECHOS HUMANOS:
LOS HECHOS Y LOS DERECHOS
MARISA RODRÍGUEZ ABANCÉNS 1

Fecha de recepción: abril 2009


Fecha de aceptación y versión definitiva: mayo 2009

RESUMEN: Existe una relación positiva entre derechos humanos y medios de comu-
nicación. La función social que estos últimos llevan a cabo los coloca directa-
mente ante las necesidades y demandas de los ciudadanos. La prensa juega un
papel mediador entre la ciudadanía y el cumplimiento de sus derechos, el pri-
mero de ellos, el derecho a la información. Partimos aquí de la tarea periodísti-
ca como servicio al bien común: las posibilidades de formar opinión pública y
conciencia social, difundir hechos y facilitar el ejercicio de derechos o reivindi-
carlo, así como de la capacidad coactiva de los medios al publicitar abusos de
violaciones. Todo ello sin olvidar ciertos riesgos o disfunciones producidas en
la tarea informativa, que también veremos en las páginas que siguen.
PALABRAS CLAVE: Comunicación, Derechos Humanos, Protección, Libertad, Opinión
pública, Bien común.

Mass media and human rights:


the facts done and the rights
ABSTRACT: There is a positive relation between human rights and the media. The social
function carried out by the media takes place in direct contact with the needs
and demands of the citizens. The press plays a mediator role between citizenship
and the fulfillment of human rights being the first one the right to be informed.
Let us look at the journalistic task as a service to the common good: the means
to form public opinion and social conscience, to spread and make known facts
and to facilitate the exercise or the demand of rights as well as the «coercive
capacity» of the media to publicize abuses. The informative task has its risks
and malfunctions as we will see in the following pages.
KEY WORDS: Communication, Human Rights, Protection, Freedom, Public opinion,
Common good.

1 Doctora en Ciencias de la Información y Licenciada en Derecho. Profesora

de Medios de Comunicación y de Expresión Oral y Escrita, de la Facultad de Cien-


cias Humanas y Sociales de la Universidad Comillas, de Madrid. Email:
abancens@upcomillas.es

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INTRODUCCIÓN

Estas páginas surgen de un doble convencimiento: el de la vocación


humanizadora de la comunicación, y el papel bienhechor que los medios
pueden ejercer y, de hecho, ejercen en la promoción de los Derechos Hu-
manos.
No hablaremos aquí de la prensa en general como fenómeno amena-
zante, ante el que hay que colocarse un parapeto de defensa, sino de la cara
positiva de los medios de comunicación, de sus ventajas, de su valor para
construir el futuro, de su inexcusable función de norte, de su capacidad be-
nefactora y su impacto en la ciudadanía.
Nunca como ahora los medios de comunicación fueron tan influyentes
en las relaciones y en la vida de las personas. Compartimos una sociedad
mediatizada, que se ha venido a llamar «Sociedad de la información y del co-
nocimiento», dando así nombre al primer fenómeno que produce de manera
acelerada: la información. Una información que se multiplica y condiciona
los modos de existir, los estilos de conducta, la cultura y la misma vida.
En el momento presente es posible saber las mismas cosas en casi todos
los puntos del mundo y de forma simultánea. El flujo de informaciones ha
aumentado poderosamente. Hoy la información es tan abundante que pue-
de llegar a provocar confusión. La información ha pasado de la escasez a la
abundancia así como de la lentitud a la rapidez y nadie duda de las ventajas
de este nuevo planteamiento. Pero hay que contar también con sus límites:
no es la cantidad de información lo que informa sino la calidad. Y calidad se
traduce en credibilidad y fiabilidad.
Los medios de comunicación están hoy de alguna manera condicionados
por todas estas características de la información y sus instrumentos renova-
dores, que no se limitan a los soportes sino que afectan también al conteni-
do, a la forma de utilización, a la producción y distribución de noticias.
El papel central de que gozan los mas media en el momento actual exige
una mayor responsabilidad de sus profesionales pero también es cierto que
su protagonismo en la construcción social no siempre se pondera como es
debido. Por el contrario, se puede apreciar una cierta desconfianza hacia la
realidad mediática y hacia sus profesionales, —«la prensa tiene mala pren-
sa»— en muchas ocasiones injustificada, fruto del desconocimiento o de la
frivolidad a la hora de enjuiciar estos extremos.
Los derechos humanos, por su parte, constituyen una intachable idea,
una valiosa lista de deseos universales que han ido desarrollando los sucesi-
vos sistemas legales; estos derechos se consideran derechos fundamentales
cuando toman carta de naturaleza en un sistema jurídico y se incorporan a
la legislación positiva de un Estado. Por regla general, el reconocimiento de
los derechos fundamentales tiene lugar en el texto constitucional.

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Hablamos aquí de derechos fundamentales reconocidos en los textos


constitucionales, en la Constitución Española, y situados bajo la protección
coactiva del Estado.
Partiendo de la concreción que tienen en la legislación positiva, el au-
tor Pérez Luño 2 distingue dos tipos de derechos: «El término derechos hu-
manos aparece como un concepto de contornos más amplios e imprecisos
que la noción de derechos fundamentales. Los derechos humanos suelen
entenderse como un conjunto de facultades e instituciones que, en cada mo-
mento histórico, concretan las exigencias de la dignidad, la libertad y la
igualdad humanas, las cuales deben ser reconocidas positivamente por los
ordenamientos jurídicos a escala nacional e internacional. En tanto que con
la noción de los derechos humanos fundamentales se tiende a aludir a los
derechos humanos garantizados por el ordenamiento jurídico positivo, en la
mayor parte de los casos en su normativa constitucional, y que suelen gozar
de una tutela reforzada».
El Tribunal Constitucional reconoce asimismo un aspecto objetivo de
estos derechos fundamentales. «En primer lugar, los derechos fundamen-
tales son derechos subjetivos, derechos de los individuos no sólo en cuanto
derechos de los ciudadanos en sentido estricto sino en cuanto garantizan
un estatus jurídico o la libertad en un ámbito de existencia. Pero al propio
tiempo son elementos esenciales de un ordenamiento objetivo de la comu-
nidad nacional, en cuanto ésta se configura como marco de una convivencia
humana justa y pacífica plasmada en el estado social y democrático de dere-
cho, según la fórmula de nuestra Constitución (art. 1, 1.º)» 3. (2)
En este estudio partimos de la base de que la información como derecho
subjetivo (derecho a la información) y como objeto del ordenamiento jurí-
dico (derecho de la información), forma parte de un conjunto de derechos
recogidos en la CE título I : «De los Derechos Fundamentales y Libertades
públicas», concepto que iremos desarrollando.
El imperativo de una comunicación libre y veraz, como establece la CE y
la mayoría de los textos constitucionales del mundo, se nos presenta como
un reto de la actualidad. Por lo tanto la ciudadanía debe situarse ante la acti-
vidad mediática sin miedo, sin reserva ni temor anticipado, considerándola
como un bien social de primera magnitud que hay que apoyar y proteger
para el buen funcionamiento de la sociedad.
Partimos también de la tarea periodística como servicio al bien común:
las posibilidades de formar la opinión pública, difundir hechos y facilitar el
ejercicio de los derechos, así como del poder de los medios para publicitar
abusos y transgresiones.
La responsabilidad de los informadores está íntimamente relacionada
con su función social, y con las expectativas de los ciudadanos sobre los me-
dios de comunicación. Dichas actividades profesionales se justifican social-

2 ANTONIO E. PÉREZ LUÑO, Los Derechos Fundamentales, Temas clave de la Cons-

titución Española, 4.º ed., Tecnos, 1991, p. 46.


3 STC 25/1981 de 14 de junio F.J. 5.º.

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mente porque satisfacen unas necesidades de información y comunicación


de la ciudadanía.
Lo expresa el profesor Desantes cuando afirma que «lo que caracteriza
la profesión informativa es que cumple el deber de hacer eficaz un dere-
cho» 4.
Todo lo anterior suscita, de entrada, una serie de interrogantes: estamos
más informados, pero ¿somos más críticos, más cultos, más capaces de abs-
tracción, más humanistas, más libres, finalmente? ¿Buscan los medios de
hoy el rostro humano de la noticia para defender sus derechos o para captar
audiencia? ¿Contribuye la actividad informativa a proteger los derechos de
los ciudadanos? Temas estos que intentaremos comentar a lo largo de estas
páginas.

EL DERECHO A LA PALABRA

En esta sociedad mediatizada hay una pieza clave sobre la que montar el
edificio de las comunicaciones: la libertad de expresión. El derecho a la liber-
tad de expresión es uno de los pilares más sólidos que sostienen el sistema
democrático. La libertad de expresión es la primera herramienta para la
protección de los derechos humanos, como veremos enseguida.
Por otra parte, no hay libertad sin información ni hay información sin
libertad. No hay democracia sin pluralismo ni hay pluralismo sin comuni-
cación de ideas, opiniones y hechos. «Es preferible, afirma Thomas Jeffer-
son, —principal redactor de la Declaración de independencia de EE.UU.,en
1776—, una sociedad de periódicos sin gobierno que una sociedad con go-
bierno sin periódicos». «La verdadera libertad consiste en que los hombres
que han nacido libres puedan hablar libremente» dejó escrito Eurípides.
La libertad de expresión ha sido un bien perseguido desde antiguo, y de-
fendido casi siempre a precios muy altos. Los regímenes totalitarios amor-
dazaron (y amordazan) la libertad de prensa antes que ninguna otra liber-
tad. Porque «saber», «conocer», «opinar», viene a ser la base para disentir u
oponerse. Hoy por hoy, más de los dos tercios del mundo sufren, de alguna
manera, serias limitaciones a este derecho.
Hay un libro de cabecera sobre el tema —para algunos el primer alegato
de la libertad de expresión— que lleva por título, Areopagítica, y es de John
Milton. Aquí el autor habla al Parlamento inglés en 1644 como si lo hiciera
ante el Areópago ateniense. Reivindica la libertad de prensa contra los in-
quisidores que amenazan la difusión de conocimiento, y dice expresiones
tan bellas como éstas: «No podéis hacernos ahora menos capaces, menos
entendidos, menos anhelosos de la busca de la verdad a menos que os ha-

4 J. M. DESANTES GUANTER y C. SORIA, Los límites de la información, Asociación de

la Prensa de Madrid, 1991. p. 37.

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gáis vosotros, que nos hicisteis tales, menos amantes, menos fundadores
de nuestra libertad verdadera». Y continúa diciendo, «Dadme la libertad de
saber, de hablar y de argüir libremente, según mi competencia, por cima de
todas las libertades» 5. Sus palabras y argumentos no los olvida fácilmente
el lector de hoy en día pues constituyen una de las más agudas formas de
reivindicar un derecho que en la actualidad es de los más controvertidos.
Ciertamente, la libertad de expresión es un audaz concepto que han ido
incorporando, también audazmente, los distintos hitos legislativos de la
historia: «La libre comunicación de pensamientos y opiniones es uno de
los derechos más preciosos del hombre; todo ciudadano puede pues hablar,
escribir, imprimir libremente, sin perjuicio de responder del abuso de tal
libertad en los casos establecidos por la ley», dice el art. 11, de la Declaración
de los derechos del hombre y del ciudadano, de la Asamblea Nacional de la
Revolución Francesa, de 26 de agosto, de 1789.
Es importante observar cómo en el texto se dice «nadie» no «todos»; por-
que el derecho a la libertad de expresión no es un derecho de prestación; por
tanto, no «todos» podrán ponerlo en práctica, ejercerlo, pero «nadie» que
lo desee y lo ejerza será molestado por ello. Este es por tanto un límite que
queda establecido por este precepto, junto con la limitación legal.
Vale la pena recordar también la Constitución de los EE.UU. de América, de
15 de diciembre de 1791. En esta norma no aparecía este derecho y se intro-
duce en la famosa «primera enmienda» referida a que «el Congreso no hará
ninguna ley por la cual (…) se limite la libertad de palabra o la de prensa»
La gran referencia histórica está en la Declaración Universal de los De-
rechos Humanos de Naciones Unidas, de 10 de diciembre de 1948 que es-
tablece en su art. 19 que: «Todo individuo tiene derecho a la libertad de
opinión y de expresión; este derecho incluye el no ser molestado a causa de
sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de
difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión».
Después su art. 12 dice que «Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en
su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques
a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de
la ley contra tales injerencias o ataques».
Las limitaciones a todas las libertades están referidas en el numeral 2 del
art. 29 donde se establece que: «En el ejercicio de sus derechos y en el disfru-
te de sus libertades, toda persona estará solamente sujeta a las limitaciones
establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el
respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas
exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una so-
ciedad democrática».
También la terminología ha ido evolucionando: libertad de imprenta,
libertad de pensamiento, libertad de prensa, que coexiste con el término
libertad de opinión, libertad de expresión que integra o puede integrar la

5 JOHN MILTON, Areopagítica, Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura Econó-

mica, 1976, p. 89.

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libertad de opinión y la libertad de información. Esta aparece por primera


vez en 1948.
Resulta obligado dejar constancia aquí de dos normativas suscritas por
el Estado Español. La primera se refiere al Convenio Europeo para la Pro-
tección de los Derechos Humanos y las libertades fundamentales (Roma, 4
de noviembre de 1950), que en su art. 10.1 reconoce que la persona tiene
derecho a la libertad de expresión, derecho que comprende la libertad de
opinión y la libertad de recibir o comunicar información sin limitación
de fronteras. Y, por otra parte, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos de Nueva York, de 19 de diciembre de 1966 que en su art. 19 re-
fuerza la idea del derecho a no ser molestado por las opiniones y la libertad
de buscar y recibir informaciones diversas.

LA ACCIÓN Y LA PROTECCIÓN

La Constitución Española de 1978 regula este derecho a la libre expresión


dentro nada menos que del capítulo referido a «Derechos fundamentales y
libertades públicas». El art. 20, famoso y polémico desde luego, dice así:
«Se reconocen y protegen los derechos:
– A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opi-
niones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de
reproducción (libertad de opinión),
– a comunicar o recibir libremente información veraz por cual-
quier medio de difusión (libertad de información)».

Ambos aspectos componen la llamada libertad de expresión. Se prohibe


además cualquier tipo de censura.
Estas libertades pertenecen a ese grupo de derechos fundamentales, que
constituyen un a priori constitucional, anteriores al Estado y cuya regula-
ción se pone en marcha precisamente frente a la relación Estado-Sociedad.
La libertad de expresión y el derecho a estar bien informado, son así dere-
chos fundamentales del ciudadano, que hay que proteger pues le pertenecen
en primer lugar; nadie se los «concede»; sólo se «reconocen», «amparan» y
«garantizan» con una fuerza especial.
Según la Carta Magna, los ciudadanos están protegidos frente a cualquier
ingerencia de los poderes públicos que no estén contempladas en la ley. Por
eso la libertad de expresión no sólo se fundamenta en el legítimo interés de
su titular, sino en el interés público. De hecho, el Tribunal Constitucional
antepone la libertad de expresión, en caso de conflicto, por encima de otros
derechos individuales, si se trata de un asunto de interés general.
Por otra parte, estos derechos son, además, condición imprescindible
para la existencia de la opinión pública libre, unida indisolublemente al plu-
ralismo político y a la libre comunicación. Es aquí donde el papel de los
medios de comunicación se hace esencial, en tanto en cuanto sean capaces

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de crear y fomentar un pluralismo de ideas, hechos y opiniones. Cuando una


sociedad puede recibir informaciones veraces y opiniones plurales y libres
es cuando podrá ejercer sus derechos y cumplir sus obligaciones también
con libertad.
Así pues, en la formación de la Opinión pública uno de los elementos
más influyentes son los medios de comunicación y la garantía se centra en
el pluralismo informativo, como expectativa de libertad frente a los poderes
económicos, políticos y a cualquier tipo de presión social.
Todos los demás derechos fundamentales se verán afectados si no existe
la libre comunicación pública.
No cabe duda de que la libertad de expresión es un logro con más luces
que sombras para nuestro tiempo, un tema recurrente en la prensa actual y,
para bien o para mal, siempre cuestionado.
Los ciudadanos deben conocer estos extremos a la hora de exigir, con
convicción, el ejercicio de estos derechos, sabiendo que estando situados
en el capítulo de los Derechos Fundamentales gozan de un blindaje jurídico
especial, entre otras cosas, la posibilidad de recurrir en Amparo ante even-
tuales lesiones.

EL DERECHO A SABER: EL DERECHO AL HECHO

Saber es un derecho humano; uno de los primeros. Conocer lo que está


sucediendo en su entorno pertenece a toda persona por el hecho de serlo. Es
un derecho enraizado en la naturaleza personal y sociable del ser humano y,
por tanto, un derecho natural.
Al ser humano le enriquece el conocimiento de la realidad en la que vive,
le perfecciona, le permite realizarse en comunicación con lo que le rodea. A
medida que este conocimiento aumenta lo hacen también las posibilidades
del sujeto para vivir más intensamente y participar de su entorno; transfor-
marlo, mejorarlo, perfeccionarlo.
En ese imperioso conocimiento de la realidad se sitúa el derecho a la
información, para que el ciudadano pueda tomar parte activa en la cons-
trucción de su entorno. La información fomenta la participación:
«El derecho a obtener información se encuentra implícito en el
principio democrático de la soberanía popular» 6.

Nuestra ley reconoce, como se ha visto, que estar informado es un de-


recho fundamental; tenemos derecho a saber, y a saber bien, pues sólo la
igualdad ante la ley y la información proporcionan al individuo la autono-
mía moral para actuar responsablemente.

6 M. P. BATISTA GONZÁLEZ, Los medios de comunicación social y la responsabilidad

penal, Madrid: Dykinson, 1998, p. 19.

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Además de la forma inmediata y directa de conocer, el conocimiento de


la realidad se produce por la comunicación. En este sentido, la prensa (en
general) cumple una función imprescindible: la función de informar.
La información es ingrediente indispensable para tomar parte como ciu-
dadano activo en la vida social. Aquí radica la trascendencia social del pro-
ceso informativo y la responsabilidad de la tarea del informador.
Conocer los hechos de trascendencia pública es, por tanto, no sólo un
derecho sino una condición imprescindible para tomar parte activa en la
discusión de los mismos, mostrar la aceptación o la disidencia, o manifestar
la denuncia explícita, en su caso. Todo lo que supone ser sujeto activo de una
sociedad plural y compartida; esto es lo que fomentan y ponen en marcha
los medios de comunicación social. No sería posible la formación de opi-
nión que lleva a participar de determinados asuntos sin la difusión, aunque
no siempre acertada, que prestan los medios de comunicación.
El derecho a saber, el derecho a conocer los hechos es algo indispensable
para vivir como persona un presente que a todos nos pertenece.
El silencio, por tanto, es la negación de un derecho. Después de lo an-
teriormente expuesto, queda claro que silenciar la información es negar a
los ciudadanos el derecho a estar informados, a conocer lo que ocurre y les
afecta. Se ha hablado de una hipoteca social sobre la información: «El dere-
cho sobre la noticia no autoriza a reservarla o retenerla más que el tiempo
imprescindible para difundirla debidamente. Sobre ella gravita lo que para
otro tipo de derechos se llama hipoteca social» 7.
El silencio es grave porque la información es un bien social que pertene-
ce a los ciudadanos, auténticos titulares del mismo. Omitir información es
privar a los receptores de ese derecho.
El mal aumenta cuando se omite una parte significativa de un hecho del
que ya se conocen datos, esto es, cuando se interrumpe la cadena informati-
va. Omitir información que deba saberse es un grave problema deontológico
del informador.
Existen excepciones al silencio informativo referidas a secretos oficia-
les y secreto profesional . El silencio puede ser también preceptivo cuando
están en juego otros derechos fundamentales que exigen confidencialidad,
entonces adquiere un valor positivo, convirtiéndose en un deber. Pero salvo
estas excepciones, la información no debe cegarse y, siempre que se haga, se
estará privando de un derecho fundamental al ciudadano.

UNA INFORMACIÓN VERAZ

Habla nuestra Constitución del derecho a comunicar o recibir una infor-


mación veraz (art. 20.2). Sobre la verdad en la información han corrido ríos

7 J. M. DESANTES GUANTER, Derecho de la información, II. Los mensajes informati-

vos, Madrid: Colex, 1994, p. 60.

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de tinta. No vamos a hacer aquí un estudio sobre ello, por razones obvias,
solamente dejaremos apuntadas algunas notas.
Maestro del tema sobre la verdad en la información, el profesor Desan-
tes ha dedicado mucha parte de sus publicaciones a este estudio. Informar,
para él, es convertir la realidad en mensaje, es decir, dar forma a la realidad
para comunicarla. Por lo tanto, ese mensaje debe coincidir con la realidad,
con los hechos. De tal manera esto es así para el citado autor, que le lleva a
sostener que la «noticia falsa» no existe, pues el constitutivo esencial de la
noticia es la verdad, por tanto una información falsa será otra cosa, pero no
una información. La información es, afirma, la coincidencia entre lo que se
comunica y lo que existe, es decir, la verdad conocida por el periodista. Así
pues, como la información es lo ajustado a la realidad, «el acto informativo
es un acto de justicia» 8.
En periodismo, (y en la ley) se emplea, el término «veracidad», que se
refiere a una actitud de búsqueda de la verdad por parte del informador.
Pues se reconoce que la verdad completa sobre algo no puede ser exigida a
nadie, tampoco al periodista quien, como persona, tiene limitaciones en el
conocer; lo que sí puede y debe exigírsele es un máximo acercamiento a ella,
la búsqueda constante de la verdad, es decir, la veracidad informativa que
supone una aproximada coincidencia con la realidad: quaedam adecuatio.
Asimismo se pronuncia la doctrina reiterada del Tribunal Constitucional
considerando la veracidad requisito imprescindible del derecho a conocer
los hechos: «Este Tribunal ha repetido en numerosas ocasiones que el conte-
nido constitucional del art. 20.1 d) CE consiste en suministrar información
sobre hechos que se pretenden ciertos, por lo que la protección constitu-
cional de su reconocimiento, se extiende únicamente a la información ve-
raz» 9.
Lo importante es que el informador sienta la necesidad moral de realizar
su trabajo con honestidad apelando a su propia conciencia, esa «buscadora
de la verdad» 10 —en feliz expresión de Servais— que es siempre la que más
obliga. De esta manera podrá ofrecer una información verificable, compro-
bable y contrastable. Ahí radica la fiabilidad de la tarea. Y su primer servicio
a los derechos humanos
El debate sobre la manipulación de las informaciones que a diario se pu-
blican en prensa o en televisión sería aquí una cuestión interminable, pero
baste apuntar que convertir la realidad en mensaje es comunicarla mediante
el lenguaje, que implica una actuación humana. La apreciación de esa rea-
lidad supone ya una subjetivización y la conversión de la misma en mensa-
je, implica una mínima manipulación. Pero, todo ello es compatible con la
verdad, con la honradez profesional y con la conciencia ética. Manipular los

8 J. M. DESANTES GUANTER, Derecho de la información, II. Los mensajes informa-

tivos, Madrid: Colex, 1994, p. 59.


9 STC 39/1995. F.J. 7.
10 SERVAIS PINKAERS, «La conciencia y el error», en Communio, Revista Católica

Interancional, 2.ª época, julio-agosto, 1995, p. 340.

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hechos para darle forma de comunicación no tiene por qué producir daño
al mensaje, confundir, ni engañar. En esto consiste la apuesta por esa veraci-
dad posible frente al efecto demoledor del relativismo que lleva a negar todo
tipo de objetividad.
La información es, pues, un bien social necesario para la realización del
individuo junto a otros. Solozábal Echevarría señala la importancia social
de los que él llama «derechos de comunicación» para el ejercicio de lo públi-
co porque influyen en la actuación de los ciudadanos y de «su relación con el
principio democrático que ayudan decisivamente a realizar»11.
La información que puede conocerse nos pertenece a todos. Comuni-
car y recibir información es en el fondo la esencia de cualquier relación
humana.

EL DERECHO A QUE NO SE SEPA. COLISIÓN DE DERECHOS

No hay libertades absolutas. Los derechos son absolutos pero no las li-
bertades; ninguna libertad es omnímoda. Nadie es libre del todo porque
ello restringiría otras libertades que deben situarse también en el mismo
plano de derechos fundamentales. En la misma Constitución Española vie-
nen marcados estos límites por el respeto a otros derechos fundamentales:
la intimidad, el honor , la propia imagen, y la protección de la juventud y la
infancia.
«Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reco-
nocidos en este título, en los preceptos y leyes que los desarrollen y, es-
pecialmente en el derecho al honor, a la intimidad y la propia imagen
y a la protección de la juventud y de la infancia» (art. 20,4 CE).

Es decir, junto al derecho a la libertad de expresión e información, exis-


ten los derechos de la personalidad, reconocidos con el mismo rango en la
Constitución Española (art. 18).
La intimidad es uno de los aspectos más frágiles y más necesarios de
salvaguardar en la red informativa. Es el derecho que tiene toda persona a
reservarse del conocimiento ajeno, a aislar determinadas esferas de su vida,
incluidas sus emociones, sentimientos, ideas y creencias, defectos físicos o
psíquicos, puntos embarazosos del pasado personal o familiar, momentos
de abatimiento o pena y, por supuesto, el contenido de las comunicaciones
de carácter personal.
Desde que en 1928 el juez norteamericano Bandreis definiera la intimi-
dad como el derecho a ser dejado en paz, esta frase se ha invocado en múl-

11 J. J. SOLOZÁBAL ECHEVARRÍA, «Aspectos constitucionales de la libertad de expre-

sión y el derecho a la información», en Revista española de Derecho Constitucional.


n.º 23, mayo-agosto, 1988, p. 144.

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tiples ocasiones. En la actualidad se emplea constantemente para frenar la


intromisión de «supuestos profesionales del periodismo» en las esferas más
personales del individuo. Es tanto como exigir el derecho a la soledad, a la
no publicidad, a la puerta cerrada, tras la cual queda todo un mundo que
nunca debe ser objeto de información, si la persona no lo desea expresa-
mente.
Hay algo de suma importancia en este tema, y es que la intimidad es un
derecho derivado de la dignidad de la persona. En este sentido se expresa, de
manera reiterada, el Tribunal Constitucional cuando se refiere a la intimi-
dad y a la propia imagen, considerándolos «derechos estrictamente vincula-
dos a la personalidad y derivados de la dignidad de la persona, implicando
un ámbito propio y reservado frente a la acción de los demás, necesario para
mantener una calidad mínima de la vida humana» 12.
Entroncar estos derechos en la dignidad humana y no tanto en la con-
ducta de la persona tiene suma importancia, pues la dignidad se conserva
siempre, por encima y a pesar de los propios actos.
El honor es un concepto, que ha cambiado a través del tiempo, referido
a la honestidad, la honra, la buena fama, la reputación. Un bien jurídico de
difícil precisión. El honor tiene una vertiente subjetiva que coincide con la
dignidad y que no se pierde nunca. Y otra vertiente objetiva que se pierde o
no con la propia conducta; un derecho que se lesiona mediante la atribución
de cualidades objetivamente desmerecedoras.

LA VIDA AL DESCUBIERTO

El binomio derecho a la libertad de información-derecho a la intimidad


es uno de los flancos de batalla del periodismo de fin de siglo. El gran reto
de esta Sociedad de la Información es el impacto de las informaciones sobre
la libertad personal. Sus posibilidades de atravesar las fronteras de la vida
privada, con todas las consecuencias personales y sociales que ello implica.
Una mirada alrededor nos ofrece múltiples ejemplos de este fenómeno.
También las nuevas tecnologías permiten la investigación de la vida pri-
vada de miles de personas. Las técnicas de recogida y almacenamiento de
datos personales y la posibilidad de acceder a ellos están poniendo en pe-
ligro la privacidad, de forma desconocida hasta ahora. Hoy día es posible
obtener sin dificultad los más diversos datos sobre las personas, su infancia,
hábitos de vida, de consumo, de relaciones, creencias ideológicas y religio-
sas. Con todo ello se puede llegar a obtener información sobre actitudes de
comportamientos que pertenecen a la vida privada, y configurar un perfil
determinado de las personas. La influencia en la fama o reputación está
relacionada con estos «fichajes» y puede tener una repercusión social sig-
nificativa.

12 STC 231/88 de 2 de diciembre (F.J. 9).

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Cuando la libertad de expresión traspasa esta esfera privada, ¿qué se


puede hacer?, ¿quién tiene preferencia?, ¿la información, como bien social?,
¿la intimidad? El conflicto está servido. Habrá entonces que dilucidar, en
cada caso, qué derecho prevalece sobre el otro, ponderación que correspon-
de a los jueces.
El criterio general es el siguiente: La divulgación de hechos de una per-
sona que pudieran hacerla desmerecer en la opinión pública será ilegítima
salvo cuando existan tres elementos clave: la veracidad, el interés público de
la información y la ausencia de elementos superfluos en la divulgación de
la noticia.
La información deberá ser veraz, como se ha dicho, sabiendo que la ver-
dad exigible no siempre coincide con la verdad total sino que supone recti-
tud en su búsqueda y comprobación.
El interés público de la información puede tener su origen en relación
a la persona que la produce (personalidad de carácter público) o en el con-
tenido (relevancia pública de la noticia). En cuanto a los elementos super-
fluos que no añaden información pero sí morbo, han sido no pocas veces
los causantes de que el juez dé la razón a los demandantes y sancione al
periodista.
Tampoco es fácil a veces establecer qué se entiende por interés público
o interés general, ya que se trata de un concepto jurídico indeterminado. Se
puede decir que son hechos de interés público los que permiten la forma-
ción de un sentido crítico en los ciudadanos para un mejor ejercicio de sus
derechos y cumplimiento de sus obligaciones.
También hay que distinguir si ese interés es necesario para la opinión o si
por el contrario satisface sólo la curiosidad del público, interesado en saber
las intimidades de personajes famosos (amoríos, viajes, compras, dieta...).
La otra distinción importante está entre personas públicas-personas
privadas. Las primeras son sujetos que, por las tareas que realizan, entran
de lleno en el campo de las relaciones públicas noticiables: autoridades,
políticos, personas que tienen unas funciones que afectan al común de las
gentes.
Las personas públicas tienen más debilitada su protección del honor
y están obligadas a soportar molestias añadidas por opiniones o informa-
ciones siempre que sean de interés general; pues como afirma el Tribunal
Constitucional: «Tal relevancia comunitaria, pues, y no la simple satisfac-
ción de la curiosidad ajena, con frecuencia mal orientada e indebidamente
fomentada, es lo único que puede justificar la exigencia de que asuman
aquellas perturbaciones o molestias ocasionadas por la difusión de una
determinada noticia» 13. El derecho al honor, la vida privada personal y
familiar de las personas no públicas es extraordinariamente fuerte. En la
vida privada de los demás, nadie debe inmiscuirse salvo que el afectado
sea el que con su comportamiento ha provocado la noticia o las noticias
sobre su esfera íntima, personal o familiar. Y aquí está el verdadero proble-

13 STC 20/1992. F.J. 31.

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ma: distinguir cuándo una persona desea «vender» su privacidad y hasta


qué punto está decidida a llegar. No le echemos toda la culpa a los medios
ni a los informadores.
Se puede concluir que el derecho a la información prevalece sobre el de-
recho a la intimidad, al honor y a la imagen ajena cuando, además de concu-
rrir la veracidad y el interés público, se considere que no existen elementos
superfluos en la divulgación, para la formación de la opinión pública. La
verdad por sí sola no justifica la intromisión en la intimidad. Y cuando así
actúan los medios estarán violando este derecho; esta es una de las princi-
pales disfunciones de la prensa actual.

LA DIFÍCIL SELECCIÓN

Seleccionar o elegir la información que se debe publicar o no en un mo-


mento dado es de suma importancia. No todo lo que ocurre debe ser conoci-
do, porque, si bien la información es un componente básico para la opinión
pública y la participación social, no todas las informaciones tienen relevan-
cia suficiente para cumplir dicho fin.
Desde este punto de vista, la responsabilidad de los profesionales de la
comunicación y, sobre todo de quienes los dirigen, es grande, pues aunque
la determinación de contenidos que se difunden a diario se justifique en las
demandas del público, en realidad son los periodistas los que seleccionan y
deciden la parte de la actualidad sobre la que el público puede elegir.
Esta elección es de gran responsabilidad y, de hacerse de una forma o
de otra, puede orientar a la misma sociedad hacia un lado o hacia el opues-
to. Los medios de comunicación, además de informar, forman, interpretan,
analizan el presente, transmiten valores con cada mensaje de opinión que
difunden. Pero no todo lo publicable debe salir al exterior. En este senti-
do nos preguntamos: ¿Debe mostrarse la imagen del sufrimiento extremo
producido por vejaciones y torturas para reivindicar los derechos de los
maltratados? ¿Es la búsqueda del rostro humano de la noticia una fórmula
para alcanzar el impacto en la audiencia al margen de su valor informativo?
¿Cuál es, en realidad, la situación del hombre y la mujer del siglo XXI frente a
la libertad de expresión? ¿Debe protegerse de los medios de comunicación?
¿Qué correctivos hay que poner en algunos casos? ¿Son responsables sólo
los informadores o la misma sociedad?
No es fácil responder a estos interrogantes, tampoco desde la ley pues
ésta no podría tener en cuenta todos los casos. Es aquí donde la ética ad-
quiere un papel primordial, y la honestidad y la conciencia del informador
deberán autocontrolar sus decisiones hacia el bien común. No siempre se
puede apelar sólo a la ley o los tribunales sino también al profesional, al
medio y a la sociedad misma. Pues son las personas que forman esas socie-
dades las que establecen sus normas éticas y morales para determinar los
límites entre información y espectáculo.

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Esta frontera suele ser frágil como el cristal. Acertar o no equilibrada-


mente en la difusión de noticias es hoy el primer reto para todo medio de
comunicación y en especial para sus profesionales. Los medios de comu-
nicación, bien utilizados, son excelentes instrumentos que, en palabras de
Juan Pablo II «pueden cumplir su deber de atestiguar la verdad sobre la
vida, sobre la dignidad humana, sobre el verdadero sentido de nuestra liber-
tad y mutua interdependencia» 14.

EN FAVOR DE LOS DERECHOS HUMANOS

Hablamos de medios de comunicación como un servicio público a favor


de los derechos humanos, pues la misma existencia de derechos fundamen-
tales (derecho a la salud, a la educación, a la información, etc.) exige que
haya personas preparadas para hacerlos efectivos. El periodismo tiene una
vocación de ayuda y servicio al bien común y no se concibe la función de
informar si no es como un servicio público.
La tarea informativa hace eficaz un derecho. El periodista es mandatario
de la sociedad para el cumplimiento del derecho a la información. Este man-
dato le legitima en virtud de una preparación y una deontología específicas.
En este sentido, los profesionales de los medios de comunicación están
procurando derechos fundamentales de otros, que no pueden hacerlos valer
por sí mismos, por falta de medios, adecuación y competencia; los perio-
distas actúan, por tanto, en representación de la mayoría de los ciudadanos
que prácticamente sólo pueden ejercer esos derechos de modo pasivo. Al
profesional corresponderá la búsqueda de informaciones para su posterior
difusión; es así el intermediario entre la noticia y los que no pueden cono-
cerla de forma directa.
Por todo lo anterior, es imperativo el derecho a investigar, recibir y di-
fundir informaciones sin limitación de fronteras y por cualquier medio de
expresión, como queda recogido en la Declaración Universal de Derechos
Humanos de 1948, en su art. 19, al que hemos hecho ya referencia. Se trata,
en bella expresión de Klimes, de «forzar la penumbra de la verdad» 15.
De la posibilidad de investigar y recibir información depende la vida
plural de una sociedad, pues obtener información es necesario «para la sa-
tisfacción de fines o intereses de carácter social, basados en la naturaleza
misma de la persona humana y en la organización de la sociedad» 16.

14 JUAN PABLO II, Mensaje para la XXIII Jornada Mundial de las Comunicaciones

Sociales, 1999.
15 V. Klimes, «Les moyens d´information et la personalité humaine», en

Información y persona humana, Barcelona: 1971, p. 43.


16 L. ESCOBAR DE LA SERNA, Derecho de la información, Madrid: Dykinson, 1998,
p. 57.

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Todo lo anterior legitima la posibilidad de acceso de los profesionales


a las fuentes de información. Claro está, siempre referido a la idea de pe-
riodismo responsable y no a la prensa, radio o televisión de puro consumo
o negocio que, desde nuestro punto de vista, se llama de otra manera, no
precisamente periodismo.
El profesional de la información depende del público al que debe servir,
pero intentando discriminar lo que interesa al público de lo que debe inte-
resar, es decir distinguiendo lo sensacionalista de lo verdaderamente impor-
tante.
En este sentido la actividad periodística está llena de riesgos que van
desde el ejercicio del buen periodismo hasta la lucha encarnizada por cap-
tar audiencia, esto es, desde el servicio hasta el desprecio a los derechos
humanos.

LA FORMACIÓN DE LA OPINIÓN PÚBLICA

El derecho a opinar es un derecho humano recogido también en la De-


claración Universal de los Derechos Humanos, art. 18. y CE art. 20,1 a). El
campo de lo opinable es muy amplio. Cabe opinar de todo siempre que se
posea la idea, el conocimiento verdadero del hecho y el criterio para enjui-
ciar.
La opinión surge de la valoración de un hecho y esta es una función es-
pecífica de los medios de comunicación: trasmitir ideas y crear un debate
social.
Dice el TC que «la protección constitucional de la libertad de expresión e
información alcanza su máximo nivel cuando se ejercita por los profesiona-
les de la información a través del vehículo institucionalizado de formación
de la opinión pública que es la prensa, entendida en su más amplia acep-
ción» 17.
Y es que la capacidad persuasiva es innata a la comunicación, sobre todo
a la difusión de ideas. Pero la comunicación ideológica ha de ser tal que
pueda discernirla el receptor por la potencia intelectual. No pueden comuni-
carse mensajes que apelen a estratos infraintelectuales como el sentimiento
o las pasiones humanas.
El mero hecho de la selección de contenidos de la actualidad es ya una
forma de inclinar al público hacia aspectos parciales de la realidad. Es una
manera de dirigir la atención y el pensamiento a determinados asuntos ob-
viando otros. Así, las informaciones servidas por los medios condicionan la
visión del mundo por parte de los públicos, su postura ante la vida y confi-
guran la opinión pública: los medios reconstruyen la realidad de la que han
de ocuparse los ciudadanos. O sea, tienen poder para determinar qué es lo
importante y qué no lo es, es decir, qué cosas existen en política, deporte,

17 STC 165/1987. F.J. 10.

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salud, medio ambiente, etc. Por eso es tan crucial saber utilizar bien estos
vehículos que, de otra parte, comunican valores sobre los que asentar la
vida: las conductas, las opiniones, actitudes ante los acontecimientos, las
normas sociales, los gustos culturales.
Temáticas sociales de gran calado, como el respeto a la diferencia, el
trato a los inmigrantes, las cuestiones de género, la homosexualidad, la pro-
tección de la vida o el concepto de familia, por ejemplo, son temas de actua-
lidad para los que los medios constituyen hoy auténticos foros de opinión.
Asimismo son importantes las repercusiones sobre líderes políticos y grupos
sociales . La fuerza del «cuarto poder» que es la prensa en general, muestra
aquí su máximo efecto.

VALORES Y DESVALORES

Los medios son, pues, elementos privilegiados para fomentar determi-


nados valores y hacer efectivos determinados derechos. La creación de
corrientes de opinión, temas o personajes, la puesta de moda de palabras
o expresiones, son otras formas de influencia mediática. Pero no es de re-
cibo achacar a la prensa la culpa de todos los males sociales —la violencia,
la falta de diálogo, la promiscuidad, el exceso de tolerancia— sin caer en
la cuenta de que los medios —la televisión especialmente— no son sino
reflejo de lo que ocurre fuera, en la sociedad. El fenómeno terrorista, la co-
rrupción política, la crisis ética que reflejan los medios no son más que un
retrato, más o menos acertado, de la sociedad actual. Los datos que arroja
la violencia en la televisión son preocupantes (se calcula que un niño de
12 años habrá visto en un año 12000 actos violentos), pero también perci-
bimos a través de los medios los intentos de paz y de solidaridad. Nuestra
actualidad mediática nos ha hecho compartir la oscuridad y los momentos
de esplendor, los excesos y las utopías, la guerra y los sueños de paz ,todo
eso que somos: ese entramado viscoso y vital del que está hecha la especie
humana.
El receptor de estos mensajes recibe —valga la redundancia— múltiples
influencias, siendo esta una de las funciones más importantes de los medios
en relación con los derechos humanos.
Marshall McLuhan denominaba a los medios de comunicación «prolon-
gaciones de los sentidos» por las que captamos y aprehendemos el mundo.
Ciertamente los medios son hoy vehículos excepcionales para transmitir
conocimientos, y percibir el entorno. Es esta una gran labor que, ejercida
honradamente, como en muchos casos ejercen los profesionales de la in-
formación, se convierte en la mejor enciclopedia viva que existe: por ella
conocemos el número de subsaharianos que llegaron anoche a nuestras cos-
tas , la eventual crisis de los voluntarios del Congo o la desaparición de las
ballenas en Australia, todo ello servido al instante de producirse.

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AYUDA A LAS VÍCTIMAS

Se ha presentado, recientemente en Galicia el I Informe en Europa, so-


bre Derechos Humanos y prensa escrita 18, (17) elaborado por la Fundación
Ciudadanía y Valores junto con la Universidad Complutense de Madrid. La
investigación, dirigida por Ubaldo Cuesta, Catedrático de Comunicación de
la UCM y Tania Menéndez, Profesora de la Facultad de Ciencias de la Infor-
mación de la UCM, estudia el interés que existe por los Derechos Humanos
en la prensa española, los temas que se abordan con más frecuencia y la re-
levancia que adquiere cada uno de ellos, y si se difunden más la promoción
de derechos que la transgresión de los mismos.
La investigación arroja interesantes conclusiones: el mayor tratamiento
de los Derechos Humanos se da en las páginas de internacional. El género
más utilizado es el informativo (70%). Las referencias más usadas son las
de políticos y expertos (un 80%). Se denuncia más la vulneración (38%) que
la promoción (19%) de los derechos. La «promoción» ocupa especialmen-
te las secciones de sociedad, cultura o ciencia. Las cartas al director, los
editoriales y las páginas de opinión en general son las secciones que más
se utilizan para denunciar la vulnerabilidad de los derechos humanos. Los
medios denuncian la vulneración de derechos referidos a situaciones polí-
ticas o estructurales y promocionan los vinculados a situaciones vitales del
ciudadano .
La influencia de lo que se publica en los medios de comunicación sobre
los sentimientos y las emociones es un punto crucial Hay efectos que se
derivan de la información misma y otros son provocados por el mal uso de
las noticias.
En el primer caso, el efecto es casi inevitable: ante un mensaje de vio-
lencia crece el sentimiento de ayuda a la víctima; ante una catástrofe surge
la compasión; ante el número de niños que pasan hambre en el mundo, la
vergüenza y el dolor; ante el terrorismo, la impotencia, la indignación y a
veces, la venganza o el odio. Esto es inevitable y a medida que el mensaje
está mejor escrito, mejor filmado, mejor dicho, el efecto es mayor porque lo
es la capacidad persuasiva de comunicación.
La ayuda que prestan los medios a las víctimas cuyos derechos huma-
nos han sido transgredidos es de todos conocida. Se trata de un tema de
lamentable actualidad. El deseo, o la necesidad de contar lo que les ha
ocurrido, de utilizar la voz múltiple de los medios de comunicación para
recabar la atención de la sociedad y buscar soluciones, rostros, posibilida-
des, es repetida.
No existe ninguna herramienta como los medios de comunicación para
ejercer esta labor de difusión de la injusticia y formación de conciencia so-
cial sobre el mal causado. Es esta publicidad una forma de hacer conocer la

18 UBALDO CUESTA CAMBRA y TANIA MENÉNDEZ, Informe sobre Derechos Humanos y

prensa escrita, Madrid: Fundación Ciudadanía y Valores y UCM, 03 de diciembre de


2008.

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252 M. RODRÍGUEZ, MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y DERECHOS HUMANOS

verdad y de ejercer presión pública a las instituciones encargadas de resol-


ver los casos. Pero de lo que se debe huir es de que esta denuncia mediática
se convierta en espectáculo morboso y sangriento, con butaca de primera
fila. Hoy, como se ha apuntado ya, este tipo de fenómeno se repite constan-
temente., sin embargo hemos de recordar que el uso del dolor ajeno para
ganar audiencia, va contra todos los principios éticos del informador.

MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y DERECHO A LA PAZ

En el tema de los medios de comunicación y su influencia para construir


una cultura global de paz social, lo dice casi todo la Declaración sobre los
principios fundamentales relativos a la contribución de los medios de comu-
nicación de masas al fortalecimiento de la paz y la comprensión internacional,
a la promoción de los Derechos Humanos, proclamada por la UNESCO el 28
de noviembre de 1978 19, «el fortalecimiento de la paz, dice en su art. I, y de
la comprensión internacional, la promoción de los derechos humanos, (…)
exigen una circulación libre y una difusión más amplia y equilibrada de la
información».
Y en su art. II define como esencial para el fortalecimiento de la paz el
ejercicio de la libertad de expresión, el libre acceso a las fuentes de infor-
mación y la formación de la opinión pública. Los medios de comunicación,
sigue diciendo este artículo, contribuyen a promover los derechos humanos
en todo el mundo haciendo oir la voz de las gentes:
«1. El ejercicio de la libertad de opinión, de la libertad de expresión y
de la libertad de información, reconocido como parte integrante
de los derechos humanos y de las libertades fundamentales, cons-
tituye un factor esencial del fortalecimiento de la paz y de la com-
prensión internacional.
2. El acceso del público a la información debe garantizarse median-
te la diversidad de las fuentes y de los medios de información de
que disponga, permitiendo así a cada persona verificar la exac-
titud de los hechos y fundar objetivamente su opinión sobre los
acontecimientos. Para ese fin, los periodistas deben tener la liber-
tad de informar y las mayores facilidades posibles de acceso a la
información. Igualmente, los medios de comunicación deben res-
ponder a las preocupaciones de los pueblos y de los individuos,
favoreciendo así la participación del público en la elaboración de
la información.

19 Declaración sobre los Principios Fundamentales Relativos a la Contribución

de los Medios de Comunicación de Masas al Fortalecimiento de la Paz y la Compren-


sión Internacional, a la Promoción de los Derechos Humanos, y a la lucha contra el
racismo, el apartheid y la incitación a la guerra. Proclamada en la Vigésima Confe-
rencia General de la UNESCO, París, 28 de noviembre de 1978.

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M. RODRÍGUEZ, MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y DERECHOS HUMANOS 253

3. Con miras al fortalecimiento de la paz y de la comprensión inter-


nacional, de la promoción de los derechos humanos y de la lucha
contra el racismo, el apartheid y la incitación a la guerra, los ór-
ganos de información, en todo el mundo, dada la función que les
corresponde, contribuyen a promover los derechos humanos, en
particular haciendo oír la voz de los pueblos oprimidos que luchan
contra el colonialismo, el neocolonialismo, la ocupación extranje-
ra y todas las formas de discriminación racial y de opresión y que
no pueden expresarse en su propio territorio».

Merece también destacar el artículo III.2 del citado cuerpo legal, referido
al papel de los medios de comunicación para eliminar la ignorancia, causa
de grandes males, contribuyendo así a la construcción de la paz social y la
igualdad entre los pueblos:
«2. En la lucha contra la guerra de agresión, el racismo y el apartheid,
así como contra las otras violaciones de los derechos humanos
que, entre otras cosas, son resultado de los prejuicios y de la ig-
norancia, los medios de comunicación, por medio de la difusión
de la información relativa a los ideales, aspiraciones, culturas y
exigencias de los pueblos, contribuyen a eliminar la ignorancia y
la incomprensión entre los pueblos, a sensibilizar a los ciudadanos
de un país a las exigencias y las aspiraciones de los otros, a conse-
guir el respeto de los derechos y la dignidad de todas las naciones,
de todos los pueblos y de todos los individuos, sin distinción de
raza, de sexo, de lengua, de religión o de nacionalidad, y a señalar
a la atención los grandes males que afligen a la humanidad, tales
como la miseria, la desnutrición y las enfermedades. Al hacerlo
así favorecen la elaboración por los Estados de las políticas más
aptas para reducir las tensiones internacionales y para solucionar
de manera pacífica y equitativa las diferencias internacionales».

En otros lugares, la Declaración pondera, también, la importancia que


tienen los medios en la educación de los jóvenes para la paz, la justicia, el
respeto y la igualdad de derechos entre todos los seres humanos. Asímismo
resulta de interés el subrayado que hace sobre la necesidad de corregir las
desigualdades en la circulación de la información con destino a los países
en desarrollo, procedente de ellos, o entre ellos y estimular una circulación
libre , una difusión más amplia y más equilibrada de la información.
La defensa pública de los derechos humanos necesita de estos instru-
mentos privilegiados que son los medios de comunicación. Para toda esta
tarea, se reclama hoy el cumplimiento de los códigos deontológicos de los
medios de comunicación que, hace tiempo se encuentran en todas las re-
dacciones.
Los códigos éticos de los periodistas recogen un conjunto de reglas que
deben regir sus relaciones con la empresa, con la sociedad y con los públi-
cos, en la tarea informativa. En todos ellos destacan los siguientes princi-
pios: el compromiso con la verdad, el respeto a la intimidad y vida privada,

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el contraste de las fuentes, el servicio al interés público, la no discrimina-


ción por raza, sexo, religión ni opinión política; la exigida distinción entre
comentarios e informaciones, la objetividad, la no intromisión en el dolor
de las personas para tratar la información, no al sensacionalismo y la por-
nografía, protección a la infancia y la juventud, y algunos otros extremos,
dependiendo de la especificidad del medio.
No obstante, sabido es que la regla deontológica no es regla de derecho.
Los principios éticos no tienen carácter legal, obligan moralmente. Pero son
el espíritu de la letra a la hora de ejercer con honestidad y dignidad la profe-
sión, anteponiendo el bien común a los intereses personales, esto es, sirvien-
do a los públicos, que es el auténtico sentido del periodismo.

CONCLUSIONES

1. Los medios de comunicación, bien utilizados, son instrumentos privi-


legiados para la protección de los derechos humanos. Además de in-
formar, forman, interpretan, analizan el presente, transmiten valores y
pueden orientar la conciencia social y la acción política hacia el cumpli-
miento de objetivos humanitarios y altruistas.
2. La información es un bien social sin el cual la persona, el ciudadano
no puede realizarse junto a otros. La información que puede conocerse
nos pertenece a todos. Facilitar o proteger este fluido libre de comuni-
caciones será servir de la mejor forma a la convivencia y al bien común,
y esta es la tarea fundamental que hoy por hoy ejercen los medios de
comunicación: proclamar con voz impresa o sonora los acontecimien-
tos, defender desde la plaza pública el derecho humano a conocer los
hechos. Y esto es así hasta el límite que ha llevado a sostener que «lo que
no está en los medios no existe».
3. El derecho a la información es un derecho humano, pero su ejercicio
tiene límites. Prevalece sobre el derecho a la intimidad, al honor y la
imagen ajena, cuando, además de concurrir la veracidad, prima el in-
terés público, y se considere que no existen elementos superfluos en la
divulgación, para la formación de la opinión pública. La verdad por sí
sola no justifica la intromisión en la intimidad. Han de darse también
los otros dos supuestos.
4. La función de informar es un servicio público; los profesionales actúan
en nombre de los ciudadanos que son los verdaderos titulares del de-
recho a la información, haciendo efectivo ese derecho que por sí solos
no pueden ejercitar. La profesión periodística obedece a una confianza
tácita del público en los periodistas y en todo el sistema informativo.
5. Los medios de comunicación son herramientas esenciales en la cons-
trucción de la paz social y la convivencia de los pueblos.
La defensa pública de los derechos humanos necesita de estos instru-
mentos que son los medios de comunicación, capaces de remover polí-

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ticas en su favor y ejercer presión sobre cualquier sistema público para


promocionar estos altos valores.
6. El fino tejido entre lo legal y lo moral, entre la verdad y las verdades
a medias, entre el derecho a saber y el derecho a que no se sepa, es
de exquisita fragilidad. Para tratarlo bien hay que apelar a la ética de
los informadores. Tal vez por ello, las comunicaciones atraviesan un
momento de reflexión ética, de toma de conciencia. Y la conciencia es
lo que más obliga. Y casi lo único que puede hacer de los medios de co-
municación una noble y humanizante tarea, al servicio a los Derechos
Humanos.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

DESANTES GUANTER, J. M., y SORIA, C. (1991), Los límites de la información, Madrid.


— (1994), Derecho de la información. Los mensajes informativos II, Madrid.
ESCOBAR DE LA SERNA, L. (1994), Derecho de la información, Madrid.
LORCA NAVARRETE, J. F. (1984): Derechos Fundamentales y jurisprudencia, Madrid.
LLAMAZARES CALZADILLA, M. C. (1999): La libertad de expresión e información como ga-
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GRANADO PÉREZ, C. (1998), «Jurisprudencia del TC sobre el Derecho al honor, a la
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imagen II. Madrid: Cuadernos de Derecho Judicial.

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