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Y DERECHOS HUMANOS:
LOS HECHOS Y LOS DERECHOS
MARISA RODRÍGUEZ ABANCÉNS 1
RESUMEN: Existe una relación positiva entre derechos humanos y medios de comu-
nicación. La función social que estos últimos llevan a cabo los coloca directa-
mente ante las necesidades y demandas de los ciudadanos. La prensa juega un
papel mediador entre la ciudadanía y el cumplimiento de sus derechos, el pri-
mero de ellos, el derecho a la información. Partimos aquí de la tarea periodísti-
ca como servicio al bien común: las posibilidades de formar opinión pública y
conciencia social, difundir hechos y facilitar el ejercicio de derechos o reivindi-
carlo, así como de la capacidad coactiva de los medios al publicitar abusos de
violaciones. Todo ello sin olvidar ciertos riesgos o disfunciones producidas en
la tarea informativa, que también veremos en las páginas que siguen.
PALABRAS CLAVE: Comunicación, Derechos Humanos, Protección, Libertad, Opinión
pública, Bien común.
INTRODUCCIÓN
EL DERECHO A LA PALABRA
En esta sociedad mediatizada hay una pieza clave sobre la que montar el
edificio de las comunicaciones: la libertad de expresión. El derecho a la liber-
tad de expresión es uno de los pilares más sólidos que sostienen el sistema
democrático. La libertad de expresión es la primera herramienta para la
protección de los derechos humanos, como veremos enseguida.
Por otra parte, no hay libertad sin información ni hay información sin
libertad. No hay democracia sin pluralismo ni hay pluralismo sin comuni-
cación de ideas, opiniones y hechos. «Es preferible, afirma Thomas Jeffer-
son, —principal redactor de la Declaración de independencia de EE.UU.,en
1776—, una sociedad de periódicos sin gobierno que una sociedad con go-
bierno sin periódicos». «La verdadera libertad consiste en que los hombres
que han nacido libres puedan hablar libremente» dejó escrito Eurípides.
La libertad de expresión ha sido un bien perseguido desde antiguo, y de-
fendido casi siempre a precios muy altos. Los regímenes totalitarios amor-
dazaron (y amordazan) la libertad de prensa antes que ninguna otra liber-
tad. Porque «saber», «conocer», «opinar», viene a ser la base para disentir u
oponerse. Hoy por hoy, más de los dos tercios del mundo sufren, de alguna
manera, serias limitaciones a este derecho.
Hay un libro de cabecera sobre el tema —para algunos el primer alegato
de la libertad de expresión— que lleva por título, Areopagítica, y es de John
Milton. Aquí el autor habla al Parlamento inglés en 1644 como si lo hiciera
ante el Areópago ateniense. Reivindica la libertad de prensa contra los in-
quisidores que amenazan la difusión de conocimiento, y dice expresiones
tan bellas como éstas: «No podéis hacernos ahora menos capaces, menos
entendidos, menos anhelosos de la busca de la verdad a menos que os ha-
gáis vosotros, que nos hicisteis tales, menos amantes, menos fundadores
de nuestra libertad verdadera». Y continúa diciendo, «Dadme la libertad de
saber, de hablar y de argüir libremente, según mi competencia, por cima de
todas las libertades» 5. Sus palabras y argumentos no los olvida fácilmente
el lector de hoy en día pues constituyen una de las más agudas formas de
reivindicar un derecho que en la actualidad es de los más controvertidos.
Ciertamente, la libertad de expresión es un audaz concepto que han ido
incorporando, también audazmente, los distintos hitos legislativos de la
historia: «La libre comunicación de pensamientos y opiniones es uno de
los derechos más preciosos del hombre; todo ciudadano puede pues hablar,
escribir, imprimir libremente, sin perjuicio de responder del abuso de tal
libertad en los casos establecidos por la ley», dice el art. 11, de la Declaración
de los derechos del hombre y del ciudadano, de la Asamblea Nacional de la
Revolución Francesa, de 26 de agosto, de 1789.
Es importante observar cómo en el texto se dice «nadie» no «todos»; por-
que el derecho a la libertad de expresión no es un derecho de prestación; por
tanto, no «todos» podrán ponerlo en práctica, ejercerlo, pero «nadie» que
lo desee y lo ejerza será molestado por ello. Este es por tanto un límite que
queda establecido por este precepto, junto con la limitación legal.
Vale la pena recordar también la Constitución de los EE.UU. de América, de
15 de diciembre de 1791. En esta norma no aparecía este derecho y se intro-
duce en la famosa «primera enmienda» referida a que «el Congreso no hará
ninguna ley por la cual (…) se limite la libertad de palabra o la de prensa»
La gran referencia histórica está en la Declaración Universal de los De-
rechos Humanos de Naciones Unidas, de 10 de diciembre de 1948 que es-
tablece en su art. 19 que: «Todo individuo tiene derecho a la libertad de
opinión y de expresión; este derecho incluye el no ser molestado a causa de
sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de
difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión».
Después su art. 12 dice que «Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en
su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques
a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de
la ley contra tales injerencias o ataques».
Las limitaciones a todas las libertades están referidas en el numeral 2 del
art. 29 donde se establece que: «En el ejercicio de sus derechos y en el disfru-
te de sus libertades, toda persona estará solamente sujeta a las limitaciones
establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el
respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas
exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una so-
ciedad democrática».
También la terminología ha ido evolucionando: libertad de imprenta,
libertad de pensamiento, libertad de prensa, que coexiste con el término
libertad de opinión, libertad de expresión que integra o puede integrar la
LA ACCIÓN Y LA PROTECCIÓN
de tinta. No vamos a hacer aquí un estudio sobre ello, por razones obvias,
solamente dejaremos apuntadas algunas notas.
Maestro del tema sobre la verdad en la información, el profesor Desan-
tes ha dedicado mucha parte de sus publicaciones a este estudio. Informar,
para él, es convertir la realidad en mensaje, es decir, dar forma a la realidad
para comunicarla. Por lo tanto, ese mensaje debe coincidir con la realidad,
con los hechos. De tal manera esto es así para el citado autor, que le lleva a
sostener que la «noticia falsa» no existe, pues el constitutivo esencial de la
noticia es la verdad, por tanto una información falsa será otra cosa, pero no
una información. La información es, afirma, la coincidencia entre lo que se
comunica y lo que existe, es decir, la verdad conocida por el periodista. Así
pues, como la información es lo ajustado a la realidad, «el acto informativo
es un acto de justicia» 8.
En periodismo, (y en la ley) se emplea, el término «veracidad», que se
refiere a una actitud de búsqueda de la verdad por parte del informador.
Pues se reconoce que la verdad completa sobre algo no puede ser exigida a
nadie, tampoco al periodista quien, como persona, tiene limitaciones en el
conocer; lo que sí puede y debe exigírsele es un máximo acercamiento a ella,
la búsqueda constante de la verdad, es decir, la veracidad informativa que
supone una aproximada coincidencia con la realidad: quaedam adecuatio.
Asimismo se pronuncia la doctrina reiterada del Tribunal Constitucional
considerando la veracidad requisito imprescindible del derecho a conocer
los hechos: «Este Tribunal ha repetido en numerosas ocasiones que el conte-
nido constitucional del art. 20.1 d) CE consiste en suministrar información
sobre hechos que se pretenden ciertos, por lo que la protección constitu-
cional de su reconocimiento, se extiende únicamente a la información ve-
raz» 9.
Lo importante es que el informador sienta la necesidad moral de realizar
su trabajo con honestidad apelando a su propia conciencia, esa «buscadora
de la verdad» 10 —en feliz expresión de Servais— que es siempre la que más
obliga. De esta manera podrá ofrecer una información verificable, compro-
bable y contrastable. Ahí radica la fiabilidad de la tarea. Y su primer servicio
a los derechos humanos
El debate sobre la manipulación de las informaciones que a diario se pu-
blican en prensa o en televisión sería aquí una cuestión interminable, pero
baste apuntar que convertir la realidad en mensaje es comunicarla mediante
el lenguaje, que implica una actuación humana. La apreciación de esa rea-
lidad supone ya una subjetivización y la conversión de la misma en mensa-
je, implica una mínima manipulación. Pero, todo ello es compatible con la
verdad, con la honradez profesional y con la conciencia ética. Manipular los
hechos para darle forma de comunicación no tiene por qué producir daño
al mensaje, confundir, ni engañar. En esto consiste la apuesta por esa veraci-
dad posible frente al efecto demoledor del relativismo que lleva a negar todo
tipo de objetividad.
La información es, pues, un bien social necesario para la realización del
individuo junto a otros. Solozábal Echevarría señala la importancia social
de los que él llama «derechos de comunicación» para el ejercicio de lo públi-
co porque influyen en la actuación de los ciudadanos y de «su relación con el
principio democrático que ayudan decisivamente a realizar»11.
La información que puede conocerse nos pertenece a todos. Comuni-
car y recibir información es en el fondo la esencia de cualquier relación
humana.
No hay libertades absolutas. Los derechos son absolutos pero no las li-
bertades; ninguna libertad es omnímoda. Nadie es libre del todo porque
ello restringiría otras libertades que deben situarse también en el mismo
plano de derechos fundamentales. En la misma Constitución Española vie-
nen marcados estos límites por el respeto a otros derechos fundamentales:
la intimidad, el honor , la propia imagen, y la protección de la juventud y la
infancia.
«Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reco-
nocidos en este título, en los preceptos y leyes que los desarrollen y, es-
pecialmente en el derecho al honor, a la intimidad y la propia imagen
y a la protección de la juventud y de la infancia» (art. 20,4 CE).
LA VIDA AL DESCUBIERTO
LA DIFÍCIL SELECCIÓN
14 JUAN PABLO II, Mensaje para la XXIII Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales, 1999.
15 V. Klimes, «Les moyens d´information et la personalité humaine», en
salud, medio ambiente, etc. Por eso es tan crucial saber utilizar bien estos
vehículos que, de otra parte, comunican valores sobre los que asentar la
vida: las conductas, las opiniones, actitudes ante los acontecimientos, las
normas sociales, los gustos culturales.
Temáticas sociales de gran calado, como el respeto a la diferencia, el
trato a los inmigrantes, las cuestiones de género, la homosexualidad, la pro-
tección de la vida o el concepto de familia, por ejemplo, son temas de actua-
lidad para los que los medios constituyen hoy auténticos foros de opinión.
Asimismo son importantes las repercusiones sobre líderes políticos y grupos
sociales . La fuerza del «cuarto poder» que es la prensa en general, muestra
aquí su máximo efecto.
VALORES Y DESVALORES
Merece también destacar el artículo III.2 del citado cuerpo legal, referido
al papel de los medios de comunicación para eliminar la ignorancia, causa
de grandes males, contribuyendo así a la construcción de la paz social y la
igualdad entre los pueblos:
«2. En la lucha contra la guerra de agresión, el racismo y el apartheid,
así como contra las otras violaciones de los derechos humanos
que, entre otras cosas, son resultado de los prejuicios y de la ig-
norancia, los medios de comunicación, por medio de la difusión
de la información relativa a los ideales, aspiraciones, culturas y
exigencias de los pueblos, contribuyen a eliminar la ignorancia y
la incomprensión entre los pueblos, a sensibilizar a los ciudadanos
de un país a las exigencias y las aspiraciones de los otros, a conse-
guir el respeto de los derechos y la dignidad de todas las naciones,
de todos los pueblos y de todos los individuos, sin distinción de
raza, de sexo, de lengua, de religión o de nacionalidad, y a señalar
a la atención los grandes males que afligen a la humanidad, tales
como la miseria, la desnutrición y las enfermedades. Al hacerlo
así favorecen la elaboración por los Estados de las políticas más
aptas para reducir las tensiones internacionales y para solucionar
de manera pacífica y equitativa las diferencias internacionales».
CONCLUSIONES
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS