Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Texto:
Esta incapacidad por acabar con el grito homofóbico, en los casi 20 años que
desborda las tribunas mexicanas, debe contener información valiosa para
comprender su inoperancia. La vía punitiva ha fracasado porque los regaños, las
amenazas, las multas y los protocolos emergentes pasan por alto el motor de
este impulso: las masculinidades violentas que el mismo fútbol refuerza. ¿No
será que es momento de empezar a cuestionar la heteronorma en el fútbol, con
especial énfasis en nuestra Liga MX?
Pasar del grito al cuestionamiento y a la reflexión será una forma de abrir la caja
de pandora. Debemos preguntarnos cómo ha contribuido el futbol a reproducir
formas aspiracionales de ser hombre que dejan poco espacio al cultivo de
masculinidades divergentes a la norma y por qué se rechaza cualquier conducta
que desborde esta categoría. En las forma del futbol subyace una heteronorma
tan poco hablada que, cuando emergió este síntoma en la forma del grito
homofóbico, fue recibido con tanta normalidad que su reproducción lo arraigó,
ciertamente, en nuestra cultura futbolera.
Pero ya sabemos que nuestra cultura es homofóbica –el sexenio de Peña Nieto,
por ejemplo, cerró con al menos 473 asesinatos por homofobia– y más lo es la
cultura pambolera –el estratega mexicano Miguel Herrera fue suspendido tres
jornadas recién en octubre por referirse al silbante como “el puto árbitro”,
después de que las águilas del América recibieran 5 goles del Cruz Azul–.
Pocas cosas han detenido un partido de futbol mexicano en los últimos años. De
ellas, todavía son más escasas las veces que los jugadores han abandonado el
terreno; más, en instancias finales. En esta, la primera vez en la historia del
balompié nacional que los dos equipos abandonan la cancha por homofobia en
las gradas, quizás sea momento de admitir que hay veces en que la pelota sí se
mancha.