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MÓDULO 1

EL LÍDER Y EL LIDERAZGO*

1. EL LÍDER
En términos generales usamos la palabra líder para referirnos a “una persona que dirige
u orienta a un grupo, que reconoce su autoridad” (Diccionario Panhispánico de Dudas,
2005); sin embargo, la historia ha dado distintas versiones de lo que significa ser líder:

Lao Tse (s.VI a.C.): “Un líder es mejor cuando la gente apenas sabe que existe. Cuando
termina su trabajo, cumple su objetivo, dicen: lo hicimos nosotros mismos”.

Napoleón Bonaparte (n.1769-1821): “Un líder es un distribuidor de esperanza”.

Rosalynn Carter (n.1927): “Un líder lleva a las personas a donde quieren ir. Un gran líder
lleva a las personas a donde no necesariamente quieren ir, pero deberían estar”.

APJ Abdul Kalam (n.1931-2015): “Déjame definir un líder. Debe tener visión, pasión y no
tener miedo a ningún problema. En cambio, debe saber cómo vencerlo. Lo más importante
es que debe trabajar con integridad”.

John C. Maxwell (n.1947): “El líder es alguien que conoce el camino, sigue y muestra el
camino a otros”.

Francesc Torralba (n. 1967): “Un líder es una persona que debe cohesionar grupos,
extraer lo mejor de cada persona y ponerla en el lugar adecuado para hacer posible la
visión que se ha propuesto una organización. El líder debe tener cuidado de las personas,
velar por su desarrollo, hacerlas crecer y no debe tener miedo de delegar y dar funciones
a personas que son más aptos que él para desarrollarlas. Un líder no es alguien que debe
ser admirado; es alguien dispuesto a darse, a aportar su talento para ponerlo al servicio
de una visión que lo trasciende”.

Siendo lo más sintéticos posibles, podemos afirmar que un líder es una persona capaz
de influir en otra. En otras palabras, existen muchas formas de ejercer liderazgo: un
padre de familia, un jefe, un sacerdote, un periodista, un profesor… sin embargo, el
liderazgo más puro es el que se genera a través del respeto y la confianza.

El punto de partida es simplemente el reconocimiento de que el líder no llega a serlo


porque haya nacido con una personalidad concreta o unos rasgos determinados, al menos
no únicamente por ello; el liderazgo se desarrolla en base a formación, aprendizaje y
esfuerzo personal. Esto da al liderazgo un carácter menos excepcional y más humilde que
otras concepciones en la que los líderes son seres distintos, sin errores y prácticamente
intocables.

1 “Camino al Jubileo de Oro de la RCC Perú”


2. EL LIDERAZGO
A comienzos del siglo XXI encontramos en la literatura sobre liderazgo una considerable
variedad de enfoques y perspectivas. Su estudio ha ido evolucionando en el sentido de ir
ampliando las variables que se consideraban relevantes: desde las primeras
investigaciones sobre los rasgos innatos y características de la personalidad hasta
factores externos como la relación con los demás y la dimensión ética del liderazgo.

En cierto modo, las teorías sobre el liderazgo más que entrar en directa oposición, se van
complementando y enriqueciendo, produciéndose una visión cada vez más integral del
líder como ser humano.

Chris Lowney (n.1958), enfoca el liderazgo a partir de estos cuatro principios:

Todos somos líderes y dirigimos todo el tiempo, bien o mal. ¿Quién inventó ese
metro que mide a algunos como líderes y a otros como maestros, padres, amigos o
colegas? ¿Y dónde están esas líneas divisorias? ¿Se necesita influir en cientos de
personas? ¿O puede ser solo una? ¿Y el fruto del liderazgo tiene que verse pronto?
¿Puede manifestarse en años o varias generaciones? Todos podemos aprovechar las
oportunidades que se nos presentan para influir y producir un impacto, pues todos
ejercemos influencia, buena o mala, grande o pequeña, todo el tiempo. Pero las
circunstancias pueden brindarnos oportunidades de diferente magnitud, lo cual se verá
combinado con la calidad de nuestra respuesta. He ahí nuestro liderazgo.

El liderazgo nace desde adentro. Determina quién soy, así como qué hago. Nadie
logró ser líder leyendo un libro de instrucciones o leyendo máximas alentadoras. El
medio más eficaz para ser líder se inicia en el conocimiento de sí mismo. La mayor
fortaleza del líder es su visión personal, que comunica básicamente con su conducta
diaria. Esta visión echa raíces en sus seguidores cuando lo ven apasionadamente
comprometido en ella. Las técnicas que el líder adquiera pueden ampliar la visión, pero
jamás reemplazarla.

El liderazgo no es un acto. Es mi vida, una manera de vivir. No es un oficio ni una


función que uno desempeña en el trabajo y luego deja a un lado cuando regresa a su
casa, cuando descansa, cuando disfruta de la vida real. Más bien el liderazgo es la
vida real del líder.

Nunca termino la tarea de hacerme líder. Este es un proceso continuo. El liderazgo


personal es una tarea permanente en la cual el conocimiento de sí mismo va
madurando de manera continua. El ambiente externo evoluciona y las circunstancias
cambian, lo mismo que las prioridades personales. Algunas de nuestras fortalezas
decaen a medida que podemos ir desarrollando otras. Todos estos cambios requieren
un continuo crecimiento, equilibrado, una evolución de nuestras capacidades. Un líder
débil, asume esto como una carga; por el contrario, un líder fuerte, acoge la

2 “Camino al Jubileo de Oro de la RCC Perú”


oportunidad de seguir aprendiendo acerca de sí mismo y del mundo, y goza con la
perspectiva de nuevos descubrimientos.

En lo que debemos estar todos de acuerdo es que el liderazgo no es rango, privilegios,


títulos o dinero: es esencialmente responsabilidad. No es pensar o predicar, sino hacer.
No es popularidad, sino resultados. No es ¿Qué quiero hacer?, sino ¿Qué es necesario
hacer? No es temer los retos, sino enorgullecerse de ser merecedor de ellos. No es
concentración de poder, sino delegación y buena administración.

Ahora bien, enfoquémonos en el liderazgo en la sociedad. Los ciudadanos reclaman


liderazgos políticos estrechamente vinculados a la ética, no cualquier tipo de liderazgo.
También lo reclaman las instituciones educativas, las organizaciones sociales,
instituciones de todo tipo. Un gran número de conceptos se asocian al liderazgo:
transparencia, ejemplaridad, justicia, humildad…

Nos preguntamos si es posible un liderazgo que no sea ético. ¿Acaso es posible gobernar
una organización, una comunidad, un equipo, al margen de los principios éticos? La
respuesta es obvia: sí es posible.

Existen muchos ejemplos de comunidades, de organizaciones y de instituciones que


subsisten en el tiempo a pesar de pésimos liderazgos; otros, en cambio, se han diluido en
el tiempo como consecuencia de un mal gobierno.

Un buen gobierno puede ser eficiente, diligente, competitivo, beneficioso para


determinados intereses, pero no por ello tiene que ser necesariamente un gobierno ético.

Un liderazgo ético muestra:

 Autoridad sin ser autoritario


 Humildad
 Escucha activa
 Empatía y amabilidad
 Justicia distributiva
 Prudencia en la toma de decisiones
 Transparencia
 Integridad que genera confianza
 Voluntad de servicio
 Gratitud en la despedida

Hoy en día constatamos las consecuencias devastadoras de un liderazgo sin referencia a


principios éticos elementales. Hay en las organizaciones públicas y privadas, lucrativas y
no lucrativas, de sectores profesionales distintos, un desgaste, un cansancio, una fatiga.
El desgaste se ve por doquier. No obstante, el liderazgo ético no solo es posible, sino
imprescindible para el presente y en miras al futuro.
3 “Camino al Jubileo de Oro de la RCC Perú”
3. CARACTERÍSTICAS DEL LÍDER

Para Stephen R. Covey.


Para este autor, conferenciante y profesor estadounidense (n.1932-2012), un líder debe
poseer cuatro fortalezas internas básicas que le dan firmeza al afrontar los fracasos y las
críticas, la capacidad para descubrir cuáles son los objetivos y su rol dentro de un grupo
humano, la sabiduría para aprender de los fracasos y apostar por una mejora continua, y
el poder para comunicar y colaborar con el resto de personas.

Seguridad. Entendida como la autoestima, la fortaleza personal, la propia identidad,


el valor y la firmeza emocional.

Guía. Procedente de la orientación que ha recibido el líder, es lo que determinará su


toma de decisiones.

Sabiduría. Consistente en la capacidad analítica para obtener una visión integral de


cualquier situación.

Poder. Referido a la valentía y la fuerza para llevar a cabo acciones y superar prácticas
negativas en aras del perfeccionamiento personal.

Como consecuencia, un líder que desarrolle su misión con base en estos cuatro pilares
presentará las siguientes características:

Se somete a un aprendizaje constante. En el liderazgo basado en principios, los


líderes muestran grandes dosis de curiosidad y emplean gran parte de su tiempo en
formarse y ampliar sus fortalezas y habilidades.

Está al servicio de los demás. Estos líderes tienen vocación de servicio, pues
“consideran la vida como una misión, no como una carrera”, por lo que son
responsables y colaboradores, dispuestos siempre a empujar al equipo hacia el éxito.

Es positivo. La alegría, el optimismo y el entusiasmo son características del liderazgo


basado en principios. Irradian positivismo y lo contagian al resto de colaboradores,
conscientes del poder que esta actitud genera en los demás.

Cree en los demás. Los líderes basados en principios consideran los fallos propios y
ajenos como el primer paso para mejorar. Son conscientes de que todas las personas
pueden dar más de sí y seguir creciendo, y refuerzan la confianza de los colaboradores
a través de su apoyo y reconocimiento.

4 “Camino al Jubileo de Oro de la RCC Perú”


Sabe conciliar. Rechazan los extremismos. Para ellos, el trabajo no lo es todo, sino
que consiguen hallar el equilibrio entre la familia, el empleo y los amigos, contando
con buenas relaciones sociales y manteniendo una rutina activa.

Disfruta de la vida. Otra de las características del liderazgo basado en principios es


la capacidad de entender la vida como una aventura, exprimiendo al máximo las
experiencias y sensaciones que les brinda y buscando nuevas experiencias con las
que enriquecer su viaje.

Genera sinergias. Estos líderes tienden siempre a fomentar la colaboración y


cohesión de los grupos, consiguiendo grandes resultados al combinar las inteligencias
de los diferentes colaboradores.

Practica la autorrenovación. Tanto a nivel físico y psíquico, como espiritual y


emocional, este liderazgo está en constante evolución a través de ejercicios y técnicas
para fortalecer cuerpo, mente y alma.

Para Daniel Goleman.


Para este psicólogo estadounidense (n.1946), las capacidades personales que favorecen
un desempeño sobresaliente en las organizaciones pueden clasificarse en tres categorías:
destrezas técnicas, habilidades cognitivas y habilidades de la inteligencia emocional. En
el caso de los puestos de liderazgo y luego de múltiples estudios, determinó que el 90%
de la diferencia en los perfiles entre profesionales exitosos y promedio se puede atribuir a
factores de inteligencia emocional por sobre otras capacidades.

En resumen, los componentes de la inteligencia emocional que poseen los líderes son:

Autoconciencia. Consiste en la aptitud para reconocer y entender los estados de


ánimo, emociones e impulsos propios, así como su efecto sobre los demás.
Características: confianza en sí mismo, valoración realista de sí mismo y capacidad
para reírse de sí mismo.

Autorregulación. Consiste en la capacidad para controlar o redirigir los impulsos


negativos o el mal humor. Implica pensar antes de actuar y no tomar decisiones
apresuradas. Características: confiabilidad e integridad, apertura al cambio.

Motivación. Consiste en la pasión por trabajar por razones que van más allá del dinero
o el estatus. Implica luchar por alcanzar los objetivos con energía y persistencia.
Características: fuerte orientación al logro, compromiso con la organización, optimismo
(incluso frente a la adversidad).

5 “Camino al Jubileo de Oro de la RCC Perú”


Empatía. Consiste en la aptitud para entender el interior emocional de otras personas,
más allá de lo aparente y, en consecuencia, tratarlas. Características: destreza en
formar y retener el talento, sensibilidad intercultural, buen servicio.

Habilidades sociales. Consiste en la capacidad para manejar relaciones y crear redes


sociales. Implica saber encontrar puntos comunes y estrechar lazos entre las
personas. Características: persuasión, eficacia al liderar cambios, pericia al crear y
liderar equipos.

Para John C. Maxwell.


Para este autor y conferencista estadounidense (n.1947), un líder debe poseer 21
cualidades que, podríamos señalar brevemente:

Carácter. Lo primero que debe tener un líder es fortaleza de carácter. Algunas de las
cualidades que encierra un buen carácter son la integridad, fortaleza, perseverancia y
una gran labor ética.

Carisma. Es la habilidad de atraer a la gente hacia sí mismo. Se da cuando el líder


ama la vida, valora a los demás y les da esperanza.

Compromiso. El líder comprometido no se da nunca por vencido. Siempre inspira y


atrae a la gente. Demuestra que se tiene convicciones.

Comunicación. Sin la capacidad de comunicarse, un líder no puede proyectar


eficazmente su visión ni alentar a los demás a actuar en ella. Hay que simplificar el
mensaje, creer y vivir lo que se dice.

Capacidad. Es la habilidad para decir, planear y hacer las cosas de tal manera que
los demás reconozcan que el líder sí sabe. Un componente importante es la búsqueda
continua de mejora.

Valentía. Los verdaderos líderes siempre están dispuestos a arriesgarse. Consiste en


enfrentar el temor y hacer las cosas correctas.

Discernimiento. Puede describirse como la habilidad de encontrar la raíz del


problema. Tiene como base tanto la intuición como el pensamiento racional

Concentración. La clave son las prioridades y la concentración. Los líderes efectivos


que alcanzan su potencial invierten más tiempo en lo que hacen bien, un 25% en cosas
nuevas y un 5% en sus áreas débiles.

Generosidad. La generosidad viene del corazón y permea cada aspecto de la vida del
líder: su tiempo, su dinero, sus talentos y sus posesiones. Consiste en ser agradecido,

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poner a las personas en primer lugar, considerar el dinero como un recurso y no
permitir que el deseo por las posesiones tome el control.

Iniciativa. El líder es siempre el responsable de iniciar una conexión con sus


seguidores. Pero además buscar las oportunidades y estar listo para la acción.

Escuchar. La mayoría de los problemas de comunicación provienen de no saber


escuchar. Para realmente saber hacerlo se deben considerar dos propósitos:
relacionarse con las personas y aprender de ellos.

Pasión. Es amar lo que se hace. La pasión fortalece la voluntad, acrecienta la


capacidad de impactar en los demás y hace posible lo imposible. Para aumentarla,
todo líder debe regresar siempre al “primer amor” y relacionarse con gente de pasión.

Actitud positiva. Consiste en la constante determinación del ánimo positivo. Éste


determina las acciones del líder que no se deja llevar por las circunstancias adversas.
Además, una buena actitud repercute en las personas alrededor y mantenerla resulta
más fácil que recuperarla.

Solución de problemas. Los líderes siempre surgen porque hay un reto que superar.
No importa en qué campo se encuentre, siempre habrá un problema. Un buen líder se
anticipa, acepta la realidad, observa el panorama, no se pierde en los detalles y
resuelve un problema a la vez.

Relaciones. Es indispensable en un líder efectivo tener la habilidad de trabajar con la


gente. Se debe entender qué siente y piensa, quererla y ayudarla.

Responsabilidad. Hoy en día la gente está más preocupada por sus derechos que
por sus responsabilidades. Sin embargo, un verdadero líder enfrenta lo que la vida le
depara y da lo mejor de sí, sabiendo que tendrá la oportunidad de guiar al grupo solo
si asume mayor responsabilidad que el resto.

Seguridad. Nace en la autoestima. Un líder seguro da seguridad a los demás, da más


que lo que recibe de las personas, empodera a los otros y celebra los éxitos de su
equipo.

Autodisciplina. El líder efectivo reconoce que la primera persona a liderar es uno


mismo. Hace de la disciplina un estilo de vida: desarrolla sistemas y rutinas,
especialmente en aquellas áreas cruciales para el crecimiento personal a largo plazo.

Servicio. Un verdadero líder sirve a las personas y a los más elevados intereses.
Siempre está a la expectativa de las necesidades de la gente, les da la debida
importancia y está dispuesto a resolverlas.

7 “Camino al Jubileo de Oro de la RCC Perú”


Aprender. Del aprendizaje constante del líder depende el crecimiento de la
organización. Detrás de una meta siempre existe otra.

Visión. Consiste en ver las posibilidades antes de que sean obvias. La visión no solo
guía al líder, enciende y alimenta el fuego dentro de él ¿De dónde proviene? Del
interior, de las profundidades del ser y del creer.

BIBLIOGRAFÍA

CARDONA, Pablo y GARCIA-LOMBARDÍA, Pilar. Cómo desarrollar las competencias de


liderazgo. Navarra, EUNSA, 3ra. Edición, 2007.
COVEY, Stephen R. El liderazgo centrado en principios. Buenos Aires, Paidós, 1993.
GOLEMAN, Daniel. ¿Qué hace a un líder? Massachusetts, Harvard Business School
Publishing Corporation, 2004.
HESSELBEIN, F., GOLDSMITH, M. y BECKHARD, R. El líder del futuro. Barcelona, Deusto,
2007
LOWNEY, Chris. Liderazgo al estilo de los jesuitas. Bogotá, Grupo Editorial Norma, 2004.
MAXWELL, John C. Las 21 cualidades indispensables de un líder. Nashville, Caribe-Betania,
2000.
TORRALBA, Francesc. Liderazgo ético. La emergencia de un nuevo paradigma. Madrid, PPC
Editorial, 2017.

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EL LIDERAZGO CRISTIANO*

1. EL LÍDER CRISTIANO
En el mundo existen una gran variedad de líderes que ejercen de diferente manera su
liderazgo. Algunos cambian según se mueven las corrientes de la política. Otros buscan
un beneficio personal, enriquecerse o inflar su fama. Hay también quienes se preocupan
de la gente que los rodea.

En el ámbito del liderazgo cristiano, podemos, del mismo modo, hallar quienes se dejan
llevar por ideas del mundo, por sus propios impulsos, y también hay quienes
auténticamente quieren satisfacer las necesidades de quienes se acercan a él.

Jesús, se dirige a sus discípulos diciendo: “Los reyes de las naciones las dominan como
señores absolutos, y los que ejercen el poder sobre ellas se hacen llamar Bienhechores;
pero no así vosotros, sino que el mayor entre vosotros sea como el más joven y el que
gobierna como el que sirve. Porque, ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que
sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que
sirve" (Lc 22, 25-27).

Esta conversación tuvo lugar entre Jesús y sus apóstoles en una cena íntima. Habían
andado juntos por tres años. Jesús había realizado diversos milagros, algunos grandiosos.
Los doce habían escuchado de primera mano sus enseñanzas. Estaban ansiosos y
expectantes sobre lo que estaba por ocurrir. Todo Jerusalén había recibido al Maestro con
palmas, al grito de “¡Hosanna!” (Cf. 11, 9-10).

¿Qué esperaban ellos? Los discípulos estaban convencidos que Jesús era el Mesías,
quien habría de reinar desde el trono de David. Ellos, como muchos de los hebreos,
seguramente pensaban que el Mesías derrotaría a los romanos y establecería un
poderoso reino.

Es fácil imaginar que los discípulos hayan estado esperando obtener beneficios
personales mediante el ascenso de Jesús al poder. Jesús sería rey y todos saben que los
reyes necesitan colaboradores que les ayuden a gobernar. Ningún presidente gobierna
sin un gabinete de ministros, y ningún comandante sin sus generales ¿Y quiénes serían
los candidatos naturales por sus posiciones en la administración de Jesús? Los discípulos,
por supuesto. No se extrañe, entonces, que mientras se servían vino y cordero asado, su
conversación girara en torno a sus futuras posiciones.

Jesús, sin embargo, aprovechó la oportunidad para darles una lección de liderazgo.
Primero se refirió al liderazgo en el mundo para luego describir lo que esperaba de sus
propios líderes: servicio.

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La sociedad y la Iglesia de hoy, más que otra cosa, necesitan auténticos líderes que sean
pastores, que acompañen y dirijan al pueblo de Dios ¿Cómo? Sirviéndole a ejemplo de
Jesús.

El servicio en el liderazgo, o más propiamente el liderazgo-servicio a ejemplo de Jesús,


podría considerarse una opción más entre otras; pero se convierte en un mandato para
todos los que llaman a Jesús Señor.

Liderar como Jesús es infundir armonía en nuestra influencia sobre otras personas con el
plan de Dios para sus vidas y las nuestras. En Mateo 6, 32-33, Jesús llama a quienes
querían seguirle a no preocuparse en producir resultados de la mayor parte de su trabajo
cuando les dice: “Que por todas esas coas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro
Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia,
y todas esas cosas se os darán por añadidura".

2. JESÚS, LÍDER SERVIDOR

El corazón de Jesús.
El papa Francisco, en una de sus homilías, se refiere al corazón de Jesús usando tres
citas bíblicas:

"Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso.


Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón; y hallareis descanso para vuestras almas” (Mt. 11, 28-29). La invitación de
Jesús es para todos, en especial para los que sufren. El “yugo” del Señor consiste en
cargar con el peso de los demás con amor fraternal, sin cargar sobre ellos nuestros
puntos de vista personales, y nuestros juicios, nuestras críticas o nuestra indiferencia.

"Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino
que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre
y agua" (Jn 19,33-34). El evangelista testimonia el hecho que vio en el Calvario, o sea
que un soldado, cuando Jesús ya estaba muerto, le atravesó el costado con una lanza.
En cumplimiento de las Escrituras, del corazón de Jesús brotó el perdón y la vida para
todos los hombres.

“Y sucedió que a continuación se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con él sus
discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad,
sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que
acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le
dijo: «No llores.» Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él
dijo: «Joven, a ti te digo: Levántate.» El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él
se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo:

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«Un gran profeta se ha levantado entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo». Y
lo que se decía de él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina” (Lc
7, 11-17). La misericordia de Jesús no es solo sentimiento, es más, es una fuerza que
da vida. Al momento en que la mirada de Jesús se posó en los ojos de la mujer en
lágrimas, el Señor “tuvo compasión”. Ésta es el amor de Dios por el hombre, es la
misericordia o sea la actitud de Dios en contacto con la miseria humana, con nuestra
indigencia, nuestro sufrimiento, nuestra angustia.

La cabeza de Jesús.
La vida de Jesús estaba totalmente centrada en agradar al Padre. Este pensamiento
guiaba sus acciones, lo cual significó proclamar el Evangelio y traer la salvación a la
humanidad. En este sentido Pablo afirma: “La cabeza de Cristo es Dios” (1 Cor 11, 3).

Jesús personifica la obediencia:

"Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra" (Jn
4, 34).
"He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha
enviado" (Jn 6, 38).
"Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado" (Jn 7, 16).
"El que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre
lo que le agrada a él" (Jn 8, 29).
"Ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha
ordenado" (Jn 14, 31).
"No se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc 22, 42).

Entonces Jesús establece sus prioridades en función de un solo propósito, sus valores
están ordenados al Plan de Salvación. Y así "se despojó de sí mismo tomando condición
de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre;
y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios
le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús
toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que
Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre" (Flp 2, 7-11).

Las manos de Jesús.


Jesús pudo transmitir a sus discípulos lo que había en su corazón (humildad, perdón, vida,
compasión) y su cabeza (propósito de agradar al Padre) sobre el liderazgo-servicio. La
siguiente etapa es la ayuda concreta que el Señor trae a quienes acuden a él.

La mano de Jesús levanta a Pedro: "Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le
dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?»" (Mt 14, 31).
La mano de Jesús sana al leproso: "El extendió la mano, le tocó y dijo: «Quiero,
queda limpio.» Y al instante quedó limpio de su lepra" (Mt 8, 3).

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La mano de Jesús devuelve la vista a los ciegos: "Tocó sus ojos, y al instante
recobraron la vista" (Mt 20, 34).
La mano de Jesús nos quita el temor: "Él puso su mano derecha sobre mí diciendo:
«No temas, soy yo, el Primero y el Ultimo…»" (Ap 1, 17).
Las manos de Jesús dan ejemplo de servicio: “Se puso a lavar los pies de los
discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido" (Jn 13, 5).

Las manos de Jesús: Fuertes y vigorosas, de carpintero. Y, al mismo tiempo, tiernas, como
cuando acariciaba a un niño o limpiaba una lágrima de las mejillas de la Virgen. Manos que
extendían, respetuosas, los rollos de las Escrituras en la Sinagoga. Dedos que enfatizaban
sus palabras o escribían sobre la arena.

Las manos de Jesús bendecían. Partían el pan, incluso lo multiplicaban. Eran manos que
curaban y hasta resucitaban. Las manos de Jesús enseñaban, expresaban, amaban. Con
ellas difundía su misericordia y amor. Eran manos que entregaban incesantemente.

Los hábitos de Jesús.


Los hábitos de Jesús incluían pasar un tiempo a solas y en oración, confiando en la Palabra
de Dios, en la relación de amor incondicional con su Padre y beneficiándose de la
comodidad que encontró con un pequeño grupo de amigos íntimos. Estos hábitos fluían
sin ningún esfuerzo y permeaban su caminar y su liderazgo diario.

Se apartaba para estar un tiempo a solas. Pasó cuarenta días en el desierto antes de
su vida pública (Cf. Mt 4, 1-11). Estuvo a solas antes de escoger a sus discípulos (Cf.
Lc 6, 12-13), cuando recibió la noticia de la muerte de Juan el Bautista (Cf. Mt 14, 13),
luego de sanar a muchos y expulsar demonios (Mc 1, 35) y después de la alimentación
milagrosas de cinco mil (Cf. Mt 14, 23).

Oraba. Lo hacía en el monte (Cf. Lc 6, 12; Lc 14, 23) o lugares solitarios (Cf. Mc 1, 35).
Solo (Cf. Mt 14, 23) o acompañado (Cf. Mt 26, 30).En la tarde (Cf. Mt 14, 23) o la noche
(Cf. Lc 6, 12; Mc 1, 35). Puesto de rodillas (Cf. Lc 22, 41). Bendice (Cf. Mc 8, 7; 14, 22),
alaba (Cf. Mt 11, 25), canta himnos (Cf. Mt 26, 30), ora con salmos (Cf. Mc 15, 34; Lc
23, 46), da gracias al Padre (Cf. Jn 6, 11; 11, 41).

Leía y estudiaba la Palabra. Esto se evidencia, por ejemplo, en el relato del Evangelio
sobre las tentaciones: el Señor responde a las peticiones del diablo con tres citas de la
Biblia (Cf. Lc 4,3-12). Evidentemente Jesús tenía un conocimiento amplio de las
Escrituras y podía citarlas con certeza. Sobre el mandamiento más importante, Jesús
señala el libro del Deuteronomio: “Amarás al Señor, tu Dios…” (Mt 22,36-37). Jesús
muestra su autoridad al presentar la Escritura como guía. Incluso, en varias ocasiones
el Señor recrimina a los que no la leen. Cuando despacha a los vendedores del templo
(Cf. Mt 21,13) y les dice a las autoridades judías: “¿No han leído nunca en las

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escrituras…” (Mt 21,42). En el evangelio de Juan hay otros pasajes de Jesús haciendo
referencia a las Escrituras: Jn 5,39; Jn 7,15; Jn 7,42.

Confiaba en el amor incondicional de Dios. Jesús se dirige siempre con confianza al


Padre: “’¡Abbá, Padre! Todo es posible para ti” (Mc 14, 36) y enseña a los discípulos a
confiar de la misma manera, llamando “papito” a Dios (Cf. Rm 8,15; Gál 4,6-7). Jesús,
a pesar de las circunstancias, deposita su confianza total en el Padre: “Si quieres,
aparta de mi esta copa; pero que no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc 22, 42) que
siempre lo escucha (Cf. Jn 11, 42) y nos escucha (Cf. Mt 21, 22).

Compartía con amigos. Jesús llama a un grupo de discípulos a estar más cerca de él
(Cf. Lc 6, 13; Mt 10, 2-4; Mc 3, 13-14) y compartió una estrecha amistad con Pedro,
Santiago y Juan (Cf. Mc 5, 21-43; Mt 17, 1-9; Mt 26, 37-38). De los mismos labios de
Jesús nacen estas palabras: “Como el Padre me amó, yo también los he amado a
ustedes… Yo los he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre se los he
dado a conocer. No me han elegido ustedes a mí, sino que yo los he elegido a
ustedes y los he destinado para que vayan y den fruto y que su fruto permanezca” (Jn
15, 9.15-16).

3. LOS LAICOS EN LA IGLESIA


El laico, en la Iglesia católica, es aquel que ha sido incorporado a Cristo por el bautismo,
excepto los miembros del orden sagrado y estado religioso reconocido por Iglesia. En este
sentido, los laicos constituimos, por mucho, la gran mayoría del Pueblo de Dios.

Desgraciadamente, durante siglos, al laico no se le reconocía o permitía ser miembro


indispensable de la pastoral de la Iglesia. En cierta forma se le consideraba menos que
los llamados al orden sagrado o a la vida religiosa. No fue sino hasta el Concilio Vaticano
II, donde se recuperó la noción bíblica de Iglesia como el Pueblo de Dios. Esta noción
concede a todos los miembros la misma dignidad. De esta forma, los laicos participan de
la misma misión de Cristo Sacerdote, Profeta y Rey.

A partir de Vaticano II surgió una multitud de movimientos y asociaciones de laicos que


fueron reconocidos por la jerarquía de la Iglesia, Más aún, desde entonces se ha ido
motivando a los laicos a tomar parte activa en la pastoral de la Iglesia y las parroquias. Al
laico le corresponde la difícil tarea de balancear su misión temporal y su misión
intraeclesial. En otras palabras, debemos ser “hombres y mujeres de la Iglesia en el
corazón del mundo y hombres y mujeres del mundo en el corazón de la Iglesia”.

Pero ¿Cuál es el ámbito propio de los laicos? Las realidades social, política y económica
de los países; así también su vida cultural: las ciencias, las artes y los medios de
comunicación; además de otras realidades abiertas a la evangelización como el trabajo,
la educación y la familia.

13 “Camino al Jubileo de Oro de la RCC Perú”


Y ¿Cómo cumple el laico su misión? Con su testimonio, con sus actividades en el ámbito
en el que se desempeñe, haciendo creíble la fe que profesa, mostrando autenticidad y
coherencia en su conducta.

A su vez, los documentos de la Iglesia manifiestan con suma claridad la necesidad de


fortalecer las variadas asociaciones laicales (movimientos, comunidades e itinerarios de
formación cristiana) y consejos de fieles laicos (parroquiales, diocesanos y nacionales).
Llaman al laico a contribuir al discernimiento, animación, coordinación y conducción
pastoral, asumiendo su misión evangelizadora con responsabilidad e identidad ya que “la
construcción de la ciudadanía, en el sentido más amplio, y la construcción de eclesialidad
en los laicos es uno solo y único movimiento”.

De esta manera concluimos que los nuevos líderes de la Iglesia no serán los grandes
teólogos, canonistas o sabios doctores en ciencias religiosas sino aquellos que,
conociendo el plan de salvación, tengan la visión para llevarlo a cabo. Y nos referimos no
solo a ministros ordenados o religiosos consagrados sino a laicos hombres y mujeres que
se atrevan con pasión y valentía a construir los cielos nuevos aquí en la tierra.

4. LA FORMACIÓN DEL LÍDER CRISTIANO


Tomando como base la afirmación que “los líderes no nacen, tienen que ser formados”,
los siguientes párrafos nos mostrarán las líneas generales de la formación de líderes
cristianos, hombres y mujeres que tengan la luz de Dios para conocer el plan de salvación,
con la sabiduría práctica de cómo realizarlo, llenos del poder del Espíritu Santo, para
llevarlo a cabo y con la visión que nos lleve por caminos que den respuesta a los retos del
siglo XXI.

Luz de Dios para conocer el plan de salvación.


El don del discernimiento es el alma y columna vertebral de un líder. Nos capacita para
saber utilizar bien los carismas; sin él, todos los dones se convierten más en un peligro
que en un beneficio. El don de discernimiento nos permite conjugar y armonizar todos los
dones y ministerios de una comunidad para hacer posible el Reino de Dios en este mundo.

Un ejemplo claro y sencillo de cómo actúa un hombre sin discernimiento es Pedro, quien
casi siempre se dejaba guiar por sus propios impulsos, y lo más común era que se
equivocara:

El día glorioso de la transfiguración del Señor, pretendía hacer tres tiendas en la cima
del Monte Tabor.
Cuando Jesús anunció a los suyos que sería traicionado y entregado en manos de sus
enemigos, no estuvo de acuerdo con él.

14 “Camino al Jubileo de Oro de la RCC Perú”


Durante la última cena, primero no se dejaba lavar los pies, pero después quería baño
completo.
En Getsemaní, desenvainó su espada y por poco mata a un hombre.

El otro lado de la moneda lo constituye Abraham. Este patriarca descubrió el plan de Dios:
ser bendición para todos los pueblos de la tierra y colaboró incondicionalmente para llevar
a cabo su misión. Creyó en Dios y renunció a su propio plan de vida, dejando su patria y
parentela para aventurarse en un maravilloso designio. Esperó contra toda esperanza y,
cuando Dios le pidió entregar al hijo de la Promesa, respondió con generosidad, creyendo
que Dios tenía poder para resucitar a los muertos.

El líder cristiano con discernimiento conoce el plan de salvación y es capaz de indicar a


los demás el camino. Abraham comunicó este plan a su hijo Isaac, en forma de bendición.

Cuando dos personas van montadas en un mismo caballo, una va adelante y otra va atrás.
El de enfrente lleva las riendas, porque puede ver claramente el panorama. El líder es una
persona que conoce el camino, ve más allá y sabe hacia dónde vamos. Por eso, lleva las
riendas de la comunidad.

Si un líder no conoce la voluntad de Dios ¿cómo va a poder asegurar a los demás “ésta
es la voluntad del Señor”? Es mejor que deje a otro las riendas del caballo y que él, por lo
tanto, se siente atrás. Por eso, la característica primordial de un líder cristiano es conocer
el plan de Dios.

Un líder conoce el plan de Dios a través del contacto con las Escrituras, la oración
constante y la pureza de corazón para ver a Dios y escuchar a sus hermanos. Sin
embargo, no es suficiente saber lo que Dios quiere. Es necesario hacerlo cuando Él quiere
y como Él quiere.

La sabiduría de Cristo.
El líder necesita la luz de Dios para conocer su plan, pero esto no basta, ya que es
necesario también encontrar la estrategia para realizarlo. Para ello se precisa la sabiduría
de Cristo Jesús. El don de sabiduría radica en la capacidad de descubrir cómo dar los
pasos que nos conducen a conseguir el objetivo que perseguimos.

Tomemos ahora como ejemplo a los apóstoles, quienes formaban comunidades


cristianas, integraban una comunidad de líderes y preparaban al sucesor.

La sabiduría de los Apóstoles para instaurar el Reino de Dios, fue establecer comunidades
cristianas que constituyeran un fermento en la masa, luz del mundo y sal de la tierra. Por
eso, dondequiera que ellos predicaban, dejaban cimentada y organizada una comunidad
de discípulos.

15 “Camino al Jubileo de Oro de la RCC Perú”


Además, una de las cosas que Jesús enseñó de forma especial a sus discípulos y que
ellos fueron aprendiendo lentamente, fue el trabajar en comunidad: cuando los mandaba
a predicar los enviaba de dos en dos, el día de Pentecostés estaban ciento veinte líderes
junto con María. La predicación de Pedro esa mañana gloriosa tuvo gran poder y convirtió
a tres mil personas; ciertamente, uno fue el que habló, pero todos predicaron con el
testimonio.

Los apóstoles integraron una comunidad de líderes. Ellos se reunían para rezar, recibir el
Espíritu Santo, celebrar la Fracción del Pan, predicar y decidir sobre las cuestiones
prácticas y doctrinales de la Iglesia. Todos eran servidores y miembros del cuerpo de
Cristo; por lo tanto, debían estar íntima y profundamente unidos entre sí.

Un ministerio aislado pierde su fuerza y su valor. Este mismo riesgo corre quien trabaja
solo, sin conexión ni relación con los demás.

Otro rasgo importante de los primeros seguidores de Cristo es que, así como Jesús
capacitó a sus sucesores y los envió como él había sido enviado por el Padre, los
apóstoles también formaron a quienes habrían de continuar la obra a ellos confiada.

No precisamos una sabiduría deslumbrante para saber que somos pasajeros, transitorios,
pero la misión evangelizadora es permanente. Así, ¿qué otro plan pastoral es más
trascendente que formar y capacitar a otros para que continúen la misión que nos fue
encomendada? La sabiduría de un líder o pastor reside en que su obra continúe y crezca
aún más luego de su partida. Un líder es tal, en la medida en que tiene la visión para
formar y producir otros líderes.

El poder de Espíritu Santo.


Es importante saber a dónde vamos y cómo llegar allá. Pero es igualmente indispensable
tener las fuerzas suficientes para alcanzar dicha meta. No basta con conocer el camino,
es necesario asimismo estar preparados para recorrerlo de principio a fin.

Todo líder o pastor de la Iglesia necesita estar dotado de una fuerza especial que lo
capacite para ir adelante en el camino por el que guía al pueblo de Dios, necesita estar
ungido por el Espíritu.

Siguiendo en el ejemplo de los apóstoles, ellos recibieron el poder de lo alto, que los faculta
para cumplir el plan universal de salvación. Antes de comenzar a evangelizar, recibieron
la fuerza del Espíritu Santo el día de Pentecostés. El mismo poder que descendió sobre
Jesús, al salir del Jordán, se posó sobre ellos para que extendieran el Reino inaugurado
por el Maestro, pues sólo de esa forma se puede colaborar con él.

No se puede realizar la obra de Dios sin el poder de Dios. Por eso, era absolutamente
necesaria esa fuerza de lo alto para que los Apóstoles extendieran en el tiempo y en el
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espacio la misión que Jesús les había confiado: “Como el Padre me envió, también yo los
envío: Reciban Espíritu Santo” (Jn 20,21).

Así como Jesús derrama su Espíritu Santo sobre los discípulos, todo líder de la Iglesia se
convierte en canal para que su comunidad reciba el poder de Dios en sus vidas, de manera
especial su equipo de colaboradores.

La visión del líder.


Un líder se identifica como tal por su visión; sin embargo, es muy difícil definirla. Podríamos
intentar ilustrar la visión, tomando la imagen del marinero que, desde el mástil central del
barco y señalando con su mano hacia el horizonte, conmueve el ánimo de la tripulación
con un grito emocionado: “¡Tierra a la vista!”.

Trazaremos a continuación algunas características de este hombre con visión:

Ve y escucha más allá que los demás. El vigía en el barco se sitúa en lo alto del mástil
para alcanzar a ver más lejos.
No mira para atrás. El marinero no contempla la estela que el barco va dibujando en
el océano. Una vez que ha dejado una playa, leva las anclas que lo atan mentalmente
para hacer volar su imaginación y su ilusión hacia el nuevo destino que lo espera.
Anuncia buenas noticias. La función del marinero que sube al mástil, es anunciar
buenas noticias. No le corresponde amedrentar a la tripulación con un grito que los
llene de terror: “¡Tormenta a la vista!”. Su principal responsabilidad es la de anunciar
que se están acercando al objetivo perseguido.
Comparte su visión con los demás. Si divisa el objetivo, el vigía comunica lo que ve a
los demás. No se lo apropia de forma egoísta. En el momento en que el marinero
afirma la proximidad de la tierra, todos creen y suben a la cubierta del barco para
avistar las cumbres de las montañas y las playas anheladas.
Define el objetivo. El marinero, con su mano extendida y voz segura, señala el norte
hacia el cual navegar.
Motiva y contagia entusiasmo. El vigía, como todo líder, contagia energía con su voz,
su actitud, su expresión.
Hace converger todas las fuerzas hacia un solo propósito. La vista del objetivo es el
motor que desencadena una estrategia de trabajo: El capitán toma completo control
de la nave, se aflojan las ataduras de los timones, se pliegan las velas y se iza al viento
la vela artimón, se sueltan las cuatro anclas desde la popa y se dejan caer al mar.

La visión lleva a la acción y la acción profundiza la visión. Un líder no comprende todo


claramente desde un principio, ni tampoco comienza haciendo las cosas de manera
perfecta. A medida que camina y avanza, se amplía la visión y ésta aumenta la acción.

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BIBLIOGRAFÍA

BLANCHARD, Ken y HODGES, Phil. Un líder como Jesús. Nashville, Grupo Nelson, 2006.
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CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO. Aparecida. Documento final. Lima,
Conferencia Episcopal Peruana, 2007.
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Vaticano, Editrice Vaticana, 2013.
PABLO VI. Exhortación apostólica “Evangelii Nuntiandi”. Ciudad del Vaticano, Editrice
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PRADO FLORES, José. Formación de líderes. México D.F., Rema, 2016.
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