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Pero, antes de proseguir, es necesario clarificar por qué digo que el método
psicoanalítico ha sido idealizado como la única fuente de información teórica y
técnica. Freud tenía la firme convicción de que la observación clínica sola tenía
la suficiente confiabilidad y validez para fundamentar el edificio teórico-técnico
psicoanalítico1. Para Freud, el psicoanálisis compartía con la física y la
química2el carácter de ciencia natural. En 1980, 40 años después del la muerte
de Freud, Charles Brenner afirmó lo mismo: "Las teorías psicoanalíticas
dependen de los datos de observación que derivan de la aplicación del método
psicoanalítico. Estos datos no son accesibles de ninguna otra manera que no
sea por la aplicación del método. Eran esencialmente desconocidos antes de
que Freud desarrollara el método analítico y aún lo serían sin él. ... Quisiera
enfatizar que aun cuando los datos del psicoanálisis son diferentes de los datos
de cualquiera otra ciencia natural, su método es el mismo: observación y
acumulación de datos por el mejor método disponible que ha sido diseñado
para tal propósito." (Brenner, 1980, pp.206-207).
Hay que aclarar que Brenner escribió lo anterior más de una década después
de que toda una pléyade de ilustres discípulos de David Rapaport, entre otros,
Robert Holt, Merton Gill, George Klein, Roy Shafer y Donald Spence, mostraran
la imposibilidad de homologar el psicoanálisis con las ciencias naturales (véase
Thomä y Kächele 1989, p. 18s) y propusieran profundos cambios conceptuales,
algunos la renuncia a la pretensión científico natural y otros hasta el abandono
de la metapsicología. La crisis de la teoría que siguió a la muerte de David
Rapaport condujo al colorido panorama teórico del psicoanálisis
norteamericano actual, que incluye desde corrientes hermeneuticistas,
narrativistas e intersubjetivistas –que acercan al psicoanálisis a las ciencias
humanas– hasta corrientes empiricistas y experimentalistas, –que lo
aproximan a las ciencias sociales y a las cciencias cognitivas y neurociencias.
Así, el panorama de la epistemología clínica del psicoanálisis de fin de siglo es
complejo y fluido, y no podría haber sido mejor resumido que en el título del
libro de Carlo Strenger (1991): "Entre la Hermenéutica y la Ciencia".
Por cierto, sería injusto afirmar que Freud no consideró los aspectos del vínculo
entre paciente y analista en su concepción de la cura. Baste recordar que en
una de sus recomendaciones sobre técnica, en 1913, respondía así a la
pregunta de cuándo empezar con el trabajo interpretativo: "Nunca antes de
haberse establecido en el paciente una transferencia eficaz, un rapport en toda
regla con nosotros. La primera meta del tratamiento está en ligarlo a la cura y
a la persona del médico" (Freud 1913c, SA, p.199; la traducción es mía).
Según Freud, esto último se verá malogrado si desde el principio no
adoptamos una actitud empática, única capaz de promover el attachement (la
palabra es de Freud) del paciente al analista.
La tensión entre una técnica idealizada y otra real, donde la primera pasó a
contener el verdadero psicoanálisis y a ser garante de la identidad del
psicoanalista, y la segunda cobró matices de clandestinidad, determinó
históricamente una polarización entre dos técnicas psicoanalíticas: Una, que
llegó a ser clásica y oficial, está centrada en el logro de insight a través de la
interpretación de la transferencia, en la repetición y la reconstrucción genética,
y otra, que se centra en la experiencia emocional innovadora del "aquí y
ahora" y el establecimiento y mantención de la relación de trabajo o alianza
terapéutica, rápidamente cobró un cierto carácter subversivo (Cremerius 1979;
Thomä 1986). La polémica empezó cuando Ferenczi y Rank (1924)
denunciaron el "fanatismo interpretativo", criticando el énfasis intelectual
puesto en la reconstrucción genética en desmedro del factor de experiencia
emocional. Conocido de todos es el desarrollo histórico de esta línea técnica,
que ahora se sabe empezó con el mismo Freud 5, permanentemente expuesta a
la grave acusación de apartarse del "verdadero psicoanálisis". Conocemos las
visicitudes de la relación de Ferenczi con Freud. ¡Si suDiario Clínico sólo pudo
ser publicado recién en 1985, 52 años después de su muerte!, y cuya
traducción alemana lleva el sugestivo título de Ohne Sympathie keine
Heilung (sin simpatía no hay curación). La tradición de la experiencia
emocional pasa, entre otros, por Theodor Reik (el valor psicológico del silencio
y el tercer oído), Michael Balint (la falta básica y el nuevo comienzo), Donald
Winnicott (el holding y el management), Franz Alexander (la experiencia
emocional correctora), Heinz Kohut (el reconocimiento empático), hasta llegar
a nuestros días. Con mayor o menor éxito, estos autores intentaron ampliar el
espectro de aplicación del método psicoanalítico más allá del paciente
neurótico. Por cierto que con esto no estoy avalando cualquier modificación
técnica, como el análisis mutuo practicado experimentalmente por Ferenczi.
Sólo me interesa llamar la atención sobre el hecho de que una técnica que
considere seriamente la intervención del vínculo con el paciente aún no ha sido
capaz de encontrar un fundamento teórico que la eleve al rango primerísimo
que desde el principio hemos otorgado a la interpretación. Esto quizás no
tendría importancia si ésta última fuera suficiente o aplicable universalmente.
El problema es que no es así y la investigación moderna en resultados y
proceso en psicoanálisis parece demostrar, cada día más, el carácter
independiente del vínculo emocional como factor curativo. Existe una profusa
literatura psicoanalítica acerca de la metapsicología de la acción interpretativa,
totalmente desproporcionada frente a la importancia de la relación
intersubjetiva como factor de cambio. Por cierto, tenemos una teoría de las
relaciones de objeto y una teoría de la identificación como consecuencia de la
pérdida (en "Duelo y Melancolía") pero, a mi entender, éstas no dan cuenta
cabal de los procesos que suceden en y por la presencia de un otro
significativo. No quiero extenderme más sobre este punto, sólo piénsese por
un momento en las teorías de Freud y de Bion sobre el origen del pensamiento
en relación con la ausencia del objeto. El concepto de una "identificación
primaria", anterior a la emergencia del objeto y que no tiene que ver con los
procesos de duelo, permanece, desde las formulaciones de Freud, en un estado
germinal. Concepciones como las de Winnicott o de Bowlby asignan al vínculo
un carácter primario. Las teorías de éste último se han demostrado
extraordinariamente fructíferas en investigación de la relación temprana
madre-hijo, investigación que puede darnos muchas luces sobre la acción
terapéutica del vínculo. Quizás ha llegado el momento de dar el paso desde
una teoría de las relaciones de objeto hacia una teoría de las relaciones de
sujeto que haga plena justicia a la acción mutativa de la interpretación dentro
del lecho de la relación intersubjetiva entre paciente y analista.
Todo lo anterior arroja nueva luz sobre la controversia secular entre el valor
relativo del insight y de la experiencia emocional. Pienso que lo sensato es
pensar que se trata de dos dimensiones inseparables de la técnica. Con
Luborsky (1984), es posible redefinir el apoyo como todos aquellos aspectos
del tratamiento y de la relación con el terapeuta que el paciente los vivencia
como de ayuda para él. De acuerdo con esto, el apoyo es una dimensión
inseparable de la actividad del analista. Si es el paciente quien define lo que es
apoyo, entonces éste puede estar dado por muchas cosas: por la estructura
del tratamiento, por la sensación de trabajo en común, por las transferencias
positivas no chocantes o, incluso, por una buena interpretación que produzca
en el paciente la sensación de haber sido comprendido. De este modo, el
apoyo existe en cualquier forma de psicoterapia, también en el psicoanálisis y
no es más que otra expresión de la importancia del vínculo interpersonal como
factor curativo genérico o inespecífico6.
De acuerdo con la cita del artículo de enciclopedia que introduce este trabajo,
tanto la teoría general, metapsicológica y psicopatológica, como la teoría de la
técnica se construyen a partir de la suma de conocimientos logrados a través
del trabajo de investigación de los analistas en sesión, "que poco a poco crecen
hasta amalgamarse en una nueva disciplina científica" (1923a GW, p.211).
Según esto, el corpus de conocimiento psicoanalítico sería producto de un
proceso colectivo de acumulación de inferencias clínicas, que ya dura algo más
de un siglo, sobre la base de una muestra seleccionada de pacientes, los
pacientes en psicoanálisis. Además de ser ahora evidente que la acumulación
de conocimientos no ha conducido a un corpus ordenado y sistemático sobre el
cual haya un consenso colectivo, en lo referente a la teoría general y a la
psicopatología psicoanalítica esta afirmación parece ser nuevamente una
idealización. Es sabido que no menos de un 30% de la obra freudiana está
dedicada a tópicos que no son clínicos, en especial a temas referentes al
estudio de la cultura. Paul Ricoeur (1970), ha demostrado que el estudio
psicoanalítico de la religión, el arte, la ciencia y el derecho, es parte esencial de
la construcción teórica psicoanalítica. Piénsese, por ejemplo, en Leonardo da
Vinci y la homosexualidad o en la teoría de la agresión y de la culpa en El
Malestar en la Cultura. En otra parte (Jiménez 1998), he sugerido que este
ensayo de Freud de 1930 fue escrito en gran medida por exigencias del
desarrollo inherente a la teoría psicoanalítica y como un estudio psicológico
social sobre los efectos de la llamada "primera crisis de la modernidad" que se
desarrolló en Europa en relación con la Primera Guerra Mundial (Wagner
1994). Más aún, es conocido que en El Malestar en la Cultura Freud hizo la
predicción de que la Modernidad iría aparejada con la dificultad cada vez mayor
de manejar el incremento en la intensidad de la culpa inconsciente que implica
el progreso, hipótesis que parece confirmarse por los estudios epidemiológicos
modernos que correlacionan la urbanización creciente y el aumento de los
trastornos depresivos (Tsuang y cols. 1995). Esta predicción se basó en una
racionalidad de naturaleza epidemiológica y no clínica, y a mi juicio cumple con
los criterios de validación externa que reclama Grünbaum (1984). Lo que
quiero decir es que, ya en la obra de Freud, la observación clínica no fue la
fuente única y exclusiva del logro de conocimientos analíticos.
Pero, hay otro argumento que a mi entender es mucho más fuerte y que,
sorpresivamente, viene de la epidemiología psiquiátrica, un campo bastante
ajeno a los intereses corrientes de los psicoanalistas clínicos. Buscando una
explicación a las grandes disparidades de expectativas pronósticas sobre los
padecimientos entre clínicos e investigadores del curso natural de las
enfermedades psiquiátricas, que a menudo lleva a mutuas descalificaciones,
los epidemiólogos Patricia y Jacob Cohen (1984) describieron lo que llamaron
"la ilusión del clínico" definiéndola como la atribución de las características y
curso evolutivo de aquellos pacientes que están actualmente en tratamiento a
toda la población que padece esa condición y que potencialmente consulta por
ella7.
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** Asociación Psicoanalítica Chilena.
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5.Si Freud hubiera seguido sus propias indicaciones, el Hombre de los Lobos,
por ejemplo, no habría entrado jamás en tratamiento psicoanalítico.
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