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TERAPIA CENTRADA EN LA COMPASION

La vergüenza y la autocrítica

La vergüenza y la autocrítica juegan un papel importante en muchos


trastornos psicológicos. Esta página pretende exponer posibles fuentes, por
ejemplo, conductas de sumisión, que pueden haber sido aprendidas en la
infancia. También plantea su tratamiento en el que juegan un papel
fundamental la compasión y la autocompasión, que activan el sistema
neurológico que nos produce sentimientos de bienestar y calma.

La terapia centrada en la compasión


Dr. José Antonio García Higuera

Miembro del equipo de Psicoterapeutas.com


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Centro de Psicología Clínica y Psicoterapia 
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la psicología positiva nos permite ser más eficaces en muchos tratamientos,


en concreto en la vergüenza excesiva y la autocrítica destructivaLa
incorporación de las emociones positivas a la terapia cognitivo conductual está
permitiendo, por un lado, potenciar el bienestar y la felicidad de los pacientes más allá
de la ausencia de sufrimiento y por otro lado, afrontar con nuevos medios problemas
difíciles como la  vergüenza y la autocrítica.

El desarrollo de la psicología positiva que considera la importancia de las emociones


positivas en nuestra felicidad, la consideración del papel que juega en nuestro
bienestar las relaciones sociales, nos está aportando medios para enfrentar con
más eficacia los problemas de la  vergüenza exagerada y de la autocrítica
destructiva que se dan en muchos trastornos de ansiedad y depresión y contribuyen
a su mantenimiento.

Mucha gente tremendamente deprimida ha desarrollado su autocrítica en intentos de


no enfadar a la figura de autoridad que le castigará duramente si se enfada. Para
evitarlo empieza a controlar y monitorizar su conducta y a reprimir cualquier enfado
que surja, lo que le llevará a una falta de asertividad y a un aumento de su ansiedad.

La terapia de la autocrítica y la vergüenza

Las relaciones vinculares positivas se convierten en uno de los objetivos más


importantes en el ser humano. Cuando nos sentimos queridos y valorados, sabemos
que podemos relajarnos porque no existe ninguna amenaza y si existiera, tendríamos
apoyo para enfrentarla. Es más, cuando nos sentimos así, podemos desarrollar todas
nuestras capacidades, ser creativos y mostrarnos como somos. Por ello, ser querido es
algo que nos gustaría alcanzar a casi todos los seres humanos. La importancia que
tiene el ser aceptado y querido se refleja en que el miedo al rechazo es el más
extendido en nuestros días.

 
actualmente, el miedo al rechazo es el más frecuente. En él se basa la
vergüenza excesiva y la autocrítica destructiva, como medios de impedir
que ocurra.

Cuando surge la amenaza de un rechazo social o por parte de alguien querido,


empleamos una serie de alternativas para evitarlo entre las que se encuentran:

 Pedir ayuda para contar la protección y defensa de alguien que nos quiere y


nos aprecia.
 La huida, impulsada por el miedo que pone alas en nuestros pies,
 El enfrentamiento, ayudado por la ira que nos da la fuerza destructiva que
necesitamos,
 La resistencia pasiva para la que creamos una coraza corporal y emocional
que intenta que el ataque nos haga el menor daño posible.
 La sumisión, es decir, hacer lo que el otro quiere que hagamos. De esa
manera intentamos calmar a quien nos ataca para que nos haga menos daño.
Una de las cosas por las que más luchamos es por llevar razón. Si se la damos
a nuestro enemigo, nos atacará por otras cosas; pero no por llevar razón.

La amenaza de un rechazo se cristaliza por medio de una crítica destructiva y


de la descalificación. Si vemos que no podemos librarnos de la amenaza, podemos
emplear la sumisión para minimizar el riesgo, lo que implica aceptar la crítica y
hacerla nuestra, es decir, criticarnos a nosotros mismos. Aceptamos lo que nos dicen
para que, al menos, no se enfurezcan más por encontrar oposición a que lleven razón.
Si aceptamos sus críticas y sigue la amenaza, tenemos que esforzarnos en cambiarnos
como único medio de acabar con la amenaza de agresión o de rechazo. Entramos así
en un proceso de autoexigencia destructiva en el que intentamos
inútilmente cambiar algo malo que tenemos dentro de nosotros.

La terapia que proponemos para superar la autocrítica negativa pasa por:

el tratamiento propone enfrentar el miedo al rechazo que está en la raíz del


problema desde la terapia de aceptación y compromiso, con la base de la
autocompasión, es decir, del respeto a uno mismo y el autocuidado

Ser conscientes de que la autocrítica negativa está ligada a la respuesta de


sumisión ante la amenaza de un rechazo de los demás que no se puede evitar. Vemos
que nuestra autocrítica refleja lo que tememos que nos critiquen los otros.

1. Analizar la conducta que empleamos ante la amenaza de rechazo, por ejemplo,


la sumisión o el ataque o la defensa pasiva, etc. y ver si es la alternativa más
conveniente para afrontar la amenaza. Es posible que la autocrítica sea una
estrategia aprendida en la infancia, que entonces fueron nuestra única
salida, y todavía se mantiene. Mientras que ahora, siendo adultos, podemos
generar otras reacciones más eficaces.
2. Generar sentimientos de autocompasión que nos van a permitir pensar en
abandonar la autoexigencia desde una base segura. Para ello, ejercicios que
nos llevan a vivir el Yo como contexto, es decir, que nos enseñan a
experimentarnos más allá de nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones
y emociones, son un buen comienzo porque ponen las bases para poder aceptar
los sentimientos que nos genera nuestro miedo al rechazo.
3. Ejercicios como la relación con una imagen compasiva, que nos enseña cómo
nos sentimos cuando somos aceptados incondicionalmente, nos ayudan
a tomar la decisión de comprometernos a mostrar nuestros
pensamientos, sentimientos y emociones más genuinos en las relaciones
con los demás, es decir, a ser como realmente somos con una auténtica
determinación (willingness), abandonando la autoexigencia de cambiarnos para
ser aceptados.
4. Así podemos aceptar los sentimientos que la amenaza de ser
rechazados nos genera, reconociendo que ese terrible sufrimiento que
tenemos se debe a la importancia fundamental que, como seres humanos, tiene
para nosotros ser aceptados y queridos tal y como somos. Este es el valor
fundamental que perseguimos con la autocrítica destructiva.

Si no nadamos porque tenemos miedo a ahogarnos en una piscina y queremos superar


ese miedo, no nos quedará más remedio que meternos en la piscina, aunque para
nosotros suponga que nos arriesgamos a ahogarnos. Evidentemente, lo haremos con
cuidado para no ahogarnos. Para exponernos a nuestro miedo al rechazo, lo hemos de
hacer de forma controlada. Existen dos situaciones claramente diferenciadas: cuando
el rechazo es explícito y muy evidente y cuando solamente lo tememos, es decir,
cuando es posible que se haya dado; pero no se ha hecho público. En el primer caso es
preciso aprender a reaccionar, en el segundo hay que aprender a enfrentarse al
pensamiento de que se ha dado el rechazo. La exposición en la imaginación es una
herramienta magnífica para este último caso. Hay que tener en cuenta que se
hace desde la autocompasión, es decir, desde la decisión de que merece la pena
afrontar la posibilidad del fallo, de dejar de exigirnos cambiar, de hacer lo que más nos
conviene y la decisión de no autocriticarnos despiadadamente. Este ejercicio se plantea
desde los aspectos que añade la terapia de aceptación y compromiso a esta técnica, es
decir, que el objetivo de la exposición es potenciar la la acción alternativa que hemos
identificado en el paso anterior y que va dirigida a perseguir nuestros
valores cuando sentimos la amenaza del rechazo.

Se puede encontrar más información pinchando aquí

La compasión y la autocompasión juegan un papel fundamental a la hora de realizar


esta terapia. Vamos a ver con más detalle ambas conductas.

La compasión
los efectos psicológicos positivos de la compasión y la autocompasión son
fundamentales cuando la vergüenza y la autocrítica han surgido de
relaciones de vínculo negativas en la infancia.

La compasión es un comportamiento dirigido a eliminar el sufrimiento y a


producir bienestar en quien sufre. La relación de la compasión con el vínculo es
evidente. Si recibimos compasión, es decir, cariño, cuidado y ayuda para superar
nuestro sufrimiento y nuestro miedo ante la amenaza, sentiremos bienestar y calma,
se activará nuestro sistema neurológico del bienestar.

La compasión y los procesos psicológicos asociados se gestan en las relaciones


vinculares Gilbert (2009) e incluyen un sentimiento de seguridad, calma y bienestar.
La autocompasión se refiere a darnos cuenta de nuestro sufrimiento, entenderlo,
aceptarlo y sentir cariño y cuidado hacia nosotros mismos, dándonos cuenta que
nuestro sufrimiento no nos aleja de la humanidad, sino que nos une a ella.

Los estudios sobre la compasión indican que correlaciona negativamente con la


ansiedad y la depresión, pero además, tiene efectos positivos, no solamente
generando emociones positivas, sino también en nuestra creatividad y en el
establecimiento y potenciación de nuestras relaciones personales. También nos ayuda
a moderar y manejarnos con la  vergüenza que surge cuando reconocemos que
hemos hecho algo por lo que podemos ser rechazados y que nos lleva a veces a
una autocrítica destructiva.

 La gran aportación emocional de la compasión es que activa un sistema neurológico


fundamental para alcanzar sentimientos de calma y bienestar.

Los sistemas neurológicos que regulan la emoción


no basta con no sufrir para ser feliz, la compasión activa el sistema
neurológico del bienestar que regula el sentimiento de calma y alegría.

Gilbert (2009) resume tres sistemas neurológicos que regulan nuestras emociones:


el sistema que reacciona ante la amenaza, el que se activa cuando buscamos recursos
o incentivos y las últimas investigaciones que actualmente indican la existencia de un
sistema neurológico que controla nuestras emociones y cuya activación juega un papel
fundamental en las sensaciones de calma y alegría. Este sistema, conocido como
del bienestar (Gilbert, 2009), se activa en las relaciones personales y especialmente
en las implican cuidado y cariño, es decir las relaciones que establecen un vínculo
entre los niños y sus cuidadores que influye en la edad adulta. Según Bowlby  (1969,
1979, 1988, 1999) se establece la relación de vínculo cuando ante una amenaza, el
niño acude al cuidador para pedir ayuda, cuando la respuesta es positiva, el niño se
encuentra seguro y sin nada que hacer para enfrentarse a la amenaza, porque ha
dejado la responsabilidad a quien le cuida. Surge, entonces, un sentimiento de calma y
tranquilidad que es un componente fundamental de nuestra felicidad.

En consecuencia, para ser feliz no basta con dejar de sufrir, además, nos es


preciso luchar por nuestros valores y objetivos vitales y también activar nuestro
sistema de bienestar a través de relaciones vinculares de cariño, amor y cuidado. En la
activación del sistema del bienestar juega un papel fundamental la compasión.

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