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en educación
Por JULIÁN DE ZUBIRÍA SAMPER*
“El país acaba de conocer la versión final del tercer Plan Decenal de Educación para
el periodo 2017-2026. Ésta es la oportunidad de oro para construir la política pública
en educación de la cual hemos carecido”.
Construir una política pública de largo aliento es una condición para que la
educación supere los problemas estructurales que la aquejan de tiempo atrás.
Necesitamos una carta de navegación que nos asegure que tenemos claras las
metas hacia las cuales marchamos como sociedad. El país acaba de lanzar su
tercer Plan Decenal de Educación y esta es su oportunidad de oro para hacerlo.
Los dos planes anteriores tuvieron un impacto casi nulo en la política pública, ya
que no fueron asumidos por el país como política de Estado, ni fueron incorporados
en el plan de desarrollo nacional ni en los planes regionales. Faltó el respaldo
político y presupuestal para garantizar que las metas se alcanzaran. En contra de
lo que hemos oído tantas veces en los medios masivos de comunicación, la
inversión en educación no ha aumentado en los últimos veinte años y sigue siendo
cercana al 4,5% del PIB. Ni ayer ni hoy la educación ha sido una prioridad.
El tercer Plan Decenal acertó en los retos establecidos. Sin embargo, la tarea que
le queda a la sociedad es inmensa: Hay que garantizar que éste no sea un
documento más. Para ello es imprescindible que el país se apropie de dichos
desafíos. Necesitamos que los empresarios, los medios de comunicación, la clase
política, los padres de familia y los maestros y estudiantes, entre otros, entendamos
que el Plan le pertenece a la sociedad civil y que es ella quien debe garantizar su
cumplimiento.
Destruir un país es muy fácil: basta con mantener baja la calidad de la educación
que reciben sus habitantes. Así dice un letrero al ingresar a una universidad en
Sudáfrica. Y pareciera que es lo que estamos haciendo en Colombia. En un país
que mantiene baja la calidad de su educación, los ingenieros que egresan del
sistema, verán que sus puentes se caen. En un país que destruye su educación
pública será más fácil que los economistas y contadores se presten para que las
empresas evadan impuestos y se disminuyan los recursos para la salud y la
educación. En un país que no garantice el derecho a una educación de calidad, se
graduarán abogados que creerán que el derecho no tiene nada que ver con la ética,
y por ello, serán presa fácil de la corrupción.
El III Plan Decenal establece diez retos para el sector en el periodo 2017-2026.
¿Cuáles son y qué tendrá que hacer la sociedad para garantizar su cumplimiento?
Hay que garantizar, por medio de la ley, el acceso y permanencia a una educación
de calidad. Hay que reconocer que en este aspecto estamos atrás del promedio en
América Latina tanto en educación inicial como en superior. Sabemos que una
educación inicial integral y de calidad es la mejor inversión para formar niños más
sanos intelectual y emocionalmente a lo largo de la vida, pero hemos hecho
relativamente poco por materializar este derecho. En educación superior hay que
fortalecer la educación pública y asegurar el mejoramiento de la calidad y el
robustecimiento de las universidades regionales. Medidas del gobierno como las de
transferir recursos masivos hacia la educación privada, desplazándonos de esta
manera a sistemas de “subsidio a la demanda” y atendiendo tan solo una ínfima
población de los jóvenes de los estratos más bajos de la población no ayuda a este
fin. Dicha política deberá modificarse para poder garantizar el derecho a seguir
estudiando al que tiene la población que culmina la educación media. “La educación
es un derecho y no una mercancía”, gritaban en las calles los estudiantes
universitarios en 2012. En Colombia todavía es un derecho a medio cumplir para
los jóvenes universitarios y para los menores de cinco años.
Algo muy grave pasa en los actuales procesos de formación docente. Los
egresados de las facultades de educación alcanzan los peores puntajes entre todos
los egresados del sistema universitario, como en las pruebas Saber pro, con los
resultados más bajos en lectura crítica, razonamiento numérico y competencias
ciudadanas. La calidad educativa depende en alto grado de los niveles alcanzados
en formación por sus docentes. Es por ello que hay que replantear por completo el
modelo de formación de maestros en Colombia ya que es obvio que, mientras no
cambiemos esta situación, no será posible mejorar la calidad de la educación. Otro
reto complejo, pero necesario y posible.
Una sociedad que piense impulsar el desarrollo humano requiere de la ciencia para
aumentar la capacidad de respuesta a las demandas sociales, basándose en la
investigación de nuestros propios problemas, y porque la ciencia está
intrínsecamente asociada a la salud y la calidad de vida. Lo triste de la historia es
que, en los últimos años, la inversión en ciencia en Colombia es una "locomotora"
que se apagó. Por eso, los recursos para la entidad que apoya la investigación
vienen bajando desde el año 2013 cuando alcanzó los mayores rubros. Hoy son
inferiores en un 44 %. El reto es revertir esta tendencia.