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1. LA ARABIA PREISLÁMICA
literatura, reducida a una poesía muy retórica, de rígida composición y rica expresión verbal,
refleja un ideal hedonista, como contraste y meta de una vida real bastante dura, ensalzando
la guerra y la caza, la vida nómada, el vino y las hazañas amorosas.
MAHOMA Y SU DOCTRINA
Mahoma fue el profeta fundador del islam. Su nombre completo en lengua árabe es
Abu l-Qasim Muhammad ibn Abd Allāh al-Hashimi al-Qurashi del que, castellanizando su nombre
coloquial Muhammad, se obtiene Mahoma. De acuerdo con la religión musulmana, Mahoma
es considerado el sello de los profetas por ser el último de una larga cadena de mensajeros
enviados por Dios para actualizar su mensaje que, según el Islam, sería en esencia el mismo
que habrían transmitido sus predecesores; entre ellos se contarían Ibrahim (Abraham), Isa
(Jesús) y Musa (Moisés). De sus primeros cuarenta años, es decir, entre los años 570-610, poco
se sabe de su vida. Sí sabemos que fue comerciante y que consiguió grandes éxitos gracias al
capital de su primera esposa Jadicha. Se dice que durante este período recibió enseñanzas
religiosas de un rabino o de un sacerdote cristiano e incluso se supone que contactó con la
secta judía de los esenios. En cualquier caso, es a partir del 610 cuando se considera el profeta
de un Dios único al que llamará Alá; ese Dios es el mismo que el del Antiguo y Nuevo
Testamento.
Entre los años 610-622 vivió en la Meca (revelación mequense), donde predicó una
doctrina de gran contenido social, lo que lo enemista con los ricos comerciantes (quraisíes) que
planearon deshacerse de él. Acusado de provocar disturbios, fue expulsado de la ciudad en el
año 622. Esta huída de Mahoma con un grupo de seguidores, desde la Meca a Medina, recibe
el nombre de Hégira y marca el año cero del calendario musulmán. En Medina (revelación
medinense) pronto captó las simpatías de la población, y después de arrebatar el poder de la
ciudad a la oligarquía judía le nombraron jefe de Medina. A partir de entonces actuó como
reformador social y religioso y redactó el Corán, entendido como un código civil y libro santo
al mismo tiempo. Los judíos de Medina salieron de la ciudad y se aliaron con los quraisíes, y
con la jornada del Foso (626) se inicia una guerra entre las dos ciudades que terminó en el año
630 con la entrada de Mahoma en la Meca. Mahoma organizó un auténtico Estado religioso en
el que la Meca actuaba como capital. Los judíos fueron expropiados y expulsados de Arabia,
y las sumisiones de las tribus a la nueva religión se sucedieron en masa, imponiéndose solo
una reacción de beduinos idólatras al nuevo orden, que fue duramente sofocada. A su muerte,
Arabia estaba unificada bajo el Islam.
TEMA 27: NACIMIENTO Y EXPANSIÓN DEL ISLAM
El primer sucesor de Mahoma fue Abu-Bakr, que gobernó entre los años 632- 634 y por
lo tanto fue el primer califa del Islam. Había acompañado a Mahoma en la Hégira y además
era suegro de Mahoma al casarse este con su hija Aisha; antes de morir nombró como sucesor
a Umar 634-644, a pesar de la oposición de Alí y sus partidarios (chiítas). Umar fue cabeza del
estado y jefe religioso al mismo tiempo, desarrolló una política dictada por los intereses de los
comerciantes de Medina y la Meca (intereses ligados al comercio internacional, cuyos puntos
claves se encontraban en Siria, Alejandría y Persia). Por ello inició un conflicto contra Persia y
Bizancio, estando ambos imperios agotados por una guerra en la que Persia había sido
derrotada. Una pieza clave de las conquistas del Islam fue el respeto a las instituciones locales
y a la religión local, que podían mantener pagando un impuesto.
En el 638 Umar concentró sus esfuerzos contra Persia, siendo su conquista facilitada
gracias al pequeño reino Árabe de Hira; también se vio favorecida por la anarquía reinante en
Persia —donde la nobleza feudal había dividido al país en principados señoriales—, sin
olvidar los conflictos religiosos entre el clero mazdeísta y los cristianos nestorianos (difisistas).
En el 642 Persia fue completamente ocupada.
TEMA 27: NACIMIENTO Y EXPANSIÓN DEL ISLAM
A la muerte de Umar una grave crisis dividió al Islam y dos tendencias religiosas
opuestas —encabezadas por Utmán y Alí, yernos de Mahoma— lucharon por el poder.
Utman, que gobernó entre los años 644-656, representaba la tendencia imperialista, y
fue designado sucesor de Umar gracias a la victoria de los comerciantes de la Meca, a una de
cuyas familias pertenecía. Su nepotismo originó un gran número de revueltas a nivel político
(tendencias centrífugas) y a nivel religioso y social (chiítas). Este califa terminó siendo
asesinado por unos soldados egipcios indignados por las medidas de carácter centralizador
que había tomado.
Alí reinó entre los años 656-661; era primo y yerno del profeta, y representaba la
tendencia mística del Islam. Para los musulmanes sunitas, Alí es considerado el cuarto y
último califa bien guiado, mientras que para los musulmanes chiítas, Alí es el primer imán y
se le considera a él y a sus descendientes como legítimos sucesores de Mahoma. Tras el
asesinato de Utman, fue proclamado califa por los medinenses y tuvo un gran éxito militar al
extender su autoridad por Irak, pero Moawiya, pariente de Utman y gobernador de Siria, no
le reconoció como califa e inició la guerra civil contra Alí. Tras el conflicto, sin claro ganador,
se llegó a un arbitraje no aceptado por parte de los seguidores de Alí, que fundaron la secta de
los jariyíes (disidentes), contra los cuales Alí también tuvo que combatir.
El Islam quedaba dividido en tres sectas hostiles: Chiítas, fanáticos religiosos con
tendencias austeras en la actitud ante la vida y que consideran que el Imán y el Califa debía
estar emparentado con Mahoma a través de Alí, aspiran al mantenimiento de unas formas
primitivas del Islam; Jariyíes, afirman la igualdad de todos los creyentes sin tener en
consideración las diferencias étnicas. Eran contrarios al carácter centralizador e imperialista
de Damasco, y se extendieron por las tribus norteafricanas y en Irán; Sunnitas, herederos de
las clases comerciantes de la Meca. Centralistas e imperialistas. Eran practicantes de una
religión relajada.
EL CALIFATO OMEYA
En el año 661 Alí fue asesinado y Moawiya se proclamó califa, iniciando la profunda
transformación del Islam que lo convertiría en un imperio.
de caravanas que venían desde la India). En el 677 el imperio islámico atacó Constantinopla,
ciudad que consiguió resistir gracias al nuevo invento de la artillería llamado fuego griego. Sin
embargo, Cartago y el resto del norte de África cayó en sus manos. En el año 711, Tarik,
lugarteniente de Muza, gobernador de Ifriquiya (Túnez y Argelia), atravesó el estrecho que
lleva su nombre (Gibraltar), derrotando al rey visigodo Rodrigo en la batalla de Guadalete; en
el 713 quedó proclamada en Toledo la soberanía del califa de Damasco. También en el año 711,
el Islam inició la invasión de Asia central y la cuenca del Indo, cuyo fraccionamiento feudal le
hacía presa fácil. Los musulmanes intentaron un nuevo asalto a Constantinopla, pero ya la
cristiandad procedió a reconstruir los dos frentes de contención. León III el Isáurico en el 718
venció al ejército y flota musulmanes y reconquistó el litoral de Asia Menor. Su penetración
en Francia fue detenida en el 732 cuando Abd-Al Rahman Al Gafeki fue derrotado por Carlos
Martel en Poitiers, al sur de las Galias. Los fracasos en Europa desplazaron el centro de
gravedad de la política expansionista del Islam hacia Asia.
El factor que precipitó la caída de la Dinastía omeya fue esencialmente religioso. Por
un lado, estaban las reivindicaciones jariyíes, que tienen su origen en las conversiones
masivas al Islam, en parte por la simplicidad de su dogma y en parte para no pagar más
impuestos. Sin embargo, los nuevos musulmanes, al convertirse, no obtenían la plena igualdad
social con los árabes, sino que los conversos se transformaban en mawali (clientes). A medida
que crecía su número y se alejaba el recuerdo de la conquista, estos comenzaron a reivindicar
la igualdad. Por otro lado, continuaron las reivindicaciones chiítas; un descendiente de Abú-
al-Abbas “el sanguinario”, tío de Mahoma, supo recoger este clima de tensión y ponerse al frente
de la rebelión contra los omeyas. En el 750 derrocó a esta dinastía y fundó otra nueva, la
dinastía Abbasí.
EL CALIFATO ABASÍ
Cuando los abasíes subieron al poder, Abd-Al Rahman I, único superviviente Omeya,
se apoderó de Al-Andalus (con la ayuda de los yemeníes) al vencer en la batalla de Alameda
(mayo 756) a Yusuf y Somail, y fundó el emirato independiente de al-Ándalus, que reconocía
solo la autoridad religiosa del califa de Bagdad.
Poco más tarde se separaban también de la autoridad política de Bagdad los Aglabíes,
cuya dinastía se mantuvo entre los años 800-909 en Ifriquiya, y los Tuluníes, que gobernaron
entre los años 868-905 en Egipto con capital en Fustat; el califa abasí recuperó Egipto en el 905.
Paralelamente, los Samaníes —familia de rancio abolengo persa convertida al Islam— se
independizaban en el Jurasán entre los años 892-999; su final vendrá a manos de los turcos
selyuqíes en el 999.
En el año 869 estalló una revuelta de los esclavos. Su líder, Alalwi, les convenció de
que los demás musulmanes eran infieles y les prometió convertirse en dueños de tierras y
poseedores de riquezas; se les unió un contingente de campesinos arruinados, tropas negras y
beduinos, pero en el 883 fue cruelmente derrotado. Otras insurrecciones, inspiradas por
diversas sectas, evidenciaban el descontento de distintas capas de la población.
Las insurrecciones sociales fueron posibles porque en otras partes del imperio se
produjeron movimientos secesionistas, no por causas religiosas, sino por oportunismo
político. Desde principios del siglo X el mundo musulmán estaba dividido en tres califatos: el
Omeya en Al Andalus, el Fatimí en el norte de África, y el de Bagdag. En 929 Abd-Al-Rahman
III (912-961) se proclamó califa en al-Ándalus; aunque ya era políticamente independiente en
forma de emirato, decidió dejar de reconocer la autoridad religiosa de Bagdad y convertirse
en monarca absoluto de derecho divino.
El Califato Fatimí (909-1171) fue creado por Ubayd Allah —imán descendiente de Alí
y de Fátima—, quien acabó con la dinastía aglabí en el 909 en Ifriqiya. En el 969 los fatimíes
entraron en Egipto y trasladaron la capital a El Cairo; el fin de este califato vino en el año 1171
a manos de Saladino, que restableció la autoridad sunní en Egipto fundando la dinastía
Ayyubí (1171-1250), los cuales gobernaron en Siria y Egipto. Los gaznewíes eran una dinastía
fundada por un gobernador samaní de Afganistán que se convirtió en reino autónomo entre
los años 962-1186.
La anarquía reinaba en el califato abasí, donde los jefes militares estaban enfrentados
entre sí y ejercían el poder efectivo sobre el califa. Los califas —para proteger sus fronteras—
contrataron los servicios de mercenarios turcos, tribus nómadas expulsadas del Asia central
por chinos y mongoles, a cambio de tierras. Los turcos sunnitas terminarán enfrentándose a
los visires iranios chiítas, situación que fue aprovechada por los Buyíes (chiítas) para entrar en
Bagdad con un ejército en el año 945.
principios del siglo XIII entraron en decadencia, siendo entonces cuando el califa intentó
retomar el poder; en ese momento tuvo lugar la invasión de los mongoles de Hulagu, que en
el año 1258 arrasarían Bagdad, destruyendo el califato abasí para siempre.
Miguel Ángel Ladero Quesada, en su Historia Universal. La Edad Media (2010), nos dice
que el mantenimiento de tan vasto imperio nunca hubiera sido posible sin la existencia de un
conjunto de factores que favorecían su unidad: la religión, la lengua, la unidad económica, la
civilización urbana, y una organización política semejante coherente. Su desintegración final
se explica por otro conjunto de factores de diversidad: las distintas interpretaciones de la
religión que condujo al conflicto religioso, las diferencias sociales que fueron origen de
revueltas, y los regionalismos que dieron lugar a las insurrecciones políticas, pero sobre todo
la enorme diversidad étnica y cultural.
El fin de la Dinastía Abasí supuso el fin de la unidad del Islam. Marruecos fue
conquistado por los Benimerines —tribu bereber sahariana—, que gobernaron el país entre
los años 1250-1467. En Túnez y Argelia aparecieron gobernadores independientes que
sustituyeron el vacío de poder dejado por los almohades. Pervivieron los selyuqíes del Rum,
tribus turcas asentadas en Turquía que fundaron el sultanato del Rum, que se extiende
cronológicamente desde 1077 hasta 1307 y desde 1242 fueron vasallos de los mongoles. Los
Mamelucos, esclavos turcos, arrebataron el poder a la dinastía Ayyubí dirigidos por Baibars;
ellos contuvieron el avance mongol y gobernaron en Egipto entre 1250-1517.
En cuanto a la vida económica, el rasgo más evidente que produjeron las expansiones
árabes fue la revitalización económica de los países conquistados. La economía musulmana
es heredera de la tradición romano-bizantina, lo que se observa principalmente en el
mantenimiento y revitalización del antiguo sistema monetario, donde se siguen utilizando los
tipos y valores monetarios bizantinos, y en el nuevo esplendor y desarrollo de las ciudades y
de la vida urbana. El Islam es una civilización de ciudades, son centros religiosos —con el culto
organizado en torno a la mezquita—, pero principalmente son centros económicos: lugar de
intercambios, mercado permanente, centro de consumo, punto de llegada de rutas
comerciales, centros de redistribución de productos... De ahí la preocupación general por la
regulación del mercado, que estuvo sometido a estrictas normas y fiscalización y
permanentemente vigilado por las autoridades. Algunas ciudades también son centros de gran
comercio como Damasco, Bagdad o El Cairo.
El Corán establecía dos tipos de impuestos: para los musulmanes, el diezmo o limosna,
y para la población autóctona el impuesto territorial (jarach) y el impuesto personal (chizya) —
este último si se convertían al islamismo dejaban de pagarlo, en teoría, porque en la práctica
se mantuvo—. El ministerio de guerra se encargaba del nombramiento de los generales y estos
nombraban a sus oficiales; el ejército estaba formado por mercenarios bereberes y eslavos. La
justicia era confiada a los cadíes, expertos del Corán, nombrados directamente por el califa, el
cual presidía el tribunal supremo; los cadíes nombraban consejos de justicia, administraban
los bienes de las madrasas y mezquitas, y controlan a los jueces de los mercados (zabazoques).
5. LA CULTURA MUSULMANA
La intensa vida urbana del califato abasí dio lugar a un poderoso movimiento artístico
y cultural que culminó con la fundación en 832 en Bagdad de la “Casa de la Sabiduría”,
biblioteca de gran tamaño. Este centro de alta cultura se convirtió en el punto de encuentro de
la filosofía y la ciencia helenística con las culturas árabe-irania e hindú. Fue en esta época
cuando se difundió el árabe como vehículo de creación literaria y de reflexión filosófica y
científica. Se multiplicaron las traducciones de obras antiguas, se introdujo el uso del papel, y
se asimilaron influjos intelectuales e ideas ajenas al Islam. Así nació la filosofía islámica, que
se apoyaba en la herencia neoplatónica de la baja Antigüedad. Averroes, filósofo cordobés del
siglo XII, realizó los mejores comentarios sobre la obra de Aristóteles. La Historia narrativa
contó con la figura de la obra de Ibn Jaldún en el siglo XIV. En la creación literaria hay que
destacar la poesía lírica y los relatos y cuentos populares como Las mil y una noches. En
matemáticas los árabes desarrollaron el álgebra y la trigonometría y utilizaron un nuevo
sistema de numeración con cifras. En medicina destaca la obra de Ar–Razi (siglo X) y de
Avicena (siglo XI). No se deben olvidar los progresos en química, física y astronomía. En
definitiva, el Islam consiguió el sello de su identidad sintetizando realidades anteriores
compatibles con su propio espíritu religioso.
CONCLUSIÓN
El Islam -término que literalmente significa sumisión- es una civilización que tiene como
eje unificador la religión predicada por Mahoma durante el siglo VII. La era islámica, Héjira,
comienza el año 622, fecha en que Mahoma marcha de la Meca a Medina huyendo de la
intransigencia mostrada hacia su predicación. A partir de esa fecha, junto a la fe religiosa,
surgieron unas nuevas actitudes sociales y políticas que, en menos de un siglo, se expandieron
desde el golfo de Bengala hasta el océano Atlántico. El Islam tiene como base un libro sagrado,
el Corán, que recoge la palabra de Allah (Dios) revelada a Muhammad (Mahoma), su
mensajero o enviado. La comunicación del mensaje divino fue realizada en lengua árabe, que
pasó a convertirse en el idioma oficial y en el vehículo de unidad. Todo musulmán (creyente)
tiene que realizar cinco manifestaciones o actos en las que se recogen básicamente el contenido
dogmático de la religión. Son los pilares del Islam: profesión de fe, oración ritual, limosna,
ayuno y peregrinación a la Meca. En la actualidad, desde Marruecos hasta Indonesia, muchos
cientos de millones de musulmanes cumplen con sus oraciones diarias recitando el Corán en
dirección hacia la ciudad sagrada de La Meca.
BIBLIOGRAFÍA
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