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Dios sabía que había nacido el Agua, así que la llamó para decirle:
–Tú, hijita, tienes un trabajo enorme por delante.
Ella lo tomó al pie de la letra y miró hacia delante con mucha atención.
–Oh, no seas torpe –la amonestó Él con tono bondadoso–. "Por delante"
significa que a partir de ahora trabajarás constantemente.
–Bueno, pero, ¿en qué quedamos con el descanso dominical? –se atrevió
a alegar el Agua.
–Tendrás tus descansos también, no te preocupes –la tranquilizó Dios.
–Está bien, Señor.
–Por el momento te adelanto que vivirás por todas partes. En la
Atmósfera y la Tierra.
–Comprendo –contestó ella.
–Comprendes, pero no completamente. Aun no te lo he dicho todo.
–Habla, Señor. Dímelo todo.
–No te puedo decir todo de una vez, porque es mucho. Por ahora basta
que sepas lo más importante.
Dios hizo una pausa y prosiguió:
– Por el momento vivirás en el Aire.
– ¿Vivir en el Aire? Pero aterrízame un poco, por favor –rogó el Agua.
–Claro que descenderás a su debido tiempo, y en la Tierra tendrás una
vasta morada que será el Mar. El Mar ocupará las tres cuartas partes de
la Tierra. ¿Te das cuenta?
– ¡Caramba! –exclamó el Agua.
–Fuera de ese palacio del Mar, dispondrás de otras habitaciones.
También vivirás en las Nubes, en las Montañas y en las Hondonadas.
–Sospecho que si he de vivir en tantas partes, deberé viajar mucho.
–Exactamente. Viajarás todo el tiempo de un lugar a otro, formando los
Ríos, el Granizo, la Nieve. Tu viaje se llamara «Ciclo del Agua» y no se
acabará nunca –le comunicó Dios.
– ¿Ciclo del Agua? Qué bonito suena, pero, ¿qué es «ciclo», Señor?
–Ciclo es una serie de sucesos distintos que se repiten siempre en el
mismo orden.
¿Comprendes?
–Hum... Algo. Sí, sí. Entendí.
–Bueno. Cuando realices lo ciclo, entonces lo entenderás mejor.
– ¡Qué emocionante es todo esto, Señor! Sera una tremenda aventura.
–Sí, una gran y hermosa aventura, hijita mía. Y ahora te bendeciré para
que tengas éxito.
El Agua se arrodilló ante Dios y levantó su frente cristalina para recibir
su bendición. Él la tocó con uno de sus dedos prodigiosos y después
acarició su cabellera de húmedas hebras.
–Agua, lo bendigo –le dijo–. Eres una criatura pura, santa. Serás activa y
benéfica. Tú harás posible la Vida, limpiarás lo sucio. También te
conferiré la dignidad de ayudar a la limpieza de las almas: en el Agua
del Bautismo los Hombres se harán hijos míos.
El Agua no entendió entonces todo lo que había dicho Dios, pero se
quedó calladita porque el momento era muy solemne. Sintió en su
corazón una emoción muy grande y muy difícil de explicar.
–Qué lástima que no haya alguien más con quien jugar –suspiró la Gotita
Aventurera.
Entonces Dios, que conoce todos los pensamientos, hasta los de una
Gotita de Agua, la
consoló diciéndole:
–Tengan un poco de paciencia. En unos cuantos miles de millones de
años más, habrá unos seres preciosos con quienes jugarán. Serán los
Niños y las Niñas, quienes vendrán a la playa para que ustedes les
mojen los pies.
– ¡Qué bueno! –exclamo el Agua–. Esperaré ansiosa la llegada de esos
Niños y Niñas.
–Además –agregó Dios–, vendrá mi Hijo y hará cosas maravillosas.
– ¿Tu Hijo? –preguntó el Agua. ¿Y yo lo conoceré?
–No solo lo conocerás. Algunos de sus prodigios y milagros Él los
realizará con el Agua.
– ¿Vendrá al Mar entonces? –interrogó la Gotita.
–Por cierto que sí. Sus mejores amigos serán pescadores –anunció Dios.
La Gotita no entendió completamente lo que había dicho Dios, pero no
formuló ninguna pregunta para no mostrar su ignorancia.
–Ya vas a ver, vas a ver –repitió Él con tono misterioso.
La Gotita arrastró a sus hermanas, que hicieron muchas olas de felicidad
después de hablar con Dios. Luego se fueron a estrellar nuevamente
contra la Roca para juguetear con ella, y la dejaron salpicada con
espuma.
– ¿Erupciones dijiste?
–Sí, así se llama el trabajo que hace el Volcán: erupción.
Luego, el Viento transportó a la Gotita a otro lugar más lejano. Ella iba
mirándolo todo con mucha atención, porque todo era nuevo y
desconocido.
–Mira –le señaló la Gotita al Viento–, la Tierra parece moverse. ¿Qué
pasará?
–Ese es un terremoto, seguramente –le respondió, sin darle mayor
importancia.
– ¿Erupciones dijiste?
–Sí, así se llama el trabajo que hace el Volcán: erupción.
Luego, el Viento transportó a la Gotita a otro lugar más lejano. Ella iba
mirándolo todo con mucha atención, porque todo era nuevo y
desconocido.
–Mira –le señaló la Gotita al Viento–, la Tierra parece moverse. ¿Qué
pasará?
–Ese es un terremoto, seguramente –le respondió, sin darle mayor
importancia.
Hacía tanto frío que la Gotita Aventurera prefirió dormir, pero al cabo
despertó sintiendo una suave tibieza.
– ¡Hola, hola! –la saludó alegremente el Sol, asomándose por un hueco
que era como la ventana de esa casa donde se encontraba ahora.
–Hola, amigo –le respondió ella. Levantó un poco la cabeza y vio su traje
maravillosamente blanco, igual que el de sus hermanitas.
– ¡Me olvidaba de que ahora soy Nieve! –exclamó–. ¿Dónde estaremos?
–En mi casa –escucho que le contestaba una voz imponente. Enseguida,
la misma voz agregó con mucha gentileza:
–Espero que se sientan cómodas.
–Oh, sí, estamos muy cómodas –dijo la Gotita, apoyando la cabeza y
afirmando todo el cuerpo. ¿Dónde estaría? El Cielo, intensamente azul,
se veía muy puro, igual que el Aire. "Parece que estuviera recién
pintado", pensó, pero temió que eso fuera un disparate y no lo dijo.
Cuando el Sol estuvo más cerca, le pidió en voz muy baja:
–Dime, por favor, ¿dónde estoy ahora?
–Estas en la casa de la Montaña –fue la respuesta del Sol.
– ¿Por cuánto tiempo?
En el Riachuelo y el Lago
¿No lo parece poca educación demostrar mal humor con aquellos que no
tienen la culpa de nuestros problemas? El Volcán está insoportable –dijo
la Gotita en voz baja–, pero yo no tengo ninguna culpa.
–Efectivamente –le respondió el Sol–, es injusto el proceder del Volcán.
Ocurre que los
Volcanes tienen sus problemas, como todo el mundo.
–Oye, Sol –insistió la Gotita con tono afligido–, tengo un presentimiento.
Dime, ¿me
encuentro en peligro? No sé por qué estoy tan asustada, nunca me
había sentido así.
–No te preocupes –dijo el Sol, bondadoso, acariciándola cálidamente–.
No temas. Estoy seguro de que no te ocurrirá nada malo. Tranquilízate.
Y se alejó caminando lentamente, como siempre.
Pero la Gotita no podía calmarse, sus nervios aumentaban. Al mismo
tiempo, comenzó a sentir cada vez más calor.
–Creo que me enferme. Estoy afiebrada –se dijo, tocándose la frente.
Ni siquiera andaba cerca el Viento para que la hubiera refrescado un
poco.
Buscó las orillas del Lago para enfriarse, pero todo estaba caliente,
hasta la Roca, que
generalmente se encontraba fría. Y el Viento, ¿dónde andaría el Viento?
–Parece que estoy delirando –se dijo nuevamente la Gotita–. Los delirios
son así, con estas fiebres altísimas. Dios me ampare. ¡Oh, y esos ruidos!
¡Esos ruidos subterráneos! Este es un delirio en forma: fiebre, ruidos, de
todo. ¡Mamá, socorro! ¡Me quemo! –gritó, sintiendo que en su casa–
Lago caía fuego derretido.
No supo más porque eran tanto el calor, el humo y los ruidos, que se
desmayó. Así, ni siquiera sintió el Terremoto que se produjo en ese
momento.
Cuando despertó, la Gotita Aventurera ya no estaba en su casa–Lago y
sentía su cuerpo muy liviano, flotando de nuevo por el Aire.
–Viento, ¿qué pasó? Cuéntame –le rogó a su amigo.
–Te evaporaste –respondió el Viento.
– ¿Me evaporé? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Acaso se enojó el Volcán?
–Sí –le contestó el Viento–. El Volcán empezó a trabajar, hizo otra
erupción.
– ¡Ah! –exclamó la Gotita–. Ahora recuerdo la vez que presencié una
erupción...
–El Volcán hizo erupción y, como sube mucho la temperatura, te
transformaste nuevamente en vapor de Agua, te evaporaste. Eso es
todo. ¿Sentiste mucho miedo? –le preguntó el Viento, al observar su
expresión de ansiedad.
–Bastante. Creí que moriría. Y ahora, ¿dónde estoy?
extremadamente helado.
–Así debe de ser la muerte –pensó, muy pesimista.
–Se acabó –dijo la Gotita Aventurera, sintiendo que caía
repentinamente–. Se acabó –repitió, con la idea de despedirse de la
Vida, aferrándose a sus hermanitas.
Y cayeron contra la Roca, produciendo un ruido seco con el golpe.
– ¿Qué pasó? ¿Nos caímos? –preguntó mientras rebotaban contra la
Roca.
A su lado había varias Gotitas que formaban una especie de garbanzo de
hielo, mientras un poco más lejos caían Gotitas de Lluvia mezcladas con
garbanzotes duros y blancos.
– ¿Qué es esto? –preguntó la Gotita Aventurera, sacudiendo la cabeza,
un poco aturdida en medio del barullo de garbanzos que seguían
cayendo junto a las Gotas de Lluvia.
–Es el Granizo –escuchó que le respondía la voz dura de la Roca.
– ¿Y cómo vine a dar aquí? –insistió, un poco inconsciente todavía.
–Ya dije que te transformaste en Granizo –dijo la Roca.
La Gotita se recuperaba poco a poco de su caída. Luego abrió mucho los
ojos y se vio entera vestida de blanco, pero ahora su traje era tieso,
duro, porque estaba hecho de hielo. Enseguida pestañeó un poco, pues
todavía no se reponía muy bien de la caída.
–No está mal –expresó, mirando su nuevo vestido.
Y se contentó por el hecho de que podía cambiar de ropa tan seguido,
porque, como era coqueta, le gustaba lucir distintos trajes.
Ya no sentía tanto temor. Miró a su alrededor y vio que estaba sentada
sobre un montón blanco que parecía arroz
–Estoy cansada de andar para arriba y para abajo –se quejó una de las
Gotitas del montón de Granizo.
–Yo también –dijo otra Gotita–. Ojalá pudiera quedarme un tiempo
reposando aquí.
–Ojalá –aprobó una tercera Gotita–. Pero, en fin, ya nos hemos
acostumbrado al frío.
–Lo que es yo –repuso la Gotita Aventurera–, cuanto antes pueda salir de
aquí, tanto mejor.
Entonces recordó a su amado Sol. Cuando ella era Nieve, el Sol la había
liberado. Dirigiéndose a sus hermanas, les dijo:
– ¿Saben? A mí me gusta más el estado líquido. Así me siento muy ágil,
puedo viajar por los Riachuelos y vivir en mi palacio del Mar. También
me gusta el estado gaseoso, porque puedo vagabundear por el Aire y
ser Nube. En cambio, en esta forma me aburro. Sospecho que deben
de haber muchas cosas interesantes que aún no conozco, pero en
estado sólido una no puede moverse. Siento como si estuviera presa.
¡Uy, que lata! –añadió, tapándose la boca al bostezar.
En ese momento se rompieron las Nubes, y el Sol asomó muy sonriente
en un rincón del cielo.
–Hola, hola –lo saludó la Gotita Aventurera–. ¡Cuánto te he echado de
menos!
– ¿Sí? –le dijo el Sol–. Yo también deseaba encontrar a mi Gotita
Aventurera para proponerle
hacer un lindo viaje.
– ¿En serio? ¿Adonde?
– ¿Te gustaría ir lejos?
–Oh, sí, muy lejos.
–Entonces iremos al Mar.
– ¿Al Mar? –preguntó la Gotita, decepcionada–. Ya he estado en el Mar.
Desearía ver algo nuevo, distinto.
–Llegarás al Mar por el Río, y el Río es lindísimo –dijo el Sol.
– ¿Sí? ¿Cómo es el Río?
–El Río es un largo camino líquido. Los Ríos son las cintas con que se
adorna la Tierra.
Viajando por ellos verás los paisajes más variados y bellos.
– ¡Quiero ir al Río! –exclamó la Gotita Aventurera–. ¡Quiero ir por el
camino del Río hasta el Mar!
Mientras tanto, el Sol acariciaba a la Gotita y, como sus caricias siempre
son cálidas, ella terminó por derretirse y comenzó a rodar tomada de las
manos de muchas de sus hermanas.
– ¡Vengan al Río, vengan al Río! –les gritaba, llena de entusiasmo.
Así rodó junto a una infinidad de Gotitas que se deslizaban hacia abajo
por la falda del cerro. Se oía un ruido bastante fuerte. En una curva vio
una especie de cinta blanca y espumosa colgada
de la Montaña. La cinta era transparente y parecía moverse.
– ¿Tú eres el Río? –le preguntó, gritando lo más fuerte posible para
hacerse oír.
– ¡Sí, yo soy el Río! ¡Apúrense, las espero!
Las Gotitas apresuraron el paso. Al llegar junto a él sintieron una especie
de vértigo, porque el Río bramaba y salpicaba espuma blanca. La única
manera de ingresar a su torrente era lanzarse
de cabeza, y así lo hicieron.
La Gotita Aventurera se dio unas cuantas vueltas de carnero hasta que
logró treparse sobre sus hermanas para poder observar los lugares por
donde pasaba. Debido a la gran velocidad con que se desplazaban, la
Gotita solo veía rocas y más rocas, muy altas, a ambos lados del Río.
Arriba, el cielo, parecía un tajo azul
De esta manera viajaron un rato, torciendo una vez hacia la izquierda y
otras, hacia la derecha.
Al bajar por la Montaña se les unían muchos hilos de agua que hacían
crecer el Río.
Más tarde, la pendiente de la Montaña ya no fue tan pronunciada. Ahora
iban por la falda. El Río aprovechó de disminuir su marcha, porque
habían llegado al Valle, que cada vez se ensanchaba más. Después
encontraron la Llanura, abierta y mucho más plana. La Gotita
Aventurera levantó su cabeza lo más posible para ver en derredor. La
Montaña había quedado atrás, lejos. Por la tarde, cuando la Gotita se
volvió a mirarla, la Nieve de la Montaña se había vuelto rosada con los
Rayos del Sol poniente.
–Si quieres llegar al Mar –le advirtió el Viento–, es mejor que te sumerjas.
Más adelante aumentará el calor y podrías evaporarte.
– ¡Oh! –exclamó la Gotita–. Sería una lástima, porque yo quiero llegar al
Mar. Diciendo esto, hundió la cabeza debajo de sus hermanas, pero,
como era muy curiosa, de vez en cuando se asomaba para mirar, luego
se sumergía a toda prisa. Pronto dejó de asomarse porque no valía la
pena, pues la Llanura se volvía muy plana y desolada.
A medida que bajaban y el Río se aquietaba, disminuía el frío. Había
anochecido. Con la oscuridad y la tibieza, la Gotita Aventurera terminó
por quedarse dormida.
Cuando despertó, sintió un gusto salado en la boca. Comprendió que
había llegado nuevamente al Mar.
La Gotita en el Glaciar
– ¿Por qué es tan oscura? ¿Nunca viene el Sol hasta este lugar? –volvió a
preguntar.
–No puede llegar porque estamos debajo de la Tierra.
– ¿Debajo de la Tierra? ¿Así es que la familia del Agua tiene también una
casa debajo de la Tierra?
–Por supuesto –afirmaron las demás Gotitas.
La Aventurera lamento no poder ver nada en esa casa tan oscura.
–A mí me gusta la casa del Mar –se dijo, suspirando y pensando que no
había sido genial llegar hasta la Napa.
En eso estaba cuando escuchó que la llamaban, al tiempo que la
tocaban unas manos invisibles.
– ¿Quién anda ahí? –preguntó algo asustada.
–Yo, la Corriente Subterránea –le contestó una voz profunda–. No debe
asustarte la oscuridad.
Oh, Corriente Subterránea, que ganas de saber cómo eres, pero en este
mundo sin luz, ¿cómo lo podría ver?
–Soy como el Río, pero en lugar de correr sobre la superficie de la Tierra,
lo hago por debajo –dijo la Corriente Subterránea, mientras arrastraba a
la Gotita.
La Gotita iba con los ojos muy abiertos para poder ver algo en esos
oscuros lugares por los que se desplazaba, pero lo único que percibió
fue que unas zonas eran más oscuras que otras.
Segunda parte:
LOS TRABAJOS DEL AGUA
El tiempo fue pasando y pasando. Un buen día, Dios llamó a Mamá Agua
y le dijo:
–Amiga, llegó el momento de que tú trabajes para la Vida.
–Bueno, Señor –contestó ella–. Dime lo que debo hacer.
El Agua sabía que todas las criaturas han sido creadas para servir al
Señor de un modo u otro.
–Tú les llevarás el alimento a las Plantas.
–Conforme, Señor. Pero no tengo como llevárselo, ni siquiera un canasto,
una bolsa, nada.
Tendrás que equiparme para eso, supongo –argumento Mamá Agua,
comprendiendo que la suya era una misión muy importante.
–Para llevar el alimento a las Plantas no necesitas ningún equipo
especial. Lo que debes hacer es ir al Suelo y buscar las Sustancias
Minerales contenidas en él. A estas Sustancias Minerales tú las
disolverás y las transportarás contigo hasta las Plantas, para que ellas se
alimenten. ¿Entendiste?
Mama Agua no había comprendido completamente lo dicho por Dios,
pero de todas maneras contestó:
–Por supuesto que sí. Enseguida partiré hacia el Suelo para encontrar las
Sustancias Minerales y llevárselas a las Plantas, si esa es lo orden.
– ¡Qué te vaya bien! –la alentó Dios, despidiéndola.
La Gotita Aventurera oyó toda esta conversación y quiso emprender de
inmediato este nuevo e importante trabajo. Así, cuando al caer de la
Nube tocó el Suelo, se deslizó rápidamente hacia su interior buscando a
las famosas Sustancias Minerales.
–Minerales, minerales –iba repitiendo la Gotita–. Sé que ustedes son
duros, muy duros... En alguna ocasión he visto al Fierro y otros más. Son
bastante duros, pero vamos a ver qué hacemos para disolverlos y
transportarlos.
Así, ella y sus hermanas escarbaban en el Suelo, hasta que hallaron algo
que les pareció podían ser las Sustancias Minerales.
–Buenas noches –las saludo.
Como debajo de la tierra siempre esta muy oscuro, ese le pareci6 el
saludo más apropiado.
–Tengan la bondad de decirme: ¿ustedes son las Sustancias Minerales?
–Exactamente –respondieron estas.
Quiso darles la mano, pero las Sustancias, muy cariñosas, le dieron un
abrazo apretadísimo y ya no pudo separarse de ellas. Al abrazarlas sintió
que, en lugar de ser duras, como se las había imaginado, se disolvían en
sus brazos de Agua.
–Vaya, vaya –se dijo la Gotita–. Esto es muy fácil y es tal como me lo dijo
Dios: nosotras
disolvemos a las Sustancias Minerales.
La incansable Gotita siguió su camino llevando a las Sustancias
Minerales a cuestas. Iba pensando que es necesario conocer las cosas
para saber cómo son verdaderamente, sin juzgarlas antes de tiempo.
De pronto tropezó con algo nuevo, muy diferente de todo lo conocido
hasta ese momento: una especie de hilo que parecía moverse solo,
aunque casi no se notaba.
– ¿Quién eres tú? –le pregunto.
–Soy la Raíz de una Planta –le contestó el delgado ser.
– ¿De la Planta, dijiste?
–Sí, de la Planta. ¿Por qué?
–Traigo algo que es para ti: tu alimento. Fui a buscar a las Sustancias
Minerales y aquí las tengo.
– ¡Oh, qué buena eres! –dijo la Raíz de la Planta, muy agradecida–. Ya
me estaba sintiendo débil, pues no tenía qué comer. Pero ahora has
venido tú a salvarme la vida
El Agua se hizo cada vez mas amiga del Hombre, o más bien fue al
revés: el Hombre se volvió su amigo, porque sin ella no podía vivir. La
mayor parte del cuerpo humano está constituida por Agua. En cambio, el
Agua había vivido mucho tiempo sin el Hombre.
–Es un ser muy complicado y muy inteligente también. Tiene infinidad
de necesidades que satisfacer y cada vez inventa algo nuevo –les
comunicó la Gotita Aventurera, al regresar a la casa–Nube, al resto de
sus hermanas, que aun no conocían al Hombre.
– ¿Sí? Sin embargo, desde acá sólo parece uno de los tantos Animales
creados por Dios.
–Sin duda así parece –contestó la Aventurera–. También le gusta bañarse
y refrescarse. Pero como necesita el Agua para beber, construye su
vivienda en lugares cercanos donde pueda encontrarla, por ejemplo, a
orillas de Lagos y de Ríos. Esto demuestra su inteligencia. Además,
hay una diferencia muy importante: las Plantas y los Animales obedecen
a leyes fijas: un Pez no puede vivir fuera del Agua; un Copihue no puede
dejar de ser Copihue. El Hombre tiene también sus propias leyes, pero
es un ser libre y puede elegir. Por eso a veces actúa contra sus leyes,
aunque cuando lo hace le va bastante mal.
Un día, la Gotita iba por el Río camino al Mar, donde pensaba
permanecer una temporada, pero su viaje fue interrumpido
sorpresivamente.
– ¿Qué pasó? –se preguntó, dándose cuenta de que se encontraba en un
lugar oscuro y muy pequeño.
–Parece que vamos a otra parte –le contestó una Gotita que iba a su
lado.
–Siento que me mareo –dijo otra Gotita.
–Yo también –agrego otra más.
–Sí, estamos mareadas –añadieron las restantes Gotitas, al sentir que se
zangoloteaban.
Poco después, a causa del encierro, la Gotita Aventurera se durmió.
Sentía que fuera de su prisión parecían trabajar algunos Hombres, pues
escuchaba movimientos y ruido de herramientas.
Luego despertó bruscamente al chocar contra algo duro, brillante, de un
hermoso color dorado.
– ¿Quién eres tú? –pregunto la Aventurera–. Creo que nunca lo había
visto.
– ¿Cómo es que no me conoces? –dijo la cosa dorada, con aire ofendido–.
Soy la Pepa de Oro, el metal más valioso que existe.
–Es un agrado conocerla, doña Pepa. ¿Usted también trabaja para la
Vida? –pregunto la Gotita.
La Aventurera tenía razón al considerar a la Vida como la principal
maravilla hecha por Dios. Y viendo a la Pepa de Oro darse tanta
importancia, pensó que cumpliría una gran misión relacionada con la
Vida. Pero la Pepa, con extraño menosprecio, le contesto:
– ¿La Vida? No me interesa ni tengo nada que ver con ella. Yo soy un
metal precioso.
–Entonces, ¿para qué sirves? –le preguntó la Gotita, sin entender–. Yo
trabajo para la Vida de las Plantas, de los Animales y del Hombre.
– ¡Yo no trabajo para nadie, que te has imaginado! –contestó la Pepa,
con soberbia–. Al revés, el Hombre trabaja y se desvive por mí,
buscándome, porque el Oro es escasísimo. Yo valgo inmensamente.
En ese momento, la Gotita sintió que, unida al resto de sus hermanitas,
seguía corriendo por el fondo de una zanja, y ya no pudo continuar su
conversación con la altanera Pepa de Oro.
"Qué extraño es el Hombre", pensó la Aventurera. "Busca con tanto
empeño algo innecesario para la Vida. Entonces, ¿cuál es la gran utilidad
del Oro? No logró comprender a este ser que yo consideraba tan
inteligente".
Historia de la Arcilla
Pero, cuando llegó al conducto desde el que caía el chorro, notó que
este era un líquido muy caliente.
– ¡No se acerquen! ¡No se acerquen! –les gritó a unos hermosos Peces
que vivían en el Río. Por desgracia, estos no la oyeron y los alcanzo el
chorro hirviente, quemándolos vivos.
Más abajo vivían unos campesinos muy pobres, que esperaban la
pasada de algunos Peces para preparar su comida. Era invierno y no
había otra cosa que comer, tenían hambre, pero cuando los vieron
muertos y descompuestos no quisieron sacarlos.
A continuación estaban las chacras y hortalizas. El Agua del Río debía
regarlas, pero, junto con apagarles la sed, las contaminaba. Así, los
Hombres que comían esos productos consumían al mismo tiempo las
Bacterias, se enfermaban en gran número y hasta morían.
El Agua del Río quedó muy triste al ver tanta calamidad: la muerte de
los Peces, el hambre de los campesinos, la enfermedad de los Hombres.
Recordaba, apenada, el tiempo en que los Hombres vivían de manera
más simple y todos eran mucho más felices.
Aún debía encontrar otra fábrica que desaguaba en el Río, por supuesto
sin ninguna
precaución. Al pasar vio otros Peces que trataban de nadar hacia la orilla
del Rio.
–Estamos enfermos –le contaron–. Las Aguas están envenenadas con los
desechos de la fábrica. Ayúdanos, porque no tenemos fuerzas para
nadar y arrancar de aquí. Los productos químicos nos están matando.
"Ahora estoy envenenada. ¡Qué horror!", pensaba el Agua del Río con
terrible amargura. "Dios me hizo pura y benéfica, y los Hombres me han
vuelto maligna".
Después se encontró con otra Agua, la que presentaba un aspecto
mucho peor que el suyo. Era una corriente turbia, de un color horrible,
llegaba a ser espesa. Un Agua monstruosa.
– ¿De dónde vienes tú? –le preguntó el Agua del Río a la otra.
–De la mina. Yo les ayudo a los Hombres en la extracción de los
Minerales y después me dejan así, no me limpian de ninguna manera. Y
así llegare al Mar, sabiendo que llevo la muerte a muchos seres vivos,
Animales y Plantas.
– ¡Ay, hermana, cómo nos han dejado! Nos obligan a hacer daño.
Contaminaremos la Playa y los Hombres no podrán ni siquiera bañarse
en el Mar...
La "Hermana Agua"