Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
INTRODUCCIÓN
ANTECEDENTES
Antes del desarrollo de la tecnología del acueducto (finales del siglo IV a.C.) los
romanos, al igual que la mayoría de sus contemporáneos en el mundo antiguo,
dependían de fuentes de agua locales como manantiales y arroyos, complementadas
con aguas subterráneas de pozos privados o de propiedad pública, por agua drenada
desde los tejados a recipientes de almacenamiento y cisternas (Mays, L. 2010, pp. 115-
116; Coarelli, F. 2007, p. 445) y por las propias aguas del río Tíber. Es la falta de
salubridad y el poco sentido práctico de este suministro de agua (por otro lado, la
insuficiencia en los recursos de agua lastraban el crecimiento de la ciudad) lo que
conduce, a la larga, a la construcción de canales para el transporte de grandes
cantidades de agua tan potable como fuera posible procedente de las colinas
alrededor de la ciudad. Los acueductos de Roma no eran estrictamente invenciones
romanas, sus ingenieros estaban familiarizados con las tecnologías de gestión del agua
de los etruscos, muchas de las cuales se desarrollaron en los valles alrededor de la
ciudad de Veyes, y de los griegos, pero además, demostraron ser notablemente
exitosos. Es así que los dos censores del año 312 a.C., Claudio Appio Caecus y Caio
Plautio Venox, toman la decisión de construir el primer acueducto de la ciudad de
Roma, el Aqua Appia, uno de los dos grandes proyectos de obra pública de la época, el
otro fue la construcción de la primera etapa del camino militar que unía las ciudades
de Roma y Capua, la Via Appia Antica. Ambos proyectos tenían un valor estratégico
significativo, dados los antecedentes de la Tercera Guerra Samnita, el camino permitió
movimientos rápidos de tropas y por diseño o por una afortunada coincidencia, la
mayor parte del recorrido del Aqua Appia se realizaba a través de un conducto
subterráneo y relativamente seguro ante un posible ataque enemigo. El Aqua Appia se
alimentaba del agua procedente de fuentes ubicadas en las colinas Sabinas, a unos 16,
4 km. de Roma y se transportaba a Roma a través de canales subterráneos, en casi su
totalidad, que seguían el trazado de la Via Praenestina. La diferencia de altitud entre la
fuente y el destino era solo de 10 metros para una distancia de 16,6 km., el acueducto
llegó a la ciudad a una distancia de 30 metros bajo tierra (Duret & Néraudau 2001, p.
267) una construcción muy destacable para el siglo IV a.C., este primer acueducto
aportaba a la ciudad de Roma alrededor de 75.500 metros cúbicos de agua al día que
eran descargados en una fuente situada en el mercado de ganado de Roma situado en
el Foro Boario, uno de los espacios públicos más bajos de la ciudad (Ball Platner,
Samuel 1929). Proyectos ambiciosos de obras públicas facilitaron la construcción de
nuevos acueductos en toda la República romana, uno de ellos fue el Aqua Anio Vetus,
construido en el siglo III a.C. gracias al botín adquirido durante la guerra contra Pirro,
rey de Epiro, este acueducto se surtía de agua de las fuentes cercanas a la antigua
ciudad de Tibur (Tívoli) y, después de un recorrido de 63.7 km., entraba a la ciudad a
través de arcos elevados, suministrando agua a las partes más altas de la ciudad, este
acueducto aportaba a la ciudad de Roma más del doble de agua que el primer
acueducto. En el año 145 a.C. la ciudad había vuelto a superar todos sus suministros
combinados de agua, una comisión oficial descubrió que los conductos del acueducto
se habían deteriorado y el agua se agotaba debido a las fugas y a la sustracción ilegal,
el pretor Quintus Marcius Rex los restauró y construyó un tercer acueducto, el Aqua
Marcia, el acueducto más largo de Roma y lo suficientemente alto como para
abastecer el Capitolio, las obras de este acueducto costaron 180. 000. 000 de
sextercios y tardaron dos años en completarse (Frontinus VI-XX). A medida que la
demanda de agua crecía se hizo necesaria la construcción de un nuevo acueducto, el
Aqua Tepula en el año 127 a.C. El Aqua Marcia traía el agua potable en grandes
cantidades y su recorrido alcanzaba los 91,4 km. (Taylor, Rabun 2000, pp. 17-19), el
segundo acueducto, más modesto, constituía una línea menor de abastecimiento que
acrecentaba el volumen de agua disponible, su nombre, Aqua Tepula, deriva de las
tierras de la ciudad de Tusculum (situada a 2 km al sudeste de la actual ciudad de
Frascati, en la provincia de Roma), lugar de fuentes de agua templada. Estos cuatro
primeros acueductos, Aqua Appia, Aqua Anio Vetus, Aqua Marcia y Aqua Tepula,
llegaban a Roma por el lado del monte Esquilino para encontrarse en el lugar donde,
posteriormente, se construiría la Porta Maggiore, zona designada por Frontinus bajo el
nombre de “ad Spes Vetus” (barrio de la Vieja Esperanza) en referencia a un santuario
dedicado a la diosa Spes, la diosa de la Esperanza, situado en el punto más alto del este
de la ciudad de Roma (Duret & Néraudau 2001, p. 267).
AMPLIACIÓN DE LA RED
AQUA APPIA
Longitud: 16,6 km (total), 11 km bajo tierra desde su fuente y 4,8 km en arcos (resto).
Pérdida: 61%.
Pérdida: 69%.
AQUA MARCIA
Longitud: 91,5 km (total), 80 km bajo tierra desde su fuente y 9,7 km en arcos hasta su
término en el monte Capitolino. Posteriormente se condujo a los grandes baños de
Caracalla, en el monte Celio, a través de un ramal llamado Aqua Antoniniana, y
después al monte Aventino y al Quirinal.
Aqua Marcia
Pérdida: 61%.
AQUA TEPULA
Aqua Tepula
Longitud: 17,8 km (total), 8 km bajo tierra desde su fuente y 6 km por arcos como los
del Aqua Marcia hasta su finalización en el monte Aventino.
Pérdida: 0%
AQUA IULIA
Pérdida: 33%.
AQUA VIRGO
Aqua Virgo
Pérdida: 0%.
AQUA ALSIETINA
Promotor: Augusto
Pérdida: 0%.
Promotor: Calígula/Claudio
Pérdida: 11%.
AQUA CLAUDIA
Promotor: Calígula/Claudio.
Aqua Claudia
Pérdida: 62%.
AQUA TRAIANA
Promotor: Trajano
Fuente de suministro: norte del lago Bracciano, al noroeste de Roma.
Aqua Traiana
Pérdida: -------
AQUA ALEXANDRINA
Aqua Alexandrina
Pérdida: -------
CIFRAS TOTALES
Nota: El quinario (quineria) es un tubo de un cierto diámetro que sirve como referencia
para evaluar el flujo de agua que fluye en un conducto. La forma en que los ingenieros
romanos convertían el flujo de agua a un diámetro de tubería no está bien establecida,
por lo que se han propuesto varias conversiones en metros cúbicos por día que van de
40,6 a 32,8 metros cúbicos/día (Hodge, A. T. 1984, pp. 205-216; Taylor, Rabun 1997, p.
471). El paso romano (gradus) es de 0,741 mts., 1,482 mts. si se cuenta en pasos
dobles (passus); la milla romana (milliarium) es de 1.482 mts., o mil pasos dobles.
Los manantiales eran, con mucho, las fuentes más comunes de suministro de agua
para los acueductos, por ejemplo, la mayor parte del suministro de agua para la ciudad
de Roma procedía de varios manantiales situados en el valle del río Anio (Aniene) y sus
tierras altas.
Para suministrar agua a los acueductos, los ingenieros romanos primero debían
encontrar fuentes que suministrasen el agua en una cantidad constante y suficiente,
además de que el agua fuera lo suficientemente buena para poder ser consumida, los
médicos griegos y romanos conocían la asociación entre las aguas estancadas o
contaminadas y las enfermedades transmitidas por el agua, Vitrubio (90-20 a.C.)
aborda las técnicas de investigación y evaluación de la calidad de las fuentes en el
octavo libro, dedicado al abastecimiento de agua, de su obra De Architectura. También
conocían los efectos adversos para la salud de materiales como el plomo,, en aquellos
que lo extraían y procesaban, y por esta razón, las tuberías de cerámica (tubuli fictiles)
eran preferidas a las de plomo, donde se usaron tuberías de plomo, un flujo constante
de agua y la inevitable deposición de minerales transportados por el agua dentro de las
tuberías redujeron algo la contaminación del agua por plomo soluble, sin embargo, el
nivel de plomo en esta agua era 100 veces mayor que en las aguas manantiales locales
( Delile; Blichert-Toft; Goiran; Keay & Albarède 2014, pp. 6594-6599), durante la época
imperial, la producción de plomo se convirtió en monopolio imperial. Si el agua era
visible en la superficie, como es el caso de un curso de agua, un lago o algunas fuentes,
era fácil evaluar la calidad del agua, Vitrubio aconsejaba no solo confiar en la claridad y
el sabor del agua, sino también controlar que las personas que consumían esta agua
regularmente tuviesen buena salud. Paro la mayoría de las fuentes suelen ser
subterráneas y de difícil acceso desde la superficie, por lo que Vitrubio proponía una
lista de indicios que podían ayudar a localizar una fuente, como es el estudio de la
naturaleza de la vegetación en la superficie o identificar las áreas que estaban
cubiertas de niebla durante la mañana (Aicher, Peter J. 1995, p. 7).
“[…] cuando es necesario ir a buscar (las aguas) bajo tierra y recoger las fuentes, así es
como tendrá que hacerlo: uno pondrá la cara en el suelo, antes del amanecer, en el
lugar donde se hará una búsqueda y, con la barbilla en el suelo, sus ojos se dirigirán
hacia el horizonte. […] Tendrán que cavarse los lugares en los que se levantarán los
vapores, ya que los lugares secos no pueden tener esta peculiaridad. […] Además de
los signos recién mencionados, aún hay otros que dan a conocer los lugares donde el
agua está bajo tierra: son los pequeños juncos, sauces salvajes, aliso, el árbol casto,
cañas, hiedra y otras plantas de la misma especie que no pueden nacer de ellas
mismas sin humedad”.
“Si estas pistas no anuncian la presencia de agua, aquí está la experiencia que tendrá
que hacerse. Se usará un hoyo de tres pies de abertura en todas las direcciones y al
menos cinco pies de profundidad. Se colocará allí al atardecer un jarrón de bronce o
plomo, o un recipiente, lo que sea. Después de haberlo frotado en aceite e invertido, la
abertura del pozo estará cubierta de juncos o follaje que se cargarán con tierra. Luego
se abrirá al día siguiente, y si hay gotas de agua adheridas a las paredes del jarrón es
que este lugar contiene agua”.
Una vez que se localizaba la fuente, los ingenieros romanos excavaban un pozo hasta
encontrar agua corriente, podían construir estanques donde el agua salía del suelo o
cavar cisternas y conductos en las profundidades del punto de origen a través del cual
el agua se podía filtrar. El agua del manantial se canalizaba a través de canales cortos
hacia un embalse hecho de piedra o de concreto para luego ingresar al conducto del
acueducto principal, eran necesarios varios pozos para llevar el agua suficiente hasta la
tubería principal (Aicher, Peter J. 1995, p. 9). Los manantiales dispersos requerían de
varios conductos de ramificación que alimentaban un canal principal, algunos sistemas
sacaban el agua represada en embalses especialmente diseñados a tal efecto, como los
todavía en uso, embalses en Hispania (Mays, L. ed. 2010, p. 116). Dos de los
acueductos de Roma, el Aqua Anio Vetus y el Aqua Anio Novus, tomaban el agua
directamente del curso del río Anio, estos acueductos estaban equipados con un
mecanismo para controlar la cantidad de agua extraída, no estando concebidos para
recolectar demasiada agua; además, los acueductos debían de estar equipados con un
mecanismo de cierre para permitir las operaciones de mantenimiento.
En el caso del río Anio (Aniene) una presa baja creaba un depósito en el que era
posible captar el agua incluso durante la estación seca, cuando el nivel del río estaba
decreciendo (Taylor, Rabun 2012, p. 37), por el contrario, si el nivel del agua era
demasiado alto, pasa sobre la presa y no sumerge el acueducto (Aicher, Peter J. 1995,
p. 9). Tomar el agua directamente del curso de un río podía presentar numerosos
problemas, por ejemplo, después de fuertes lluvias, el agua que penetraba en el
acueducto era fangosa incluso con dispositivos existentes de decantación. La zona de
captura de aguas también debía estar alejada de las zonas habitadas que podían ser
focos de contaminación (Aicher, Peter J. 1995, p. 10), para prevenir este tipo de
problemas, Trajano trasladó la toma del agua del Aqua Anio Novus río arriba, por
encima de la población de Subiaco, donde era posible aprovechar una presa
preexistente que databa del reinado de Nerón, el lago artificial funcionaba como una
gran cuenca de sedimentación (Aicher, Peter J. 1995, p. 11).
Chorobates
Estaban estabilizados en el terreno elevado y apuntaban en la dirección en que se iban
a utilizar, el ayudante retrocedía 100 pasos y colocaría un poste, el inspector le
indicaría donde mover el poste para poder dejarlo correctamente situado.
Groma
Este instrumento pudo ser importado del Próximo Oriente por los griegos en el siglo IV
a.C., más tarde fue llevado a Roma a través de los etruscos y denominado “cranema” o
“ferramentum” y posteriormente desplazado por la “dioptra” más sofisticada y
precursora del moderno teodolito que, además, de ser un instrumento topográfico
también lo era astronómico, su uso está atestiguado, al menos, desde el siglo III a.C. y
se trataba de un tubo de observación o, alternativamente, una varilla con una mira en
ambos extremos unida a un soporte que, si estaba equipada con transportadores,
podía ser usada para medir ángulos.
Dioptra
CONDUCTOS, PUENTES, GRADIENTES Y SIFONES
La mayoría de los acueductos romanos eran conductos de arcos de fondo plano que
corrían de 0,5 a 1 metro debajo de la superficie del suelo, con cubiertas de inspección
y accesos a intervalos regulares (Hodge, A. 2002, pp. 93-94). Estos conductos
subterráneos (riuus subterraneus) seguían el contorno del suelo y perdían lentamente
altitud a medida que avanzaban, esto podría interpretarse como una limitación de la
tecnología durante los siglos IV y III a.C., pero también, pudiera deberse a una elección
estratégica para asegurar el suministro de agua a Roma y evitar el que ejércitos
enemigos pudieran cortar las tuberías (en este momento, Roma se encontraba en
guerra con los pueblos itálicos vecinos), por lo tanto, las superestructuras son raras a
lo largo de sus rutas, prefiriendo los ingenieros sortear los obstáculos para alargar las
distancias (Duret & Néraudau 2001, pp. 267-268). A lo largo de su recorrido, los
conductos del acueducto eran perforados con aberturas accesibles, pozos verticales
(puteus), que facilitaban el acceso a los ingenieros y trabajadores durante la
construcción y las operaciones de mantenimiento (Taylor, Rabun 2012, p. 37), estos
pozos se excavaban a intervalos regulares, cada 30 a 60 metros (Aicher, Peter J. 1995,
p. 12).
Los conductos sobre el nivel del suelo generalmente estaban cubiertos de losas, los
conductos más antiguos se construyeron en sillería, pero a partir de la época
republicana tardía, a menudo se usaba hormigón con revestimiento de ladrillo, el
hormigón utilizado para revestir los conductos era generalmente impermeable (opus
signinum) y estaba compuesto de cal y pequeños fragmentos de cerámica triturada.
Estas nuevas técnicas y materiales de construcción permitieron la multiplicación de las
estructuras de ingeniería dando como resultado un acortamiento de las longitudes de
los acueductos (Duret & Néraudau 2001, p. 269), por ejemplo, el Aqua Anio Novus
capturaba sus fuentes mucho más arriba que cualquier otro acueducto en el valle del
Anio, pero el progreso técnico pudo reducir su longitud en 4 kilómetros en
comparación con el Aqua Marcia, también en el valle del Anio, el canal pudo cruzar los
valles en línea recta sobre los arcos (arcuationes), mientras que los canales más
antiguos debían seguir las líneas de nivel y cruzar los valles hacia sus cabezas.
Pont du Gard
El flujo del agua dependía solo de la gravedad, y el volumen del agua transportada
dentro del conducto dependía de la hidrología de la cuenca (lluvia, absorción y
escorrentía), la sección transversal del conducto también fue determinada por los
requisitos de mantenimiento; los trabajadores también podían ingresar y acceder a
toda la estructura, con una interrupción mínima en su funcionamiento (Hodge, A.
2002, p. 2). Vitrubio recomendaba un gradiente (pendiente o inclinación) bajo de no
más de 1 en 4,800 para el canal, presumiblemente para evitar daños a la estructura a
través de la erosión y la presión del agua, este valor concuerda bien con los gradientes
medidos de los acueductos de mampostería supervivientes. El gradiente del Pont du
Gard es de solo 34 cm/km, descendiendo solo 17 metros verticalmente en toda su
longitud de 50 km, podía transportar hasta 20.000 metros cúbicos por día. Los
gradientes de acueductos temporales usados para la minería hidráulica podían ser
considerablemente mayores, como en Dolaucothi en Gales, con un gradiente máximo
de aproximadamente 1:700, o también como el acueducto de Las Médulas en el norte
de España. Donde los gradientes agudos eran inevitables en los conductos
permanentes, el canal podía ser escalonado hacia abajo, ensanchado o descargado en
un tanque receptor para dispersar el flujo de agua y reducir su fuerza abrasiva (Mays,
L., ed. 2010, p. 119), el uso de cascadas y gotas escalonadas también ayudó a volver a
oxigenar y así “refrescar” el agua (Chanson, H. 2000, pp. 47-51).
Sifón
Para evitar que las mezclas no alterasen la calidad de las mejores aguas, como las del
Aqua Marcia, el Aqua Claudia y, especialmente, las transportadas por el Aqua Anio
Novus, el emperador Nerva encargó a Frontinus que todas las aguas fueran canalizadas
por separado, cerca de la fuente, alrededor de la mitad del recorrido y, finalmente,
poco antes de llegar a Roma, hacia el séptimo miliario de la Via Latina, para las aguas
procedentes del este (Duret & Néraudau 2001, pp. 268-269), el agua se purificaba en
cuencas de decantación (piscina limaria), el Aqua Alsietina y el Aqua Appia no poseían
estas cuencas de decantación, el paso por estas cuencas o cisternas permitía ralentizar
el flujo del agua para que los residuos, la arena y la grava pudieran fluir y, por lo tanto,
poder ser recogidos en el fondo de la cuenca, era necesario cortar regularmente el
flujo de agua de los acueductos para poder llevar a cabo la limpieza. En su forma más
sencilla, la piscina limaria, podía ser una simple ampliación en el tamaño del canal, la
forma más elaborada de estas cuencas de decantación consistía en varias salas
comunicantes y abovedadas, construidas en dos plantas, como la que el emperador
Adriano había agregado al Aqua Virgo cerca de su terminal (Aicher, Peter J. 1995, p.
10). Promover la aireación del agua también ayudaba a mejorar su pureza, reducir los
olores y propiciar la precipitación de minerales del agua, por lo tanto, los conductos no
estaban diseñados para funcionar de forma plena, dejando el agua corriente bajo la
acción del aire libre, este aire podía circular y renovarse gracias a los numerosos pozos
excavados a lo largo de las secciones subterráneas (Aicher, Peter J. 1995, p. 11).
La mayoría de los acueductos llegaban a Roma desde el este y fueron construidos para
servir a la margen izquierda del río Tíber, solo el Aqua Alsietina y el Aqua Traiana
llegaban a Roma desde el oeste y servían directamente a la orilla derecha del Tíber. Sin
embargo, según Frontinus, cinco de los ocho acueductos que estaban en servicio para
su época, se canalizaban a la XIV Regio (Transtiberim) a través de los conductos y
tuberías que atravesaban el Tíber en varios puntos (Taylor, Rabun 2000, p. 17). Todos
los acueductos llegaban a Roma a diferentes alturas, por lo tanto, solo cinco de ellos
eran lo bastante altos para llegar a todos los puntos de la ciudad, mientras que los
otros no podían llegar a las cimas de las colinas, que los escombros procedentes de los
frecuentes incendios habían sobre elevado. Cuando el acueducto llegaba a las afueras
de la ciudad de Roma, el agua fluía hacia un gran tanque de distribución llamado
“castellum”, las tuberías del castellum podían ser derivadas directamente pero,
generalmente, alimentaban terminales de distribución pública, conocidos como
“castella aquae” que se hallaban distribuidas por las diferentes zonas de la ciudad.
Los castella aquae estaban conectados a los puntos de llegada (fuentes, casas, baños y
letrinas) por tuberías de plomo (fístulas), en lugar de por canales de mampostería, que
entregaban agua bajo presión (Taylor, Rabun 2012, p. 37). Cada agua, dependiendo de
su calidad, se utilizaba para diferentes propósitos, la mejor estaba reservada para ser
bebida y otras aguas se utilizaban para el riego de jardines, los talleres artesanales y las
letrinas (Duret & Néraudau 2001, p. 272). El agua utilizada para beber no se llevaba
directamente a cada habitante, para ello se requería una concesión especial, otorgada
por el emperador, para que el “curator aquarum” pudiera hacer una conexión
particular, para la mayoría de la población la distribución del agua se realizaba a través
de los cientos de estanques y fuentes que salpicaban las calles de la antigua Roma
(Duret & Néraudau 2001, p. 272).
En los primeros tiempos, toda el agua era usada para las necesidades públicas y las
personas privadas solo tenían acceso al agua que se podía filtrar desde las tuberías,
poco a poco se permitió a los particulares la posibilidad de poder alquilar un
suministro de agua insertando un desvío en la red de distribución con la autorización
del curador de aguas. Durante el período imperial los depósitos de almacenamiento
privados también eran permitidos, estos depósitos alimentaban cisternas en las casas
que alquilaban el suministro.
El agua transportada por los acueductos era usada en tres aspectos fundamentales: un
uso cívico y doméstico, un uso agrícola y un uso industrial.
USO INDUSTRIAL
Sestercio de bronce emitido por Trajano para conmemorar la construcción del Aqua
Traiana
DISTRIBUCIÓN DEL AGUA DE LOS ACUEDUCTOS
Según Frontinus, de los 14.000 quinarios distribuidos por los acueductos durante el
reinado del emperador Nerva, y antes de que se tomaran medidas contra el fraude, el
30% se hallaban localizados fuera de la ciudad, casi la mitad de los cuales estaban
reservados para el emperador, los 9.952 quinarios restantes se distribuían en catorce
regiones: I Porta Capena, II Caelimontium, III Isis et Serapis, IV Templum Pacis, V
Esquiliae, VI Alta Semita, VII Via Lata, VIII Forum Romanum, IX Circus Flaminius, X
Palatium, XI Circus Maximus, XII Piscina Publica, XIII Aventinus, XIV Transtiberim; por
medio de 247 castella aquae. En su obra, Frontinus, precisa el uso que se hace de esta
agua: 17% se reserva para el emperador, 39% para particulares y 44% para uso
público, en este último porcentaje, el 54% era utilizada por los 95 establecimientos y
talleres públicos, un 30% para los 591 estanques y fuentes con los que contaba por
entonces Roma, un 9% para los, al menos, 36 lugares de espectáculos públicos y,
finalmente, un 7% para los 19 campamentos militares.
AQUA APPIA
Número de castella: 35
AQUA MARCIA
Número de castella: 51
Número de castella: 14
AQUA IULIA
Número de castella: 17
AQUA VIRGO
Número de castella: 18
AQUA ALSIETINA
Número de castella: 0
Número de castella: 92
INSPECCIÓN Y MANTENIMIENTO
Después del reinado de Trajano, los procuradores, que veían aumentado su estatus
social, aparecen cada vez más ligados al orden ecuestre, a finales del siglo III o
comienzos del siglo IV d.C., el procurador llevará el título de “vir egregius”, con un
tratamiento de “centenarius”, es decir, devengando un salario anual de 100.000
sextercios (Homo, Léon 1971, p. 193; Daguet-Gagey, Anne 2001, p. 97, n.6). El personal
permanente incluía alrededor de 700 personas (460 para la “familia Caesaris” y 240
para la “familia publica”), al menos en tiempos de Frontinus, y estaba dirigido por dos
“praeposti”, uno para cada familia (Homo, Léon 1971, p. 190), en tiempos de la
realización de obras principales, a este personal se le sumaba un equipo auxiliar
compuesto por arquitectos y trabajadores. Entre el personal técnico, los ingenieros
hidráulicos (architecti) eran los jefes de servicio y designados como “periti” y
“architecti suae stationis” por Frontinus, se ocupaban de la construcción de los
acueductos, de la captación y distribución del agua, además del mantenimiento de los
canales (Homo, Léon 1971, p. 188; Daguet-Gagey, Anne 2001, pp. 98-99) disponiendo
de un personal de ejecución, los “aquarii”, que se dividían en diferentes categorías:
intendentes (villici), guardianes de los castillos de agua (castellani), inspectores
(circitores), pavimentadores (silicarii), yeseros (tectores), niveladores (libratores),
fontaneros (plumbarii), albañiles y artesanos (Frontinus, CXVI; Homo, Léon 1971, pp.
187-189).
Construyendo un acueducto
El curador de las aguas parece ser jerárquicamente superior a los otros dos curadores
de las obras públicas y el Tíber, aunque todos eran de rango consular, mientras que
algunos podían ser promovidos desde los dos últimos servicios hasta el del agua,
ningún conservador del agua acudía a vigilar las obras públicas o el Tíber (Daguet-
Gagey, Anne 2001, p. 94), esta preeminencia refleja la especial importancia de las
misiones del curador del agua, al ser responsable del suministro del agua potable de la
población romana, su papel era vital para la supervivencia de los habitantes. El curador
del agua era elegido por el emperador entre los consulares que habían llegado al
consulado unos años antes, la función se consideraba muy prestigiosa y honorífica, el
curador era nombrado por un período indefinido, que iba desde unos pocos meses
hasta varios años, una resolución del Senado especificaba que el curador debía dedicar
a su misión una cuarta parte de su tiempo durante el año, la curaduría no sería, por
tanto, a tiempo completo (Aicher, Peter J. 1995, p. 24) pero, aun así, era un trabajo
considerable (Daguet-Gagey, Anne 2001, p. 64.). En razón a su condición consular, un
Senado Consulto del año 11 a.C., establecía que durante sus viajes fuera de Roma, el
curador de las aguas estuviese acompañado por dos lictores para hacer cumplir la ley
si era necesario, así como por tres esclavos, incluyendo un arquitecto, un secretario y
un empleado, dentro de la ciudad, el curador debía separarse de sus lictores; el curator
aquarum gozaba de cierta inmunidad y tenía el derecho de usar la toga praetexta
(Aicher, Peter J. 1995, p. 24). El curador de las aguas era responsable de supervisar
toda la red de suministro de agua desde su captura hasta su distribución, su personal
era responsable del mantenimiento de los acueductos y de todos los anexos colocados
en sus rutas, como arcos de retención, tuberías de sifón, y estanques de agua
residuales, también mantenían las torres de agua, cisternas, estanques, fuentes y
desagües. El curador limpiaba los residuos, buscaba fugas, anticipaba accidentes de
todo tipo, gestionaba los recursos hídricos y garantizaba la coordinación administrativa
adecuada de los servicios. También se ocupaba de las cuestiones legales relacionadas
con el intercambio del agua, los conflictos entre particulares, el fraude y el tráfico
ilegal, de hecho, si el agua se agotara, podría provocar una crisis social, disturbios por
parte de la población romana, en este caso la plebe, que estaría directamente
amenazada, por otro lado, la alimentación regular de las fuentes también era esencial
para los “Vigilias Urbani” quienes, entre otras funciones, tenían que apagar los
incendios (Daguet-Gagey, Anne 2001, p. 98). A partir del año 11 a.C., se aprobaron una
serie de leyes para ayudar y controlar la labor del curador de aguas, además de la
misión de la gestión y mantenimiento de la red de suministros de agua, el curador era
también responsable de hacer cumplir la legislación imperial en esta área, las leyes de
las que Frontinus nos da una visión general para la ciudad de Roma, pero que también
existían en cada ciudad para contrarrestar cualquier intento de fraude ya que las
prácticas ilegales se habían generalizado, a menudo con la complicidad del personal
encargado del departamento de agua.
Pese a que a partir del año 11 d.C. se aprobaran una serie de leyes para ayudar y
controlar la labor del curador de aguas, los fraudes y hechos ilícitos relacionados con el
agua fueron una constante en la vida diaria en el Imperio Romano. Según Frontinus, a
finales del siglo I d.C., había un flujo total de entrada de 24.800 quinarios (casi un
millón de metros cúbicos al día), pero según registros hallados, tal flujo era de 12.400
quinarios, Frontinus, que estaba realizando nuevas mediciones del flujo, estimó que en
realidad la cantidad distribuida era de 14.000 quinarios. El curador de aguas estaba
sorprendido por la diferencia entre el suministro y los caudales observados en la
distribución, descubriendo numerosos defectos de mantenimiento y, especialmente,
numerosos actos fraudulentos que estaban desviando los 10.800 quinarios faltantes
(aproximadamente un 44% del flujo total del agua). En la propia ciudad de Roma,
algunos funcionarios del servicio de aguas a cargo del mantenimiento,
complementaban sus ingresos practicando lo que ellos llamaban “mordiscos”, las
tuberías que llevaban el agua con destino al uso público y que se hallaban bajo tierra,
eran perforadas por estos “mordiscos”, a continuación se ofrecían a proporcionar el
agua de manera fraudulenta mediante la instalación de tuberías no autorizadas a
cambio de pagos ilegales. Por otro lado, cuando una concesión de agua pasaba a un
nuevo propietario, los fontaneros podían aprovechar esta ocasión para perforar un
nuevo hoyo en el castillo de agua abandonando el antiguo, del cual extraían agua para
la venta, debido a este tráfico ilegal, solo llegaba al público una pequeña cantidad de
agua diaria. Por su parte, en el campo, la mayoría de los propietarios de tierras por las
que pasaba algún acueducto, (la ley romana no quitaba a sus dueños la posesión de
sus tierras, incluso las que eran de utilidad pública, cuando iba a construirse un
acueducto, si el propietario del terreno por donde debía pasar el acueducto se oponía
a esta construcción y, por tanto, no vendía su terreno, el Estado romano podía
obtenerlo pagando toda la tierra para después delimitar el terreno necesario para la
construcción del acueducto, luego revendía la parte sobrante para que, dentro de sus
límites, el dominio público y el dominio privado tuvieran los mismos derechos) solían
perforar las tuberías para regar los cultivos de forma gratuita, así mismo, los
terratenientes poseedores de tierras construían edificios o plantaban árboles en los
terreno aledaños a los acueductos algo prohibido por el Senado Consulto del año 11
a.C. y que, recordemos, establecía un perímetro de tierra libre alrededor de los
acueductos, 4,5 metros alrededor de los acueductos elevados y 1,5 metros alrededor
de los acueductos subterráneos. A veces los caminos y senderos locales cruzaban las
tuberías en sí, al ocupar ilegalmente las áreas alrededor de los acueductos, los
residentes locales, con el tiempo se apoderaban de estos terrenos y prohibían el
acceso a los mismos lo que hacía más difícil mantener los canales. En estas mismas
áreas rurales, los conductos y canales también eran utilizados por los propietarios, a
menudo ricos patricios poseedores de villas que querían decorarlas con fuentes
privadas, para ello llamaban a operarios que por una suma de dinero, les instalaban
una desviación que hacían subir al interior de las propiedades de estos patricios. Por
tanto, durante este período, personas privadas estaban desarrollando un estilo de vida
lujoso que los llevaba a desperdiciar el agua pública destinada a todos los habitantes
para su exclusivo uso privado. Estos excesos eran posibles gracias a la complicidad
activa de los fontaneros que eran fácilmente corrompibles. Si bien algunas de estas
prácticas eran iniciativas específicas, otras prácticas fraudulentas implicaban la
complicidad en todo el sistema administrativo, este es el caso, por ejemplo, cuando se
trata de utilizar tuberías no perforadas, es decir, no marcadas para usos poco
habituales, estas prácticas implicaban, por tanto, la existencia de una red de
complicidad que ponía en tela de juicio la autoridad teóricamente puesta bajo el
control y la responsabilidad del curador de aguas, esta situación, señalada por
Frontinus para finales del siglo I d.C., revela la profunda degradación en el
departamento de aguas de Roma a un siglo de su puesta en funcionamiento. Como
resultado de todas estas actividades ilegales, los acueductos y otros canales que
transportaban agua sufrieron muchas degradaciones a lo largo del tiempo y el daño
causado a los acueductos no se limitó a las consecuencias del fraude en el suministro
de agua sino que también afectó a las propias estructuras que la transportaban.
España y Portugal: 24 acueductos (Albarracín, Sexi, Aqua Nova Domitia Augusta, Baelo
Claudia, Barcino, Bejís, Cádiz, Caños de Carmona, Aqua Fontis Aureae, Itálica, Las
Médulas, Les Ferreres, Los Bañales, Los Milagros, Lugo, Noain, Onuba Aestuaria, Peña
Cortada, S´Argamasas, Segóbriga, Segovia, Toletum, Valdepuentes, todos ellos en
España. En Portugal destacan el acueducto de Coímbra y el de Lisboa).
CONCLUSIÓN
La civilización romana no sólo fue una de las más grandes e influyentes civilizaciones
de la Antigüedad, sino de toda la Historia de la Humanidad, no solo legó su cultura en
el más amplio sentido de la palabra, arte, costumbres y fiestas, Derecho, filosofía,
lengua latina, instituciones y cargos públicos, vías de comunicación, arquitectura, etc.,
de todo lo cual es heredera la civilización occidental, sino que, además, nos legó su
tecnología y métodos de construcción, y en este último aspecto, los acueductos
construidos por los antiguos romanos merecen un papel muy destacado. Aún hoy en
día, los aspectos fundamentales y básicos de la tecnología del agua siguen
inspirándose en sus precursores romanos, Roma creó la red de acueductos más
impresionante de la Historia de la Humanidad, aunque no fueron los primeros en la
práctica de la canalización y distribución de las aguas, sí alcanzaron un grado de
desarrollo y sofisticación nunca antes visto. Enfrentándose a numerosos desafíos, que
son los que hacen grandes a las civilizaciones, los arquitectos e ingenieros romanos
pudieron crear toda una red de extracción, canalización y reparto de aguas que, hoy en
día, sigue causando asombro. La presencia de la civilización Roma en nuestras ciudades
y pueblos, campos y ríos, valles y carreteras sigue estando muy presente en nuestro
día a día, testigos mudos de un pasado que nos conecta con nuestro presente, la
imagen de los acueductos romanos recortándose en el horizonte nos recuerda que, de
una manera u otra, todos somos herederos de Roma.
BIBLIOGRAFÍA
Adam, Jean-Pierre
Adam, Jean-Pierre
Aicher, Peter J.
Ambrós, Jordi
Ashby, T.
Augusta-Boularot, Sandrine
2008 “Dare aquas: Les enjeux politiques du “don de l´eau” dans les villes
d´Italie républicaine”. Histoire urbaine, vol. 22, nº 2, pp. 11-26.
Billard, A.
Bloch, H.
Bruun, Christer
Calvet, Jordi
Cazal, G.
Claridge, Amanda
1998 Rome: An Oxford Archaeological Guide. Oxford University Press, New
York.
Coarelli, Filippo
1988 Il Foro Boario dalle origini alla fine della Reppublica. Roma.
Coarelli, Filippo
Coarelli, Filippo
Chanson, H.
Chanson, H.
Chanson, H.
Choisy, Auguste
1999 El arte de construir en Roma (ed. española), Edit. Inst. Juan de Herrera,
Madrid.
Daguet-Gagey, Anne
2001 “Les grandes curatèles urbaines” dans Yann Le Bohec (dir.), Rome, ville
et capitale: de César à la fin des Antonins. Éditions du Temps, coll. “Questions
d´Histoire/Histoire romaine”, pp. 98-112.
Etèvenaux, Jean
Evans, H. B.
Fagan, Garrett, T.
Fiches, Jean-Luc
Gros, Pierre
Gross, Hanns
1990 Rome in the Age of Enlightenment: the Post-Tridentine síndrome and
the ancien regime. Cambridge University Press, New York.
Grout, James
Hodge, A. T.
Hodge, A.
Homo, Léon
Kleiner, Diana E. E.
Lefebvre, Sabine
Leveau, P.
1991 “Research on Roman Aqueducts in the Past Ten Years”, in: T. Hodge
(ed.) Future Currents in Aqueduct Studies, Leeds.
1969 “The Dolaucothi gold mines, I: the surface evidence”. The Antiquaries
Journal 49. No. 2, pp. 244-272.
Lewis, P. R. & G. D. B.
1970 “Roman gold-mining in north-west Spain”. Journal of Roman Studies
60, pp. 169-185.
Lewis, M. J. T.
1998 “Millstone and Hammer: the Origins of Water Power”. Hull Academic
Press.
Lewis, M. J. T.
Lugli, G.
1953 Fontes ad topographiam veteris Urbis Romae. Vol. 2, libri 5-7, Roma.
Lloyd, R. B.
1979 “The Aqua Virgo, Euripus and Pons Agrippae”. American Journal of
Archaeology 83, pp. 193-204.
MacMullen, Ramsay
Malissard, Alain
Mays, L. (ed.)
Paillet, Jean-Louis
2005 “Réflexions sur la construction du Pont du Gard”. Gallia, t. 62, pp. 49-
68.
Panimolle, G.
Pelletier, André
1982 L´urbanisme romain sous l´Empire. Picard, Paris.
Richardson, L. jr.
2011 The groma, the surveyor´s cross and the chorobates. In-depth notes on
the design of the old instruments and their use. La Groma, lo Squadro agrimensorio e il
corobate. Note di approfondimento su progettazione e funzionalità di antiche
strumentazioni. In Disegnare Idee Immagini, anno XXII n. 42, pp. 22-33.
Taylor, Rabun
1997 “Torrent or Trickle?: The Aqua Alsietina, the Naumachia Augusti, and the
Transtiberim”. American Journal of Archaeology, nº 101, pp. 465-492.
Taylor, Rabun
2000 Public needs and private pleasures: Water distribution, the Tiber River
and the Urban Development of Ancient Rome (Studia Archeologica). L´Erma di
Bretschneider, Roma.
Taylor, Rabun
2002 Tiber River bridges and the development of the ancient city of Rome.
The Waters of Rome: Number 2, June.
Taylor, Rabun
2012 “Rome´s lost aqueduct: searching for the source of one of the city´s
greatest engineering achievements”. Archaeology 65 (2), Archaeological Institute of
America, Mars/April, pp. 34-40.
Wikander, Örjan
1991 “Water Mills and Aqueducts”, In: Future Currents in Aqueduct Studies,
ed. A. T. Hodge, pp. 141-148, Leeds.
Wikander, Örjan
Wilson, Andrew
2002 “Machines, Power and the Ancient Economy”. The Journal of Roman
Studies, vol. 92, pp. 1-32.