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ACUEDUCTOS ROMANOS

RAFAEL AGUSTI TORRES

HISTORIADOR DEL MUNDO ANTIGUO Y ESPECIALISTA EN ARQUEOLOGÍA CLÁSICA

MIEMBRO DE LA CLASSICAL SOCIETY & SOCIETY OF ANCIENT LITERATURE (UNIVERSITY


OF CAMBRIDGE)
ACUEDUCTOS ROMANOS

INTRODUCCIÓN

Los romanos construyeron acueductos en toda la extensión de su Imperio para llevar


agua a las ciudades y pueblos, a menudo de fuentes distantes, el agua se suministraba
a baños públicos, letrinas, fuentes y hogares privados, los acueductos también
proporcionaron agua para operaciones mineras, molienda de cereales, para granjas y
jardines además de para espectáculos públicos. Los acueductos movieron agua
únicamente a través de la gravedad, generalmente a lo largo de un ligero gradiente
descendente general dentro de los conductos de piedra, ladrillo u hormigón pero, a
veces, a través de pendientes más pronunciadas. La mayoría de los conductos estaban
enterrados bajo tierra y seguían los contornos del terreno, los picos que obstruían el
trazado del acueducto eran eludidos o, con menos frecuencia, atravesados por un
túnel, cuando los valles, ríos o tierras bajas intervenían en este trazado el conducto se
llevaba a través de un puente o su contenido era alimentado en tuberías de plomo,
cerámica o piedra de alta presión haciéndose pasar por un sifón. La mayoría de los
sistemas de acueductos incluían tanques de sedimentación lo que ayudaba a reducir
cualquier residuo transportado por el agua, esclusas y “castella aquae” (tanques de
distribución) regulaban el suministro a destinos individuales, el agua de escorrentía de
los acueductos a veces conducía a molinos de agua urbanos y recorría los desagües y
las alcantarillas. El primer acueducto de Roma fue construido a finales del siglo IV a.C.,
para el siglo III d.C. la ciudad contaba con 11 acueductos que sustentaban a una
población de más de un millón de personas, la mayor parte del agua abastecía a los
numerosos baños de la ciudad. Las ciudades y pueblos de todo el Imperio Romano
emularon este modelo y financiaron los acueductos como estructuras de interés
público y orgullo cívico, “un lujo caro pero necesario al que todos podían aspirar y así
lo hicieron” (Gargarin, M. & Fantham, E. p. 145). La mayoría de los acueductos
romanos resultaron confiables y duraderos, algunos se han mantenido hasta los
tiempos modernos estando varios de ellos todavía parcialmente en uso. Los métodos
de levantamiento y construcción de acueductos son señalados por Vitrubius (80/70
a.C. – 15 a.C.) en su obra De Architectura, por su parte, Iulius Sextus Frontinus (40-103
d.C.) da más detalles al respecto en su obra De Aquaeductibus Urbis Romae (también
conocida como De Aquis), donde habla acerca de los problemas, usos y abusos del
suministro público de agua en la Roma Imperial, además de la historia y de la
topografía, dando detalles sobre la administración que él dirige (Frontinus fue
conservador de aguas “curator aquarum” durante el reinado del emperador Nerva) y
proporciona registros detallados de cada acueducto de la ciudad por lo que esta obra
es una fuente única y de gran valor para el estudio de todo lo concerniente con el
mundo del agua en la antigua Roma (Taylor, Rabun 2000, p. 16). El presente trabajo
tiene como finalidad acercar a las personas interesadas, no solo en la Historia Antigua
de Roma sino también, en la Arquitectura de la antigua Roma, al mundo fascinante de
los acueductos romanos, para ello este trabajo se ha dividido en dos secciones: una
primera sección dedicada a los acueductos propiamente pertenecientes a la antigua
ciudad de Roma y una segunda sección dedicada al mundo de los acueductos romanos
en sí mismos y, además, un anexo final donde se indican algunos de los acueductos
más representativos construidos a lo largo y ancho del Imperio Romano, describir con
detalle estos acueductos fuera de Roma hubiera supuesto una labor que hubiera
excedido el objeto fundamental de este estudio, por lo que el lector interesado puede
consultar la bibliografía que se incluye al final de este trabajo, así como los numerosos
estudios hoy en día disponibles para cada uno de los acueductos del Imperio Romano.
Esperemos que este trabajo sea de interés y utilidad.

I.LOS ACUEDUCTOS DE ROMA


Los acueductos de Roma formaban una extensa red de suministro de agua que
consistía en canales artificiales que convergían en la antigua ciudad de Roma y
aseguraban su suministro de agua potable. Se construyeron y ampliaron a lo largo de
los siglos para adaptar el suministro de agua a una población cada vez mayor y a
edificios que requerían una gran cantidad de agua para funcionar, como era el caso de
los baños y las neumaquias. La construcción de acueductos se extendió por toda la
Península Itálica y, posteriormente, en todas las provincias del Imperio a medida que
se extendía el poder romano. A diferencia de otros tipos de construcciones, las
estructuras de los acueductos más impresionantes no se encuentran en Roma, sino en
las provincias, tales son los casos del Pont du Gard (Francia), el acueducto de Segovia
(España) o el acueducto de Cartago (Túnez), sin embargo, la red de acueductos de
Roma sigue siendo única en tamaño, capacidad y complejidad, la capacidad máxima de
la red a finales del siglo I d.C. contaba con nueve acueductos, capaces de acercarse a
un millón de metros cúbicos de agua diarios de suministro para la ciudad, lo que
representaría casi 1000 litros por habitante y día, más del doble de lo disponible para
los habitantes de Roma hoy en día, aunque esta estimación no es segura ya que la
conversión de las medidas antiguas utilizadas por Frontinus en una variedad moderna
de medición de flujo es delicada y cuestionable, una estimación más razonable evalúa
la cantidad de agua recibida por día entre 500.000 y 600.000 metros cúbicos, cantidad
que sigue siendo considerable, incluso de acuerdo con los criterios actuales (Bruun,
Christer 2009). Los acueductos romanos son bien conocidos por los arqueólogos e
historiadores debido a los restos relativamente bien conservados, algunas secciones se
encuentran hoy en uso parcial, el estudio de los restos antiguos se completa con el
estudio de las inscripciones existentes en los terminales que marcan la ruta de los
acueductos en el campo romano y por las inscripciones en las tuberías de plomo
(alrededor de 800 fístulas han sido halladas en Roma) estas inscripciones proporcionan
información crucial sobre la administración del servicio de agua, la organización de la
red de distribución y los métodos de construcción (Bruun, Christer 2009, p. 3), p. ej., es
gracias a las inscripciones en las fístulas que se conocen los nombres de los senadores
y caballeros romanos a cargo de los proyectos que implicaban la instalación de
tuberías. Los arqueólogos también cuentan con evidencias procedentes de autores
antiguos, incluyendo los escritos de Frontinus.

Tubería de plomo datada durante el reinado de Marco Aurelio

ANTECEDENTES

Antes del desarrollo de la tecnología del acueducto (finales del siglo IV a.C.) los
romanos, al igual que la mayoría de sus contemporáneos en el mundo antiguo,
dependían de fuentes de agua locales como manantiales y arroyos, complementadas
con aguas subterráneas de pozos privados o de propiedad pública, por agua drenada
desde los tejados a recipientes de almacenamiento y cisternas (Mays, L. 2010, pp. 115-
116; Coarelli, F. 2007, p. 445) y por las propias aguas del río Tíber. Es la falta de
salubridad y el poco sentido práctico de este suministro de agua (por otro lado, la
insuficiencia en los recursos de agua lastraban el crecimiento de la ciudad) lo que
conduce, a la larga, a la construcción de canales para el transporte de grandes
cantidades de agua tan potable como fuera posible procedente de las colinas
alrededor de la ciudad. Los acueductos de Roma no eran estrictamente invenciones
romanas, sus ingenieros estaban familiarizados con las tecnologías de gestión del agua
de los etruscos, muchas de las cuales se desarrollaron en los valles alrededor de la
ciudad de Veyes, y de los griegos, pero además, demostraron ser notablemente
exitosos. Es así que los dos censores del año 312 a.C., Claudio Appio Caecus y Caio
Plautio Venox, toman la decisión de construir el primer acueducto de la ciudad de
Roma, el Aqua Appia, uno de los dos grandes proyectos de obra pública de la época, el
otro fue la construcción de la primera etapa del camino militar que unía las ciudades
de Roma y Capua, la Via Appia Antica. Ambos proyectos tenían un valor estratégico
significativo, dados los antecedentes de la Tercera Guerra Samnita, el camino permitió
movimientos rápidos de tropas y por diseño o por una afortunada coincidencia, la
mayor parte del recorrido del Aqua Appia se realizaba a través de un conducto
subterráneo y relativamente seguro ante un posible ataque enemigo. El Aqua Appia se
alimentaba del agua procedente de fuentes ubicadas en las colinas Sabinas, a unos 16,
4 km. de Roma y se transportaba a Roma a través de canales subterráneos, en casi su
totalidad, que seguían el trazado de la Via Praenestina. La diferencia de altitud entre la
fuente y el destino era solo de 10 metros para una distancia de 16,6 km., el acueducto
llegó a la ciudad a una distancia de 30 metros bajo tierra (Duret & Néraudau 2001, p.
267) una construcción muy destacable para el siglo IV a.C., este primer acueducto
aportaba a la ciudad de Roma alrededor de 75.500 metros cúbicos de agua al día que
eran descargados en una fuente situada en el mercado de ganado de Roma situado en
el Foro Boario, uno de los espacios públicos más bajos de la ciudad (Ball Platner,
Samuel 1929). Proyectos ambiciosos de obras públicas facilitaron la construcción de
nuevos acueductos en toda la República romana, uno de ellos fue el Aqua Anio Vetus,
construido en el siglo III a.C. gracias al botín adquirido durante la guerra contra Pirro,
rey de Epiro, este acueducto se surtía de agua de las fuentes cercanas a la antigua
ciudad de Tibur (Tívoli) y, después de un recorrido de 63.7 km., entraba a la ciudad a
través de arcos elevados, suministrando agua a las partes más altas de la ciudad, este
acueducto aportaba a la ciudad de Roma más del doble de agua que el primer
acueducto. En el año 145 a.C. la ciudad había vuelto a superar todos sus suministros
combinados de agua, una comisión oficial descubrió que los conductos del acueducto
se habían deteriorado y el agua se agotaba debido a las fugas y a la sustracción ilegal,
el pretor Quintus Marcius Rex los restauró y construyó un tercer acueducto, el Aqua
Marcia, el acueducto más largo de Roma y lo suficientemente alto como para
abastecer el Capitolio, las obras de este acueducto costaron 180. 000. 000 de
sextercios y tardaron dos años en completarse (Frontinus VI-XX). A medida que la
demanda de agua crecía se hizo necesaria la construcción de un nuevo acueducto, el
Aqua Tepula en el año 127 a.C. El Aqua Marcia traía el agua potable en grandes
cantidades y su recorrido alcanzaba los 91,4 km. (Taylor, Rabun 2000, pp. 17-19), el
segundo acueducto, más modesto, constituía una línea menor de abastecimiento que
acrecentaba el volumen de agua disponible, su nombre, Aqua Tepula, deriva de las
tierras de la ciudad de Tusculum (situada a 2 km al sudeste de la actual ciudad de
Frascati, en la provincia de Roma), lugar de fuentes de agua templada. Estos cuatro
primeros acueductos, Aqua Appia, Aqua Anio Vetus, Aqua Marcia y Aqua Tepula,
llegaban a Roma por el lado del monte Esquilino para encontrarse en el lugar donde,
posteriormente, se construiría la Porta Maggiore, zona designada por Frontinus bajo el
nombre de “ad Spes Vetus” (barrio de la Vieja Esperanza) en referencia a un santuario
dedicado a la diosa Spes, la diosa de la Esperanza, situado en el punto más alto del este
de la ciudad de Roma (Duret & Néraudau 2001, p. 267).

Mapa donde aparece indicado el recorrido de algunos de los primeros acueductos de


la ciudad de Roma

AMPLIACIÓN DE LA RED

La construcción de nuevos acueductos marca una pausa después de la construcción del


Aqua Tepula debido a un período de inestabilidad política y social, al mismo tiempo,
Roma estaba experimentando un fuerte crecimiento de población lo que hizo variar las
necesidades de suministro de agua para la población, pero no fue hasta la llegada al
poder de Augusto que se reanudó el trabajo de los acueductos y la adaptación de la
capacidad de la red de distribución a las nuevas necesidades (Bruun, Christer 2009, p.
2). En su deseo de recuperar el control después de la agitación política y social que
caracterizó el último siglo de la República, Augusto concedió especial importancia a la
planificación y el mantenimiento de los servicios públicos en Roma, de este modo
nombró, en el año 33 a.C., a Marco Vipsanio Agrippa como edil, una magistratura por
debajo de su rango ya que Agrippa había detentado el cargo de cónsul, con el encargo
del cuidado de las aguas (Duret & Néraudau 2001, p. 268). Agrippa construyó un nuevo
acueducto, el Aqua Iulia, que descargaba sus aguas en el Aqua Tepula, la construcción
de esta obra constituyó para la comunidad un fuerte compromiso financiero, por lo
que Augusto colaboró al financiamiento de la obra. En el año 19 a.C. Agrippa supervisó
la construcción de un nuevo acueducto cuyo diseño difiere de todos los anteriores, en
efecto, el Aqua Virgo entraba a Roma desde el norte, por el monte Pincio, y se
abastecía de agua desde fuentes cercanas a las del Aqua Appia. En el año 2 a.C.,
Augusto completó la construcción del Aqua Alsietina, el primer acueducto que obtenía
agua de manantiales situados al oeste de Roma, un proyecto sobre el que Frontinus
tenía dudas, de hecho, el agua que fluía por el lago Alsietinus no era potable. Este
acueducto parece haber sido construido con un único propósito, el de suministrar agua
a la naumaquia de Augusto (Naumachia Augusti) situada en la orilla derecha del Tíber
en lo que hoy es Trastevere (lat. Transtiberim), sin embargo, esta agua procedente del
Aqua Alsietina también se utilizó para el riego de los jardines en Transtiberim e incluso,
fue distribuida a la población cuando las tuberías que atravesaban el Tíber estaban
cerradas para el servicio (Rabun, Taylor 2000, p. 19). Transtiberim, la zona de la ciudad
situada al oeste del Tíber, fue atendida principalmente por extensiones de varios de los
acueductos orientales de la ciudad, llevados a través del río por tuberías de plomo
enterradas en la plataforma de los puentes fluviales, formando así un sifón invertido
(Taylor, Rabun 2002, pp. 16-17). Al final del reinado de Tiberio, el volumen de agua que
llegaba a Roma se volvió insuficiente debido a un crecimiento poblacional significativo
y a actividades ilegales, cada vez más numerosas, relacionadas con el suministro de
agua. El sucesor de Tiberio, Calígula, comenzó la construcción de dos nuevos
acueductos cuyos trabajos se desarrollaron durante su reinado pero que fueron
finalizados durante el reinado de su sucesor, Claudio. El primero de estos acueductos,
el Aqua Claudia (69 km), era conocido por su agua clara y transparente (como las aguas
del Aqua Marcia), el segundo acueducto, el Aqua Anio Novus, era conocido por su agua
abundante pero impura, tomada directamente del curso del río Anio (Bruun, Christer
2009, p. 3) lo que hacía que, después de las lluvias, las aguas se volvieran fangosas y
descoloridas a pesar del uso de depósitos de decantación, este acueducto era, por otra
parte, el más alto de Roma. Durante el reinado de Nerón, el fraude cometido sobre el
suministro de agua era cada vez más numeroso, pero será necesario esperar al reinado
de Nerva para que se tomen medidas al respecto.

LOS ÚLTIMOS ACUEDUCTOS DE ROMA

El Aqua Traiana constituyó la penúltima línea de suministro que se añadió al sistema


de interceptación de aguas, su construcción, durante el reinado de Trajano, fue
financiada con el botín obtenido durante las campañas en la guerra contra los dacios
(Bruun, Christer 2009, p. 2) este acueducto fue terminado en el año 109 d.C. pocos
años después de la muerte de Frontinus, por lo que este no cita este acueducto en su
libro, pero pudo tener conocimiento de él mientras este libro estaba en proyecto, tal
vez en el año 98 d.C. El Aqua Traiana obtenía el agua en la misma región que el Aqua
Alsietina, los alrededores del lago Bracciano (Hodge, A. 2002, pp. 255-256) y servía a la
orilla derecha del Tíber, las fechas de las inauguraciones de las Termas de Trajano y de
la Naumachia Traiani, sugieren que el acueducto fue construido para atender el
suministro de ambos lugares, ya fuera por suministro directo o para reducir el uso de
otros acueductos (Coarelli, Filippo 2007, p. 450; Taylor, Rabun 2012, p. 34), este
acueducto sigue siendo parcialmente funcional hoy en día, su agua brota en la fuente
construida por el Papa Paulo V, Sumo Pontífice entre 1605-1621 (Duret & Néraudau
2001, p. 269). En el año 213 d.C. y para abastecer sus nuevos baños, el emperador
Caracalla construyó el acueducto Aqua Antoniniana Iovia, pero este, en realidad, no
era un nuevo acueducto ya que se desplazaba cerca de Roma desde el acueducto Aqua
Marcia (Coarelli, Filippo 2007, p. 327) por lo que se podría clasificar más bien como un
ramal ya que Caracalla pretendía añadir nuevo suministro al Aqua Marcia para hacer
frente al mayor consumo requerido por sus grandes baños (Bruun, Christer 2009, p. 2).
El Aqua Alexandrina sería el último acueducto añadido a la red de suministro de agua a
Roma, la construcción de este acueducto se atribuye al emperador Alejandro Severo
(222-235 d.C.) siendo construido en torno al año 226 d.C. El agua para este acueducto
se obtenía de fuentes situadas a unos 3 km al norte del territorio de Colonna y llegaba
a Roma a través de arcos hechos de ladrillo que seguían el recorrido de la Via
Praenestina y de la Via Labicana para completar su recorrido hacia la Porta Maggiore,
sin embargo, los arcos de ladrillo todavía visibles en Roma hoy en día, podrían en
realidad pertenecer al Aqua Marcia por lo que el acueducto de Alejandro Severo sería
hoy en día invisible y, por lo tanto, hipotético (Bruun, Christer 2009, p. 2). En todo
caso, este acueducto se habría construido para suministrar agua a los baños de Nerón
situados en el Campo de Marte y que Alejandro Severo había reconstruido (Coarelli,
Filippo 2007, p. 449).

Mapa donde se indican los diferentes recorridos de los acueductos de la ciudad de


Roma

La población romana comenzó a declinar antes de la construcción de los últimos


acueductos y la red, que podía proporcionar agua para una población de un millón de
habitantes en Roma es, en lo sucesivo, suficiente para satisfacer todas las necesidades
de agua, por lo que la construcción de nuevos acueductos adicionales ya no era
necesaria (Aicher, Peter J. 1995, p. 6). Durante la caída del Imperio Romano, algunos
acueductos fueron cortados deliberadamente por enemigos, otros cayeron en desuso
debido al deterioro de las infraestructuras y a la falta de mantenimiento. Durante el
Renacimiento, los restos de los acueductos de la ciudad de Roma inspiraron a
arquitectos e ingenieros así como a sus patrocinadores, el Papa Nicolás V renovó los
canales principales del Aqua Virgo en 1453 (Gross, Hanns 1990, p. 28), sin embargo,
muchos antiguos acueductos romanos se mantuvieron en buen estado, la habilidad en
la construcción de acueductos no se perdió, especialmente para los de canales más
pequeños y modestos utilizados para el funcionamiento de ruedas hidráulicas sobre
todo en Gran Bretaña donde, durante la Edad Media, se utilizaron para el
funcionamiento de molinos de harina para la fabricación de pan, utilizando métodos
similares a los de los antiguos romanos aprovechando ríos y arroyos locales.

CARACTERÍSTICAS DE LOS ACUEDUCTOS DE ROMA

AQUA APPIA

Fecha de construcción: 312 a.C.

Promotores: Claudio Appio Caecus y Caio Plautio Venox.

Fuente de suministro: situada a 16 km al este de Roma.

Flujo de la fuente: 1.825 binarios

Longitud: 16,6 km (total), 11 km bajo tierra desde su fuente y 4,8 km en arcos (resto).

Parte subterránea: 99,5%

Promedio pendiente: 0.6 m/km

Altitud de inicio: 30 mts (aprox.)

Altitud de llegada: 20 mts (aprox.)

Tasa de entrada teórica: 841 quinarios.

Flujo real entregado: 704 binarios.

Pérdida: 61%.

AQUA ANIO VETUS

Fecha de construcción: 272-269 a.C.

Promotores: Lucius Papirius Cursor, Manusus Curius Dentatus y Marcus Fulvius


Flaccus.

Fuente de suministro: Río Anio (Aniene), cerca de Vicovaro, al este de Roma.


Aqua Anio Vetus

Flujo de la fuente: 4.398 binarios.

Longitud: 63,7 km (total), canal subterráneo de piedra desde su fuente hasta su


término en el monte Viminal.

Parte subterránea: 99,5%

Promedio de pendiente: 3,4 m/km

Altitud de inicio: 262 mts.

Altitud de llegada: 48 mts.

Tasa de entrada teórica: 1.441 quinarios.

Flujo real entregado: 1.348 binarios.

Pérdida: 69%.

AQUA MARCIA

Fecha de construcción: 144-140 a.C.

Promotor: Quintus Marcius Rex.

Fuente de suministro: manantiales cerca de Subiaco, al este de Roma.

Flujo de la fuente: 4.690 binarios.

Longitud: 91,5 km (total), 80 km bajo tierra desde su fuente y 9,7 km en arcos hasta su
término en el monte Capitolino. Posteriormente se condujo a los grandes baños de
Caracalla, en el monte Celio, a través de un ramal llamado Aqua Antoniniana, y
después al monte Aventino y al Quirinal.

Aqua Marcia

Parte subterránea: 87,9%.

Promedio de pendiente: 2,8 m/km

Altitud de inicio: 318 mts.

Altitud de llegada: 59 mts.

Tasa de entrada teórica: 2.162 quinarios.

Flujo real entregado: 1.840 binarios.

Pérdida: 61%.

AQUA TEPULA

Fecha de construcción: 125 a.C.

Promotores: Lucius Cassius Longinus y Cnaeus Servilius Caepio.

Fuente de suministro: manantiales cerca de Subiaco, al este de Roma.


Flujo de la fuente: 445 quinarios.

Aqua Tepula

Longitud: 17,8 km (total), 8 km bajo tierra desde su fuente y 6 km por arcos como los
del Aqua Marcia hasta su finalización en el monte Aventino.

Parte subterránea: 47,7%.

Promedio de pendiente: 5,1 m/km

Altitud de inicio: 151 mts.

Altitud de llegada: 61 mts.

Tasa de entrada teórica: 400 quinarios.

Flujo real entregado: 440 quinarios.

Pérdida: 0%

AQUA IULIA

Fecha de construcción: 33 a.C.

Promotor: Marcus Vipsanius Agrippa.

Fuente de suministro: manantiales cerca de Subiaco, al este de Roma.

Flujo de la fuente: 1.206 quinarios.


Longitud: 23 km (total), 11 km bajo tierra desde su fuente, el resto del recorrido a
través de arcos como los del Aqua Marcia y el Aqua Tepula hasta su finalización en el
monte Aventino.

Parte subterránea: 54,6%.

Promedio de pendiente: 12,4 m/km

Altitud de inicio: 350 mts.

Altitud de llegada: 64 mts.

Tasa de entrada teórica: 649 quinarios.

Flujo real entregado: 803 quinarios.

Pérdida: 33%.

AQUA VIRGO

Fecha de construcción: 19 a.C.

Promotor: Marcus Vipsanius Agrippa.

Fuente de suministro: manantiales cercanos a la Via Collatina, al este de Roma.

Flujo de la fuente: 2.504 quinarios.

Aqua Virgo

Longitud: 23 km (total), trayecto subterráneo durante 11 km desde su fuente, luego en


arcos durante 11 km hasta su finalización en los baños de Agrippa en el Campo de
Marte.
Parte subterránea: 50%.

Promedio de pendiente: 0,2 m/km

Altitud de inicio: 24 mts.

Altitud de llegada: 20 mts.

Tasa de entrada teórica: 752 quinarios.

Flujo real entregado: 2.504 quinarios.

Pérdida: 0%.

AQUA ALSIETINA

Fecha de construcción: 2 d.C.

Promotor: Augusto

Fuente de suministro: Lago Alsietina (actualmente lago Matignano) al noroeste de


Roma.

Flujo de la fuente: 392 quinarios.

Longitud: 32,9 km mayormente subterráneo para terminar en la Naumaquia de


Augusto en Transtiberim.

Parte subterránea: 98,4%.

Promedio de pendiente: 5,8 m/km

Altitud de inicio: 209 mts.

Altitud de llegada: 17 mts.

Tasa de entrada teórica: ------

Flujo real entregado: 392 quinarios.

Pérdida: 0%.

AQUA ANIO NOVUS

Fecha de construcción: 39-52 d.C.

Promotor: Calígula/Claudio

Fuente de suministro: Río Anio (Aniene), al este de Roma.

Flujo de la fuente: 4.738 quinarios.


Longitud: 87 km (total), 74 km bajo tierra desde su fuente, luego en arcos durante 13
km entrando en Roma por la Porta Maggiore interconectando con el canal del Aqua
Claudia a su término en el monte Celio.

La Porta Maggiore donde se encuentran el Aqua Anio Novus y el Aqua Claudia

Parte subterránea: 84%.

Promedio de pendiente: 3,8 m/km

Altitud de inicio: 400 mts. (aprox.).

Altitud de llegada: 70 mts.

Tasa de entrada teórica: 3.263 quinarios.

Flujo real entregado: 4.211 quinarios.

Pérdida: 11%.

AQUA CLAUDIA

Fecha de construcción: 39-52 d.C.

Promotor: Calígula/Claudio.

Fuente de suministro: manantiales de Subiaco, al este de Roma.

Flujo de la fuente: 4.607 quinarios.


Longitud: 68,8 km (total), 55 km bajo tierra desde su fuente, luego en arcos durante 14
km hasta su finalización en el monte Celio. Este acueducto fue, además, canalizado
hacia los palacios imperiales situados en el monte Palatino.

Aqua Claudia

Parte subterránea: 78,1%.

Promedio de pendiente: 3,7 m/km

Altitud de inicio: 320 mts.

Altitud de llegada: 67 mts.

Tasa de entrada teórica: 2.855 quinarios.

Flujo real entregado: 1.750 quinarios.

Pérdida: 62%.

AQUA TRAIANA

Fecha de construcción: 109 d.C.

Promotor: Trajano
Fuente de suministro: norte del lago Bracciano, al noroeste de Roma.

Flujo de la fuente: -------

Aqua Traiana

Longitud: 59,2 km (total), subterráneo durante 47 km desde su fuente, luego a través


de arcos durante 9,7 km hasta su finalización en el monte Janículo en Transtiberim.

Parte subterránea: 76% (aprox.)

Promedio de pendiente: 6,9 m/km

Altitud de inicio: 300 mts.

Altitud de llegada: 71 mts.

Tasa de entrada teórica: ------

Flujo real entregado: ------

Pérdida: -------

AQUA ALEXANDRINA

Fecha de construcción: 226 d.C.

Promotor: Alejandro Severo.

Fuente de suministro: fuentes Pantano cerca de la Via Praenestina, al este de Roma.


Flujo de la fuente: ------

Longitud: 23 km (total), subterráneo durante 6,4 km desde su fuente, luego en arcos


durante 16 km hasta su finalización en los baños de Alejandro Severo en el Campo de
Marte.

Aqua Alexandrina

Parte subterránea: 24%

Promedio de pendiente: 1,0 m/km

Altitud de inicio: 65 mts.

Altitud de llegada: 43 mts.

Tasa de entrada teórica: -------

Flujo real entregado: ---------

Pérdida: -------

CIFRAS TOTALES

Total recorrido de acueductos: 515,6 km

Total flujo de agua desde la fuente: 24.805 quinarios.

Total tasa de entrega teórica: 12.363 binarios.

Total flujo real entregado: 13.997 binarios.

Pérdida total: 44%.

Nota: El quinario (quineria) es un tubo de un cierto diámetro que sirve como referencia
para evaluar el flujo de agua que fluye en un conducto. La forma en que los ingenieros
romanos convertían el flujo de agua a un diámetro de tubería no está bien establecida,
por lo que se han propuesto varias conversiones en metros cúbicos por día que van de
40,6 a 32,8 metros cúbicos/día (Hodge, A. T. 1984, pp. 205-216; Taylor, Rabun 1997, p.
471). El paso romano (gradus) es de 0,741 mts., 1,482 mts. si se cuenta en pasos
dobles (passus); la milla romana (milliarium) es de 1.482 mts., o mil pasos dobles.

Plano de los acueductos de la ciudad de Roma

II.EL MUNDO DE LOS ACUEDUCTOS ROMANOS


PLANIFICACIÓN, TOPOGRAFÍA Y CONSTRUCCIÓN

Ya fueran financiados por el Estado o de forma privada, los acueductos estaban


protegidos y regulados por la ley, cualquier acueducto debía someterse al escrutinio de
las autoridades civiles. Se otorgaba permiso, del Senado o de las autoridades locales,
solo si la propuesta de construcción respetaba los derechos al agua de otros
ciudadanos, en general, las comunidades romanas se ocuparon de asignar recursos
hídricos compartidos de acuerdo con las necesidades (Bannon, Cynthia 2009, pp. 65-
73). El terreno en el que se construía un acueducto financiado por el Estado podía ser
terreno estatal (ager publicus) o de propiedad privada, pero en ambos casos estaba
sujeto a restricciones de uso e intrusión que pudieran dañar la estructura del
acueducto. Con este fin, los acueductos financiados por el Estado reservaron un
corredor de tierra a cada lado del terreno exterior del acueducto (4,57 mts.) según un
Senatus Consulto del año 11 a.C. Se prohibió arar, plantar y construir dentro de este
límite, dicha regulación era necesaria tanto para la integridad como para el
mantenimiento a largo plazo del acueducto, pero esto no siempre fue fácilmente
aceptado o se hizo cumplir convenientemente a nivel local, particularmente cuando el
ager publicus se entendió como propiedad común, algunos acueductos municipales de
construcción privada o más pequeños pudieron haber requerido arreglos menos
estrictos y formales (Taylor, Rabun 2000, pp. 56-60).

Los manantiales eran, con mucho, las fuentes más comunes de suministro de agua
para los acueductos, por ejemplo, la mayor parte del suministro de agua para la ciudad
de Roma procedía de varios manantiales situados en el valle del río Anio (Aniene) y sus
tierras altas.

Río Anio (Aniene)

Para suministrar agua a los acueductos, los ingenieros romanos primero debían
encontrar fuentes que suministrasen el agua en una cantidad constante y suficiente,
además de que el agua fuera lo suficientemente buena para poder ser consumida, los
médicos griegos y romanos conocían la asociación entre las aguas estancadas o
contaminadas y las enfermedades transmitidas por el agua, Vitrubio (90-20 a.C.)
aborda las técnicas de investigación y evaluación de la calidad de las fuentes en el
octavo libro, dedicado al abastecimiento de agua, de su obra De Architectura. También
conocían los efectos adversos para la salud de materiales como el plomo,, en aquellos
que lo extraían y procesaban, y por esta razón, las tuberías de cerámica (tubuli fictiles)
eran preferidas a las de plomo, donde se usaron tuberías de plomo, un flujo constante
de agua y la inevitable deposición de minerales transportados por el agua dentro de las
tuberías redujeron algo la contaminación del agua por plomo soluble, sin embargo, el
nivel de plomo en esta agua era 100 veces mayor que en las aguas manantiales locales
( Delile; Blichert-Toft; Goiran; Keay & Albarède 2014, pp. 6594-6599), durante la época
imperial, la producción de plomo se convirtió en monopolio imperial. Si el agua era
visible en la superficie, como es el caso de un curso de agua, un lago o algunas fuentes,
era fácil evaluar la calidad del agua, Vitrubio aconsejaba no solo confiar en la claridad y
el sabor del agua, sino también controlar que las personas que consumían esta agua
regularmente tuviesen buena salud. Paro la mayoría de las fuentes suelen ser
subterráneas y de difícil acceso desde la superficie, por lo que Vitrubio proponía una
lista de indicios que podían ayudar a localizar una fuente, como es el estudio de la
naturaleza de la vegetación en la superficie o identificar las áreas que estaban
cubiertas de niebla durante la mañana (Aicher, Peter J. 1995, p. 7).

“[…] cuando es necesario ir a buscar (las aguas) bajo tierra y recoger las fuentes, así es
como tendrá que hacerlo: uno pondrá la cara en el suelo, antes del amanecer, en el
lugar donde se hará una búsqueda y, con la barbilla en el suelo, sus ojos se dirigirán
hacia el horizonte. […] Tendrán que cavarse los lugares en los que se levantarán los
vapores, ya que los lugares secos no pueden tener esta peculiaridad. […] Además de
los signos recién mencionados, aún hay otros que dan a conocer los lugares donde el
agua está bajo tierra: son los pequeños juncos, sauces salvajes, aliso, el árbol casto,
cañas, hiedra y otras plantas de la misma especie que no pueden nacer de ellas
mismas sin humedad”.

Vitrubio, De Architectura, VIII, 1-3

“Si estas pistas no anuncian la presencia de agua, aquí está la experiencia que tendrá
que hacerse. Se usará un hoyo de tres pies de abertura en todas las direcciones y al
menos cinco pies de profundidad. Se colocará allí al atardecer un jarrón de bronce o
plomo, o un recipiente, lo que sea. Después de haberlo frotado en aceite e invertido, la
abertura del pozo estará cubierta de juncos o follaje que se cargarán con tierra. Luego
se abrirá al día siguiente, y si hay gotas de agua adheridas a las paredes del jarrón es
que este lugar contiene agua”.

Vitrubio, De Architectura, VIII, 4

Una vez que se localizaba la fuente, los ingenieros romanos excavaban un pozo hasta
encontrar agua corriente, podían construir estanques donde el agua salía del suelo o
cavar cisternas y conductos en las profundidades del punto de origen a través del cual
el agua se podía filtrar. El agua del manantial se canalizaba a través de canales cortos
hacia un embalse hecho de piedra o de concreto para luego ingresar al conducto del
acueducto principal, eran necesarios varios pozos para llevar el agua suficiente hasta la
tubería principal (Aicher, Peter J. 1995, p. 9). Los manantiales dispersos requerían de
varios conductos de ramificación que alimentaban un canal principal, algunos sistemas
sacaban el agua represada en embalses especialmente diseñados a tal efecto, como los
todavía en uso, embalses en Hispania (Mays, L. ed. 2010, p. 116). Dos de los
acueductos de Roma, el Aqua Anio Vetus y el Aqua Anio Novus, tomaban el agua
directamente del curso del río Anio, estos acueductos estaban equipados con un
mecanismo para controlar la cantidad de agua extraída, no estando concebidos para
recolectar demasiada agua; además, los acueductos debían de estar equipados con un
mecanismo de cierre para permitir las operaciones de mantenimiento.

Marcus Vitruvius Pollio (Vitrubio) y su De Architectura libri decem, obra fundamental


escrita probablemente entre los años 27-23 a.C.

En el caso del río Anio (Aniene) una presa baja creaba un depósito en el que era
posible captar el agua incluso durante la estación seca, cuando el nivel del río estaba
decreciendo (Taylor, Rabun 2012, p. 37), por el contrario, si el nivel del agua era
demasiado alto, pasa sobre la presa y no sumerge el acueducto (Aicher, Peter J. 1995,
p. 9). Tomar el agua directamente del curso de un río podía presentar numerosos
problemas, por ejemplo, después de fuertes lluvias, el agua que penetraba en el
acueducto era fangosa incluso con dispositivos existentes de decantación. La zona de
captura de aguas también debía estar alejada de las zonas habitadas que podían ser
focos de contaminación (Aicher, Peter J. 1995, p. 10), para prevenir este tipo de
problemas, Trajano trasladó la toma del agua del Aqua Anio Novus río arriba, por
encima de la población de Subiaco, donde era posible aprovechar una presa
preexistente que databa del reinado de Nerón, el lago artificial funcionaba como una
gran cuenca de sedimentación (Aicher, Peter J. 1995, p. 11).

Los ingenieros romanos utilizaban la gravedad para garantizar el flujo de agua, la


construcción de acueductos requería un trabajo preparatorio significativo, el terreno
sobre el que se construía el acueducto debía ser inspeccionado cuidadosamente para
garantizar que el agua fluyese en una pendiente aceptable, ni demasiado alta ni
demasiado baja, durante todo el recorrido (Taylor, Rabun 2012, pp. 34-40), Vitrubio
defendía una pendiente de 5 m/km. Si el agua fluía en conductos que eran demasiado
inclinados, la erosión podía dañar las paredes y especialmente el fondo de los canales,
de una forma rápida, amenazando la estabilidad de las estructuras, por el contrario, si
el ángulo de los conductos era demasiado pequeño, el agua podía estancarse, por lo
tanto, las fuentes se seleccionaban de acuerdo con la distancia a recorrer, ubicándolas
a una altitud suficiente para llegar a la ciudad en una pendiente óptima. La pendiente
de los acueductos de Roma variaba de una estructura a otra, de 0,2 a 12,4 m/km con
un valor medio de 3 m/km (Aicher, Peter J. 1995, p. 7; Bruun, Christer 2009, p. 8).

Esquema de acueducto romano

Para mantener la pendiente deseada los ingenieros romanos utilizaron varias


herramientas topográficas para trazar el curso de los acueductos a través del paisaje.
Comprobaron los niveles horizontales con un “chorobates”, instrumento similar a los
niveles modernos y que consistía en una viga de madera de unos 6 metros de largo
dotada con un nivel de agua y sostenida por dos patas de soporte y equipada con dos
plomadas en cada extremo; realizaron trazados y se pudieron analizar y trazar ángulos
utilizando un “groma”, un instrumento topográfico consistente en un bastón vertical
con travesaños horizontales montados en ángulo recto sobre un soporte, cada pieza
cruzada tenía una plomada que colgaba verticalmente en cada extremo, se usaba para
estudiar líneas y ángulos rectos, y de aquí, cuadrados o rectángulos.

Chorobates
Estaban estabilizados en el terreno elevado y apuntaban en la dirección en que se iban
a utilizar, el ayudante retrocedía 100 pasos y colocaría un poste, el inspector le
indicaría donde mover el poste para poder dejarlo correctamente situado.

Groma

Este instrumento pudo ser importado del Próximo Oriente por los griegos en el siglo IV
a.C., más tarde fue llevado a Roma a través de los etruscos y denominado “cranema” o
“ferramentum” y posteriormente desplazado por la “dioptra” más sofisticada y
precursora del moderno teodolito que, además, de ser un instrumento topográfico
también lo era astronómico, su uso está atestiguado, al menos, desde el siglo III a.C. y
se trataba de un tubo de observación o, alternativamente, una varilla con una mira en
ambos extremos unida a un soporte que, si estaba equipada con transportadores,
podía ser usada para medir ángulos.

Dioptra
CONDUCTOS, PUENTES, GRADIENTES Y SIFONES

La mayoría de los acueductos romanos eran conductos de arcos de fondo plano que
corrían de 0,5 a 1 metro debajo de la superficie del suelo, con cubiertas de inspección
y accesos a intervalos regulares (Hodge, A. 2002, pp. 93-94). Estos conductos
subterráneos (riuus subterraneus) seguían el contorno del suelo y perdían lentamente
altitud a medida que avanzaban, esto podría interpretarse como una limitación de la
tecnología durante los siglos IV y III a.C., pero también, pudiera deberse a una elección
estratégica para asegurar el suministro de agua a Roma y evitar el que ejércitos
enemigos pudieran cortar las tuberías (en este momento, Roma se encontraba en
guerra con los pueblos itálicos vecinos), por lo tanto, las superestructuras son raras a
lo largo de sus rutas, prefiriendo los ingenieros sortear los obstáculos para alargar las
distancias (Duret & Néraudau 2001, pp. 267-268). A lo largo de su recorrido, los
conductos del acueducto eran perforados con aberturas accesibles, pozos verticales
(puteus), que facilitaban el acceso a los ingenieros y trabajadores durante la
construcción y las operaciones de mantenimiento (Taylor, Rabun 2012, p. 37), estos
pozos se excavaban a intervalos regulares, cada 30 a 60 metros (Aicher, Peter J. 1995,
p. 12).

Construcción de túneles subterráneos

Los conductos sobre el nivel del suelo generalmente estaban cubiertos de losas, los
conductos más antiguos se construyeron en sillería, pero a partir de la época
republicana tardía, a menudo se usaba hormigón con revestimiento de ladrillo, el
hormigón utilizado para revestir los conductos era generalmente impermeable (opus
signinum) y estaba compuesto de cal y pequeños fragmentos de cerámica triturada.
Estas nuevas técnicas y materiales de construcción permitieron la multiplicación de las
estructuras de ingeniería dando como resultado un acortamiento de las longitudes de
los acueductos (Duret & Néraudau 2001, p. 269), por ejemplo, el Aqua Anio Novus
capturaba sus fuentes mucho más arriba que cualquier otro acueducto en el valle del
Anio, pero el progreso técnico pudo reducir su longitud en 4 kilómetros en
comparación con el Aqua Marcia, también en el valle del Anio, el canal pudo cruzar los
valles en línea recta sobre los arcos (arcuationes), mientras que los canales más
antiguos debían seguir las líneas de nivel y cruzar los valles hacia sus cabezas.

Puente de arcos del acueducto de Segovia (España)

Para atravesar una depresión, el canal podía sostenerse mediante muros de


contención (substructio), generalmente cuando la altura era inferior a 2 mts., o
mediante un puente de canal, una serie de arcos que mantienen el canal alto, p. ej., el
Aqua Claudia era transportado por arcos de 30 metros de alto durante un recorrido de
casi 10 km. antes de llegar a Roma (Duret & Néraudau 2001, p. 269). La mayoría de los
acueductos se volvían subterráneos al ingresar a la ciudad y la distribución se realizaba
a través de ductos, pero algunos acueductos se integraron en el paisaje urbano como
el caso del Aqua Appia que sale del suelo para cruzar la depresión entre los montes
Celio y Aventino y apoyarse sobre la Porta Capena del Muro Serviano, esta puerta es
descrita por los autores antiguos como “filtrante”, como una selladora de un canal que
no estaba adecuadamente asegurado (Duret & Néraudau 2001, p. 270). Lo mismo
ocurre con el Aqua Virgo, en el Campo de Marte, que se extendía a ambos lados de la
Via Lata, arco que se convierte en el arco de Claudio que el poeta Marcial evoca como
“una lluvia continua que rocía el pavimento” (Marcial, Epigramas, IV, 18). Por otro
lado, una sección del Aqua Claudia se reconstruyó sobre la forma de un arco de triunfo
en dos secciones conocido hoy con el nombre de Porta Maggiore (Duret & Néraudau
2001, p. 271), la prolongación del Aqua Claudia hasta el Palatino para abastecer de
agua a la Domus Augustana constituye el ejemplo más importante de un acueducto
aéreo integrado en el medio urbano, estos altos arcos de varios niveles atraviesan,
además la depresión existente entre los montes Celio y Palatino ( Duret & Néraudau
2201, pp. 271-272).

Reconstrucción de la integración urbana de un acueducto en la ciudad de Roma

El Pont du Gard, uno de los ejemplos más impresionantes de muros múltiples de


mampostería, abarcaba el valle del río Gard a unos 48,8 metros sobre el propio río
Gard.

Pont du Gard
El flujo del agua dependía solo de la gravedad, y el volumen del agua transportada
dentro del conducto dependía de la hidrología de la cuenca (lluvia, absorción y
escorrentía), la sección transversal del conducto también fue determinada por los
requisitos de mantenimiento; los trabajadores también podían ingresar y acceder a
toda la estructura, con una interrupción mínima en su funcionamiento (Hodge, A.
2002, p. 2). Vitrubio recomendaba un gradiente (pendiente o inclinación) bajo de no
más de 1 en 4,800 para el canal, presumiblemente para evitar daños a la estructura a
través de la erosión y la presión del agua, este valor concuerda bien con los gradientes
medidos de los acueductos de mampostería supervivientes. El gradiente del Pont du
Gard es de solo 34 cm/km, descendiendo solo 17 metros verticalmente en toda su
longitud de 50 km, podía transportar hasta 20.000 metros cúbicos por día. Los
gradientes de acueductos temporales usados para la minería hidráulica podían ser
considerablemente mayores, como en Dolaucothi en Gales, con un gradiente máximo
de aproximadamente 1:700, o también como el acueducto de Las Médulas en el norte
de España. Donde los gradientes agudos eran inevitables en los conductos
permanentes, el canal podía ser escalonado hacia abajo, ensanchado o descargado en
un tanque receptor para dispersar el flujo de agua y reducir su fuerza abrasiva (Mays,
L., ed. 2010, p. 119), el uso de cascadas y gotas escalonadas también ayudó a volver a
oxigenar y así “refrescar” el agua (Chanson, H. 2000, pp. 47-51).

Mapa de la zona de minas y acueductos de Dolaucothi (Gales)

Para superar la depresiones particularmente profundas o largas del terreno, los


ingenieros romanos también podían utilizar, en vez de los soportes arqueados, la
técnica del sifón inverso, un sistema de tubos de plomo verticales que hace el mismo
trabajo que un sifón, pero desde la parte inferior, en caso de desactivación, la presión
del líquido es suficiente para restablecer el flujo natural entre dos niveles, el conducto
suministraba agua a un tanque colector que, a su vez, la suministraba a un sistema de
tuberías, este dispositivo se utilizaba para asegurar la continuación de un acueducto en
el cruce de un valle, las tuberías cruzaban el valle a un nivel más bajo, sostenidas por
un puente bajo “venter” que luego se elevaban a un tanque receptor con una
elevación ligeramente más baja, esto se descargaba en otro conducto manteniéndose
el gradiente general, el acueducto romano de Gier, que abastecía la ciudad de Lyon,
incluía cuatro sifones de puente que funcionaban según este principio.

Sifón

Acueducto de Gier (Lyon) Francia

No hay rastros de tales dispositivos en la ruta de los acueductos alrededor de Roma,


pero es probable que fueran utilizados en la capital, el final del Aqua Marcia se
encuentra en el Capitolio, pero primero debía cruzar la depresión que separa el monte
Capitolio del monte Quirinal, donde llega el acueducto, no se han hallado vestigios de
posibles estructuras de arcadas en la zona, pero es posible que el cruce se realizara por
medio de un sifón (Aicher, Peter J. 1995, p. 18). Un segundo sifón invertido permitió
inicialmente suministrar agua al Palatino, construido por Domiciano para alargar el
Aqua Claudia cuyo terminal estaba, entonces, en el monte Celio, al nivel del templo del
Divino Claudio. Según Rodolfo Lanciani (1845-1929, especialista en la topografía de la
antigua Roma) las arcadas sobre tres niveles, todavía visibles en parte hoy en día,
fueron construidas en época de Septimio Severo para reemplazar el sifón, mientras el
emperador hacía restaurar una sección de este acueducto debido a la expansión del
palacio imperial. Las tuberías de sifón solían estar hechas de plomo soldado, a veces
reforzado con revestimiento de hormigón o mangas de piedra, con menos frecuencia,
las pipas eran de piedra o cerámica, articuladas como macho-hembra y selladas con
plomo (Hodge, A. 2002, pp. 110-111). Vitrubio describe la construcción de sifones y los
problemas de obstrucción, explosión y venteo en sus niveles más bajos, donde las
presiones eran mayores; no obstante, los sifones eran versátiles y efectivos si estaban
bien construidos y bien mantenidos. Una sección de la tubería de sifón de alta presión
en el acueducto del Gier (Francia) se intensifico en los puentes para despejar un río
navegable, utilizando nueve tubos de plomo en paralelo, revestidos de hormigón
(Mays, L. ed., 2010, p. 120), los ingenieros hidráulicos modernos utilizan técnicas
similares para permitir que las alcantarillas y las tuberías de agua crucen las
depresiones. En Arles, una extensión menor del acueducto principal abastecía un
suburbio local a través de un sifón de plomo cuyo “vientre” se extendía sobre el lecho
del río, eliminando la necesidad de puentes de apoyo (Taylor, R. 2000, p. 31).

PURIFICACIÓN, ALMACENAMIENTO, USO Y DISTRIBUCIÓN DEL AGUA

Para evitar que las mezclas no alterasen la calidad de las mejores aguas, como las del
Aqua Marcia, el Aqua Claudia y, especialmente, las transportadas por el Aqua Anio
Novus, el emperador Nerva encargó a Frontinus que todas las aguas fueran canalizadas
por separado, cerca de la fuente, alrededor de la mitad del recorrido y, finalmente,
poco antes de llegar a Roma, hacia el séptimo miliario de la Via Latina, para las aguas
procedentes del este (Duret & Néraudau 2001, pp. 268-269), el agua se purificaba en
cuencas de decantación (piscina limaria), el Aqua Alsietina y el Aqua Appia no poseían
estas cuencas de decantación, el paso por estas cuencas o cisternas permitía ralentizar
el flujo del agua para que los residuos, la arena y la grava pudieran fluir y, por lo tanto,
poder ser recogidos en el fondo de la cuenca, era necesario cortar regularmente el
flujo de agua de los acueductos para poder llevar a cabo la limpieza. En su forma más
sencilla, la piscina limaria, podía ser una simple ampliación en el tamaño del canal, la
forma más elaborada de estas cuencas de decantación consistía en varias salas
comunicantes y abovedadas, construidas en dos plantas, como la que el emperador
Adriano había agregado al Aqua Virgo cerca de su terminal (Aicher, Peter J. 1995, p.
10). Promover la aireación del agua también ayudaba a mejorar su pureza, reducir los
olores y propiciar la precipitación de minerales del agua, por lo tanto, los conductos no
estaban diseñados para funcionar de forma plena, dejando el agua corriente bajo la
acción del aire libre, este aire podía circular y renovarse gracias a los numerosos pozos
excavados a lo largo de las secciones subterráneas (Aicher, Peter J. 1995, p. 11).

La mayoría de los acueductos llegaban a Roma desde el este y fueron construidos para
servir a la margen izquierda del río Tíber, solo el Aqua Alsietina y el Aqua Traiana
llegaban a Roma desde el oeste y servían directamente a la orilla derecha del Tíber. Sin
embargo, según Frontinus, cinco de los ocho acueductos que estaban en servicio para
su época, se canalizaban a la XIV Regio (Transtiberim) a través de los conductos y
tuberías que atravesaban el Tíber en varios puntos (Taylor, Rabun 2000, p. 17). Todos
los acueductos llegaban a Roma a diferentes alturas, por lo tanto, solo cinco de ellos
eran lo bastante altos para llegar a todos los puntos de la ciudad, mientras que los
otros no podían llegar a las cimas de las colinas, que los escombros procedentes de los
frecuentes incendios habían sobre elevado. Cuando el acueducto llegaba a las afueras
de la ciudad de Roma, el agua fluía hacia un gran tanque de distribución llamado
“castellum”, las tuberías del castellum podían ser derivadas directamente pero,
generalmente, alimentaban terminales de distribución pública, conocidos como
“castella aquae” que se hallaban distribuidas por las diferentes zonas de la ciudad.

Castellum de Nîmes (Francia)

Los castella aquae estaban conectados a los puntos de llegada (fuentes, casas, baños y
letrinas) por tuberías de plomo (fístulas), en lugar de por canales de mampostería, que
entregaban agua bajo presión (Taylor, Rabun 2012, p. 37). Cada agua, dependiendo de
su calidad, se utilizaba para diferentes propósitos, la mejor estaba reservada para ser
bebida y otras aguas se utilizaban para el riego de jardines, los talleres artesanales y las
letrinas (Duret & Néraudau 2001, p. 272). El agua utilizada para beber no se llevaba
directamente a cada habitante, para ello se requería una concesión especial, otorgada
por el emperador, para que el “curator aquarum” pudiera hacer una conexión
particular, para la mayoría de la población la distribución del agua se realizaba a través
de los cientos de estanques y fuentes que salpicaban las calles de la antigua Roma
(Duret & Néraudau 2001, p. 272).

Las fuentes salpicaban las calles de las antiguas ciudades romanas

En los primeros tiempos, toda el agua era usada para las necesidades públicas y las
personas privadas solo tenían acceso al agua que se podía filtrar desde las tuberías,
poco a poco se permitió a los particulares la posibilidad de poder alquilar un
suministro de agua insertando un desvío en la red de distribución con la autorización
del curador de aguas. Durante el período imperial los depósitos de almacenamiento
privados también eran permitidos, estos depósitos alimentaban cisternas en las casas
que alquilaban el suministro.

Fuente en Via Fortuna (Pompeya)


Las concesiones privadas de agua eran un privilegio otorgado por el emperador para la
ciudad de Roma y por los poderes municipales en las provincias y no eran concedidos
fácilmente, de hecho, primero se realizaba un examen cuidadoso de la disponibilidad
de agua, el destinatario recibía el agua directamente en su casa, entre estos
solicitantes se encontraban los artesanos y especialmente, los curtidores y tintoreros,
quienes pagaban por el agua que utilizaban en sus talleres. Los patricios ricos que
deseaban tener acceso directo al agua en su propiedad privada también debían pagar
una tarifa para obtener este privilegio, el derecho del acceso al agua no se transmitía
ya fuera por herencia o por compra, lo que conducía regularmente a la instalación o
extracción de tuberías (Homo, Léon 1971, p. 190), las pipas de plomo oficiales llevaban
inscripciones con información sobre el fabricante de la tubería, su instalador y,
probablemente, sobre el suscriptor y sus derechos (Hodge, A. Trevor 2002, pp. 291-
298, 305-311).

El agua transportada por los acueductos era usada en tres aspectos fundamentales: un
uso cívico y doméstico, un uso agrícola y un uso industrial.

USO CÍVICO Y DOMÉSTICO

El primer acueducto de Roma (Aqua Appia), se descargó a muy baja presión y a un


ritmo más o menos constante, en el principal centro comercial y mercado de ganado
de la ciudad, probablemente a través de una serie de canales o cuencas en cascada de
bajo nivel, el superior para uso doméstico, y el más bajo destinado al ganado que se
comercializaba allí. La mayoría de los romanos habrían llenado distintos tipos de
recipientes de almacenamiento de agua en las cuencas para llevarlos después a sus
viviendas, los más pudientes habrían mandado a sus esclavos para realizar esta tarea.
La elevación de la salida de agua era demasiado baja como para surtir a cualquier
hogar de la ciudad o construir un suministro directo; el desbordamiento del agua se
drenaba a través de la alcantarilla mayor de Roma y, de allí, al río Tíber. Para este
momento, Roma no poseía baños públicos, los primeros fueron construidos en el siglo
siguiente (III a.C.) basados en sus precursores de la vecina Campania, un número
limitado de baños privados y pequeños baños públicos situados en las esquinas
habrían tenido un suministro de agua de tipo privado, pero una vez que el agua del
acueducto llegó a las zonas más altas de la ciudad, se construyeron baños públicos
grandes y bien equipados en toda la ciudad y el agua potable llegó a las fuentes
públicas a alta presión. Los baños públicos y las fuentes se convirtieron en
características distintivas de la civilización romana y los baños, en particular, se
convirtieron en importantes centros sociales (Fagan, G. T. 1999, pp. 42-44; Hodge, A.
Trevor 2002, p. 3, 5, 49). La mayoría de los romanos urbanos habitaban en bloques de
viviendas de varios pisos (insulae), algunos de estos bloques de viviendas ofrecían
servicio de agua, pero solo a los inquilinos de las plantas más bajas y caras, el resto
habría sacado el agua de forma gratuita de las fuentes públicas.
USO AGRÍCOLA

Entre el 65 y el 90% de la población del Imperio Romano estuvo involucrada en alguna


forma de trabajo agrícola, los agricultores cuyas villas o fincas estaban situadas cerca
de un acueducto público podían extraer, bajo licencia, una cantidad específica de agua
del acueducto para el riego en verano durante un momento predeterminado, esto
tenía como objetivo limitar el agotamiento del suministro de agua a los usuarios que
se encontraban más abajo del gradiente y a ayudar a garantizar una distribución justa
entre los competidores en el momento en que el agua era más necesaria y escasa. El
agua fue, probablemente, la variable más importante en la economía agrícola del
mundo mediterráneo, las fuentes naturales de agua de la Italia romana (manantiales,
arroyos, ríos y lagos), se distribuyeron de manera desigual a través del paisaje, y el
agua tendió a la escasez cuando más se necesitaba, durante la temporada calurosa y
seca del verano. Columela (4-70 d.C.), el escritor romano más importante en materia
de agricultura, recomendaba que cualquier granja debía de contener un manantial,
arroyo o río (Columela, Libro I) pero reconoce que no todas las granjas podían hacerlo.
Las tierras de cultivo sin una fuente confiable de agua durante el verano eran
prácticamente inútiles, durante la temporada de crecimiento de las plantas, la
demanda de agua de un sistema de riego “modestamente local” podía consumir tanta
agua como la ciudad de Roma y el ganado, cuyo estiércol fertilizaba los campos, debía
ser alimentado y satisfacer sus necesidades de agua durante todo el año. Al menos
algunos terratenientes y granjeros romanos dependían en parte o en su totalidad del
agua del acueducto para atender los cultivos que eran su única o principal fuente de
ingresos, pero la parte del agua del acueducto involucrada solo puede adivinarse. Pero
ciertamente, la construcción de acueductos regionales y/o municipales trajo consigo
un crecimiento en el mercado suburbano intensivo y eficiente: cultivo de productos
frágiles y perecederos, como flores (para perfumes y guirnaldas de festivales), uvas,
verduras y frutas de huerta, además de ganado pequeño como cerdos y pollos. Un
derecho de licencia para uso de agua de acueducto en las tierra de cultivo podía
conducir a una mayor productividad, un ingreso en efectivo a través de la venta de
excedentes de alimentos y un aumento del valor de la tierra en sí misma. En el campo,
los permisos para extraer agua del acueducto para el riego fueron particularmente
difíciles de conseguir, el ejercicio y abuso de tales derechos estuvieron sujetos a
disputas y juicios legales conocidos y, al menos, una campaña política; a principios del
siglo II a.C., Catón el Censor (234-149 a.C.) intentó bloquear todos los puntos de venta
de agua ilegales, especialmente los que pertenecían a la élite terrateniente, su intento
de reforma no prosperó tal y como se deseaba. Aunque el aprovechamiento ilegal
podía ser castigado con la incautación de bienes, incluida la tierra regada ilegalmente y
los productos obtenidos en ella, esta ley al parecer nunca se usó, debido a que era
prácticamente impracticable ya que los excedentes de alimentos mantenían los
precios bajos, la escasez de cereales, en particular, podría provocar hambrunas y
disturbios sociales, cualquier solución práctica debía encontrar un equilibrio entre las
necesidades de agua de las poblaciones urbanas y los productores de granos, gravar
las ganancias de estos últimos y asegurar granos suficientes a un coste razonable para
los romanos más pobres (Cura Annonae) y al ejército. En lugar de tratar de imponer
prohibiciones improductivas y, probablemente, impracticables, las autoridades
emitieron concesiones individuales para el uso del agua (aunque raramente en áreas
rurales) y licencias, además de salidas de agua reguladas, todo esto con un éxito
variable, en el siglo I d.C., Plinio el Viejo (23-79 d.C.), al igual que Catón el Censor,
combatió a los productores de granos que continuaban enriqueciéndose con las
ganancias obtenidas con el agua y las tierras públicas (Bannon, Cynthia 2009, pp. 5-10).
Algunos terratenientes evitaron tales restricciones y complicaciones comprando
derechos de acceso al agua en fuentes distintas, no necesariamente situadas en sus
propias tierras, unos pocos, de gran riqueza y estatus, construyeron sus propios
acueductos para transportar tales aguas desde las fuentes al campo o villa, p. ej.,
Mumius Niger Valerius Vegetus compró los derechos de un manantial y de sus aguas a
un vecino, así como los derechos de acceso a un corredor de tierras intermedias, luego
construyó un acueducto de poco menos de 10 km, conectando el manantial a su
propia villa, el permiso senatorial para este “Aqua Vegetiana” se dio solo cuando el
proyecto demostró que no afectaba los derechos de agua de otros ciudadanos
(Bannon, Cynthia 2009, p. 73).

USO INDUSTRIAL

Algunos acueductos suministraban agua a zonas industriales, generalmente a través de


un canal abierto excavado en el suelo, con revestimiento de arcilla o madera cerrada
para reducir la pérdida de agua. La mayoría de estos sistemas de filtración se
diseñaron para operar en pendientes pronunciadas que podían proporcionar los altos
volúmenes de agua necesarios para las actividades mineras. El agua se usó en la
minería hidráulica para despojar la sobrecarga y exponer el mineral al fracturar y lavar
la roca que ya se había calentado y debilitado por el fuego y para impulsar cuñas
accionadas por ruedas hidráulicas y martillos perforadores que trituraban el material
para poderlo procesar. Se han encontrado restos de tales máquinas en Dolaucothi, en
el sudoeste de Gales (Wilson, Andrew 2002, pp. 1-32; Lewis, M. J. T. 1998 sec. 2). Los
sitios mineros como Dolaucothi y Las Médulas (noroeste de España) muestran
múltiples acueductos que alimentaban el agua de los ríos locales en la cabeza de la
mina, los canales pudieron haberse deteriorado rápidamente o volverse innecesarios a
medida que se agotaba el mineral de la zona, Las Médulas muestran al menos siete de
estos saltos y Dolaucothi al menos cinco.
Plano de la zona de minas y acueductos en Las Médulas (España)

En Dolaucothi, los mineros utilizaron depósitos y tanques de contención además de


compuertas para controlar el flujo, así como caídas de desagüe para el desvío de
suministro de agua, los restos que quedan de dichos canales permiten inferir la
secuencia de extracción. Otros lugares alimentados por varios acueductos aún no han
sido explorados o excavados a fondo, como el de Longovicium, cerca de Lanchester, al
sur del Muro de Adriano, en el que el suministro de agua pudo haber sido utilizado
para impulsar martillos de disparo para forjar el hierro. En Barbegal, en la Galia
romana, un embalse alimentaba un acueducto que conducía una serie de cascadas de
15 o 16 molinos de agua destinados a moler harina para la región de Arles. Actividades
similares, aunque en menor escala, se han encontrado en Cesarea (Israel), Venafrum
(Italia) y en la Atenas romana. El Aqua Traiana de Roma impulsaba un molino de harina
en el monte Janículo, al oeste del río Tíber; un molino en el sótano de las Termas de
Caracalla fue impulsado por una desviación del acueducto, este fue uno solo de los
muchos molinos de la ciudad de Roma impulsados por agua procedente de un
acueducto, con o sin permiso oficial, posteriormente, una ley del siglo V d.C. prohibió
el uso ilícito de agua de acueducto para la molienda (Hodge, A. Trevor 2002, pp. 255-
258).

Sestercio de bronce emitido por Trajano para conmemorar la construcción del Aqua
Traiana
DISTRIBUCIÓN DEL AGUA DE LOS ACUEDUCTOS

Según Frontinus, de los 14.000 quinarios distribuidos por los acueductos durante el
reinado del emperador Nerva, y antes de que se tomaran medidas contra el fraude, el
30% se hallaban localizados fuera de la ciudad, casi la mitad de los cuales estaban
reservados para el emperador, los 9.952 quinarios restantes se distribuían en catorce
regiones: I Porta Capena, II Caelimontium, III Isis et Serapis, IV Templum Pacis, V
Esquiliae, VI Alta Semita, VII Via Lata, VIII Forum Romanum, IX Circus Flaminius, X
Palatium, XI Circus Maximus, XII Piscina Publica, XIII Aventinus, XIV Transtiberim; por
medio de 247 castella aquae. En su obra, Frontinus, precisa el uso que se hace de esta
agua: 17% se reserva para el emperador, 39% para particulares y 44% para uso
público, en este último porcentaje, el 54% era utilizada por los 95 establecimientos y
talleres públicos, un 30% para los 591 estanques y fuentes con los que contaba por
entonces Roma, un 9% para los, al menos, 36 lugares de espectáculos públicos y,
finalmente, un 7% para los 19 campamentos militares.

La distribución en quinarios a finales del siglo I d.C. era la siguiente:

AQUA APPIA

Fuera de Roma (extra Urbem)

Concesión imperial: 5 para los dos usos (privado y público).

Número de castella aquae: 20

Dentro de Roma (in Urbe)

Concesión imperial: 151 (21%)

Uso privado: 194 (28%)

Uso público: 354 (50%)

Distribución del uso público:

Campamentos: 3 (1%) 1 campamento.

Establecimientos y talleres: 123 (35%) 14 establecimientos.

Lugares de entretenimiento y espectáculos: 2 (1%) 1 espectáculo.

Cuencas: 226 (64%) 92 cuencas.

AQUA ANIO VETUS

Fuera de Roma (extra Urbem)

Concesión imperial: 104 (8%)


Uso privado: 404 (30%)

Dentro de Roma (in Urbe)

Número de castella: 35

Concesión imperial: 60 (4%)

Uso privado: 490 (36%)

Uso público: 552 (41%)

Distribución del uso público:

Campamentos: 3 (1%) 1 campamento.

Establecimientos y talleres: 196 (36%) 19 establecimientos.

Lugares de entretenimiento y espectáculo: 88 (16%) 9 lugares de espectáculo.

Cuencas: 218 (39%) 94 cuencas.

AQUA MARCIA

Fuera de Roma (extra Urbem)

Concesión imperial: 269 (15%)

Uso privado: 568 (31%)

Dentro de Roma (in Urbe)

Número de castella: 51

Concesión imperial: 116 (6%)

Uso privado: 543 (30%)

Uso público: 439 (24%)

Distribución del uso público:

Campamentos: 41 (9%) 4 campamentos.

Establecimientos y talleres: 41 (9%) 15 establecimientos.

Lugares de entretenimiento y espectáculo: 104 (24%) 12 lugares de espectáculo.

Cuencas: 253 (58%) 113 cuencas.


AQUA TEPULA

Fuera de Roma (extra Urbem)

Concesión imperial: 58 (13%)

Uso privado: 56 (13%)

Dentro de Roma (in Urbe)

Número de castella: 14

Concesión imperial: 34 (8%)

Uso privado: 247 (56%)

Uso público: 50 (11%)

Distribución del uso público:

Campamentos: 12 (24%) 1 campamento.

Establecimientos y talleres: 7 (14%) 3 establecimientos.

Lugares de entretenimiento y espectáculo: 0 (0%) ningún lugar de espectáculo.

Cuencas: 31 (62%) 13 cuencas.

AQUA IULIA

Fuera de Roma (extra Urbem)

Concesión imperial: 85 (11%)

Uso privado: 121 (15%)

Dentro de Roma (in Urbe)

Número de castella: 17

Concesión imperial: 18 (2%)

Uso privado: 196 (24%)

Uso público: 383 (48%)

Distribución del uso público:

Campamentos: 69 (18%) 3 campamentos.

Establecimiento y talleres: 182 (48%) 10 establecimientos.


Lugares de entretenimiento y espectáculo: 67 (17%), sin datos de lugares de
espectáculo.

Cuencas: 65 (17%) 28 cuencas.

AQUA VIRGO

Fuera de Roma (extra Urbem)

Concesión imperial: + uso privado: 200 (8%)

Dentro de Roma (in Urbe)

Número de castella: 18

Concesión imperial: 549 (22%)

Uso privado: 338 (13%)

Uso público: 1.417 (57%)

Distribución del uso público:

Campamentos: 0 (0%) ningún campamento.

Establecimientos y talleres: 1330 (94%) 16 establecimientos.

Lugares de entretenimiento y espectáculo: 26 (2%) 2 lugares de espectáculo.

Cuencas: 61 (4%) 25 cuencas.

AQUA ALSIETINA

Fuera de Roma (extra Urbem)

Concesión imperial: 254 (65%)

Uso privado: 138 (35%)

Dentro de Roma (in Urbe)

Número de castella: 0

Concesión imperial: 0 (0%)

Uso privado: 0 (0%)

Uso público: 0 (0%)

Distribución del uso público:

Campamentos: 0 (0%) ningún campamento.


Establecimientos y talleres: 0 (0%) ningún establecimiento.

Lugares de entretenimiento y espectáculo: 0 (0%) ningún lugar de espectáculo.

Cuencas: 0 (0%) ninguna cuenca.

AQUA CLAUDIA AQUA ANIO NOVUS

Fuera de Roma (extra Urbem) Fuera de Roma (extra Urbem)

Concesión imperial: 217 (12%) 731 (17%)

Uso privado: 439 (25%) 414 (10%)

Dentro de Roma (in Urbe)

Número de castella: 92

Concesión imperial: 779 (13%)

Uso privado: 1.839 (31%)

Uso público: 1206 (20%)

Distribución del uso público:

Campamentos: 104 (9%) 9 campamentos.

Establecimientos y talleres: 522 (43%) 18 establecimientos.

Lugares de entretenimiento y espectáculo: 99 (8%) 12 lugares de espectáculo.

Cuencas: 481 (40%) 226 cuencas.

INSPECCIÓN Y MANTENIMIENTO

Los acueductos romanos requerían un sistema integral de mantenimiento regular, los


“pasillos transparentes” creados para proteger el tejido de los conductos subterráneos
y sobre el suelo, fueron patrullados regularmente para evitar el arado, plantado, la
construcción de carreteras y edificios ilegales, Frontinus describe la penetración de los
conductos por raíces arbóreas como algo particularmente dañino (Taylor, Rabun 2000,
pp. 56-60), así mismo los conductos de los acueductos habrían sido regularmente
inspeccionados y mantenidos por patrullas de trabajo para reducir las incrustaciones
de algas, reparar las brechas accidentales, limpiar los conductos de grava y otros
deshechos sueltos y eliminar las acumulaciones de carbonato de calcio en los sistemas
alimentados por el agua dura (agua que contiene un alto contenido mineral) de las
fuentes. Se proporcionaban puntos de inspección y acceso a intervalos regulares, en
los conductos enterrados, las acumulaciones dentro de los sifones podrían reducir
drásticamente las tasas de flujo de agua, debido al diámetro ya estrecho de sus
tuberías. Algunos tenían aberturas selladas que podrían haber sido ser utilizadas como
“ojos de varilla” (barras de drenaje utilizadas para intentar desbloquear desagües y
alcantarillas) posiblemente utilizando un dispositivo de extracción. En Roma, donde el
suministro de agua dura era lo corriente, las tuberías de la red hidráulica se enterraban
superficialmente bajo los bordillos de las carreteras para facilitar el acceso, la
acumulación de carbonato de calcio en estas tuberías habría requerido su reemplazo
frecuente, las regulaciones urbanas prescribían una distancia de poco más de metro y
medio entre los edificios y las tuberías de la red, una versión urbana de los
“corredores” protectores otorgados a los acueductos (Taylor, Rabun 2000, pp. 30-33).
Los acueductos estaban bajo el cuidado del Gobierno central a través de la figura de un
comisionado del agua, el “curator aquarum”, un nombramiento de alto perfil.

EL CURATOR AQUARUM Y LA CURA AQUARUM

El curator aquarum es, durante el Imperio Romano, el comisario responsable de la


gestión y el mantenimiento del sistema de abastecimiento de agua y de su red de
distribución en las ciudades romanas. En la antigua Roma esta faceta era una de las
tres grandes responsabilidades en el ámbito urbano junto con la de obras públicas
(cura operum publicorum et aedium) y la referente al río Tíber (cura alvei Tiberis,
riparum et cloacarum Urbis), tres servicios administrativos que se desarrollaron
progresivamente a comienzos del Principado (27 a.C.) por iniciativa de Augusto y,
posteriormente, por Tiberio. El curator aquarum era un senador de rango consular
nombrado por el emperador, a partir de mediados del siglo I d.C., los encargados del
agua estaban acompañados en su misión por un procurador, ambos dirigían un
personal compuesto por esclavos encargados de vigilar los acueductos, las torres de
agua y las fuentes, entre finales del siglo II y mediados del siglo IV d.C., el curator
aquarum acumuló la responsabilidad por los acueductos además del servicio de
distribución del trigo (curator aquarum et Miniciae). Durante la República, la gestión
del suministro y distribución del agua se dividía entre varios magistrados electos, una
misión que prestaban durante el período de su mandato, por lo general un año
(dieciocho meses para la censura), sin remuneración, los censores tenían misiones
secundarias para la licitación de la construcción y reparación de edificios públicos,
incluyendo los acueductos, la celebración de contratos con los contratistas
(redemptores operum), encargados de las canteras (locatio) y la inspección de los
trabajos terminales (probatio). De esta manera, el primer acueducto de Roma, el Aqua
Appia, fue construido en el año 312 a.C. por dos censores y la construcción de otros
acueductos, si bien no siempre fue realizada por su iniciativa (tres acueductos sobre
cuatro), sí fueron terminados durante su mandato (Aicher, Peter J. 1995, p. 23). Pero el
ser elegido cada cinco años por un periodo de un año y medio, creando así un turno de
tres años y medio, no podía garantizar un control regular del servicio de agua en Roma,
en su ausencia, las decisiones legales en relación con el agua podían recaer en los
prestamistas, sin embargo solían ser los ediles quienes se encargaban de la gestión del
agua (Daguet-Gagey, Anne 2001, p. 92) incluyendo el mantenimiento de cientos de
kilómetros de acueductos, las tuberías subterráneas de la ciudad, la responsabilidad de
las concesiones de agua hechas a los particulares (Daguet-Gagey, Anne 2001, p. 93) y
la supervisión de las fuentes públicas que eran, a su vez, delegadas en dos
representantes locales de cada vecindario (Aicher, Peter J. 1995, p. 23). Ocurría más
raramente que otros magistrados, como cónsules o pretores, fueran comisionados por
el Senado para la supervisión de la construcción de acueductos, los cuestores podían
ser nombrados para la inspección de los trabajos de mantenimiento, el trabajo, muy
costoso, generalmente era realizado por un ciudadano rico en base a un deseo
personal o para obtener el apoyo de la ciudadanía, esta práctica descrita como
“evergetismo” (hacer el bien a la comunidad) recaía generalmente sobre el emperador
después del advenimiento del Imperio (Daguet-Gagey, Anne 2001, p. 93). Debido a los
mandatos limitados a un año y a la multiplicación de las misiones de los funcionarios
municipales que, además, no contaban con personal técnico especializado y
permanente, la gestión del servicio de agua se vuelve problemática hacia el final de la
República, período en el que Roma estaba creciendo rápidamente, lo que llevaba a
disfunciones y prácticas fraudulentas (Daguet-Gagey, Anne 2001, p. 93). Augusto,
quien estaba particularmente preocupado por las cuestiones relacionadas con el
urbanismo (Duret & Néraudau 2001, p. 268), algo esencial para mantener el control
sobre una ciudad como Roma, encomendó la tarea de establecer el servicio del agua a
su amigo Agrippa, quien fue elegido para este fin en el año 33 a.C., con el rango de
edil, habiendo antes desempeñado el cargo de cónsul (Daguet-Gagey, Anne 2001, p.
94; Duret & Néraudau 2001, p. 268). Agrippa cumplió su misión de manera efectiva,
construyendo dos acueductos adicionales, el Aqua Iulia y el Aqua Virgo, para satisfacer
las crecientes necesidades de la población, a pesar de haber salido de la
administración municipal, Agrippa conservó responsabilidades sobre los acueductos
como “curator perpetuus” poniendo para ello a disposición su personal privado que
estaba formado por esclavos especializados en el servicio de la red de suministro
(Daguet-Gagey, Anne 2001, pp. 94-95). De hecho, a su muerte, Agrippa legó su
personal a Augusto quien, a su vez, lo transfirió al Estado en el año 11 a.C., después de
la promulgación de un Senado Consulto y de un edicto Imperial para darle existencia
legal, la gestión del personal especializado (familia publica) quedó confiada a una
comisión de tres consulares. Aunque en un principio parece que Augusto tenía la
intención de mantener un servicio colegiado, de forma rápida apareció una sola
persona para cada año en la lista de los comisarios del agua tal como ha sido
transmitido por Frontinus, él mismo curator aquae a finales del siglo I d.C. Durante el
reinado de Claudio, se procedió a realizar algunas reformas con la finalidad de que la
autoridad sobre los servicios públicos fuera detentada directamente por el emperador,
creando un puesto de procurador para el cual nombró a uno de sus libertos. Después
del reinado de Trajano, este puesto es, a veces, ocupado por un caballero, Claudio
aumentó el personal de servicio con 460 esclavos suplementarios colocados bajo las
órdenes de un procurador, formando así la “familia Caesaris” y pagados por el fisco
imperial (Aicher, Peter J. 1995, p. 24), por su parte, el curator aquarum dirigía la
“familia publica”.

Frontinus y su De Aquaeductu Urbis Romae (versión de R. H. Rogers, Cambridge


Classical Texts and Commentaries)

Después del reinado de Trajano, los procuradores, que veían aumentado su estatus
social, aparecen cada vez más ligados al orden ecuestre, a finales del siglo III o
comienzos del siglo IV d.C., el procurador llevará el título de “vir egregius”, con un
tratamiento de “centenarius”, es decir, devengando un salario anual de 100.000
sextercios (Homo, Léon 1971, p. 193; Daguet-Gagey, Anne 2001, p. 97, n.6). El personal
permanente incluía alrededor de 700 personas (460 para la “familia Caesaris” y 240
para la “familia publica”), al menos en tiempos de Frontinus, y estaba dirigido por dos
“praeposti”, uno para cada familia (Homo, Léon 1971, p. 190), en tiempos de la
realización de obras principales, a este personal se le sumaba un equipo auxiliar
compuesto por arquitectos y trabajadores. Entre el personal técnico, los ingenieros
hidráulicos (architecti) eran los jefes de servicio y designados como “periti” y
“architecti suae stationis” por Frontinus, se ocupaban de la construcción de los
acueductos, de la captación y distribución del agua, además del mantenimiento de los
canales (Homo, Léon 1971, p. 188; Daguet-Gagey, Anne 2001, pp. 98-99) disponiendo
de un personal de ejecución, los “aquarii”, que se dividían en diferentes categorías:
intendentes (villici), guardianes de los castillos de agua (castellani), inspectores
(circitores), pavimentadores (silicarii), yeseros (tectores), niveladores (libratores),
fontaneros (plumbarii), albañiles y artesanos (Frontinus, CXVI; Homo, Léon 1971, pp.
187-189).

Construyendo un acueducto

Los intendentes estaban a cargo de la construcción y el mantenimiento de las tuberías


que discurrían por debajo de las calles, cuando las tuberías se instalaban, cambiaban o
retiraban, era necesario recurrir a los pavimentadores (silicarii) que actualizaban las
tuberías ocultas bajo los adoquines y procedían a la repavimentación de las calles
(Homo, Léon 1971, p. 190). Por otro lado, la “ratio aquarum” reagrupaba al personal
administrativo encargado de los registros escritos y de la contabilidad, además del
personal subalterno, este personal administrativo estaba compuesto por libertos
imperiales y comprendía a los “scribae”, los “librarii”, los cajeros y los “tabularii”,
además estaba encargado de gestionar los archivos del servicio y de tener al día los
registros (commentarii) entre los cuales era consignada la lista oficial de los módulos
en uso y la cantidad de agua asignada para uso público, a las concesiones imperiales y
al uso privado. En la jerarquía más baja, el personal subalterno comprendía al personal
tradicional asignado a los jueces: ujieres, heraldos y lictores (Homo, Léon 1971, p. 191).
La distinción entre personal público e imperial desapareció en el siglo II d.C., a partir
del reinado de Adriano, las inscripciones no hablan más que de personal imperial
(Homo, Léon 1971, p. 189), gracias a Frontinus, los historiadores disponen de una lista
de los conservadores del siglo I d.C., sin embargo, después de la curaduría de
Frontinus, la información desaparece y ningún nombre de conservador es conocido
para todo el siglo II d.C., un cierto número reaparece en las fuentes antiguas para los
siglos III y IV d.C., pero esta lista es fragmentaria (Daguet-Gagey, Anne 2001, p. 95,
n.2). Probablemente a partir del reinado de Cómodo (161-192 d.C.) el conservador del
agua ve temporalmente asignado, además de su misión original, la responsabilidad de
la “Minucia”, es decir, las distribuciones del trigo, esto puede ser debido a que la
“statio aquarum” que servía de sede administrativa al servicio, se encontraba en el
Campo de Marte, cerca del Porticus Minucia, desde donde se realizaban las
distribuciones, estos dos servicios permanecerán unidos durante todo el siglo III y una
parte del siglo IV a.C. (Daguet-Gagey, Anne 2001, p. 96).

El curador de las aguas parece ser jerárquicamente superior a los otros dos curadores
de las obras públicas y el Tíber, aunque todos eran de rango consular, mientras que
algunos podían ser promovidos desde los dos últimos servicios hasta el del agua,
ningún conservador del agua acudía a vigilar las obras públicas o el Tíber (Daguet-
Gagey, Anne 2001, p. 94), esta preeminencia refleja la especial importancia de las
misiones del curador del agua, al ser responsable del suministro del agua potable de la
población romana, su papel era vital para la supervivencia de los habitantes. El curador
del agua era elegido por el emperador entre los consulares que habían llegado al
consulado unos años antes, la función se consideraba muy prestigiosa y honorífica, el
curador era nombrado por un período indefinido, que iba desde unos pocos meses
hasta varios años, una resolución del Senado especificaba que el curador debía dedicar
a su misión una cuarta parte de su tiempo durante el año, la curaduría no sería, por
tanto, a tiempo completo (Aicher, Peter J. 1995, p. 24) pero, aun así, era un trabajo
considerable (Daguet-Gagey, Anne 2001, p. 64.). En razón a su condición consular, un
Senado Consulto del año 11 a.C., establecía que durante sus viajes fuera de Roma, el
curador de las aguas estuviese acompañado por dos lictores para hacer cumplir la ley
si era necesario, así como por tres esclavos, incluyendo un arquitecto, un secretario y
un empleado, dentro de la ciudad, el curador debía separarse de sus lictores; el curator
aquarum gozaba de cierta inmunidad y tenía el derecho de usar la toga praetexta
(Aicher, Peter J. 1995, p. 24). El curador de las aguas era responsable de supervisar
toda la red de suministro de agua desde su captura hasta su distribución, su personal
era responsable del mantenimiento de los acueductos y de todos los anexos colocados
en sus rutas, como arcos de retención, tuberías de sifón, y estanques de agua
residuales, también mantenían las torres de agua, cisternas, estanques, fuentes y
desagües. El curador limpiaba los residuos, buscaba fugas, anticipaba accidentes de
todo tipo, gestionaba los recursos hídricos y garantizaba la coordinación administrativa
adecuada de los servicios. También se ocupaba de las cuestiones legales relacionadas
con el intercambio del agua, los conflictos entre particulares, el fraude y el tráfico
ilegal, de hecho, si el agua se agotara, podría provocar una crisis social, disturbios por
parte de la población romana, en este caso la plebe, que estaría directamente
amenazada, por otro lado, la alimentación regular de las fuentes también era esencial
para los “Vigilias Urbani” quienes, entre otras funciones, tenían que apagar los
incendios (Daguet-Gagey, Anne 2001, p. 98). A partir del año 11 a.C., se aprobaron una
serie de leyes para ayudar y controlar la labor del curador de aguas, además de la
misión de la gestión y mantenimiento de la red de suministros de agua, el curador era
también responsable de hacer cumplir la legislación imperial en esta área, las leyes de
las que Frontinus nos da una visión general para la ciudad de Roma, pero que también
existían en cada ciudad para contrarrestar cualquier intento de fraude ya que las
prácticas ilegales se habían generalizado, a menudo con la complicidad del personal
encargado del departamento de agua.

La sede administrativa del servicio de aguas no se ubicó con precisión, lo que ha


llevado a la suposición de que el servicio pudo no tener una sede fija. Bajo el reinado
del emperador Cómodo, el curador de las aguas llevaba el título de “curator aquarum
et Miniciae” encargado de la gestión de la Miniciae, dado que la distribución del trigo y
otros alimentos se realizaba en el Pórtico de Minucius (construido en el año 106 a.C.
por Marcus Minucius Rufus debido a su triunfo sobre la tribu de los Scordiscos), se ha
propuesto ubicar la “statio aquarum” en el mismo sector, esta proximidad explica la
transferencia de cargos por razones prácticas. La statio pudo ubicarse quizá entre los
templos del área sagrada de Largo Argentina, en el Campo de Marte, donde se
ubicaban cuatro templos (C, A, D y B) que van, cronológicamente, desde el siglo IV al
comienzo del siglo I a.C., la statio pudo encontrarse entre el templo A y el templo B,
unas inscripciones que datan del reinado de Constantino halladas cerca de la Fuente
de Juturna incluyen una mención de un “Epagathus” (servus publicus ad Juturnam),
pudiendo indicar que la sede fue desplazada al Foro Romano a comienzos del siglo IV
a.C. (Aicher, Peter J. 1995, p. 25; Homo, Léon 1971, p. 186). Originalmente, el curador
de aguas podía delegar parte de sus responsabilidades en dos asistentes (adiutores),
de rango senatorial como él mismo. Estos últimos eran oficiales adscritos al
departamento de acueductos y su función era asegurar que el agua fuera transportada
regularmente desde el embalse (castellum) a las tuberías que la distribuirían por toda
la ciudad, distribuyendo a cada distrito de Roma (Regio), la cantidad exacta que la ley
le concedía. Para lograr esto, se ajustaba el diámetro de las tuberías principales al
adaptar, a cada una de ellas, una medida llamada “calix” (cáliz).
Área sacra de Largo Argentina donde pudo situarse la statio aquarum de Roma

FRAUDES Y EXTRACCIONES ILEGALES

Pese a que a partir del año 11 d.C. se aprobaran una serie de leyes para ayudar y
controlar la labor del curador de aguas, los fraudes y hechos ilícitos relacionados con el
agua fueron una constante en la vida diaria en el Imperio Romano. Según Frontinus, a
finales del siglo I d.C., había un flujo total de entrada de 24.800 quinarios (casi un
millón de metros cúbicos al día), pero según registros hallados, tal flujo era de 12.400
quinarios, Frontinus, que estaba realizando nuevas mediciones del flujo, estimó que en
realidad la cantidad distribuida era de 14.000 quinarios. El curador de aguas estaba
sorprendido por la diferencia entre el suministro y los caudales observados en la
distribución, descubriendo numerosos defectos de mantenimiento y, especialmente,
numerosos actos fraudulentos que estaban desviando los 10.800 quinarios faltantes
(aproximadamente un 44% del flujo total del agua). En la propia ciudad de Roma,
algunos funcionarios del servicio de aguas a cargo del mantenimiento,
complementaban sus ingresos practicando lo que ellos llamaban “mordiscos”, las
tuberías que llevaban el agua con destino al uso público y que se hallaban bajo tierra,
eran perforadas por estos “mordiscos”, a continuación se ofrecían a proporcionar el
agua de manera fraudulenta mediante la instalación de tuberías no autorizadas a
cambio de pagos ilegales. Por otro lado, cuando una concesión de agua pasaba a un
nuevo propietario, los fontaneros podían aprovechar esta ocasión para perforar un
nuevo hoyo en el castillo de agua abandonando el antiguo, del cual extraían agua para
la venta, debido a este tráfico ilegal, solo llegaba al público una pequeña cantidad de
agua diaria. Por su parte, en el campo, la mayoría de los propietarios de tierras por las
que pasaba algún acueducto, (la ley romana no quitaba a sus dueños la posesión de
sus tierras, incluso las que eran de utilidad pública, cuando iba a construirse un
acueducto, si el propietario del terreno por donde debía pasar el acueducto se oponía
a esta construcción y, por tanto, no vendía su terreno, el Estado romano podía
obtenerlo pagando toda la tierra para después delimitar el terreno necesario para la
construcción del acueducto, luego revendía la parte sobrante para que, dentro de sus
límites, el dominio público y el dominio privado tuvieran los mismos derechos) solían
perforar las tuberías para regar los cultivos de forma gratuita, así mismo, los
terratenientes poseedores de tierras construían edificios o plantaban árboles en los
terreno aledaños a los acueductos algo prohibido por el Senado Consulto del año 11
a.C. y que, recordemos, establecía un perímetro de tierra libre alrededor de los
acueductos, 4,5 metros alrededor de los acueductos elevados y 1,5 metros alrededor
de los acueductos subterráneos. A veces los caminos y senderos locales cruzaban las
tuberías en sí, al ocupar ilegalmente las áreas alrededor de los acueductos, los
residentes locales, con el tiempo se apoderaban de estos terrenos y prohibían el
acceso a los mismos lo que hacía más difícil mantener los canales. En estas mismas
áreas rurales, los conductos y canales también eran utilizados por los propietarios, a
menudo ricos patricios poseedores de villas que querían decorarlas con fuentes
privadas, para ello llamaban a operarios que por una suma de dinero, les instalaban
una desviación que hacían subir al interior de las propiedades de estos patricios. Por
tanto, durante este período, personas privadas estaban desarrollando un estilo de vida
lujoso que los llevaba a desperdiciar el agua pública destinada a todos los habitantes
para su exclusivo uso privado. Estos excesos eran posibles gracias a la complicidad
activa de los fontaneros que eran fácilmente corrompibles. Si bien algunas de estas
prácticas eran iniciativas específicas, otras prácticas fraudulentas implicaban la
complicidad en todo el sistema administrativo, este es el caso, por ejemplo, cuando se
trata de utilizar tuberías no perforadas, es decir, no marcadas para usos poco
habituales, estas prácticas implicaban, por tanto, la existencia de una red de
complicidad que ponía en tela de juicio la autoridad teóricamente puesta bajo el
control y la responsabilidad del curador de aguas, esta situación, señalada por
Frontinus para finales del siglo I d.C., revela la profunda degradación en el
departamento de aguas de Roma a un siglo de su puesta en funcionamiento. Como
resultado de todas estas actividades ilegales, los acueductos y otros canales que
transportaban agua sufrieron muchas degradaciones a lo largo del tiempo y el daño
causado a los acueductos no se limitó a las consecuencias del fraude en el suministro
de agua sino que también afectó a las propias estructuras que la transportaban.

ANEXO. ACUEDUCTOS DEL IMPERIO ROMANO

Cientos de acueductos fueron construidos en todo el territorio del Imperio Romano,


muchos de ellos se han derrumbado o han sido destruidos, pero aún quedan muchos
otros con partes intactas como el acueducto de Zaghouan (actual Túnez) con sus 132
km totales, lo que lo convierte en uno de los acueductos más largos del Imperio
Romano, fue construido para abastecer de agua a la antigua ciudad de Cartago, otros
ejemplos lo constituyen los puentes de acueductos como el Pont du Gard (Francia) o el
puente de arcos del acueducto de Segovia (España); el conducto individual más largo
(más de 240 km.) está asociado con el acueducto de Valente (siglo IV d.C.) en
Constantinopla, rivalizando en longitud con los acueductos de Zaghouan y Valente se
encuentra el Aqua Augusta provincial (140 km.) que suministró agua a una región
completa de Italia que comprendía, al menos, ocho ciudades, incluyendo los puertos
principales de Nápoles y Misenum (Da Feo & Napoli 2007). En total se conocen
alrededor de 320 acueductos repartidos por todo el territorio del antiguo Imperio
Romano (incluyendo los de Roma e Italia), seguidamente proporcionamos una lista de
acueductos por países y, de ellos, los más representativos (entre paréntesis):

Argelia: 39 acueductos (Béjaia, Cherchell, Hipona, Constantina, Djemila).

Acueducto romano de Cherchell (Argelia)

Alemania y Bélgica: 2 acueductos (Eifel y Mayenza, ambos en Alemania).

Bulgaria: 1 acueducto (Plovdiv).

Croacia: 1 acueducto (Split).


Acueducto romano de Split (Croacia)

España y Portugal: 24 acueductos (Albarracín, Sexi, Aqua Nova Domitia Augusta, Baelo
Claudia, Barcino, Bejís, Cádiz, Caños de Carmona, Aqua Fontis Aureae, Itálica, Las
Médulas, Les Ferreres, Los Bañales, Los Milagros, Lugo, Noain, Onuba Aestuaria, Peña
Cortada, S´Argamasas, Segóbriga, Segovia, Toletum, Valdepuentes, todos ellos en
España. En Portugal destacan el acueducto de Coímbra y el de Lisboa).

Puente de arcos del acueducto romano de Segovia (España)


Acueducto romano de Los Milagros (Emérita Augusta, Mérida) España

Acueducto romano de Les Ferreres (Tarragona) España

Francia: 156 acueductos (Antibes, Auch, Barbegal, Bayeux, Besançon, Bourges,


Clausonnes, Dax, Évreux, Fréjus, Gier, Gorze a Metz, La Turbie, Luynes, Narbonne, Pont
du Gard, Saint-Rémy-de Provence son algunos de los numerosos acueductos
construidos en la antigua Galia).

Gran Bretaña: 20 acueductos (destacan los de Dolaucothi, Dorchester/Dorset,


Lanchester, Lincoln y York).
Pont du Gard (Nîmes) Francia

Acueducto romano de Luynes (Francia)


Acueducto romano de Fréjus (Francia)

Grecia: 9 acueductos (destacan los de Atenas, Corinto, Kavala, Argos y Épiro).

Israel: 1 acueducto (Cesarea).

Acueducto romano de Cesarea (Israel)


Italia: 16 acueductos (destacando los de Bolonia, Minturno, Olbia, Pompeya, Ponte
delle Torri, Pont d´Aël, Termini Imerese y el Aqua Augusta; para Roma tenemos 11
acueductos que ya han sido ampliamente descritos en el presente trabajo).

Acueducto Ponte delle Torri (Italia)

Acueducto romano de Termini Imerese (Italia)

Jordania: 1 acueducto (Gadara)

Líbano: 4 acueductos (Zubaida, Tiro, Msaylah, Nahr Ibrahim).

Libia: 5 acueductos (Cirene, Sabratha).

Marruecos: 5 acueductos (Tetouan, Salé, Volubilis).


Túnez: 13 acueductos (Zaghouan, Dougga, El Jem, Kairouan).

Turquía: 12 acueductos (Antalya, Mersin, Denizli).

Acueducto romano de Zaghouan (Túnez)

CONCLUSIÓN

La civilización romana no sólo fue una de las más grandes e influyentes civilizaciones
de la Antigüedad, sino de toda la Historia de la Humanidad, no solo legó su cultura en
el más amplio sentido de la palabra, arte, costumbres y fiestas, Derecho, filosofía,
lengua latina, instituciones y cargos públicos, vías de comunicación, arquitectura, etc.,
de todo lo cual es heredera la civilización occidental, sino que, además, nos legó su
tecnología y métodos de construcción, y en este último aspecto, los acueductos
construidos por los antiguos romanos merecen un papel muy destacado. Aún hoy en
día, los aspectos fundamentales y básicos de la tecnología del agua siguen
inspirándose en sus precursores romanos, Roma creó la red de acueductos más
impresionante de la Historia de la Humanidad, aunque no fueron los primeros en la
práctica de la canalización y distribución de las aguas, sí alcanzaron un grado de
desarrollo y sofisticación nunca antes visto. Enfrentándose a numerosos desafíos, que
son los que hacen grandes a las civilizaciones, los arquitectos e ingenieros romanos
pudieron crear toda una red de extracción, canalización y reparto de aguas que, hoy en
día, sigue causando asombro. La presencia de la civilización Roma en nuestras ciudades
y pueblos, campos y ríos, valles y carreteras sigue estando muy presente en nuestro
día a día, testigos mudos de un pasado que nos conecta con nuestro presente, la
imagen de los acueductos romanos recortándose en el horizonte nos recuerda que, de
una manera u otra, todos somos herederos de Roma.

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