Вы находитесь на странице: 1из 14

Capítulo 2.

ADN argentino: el gaucho

Este capítulo se basa directamente en la historia del principal estudiado, el gaucho

argentino, explorando sus cambios, su indumentaria y sus características principales,

además se le da especial importancia a las modificaciones que sufrió el estereotipo de

gaucho en la actualidad y cómo se ve hoy, haciendo hincapié en los cambios de

vestuario, principalmente la indumentaria de estilo gauchesco. La intención de

investigar esta cualidad, es poder crear a partir de éste, una estética propia para la

marca, que pueda ser flexible para adaptarse a tiempos modernos pero que a su vez,

perdure a través de los años y sea sostenible. Se analiza asimismo, los cambios del

apero del gaucho a través del tiempo, las tipologías más características y cómo se

fueron fusionando entre sí, como lo es el caso del chiripá y los calzoncillos adaptado a

la actual bombacha de campo, por último, la influencia del contexto social y cultural.

2.1 El estilo gauchesco en la indumentaria a través del tiempo

Cuando se refiere al gaucho y su particular estilo de vida, es necesario mencionar su

especial modo de vestir. Esta indumentaria de origen tradicional se caracteriza por el

uso de elementos que protegieran del frío, y su funcionalidad para cabalgar.

Los acontecimientos históricos y momentos de grandes cambios sociales, influyen

sobre la indumentaria del gaucho argentino.

Esta división se resume en tres etapas. La primera época abarca desde el último tercio

del siglo XVIII, hasta el comienzo del período de la Patria Vieja, es decir, entre 1810 y

1820. La segunda etapa abarca desde entonces hasta poco después de la Guerra

Grande y conflictos internos subsiguientes, cerca de 1870. La tercera y última, consta

desde éste último período hasta 1920. (Assuncao, 1976).

Durante el primer período se acontece la desintegración de la sociedad colonial,

además, es el final de la Edad del Cuero, y el cambio hacia la era de la carne salada.

Momento del pasaje de la economía cimarrona a la cría y engorde de ganados.


Seguido del surgimiento de varios conflictos sociales y económicos entre puertos, que

desencadenan el inicio de los años fermentales y de guerras de independencia.

Situado en este contexto, el gaucho llevaba típicamente unas botas de medio pie,

unas espuelas de bronce, un calzoncillo con fleco suelto, un calzón de triple azul o

colorado, un armador, una chaqueta, un sombrero redondo de ala muy corta, un

pañuelo de seda de color y un poncho. (De Pineda, 1789).

Por su parte, de Azara (1801), opina que la indumentaria gauchesca se trata de una

cuestión de clases:

Los que son acomodados usan chupa o chamarra, chaleco, calzones,


calzoncillos, sombrero y un poncho, que es un pedazo de tela de lana o
algodón fabricado en las provincias de arriba, con un ancho de siete cuartas,
largo doce y con una raja de medio para sacar la cabeza. Y los peones,
jornaleros y gente pobre no gastan en zapatos, lo más no tiene chaleco, chupa
ni camisa y calzones ciñéndose a los riñones una jerga que se llaman chiripá, y
si tienen algo de lo dicho, es sin remuda, andrajoso y puerco, pero nunca le
faltan los calzoncillos blancos, sombrero, poncho para taparse y unas botas de
medio pie, sacadas de las piernas de los caballos y vacas. (p.39).

Siguiendo esta línea de pensamiento, se entiende que el gaucho tradicional y

trabajador de tierras fabricaba sus propias botas, de carácter estrictamente funcional,

de cuero, lonjeado o no, de vaca o de ternera, y generalmente eran cortadas a medio

pie, es decir dejando todos los dedos al descubierto, porque no usaban medias. En

cambio, si se trataba de un estanciero o de un hombre más prolijo y delicado, la bota

era cerrada y usaba medias de lana o incluso, de algodón, hasta las rodillas y de

colores. Las cañas de las botas iban estiradas y sujetas con una cinta de borlas, de

tejido de color vivo llamadas ligas o bien, se doblaban casi al tobillo. A estas botas

iban siempre sujetas unas pesadas espuelas de bronce. (Assuncao, 1976).

Esto quiere decir, que desde entonces, la indumentaria marcaba una diferencia entre

clases sociales. Tal como en la actualidad, las prendas además de ser funcionales a

su uso, expresan la identidad de quien las lleva puesta.

De la cintura hacia abajo cubrían su cuerpo con dos prendas superpuestas, un

calzoncillo de piernas largas, de algodón o de lino, y con un fleco en sus bajos. Sobre

los calzoncillos, unos calzones ajustados a la cadera y muslos, largos hasta la rodilla y
con un corte lateral desde el bajo hasta medio muslo, con ojales y botones de metal.

Los mismos confeccionaban de un pañete de lana, aunque los más comunes eran de

triple, que es una especie de terciopelo de lana, generalmente rojo o azul, también

podían ser de bayeta o de pana. Durante la época mencionada, estos calzones

estaban siendo reemplazados por una rectángulo de tela, al que se le daba el nombre

de chiripá, que se encontraba sujeto a la cintura y enrollado a las caderas, puesto de

atrás hacia adelante con un cruce abierto sobre la pierna derecha. (Assuncao, 1976).

El mismo autor, expone que tanto los calzones como el chiripá se sujetaban a la

cintura con un ceñidor o faja, de seda, con flecos o borlas en sus extremos. Sobre esta

faja se le suma un cinto, llamado tirador, confeccionado en cuero fino con un gran

bolsillo detrás y otro a los lados, cerrado al frente con varias hebillas, luego se les dio

el nombre de rastras. Por otra parte, cubrían el torso con una camisa de algodón o

lino, encima de ésta, llevaban un chaleco, que podría ser confeccionado en paño,

seda, terciopelo, triple o bayeta. Durante época invernal se le sumaba también una

chaqueta o chamarra.

En la cabeza, generalmente de cabellera larga y trenzada, llevaban un pañuelo grande

de seda o de algodón, de colores vivos, sujeto en triángulo cubriendo el casco y frente,

atado bajo el mentón. Sobre el pañuelo, un sombrero de castor o fieltro, gacho, de alas

anchas y copa relativamente baja. Por último, encima de todas las prendas, el hombre

llevaba un poncho, la mayoría de las veces hecho en telares de las provincias del

noroeste argentino. (Chuliver, 2015).

Se entiende de este modo, que las prendas de uso cotidiano de los gauchos eran casi

uniformes para ellos mismos, un modo de reconocerse entre sí y hacer conocer al

resto quiénes eran.

Durante el segundo período, donde hay cambios culturales, positivos y negativos, con

respecto de la época anterior, aunque, para el gaucho fue una época de ascenso,

porque deja de ser un cazador de ganados para convertirse en un guerrero, que en

cuanto puede, en momentos de paz, se dedica al pastoreo engordador de vacunos. Se


trata de un período duro, difícil, angustioso, rojo de sangre y luminoso de heroísmo de

consolidación nacional. (Assuncao, 1976).

Las variantes sufridas por el estilo del gaucho no son tantas, se mantiene el uso de las

botas mencionadas previamente, calzoncillos largos, chiripá, aunque este último va

perdiendo su lugar con la llegada, a mediados de este período, de las bombachas. Los

pañuelos, por su parte, ahora se llevan atados al cuello.

Corbiere (1998), analiza otro de los accesorios que sufre un reemplazo, el sombrero,

pues ahora los gauchos llevan unos gorros chatos, de uso de marinos franceses y los

vascos, la boina, generalmente con un pompón sujeto en su centro por un cordón.

Esta boina adquiere un creciente uso en este periodo.

Por último, en la tercera época mencionada, que va desde 1871 hacia 1920, se puede

decir que se dan casi todas las combinaciones posibles de las prendas mencionadas

para ambas épocas pasadas, donde se suman solo unas pocas.

Los mayores cambios sufridos en las tipologías características son en cuanto a la

materialidad y textiles utilizados. El chiripá, ahora, se lleva de bolsa, es decir, de

arpillera, las fajas en este nuevo período son de lana, y el cinto se confecciona en

cuero de chancho. Las camisas toman protagonismo y comienzan a aparecer en ellas

las rayas, los cuadros y los colores en las lisas. (Cuestas, 1963).

Además, según Chuliver (2015), en ese entonces, llegan las llamadas alpargatas, que

al igual que la boina, fueron impuestas por los vascos, y se convertirá en la heredera

funcional de la bota de potro. Se trata de una prenda de trabajo, hecha en una fuerte

loneta con suela de cuerda de yute o cáñamo.

Siguiendo con estos cambios, se entiende que a lo largo del tiempo la indumentaria

del gaucho no ha sufrido variados cambios significativos, y aquellas prendas que se

fueron imponiendo y tomando como propias del estudiado, no son más que, ropa

importada por aquellos españoles que migraban hacia los países sudamericanos, e

instalaban una nueva tendencia en su lugar adoptivo.


Por lo que entonces, se puede decir que el estilo gauchesco se ha ido encriollando con

la llegada de los españoles a la Argentina.

2.2 Historia del gaucho y su estilo de vida

Durante el estudio del gaucho se han producido ciertas discrepancias entre autores de

la época respecto de la lealtad del mismo, producto en su mayoría de una visión

restringida, parcial y unívoca de su origen y proceso, confundiendo lo real con lo

literario o legendario. La aparición de esta figura estuvo ligada al vandalismo rural, a la

vida solitaria del campo, pero a lo largo del tiempo y luego de varios sucesos

históricos, se fue constituyendo como ícono tradicional de las zonas rurales de

diferentes países. (Hernández, 1972).

Así pues, se considera al gaucho como una imagen subjetiva, donde cada autor forma

una conclusión propia acerca del mismo.

Según Ramos (2014), al gaucho se lo describe de este modo:

El gaucho, es el hombre que vive y trabaja en el campo, es el protagonista del


medio rural a lo largo del tiempo. Su figura se extiende por diferentes zonas de
América del Sur: Argentina, Uruguay, sur de Brasil, chaco boliviano y sur de
Chile. Constituye una figura típica de la cultura de estos países siempre
arraigada al ámbito campero, a la vida solitaria, a la ganadería y a la agricultura.
Cuando se habla del gaucho, se da por sobre entendido, en la mayoría de los
casos, que se está hablando de un hábil jinete, criador de ganado, de un hombre
altivo y de carácter reservado y melancólico. Aunque en el imaginario estas
características se siguen manteniendo, su imagen fue cambiando desde su
aparición, así como, su estilo de vida. Los fuertes lazos que lo definen se
mantienen pero las condiciones históricas hicieron que su constitución cultural
adoptara nuevos conceptos y se transformaran. (p.36).

Esto significa que al gaucho se lo encaja, exclusivamente en la vida rural. Pero la

historia indica que luego, se convertirían en referentes políticos, guerreros, y

defensores de la patria.

La figura del gaucho aparece durante el siglo XVIII, en el contexto colonial americano.

Durante la permanencia de los regímenes coloniales, varios de sus habitantes criollos,

es decir aquellos que son hijos de españoles nacidos en territorio argentino, y

mestizos, hijos de españoles con nativos indígenas, empezaron a abandonar sus

poblados relegándose a zonas más retiradas lejanas del alcance de las autoridades
coloniales. De esta manera, se constituyó un nuevo tipo de población cimentada en el

ámbito puramente rural, con una vida semi-nomada, la cual gozaba de autonomía y

cierta independencia, tanto económica como social, que divagaba por la campiña y los

campos de las llanuras sureñas. (Oviedo, 2012)

A su vez, Oviedo (2012) opina que:

La mayoría de los casos señalan que estos pobladores vagaban entre las
fronteras españolas y portuguesas, y que estos lograban subsistir de los
intercambios que realizaban entre los pueblos indígenas, los recursos que les
proporcionaba el ambiente y del ganado cimarrón que rondaba por esas
tierras. Poco a poco este estilo de vida constituyo una forma cultural específica
de la región. (p.123).

Siguiendo la línea del autor, se considera al gaucho un sobreviviente, trabajador de

las tierras, que con su esfuerzo y conocimiento sobre los animales lograban hacer

negocios con los países vecinos para subsistir, y convertir a Argentina en un país

agroexportador, tal como en la actualidad. Además de, con los mismos recursos,

como artesanos, confeccionar su propio calzado.

El gaucho lejos de ser un marginal, es el producto axial de la cultura ganadera

cimarrona de las pampas húmedas en América del Sur. Es el habitante de una última

gran frontera que constituyó dicha región. Y aquí, más que ninguna otra parte, frontera

no es una línea divisoria, sino un ancho vasto territorio. (Assuncao, 1999).

Esto último significa que el gaucho era, en ese entonces, un factor clave para el

crecimiento de la economía de la región, que funcionaba como un nexo entre el

producto que se ofrece, es decir, la ganadería, y quien lo necesita, como los países a

los que se exportaba. A su vez, los beneficios no son exclusivamente económicos,

sino que además, permite establecer una relación entre los distintos países.

El nacimiento del gaucho está condicionado por una cultura augural, consecuencia de

un hábitat, una conjunción de grupos étnicos nativos, pero por sobre todo,

consecuencia de la introducción de los ganados mayores, que se volvieron cimarrones

o alzados en unos territorios semivacíos y cuasi marginales o fronterizos, antes de la

electiva y organizada colonización oficial de esas tierras. Y es esta cultura augural la


que transforma al color, a sus hijos criollos, a varios indígenas locales y a otros tantos

hombres que integran el hábitat en elementos aparentemente negativos para las

rígidas estructuras coloniales, pero social y económicamente imprescindibles para

ellas, y especialmente los hace protagonistas, verdaderos ejes motores de esa misma

cultura, y de esa sociedad. (Assuncao, 1999).

Existe una prehistoria del gaucho, unos pioneros y aventureros venidos a la arreada

de mulas y caballares, como en los primeros volteadores y sembradores del litoral

platense, están las primeras semillas de la guacharía, estos son los pregauchos.

En un ambiente sin población europea organizada y agrupada en villas y ciudades,

casi sin población nativa, habría de provocar, la aparición de un producto cultural

humano, cuya condición tuviera características para hacer posible la explotación

masiva y extensiva de los ganados.

La naciente sociedad colonial del litoral del Plata se lanza, es las postrimerías del siglo

XVII, a la explotación masiva, de su única realidad, de su verdad económica: la

ganadería. La fundación de la Colonia del Sacramento, señala el cambio fundamental

en la geopolítica regional, en su ordenamiento sociocultural y, en su economía. Con la

presencia de los portugueses se descubrirá la potencia y riqueza del cuero. Sobre

este elemento base y casi único motor económico, girará todo el siglo XVIII, llamada

La edad del Cuero. (Corcuera, 2006).

El gaucho no es el típico poblador, que rinde culto a los dioses, ídolos y fetiches de

ultramar, sino que compenetrado con el ambiente, forja allí mismo su carácter. Es el

nativo de América, que siente la altivez de su privilegio regional, y que por lo propio,

se manifiesta autóctono, ya use chiripa, bombacha o frac. Podrá haber desaparecido

el arquetipo, si pudo encarnarse alguna vez, pero al desvanecerse dicha entidad, dejo

plasmada su obra estructural como baluarte inexpugnable de la individualidad

americana, es decir, su psicología. Porque el gaucho, ha salvado la virginidad de

América, en tanto que estas poblaciones inorgánicas se sentían apabulladas por la ola
de los deslumbramientos de las viejas civilizaciones, perdiendo pie en la realidad, sin

acertar a ver lo propio, y sometidas al dictamen de todos. (Figari, 1919).

La causa determinante de la economía pastoril cimarrona, situación cultural que

provoca o determina, a su vez, las características del gaucho, es debida, como ya se

ha mencionado, a la siembra y derrame de los ganados aportados por la conquista y

colonización hispana, en las enormes tierras baldías, fértiles además y de adecuadas

condiciones ecológicas naturales para el desarrollo y procreación naturales de dichos

ganados, principalmente los mayores, vacunos y caballeros.

Medio siglo después de la caída del Imperio Inca, una nueva generación de

americanos recorría con altanería las calles del cuzco. Estos jóvenes eran los

mestizos, hijos de españoles e indias que con el tiempo afirmarían las simientes de

formas nuevas de actuar y de sentir. Compartirán herencias de dos mundos, que se

enfrentaran o conciliaran en expresiones díscolas o en sus grandes sueños.

(Assuncao, 1999).

2.3 Vestuario y apero del gaucho

Mirándolo aisladamente, y sin tener en cuenta su carácter de producto axial de la

cultura vacuna de las grandes áreas verdes de la cueca platense sudamericana,

destacando más los detalles, que haciendo investigación comparada, se permitirán

conocer los orígenes y los porqués de los usos y de las prendas.

Comenzando desde abajo hacia arriba, se detallarán las prendas y accesorios más

característicos del estudiado.

El calzado utilizado por los gauchos eran las botas de caña alta, con la denominación

genérica de bota de potro, con una confección de un tipo de calzado rustico, funcional,

que fue usado por la gente dedicada al trabajo rural desde el siglo XVII, y que también

fue común a los arrieros de mulas de Chile y Perú, a los primitivos vaqueros y

sabedores del litoral occidental platense, a los changadores de la banda oriental y a


los cruzadores lagunistas que arreaban mulas hacia Minas y luego depredaban el

vacuno en las praderas de la Vaquería del Mar. (Arca, 1969).

Esta denominación genérica se refería entonces a ese calzado característico

consistente realizado con un tubo de cuero ancho, sin costuras, que ajustaba pierna y

pie, sacado de las extremidades posteriores de curras, potros, terneras, vacas y

yeguas y a veces, con cuero de gato montés o con las patas traseras del puma o

yaguareté. (Assuncao, 1980).

Más allá de que la realización de este calzado era exclusiva de los gauchos, este

accesorio trata de una herencia cultural europea, más exactamente mediterránea,

recibida por el gaucho a través de sus genitores españoles, particularmente vinculada

con la cultura de la mula o los arrieros, probablemente emparentada con los usos

provincianos de Asturias, Galicia, y León, que estaban vinculados a la utilización de

asnos y mulares como animales de silla y carga. Tendría así similares orígenes

directos a los del sombrero panza de burra, aunque con raíces culturales muy antiguas

en el mundo del viejo Mediterráneo. (De María, 1895).

La bota desaparece en el mundo antiguo a fines del siglo XVI, justamente en la época

en la cual fue trasladada, por los conquistadores a América, pero allí solo en los

países del plata, en Brasil del sur y en Chile, puede comprobarse todavía su

existencia, condenada a una pronta extinción. Mientras que en las citadas partes de

América que se conserva en su forma arcaica, e insignificantes son las modificaciones

que en uno u otro caso aislado, ha sufrido partición longitudinal a lo largo del empeine

para ajustar el cuero al pie por medio de cordones, refuerzo de la suela por medio de

una plantilla de cuero, y en los países donde es originaria, la bota se modificó en un

grado tal que ya no merece este nombre. (Assuncao, 1999).

El mismo autor, afirma que América ya no sufrirá modificaciones, a excepción de las

ya indicadas; los motivos de su pronta desaparición en América son los altos precios

que han alcanzado, el cuero del ganado caballar y vacuno, y se agrega el desarrollo

de los calzados industriales de uso rural, de bajo costo y fácil obtención, la bota de
confección, de cuero curtido y sobre todo, su verdadera heredera entre la gente más

modesta, la alpargata.

El chaleco es otra prenda característica del presente estudiado, originalmente es largo,

hasta más debajo de la cintura, muy entallado y con una pequeña faldeta con bolsillos,

muchas veces con tapa y botón para cerraros, siempre la espalda de una tela más

liviana y de menor calidad, y el frente de la misma tela de los calzones y chaqueta, o

de otra más fina en cuanto a calidad y grosor, generalmente seda o terciopelo, cuando

no usa simple Bretaña, con bordados y aplicaciones de trencillas muy del gusto

provinciano español. (Assuncao, 1999).

Los mismos cerraban muy alto y a veces se rebajan los dos botones superiores, tenían

entre ocho y diez, desprendidos y esa parte de abierta a guisa de solapas. Poco a

poco, se fueron acortando, para uso más practico en la campaña y especialmente para

que no molestara la faja o ceñidor y el cinto y también se fueron haciendo más

abiertos con las variantes de la moda a poco de iniciados el sigo XIX. (Arsena, 1943).

Del mismo el modo, el autor se refiere a la chaqueta, como el chaleco, fue variando del

siglo XVIII a comienzos del siglo XIX, primeramente tenía un largo modular que

llegaba hasta los talones, ceñida a la cintura, con cuellos y amplios faldones y dos

grandes bolsillos con tapa y botón. Se cerraba al frente con una larga serie de botones

y a veces se dejaba abierta, doblados los frentes, formando solapas.

Una prenda que puede considerarse como la infaltable y de las más características del

hombre de las campañas, es el poncho. Una de las tipologías que logra mantenerse a

lo largo del tiempo y que no ha sufrido demasiadas modificaciones en cuanto a su

morfología y funcionalidad. (Corcuera, 1999).

El poncho, según Corcuera (1998), trata de una prenda casi universal, está presente

en la indumentaria del gaucho de la pampa, sobre los hombros del paisano del norte,

perfilando las figuras retratadas de próceres y personajes ilustres.

La técnica del tejido o la simbología oculta de valores cromáticos o dibujos,

intuitivamente se reconocen los que son locales. Los ponchos en su mayor parte, son
productos de la imaginación y creación anónima, como una copla, o una tonada

regional. La lana de vicuña no puede desperdiciarse ni malograrse porque es

demasiado valiosa, de ahí aquellas manos que le van dando forma y textura expresan

una profunda y vieja sabiduría. El poncho viene desde los más remotos tiempos

arqueológicos, pero en América y en la argentina sigue mantenido su vigencia. No es

una moda, ni es una jactancia ni una extravagancia. Sirve porque abriga, protege y

luce. (Luna, 1980).

El poncho está arraigado en el mundo de aquellos elementos que definen el

patrimonio tradicional argentino. La prenda está presente en la pintura, literatura,

canciones. Hay numerosos tramos de su historia que no se conocen. Su sola

presencia acompaña la vida criolla y al evocarla, sus recuerdos se fragmentan en

infinitas imágenes. Limitarse a las descripciones técnicas seria parcelar su vida,

diseños y colores fueron expresiones del patrimonio de distintos grupos humanos. Los

protagonistas fueron los hombres y mujeres de esta tierra, hombre que los usaron,

mujeres que los tejieron, manos indias y manos criollas, que con infinita paciencia

trabajaron en las Tierras de la plata. (Corcuera, 1998).

Al unirse los mestizos, los criollos tendrán que adoptar la ropa que las circunstancias

les indican como apropiada para largas travesías y para la vida rural. Entonces el

poncho adquiere un carácter emblemático, es el testimonio de primera integración.

(Assuncao, 1976).

El poncho, explica Corcuera (2006), conoce una gran expansión en todo el continente

y sus características serán acordes con las preferencias del dueño y con el clima.

Ponchos de vicuña, alpaca, guanaco, llama y oveja, para atravesar páramos y estepas

frías; ponchos de seda, lino y algodón para los climas tropicales. Pero por encima de

ellos está el poncho de vicuña, animal sagrado para el Incario. La vicuña rea hija del

sol y de la montaña, su tejido solo podía ser usado por el inca y su ayllu, su gran

familia, castigándose con la muerte a quien osara quebrar la tradición.


Corcuera (2006), además, agrega acerca del tema “Los primitivos americanos se

cubrían solo con cuerpo y no existía el arte textil en esas latitudes. El origen de

nuestro poncho fue motivo de arduas controversias, a esta prenda durante medio siglo

se le atribuyo ser netamente europea”. (p.59).

La misma autora explica que el poncho es una prenda que puede considerarse de uso

universal, pues fue conocida por antiguas culturas de todos los continentes, Europa,

África, Australia y América del sur.

Como se señala antes, la herencia española recibió a poco de iniciada la conquista, la

influencia de las altas culturas tejedoras de México, centro América y el andino del

continente sur, y con los gustos propios y de estas síntesis culturales y fabricado con

telares indígenas y mestizos, tuvo amplia difusión como prenda de uso en campaña y

aun en la ciudad. (Cascudo, 1954).

Corcuera (1999), expone que, en Argentina, los ponchos vinieron de las provincias del

Noroeste argentino y en su mayoría cordobeses y santiagueños, y son frutos de

trabajos exhaustivos producidos con las manos de mujeres tejedoras, quienes además

aportan su estética, diseñando de algún modo esta prenda, dándole su elección de

paleta de colores, e innovando en terminaciones como flecos, borlas, e incluso

bordados.

Aunque el poncho es de uso difundido, se cree que en toda la extensión de la

provincia de Buenos Aires no existe una sola fábrica criolla de este artículo. En Salta,

que es famosa por la fabricación de ponchos, se les hace de algodón, y de altos

precios. Pero los hechos por los modestos indios de las pampas son de lana, tan

fuertes y tupidos que resisten las lluvias copiosas y son también de originales dibujos,

su color es por regla general sobrio y duradero aunque los indios poseen tintes

brillantes que aplican para otros artículos. (Van Hauvart, 2015).


2.4 La indumentaria de la ´china´

Se la conoce como ´china´ a la mujer que acompaña al gaucho argentino en su día a

día como esposa, las prendas de uso de este personaje no son menos atractivas que

las que lleva el hombre heroico de la historia nacional.

Hacia fines del siglo XVIII, las prendas mas utilizadas por las mujeres rural abundaban

en tipologías de camisas anchas o ceñidas al cuerpo, y dependiendo del status social

algunas estaban labradas con seda Tancay o seda negra, otras en cambio, estaban

confeccionadas en roan y labradas con hilo de algodón azul para las más modestas,

otras tantas en lienzo de algodón, y con mangas de cambray. (Assuncao, 1968).

Assuncao (1975), explica que, en las partes superiores llevaban generalmente,

polleras de diversos textiles y colores vivos, como verde o colorado, con bordados y

galones en el frente de la prenda, las enaguas en casi su totalidad eran realizadas en

lienzo, al igual que los corpiños que ya en ese entonces, tenían detalles de bordado.

Las medias eran de algodón o de seda, nuevamente distinguiendo clases, como

también es el caso de los zapatos que se realizaban en textiles o en cueros finos.

Cabe destacar su estilismo, ya que no llevaban maquillaje, su peinado característico

eran dos trenzas a los lados de la cara, siempre con raya al medio y anudadas con un

moño decorativo.

A su vez, el mismo autor, Assuncao (1976), se refiere a algo llamativo en la época y

característico de esta mujer particular, es que a la hora de ir a la iglesia, a misa o

incluso a su propio casamiento, el vestido que llevaban era de color negro, al que se le

añadía una mantilla color blanca. Generalmente eran polleras y gran rebozo, ambos

de bayeta o de algún textil más liviano incluso. Igualmente las medias y zapatos,

también los llevaban en color negro.

Todo esto expresa, que la mujer del gaucho nacional, cuenta con menos cantidad de

tipologías característica, y esto se debe a las escasas actividades que realizaba,

donde su momento de lucir las prendas, era los días de salida a la iglesia. Por otro
lado, esta característica de mujer sedentaria admite menos funcionalidades para las

tipologías empleadas, ya que no requieren de demasiado abrigo o movimiento.

Вам также может понравиться