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MAESTRÍA EN

ESTUDIOS
CULTURALES

Teoría poscolonial y Estudios subalternos


Profesor: Tilsa Ponce Alumno: Óscar Gallegos Santiago (20164232 N)
Reseña crítica: Fanon, Frantz. Piel negra, máscaras blancas. Buenos Aires:
Editorial Abraxas, 1973.

En esta reseña crítica, nos vamos a enfocar en la obra de Frantz Fanon, Piel negra,
máscaras blancas, pero vamos a tratar de hacerla dialogar con otras obras, como
las de Homi Bhabha (El lugar de la cultura) y de Aimé Césaire (Discurso sobre el
colonialismo). Hay que tener presente la importante influencia que tuvo Césaire en
los dos anteriores autores, ya que fue el primero en publicar dos obras
imprescindibles sobre el discurso colonial, aparte de la mencionada: Esclavage et
colonisation (1948) y Discours sur la négritude (1950). Por su parte, Fanon es un
importante referente para Bhabha, ya que continuamente lo cita y sigue sus ideas.
Por el contrario, crítica y se aparta de otro referente como Edward Said y señala
algunos límites de los conceptos de poder/saber de Michel Foucault, entre otros
autores. Entonces, a grandes rasgos, observamos cómo hay un movimiento y
desarrollo de ideas que va de Césaire, pasando por Fanon, hasta llegar a Bhabha.
Pero, ¿cuáles serían específicamente algunos de estos vínculos y conexiones?
En primer lugar, hay que señalar que estos tres autores son muy conscientes y
críticos, al menos en las obras mencionadas, del escepticismo contemporáneo y las
nuevas modas teóricas que se desarrollan en sus respectivos tiempos. Césaire, en
su Discurso sobre el colonialismo, no solo es muy crítico con el progreso del
etnocentrismo europeo, sino específicamente con la ideología moderna del
comunismo que supuestamente crítica el progreso europeo. Por ello, renunció al
partido comunista, porque vio cierto sesgo dogmático y colonialista de su partido,
pero también, en general, del comunismo, al considerar de forma inconsciente la
superioridad de Occidente por sobre las culturas subalternas. Por su parte, Fanon
también desconfía de las corrientes del conocimiento de su época: "En un periodo
en el que la duda escéptica se ha instalado en el mundo, y en que, al decir de una
pandilla de marranos, ya no es posible discernir el sentido del sinsentido, arduo es
bajar a un nivel en el que todavía no se han empleado las categorías del sentido y el
sinsentido" (9).
Por ello, es significativo que Homi Bhabha, en la introducción de El lugar de la
cultura, llame la atención de esa tendencia de ubicar a la cultura en el "más allá" o
de vivir en "las fronteras del presente" (17). Todo esto se traduce en el repetitivo uso
del prefijo "pos" (posmodernismo, poscolonial, posfeminismo). Bhabha cuestiona el
"más allá" de los "pos" cuando advierte que solo implican ideas populares de
secuencialidad (después) o antinomia (21). La posmodernidad es provinciana si solo
se limita a la celebración de la fragmentación de las grandes narrativas: «La
significación más amplia de la condición posmoderna está en la conciencia de que
los "límites" epistemológicos de esas ideas etnocéntricas son también los límites
enunciativos de un espectro de otras historias y otras voces disonantes, incluso
disidentes: mujeres, colonizados, minorías, portadores de sexualidades vigiladas»
(21).
Otro punto esencial en que los tres autores coinciden es en la convicción de que
el proceso de colonización no solo transforma y degrada al colonizado, sino también
al colonizador. En este punto, Césaire es uno de los primeros que siembra esta idea
capital en los estudios subalternos y en la teoría poscolonial. En su obra citada, el
poeta de martinica señala que "hay que estudiar en primer lugar cómo la
colonización trabaja para descivilizar al colonizador". En última instancia, afirma que
la colonización degrada o rebaja al colonizador hasta embrutecerlo. Esto es el
progreso lento pero sostenido del continente europeo hacia el "ensalvajamiento"
(10). Fanon, como buen lector de Césaire, también afirma: "Hablo, por una parte, de
los negros alienados (mixtificados) y, por otro, de los blancos no menos alienados
(mixtificadores y mixtificados)" (24). Pero va más allá, recordando el Orfeo negro de
Sartre, Fanon enfatiza que él no ve el problema solo de un lado de las cosas y
menos con odio o resentimiento: "No sé, pero digo que quien busque en mis ojos
otra cosa que una interrogación perpetua perderá la vista; ni reconocimiento ni odio.
Si yo lanzo un gran grito, no será en absoluto negro. No, en la perspectiva adoptada
aquí, no hay problema negro. Y si lo hay, los blancos se han interesado por él por
pura casualidad" (24).
Por su parte, Bhabha observa la falta o el agujero en la identidad del colonizador.
La metrópoli debe enfrentar su historia poscolonial, dejar hablar a los migrantes,
indígenas, o refugiados de la posguerra, como narrativa interna inherente a su
identidad nacional. Para Bhabha, el motivo para ello se explica por el tartamudeante
discurso ebrio del señor "Whisky" Sisodia en Los versos satánicos de Salman
Rushdie: "El problema con el in-inglés es que su his-his-hisroria sucedió al otro lado
de los mares, por eso no-na-no saben qué significa" (23). No sabe qué significa ese
Otro, pero a partir de ese no saber de lo Real, en términos lacanianos, se constituye
lo que Bhabha llama la "fantasía colonial" que produce un "conocimiento", una
colonialidad del poder-saber que al mismo tiempo constituye y fija al otro.
Como observamos, los tres autores tienen una visión crítica sobre su época y
cuestionan algunas premisas de las teorías posmodernistas, aunque se sirven por
supuesto de ellas como veremos. Asimismo, son capaces de ver cómo el proceso
colonial no solo degrada a los dos polos (colonizador y colonizado), sino también
que es un aparato o dispositivo mediante el cual se configura al otro. Pero ¿cómo
funciona ese dispositivo? ¿Cómo se construye el discurso colonial? En este punto,
hay distintas miradas, diferentes aproximaciones, pero si hay algo en que coinciden
los tres es en esto mismo que hemos señalado: el poder colonial se fundamenta en
un discurso. Es decir, el motor o causa de la colonización no solo es económica,
—cuya premisa esta próxima a una ortodoxia marxista que observa las relaciones
materiales como justificación de la expansión mundial del capitalismo—, sino
también ideológica. Pero estos autores no se detienen en la ideología burguesa, van
más allá y apuntan a la misma ideología del humanismo occidental, a su base
epistemológica. Para Césaire, por ejemplo: "Y éste es el gran reproche que yo le
hago al pseudohumanismo: haber socavado demasiado tiempo los derechos del
hombre; haber tenido de ellos, y tener todavía, una concepción estrecha y
parcelaria, incompleta y parcial; y, a fin de cuentas, sórdidamente racista" (16).
Por ello, Fanon desde el inicio de su libro menciona que él va "hacia un nuevo
humanismo". Pero antes de detenernos en este autor, apuntemos brevemente
algunas ideas de cómo se constituye el discurso colonial para Homi Bhabha,
particularmente en su ensayo "La otra pregunta. El estereotipo, la discriminación y el
discurso del colonialismo":
Para comprender la productividad del poder colonial es crucial construir su régimen de
verdad, no someter sus representaciones a un juicio normalizador. Sólo entonces se
vuelve posible comprender la ambivalencia productiva del objeto del discurso colonial:
esa "otredad" que es a la vez un objeto de deseo y de irrisión, una articulación de la
diferencia contenida dentro de la fantasía de origen y de identidad. Lo que revela esa
lectura son los límites del discurso colonial y permite una transgresión de estos límites
desde el espacio de esa otredad." (92).
Para Bhabha, ese régimen de verdad implica observar que tanto el sujeto colonial
como el ejercicio del poder colonial se llevan a cabo en la misma práctica discursiva,
la cual exige una articulación de formas de diferencia, racial, sexual. En tal sentido,
el teórico observa la necesidad de analizar cómo algunas formas de otredad han
sido marginalizadas incluso en textos teóricos dedicados a la articulación de la
diferencia. Por ejemplo, señala a Edward Said, a quien reconoce no obstante como
un pionero importante en los estudios poscoloniales. Sin embargo, observa que Said
no usa productivamente los conceptos de poder/conocimiento de Foucault. En el
sentido de que Said tiende a crear un binarismo como un sistema congruente que
esconde una postura política para que Occidente avance segura y no
metafóricamente (97). Otra crítica hacia Said es su escasa atención al concepto de
representación como articulación entre la historia y la fantasía (97). Entonces,
Bhabha sostiene la importancia de alejarse de una epistemología dicotómica de la
apariencia/esencia, pureza/mezcla, verdad/falsedad. Su postura es observar la
complejidad de esa ambivalencia productiva del discurso, ese mirar en el espacio
"entremedio", lo "nuevo conocido", los intersticios que dejan los espacios teóricos y
políticos. En tanto, la identidad del sujeto colonial, y sus imágenes fijas y
estereotípicas, como producto de una fantasía colonial, se constituye en esa
ambivalencia del intersticio, entre el deseo y el rechazo, entre la angustia y la
defensa, entre el dominio y el placer: "La fantasía colonial, que no es el objeto
mismo del deseo sino su puesta en escena, no es la atribución de identidades
previas sino su producción en la sintaxis del escenario del discurso racista,
desempeña un papel crucial en esas escenas cotidianas de la subjetivación en una
sociedad colonial a la que Fanon se refiere repetidamente" (107).
Fanon también habla de esa economía mixta que articula el deseo y el miedo, la
demanda y el rechazo del otro en el proceso del discurso colonial. Es un discurso
que ya se ha instalado internamente en el sujeto colonizado. Por ello, Fanon habla
de liberar al hombre de color de sí mismo. Para ello, Fanon se enfoca en el lenguaje
no solo manifiesto sino latente, es decir, Fanon pretende psicoanalizar tanto al
blanco y al negro, sus relaciones de poder y de dependencia, y las consecuencias
morales de ese dominio. El lenguaje es fundamental porque provee los elementos
de comprensión de la dimensión para-otro del hombre de color. El lenguaje no es
solo sintaxis o morfología, también es "asumir una cultura, soporta el peso de una
civilización" (14). En tal sentido, "El colonizado escapará tanto más y mejor de su
selva cuanto más y mejor haga suyos lo valores de la metrópoli" (15). Uno de esos
elementos fundamentales es el lenguaje. Por eso, recuerda Fanon que en las
escuelas y en las familias, el joven martiniqués aprende a despreciar el patois. La
burguesía no habla en criollo. Incluso, llega a preguntarse de las posibles
transformaciones bioquímicas de los negros cuando llegan a Francia. El
desembarcado adopta otra actitud, se siente superior por el simple hecho de haber
visitado unos meses Francia, imitan el estilo, el vestido; los demás también lo
admiran.
Asimismo, Fanon habla de las representaciones que se establecen sobre el negro
en las películas norteamericanas y francesas en donde al negro se le habla "en
negrito". Hablar "negrito" supone adherirlo a la imagen que de él se tiene,
encerrarlo, capturarlo e intoxicarlo en el mundo de blanco a través de un
paternalismo. Toda ello responde a una estructura económica-psicológica, pero hay
que ir más lejos, dice Fanon. El negro que habla de Marx o de Montesquiu es
ingrato, sospechoso. Hay que vigilarlo: "Entendámonos: vigilarlo en la medida en
que con él comienza alguna cosa" (29). Por ello, es necesario examinar las sutilezas
del lenguaje, el deseo de subordinación y dominación que esconde. Por ejemplo,
cuando Bretón dijo de Césaire Aimé: "Es un negro que maneja la lengua francesa
como ningún blanco contemporáneo". Fanon dice: "Aunque Breton al decir esto,
expresase pura y simplemente la verdad, no veo dónde está tan asombrosa
paradoja, no veo dónde está lo que pueda subrayarse […]" (33).
En tanto el problema del negro no se reduce a la piel, Fanon analiza el uso lenguaje
no solo en el habla cotidiana, social o política, sino en la literatura. Fanon apela al
carácter revelador de los relatos, porque expresan un conflicto explícito o latente
pero real. En tal sentido, Fanon analiza obras como Je suis Martiniquaise de
Mayotte Capécia, Nini de Abdoulaye Sadji, Un Homme pareil aux autres de René
Maran. En todas ellas, observa problemas psicológicos de los personajes, su
alienación constitutiva frente al blanco. Sin embargo, Fanon sostiene que estos
problemas de la psique no son únicos o específicos de los hombres y mujeres de
color, sino que se pueden producir en cualquier relación colonial injusta de
dominación: "El objeto de nuestro estudio se perfila: permitir al hombre de color,
comprender, con ayuda de ejemplos concretos, los factores, los ingredientes
psicológicos, que pueden alienar a sus congéneres […] nuestra finalidad consiste en
hacer posible un sano encuentro entre el negro y el blanco" (65).
Bibliografía

Césaire, Aimé
2006 Discurso sobre el colonialismo. Madrid: Ediciones Akal.
Bhabha, Homi
2002 El lugar de la cultura. Buenos Aires: Manantial.
Fanon, Frantz
1973 Piel negra, máscaras blancas. Buenos Aires: Editorial Abraxas.
Said, Edward.
1990 Orientalismo. Madrid: Libertarias.

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