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MANUELA BELTRÁN

Nacimiento: 13 de marzo de 1724 Socorro, Santander, Colombia

Fallecimiento: 16 de marzo de 1781 (57años) Socorro, Santander

Nacionalidad: Neogranadina

Ocupación: Botánica

Manuela Beltrán Virreinato de Nueva Granada que desencadenó la Rebelión de los comuneros de 1781. Si bien dicho
evento constituyó la chispa adecuada que también desató la llamada revolución comunera, o sea de los comuneros,
nunca más se volvió a saber de ella. Se cree que murió siendo fusilada por las tropas realistas. Fue resucitada por la
historiografía del siglo XX como símbolo del nacionalismo pre-revolucionario y considerada la primera heroína de la
lucha emancipadora y la independencia.

Esta heroína también fue llamada como,"Heraldo Femenino de la Libertad".

Vida y obra

Sobre la vida de Manuela Beltrán se sabe poco ya que sólo hay indicios de que nació el 13 de marzo de 1724 en  El
Socorro (Santander, Colombia), en el siglo XVIII, pertenecía a una modesta familia, descendiente de españoles que
manufacturaban tabacos. Era "una mujer del pueblo", pero con la diferencia de que sabía leer lo suficiente para conocer
el texto del edicto sobre los nuevos tributos notificados por el Visitador-Regente Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres,
quien reemplazaba y representa al virrey y sube los impuestos.

En la Nueva Granada, donde no se alcanzó a implantar el sistema de Intendencias, se optó por el de Visitador-Regente;
le correspondió a Juan Gutiérrez de Piñeres ser el primero para La Nueva Granada. Este fue nombrado por la audiencia
Visitador General, y llegó a Santa Fe de Bogotá en enero de 1778 ,portando plenos poderes de Carlos III para la
reorganización de la Real Hacienda. El entonces virrey, Manuel Antonio Flórez, que se había trasladado a Cartagena para
atender la guerra recién declarada contra Inglaterra, delegó todos los poderes en la Audiencia y en especial en su
Regente. Entre las medidas fiscales introducidas por la Audiencia estaba el cobro de una larga serie de impuestos que
por diferentes motivos no se pagaban, entre ellos el de Armada de Barlovento, cuyo cobro se decidió efectuar separado
de la Alcabala. El impuesto de Barlovento, como la Alcabala, era un gravamen que recaía sobre las ventas y que por lo
tanto afectaba los consumos de todas las clases sociales. La zona donde se empezaron a manifestar con mayor virulencia
las protestas populares fue El Socorro, una de las más prósperas del virreinato, pero a la vez una de las que habían sido
afectadas por la prohibición de la siembra de tabaco y por los problemas derivados de la tenencia de la tierra.

Manuela Beltrán pasó a la historia de la Nueva Granada el 16 de marzo de 1781, cuando, con 57 años, recoge la
indignación del pueblo sobre este hecho, y al grito de "Viva el Rey y abajo el mal gobierno", llegó al frente de las masas a
la puerta de la alcaldía, arrancó y simuló limpiarse el traste con el papel, arrojó al viento el edicto del Ayuntamiento de El
Socorro. En el cual se fijaba y se anunciaba el alza de los impuestos de Armada y Barlovento. En ese momento lidera un
motín contra los impuestos mercantiles establecidos por el visitador-regente Gutiérrez de Piñeres, más de dos mil
manifestantes que habían acudido a la plaza del mercado se agolparon frente a la residencia del alcalde. que desembocó
en la revolución de los comuneros. Ese gesto fue la chispa que encendió la rebelión que mantendría en jaque al gobierno
virreinal.

La insurrección se extendió como la pólvora por todo el nororiente del Virreinato, pasando luego al centro y occidente
del mismo. El pueblo, que gritaba "¡Viva el rey y muera el mal gobierno!", eligió como general a Juan Francisco de Berbe,
que junto a Salvador Plata, Antonio Monsalve y Francisco Rosillo constituyó una Junta revolucionaria llamada del
Común, de donde se derivó el apelativo de rebelión o insurrección comunera. El precursor  Francisco de Miranda, que
desde Europa siguió muy de cerca este levantamiento popular, menciona a Manuela Beltrán como la viejecilla que inició
tan sonada rebelión1. Esta actitud de rebeldía se extendió por territorio neogranadino desde Mérida, Venezuela
hasta Pasto, Colombia, creándose una conciencia en el pueblo contra el gobierno colonial de la época. Muchos coinciden
en señalar al movimiento comunero como un antecedente de la lucha por la independencia.

JUANA BÉJAR

Nacimiento: 10 de abril de 1782 Tame Casanare.

Fecha de fallecimiento: 28 de julio de 1819

Nacionalidad: Virreinato de la Nueva Granada actual República de Colombia

Juana Béjar, heroína guerrera de la independencia, nacida en el pueblo de Tame, provicia de Casanare. Fue la primera
mujer Sargento Mayor de la Caballería del ejército libertador, comandado por Simón Bolivar, tras su arribo a Tame el 12
de junio de 1819. Juana Béjar fue pionera en el posicionamiento de la mujer en las fuerzas militares.

Biografía

Nació en una población entregada a la resistencia contra los españoles. Hizo parte de las tropas guerrilleras lideradas
por el cura Fray Ignacio Mariño, en las que se destacaba como excelente jinete y su hábil manejo de la lanza.

El 12 de junio de 1819 Simón Bolívar llegó a Tame con sus tropas. El libertador venía de Venezuela para reunirse con el
ejército de Francisco de Paula Santander.Desde ese día Juan Bejar se incorporó a las filas del Ejército Libertador.

Fue la primera mujer que llegó a convertirse en Sargento primero de la caballería de la Campaña Libertadora.

Cronología

1819: Ingresa al Ejército libertador.

MARÍA CLEMENCIA CAICEDO Y VÉLEZ

María Gertrudis Clemencia nació en Santa Fe de Bogotá el 24 de noviembre de 1710. Hija de don José de Caycedo y
Pastrana, de familia de hidalgos, y de doña María Ana Vélez Ladrón de Guevara. Se casó muy joven, a la edad de 18
años, con Francisco Javier de Echeverri y Cobo, quien hizo una enorme fortuna en la explotación de minas y ganados en
las regiones de Cali, Buga, y Chocó; fortuna que a su muerte legó íntegramente a Clemencia como su única y universal
heredera. Durante las prolongadas ausencias de su esposo en el lejano Chocó, situación muy común entonces a las
mujeres de su estirpe, Clemencia sufrió gran soledad de la que, según ella, sólo la consolaban sus libros. Muerto
Echeverri, se casó por segunda vez en 1752, con don Joaquín de Aróstegui y Escoto, aragonés, oidor de la Real Audiencia
de Santa Fe desde 1740. Con su apoyo, consiguió la aprobación a su proyecto de fundar un plantel para la educación de
la mujer, hasta entonces limitada a la escasa instrucción que en el hogar proporcionaba la madre, o a la que se ofrecía a
las niñas nobles en los conventos. La incuestionable utilidad pública de la obra mereció el decidido apoyo del virrey, que
a la sazón era don Pedro Messía de la Cerda. Éste envió al rey una representación en 1766. En 1769, la propia Clemencia
emitía un memorial al rey solicitando autorización para fundarlo. Finalmente, la Cédula de Fundación fue firmada por
Carlos III en el año de 1770. Pero tendrían que pasar 13 largos años más de discusiones y consideraciones hasta que,
finalmente, en abril de 1783, se abrió el convento colegio con aulas para "25 niñas de sociedad" y escuela anexa para
"250 niñas del pueblo" . La cerrada oposición que se hizo a la iniciativa de Clemencia provenía sobre todo de un sector
de la sociedad fuertemente conservador, que todavía consideraba a la mujer con "la debilidad propia de su sexo",
inferior en todo aspecto al varón, y que, por la misma razón, proponía que en cambio se fundara 'Casa de Recogidas',
lugar de encierro y silencio, muy semejante a un convento, en el que las internas pasaban sus días entre la oración y el
trabajo, y en el que se alojaba por igual a huérfanas y viudas, y no pocas veces a algunas mujeres de vida airada. No
estaba en la mentalidad de esa sociedad el comprender el alcance de un proyecto netamente ilustrado, como era el de
educar a la mujer. De Clemencia no se puede decir que fuese una mujer ilustrada a la manera como lo fueron los
intelectuales ilustrados, sus contemporáneos, pero su proyecto sí es el producto de una mentalidad ilustrada que
pensaba, como lo esbozara ya el padre Benito Jerónimo Feijoo en su Teatro Crítico, que la mujer, al igual que el varón,
merece ser educada. En su biblioteca la tuvo y no fue escasa. Si bien, como era de esperarse, no aparecen las grandes
obras de la nueva Filosofía Natural tan comunes a las bibliotecas de los varones ilustrados, sí se encuentran en cambio
Las confesiones de San Agustín, Los ejercicios del de Loyola, las obras de Santa Teresa, de fray Luis de Granada, de la
madre Agreda y del padre Nieremberg, entre otros. Es este un hecho excepcional y significativo, pues cuando alguna
mujer de la época ocasionalmente relacionaba en su testamento algún libro, este era casi siempre un devocionario,
nunca las obras de los padres o de los grandes místicos. El Convento Colegio que fundó Clemencia, primer colegio de
mujeres del país, se llamó de La Enseñanza y se puso bajo la advocación de la Virgen del Pilar. Ni ella ni el virrey
pudieron ver realizada la obra. Messía de la Cerda dejaba el cargo en 1773 y Clemencia falleció en 1779.

MARÍA ÁGUEDA DEL SAGRADO CORAZÓN GALLARDO GUERRERO DE VILLAMIZAR

 (Pamplona, 7 de febrero de 1751 - ibídem, 1840) Fue una patriota y aristócrata criolla colombiana. Es considerada como


la única mujer prócer de la Independencia de Colombia.

Nacida en Pamplona, Norte de Santander, el 7 de febrero de 1751, proveniente de una acaudalada familia colonial de
origen español. Fue bautizada en la Iglesia Mayor de la ciudad bajo el nombre de  María Águeda del Sagrado Corazón
Gallardo Guerrero. Sus padres fueron Don José Gallardo de la Reina y Doña Rosa Guerrero Vela.

En 1767, contrajo matrimonio a la edad de 16 años con Juan Antonio de Villamizar y Peña, con el cual tuvo diez hijos,
tres de ellos militares del ejército patriótico, al cual contribuyó económicamente con su fortuna familiar, y entre quienes
se encuentra José María Villamizar Gallardo, quien llegó a ser Presidente del Estado Soberano de Santander.

Falleció en su residencia de la ciudad de Pamplona en el año 1840, casona que hoy se conserva como parte del
patrimonio histórico y cultural, siendo adquirida por Inmuebles Nacionales bajo el mandato del presidente  Virgilio
Barco y fue rebautizada como «Casa Águeda Gallardo»,2 al mismo tiempo, en el centro de la ciudad se encuentra el
«Parque Águeda Gallardo» en su honor.

Grito de independencia.

El 4 de julio de 1810, cinco días después de la celebración de la Cofradía de San Pedro que había sido prohibida por
el corregidor, Doña Águeda a la edad de 60 años, en un acto simbólico en contra de la corona española, le arrebata
el bastón de mando al Gobernador del Nuevo Reino de Granada, el catalán Juan Bastús y Falla, quien luego lo quiebra
con sus manos en señal de claro descontento y rebeldía, bajo la mirada y aprobación generalizada de los pamploneses.
Tras este hecho se suscitan una serie de acontecimientos que culminaron con el denominado  Grito del 20 de julio.
Fue Simón Bolívar quien calificó a Pamplona como «Ciudad Patriota», luego de la heroica gesta realizada por Águeda
Gallardo, sin embargo, debido al riguroso sistema de sociedad de patriarcado imperante en aquella época, no figura en
el Acta de Independencia redactada para la ocasión, por el solo hecho de ser mujer.

MERCEDES ÁBREGO DE REYES 

(Cúcuta o San Cayetano, 1771 o 1775 - Cúcuta, 1813) fue una mártir de la Independencia de Colombia. Fue ejecutada sin
ser juzgada por los españoles, por haber tejido el uniforme de brigadier a Simón Bolívar.

El escritor colombiano José Monsalve ―autor de Mujeres de la independencia― afirma que su familia era de Socorro. Se
casó con Marcelo Reyes, que poseía la hacienda de Urimaco, donde cultivaron cacao que enviaban a Maracaibo.
Tuvieron tres hijos ―José Miguel, Pedro María y José María― todos educados en el Colegio Bogotá. Enviudó antes de la
independencia.

Su familia afirma que ella pagó con su vida por presentar a Bolívar con un buen uniforme. Ella fue sin protestar, dio la
bendición a sus perturbados hijos, que habían sido enviados por Francisco de Paula Santander a buscar los movimientos
de Matutue y Cañas. La ejecución tuvo lugar en frente de sus dos hijos que se perturbaron al verla llorar cuando moría.
Sus hijos fueron encarcelados para que pudieran llorarla una vez fuese ejecutada.

En el Departamento de Norte de Santander hay un municipio que lleva como nombre su primer apellido Ábrego.

MANUELA SÁENZ AIZPURU 

Quito, Real Audiencia de Quito, 27 de diciembre de 1795-Paita, Perú, 23 de noviembre de 1856 fue una


patriota quiteña, reconocida por la historiografía independentista hispanoamericana contemporánea como heroína de
la independencia de América del Sur. Es conocida también como Manuelita Sáenz y como Libertadora del Libertador,
sobrenombre que le otorgó Simón Bolívar al salvarle la vida durante la conspiración Septembrina en Bogotá.1

Criticada, denigrada, ignorada y desterrada por sus contemporáneos, aun décadas después de su muerte, solo a
mediados del siglo xx Manuela Sáenz empezó a ser reconocida como una gran heroína y prócer en la gesta de la
independencia o como precursora del feminismo en América Latina.23

Niñez y adolescencia

Hija del hidalgo español Simón Sáenz de Vergara y la criolla Josefá Quinaquina de Aizpuru, nació en Quito el 27 de
diciembre de 1797, aunque algunas fuentes citan otra fecha, casi un año después de la muerte de su madre.

Su madre, que había sido enviada a la hacienda Cataguango, propiedad de los Aizpuru, a dar a luz, murió de fiebre
puerperal, según demuestra el historiador Carlos Álvarez Saá, a partir de la partida de defunción, pocos días después del
nacimiento de Manuela, por lo cual la niña fue entregada al Convento de las Monjas Conceptas (Real Monasterio de la
Limpia e Inmaculada Concepción), en el que pasó sus primeros años bajo la tutela de su superiora, Sor Buenaventura.
Se sabe que, por sus talentos y dones especiales, su padre la llevó de visita a la casa que compartía con su esposa, Juana
del Campo y Larraondo, ilustre dama nacida en Popayán, quien siempre trató a la niña con cariño y le enseñó buenas
costumbres, fomentó su interés por la lectura y le prodigó afectuosos cuidados de madre. En esa casa nació un profundo
lazo de amor con su hermano de padre, José María Sáenz. A las negras Natán y Jonatás las conoció en los primeros años
de su vida, cuando salía del internado para pasar unos días en Cataguango, por lo que les unió una amistad que se inició
en la niñez y fueron sus inseparables amigas y compañeras.

Luego de haber completado su formación con las monjas conceptas, pasó al monasterio de Santa Catalina de Siena
(Quito), de la Orden de Santo Domingo, para concluir así con la educación que en ese tiempo se impartía a las señoritas
de las más importantes familias de la ciudad. En ese lugar, aprendió a bordar, a elaborar dulces, a comunicarse en inglés
y francés, habilidades y labores que la mantendrían en sus años de exilio en Paita (Perú).

En 1817 se une en un matrimonio arreglado por su padre con el acaudalado médico inglés James Thorne.4

Por sus actividades proindependentistas, José de San Martín, luego de haber tomado Lima con su Ejército de Los Andes y
proclamado su independencia el 28 de julio de 1821, le concedió el título de Caballeresa de la Orden El Sol del Perú.

En 1821, a raíz de la muerte de su tía materna, Manuela decidió regresar al Ecuador, para reclamar su parte de la
herencia de su abuelo materno, y viajó con su medio hermano, entonces oficial del batallón Numancia, ya integrado al
ejército libertador con el nombre de Voltígeros de la Guardia y bajo las órdenes del general Antonio José de Sucre, que
había recibido la orden de trasladarse a Quito. Allí conoció a Simón Bolívar.

Cuando se acercaba al paso de nuestro balcón, tomé la corona de rosas y ramitas de laureles y la arrojé para que cayera
al frente del caballo de S. E.; pero con tal suerte que fue a parar con toda la fuerza de la caída, a la casaca, justo en el
pecho de S. E. Me ruboricé de la vergüenza, pues el Libertador alzó su mirada y me descubrió aún con los brazos
estirados en tal acto; pero S. E. se sonrió y me hizo un saludo con el sombrero pavonado que traía a la mano.

En un encuentro posterior, en el baile de bienvenida al Libertador, él le manifiesta: «Señora: si mis soldados tuvieran su
puntería, ya habríamos ganado la guerra a España». Manuela y Bolívar se convirtieron en amantes y compañeros de
lucha durante ocho años, hasta la muerte de él, en 1830.

Los años turbulentos

En 1823 Manuela acompañó a Bolívar al Perú y estuvo a su lado durante buena parte de las campañas, participando en
ellas activamente, hasta culminar la gesta libertadora cuando se radicaron en la ciudad de Bogotá.

Thorne en varias ocasiones pidió a Manuela que volviera a su lado. La respuesta de ella fue contundente: seguiría con
Bolívar y daba por finalizado su matrimonio. En alguna ocasión, consultada sobre el rompimiento con su marido,
Manuelita expresó que no podía amar a un hombre que reía sin reír, que respiraba pero no vivía y que le generaba las
más agrias repulsiones. Este comportamiento "indecente" para una mujer de la época, marcó un antecedente en donde
las mujeres eran reprimidas por una sociedad que las anulaba completamente. Durante toda su vida Manuela siguió sus
propias convicciones, las que tenía, soñaba y anhelaba desde niña, independencia, libertad, justicia. Admiraba
grandemente a Simón Bolívar y compartían el mismo ideal. Esa admiración y amor hacia el Libertador, es para algunos,
una de las características más interesantes de este personaje histórico. Sin embargo ella era poseedora de muchas
virtudes y fuerza de carácter que la hacían única y especial.

La libertadora del Libertador

Durante su estancia en Santa Fe de Bogotá, el 25 de septiembre de 1828,el Libertador Simón Bolívar fue objeto de un


intento de asesinato, frustrado gracias a la valiente intervención de Manuelita. Los enemigos de Bolívar se habían
conjurado para darle muerte aquella noche de septiembre. Al entrar al palacio de San Carlos (hoy en día sede de la
Cancillería de Colombia), frente al teatro Colón, Manuela se da cuenta del atentado, y se interpone a los rebeldes, con el
fin de que Bolívar tuviera tiempo de escapar por la ventana. En conmemoración de estos hechos en esta casa se colocó
una placa con las siguientes palabras:

"SISTE PARUMPER SPECTATOR GRADUM / SI VACAS MIRATORUS VIAM SALUTIS

QUA SESE LIBERAVIT / PATER SALVATORQUE PATRIAE / SIMON BOLIVAR / IN NEFANDA NOCTE SEPTEMBRINA

AN MDCCCXXVIII"5

"DETENTE, ESPECTADOR, UN MOMENTO / Y MIRA EL LUGAR POR DONDE SE SALVÓ / EL PADRE Y

LIBERTADOR DE LA PATRIA / SIMÓN BOLÍVAR / EN LA NEFANDA NOCHE SEPTEMBRINA

1828"

Por estas acciones, Bolívar mismo la llamó la Libertadora del Libertador.

Tras las investigaciones posteriores, los responsables del atentado fueron capturados. Francisco de Paula Santander fue
acusado de traición, siendo hallado culpable del atentado. Fue degradado, expulsado deshonrosamente y condenado a
morir fusilado por la espalda; pero se le perdonó la vida y fue desterrado.6

Exilio y muerte

Después de que fuera aceptada su dimisión a la presidencia, Bolívar abandonó la capital colombiana el 8 de mayo de
1830 y falleció en diciembre en la ciudad de Santa Marta producto de un trastorno hidroelectrolítico7 (aunque durante
mucho tiempo se ha supuesto que murió de tuberculosis), sumiendo a Manuela en la desesperación. En 1834, el
gobierno de Francisco de Paula Santander la desterró de Colombia y ella partió hacia el exilio en la isla de Jamaica.
Regresó a Ecuador en 1835, pero no alcanzó a llegar a Quito: cuando se encontraba en Guaranda, su pasaporte fue
revocado por el presidente Vicente Rocafuerte, por lo que decidió instalarse en el puerto de Paita, al norte del Perú.2
Allí fue visitada por varios ilustres personajes, como el patriota italiano Giuseppe Garibaldi, el escritor peruano Ricardo
Palma (que se basó en sus relatos para redactar parte de sus Tradiciones peruanas) y el venezolano Simón Rodríguez.
Durante los siguientes 25 años se dedicó a la venta de tabaco, además de traducir y escribir cartas a los Estados
Unidos de parte de los balleneros que pasaban por la zona, y de hacer bordados y dulces por encargo.

En 1847, su exesposo legal murió asesinado, siendo incapaz de cobrar ni siquiera los 8000 pesos de la dote entregada
por su padre al momento de su matrimonio.

Manuela falleció el 23 de noviembre de 1856, cerca de cumplir los 59 años de edad, durante
una epidemia de difteria que azotó la región.8 Su cuerpo fue sepultado en una fosa común del cementerio local y todas
sus posesiones, para evitar el contagio, fueron incineradas, incluidas una parte importante de las cartas de amor de
Bolívar y documentos de la Gran Colombia que aún mantenía bajo su custodia. Manuela entregó al historiador O’Leary
gran parte de documentos para elaborar la voluminosa biografía sobre el Libertador, de quien Manuela dijo: «Vivo adoré
a Bolívar, muerto lo venero».

Valoración histórica

Manuela Sáenz es sin duda uno de los personajes más interesantes de las guerras de independencia de América del Sur.
Según sus detractores, su relación con Simón Bolívar opaca sus propios méritos personales, como una de las grandes
defensoras de la independencia de los países sudamericanos y como una de las más destacadas y avanzadas defensoras
de los derechos de la mujer.9

En su tiempo fue severamente criticada por algunos de sus contemporáneos debido a su actitud extrovertida y
provocadora para la época, así como por la influencia política que llegó a ejercer, lo que le valió el destierro. Aun muchas
décadas después de su muerte, influyentes intelectuales e historiadores omitieron su vida en sus obras sobre la historia
de la campaña libertadora, así como otros la limitaron a una condición decorativa romántica y aun denigrante, tejiendo
una leyenda sexual alrededor de su figura, la que sigue teniendo peso en la actualidad.

Recién en la mitad del siglo xx, gracias al revisionismo histórico, aparecieron biografías y ensayos en los que se empezó a
reivindicar su papel como líder en la gesta libertadora de lo que hoy son Colombia, Ecuador y Perú.2 En los últimos años
Sáenz ha sido convertida en un icono del feminismo latinoamericano e igual, como sigue teniendo detractores, su vida
también es exaltada por escritores e historiadores como Alfonso Rumazo González, Germán Arciniegas o Alberto
Miramón y Pablo Neruda.1011 Sin embargo, fue en la década de 1980, cuando el historiador Carlos Álvarez Saá, dio a
conocer el hallazgo de los diarios personales de Manuela, así como la correspondencia personal entre ella y Simón
Bolivar, documentos que completan la biografía de la heroína.

MAGDALENA ORTEGA DE NARIÑO

Magdalena Ortega de Nariño o Magdalena Ortega y Mesa (22 de julio de 1762- 16 de junio de 1811) fue una


dama neogranadina nacida en Santafé. Esposa del líder independentista Antonio Nariño y madre de seis hijos. Padeció
momentos de miseria y deshonra a causa de los castigos que las autoridades virreinales infligían a su esposo, a quien, sin
embargo, siempre respaldó.

Hija de José Ignacio Ortega y Gómez de Salazar y Petrona Mesa y Moreno. Magdalena creció en el seno de una familia de
principios y muy religiosa, se piensa que hizo sus estudios en el colegio de "La Enseñanza" el cual empezaría a funcionar
con autorización del Rey el 8 de febrero de 1770, si bien la familia Ortega y Mesa no fue poseedora de grandes
cantidades de dinero, parientes cercanos a Magdalena si gozaban de buena posición económica y social.

Matrimonio con Nariño

Contrajo nupcias con Antonio Nariño en el templo de Nuestra Señora de las Nieves de Santafé, el 27 de marzo de 1785,
cinco días después de que José Ignacio Ortega entregara al esposo una copiosa dote, cuando Magdalena contaba con 23
años y Nariño con 20.2 De la unión nacieron seis hijos: Gregorio, Francisco , Antonio, Vicente, Mercedes e Isabel.3

Tras el matrimonio hizo parte de las tertulias organizadas por Nariño en su casa, atendiendo a los invitados y
asistiéndolos en cuanto necesitasen, sin imaginar siquiera las consecuencias que estas reuniones traerían, no solo para
su vida familiar, sino para toda la Nueva Granada. En las tertulias atendió, entre otros, a  Francisco Antonio Zea, José
Joaquín Camacho y a José María Lozano, hermano de Jorge Tadeo Lozano.

Primera vez en prisión y exilio de Nariño

Posterior a la traducción que Nariño realizara de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, éste es acusado de
subversión y conspiración por el oidor Joaquín de Mosquera y Figueroa y condenado a prisión el 29 de agosto de
1794.Los días de prisión de Nariño, fueron difíciles para Magdalena, como lo serían para cualquier mujer de la época sin
el amparo de su esposo. Aún más penosos fueron los días posteriores al 30 de octubre de 1795 en que Nariño es
condenado al exilio y dirigido a Cádiz como reo de alta traición.
Mientras Nariño fue condenado a prisión y al exilio, su esposa fue condenada a la miseria. Magdalena tuvo que vender
varias de sus posesiones y pedir limosna para poder mantener a sus hijos;2 el día en que su esposo fue trasladado a
Cádiz, la mujer le hizo entrega de cuatrocientos pesos que había reunido de las limosnas que pedía y los cuales fueron
de gran ayuda para la manutención de Nariño tras escapar de prisión en Cádiz. 1 Tras ser condenado Nariño al exilio se le
confiscan sus bienes, aumentando las penurias y la miseria de su familia. Ante tal situación de desamparo Magdalena no
claudicó, siguió procurando el bienestar de sus hijos y la libertad de su esposo; muestra de ello es el memorial que
dirigió a la Corona Española pidiéndole que se le devolviera a Nariño.

La mañana de 13 de junio de 1797 fue una de las más alegres en la vida de Magdalena, pues fue el momento en el que
sorpresivamente volvió a ver a su esposo, quien había viajado disfrazado desde Burdeos, Francia hasta la casa
santafereña en que lo esperaban su esposa y sus hijos. Fueron pocos los días compartidos por la familia antes de que
Nariño decidiera comparecer ante las autoridades virreinales, tras lo cual fue nuevamente tomado prisionero. En 1803
tras contraer tisis, y con la intercesión de Magdalena y de José Celestino Mutis, Nariño es enviado por las autoridades a
la Hacienda de Montes para que pudiera recuperarse de la enfermedad contraída en la cárcel, Magdalena tiene
oportunidad una vez más para estar junto a su esposo enfermo, de quien cuida con gran dedicación. En calma
transcurrieron los años siguientes, Magdalena y su familia disfrutaban de la vida campesina y de la recuperación de
Nariño, sin embargo siempre estuvo sobre ellos el ojo vigilante del entonces virrey Antonio José Amar y Borbón.

Segunda vez en prisión de Nariño

El 23 de noviembre de 1809 Nariño fue una vez más llevado a prisión, como medida preventiva del virrey frente a los
brotes revolucionarios detonados meses antes en Quito. Una vez más Magdalena es agobiada por la desolación, sin
embargo esta vez cuenta con el auxilio oportuno de sus familiares que evitan que caiga en la miseria en que había vivido
quince años atrás.

Tras todo lo acontecido con su esposo, Magdalena había acumulado gran aversión al poder español que consideraba
injusto, tiránico y déspota; así se encontraba su ser el 20 de julio de 1810, día en que se produce en Santafé el  Grito por
el florero de Llorente. Magdalena no pudo más que apoyar sigilosa y silenciosamente la causa de los criollos contra
los chapetones.

A pesar de esos sentimientos que se acumulaban en su interior, el 13 de agosto de 1810, en uno de los hechos de su vida
más narrados por los historiadores, Magdalena demostró su bondad y su coraje, atreviéndose a defender a Francisca
Villanova, esposa del virrey Amar, cuando ésta era trasladada a la cárcel de mujeres, por orden de la Junta Suprema de
Gobierno en cabeza de José Miguel Pey, y era abucheada por el pueblo en la denominada "tomatina de los
virreyes";entonces Magdalena y sus hijas, rodearon a la esposa del virrey, protegiéndola y defendiéndola.

Últimos días

Meses antes de fallecer Magdalena logró reencontrarse con Nariño, su compañero generalmente ausente, quien fue
puesto en libertad bajo fianza por la Junta Suprema de Gobierno; el encuentro se dio en la capital el 8 de diciembre de
1810 y en las semanas posteriores Magdalena pudo al fin ver a su compañero avanzar en la vida pública, en su cargo de
secretario del Congreso de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, vio también a su esposo en su faceta de
periodista en el periódico La Bagatela, el mismo que tan solo unos días después de su creación registraría la muerte de
esta mujer, la compañera incansable de Antonio Nariño, y honraría su memoria.

Falleció en 16 de julio de 1811 en su casa, tras varias semanas de convalecencia, fue sepultada en el templo de La
Candelaria.
ANTONIA SANTOS

María Antonia Santos Plata (Pinchote, 10 de abril de 1782-El Socorro, 28 de julio de 1819) es una de las heroínas de
la Independencia de Colombia. Considerada una de las mujeres más representativas de la independencia junto
con Policarpa Salavarrieta, Antonia Santos se unió a la causa de Simón Bolívar. Creó la guerrilla de Coromoro y Cincelada,
la primera que se formó en la provincia del Socorro para luchar contra la invasión española y su hermano Fernando
Santos Plata se convirtió en uno de los jefes de esta guerrilla. Este grupo interceptó las comunicaciones de las tropas
realistas, aprovisionaban y mantenían informadas a las fuerzas rebeldes y tuvieron un papel importante en las batallas
de Pantano de Vargas y de Boyacá.

Traicionada por uno de sus amigos, Antonia Santos fue arrestada y ejecutada el 28 de julio de 1819, culpable de  lesa
majestad. En honor a sus acciones heroicas, el batallón ASPC nº7 de la séptima brigada de la cuarta división del  Ejército
Nacional de Colombia lleva el nombre de «Antonia Santos». De sus descendientes colaterales (sobrinos), se pueden citar
a Eduardo Santos y Juan Manuel Santos, presidentes de Colombia en 1938 y 2010, respectivamente.

María Antonia fue la quinta de once hijos de Pedro Santos Meneses –uno de los fundadores de la parroquia de Pinchote
en 1782- y Petronila Plata Rodríguez, quien murió en los primeros meses de la reconquista española. Fue bautizada el 11
de abril de 1782, siendo sus padrinos Casimiro Gómez y Casilda Plata.

Su niñez y juventud discurrieron, al lado de sus padres en la hacienda de El Hatillo, hoy vereda del Municipio
de Coromoro (Santander), recibiendo la educación y formación usual de las mujeres de su época: labores propias del
hogar y del campo, la religión católica y prácticas piadosas y conocimientos de aritmética, escritura, gramática y lectura
pero en un ambiente de rebeldía y descontento pues en la provincia del Socorro de la Nueva Granada (hoy
departamento de Santander), era manifiesto desde años atrás el más grande descontento social y económico contra el
gobierno colonial, que se proyectó en el movimiento de insurrección de los comuneros de 1781, y la familia Santos Plata
estaba vinculada fervorosamente desde los primeros momentos a la lucha en favor de la emancipación del Nuevo Reino
de Granada. Antonia, la mayor de las hijas, asume la representación moral y material del hogar, al morir su madre, doña
Petronila Plata Rodríguez, en los primeros meses de la Reconquista.1

Lucha

Antonia Santos Plata preparó y sostuvo la guerrilla de Coromoro o de Santos que fue la primera que se organizó en la
Provincia del Socorro para luchar contra los invasores españoles combatiendo el Régimen del Terror y apoyar al ejército
patriota en la Campaña Libertadora de 1819, destacándose por ser la más organizada y la que peleó más bravamente
durante los tres años de la Reconquista, teniendo como centro de actividades la hacienda El Hatillo de la familia Santos
Plata.

Fueron jefes de esta guerrilla su hermano Fernando Santos Plata, José Gabriel Tobar, Camilo Gaona, José Manuel Ruiz y
otros. Inicialmente la guerrilla tuvo cuarenta miembros, y posteriormente aumentó con las gentes que se fueron
integrando a medida que el terror de la Reconquista penetraba en todos los pueblos.

Prisión y martirio

El 12 de julio de 1819, el destacamento militar español, comandado por el capitán Pedro Agustín Vargas, llegó
sorpresivamente a la hacienda de El Hatillo, y en la casa principal de la familia aprehendió a Antonia Santos, a su
hermano menor Santiago y a su sobrina Helena Santos Rosillo, junto con dos esclavos, siendo conducidos
inmediatamente a Charalá, pasándolos por Cincelada hoy Corregimiento en el cual aún existe el calabozo donde estuvo
presa y, por último, fueron llevados a la población de Socorro, en donde fueron encerrados en los calabozos de la cárcel
junto a otros numerosos detenidos por razones políticas.

Antonia Santos prefirió la muerte que la delación y el 16 de julio de 1819, en un breve sumario, le fue dictada la
sentencia de muerte junto a los próceres Isidro Bravo y Pascual Becerra, como enemigos de la causa del rey y reos de
lesa majestad. El 27 de julio fueron puestos en capilla como condenados a muerte.

El 28 de julio de 1819, a las diez y media de la mañana, Antonia Santos fue llevada al cadalso, ubicado en un ángulo de la
plaza del Socorro, junto con sus compañeros Pascual Becerra e Isidro Bravo; iban acompañados por el cura de la
parroquia, presbítero N. Torres. A la heroína la acompañó su hermano Santiago Santos, a quien le entregó sus alhajas de
oro y su testamento; al oficial que mandaba la escolta le obsequió el anillo que llevaba puesto. Un sargento la ató al
patíbulo y le vendó los ojos, se dio el redoblante y la escolta hizo fuego, consumándose así su muerte.

Aún con Antonia Santos en prisión y en el cadalso, las guerrillas de Coromoro, Charalá, Cincelada, Ocamonte y otras más,
continuaron enfrentándose al ejército realista: en los primeros días de agosto de 1819, más exactamente entre los días 4
y 7, impidieron el refuerzo a las tropas reales de José María Barreiro, que luchaban en los campos del Pantano de
Vargas y Boyacá, en la Batalla del río Pienta en Charalá, siendo esta acción muy decisiva para el triunfo de los patriotas y
la culminación de la Independencia.

La muerte de Antonia Santos, fue el detonante principal que dio origen a la Batalla de Pienta, en lo que hoy es el
municipio de Charalá en Santander. Esta confrontación entre lugareños de Charalá, quienes improvisaron un ejército con
más valor moral y sed de libertad que de posibilidades, lograron atrasar el refuerzo de más de 800 hombres
comandados por el coronel Español Lucas González quien, por virtud de la batalla de Pienta, no pudo llegar a tiempo
para reforzar el ejército del general Barreiro para la contienda de la batalla de Boyacá.

POLICARPA SALAVARRIETA

Policarpa Salavarrieta Ríos (San Miguel de Guaduas, 26 de enero de 1797-Santafé, 14 de noviembre de 1817), más
conocida como la Pola, fue una heroína que espió para las fuerzas independentistas criollas durante la  Reconquista
española.1Se le considera una heroína de la independencia colombiana. Fue ejecutada en la Plaza Mayor de Bogotá.

Hay demasiadas dudas sobre el lugar y fecha de su nacimiento y sobre su nombre ya que no existe ningún documento
que pruebe la veracidad de estos datos aunque algunos dicen que nació el 26 de enero de 1795. Se sabe que nació en
el Virreinato de la Nueva Granada. Su partida de bautismo no se ha encontrado, pero se cree que fue bautizada en el
municipio de Tenjo según demuestran algunos manuscritos de la parroquia.

Policarpa Salavarrieta Ríos se crio en una familia acomodada, que tenía lo suficiente y era respetada en la villa de
Guaduas, pero no poseía ningún estatus de hidalguía.2El testamento de su padre, don Joaquín Salavarrieta, lo muestra
como un hombre de fortuna regular, que había emprendido negocios de agricultura y comercio. En el de su madre, doña
Mariana Ríos, figuran ropas abundantes, alhajas de precio y menaje doméstico no escaso.Fue la quinta de siete
hermanos. La casa de la familia Salavarrieta Ríos en Guaduas, que se conserva aún, convertida en museo, no es la más
prestante, suntuosa o bien construida de la villa, pero tampoco es pequeña ni miserable.3

La familia Salavarrieta Ríos se trasladó a vivir a Bogotá en 1797. Se establecieron en una casa baja de tapia y teja, del
barrio de Santa Bárbara. En 1802 se extendió una epidemia de viruela en la capital, a causa de la cual murieron el padre,
la madre y dos hermanos de Policarpa: Juaquín y María Ignacia. Después de esta tragedia, la familia Salavarrieta Ríos se
disolvió: José María y Manuel ingresaron a la comunidad agustina; Ramón y Francisco Antonio viajaron a Tena e
ingresaron a trabajar en una finca; Catalina, la hermana mayor, resolvió trasladarse de nuevo a Guaduas, alrededor de
1804, con sus dos hermanos menores: Policarpa y Bibiano. Se establecieron en la casa de la madrina Margarita Beltrán,
hermana de Manuela, hasta que Catalina se casó con Domingo García, y sus dos hermanos se fueron a vivir con la nueva
pareja.4

Del tiempo que la Pola vivió en Guaduas hay poca información, parece que se desempeñó como costurera y algunos
afirman que enseñó en la escuela pública. Guaduas es entonces un sitio de obligado tránsito entre la capital y el  río
Magdalena, columna vertebral del país; viajeros notables, arneros, productos y noticias de todos los sucesos
atravesaban constantemente la villa. En estos tiempos de guerra, Policarpa Salavarrieta compartió con su familia el
espíritu patriota. Su cuñado, Domingo García, murió luchando al lado del prócer don Antonio Nariño en sus Campañas
del Sur, y su hermano Bibiano fue veterano de las mismas.

Tampoco hay claridad sobre su nombre completo y preciso. Al respecto existen varias fuentes: su padre la llamó
Apolonia al otorgar el poder de testar, y con ese mismo nombre la hizo figurar el presbítero Salvador Contreras al
formalizar el testamento, el 13 de diciembre de 1802. Sin embargo, su hermano Bibiano, el más cercano en afectos y
compañero suyo en Santafé, la llamaba Polita. Policarpa la llamó Ambrosio Almeyda, quien conspiró con ella y recibió su
protección. También la llamaba Policarpa doña Andrea Ricaurte de Lozano, en cuya casa vivió y en cuya compañía se
hallaba en el momento de ser reducida a prisión. En su falso pasaporte, expedido en 1817, se le denominó Gregoria
Apolinaria. Contemporáneos suyos, como el mismo Almeyda, don José María Caballero, José Hilario López o
don Francisco Mariano Fernández, la llamaron simplemente La Pola. No obstante, el nombre con el que es más conocida
y como posteriormente se le ha denominado en todos los homenajes póstumos es Policarpa Salavarrieta.

Actividad política

Policarpa Salavarrieta participó en el grito de independencia del 20 de julio de 1810 a sus 14 años. Más adelante, sus
actividades durante la época independentista estuvieron especialmente vinculadas con el ejército patriota de los Llanos:
recibía y mandaba mensajes, compraba material de guerra, convencía individualmente a jóvenes y les ayudaba a
adherirse a los grupos patriotas. Experta en espionaje, Policarpa se volvió rápidamente indispensable para la causa
patriota. Trabajaba siempre al lado de algún compatriota como su hermano Bibiano, pero su compañero de trabajo más
importante fue Alejo Sabaraín. Sabaraín ya había luchado junto a Nariño en el sur, y había sido capturado en 1816. Al
año siguiente lo cubrió el indulto y, libre, se dedicó al espionaje. Las actividades de Policarpa tal vez no hubieran
resultado sospechosas para los realistas de no ser por la huida de los hermanos Almeyda, que fueron capturados con
documentos que comprometían a La Pola, además de la delación de Facundo Tovar, un granadero venezolano infiltrado
enviado por los españoles,56quien comprometió más a La Pola y a su prometido Alejo Sabaraín tras saberse del
reclutamiento de soldados para el Ejército Libertador.

Prisión y patíbulo

El arresto de Alejo Sabaraín fue el elemento definitivo para la captura de La Pola, pues Sabaraín tenía una lista de
nombres de realistas y de patriotas que La Pola le había entregado. Hasta ese momento, Policarpa se había podido
mover hábilmente por la ciudad porque estaba recién llegada y muy poca gente la conocía; además, su juventud e
inteligencia le habían permitido desenvolverse con gran capacidad. El sargento Iglesias, el principal agente español en la
ciudad, fue comisionado para encontrarla y arrestarla. Policarpa fue detenida en la casa de doña  Andrea Ricaurte de
Lozano, y encerrada en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario convertido en cárcel.
El 10 de noviembre de 1817, el Consejo de Guerra la condenó a muerte junto con Sabaraín y otros patriotas más. La hora
y fecha determinadas para el fusilamiento fueron las nueve de la mañana del viernes  14 de noviembre de 1817. La Pola
marchó con dos sacerdotes a los lados. Se ordenó a los condenados ponerse de espaldas porque así deberían morir los
traidores al Reino de España, pero ellos solicitaron permiso para ponerse de rodillas, por considerar que esta era una
posición más religiosa y apropiada.

Quedaron registradas las palabras que pronunció al subir al patíbulo, dirigidas al pueblo que iba a presenciar su
ejecución:

Viles soldados, volved las armas a los enemigos de vuestra patria. ¡Pueblo indolente! ¡Cuán distinta sería hoy vuestra
suerte si conociérais el precio de la libertad! Pero no es tarde: ved que ―aunque mujer y joven― me sobra valor para
sufrir la muerte y mil muertes más. No olvidéis este ejemplo [...] Miserable pueblo, yo os compadezco. ¡Algún día
tendréis más dignidad! [...] Muero por defender los derechos de mi patria.

Policarpa Salvarrieta

Su cuerpo no fue expuesto en las calles de Bogotá como los de sus compañeros por ser el de una mujer. Sus hermanos
sacerdotes lo reclamaron y lo guardaron en la iglesia de San Agustín.

Trascendencia histórica

Muchos historiadores de este período consideran a Policarpa Salavarrieta la mujer más representativa de la revolución
independentista colombiana. En su época, la ejecución de una mujer joven por un crimen político movió a la población y
creó una gran resistencia al régimen del terror impuesto por Juan Sámano. Si bien muchas mujeres fueron igualmente
asesinadas durante la ocupación española, el caso de La Pola cautivó la imaginación popular. Su muerte inspiró a poetas,
escritores y dramaturgos para inmortalizar su historia, siempre resaltando su valentía y coraje.

El 9 de noviembre de 1967, en virtud de la Ley 44 del Congreso de la República de Colombia y firmada por el
presidente Carlos Lleras Restrepo, declaró en su segundo artículo el día 14 de noviembre «Día de la Mujer Colombiana»
en honor de la conmemoración de la muerte de «Nuestra Heroína, Policarpa Salavarrieta».

JUANA VELASCO DE GALLO

Juana Velasco de Gallo, la 'Heroína de Toca', fue una mujer comprometida con la gesta Libertadora.

Nació en lo que hoy es Toca, que entonces hacía parte de la Provincia de Tunja. La Villa de Tunja, en la época Colonial,
extendía sus dominios hasta Sogamoso.

La familia de Juana Velasco era oriunda de Santiago de Tunja. Era adinerada, tenía hacienda en Toca y casa de familia en
Tunja. Su esposo fue don Andrés Gallo, de cuyo matrimonio nacieron sus hijos: Andrés María, Fernando y Manuel.

 Su hijo Andrés María Gallo Velasco fue canónigo y autor de las ‘Memorias sobre la Guerra de Independencia’. Fernando
y Manuel fueron entregados al Ejército Libertador para que acompañara la causa libertadora que se definió tanto en el
Pantano de Vargas como en el Puente de Boyacá.

 Juana Velasco de Gallo –a través de correos humanos, de los que hacia parte una grácil y bella señorita de nombre
Juana Escobar– se enteró de las penalidades y sufrimientos que tuvo el Ejército del Libertador en su camino por la ruta
del Paso de la cordillera de los Andes y el frío en el Páramo de Pisba.
Han sido varias las crónicas que relatan que el Libertador estuvo a poco de tomar la decisión de desistir el paso por el
Páramo de Pisba al ver caer a sus tropas por el frío y el hambre. Bolívar afrontaba escasez de ropa, comida y caballos.
Muchos de éstos perecieron en el duro ascenso a la cordillera. Enterada de tal situación, Juana Velasco de Gallo le hizo
entrega a Bolívar de sus dos hijos menores: Fernando y Manuel, y de un grupo de trabajadores de la hacienda para que
apoyaran el Ejército Libertador.[1] De la misma, manera y con una generosidad hoy poco conocida, le envió una recua
de caballos para ayudar a los patriotas, y entre ellos, su propio corcel, 'El Muchacho', con el cual Bolívar cabalgó en la
Batalla de Boyacá.

El cinco de agosto de 1819, cuando el Libertador Simón Bolívar llegó a Santiago de Tunja, la heroína Juana Velasco de
Gallo le ofreció una comida especial de agradecimiento por sus esfuerzos y la conducción de la marcha libertadora. A
esta comida, como acto de bienvenida, asistieron varias damas tunjanas patriotas, quienes con doña Juana expresaron al
Libertador su apoyo a la justa causa de la Independencia. Se dice que en un solo día confeccionaron dos mil camisas y
uniformes para los soldados que acompañaban al Libertador.

Con la ayuda de las mujeres patriotas de Tunja y de los sastres de la ciudad, la 'Heroína de Toca' ayudó al Ejército
Libertador con la elaboración de dos mil camisas,  que les permitieron apararse del inmenso frío paramuno que les había
afectado por la escasez de ropa.

El Ejército patriota estaba conformado por 2.850 soldados al mando del Libertador Simón Bolívar; la división de
vanguardia al mando del general Francisco de Paula Santander, conformada por 1.000 soldados patriotas; y la división
de retaguardia, por 1.250 soldados, al mando del general José Antonio Anzoátegui.

A toda prisa, las mujeres insurgentes –lideradas por doña Juana y los sastres tunjanos– se dedicaron a coser las dos mil
camisas en un solo día. El Libertador Simón Bolívar organizó un acto social y sencilla fiesta patriota como homenaje a
doña Juana Velasco de Gallo y a las mujeres tunjanas, el seis de agosto de 1819, en vísperas de la Batalla de Boyacá. Esta
fiesta patriótica se realizó en la histórica Casa de los Holguín, actual Club Boyacá, donde se había alojado el Estado
Mayor del Ejército Libertador, y que en esa época era de la familia del gobernador José Cayetano Vásquez, quien había
sido ejecutado en 1816, en el célebre Paredón de los Mártires en Tunja.

La fiesta actuó como incentivo para que las fuerzas patriotas recobraran ánimo y fuerzas para la jornada que se
avecinaba: el siete de agosto de 1819, fecha en la que se sellaría definitivamente la suerte de la Independencia.

MATLIDE ANARAY Y OTRAS MUJERES BOYACENSES QUE CONTRIBUYERON A LA LIBERTAD

La muchacha de la que hablamos se llamaba Matlide Anaray, una de las mujeres reconocidas como heroínas de la
independencia, por su valentía, ejemplo y amor por la causa patriota, la que buscaba la libertad.

Así como ella, hubo muchas mujeres en esta tierra boyacense que literalmente dieron su vida por la patria. No todas,
precisamente, lo hicieron en batalla, sino con oficios y actos de sumo valor que en su momento fueron de una
importancia crucial para conseguir la independencia.

En un artículo* de la investigación “Mujeres Tunjanas: Condiciones de Vida en el período de la Independencia 1810-


1819”, de la Universidad Nacional de Colombia, se presenta la relación de las mujeres que fueron reconocidas por
historiadores en medio de sus recopilaciones.

Mujeres de Sogamoso, Tunja, Socha, Santa Rosa de Viterbo, Cómbita, Corrales y otros municipios, hicieron de
mensajeras, espías, acompañantes, amantes, proveedoras de alimentos, lavadoras e incluso combatientes. Aquí los
nombres de algunas de ellas:
Juana Velasco de Gallo: Ella mujer entregó al ejército de Bolívar y Santander a sus dos hijos, Fernando y Manuel Gallo.
Además envió una recua de caballos, entre ellos a “Muchacho”, su caballo preferido, y ayudó a confeccionar uniformes
para el ejército.

Justina Estepa: Campesina dedicada a llevar cartas entre los patriotas del Valle de Tenza y Casanare. Las llevaba atadas a
su cintura, pero fue descubierta el 16 de enero de 1816 y posteriormente asesinada.

Teresa Izquierdo: Mujer dedicada a la confección de vestidos de damas y a la par de los uniformes de las tropas
realistas. Sorprendida por los españoles enviando información, fue fusilada el 4 de julio de 1817. Mártir de la Ramada,
Sogamoso.

Estefanía Parra: Esta mujer se infiltraba entre las tropas realistas con la excusa de venderles víveres, escuchaba los
posibles movimientos de estas tropas y se los informaba a las tropas patriotas. Sirvió de guía a los patriotas para rodear
a Barreiro en Paipa y para que los patriotas pudieran derrotar a los realistas en el Puente de Boyacá.

Simona Amaya: Oriunda de Paya, Participó en la Batalla del Pantano de Vargas como combatiente en el ejército
Libertador.

Las seis Heroínas Mártires del Valle de Tenza: María de los Ángeles Ávila, Genoveva Sarmiento, Inés Osuma, Ignacia
Medina, Juana Ramírez, fueron defensoras y colaboradoras de las guerrillas de los Almeydas y Casanare, fusiladas el 7 de
diciembre de 1817.

Clara Tocarruncho: Esta mujer, indígena de Cómbita proclamó a Túpac Amarú y promovió un motín subversivo en
Cómbita.

Juana Escobar: Oriunda de Corrales, sirvió como informante a la tropa libertadora.

Estefanía Neira de Eslava: Fue una sogamoseña que al igual que Teresa Izquierdo se dedicó a la confección de
uniformes. Escuchaba los planes de los realistas y se los comentaba a los soldados patriotas. Según el doctor Cayo
Leónidas Peñuela, era una de las damas más distinguidas de Boyacá. Esta mujer fue fusilada por Matías Escuté por haber
ayudado a la partida de Rómulo Eslava, su esposo, con sus compañeros del ejército patriota, los cuales se dirigían a
Casanare.

Juana Plazas: También de Sogamoso, era la esposa del teniente Apolinar Chaparro. Ambos huyeron a los Llanos donde
prestaron sus servicios invaluables a las tropas patrióticas. Su abnegación en varias ocasiones mereció las alabanzas de
Bolívar y de Santander. Prestó gran ayuda a los ejércitos libertadores de Casanare. En una ocasión, al prender fuego a un
pajonal, impidió el paso a los hispanos, salvando así a los patriotas. El libertador, por su valerosa acción, le obsequió una
medalla. Después de la Batalla de Boyacá, regresó a Sogamoso y murió en 1842. Fue madre del General Jesús María
Chaparro Plazas.

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