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Nombre: Viana Carolina Henao Valencia

Docente: Julián Sabogal

EL CAPITAL- MARX
CAPITULO 21 Y 22 EP.1

Capítulo 21: Reproducción simple.

Las condiciones de la producción son, a la par, las de la reproducción. Ninguna sociedad


puede producir constantemente, es decir, reproducir, sin volver a convertir constantemente
una parte de sus productos en medios de producción o elementos de la nueva producción.
Para producir debe reproducirse constantemente los medios de producción.

La producción reclama, pues, una determinada cantidad del producto anual. Esta parte del
producto, destinada ya de suyo al consumo productivo, reviste en su mayoría formas
naturales, que excluyen ya por sí mismas la posibilidad del consumo individual.
La producción reclama una parte del producto anual destinada al consumo productivo.

En el régimen capitalista de producción el proceso de trabajo no es más que un medio para


el proceso de valorización; del mismo modo, la reproducción es simplemente un medio para
reproducir como capital, es decir, como valor que se valoriza, el valor desembolsado.
En el régimen capitalista el proceso trabajo no es más que un medio de valorización, y la
reproducción es para reproducir como capital.

Como incremento periódico del valor–capital, es decir, como fruto periódico del capital en
acción, la plusvalía reviste la forma de renta producida por el capital.
La plusvalía reviste la forma de recompensa producida por el capital.

Cuando el capitalista sólo se aprovecha de esta renta como fondo de consumo o se la gasta
con la misma periodicidad con que la obtiene, el proceso es, suponiendo que las demás
circunstancias permanezcan idénticas, un proceso de reproducción simple.
Reproducción simple: Cuando el capitalista usa la renta para el mismo proceso de
reproducción.

El proceso de producción comienza con la compra de la fuerza de trabajo por un


determinado tiempo, comienzo que se renueva constantemente, tan pronto como vence el
plazo de venta del trabajo, expirando con ello un determinado periodo de producción: un
mes, etc. Pero al obrero sólo se le paga después de rendir su fuerza de trabajo y una vez
realizados en forma de mercancías, no sólo su valor, sino también la plusvalía. Por tanto, el
obrero produce, además de la plusvalía, en la que aquí sólo vemos, por el momento, el fondo
de consumo del capitalista, el fondo mismo del que se le paga, o sea el capital variable,
antes de que vuelva a sus manos en forma de salario, y sólo se le da ocupación en la medida
en que lo reproduce constantemente.
Es decir, que el obrero produce una mercancía no solo con su propio valor por la fuerza de
trabajo, sino, también con plusvalía. Y además el obrero crea el capital variable con que se le
pagara más adelante.
Dicho en términos generales: el capital desembolsado, dividido por la plusvalía que se gasta
anualmente, da el número de años, o la cifra de períodos de reproducción al cabo de los
cuales se gasta, y por tanto desaparece, el capital primitivamente desembolsado por el
capitalista.
Capital desembolsado/plusvalía que se gasta anual= Número de años en los cuales desaparece
el capital primitivamente desembolsado.

Al cabo de cierto número de años, el capital invertido por él es igual a la suma de la plusvalía
que se ha apropiado sin equivalente durante el mismo número de años, y la suma de valor
gastada por él igual al capital primitivo. Lo mismo ocurre si el capitalista se gasta el
equivalente del capital por él desembolsado: el valor de este capital sólo representa el total
de la plusvalía que se ha apropiado gratuitamente. De su antiguo capital no queda ya ni un
átomo de valor. Por tanto, prescindiendo en absoluto de todo lo que sea acumulación, la
mera continuidad del proceso de producción, o sea, la simple reproducción, transforma
necesariamente todo capital, más tarde o más temprano, en capital acumulado o en
Plusvalía capitalizada.
Después de cierto tiempo el capital invertido es igual a la suma de plusvalía de la que se ha
apropiado; si el capitalista se gasta el equivalente al capital invertido, éste solo representara el
total de plusvalía apropiada por él. De este modo la simple reproducción transforma el capital
en plusvalía capitalizada.

El divorcio entre el producto del trabajo y el trabajo mismo, entre las condiciones objetivas
de trabajo y la fuerza subjetiva del trabajo, es, pues, como sabemos, la premisa real dada, el
punto de partida del proceso capitalista de producción.
El punto de partida de la producción es el divorcio entre el producto del trabajo y el trabajo.

Es decir, que el propio obrero produce constantemente la riqueza objetiva como capital,
como una potencia extraña a él, que le domina y le explota, y el capitalista produce, no
menos constantemente, la fuerza de trabajo como fuente subjetiva de riqueza, separada de
sus mismos medios de realización y materialización, como fuente abstracta que radica en la
mera corporeidad del obrero, o, para decirlo brevemente, el obrero como obrero asalariado.
El obrero produce la riqueza objetiva como capital, pero no para sí; y el capitalista produce la
fuerza de trabajo como fuente subjetiva de riqueza, pero no de su propia fuerza de trabajo,
sino del obrero asalariado.

El consumo productivo del obrero y su consumo individual son, como se ve, fenómenos
totalmente distintos. En aquél, el obrero actúa como fuerza motriz del capital y pertenece al
capitalista; en éste, se pertenece a sí mismo y cumple funciones de vida al margen del
proceso de producción. El primero da por resultado la vida del capitalista; el segundo, la vida
del propio obrero.
Consumos del obrero; -Productivo: Cuando consume materias primas para producción y actúa
como creador del capital, perteneciendo así, al capitalista. –Individual: Cuando con el pago de
su fuerza de trabajo compra medios de vida, siguiendo el proceso de producción, y
perteneciéndose así, a sí mismo.

El obrero, en estos casos, ingiere medios de vida para mantener en funciones su fuerza de
trabajo, ni más ni menos que se hace con la máquina de vapor, cuando se la alimenta con
carbón y agua, o con la rueda, cuando se la engrasa. Aquí, los medios de consumo del obrero
son, simplemente, medios de consumo de un medio de producción, y su consumo individual
es ya, directamente, consumo productivo.
El consumo individual de los obreros es también consumo productivo, ya que los obreros
consumen medios de vida para mantener bien su fuerza de trabajo.

Por eso el capitalista y su ideólogo, el economista, sólo consideran productiva la parte del
consumo individual del obrero necesaria para perpetuar la clase obrera, es decir, aquella
parte que el obrero tiene forzosamente que consumir para que el capital devore la fuerza de
trabajo; todo lo demás que el obrero pueda consumir por gusto suyo es consumo
improductivo.
Para el capitalista solo hay consumo productivo cuando el obrero compra medios para su
subsistencia y poder seguir prestando su fuerza de trabajo, aquel consumo que realice el
obrero por gusto propio es improductivo.

El esclavo romano se hallaba sujeto por cadenas a la voluntad de su señor; el obrero


asalariado se halla sometido a la férula de su propietario por medio de hilos invisibles. El
cambio constante de patrón y la fictio juris (116) del contrato de trabajo mantienen en pie la
apariencia de su libre personalidad.
El obrero está sometido por el capitalista bajo la necesidad de medios, pero el capitalista les
hace creer que mantienen su libre personalidad.

El proceso capitalista de producción reproduce, por tanto, en virtud de su propio desarrollo,


el divorcio entre la fuerza de trabajo y las condiciones de trabajo. Reproduce y eterniza, con
ellos, las condiciones de explotación del obrero. Le obliga constantemente a vender su fuerza
de trabajo para poder vivir y permite constantemente al capitalista comprársela para
enriquecerse.
El régimen capitalista de producción reproduce el divorcio de la fuerza de trabajo y los medios
de trabajo, eternizando la explotación del obrero bajo la venta de su fuerza de trabajo para
poder vivir y así el capitalista comprarla y enriquecerse con esta.

CAPITULO 22: Conversión de la plusvalía en capital

1. Proceso capitalista de producción sobre una escala ampliado. Trueque de las leyes de
propiedad de la producción de mercancías en leyes de apropiación capitalista.

El valor del capital revestía forma de dinero desde el momento mismo de desembolsarse; en
cambio, la plusvalía se presenta desde el primer momento como valor de una determinada
parte del producto bruto. Al venderse ésta y convertirse en dinero, el valor del capital
recobra su forma primitiva, mientras que la plusvalía cambia de forma o modalidad. Pero, a
partir de este instante, ambos elementos, el capital y la plusvalía, son sumas de dinero y su
reversión a capital se efectúa del mismo modo, sin que medie ya diferencia alguna. El
capitalista invierte ambas sumas en comprar las mercancías que le permitan acometer de
nuevo la fabricación de su artículo, esta vez sobre una escala ampliada.
El capital tiene forma de dinero desde el momento de su desembolso, pero la plusvalía forma
parte del valor de un producto bruto y solo al venderse, ésta pasa en forma de dinero y otra
parte vuelve a ser capital en su forma primitiva. Y se revierte a capital invirtiendo ambas sumas
en mercancías para la producción.
Por consiguiente, una parte del trabajo excedente anual deberá invertirse en crear los
medios de producción y de vida adicionales, rebasando la cantidad necesaria para reponer el
capital desembolsado. En una palabra, la plusvalía sólo es susceptible de transformarse en
capital, porque el producto excedente cuyo valor representa aquélla, encierra ya los
elementos materiales de un nuevo capital.
La plusvalía solo se transforma en capital mediante su inversión en medios de producción y en
medios de vida solo destinados para obreros.

El proceso de formación de este capital lo conocemos al dedillo. Este capital es plusvalía


capitalizada. No encierra, desde su origen, ni un solo átomo de valor que no provenga de
trabajo ajeno no retribuido. Los medios de producción a los que se incorpora la fuerza de
trabajo adicional, así como los medios de vida con que ésta se mantiene, no son más que
partes integrantes del producto excedente, del tributo arrancado anualmente a la clase
obrera por la clase capitalista. Cuando ésta, con una parte del tributo, le compra a aquélla
fuerza de trabajo adicional, aunque se la pague por todo lo que vale, cambiándose
equivalente por equivalente, no hace más que acudir al viejo procedimiento del conquistador
que compra mercancías al vencido y las paga con su propio dinero, con el dinero que antes le
ha robado.
Los obreros asalariados no tienen ganancia, puesto que con su propio trabajo crean la parte
excedente destinada para la creación de los medios de vida que luego pagan con el dinero
abonado por su trabajo.

En un principio, parecía que el derecho de propiedad se basaba en el propio trabajo. Por lo


menos, teníamos que admitir esta hipótesis, ya que sólo se enfrentaban poseedores de
mercancías iguales en derechos, sin que hubiese más medio para apropiarse una mercancía
ajena que entregar a cambio otra propia, la cual sólo podía crearse mediante el trabajo.
Ahora, la propiedad, vista del lado del capitalista, se convierte en el derecho a apropiarse
trabajo ajeno no retribuido, o su producto, y, vista del lado del obrero, como la imposibilidad
de hacer suyo el producto de su trabajo. De este modo, el divorcio entre la propiedad y el
trabajo se convierte en consecuencia obligada de una ley que parecía basarse en la identidad
de estos dos factores.
Antes el derecho de la propiedad dependía del propio trabajo, puesto que solo se podían
apropiar de una mercancía ajena mediante el intercambio de una mercancía propia; pero
ahora, la propiedad desde un punto de vista capitalista, es el derecho de apropiarse de trabajo
ajeno no retribuido, y desde el punto de vista del obrero, es la imposibilidad de ser dueño del
producto de su propio trabajo.

El valor de este producto envuelve, en primer término, el valor de los medios de producción
por él absorbidos. El trabajo útil no puede absorber estos medios de producción sin transferir
su valor al nuevo producto; pero para poder venderse, la fuerza de trabajo ha de ser capaz
de suministrar trabajo útil, dentro de la rama industrial a que se la aplique.
El valor del producto lleva consigo el valor de los medios de producción, y el trabajo útil solo
puede ser absorbido agregando su valor al nuevo producto; pero para poder venderse, el
trabajo debe ser útil dentro de oficio al que se le aplique.

Por tanto, la transformación originaría del dinero en capital se desarrolla en la más


completa armonía con las leyes económicas de la producción de mercancías y con los títulos
de propiedad derivados de ella. No obstante, esta operación da por resultado:
1° que el producto pertenezca al capitalista, y no al obrero;
2° que el valor de este producto encierre, además del valor del capital desembolsado, una
plusvalía, plusvalía que al obrero le ha costado trabajo y al capitalista no le ha costado nada
y que, sin embargo, es legítima propiedad del segundo;
3° que el obrero alimente y mantenga en pie su fuerza de trabajo, pudiendo volver a
venderla, si encuentra comprador.
La transformación del dinero da como resultado: 1. El producto pertenezca al capitalista, no a
quien lo trabaja. 2. El valor de producto encierre, además del capital desembolsado, una
plusvalía que al obrero le cuesta trabajo y al capitalista nada. 3. El obrero, puede, así
mantenerse en buen estado para seguir vendiendo su fuerza de trabajo.

Sólo allí donde tiene por base el trabajo asalariado se impone la producción de mercancías a
toda la sociedad, y sólo allí desarrolla todas sus potencias ocultas.
El trabajo asalariado es base de la producción de mercancías para la sociedad.

Pero, en el raudal de la producción, los capitales iniciales desembolsados van convirtiéndose


en una magnitud que tiende a decrecer (magnitudo evanescens, en sentido matemático),
comparada con el capital directamente acumulado, es decir, con la plusvalía o el producto
excedente revertidos a capital, ya funcione en las mismas manos que lo acumularon o en
manos ajenas.
El capital inicial desembolsado se convierte en una magnitud decreciente en comparación con
el capital acumulado o plusvalía.

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