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CAPÍTULO XVI

LOS DERECHOS IMPLICITOS

I. LA RADIOGRAFÍA GENERAL. - Su encuadre, su riqueza y su desarrollo progresivo. - La doble


implicitud: en los derechos innominados, y en el contenido de los derechos. - II. ALGUNOS
DERECHOS IMPLÍCITOS. - La dignidad de la persona humana. - La vida humana y el derecho a la
vida. - El derecho a la salud. - Las ampliaciones de las implicitudes. - El derecho a la
intimidad. - La relación con los principios y valores. - El derecho a la reparación. - Los
derechos de los arts. 41 y 42. - Un listado abierto de enunciación ejemplificativa. - Los
derechos implícitos en los tratados internacionales.

I. LA RADIOGRAFÍA GENERAL

Su encuadre, su riqueza y su desarrollo progresivo.

1. — Aparte de los derechos que la constitución enumera y de los que sin estar
enumerados hemos analizado particularmente, cabe tomar en cuenta todo el repertorio de los
que se denominan “derechos implícitos”. Su catálogo no forma parte expresamente del orden
normativo de la constitución formal, pero ha de reputarse incluido en ella, a tenor de las
siguientes pautas y conforme a las siguientes bases: a) las que proporciona el deber ser ideal
del valor justicia, o derecho natural (pauta dikelógica); b) las que proporciona la ideología de
la constitución que, acogiendo la pauta dikelógica, organiza la forma democrática de nuestro
estado respetando la dignidad de la persona, su libertad y sus derechos fundamentales (pauta
ideológica, valores y principios fundamentales que contiene el orden de normas
constitucionales); c) las que proporciona el art. 33 (pauta de la justicia “formal” en el orden de
normas constitucionales); d) las que proporcionan los tratados internacionales sobre derechos
humanos; e) las que proporcionan las valoraciones sociales progresivas.

2. — Si en algún sector de la constitución cobra mayor relieve la afirmación de que los


silencios y las implicitudes de su complejo normativo codificado deben tomarse en cuenta a la
hora de interpretarlo e integrarlo, ese sector es el de los llamados derechos implícitos.
Tradicionalmente se los considera aludidos en el art. 33, en cuyo texto es el propio
constituyente quien nos advierte claramente que lo que falta en la “letra” de la constitución
cuando enumera los derechos no niega que, además del catálogo expreso, hay otros derechos.
Son los implícitos. La constitución guarda silencio acerca del listado que debe elaborar el
intérprete, tanto cuando éste se moviliza en el plano de la doctrina como cuando lo hace en el
de la aplicación a cargo de los operadores constitucionales.

Silencio e implicitud no son lo mismo etimológicamente, pero acá vendrían a coincidir porque los
derechos sobre los que la “letra” de la constitución hace silencio componen el plexo de los derechos
implícitos. ¿Por qué implícitos? Porque tienen su fuente en el espíritu de la constitución, en su
filosofía política, en su techo ideológico. El contexto de principios y valores constitucionales ayuda a
cubrir, desde la implicitud, el silencio que queda fuera de la enumeración de derechos.
MANUAL DE LA CONSTITUCIÓN REFORMADA

3. — El art. 33 remite, como fuente, a la “soberanía del pueblo” y a la “forma republicana de


gobierno”. No es —a nuestro criterio— una expresión feliz. Otras mucho mejores hallamos en
numerosas constituciones provinciales y en tratados internacionales de derechos humanos. Por
ejemplo, cuando se hace referencia a derechos inherentes a la persona humana, a su naturaleza, a su
dignidad, a la forma democrática, etc.

Seguramente, cuando la tendencia a la progresividad y a la maximización del plexo de


derechos se ha hecho carne en el actual derecho de los derechos humanos —el interno y el
internacional— una fuente de acrecimiento para los derechos implícitos se sitúa en las
necesidades humanas, en las valoraciones colectivas, y en cuantas transformaciones van
haciendo que, al hilo histórico del tiempo, aparezcan derechos nuevos y contenidos nuevos en
derechos viejos, por la sencilla razón de que deben respetarse, promoverse y adjudicarse todos
los bienes que en cada situación concreta les son precisos al ser humano para emplazar su
vida personal con dignidad en la convivencia societaria.

La doble implicitud: en los derechos innominados y en el contenido de los derechos

4. — En primer lugar, especialmente desde la reforma constitucional de 1994, la rica y


profusa constelación de principios y valores que se ha añadido al texto fundacional y que de
manera expresiva se acumula en la parte orgánica, da lugar a que nos empeñemos en una
búsqueda de derechos implícitos relacionados con aquellos principios y valores; valga —por
ahora— dar como testimonio que las alusiones al desarrollo humano (art. 75 incs. 17 y 19 en
su párrafo primero; art. 125, y art 41); al desarrollo económico y social (art. 124), y al
desarrollo sin calificativo alguno (art. 75 incs 2º en su párrafo tercero, y 19 en su párrafo
segundo) dan por cierto que existe como derecho implícito el derecho al desarrollo. No es
raro, porque doctrinariamente se lo incluye ahora en los derechos de la tercera generación.
(Ver nº 22 a).
b) En segundo lugar, sobre todo con la reforma de 1994 que prevé tratados de derechos
humanos con jerarquía constitucional, los derechos que constan en tales tratados y que no
figuran en la constitución, o que en los tratados cuentan con un contenido más amplio que en
la constitución, bien pueden interpretarse como implícitos en el art. 33.

Se nos dirá que si cuenta con una norma explícita en tratados de jerarquía constitucional no son
implícitos. Respondemos: no son implícitos en los tratados, pero lo son en la constitución porque las
normas de los tratados están fuera de ella (en el bloque de constitucionalidad).

5. — Además:
c) Después de la reforma de 1994, hay normas en la constitución que al referirse a un
determinado derecho —como es el de consumidores y usuarios de bienes y servicios en el art.
42— consignan en relación con él a otro derecho —en el ejemplo del art. 42 el derecho a la
protección de la salud— que no figura entre los derechos enumerados; el aspecto parcial del
derecho a la salud en la relación de consumo corrobora que el contenido completo del derecho
a la salud carece de norma en el catálogo constitucional de derechos, pero el art. 42 ayuda a
darlo por comprendido entre los implícitos. (Ver nº 14).
d) En tratados de derechos humanos con jerarquía constitucional hay cláusulas sobre
derechos implícitos —por ej., en el art. 29 del Pacto de San José de Costa Rica—, más las que
al prescribir que las disposiciones del tratado no limitan ni niegan otros derechos provenientes
de distinta fuente muestran que tales tratados asumen en el sistema de derechos a los que
surgen del derecho interno; o sea, entre ellos, no sólo a los enumerados sino también a los que
están implícitos en la constitución.
LOS DERECHOS IMPLÍCITOS

e) Hay, además, derechos que la constitución enuncia entre los enumerados, pero en cuyos
contenidos hemos de reconocer muchos de ellos como implícitos, porque la constitución no
los desarrolla; a veces —como en el derecho a publicar las ideas por la prensa, del art. 14—
algunos contenidos —como el derecho a expresarse por medios distintos de la prensa—
emergen de tratados internacionales de jerarquía constitucional.

Estos son algunos ejemplos que estimulan a ahondar el análisis de los derechos implícitos del art.
33 para que sirva de matriz a cuantos plus convenga, sea para admitir nuevos derechos como para
ampliar contenidos en derechos enumerados. El puente que se traba entre los derechos enumerados
con los implícitos en el art. 33, más otros derechos parcialmente citados en otras normas de la
constitución, más los principios y valores que componen su sistema axiológico, más los tratados de
derechos humanos con jerarquía constitucional, tiene que ser recorrido de ida y de vuelta para
abastecer en plenitud al sistema de derechos. Las estrecheces y las interpretaciones egoístas y
reduccionistas no se compadecen con la riqueza que proporciona el art. 33 de derechos implícitos.

II. ALGUNOS DERECHOS IMPLÍCITOS

La dignidad de la persona humana

6. — La dignidad de la persona humana es propuesta por alguna doctrina como un


derecho personal; por otro sector como un principio; y no faltan quienes la consideran “la
fuente” de la cual derivan todos los derechos personales.

Cuando decimos que el derecho a la vida es el que encabeza a todos los otros, pensamos que para
ser sujeto titular de derechos hay que estar vivo, porque solamente el ser humano que vive aquí y
ahora tiene derechos.
Se nos dice que antes que la vida, está la dignidad, porque la vida del ser humano que es persona
debe ser vivida con dignidad.
Seguramente, anteponer el derecho a la vida a los demás derechos tiene un sentido cronológico y
ontológico. Pero como es verdad que la vida humana merece dignidad porque la dignidad es intrínseca
a la persona, no hay inconveniente en empalmar una afirmación y la otra para desembocar en la
afirmación de que la dignidad inherente a todo ser humano en cuanto es persona confiere base a todos
los demás derechos.

La dignidad no se halla mencionada, ni como derecho ni como principio, en nuestra


constitución, pero cuenta con base normativa en los tratados de derechos humanos con
jerarquía constitucional. Dentro de la constitución, seguramente nadie duda de que está
incluida en el art. 33.

La vida humana y el derecho a la vida

7. — El derecho a la vida, como propio del ser humano, es un derecho de la persona


humana. Tan simple aseveración plantea el arduo problema de fijar con la mayor precisión
posible desde qué momento existe la persona humana. El Pacto de San José de Costa Rica
protege el derecho a la vida “en general, a partir del momento de la concepción” (art. 4.1).

Los avances científicos y tecnológicos, la bioética, las prácticas de fecundación extracorpórea,


etc., que tantas innovaciones y sorpresas nos vienen deparando, inducen a algunos a diferir el instante
en que —ya producida la concepción— se tiene por cierto que hay un “individuo” de la especie
humana y, por ende, una “persona humana” que coincide íntegramente con ese “individuo”.
MANUAL DE LA CONSTITUCIÓN REFORMADA

Cuando se sabe que (en la filosofía tradicional) para que haya una “persona” humana debe haber,
simultáneamente, un “individuo” humano, es posible consentir que la persona comienza con la
“individuación” del ser humano, lo cual plantea un problema que desde nuestro punto de vista
resolvemos así: si la individuación es posterior —acaso— a la llamada “concepción” (o fecundación)
y, por ende, el comienzo de la persona humana también lo es (porque coincide con la individuación),
no obstante la vida humana en gestación y desarrollo es siempre y objetivamente, un bien jurídico aun
antes de que exista la persona: entonces, tendríamos dos etapas igualmente importantes en perspectiva
constitucional: a) el período de vida humana desde la concepción hasta la individuación del nuevo ser
humano como persona; b) el siguiente período de vida humana de ese ser que ya es la “persona”
concebida.
A cada período le correspondería: a’) la protección constitucional del proceso completo de la vida
en gestación, pese a que todavía no fuera posible hablar de “derecho” a la vida porque faltaría el sujeto
(persona) en quien titularizarlo; b’) el “derecho” a la vida cuando ya hay persona humana que, en
cuanto sujeto, está en condición ontológica de titularizarlo.

8. — No obstante la diferencia durante cada una de las etapas propuestas, tanto la vida humana en
gestación como el derecho a la vida, tornan inconstitucionales a las normas permisivas del aborto, la
eugenesia, el descarte y la destrucción de embriones, etc.
Nuestra opinión acerca de la inconstitucionalidad de normas que autoricen las prácticas antedichas
no significa que las respectivas conductas inconstitucionales deban estar incriminadas y sancionadas
penalmente, porque hacerlo es privativo de la política criminal del congreso y no viene exigido por la
constitución. Una cosa, pues, es considerar inconstitucional una norma “permisiva” que autoriza a
cumplir una conducta contraria a la constitución, y otra diferente es que esa conducta deba
necesariamente ser tipificada y penada como delictuosa. Lo último no lo compartimos.

9. — Si la vida humana desde su inicio merece la atención que acabamos de dispensarle,


no menos importante resulta la que debe prestársele en su trance final, o sea, próximo a la
muerte. Por eso, el llamado derecho “a morir con dignidad” hace parte del derecho a la vida,
en cuanto consiste en que toda persona debe quedar exenta de tratamientos que —fuera de los
normales para evitar el sufrimiento— prolongan artificialmente su vida o la someten a
condiciones de alta complejidad.

10. — A partir del momento en que se da por cierta la existencia de la persona por nacer, el
derecho a la vida comprende el derecho “a nacer”. En el período en que todavía no se reconozca la
“personalización” del ser concebido y aun no individuado, no correspondería hablar del “derecho” a
nacer porque no habría sujeto titular a quien imputar tal derecho, pero hay vida humana que, en cuanto
bien jurídico constitucionalmente protegido, debe preservarse contra todo lo que impida o interrumpa
su desarrollo evolutivo natural. En correspondencia con ese bien, hay una obligación constitucional de
respecto y tutela (ver nº 7 y 8).

11. — El art. 75 inc. 23 dice en su párrafo segundo que es competencia del congreso “dictar un
régimen de seguridad social especial e integral en protección del niño en situación de desamparo,
desde el embarazo hasta la finalización del período de enseñanza elemental...”. Esta norma se refiere a
un régimen de seguridad social, por lo que no puede interpretarse ni como imponiendo el deber de
incriminar el aborto mediante ley, ni como deparando una tutela genérica al “derecho a la vida”
durante el embarazo de la madre. Es cierto que para proteger “al niño” hay que presuponer que se ha
comenzado a gestar la vida humana del ser que será un niño, pero insistimos en que esa protección del
inc. 23 se emplaza en el ámbito de la seguridad social, y no en el del derecho penal.
La conexión de la seguridad social con la vida humana y con el derecho a la vida no difiere
demasiado de la que se traba con cualquier otro derecho que, para gozarse y ejercerse, necesita
previamente titularizarse en una persona con vida. Tal es la única interpretación que nos merece el inc.
23 comentado.
LOS DERECHOS IMPLÍCITOS

12. — La Corte tuvo ocasión de referirse al derecho a la vida, y de conferirle operatividad, cuando
debió conciliar, en un caso de trasplante de órganos, la situación del donante y del donatario (que eran
hermanos entre sí) para autorizar la ablación de un órgano del primero en favor del segundo (el caso se
suscitó porque la hermana donante no había cumplido la edad prevista en la ley para efectuar la
donación de un órgano propio).
Otro interesante caso vinculado con el derecho a la vida y a la salud fue resuelto por la Corte en
sentencia del 27 de enero de 1987 (“C. M. del C. B. de c/Estado Nacional, Ministerio de Salud y
Acción Social”), respecto del suministro de la discutida droga supuestamente anticancerígena
denominada crotoxina.

13. — El “derecho a la vida” aparece expresamente consignado en el Pacto de San José de Costa
Rica, cuyo art. 4.1 dice que “toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará
protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de
la vida arbitrariamente”. Como prolongación, el art. 5.1. prescribe que “toda persona tiene derecho a
que se respete su integridad física, psíquica y moral”.
El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos también incluye el derecho a la vida en su
art. 6º.

El derecho a la salud

14. — Un ejemplo interesante que no queremos omitir —entre otras razones porque se
vincula con el derecho a la vida y a la integridad— es el derecho a la salud. Su mención
marginal en el art. 42 (para protegerlo en la relación de consumo) apunta a un aspecto parcial
que ahora debemos ampliar.
Como derecho implícito dentro de los clásicos derechos civiles, pudo tener como
contenido inicial el derecho personal a que nadie infiera daño a la salud, con lo que el sujeto
pasivo cumpliría su única obligación omitiendo ese daño.
Hoy, con el curso progresivo de los derechos humanos en el constitucionalismo social,
aquel enfoque peca de exigüidad. El derecho a la salud exige, además de la abstención de
daño, muchísimas prestaciones favorables que irrogan en determinados sujetos pasivos el
deber de dar y de hacer.

Piénsese, no más, en las prestaciones estatales y privadas que para la atención de la salud tienen a
su cargo los establecimientos del estado, las entidades de medicina prepaga, las obras sociales, etc.,
más las propias de la seguridad social. Todo ello para dispensar tratamientos de prevención, de
asistencia durante la enfermedad, de seguimiento en el período de recuperación y rehabilitación, etc.,
más —según el caso— la provisión de terapias y medicamentos.

15. — Normalmente, tales aspectos requieren que entre quien demanda prestaciones de salud y la
entidad —estatal o privada— que es reclamada, haya una relación jurídica suficiente que preste base a
las obligaciones del sujeto pasivo como correlativas del derecho postulado por una persona
determinada como titular del derecho a la salud. En los hospitales públicos, creemos que dicha
relación surge y se traba con la simple solicitud de quien concurre a ellos.

16. — En el contenido del derecho a la salud se considera actualmente incluido el derecho del
paciente a un conocimiento informado que debe dispensarle el profesional, el derecho de negarse a
determinadas terapias (cirugías riesgosas, amputación de miembros, transfusiones de sangre por
objeción de conciencia, prolongación artificial o mortificante de la vida en estadios próximos a la
muerte, etc.). Todo ello marca una relación con el problema de la buena y la mala praxis.

17. — Es ocioso recalcar que el derecho al ambiente sano del art. 41 también se anuda con el
derecho a la salud cada vez que contaminaciones y depredaciones (del aire, del agua, de la flora, etc.)
MANUAL DE LA CONSTITUCIÓN REFORMADA

provocadoras de daño ambiental, inciden malignamente en la salud y hasta en la vida —a veces— de


las personas.

18. — El derecho a la salud aparece reconocido en el art. 12 del Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales como derecho “al disfrute del más alto nivel posible de salud física
y mental”, e impone a los estados-parte la obligación de adoptar para su plena efectividad una serie de
medidas que la misma norma especifica.
En el art. 24 de la Convención sobre Derechos del Niño se registra asimismo el derecho del niño al
disfrute del más alto nivel posible de salud y servicios para el tratamiento de las enfermedades y la
rehabilitación de la salud, y a renglón seguido estipula una serie de medidas para asegurar la plena
aplicación de este derecho.
Las dos convenciones sobre Discriminación Racial y sobre Discriminación de la Mujer prevén, en
relación con el respectivo objeto de cada una, aspectos varios del derecho a la salud.

Las ampliaciones de las implicitudes

19. — Cuando a los derechos enumerados en la constitución antes de su reforma de 1994


se los tiene como derechos civiles clásicos, en los que la obligación del sujeto pasivo se limita
a omitir violación, interferencia o impedimento, es menester que las necesarias irradiaciones
que elastizan su contenido imponiendo —además— al sujeto pasivo (todos o alguno
determinado) una prestación positiva de dar o hacer, reciban acogida y tutela
constitucionales. Para ello, si una interpretación dinámica de la constitución a tenor de las
circunstancias actuales no bastara, o no fuera bien acogida en la doctrina o en la
jurisprudencia, consideramos indispensable que a aquellos contenidos nuevos de derechos
viejos (con la recíproca ampliación de las obligaciones tendientes a satisfacerlos) se los repute
exigidos por la cláusula de los derechos implícitos.

20.— Valga como ejemplo genérico el derecho a la intimidad o privacidad cuando se lo tiene
como emanado del art. 19 y, por ende, alojado en la nómina de los derechos enumerados, pero no se le
incorporan muchos de los contenidos que hemos analizado en el cap. X. Si acaso se negara —por
ejemplo— que el secreto profesional, el secreto fiscal, el secreto de las fuentes de información, el
derecho al silencio (o a no expresarse), y toda la gama de conductas autorreferentes hacen parte del
derecho a la intimidad, habría que darles cobertura como derechos implícitos. (Ver, para otra hipótesis,
nº 21).
Cuando se toma en cuenta el derecho a la igualdad (que el art. 16 define como igualdad “ante la
ley”) es importante ensanchar sus contenidos acudiendo a la igualdad real de oportunidades y de trato
que aparece en el art. 75 inc. 23; a la igualdad de oportunidades y posibilidades sin discriminación
alguna, que menciona el art. 75 inc. 19 párrafo tercero (en materia de educación); a la igualdad real de
oportunidades entre varones y mujeres del art. 37 (en materia de derechos políticos); y a la igualdad de
oportunidades que, como una pauta entre varias, incluye el art. 75 inc. 2º párrafo tercero (en materia de
distribución de la coparticipación impositiva).

El derecho a la intimidad.

21. — La intimidad o la privacidad que tienen base en el art. 19 explayan proyecciones implícitas.
El resguardo constitucional de la intimidad no se agota en cuanto se refiere a esa intimidad como
propia y exclusiva de cada persona (es decir, de una sola), porque hay situaciones en las que la
intimidad cubre a dos o más en común. Así, en el caso de la intimidad del núcleo familiar; del
domicilio donde conviven varias personas; del secreto entre el profesional y el cliente; de los esposos
para decidir los problemas de la procreación; de las fuentes plurales de la información periodística,
etc.
LOS DERECHOS IMPLÍCITOS

La relación con los principios y valores.

22. — Cuando hemos enfatizado el plexo de principios y valores, especialmente de los que
aparecen con la reforma de 1994 en la parte orgánica de la constitución, dijimos que hay que
inferir una recíproca ampliación del sistema de derechos, aunque las normas no hagan
referencia a uno o más derechos determinados.
Podemos suministrar algunos ejemplos.
a) El derecho al desarrollo es un derecho implícito. No viene definido como tal en la
constitución, pero ésta contiene las siguientes menciones:
a’) al desarrollo humano en los arts. 41; 75 incisos 17 y 19; 125;
a’’) al desarrollo (cuando regula la distribución de los recursos derivados de la
coparticipación impositiva) en el art. 75 inc. 2º párrafo tercero; también (cuando alude a
equilibrar el desigual desarrollo relativo de provincias y regiones) en el art. 75 inc. 19 párrafo
segundo;
a’’’) al desarrollo económico y social (cuando prevé con ese fin la creación de regiones
por las provincias) en el art. 124.
b) El derecho a la calidad y nivel de vida dignos es otro derecho implícito que no está
enumerado con ese nombre; no obstante, la “calidad de vida” aparece como una de las pautas
con que el art. 75 inc. 2º párrafo tercero indica el modo de distribuir los recursos de la
coparticipación impositiva.
c) El derecho a la identidad, y su correlato que es el derecho a la diferencia, ya fue objeto
de análisis (cap. X del Tomo I, nos. 22/23). Al reiterar lo entonces explicado, conviene añadir
ahora que la denominada libertad informática —en correlación con el poder informático y sus
bancos o registros de datos— aloja en el derecho a la identidad un contenido que bien merece
llamarse derecho a la identidad informática. Con él —a través del habeas data— cada
persona ha de estar en aptitud de controlar, cancelar, rectificar y preservar los datos que hacen
a su identidad.

El derecho a la reparación.

23. — El derecho privado se ocupa del llamado “derecho de daños”. Constitucionalmente


no es errado hablar de un derecho al resarcimiento y a la reparación del daño, e incluirlo
entre los derechos implícitos; el art. 17 lo ha previsto en materia de expropiación, y surge
asimismo ahora del art. 41 en materia ambiental, a más del caso específico de la reparación
por el error judicial, que cuenta con normas en tratados de derechos humanos que tienen
jerarquía constitucional.
Con la doctrina más avanzada, estamos seguros de postular la tutela constitucional al
“daño a la persona”, con sus consecuencias personales (o extrapatrimoniales) y
extrapersonales (o patrimoniales).

Los derechos de los arts. 41 y 42

24. — Alguna relación con los derechos implícitos podemos atisbar en derechos que las normas
constitucionales definen como de “todos los habitantes” (caso del art. 41 sobre derecho al ambiente
sano), o pluralmente de “los consumidores y usuarios” (caso del art. 42).
¿Por qué y dónde queda la impresión de la implicitud, si es que hay normas expresas que declaran
tales derechos?
MANUAL DE LA CONSTITUCIÓN REFORMADA

La respuesta admite ser ésta: El enunciado normativo los imputa a cada persona que es habitante,
o que es consumidor o usuario de bienes y servicios; pero cuando se abarca la pluralidad de todas
esas personas, aparece —sin que las normas lo digan explícitamente— el carácter colectivo que
genéricamente viene aludido en el art. 43 con el nombre de “derechos de incidencia colectiva en
general”, a semejanza de los intereses difusos.
La propuesta podría ser ésta: hay derechos que aparecen enunciados o enumerados como derechos
personales, y proyectan —debido a su naturaleza— una dimensión colectiva o de incidencia colectiva
en el conjunto social indeterminado; en esta bifrontalidad, tal dimensión colectiva en cada uno de
dichos derechos surge implícitamente, aunque englobada en el perfil normativo de derechos de
incidencia colectiva a los que el art. 43 —sin enumerarlos— depara tutela mediante la acción de
amparo.

Un listado abierto de enunciación ejemplificativa.

25. — Es riesgoso intentar el agrupamiento de los derechos y garantías implícitos en un


catálogo, porque precisamente la “implicitud” requiere una apertura elástica y flexible,
además de progresiva, poco compatible con las enumeraciones, los listados y las series
enunciativas. Sin incurrir en hermetismos o cerrazones que, precisamente, la cláusula de los
derechos implícitos tiende a evitar y debe erradicar, damos ejemplos, aun a riesgo de
repeticiones.
En nuestra personal perspectiva, han de alojarse en el art. 33:
a) el derecho a la vida;
b) el derecho a la salud;
c) el derecho a la integridad física, síquica y moral;
d) el derecho a la dignidad personal;
e) el derecho a la identidad personal;
f) el derecho a ser diferente;
g) el derecho al honor;
h) el derecho al nombre;
i) el derecho a tener una nacionalidad;
j) el derecho a elegir y desarrollar el propio proyecto personal de vida autorreferente;
k) el derecho a la objeción de conciencia inofensiva para terceros;
l) el derecho a indagar, conocer y emplazar la propia filiación;
ll) el derecho a la información y a la comunicación;
m) el derecho a la tutela judicial efectiva (abarcativa del derecho a la jurisdicción, al
debido proceso y a la sentencia justa);
n) el derecho de reunión;
ñ) el derecho de contratar;
o) el derecho a la imagen propia y a la voz personal;
p) el derecho a la cultura;
q) el derecho a la paz;
r) el derecho a la legitimación procesal;
s) el derecho a la libertad jurídica y a la seguridad jurídica;
t) el derecho de huelga a favor de sujetos que no son “gremios”;
u) el derecho de rectificación y respuesta (derecho de réplica);
LOS DERECHOS IMPLÍCITOS

v) el derecho al desarrollo;
w) el derecho a la calidad y al nivel de vida dignos;
x) todos los contenidos que, respecto de derechos enumerados, superan al que surge de
cada una de las normas que los enuncian; más: x’) todos los derechos que, enumerados en
tratados internacionales de derechos humanos (tengan o no jerarquía constitucional), no
cuentan con norma propia en el articulado de la constitución;
y) los derechos que denominamos “derechos por analogado” (ver Tomo I, cap. IX, nos
40/41), como: y’) el derecho a la alimentación: y’’) el derecho a la vivienda; y’’’) el derecho a
la indumentaria; y’’’’) el derecho “al” trabajo; etc.)
z) más allá de las denominaciones posibles, damos por cierto que en la cláusula de los
derechos implícitos hallan cabida los intereses difusos, o colectivos, o de pertenencia difusa, y
los que globalmente sin individualización quedan aludidos en el art. 43 como “derechos de
incidencia colectiva en general” (ver nº 24).

26. — Para el derecho judicial de la Corte (caso “Sejean”, de 1986) también fue un derecho
implícito el de recuperar la aptitud nupcial mediante divorcio vincular, y de contraer nuevo
matrimonio después del divorcio.
Una vez que entró a regir la ley de divorcio vincular hay que reconocer que este derecho forma
parte de los derechos implícitos de la constitución.

27. — Si de alguna manera y con cualquier alcance arbitrariamente discriminatorio alguien llega a
sostener que determinados derechos pueden ser negados a las personas discapacitadas (por ej., ejercer
profesión liberal, conducir vehículos, etc.), oponemos a su afirmación la de que entre los derechos
implícitos debe considerarse comprendido el de las personas discapacitadas para ejercer
razonablemente iguales derechos que las que no lo son. El art. 75 inc. 23 párrafo primero proporciona
sobrado fundamento.

28. — La circunstancia de que determinados derechos surjan de tratados internacionales que no


poseen jerarquía constitucional y que sólo son supralegales no es óbice para que, según su entidad,
sean considerados como derechos implícitos del art. 33.

Los derechos implícitos en los tratados internacionales.

29. — Damos los siguientes ejemplos:


a) La Convención de San José de Costa Rica prevé en su declaración los derechos implícitos. En
efecto, hay que prestar atención a lo que consigna el art. 29 cuando se refiere a las “normas de
interpretación” del pacto. Allí se dice: “Ninguna disposición de la presente convención puede ser
interpretada en el sentido de...: b) limitar el goce y ejercicio de cualquier derecho o libertad que pueda
estar reconocido de acuerdo con las leyes de cualquiera de los estados partes o de acuerdo con otra
convención en que sea parte uno de dichos estados; c) excluir otros derechos y garantías que son
inherentes al ser humano o que derivan de la forma democrática representativa de gobierno, y d)
excluir o limitar el efecto que puedan producir la Declaración Americana de Derechos y Deberes del
Hombre y otros actos internacionales de la misma naturaleza.”
De estas tres fórmulas inducimos que la convención deja intactos los derechos y libertades que
surgen del derecho interno o de tratados en que sea parte un estado signatario de la misma convención;
reconoce derechos y garantías propios de la persona humana, o derivados de la democracia; mantiene
el efecto más amplio que pueda provenir de la Declaración Americana y de otros actos internacionales
similares.
Asimismo, el art. 31 prevé que podrán incluirse en el régimen de protección de la convención otros
derechos y libertades que sean reconocidos en el futuro de acuerdo a los procedimientos establecidos
en sus artículos 76 y 77.
MANUAL DE LA CONSTITUCIÓN REFORMADA

b) El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos también descarta en su art. 5º toda


restricción o todo menoscabo a los derechos humanos fundamentales que se hallen reconocidos o
vigentes en los estados-parte por leyes, convenciones, reglamentos o costumbres, so pretexto de que el
aludido tratado no los reconoce o los reconoce en menor grado.
c) La Convención sobre Derechos del Niño incluye una norma de sentido equivalente en su
artículo 41.
d) En alguna medida, si la cláusula de los derechos implícitos de nuestra constitución alberga una
tendencia a optimizar el plexo de derechos y, por ende, debe propender a su acrecimiento en la forma
que ya tenemos señalada, bien cabe citar además la cláusula sobre desarrollo progresivo de los
derechos sociales que contiene el art. 26 del Pacto de San José de Costa Rica, y la equivalente del art.
2º del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Es así en cuanto esas
normas comprometen a los estados-parte a adoptar medidas para alcanzar la efectividad de los
derechos sociales, lo que, a su modo, interpretamos como una apertura a su inclusión en el rubro de
los derechos implícitos, si es que la sobriedad de nuestro 14 bis constitucional les presta una cobertura
menor que la de los tratados internacionales, o si el plexo de valores y principios diseminado en la
parte orgánica desde la reforma de 1994 (especialmente en el art. 75) no se tiene como suficientemente
elocuente.

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