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El desarrollo del espíritu crítico: la Ilustración. La Enciclopedia.

La prosa ilustrada

El siglo XVIII fue denominado Siglo de las Luces por alusión a «la luz de la razón» con la cual se
intenta acabar con las supersticiones y la ignorancia de los siglos anteriores. La razón, aplicada a la
investigación, da como resultado un considerable progreso científico. Pero las mayores conmociones se
produjeron en las ideas y las creencias, que fueron sistemáticamente revisadas y cuestionadas. Este
movimiento ideológico, literario y crítico recibió el nombre de Ilustración.
La Ilustración, que tuvo su origen en filósofos ingleses, adquirió su forma definitiva en Francia, desde
donde se extendió al resto de Europa y América. Escritores, pensadores y científicos cuestionan la
política, la ciencia, la religión, las costumbres tradicionales, y defienden nuevas ideas y valores: la
tolerancia, la igualdad, la libertad, el derecho a gobernarse democráticamente... El movimiento no tuvo
la misma importancia en todas las naciones; algunas aportaron constantemente nuevas ideas, mientras
que otras se limitaron a seguir, de cerca o de lejos, las innovaciones que se iban produciendo.
En política se pasa del despotismo ilustrado, sistema de gobierno que atiende al bienestar del
pueblo, pero sin dejarlo participar en el poder, al parlamentarismo y a la subordinación del poder
religioso al político. Pensadores como Rousseau proclaman que todos los hombres nacen con idénticos
derechos y que es el pueblo quien debe delegar el poder en sus gobernantes.
La religión es sistemáticamente atacada por filósofos y escritores de gran influjo, quienes predican que el
destino del ser humano es la felicidad en la Tierra y que para alcanzarla hay que disipar las tinieblas de
la ignorancia en que ha vivido hasta ahora.
El pensamiento ilustrado se conformó en torno a una serie de características definitorias:
Racionalismo. La razón se considera la única base del saber y sustituye a la emoción, la imaginación o la fe.
Empirismo. Los ilustrados muestran su fe en la experimentación para aprender y conseguir el progreso de la
humanidad.
Criticismo. La aspiración del intelectual ilustrado es someter a crítica todo el conocimiento humano. Su
intención es demostrar si los saberes heredados responden a la verdad o son fruto de la superstición o de una
tradición que no ha sido comprobada.
Deseo de conocimiento. El ilustrado aspira a comprender el mundo donde habita, pero también necesita
dar a conocer lo aprendido.
Utopismo. Se cree que la aplicación de la razón a todos los aspectos de la vida humana permitirá una
mejora constante de la sociedad, así como un progreso económico y cultural ilimitado.
Progreso y felicidad. A lo que se aspira como objetivo prioritario es a conseguir la felicidad en este mundo.
Esta creencia explica la multitud de reformas sociales, políticas y cambios de actitud que aparecen a lo largo
de la época.
Reformismo. Para lograr el objetivo de conseguir el progreso del ser humano, los ilustrados proponen
modernizar la sociedad mediante lentas reformas, que serán llevadas a cabo por reyes y gobiernos de carácter
absolutista en la mayoría de los Estados europeos.
El pensamiento de los ilustrados influirá decisivamente en la independencia de Estados Unidos (1776), en
la Revolución francesa (1789), y en la marcha posterior de la humanidad.
Los ilustrados no gustan de la poesía, porque persigue la expresión de los sentimientos, que no están
sujetos a la razón. De la novela, critican su propensión a caer en lo inverosímil, por lo que prefieren las
que adoptan la forma de memorias o de cartas. Mucho más digno les pareció el teatro por su
capacidad para representar la realidad y para educar, a pesar de lo cual sus resultados fueron
mediocres. El género literario preferido fue el ensayo, porque podía tratar todo tipo de contenidos
y dar cabida a su espíritu crítico. De ahí que la palabra crítica sea una de las grandes palabras del siglo,
después de la palabra libertad. Y es que los ilustrados someten a la sociedad de su época a un análisis
y una crítica corrosiva.

Muchos escritores pretendieron alcanzar los objetivos de resumir, divulgar y someter a crítica el saber
humano. Sin embargo, el proyecto más completo, ambicioso y polémico es la Enciclopedia francesa, dirigida
por Diderot y D'Alembert. La Enciclopedia, la empresa cultural más importante de la Ilustración
francesa, consta de veintiocho volúmenes que recogen, en orden alfabético, la historia del progreso
humano en las ciencias, las artes y el pensamiento. Su publicación se prolongó, no sin problemas de
censura, desde 1751 a 1772.
La obra fue planeada y dirigida por un célebre matemático, Jean D'Alembert, y por un escritor, Denis
Diderot, que le dedicaron todas sus fuerzas, pero en ella colaboraron los mejores intelectuales de la
época: Montesquieu, Voltaire, Rousseau...
Sus revolucionarios juicios sobre política, economía y sociedad, sobre los sistemas educativos, la
religión, los derechos de la persona y de los pueblos, etc., dieron lugar a numerosas controversias y
fueron el fermento de la Revolución francesa de 1789.
Pese a la variedad de autores y perspectivas, en la obra domina un espíritu antitradicionalista y, sobre todo,
anticlerical, a menudo disimulado bajo una capa de ironía. El ataque a los valores cristianos tradicionales
explica la enorme polémica que la Enciclopedia trae consigo. Prácticamente desde su aparición, el proyecto
tuvo que luchar contra la censura y prohibiciones de todo tipo; y desde 1759 se incluyó en el Índice de libros
prohibidos de la Iglesia católica. La sociedad francesa tomó partido ante el proyecto a través de revistas
que defendían la Enciclopedia o atacaban la obra y a sus responsables.
La Enciclopedia incluye buena parte de las ideas ilustradas y prepara el camino a la explosión revolucionaria
de 1789 al defender los valores de libertad, igualdad y tolerancia.

En la prosa de ideas predomina la exposición de ideas reformistas y la crítica de las viejas costumbres y
sistemas políticos. Esta característica provoca que, en muchas ocasiones, se discuta si una obra debe
considerarse literaria o ser objeto de estudio de otras disciplinas, como la filosofía, la ciencia o la sociología.
Sin embargo, en el tiempo en que se dieron a conocer, se entendieron como claramente literarias, aunque en
ellas la creatividad de los autores se subordinase a la utilidad ideológica.
Los escritores ilustrados buscan la polémica, la denuncia, la crítica y la creación de climas de opinión favorables a
sus posiciones ideológicas. Para ello se valieron de todos los géneros literarios existentes: la poesía, el teatro y
la narrativa, entre los denominados de ficción, y el ensayo, entre los de carácter didáctico. Las cuestiones
políticas y sociales son, sin lugar a dudas, el centro del pensamiento ilustrado. Montesquieu, Voltaire, Diderot y
Rousseau analizan en sus escritos la sociedad de su tiempo.
Las ideas de Montesquieu no se concentran en ninguna obra en exclusiva ni son expuestas de manera
sistemática y organizada.
La cuestión social es expuesta, fundamentalmente, en Cartas persas. En esta obra manifiesta su visión crítica
de la sociedad francesa de su tiempo y denuncia las corrupciones de la corte. También muestra su
sarcasmo ante la supuesta civilización europea, pues es ridiculizada por unos persas a quienes se
consideraba bárbaros.
Aunque aparecen en Cartas persas, sus ideas políticas se manifiestan sobre todo en El espíritu de las leyes,
obra que encontró una acogida muy variada. Para algunos, su pensamiento es reaccionario y conservador,
mientras que para otros es claramente progresista; hubo quien pensó que era demasiado científico, frente
a quienes lo acusaron de superficialidad. En cualquier caso, lo cierto es que toda su obra es una gran
fuente de sugerencias para el pensamiento ilustrado.
La obra de Voltaire representa la aparición de un nuevo estilo de intelectual nacido de la Ilustración que
quiere convertirse en la conciencia moral y crítica de la sociedad.
Cultiva casi todos los géneros habituales en su época. Su aspiración no es la búsqueda de la perfección
formal ni ofrecer un análisis profundo de las que expone, sino que pretende dos objetivos básicos:
Divulgar los conocimientos científicos que van surgiendo a lo largo del siglo. Agitar las conciencias mediante
la denuncia y la crítica de las situaciones injustas o contrarias al ideario ilustrado.
La obra de ideas más importante es Cartas filosóficas. En ella, presenta el modelo inglés (parlamentarismo,
tolerancia religiosa, libertades individuales, poder de la burguesía) como la situación social ideal.
Ataca los abusos de poder de la Iglesia católica, a la hipocresía y a las supersticiones religiosas. Voltaire considera la
tolerancia y el respeto a las opiniones ajenas como la herramienta imprescindible para acabar con el Antiguo
Régimen.
Diderot es el autor más completo del siglo XVIII francés, ya que compone obras de todo tipo de géneros.
En Pensamientos filosóficos defiende la supremacía de la razón sobre Dios. La tesis, expuesta en Carta sobre
ciegos, de que la inteligencia humanes no se debe a Dios, sino que se forma a través de la experiencia y por
medio de los sentidos le llevará a la cárcel acusado de ateísmo.
Pero la gran empresa es la puesta en marcha de la Enciclopedia, que será determinante en su obra literaria.
Rousseau junto con Diderot, protagoniza la evolución política producida en Francia desde el despotismo
ilustrado hasta las ideas democráticas.
La importancia de Rousseau llega con las obras en que muestra sus ideas filosóficas, morales y políticas.
En Emilio o la educación describe la formación de un individuo al margen de cualquier contacto social. Propone
un sistema educativo que respete el ritmo de la naturaleza; la educación debe permitir que el individuo se
asegure la felicidad personal y contribuya a la de los otros.
En El contrato social propone un sistema que permita la gobernabilidad de la sociedad mediante la cesión de
ciertas libertades personales al interés general. Este planteamiento cristaliza en un pacto o contrato, según
el cual los ciudadanos se someten al imperio de la ley.

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