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Fobias

 y  T.R.E.  
Por Alejandra Valeiro – Publicado en Revista Ascensión, 2011

¿Cuándo comenzó?, no puedo precisarlo.

De los primeros años de mi niñez recuerdo cómo me asustaban las imágenes de


porcelana de los 7 Dioses de la Fortuna, que adornaban una repisa de nuestro
living, y era un preciado regalo de bodas de mis padres. Según la mitología
japonesa, los Sichifukujin (o Siete Dioses de la Buena Suerte) llegan cada 31 de
diciembre por la noche, en un barco cargado de tesoros para obsequiar a cada
persona en la Tierra.

Ya en la adolescencia, asomaron los primeros síntomas. Los más claros eran la


aceleración de mi ritmo cardíaco, sudoración fría que comenzaba en mis manos y
se extendía al resto del cuerpo, la falta de aire, llegando hasta la lipotimia. Era
realmente una sensación de estar perdiendo todo control sobre mi cuerpo y
mente.

La característica de este cuadro es que se activaba cuando yo veía a una persona


de la raza oriental, ya sea que nos encontráramos compartiendo el mismo
espacio, o aun cuando las veía a través de una pantalla de cine o televisión.

En ocasiones, siendo adolescente y como parte de mi colaboración en las tareas


del hogar, llevaba ropa a la tintorería, que en Argentina y hasta no hace muchos
años, solían ser propiedad de japoneses, considerados especialistas en el cuidado
de prendas finas. Yo podía entrar a estos negocios siempre y cuando me
atendieran rápidamente, y no tuviera que estar dentro esperando por atención. Por
lo tanto, algunas veces esperaba en la vereda.

Cuando viajaba en un transporte público, si alguien de origen oriental subía, yo


necesitaba bajar inmediatamente. Tampoco aceptaba invitaciones a restaurantes
de comida típica, y hasta perdí la oportunidad de acompañar a mi esposo a Japón
en un viaje por trabajo.

Lo más contradictorio e inexplicable, para mí y quienes me conocen, era la


admiración que siempre tuve y sigo teniendo para con la cultura oriental y su
filosofía.

La terapia convencional no había funcionado. En realidad, no había motivos reales


de esta vida que dieran sustrato a esta patología, ni tampoco pudimos encontrar
desplazamiento alguno hacia este “objeto fóbico”.

  Alejandra  Valeiro  –  Recreando  el  alma    


  www.recreandoelalma.com    
Todos  los  derechos  reservados  
 
La psicología da el nombre de “fobia” al temor excesivo e irracional, intenso y
persistente, desencadenado por la anticipación de un objeto o situación
específicos. La exposición al objeto fóbico provoca casi invariablemente una
respuesta inmediata de miedo, que puede tomar la forma de una Crisis de Pánico.

Luego de haber tomado los primeros cursos de T.R.E. y siendo yo mi primera


paciente, empecé a investigar donde estaba la raíz de este desorden que me
limitaba y yo veía como algo que “no era mío”, para luego comenzar a darme
cuenta que tenía relación con las vidas pasadas de mi alma.

Poco a poco se iba develando el misterio. Aparecían frente a mí las piezas de un


rompecabezas enigmático y poderoso.

Como resultado de sucesivas investigaciones descubrí que mi alma había vivido


en miles de vidas en Oriente, experiencias traumáticas en las que las energías
negativas predominantes eran crueldad, frustración, odio, miedo, violencia y
autocastigo.

Tiempo después y luego de varias limpiezas, un día, en sobremesa con mi familia


me di cuenta que estábamos mirando en televisión una película cuya historia
transcurría en China, y yo me sentía tranquila, ninguno de los síntomas
mencionados anteriormente habían aparecido.

Hace poco menos de dos años y en un viaje a Los Ángeles, decidí probarme más:
tomé mi auto de alquiler y fui sola a visitar el famoso Barrio Chino. Además de
haber sido muy placentero, fue por sobre todo una experiencia que me dio más
fuerzas para continuar trabajando con T.R.E., y en ese momento vinieron a mi
mente las palabras de Robert (Detzler): “T.R.E. funciona”.

Esta experiencia personal la utilizo en mis cursos como ejemplo de cuán


poderosos son los programas y la efectividad de la Terapia de Respuesta
Espiritual en la investigación y limpieza de los mismos, ayudándonos así a
transitar más armoniosamente nuestras experiencias en el plano físico.

  Alejandra  Valeiro  –  Recreando  el  alma    


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