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LA CONSTRUCCION SOCIAL DE LA REALIDAD

La obra La construcción social de la realidad fue escrita por los autores Peter Ludwig
Berger y Thomas Luckmann en 1967. Peter L. Berger (1927 – 2017) es un teólogo y
sociólogo vienés nacido en 1929, que tras la II Guerra Mundial emigra con su familia a
Nueva York, donde acude a la New School of Social Research, donde conoció a
Thomas Luckmann. Ejerció de profesor en diversas universidades estadounidenses,
tras lo que pasó a formar parte del Institute for the Study of Economic Culture de la
Universidad de Boston, donde también ejerció de profesor. Thomas Luckmann es un
autor alemán de origen eslavo, que nace en 1927 en la antigua Yugoslavia. Estudió en
Austria y en la escuela antes citada, en la que coincidió con Peter L. Berger, donde se
obtuvo la licenciatura en filosofía y el doctorado en sociología. Desarrolló su actividad
académica por universidades de América y de toda Europa.
Estos autores darían pie a la primacía de su teoría del construccionismo social en
Estados Unidos, y que alentaría a otros autores como Kenneth J. Gergen a desarrollar
sus propias perspectivas, más orientadas a la coordinación social y el orden resultante
de esta coordinación, que es lo que podemos conocer.
Sin embargo, de esta teoría se escindiría el constructivismo, más centrado en la
asimilación individual de los conocimientos en el contexto social, es decir en un
fenómeno psicológico. Coinciden, estas dos posturas, en la incorporación de nuevos
conocimientos a los preexistentes en base al aprendizaje, y la concepción de las
instituciones como construcciones producto del conocimiento, la actividad y la
interacción humana.
Por otra parte, la obra de Berger y Luckmann también ha sido criticada por una
concepción del ser humano irracionalista y conservadora planteando que el hombre,
no necesita, como proponen los autores, construcciones sociales para vivir. También
distan las proposiciones en cuanto al origen de la vida social que plantea la obra,
realidad, interacción y lenguaje, de las planteadas por Habermas, trabajo, poder y
lenguaje.
Ambos autores concibieron el desarrollo de esta obra como un estudio en torno a la
sociología del conocimiento, que partiera de la realidad social de la vida cotidiana, con
el fin de clarificar el tema central de esta disciplina y poder conocer el origen y el
contexto en el que el conocimiento radica. Los autores deciden introducir la obra
reflexionando sobre la primera cuestión que plantean: ¿Cuál es el tema central de la
sociología del conocimiento?, para ello hacen una sintética definición de los conceptos
de “realidad” y de “conocimiento” y realizan un repaso histórico de la disciplina
identificando tres antecedentes principales, Marx, Nietzsche y la corriente historicista.
De la teoría marxista, de la que buscan marcar distancias, reconocen que la
conciencia la determina el ser social y que el pensamiento se funda en la actividad
humana. También hacen una reinterpretación de los conceptos de la teoría de Marx de
Infraestructura (actividad humana) y Superestructura (mundo producido por esa
actividad).
Del pensamiento de Nietzsche recoge el anti-idealismo y la concepción del
pensamiento humano como un producto humano útil. De la corriente historicista toma
la relatividad perspectivista y conceptos como la ubicación social del pensamiento o el
conocimiento común. Finalmente, los autores acaban determinando que sociología del
conocimiento ha de ocuparse de lo que la gente “conoce” y asume como “realidad” en
su vida cotidiana.
Definido el problema central de la sociología del conocimiento, los autores buscan
clarificar qué es la vida cotidiana y cuáles son los elementos que fundamentan el
conocimiento sobre esta. Dedican la primera parte del libro a lo que ellos llaman
“Fundamentos del conocimiento de la vida cotidiana”; este conocimiento se
fundamenta en 3 ejes principales: la realidad social de la vida cotidiana, la interacción
social y el lenguaje.
Los autores definen la vida cotidiana como una realidad interpretada por los hombres,
para los que tiene significados subjetivos. Esta definición interpreta la realidad
intersubjetiva en la que se desarrolla nuestra conciencia de manera habitual, en lugar
de restringir la definición a las determinadas áreas de esa realidad, que practicamos
de manera rutinaria, y de la que tenemos mayor conocimiento. También consideran
que la realidad de la vida cotidiana, en parte, se sustenta ideológicamente y con las
expresiones humanas de esta ideología, el comportamiento de los hombres.
La realidad no es única, sino que existen distintos niveles o esferas de la realidad,
pero establecen que la realidad suprema es la realidad de la vida cotidiana, de la que
no se puede escapar. Y es por no poder escapar de ella, por lo que la interpretación
subjetiva que haga de esta realidad suprema, determinará su comportamiento y actitud
hacia ella. La realidad, a pesar de la interpretación subjetiva que se pueda hacer, se
presenta objetivada, es decir, que la realidad experimentada está constituida de
objetos significativos independientes de cualquier subjetividad. Esta realidad
objetivada se organiza en torno al aquí y el ahora de las interpretaciones subjetivas, es
decir, de los individuos que la experimentan e interpretan, pero abarca fenómenos más
allá de estas coordenadas espaciotemporales. La consecuencia directa es la
existencia de los distintos “grados de proximidad de la realidad”, que estructura la
realidad que experimentamos en distintas parcelas, según la capacidad de
intervención que tenga en cada uno de esos campos.
La realidad de la vida cotidiana es intersubjetiva, lo que la diferencia en gran medida
del resto de realidades, en tanto en esta es necesario interactuar con otras
subjetividades, y que ambas aceptan y comparten las aptitudes para desarrollarse en
ella. Al existir correspondencia entre las significaciones que ambos individuos tienen
en la vida cotidiana, ambos comparten una actitud hacia esta y comparten una serie
de conocimientos aprehendidos por rutina. Por otra parte, los autores consideran que
estos conocimientos compartidos no abarcan la totalidad de la realidad. Proponen que
cada subjetividad divide su conocimiento en dos sectores, uno no problemático y otro
problemático. En el primero se concentran aquellas áreas de la realidad a las que nos
hemos enfrentado, o que conocemos en base al conocimiento compartido, en la que
conocemos la forma de actuar para obtener determinado resultado. En el segundo
sector se encuentra el resto de la realidad, aquellas áreas que no conocemos y en las
que no sabemos cómo actuar. En base a la experiencia, al descubrir y aprehender
como actuar en el sector problemático, la actividad problemática se integra en el sector
no problemático. De forma que el sector no problemático de la realidad intenta
constantemente absorber al problemático.
El resto de esferas de la realidad las presentan como “zonas limitadas de significado”
entre las que incluyen el arte, los sueños o la religión, porque en todas ellas la
interpretación subjetiva que hace el individuo, juega un papel clave y estas
interpretaciones no corresponden a las del resto de subjetividades. Los sueños, por
ejemplo, carecen del carácter intersubjetivo y de un orden significativo claro, al ser
construcciones de las subjetividades de los individuos.
Los autores, buscan con estas comparativas, clarificar de manera más visual en qué
consiste la realidad de la vida cotidiana, el conocimiento que de ella se obtiene y el
proceso de aprendizaje y asimilación de este conocimiento. Reconocen al mismo
tiempo la facticidad y la objetividad de la realidad, junto con una determinación
ideológica sobre los individuos.
El segundo eje que los autores establecen que fundamenta el conocimiento de la vida
cotidiana es la interacción social. Esta interacción es necesaria y consecuencia de la
intersubjetividad de la realidad de la vida cotidiana, y es útil precisamente porque
permite conocer la subjetividad de otros individuos y su interpretación de la vida
cotidiana.
Los autores ponen especial atención a las situaciones “cara a cara”, en la que los
individuos interactúan de manera directa y presencial, y que permite a ambos conocer
la subjetividad del otro. En esta situación ambos sujetos están intercambiando
información sobre sus percepciones de la realidad. De esta forma no solo la
transmisión verbal es determinante, sino que también el lenguaje no verbal permite
conocer de manera directa la subjetividad del otro, aunque pueda ser mal interpretada.
En esta situación el primer sujeto se convierte en objeto del segundo, se le presenta
objetivado e independiente. Los autores llevan esta objetivación al extremo,
estableciendo que el primer sujeto es, para el segundo, mas real que si mismo.
Consideran que la introspección necesaria que ha de hacer el segundo sujeto para
objetivarse a si mismo, es menos directa que el conocimiento pre reflexivo que le
ofrece el primer sujeto.
En las situaciones “cara a cara” las interacciones no pueden agruparse en conductas
determinadas, sino que la experiencia de la realidad determina la interpretación que se
hace del otro. Sin embargo, reconocen que se aprehende a los sujetos en base a
esquemas tipificadores, que permiten clasificar a los individuos, y son fruto de
experiencias extrapoladas de la situación “cara a cara”. Las tipificaciones que yo
emplee para aprehender al resto de individuos determinarán, en gran medida, la
actitud que tenga hacia ellos.
Otro determinante en el proceso de interacción social, es el grado de intimidad e
interés que se tenga por las personas con las que se interactúa y también condiciona
el nivel de anonimato con el que se trate a esos sujetos. Este anonimato, surgido de
las tipificaciones, busca tener una expresión individual, sin embargo, en determinadas
situaciones esas tipificaciones no se intentan individualizar, sino que se trata
precisamente de referirse al conglomerado que se incluya en esas tipificaciones. En la
presentación que los autores hacen de la interacción social como fundamento del
conocimiento de la vida cotidiana, se refieren únicamente al conocimiento que se
obtiene de los demás individuos como objetos, para conocer las pautas de interacción
social.
Reconocen la capacidad del hombre de objetivar su expresividad subjetiva, en
productos frutos de su actividad, trasladando de esta forma su interpretación subjetiva
de la realidad a un objeto físico del mundo intersubjetivo. El hombre crea, así, objetos
que expresan y transmiten una significación determinada, que queda objetivada con la
facticidad del elemento que el hombre elabora. A pesar de que estos productos
contengan significación, son creados con un fin determinado. Por el contrario,
reconocen que la producción de signos es un caso especial de objetivación de
expresividad humana, en la que el producto del hombre tiene como fin esencial
contener y transmitir significado, más allá del momento y el lugar en el que se crean.
Exponen, así, el lenguaje como un sistema de signos vocales, que funciona como el
tercer fundamento del conocimiento de la vida cotidiana. El lenguaje es la herramienta
básica para conocer y designar la realidad, que se origina en la situación de
interacción “cara a cara”, pero es extrapolable. La capacidad de disociarse de la
situación “cara a cara” permite a las palabras y los signos ser depositarios de un gran
volumen de significación objetivada y permite su transmisión en el tiempo. El lenguaje
pone a disposición de las personas que conversan la subjetividad del otro. Objetiva la
realidad del otro, pero también hace “más real” la propia subjetividad al trasladarla de
la interpretación subjetiva a la realidad intersubjetiva de la vida cotidiana.
El lenguaje parte y referencia a la realidad de la vida cotidiana que comparto con otros,
por lo que permite tipificar y categorizar experiencias. Surge como necesidad de la
interacción social con otros para referirse y designar fenómenos objetivados de la
realidad. A pesar de referenciar la realidad de la vida cotidiana, el lenguaje también
puede trascenderla y referirse a zonas limitadas de significación.
El lenguaje también permite configurar lo que Berger y Luckmann denominan “acopio
social de conocimiento”, un conocimiento compartido con el resto de individuos, sobre
la realidad intersubjetiva, que en gran medida consiste en recetas rutinarias para
resolver problemas habituales, por lo que mi participación de ese acopio estará
determinada por mis intereses pragmáticos y por mi posición en el sistema social. El
acopio social de conocimiento permite la ubicación social de los individuos en la
sociedad y su correcto desenvolvimiento, pero también determina en gran medida su
comportamiento para con los demás individuos. Este acopio social de conocimiento
comprende una serie de conocimientos básicos comunes, pero culmina con
estructuras sociales muy complejas de interdependencia de los individuos en base a
sus conocimientos.
Explicados los tres elementos, que los sociólogos establecen como fundamentos del
conocimiento de la vida cotidiana, pasan a tratar, en la segunda parte del libro, “la
sociedad como realidad objetiva”. Para explicar su tesis, dividen la segunda parte del
ensayo en dos fases de objetivación de la sociedad: la institucionalización y la
legitimación.
En la institucionalización de la sociedad como realidad objetiva, los autores exponen
los factores determinantes que dan lugar a este proceso de creación. Comienzan
señalando el ambiente como factor fundamental, ya que determina su relación con el
entorno, y reconocen la adaptabilidad y capacidad transformadora del hombre sobre el
medio. El ambiente juega tal papel en el desarrollo de los individuos, que estos solo
llegan a desarrollarse cognitivamente al relacionarse con su entorno.
Consideran inexistente una concepción socio-cultural de la humanidad, entendiendo
que consiste en fenómenos antropológicos que permite la creación de estructuras
sociales. Por ello la formación psíquica del individuo debe entenderse en relación al
desarrollo biológico y el proceso social. Para conseguir el desarrollo psíquico, los
hombres acuden a la socialización, construyendo juntos un ambiente social formado
por el conjunto de sus construcciones socio-culturales y psíquicas. Este proceso de
externalización de los hombres, es una necesidad antropológica, que resulta en la
creación del orden social.
Como base para la institucionalización, los autores aclaran que la actividad humana
está sujeta a la habituación y que, por tanto, es aprehendida por el hombre. Esta
habituación aporta a la actividad una significación para el individuo, y lo libera de la
tensión cognitiva de la elección, al ofrecer un método conocido, eficaz y válido. Esta
habituación, junto con la tipificación reciproca de estas actividades, da origen a toda
institucionalización. Todos los integrantes del grupo conocen esta tipificación y la
institución tipifica tanto acciones como actores, de manera que la acción está sometida
a control social.
La institucionalización de los comportamientos facilita la previsión del comportamiento
y las acciones, pero además las dota de objetividad. Se presentan como realidad
propia externa e independiente del individuo y con cierto grado de coerción. Las
instituciones deben imponerse como autoridad al individuo para conseguir cohesión
social. Sin embargo, esta autoridad se debilita con la transmisión generacional, al
incorporarse al cuerpo social, y por tanto someterse a las instituciones, nuevos
miembros que no formaron parte en la creación de estas. Por ello, los autores
establecen que “lo que la sociedad da por establecido como conocimiento, llega a ser
simultáneo con lo cognoscible”. El conocimiento social es al mismo tiempo
aprehendido y producido por la actividad humana y transmitido como realidad objetiva,
a través de las instituciones.

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