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Lecciones

de historia
económica

Victoriano MARTÍN MARTÍN


Isabel CEPEDA GONZÁLEZ
Concepción ESTELLA ÁLVAREZ
Rogelio FERNÁNDEZ DELGADO
Nieves SAN EMETERIO MARTÍN
Victoria ARRIBAS ESCUDERO
T E M A

2
LA ACTIVIDAD ECONÓMICA
DEL HOMBRE EN LAS PRIMERAS
ETAPAS DE LA HISTORIA

1. LA SOCIEDAD PRIMITIVA
2. LAS GRANDES CIVILIZACIONES DEL MUNDO ANTIGUO
3. EJERCICIOS
4. LECTURAS RECOMENDADAS
5. BIBLIOGRAFÍA

El conocimiento de las primeras sociedades humanas es bastante complicado por la difi-


cultad de interpretar las fuentes arqueológicas. Este primer y más largo periodo de la
Historia de la Humanidad ha sido llamado Prehistoria, por el hecho de no haberse hallado
en él indicios de escritura, aunque no todos los historiadores están de acuerdo sobre el
término. Pero las divisiones arqueológicas del mismo en Edad de Piedra y Edad de los
Metales no son del todo arbitrarias, puesto que se basan en los materiales utilizados para la
fabricación de diversos utensilios cortantes, ya que éstos se encuentran entre los más impor-
tantes instrumentos de producción.

1. LA SOCIEDAD PRIMITIVA
La antigüedad del hombre sobre la tierra se remonta a cientos de miles de años. Pero los
diferentes grupos humanos evolucionaron a ritmos muy distintos. Parece que el hombre
existía en Europa en el periodo glacial y muy probablemente antes. Ha ido sobreviviendo a
muchas razas de animales de las que era contemporáneo y ha ido pasando por un proceso
de desenvolvimiento en las distintas ramas de la familia humana, tan notable en sus etapas
como en su progreso (Morgan, L. H., 1970).

~ 11 ~
~ 12 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

1.1. La economía de la Edad de Piedra


“Si la economía es la ciencia de las épocas sombrías, el estudio de las economías de la caza
y la recolección debe ser su rama más importante” (Sahlin, M., 1983). Durante todo este
tiempo, la principal actividad del hombre consistió en satisfacer sus necesidades materiales.
La recolección de alimentos y la caza de animales eran fundamentales para su superviven-
cia, aunque tuviera que trasladarse de un lugar a otro para conseguirlos. Por eso se habla del
hombre nómada. Para un mejor estudio de esta larguísima etapa se suele dividir en dos
amplios periodos: Paleolítico y Neolítico.

1.1.1. El periodo más lejano y desconocido


La tecnología de la Edad de la piedra tallada, que suele datarse hasta los 8000 años a. C.,
permaneció prácticamente sin cambios durante miles de años a base de toscas herramientas
y útiles de piedra, que fueron perfeccionando muy lentamente. La técnica básica lítica la
constituye la percusión sobre el nódulo de sílex, aunque el resultado difiere de la dureza del
material con que se golpea en relación con la consistencia de la piedra que se desea tallar;
de ahí la aparición de lascas, hachas, etc. Esto es de suma importancia para determinar el
valor de la industria lítica atribuida a ciertas tribus muy primitivas, el sistema social y la
organización económica.
Sin embargo, del estudio de estas sociedades se deduce que la piedra no era la única
materia prima de su industria, sino que también utilizaron otros elementos, como madera,
hueso, asta, conchas, etc., que sólo se han conservado en casos excepcionales y en lugares
concretos. Además, controlaron el fuego; utilizaron anzuelos para pescar y debieron de
disponer de alguna especie de balsa para trasladarse sobre el agua.
Aunque la caza parece ser tan antigua como la especie humana, la aparición de un
“género de vida cazadora” se halla en la base de la actividad mágicorreligiosa del hombre
del Paleolítico Superior y ejerce un impacto enorme en el desarrollo cultural. Estas pobla-
ciones fueron tanto más nómadas cuanto más especializado era su género de caza y a ello
contribuyó tanto la necesidad alimenticia, como el complejo de su cultura material. A su
vez, la permanencia en pequeños grupos y la utilización de cuevas y abrigos rocosos creó
una tradición ininterrumpida hasta la aparición de las nuevas formas de vida de la etapa
postglaciar.
La lenta evolución de las sociedades paleolíticas puede explicarse tanto por la ruti-
naria continuidad del ritualismo mágico, como por la climatología. Las distintas plantas se
irían sucediendo en función de la temperatura, precipitación, etc. Los animales irían en pos
de ellas igualmente a un ritmo casi imperceptible. En algunos lugares y en momentos
concretos la emigración de estas especies pudo efectuarse de modo más rápido, lo que
conllevaría efectos negativos para muchas de ellos y provocaría su extinción, degeneración
o arrinconamiento en zonas más reducidas. El hombre, con la superioridad de sus innova-
ciones técnicas, contribuyó a agravar el desequilibrio y a la desaparición de algunas espe-
cies, como el bisonte o el mamut, por ejemplo. Pero también domesticó el perro,
asociándolo a sus tareas cazadoras. La aparición de sus restos fósiles es fundamental para
averiguar dentro del Cuaternario la fecha de los establecimientos humanos.
LA ACTIVIDAD ECONÓMICA DEL HOMBRE EN LAS PRIMERAS ETAPAS ~ 13 ~
DE LA HISTORIA

Ahora bien, el desequilibrio económico necesario para crear el estímulo, se produjo


con la transformación climática postglaciar entre el 10000 y el 8000 a. C. La lenta, pero
progresiva sequía, al ir retrocediendo los hielos, llevó a la deforestación natural, a la pérdi-
da de tapiz vegetal, a la disminución de la fauna útil y, ante esas circunstancias, la especie
humana también estaría en peligro.

1.1.2. La revolución neolítica


Por todo ello, la verdadera revolución en el desarrollo histórico de la humanidad se produjo en
el Neolítico (8000 a 5000 a.C). Una economía de producción liberó al hombre de la preocupa-
ción por su futuro inmediato y, mediante la utilización inteligente de los recursos naturales,
descubrió la agricultura y domesticó algunos animales: oveja, cabra, caballo, cerdo, etc.; quizá
los bueyes servirían como bestias de carga. La agricultura surgió entre aquellos grupos cuya
base económica dependía de la recolección de cereales silvestres. Pero agricultura y ganadería
(último eslabón de la domesticación de animales) aparecen íntimamente asociados.
Sin embargo, el Neolítico o Edad de la piedra pulimentada (azada, hoz) no debió de
suponer la aparición de pueblos distintos, sino que las mismas sociedades irían abandonan-
do las cuevas y levantando los primeros poblados, lo que implicaría la organización de una
población, una vinculación más estrecha del hombre a la tierra, un sedentarismo mayor, la
innovación de técnicas, como la cerámica o el tejido de lino y lana. En el orden político
significó una concentración del poder y un principio de autoridad ordenado del esfuerzo
colectivo, pero en el aspecto económico se produjeron algunos excedentes y una escasa
división del trabajo. La revolución neolítica abarcó toda la región, que se extiende desde el
Nilo y el Mediterráneo Oriental hasta la meseta de Irán y el valle del Indo.

1.2. El desarrollo tecnológico de los metales


Hacia el 5000 a.C. surgió una nueva tecnología basada en la fundición de metales, lo que permi-
tió obtener herramientas, armas y objetos mucho más resistentes. En primer lugar se desarro-
lló la elaboración de instrumentos de cobre, luego de bronce y, posteriormente, de hierro.

1.2.1. La innovación del cobre


En este periodo, llamado Edad del Cobre (5.000-3.000 a.C.) se fundía el metal en hornos de
carbón, calentándolo en crisoles; luego, se vertía en moldes para fabricar herramientas y armas
mucho más afiladas que las de piedra. Además, se usó el torno de alfarero; se aplicó la rueda
al carro; se utilizó el arado de madera en Egipto y Mesopotamia antes del 3000 a.C., con lo que
aumentó la producción de alimentos, la acumulación de excedentes y la actividad económica.
A su vez, nuevas técnicas de transporte, como la aplicación de la vela a la navegación, facilita-
ron el intercambio y todo ello contribuyó a una mayor división del trabajo.

1.2.2 La invención del bronce


Con la aleación del cobre y el estaño se entra en la Edad del Bronce (3000-1000 a.C.). El
hacha de bronce era un utensilio superior, más duro, pero, además, presupone una estructu-
~ 14 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

ra económica y social más compleja, puesto que el cobre y el estaño pocas veces se hallan
juntos y uno de los dos debe ser importado. Esto es posible si existe excedente de algún
producto local para permutarlo por metales, con lo que aumenta el intercambio de bienes y
la división del trabajo. La invención de la moneda permitió acumular riquezas; se efectua-
ban préstamos con interés. Los agrupamientos de población fueron creciendo y alcanzaron
su plenitud los grandes Imperios de los valles fluviales; además, apareció la escritura y la
notación numérica.
A su vez, la tabla de multiplicar y la geometría facilitaron la construcción de edifi-
cios: templos y pirámides. También se desarrolló la astronomía con la medición exacta del
tiempo de las estaciones, los puntos cardinales, el reloj de sol y el calendario de 365 días.
Los avances en arquitectura fueron seguidos de otros en escultura, pintura y música con
diversos instrumentos, como la flauta, el arpa y la lira. Las relaciones sociales y económi-
cas se plasmaron en reglas muy estrictas, como el Código de Hammurabi (1750 a.C.). Poco
a poco hubo una mayor división de clases: la de los poderosos (reyes, nobles o sacerdotes)
y la de los pobres (hombres libres, colonos, siervos y esclavos). Este periodo finalizó con
guerras y migraciones de pueblos.

1.2.3. La expansión del hierro


A partir del primer milenio a.C. se habla de la Edad del Hierro por la utilización generaliza-
da de este metal, aunque una tribu de Armenia lo usaba antes del 2000 a.C. Su difusión tuvo
lugar hacia Europa; dada la abundancia de este mineral en la naturaleza, las herramientas y
armas de hierro resultaron más baratas y mucha gente pudo costearse un buen equipo. Con él
los agricultores aumentaron su producción. También apareció la esquiladora para cortar la
lana de las ovejas. Las técnicas industriales se adaptaron al nuevo metal con el que se fabri-
caron nuevos taladros, martillos, etc. Los albañiles perfeccionaron sus herramientas, como la
polea. Se mejoraron varios tipos de máquinas, como la noria, el molino giratorio, etc.
Todos estos progresos significaron un crecimiento económico muy importante, una
mayor división del trabajo y la aparición de talleres con decenas de trabajadores. Parte de
los excedentes acumulados permitieron dedicar la inteligencia de algunos hombres a las
ciencias, a las artes, a la filosofía, a la justicia, etc. Pero se considera que estos últimos
periodos pertenecen de lleno a la Historia y, por tanto, son objeto de posteriores páginas.

2. LAS GRANDES CIVILIZACIONES DE LA ANTIGÜEDAD

2.1. Los Imperios agrícolas


Se ha comprobado el paso de una sociedad rural de pastores y agricultores a una sociedad
urbana varios siglos antes de Cristo, en algunas áreas del Próximo Oriente. Algunos poblados
convertidos en ciudades se establecieron junto a los cursos de agua, manantiales, etc. y los
lugares más convenientes se mejoraban con un trabajo constante. Gran parte de las tareas que
se realizaban eran empresas colectivas y beneficiaban a la comunidad en su conjunto.
En las grandes llanuras de aluvión, un suelo fértil renovado cada año por las creci-
das de los ríos, aseguraba un copioso abastecimiento de alimentos y permitía el crecimien-
LA ACTIVIDAD ECONÓMICA DEL HOMBRE EN LAS PRIMERAS ETAPAS ~ 15 ~
DE LA HISTORIA

to de la población, aunque carecían de otras materias primas de origen mineral. La necesi-


dad de construir importantes obras públicas para el riego y drenaje de la tierra, así como
para proteger los núcleos de población, hizo que la organización social se fuera consoli-
dando y el sistema económico centralizando. No todos tenían que cultivar la tierra para
poder alimentarse, puesto que en una sociedad urbana existe una mayor división del traba-
jo. El lugar principal lo ocupaban los sacerdotes, príncipes, escribas, funcionarios y un
grupo de artesanos especializados, soldados profesionales y trabajadores de diferentes
oficios, todos ellos apartados de la ocupación primaria de producir alimentos.

2.1.1. Mesopotamia
El curso bajo de los ríos gemelos: Tigris y Éufrates forma una unidad geográfica cuya vida
natural y económica dependía de sus aguas. El territorio estaba dividido en ciudades-estado,
que eran autónomas desde el punto de vista político, pero todas con una cultura material, un
lenguaje y una religión comunes y, en gran medida, económicamente interdependientes. En el
centro de cada una se encontraba la ciudadela con el templo, que era no sólo un lugar de culto,
sino también un gran centro productor y administrador de riquezas. Funcionaba como un gran
banco, puesto que los documentos más antiguos muestran las cuentas anotadas por los sacer-
dotes acerca de los ingresos en los templos.
En esta vasta llanura tuvieron lugar varias guerras entre las diferentes ciudades y se
formaron algunos Imperios, como el de Babilonia que consiguió una unidad política ya
bajo el dominio de Hammurabi. En su Código (1750 a.C.) de leyes escritas se revela la
situación de los arrendamientos rústicos, del comercio, la industria, la contabilidad mercan-
til, el crédito, los tipos de interés, etc. Las instituciones de crédito alcanzaron altos niveles
concediendo préstamos a empresas mercantiles e industriales, recibiendo depósitos, etc. El
valor de las cosas se medía en dos tipos de unidades de cuenta: el gur de Babilonia (medi-
da de cebada equivalente a 252 litros) o el siclo (lingote de plata de 8 gramos de peso), pero
no se llegó a acuñar moneda. Las ciudades-estado quedaron absorbidas dentro del territorio
de un Estado que correspondía por entero a la realidad de las necesidades económicas.

2.1.2. Egipto
El Valle del Nilo constituía una unidad económica natural. La agricultura dependía de la
crecida anual del río y su llegada significaba el comienzo del ciclo de las operaciones agrí-
colas. La predicción exacta del día de la inundación representaba una gran ventaja para la
población y se producía en función del movimiento anual de la tierra alrededor del sol, el
mismo día cada año solar. Las observaciones registradas durante 50 años demostraron que
el intervalo medio entre las crecidas era de 365 días. Sobre esta base se introdujo un calen-
dario oficial en el que el año se dividía en 10 meses de 36 días cada uno con un periodo
adicional de 5 días, que se intercalaba al final del año. Hubo un error en el cómputo de unas
6 horas. Los funcionarios reales lo corrigieron observando la trayectoria aparente de la
estrella Sirio (Sothis para los egipcios), la cual en la latitud de El Cairo es la última estrella
que aparece en el horizonte, antes de que la aurora oculte a todas las demás en la época de
la crecida, y ésa fue la señal del inicio de los trabajos agrícolas. Además, la creación del
~ 16 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

calendario solar constituyó un hecho histórico de gran trascendencia para la astronomía y


para la historia de la ciencia.
En Egipto las reservas de provisiones requeridas para la transformación del sistema
económico no se acumularon en los templos de una deidad comunal, sino en manos de un
monarca, que ya se había colocado por encima de la sociedad de la que había surgido, auxi-
liado por un cuerpo importante de sacerdotes y funcionarios. Los campesinos sujetos a una
severa disciplina debían entregar una parte importante de las cosechas al faraón. A pesar de
ser una sociedad jerarquizada, de vez en cuando sufrió violentas sacudidas producidas por
algún periodo de anarquía y revolución o por invasiones exteriores, pues no mantenía una
gran fuerza militar.

2.2. La expansión y colonización del Mediterráneo


2.2.1. Ciudades fenicias
En las costas del Mediterráneo Oriental aparecieron ciudades, como Tiro, Sidón, Biblos que
difundieron los avances culturales de Egipto y Mesopotamia por el mar Mediterráneo en
busca de metales (cobre, plata y estaño, principalmente). Explotaron los yacimientos de
cobre y plata del Sur y Sureste de la Península Ibérica. El estaño de las regiones atlánticas,
transportado por mar o por tierra a través de la Galia, llegaba en sus barcos hasta los más
importantes centros industriales del Oriente clásico. A cambio llevaban tejidos finos, obje-
tos de bronce y artículos de lujo. Acuñaron monedas de plata e inventaron el alfabeto.
Para controlar este comercio instalaron colonias, como Gadir (Cádiz, hacia el 1100 a.C.)
y Cartago, en el Norte de África, que fue fundada hacia el 825-819 a. C. y que se erigió en
una potencia mercantil, al desaparecer Fenicia en manos de los asirios. Los cartagineses
disputaron el comercio mediterráneo a los griegos y llegaron al Sureste de la Península
Ibérica; luego, se enfrentaron a los romanos, por lo que estallaron las guerras púnicas, que
pusieron fin a su hegemonía a mediados del siglo II a.C.

2.2.2. Creta: confluencia de productos y culturas


También en el Mediterráneo Oriental se hallaron importantes restos de una civilización,
llamada minoica, en la isla de Creta que se remonta al 2600 a.C., con abundancia de obje-
tos de cobre y de bronce, algunos fabricados en Egipto, bellos ejemplares de cerámica
pintada y algunas inscripciones de escritura, primero ideográfica y, luego, lineal. Debieron
prosperar aquí príncipes-comerciantes que llevaban productos fabricados del Oriente Medio
hacia Occidente y volvían cargados de metales de estas lejanas tierras.

2.2.3. El mundo griego


Al Sur de la Península Balcánica parece que existió una antigua civilización, que a media-
dos del tercer milenio a.C. poseía objetos de bronce. A mitad del segundo milenio a.C.
entraron por el Norte pueblos invasores, que se instalaron como jefes guerreros y llegaron
a dominar, incluso, Creta. Fueron los aqueos de los que habla Homero en la Ilíada. Ambas
civilizaciones fueron destruidas por los dorios hacia el 1150 a.C.
LA ACTIVIDAD ECONÓMICA DEL HOMBRE EN LAS PRIMERAS ETAPAS ~ 17 ~
DE LA HISTORIA

Paulatinamente los habitantes de este terreno abrupto y fragmentado, que hablaban


la lengua griega, se fueron organizando en polis1. La base de su economía era la tierra,
aunque distinguían entre los terratenientes que vivían en la ciudad y los trabajadores, en el
campo; sin embargo, estos campesinos figuraban en un puesto más alto de la escala social
que los artesanos. Había una estrecha unión entre ciudad y territorio. A medida que la
población de estas polis crecía, la producción de alimentos resultó insuficiente y muchos
habitantes tuvieron que abandonar sus ciudades.
La emigración griega comenzó hacia el s. VIII a.C. por el Mediterráneo. Cada colo-
nia solía estar fundada por un grupo de emigrantes de la misma polis, a la que llamaban
metrópolis. Aunque eran políticamente independientes, sus habitantes se consideraron
siempre griegos (Magna Grecia). Las primeras colonias basaron su riqueza en la agricul-
tura, pero después incorporaron a su economía las actividades comerciales y llegaron a
crear una amplia red de escalas, que constituyeron la base de su comercio marítimo con
intercambio de monedas, materias primas y toda clase de productos manufacturados.
El ideal de las polis era la independencia, pero ante la amenaza del Imperio Persa se
unieron y vencieron al gigante en las guerras médicas (490-448 a.C.). Este enorme esfuer-
zo militar y económico fue sufragado con una alianza de varias polis (Liga de Delos). Al
final de la guerra Atenas, que había llevado el mayor peso, exigió que el tesoro de la Liga
fuera guardado y administrado por los atenienses. Algunas polis no aceptaron y esta
desunión les llevó a la guerra del Peloponeso (431-404 a.C.) y a una crisis de la que ya no
se recuperaron.
En el siglo IV a.C. Filipo II de Macedonia ocupó Grecia. Su hijo Alejandro Magno,
que había sido educado por preceptores griegos, conquistó el Imperio persa entre el 334 y
el 327 a.C. y difundió la cultura helenística. En esta época el patrón monetario adoptado por
el mayor número de ciudades griegas era el dracma, que equivalía a 4 gramos 250 miligra-
mos de peso, y la moneda más común era la pieza de 4 dracmas o tetradracma de plata.
Estas monedas con la efigie de Alejandro Magno se acuñaron en las ciudades helenísticas
hasta la conquista de Asia por los romanos. Durante la residencia de Alejandro Magno en
Babilonia se preocupó de reparar los canales, diques y defensas para los riegos de los terri-
torios circundantes y allí murió en el 323 a.C. Sus sucesores, los jefes griegos de su ejérci-
to mantuvieron fuertes luchas entre ellos por la herencia de ese gran Imperio, hasta que en
el 280 a.C. se lo repartieron en tres estados: Macedonia, Egipto y Siria.
Los griegos que habitaban en estas ciudades helenísticas vivieron de la explotación
de sus tierras (trabajadas por esclavos o campesinos indígenas), pero pronto ampliaron sus
actividades a la industria o al comercio. Esta labor involuntaria de los esclavos favoreció la
creación de talleres importantes para la fabricación de productos dedicados a la exporta-
ción: cerámica, vidrios, bronces, papiro, artículos de lujo, etc. Así, el comercio se reanimó:
la ruta Norte Sur pasaba por Asia Menor y reunía a los reinos helenísticos y la otra ruta
terrestre, de Siria a la India, atravesaba Mesopotamia, por lo que Antioquia se convirtió en
un gran centro comercial en el que convergían ambas vías.

1 Ciudad estado autónoma en la que ciudad y campo constituyen una unidad estrechamente ligada.
~ 18 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

Biblioteca de Celso en Éfeso (siglo II d. C.). En la fachada, cuatro estatuas que representan
la sabiduría, la virtud, la inteligencia y la ciencia.

Al mismo tiempo continuaron los avances científicos y técnicos. Por ejemplo, Euclides
publicó Elementos de Geometría hacia el 350 a.C., Apolonio de Pérgamo (247-205 a.C.)
preparó su geometría de los conos, el gran Arquímedes (237-212 a.C.) describió la teoría de
la palanca y estableció la base de la mecánica teórica, así como varios ingenios militares y,
algo más tarde, Hiparco (160-125 a. C.) inventó la trigonometría plana y esférica.

2.3. Roma y el nacimiento de un gran imperio económico


Mientras tanto, otra ciudad-estado surgía en la parte central de la Península Itálica, en un
lugar estratégico apto para atravesar el río Tíber. En su origen se trataba de un conglomera-
do de cabañas de pastores, que ocupaban una serie de colinas cuya fundación se atribuye a
Rómulo y Remo en el 752 a.C., según la leyenda. El término pecunia (pecus en latín signi-
fica ganado) atestigua la importancia económica de la ganadería en los intercambios de este
periodo. Su organización política fue en los comienzos en forma de Monarquía.

2.3.1. El crecimiento económico durante la República


En el 509 a.C. se dio paso a la República. Durante la misma tuvo lugar el mayor crecimiento
económico de Roma, ya que ocuparon el Lacio, luego conquistaron el resto de la Península
Itálica y, una vez vencidos los cartagineses tras la tercera guerra púnica (146 a.C.), su autori-
dad en Occidente fue indiscutible. Poco a poco se anexionaron toda la costa mediterrá-
nea. Luego se apoderaron de gran parte de los estados helenísticos, con lo cual adoptaron
LA ACTIVIDAD ECONÓMICA DEL HOMBRE EN LAS PRIMERAS ETAPAS ~ 19 ~
DE LA HISTORIA

la cultura griega, y consiguieron inmensos territorios. La integración de las tierras


conquistadas se llevó a cabo a menudo mediante su conversión en provincias, lo que cons-
tituyó un importante precedente para el régimen imperial posterior.
El último periodo republicano se vio ensombrecido por una serie de conflictos
violentos, golpes militares, rebeliones, guerras civiles. Es interesante destacar el dece-
nio de los hermanos Graco (tribunos de la plebe) y su propuesta de reforma agraria. La
principal reivindicación de los plebeyos era el reparto de tierras del ager publicus en
condiciones asequibles. Tiberio Graco rehabilitó la ley que fijaba en 500 iugera (unas
125 hectáreas) el límite de propiedades públicas entre particulares, prometiendo la
expropiación de las que excedieran del máximo legal permitido, que serían convertidas
en propiedades privadas y cedidas a título hereditario a cambio de un impuesto (vecti-
gal) al Estado. Pero la lex agraria no se llevó a efecto por el asesinato del tribuno, cuan-
do quiso disponer libremente de los fondos del legado de Atalo III privando de su
tradicional monopolio al Senado, lo que provocó un conflicto con la nobleza senatorial
y la masacre de 300 seguidores del tribuno de la plebe, que acabaron arrojados al Tíber
junto con él mismo (133 a.C.). Su hermano Cayo Graco fue elegido tribuno de la plebe
en el 123 a.C.; consiguió la publicación de la lex frumentaria, que disponía la distribu-
ción de grano a la plebe a precio político y no gratuitamente, como lo venía haciendo el
Senado, así como el reparto de algunas tierras del ager publicus más alejadas de las
vegas y menos fértiles.
Durante el siglo I a. C. Pompeyo y César2, de un lado, y Marco Antonio y Octavio3,
de otro, marcan el final de un periodo en la Roma antigua. Tras la incorporación de Egipto
como provincia romana (30 a.C.), Octavio regresó a la Urbs como mando único del ejérci-
to y se erigió en el jefe del nuevo régimen imperial que permaneció en vigor hasta el siglo
V de la Era Cristiana.

Desde la época republicana, la extensa red viaria favorecía el desplazamiento del ejér-
cito y agilizaba los intercambios comerciales. También las provincias se cruzaron de un gran
número de calzadas que favorecían la comunicación en el interior y con algunos puntos de la
periferia conectados, en última instancia, a Roma. El 90% de la población romana vivía de la
agricultura. Gran parte del excedente agrícola se consumía en las ciudades y éstas eran impor-
tantes centros de producción y distribución. En ellas se hallaban los talleres artesanales que
ocupaban a hombres libres y esclavos. Se perfilaron así dos economías no excluyentes, sino
complementarias: la monetaria en las ciudades, la natural en el medio rural.
La acuñación de oro y plata era monopolio del Estado; el sistema monetario se había
extendido por todo el territorio y, mediante algunas leyes, se habían fijado el peso y el valor
de las principales monedas romanas de plata y bronce: el denarius, el victoriatus, y el as.
Los griegos y orientales llegaban a Roma con monedas de oro y plata de sus respectivos
países y debían cambiarlos por denarios; de aquí dimanaban pingües beneficios para los
cambistas. El desarrollo de los Bancos en Italia y en Occidente se debió en parte a las

2 Pompeyo, César y Craso formaron el primer triunvirato en al año 60 a.C.


3 Lépido, Marco Antonio y Octavio formaron el segundo triunvirato en al año 43 a.C.
~ 20 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

circunstancias de la circulación de la moneda acuñada y estaban dirigidos en su mayoría por


individuos de origen griego. También se obtenían grandes negocios en las operaciones con
acciones de las sociedades de publicani, con las que se especulaba. Pero el negocio más
lucrativo era el préstamo con interés, que sobrepasaba la tasa legal del 12% y llegó en
ocasiones al 48%. Además, aceptaban depósitos pagando intereses y transferían dinero de
una ciudad a otra a través de bancos locales.
La economía romana al final de la República estuvo dominada por el influjo de la
riqueza mobiliaria. Esta evolución fue provocada por los éxitos de la política exterior y las
conquistas de Roma, más que por el desarrollo de la industria y del comercio. El origen del
capitalismo romano debe buscarse en el inmenso despojo de los pueblos vencidos, en el
botín obtenido en las campañas militares, en los tributos arrancados a las ciudades venci-
das, a las exacciones sin freno ni escrúpulos de los publicanos y agentes de negocios, en las
operaciones financieras realizadas por los banqueros, etc.
Otro factor determinante fue la creciente rivalidad económica entre Roma, prototipo de
la ciudad de consumo, y las provincias. La tradicional posición económica de Italia, como abas-
tecedora de los mercados provinciales en trigo, vino o aceite, cambió drásticamente desde
mediados del siglo I. Los productos agrícolas, primero, y los manufacturados, después, acaba-
rían siendo reemplazados por los elaborados en las diversas provincias, las cuales le hacían la

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SIRIA
PALESTINA

MAURITANIA Cartago
ÁFRICA MAR MEDITERRÁNEO
(Mare Nostrum)

EGIPTO

Expansión territorial del Imperio romano.


LA ACTIVIDAD ECONÓMICA DEL HOMBRE EN LAS PRIMERAS ETAPAS ~ 21 ~
DE LA HISTORIA

competencia. Roma empezó a contabilizar una balanza mercantil deficitaria. Pero su economía,
de urbana y regional, llegará a ser internacional y mundial en los años venideros.

2.3.2. El Imperio: auge y decadencia


En menos de un siglo Roma pasó del mero control político sobre los territorios conquista-
dos a su anexión e incorporación como provincias de pleno dominio. Durante el Alto
Imperio (27 a.C.-235 d.C.) la actividad económica prosperó. En agricultura, la trilogía
mediterránea era predominante. Pero la producción de cereales fue disminuyendo, mientras
que las viñas y olivares ocuparon amplios dominios al Este y al Oeste, lo que provocó autén-
ticas hambrunas. El gobierno imperial tomó medidas fomentando la siembra de trigo y
promulgando edictos para prohibir la plantación de viñas, incluso, arrancar las existentes
en las provincias. En cambio, el olivo fue difundido en Hispania, Dalmacia, África y en los
países semidesérticos desde el Este del Líbano hasta Palmira. Además, la conquista de
Europa Central y Occidental valdría a los romanos la posesión de considerables superficies
de bosques y pastos.
También hay que destacar la producción de sal, tanto la procedente de las marismas,
como la del interior en lagos, fuentes termales y en las minas de sal gema, sin olvidar la explo-
tación de canteras de mármol, pórfido y granito en todo el orbe conocido, dado el gusto de los
romanos por las construcciones suntuosas, en las que emplearon abundantes esclavos.
Los yacimientos minerales metálicos ofrecieron distintos aspectos según los lugares.
Las minas de oro de Grecia estaban casi agotadas; Macedonia y Tracia eran aún ricas en oro
y plata; las de la Cólquida y Egipto continuaban dando oro. Además, se obtenía en sus
diversas formas, pepitas y pajuelas, en Hispania, Galia, Britania, Dalmacia y Mesia.
Trajano, al conquistar Dacia, consiguió para Roma los yacimientos auríferos más ricos del
mundo antiguo. Extrajeron ingentes cantidades de plomo argentífero de Cerdeña, Hispania,
Galia, Dalmacia, Épiro, etc. Se proveían de cobre de Macedonia, Península Ibérica, Galia e
isla de Bretaña, que junto con los de Chipre aportaban estaño y facilitaron el desarrollo de
la industria del bronce. Casi todos los yacimientos de hierro de Europa Occidental y Central
fueron valorizados y explotados, así como otros metales.
Por otra parte, la alianza entre políticos ambiciosos y jefes militares, acabó con la
hegemonía de los dos órdenes privilegiados de Roma, el senatorial y el ecuestre, los cuales
hasta entonces habían constituido una clase de grandes terratenientes semifeudales y de
hombres de negocios, que debían su prosperidad material a la explotación de los recursos
del Estado. La obra de Octavio César Augusto fue la expresión de esta victoria de las clases
medias e inferiores de las ciudades romanas.
Pero la pax romana había puesto fin a la expansión territorial y a la acumulación de
botín, incluido el humano, dos cosas que habían sido fundamentales para acrecentar la
riqueza. Además, se habían introducido en el Imperio amplias regiones interiores, lejos del
mar y con accesos inadecuados a las rutas del comercio y la comunicación. En las fincas
interiores existía la tendencia natural al asentamiento rural en torno a una casa de campo en
donde se producían las necesidades básicas del consumo masivo, con lo que se reducían las
actividades lucrativas de las ciudades. El golpe decisivo se dio cuando la monarquía abso-
~ 22 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

luta sustituyó la administración de la ciudad por el ejército profesional y el poder de unas


familias. Este sistema acabó con la iniciativa política y económica para la que faltaban las
oportunidades apropiadas.
Sin embargo la clase media urbana, base del Imperio, no era lo bastante fuerte para
sustentar el peso del Estado mundial. Los órdenes superiores se hicieron cada vez más
exclusivos y la sociedad se fue separando en dos castas: honestiores y humiliores. De este
modo surgió un antagonismo entre el campo y las ciudades. Los emperadores intentaron
acabar con la hostilidad fomentando la urbanización y protegiendo también a los campesi-
nos, pero sus esfuerzos fueron baldíos. Tal antagonismo pudo ser la última causa de la crisis
del siglo III y conducir a la anarquía política de la segunda mitad de este siglo. Las clases
superiores fueron anuladas y emergió una nueva forma de gobierno basada, sobre todo, en
el ejército, en una robusta burocracia y en la masa de campesinos.
Poco a poco el comercio y la industria acabaron siendo ejercidos como medios
secundarios de acrecentar los ingresos derivados principalmente de la agricultura. Esta
situación detuvo el crecimiento económico de Italia e impidió la génesis de grandes
empresas en las provincias. Por otra parte, el Estado para mantener la paz interior y la
seguridad precisaba cada vez más dinero, pero el gobierno no hizo nada por fomentar el
progreso económico y contribuyó a acelerar el proceso de estancamiento, sin preocupar-
se de la prosperidad de las masas. Así el peso de la vida estatal gravitó sobre las clases
trabajadoras y provocó un rápido descenso de su bienestar material. Como este grupo era
el principal consumidor de la producción industrial de las ciudades, la disminución de su
capacidad adquisitiva repercutió desfavorablemente en el desarrollo de la producción en
masa y en la fabricación en gran escala. También acabó notándose en la importación de
mercancías.
Durante el Bajo Imperio Romano (235-476) para salvar al Estado, los emperadores
recurrieron a la violencia y coerción, que se aplicaron tanto a la clase media urbana como
a las clases inferiores. El resultado fue el colapso de la economía urbana y la aguda crisis
del siglo III, la cual conllevó un rápido declive de la actividad económica en general con
fuertes subidas de precios, un renacimiento de las formas primitivas de la economía, un
aumento del capitalismo del Estado y una inflación galopante.
Los hombres de la misma profesión decidieron asociarse en collegia reconocidos y
favorecidos por el Estado, sobre todo comerciantes y navieros, porque le resultaban impres-
cindibles. Además, el trabajo de las fábricas imperiales se había añadido a la lista de las
penas graves, como la condena antigua de trabajar en las minas. A los obreros de la ceca se
les marcaba y consideraba esclavos. La manufactura de armas y uniformes se convirtió en
monopolio del Estado y durante los últimos siglos del Imperio el ejército fue alimentado,
transportado y equipado con impuestos de bienes en especie, así como sus sueldos, y
también los que formaban parte de la administración; por tanto, el declive de la economía
mercantil en su conjunto era evidente.
M. I. Finley (1982) considera algo imprecisas las cuatro formas de propiedad que
subyacen en el informe de Shtaerman sobre “la crisis del sistema de propiedad esclavista en
el Imperio Romano de Occidente: 1) La forma esclavista, 2) la forma comunal, o sea, la
LA ACTIVIDAD ECONÓMICA DEL HOMBRE EN LAS PRIMERAS ETAPAS ~ 23 ~
DE LA HISTORIA

propiedad en manos de aldeas, 3) los latifundios extraterritoriales y 4) las propiedades del


Estado”. Todos estos propietarios tenían un interés común, los ingresos que podían sacar de
sus fincas rústicas, incluso, en metálico si eran propietarios privados
En cuanto a la forma de explotación de la tierra, colonus significaba labriego,
luego campesino arrendatario y a comienzos del siglo IV esclavo de la tierra, aunque los
colonos funcionaron más por la práctica que por la legislación. Constantino, refiriéndose
a los colonos que huían, decía que había que encadenarlos como esclavos para obligarlos
a cumplir los deberes propios de ellos como hombres libres. Paulatinamente las diferen-
cias formales entre las diversas categorías de agricultores sometidos a dependencia
tendieron a desaparecer.
El impuesto sobre la tierra recaía con máxima fuerza sobre los que la trabajaban,
aunque una parte también sobre los propietarios de las fincas rústicas casi siempre con
mano de obra esclava; sin embargo los más ricos eran los más adeptos a la evasión fiscal.
La doble carga de los impuestos y la guerra condujo a muchos campesinos al bandidaje o a
buscar protección cerca de algún poderoso individuo local. Esto significaba el patrocinium:
a cambio de protección y cierto desahogo, el campesino aceptaba la autoridad de un señor
rural sobre sí y sobre su propiedad y, por tanto, la pérdida de la independencia. De esta
forma el mercado de los productos agrarios se redujo considerablemente.
Todo ello perduró a lo largo de los siglos IV y V. Algunos emperadores desde antes
de Diocleciano (284-305) recurrieron a la confiscación para incrementar los ingresos fisca-
les. Éste también llevó a cabo importantes reformas en las retribuciones al ejército, en la
administración, como la Tetrarquía, división en diócesis, etc.; pero las más trascendentes
fueron las que se refieren al sistema monetario, al fiscal (iugatio-capitatio)4 y a la publica-
ción del Edicto máximo de precios y salarios en el 301. Prácticamente no existía el comer-
cio libre.
Constantino continuó esta transformación ayudado por la abundancia de oro; acuñó
nuevas monedas de oro (solidus) y plata (denarius) hacia el 310, pero fue insuficiente para
reactivar el comercio por las malas infraestructuras en los transportes. Trasladó la capital a
Bizancio, a la que dio su nombre Constantinopolis (324), que pasó a ser el principal centro
de comercio y de comunicaciones del Imperio. Sus seguidores se enzarzaron en luchas
dinásticas y no continuaron su obra.
El último emperador digno de mención fue Teodosio el Grande (379-395), que divi-
dió el Imperio entre sus hijos: a Arcadio le concedió el Imperio Romano de Oriente con el
título de Imperator y capital en Constantinopla. A Honorio le otorgó el de Occidente con
capital en Roma, legitimando de iure una situación que existía de facto desde hacía unas
décadas.
A lo largo del siglo V un doble proceso –empobrecimiento del Estado y ruralización
de la economía– agravó la situación y en el 476 un jefe militar germánico, Odoacro, depu-
so al último emperador Rómulo Augústulo. Fue sólo un hecho consumado, puesto que el
poder militar y político en el Imperio de Occidente había pasado a manos de los jefes de los

4 Este impuesto se basaba en unidades productoras de ingresos (iugum) y en el trabajo (caput).


~ 24 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

pueblos germánicos, asentados en su territorio con pacto o sin él (suevos, vándalos, alanos,
francos, burgundios, alamanes, anglos, sajones…). En el 376 el emperador Valente había
permitido a visigodos y ostrogodos que se instalaran, como pueblo aliado, al Sur del
Danubio, para defender las fronteras del Imperio en la península Balcánica, a cambio de la
entrega de tierras y recursos.
En síntesis, además de las migraciones germánicas y de los problemas económicos
derivados de la crisis del siglo III, otros muchos factores contribuyeron a la decadencia de
un Imperio tan extenso: disminución de la población, acusadas diferencias entre clases
sociales, pérdida de las autonomías municipales, mal reclutamiento del ejército, incapaci-
dad de algunos emperadores para gobernar tan amplios territorios, grave déficit público,
amplia evasión fiscal etc. Así, el Imperio Romano de Occidente quedó desintegrado ante la
ocupación de los bárbaros que vivían al otro lado del Rhin y del Danubio, mientras que el
Imperio Romano de Oriente, con el nombre de Bizantino perdurará hasta 1453 en que el
sultán otomano Mehmet II tomó Constantinopla.

3. EJERCICIOS

3.1. Comentario del texto siguiente:


“El hombre perfeccionó sus técnicas para cazar y matar y aprendió a labrar la piedra,
fabricar herramientas primitivas y amaestrar al perro. No obstante, todos estos descu-
brimientos, incluido el aprovechamiento del fuego, sólo sirvieron para aumentar la
eficiencia del hombre en la explotación de los dos grupos de convertidores biológi-
cos: las plantas y los animales. Fundamentalmente siguió siendo un parásito, aunque
cada vez más eficiente. En tal situación, la “economía” podía expandirse sin causar
perjuicios a la prosperidad futura solamente en la medida en que la destrucción anual
de animales y plantas no fuera superior al índice de reposición de unos y otras. Toda
expansión que sobrepasara este punto crucial solamente podía efectuarse a expensas
de una contracción en el futuro. Para vencer este obstáculo, el hombre tuvo que
aprender a controlar y aumentar las plantas y animales disponibles o, en su defecto,
a descubrir nuevas fuentes de energía…
No sabemos por qué o cómo se produjo esta revolución. Sabemos que tuvo
lugar después del final de la última glaciación. Es muy probable que los cambios
climáticos interviniesen en ella. También es razonable suponer que los primeros
hombres que empezaron a domesticar plantas y animales adquirían poderes de obser-
vación y experimentación. Con toda probabilidad, la Revolución Agrícola se vio
precedida por progresos culturales de cierta importancia.
Pisamos terreno más firme cuando tratamos de valorar las principales conse-
cuencias de la revolución. En primer lugar, al aumentar el control sobre las disponi-
bilidades de los dos grupos de convertidores biológicos, aumentaron también las
posibilidades de contar con una fuente de alimentos más amplia y más segura. Aparte
del perro, los primeros animales que se domaron fueron las ovejas y las cabras. La
producción de leche ya era conocida en Mesopotamia en 3000 a.C. La domesticación
T E M A

3
LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS
EN LA EUROPA MEDIEVAL

1. LA ECONOMÍA RURAL EN LA ALTA EDAD MEDIA


2. EL CRECIMIENTO ECONÓMICO BAJOMEDIEVAL
3. EJERCICIOS
4. LECTURAS RECOMENDADAS
5. BIBLIOGRAFÍA

En este capítulo se trata de explicar la evolución de Europa fundamentalmente, desde la caída


del Imperio Romano de Occidente hasta la Era de los Descubrimientos. Son mil años de histo-
ria sintetizados en dos etapas muy diferentes: Alta y Baja Edad Media. A su vez en cada una
de ellas se resumen aquellos aspectos que entendemos son más importantes para el conoci-
miento de la historia de la economía y de los que podemos aprender en el presente.

1. LA ECONOMÍA RURAL EN LA ALTA EDAD MEDIA


“La historia de la Edad Media europea ya no es lo que era” (L. K. Little y B. H. Rosenwein,
2003). El estudio de ese largo periodo se aborda hoy con diferentes teorías y métodos que
hace siglos, incluso años; en la actualidad se analizan las diferentes actividades humanas
como partes de un todo cultural integrado. Así, se ha conseguido que la alta Edad Media sea
un periodo más asequible para los interesados en el tema, mientras que anteriormente era
bastante impenetrable.

1.1. Los pueblos germánicos


Las migraciones germánicas precipitaron la decadencia económica y la ruralización de
Europa, dentro de un largo proceso que se había iniciado en el mismo Imperio Romano con
su debilitamiento y posterior caída. En efecto, los diferentes pueblos bárbaros que estaban
viviendo en el limes romano, habían pactado con el ejército imperial la defensa de su terri-

~ 29 ~
~ 30 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

torio en muchas ocasiones. A lo largo del siglo V fueron asentándose en las tierras del
Imperio. Sus actividades económicas básicas fueron la caza, la agricultura y la ganadería;
la tierra constituía para ellos la principal fuente de riqueza. Vivían en pequeños poblados
rodeados de bosques y emigraban con facilidad ante las rivalidades de los pueblos vecinos.
Resolvían sus problemas en asambleas generales y su ley era la costumbre. Acabaron orga-
nizando monarquías, primero electivas y, luego, hereditarias. A veces crearon Códigos de
leyes y se rodearon de un pequeño cuerpo de funcionarios y consejeros escogidos entre los
súbditos romanos más cultos. Pero su fuerza principal estaba en el ejército. Algunos de sus
guerreros más famosos –Estilicón y Aecio– habían prestado servicios en las legiones roma-
nas e hijos de reyes nórdicos habían aprendido la lengua y civilización latina en la corte de
Roma.
El Mediterráneo se mantuvo como vía de comunicación con el Imperio Romano de
Oriente (Imperio Bizantino) que monopolizaba la industria y el comercio, aunque los reinos
germánicos difícilmente podían reactivar los intercambios. Los metales preciosos escasea-
ban cada vez más. La economía urbana fue desapareciendo, la población abandonaba las
decadentes ciudades para buscar sustento en el campo. Se tendió a la autarquía. Esta econo-
mía rural fue incapaz de desarrollar una cultura refinada con la excepción del ostrogodo
Teodorico en Rávena o el franco Carlomagno en Aquisgrán que intentó el renacimiento del
Imperio Romano y se coronó emperador en la Nochebuena del año 800, pero sus nietos se
repartieron el Imperio en el año 843 en Verdún.
En el siglo siguiente se produjo un nuevo intento de centralizar el poder en el nuevo
Imperio Germánico, en parte, gracias a la Iglesia. El año 951 Otón declaró exentos de toda
autoridad secular a 85 monasterios y a todos los obispados y, después de vencer a su rival,
fue coronado emperador por el Papa en el año 962.

1.2. El Islam
Otra gran civilización, que desde Arabia se expandió por el Mediterráneo hasta Europa
en menos de un siglo, fue el Islam. Su creador, Mahoma, el profeta de Allah, era un cara-
vanero de La Meca donde su familia, los coraichitas, tenía grandes intereses económicos.
La predicación de su doctrina le trajo problemas con sus parientes y se refugió en Medina.
Esta huída (Héjira) tuvo lugar en el 622 y ha pasado a ser el año primero del calendario
musulmán.
Muy pronto se extendieron por una amplia zona de tierras esteparias o desérticas, de
pueblos pastores seminómadas, con valles y oasis de agricultura de regadío (Nilo, Indo
hasta donde llegaron por el Este). A la muerte de Mahoma, en unos veinte años sus suce-
sores conquistaron las provincias más ricas del Imperio Bizantino (Siria, Egipto, Palestina)
y del Imperio Persa sasánida, lo que les permitió contar con recursos, hombres y dinero. En
una carrera meteórica alcanzaron por el Norte de África el Estrecho de Gibraltar y, tras
vencer a los visigodos (711), atravesaron los Pirineos y fueron detenidos por los francos en
Poitiers (732), según se observa en el mapa.
Así dominaron el Mare Nostrum, que cerraron al tráfico bizantino. Desde entonces
en la mayor parte del Mediterráneo dominó la bandera con la media luna. Fueron impor-
LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN LA EUROPA MEDIEVAL ~ 31 ~

Aquisgrán ESLAVOS
Verdún
Poitiers
AST
UR IMPERIO
IAS CAROLINGIO BÚLGAROS
Toledo
Rávena Mar
Barcelona
Negro
Códoba Roma Montecasino Bizancio

Tesalónica
IMPERIO Antioquía
Kairuán BIZANTINO
Mar M
SIRIA ESO Bag
Mediterráneo PO
TA
PALESTINA Damasco MI B
A

El mundo mediterráneo del siglo VII al IX.

tantes intermediarios entre Occidente y Extremo Oriente, por un lado, y entre África (ruta
del oro) y la Europa cristiana, por otro. De la India transportaron la caña de azúcar y el algo-
dón a Sicilia y a África; el arroz, a Sicilia y Península Ibérica; aclimataron en Asia la fabri-
cación de la seda que aprendieron de los chinos, al igual que la fabricación del papel, la
imprenta, etc.

1.3. La Iglesia
El cristianismo estaba menos extendido en Occidente que en Oriente, antes y después de la
conversión de Constantino (312-337). La estrecha alianza entre la Iglesia y el Estado en
Oriente no tenía equivalencia en Occidente. Teodosio I (379-395) luchó contra el paganis-
mo y el arrianismo. Algunos teólogos destacados como Ambrosio (m. 397) y Agustín (m.
430), fortalecieron la posición doctrinal de la Iglesia y la aristocracia abandonó el paganis-
mo hacia el siglo V.
Además, el debilitamiento de las instituciones imperiales afianzó el poder político de
los obispos en Roma y en otras ciudades importantes. La caída del Imperio permitió a la
Iglesia reforzar su papel como puente de enlace entre la decadente civilización romana y los
pueblos germanos a través de dos instituciones: el obispado1 y el monacato. Monjes irlan-
deses actuaron en Inglaterra y luego en Europa, pero la orden más difundida fue la de los

1 El obispo de Roma, libre del emperador que residía en Constantinopla, actuó con independencia del poder
político: Gregorio el Grande (590 - 604) se proclamó Papa, dependiente directo de San Pedro y superior a
los patriarcas de Oriente.
~ 32 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

benedictinos, fundada por San Benito de Nursia en el 529 en Montecassino (Italia). Los
monasterios, construidos entre los latifundios y las tierras de cultivo de los germanos, se
convirtieron en granjas modelo y centros culturales. Así, dentro de una sociedad cada vez
más ruralizada, la Iglesia empezó a convertirse en su cabeza intelectual y controlaba lo
esencial del sistema de enseñanza.
Por otra parte los bienes de la Iglesia eran ya considerables desde el Bajo Imperio.
Esa riqueza formaba parte de la misma estructura del clero. Paulatinamente se fue consti-
tuyendo un gran patrimonio, a través de las donaciones de los creyentes, que le permitió
jugar, sin problemas de herencia, un papel político considerable. Estos donativos se justifi-
caban por la obligación de socorrer a los pobres, viudas, cautivos y necesitados. Durante la
Alta Edad Media, la Iglesia fue la única organización capaz de una cierta acumulación, lo
que le proporcionó una fuerza considerable en la sociedad y en las relaciones de produc-
ción. Incluso, consiguió sacar provecho de las guerras externas, como fue el caso de las
diferentes Cruzadas, sin olvidar la influencia de la Iglesia en el tema de la usura (préstamo
con interés), pero este asunto se estudia en capítulos posteriores.

1.4. El sistema feudal


La llegada de los francos a las Galias conllevó la desmembración definitiva del sistema
romano: brusca disminución del comercio interregional, desaparición de la autoridad
central y división del país en dominios. Clodoveo, apoyándose en la Iglesia intentó una reor-
ganización basada en los principios tribales germánicos y, después de varias guerras, acabó
instaurándose una primera lógica feudal: grandes dominios casi autónomos en manos de
aristócratas agrupados en confederaciones basadas en la fidelidad y en vínculos de paren-
tesco artificial2. Desde el punto de vista político el feudalismo significó una descentraliza-
ción del poder, en gran parte obligada como solución ante la creciente inseguridad
provocada por el derrumbamiento de la autoridad imperial.
La originalidad básica de las relaciones feudales hay que buscarla en la asimilación
total del poder sobre la tierra y sobre los campesinos, con la práctica desaparición de las
funciones propias del Estado. Como la relación de dominium3 comprendía la tierra y los
hombres, esto implicaba necesariamente la vinculación de los hombres a la tierra. A su
vez, el dominio señorial se dividía en dos componentes: el dominio, cuya explotación
retenía en sus manos el propietario y los mansos, que se distribuían entre los siervos. El
dominio abarcaba la curtis dominica, la casa con los cobertizos y otras dependencias, el
huerto y las tierras del dominio (terra indominicata): suelos de laboreo, prado, viña, dere-
chos de usufructo de bosques, suelos baldíos. La superficie era variada, pues la tierra
laborable de los dominios de los grandes monasterios podía llegar a 250 Ha., mientras que

2 No tiene que ver con el parentesco biológico. Niermeyer atribuye a familia los siguientes significados: 1)
conjunto de siervos que dependen de un señor; 2) conjunto de dependientes de diversas categorías que
dependen de un señor; 3) conjunto de dependientes de diversas categorías que se encuentran en un dominio;
4) conjunto de dependientes ligados al centro de explotación de un dominio, etc.
3 El dominium abarcaba lo esencial de la producción: control de acceso a los recursos, del proceso de trabajo
y de la distribución de productos.
LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN LA EUROPA MEDIEVAL ~ 33 ~

la de los pequeños oscilaba entre 5 y 50 Ha. Al principio los mansos tenían capacidad
suficiente para asegurar la subsistencia de una familia, pero en regiones más densamen-
te pobladas vivían varias familias en un mismo manso y también oscilaba la superficie y
la calidad del suelo4. Entre el dominio y los mansos existía una simbiosis, pues los sier-
vos estaban obligados a cultivar las tierras del dominio: arar, escardar, recoger la cosecha,
aparte de las banalidades y monopolios del señor. Ello implicaba una cierta equivalencia
entre la superficie de labor del dominio y de los mansos, como se puede observar en el
cuadro, ya que, si era demasiado grande, el señor tenía que contratar mano de obra adicio-
nal.

Cuadro 3.1

DOMINIO REAL DE SOMAIN, CERCA DE LILLE

Tierras dominicales de labor 250,6


Prados pertenecientes al dominio 44,8
Bosques (y suelos silvestres) del rey 785,4
Desconocido 5,6
Mansos siervos pertenecientes al dominio real 130,2
9 mansos de los que se había hecho donación a la abadía 151,2
TOTAL 1.367.8 hectáreas

Fuente: SLICHER VAN BATH, B. H. (1974): Historia agraria de Europa occidental, 500-1850. Barcelona,
Península, p. 67.

Además, según A. GUERREAU (1984), el sistema feudal se estructuraba como un


ecosistema en el que se integraban los hechos económicos. Europa vivía principalmente de la
agricultura; esta actividad dependía fundamentalmente del clima, con su diversidad en las
distintas zonas del continente y su variabilidad interanual. Pero el sistema técnico era estable,
por tanto el cultivo de las plantas era poco sensible a las variaciones, aunque los resultados
fueran bastante mediocres. En los grandes dominios se practicaba un modelo de cultivo exten-
sivo que reposaba en una agricultura semiitinerante (rotación bienal o de año y vez) con cose-
chas exiguas. Esta forma de explotación era la predominante en la Alta Edad Media.
Sin embargo, debido al paulatino incremento demográfico a principios del siglo XI,
se empezó a generalizar el sistema de rotación trienal. Las tierras de labor del término
se dividían en tres hojas: una de ellas se sembraba de cereal de primavera (cebada o

4 La superficie media de los mansos de la abadía de Saint Germain-des-Prés, en las inmediaciones de París,
cuya iglesia se ve en la foto, medía: 4, 6, 8 y 10 Ha., mientras que en Artois la superficie oscilaba entre 12
y 17 Ha.
~ 34 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

Iglesia de la Abadía de-Saint-Germain-de-Prés, en París, en torno a la cual se formó un importante


faubourg.

avena), la segunda de cereal de invierno (trigo o centeno), la tercera se dejaba en barbe-


cho y el ganado podía pastar en él, al mismo tiempo que aportaba abono orgánico. En
general, la productividad continuaba siendo muy baja. También se difundieron algunos
progresos técnicos, como el arado de vertedera con rejas de hierro, que profundizaba más
en la tierra al realizar la labranza, la sustitución del buey por el caballo de tiro, con mejo-
res colleras, más caro pero más fuerte y rápido; la adopción de capital más eficiente
permitió aumentos en la productividad. Aún así, parece que a fines del siglo XIII la pobla-
ción europea había tocado techo y, ante la necesidad de mayor cantidad de alimentos, se
roturaron, incluso, tierras marginales dedicadas anteriormente a erial, por lo que los
rendimientos obtenidos eran decrecientes y la ganadería disminuyó (modelo malthusia-
no), o sea, los recursos obtenidos seguían siendo insuficientes para abastecer a toda la
población.
Mientras tanto en diversas partes de Europa (Francia, Holanda, Alemania) algunos
señores se habían ido especializando en productos para el mercado, como el vino de
Burdeos. El papel desempeñado por los cistercienses también fue muy interesante, no sólo
en el rechazo de las actitudes señoriales de Cluny, sino en la explotación directa de la tierra.
Sin embargo los hospitalarios emprendieron una gran obra de roturación fundando sauve-
LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN LA EUROPA MEDIEVAL ~ 35 ~

tés en los claros –aldeas en las que se alojaban los campesinos recién llegados–, casi todas
en torno al camino de Santiago. También se favorecieron la construcción de bastidas, autén-
ticos centros de colonización del suelo, aunque tenían un papel predominantemente militar,
estaban fuertemente amuralladas y eran de planta rectangular.
Desde el siglo XI, bajo la dirección de los condes de Flandes, se aceleraron los
trabajos encaminados a desecar los pantanos del litoral y a construir diques para evitar la
entrada de agua marina (polders). A lo largo del siglo XII los nobles germánicos impulsa-
ron la desecación de las tierras pantanosas situadas al Este del río Elba. La conquista de
nuevos espacios para el cultivo también tuvo lugar en Inglaterra, Norte de Francia y valle
del Po, lo que conllevó importantes modificaciones en la agricultura y en el paisaje agra-
rio, aunque ese proceso estuvo muy localizado en las zonas de mayor prosperidad agrí-
cola de Europa.
Ya no se producía sólo para el autoabastecimiento, sino para el mercado local o
regional. Los cultivos hortícolas ganaron terreno; por ejemplo, en París una larga franja de
tierra se dedicaba al cultivo de legumbres en el siglo XIII. También se extendieron las plan-
tas industriales (lino, cáñamo, plantas tintóreas, como el “pastel” tan famoso en Picardía).
Pero el cultivo de mayor crecimiento fue el viñedo, aunque nunca ocupó más del 20% del
suelo labrado, especialmente en el Sudoeste de Francia: en la Rochela o Burdeos. Además,
creció el comercio de granos con un alza continuada del precio5 de los cereales hasta 1315.
Ello prueba la existencia de una demanda sostenida, con la exportación de trigo inglés a
Flandes o a Noruega y de Provenza a Génova.
En suma, el sistema feudal, que se había desarrollado en la Alta Edad Media, deca-
yó en el siglo XIII como institución jurídico política en aras de la monarquía, vaciándose de
contenido, y también, como consecuencia de un mayor progreso económico y de los
cambios sociales derivados de una mayor seguridad. El nacimiento de esa situación fue
producto de dos fenómenos unidos: el incremento de población al tope máximo que el avan-
ce de las técnicas podía soportar y la rápida fusión de los vínculos de vasallaje. La creación
de las nuevas naciones trajo consigo dificultades serias entre señores feudales y oligarquías
urbanas que controlaban en parte los estados, sin olvidar la influencia de la Iglesia, centro
neurálgico del sistema y de la sociedad medieval en su conjunto, pues continuaba siendo la
única fuerza organizada.

1.5. Economía mercantil en la Alta Edad Media


El renacimiento del Estado Carolingio favoreció el desarrollo de la circulación monetaria,
aunque no se acuñó moneda de oro. Es posible que una cotización más favorable de la plata
con relación al oro hiciera afluir a fines del siglo VIII el metal blanco al Norte de la Galia,
pero los reyes francos intentaron hacer del denarius una moneda fuerte y estable.
Organizaron un sistema monetario basado en la libra de plata que equivalía a veinte suel-
dos, cada uno de los cuales valía 12 dineros. Este sistema se impuso en toda Europa por las
conquistas de Carlomagno. También los soberanos anglosajones lo adoptaron en el siglo IX.

5 En Inglaterra subió más del doble entre 1175 y 1225.


~ 36 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

La autoridad vigilaba, además, el comercio a larga distancia. Los mercaderes, gene-


ralmente extranjeros, viajaban lejos, mal protegidos por las leyes locales y amenazados por
el valor de los objetos preciosos que transportaban. Los textos de los siglos VIII y IX mencio-
nan dos grupos étnicos que jalonaban los principales itinerarios: judíos y frisones. Estos
proveedores de artículos lejanos se ubicaban en áreas especialmente designadas, cercadas
por empalizadas, en las que exponían sus mercancías e intercambiaban entre sí los produc-
tos. Tenían que pagar un tributo por la protección real.
Otros lugares de encuentro eran las ferias. Algunas se insertaban en el ciclo normal
de un mercado semanal, aunque un día determinado del año atraía a mayor número de clien-
tes. Esto cambiaba la situación desde el punto de vista jurídico, porque la protección del
soberano se extendía a todos los que acudían desde tierras lejanas, y también económica-
mente, puesto que había que preparar para esa fecha los contactos comerciales que no se
tenían normalmente entre las distintas áreas, a pesar de las dificultades de los caminos6. Las
mercancías eran, sobre todo, artículos de lujo; incluso, traficaban con esclavos. Este
desarrollo se vio favorecido por la paz interior en algunas zonas, por la reordenación del
aparato monetario, en otras, y por el reforzamiento de una aristocracia, que se repartía el
abundante botín conseguido en las frecuentes guerras hasta principios del siglo IX, en las
restantes.
También se pueden destacar algunas áreas mercantiles bastante activas, como las costas
del Mar Adriático y Mar Egeo, por un lado, y las del Mar del Norte y Báltico, por otro.
Durante la primera mitad del siglo IX, algunos puertos nórdicos habían desarrollado una inte-
resante actividad comercial y se surcaron los ríos del Noroeste de Europa (Rhin, Escalda,
Mosa, Mosela, etc.). Pero a finales de este mismo siglo este tipo de comercio declinó.

2. EL CRECIMIENTO ECONÓMICO BAJOMEDIEVAL

2.1. Revolución urbana


Con el incremento demográfico, las ciudades crecieron en número y tamaño. Generalmente
se encontraban físicamente aisladas del campo vecino por murallas y sus habitantes estaban
sujetos a leyes diferentes. Sin embargo, en el aspecto económico la ciudad y el campo se
encontraban más estrechamente integrados: el producto del campo se compraba y vendía en
las ciudades y las áreas rurales proporcionaban la materia prima necesaria para las indus-
trias artesanas urbanas. Un gran número de estas ciudades eran pequeñas, en términos
modernos, aunque su número y tamaño fue creciendo; en el Norte de Italia cuarenta ciuda-
des alcanzaban una población de más de 10.000 habitantes e incluían cuatro de los centros
urbanos más grandes de Europa: los puertos de Génova y Venecia y los centros manufactu-
reros de Milán y Florencia. Algo parecido sucedía en Flandes.

6 Por ejemplo, la feria que se celebraba cerca del monasterio parisino de Saint Denis tenía lugar en cctubre,
después de la vendimia, y de hecho era una feria de vino. En el 775 se añadió una segunda reunión en febre-
ro en un punto central del calendario agrícola, pero hasta allí llegaban barcos cargados de miel y los monjes
aprovechaban para comprar paños, todo ello con exención de impuestos. También asistían ingleses desde
comienzos del siglo VIII y, después del 750, frisones y negociatores de Langobardia (Duby, G., 1983).
LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN LA EUROPA MEDIEVAL ~ 37 ~

La teoría general de H. Pirenne (1978) para explicar la aparición de las ciudades


europeas no ha tenido demasiado éxito por insistir en un modelo único7. C. M. Cipolla
(2003) citando a E. Ennen afirma que el proceso de urbanización europeo se adaptó de
distinta forma según las zonas:
a) Italia, España y Sur de Francia, donde las ciudades, aunque decadentes subsistie-
ron en la Alta Edad Media;
b) Inglaterra, Norte de Francia, Países Bajos, Renania, Sur de Alemania y Austria,
donde habiendo existido ciudades romanas, desapareció prácticamente toda forma
de vida urbana durante la Alta Edad Media;
c) Norte de Alemania y Escandinavia, donde no hubo influencia romana ni núcleos
urbanos.
Pero esas diferencias de forma no ensombrecen la unidad sustancial de un movi-
miento sociocultural y económico.
La base del fenómeno urbano europeo fue consecuencia de un considerable éxodo
rural. La ciudad significaba un mundo nuevo y dinámico donde se creía poder romper con
los vínculos del pasado y donde se imaginaba nuevas posibilidades de éxito económico.
Pero no era sólo el hecho jurídico del siervo que se encontraba libre en la ciudad, sino que
se abrían una serie de oportunidades a todo aquél que se atreviera a actuar. En la ciudad la
gente había dejado a sus espaldas el mundo feudal sin ninguna nostalgia. Tanto si predomi-
naba el descendiente de la pequeña nobleza, como el elemento mercantil o artesano, la
nueva sociedad burguesa nacía y crecía en claro contraste con el mundo circundante. Las
murallas de la ciudad adquirían un significado simbólico: marcaban el límite entre dos
culturas en conflicto, lo cual dio a las ciudades medievales su carácter inconfundible. A ellas
correspondía la tarea de coordinar y organizar la economía comercial resultante de la divi-
sión del trabajo.
Sin embargo, no tardaron en estallar los problemas dentro de las propias ciudades
y sus habitantes advirtieron la necesidad de unión y cooperación entre ellos. Por este
motivo triunfó la organización horizontal8, la cooperación entre iguales, la corporación,
la universidad y, por encima de todos ellos, el municipio. De este modo la ciudad, inde-
pendientemente de cual fuera su origen, resultó un hecho esencialmente nuevo, el núcleo
de una sociedad urbana y de una cultura capaz de desarrollar estructuras sociales recien-
tes, redescubrir el Estado y aflorar valores distintos, así como impulsar una nueva econo-
mía. Todas estas características de Europa occidental en la Baja Edad Media marcaron
diferencias capitales entre el desarrollo de Occidente y otras civilizaciones, como el
Islam, por ejemplo.

7 La teoría del portus que se expande hasta englobar el núcleo fortificado feudal original y constituir la nueva
unidad urbana es válida para los Países Bajos y el Norte de Francia, pero no encuentra correspondencia en
la realidad de los hechos en otras partes de Europa occidental.
8 Al contrario que la organización vertical y jerárquica del feudalismo.
~ 38 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

2.2. La actividad comercial y las principales rutas europeas

2.2.1. Las ferias y las rutas terrestres


La actividad mercantil también alcanzó una gran expansión con el aumento de la población
urbana, pues se trataba de vender el exceso de producto para adquirir los bienes que no se po-
dían conseguir localmente. Este comercio giraba en torno a los mercados y ferias que ya se
habían desarrollado en la etapa anterior, junto a los castillos o monasterios. En determinadas
fechas del año se congregaba multitud de gente en esos lugares por razones judiciales, religio-
sas, etc. y los mercaderes se dieron cuenta de que estos grupos eran clientes potenciales. Así
los comerciantes podían conocer a otros y negociar con ellos. A su vez los terratenientes se
percataron de que era posible obtener provecho, mediante impuestos, peajes y otros tributos, de
la actividad comercial que generaban tales ocasiones. Como consecuencia, los mercados y las
ferias cayeron bajo la protección y reglamentación señorial y pasaron a tener condición legal.
Los mercados solían celebrarse semanalmente y tenían importancia local, mientras
que las ferias, a veces, sólo se celebraban una vez al año; casi todas ellas duraban varios
días o semanas y atraían a mercaderes lejanos. Aunque algunas estaban especializadas en
productos particulares (feria del vino de Bozen, feria de la lana de Medina del Campo, feria
del arenque de Escania), la mayoría era un foro para el intercambio de una amplia gama de
productos al por mayor, locales y de otras regiones. Además, algunas adquirieron relieve
internacional, ayudadas por unas buenas comunicaciones y los avances en el transporte. En
algunas áreas se establecieron ciclos de ferias secuenciales que ofrecían a los hombres de
negocios oportunidades de comerciar prácticamente todo el año, como las de Flandes9,
aunque las más famosas eran las de Champaña. Desde la feria de Lagny en enero y febre-
ro, los comerciantes podían viajar a Bar-sur-Aube, Provins y Troyes para regresar a Provins
y a la segunda feria de Troyes, en noviembre y diciembre. Estas seis ferias atraían a merca-
deres y mercancías de toda Europa, destacando el intercambio de tejidos flamencos por
productos que llegaban por el Ródano y el Saona en los navíos italianos
Las ferias tuvieron una gran importancia como centros financieros donde se cambia-
ba dinero, se negociaban préstamos y se saldaban cuentas; también se utilizaron nuevas
técnicas llevadas desde los puertos mediterráneos, como la práctica de la escritura, de la
cifra, de las letras de cambio y de los contratos de asociación, que desde Constantinopla
hasta Bujía eran frecuentes en toda la costa. Estas ferias decayeron a comienzos del siglo
siguiente, debido al uso creciente de los pasos por los Alpes centrales. (Los pasos occiden-
tales del Gran San Bernardo y del Monte Cenis eran los más utilizados entre Italia y
Champaña, pero desde 1230 cuando se construyó el puente Schöllenen, perdieron tráfico
en beneficio de San Gotardo, al que se llegaba fácilmente desde el Noroeste y desde las
ferias del Sur de Alemania). También influyó la comunicación directa por mar entre Italia y
el Norte de Europa, tras la apertura del Estrecho de Gibraltar. Por otra parte, el comercio ya
se había convertido en una actividad constante en las ciudades más grandes de Europa.

9 Uno de los primeros ciclos se organizó en el siglo XII en torno a las ferias de Yprés, Lille, Mesen, Torhout
y Brujas que se celebraban entre febrero y noviembre.
LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN LA EUROPA MEDIEVAL ~ 39 ~

2.2.2. El comercio a larga distancia y la Hansa


Sobre el marco de la actividad comercial marítima aumentó la importancia de muchas
ciudades y aparecieron mercaderes con grandes fortunas. Además, los cruzados abrieron
de nuevo el Mediterráneo. A los puertos de Constantinopla y Antioquia llegaron naves de
Occidente para comprar especias y seda. Algunas ciudades mediterráneas crearon verdade-
ros imperios comerciales, como Venecia cuyos hombres de negocios tenían representantes
en los barrios mercantiles de las principales ciudades del Mediterráneo oriental, sin olvidar
los puertos de Génova, Marsella y Barcelona. Ésta última ciudad impulsó a los reyes de la
Corona de Aragón a realizar una expansión militar por el Mediterráneo para defender su
red comercial en Cerdeña, Sicilia y Grecia. Como consecuencia, las dos primeras islas
fueron incorporadas a la Corona de Aragón en 1409.
Otra gran ruta mercantil se extendió entre el Mar del Norte y el Mar Báltico. Desde
los tiempos de los vikingos hasta el año 1200, los escandinavos llevaron la iniciativa y
mantuvieron el liderazgo en la zona. A mediados del siglo XII los alemanes entraron en la
escena del Báltico y en poco tiempo adquirieron una gran ventaja. A lo largo del siglo XIII
formaron asociaciones y uniones parciales entre distintas ciudades de Alemania del Norte.
Debido a problemas técnicos en la navegación, los intercambios entre el Mar del Norte y el
Mar Báltico se realizaban por tierra entre Hamburgo y Lübeck, por lo que en 1241 cerra-
ron un acuerdo para defender con las armas la vía que las unía.
Las exportaciones hanseáticas consistían en productos naturales: trigo de Prusia,
miel y pieles de Rusia, materiales de construcción, pescado seco y salado de Schonen.
Como flete de regreso llevaban lanas de Inglaterra, sal y vino de Francia, pasando por
Brujas donde, además de las telas flamencas, encontraban las especias llegadas de Italia. El
control de abastecimiento de cereales permitió a los alemanes obtener privilegios en
Noruega. En 1250 Lübeck firmó un tratado con el país nórdico que sentaba las bases del
predominio comercial alemán en este país escandinavo, cuando anteriormente lo tenía
Inglaterra. Este hecho junto con avances en la construcción de navíos especialmente indi-
cados para productos a granel, además de la adopción de técnicas de comercio italianas y
flamencas precipitó el dominio alemán en el Báltico. En 1256 Lübeck, Straldun, Wismar,
Greistswald y Rostock celebraron su primera reunión en la que Lübeck destacó su preemi-
nencia, superioridad que mantuvo mientras duró la Liga Hanseática10.
Sus operaciones iban desde Londres y Brujas hasta Novgorod, donde concentraban
el comercio de Rusia. A través de los ríos Weser, Elba y Oder penetraban en el interior; por
el Vístula dominaban Polonia y extendían su radio de acción hasta los Balcanes. Aunque el
volumen del comercio hanseático podía equipararse al mediterráneo, sin embargo los capi-
tales que utilizaba eran inferiores. Por otra parte en el siglo XV la Hansa tuvo que hacer fren-
te a grandes retos contra su dominio comercial. Mercaderes ingleses, holandeses, italianos
y del Sur de Alemania trataban de intervenir en el lucrativo comercio del Báltico; al mismo
tiempo, en las ciudades las élites mercantiles en el poder tenían que enfrentarse al descon-

10 El término Liga hanseática apareció en un documento en 1344 y a lo largo del siglo XIV llegó a contar con
más de 70 ciudades.
~ 40 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

tento de los mercaderes pequeños. La reacción ante esas amenazas fue muy variada, pero
los holandeses en particular lograron desarrollar espectacularmente el comercio por el
Báltico llegando a monopolizar el mercado del arenque posteriormente. Las dificultades de
la Liga fueron debidas, sobre todo, a la incapacidad de la Hansa a reaccionar de forma
unánime. La unidad institucional no fue suficiente para conseguir que todas las ciudades se
pusieran de acuerdo y la hegemonía de la Liga Hanseática declinó. En efecto, una asocia-
ción de ciudades no podía hacer frente al poder de los estados centrales modernos.

2.3. Desarrollo industrial

2.3.1. Innovaciones técnicas


Una de las principales actividades urbanas fue la manufactura textil. En los Países Bajos del
Sur se había organizado una interesante actividad económica con la producción de paños
finos de lana, que se beneficiaba de la proximidad del mercado inglés, como exportador de
lana bruta. Gante, Brujas, Yprés, Arrás, etc. fueron importantes centros de este desarrollo
protocapitalista. Por su parte Italia, que importaba productos orientales y exportaba a
Oriente paños flamencos, distribuyó su economía de forma más equilibrada con el comer-
cio y las finanzas. Pero durante el siglo XIII, los avances de la industria lanera también
fueron importantes, sobre todo, en la Toscana, debido a la innovación del molino de agua
para la batanadura del paño y a la aparición de la rueca de hilar.
Mientras tanto se habían desarrollado el comercio y la importación de seda y algo-
dón, que habían sido llevados de Oriente a Occidente. Los musulmanes los introdujeron en
la Península Ibérica donde instalaron importantes fábricas de tejidos de seda en Córdoba y
en Granada. También Barcelona se convirtió en el primer productor de tejidos de algodón.
A su vez, en el Norte de Italia apareció la manufactura de algodón en el siglo XII a imita-
ción de las islámicas, aunque éstas estaban organizadas como empresas del Estado, mien-
tras que las italianas se basaban en la empresa privada. La primacía en la producción de
tejidos de seda tuvo lugar en Lucca en el siglo XIII, casi como monopolio, pero al siglo
siguiente muchos artesanos se marcharon a Venecia, Florencia y Génova.
Paulatinamente se fueron introduciendo interesantes progresos tecnológicos en la
industria textil y en otros sectores. La difusión de instrumentos de hierro permitió un
desarrollo de “capital humano” adecuado para las nuevas tecnologías (los herreros apare-
cen en Picardía a partir de 1125). En realidad la minería y las fraguas constituían uno de los
principales componentes del capital fijo, junto con los molinos, especialmente los de agua.
En la segunda mitad del siglo XII la fuerza motriz de la energía hidráulica, mediante la adop-
ción de diferentes mecanismos, se aplicó a muy diversas fabricaciones: hierro, madera,
papel, curtido, batanadura del paño, etc.
También hay que destacar la propagación del molino de viento para usos variados, la
aparición del telar vertical en Flandes y Champaña y las innovaciones para la navegación
entre los siglos XII y XIII, que incluyeron: a) el perfeccionamiento de la brújula giroscópica,
b) la adopción de la clepsidra –reloj de agua usado ya por lo egipcios– para medir el movi-
miento de la nave, c) la redacción de portulanos, d) la preparación de tablas trigonométri-
LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN LA EUROPA MEDIEVAL ~ 41 ~

cas para navegar, e) la adopción del timón de popa. La aplicación de todos estos progresos
hizo posible una mayor utilización del capital “barcos”, porque el periodo de inactividad
invernal se acortó en la economía mercantil marítima, gracias a ellos (C. M. Cipolla, 2003).
Con las traducciones de tratados griegos y árabes –no hay que olvidar la importante
labor de las Escuelas de traductores, como la de Toledo o Ripoll–, muchas ciencias, entre
ellas la astrología, experimentaron una auténtica resurrección, así como la medicina. En el
siglo XIII apareció la rueca de hilar, con la que aumentó la producción y también el consu-
mo, porque se abarataron los precios de las telas más comunes. Además, se empezaron a
utilizar los anteojos, etc. A principios del siglo XIV se obtuvieron los primeros relojes mecá-
nicos; la adopción de la pólvora fue acompañada de la fabricación de armas de fuego.
También tuvo lugar la invención de esclusas para canales. En el siglo XV se construyó el
barco de vela oceánico, que combinaba lo mejor de la tradición marinera mediterránea y
nórdica; como consecuencia de estos progresos, se consiguió una mayor rapidez en los
transportes y una disminución de los costes relativos. Mientras tanto los portugueses empe-
zaron a usar el cuadrante para medir la latitud; luego, el astrolabio, etc. Todas estas innova-
ciones fueron indispensables para los descubrimientos geográficos posteriores. Tampoco
hay que olvidar la imprenta, mediante el uso de caracteres móviles en lugar de bloques11, lo
que contribuyó al desarrollo cultural y económico. En definitiva, todos estos esfuerzos
fueron encaminados a sustituir los factores de producción más escasos y, al mismo tiempo,
a aumentar su productividad específica.

2.3.2. Formas de organización industrial


La producción manufacturera requería nuevos tipos de organización. La mayoría de los
artesanos y comerciantes se fueron asociando dentro del recinto amurallado de las ciuda-
des. Los más importantes fueron los gremios de oficio. Era lógico que hombres con los
mismos intereses se aliasen para darse ayuda y protección mutua. La corporación de merca-
deres fue la organización primitiva; luego, se especializaron en el comercio de diferentes
productos en las lonjas: paños, pieles, vinos, etc. Parece que algunos mercaderes emplea-
ban artesanos de diversas maneras y, a veces, les adelantaban capital para la obtención de
las materias primas: después se quedaban con el producto acabado, pagando un tanto por
trabajo concluido. En otros casos, el mercader poseía el capital fijo, como sucedía en el caso
de los panaderos.
Desde el siglo XI algunos trabajadores artesanos de las ciudades constituyeron cofra-
días, en las que se reunían las diferentes profesiones adoptando como modelo las corpora-
ciones mercantiles y las asociaciones religiosas; cada una de ellas se puso bajo la
advocación de un santo patrón. Sus estatutos reglamentaban con toda minuciosidad las
características de los productos fabricados, materiales a emplear, formas de elaboración,
medidas, calidades, etc., así como los precios de venta. El maestro agremiado era un empre-
sario independiente cuyo capital incluía la casa y los utensilios necesarios para su profesión.

11 Muchas de estas técnicas nuevas se utilizaban en China varios siglos antes: pólvora, papel, imprenta, etc. y
lentamente Europa los fue recibiendo hasta su correcta aplicación.
~ 42 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

El personal se limitaba a un par de aprendices y algún oficial. Casi toda la producción arte-
sanal estaba organizada en torno a estos gremios, cuyo fin era limitar la competencia y faci-
litar los acuerdos entre los miembros de la misma asociación, o sea, funcionaban como un
monopolio. Pero el papel de los gremios fue importante en un mercado de materias primas
muy limitado y con un comercio interregional muy débil.
Se ha polemizado mucho sobre las funciones de las corporaciones hasta considerar-
las la estructura institucional básica de una sociedad estable, como la garantía de la calidad
en el trabajo y del “precio justo” para el consumidor. Otros opinan que fueron instrumen-
tos ineficaces de intereses sectoriales, como freno al progreso técnico y a la organización
eficiente de los negocios, es decir, hicieron que la oferta fuera rígida. Seguramente el arte-
sano urbano se hallaba en una débil posición económica y no podía limitar la producción ni
elevar los precios por mucho que se asociase. Sin embargo, cuando aumentaba la demanda,
en ocasiones, se utilizaba el putting out system (trabajo a domicilio que se expone en el
capítulo 6). En cualquier caso no era el artesano quien estudiaba los indicadores económi-
cos ni quien juzgaba las posibilidades del mercado. Eso lo hacían los comerciantes que
disponían de los medios necesarios.
De hecho en las ciudades más desarrolladas también existían trabajadores artesanos
que producían objetos para mercados lejanos (recibían la materia prima y la entregaban en
forma de objeto acabado), aunque desempeñaban el papel de simples asalariados; eran los
proveedores de los mercaderes de mayoreo, que se dedicaban al comercio internacional.
Este tipo de trabajadores se sublevaron en ocasiones, como en 1274 los tejedores y batane-
ros de Gante, que abandonaron la ciudad y se fueron a Brabante donde, avisadas las autori-
dades, se negaron a recibirlos. A mediados del siglo XIV Gante tenía más de 4.000 tejedores
y más de 1.200 bataneros. En Florencia los mejor aposentados que controlaban los 7 Arti
Maggiori dominaban la ciudad y la masa de trabajadores semicualificados o no cualifica-
dos. Habían prohibido cualquier tipo de reunión sin permiso de las autoridades públicas.
Ese descontento derivó a las revueltas de los ciompi (1378-1381). La solución que adopta-
ron fue separar a los miembros de los oficios más especializados de los rebeldes y permi-
tirles constituirse en gremios, sofocando duramente todo intento de organización de los
demás
En suma, el capitalismo mercantil sólo originó el capitalismo industrial en una esca-
la insignificante. La asociación y el monopolio eran eficaces en aquellas ramas que satis-
facían demandas de masas únicamente. En el caso de las manufacturas de artículos de lujo,
la elasticidad de la demanda era tal que esos métodos no tenían apenas resonancia.

2.4. Técnicas mercantiles

2.4.1. Monedas
Los parámetros de la moneda metálica son el peso y la ley. El peso lo ordenaban las auto-
ridades y la ley se fijaba en quilates para las monedas de oro. Desde finales del siglo XII el
desorden monetario hizo que se impusiera una reforma. Todo empezó allí donde la activi-
dad económica y mercantil estaba más avanzada. El dux de Venecia en 1192 mandó emitir
LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN LA EUROPA MEDIEVAL ~ 43 ~

un tipo de moneda nueva, el gros que pesaba 2,2 gramos de plata y valía 12 denarios anti-
guos, o sea, un sueldo carolingio, que en Venecia se convertía en verdadera moneda. En
Lombardía y Toscana la imitaron en seguida y se popularizaron. Felipe Augusto de Francia
(1180-1223) permitió seguir acuñando a quienes tenían derecho de ceca, pero impuso dos
sistemas controlados por el poder real: el sistema de dinero parisis en la parte oriental del
reino y el del dinero tornés en la parte occidental. Después Luis IX de Francia (1266-1270)
estableció el principio de que la moneda de un señor pudiera circular dentro de su señorío,
pero la moneda del Rey, por todo el Reino; creó el grós tournois, poco después el grós pari-
sis, cuyo valor superaba en una cuarta parte al anterior y estas dos monedas se difundieron
por Europa a través de las ferias de Champaña. En la Corona de Aragón se dejó notar la
influencia francesa y en 1268 el infante D. Pedro empezó a acuñar una moneda de plata
parecida al grueso, aunque las depreciaciones posteriores fueron constantes. En Inglaterra
a finales del siglo XIII se emitió la libra esterlina que se imitó en Alemania y Países Bajos.
En suma, no hubo ruptura con el sistema carolingio, sino un esfuerzo por adaptarlo a las
necesidades de la economía mercantil.
Por otra parte, el tráfico marítimo había difundido monedas de oro árabes (dinares
acuñados en los territorios de la Península Ibérica recién conquistados por los sarracenos)12
y bizantinas, aunque parece que no se usaban como monedas de pago. En 1231 Federico II
(Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico) acuñó en Sicilia augustales de oro,
pero su difusión no rebasó la Italia del Sur. Sin embargo, en Florencia se emitieron florines
de oro en 1252; luego, en Génova y en 1284 Venecia sacó a la luz su ducado. Eran piezas
de 3,5 gramos de oro, que equivalían a una libra de plata. Así el monopolismo de la plata,
implantado por los carolingios, quedó roto y se sustituyó por sistemas bimetálicos. También
en el resto de Europa se acuñaron monedas de oro en el siglo XIV y sanearon la circulación
monetaria, aunque pronto los reyes empezaron a alterar el valor de la moneda y las deva-
luaciones fueron frecuentes. De ahí esa insaciable sed de oro de los europeos en el conti-
nente africano.

2.4.2. Nuevas técnicas comerciales


En el mundo de los negocios se desarrollaron notablemente otras técnicas nuevas, como la
letra de cambio, que era un instrumento para transferir dinero de una plaza a otra y se
convirtió en la forma preferida de la actividad crediticia y especulativa para aumentar la
liquidez internacional. Se solían firmar entre dos o más personas, que aseveraban haber
realizado la compra-venta de una mercancía por un valor estipulado, y el comprador se
comprometía a abonar por ella la suma acordada, en un lugar y fecha determinados.
Generalmente la clase de monedas, que se anotaban en estos documentos, eran distintas, por
lo que el cobro de intereses, que estaba implícito, quedaba disimulado. También se usaron
cheques, endosos, etc.

12 Alfonso VIII (1158-1214) acuñó monedas similares en la ceca de Toledo.


~ 44 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

Cuadro 3.2

MOVIMIENTO DE UNA LETRA DE CAMBIO

Giovanni Asopardo Bartolomeo Garzoni


(beneficiario) (librador o remitente)

400 Florines
Libras 306,13 s. 4 d. Letra genoveses
de Barcelona

Fr. di Marco y Fr. y A. di Bonanno


L. del Sera (prestatario, librador
(tenedor o librado) o tomador)

Movimiento del dinero Movimiento de la letra

Fuente: Elaboración a partir de N.J.G. POUNDS (1987): Historia Económica de la Europa


medieval. Barcelona, Crítica, p. 484.

En esta letra, como en la mayoría, hay cuatro partes: Bartolomeo Garzoni (3) ha
comprado la letra por 400 florines genoveses a Fr. y A. di Bonnano (4). Luego Garzón remite
la letra a F. di Marco y L. del Sera (1) banqueros de Barcelona, en cuyos libros figura una cuen-
ta de los hermanos Bonnano. Di Marco y del Sera aceptan la letra y hacen efectivo el importe
en moneda de Barcelona a G. Asopardo (2); puede que se emplease para liquidar una deuda
comercial o para pagar una mercancía que le hubiera remitido previamente.
El desarrollo de los instrumentos de crédito hacía suponer que los mercaderes
sabían leer y escribir. La actividad mercantil parece ser la causa de la creación de las prime-
ras escuelas laicas para los hijos de los burgueses. A su vez los documentos privados se
redactaron en lenguas vulgares, aunque el latín continuaba siendo el idioma internacional.
En Italia la práctica de la escritura se mezclaba con la vida comercial y la teneduría de
libros de los mercaderes. A principios del siglo XIV se había difundido en Europa la conta-
bilidad por partida doble, aunque el primer tratado de contabilidad fue publicado por Fray
Luca Pacioli (Summa de Arithmética ) en Venecia en 1494; también Fray Bernardino de
Feltre organizó los Montes de Piedad, importante institución crediticia.
El crédito comercial ocupaba una parte de los capitales en circulación, pero la gran
mayoría se dedicaba a los empréstitos de los poderes públicos o de los particulares. Casi
todas las operaciones bancarias medievales fueron de préstamos. Aunque gran parte de los
prestamistas eran judíos en el siglo XIII, muchos cristianos les hicieron la competencia:
LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN LA EUROPA MEDIEVAL ~ 45 ~

cahorsinos, lombardos (era el nombre que se daba a los italianos, en general), etc. Algunos
banqueros descendían de los cambistas surgidos de la diversidad monetaria de la época y se
enriquecieron rápidamente, así como de los orfebres que custodiaban los depósitos. Muchos
de ellos eran grandes mercaderes que emplearon el exceso de sus capitales en préstamos.
Las grandes “compañías” familiares que surgieron en las ciudades del Norte de Italia en el
siglo XIII combinaban todas esas operaciones con la compra y venta de lana y paño; cuanto
más crecían, más énfasis daban a sus operaciones financieras. A mediados de siglo las
mayores –Bardi, Peruzzi, etc.– eran compañías centralizadas y todas las operaciones se
controlaban desde una contaduría central en Florencia.
Reyes, nobles e instituciones públicas acudían a ellos y cuanto más peligroso era el
reembolso, más altos eran los intereses estipulados. En general, el tipo de interés oscilaba
entre el 10% y el 16%, aunque a veces subía al 24% y al 50%. Además, se idearon créditos
en relación con la construcción naval y el comercio marítimo. De ahí surgió también el segu-
ro cuyas primas eran, a veces, más elevadas de lo que merecían sus propios cargamentos.
El préstamo marítimo fue evolucionando hacia la commenda o societas maris. Se
trataba de una nueva técnica de negocio que posibilitó la activación del ahorro con fines
productivos. Tenía todas las características de una inversión honrada hecha por un capita-
lista en una operación marítima sobre la que carecía de control. Sus fórmulas eran varia-
das. Por ejemplo, algunos comerciantes necesitaban medios para comprar mercaderías,
que vendían en países lejanos y, luego, adquirían allí otras para llevarlas al lugar de
origen. En los puertos había notarios para redactar los contratos de aquellas personas, que
querían invertir sus ahorros en este tipo de empresas y así compartían riesgos. En la prác-
tica este contrato de commenda ejerció una función parecida a la de las sociedades anóni-
mas.
Pero en el siglo XIV la situación cambió y en su lugar, apareció la sociedad, como
forma de asociación menos aleatoria. Estas compañías se formaron, primero, entre parien-
tes próximos y, luego, permitieron la entrada a extraños, con capitales en depósito, y acaba-
ron asumiendo una fisonomía mixta, bancaria, comercial e industrial, que las expuso a
riesgos mayores y a grandes quiebras. Con la introducción de socios ajenos en la compañía
se cerró la primera fase de su historia.

2.5. La gran depresión medieval


El último periodo de este largo milenio estuvo marcado por una fuerte depresión económica
y una importante crisis demográfica. Se ha escrito mucho sobre la influencia de la peste negra
en la precaria situación de la crisis global del siglo XIV, pero no se debe exagerar la impor-
tancia de ese desafortunado suceso, puesto que desde finales del siglo XIII se habían mostra-
do claros signos de estancamiento en todos los sectores: demográfico, social y económico.

2.5.1. Estancamiento e inflación


La presión demográfica persistía sobre una economía agotada e insegura. Los precios se
elevaron desmesuradamente. Las manipulaciones monetarias intentaron paliar la desespe-
rada situación del tesoro real y la compleja sociedad medieval monetarizada entró en una
~ 46 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

crisis sistémica13, según G. BOIS (2003). Un análisis malthusiano sugiere que la expansión
demográfica de los siglos anteriores a la epidemia creó una situación donde el crecimiento
de la población superó los recursos en alimentos dando como resultado unas crisis de
subsistencia más graves, en particular la gran hambruna de 1315-17. También la fiscalidad
contribuyó al debilitamiento de la economía rural, pues para el campesino era una espuela.
En el sector industrial la situación era más compleja y contradictoria, pero los arte-
sanos se quejaban del hundimiento de la demanda, incluso en los paños. A su vez la deslo-
calización de las actividades textiles fue otro rasgo de la crisis. Esto respondía a la voluntad
de escapar de las obligaciones de los reglamentos gremiales y además, en Inglaterra influ-
yó la pesada fiscalidad sobre la lana, junto a la defensa de los salarios por parte de los teje-
dores. Pero ninguna actividad industrial escapó al retroceso de conjunto, visible también en
la construcción, en la minería, en las salinas, etc., porque el dinero escaseaba.
Por otra parte, la violencia se volvió un fenómeno endémico alimentado por las frus-
traciones sociales. La generalización de la guerra (por ejemplo, la de los “Cien Años”
comenzó en 1337 entre Inglaterra y Francia y no acabó hasta 1453, devastándose gran parte
del territorio francés) constituyó la última expresión de las disfunciones de una sociedad
enfrentada con problemas, que ya no podía dominar. Europa en su conjunto fue sacudida
por la tormenta militar. Pero, además, hay que prestar atención a las “compañías” de fora-
jidos, testimonios vivos de la descomposición social que acompañó y prolongó la guerra,
puesto que ya no se pagaban sueldos a los hombres en armas. Estas compañías estaban
formadas por nobles desclasados o bastardos, campesinos liberados de sus ataduras, etc. de
todos los confines de Europa. En suma, guerra y peste, asociadas al hambre fueron consi-
deradas como los tres azotes de Dios, responsables de la mayoría de sus males.

2.5.2. La Peste Negra


La aparición y rápida propagación de la epidemia en Europa se facilitó por las numerosas rutas
comerciales que habían establecido los mercaderes entre Europa y Asia Central. Tras afectar a
los comerciantes genoveses del puerto de Caffa (estaba asediada por los mongoles que lanza-
ban por las murallas cadáveres apestados) en Crimea en 1347, llegó casi inmediatamente a
Constantinopla y, de ahí, se extendió por el Mediterráneo. A finales de 1348 afectaba a la mayo-
ría de Europa meridional y occidental, con casos registrados ya en el verano en Inglaterra.
Durante los dos años siguientes se expandió por el resto de las Islas Británicas, Alemania y
Escandinavia. Le peste bubónica era una enfermedad de las ratas negras, que afectaba a los
humanos cuando el bacilo de Yersin era trasmitido a través de las pulgas (la pulga Xenopsylla
Cheopis, que va en las ratas, propagó la peste más deprisa en verano, porque los bacilos no se
multiplican con temperaturas frías).
La peste pulmonar producía una mortalidad mayor y era una variedad más contagio-
sa de la misma enfermedad, porque se propagaba al respirar los bacilos de las personas
infectadas. Aunque no se puede precisar con exactitud el número de personas que perecie-

13 Es sistémica porque los orígenes del estancamiento se hallan en las estructuras del feudalismo, porque no
puede encontrar salida en una autorregulación a corto plazo y porque desborda la esfera económica y pene-
tra en la esfera social y política.
LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN LA EUROPA MEDIEVAL ~ 47 ~

ron por esta epidemia, se considera que sucumbió aproximadamente una tercera parte de la
población de Europa occidental, aunque con grandes diferencias entre las ciudades portua-
rias y el interior. Por ejemplo, Albi y Florencia perdieron la mitad de la población; Génova
y Hamburgo, dos tercios y Bremen hasta tres cuartas partes; en cambio, el interior de
Europa: Polonia, Hungría y la meseta castellana se vieron menos afectadas. Por tanto, la
peste no fue un simple factor exógeno de la crisis, fue un cataclismo.

2.5.3. Consecuencias económicas de la crisis


Desde mediados del siglo XIV hasta mediados del siglo XV se propagaron una serie de epide-
mias, que ya habían causado estragos anteriormente, pero que se manifestaron con mayor
virulencia: sarampión, tifus, tuberculosis y, sobre todo, la viruela que diezmaba a los niños y
jóvenes. Los efectos inmediatos fueron una brutal caída de la producción, del consumo y de
los intercambios comerciales, aunque el choque fue portador de rápidas capacidades de recu-
peración. En el orden demográfico, teniendo en cuenta la extrema sobrepoblación anterior, la
sangría fue un alivio. Permitió el establecimiento de nuevas familias en tierras disponibles,
con mejores salarios, se produjo cierta concentración de las explotaciones y se abandonaron
tierras marginales, que fueron ocupadas de nuevo por el ganado, con lo que mejoró la dieta
proteica y se obtuvieron rendimientos crecientes en la agricultura, es decir, se revitalizó el
sector agrario. La excepción la marcó Inglaterra, que en plena epidemia de peste congeló los
salarios y dos años después inició una verdadera reacción feudal, la cual presionó fuertemen-
te al campesinado inglés. En 1381 se produjo un levantamiento popular4, que anuncia a la vez
la extinción de la servidumbre y los primeros pasos del capitalismo agrario.
En definitiva, se produjeron dos hechos indiscutibles: el descenso del precio de los
productos agrarios y las distorsiones entre precios industriales y agrícolas, por un lado, y
entre salarios y precios, por otro. Además, el impacto del descenso será mayor o menor,
según el grado de apertura de las explotaciones señoriales o campesinas al mercado; asimis-
mo el impacto de la evolución de precios y salarios variará en función de la mano de obra
asalariada, indispensable para su funcionamiento, pero es innegable el impacto coyuntural
que sufrieron las explotaciones rurales en el conjunto de la gran depresión. Por su parte, los
monetaristas intentan demostrar que la contracción de la masa monetaria fue la causante del
descenso de los precios; otros afirman que se debió a una disminución de la demanda, pero
la oferta también se vio afectada. Por tanto, el problema es mucho más complejo.
La sombría serie de desastres que desbarató a Europa acabó a mediados del siglo XV.
Francia reconstruyó su economía después de la guerra de los Cien Años. Las coronas de
Castilla y Aragón sentaban las bases del futuro poderío español, mediante la unión perso-
nal de Isabel y Fernando. Portugal prosiguió sus avances por la costa africana. El sur de
Alemania entraba en un excepcional desarrollo por los descubrimientos de las minas de
plata y cobre del Tirol y de la zona de Sajonia-Bohemia. Los pequeños estados italianos
gozaban de un formidable bienestar cultural y económico. En suma, a lo largo de los últi-
mos siglos se habían ido asentando las bases del naciente Renacimiento.

4 En Francia la explosión campesina, profundamente antiseñorial se había producido en 1358: la Jacquerie de


la cuenca de Paris.
T E M A

4
LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA
Y LAS ECONOMÍAS EUROPEAS
EN EL SIGLO XVI

1. LA EXPANSIÓN DE EUROPA EN ULTRAMAR


2. EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN
3. LA AGRICULTURA
4. LAS INDUSTRIAS EUROPEAS
5. EL DESARROLLO DEL COMERCIO
6. DINERO, CRÉDITO Y FINANZAS
7. EJERCICIOS
8. LECTURAS RECOMENDADAS
9. BIBLIOGRAFÍA

El presente tema pretende ofrecer una síntesis de la evolución de la economía europea del
siglo XVI y su expansión en ultramar, en la que desempeñó un importante papel España. A
finales del siglo XV se produjo la recuperación de las economías europeas situadas en la
fachada atlántica e hicieron su aparición los Estados nacionales y las monarquías absolu-
tas, que prestaron su apoyo a la exploración de otros continentes. El descubrimiento y
colonización del continente americano, así como la apertura de nuevas rutas comerciales
con oriente, proporcionaron a Europa un gran incremento de las fuentes de recursos reales
y potenciales, y provocaron, junto con otras causas, cambios institucionales significativos
en la economía europea, especialmente respecto al papel del gobierno en la política econó-
mica. Otra de las consecuencias de la expansión en ultramar fue el desplazamiento de los
principales centros de actividad económica dentro de Europa, que afectó negativamente a
los anteriores centros comerciales medievales, las ciudades del norte de Italia y la Hansa
alemana.

~ 51 ~
~ 52 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

1. LA EXPANSIÓN DE EUROPA EN ULTRAMAR


Una de las características más importantes de la segunda mitad del siglo XV es la expan-
sión de Europa en ultramar. Los avances en el diseño y la construcción de barcos propor-
cionaron mayor maniobrabilidad y control, así como mayor capacidad de carga y, por
tanto, la posibilidad de realizar viajes más largos. La introducción de la brújula y el
desarrollo de la cartografía facilitaron la navegación en general, así como el descubri-
miento y exploración de otros territorios. Las primeras consecuencias fueron el estable-
cimiento de rutas completamente marítimas entre Europa y Asia, y el descubrimiento de
América, que será colonizada en el siglo XVI y permitirá a Europa el aprovechamiento de
un gran número de recursos.
Los protagonistas de esta expansión fueron Portugal y España, países que hasta ese
momento no habían figurado de forma significativa en Europa y que se convirtieron en las
naciones más ricas y poderosas. Las regiones de Europa central, oriental y septentrional no parti-
ciparon en la expansión, bien sea por el desplazamiento de las vías más importantes de comer-
cio, o bien por la sucesión de una serie de guerras religiosas que obstaculizaron la actividad
económica. Será más tarde, en el siglo XVII, cuando los Países Bajos, Inglaterra y Francia pasa-
ron a ser los receptores de las mayores ganancias derivadas de los grandes descubrimientos.
La expansión de Portugal se basó fundamentalmente en la búsqueda de las especias;
para ello los portugueses, establecieron ciudades y fuertes en las costas de África oriental y
de la India, controlaron el Océano Índico y el paso a las islas Célebes y Molucas, de donde
llegaban las especias más valiosas. También establecieron relaciones comerciales con Siam
y Japón, llegando incluso a la costa sur de China, sin embargo no intentaron conquistar o
colonizar estos territorios, contentándose con controlar las rutas marítimas desde los fuer-
tes y los puestos comerciales.
La primera expedición emprendida por Cristóbal Colón, financiada por Castilla, llegó
el 12 de octubre de 1492 a las islas conocidas posteriormente como Indias occidentales. A pesar
de que el nuevo territorio resultó decepcionante, pues no se cumplieron las expectativas de
grandes riquezas y especias que esperaban encontrar, Colón volvió al año siguiente con una
expedición mucho más numerosa y equipada, con la que inició la verdadera colonización.
Inmediatamente después del regreso de la primera expedición, Fernando e Isabel
se dirigieron al papa Alejandro VI para que estableciese una “línea de demarcación” que
confirmara los derechos españoles sobre las tierras recién descubiertas. Esta línea ideal
tendría que haberse trazado entre los dos polos, a una longitud de cien leguas (unas 330
millas) al oeste de las Azores y de Cabo Verde (dominio portugués), y dividir el mundo
no cristiano en dos mitades, reservando la parte occidental a los españoles y la oriental a
los portugueses. Sin embargo, al año siguiente, 1494, en el tratado de Tordesillas, el rey
de Portugal convenció a los españoles para que desplazasen la línea divisoria unas 210
millas más al oeste de la de 1493, lo que permite pensar que los portugueses conocían la
existencia de América, ya que con el nuevo tratado la zona oriental de Sudamérica
(Brasil) quedaba situada en el hemisferio portugués. En el mapa 4.1 se aprecia la línea
divisoria trazada en el tratado de Tordesillas, así como los principales descubrimientos
geográficos realizados durante los siglos XV y XVI.
LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA Y LAS ECONOMÍAS EUROPEAS ~ 53 ~
EN EL SIGLO XVI

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Viajes de descubrimientos, siglos XV y XVI.

Al contrario que los portugueses, los españoles iniciaron desde el principio la colo-
nización de las zonas conquistadas y su asentamiento en ellas, de tal forma que a finales
del siglo XVI dominaban una gran parte del continente americano, desde Florida y el sur
de California en el norte, hasta Chile y el Río de la Plata en el sur (con la excepción de
Brasil).
Los españoles llevaron al nuevo continente sus leyes, instituciones y religión, que
impusieron por la fuerza a la población indígena, dando lugar a la modificación e incluso
desaparición de diversas culturas autóctonas. Así mismo importaron técnicas, manufacturas
y productos agrícolas desconocidos en América (cereales, caña de azúcar, café, verduras,
frutas) y animales domésticos como el caballo, ganado vacuno y ovino, cerdos, cabras,
asnos y la mayor parte de las aves de corral.
La comunicación abierta entre ambos continentes conlleva la difusión de enferme-
dades europeas no conocidas en América, con resultados dramáticos para las poblaciones
indígenas. La viruela, el sarampión o el tifus se extendieron rápidamente por el continente
diezmando la población nativa. Se calcula que tan sólo en Centroamérica la población
amerindia pasó durante el siglo XVI de 25 millones a menos de un millón de habitantes. La
escasez de mano de obra dio lugar a la importación de esclavos africanos para el trabajo
agrícola, ya que la emigración de agricultores europeos no fue significativa.
Ya desde mediados del siglo XV habían llegado a las costas atlánticas de África
negreros europeos, que se extendieron hasta Mozambique una vez que se dobló el cabo de
~ 54 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

Buena Esperanza. Los primeros traficantes de esclavos fueron los portugueses (incluyendo
más adelante a los colonos brasileños), a los que posteriormente se sumaron los holande-
ses, los ingleses (luego también los colonos americanos) y los franceses. Se calcula que
entre 1440 y 1860 fueron llevados al nuevo continente entre 8 y 11 millones de esclavos.
Sin embargo, las pérdidas demográficas que sufrió el continente africano fueron mucho
mayores, ya que no hay que olvidar que el porcentaje de esclavos que morían en el viaje era
de un 20% hasta 1700, descendiendo luego de forma paulatina durante el siglo XVIII.
Las estimaciones de los esclavos recibidos según el lugar de destino varían considera-
blemente. Brasil habría recibido como mínimo 5 millones, el Caribe cerca de 3 millones y el
resto habría sido desembarcado en las colonias inglesas especialmente del norte de América.
Los esclavos fueron empleados en las plantaciones de azúcar, tabaco, café, índigo y algodón en
el Caribe (compartido por España, Holanda, Inglaterra y Francia) y las colonias suramericanas
de Inglaterra y el Brasil portugués, donde también trabajaron en las minas de oro.

2. EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN
Durante el siglo XVI la población europea recuperó e, incluso, superó el nivel que había
alcanzado antes de la peste del siglo XIV. Se estima que la población de Europa era de unos
45 o 50 millones a mediados del siglo XV, de 80 a 85 millones alrededor de 1500, de 100 a
110 millones alrededor de 1600 y de 110 a 120 millones alrededor de 1700. Por tanto el
siglo XVI fue un periodo de expansión demográfica, en tanto que en el siglo XVII el incre-
mento de la población fue muy moderado.
Sin embargo, la tasa de crecimiento demográfico no fue uniforme a lo largo del siglo.
En términos generales, fue mayor en la primera mitad de la centuria y tendió a la desacele-
ración durante la segunda mitad. Tampoco el proceso de crecimiento fue homogéneo en
toda Europa, invirtiéndose los términos en algunas regiones como Italia, que sufrió un serio
declive demográfico y económico en la primera mitad del siglo debido al estado de guerra
en que se encontraba sumida.
Este crecimiento se debió a múltiples factores, entre los que puede citarse la dismi-
nución gradual en la incidencia de la peste y de otras enfermedades epidémicas, probable-
mente como resultado de la creciente inmunización natural y de los cambios ecológicos que
afectaron a los portadores. Las mejoras salariales experimentadas durante el siglo XV proba-
blemente estimularon matrimonios más tempranos y, por tanto, una tasa de natalidad más
alta. Así mismo, se produjo cierta mejora en la alimentación y la aparición de las primeras
normas sobre intervenciones sanitarias. En todo caso, gracias a una reducción de las tasas
de mortalidad y a una elevación de las de natalidad, la población de Europa experimentó un
crecimiento sostenido que continuó a lo largo del siglo XVI, incluso después de que hubie-
ran cambiado las condiciones favorables iniciales.
Sin embargo, el crecimiento de la población, aunque general, no fue uniforme, varian-
do su densidad en las distintas regiones europeas, generalmente en función de la productivi-
dad de la agricultura. No obstante, en términos generales, se puede hablar de superpoblación
en la segunda mitad del siglo XVI, incluso en las regiones montañosas y poco fértiles, prueba
de ello son las corrientes migratorias desde esas regiones a las llanuras y tierras bajas, más
LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA Y LAS ECONOMÍAS EUROPEAS ~ 55 ~
EN EL SIGLO XVI

ricas pero también superpobladas, lo que condujo a un mayor fraccionamiento de las tierras
cultivables, y a una importante migración hacia las ciudades.
Así pues, la población urbana, especialmente en el norte de Europa, creció más rápi-
damente que el total, gracias a las migraciones interiores. Las oportunidades laborales que
ofrecían las ciudades atraían a los habitantes de las zonas rurales circundantes. Se estima
que se produjo una variación del porcentaje de la población urbana en Inglaterra del 3,1 al
5,8 por 100, en España del 6,1 al 11,4, en Portugal del 3 al 14,1, y en los Países Bajos
septentrionales del 15,8 al 24,3. El aumento de tamaño más notable ocurrió en ciudades que
se beneficiaron del desarrollo de nuevas actividades y del cambio de las vías del comercio,
como Londres, Ámsterdam, Berlín, Viena, Moscú o Madrid.
No obstante, la Europa de este período era una Europa rural, puesto que de cada diez
europeos, siete vivían en el campo y otros dos en pequeñas ciudades campesinas. Así
mismo, la distribución de los centros urbanos importantes era muy desigual; la mayor parte
de estos se sitúan en la Italia meridional y la llanura costera del mar del Norte.
Estrechamente relacionado con el fenómeno de las corrientes migratorias hacia las
ciudades está el problema del aprovisionamiento de cereales. A lo largo del siglo XVI se
produjo una sucesión de épocas de carestía que obligaron a las ciudades a dotarse de orga-
nizaciones estables para gestionar los problemas de abastecimiento y los Estados promul-
garon gradualmente normas encaminadas a garantizar la disponibilidad de cereales,
alternando prohibiciones de exportación e iniciativas de aprovisionamiento.
Las guerras también contribuyeron notablemente a los desplazamientos de la pobla-
ción, debido a la destrucción de las cosechas o a la desaparición de las provisiones que se
producían al paso de los ejércitos que se abastecían de los recursos del territorio en el que
se encontraban, sin importar que fueran amigos o enemigos.
Así mismo, durante los siglos XVI y XVII, las medidas de expulsión colectiva como la
de los judíos y moriscos en España, la emigración de los protestantes de los Países Bajos
españoles y la salida de los hugonotes de Francia tras la revocación del edicto de Nantes,
provocaron el desplazamiento de un gran volumen de población, parte de la cual estaba
compuesta por técnicos y especialistas de diversos oficios y producciones.
Aquellos países que contaban con imperios coloniales, como Portugal y España,
pudieron canalizar el exceso de población mediante la migración a las colonias, aunque la
emigración a ultramar durante los siglos XVI y XVII fue casi insignificante para el conjunto
de Europa. La emigración hacia América se nutrió sobre todo de individuos que buscaban
realizar negocio con el comercio de ultramar, explotando los recursos que gradualmente
ofrecían las exploraciones en el interior del continente. Así pues el núcleo fundamental de
la emigración europea estuvo formado por marinos, comerciantes y funcionarios de las
monarquías que poseían colonias, muchos de los cuales volvieron después a sus lugares de
origen.
Entre las migraciones hacia América a lo largo del siglo XVI hay que destacar la
protagonizada por población no europea, los esclavos, procedentes por lo general de Áfri-
ca, que, como veremos, fueron llevados al nuevo continente para satisfacer las exigencias
de mano de obra en las nuevas plantaciones.
~ 56 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

También hubo flujos de población hacia Asia y África, aunque no puede considerar-
se como auténtica emigración, ya que se produjo el desplazamiento de los individuos indis-
pensables para la gestión de las bases comerciales y militares que los países europeos, sobre
todo Portugal, organizaron como puntos de referencia de su comercio.

3. LA AGRICULTURA
La expansión agrícola se vio estimulada por una serie de factores entre los que sobresale el
crecimiento demográfico. Crecimiento que, a su vez, provocó una mayor demanda de
alimentos y materias primas para la transformación industrial, así como una mayor fuerza
de trabajo utilizada en la agricultura. Otro factor destacable fue el incremento de los
precios, que afectó a los costes de los productos agrícolas y, en especial, al de los cereales
para elaborar pan.
Los nuevos productos descubiertos en las colonias no tuvieron un papel significati-
vo en la expansión de la agricultura europea en el siglo XVI, ya que en aquella época cons-
tituían más un objeto de curiosidad que de interés económico. Esta situación no comenzó a
cambiar hasta finales de siglo, debido sobre todo a la extensión del cultivo del maíz.
El panorama de la agricultura europea durante el siglo XVI es muy variado, no sólo
por la diversidad en los cultivos, sino, sobre todo, por las transformaciones que se produje-
ron en la estructura legal y social de la propiedad de la tierra y en los métodos de adminis-
tración de la explotación agraria.
Existe una gran variedad de formas de propiedad de la tierra y modos de organiza-
ción de la explotación agraria. No obstante, pueden señalarse dos zonas claramente dife-
renciadas en cuanto a sus características y proceso de desarrollo.
En las regiones de Europa oriental los propietarios de la tierra (nobles o eclesiásticos)
ampliaron sus posesiones haciendo valer unos derechos seculares. Los elevados beneficios
obtenidos por la exportación de cereales permitieron a los propietarios aumentar sus explota-
ciones. En estos territorios se impuso la administración directa por parte del señor de toda la
propiedad. Este proceso tuvo como consecuencia la disminución del número de campesinos
arrendatarios que disfrutaban de mejores condiciones, y el aumento considerable de los que
disponían de explotaciones diminutas y estaban obligados a realizar trabajo obligatorio para el
señor. Así mismo, se redujo gradualmente el tiempo de duración de los contratos y se endure-
cieron sus términos, con el resultado de que el arrendatario perdió su derecho a dejar la tierra
y se convirtió prácticamente en siervo. Este proceso fue acompañado de frecuentes protestas y
revueltas campesinas que no consiguieron frenar la instauración de la servidumbre.
Por el contrario, en las regiones occidentales de Europa se aceleró el proceso de diso-
lución de las viejas propiedades señoriales. El empobrecimiento de la aristocracia terrate-
niente motivado por la devaluación monetaria, las guerras y las revueltas campesinas
contribuyeron a erosionar los derechos y prerrogativas feudales y a facilitar la transferencia
de la propiedad de la tierra.
Hasta finales del siglo XVI los derechos señoriales sufrieron un continuo debilita-
miento y se redujeron considerablemente las extensiones de tierra reservadas al señor para
LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA Y LAS ECONOMÍAS EUROPEAS ~ 57 ~
EN EL SIGLO XVI

su propia administración, por lo que el trabajo obligatorio de los campesinos prácticamen-


te desapareció o fue sustituido por pagos en dinero o en especie. Las tierras no explotadas
directamente por el señor quedaron en manos de campesinos mediante contratos de arren-
damiento o aparcería e, incluso, en algunas zonas fueron expropiadas por ley, dando lugar
a la extensión de la pequeña y mediana propiedad campesina, especialmente en Francia y
Alemania. Los campesinos que poseían parcelas de tierra podían disponer libremente de
ellas, dividirlas, venderlas o transmitirlas a sus herederos.
Ahora bien, a la vez que aumentaban las pequeñas explotaciones también se expan-
dían las propiedades señoriales a costa de las tierras comunales de los pueblos, donde se
ejercían tradicionalmente derechos de pasto, aprovechamiento de bosques, etc. Basándose
en supuestos derechos de propiedad, los señores expropiaron un tercio de la propiedad
comunal (de ahí el término triade), proceso en el que se vieron favorecidos por el fuerte
endeudamiento de las comunidades rurales con respecto a su señor.
Mención aparte merece Gran Bretaña y España, donde se produjo un aumento de la
extensión de las grandes propiedades. En Gran Bretaña el pequeño propietario fue desapa-
reciendo progresivamente y la sociedad rural tendió a una estructura de tres niveles: los
terratenientes propietarios de su tierra, los agricultores arrendatarios que cultivaban tierras
sin poseerlas y los trabajadores agrícolas que no tenían tierra.
En España se produjo un reforzamiento de la propiedad feudal, tanto laica como ecle-
siástica. La situación de prosperidad económica que se produjo en el siglo XVI indujo a los gran-
des propietarios a ampliar aún más sus explotaciones. La usurpación de bienes comunales y de
pastos y las reclamaciones de tierras trabajadas por los campesinos fueron los sistemas que se
pusieron en práctica y que aceleraron la concentración de la propiedad agraria.
Aunque procedente de épocas anteriores, el mayorazgo se extendió desde comien-
zos del siglo XVI, convirtiéndose entre los nobles españoles en la forma dominante de la
propiedad. El mayorazgo agrupaba una serie de bienes, sobre todo tierras y derechos seño-
riales, que debían heredarse indivisos dentro de una familia, primando el varón primogéni-
to. El heredero del título nobiliario recibía estos bienes y sus rentas correspondientes, pero
no podía disponer de ellos libremente (no podía venderlos, repartirlos entre sus hijos o hipo-
tecarlos) ya que tenía que mantenerlos intactos para transmitirlos, a su vez, al primogénito.
Inicialmente, esta institución garantizaba la perpetuación de la nobleza, pero posteriormen-
te se extendió también entre burgueses enriquecidos y medianos propietarios rurales, que la
utilizaban como un medio de acceder a la nobleza. La proliferación de los mayorazgos hizo
disminuir sensiblemente la proporción de tierras que salían al mercado.
Otro problema que afectó a la agricultura española de la época fue la rivalidad exis-
tente entre agricultores y propietarios de ganado ovino. El Honrado Concejo de la Mesta,
asociación de propietarios de ganado lanar, fue una institución nacida probablemente en el
siglo XIII con el apoyo de la Monarquía castellana y cuya función era proteger el desarrollo
de la actividad trashumante en los territorios de la Corona de Castilla. La Mesta disfrutaba
de un gran número de privilegios, en detrimento de la agricultura, que fueron aumentando
con el paso de los siglos y que iban desde la libertad de paso y la conservación de las caña-
das al mantenimiento de pastos abundantes y baratos para el ganado. La protección de la
~ 58 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

Monarquía sobre la Mesta se debió a razones tributarias, ya que los ganaderos pagaban altos
impuestos y la lana merina, muy demandada en los Países Bajos y otros centros de la indus-
tria textil, reportaba a la Corona castellana altos ingresos en concepto de aranceles de expor-
tación.
En cuanto a los sistemas de cultivo practicados en España, no se produjeron cambios
sustanciales con respecto a épocas anteriores, los útiles de labranza apenas evolucionaron y
el crecimiento de la producción dependía en su mayor parte de la extensión de la superficie
cultivada. Las reglamentaciones de las comunidades rurales tenían un gran peso, ya que
gestionaban los recursos comunales (pastos, bosques e incluso tierras de labor) y regulaban
la actividad productiva fijando las fechas de las labores y las especies cultivadas. Durante
el primer tercio del siglo XVI se expandió el cultivo del cereal, especialmente en la meseta,
como respuesta a la creciente demanda. Las múltiples quejas por la subida de los precios
llevaron al gobierno a implantar la tasa del grano en 1539 y, posteriormente, a importar
grano extranjero sin aranceles. Estas medidas desincentivaron a los agricultores que redu-
jeron la extensión dedicada a este producto, y España se convirtió en un importador habi-
tual de grano.
En algunas áreas de Murcia, Granada, Valencia y Aragón se había desarrollado el rega-
dío, y cobraron importancia actividades alternativas orientadas a la producción de materias
primas para la industria, como la producción de seda o azúcar. Los impulsores de estas acti-
vidades fueron los moriscos que permanecieron en el reino hasta su expulsión en 1609.
Un proceso radicalmente diferente se dio en los Países Bajos, donde hubo notables
innovaciones, especialmente después de su independencia en 1579. Se suprimieron los
derechos señoriales y se produjo una amplia parcelación de las tierras, gran parte de las
cuales fueron a parar a manos de la burguesía. Esto dio como resultado la introducción de
modernos métodos de explotación, más remuneradores, en las propiedades agrarias, que
eran arrendadas preferentemente por períodos cortos, con objeto de facilitar la adaptación
a las cambiantes condiciones económicas. También aparecieron alrededor de las ciudades
numerosos huertos, y aumentaron las inversiones en la ampliación de nuevas tierras
mediante el drenaje de zonas pantanosas y tierras de estuario.
Los Países Bajos se convirtieron en la zona agrícola europea más avanzada, en espe-
cial Holanda. El rápido desarrollo urbano, la expansión de su industria textil, así como su
superioridad comercial sirvieron como acicate para que se desarrollase una agricultura basa-
da en la especialización. En lugar de intentar producir lo máximo posible para el propio consu-
mo, como hacían la mayoría de los campesinos en el resto de Europa, los granjeros holandeses
producían para el mercado, comprando también en éste bienes de consumo, intermedios y de
capital. Los agricultores holandeses se especializaron en productos de valor relativamente
alto, especialmente ganado y productos lácteos, que orientaron hacia la exportación. También
practicaron la horticultura en las zonas cercanas a las ciudades, así como una gran diversidad
de cultivos para uso industrial, como el lino, el glasto, la rubia, etc.
Por lo que se refiere a las técnicas y productividad agrícolas en la mayor parte de
Europa, no hubo apenas innovaciones. Se emplea el sistema de dos hojas y el barbecho trie-
nal, con unos rendimientos bajos y una producción orientada principalmente al abasteci-
LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA Y LAS ECONOMÍAS EUROPEAS ~ 59 ~
EN EL SIGLO XVI

miento local, excepto en algunas zonas, como las regiones próximas al Mar Báltico, donde
la producción, principalmente de cereales, se orientó a la exportación.
El incremento de la producción agrícola en Europa fue el resultado de habilitar para
el cultivo tierras que hasta la fecha no habían sido explotadas y que tenían una menor capa-
cidad de rendimiento. Las nuevas tierras fueron destinadas, sobre todo, al cultivo de cerea-
les panificables, para satisfacer la demanda de alimentos de primera necesidad de las
ciudades, por lo que su precio se incrementó en mayor medida que el del resto de produc-
tos agrícolas. La expansión de los cultivos entró al final en conflicto con la ganadería,
excepto en ciertas zonas que tradicionalmente se habían especializado en la cría de ganado,
como Dinamarca. Sin embargo, la expansión de la superficie cultivada no fue suficiente,
por lo que fue necesario importar cereales de Europa oriental. Estas importaciones se desti-
naron principalmente a los Países Bajos, islas Británicas, norte de Francia y, en la segunda
mitad del siglo también a los países del sur de Europa.

4. LAS INDUSTRIAS EUROPEAS


Al igual que la agricultura, el sector industrial incrementó su producción como respuesta a
la creciente demanda y al estímulo de los precios en alza. En el siglo XVI la actividad indus-
trial se encontraba dispersa; no era frecuente la especialización regional para la exportación,
sólo en algunas regiones existía una destacada industria especializada, como el sector textil
en los Países Bajos. La mayor parte de la actividad industrial se concentraba en las ciuda-
des, donde los artesanos ejercían su oficio en gremios. Excepto en los casos de ciertas
industrias que requerían grandes inversiones de capital fijo, como la construcción naval o
la minería, el taller familiar del artesano era la unidad de producción básica.
A lo largo del siglo XVI la industria siguió empleando las fuentes de energía tradicio-
nales, la energía hidráulica, la eólica y, sobre todo, el carbón vegetal. La demanda de madera
creció por su utilización como material básico en la construcción de edificios y barcos y como
combustible en la metalurgia y en la calefacción doméstica. Precisamente el uso intensivo de
este recurso provocó la destrucción de gran parte de los bosques que rodeaban los centros de
producción de las zonas más desarrolladas y provocó la integración de Noruega y Suecia en
la economía de la Europa occidental como principales abastecedores de madera.
Durante el siglo XVI los sectores industriales más destacados fueron el textil, la cons-
trucción de barcos, la metalurgia y la minería, que se analizan más detenidamente a conti-
nuación. Desde el punto de vista del empleo industrial, el sector textil fue el más
importante, seguido por las industrias relacionadas con la construcción.
La organización de la industria textil era prácticamente la misma que en la Baja Edad
Media, basada en la industria doméstica, en los gremios y en la industria a domicilio. La
mayor parte de la producción se llevaba a cabo en el seno de las familias campesinas, que
elaboraban aquellos productos que necesitaban para su propio consumo o para mercados
locales. En los gremios el artesano, por lo general, producía para el mercado, o bajo pedi-
do y asumía un riesgo empresarial, aunque mínimo.
En la industria a domicilio o sistema de putting out, como veremos posterior-
mente en el tema 6 cuando hablemos de la protoindustrialización, el comerciante-
~ 60 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

empresario era el propietario de las materias primas y los instrumentos de trabajo, además
del producto acabado; dependían de él diversos artesanos que trabajaban exclusivamente
lo que se les suministraba y de la forma que les indicaba, sin autonomía económica. Estos
artesanos (tejedores, hiladores) eran retribuidos a destajo, es decir, por obra realizada. La
localización de la industria a domicilio pasó gradualmente a las zonas rurales, lo que
permitió el incremento de la renta familiar, además de la posibilidad de abastecerse de
bienes de primera necesidad a precios más bajos y de escapar a la fiscalidad de los
centros urbanos y de las corporaciones. La estructura de la industria a domicilio se
mantuvo, aunque incorporando mano de obra femenina y relajando los controles sobre la
calidad de producción.
Las materias primas más utilizadas fueron la lana, el lino y la seda. La innovación
más destacada en la industria de la lana fue obra de los fabricantes de tejidos flamencos y
consistió en la elaboración de tejidos más ligeros y baratos (nouvelle draperie) que se
extendieron en los mercados internacionales y desplazaron los tejidos medievales más
bastos y pesados. La huida de un gran número de artesanos flamencos, tras la represión de
la revuelta en los Países Bajos españoles, permitió que aparecieran en otras zonas europe-
as, sobre todo en Inglaterra, industrias productoras del nuevo paño, y la industria de la lana,
tradicionalmente controlada por los italianos, pasó gradualmente a manos de ingleses,
holandeses y franceses.
La industria textil castellana experimentó durante la primera mitad del siglo XVI un
rápido crecimiento, lo que se tradujo en un importante volumen de exportaciones de paño
de calidad, a la vez que mantenía sus tradicionales exportaciones de lana merina en bruto.
Sin embargo, el aumento de la demanda nacional y, especialmente, de las colonias no fue
seguido por un incremento paralelo de la oferta y los precios se elevaron. La desacertada
intervención del gobierno que permitió la importación libre de impuestos de tejidos extran-
jeros en 1548, y prohibió la exportación de paños castellanos, excepto a las colonias, en
1552, provocó el estancamiento y crisis posterior de esta industria. La prohibición de expor-
tación se levantó en 1555, pero para entonces la pérdida de los mercados extranjeros y el
aumento de los costes producidos por la inflación habían afectado profundamente a la
industria textil castellana.
La producción sedera estaba localizada en la cuenca del Mediterráneo, de ahí que su
industria textil se concentrase en esta zona, donde también podía aprovechar las importa-
ciones de seda procedentes de Irán. La producción de lino se localizaba más al norte y en
áreas más dispersas.
La construcción fue otro sector que junto con el textil destaca en lo referente a ocupa-
ción durante este siglo, algo explicable si se tiene en cuenta que las necesidades básicas de
la población en una economía preindustrial son el alimento, la vivienda y el vestido. En lo
que se refiere a la construcción, gracias a la adopción de nuevas técnicas de proyección y
de cálculos de estática, se llevó a cabo la construcción de edificios generalmente más gran-
des, así como puentes y canales. Pero donde más evolucionaron las técnicas fue en la cons-
trucción naval, sector que experimentó profundas transformaciones, especialmente en los
Países Bajos holandeses.
LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA Y LAS ECONOMÍAS EUROPEAS ~ 61 ~
EN EL SIGLO XVI

En el siglo XVI había una gran variedad de embarcaciones, algunas de las cuales
seguían utilizando la fuerza de los remos, aunque estaban dotadas también de alguna vela
que se usaba en los momentos de navegación tranquila (galeras mediterráneas, buques de
guerra). Sin embargo, en los barcos mercantes predominaba la vela y los remos se utiliza-
ban exclusivamente para las maniobras en el puerto y emergencias; la evolución de los
barcos de vela fue rapidísima, y se experimentaron una gran variedad de quillas y veláme-
nes diferentes. Se buscaba la seguridad en la navegación y la reducción en el coste de los
transportes, de ahí que aumentase el volumen que desplazaban los buques y se redujese la
relación tripulación/carga de las embarcaciones, así el tamaño de los barcos para el comer-
cio en el Atlántico aumentó de 200 a 600 toneladas a lo largo del siglo XVI, y la relación
tripulación/carga pasó de ser de cuatro o cinco toneladas de arqueo por marinero en el siglo
XV, a siete toneladas a mediados del siglo XVI.

Los mayores constructores de barcos de guerra (galeón) fueron los portugueses,


españoles e ingleses, sin embargo, fueron los holandeses quienes destacaron en la cons-
trucción de barcos para el comercio. La flota mercante holandesa experimentó un creci-
miento vertiginoso a lo largo de los siglos XVI y XVII, gracias a la rápida expansión de su
comercio. Los constructores holandeses respondieron al aumento de la demanda racionali-
zando sus astilleros e introduciendo técnicas elementales de producción en masa. Gracias a
su eficacia, abastecieron no sólo a la flota de su país, sino también a todas sus rivales. Su
innovación más importante fue el fluyt, barco especialmente diseñado para cargas volumi-
nosas de poco valor, como grano y madera, que funcionaba con menores tripulaciones que
las de los barcos convencionales.
Aunque de una importancia relativamente menor en términos de empleo y produc-
ción, las industrias metalúrgicas adquirieron un gran desarrollo gracias a la creciente
demanda militar, ya que, tanto en la infantería como en la marina, se habían generalizado
las armas de fuego. El hierro y el bronce fueron los más solicitados por los militares, aunque
el estaño, plomo y cobre sirvieron como base de diversas aleaciones para uso doméstico e
industrial, como el peltre utilizado en la fabricación de utensilios de cocina y en los tipos
de imprenta.
El mayor número de innovaciones se produjo en el trabajo del hierro, tanto en el proce-
so de fundido, como en otras operaciones secundarias. A comienzos del siglo XVI el sureste
de los Países Bajos (Valonia) era el centro metalúrgico más avanzado de Europa en la produc-
ción de hierro y en la aplicación de numerosas innovaciones; otros centros importantes esta-
ban localizados en Alemania, norte de Italia, norte de España y Francia. A lo largo del siglo
los altos hornos se extendieron por toda Europa, localizándose en las zonas donde había mine-
ral de hierro y abundante combustible, ya fuera madera o energía hidráulica.
La explotación de las minas conoció un proceso de gran expansión, y bajo la presión
de la creciente demanda, se mejoraron las técnicas, lo que dio lugar a pozos más profundos,
mejor ventilación y maquinaria de bombeo. Las principales innovaciones fueron obra de
mineros alemanes, especialmente sajones, que aplicaron las mejoras técnicas en la explota-
ción de las minas de Europa central, y fueron contratados como expertos en Inglaterra,
Hungría y América.
~ 62 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

La mayor demanda de minerales, especialmente cobre, plata, hierro, mercurio y sal


gema, impuso una compleja organización de instalaciones y trabajadores, que exigía recur-
sos financieros de una entidad desconocida hasta entonces. La escala de las empresas creció
y aparecieron las primeras grandes concentraciones de trabajadores. Muchas grandes casas
bancarias, como los Fugger de Augsburgo, en Alemania, invirtieron en empresas del sector,
garantizando no sólo la producción, sino también la distribución de los metales y de los
productos derivados en cualquier parte del mundo.
Mención especial merece el carbón, cuya demanda comenzó a crecer en el siglo XVI,
motivada por la gran escasez de madera, utilizada hasta el momento como material y
combustible. El carbón, a pesar de las frecuentes leyes que prohibían su uso por sus carac-
terísticas nocivas, se convirtió en el combustible doméstico más utilizado en Londres en el
siglo XVI, y poco a poco fue penetrando en industrias de alto consumo de combustible.
Los descubrimientos en ultramar también tuvieron repercusión en este sector, ya que
permitieron la aparición de nuevas industrias, como las refinerías de azúcar y las fábricas
de tabaco. Algunas industrias tradicionales, cuya producción había estado muy localizada,
se extendieron por toda Europa, como la fabricación de cristal fino, instrumentos ópticos y
relojería. El principal productor de éstos y otros productos de lujo durante la Edad Media,
había sido Italia, pero en el siglo XVI surgieron otros países productores de objetos simila-
res, aunque de menor calidad y a menor precio, lo que provocó la progresiva decadencia
industrial de Italia. El desarrollo de la imprenta condujo también a un crecimiento de la
demanda de papel y a la aparición de imprentas en toda Europa que multiplicaron el núme-
ro de títulos y ejemplares.

5. EL DESARROLLO DEL COMERCIO


Durante la Edad Moderna el sector más dinámico fue el comercio, tanto es así que tradi-
cionalmente se ha hablado de “revolución comercial” como uno de las características
propias del siglo XVI. Ciertamente se produjeron cambios sustanciales que afectaron a la
estructura del comercio internacional, tanto en lo que respecta a las vías de tráfico utiliza-
das, al volumen y carácter de las mercancías objeto de comercio, como a las formas de orga-
nización comercial. Sin embargo, la mayor parte del crecimiento en volumen y en valor se
produjo en el comercio local, es decir, aquel que se establecía entre las ciudades y los terri-
torios más cercanos.
El centro del comercio europeo pasó gradualmente del Mediterráneo al mar del
Norte y mar Báltico. La cuenca del Mediterráneo perdió su papel central por la disminución
del comercio, especialmente de especias, con Asia y África. Los italianos y muy especial-
mente los venecianos habían monopolizado el comercio de las especias hasta que Portugal
abrió la ruta del cabo de Buena Esperanza, lo que permitió que los productos llegasen a
Europa sin la intermediación de las ciudades italianas. También existen otros factores que
incidieron en la decadencia del comercio internacional e intercontinental en el
Mediterráneo, tales como la caída de Constantinopla, la expansión del imperio otomano por
las costas africanas del Mediterráneo, y la aparición de competidores más eficaces, como
los comerciantes flamencos y holandeses.
LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA Y LAS ECONOMÍAS EUROPEAS ~ 63 ~
EN EL SIGLO XVI

En el comercio intraeuropeo se produjo un cambio en el carácter de las mercancías,


ya que una gran parte de éstas pasaron a ser objetos voluminosos y de reducido valor, como
metales, madera, pescado, vino, grano, sal, textiles, ganado y materias primas, que se trans-
portaban no sólo por vía marítima, sino también por vía fluvial y terrestre. Este cambio, al
contrario que en períodos anteriores, donde predominaba el comercio con objetos de lujo,
se dio gracias a la reducción de los costes del transporte.
Por lo que respecta al comercio intercontinental esta transformación se produjo a
partir del siglo XVII, cuando otros países europeos, además de Portugal y España, consi-
guieron sus propias colonias a las que exportaban manufacturas, y de las que importaban
productos como algodón, tabaco, azúcar, etc. Sin embargo, el comercio con Oriente apenas
experimentó variaciones. Tradicionalmente los europeos habían cambiado oro y plata por
las codiciadas especias, ante la falta de interés de los asiáticos por las manufacturas euro-
peas. Este desinterés se mantuvo hasta el siglo XVIII, provocando la continua salida de meta-
les preciosos hacia Oriente.
El resultado más visible de este auge del comercio internacional e intercontinental
fue la formación de una red de centros mercantiles, algunos especializados en un sólo tipo
de mercancía, como Burgos (lana merina) o Toulouse (glasto para teñir los tejidos). Al
depender de un solo producto estos centros eran proclives a experimentar graves crisis cuan-
do las condiciones que sustentaban su especialidad variaban.
Otros centros cuyas actividades estaban más diversificadas, y que mantenían un
contacto más estrecho con las zonas rurales circundantes, mostraron un carácter más esta-
ble y una mayor capacidad de adaptación. Éste fue el caso de Lisboa, Sevilla, Londres,
Venecia, las ciudades hanseáticas de Hamburgo, Lübeck y Danzing, así como otras ciuda-
des del interior del continente como Lyon, Milán y Ginebra. Sin embargo, el mayor centro
comercial, al menos hasta 1570, fue Amberes, donde se comerciaba con todo tipo de
mercancías procedentes de Europa y las colonias. De la misma forma que Amberes había
sustituido a Brujas cuando esta declinó, a su vez fue reemplazada posteriormente por
Amsterdam como centro distribuidor más importante.
La coordinación financiera de los pagos entre los distintos centros comerciales se
organizaba mediante un sistema de ferias como las de Amberes, Lyon, Medina del Campo
y Génova que eran organizadas a lo largo de todo el año de tal manera que los comercian-
tes o sus agentes pudieran reunirse para saldar sus cuentas.
En cuanto a la organización comercial variaba dependiendo del tipo de comercio y de
los países implicados en esta actividad. En el continente europeo se mantuvieron durante el
siglo XVI las formas organizativas heredadas de los comerciantes italianos consistentes en
sociedades, cuyos miembros residían algunas veces en ciudades distintas, y se mantenían infor-
mados de la situación política y económica internacional mediante una frecuente correspon-
dencia. Estas sociedades emplearon la contabilidad de doble entrada y practicaron el crédito,
técnicas ya utilizadas por los mercaderes italianos. Los comerciantes y financieros más impor-
tantes en el siglo XVI fueron los Fugger, familia alemana de Augsburgo, en el sur de Alemania.
En Inglaterra la organización comercial era algo diferente. La mayor parte de las
exportaciones inglesas se basaban en la lana y los paños de este material, comercio contro-
~ 64 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

lado fundamentalmente por los Mercaderes de la Lonja (Merchants of the Staple). Se trata-
ba de una compañía regulada, en la cual cada uno de sus miembros comerciaba por su cuen-
ta, aunque se atenían a unas normas comunes; tenían una sede central y un almacén (la
Lonja) situada en Amberes. A mediados de siglo empezaron a constituirse un gran número
de compañías dotadas con cartas de privilegio comercial. Algunas de estas compañías adop-
taron la forma de organización regulada descrita anteriormente, pero otras se convirtieron
en compañías de capital conjunto, especialmente en el comercio a larga distancia, donde el
capital y los riesgos eran excesivos para uno o varios individuos.
La organización del comercio con las colonias era muy distinta de la del comercio
intraeuropeo. En Portugal el comercio de las especias procedentes de las colonias portu-
guesas era monopolio de la Corona y, por tanto, estaba regulado y controlado por el Estado.
La armada portuguesa hacía las funciones de flota mercante y todas las especias eran vendi-
das a través de la Casa da India en Lisboa. Los marinos portugueses podían embarcar
mercancías en concepto de propiedades personales, que luego vendían en Europa, aunque,
lógicamente, el volumen total de este comercio privado fue muy reducido, si se compara
con el comercio oficial practicado por el Estado. En cambio en el mercado oriental los
portugueses tuvieron que competir con comerciantes musulmanes, hindúes y chinos. Los
oficiales de la Corona eran los encargados de realizar las compras de especias en el Océano
Índico, y de embarcarlas con destino a Portugal. El pago se hacía en metales preciosos, oro
y plata, además de armas y municiones.
En lo que respecta a España el comercio con las colonias también era monopolio de
la Corona de Castilla, y desde 1501 se prohibió a los extranjeros (incluidos catalanes y
aragoneses) asentarse o comerciar con los nuevos territorios. En 1503 se creó en Sevilla la
Casa de Contratación de las Indias, institución que tenía como objetivos reservar para
Castilla el monopolio de todo el comercio con América y controlar todo el tráfico que se
produjera entre América y España. En los registros de la Casa de Contratación se recogían
todos los datos relativos al nombre de las naves, sus capitanes, armamento, carga, valor de
ésta y los derechos aduaneros pagados, así como los pasajeros embarcados. Los registros
tenían una finalidad claramente fiscal y de control del flujo de metales preciosos.
A mediados del siglo XVI se impuso el sistema de flotas en el comercio con América,
y más tarde con Filipinas. Este sistema establecía la salida de dos grandes flotas, una en
primavera y otra a finales de verano, compuestas esencialmente por galeones, que desde
Sevilla, la cabecera de la Carrera de Indias, se dirigían una al puerto mexicano de
Veracruz y la otra a la llamada Tierra Firme. Ambas flotas permanecían en las colonias
durante el invierno, se reunían en La Habana y volvían como un solo contingente en la
primavera siguiente. En el último tercio del siglo XVI se puso en funcionamiento una prolon-
gación que partía de Acapulco (México) y llegaba a las islas Filipinas, donde intercambia-
ba la plata y otras mercancías mexicanas por sedas y porcelanas de China, productos
filipinos y otros de origen japonés, para regresar a las costas californianas.
El intento de evitar el contrabando, así como los frecuentes ataques de piratas y corsa-
rios fueron las razones por las que se adoptó este sistema. Sin embargo, el contrabando y el
fraude en el comercio con América se extendieron rápidamente. Es muy probable que la razón
LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA Y LAS ECONOMÍAS EUROPEAS ~ 65 ~
EN EL SIGLO XVI

fundamental fuese la excesiva presión fiscal. Los principales gravámenes sobre el comercio
ascendieron aproximadamente al 35% del valor de las mercancías intercambiadas. Para evitar
el pago de tan altos impuestos los comerciantes buscaron diversas fórmulas que iban desde la
manipulación de los registros a la ocultación de mercancías. A este fraude generalizado hay
que sumar el contrabando abierto practicado por los extranjeros y sus agentes españoles
mediante el comercio directo al margen de las normas de la Carrera de Indias.
Las flotas se componían de barcos de muy diversos tipos, aunque terminaron por
imponerse los galeones, que gradualmente aumentaron su tonelaje. También aumentó el
número de barcos que componían cada flota, de los 15 o 20 navíos de principios del siglo
XVI se pasó a unos 70 barcos a finales de siglo.

Respecto a la naturaleza de los intercambios comerciales, Castilla exportaba produc-


tos agrícolas (vino, aceite y otros productos derivados), productos manufacturados (telas,
herrajes, herramientas, armas, papel, jabón, libros), hierro, así como mercurio destinado al
procedimiento de beneficio de la plata, llamado amalgama, que permitía separar fácil-
mente la plata de la ganga. Las importaciones se basaban fundamentalmente en metales
preciosos (al principio oro, pero después sobre todo plata), aunque también llegaban de
América colorantes, cueros, algunos productos medicinales, tabaco, azúcar y cacao.
La plata americana servía para pagar los productos que se llevaban al nuevo conti-
nente, pero la mayor parte de estos productos, especialmente las manufacturas procedían de
fuera de España y, por tanto, el destino de una parte importante de esta plata fue el norte de
Europa. De ahí que se pueda afirmar que el comercio sevillano era un comercio de inter-
mediación, en el que muchos agentes españoles actuaban tan sólo como comisionistas,
mientras los beneficios de las exportaciones industriales iban a parar a los proveedores
extranjeros.
Un caso aparte fue el comercio de esclavos que quedó, por completo y desde el prin-
cipio, en manos de comerciantes extranjeros. La existencia de mano de obra indígena en las
primeras etapas de colonización, así como la ausencia de bases españolas en las costas occi-
dentales de África (como consecuencia del tratado de Tordesillas) apartó a los comercian-
tes españoles de este negocio. En consecuencia se recurrió a un sistema de asientos o
contratos para la introducción de esclavos. Hasta mediados del siglo XVII la mayor parte de
los asientos fueron firmados con mercaderes portugueses, más tarde con italianos, y, a partir
de principios del siglo XVIII; franceses e ingleses obtuvieron el monopolio.

6. DINERO, CRÉDITO Y FINANZAS


El progreso del comercio dependía de la situación monetaria y de las condiciones del crédi-
to, que, a su vez, estaban supeditadas a los tipos de cambio, las balanzas comerciales, los
niveles de precios internacionales, los aranceles y las disposiciones de los tratados comer-
ciales, así como de la manipulación de la moneda con finalidades fiscales. Con la circula-
ción de moneda tanto de oro como de plata, ya que una de las características del sistema
monetario europeo era el bimetalismo, no siempre coincidía el valor oficial de la moneda
con su valor en el mercado, de ahí que se desplazasen metales preciosos y dinero en metá-
lico, de un país a otro, para aprovechar las diferencias entre los tipos de cambio.
~ 66 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

La relación entre la producción de oro y la de plata era un factor importante del que
dependía la paridad de las monedas. Durante el siglo XVI el stock monetario de Europa
aumentó gracias a las minas europeas de oro y plata, el oro americano y africano, y, sobre
todo, la plata que llegó de América. Según las estimaciones de Braudel y Spooner, entre
1500 y 1650 sólo la llegada oficial desde América incrementó el stock total de oro de
Europa en un 5%, y el de plata en casi un 50%. Sin embargo, no todos los metales llegaron
a convertirse en moneda ya que, aparte de la pérdida por atesoramiento y desgaste, una
parte importante se envió a Oriente para saldar el déficit comercial que Europa tenía con
esta zona. A pesar del notable incremento del volumen de dinero disponible en Europa, no
fue suficiente para igualar el aumento de la demanda de medios de pago que requería la
expansión del comercio, de ahí que se produjese una expansión sin precedentes del uso de
técnicas de crédito.
No obstante, es evidente que, durante el siglo XVI, se produjo un crecimiento consi-
derable de la cantidad de moneda en circulación con efectos inmediatos sobre los precios,
hasta el punto de denominar a este proceso la revolución de los precios. A lo largo del siglo
XVI se produjo en toda Europa y especialmente en España una elevación de los precios, no
comparable con las habidas en épocas anteriores. El alza de los precios se sintió en primer
lugar y de forma más intensa en Andalucía, extendiéndose al resto de la Península y a
Europa.
La inflación no afectó por igual a toda la población. Fue favorable para los grandes
propietarios nobles, ya que la apertura del mercado americano y el aumento de la población
en España incidieron en una mayor demanda de productos agrícolas, lo que implicó la nece-
sidad de extender cultivos, y llevó a un incremento del valor de la tierra productiva y, por
tanto, de las rentas. De igual modo, la inflación incidió positivamente, sobre todo durante
la primera mitad del siglo XVI, en las actividades comerciales, así como en los negocios
realizados por fabricantes y mercaderes.
Por el contrario, la revolución de los precios supuso un empobrecimiento para aquellos
que vivían de rentas pequeñas e ingresos fijos, tales como los pequeños propietarios hidalgos,
el bajo clero, los funcionarios reales de nivel inferior, al no incrementarse éstas en la misma
medida que los precios. La misma situación se dio entre la población asalariada, tanto urbana
como rural, que sufrió una constante pérdida de su poder adquisitivo, especialmente durante
la primera mitad del siglo. La Corona resultó menos afectada, ya que a pesar de que aumen-
taron los gastos de la administración, también lo hicieron los ingresos fiscales.
Diversos autores han ofrecido diferentes explicaciones sobre la “revolución de los
precios”. E. J. Hamilton relaciona la inflación con la llegada masiva de metales preciosos,
tesis que ya fue apuntada en la época por pensadores de la llamada “escuela de Salamanca”,
como Martín de Azpilcueta. Estos autores del siglo XVI argumentaban que el aumento de la
moneda en circulación no sólo habría sido la causa del aumento de los precios, sino también
de la pérdida de competitividad de las manufacturas españolas en comparación con las
extranjeras. El gráfico 4.1 elaborado por Hamilton muestra la correlación existente entre el
aumento del volumen de las importaciones de metales preciosos y la subida de los precios
durante el siglo XVI.
LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA Y LAS ECONOMÍAS EUROPEAS ~ 67 ~
EN EL SIGLO XVI

Gráfico 4.1: Importaciones quincenales totales de metales preciosos


e índices compuestos de los precios de las mercancías

Fuente: HAMILTON, EJ. (1975): El tesoro americano y la revolución de los precios en España, 1501-
1650. Barcelona, Ariel p. 316.

Otros autores, como Pierre Vilar y Jordi Nadal, han llamado la atención sobre el
hecho de que el incremento de los precios relativos fue mucho mayor hasta 1560 precisa-
mente cuando la entrada de metales preciosos fue menor. De ahí, argumentan estos histo-
riadores, que se deban buscar otras explicaciones, tales como el rápido crecimiento de la
población y de la demanda, muy por encima de la producción y la oferta.
En la Edad Moderna los gastos de los Estados europeos aumentaron considerablemen-
te, sin que lo hicieran en la misma medida los ingresos. El aumento global de los gastos se
debió, en parte, al aumento de los precios y de los salarios, pero, sobre todo, a la mayor dura-
ción y el rápido aumento del coste de la guerra. Así pues, para hacer frente a sus necesidades
en tiempos de guerra, los gobiernos se vieron obligados a solicitar préstamos a gran escala.
El desarrollo de la deuda pública en los diversos Estados europeos del siglo XVI
contribuyó a crear centros especializados de captación y de encuentro de capitales y
banqueros. Así, Lyon fue el centro principal donde se negociaban los títulos de la deuda
pública francesa, aprovechando sus ferias y la presencia de banqueros italianos y alemanes,
mientras que en la segunda mitad del siglo XVI fue sustituida por las ferias de Bensançon,
con el predominio de banqueros genoveses. Las demandas de Carlos V implicaron a muchos
banqueros y afectaron a muchos lugares, especialmente al eje comercial que unía Amberes
y Medina del Campo, sin olvidar Sevilla. Genoveses y alemanes, entre ellos los Fugger y
los Welter, administraron un imponente flujo de dinero. Las crisis financieras de
Augsburgo, Francia y Portugal, que se produjeron a mediados de siglo, provocaron un
~ 68 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

replanteamiento de la capacidad de los banqueros europeos y la consolidación de la supre-


macía de los banqueros genoveses, que se habían situado como intermediarios entre los
ahorradores y las finanzas públicas. El desplazamiento de los intereses europeos de España
hacia el Mediterráneo, donde se concentraron los principales dominios españoles, contri-
buyeron también al predominio financiero de los banqueros italianos.
El volumen de la deuda pública de algunos Estados europeos provocó también casos
de insolvencia. El caso más espectacular fue el español, en el que Felipe II declaró banca-
rrota en tres ocasiones diferentes, 1557, 1575 y 1596. Las bancarrotas se declaraban cuan-
do, ante la imposibilidad de pagar los intereses y devolver los capitales prestados, los
monarcas suspendían la gestión regular de las deudas y modificaban los contratos, alargan-
do el vencimiento de los pagos, e incluso modificando los tipos de interés aplicados, de esta
forma los préstamos a corto plazo se transformaban en préstamos a largo plazo.
La difícil situación de la hacienda pública española puede apreciarse en el gráfico 4.2.
donde se comparan gastos e ingresos a finales del siglo XVI. Los gastos, entre los que destacan
los ocasionados por actividades militares, superan ampliamente los ingresos.

Gráfico 4.2: las finanzas de la hacienda de castilla (en millones de ducados)

Fuente: THOMPSON, I.A.A. (1981): Guerra y decadencia: Gobierno y administración en la España de


los Austrias, 1560-1620, Barcelona, Crítica, apéndice, cuadro A.
T E M A

6
DECADENCIA Y AUGE
EN LA EDAD MODERNA:
SIGLOS XVII Y XVIII

1. LA TRANSICIÓN DEL SIGLO XVII


2. LA PROTOINDUSTRIALIZACIÓN
3. EL SIGLO XVIII Y EL RESURGIMIENTO DE LA ECONOMÍA EUROPEA
4. EJERCICIOS
5. LECTURAS RECOMENDADAS
6. BIBLIOGRAFÍA

La Edad Moderna se caracteriza por ser el momento de consolidación de los Estados nación
europeos. Las guerras y disputas territoriales entre ellos afectaron de una u otra forma a la
economía y en especial a sus relaciones comerciales. Es el momento de la aplicación de las
políticas mercantilistas en las que la rivalidad y la política defensiva invaden las relaciones
económicas. En el tema 7 daremos cuenta de ello. Mientras tanto intentaremos exponer en
líneas generales cuál fue la senda de desarrollo económico en las principales naciones euro-
peas y las novedades en materia industrial.
Comenzaremos con el siglo XVII, un siglo en el que termina una fase expansiva de
crecimiento de la población. Sin embargo, la crisis se padeció de forma desigual en
distintos países. España y Holanda tomaron caminos divergentes; hacia la decadencia el
primero y la prosperidad el segundo. El tercer país que estudiamos es Inglaterra. No se
puede decir que durante la centuria disfrutara de la bonanza económica de Holanda; los
conflictos internos entre la corona de los Estuardo y el Parlamento mermaron la capaci-
dad productiva del país, con todo, veremos que la limitación del control económico por
la monarquía coadyuvó al asentamiento de la bases institucionales para el desarrollo
económico del siglo XVIII.

~ 87 ~
~ 88 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

En segundo lugar estudiaremos la protoindustrialización; un nuevo sistema de


producción manufacturera que abandonó los núcleos urbanos para refugiarse en las zonas
rurales. Veremos cómo este sistema se adecuó perfectamente a las circunstancias económi-
cas del siglo XVII. La elaboración de productos manufacturados por parte de la población
agrícola iba a suponer un método efectivo de obtener ingresos extra en una época en la que
la evolución demográfica presionaba a la baja a los salarios reales del campesinado. Por otra
parte, esta producción rural evitaba el encarecimiento de los productos derivado de la estric-
ta reglamentación económica que afectaba a la producción gremial.
Terminamos con un apartado que resume el cambio económico, político y en cierto
modo ideológico que invadió Europa durante el siglo XVIII. Haremos especial hincapié en
las mejoras técnicas agrícolas y financieras como el experimento monetario de John Law.

1. LA TRANSICIÓN DEL SIGLO XVII


Como señala Douglass North (1994), parece existir un consenso general de que el siglo XVII
fue una época de crisis, aunque no hay un acuerdo similar entre los historiadores económicos
sobre sus causas. Sin embargo dos son los factores más mencionados que de uno u otro modo
afectaron a la evolución económica de los principales países europeos.
En primer lugar se trata de un periodo de fuerte rivalidad entre las naciones europeas
y en el que los conflictos bélicos para mantener o acrecentar el poder de los Estados acarre-
aron cuantiosos gastos que implicaron enormes dificultades financieras para las coronas.
En segundo lugar, en el siglo XVII de nuevo se van a dejar sentir las presiones del creci-
miento de la población sobre los recursos. Como ya había sucedido en la crisis del siglo XIV,
el crecimiento continuado de la población entre 1475 y 1600 no fue acompañado por incre-
mentos en la productividad agrícola y los efectos de las crisis malthusianas comenzaron a
padecerse en buena parte de los países europeos. Sin embargo, a diferencia de la crisis del
XIV que asoló Europa del sur al norte y de este a oeste, en este caso y por primera vez en la
historia, hubo algunos países que pudieron eludirla. De este modo en este siglo se abrió una
brecha entre la evolución económica de aquellos países que desarrollaron la tecnología
necesaria para que su producción aumentase a un ritmo similar o mayor al que lo hacía su
población, mientras que otros se enfrentaron a los temidos frenos malthusianos del hambre
y las enfermedades como único medio de purgar el excedente poblacional. Entre los prime-
ros está Holanda, la primera potencia de este irregular siglo XVII. Fue seguida a distancia
por Inglaterra, que intentó emular a Holanda por todos los medios aunque se vio impedida
por constantes conflictos internos. En el grupo de los perdedores el país de referencia es
España que de una época de esplendor sin precedentes cayó al abismo del siglo XVII, con
inflación, bancarrotas de la corona y una población que sufría constantes reducciones en su
poder adquisitivo. Estudiemos cada uno de los casos con algo más de detenimiento.

1.1. El ocaso del Imperio Español


El ejemplo más utilizado para describir la crisis del siglo XVII es España por cuanto pasó de
ser un gran imperio en el siglo XVI a una nación “de segunda” con bastantes problemas
económicos, tanto desde el punto de vista financiero como en el sector real de su economía.
DECADENCIA Y AUGE EN LA EDAD MODERNA: SIGLOS XVII Y XVIII ~ 89 ~

Como acabamos de decir, los gastos de las continuas guerras que emprendieron la corona
de los Habsburgo –como se conocen comúnmente, los Austrias– tienen gran parte de la
responsabilidad de esta triste evolución.
Los problemas de fondo comenzaron tiempo antes. Durante el siglo XVI, Carlos V se
embarcó en la misión de reunificar la Europa cristiana, para ello hubo de luchar en nume-
rosos frentes que implicaron un enorme gasto militar. Cuando abdicó en su hijo hubo de
renunciar a parte de los territorios en Europa Central pero Felipe II, lejos de renunciar a las
aspiraciones de su padre, continuó con la intención de mantener la extensión de los territo-
rios de su corona. Los gastos no pararon de crecer pero los ingresos no lo hicieron al mismo
ritmo. Las fuentes de ingresos públicos se basaban fundamentalmente en un débil sistema
impositivo, la continua llegada de metales preciosos de los territorios americanos y los
cuantiosos préstamos de banqueros flamencos, alemanes e italianos.
En cuanto al sistema impositivo la principal característica era su fuerte regresividad.
Las exenciones fiscales a la nobleza, muchos de ellos grandes terrateniente, junto a la venta
de la hidalguías –título de nobleza que conllevaba la exención impositiva– hacía que única-
mente los más pobres que no alcanzaban a comprar ese título fueran los que pagaban real-
mente los impuestos.
La llegada de las remesas de metales del Nuevo Mundo suplió en parte las necesida-
des financieras de la corona. Fue común las emisiones de juros, una especie de títulos de
Deuda Pública que tenían como garantía la llegada de los cargamentos de plata americana,
de esta forma la mayor parte de las remesas que llegaban a España se destinaban directa-
mente a pagar a los acreedores de la corona.
Por último, pero no en importancia, el endeudamiento con banqueros alemanes,
italianos y flamencos constituyó un recurso común para la financiación de las guerras.
Como sucedía con los juros, muchas veces estos préstamos tenían como garantía la plata
americana. El caso más llamativo es el de los Fugger, la familia de banqueros alemanes
que obtuvieron la explotación de las ricas minas de mercurio de Almadén de manos de
Carlos V en 1525 y hasta 1645 como contraprestación a los préstamos concedidos a la
corona española.
Como ya vimos en el tema 4, aún así los gastos de mantener el imperio aumenta-
ban y, ante la imposibilidad de encontrar más ingresos, Felipe II no tuvo más remedio que
declarar la bancarrota de la corona en 1557, 1575 y 1596. Pero hasta entonces Felipe II
nunca había ordenado la manipulación de la moneda para la obtención de ingresos públi-
cos, una política muy mal considerada por parte de los súbditos y las Cortes de Castilla.
Sin embargo, ya a finales de 1596, se comenzó una política de adulteración de la mone-
da de vellón en la ceca de Segovia. Felipe III tuvo muchos menos escrúpulos en acudir a
las prácticas de resello en su beneficio. Básicamente estas prácticas consistían en obligar
mediante ley a que las monedas de vellón pasaran por la ceca para que fueran reselladas,
en el proceso se eliminaba parte del contenido metálico, generalmente la plata que era el
más valioso. Se trataba de una confiscación en toda regla de la propiedad de los súbditos
o –como denunciaba por entonces Juan de Mariana– un impuesto no aprobado en Cortes1.
Se estima que el reinado de Felipe III (1598-1621) los ingresos derivados de las devalua-
~ 90 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

ciones de la moneda de vellón alcanzaron los 875 millones de maravedíes. Felipe IV


continuó con la misma política que su antecesor con el consiguiente deterioro de la mone-
da en circulación. El oro y la plata había desaparecido de la circulación y los precios
continuaron la senda ascendente por la que habían discurrido durante el siglo anterior,
pero a diferencia de entonces, la llegada de metales había dejado de ser la causa de la
inflación (las remesas se redujeron drásticamente a partir de 1630), la continua pérdida
del valor de la moneda propició en este caso la que se conoce como inflación del vellón.
Con todo, los soberanos no pudieron hacer frente a sus obligaciones financieras y, como
sucediera en el reinado de Felipe II, se vieron obligados a declarar la bancarrota en varias
ocasiones (1607, 1627, 1647 y 1653).
North y Thomas (1991) han valorado el papel que desempeñaron las duras condi-
ciones por las que atravesaron las finanzas de los Austrias para explicar la senda de estan-
camiento que tomó España desde entonces. Según estos autores, “conforme aumentaban
las dificultades financieras de la corona, la apropiación, la confiscación o la alteración
unilateral de los contratos se convirtió en un fenómeno habitual que acabó dejando sentir
sus efectos sobre los grupos dedicados al comercio, la industria o la agricultura”. Aquí
únicamente hemos hablado de las confiscaciones de las llegadas de plata y de la adultera-
ción de la moneda, pero hubo otros muchos ejemplos de concesión de privilegios a grupos
especiales a cambio de ingresos que –como en el caso de las hidalguías– en vez de esta-
blecer una estructura de incentivos que favoreciera las labores productivas, estimuló la
aversión al trabajo de los únicos estratos de la población con el capital suficiente para
emprender inversiones rentables. El resultado final de la tremenda miopía de los Austrias
fue que no supieron aprovechar las oportunidades que les brindaron las riquezas del Nuevo
Mundo. Tras su llegada a España, el oro y la plata siguieron el camino hacia el Norte de
Europa en forma de pago de los préstamos, de las compras por importaciones o simple-
mente salieron en busca de ganancias en el arbitraje de monedas. Cuando ese flujo de
metales desapareció, España siguió siendo lo que era antes del siglo XVI, un país atrasado
con un sistema económico básicamente medieval. Para colmo de males, entre tanto, la
expulsión de los judíos en 1492, de los musulmanes en 1502 y finalmente de los moriscos
en 1609, había provocado pérdidas irrecuperables en el terreno comercial, financiero y en
las valiosas técnicas agrícolas hortofrutícolas. Las posibilidades de evitar los males de la
superpoblación eran nulas.

1.2. El triunfo de Holanda


En el polo opuesto a la triste evolución de la economía española, es la que disfrutó las
Provincias Unidas de los Países Bajos o República Holandesa. Ya vimos al hablar del
comercio en el siglo XVI en el tema 4 que antes incluso de emanciparse del dominio espa-
ñol en 1579, los Países Bajos era una zona próspera especializada en el comercio interna-
cional que rivalizó con los comerciante alemanes de la Liga Hanseática, pero desde su

1 Como veremos en el tema siguiente, Mariana escribió un libro Tratado y discurso de la moneda de vellón
(1609) en el que denunciaba estas prácticas por parte de la corona.
DECADENCIA Y AUGE EN LA EDAD MODERNA: SIGLOS XVII Y XVIII ~ 91 ~

independencia, Holanda emprendió la más sólida de las carreras para convertirse en poco
tiempo en la primera potencia del continente.
El pilar del comercio holandés era el del Báltico, principalmente de grano y madera,
imprescindible para la construcción de su potente flota mercante, su principal industria.
Pronto extendieron su área comercial, que llegaba al golfo de Vizcaya y el Mediterráneo. El
poderío naval holandés fue capaz de soslayar el bloqueo comercial que sufrió por parte del
imperio español, los holandeses construyeron barcos capaces de viajar hacia el oriente,
circunvalando África. Este comercio desbancó al portugués rápidamente. A comienzos de
siglo el éxito del comercio con las Indias fue tal que el gobierno y varias compañías comer-
ciales crearon la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, una compañía con mono-
polio para el comercio con las Indias. Tras el éxito en el Oriente, quisieron hacerse también
con el dominio portugués en las Indias Orientales aunque el éxito fue menor. En 1624 inten-
taron conquistar las colonias portuguesas en Brasil, pero fueron expulsados y sólo conser-
varon Surinam y algunas islas del Caribe. En ese mismo año otro grupo de colonos
holandeses fundó Nueva Ámsterdam.
Respecto a su agricultura, ésta experimentó una especialización encaminada a sacar
provecho del comercio internacional, para ello se requería hacer una importante inversión
en capital que permitiera drenar pantanos y fertilizar las tierras. Los productos lácteos como
la mantequilla y el queso o los cultivos de uso industrial pronto comenzaron a apreciarse
internacionalmente. Otra de las exportaciones más valiosas eran los tejidos de lana; en este
caso aplicaban la máxima mercantilista de exportar la materia prima e importar el produc-
to ya elaborado.
A todo ello –como ya aludimos al hablar de las finazas en el siglo XVI– hay que unir
los grandes centros financieros, primero de Amberes y posteriormente de Ámsterdam. En
cada centro financiero, uno en cada momento, existía un mercado organizado o “bolsa” que
funcionaba como centro neurálgico de los negocios internacionales a escala europea. En
1609 se creó el Banco de Ámsterdam, un banco público fundado bajo los auspicios de la
propia ciudad. Era un banco de depósitos pero no de emisión, su principal función era
proporcionar medios de pago fiables a los mercaderes que acudían a la ciudad. Aunque no
hubo importantes innovaciones en el terreno financiero, los holandeses heredaron la refi-
nada organización de los comerciantes italianos de la Baja Edad Media como la contabili-
dad de partida doble y el uso de instrumentos financieros como la letra de cambio.
Una vez repasadas muy someramente las características del poder económico de los
holandeses es pertinente preguntarse por las razones de fondo que auspiciaron su hegemonía
económica. Si en el caso español, las finanzas de la corona fue la rémora que coartó todas las
posibilidades de crecimiento, habría que señalar aquí las virtudes de las instituciones holande-
sas al permitir que se desarrollara el crecimiento sostenido de la economía. North y Thomas
inciden en el carácter de la organización sobre la que se sostuvo el crecimiento, una organiza-
ción que protegió los derechos de propiedad y eliminó prácticas restrictivas. Entre éstas prácti-
cas una de la más importantes es la limitación al libre movimiento de personas.
Durante el siglo XVI y XVII, Los Países Bajos del norte se convirtió en lugar de refu-
gio de todos los expulsados de territorios europeos por motivos religiosos o políticos. De
~ 92 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

esta manera Holanda se hizo con una mano de obra cualificada proveniente de todos los
rincones del continente cada uno de los cuales aportaba un conjunto de conocimientos espe-
cializados. En este sentido, como sugiere E. L. Jones, habría que mirar con cierta “indife-
rencia divina” las expulsiones que se sucedieron en la Edad Moderna europea, más allá de
su posible condena moral, éstas contribuyeron sobremanera a extender internacionalmente
un capital humano sin el cuál no podría haberse producido el avance económico. La liber-
tad de inmigración sin duda benefició a Holanda tanto como la expulsión de judíos,
musulmanes y moriscos perjudicó a España.
Sin embargo, la bandera de la libertad que ondeaba Holanda debería mirarse con
cautela en esos momentos en los que la rivalidad entre las naciones europeas era la seña de
identidad del siglo XVII. En el caso de Holanda, como lo sería en Gran Bretaña en el siglo
XIX, optaron por una política de libertad comercial porque era lo que más convenía dada su
especialización económica. Un caso que debería reconsiderarse en este sentido es la cono-
cida preocupación holandesa por la libertar de los mares, es decir, su defensa intelectual a
favor de que se pudiera circular libremente por los océanos. No hay que olvidar que Hugo
Grocio (1583-1645), el autor holandés más conocido por mantener esta idea en su libro
Mare Liberum [1609], no sólo fue impelido a escribirlo por el deseo de plasmar los eleva-
dos valores de la libertad, sino que lo hizo por encargo de la Compañía Holandesa de las
Indias Orientales con el objeto de calmar la conciencia de los accionistas de esta compañía
por el apresamiento ilegal de un barco portugués en aguas de las Molucas.
Es cierto que la estructura subyacente sobre la que Holanda basó su desarrollo fue
mucho más tolerante con el extranjero, se respetaron los derechos de propiedad de los
súbditos y no se penalizó la innovación, pero no por ello deberíamos olvidar el momento
histórico en el que nos encontramos, un momento de beligerancia política en que los comer-
ciantes holandeses no tuvieron muchos escrúpulos en sacar partido de ello. Como señala
Jones, los comerciantes de Holanda no dudaron en suministrar equipo naval a los enemigos
de su país en tiempo de guerra, y compensaron sus operaciones invirtiendo en los corsarios
que se dedicaban al pillaje de convoyes de barcos que subían por el Canal hasta Ámsterdam.
La diferencia fundamental con otros países europeos es que los comerciantes pudieron
mantener su espacio de actuación más allá de las luchas, disputas y enemistades que mante-
nían las naciones europeas entre sí, algo que como hemos visto no sucedió en España. Este
resultado no fue casual ya que durante ese tiempo se gobernó exteriormente bajo el manda-
to de los Estados Generales, un órgano de representación que desde mediados del siglo XV
estaba integrado por una oligarquía de las grandes familias de mercaderes. Es por tanto
obvio que éstos velaran por la prosperidad de sus negocios.

1.3. Inglaterra entre el conflicto y la rivalidad comercial


Hasta ahora hemos descrito la evolución económica de dos países que durante el siglo XVII
tomaron direcciones opuestas: España hacia el declive y la crisis malthusiana y Holanda
hacia el desarrollo y el crecimiento ininterrumpido. El camino que emprendió Inglaterra en
este siglo fue diferente al de los otros dos; por una parte no era una potencia como Holanda
pero aspiraba a igualarla en el comercio y la manufactura, por otra parte, comenzó el siglo
DECADENCIA Y AUGE EN LA EDAD MODERNA: SIGLOS XVII Y XVIII ~ 93 ~

con monarcas absolutos que –como los Austrias en España– no dudaron en financiarse a
través de la confiscación impositiva. Dos movimientos antagónicos que llevaron a
Inglaterra al conflicto civil pero que afortunadamente se zanjó con la victoria del poder
parlamentario. Por todo ello y a diferencia de los casos estudiados de España y Holanda en
el que ya en el mismo siglo XVII experimentaron la crisis y la bonanza económica respecti-
vamente, en el caso de Inglaterra este siglo puede considerarse en cierto sentido de transi-
ción. No disfrutaron de los frutos de la especialización y del comercio internacional como
los holandeses, pero tampoco se puede decir que padecieran los terribles males asociados a
una crisis malthusiana. Fue por tanto un periodo de transición en el que se establecieron las
bases para que, con el tiempo, Inglaterra se alzara a la cúspide económica mundial.
Uno de los aspectos dignos de mención en este siglo en Inglaterra tiene que ver con
los constantes esfuerzos de la monarquía por obtener ingresos mediante el establecimiento
de impuestos y la venta de privilegios. La controversia entre el Parlamento y los Estuardo
es la disputa más conocida. La corona, que participaba en costosas luchas entre diversas
naciones, necesitaba cada vez mayores ingresos que el Parlamento se resistía a conceder.
Después de décadas de tensión, sobrevino una guerra civil entre la monarquía y el parla-
mento entre 1642 y 1649 que acabó con el juicio, la condena y ejecución de Carlos I. No
fue el final del periodo de turbulencias, a la posterior República de Cromwell, le siguió la
Restauración de la dinastía de los Estuardo con Carlos II y no fue hasta la Revolución
Gloriosa de 1688 que el poder del parlamento no se impuso sobre la monarquía. De todo
ello se deduce las muchas similitudes en el punto de partida que existían entre España (y
también Francia) con Inglaterra; las crisis fiscales por las guerras europeas forzaban a los
monarcas de Europa a utilizar su control sobre la economía para obtener ingresos; las dife-
rencias entre unos y otro es que en el caso inglés la corona se enfrentó a una cámara de
representación lo suficientemente fuerte para coartar sus aspiraciones.
Un aspecto menos conocido en la historia de Inglaterra son los subterfugios creados
por los súbditos para evitar la reglamentación pública de la actividad económica. Desde
época de Isabel I existía el Statute of Artificiers –el Estatuto de los Artesanos– una estricta
reglamentación en la manufactura que congelaba la estructura de la actividad económica e
impedía la movilidad de factores. La reglamentación sin embargo pudo sortearse por tres
vías. Primero, se trataba de una reglamentación válida sólo para las industrias existentes en
aquel momento, no para las que pudieran aparecer. En segundo lugar, como veremos segui-
damente, la manufactura huyó de la influencia de los gremios urbanos y se desplazó a la
zona rural en lo que se conoce como protoindustrialización. Por último, la ejecución de la
norma se dejó en manos de jueces de paz que no cobraban por hacer cumplir la ley y en
consecuencia su diligencia en esta tarea no fue realmente estricta.
Otra de las legislaciones más importantes del siglo XVII inglés es el Statute of
Monopolies aprobado en 1624 por el Parlamento. Esta ley, apoyada por un grupo de comer-
ciantes e industriales a quienes les inquietaba las restricciones que limitaban sus activida-
des, además de proscribir los monopolios reales incorporó un derecho de patentes como
protección y estímulo a la innovación. Aunque la batalla política inglesa del XVII no dejara
ver los frutos de esta ley inmediatamente, con el transcurrir de los años iba a dejar huella
en el desarrollo económico inglés (North y Thomas, 1991). Antes de que existiera esta
~ 94 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

protección a la invención, las innovaciones podían copiarse sin ningún coste y sin que el
innovador recibiera ninguna recompensa. De esta manera, Inglaterra, a comienzos del siglo
XVIII, poseía un sistema de derechos eficientes que favorecía la invención y, con ello, esta-
blecía la base institucional para la primera revolución industrial (North, 1994).
Hasta ahora hemos visto como la incapacidad de ejercer el control económico de la
corona influyó en la ineficacia de las antiguas reglamentaciones gremiales y alentó la
iniciativa parlamentaria para crear leyes que fomentaran la innovación. Además del conflic-
to político entre monarquía absoluta y el Parlamente existía una preocupación adicional en
la mente de los ricos comerciantes, terratenientes y aristócratas que conformaban el
Parlamento inglés y que, en este caso, era también compartida por la corona: cómo evitar
la hegemonía holandesa en el comercio internacional. La legislación más famosa a este
respecto que ha quedado en los anales de la historia económica como la quintaesencia de la
política mercantilista son las Leyes de Navegación o Navegation Acts. Según estas leyes,
aprobadas por el Parlamento en 1651 y renovadas en el periodo de la Restauración en 1660,
todos los bienes importados que llegaban a Inglaterra debían ser transportados por barcos
ingleses o por barcos del país de origen de las mercancías2. De ese modo se evitaba que las
ganancias por el transporte fuesen a parar a terceros, especialmente a los por entonces envi-
diados y competitivos holandeses. Sin embargo, en muchas ocasiones los barcos de bande-
ra inglesa habían salido de los armadores holandeses. Como era habitual las Leyes de
Navegación inglesas también reservaron para la metrópoli el tráfico comercial con las colo-
nias y se baraja como una de las razones por las que las prósperas colonias americanas pron-
to consideraron la posibilidad de emanciparse y evitar la dependencia de la metrópoli.
Por último, aunque no guarda relación directa ni con los problemas políticos ni con
las rivalidades comerciales, hemos de señalar que durante la centuria se continuó con el
proceso de cercamientos de las tierras o enclousers que había comenzado en fechas tan
tempranas como el siglo XIII. El aumento en el precio de la lana estimuló la parcelación de
los terrenos de pastos durante el siglo XVI. Durante el XVII, la demanda de productos agra-
rios y el aumento relativo del valor de las cosechas, por su parte, presionó para que se cerca-
ran las tierras de cultivo y poder poner en práctica las técnicas de la agricultura intensiva
importadas de los Países Bajos. Más adelante, cuando abordemos la Revolución Industrial,
veremos cómo la política de cercamientos de tierras favoreció el aumento en el rendimien-
to de los cultivos con nuevas técnicas agrícolas.
En definitiva, con el Estatuto de Monopolios o con cercamientos de terrenos, duran-
te el siglo XVII, Inglaterra al mismo tiempo que consolidaba su estructura política pudo
hacerse con una base institucional lo suficientemente sólida para que su economía con el
tiempo creciera a un ritmo jamás conseguido por ninguna nación hasta entonces.

2. LA PROTOINDUSTRIALIZACIÓN
La producción de manufacturas que se desarrolló en diversas zonas rurales europeas duran-
te los siglos XVII y XVIII es el proceso que se denomina Protoindustrialización. Como resul-

2 Un barco se consideraba inglés cuando lo era el capitán y tres cuartas partes de su tripulación.
DECADENCIA Y AUGE EN LA EDAD MODERNA: SIGLOS XVII Y XVIII ~ 95 ~

tado de la protoindustrialización, a principios del siglo XVIII algunas zonas de Europa occi-
dental ya contaban con concentraciones industriales de cierta importancia.
Los términos protoindustria y preindustria no son, sin embargo, sinónimos. No todas
las formas de industrialización tuvieron su correspondiente protoindustria. Es más, la
protoindustria significó una discontinuidad entre la preindustria – que se desarrolló en las
zonas urbanas– y el capitalismo industrial, caracterizado por procesos fabriles y mecaniza-
dos. El capitalismo industrial no sería la forma de producción hegemónica hasta los prime-
ros decenios del siglo XIX.
La protoindustria está conectada con la nueva pañería3, ya que surgió precisamente
en las zonas donde se desarrolló ésta. Se trataba de industrias localizadas en la zona rural y
dedicadas principalmente al sector textil, aunque el proceso protoindustrializador llegó a
diversos tipos de manufacturas, como las imprentas, la cerámica, los curtidos de pieles o la
fabricación de utensilios metálicos entre otras.

2.1. Características de la protoindustrialización


Entre sus características diferenciadoras cabe señalar que se trataba de industrias domi-
ciliarias con mano de obra formada por trabajadores rurales dispersos entre sí. ¿Por qué
eran estos los trabajadores? La crisis agraria del siglo XVII favoreció el proceso de
protoindustrialización, ya que conllevó la caída de los precios de los productos agrícolas
y de las rentas agrarias. Los campesinos se vieron en la necesidad de incrementar sus
ingresos, que se habían visto mermados con la disminución de ingresos derivados de su
primera actividad, la agricultura. Su objetivo al emplearse en las protoindustrias era obte-
ner una renta complementaria. Por eso no eran especializados, sino mano de obra campe-
sina que compatibilizaba el trabajo industrial y el agrícola como fórmula para
incrementar sus escasas rentas.
Las características de la mano de obra repercutían en unos menores costes de produc-
ción en las protoindustrias por varias razones. En primer lugar, los trabajadores rurales
asumían parte de los costes de producción ya que se alimentaban y se mantenían con los
productos que ellos mismos producían en el campo. En segundo lugar, su actividad princi-
pal seguía siendo la agricultura. Este aspecto era importante. Debido a que las tierras de
cultivo debían quedar inactivas durante largas temporadas, el hecho de estar empleados en
la protoindustria no implicaba ninguna renuncia. Los campesinos no se veían en la necesi-
dad de elegir a qué actividad dedicarse, la protoindustia no implicaba ninguna decisión en
términos laborales. En tercer lugar, las producciones en las ciudades estaban sometidas a
las estrictas reglamentaciones de los gremios y a una serie de impuestos que no afectaban
a las producciones rurales. Como consecuencia de todo ello, los sueldos en la actividad
protoindustrial eran más bajos que los sueldos en la ciudad para elaborar manufacturas

3 Como ya hemos visto, con la expresión nueva pañería se alude a tejidos de escasa calidad y buena aparien-
cia. Este proceso implica menos costes de producción y, en consecuencia, precios más bajos. Como la
demanda de tejidos se caracteriza por ser elástica y estar muy relacionada con la renta disponible, la dismi-
nución en los precios animaba fuertemente la demanda, generando como resultado final un incremento en
los beneficios de los productores.
~ 96 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

similares. El menor precio de los productos elaborados en las protoindustrias hacía que
fueran muy competitivos y atractivos para los mercados.
Y precisamente es ésta es otra característica diferenciadora de las protoindustrias, ya
que su producción no estaba destinada al autoconsumo como ocurría en los talleres domi-
ciliarios tradicionales, sino que producían artículos para el mercado (fundamentalmente
bienes de consumo, aunque en algunos casos también producían bienes de inversión).
La cuarta característica de las protoindustrias es que habían establecido un doble
vínculo con los mercaderes urbanos: estos les abastecían de materias primas y, a su vez, ven-
dían su producto en localidades lejanas, inaccesibles para el trabajador rural. A pesar de la
importancia de las características anteriores, precisamente en ésta última reside el elemento
diferenciador del proceso protoindustrializador. Los pequeños artesanos autónomos y los
dedicados a la transformación de productos agrarios no se consideran protoindustrias, sino
industrias típicamente domésticas que sólo vendían sus productos en mercados locales. Por el
contrario, la producción en la protoindustria está orientada al comercio extralocal, ya fuera
nacional o internacional. De hecho, durante el siglo XVII Inglaterra y los países del “centro”
de Europa tuvieron una actividad exportadora muy elevada.
Las principales protoindustrias se dieron en el noroeste de Europa, en consonancia
con el predominio en la economía continental de Inglaterra (con ejemplos de protoindus-
trias en Worsley y Woolwich), Países Bajos (destacando los astilleros holandeses), el norte
de Francia (Sedán, Elbeuf), Bohemia en el Imperio austríaco y algunas regiones alemanas,
como Sajonia. Cabe señalar la fabricación de los paños con alto valor añadido en las
protoindustrias textiles francesas y alemanas. También había otros desarrollos protoindus-
triales fuera del marco de estos países, como el arsenal de Venecia.
Los comerciantes desempeñaron un papel clave dentro de la protoindustrialización,
dando el primer paso en la especialización en el proceso de distribución. No sólo abastecí-
an de materias primas a los trabajadores rurales, sino que los conectaban entre sí en las dife-
rentes fases del proceso productivo. Y además comunicaban las zonas rurales con los
mercados regionales e internacionales. Pero su relevancia llegó más lejos, ya que también
eran intermediarios financieros. El proceso protoindustrializador implicó la penetración del
capital mercantil, ya que los campesinos necesitaban financiación para conseguir los
medios de producción. Los comerciantes eran los que disponían de capital circulante para
la compra de materias primas y adelantaban a los productores rurales el capital mercantil
necesario para financiar todo el proceso de producción y también, por supuesto, el de distri-
bución. Esto requería una capacidad financiera fuerte por parte de los comerciantes, ya que
en ocasiones el desfase de tiempo entre el momento de adelantar el dinero y el de recupe-
rarlo era grande, ya que los préstamos sólo se recuperaban una vez que el producto estaba
fabricado, distribuido y vendido.

2.2. Consecuencias de la protoindustrialización


Como consecuencia del desarrollo protoindustrial la producción continental registró un
fuerte incremento a lo largo del siglo XVII y durante los primeros decenios del siglo XVIII.
Durante este periodo, muchas zonas rurales de Europa aumentaron su producción de bien-
DECADENCIA Y AUGE EN LA EDAD MODERNA: SIGLOS XVII Y XVIII ~ 97 ~

es de consumo dando lugar a una red de manufacturas rurales y, como resultado, muchas
localidades atrapadas en las consecuencias de la baja productividad agrícola se convirtieron
en zonas productoras de manufacturas a lo largo de estos siglos. Este incremento en la
producción no se debió a un crecimiento intensivo, consecuencia de avances tecnológicos,
sino fundamentalmente fue resultado de la utilización de un mayor número de trabajadores.
Como la mano de obra era barata y se conformaba con salarios bajos no existía ningún
incentivo para realizar mejoras técnicas. Por eso el modelo continental prefirió la utiliza-
ción de mano de obra antes que la mecanización de los procesos.
Otra consecuencia de la protoindustrialización fue la transformación del modelo
demográfico. La posibilidad de acceder a mayores niveles de renta favoreció la disminución
en la edad media del matrimonio, con el consiguiente aumento de la natalidad. La expan-
sión demográfica extendió sus efectos a los movimientos migratorios, ya que las mejores
condiciones de vida en el campo frenaron la emigración desde las zonas rurales hacia la
ciudad, ralentizando así el crecimiento demográfico en las ciudades.

2.3. Límites de la protoindustrialización


La expansión protoindustrial alcanzó su límite a mediados del siglo XVIII. El sistema
protoindustrial creó condiciones positivas para que la economía diera el salto a la indus-
trialización, pero también condiciones negativas que dificultaron el proceso.
Condiciones positivas: Entre los aspectos que podrían haber impulsado la evolución
de la potoindustria hacia la industrialización hay que destacar que se trataba de un sistema
generador de mercado que, además, favorecía la división del trabajo. Además, la protoin-
dustrialización generaba capital mercantil, que se encuentra en la base misma de funciona-
miento del sistema. Otro elemento que hay que destacar es que la protoindustria implicó el
incremento de las dimensiones de los mercados al favorecer el incremento de la renta de los
campesinos, siendo la existencia de un mercado amplio y solvente uno de los requisitos
necesarios para que se dé una organización económica capitalista. La actividad protoindus-
trial también suponía una forma sencilla de escapar al encorsetamiento de los gremios. Por
último, también generó capital humano empresarial, ya que estos trabajadores estaban
controlando el proceso de producción.
Todos estos aspectos propiciaban la transición a la producción fabril. Sin embargo
las condiciones favorecedoras tuvieron que convivir con otras que desalentaban el proceso
industrializador. Las detallamos a continuación.
Condiciones negativas: Había contradicciones, ya que algunos elementos que habían
supuesto una ventaja, dejaron de serlo. En primer lugar, el incremento de la demanda de los
bienes producidos por la protoindustria conllevó la necesidad de incurrir inevitablemente en
mayores costes de producción, ya que era imprescindible comprar más materias primas y
llegar a zonas cada vez más lejanas. De esta forma, empezó a diluirse la ventaja compara-
tiva de estos productos, que era su menor precio.
Otra de las ventajas residía en el hecho de que los trabajadores compatibilizaban el
trabajo en la protoindustria con sus tareas del campo. Sin embargo, cuando llegaba una
época de buenas cosechas los agricultores dedicaban menos tiempo a su actividad manu-
~ 98 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

facturera debido a las mayores rentas derivadas de las buenas cosechas, por lo que se contra-
ía la producción protoindustrial. La consecuencia directa era un aumento de la demanda
(por las mayores rentas) justamente a la vez que disminuía la oferta.
En conclusión, los factores por los que prácticamente ninguna zona protoindustrial
terminó transformándose en zona industrial fueron varios. Uno de los principales motivos
residió en el paulatino incremento de los salarios. La abundancia de mano de obra era uno
de los elementos claves en este desarrollo, y escaseaba cuando había un periodo agrícola
próspero, dando lugar a un incremento de los salarios y en los costes de producción. Pero
además se generaba un desequilibrio, ya que había una menor producción sin que hubiese
previamente caído la demanda. Ambos efectos presionaban al alza los precios de las manu-
facturas rurales, haciéndolas menos atractivas en los mercados y obligó a abandonar las
producciones intensivas en mano de obra en beneficio de las mejoras tecnológicas. Una
segunda razón fue la falta de aceptación de los nuevos métodos de producción. Y, en tercer
lugar se encuentra el hecho de que el proceso protoindustrializador no facilitaba la acumu-
lación de capital entre los productores de manufacturas, ya que las ganancias quedaban en
manos de los intermediarios financieros, esto es, de los comerciantes. La falta de acumula-
ción de capital en el seno de la protoindustria es posiblemente la clave de su fracaso.
Como resultado, y a pesar del avance que supusieron las protoindustrias, éstas queda-
ron arrinconadas con el surgimiento de las nuevas formas de organización y producción
surgidas con la Revolución industrial. Sólo algunas zonas de elevada producción de manu-
facturas rurales llegaron a ser ciudades industriales en el siglo XIX, cuando se implantó la
organización fabril.

3. EL SIGLO XVIII Y EL RESURGIMIENTO DE LA ECONOMÍA EUROPEA


El siglo XVIII, también denominado Siglo de la Razón o de las Luces, es un siglo de equi-
librio entre la Tradición y la Revolución, simbolizado por el pensamiento de la Ilustración
y las Monarquías del Despotismo Ilustrado.
Las corrientes filosóficas del racionalismo y el naturalismo de grandes pensadores
franceses como René Descartes, ingleses como Francis Bacon y Thomas Hobbes y holan-
deses como Spinozza del siglo XVII dieron su fruto al finalizar el siglo en la Alemania de
Leibniz y en Inglaterra con el empirismo de Locke y las investigaciones científicas de
Newton.
Si bien es cierto que el ambiente de libertad política, diversidad religiosa y prosperi-
dad económica de la burguesía imperante en Inglaterra y Holanda era el más adecuado para
el triunfo del pensamiento ilustrado, fue sin embargo en Francia donde tuvo lugar el deno-
minado movimiento de la ilustración a la luz de la interpretación del empirismo inglés por
los racionalistas continuadores de Descartes.
En su vertiente política y social, el siglo de la razón se encuentra bajo la esfera del
absolutismo monárquico. El desarrollo del absolutismo moderno comenzó con el naci-
miento de los Estados nacionales europeos hacia el final del siglo XV y se prolongó duran-
te más de 200 años. En el siglo XVIII el absolutismo recibe el nombre de Despotismo
DECADENCIA Y AUGE EN LA EDAD MODERNA: SIGLOS XVII Y XVIII ~ 99 ~

Ilustrado diseñado por medio de un eficaz entramado institucional absolutista utilizando


para ello las ideas nacidas de la ilustración. Tal vez, el mejor ejemplo de Despotismo
Ilustrado se encuentra, quizá, en el reinado de Luis XIV de Francia (1643-1715). Su decla-
ración L’Etat, c’est moi resume con precisión el concepto del derecho divino de los reyes.
En general hay un hecho que predomina en el siglo XVIII: el desarrollo de la burgue-
sía. Por lo que respecta al ámbito económico, el siglo XVIII se caracteriza por ser un perio-
do de crecimiento económico en donde se supera la crisis del XVII. Si bien existen
diferencias cronológicas que delimitan el periodo de crecimiento económico, suave al prin-
cipio y fuerte al final, se puede afirmar que este periodo de expansión se generalizó a todos
los sectores. A pesar del papel predominante que ocupa la agricultura frente a la industria,
y el escaso desarrollo de los mercados nacionales, cabe señalar el fuerte dinamismo prota-
gonizado por el comercio internacional, el sistema financiero y el principal factor produc-
tivo de la época: la población. Voltaire en sus Lettres anglaises, al encomiar el siglo XVIII,
señaló los cuatro elementos que bien pueden definir las características económicas del
mismo –Libertad, ciudadanía, comercio y Estado–:
“El comercio, que ha enriquecido a los ciudadanos, ha contribuido a hacerlos libres,
y esta libertad a su vez ha dilatado el comercio, formándose así la grandeza del
Estado”.
Cabe señalar que en la Europa del siglo XVIII las estructuras económicas del Antiguo
Régimen paulatinamente comenzaban a ceder toda su solidez, una solidez capaz de difi-
cultar la propia idea de evolución económica. En determinados países europeos, de entre los
que destaca Inglaterra, se van a ir produciendo progresivos cambios capaces con el tiempo
de hender las estructuras del Antiguo Régimen y dar al traste con ellas. Estos cambios
preparan el terreno para la gran transformación económica que experimentará Europa cono-
cida con el nombre de Revolución Industrial.
El estudio del resurgimiento de la economía europea en el siglo XVIII requiere en
primer lugar conocer cuáles eran las bases de la prosperidad económica del Antiguo
Régimen para después analizar las condiciones previas que hicieron posible el tránsito a la
Revolución Industrial.

3.1. Las bases económicas del Antiguo Régimen


En general se puede afirmar que las bases económicas del Antiguo Régimen eran suma-
mente débiles. Al depender la economía de la agricultura en su totalidad, un periodo de
malas cosechas, o un aumento de la población por encima de la producción agrícola daban
lugar a la aparición de la denominada crisis de subsistencia, con sus habituales secuelas de
hambre, miseria, epidemias y muerte. La población determinaba el comportamiento de la
demanda en un doble sentido. Por un lado, los frenos positivos malthusianos, reducían la
demanda de productos en general y de productos industriales en particular extendiendo la
crisis hacia todo el sistema económico. Por otro lado, el binomio población-subsistencias,
fuertemente condicionado por la productividad agrícola, amplificaba los resultados ante-
riores provocando una situación de estancamiento económico. Además, hay que añadir que
en esta economía los cambios climáticos resultaban transcendentales para la productividad
~ 100 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

agrícola, entre otras cosas porque las cosechas determinaban la capacidad adquisitiva y el
nivel de precios. Unas malas cosechas podían elevar los precios, reducir el poder adquisiti-
vo en general y condicionar el crecimiento económico de todos los sectores económicos.
Únicamente durante el siglo XVII, los Países Bajos del norte pudieron huir de este temido
círculo. Fue posible romperlo cuando la producción creció de forma sostenida por encima
del aumento de la población.
En efecto, los economistas que han estudiado el crecimiento económico han obser-
vado que el motor de dicho crecimiento debe basarse en los mismos cuatro engranajes o
factores del crecimiento supuesto un marco institucional estable: recursos humanos, recur-
sos naturales, formación de capital y tecnología. Si bien es cierto que no podemos hablar de
crecimiento económico durante el Antiguo Régimen, las innovaciones tecnológicas que se
fueron gestando desde la Edad Media incrementaron paulatinamente la productividad de los
factores de la producción. Este lento incremento de la productividad se conjugaba además
con elevados costes en los transportes que condicionaban el desarrollo del comercio y la
fuerte dependencia hacia el autoconsumo.
Todo lo anterior permite señalar una característica de esta economía, a saber, que el
crecimiento de la población generaba excesos de demanda que se traducían en carestía y
hambrunas que se repetían una y otra vez durante periodos dilatados. Había épocas o regio-
nes en las que no se producía un exceso de población, por lo que la oferta de productos era
suficiente, la productividad del trabajo era relativamente alta, la actividad económica
creciente y relativamente escasas las hambres, las epidemias y el malestar social. En
cambio, en aquellas otras regiones o etapas con excedentes de población, unas malas cose-
chas daban lugar a crisis catastróficas, la productividad se estancaba y la mala nutrición
hacía aumentar la proporción de personas que enfermaban en un sitio y tiempo determina-
do y, por ende, hacían aumentar la mortalidad.

3.2. El resurgimiento de la economía europea


Como hemos visto durante el siglo XVII, Holanda había disfrutado de un crecimiento econó-
mico sostenido, sin embargo durante el siglo XVIII el crecimiento económico se va a gene-
ralizar en otras partes de Europa.

3.2.1. La población en el siglo XVIII


Durante el siglo XVIII y en especial en su segunda mitad, se produjo un notable crecimien-
to de la población europea. En términos generales este siglo puso fin a un largo periodo de
crecimiento poblacional discontinuo que dio lugar a una transición demográfica que se
consolidó en el siglo XIX. El ascenso demográfico se explica entre otros elementos por el
menor impacto que van a tener las grandes epidemias, los avances en la medicina y la higie-
ne que va a permitir prolongar la esperanza de vida. El hito más sobresaliente en el ámbito
de la ciencia médica en el siglo XVIII fue el descubrimiento en 1796 de la vacuna contra la
viruela por Edward Jenner, descubrimiento que precedió a otros tales como el hallazgo de
los agentes provocadores de las enfermedades por Louis Pasteur y Kock, y la introducción
de mejoras en la anestesia parcial y la antisepsia quirúrgica.
DECADENCIA Y AUGE EN LA EDAD MODERNA: SIGLOS XVII Y XVIII ~ 101 ~

También hay que mencionar en este sentido el aumento de la productividad agrícola


debido entre otras cosas a que, como consecuencia del proceso preindustrializador al que
estamos asistiendo, se produce un “vaciado” del campo a expensas de la ciudad, que hará
disminuir la densidad agraria y, por consiguiente, aumentar la productividad de la mano de
obra agrícola.

3.2.2. La agricultura en el siglo XVIII


Con relación a la agricultura hemos de decir en primer lugar que contribuyó a la expansión
demográfica. Aunque se puede afirmar que no existe acuerdo acerca de si en este periodo
se produjo o no una auténtica revolución agrícola, o simplemente tuvo lugar una intensifi-
cación en los cultivos, hay que señalar que la producción agrícola aumentó entre un 25 y 40
por 100 a lo largo del siglo XVIII. En este sentido cabe destacar que la mayor regularidad de
las cosechas incrementó los rendimientos agrarios hasta en un 15 por 100 por término
medio para los cereales. También se produjo un avance hacia la intensificación de la agri-
cultura mediante la combinación de pequeños progresos en la especialización de la mano
de obra agrícola y nuevos cultivos como el del maíz y la patata. La difusión del maíz y de
la patata por Europa no estuvo exenta de dificultades. El maíz comenzó a extenderse desde
el segundo tercio del siglo XVII y, pese a que sus detractores le culpaban de que agotaba las
tierras, en el siglo XVIII arraigó totalmente. El avance de la patata fue mucho más lento y
polémico. Era considerado un producto más propio de la alimentación animal que humana,
incluso se le llegó a considerar venenoso. No obstante, su elevado rendimiento y su escasa
exigencia física y climática fueron factores que jugaron en su favor para su total aceptación
como producto básico de la dieta europea.
En contraste con la agricultura continental, hay que mencionar la distinta evolución que
tuvo la agricultura inglesa en este periodo. Es importante hacer este estudio diferencial pues-
to que dada su trascendencia se puede considerar que la agricultura inglesa fue el principal
motor de la Revolución Industrial. En efecto, durante el siglo XVIII la agricultura inglesa llevó
a cabo una serie de transformaciones que dieron lugar a un aumento considerable de su
productividad. Los cercamientos de fincas permitieron pasar de una organización agraria
comunal, a una estructura de la propiedad caracterizada por grandes fincas cultivadas por
agricultores capitalistas que tenían capacidad suficiente como para llevar a cabo grandes
inversiones en capital. En cambio, la estructura agraria europea se caracterizaba por estar
formada por pequeñas propiedades incapaces de llevar a cabo dicho proceso inversor.
Por lo que respecta a las innovaciones agrícolas hay que destacar las realizadas por
Townshend (1674-1738), que se las ideó para mantener la fertilidad del suelo incluso con
una única cosecha anual. Experimentó con varias plantas con la intención de encontrar una
combinación ideal que le permitiera llevar a cabo la rotación de cereales. Descubrió que
sembrando trébol, capaz de atrapar nitrógeno del aire y reintegrarlo en el suelo, y cultivan-
do nabos, podía obtener un buen rendimiento. Su discípulo, Coke of Holkam (1752-1842)
difundió la rotación de cuatro cultivos de acuerdo con las líneas sugeridas por Townshend.
Este procedimiento se conoció con el nombre de sistema Norfolk. En definitiva, con la
eliminación del barbecho y los nuevos sistemas de rotación de plantas forrajeras, trigo,
nabos y avena, aumentó considerablemente la productividad agraria.
~ 102 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

3.2.3. El comercio y las finanzas como factor de crecimiento económico


en el siglo XVIII
Tanto el predominio agrícola, como los primeros avances que se estaban produciendo en la
industria, dieron lugar a una continua expansión en el comercio que trajo como consecuen-
cia el desarrollo las relaciones comerciales.
Sin olvidar el gran impulso que tuvieron durante el siglo XVIII en Europa la cons-
trucción de carreteras y canales que estimularon el comercio regional, cabe mencionar el
progreso que tuvo en esta época el comercio colonial. El área comercial más dinámica fue
la atlántica, sobre todo desde que en 1713 se firmara el Tratado de Utrech que permitió el
comercio de Inglaterra con América. El tratado incorporó también Terranova y Nueva
Escocia en detrimento de los intereses franceses. Los acuerdos alcanzados en Utrech acen-
tuaron la rivalidad colonial anglo-francesa que dio lugar a la guerra de los Siete Años. El
enfrentamiento militar entre ambos países confirmó el triunfo colonial y comercial británi-
co. Las tasas de crecimiento del comercio inglés en las últimas décadas del siglo fueron del
4,9 por 100 anuales. No obstante hay que aclarar que Inglaterra, Francia junto a las
Provincias Unidas no fueron los únicos países que protagonizaron el despegue del comer-
cio internacional en esta época. Todos los Estados que tuvieran puertos de mar desarrolla-
ron su comercio, destacando particularmente los países nórdicos y las ciudades hanseáticas.
Los países ibéricos, aunque relegados a un papel secundario, conocieron también la expan-
sión, sobre todo en la segunda mitad del siglo. En esencia, la política económica aplicada
por Inglaterra y Francia durante casi todo el siglo XVIII se inspiraba, como veremos en el
capítulo siguiente, en los principios mercantilistas. Como es sabido, los mercantilistas, para
quienes los metales preciosos constituían la esencia y medida de la riqueza, situaban el
centro de la actividad económica en la esfera de los intercambios. Estas políticas, fuerte-
mente intervencionistas, asignaban a los poderes públicos la tarea de protagonizar el creci-
miento económico.
También cabe subrayar que en el siglo XVIII existían nuevas formas de hacer nego-
cios derivados de la colonización, y que prometían pingües beneficios. Un ejemplo de esta
prometedora forma de ganancia fue la propuesta que hizo el escocés John Law al regente
de Francia de fundar un banco de emisión con la intención de hacer negocios con las colo-
nias que Francia tenía en América. Bien es cierto que el gobierno francés aceptó de buen
grado esta iniciativa porque veía en ella otra posibilidad de financiar su abultado déficit
público. Con esta intención se fundó un Banco de Emisión y una compañía comercial, la
denominada Compañía de Occidente que más tarde será conocida como la Compañía del
Mississippi.
Para participar en estos negocios, fuertemente dirigidos por el Estado, los accionis-
tas debían comprar acciones pagando una parte en dinero y otra en “billetes” de deuda.
Ocurrió que buena parte de la emisión de billetes se utilizaba para pujar al alza por las
acciones de la Compañía que llegaron a valer diez veces más que su precio de emisión. Un
ejemplo de estas operaciones fue la banca de la que era propietario Ricardo Cantillon.
Concedía préstamos a los nobles ingleses para que compraran acciones de la Compañía. En
el punto más alto de la cotización se vendían las acciones para comprarlas de nuevo cuan-
DECADENCIA Y AUGE EN LA EDAD MODERNA: SIGLOS XVII Y XVIII ~ 103 ~

do su precio se había desplomado, exigiendo a los prestatarios el reembolso de los présta-


mos y los intereses contra la devolución de las acciones. Todo parecía marchar bien hasta
que los pésimos resultados de la empresa colonizadora del Mississippi, y el respiro que se
tomaron los especuladores en contra de las acciones de la Compañía dieron al traste con el
“Sistema”. Los intentos por mantener los precios de las acciones resultaron inútiles. Law
llegó incluso a comprar sus propias acciones con el fin de evitar su caída. Jugaba al alza
emitiendo más acciones, o incluso promulgaba edictos bajo el amparo del regente francés
obligando a los ciudadanos a aceptar los billetes emitidos por la banca de emisión. Todo fue
en vano, las personas que seguían aferradas a sus acciones se vieron completamente arrui-
nadas, el mismo Law, que había llegado a Francia con una considerable fortuna la perdió
con sus experimentos. Nadie le culpó de fraude pero tuvo que abandonar el país.
En definitiva, se puede afirmar que de todos los sectores de la economía, el comer-
cio fue el más dinámico en el siglo XVIII. Un ejemplo de este dinamismo lo tiene el deno-
minado comercio triangular. Se trataba de un circuito comercial por el que los barcos
negreros zarpaban de Europa hacia África cargados de mercancías que intercambiaban por
esclavos, los cuales, una vez llegados a América, eran vendidos a los colonos. Con el
producto de la venta, los negreros compraban productos tropicales –café, algodón, azúcar–
que a su vez se vendían en Europa.

4. EJERCICIOS
1. ¿Piensa que la forma de gobierno de las naciones europeas durante el siglo XVII
guarda relación con la evolución de sus economías?
2. La protoindustria no puede considerarse preindustria. ¿Qué características dife-
rencian ambas organizaciones? ¿Qué papel desempeñaban los comerciantes
dentro de la protoindustria?
3. ¿Por qué se afirma que la protoindustria no implicaba ningún coste de oportuni-
dad para los trabajadores rurales que se dedicaban a la misma?
4. Ricardo Cantillon se vio envuelto en numerosos pleitos a lo largo de su vida por
las operaciones que realizó al amparo del Sistema de Law. Explique en qué consis-
tió y qué repercusiones tuvo dicho sistema.
5. De todos los sectores de la economía, ¿cuál fue el más dinámico entre los siglos
XV al XVIII? Explique por qué.

Lectura
“Todo empezó con el vapor. ‹‹El vapor es un inglés››, como reza el viejo dicho. En la
segunda mitad del siglo XVIII, James Watt perfeccionó descubrimientos anteriores y
construyó una máquina de vapor cuyas características técnicas y económicas contribu-
yeron a su amplia adopción. Comenzó sus experimentos alrededor de 1765. La utiliza-
ción comercial empezó después de 1785 y en mayor medida después de 1825. Las
máquinas de vapor se utilizaron en las actividades metalúrgicas y textiles, así como en
las minas de carbón y en el transporte por superficie. De hecho, al disponerse de mayor
T E M A

8
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

1. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL INGLESA


2. LA LENTA INDUSTRIALIZACIÓN EN FRANCIA
3. LA INDUSTRIALIZACIÓN DE ALEMANIA
4. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL DE ESTADOS UNIDOS
5. RUSIA, LA INDUSTRIALIZACIÓN TARDÍA
6. EJERCICIOS
7. LECTURAS RECOMENDADAS
8. BIBLIOGRAFÍA

En el presente tema se intenta ofrecer una apretada síntesis del fenómeno de la Revolución
Industrial en diferentes países. En primer lugar se trata el caso inglés, en el que se muestran
las condiciones que propiciaron la transformación, así como los cambios técnicos y organi-
zativos que se introdujeron en los diferentes sectores de la economía inglesa. La difusión de
la industrialización se estudia a través de los contrastes entre diferentes modelos relaciona-
dos con las peculiaridades de cada país.

1. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL INGLESA


Con el término “revolución industrial” se conoce a un conjunto de cambios económicos que
permiten a una economía preindustrial, caracterizada por una productividad baja y por tasas
de crecimiento generalmente estancadas, transformarse en una economía moderna, donde el
producto per cápita y el nivel de vida son relativamente altos, y el crecimiento económico es,
normalmente, sostenido. Estos cambios están interrelacionados en el ámbito de la organiza-
ción económica, la tecnología y la estructura industrial. Así mismo, son causa y efecto de un
crecimiento sostenido de la población, del producto total y del producto per cápita.
En el último tercio del siglo XVIII se desarrollaron en Inglaterra estos cambios
conjuntamente y en una escala suficientemente amplia y permanente como para provocar

~ 125 ~
~ 126 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

un proceso de cambio y crecimiento continuo y acumulativo. La explicación de por qué fue


el primer país en industrializarse radica en una combinación de condiciones sociales, polí-
ticas, económicas y legales: en primer lugar, contaba con una clase próspera de comercian-
tes que se había enriquecido con el comercio exterior e interior y que poseía gran influencia
política. Así mismo, se apoyaba en una gran tradición de especialización tanto en el comer-
cio como en la industria. En segundo lugar, había conseguido desarrollar una agricultura
muy productiva que produjo un excedente comercializable y por tanto fondos para la inver-
sión en otros sectores, como vimos en el tema 6. Además, el aumento de la producción agrí-
cola se tradujo también en un crecimiento sostenido de la población.
Por otra parte, la mano de obra no fue abundante en los primeros centros manufac-
tureros, lo que condujo a salarios altos y, por tanto, los empresarios intentaron sustituir
mano de obra por máquinas, dando un gran impulso a los avances tecnológicos. Los sala-
rios altos de los trabajadores industriales ingleses significaron una mejora en su poder de
compra y en consecuencia una mayor demanda de bienes de uso corriente y una ampliación
del mercado interior.
Así mismo, contaba con leyes que favorecían la dedicación al comercio, no existían
las aduanas interiores, y se mejoraron los transportes, con la construcción de carreteras y
canales. También aumentó el mercado exterior y se implantó el librecambismo en el siglo
XIX. Por último, desde 1694 existía el Banco de Londres, y los ingleses poseían un desarro-
llado sistema bancario y crediticio.
El progreso de la agricultura es uno de los factores indispensables para el desarrollo
industrial, ya que permite la obtención de mayor producción con una cantidad menor de
mano de obra que pasa a trabajar en el sector industrial, además hace posible que se produz-
ca el crecimiento de la población. Así mismo, la revolución agrícola tiene un papel de incen-
tivo de la demanda, porque, al producir más, los campesinos obtienen más recursos y se
amplía el mercado interior. También puede suministrar, en las primeras etapas, una gran
parte del capital y empresarios en los sectores clave de la revolución industrial.
La revolución agrícola se produjo por primera vez en Inglaterra hacia el año 1700.
La mayoría de las ideas se basaron en las técnicas holandesas del siglo XVII, pero desde 1730
hasta mediados del siglo XIX, Inglaterra tomó la delantera y pasó a ser el centro innovador
en la agricultura, convirtiéndose en el modelo seguido en el resto de Europa. A continua-
ción se apuntan las principales técnicas aplicadas.
En primer lugar, la gradual eliminación del barbecho y su sustitución por continuas rota-
ciones de cultivos. Se implantó un sistema rotatorio de cultivos que abarcaba generalmente un
periodo de 3 a 4 años, aunque a veces podía llegar hasta 6 o 12 años, sin necesidad de interca-
lar ninguno de barbecho. El suelo se regeneraba por medio de una secuencia de plantas, cada
una con un consumo peculiar de las sustancias del suelo, por la introducción de especies vege-
tales que poseían un efecto regenerativo sobre el suelo, y, sobre todo, por un mayor abonado de
las tierras, que fue facilitado por la expansión del abono animal. Al incluir el cultivo de plan-
tas forrajeras en el sistema de rotación aumentó el número de cabezas del ganado.
En segundo lugar, la introducción o extensión de nuevos cultivos. La rotación conti-
nua implica la inclusión de nuevos cultivos en el ciclo. Los principales cultivos de plantas
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL ~ 127 ~

forrajeras y piensos fueron los nabos, el trébol, y otras especies para forraje menos impor-
tantes como la colza, el lúpulo, el maíz, las zanahorias y las patatas.
En tercer lugar, se produjo una considerable mejora de las herramientas de uso tradi-
cional y la introducción de otras nuevas. También aumentó el empleo de caballos para el
trabajo de la tierra, al ser su velocidad media un 50% mayor que la del buey.
También se llevó a cabo la selección de semillas y de razas de animales. En las
primeras etapas los progresos más importantes se produjeron en la cría de ganado lo que se
reflejó en rápidos aumentos de peso en los animales y en la obtención de leche.
Por último, se efectuaron una serie de cambios que transformaron el régimen de
propiedad. Retrocedió el sistema de campos abiertos u open fields sustituido por el siste-
ma de campos cerrados o enclosures, a la vez que se llevaba a cabo el paso del colectivis-
mo al individualismo agrario. El sistema de enclosures se impuso gracias a las ventajas que
ofrecía, ya que, por una parte permitía que las inversiones que realizaba el propietario revir-
tieran exclusivamente en él, y por otra facilitaban la introducción de nuevas técnicas y culti-
vos. Este cambio de sistema benefició a los grandes y medianos empresarios agrícolas que
concentraron en sus manos grandes explotaciones que organizaron a modo de industrias
capitalistas, con una gran productividad encaminada a la comercialización en el mercado.
En cambio perjudicó a los campesinos que se vieron obligados a vender la tierra y trabajar
como asalariados para los terratenientes, o bien emigrar a la ciudad como mano de obra
para la industria. El proceso de cercamientos fue favorecido por Actas parlamentarias.
Íntimamente relacionada con la revolución agrícola se encuentra el crecimiento de la
población. El aumento de la producción y de la productividad en la agricultura permite que
mayor número de personas estén mejor alimentadas y mejoren su esperanza de vida. A la vez
el aumento de la población supone también un aumento de la demanda no solo de productos
agrícolas sino también de manufacturas. Hacia 1750 la población británica inició un rápido
crecimiento, gracias al cual pasó de unos 11 millones en esas fechas a más de 16 millones en
1830, gracias al aumento de las tasas de natalidad y a la disminución de las de mortalidad.
Los primeros cambios revolucionarios en la tecnología y en la organización econó-
mica se registraron en la industria textil, en el sector siderúrgico y en la maquinaria gene-
radora de fuerza motriz.
Inglaterra ya poseía una gran tradición como productora de tejidos de lana, lino y de
algodón, pero con la aplicación de las máquinas en los procesos de hilado y tejido se impu-
so gradualmente la producción en fábricas, cada vez de mayores dimensiones, sobre el siste-
ma de putting-out, que se había utilizado tradicionalmente, ya explicado en el tema 6. Sin
embargo, ambos sistemas convivieron durante cierto tiempo, debido a la resistencia de la
mano de obra a trabajar en una fábrica con un horario rígido, a pesar de que los salarios
pagados en la industria eran más altos que los ingresos que obtenían los trabajadores en el
campo. Además el empresario capitalista se resistía a invertir en edificios y fábricas que
reducían sus beneficios en épocas de crisis, cuando podía satisfacer la demanda en momen-
tos de auge con operarios marginales.
La industria textil basó su desarrollo en el algodón, una materia prima importada.
Aunque al principio esta industria empleó los procesos manuales utilizados en la produc-
~ 128 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

ción de las manufacturas de lana y lino, pronto incorporó maquinaria que reducía mano de
obra, tanto en el proceso de hilado como en el de tejido. La drástica reducción en el precio
de las manufacturas de algodón condujo a un aumento de la demanda interior, potenciada
por el crecimiento demográfico y favorecida por la prohibición de tejidos de la India.
Inglaterra fue el primer país que utilizó las nuevas máquinas, el primero que produjo teji-
dos más baratos y más finos y por consiguiente pudo apropiarse de todos los beneficios
como innovador. Cuando sus rivales siguieron su ejemplo y empezaron a producir mercan-
cías comparables, los precios habían bajado a niveles competitivos y los beneficios ya no
eran tan altos. La industria textil algodonera se convirtió en el principal sector de la renta
nacional de Inglaterra, y los beneficios se reinvirtieron lo que hizo que la industria siguie-
ra aumentando su capacidad productiva y se dieran economías de escala. En el gráfico 8.1.
se hace patente la clara superioridad de la industria textil de Inglaterra con respecto a la de
otros países europeos que siguieron sus pasos.

Gráfico 8.1: Consumo de algodón por habitante (1825-1914)

Fuente: C.M. CIPOLLA (ed.). Historia Económica de Europa (4). El nacimiento de las sociedades indus-
triales, Ariel, Barcelona, pp. 418-419.

La industria textil inglesa se nutrió, especialmente en las primeras etapas, de mano


de obra abundante, barata y desorganizada, constituida en su mayor parte por mujeres y
niños con jornadas de 12 a 16 horas. La legislación sobre limitación de jornada no entró en
vigor hasta 1850, los avances agrícolas no requerían ya un elevado número de mano de obra
y el resto de la industria todavía no estaba desarrollada, por tanto no había otras posibili-
dades de trabajo.
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL ~ 129 ~

La industria siderúrgica estaba ya organizada sobre una base capitalista desarrollada


durante el siglo XVI. Las numerosas innovaciones técnicas del siglo XVIII permitieron a las
industrias británicas abandonar el carbón vegetal para adoptar el carbón mineral, muy abun-
dante en el país, lo que produjo una disminución del precio del hierro y por tanto su uso
generalizado en la construcción de máquinas. El ferrocarril también desempeñó un papel
importantísimo en el siglo XIX como demandante de esta industria.
Una de las diferencias más importantes entre una economía industrializada y una
preindustrial es la mayor acumulación de capital, sin embargo hay formas de capital que
requieren inversiones totalmente desproporcionadas a los beneficios previsibles inmediata-
mente, se trata del capital social. La infraestructura de transportes requiere gastos de capi-
tal superiores a los permitidos por empresarios particulares, el periodo de construcción es
muy prolongado y los beneficios se producen a largo plazo y revierten más en la comuni-
dad que en el empresario constructor. De ahí que estas inversiones generalmente sean esta-
tales, sin embargo en Inglaterra la iniciativa y el capital fueron aportados por empresas
privadas. En la segunda mitad del siglo XVIII empresas privadas obtuvieron autorización
para la construcción de carreteras con derecho a peaje. Así mismo, la iniciativa privada
también construyó canales de navegación que proporcionaron un transporte barato y
promovieron el crecimiento de las ciudades al aportar alimentos y combustible más barato.
El capital para la construcción de canales procedió de la empresa colectiva (asociaciones de
hombres de negocios, terratenientes, accionistas locales, empresas y bancos de la ciudad),
posteriormente los accionistas de canales también invirtieron en el ferrocarril.
En el primer cuarto del siglo XIX hizo su aparición el ferrocarril en Inglaterra, gracias
a la aplicación de la máquina de vapor. La construcción del tendido nacional ferroviario inglés
fue muy rápida, quedando finalizada prácticamente en 1850. El ferrocarril impulsó el sector
financiero, ya que movilizó grandes capitales, se construyó exclusivamente con capitales
privados aportados por sociedades anónimas, además fue el mayor demandante del sector
siderúrgico (gracias al proceso Bessemer los raíles fueron más resistentes). Posteriormente se
utilizarían los ingenieros y el capital inglés en la construcción de la mayor parte de los ferro-
carriles europeos. Las inversiones en transportes permitieron la utilización más económica y
productiva de los recursos de capital existentes, mejoraron las comunicaciones y posibilitaron
la integración del mercado nacional y el abaratamiento de los bienes.
El comercio internacional de un país marca la diferencia de un estadio preindustrial
a uno industrial. Gracias al comercio internacional se puede vender al extranjero los exce-
dentes y comprar bienes escasos, con lo que se amplía los bienes y servicios ofrecidos en
el mercado interior y aumenta el valor de la producción nacional. Inglaterra contó con una
serie de factores favorables que le permitieron desarrollar su comercio. Entre estos factores
positivos destaca su situación geográfica, la abundancia de recursos naturales, la ventaja de
disponer de capital humano (marinos y navegantes), así como de una clase mercantil con
fondos que asumía riesgos, un gobierno que simpatizaba con la clase mercantil y, por últi-
mo, un centro crediticio con gran experiencia financiera.
Hasta mediados del siglo XVIII, las exportaciones de Inglaterra se basaban en los teji-
dos de lana que representaban aproximadamente un 50% del total. Sin embargo, la deman-
~ 130 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

da de los tejidos de lana era inelástica, por lo que se produjo la saturación en el mercado.
Con la revolución industrial las exportaciones de tejidos de lana fueron sustituidas por teji-
dos de algodón que poseían una demanda más elástica.
Londres se convirtió en el centro financiero mundial donde acudían los fondos
disponibles de otros países y la organización comercial se transformó. Durante el siglo
XVIII y XIX aumentó el tamaño de las empresas comerciales, lo que significó mayores
capitales y las sociedades anónimas fueron la forma más adecuada para reunir dichos
capitales. En 1844 se liberalizó la constitución de sociedades anónimas, reglamentadas
hasta entonces por el Acta de la Burbuja de 1720, extendiéndose su uso con dos noveda-
des: las sociedades de responsabilidad limitada en las que los inversores no responden
de las deudas de la compañía y las acciones preferentes, que ofrecían a sus poseedores
una posición privilegiada respecto al resto de los accionistas, pues recibían dividendos
antes de que se abonasen a las acciones ordinarias y tenían preferencia en caso de quie-
bra de la compañía.
El aumento de las sociedades anónimas produjo la expansión de las Bolsas de valo-
res, las más importantes fueron las de Londres, París y Nueva York. El desarrollo del comer-
cio exterior contribuyó a la revolución industrial inglesa ya que creó una demanda para los
bienes de la industria británica, así mismo, abrió a Inglaterra el acceso a materias primas
que ampliaron la gama de productos de la industria británica y los abarataron, a la vez que
permitió adquirir a países pobres un poder de compra suficiente para adquirir mercancías
británicas; por otra parte, creó un excedente económico que contribuyó a financiar la expan-
sión industrial y la mejora de la agricultura y ayudó a crear una estructura institucional y
una ética de los negocios. Por último, la expansión del comercio produjo el crecimiento de
las grandes ciudades y de los centros industriales (Liverpool, Manchester).
Antes de la revolución industrial Inglaterra contaba con un sistema monetario y
bancario muy desarrollado, con la libra esterlina como unidad monetaria basada en la plata.
En 1816 se decretó el patrón oro, dependiendo la oferta monetaria del Banco de Inglaterra.
Hasta entonces, las instituciones monetarias inglesas consistían en un banco central -el
Banco de Inglaterra- que actuaba como banco del gobierno y como custodio de las reservas
de oro de la nación, unos sesenta bancos privados en Londres, de mucha liquidez y reputa-
ción, pero que no emitían billetes, y unos 800 bancos privados de provincias, de dimensio-
nes reducidas pero emisores de billetes y que no tenían que someterse a más control que al
del valor de los billetes emitidos.
Durante el proceso de industrialización la necesidad de satisfacer la demanda urgen-
te de numerario, así como la necesidad de encontrar oportunidades de inversión para el
capital excedente de la población adinerada de las provincias, indujo a centenares de peque-
ños bancos provinciales, muchos de los cuales se constituyeron a partir de 1750, a emitir
billetes de valor relativamente bajo (1 y 2 libras). En cuanto al resto de la banca privada
estaba constituida en general por sociedades por acciones con responsabilidad limitada que
tendieron a la fusión. La orientación de los bancos privados a inversiones a largo plazo
(industria) provocó quiebras y desastres financieros por lo que la mayoría de los bancos se
inclinó hacia las operaciones comerciales (inversiones a corto plazo).
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL ~ 131 ~

2. LA LENTA INDUSTRIALIZACIÓN EN FRANCIA


El crecimiento económico de Francia comenzó en el siglo XVIII, con tasas de crecimiento
similares a las inglesas e incluso ligeramente superiores. Sin embargo mientras que en
Inglaterra se producía una revolución industrial en el algodón a finales de siglo, en Francia
estallaba la Revolución de 1789. Esto hizo que Francia afrontase la industrialización con un
considerable retraso. Existen una serie de factores negativos que inciden en su tardía incor-
poración al proceso.
En primer lugar, la evolución demográfica que, entre finales del siglo XVIII y princi-
pios del XX, se caracterizó por una reducción más temprana y rápida de la tasa de natalidad,
y una disminución de la mortalidad más lenta que en los demás países europeos; la conse-
cuencia de esta doble tendencia fue un crecimiento menor de la población francesa así como
un temprano envejecimiento demográfico.
En segundo lugar la estructura de la propiedad agrícola. La Revolución de 1789
suprimió los derechos señoriales y vendió los bienes nacionales, que fueron comprados
principalmente por la burguesía y los agricultores, con lo que se reforzó la pequeña y
mediana propiedad. Se mantuvieron las grandes propiedades, pero tampoco fueron un
elemento dinámico, ya que los nobles prefirieron ceder en régimen de arrendamiento sus
propiedades y despreocuparse de su explotación directa. No es hasta el periodo de 1815 a
1864 cuando se produce un crecimiento rápido de la producción y de la productividad agrí-
cola gracias a la utilización de mejores herramientas, el empleo de abonos y el aumento de
la superficie cultivada. Sin embargo durante el último tercio del siglo XIX se produjo una
reducción sensible del ritmo de crecimiento, probablemente debido a las guerras del
Segundo Imperio, y al movimiento internacional de precios. Por tanto, durante la primera
mitad del siglo XIX, Francia siguió siendo un país esencialmente agrícola e, incluso a fina-
les de siglo, el 45% de la población activa estaba empleada en el sector primario y propor-
cionaba el 27% del producto nacional, cifras muy alejadas de las correspondientes a
Inglaterra, que serían del 8,7% y el 6,4% respectivamente.
En tercer lugar la insuficiencia de recursos naturales, especialmente en lo que se
refiere al carbón. En las primeras décadas del siglo XIX la mayoría de las minas más impor-
tantes estaban localizadas en las zonas montañosas del sur y el centro, de difícil acceso y
alejadas de los mercados; los ricos yacimientos del norte no entraron en funcionamiento
hasta 1840, de ahí que un tercio del carbón consumido fuera importado. Para compensar la
escasez y el alto coste del carbón, Francia optó por la utilización de la energía hidráulica lo
que le impuso una serie de restricciones, ya que los mejores emplazamientos normalmente
quedaban lejos de los centros de población, y el número de usuarios y el tamaño de las insta-
laciones era limitado, de ahí que se impusiera un modelo de empresas de mediano tamaño
muy dispersas geográficamente y bajos índices de urbanización.
En cuarto lugar la carencia de un sistema financiero y monetario adecuado: La crisis
de 1720 hizo que los franceses desconfiaran de los bancos y de los instrumentos de crédi-
to, de ahí que no se abriese un nuevo banco de emisión hasta 1776, la Caisse d’Escompte,
fundada por Turgot. Durante la Revolución de 1789 también fracasó un intento de creación
de dinero fiduciario: los “asignados”, que consistían en pagarés que representaban tierras
~ 132 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

asignadas a sus tenedores. Sin embargo, la excesiva emisión de asignados provocó su depre-
ciación y en 1791 el gobierno los anuló como moneda legal. En 1800 se creó un banco
central, el Banco de Francia fundado por Napoleón, que obtuvo privilegios especiales y
consiguió bloquear la aparición de otros bancos por acciones hasta mediados del siglo XIX,
por tanto el sistema bancario en Francia resultó insuficiente para atender la demanda de
crédito.
Otro factor importante es la ausencia de espíritu de empresa: el grupo social que estu-
vo al frente de la nación en Inglaterra era el de los empresarios, mientras que en Francia lo
fueron los burgueses. Mientras que el empresario crea, inventa, corre riesgos, el burgués del
siglo XIX recurre poco al crédito, ahorra progresiva y lentamente, buscando una colocación
segura que le garantice una renta fija con un mínimo de riesgo. Probablemente más de la
mitad del ahorro francés se canalizó en inversiones en el extranjero y en deuda pública.
Por último, es preciso destacar el gran número de conflictos sociales y políticos: La
Revolución de 1789 y los periodos posteriores (Consulado e Imperio) frenaron el creci-
miento económico. Durante y después de la Revolución las luchas internas y las guerras en
Europa llevaron la economía del país a la ruina. Como consecuencia del enfrentamiento con
Inglaterra, gran parte de su marina se destruyó, quedando una flota comercial constituida
por veleros que, desde mediados del XIX, se vieron desplazados progresivamente por vapo-
res ingleses. Las guerras costaron más de dos millones de hombres, absorbieron totalmen-
te el ahorro y paralizaron el crecimiento económico que había comenzado.
Los primeros sectores industriales que se desarrollaron fueron el textil y la siderurgia.
En el siglo XVIII existía en Francia una industria textil rural, que trabajaba el lino y el algodón.
Sin embargo esta industria a domicilio desapareció en la segunda mitad del siglo con la intro-
ducción de las primeras máquinas de hilado que fueron instaladas en fábricas. El principal
problema fue la adquisición de técnicas y maquinaria, ya que, durante mucho tiempo, las auto-
ridades inglesas prohibieron o limitaron su exportación. Sin embargo, algunos inventores y
empresarios ingleses, como John Kay, aceptaron instalarse en Francia atraídos por la pers-
pectiva de elevados beneficios, o bien para huir de la justicia inglesa, como John Holker.
Numerosas familias inglesas se instalaron bajo el patrocinio del gobierno francés y desempe-
ñaron un papel decisivo en el desarrollo de la hilatura del algodón, que se situó en la Alsacia
y en Normandía. La Revolución de 1789 frenó el crecimiento del sector, pero después de 1815
la hilatura experimentó de nuevo un crecimiento considerable, basado en la utilización de la
máquina de vapor y los motores hidráulicos. La mecanización del proceso de tejido fue más
tardía ya que existía una abundante mano de obra especializada y barata, además los bajos
precios de los telares manuales hacían más rentable el trabajo doméstico.
En el caso del lino y la lana, la mecanización se desarrolló posteriormente debido a
que su demanda no era tan grande como la del algodón, existían dificultades técnicas y,
además, resultaba más barato el proceso manual de hilado y tejido tradicional que se lleva-
ba a cabo en las zonas rurales. Así mismo, las fábricas dedicadas a estas fibras fueron de
menor tamaño que las del algodón por razones financieras y técnicas.
El desarrollo de la industria siderúrgica estuvo influenciado en gran medida por las
técnicas importadas de Inglaterra. En el siglo XVIII la producción francesa era muy reduci-
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL ~ 133 ~

da debido a la escasez de mineral de hierro, la ausencia de transportes y el alto proteccio-


nismo del sector. La producción metalúrgica se hallaba dispersa por todo el país, dividida
entre un gran número de pequeñas empresas de carácter familiar que utilizaban el carbón
vegetal y los minerales locales. De nuevo, el gobierno francés favoreció la llegada de técni-
cos ingleses que crearon varias empresas metalúrgicas, como los altos hornos de Le
Creusot, que fueron construidos en 1785 con fondos privados y públicos y utilizaron el
coque. Sin embargo, la adopción del carbón mineral en la fabricación de hierro fundido fue
muy lenta, de hecho en 1850 todavía se seguía utilizando en mayor proporción la madera.
Después de la introducción de nuevas técnicas en las fundiciones “al estilo inglés”, no sólo
en la construcción de los hornos, sino también en las operaciones de pudelado se produjo
una transformación más rápida de las fundiciones. Entre 1830 y 1860 aumentaron las
empresas de mayor escala, y la concentración en el sector, aunque continuó funcionando un
considerable número de empresas de reducido tamaño. La adopción del proceso Bessemer
obligó a las empresas a modificar nuevamente su organización y a aumentar la producción
de hierro fundido para compensar las cuantiosas inversiones que se vieron obligados a reali-
zar. Hacia 1870 la industria metalúrgica sufrió una completa transformación, adoptando
todas las características de la gran industria moderna: concentración financiera, integración
de la producción y empleo de una abundante fuerza de trabajo.
En el ámbito de las comunicaciones, Francia contaba con una buena red de caminos,
que fue mejorada por Napoleón. También se habían construido numerosos canales en los
años previos a la Revolución de 1789, aunque con escasos resultados a causa de dificulta-
des políticas y financieras. La construcción de canales se reanudó a partir de 1820, enla-
zando París con las áreas en proceso de industrialización del norte y del este y favoreciendo
los sectores minero y metalúrgico. La construcción del ferrocarril fue más lenta que en
Inglaterra, debido a la fuerte resistencia opuesta por la opinión pública. La construcción a
gran escala no comenzó hasta la década de los cuarenta, cuando el Estado intervino a través
de un sistema de concesiones y ventajas financieras para las compañías, sin embargo el
periodo de construcción más activo fue en los primeros años del Segundo Imperio.
A principios del siglo XVIII Francia no disponía de una adecuada red de crédito
comercial. Las instituciones especializadas en el crédito comercial y los bancos emisores de
papel moneda eran escasos. El crédito tenía carácter local y estaba controlado por los
bancos privados que admitían depósitos, descontaban letras y realizaban distintas clases de
operaciones. Durante el siglo XIX destacó la “haute banque”, concentrada en París, que se
especializó en los grandes negocios financieros, como suscripción de empréstitos públicos,
adjudicaciones ferroviarias y comercio exterior a gran escala, de donde provenían la mayor
parte de sus beneficios. Estos banqueros estaban vinculados con los Rothschild y otros
banqueros judíos, y tuvieron una notable influencia política y social, especialmente duran-
te el reinado de Luis Felipe.
La Revolución de 1848 condujo a la suspensión de la convertibilidad de los billetes
del Banco de Francia, a raíz de lo cual se impuso un límite de emisión; la misma crisis
provocó la depreciación de los billetes de los bancos departamentales o locales, e incluso la
quiebra de algunos de éstos, mientras que los billetes del Banco de Francia se mantuvieron,
esto condujo a la absorción de los bancos departamentales por el Banco de Francia, a la
~ 134 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

unificación de todos los billetes emitidos y al restablecimiento de la convertibilidad. El


Segundo Imperio fijó las bases del moderno sistema bancario francés, apoyando el desarro-
llo de los bancos por acciones, entre los que destacó el Credit Mobilier, fundado por los
hermanos Pereire en 1852, que fue a la vez un banco de depósitos y un banco de inversión;
posteriormente, en 1863 surgió el Credit Lyonnais, dirigido a los pequeños ahorradores, que
financiaría operaciones a corto plazo. A raíz de la crisis de 1882, durante la cual quebraron
muchas entidades bancarias, la mayoría de los bancos siguieron una actitud prudente, redu-
ciendo considerablemente sus inversiones a largo plazo.
Los bancos franceses no tuvieron un papel relevante en la financiación de las indus-
trias, ya que prefirieron inversiones más seguras, como el comercio, el ferrocarril o la deuda
pública. La mayor parte de las empresas industriales se nutrieron, fundamentalmente, de
fondos familiares, en algunos casos realizaron ampliaciones directas de capital y, con bastan-
te frecuencia, emitieron obligaciones o bonos para costear la instalación de nueva maquinaria.
El papel del Estado en la industrialización francesa resulta más patente a partir del
Segundo Imperio. En 1848 se produjo una revolución social provocada por problemas de
subsistencia debidos a las malas cosechas y por manifestaciones de obreros industriales que
reivindicaban mejoras salariales y de horarios. Tras la revolución y la proclamación del
Segundo Imperio comienza un régimen muy autoritario que conduce al despegue de la
economía francesa. Para Napoleón III el Estado debía intervenir activamente para fomentar
el progreso económico del país. Una de las características principales del período imperial
fue la política de grandes construcciones: se trazaron los grandes bulevares parisinos, se
reemprendió la construcción de carreteras y la construcción de ferrocarriles. Todo ello
permitió el acercamiento de los centros urbanos, el descenso de los precios del transporte y
el crecimiento industrial. La demanda agrícola, en un primer momento, y la demanda de
maquinaria textil, posteriormente, desempeñaron un papel importante en el desarrollo de la
industria del hierro; en el año 1870 la siderurgia francesa alcanzó el nivel técnico que había
logrado la inglesa hacia 1830-35. Al mismo tiempo se produjo una transformación en el
comercio, a partir de 1850 aparecen grandes empresas comerciales procedentes de negocios
familiares que se convirtieron en sociedades. Así mismo, en el año 1860 se firmó el trata-
do comercial Cobden-Chevalier con Inglaterra, seguido por otros con Bélgica, Holanda,
etc., que redujeron notablemente el proteccionismo, y facilitaron la expansión del comercio
exterior francés a un ritmo mayor que el de otros países de Europa.
Durante el segundo Imperio continuó la dominación política de la gran burguesía,
aunque se produjo un cambio en el equipo de gobierno con la introducción de técnicos,
funcionarios y financieros cuyo objetivo es el progreso económico. Hasta 1864 Napoleón
III gobernó con el apoyo de los medios rurales católicos y de los grandes industriales, pero
después de la firma del Tratado de Cobden-Chevalier los industriales le retiraron el apoyo,
y a partir de entonces intentó gobernar con el de las clases populares.
La situación de las clases obreras y campesinas mejoró durante este periodo. El
crecimiento económico y el aumento de la demanda, con la consiguiente subida de precios,
beneficiaron a los agricultores. También mejoró la condición de los obreros, sobre todo en
provincias, ya que en París continuaba el problema de escasez de vivienda.
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL ~ 135 ~

3. LA INDUSTRIALIZACIÓN DE ALEMANIA
Hasta el siglo XIX Alemania no poseía un territorio integrado con un centro económico y
administrativo, los accidentes geográficos delimitaban las fronteras de los diferentes esta-
dos, que frecuentemente desarrollaron vínculos más estrechos con otras regiones no alema-
nas que entre sí mismos. Además, la situación geográfica de Alemania y su desunión
política la implicaron con gran frecuencia en conflictos militares que tuvieron consecuen-
cias devastadoras.
A finales del siglo XVIII Alemania estaba compuesta de 314 territorios independien-
tes y más de 1.400 feudos de Caballeros Imperiales. El comercio interior estaba obstaculi-
zado por innumerables barreras aduaneras, diferentes monedas y monopolios comerciales.
Su economía se basaba en la agricultura, con un 80% de la población empleada en el sector
primario. Sin embargo, existían pequeñas concentraciones industriales en la zona del Rin,
Sajonia, Silesia y la ciudad de Berlín, pero eran fundamentalmente industrias artesanales o
protoindustriales.
Las transformaciones económicas en Alemania están estrechamente unidas a su
unificación política, que se llevó a cabo en 1871 bajo el impulso de Prusia. Previa a la unifi-
cación política se constituyó una unión aduanera, el Zollverein, que suuso un factor favo-
rable para el inicio del desarrollo industrial. En la segunda década del siglo XX Alemania
era el país más poderoso de Europa, poseía las industrias más modernas y mayores del
continente en los sectores químico, siderúrgico, de energía eléctrica y de maquinaria; en
producción de carbón sólo era superada por Inglaterra y era un importante fabricante de
cristal, instrumentos ópticos, metales no ferrosos, tejidos y otros bienes manufacturados,
además de contar con una de las redes de ferrocarril más densas del mundo y un alto grado
de urbanización.
Las primeras transformaciones se iniciaron en el periodo de 1815 a 1833. Después de
las guerras de liberación contra Napoleón, se produjeron multitud de reformas en la mayor
parte de los Estados alemanes que condujeron a la ampliación de determinadas libertades
económicas, la disolución de los gremios y la promulgación de Constituciones. No obstan-
te, el proceso no fue homogéneo, por lo que se pueden distinguir dos regiones perfectamen-
te diferenciadas: por una parte los territorios del oeste, cuya estructura de propiedad era
parecida a la de Francia, con pequeñas propiedades agrícolas. Muy unida política y econó-
micamente a este país durante la Revolución, adoptó el sistema legal y las instituciones
económicas francesas que pervivieron después de 1815. Tras la abolición de los derechos
feudales mantuvo una agricultura atrasada técnicamente, por lo que fueron proteccionistas.
Por otra parte, los territorios orientales, con una estructura de propiedad más pareci-
da a la existente en Rusia, en la que la tierra pertenecía a los señores y los campesinos se
hallaban sometidos a la servidumbre. En 1807 fue abolida la servidumbre en Prusia. El agri-
cultor que, como siervo, ocupaba una extensión de tierra que podía transmitir a sus descen-
dientes, pasó a ser dueño de la misma con la condición de ceder una tercera parte al señor;
los campesinos que no tenían derecho a la sucesión también pasaron a ser propietarios,
cediendo al señor la mitad de la extensión. Esta reforma liberó a los agricultores de tipo
medio que pudieron cercar sus propiedades; por el contrario, el pequeño propietario se vio
~ 136 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

obligado a trabajar como obrero agrícola al obtener de su propiedad una pequeña parte de
lo necesario para su subsistencia. Los grandes propietarios, junkers, consiguieron grandes
extensiones de tierra y tendieron a seguir el modelo británico y establecieron explotaciones
modernas, aplicando nuevos sistemas y cultivos. Estas explotaciones consiguieron un gran
volumen de producción de cereales que se dirigió a la exportación.
Como consecuencia de la emancipación de los campesinos la población alemana
experimentó un gran crecimiento, al aumentar la natalidad. La población pasó de 24 millo-
nes de habitantes en 1800 a 36 millones en 1850 y a 56 millones en 1900. La producción
agrícola aumentó gracias a la ampliación de la superficie cultivada, al aumento de la produc-
tividad y a la introducción de la patata y otros tubérculos, de tal forma que, durante la prime-
ra mitad del siglo XIX, Alemania continuó siendo casi completamente autosuficiente con
respecto a su abastecimiento de alimentos y, además, desarrolló un considerable comercio de
exportación de productos agrícolas como cereales, lana y madera. Sin embargo, en la segun-
da mitad de siglo a pesar de que continuó la expansión de la producción agrícola no lo hizo
al mismo ritmo que el crecimiento de la población, y, por tanto, Alemania se vio obligada a
importar alimentos, a la vez que protegía su agricultura para contrarrestar el efecto de la
competencia creciente de granos americanos y rusos. A finales del siglo XIX, gracias a la
introducción de los fertilizantes artificiales y de la mecanización en la agricultura, la produc-
ción volvió a aumentar con mayor rapidez que la población y Alemania volvió a convertirse
en un importante exportador de algunos productos agrícolas.
Desde el punto de vista industrial, las primeras transformaciones importantes se
produjeron durante el periodo de 1833 a 1870. En esta etapa se pusieron los cimientos de
la industria, finanzas y transportes modernos primero en Prusia y posteriormente en el resto
de Alemania. Así mismo, la influencia de capital, tecnología y empresas extranjeras fue
muy considerable. Francia y Bélgica invirtieron importantes sumas, especialmente en las
minas alemanas, se importaron técnicas francesas e inglesas en la industria textil y siderúr-
gica, y se desplazaron al país un gran número de trabajadores extranjeros cualificados atraí-
dos por salarios muy elevados. Una de las reformas económicas más importantes, liderada
por los funcionarios prusianos fue la creación del Zollverein (unión arancelaria o aduane-
ra). En 1818 Prusia rebajó sus tarifas arancelarias con el objetivo de aumentar la eficacia de
la administración y el rendimiento de los impuestos. Los diferentes Estados alemanes se
unieron gradualmente a este sistema, y en 1833 se constituyó el Zollverein. Los países
miembros se comprometieron a adoptar el arancel prusiano y a delegar en Prusia todo lo
referente a las negociaciones comerciales con terceros países. En 1848 todos los estados
alemanes estaban integrados. El Zollverein abolió todas las fronteras y tarifas aduaneras
internas, creando un “mercado común” alemán, que permitió la libre circulación de bienes,
capitales y mano de obra entre todos los Estados alemanes.
El ferrocarril tuvo una gran importancia en la unificación económica del país. La
rivalidad entre los distintos estados alemanes aceleró su construcción y, como resultado, la
red alemana de ferrocarriles se expandió más rápidamente que la francesa. Gracias a sus
eslabonamientos hacia adelante y hacia atrás influyó enormemente en el crecimiento de la
industria, especialmente la producción de carbón y de hierro. Hasta 1860 la utilización
como energía del carbón vegetal fue superior a la del carbón mineral y la extracción y
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL ~ 137 ~

producción de hierro era muy dispersa. Con la mejora en los medios de transporte varió la
distribución regional de los centros mineros, convirtiéndose el Sarre, la Alta Silesia y el
Ruhr en los nuevos centros de extracción y fundición de hierro.
La producción de acero se inició en 1863 con la utilización del sistema Bessemer y,
poco después, se adoptó el proceso Siemens-Martin. Pero no fue hasta la introducción del
proceso Gilchrist-Thomas, en 1881, que permitió el uso de mineral de hierro con compo-
nentes fosfóricos procedentes de Lorena, cuando la producción alemana de acero experi-
mentó una aceleración impresionante.
En 1871 Alemania se unificó políticamente, formando una Confederación de 25
Estados, bajo la hegemonía de Prusia. La gran industria alemana se caracterizó por una
estrecha unión entre una administración autoritaria y una minoría de industriales. El Estado
alemán dictó directrices y órdenes que fueron fielmente seguidas por instituciones y perso-
nas, con el objetivo de obtener una rápida industrialización. Los sectores más dinámicos de
la economía alemana fueron los que producían bienes de capital o productos intermedios
para el consumo industrial (carbón, hierro y acero). Las industrias de bienes de consumo
(tejidos, ropa, cuero y elaboración de alimentos) tuvieron tasas de crecimiento sustancial-
mente inferiores a la media, situación que contrasta con Francia.

Gráfico 8.2: Índice de desarrollo industrial por habitante


(porcentaje del algodón, del carbón, del hierro y de los ferrocarriles de Gran Bretaña)

Fuente: C.M. CIPOLLA (ed.). Historia Económica de Europa (4), op. cit., pp. 438-441.

En Alemania también destacaron especialmente dos industrias nuevas: la química


y la eléctrica. La industria química se desarrolló gracias al rápido crecimiento de otras
industrias que precisaban productos químicos, especialmente álcalis y ácido sulfúrico,
también los agricultores empezaron a demandar fertilizantes artificiales. La industria
~ 138 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

química alemana utilizando personal y fondos de las universidades alcanzó la suprema-


cía mundial y fue la primera que tuvo sus propios investigadores y creó ayudas a la inves-
tigación. El resultado fue la introducción de muchos productos nuevos y el dominio de la
fabricación de productos farmacéuticos. La industria eléctrica creció con mayor rapidez
que la química, favorecida por la demanda de las ciudades en rápido crecimiento. La
iluminación y el transporte urbano fueron los primeros usos, posteriormente también se
aplicó a los motores, que rivalizaron con los de vapor. Al igual que la química, también
utilizó personas procedentes de las universidades alemanas. En el gráfico 8.2 se puede
observar el rápido crecimiento económico experimentado por Alemania especialmente a
partir de la unificación política.
Una de las características principales de las industrias alemanas es el gran tamaño de
sus empresas. El tamaño estaba relacionado, en parte, con la utilización de tecnología avan-
zada y costosa, ya que resultaba más barato emplear maquinaria con gran volumen de
producción para reducir los costes unitarios (economías de escala técnica), y en parte por
economías de escala monetaria, es decir, acuerdos que proporcionaban beneficios o rentas
extras a promotores o contratistas sin reducir el coste real a la sociedad. Existe una estrecha
relación entre la banca y la industria alemana; en su estructura bancaria son fundamentales
los bancos industriales (kreditbanken) que se ocuparon de financiar la industria, propor-
cionando crédito a corto plazo y capital permanente. Este tipo de bancos, que se desarro-
llaron a partir de 1870, perseguían, entre otros fines, crear grandes y sólidas empresas y
favorecer el desarrollo de la industria alemana, así como facilitar las exportaciones de los
productos alemanes y las relaciones entre la industria nacional y el mercado financiero, y
consideraban que su primer deber consistía en proporcionar capital para fortalecer la acti-
vidad industrial. Los banqueros eran miembros de los consejos de administración de todas
las compañías industriales importantes y la industria se hallaba subordinada a las finanzas
de forma acusada.
Existe una vinculación muy estrecha entre la investigación científica y la organiza-
ción de la industria alemana. Las innovaciones no fueron el resultado de innovaciones indi-
viduales, de pequeños progresos, sino de la sistemática aplicación de la ciencia a la
industria, a través de oficinas de estudio y de laboratorios de investigación pertenecientes a
grandes empresas industriales. Sólo progresaron las empresas que eran suficientemente
fuertes para destinar una parte importante de sus recursos a la investigación. Aquellas
empresas que no podían hacer frente a dichas inversiones desaparecieron porque los bancos
no las financiaron.
La influencia de los bancos también impulsó la formación de los cárteles. El cártel
es un convenio o acuerdo entre empresas que conservan su personalidad jurídica para fijar
precios, limitar la producción, repartirse los mercados o dedicarse a prácticas monopolísti-
cas y restrictivas de la competencia. Mientras que en Inglaterra y Estados Unidos los cárte-
les estaban prohibidos, en Alemania eran legales y contaban con una opinión pública
favorable. La gran concentración industrial que se produjo especialmente en las industrias
metalúrgicas, mineras y químicas, ya que es necesaria una cierta uniformidad del producto,
facilitó la creación de los cárteles. En la mayoría de los casos, éstos tenían limitados sus
objetivos al establecimiento de precios y distribución de la producción.
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL ~ 139 ~

En lo que respecta al comercio exterior las exportaciones fueron controladas y fomen-


tadas por el Estado. El objetivo alemán fue conquistar los mercados mundiales, lo que consi-
guió gracias a la adopción de una política de discriminación de precios en mercados separados,
así como la utilización de prácticas de dumping. La adopción de tarifas arancelarias protec-
cionistas a partir de 1879 permitió a los cárteles mantener artificialmente precios altos en el
mercado interior, y dedicarse a exportar de forma ilimitada, incluso a precios inferiores al coste
medio de producción si el margen de ganancia bruta en las ventas en el interior compensaba
las pérdidas nominales en las exportaciones. La rentabilidad de este tipo de actividades aumen-
tó con la práctica, por parte de los ferrocarriles de propiedad estatal o controlados por el Estado,
de aplicar precios inferiores por los envíos hasta la frontera que los aplicados en el interior del
país. El resultado fue el rápido aumento de las exportaciones alemanas.

4. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL DE ESTADOS UNIDOS


Estados Unidos es el ejemplo más espectacular de rápido crecimiento económico. Su
desarrollo estuvo condicionado por dos guerras, la Guerra de Independencia (1776-1783) y
la Guerra de Secesión (1861-1865) y por una serie de factores positivos que facilitaron su
expansión económica: en primer lugar, es un territorio de enorme extensión que se puso en
explotación de forma progresiva; precisamente sus grandes dimensiones permiten que goce
de una gran variedad de climas y recursos, y de un alto grado de especialización regional.
Por otra parte, es un país poco poblado, y una parte importante de su población está cons-
tituida por emigrantes, sobre todo europeos, que buscaban libertad política y religiosa, así
como la mejora de sus condiciones de vida.
En las cuatro décadas posteriores a su independencia, los Estados Unidos gozaron de
un desarrollo económico y social rápido e intenso que coincidió con un notable aumento de
la población. Esta población colonizó progresivamente el Oeste de América, basando su
economía en la agricultura (trigo y maíz) y ganadería, mientras que en el Este (Nueva
Inglaterra) se asentó el comercio, la industria y la banca, y los Estados del Sur se especia-
lizaron en cultivos intensivos en tierra y trabajo como el algodón, índigo, tabaco y arroz,
una gran parte de los cuales se destinaba a la exportación. Los esclavos procedentes de Áfri-
ca supusieron una mano de obra abundante y barata para el Sur, mientras que en el Norte
los salarios fueron cada vez más elevados.
Las guerras y revoluciones existentes en Europa a finales del siglo XVIII y comien-
zos del XIX paralizaron en parte las importaciones estadounidenses y sirvieron de estímulo
para los comerciantes e industriales norteamericanos que invirtieron con el objetivo de
producir aquellos bienes que antes importaban y así satisfacer la creciente demanda del
mercado doméstico, pero, para ello, requerían una vasta red de transportes.
Los Estados y municipios, en colaboración con las empresas privadas, emprendieron la
construcción de caminos de peaje y canales, al tiempo que se desarrollaba el transporte
fluvial, mediante barcos de vapor. La construcción de carreteras y canales aceleró enorme-
mente el flujo de la población hacia el Oeste y hacia el Sudeste, dando un gran impulso a su
desarrollo económico. Sin embargo, los resultados económicos de los canales fueron escasos
y en la mayoría de los casos las empresas inversoras no recuperaron el capital invertido.
~ 140 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

Una de las razones que explican el fracaso de los canales es la temprana construc-
ción del ferrocarril que se convirtió en el principal medio de transporte. Al existir escasez
de capital privado, los gobiernos de los Estados y ciudades, en su deseo de tener ferroca-
rriles, adelantaron a menudo fondos para acelerar su construcción y el gobierno federal hizo
grandes concesiones de tierra a lo largo de las vías trazadas. Sin embargo, las bancarrotas
y las reorganizaciones de las compañías fueron el rasgo característico de los ferrocarriles
en Estados Unidos y muy pronto estallaron violentos enfrentamientos entre distintas
compañías con el objetivo de eliminarse mutuamente. Muchas veces su construcción se
consideró más como un instrumento de especulación que como un medio de transporte
tendente a mejorar la economía nacional. La mayor parte de los ferrocarriles se construye-
ron en el Nordeste y el Noroeste, lo que permitió vincular política y económicamente ambas
regiones, mientras que en los Estados del Sur la construcción fue mucho más reducida. En
1840 la longitud de líneas férreas construidas era mayor que la existente en toda Europa.
Al igual que ocurrió en Inglaterra, el ferrocarril en América no fue importante sólo
como productor de servicios de transporte, sino también por sus eslabonamientos hacia
atrás con otras industrias, sobre todo la siderurgia, especialmente después de la Guerra de
Secesión. A pesar del rápido crecimiento de la industria, en el siglo XIX Estados Unidos
seguía siendo una nación eminentemente rural. La población urbana no aumentó significa-
tivamente hasta después de la Primera Guerra Mundial, esto se debió en parte a que la
mayoría de la producción fabril estaba situada en zonas rurales, por tanto las empresas eran
de pequeña escala y utilizaron energía hidráulica hasta finales del XIX. Con la llegada de las
centrales eléctricas las industrias se trasladarían a las ciudades, aumentando su tamaño.
El crecimiento demográfico estadounidense durante el siglo XIX fue muy elevado,
debido a la inmigración y, sobre todo, a una tasa extremadamente alta de crecimiento natural,
ya que las tasas de natalidad eran más elevadas y las tasas de mortalidad más bajas que en
Europa. En 1790 la población de Estados Unidos no superaba los 4 millones de habitantes, en
1820 era ya de 10 millones, 17 en 1840, 31 en 1860, en 1870 casi 40 millones y en 1915 más
de 100 millones de habitantes. A pesar de este importante aumento, la densidad de población
permaneció relativamente baja gracias a la extensión de los territorios hacia el Oeste. También
la inmigración desempeñó un importante papel en el crecimiento demográfico, con dos
corrientes principales, la primera, que se produjo antes de 1870, procedía fundamentalmente
de Inglaterra y Alemania, mientras que la segunda tenía su origen en la Europa meridional y
oriental. Entre 1890 y 1914 se produjo una enorme corriente de inmigrantes (más de un millón
anual) gracias a la política de inmigración estadounidense, casi sin restricciones. No obstan-
te, la renta per cápita y la riqueza crecieron todavía más rápidamente que la población. En el
cuadro 8.1 se puede observar el volumen de inmigración en Estados Unidos relacionado con
diferentes acontecimientos políticos y económicos.
Sin embargo, uno de los problemas fundamentales de la industria y de la agricultura
fue la escasez continua de mano de obra y, por tanto, su alto coste, de ahí que se adoptaran
con gran rapidez máquinas que ahorrasen mano de obra. Los métodos agrícolas europeos,
mejores que los americanos, daban mayor rendimiento por hectárea, pero los granjeros de
Estados Unidos obtenían mejores rendimientos por hombre/empleado, usando maquinaria
relativamente barata. En la industria, la situación era similar.
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL ~ 141 ~

Cuadro 8.1: Inmigración en los Estados Unidos (1820-1950)


Medias anuales para el período (en miles)

Fuente: NIVEAU, M. (1989): Historia de los hechos económicos contemporáneos.


Barcelona, Ariel, p. 70.

La producción agrícola dominó las exportaciones americanas durante el siglo XIX,


pero a partir de la década de 1880 el número de trabajadores no agrícolas superó a los
empleados en la agricultura, y la renta proveniente de la industria superó a la de la agri-
cultura. En 1890 los Estados Unidos se habían convertido en la primera nación industrial
del mundo.
Respecto al sistema bancario el proceso de industrialización que se llevó a cabo tras
la guerra de Secesión, se efectuó dentro de una acusada anarquía monetaria. Existían multi-
tud de pequeños bancos emisores que no estaban sujetos a ningún tipo de control, lo que dio
lugar a multitud de quiebras y especulaciones, sin embargo la economía dispuso de los servi-
~ 142 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

cios bancarios que necesitaba y, de hecho, creció con gran rapidez. A finales de siglo se
implantó el patrón oro, pero el descubrimiento de nuevas minas acarreó un incremento de
producción de este metal, y por tanto aumentaron considerablemente los créditos. En 1913
el Congreso creó el Sistema de Reserva Federal, basado en tres instituciones: un Comité
Federal de Reserva, doce Bancos de Reserva y unos 9.000 Bancos miembros. Este sistema
permite a la Junta de Reserva Federal ejercer un control en la política de crédito del país.

5. RUSIA, LA INDUSTRIALIZACIÓN TARDÍA


El inicio de la industrialización en Rusia no se produjo hasta las últimas décadas del siglo
XIX. Hasta 1861 la inmensa mayoría de su población estaba constituida por siervos bajo
el dominio de la nobleza terrateniente; las industrias existentes eran, en su mayor parte,
fábricas propiedad del Estado, dedicadas a la producción de armas y municiones, o talle-
res, propiedad de los terratenientes, en los que trabajaban los siervos. Los siervos apenas
disponían de poder adquisitivo y los grupos acomodados preferían los artículos suntua-
rios importados.
En el año 1861 fue abolida la servidumbre y gran parte de las tierras se cedieron
como propiedad corporativa a la comunidad rural, el mir. Cada familia recibía un lote de
tierra, nadiel, por un período de tiempo y a cambio debían efectuar unos pagos anuales en
metálico al Estado durante 50 años (pagos de redención). Los mir eran responsables colec-
tivamente de los pagos de redención así como de los impuestos, y redistribuían las tierras
entre las distintas familias según sus necesidades. Los señores que perdían la tierra recibían
como compensación unos bonos del Estado.
Las consecuencias económicas de esta reforma fueron negativas, pues privaron al
campesino del incentivo que suponía mejorar su explotación o hacerla mayor; además el mir
era reacio a permitir la marcha de los campesinos (podían impedírselo por medios admi-
nistrativos) por miedo a reducir el número de contribuyentes a las cargas financieras que
pesaban sobre el mir. Tampoco el campesino quería abandonar el pueblo por temor a perder
su derecho a la tierra en la siguiente distribución. El resultado fue un suministro intermi-
tente e insuficiente de mano de obra procedente del campo a la industria, y por tanto la esca-
sa cualificación y organización de la mano de obra industrial.
Además, la mayor disponibilidad de tierras condujo a un aumento de la producción
y, por tanto, a un rápido crecimiento demográfico y a la parcelación de los nadiel, que
seguían ofreciendo rendimientos muy reducidos al mantener sistemas y técnicas de cultivo
tradicionales. La precaria situación de los campesinos provocó graves disturbios que desem-
bocaron en la revolución de 1905. El nuevo jefe de gobierno P.A. Stolypin, promulgó una
serie de leyes, de 1906 a 1911, conocidas como las “reformas Stolypin”, que tenían como
finalidad crear una clase de campesinos relativamente prósperos y aumentar la oferta de
mano de obra para la industria. Los campesinos podían abandonar los mir (que perdían una
gran parte de sus funciones) y solicitar parcelas para su familia en propiedad definitiva. Al
mismo tiempo intentó organizar una colonización libre de las tierras de Siberia.
Antes de 1861 comenzaron a aparecer y a extenderse algunas industrias de bienes de
consumo dedicadas a la producción de textiles y a la elaboración de azúcar dirigidas a la
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL ~ 143 ~

creciente demanda interior. Los empresarios industriales eran sobre todo extranjeros,
componentes de diversas minorías religiosas, e incluso campesinos.
Hasta 1880 el gobierno imperial tuvo escaso interés por la industrialización e hizo
muy poco para promoverla, aunque actuó muy pronto en el ferrocarril, al promover un
programa de construcción en el que se utilizó capital y tecnología importada. La longitud
de líneas construidas aumentó rápidamente y permitió el notable crecimiento de las expor-
taciones de cereales rusas en la década de 1870.
A mediados de la década de 1880 el Estado comenzó a desempeñar un papel activo
y decisivo, especialmente en las industrias pesadas (minería del carbón, del hierro, de
minas no férricas, prospecciones petrolíferas e industrias del hierro y el acero). También
se convirtió en el principal constructor de ferrocarriles, comprando, incluso, algunas líne-
as privadas. El Estado adoptó un sistema de tratamiento preferencial de la industria autóc-
tona como suministradora de las necesidades estatales, sobre todo respecto a ferrocarriles
y necesidades militares, y adoptó tarifas proteccionistas. Así mismo, aceptó el patrón oro
(1897) con el fin de atraer capitales extranjeros. El capital extranjero llegó a menudo
acompañado de especialistas, bienes de equipo y dirección empresarial, así como de
mercados exteriores.

Cuadro 8.2: Ferrocarriles. Longitud de vía construida a intervalos decenales.


Si no se indica lo contrario, todos los países europeos con las fronteras de 1914 (en km)

1Todas las cifras son de 1861, 1871, 1881, etc. 2Se excluye Alsacia y Lorena. La cifra de 1869, incluyendo
Alsacia y Lorena es de 16.465 km. 3Se excluye Alsacia y Lorena. La cifra de 1871 incluyendo Alsacia y Lorena
es de 21.471 km. 4Cifra de 1871. 5Esta cifra que es la que se da en la fuente, no parece compatible con la de
2.362 km para 1899 que me ha proporcionado el Instituto Nacional de Estadística. 6Cifra de 1911.

Fuente: MITCHELL, B. R. (1982): “Apéndice estadístico” en CIPOLLA, C.M. (ed): Historia económica de
Europa (4). El nacimiento de las sociedades industriales (**). Barcelona, Ariel, pp. 436-7.
~ 144 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

Como resultado, Rusia disponía en 1913 del quinto mayor complejo industrial del
mundo, si bien, y como consecuencia de la enorme población del país (74 millones de habi-
tantes en 1860 y 164 millones en 1913), se hallaba muy atrás en términos de producción per
cápita (la décima parte de la estadounidense). La alfabetización crecía con gran rapidez y
existía ya un grupo altamente cualificado de científicos, ingenieros y especialistas. Poseía
una extensa red de ferrocarriles, tal y como se puede comprobar en el cuadro 8.2 y abun-
dantes recursos naturales ya conocidos o que serían descubiertos a medida que progresaba
la industrialización. Es decir poseía un gran potencial pero todavía era un país predomi-
nantemente campesino y pobre.
El modelo de industrialización rusa difiere enormemente de los modelos de indus-
trialización tradicionales y ha servido como base para elaborar un modelo de industrializa-
ción en unas condiciones de “atraso económico”. Este modelo rechaza la idea de que los
procesos de desarrollo que siguen el líder y sus seguidores son similares, e incluso rechaza
el concepto de la necesidad de requisitos previos para que se den las revoluciones indus-
triales. Por el contrario, se basa en las diferencias ideológicas e institucionales de los dife-
rentes países que incidirían en la brusquedad del despegue, la rapidez del crecimiento
industrial y los modelos estructurales resultantes.
El elemento activo y dinámico del despegue industrial en Rusia fue el Estado que
promovió deliberadamente y de múltiples maneras el auge industrial y creó la demanda que
continuaría alimentándolo. A partir de 1907 el papel del Estado fue mucho más restringido
y, en su lugar, enormes cantidades de capital privado, procedentes especialmente de los
bancos que seguían el modelo alemán, tomaron buena parte de la iniciativa.
La agricultura desempeñó un papel importante. Suministró mano de obra a la indus-
tria, aunque en número más bien escaso, y fue la base del crecimiento demográfico con el
consiguiente efecto favorable sobre la demanda interior de productos manufacturados. Pero
el principal papel de la agricultura residió en hacer economías y liberar recursos para propi-
ciar el auge económico: en el aspecto financiero por las cargas impositivas que los campe-
sinos debían ingresar en la Hacienda pública y, en el aspecto material, al dirigir grandes
cantidades de cereales hacia la exportación o hacia las ciudades, exigiendo muy poco a
cambio. La debilidad de la agricultura del país será posteriormente un obstáculo para una
mayor industrialización y una modernización económica más rápida. El enorme crecimien-
to demográfico que tuvo lugar con anterioridad a la Primera Guerra Mundial, y sobre todo
la fuerte presión que sobre la oferta de tierras cultivables ejercía la población rural, fue un
factor importantísimo para mantener muy bajas las rentas de los campesinos, los salarios
reales y, como consecuencia, también el consumo per cápita, liberando recursos que se
invertirían en la industria y en otros sectores.
T E M A

10
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS
Y SOCIALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX

1. FLUCTUACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES


2. EL SINDICALISMO
3. EL NACIMIENTO DEL ESTADO DE BIENESTAR
4. EJERCICIOS
5. LECTURAS RECOMENDADAS
6. BIBLIOGRAFÍA

Como sabemos la Revolución Industrial transformó la economía europea permitiéndola


pasar de ser una economía agrícola a otra caracterizada por procesos de producción inten-
sivos en capital con capacidad para fabricar bienes a gran escala. Este proceso trajo consi-
go una nueva forma de percibir las fluctuaciones económicas. A pesar de las indiscutibles
mejoras económicas que supuso la Revolución Industrial, paralelamente fueron aparecien-
do recurrentes periodos de expansión y recesión económica que condicionaron la senda de
crecimiento. Pues bien, en este capítulo estudiaremos en primer lugar las fluctuaciones que
tuvieron lugar en Europa y América del Norte durante los siglos XIX y XX. Veremos como
las alteraciones de las variables clave del proceso industrializador eran suficientes para
modificar el ciclo económico. También veremos hasta qué punto la Revolución Industrial
trascendió al ámbito político y social ayudando a elaborar el marco institucional en el cual
hoy vivimos. En este sentido dedicaremos los dos últimos apartados del capítulo a presen-
tar la historia del sindicalismo obrero y el Estado del Bienestar respectivamente.

1. FLUCTUACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES


Desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta principios del XIX las fluctuaciones en el
comercio o en la industria se explican por causas que no eran estrictamente económicas. Las
contiendas bélicas como la guerra de los Siete Años (1756-1763), o la guerra de la

~ 171 ~
~ 172 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

Independencia de Estados Unidos dieron lugar a un periodo de crisis económica que se


superaron con relativa facilidad cuando Inglaterra, que era el motor del crecimiento econó-
mico, recuperó su comercio de exportación.
No sólo las contiendas explicaban las crisis económicas en la Europa preindustrial,
bastaban unas malas cosechas para frenar un periodo de expansión económica. Sin embar-
go, tras la industrialización, las alteraciones de las variables claves del mismo proceso
industrializador –necesidades de capital, crédito o simplemente la competencia entre
empresarios– eran suficientes como para modificar el ciclo económico. En una palabra, si
bien los efectos eran los mismos –paro, hambre, miseria y bancarrotas–, las causas no, y
buena parte de la explicación se debe al proceso industrializador que llevó a cabo Europa y
América entre los siglos XIX y XX. Además hay que añadir otro elemento importante, los
ciclos de expansión o recesión económica no respetaban las fronteras nacionales. Así, los
gobiernos nacionales veían “importadas” a sus fronteras crisis económicas de otras nacio-
nes que en buena medida no eran de su responsabilidad.
A partir del siglo XIX los teóricos de la economía se afanaron por intentar conocer
cuáles eran las causas que explicaban esos ciclos recurrentes de contracción y expansión.
En definitiva, se comenzó a observar cuáles eran los mecanismos internos del capitalismo
con el objetivo de encontrar las causas de esas fluctuaciones. Para estos economistas las
diferentes fluctuaciones económicas de los siglos XIX y XX fueron provocadas por distintos
tipos de factores que operaron simultáneamente sobre la economía occidental1.
Así, la crisis de 1810 en buena medida vino provocada por el intento francés y ameri-
cano de eclipsar el protagonismo de Inglaterra en el comercio internacional. Hay que tener
en cuenta que Europa y Estados Unidos adquirían aproximadamente los dos tercios de las
exportaciones inglesas. Cuando en 1812 el dominio de Napoleón sobre Europa empezó a
relajarse, y en 1814 los puertos europeos se abrieron nuevamente al comercio inglés, los
ingleses de nuevo volcarán su actividad hacia el comercio de exportación con América, rela-

1 Como sostiene el profesor Gregorio Nuñez Romero-Balmas (1989), el movimiento de larga duración o
ciclo largo, divulgado por Kondratieff, recoge en grandes oscilaciones vagamente definidas la evolución
de las naciones capitalistas desde el siglo XVIII. Algunos autores niegan su existencia diferenciada a falta
de suficiente precisión y de una explicación adecuada. Lo configuran lentas oscilaciones del alza y a la
baja de los precios, tipos de interés y del ritmo de crecimiento de la producción y de los intercambios.
Tienen una duración media, bastante variable, en torno a los cincuenta y dos años y presenta dos fases
definidas aunque no es posible explicar con precisión los puntos de inflexión, si bien se suelen aceptar los
siguientes:

Cronología histórica del movimiento de larga duracción

Fase A Fase B
Alza Baja
1792 a 1815 1815 a 1850
1850 a 1873 1873 a 1896
1896 a 1920 1920 a 1945
1945 a 1973 1973 en adelante
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX ~ 173 ~

zando no sólo su economía sino también la europea que por aquellas fechas se encontraba
muy mermada debido al periodo de guerra continuada que sufrió desde la guerra de los
Siete Años hasta el fin de las guerras napoleónicas. Sin embargo hay que señalar dos hechos
que perjudicaron notablemente a Inglaterra. Por un lado, al finalizar las guerras napoleóni-
cas, la industria perdió los ventajosos pedidos del Ejército y el exceso de capacidad que esto
trajo consigo ralentizó su crecimiento industrial. También hay que destacar las malas cose-
chas de 1816-1817 que hicieron duplicar el precio del trigo afectando negativamente a los
salarios y por ende a la demanda de consumo.
El siguiente periodo de crisis incorpora las crisis de 1825 y 1836. Después de un
lento aumento de la producción y del comercio, un periodo de grandes inversiones estimu-
ló la producción. Las nuevas oportunidades de inversión hicieron que los Rothschild, y la
banca Baring entre otras, emitieran empréstitos por cuenta de gobiernos europeos ofrecien-
do un elevado tipo de interés, superior al que ofrecían los fondos del gobierno británico. En
1825 se habían prestado alrededor de 20 millones de libras. Al mismo tiempo, los indus-
triales reinvertían sus beneficios o prestaban enormes cantidades de dinero para ampliar
fábricas textiles y explotar minas. El optimismo general llevó a la banca local a aumentar
fuertemente sus emisiones. Todo marchó bien hasta que 1825 una malas cosechas y el mal
resultado obtenido por las inversiones proyectadas en América Latina y en la metalurgia
dieron lugar a un exceso de capacidad que hizo tambalear la estructura de precios. Como
suele ocurrir en estos casos, las incertidumbres sobre si se iban a cumplir o no los contra-
tos se multiplicaron y los bancos restringieron sus préstamos. Las inversiones se paraliza-
ron y la producción se desplomó. Los años posteriores a 1825 estuvieron presididos por
paro, bajos beneficios y malestar general.
Destaca en este periodo el hecho de que a partir de 1832 Inglaterra entró de nuevo
en una fase de expansión que duraría hasta el año 1836. Las buenas cosechas permitieron
una reducción de importaciones de trigo, a la vez que las exportaciones de productos indus-
triales a Estados Unidos aumentaban considerablemente. Muchas veces las exportaciones
se financiaban a través de créditos que bancos ingleses concedían a comerciantes america-
nos. No obstante la crisis sobrevino procedente de Estados Unidos. La gran expansión que
estaba atravesando la economía norteamericana requería numerosas inversiones en infraes-
tructuras –construcción de canales, carreteras–, muchas de los cuales fueron financiadas
con la emisión de deuda en Londres. Inclusive muchos bancos americanos tomaban dinero
prestado en Inglaterra para prestarlo a un tipo de interés más elevado. A finales de 1836 el
Banco de Inglaterra comenzó a restringir sus préstamos a las empresas dedicadas al comer-
cio transatlántico. Al mismo tiempo la especulación por vender a un precio elevado los
terrenos que previamente había vendido el Estado norteamericano trajeron consigo el hecho
de que el gobierno obligara a realizar los pagos con moneda de oro y de plata. La especu-
lación cesó, los clientes de los bancos retiraron fondos y exigieron el pago en oro de los
billetes. Los bancos de los estados del Oeste fueron los primeros en quebrar y la crisis se
agravó con la caída en el precio del algodón. A partir de la primavera de 1837 la mayor parte
de los bancos americanos cerraron. A muchos exportadores británicos no les devolvieron el
importe de sus exportaciones y se arruinaron. Hay que resaltar que otros países, además de
Inglaterra, también habían participado en estos préstamos a América del Norte. En este
~ 174 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

sentido, la interdependencia de los países y de los continentes agravó todavía más la depre-
sión. Numerosas suspensiones de pagos en América y las malas cosechas de l838 y 1840
remataron la crisis de 1836.
Con relación a la crisis de 1847 cabe señalar que ésta se fue gestando a partir de 1842
cuando, animados por las buenas cosechas y el buen precio de los alimentos, los bancos,
con exceso de fondos, se lanzaron a prestar dinero. El mayor estimulante lo trajo la indus-
tria del ferrocarril, y el hecho de que todos los países reconocieron indispensables su cons-
trucción. Por consiguiente, y hablando en términos generales, la expansión económica de
los años cuarenta se apoyó en gran medida en las masivas inversiones que se van a llevar a
cabo en la construcción de ferrocarriles y en el estímulo que esta industria va a tener sobre
la industria metalúrgica. Por ejemplo, en Gran Bretaña, a finales entre 1843 y 1848 se ha-
bían construido 3.120 kilómetros que daban empleo a unas trescientas mil personas.
Por lo que respecta a la economía británica, y debido entre otras cosas a la pérdida
de la cosecha de la patata en Irlanda en 1846, y los años de malas cosechas de cereales, se
produjo un aumento generalizado de los precios de los productos de primera necesidad, que
repercutió negativamente en la demanda de tejidos de algodón cuyos precios también habí-
an subido como consecuencia de las malas cosechas. A todo lo anterior hay que añadir los
efectos de la disminución de los derechos de importación de cereales adoptada por el
gobierno de Robert Peel. Estas medidas hicieron aumentar las importaciones de trigo
contribuyendo a incrementar el déficit de la balanza comercial. Sin embargo, y debido a un
periodo de buenas cosechas en los años siguientes no previstas por los especuladores,
dieron lugar a un periodo de deflación que tuvo consecuencias negativas en el sistema
financiero. El comportamiento anticíclico de las autoridades monetarias al modificar la ley
bancaria de 1844, ley que imponía reglas muy estrictas a la emisión de billetes, permitió
inyectar liquidez al sistema suavizando las tensiones, pero condenando irremisiblemente a
la economía a un periodo inflacionista.
Respecto a la otra gran potencia del momento, Francia, hay que decir que también atra-
vesaba una coyuntura favorable, sobre todo a partir de 1840 en gran medida debido también
a la construcción del ferrocarril. En 1847 alcanzaba una extensión total de 3.680 kilómetros.
No obstante cabe señalar el aspecto negativo que representaba su abultado déficit comercial.
Déficit que se disparó por dos razones. En primer lugar porque la mayor parte de los mate-
riales necesarios para la construcción y la explotación del ferrocarril eran de importación y,
en segundo lugar, y debido a unos años de malas cosechas, las autoridades francesas se vieron
obligadas a importar cereales. La evolución de la crisis francesa fue similar a la de Inglaterra:
retirada de depósitos y quiebras. Hay que significar que el descontento social por la mala
situación económica fue uno de los detonantes de la revolución de 1848, en el que se vieron
implicados no sólo los franceses, sino también, austriacos, alemanes e italianos.
No obstante hay que señalar que los nuevos yacimientos de oro descubiertos en
California y en Australia entre 1848 y 1851 impulsaron las inversiones, la iniciativa empre-
sarial y contribuyeron a relanzar la actividad económica a mediados del siglo XIX. Hay que
hacer notar que la producción mundial de oro, que en el año 1850 era de más de 55.000
kilos al año, pasó a unos 200.000 entre 1851 y 1855. Aunque el sistema de patrón oro era
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX ~ 175 ~

muy eficiente porque ajustaba de manera automática las paridades entre las diferentes
monedas, no estaba exento de protagonizar ciertas tensiones en el sistema monetario inter-
nacional. Aunque se verá más adelante, el patrón oro era un sistema monetario que permi-
tía convertir todos los medios de pago legales (billetes, pagarés, letras…) y cambiarlos por
cantidades predeterminadas de oro. Al tener todas las monedas un tipo de cambio o paridad
respecto al oro, se fijaban el tipo de cambio entre todas las monedas facilitándose así los
intercambios comerciales entre países.
Referente a la crisis de 1857 hay que decir que desde mediados del XIX asistimos
aun periodo de auge generalizado que afectó a la mayoría de los países y a la mayoría de
los sectores económicos. En este periodo no sólo hay que destacar la gran actividad que
comportaba la construcción de ferrocarriles, sino también la construcción naval, el telégra-
fo y las grandes obras de urbanismo.
La expansión en Estados Unidos fue muy rápida y la llegada de inmigrantes atraídos
por el oro californiano acentuó la buena coyuntura industrial, consolidada por la construc-
ción del ferrocarril. La Guerra de Crimea facilitó las exportaciones americanas de trigo
hacia Europa, interrumpidas poco después por las buenas cosechas habidas en Europa. El
síntoma de la crisis de 1857 fue la quiebra de un pequeño banco, el Ohio Life Insurance and
Trust Co. que operaba con acciones del ferrocarril. Esta quiebra trajo consigo otras quie-
bras de otros bancos y de otras empresas vinculadas al sistema. El punto álgido de la crisis
se alcanzó en el mes de octubre cuando 62 de los 63 bancos que existían en Nueva York
suspendieron pagos.
En Gran Bretaña, el pánico financiero norteamericano se dejó sentir con inusitada
celeridad. Las reservas del Banco de Inglaterra descendieron de 6.100.000 a 960.000 libras
en poco más de dos meses. De poco sirvió la política de elevación de tipos de interés, que,
si bien ayudó a ralentizar la saca de oro, no impidió la suspensión de pagos de algunas enti-
dades y de algunas compañías dedicadas al comercio de exportación hacia Estados Unidos.
Los valores industriales se hundieron y aumentaron las compras de activos financieros esta-
tales, que también competían en los mercados exteriores, originando cierto efecto expulsión
de la inversión privada en beneficio de la iniciativa pública.
Con relación a Francia, y con la intención de “parapetarse” frente a la crisis “impor-
tada” del exterior, se intentó establecer un clima de confianza empresarial adoptando una
serie de medidas, promovidas por el Estado, que favorecieron la evolución económica:
nuevas concesiones para construcción de ferrocarriles, reordenación en la explotación de
las líneas existentes, apoyos a los distintos sectores industriales –industria textil, construc-
ción naval, minería y metalurgia–, dieron lugar a un periodo de crecimiento económico.
Nuevas modalidades de crédito, y estímulos a la industria de construcción junto a una polí-
tica arancelaria más liberalizadora ofrecieron un panorama económico alentador. No
obstante la crisis americana también tuvo, como en el caso inglés, una rápida repercusión
en Francia, entre otras razones porque la banca parisina tenía multitud de intereses en
Norteamérica. Además, las medidas adoptadas en Londres produjeron pánico en la bolsa de
París donde algunos valores, especialmente los vinculados al ferrocarril, cayeron vertigino-
samente.
~ 176 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

La segunda ola de fluctuaciones económicas alcanza su cenit entre 1870 y 1875, y


destacan las crisis de 1866 y 1873. En los años comprendidos entre 1861 y 1866 hubo dos
acontecimientos importantes que condicionaron el proceso de crecimiento económico. El
acuerdo Cobden Chevalier que firmaron Francia y Gran Bretaña en el año 1860, y la Guerra
de Secesión en Estados Unidos.
La importancia del tratado franco-británico reside en el hecho de que provocó una
oleada de acuerdos arancelarios bilaterales entre los países europeos. Casi todos estos
acuerdos incluían la cláusula de nación más favorecida que significaba que si uno de los
dos países firmantes concedía ventajas arancelarias a un tercero, también tenía que conce-
dérsela al otro país signatario. A pesar de que se generalizaron las concesiones arancelarias,
abriendo el camino hacia un comercio multilateral, sin embargo, pronto surgieron fuertes
presiones que amenazaban la expansión de esta red comercial a escala mundial. El impe-
rialismo, con la consiguiente rivalidad económica y guerra arancelaria, pasaría a ser la
norma. Como menciona Cameron (2005), frente a las falaces interpretaciones económicas
del imperialismo, el oportunismo político combinado con el crecimiento de un nacionalis-
mo agresivo, desempeñaron un papel predominante en el proceso imperialista al que va a
asistir Europa en este periodo.
Por lo que respecta a la Guerra de Secesión, cabe señalar que tuvo gran impacto
sobre la economía europea porque los norteamericanos disminuyeron sus relaciones econó-
micas con el continente. La disminución de las importaciones de algodón, que eran básicas
para la industria textil inglesa, provocó despidos masivos de trabajadores, descensos de los
salarios y emigración de mano de obra. No obstante, hay que decir que los tratados comer-
ciales entre los países europeos contribuyeron a amortiguar el efecto negativo de la contien-
da americana.
Por lo que atañe a la crisis de 1873, hay que señalar en primer lugar que si bien hasta
el momento los países protagonistas de las etapas de expansión y recesión eran Inglaterra y
Francia, a partir del decenio de los 70, Estados Unidos y Alemania van a ser también prota-
gonistas de las fluctuaciones. Por estos años, Alemania accedía al nivel de gran potencia
industrial, y Estados Unidos, después de la Guerra de Secesión, reemprendió su proceso
industrializador que la convertirá en la gran potencia mundial.
Deteniéndonos en la crisis de 1873, hay que señalar que ésta comenzó en Austria para
después extenderse a Alemania, que fue incapaz de defenderse a pesar de que su sector indus-
trial y, por ende, toda su economía, se había reactivado gracias a los preparativos bélicos de
su futura guerra contra Francia. Hay que resaltar que a este proceso de crecimiento económi-
co contribuyó de manera decisiva la anexión de la Alsacia y la Lorena. En general tanto en
Austria como en Alemania se había creado un sistema financiero que apoyaba decididamen-
te al sector empresarial. Tal vez y debido a la gran participación de ahorradores y a la alta
rentabilidad de las empresas, que repartían beneficios con regularidad, la especulación hizo
acto de presencia. Sólo faltaba, como así fue, que las empresas disminuyeran su rentabilidad,
lo que llevó a que gran parte de las inversiones imprudentes desaparecieran y con ellas nume-
rosos bancos de inversión. La consecuencia fue fatal, disminución de la producción, de los
precios y aumento del paro. La crisis alcanzó a Estados Unidos, afectando a la industria del
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX ~ 177 ~

hierro y del acero, extendiéndose al sector de la construcción y al textil. En Gran Bretaña la


prosperidad industrial quedó interrumpida y se inició un largo período de depresión. Aunque
a Francia no le afectó en exceso esta crisis, sin embargo los pagos que tuvo que realizar a
Alemania al perder la guerra ralentizaron su crecimiento económico.
Superada la crisis de 1873 fue a partir de 1878 cuando de nuevo surgirán elementos
que traerán consigo nuevos problemas y dificultades. Hay que resaltar un rasgo caracterís-
tico de esta crisis, y es el hecho de que el número de países afectados por ella crecerá. Así
se verán afectados, a parte de los que hemos venido estudiando, Argentina, Brasil, Rusia,
Canadá, Australia, y algún país de África. Señal inequívoca de la enorme amplitud que por
estas fechas tenía la trama de inversiones y relaciones comerciales internacionales. Se
puede afirmar también que la década de 1880 va a ser la última que la construcción y la
industria del ferrocarril van a ser el motor del crecimiento económico.
Con relación a la crisis de finales del XIX, hay que decir que la recuperación econó-
mica tocó su techo entorno a 1900. Esta recuperación vino precedida por los lamentables
hechos acaecidos en el mundo financiero capitaneados por la casa Baring y sus malas inver-
siones en Argentina que hizo tambalear todo el sistema financiero internacional.
A comienzos del siglo XX el progreso económico era generalizado y afectaba princi-
palmente a la construcción y a la industria. En Estados Unidos, alrededor de 1890, la pros-
peridad era general. Grandes trust protagonizaban importantes conglomerados industriales.
Hay que señalar que la política proteccionista instaurada con la aplicación del arancel
MacKinley coadyuvó en buena medida a este proceso industrializador. No obstante, una
disminución generalizada de pedidos afectó a las compañías de ferrocarriles, a la construc-
ción de tranvías y a la demanda del cobre, que era imprescindible en los procesos de elec-
trificación. La disminución de la producción industrial precedió a la crisis monetaria de
1907. Comenzó quebrando la empresa Heinze que especulaba con el cobre y afectó al
«National Bank of Comerce» que quebró arrastrando a numerosas empresas y a gran canti-
dad de bancos que se declararon en suspensiones de pago. La crisis monetaria precipitó el
hundimiento generalizado de las cotizaciones. Quebraron empresas metalúrgicas, eléctricas
y automovilísticas. En 1908 la inmigración descendió un 40 por ciento, los salarios dismi-
nuyeron del 15 y del 20 por 100. Por ejemplo, en Nueva York el 35 por ciento de obreros
afiliados a los sindicatos estaba en paro.
La crisis de 1907 fue importante para Estados Unidos, aunque se remontó con rapi-
dez. Huelga decir que las crisis pusieron en evidencia que el sistema financiero norteame-
ricano tenía una estructura bancaria fragmentaria e incompleta, incapaz de hacer frente a las
necesidades de crédito en momentos de dificultad. Sin embargo, el “valor” del comercio
internacional en un período de trece años se duplicó. Es más, se afirma que la afluencia de
capitales a Estados Unidos durante este periodo fue tan enorme que condicionó el proceso
inversor de aquellos países exportadores de capital. No obstante, y en general, los países de
ultramar ofrecían oportunidades de beneficios mayores que los que podían ofrecer los
países europeos.
En 1914 no se sospechaba que las posibilidades de inversiones pudieran exceder de
las demandas reales, excepto en algún caso concreto como en el Canadá. Sin embargo, tanto
~ 178 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

para los trabajadores como para los que vivían de rentas fijas, la coyuntura no se presenta-
ba con los mismos signos de optimismo. Según todas las estimaciones, los salarios reales,
incluso de los obreros bien organizados, eran ligeramente inferiores en 1914 a los de 1900.
Los sindicatos, como veremos a continuación, luchaban para lograr un aumento de los sala-
rios y reducciones de la jornada laboral. En toda la Europa industrial los salarios reales que
no habían dejado de aumentar desde 1850, paralizaron esta tendencia a partir de 1900.
Después de la guerra de 1914-18, la organización económica internacional se intentará
reconstruir pero las fluctuaciones económicas no habían cesado, y, por ende, faltaba atra-
vesar la más devastadora de las crisis, la de 1929.

2. EL SINDICALISMO
El objetivo de este epígrafe es realizar una breve síntesis de la historia del sindicalismo obre-
ro en Europa y América. Tenemos que ser conscientes de que el concepto de sindicalismo da
cabida a todo un conjunto de métodos y teorías que tienen por objetivo la agrupación de perso-
nas de profesión similar, no sólo de trabajadores, también de artesanos, empresarios y otros.
No obstante la historia del sindicalismo obrero nos ofrece una buena panorámica para
comprender hasta que punto la Revolución Industrial en general, y el capitalismo en particu-
lar, trascendió al ámbito político y social ayudando a elaborar nuevas instituciones que hoy en
día configuran las reglas de juego de la sociedad en la que vivimos.
En general, se acepta que los sindicatos surgieron como respuesta de los trabajado-
res a las consecuencias no queridas de lo que la historia económica denomina Revolución
Industrial. Los primeros sindicatos se crearon en Europa occidental y en Estados Unidos a
finales del siglo XVIII y principios del XIX. A medida que se iba desarrollando el sistema
industrial, numerosas personas abandonaban el campo para buscar los escasos puestos de
trabajo de los grandes centros urbanos. Este exceso de oferta de mano de obra aumentó la
dependencia de la clase trabajadora. Para reducir esta dependencia se crearon los primeros
sindicatos, sobre todo entre el gremio de artesanos, entre otras razones porque veían amena-
zada su actividad laboral. Estos grupos tuvieron que enfrentarse a la oposición de gobier-
nos y patronos que los consideraban asociaciones ilegales o conspiradores que pretendían
restringir su proceso de maximización del beneficio. Durante el siglo XIX se fueron elimi-
nando estas barreras legales gracias, no sólo, a determinadas resoluciones judiciales, sino
también, a la promulgación de diferentes leyes que favorecían la sindicación. No obstante,
cabe decir que en términos generales los primeros sindicatos no lograron superar las gran-
des depresiones económicas de la primera mitad del siglo XIX y desaparecieron.
Aunque en la historia existen innumerables ejemplos de asociaciones de trabajado-
res, ninguna es comparable al movimiento sindical que tuvo su origen en las Trade Unions
inglesas. Estas asociaciones fueron legalizadas en 1824 y agruparon los primeros sectores
obreros de las industrias más desarrolladas. Además estas primeras agrupaciones sustituye-
ron a las denominadas Combination Laws –Leyes de Asociación– que prohibían la libre
asociación de trabajadores vigentes desde 1799.
Con anterioridad a 1824 el movimiento sindical atravesó un periodo truculento cuyo
principal objetivo era fundamentalmente luchar por su subsistencia. Paradigma de esta
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX ~ 179 ~

represión son en Francia la Ley Le Chapelier de 1791 y en Inglaterra las Leyes de


Asociación antes mencionadas. No obstante hay que destacar que en el año 1802 en
Inglaterra se dictó por primera vez una ley que regulaba el trabajo en las fábricas. Es cono-
cido que desde que se inició la Revolución Industrial los trabajadores no tenían ningún
horario, ni días de descanso, el trabajo era todos los días y para todos los trabajadores, inclu-
yendo los niños y las mujeres. La ley de 1802 incluía prescripciones sanitarias, limitación
de la jornada de trabajo y la educación obligatoria para niños. Destaca dentro de este primer
periodo de la historia sindical la rebelión de los tejedores y las hiladoras entre 1810 y 1811
en Inglaterra contra el empleo de maquinaria. Consideraban que el empleo de capital ponía
en peligro sus puestos de trabajo. Este movimiento se conoció con el nombre de
“Luddismo” y fue capitaneado por Ned Ludd, un obrero especializado en la destrucción de
máquinas, con mucho poder de convocatoria puesto que fue capaz de extender su credo al
gremio de zapateros, sastres, mineros, carpinteros y otros sectores de trabajadores. Son
destacables también en este sentido los hechos que acaecieron en Francia cuando los obre-
ros de Saint Etienne se dedicaron a destruir las máquinas de la fábrica de Rives, y lo traba-
jadores de las aserradoras de Burdeos hicieron lo propio con las suyas.
En 1825 nuevamente se reglamentó la asociación de trabajadores, que, si bien no se
prohibieron, al menos se toleraron. Pero fue a partir de 1830 cuando comienza una nueva
etapa para el sindicalismo obrero puesto que surgen las primeras asociaciones de obreros de
un mismo oficio. Destacan en este sentido las asociaciones de Lancashire en el sector textil
y la de Yorshire en el de la construcción. En ese mismo año nace La Asociación Nacional
para la Protección del Trabajo, que era una federación que articulaba todas las “uniones de
obreros” existentes, y que tenía como principales objetivos la creación de un fondo de resis-
tencia de huelga y luchar contra las reducciones de salarios. El líder de la asociación fue
John Doherty que en 1829 organizó en Inglaterra la Gran Unión de los Hiladores y
Tejedores a destajo.
Siguiendo con la cronología, el 12 de octubre de 1834 se celebró en Londres, inspi-
rado por Robert Owen, el Primer Congreso de la Gran Unión Consolidada de los Oficios,
congreso que coincidió con el primer intento de organizar una huelga general para reducir
la jornada laboral a ocho horas. Destaca la fecha del 16 de junio de 1836 que fue cuando se
creó en Inglaterra la Asociación de Trabajadores de Londres dirigida por William Lovett y
Francis Place. En 1837 elaboraron una carta, “la carta del pueblo”, que, dirigida al
Parlamento, elevaba seis demandas específicas de reformas democráticas: sufragio para los
varones mayores de veintiún años, voto secreto, elecciones parlamentarias anuales, aboli-
ción de los requisitos de propiedad para ser miembro del Parlamento, asignación de un suel-
do a los parlamentarios y distritos electorales equitativos. Ni que decir tiene que fueron de
inmediato rechazadas por la Cámara de los Comunes. Por este motivo, la Asociación lanzó
una campaña nacional en apoyo de su programa en donde aproximadamente 1.250.000
personas firmaron un requerimiento con la intención de que el Parlamento elevara la carta
al rango de ley.
Los defensores de dicha carta, los “cartistas”, si bien en un principio y desde una
posición moderada expresaban con dicho documento el malestar social provocado por las
leyes de Reforma de 1832 y la Poor Law Amendment Act de 1834, fue cuando el Parlamento
~ 180 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

rechazó dicho documento cuando decidieron pasar a la acción convocando una huelga gene-
ral. Hay que decir que la protesta fue un fracaso, pero es cierto que fue el origen de la
revuelta de Newport, Monmouthshire y Gales en noviembre de 1839. En dicha revuelta
muchos dirigentes del movimiento fueron arrestados y encarcelados. Los cartistas presen-
taron una segunda petición en 1842 firmada por tres millones de seguidores, pero el
Parlamento de nuevo volvió a negarse. El cartismo atravesó un periodo de declive hasta
1848, fecha en la que se remitió otra solicitud al Parlamento. A pesar de las multitudinarias
manifestaciones la carta no se aceptó alegando que el número de firmas era insuficiente y
que algunos de los signatarios no existían. Aunque este movimiento fue perdiendo fuerza
gradualmente, todas sus demandas, salvo la que reclamaba elecciones parlamentarias anua-
les, fueron elevadas finalmente a la categoría de leyes.
En 1864 nace la Asociación Internacional de Trabajadores que se conoce como la
Primera Internacional. Sobre los orígenes de la Primera Internacional, las opiniones son múlti-
ples. Para los franceses que participaron en el mitin de St. Martin’s Halls en Londres, la inicia-
tiva se origina en París. En cambio para los historiadores de tendencia marxista, atribuyen la
paternidad a Karl Marx. Lo que si es cierto es que Marx, que vivía en Londres por esos años,
fue elegido miembro del Consejo General de la Internacional y se convirtió en la figura predo-
minante en el seno de la Internacional, encargado, además, de redactar sus estatutos. Sin
embargo, hay que destacar que desde el principio los anarquistas, Pierre Joseph Proudhon y
Mijaíl Bakunin, se opusieron al modelo de Karl Marx, modelo que pasaba por crear un Estado
centralizado gobernado por los trabajadores. Bakunin precipitó la crisis al denunciar la acti-
tud despótica de Marx, realizando un llamamiento para crear una Internacional “antiautorita-
ria”. En el Congreso de la Haya de 1872, Marx salió victorioso y Bakunin fue expulsado de
la Internacional. Tras la ruptura entre marxistas y anarquistas se tomó la decisión de trasladar
el Consejo General a los Estados Unidos donde fue formalmente disuelto y con él la Primera
Internacional en 1876. Un año después de disuelta la Primera Internacional se concedió en
Inglaterra el derecho de los trabajadores a organizarse sindicalmente.
El movimiento sindical también se desarrolló en Alemania donde en 1868 se constitu-
yó la Asociación de Sindicatos al estilo de las Trade Unions inglesas. En 1878 se fusionaron
la Federación Sindical y la Asociación General de Obreros alemanes, formando la Comisión
General de Sindicatos, que con el tiempo se convertirá en una de las organizaciones sindica-
les más poderosas del mundo. En la historia sindical belga destaca la protesta que en 1868
protagonizaron los mineros la ciudad de Mons debido a la disminución de sus salarios y al
licenciamiento forzoso de sus trabajos. Las protestas dieron lugar a una crisis en las minas de
Carbón del distrito carbonífero de Borinage. Por lo que respecta a España, hay que decir que
en 1881 se fundó la Federación de Trabajadores de la Región Española, de tendencia anar-
quista. En 1882 se constituyó la Asociación Nacional de Trabajadores, que en 1889 se convir-
tió en la Unión General de Trabajadores vinculada al Partido Socialista acogiendo a los
sectores más moderados del proletariado español. En 1884 en Francia, la ley Waldeck-
Rousseau permitió la creación de sindicatos profesionales y en 1887 se fundó el primer sindi-
cato cristiano bajo la orientación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.
En Estados Unidos se creó en 1869 la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo, y
en 1881 se constituyó la Federación de Sindicatos de Obreros y Oficios Organizados. Por
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX ~ 181 ~

estas fechas se estaban organizando los trabajadores de Chicago con objeto de conseguir
que la duración legal de la jornada de trabajo fuera de ocho horas. Los cruentos sucesos que
van a tener lugar tuvieron como detonante el despido en 1886 por la empresa McCormik de
1.400 trabajadores como represalia a una huelga. El primero de mayo de 1886 fue el día
elegido por la Federación de Sindicatos para exigir el nuevo horario aprovechando el
descontento general motivado por el despido de los trabajadores de la empresa de Chicago.
Ese mismo día, los Pinkertons, que eran la policía privada empresarial, y los esquiroles, que
estaban esperando cualquier actitud de los huelguistas, provocaron el fatal desenlace.
Murieron seis trabajadores y hubo más de medio centenar de heridos. Los trabajadores de
todo el mundo se solidarizaron con los trabajadores de Chicago, en especial con aquellos
que fueron arrestados y condenados a muerte. Los acontecimientos que ocurrieron en
Chicago y la muerte de los dirigentes sindicales dieron origen a que en todas partes del
mundo los trabajadores organizados recordaran a “Los mártires de Chicago”, y que el
Primero de Mayo fuera considerado como el día internacional de los trabajadores.
En 1889, centenario del comienzo de la Revolución Francesa, se celebraron dos
congresos socialistas en París. Uno, inspirado en el Manifiesto Comunista de Marx que
originó lo que más tarde se conocerá como la Segunda Internacional, el otro congreso fundó
la Oficina Internacional Socialista con sede en Bruselas. Con relación a la Segunda
Internacional hay que decir que surgieron nuevos líderes, Lenin (1870-1924) favorable a las
proposiciones comunistas, y Bernstein (1850-1932) que rechazaba los argumentos de Marx
y de Engels de derrocar el capitalismo de forma violenta. Fue Karl Johann Kautsky (1854-
1938), líder de los marxistas ortodoxos alemanes, el que con más rotundidad se opuso a los
planteamientos de Bernstein. Hasta la Primera Guerra Mundial, la Segunda Internacional se
reunió nueve veces en intervalos irregulares. En el Congreso de Londres de 1896 fueron
expulsados los anarquistas dejando a los marxistas, “sobre todo a los alemanes”, en una
posición de liderazgo incontestable. Éstos, a pesar de que seguían proclamando las teorías
revolucionarias de Marx, deseaban reformarlas. Un conflicto paralelo socavó los esfuerzos
de la Internacional por evitar una guerra en Europa. Comprometidos ideológicamente con
la paz y el internacionalismo, cuando la Primera Guerra Mundial estalló en 1914, las leal-
tades nacionales demostraron ser más fuertes que los compromisos de clase y la mayoría de
los socialistas respaldaron los esfuerzos de guerra de sus respectivos gobiernos. Esto signi-
ficó el fin de la Segunda Internacional, a pesar de los esfuerzos por revivirla.
Con relación a la postura de la Iglesia en relación al sindicalismo, cabe destacar la
encíclica Rerum Novarum, publicada el 15 de mayo de 1891 por el Papa León XIII.
Dedicada a la cuestión obrera, el comunicado papal expuso una serie de criterios y princi-
pios que dieron el pistoletazo de salida para la creación de organizaciones sindicales entre
los trabajadores cristianos.
Los años de entreguerras fueron testigos de un crecimiento en la afiliación a los
sindicatos. En este sentido en Estados Unidos, gracias a la política económica y social del
presidente Roosevelt, iniciada a partir de 1933 para contrarrestar los efectos de la Gran
Depresión, y que se conoce con el nombre de New Deal, favoreció la sindicación. Así, el
36% de los trabajadores norteamericanos pertenecían a algún tipo de asociación. La tenden-
cia fue similar en Europa. Los sindicatos apoyaban tanto al Partido Laborista en Inglaterra,
~ 182 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

como al Partido Socialdemócrata alemán, permitiéndoles además tener representación en


las tareas de gobierno.
En América Latina los sindicatos aparecieron a finales del siglo XIX, primero en
Argentina y Uruguay y algo más tarde en Chile y otros países. La influencia de los trabaja-
dores españoles e italianos emigrados a Sudamérica resultó decisiva en el proceso de forma-
ción del sindicalismo iberoamericano. En México, influyó además el ejemplo asociativo
estadounidense y ya en 1870 se constituyó el Gran Círculo de Obreros, de inspiración
marxista. Los principales sindicatos latinoamericanos, muy influidos por el marxismo y el
anarquismo, fueron la Federación Obrera de la República Argentina (FORA), creada en
1901, y la Confederación General del Trabajo (CGT) que se fundó en 1930; la Federación
Obrera de la República Uruguaya (FORU), creada en 1905, y la Confederación Sindical
Uruguaya (CSV) que se constituyó en 1951. En México, la Confederación Regional Obrera
Mexicana (CROM) nacida en 1917 al calor de la revolución, se transformó mas tarde en la
Confederación de Trabajadores de México (CTM), que a partir de 1936 apoyó de forma
resuelta la política obrerista del general Lázaro Cárdenas.
En la actualidad la principal función de los sindicatos en los países industrializados
democráticos consiste en lograr acuerdos con los empresarios mediante la negociación
colectiva. Los temas tratados en este tipo de negociación son muy variados y vienen a refle-
jar la complejidad de las sociedades industrializadas. En algunos casos, los acuerdos colec-
tivos especifican con gran detalle cuáles serán los salarios, el número de horas de la jornada
laboral, los días de vacaciones, las condiciones de trabajo y otras reivindicaciones. En otras
ocasiones, los sindicatos utilizan su poder para forzar la promulgación de leyes en favor, no
sólo de trabajadores activos, sino también de los jubilados, de los parados, de las madres,
de la construcción de viviendas de protección oficial, seguro médico obligatorio e incluso
la creación de tribunales especializados en temas laborales, y procedimientos conciliatorios
que protejan a los trabajadores de decisiones arbitrarias tomadas por los empresarios.
Con relación a los sindicatos internacionales hay que decir que desde el principio
estuvieron vinculados al movimiento socialista. En 1901 varios sindicatos nacionales
crearon la Federación Internacional de Sindicatos (FIS). Tras la II Guerra Mundial, la FIS
se disolvió para crear la Federación Mundial de Sindicatos (FMS) que intentaba agrupar
a sindicatos comunistas y no comunistas. Los sindicatos de los países democráticos se
dieron cuenta de que su acción era incompatible con la de los sindicatos comunistas, por
lo que crearon la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres
(CIOSL) que incorporaba a casi todos los sindicatos no comunistas. Los sindicatos de la
FMS pertenecen casi todos a sindicatos de los países de la antigua Unión Soviética,
aunque algunos provienen de países democráticos. Otra asociación internacional de sindi-
catos, la Confederación Mundial del Trabajo (CMT) surgió a partir de una federación de
sindicatos cristianos, aunque hoy en día es una asociación secular, con afiliados en
Europa occidental, América Latina y África. En América Latina, la FMS, de influencia
comunista, se organizó a partir de 1938 con el nombre de Confederación de Trabajadores
de América Latina (CTAL) y en 1948 se alineó en favor de la extinta Unión Soviética,
frente a la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (ORIT), que se afilió
a CSIL, constituida en Londres. Los sindicalistas cristianos, por su parte, se agruparon en
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX ~ 183 ~

una organización que adoptó el título de Confederación Latinoamericana de Sindicalistas


(CLAS).
Aunque las organizaciones sindicales internacionales tienen poco poder, su impor-
tancia estriba en que fomentan la cooperación y facilitan el intercambio de información.
Han realizado importantes esfuerzos para coordinar sus líneas de acción. La Organización
Internacional del Trabajo (OIT), organismo de la Organización de las Naciones Unidas
(ONU), también ha desempeñado en este sentido un importante papel.

3. EL NACIMIENTO DEL ESTADO DE BIENESTAR


Uno de los fenómenos más relevantes que se produjeron en Estados Unidos como respues-
ta a la gran depresión de 1929 fue el surgimiento de lo que con el tiempo se ha denomina-
do el Estado del Bienestar. Las bases jurídicas y políticas del Estado del Bienestar
pertenecen a lo que se denomina Estado social de derecho, cuyo objetivo es mejorar las
condiciones de vida y proporcionar la igualdad de oportunidades entre los ciudadanos. Si
bien es cierto que el nacimiento del llamado Welfare State pertenece a la época de Rooselvet
(1882-1945), no es menos cierto que los Estados Unidos no fueron de ningún modo precur-
sores. En efecto, los orígenes de este tipo de Estado hay que situarlos en la Alemania del
canciller Otto von Bismarck (1815-1898). No obstante hay que señalar que con anteriori-
dad al Estado de Bienestar bismarkiano, y a pesar de que parece inevitable que cuando se
plantea el problema de la pobreza y la asistencia social en la Europa moderna la referencia
obligada sea Inglaterra y sus leyes de pobres, cabe decir que el asunto de la pobreza y de la
beneficencia tuvo un tratamiento teórico y práctico muy amplio en España durante el siglo
XVI. Un proceso que se remonta a la baja Edad Media y que permitió a los autores que lo
analizaron adentrarse por los vericuetos del sistema asistencial.

3.1. Antecedentes del Estado del Bienestar


La obra de Luis Vives (1492-1540) puede servirnos como primer ejemplo teórico en donde
se analiza el problema de la asistencia social. Su obra De Subventione Pauperum (Brujas,
1526), es una síntesis de todos los aspectos del problema social de los pobres y del fenó-
meno de la mendicidad. El objetivo de la obra, muy intervencionista y contraria a la mendi-
cidad, es condenar el ocio y exaltar el trabajo, es más, obligar incluso a que trabajasen todos
los pobres. Cabe señalar en este sentido que Vives es el representante hispano del huma-
nismo, muy influenciado tanto por Erasmo de Rótterdam como por Tomás Moro, que se
pronunciaron en contra de la mendicidad. Las propuestas de Vives podían derivarse conse-
cuencias económicas negativas no fácilmente evaluables. Postulaba Vives una intervención
amplia del poder civil en la asistencia de los pobres subordinando la libertad de los indivi-
duos a la acción del poder público. Además, las propuestas de Vives caen de pleno derecho
en el ámbito del más puro arbitrismo, y concretamente del arbitrismo planificador, sin anali-
zar las causas de los problemas que se intentan remediar ni mucho menos prever las conse-
cuencias negativas que pudieran derivarse de los remedios aplicados. Como señala el
profesor Martín (1990) la falta de coherencia lógica del razonamiento de Vives le hace caer
frecuentemente en contradicciones.
~ 184 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

Otro hito importante en el desarrollo del Estado asistencial es la obra de Domingo


de Soto, Deliberación en la causa de los pobres (Salamanca, 1545). En su defensa de las
posiciones tradicionales de la Iglesia, sin apartarse de la primitiva comunidad de bienes
criticó el plan tan rígido derivado de las propuestas de Vives que privaba a los pobres del
derecho a la libertad. Afirmaba el dominico:
“…aunque sea un hombre sano y de fuerzas, si por ventura no halla labor u oficio, y
si en su tierra no lo halla, tiene derecho a irlo a buscar por todo el reino”.
Para Soto, no hay pobres “buenos o malos”, y estaba en contra de cualquier forma de
concepción de ayuda basada en la comprobación previa de la rectitud de vida y costumbres
del posible beneficiario. Estaba igualmente en contra de la discriminación por motivos reli-
giosos y del amontonamiento de los mendigos en casas de trabajo. Pero además llamó la
atención acerca de cómo la expulsión de los municipios a los pobres forasteros violaba el
derecho natural y de gentes al coartar su libertad de movimientos. Fundaba su tesis en que
debía permitirse a los pobres mendigar libremente en el hecho de “que no todas las tierras
tienen la misma riqueza ni la misma caridad”, por lo que mediante el movimiento de pobres
podría conseguirse una adecuada asignación de los recursos productivos. No cejó en el
empeño de señalar los inconvenientes del sistema:
“Cuantos habrá en la república, oficiales, artífices y oficiales públicos que viven de
derechos públicos, los cuales por fraude y engaño llevan sin comparación mucha mayor
hacienda ajena que todos cuantos falsos pobres y vagabundos haya en el reino”
El debate sobre la mendicidad fue también importante en el plano cultural y social.
Por ejemplo, el Concilio de Trento prohibía practicar la mendicidad declarando que era una
herejía. En 1555, el franciscano Alfonso de Castro en su trabajo Adversus omnes haereses
(Contra todas las herejías), afirmaba que el fin de la ley es la caridad, no la fe. En 1564, el
agustino Laurencio de Villavicencio lanzó un violento ataque contra las tesis de Vives. Su
trabajo supone la expresión más radical de la reacción contrarreformista, incluyendo el
problema de los pobres en la polémica contra los protestantes.
Ante la presunta decadencia económica castellana en el siglo XVII se produce una
nueva toma de conciencia con relación al asunto asistencial que contribuyó a relanzar el
debate. Aquellos que reflexionaron sobre asuntos económicos son cada vez más conscien-
tes de la crisis económica: y, finalmente, se consigue ver la mendicidad como un elemento
más de esta crisis. La economía española había fracasado, y había empezado lo que los
mismos mercantilistas españoles (arbitristas) llamaban “decadencia”. Surge así la literatura
del trabajo útil, viendo en él una actividad que podía contribuir muy eficazmente a emplear
a la mano de obra ociosa.
Destaca el trabajo de Miguel de Giginta Tratado de remedio de pobres, Coimbra
1579, que se puede considerar el ser responsable de las denominadas Casas de Misericordia,
que fueron una de las primeras instituciones de “recogimiento” de pobres y mendigos. Este
trabajo puede considerarse un excelente ejemplo del reformismo institucional con repercu-
siones en el mercado de trabajo. Se recomendaba que no se repartiesen limosnas, de esta
manera todos los mendigos, apremiados por la necesidad, se verían obligados a acudir a
estas casas en las que recibirían comidas con que alimentarse. Una vez dentro de ellas,
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX ~ 185 ~

aunque pudiesen abandonarlas libremente, no tendrían incentivos a salir, porque de hacer-


lo, implicaba, con toda seguridad, el no encontrar los medios con los que subsistir. Todos
los pobres que permaneciesen en las Casas habían de ocuparse en trabajos útiles, manufac-
turas de la lana, seda, esparto, o de cualquier otra cosa.
El seguidor más famoso de Vives fue el médico Cristóbal Pérez de Herrera, quien
escribe y publica Madrid en 1598 Amparo de pobres, en donde se pretendía llevar a cabo
una política de inserción laboral del vagabundo junto a otras medidas de sostenimiento. En
verdad, hubo otros autores que sacaron a la luz la relación entre el fenómeno de la mendi-
cidad, la desocupación y la crisis económica. Destaca en esta línea la propuesta que realiza
Juan de Mariana en De rege et regis institutione (Toledo, 1599), que propone que se fijen
unas rentas anuales con el objetivo de financiar los centros de acogida, pues era consciente
de que la caridad difícilmente podía llevar a cabo esta tarea. Las ideas de Juan de Mariana
con el paso del tiempo entrarán a formar parte del conjunto de ideas y prácticas acerca de
la previsión, la asistencia y la seguridad social que se han venido desarrollando en Europa
y que constituye otro antecedente teórico del Estado del Bienestar. Premisas que encontra-
rán continuación en las leyes de pobres inglesas, las Poor Law, donde ya es plena la respon-
sabilidad pública por el cuidado de los pobres. Además las Poor Law contribuyeron, sobre
todo a partir de la creación del sistema Speenhamland, a que los economistas clásicos reali-
zasen un análisis económico coherente del sistema de previsión social.

3.2. Las Leyes de Pobres inglesas


Las Leyes de Pobres inglesas marcan un hito en el proceso de secularización de la benefi-
cencia debido, por un lado, a la decadencia de la caridad y, por otro, a la inadecuación de
las empresas públicas a las normas religiosas. Así, la acción más impersonal del gobierno
fue convirtiéndose en la máxima dispensadora de la ayuda para los pobres, no ya en forma
de caridad, sino por medio de una legislación social adecuada. En este sentido, las Poor Law
de la reina Isabel en 1601, que aceptaba la responsabilidad pública por el cuidado de los
pobres, marcaba un hito en esta transformación.
Toda la normativa inglesa que tenía por objetivo suprimir el vagabundeo fue recopi-
lada en el reinado de Isabel I dan origen a la primera ley oficial de pobres conocida como
Ley de Isabel del año 1601. Esta ley estableció los principios de un sistema nacional de
ayuda legal y obligatoria a los pobres y constituyó la base de lo que más tarde se conocería
como Antigua ley de pobres. Las sucesivas leyes de pobres que se fueron promulgando a
partir de la Ley de Isabel se complementaron con las llamadas leyes de domicilio. En este
sentido, se aprobó en 1662 la ley de Asentamiento, por la que cualquier parroquia en la que
una persona quisiera establecerse, podría devolverla a la parroquia de origen antes de que
alcanzara residencia y el posible derecho de socorro con cargo al impuesto de mendicidad.
Aunque el principio del asentamiento no era nuevo, la Ley de Asentamiento de 1662 esta-
bleció una definición precisa y uniforme de domiciliación. Las disposiciones sobre el asen-
tamiento fueron a menudo ignoradas, eludidas, modificadas por leyes posteriores, pero los
requisitos para el asentamiento y las restricciones a la movilidad de los pobres continuaron
existiendo y se convirtieron en una característica esencial de la antigua ley de pobres.
~ 186 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

Una de las modificaciones más importantes de las leyes de pobres inglesas se produ-
jo con la aprobación de la Ley de Gilbert de 1782. Esta ley introdujo el principio de ayuda
exterior para los pobres capacitados, es decir, subsidios a los desempleados con cargo a
impuestos locales. La última innovación substancial respecto a lo que se considera la anti-
gua ley de pobres se produjo en el año 1795. Las malas cosechas de ese año en Inglaterra,
así como las penalidades producidas a consecuencia de las guerras napoleónicas, llevaron a
que se aumentara ampliamente la ayuda a los pobres y se instituyeran nuevos tipos de subsi-
dios. El más novedoso fue el tipo que se fijó en los Acuerdos de Speenhamland.
Los jueces del condado de Berkshire, reunidos en Speenhamland, establecieron un
subsidio para los trabajadores cuyos ingresos estuvieran por debajo de un nivel dado, esta-
blecido por el precio del pan y el número de miembros de su familia. Este subsidio se exten-
dió rápidamente a otros condados, fundamentalmente por el sur de Inglaterra, de forma que
puede decirse que se institucionalizó una nueva categoría de pobres: la de los trabajadores
que, a pesar de tener empleo, no ganaban un salario suficiente para mantener a su familia.
La Revolución Industrial, el crecimiento de la población y las frecuentes crisis
económicas del primer tercio del siglo XIX, dieron lugar a un gran aumento en la mendici-
dad. Este hecho incrementó los costes del sistema de ayuda legal vigente2. Se daba además
la circunstancia de que ese sistema creaba grandes desigualdades entre unas zonas y otras.
Las zonas industriales solían atraer mano de obra campesina durante las épocas de expan-
sión. Pero cuando surgía una crisis y la actividad económica se reducía, los desempleados
de origen inmigrante no podían obtener ayuda en las ciudades industriales y tenían que
volver a sus lugares de origen, donde no eran siempre bien acogidos. El sistema era pues
claramente favorable a las zonas industriales en expansión en relación con las zonas agrí-
colas tradicionales. Todo esto hizo surgir un debate en torno a la conveniencia de modificar
la antigua ley de pobres. Este debate se desarrolló tanto en el Parlamento como en la pren-
sa inglesa durante las tres primeras décadas del siglo XIX.
Los economistas clásicos se mostraron, en general, críticos con el sistema de ayuda
legal establecido. El capítulo 5 del Ensayo sobre la población (1798) de Thomas Robert
Malthus puede considerarse un ataque continuado a dicho sistema. David Ricardo se refirió a
la “perniciosa tendencia de las leyes de pobres” en el capítulo que dedicó a los salarios en sus
Principios de economía política. Pero el economista clásico que analizó con más detalle la
cuestión de las leyes de pobres fue Nassau William Senior. De hecho, este autor desempeñó
un papel decisivo en la redacción del Informe de la Ley de Pobres de 1834 que acabó convir-
tiéndose ese mismo año en la Ley de Enmienda a la Ley de Pobres (o Nueva Ley de Pobres).
La Nueva Ley de Pobres transformó de manera importante el sistema de ayuda legal
vigente hasta entonces. En primer lugar, se suspendió la ayuda exterior a los necesitados y
se creó un sistema de casas de trabajo (workhouses) donde se ofrecía ayuda a cambio de la
realización de algún trabajo, aunque en condiciones más desagradables que las existentes
hasta entonces. En segundo lugar, se traspasó la gestión de la ayuda desde las autoridades
locales a un órgano central de nivel nacional creado a tal efecto.
2 Según Gordon (1995), durante el periodo que va desde Waterloo a 1834, se gastó en beneficencia en
Inglaterra y Gales aproximadamente el 80% de los ingresos procedentes de los impuestos locales.
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX ~ 187 ~

Para finalizar, cabe señalar que Inglaterra se convirtió durante la época en la que se
desarrolló la escuela clásica de economía política en la vanguardia de la política económi-
ca y social de ayuda a los pobres. Así, los debates parlamentarios, los aparecidos en la pren-
sa, y el Informe de 1834, junto a un conjunto de informes estadísticos fueron sucesivamente
citados y analizados por otros países. Los principios inspiradores de las Leyes de Pobres
inglesas aunque fueron ampliamente criticados, enmendados o complementados estuvieron
vigentes hasta la implantación del Estado de Bienestar moderno después de la Segunda
Guerra Mundial.

3.3. El Estado del Bienestar


Como hemos visto, los antecedentes del Estado del Bienestar se encuentran en los debates que
sobre la beneficencia tuvieron lugar en España y en Inglaterra entre los siglos XVI al XIX.
La desaparición de la presencia eclesiástica como institución protagonista en la
ayuda de los menos favorecidos, tuvo, como hemos visto, su secuencia en las Leyes de
Pobres en el Reino Unido, y sistemas similares de asistencia a los mendicantes en otros
países europeos, donde los poderes públicos tuvieron que hacerse cargo de determinadas
funciones que con anterioridad estaban en manos de instituciones eclesiásticas y monaca-
les. Esta situación cambió a partir de la Revolución Industrial y la emergencia del llamado
sistema de clases. En estas circunstancias, ya muy avanzado el siglo XIX es cuando en
Alemania se planteó de forma pionera lo que actualmente llamamos Seguridad Social.
Concretamente, fue en 1880 cuando Otto von Bismark creó todo un repertorio de
seguros para los obreros: accidentes, enfermedad, invalidez y jubilación. Fue una inteligen-
te operación de ingeniería social que marcó el verdadero comienzo del Estado de bienestar,
capaz de paliar el conflicto interclasista entre empresarios y trabajadores. En este sentido
fue en el año 1883 cuando se hizo efectiva la implantación de los primeros programas esta-
tales de previsión social, poco después comenzaron también a implantarse seguros sociales
similares en los países nórdicos.
Dicha legislación estableció las bases de la moderna seguridad social bajo el principio
contributivo, mediante el cual se financiaba obligatoriamente el sistema de previsión social.
Los trabajadores pasaron a ser considerados sujetos de derechos y obligaciones, y no pobres
potenciales que tan sólo podían recurrir a ayudas estatales en caso de perdida del empleo.
De esta manera quedó establecida en Alemania la legislación social más avanzada de
la época. En líneas generales, esa política comprende las siguientes medidas:
• La ley sobre el seguro de enfermedad, (1883). Con anterioridad (1875), dos leyes
autorizaban a los trabajadores a fundar cajas de socorros, que en algunos casos
recibieron status jurídico. La ley de 1883 generalizó estas disposiciones, respetan-
do las cajas existentes y creando en todas partes cajas obligatorias para los traba-
jadores que no contribuían. Dos tercios de las cotizaciones corrían a cargo de los
patronos, y el resto a cargo de los trabajadores. En caso de enfermedad o de inva-
lidez no superior a trece semanas se percibía atención médica gratuita y una
indemnización diaria equivalente al 50% del salario.
~ 188 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

• La ley del seguro de accidentes (1884). La administración de esta ley se debía llevar
a cabo por medio de cincuenta y siete sociedades profesionales, de las cuales veinti-
cuatro se hacían extensivas a la administración estatal. Eran administradas por tres
patronos bajo el control de una oficina de seguros. El trabajador percibía el seguro a
partir de la decimocuarta semana de invalidez. Recibía atención médica gratuita y
una pensión en el periodo de incapacidad equivalente a los dos tercios del salario. En
caso de muerte, la pensión por viudedad u orfandad podía elevarse hasta el 60 por
100 del salario. La financiación se hacía con cargo a los patronos.
• La ley del seguro de vejez o invalidez total (1889). Su administración se confió a
instituciones provinciales bajo control de la oficina de seguros. Se estableció el
principio de la triple financiación, igual para patronos y obreros, más un subsidio
del Estado fijado en 30 marcos por trabajador. La pensión de vejez implicaba trein-
ta años de cotizaciones, y la pensión de invalidez cinco.
La obligatoriedad del sistema fue el elemento clave que posibilitó su consolidación,
junto al apoyo legitimador de empresarios, trabajadores y funcionarios. Si bien es cierto que
el objetivo inicial de la política fue la neutralización de las organizaciones de trabajadores,
muy radicalizadas y, gradualmente, muy bien organizadas, sin embargo el seguro social
implicó la eliminación de la temida incertidumbre dando lugar a un clima general que gene-
ró en un mayor bienestar. Por tanto no es arriesgado afirmar que el origen histórico de la
seguridad social se encuentra, por tanto, en una feliz conjunción entre, por un lado, intere-
ses políticos-económicos, y, por otro, la satisfacción de determinadas demandas populares
en busca de justicia y protección social.
Los sistemas de seguros contributivos de finales del siglo marcaron por tanto el
inicio de una intervención estatal destinada a garantizar la seguridad social de las clases
asalariadas. Sus primeros beneficiarios, por tanto, fueron obreros carentes de protección, y
carentes de las necesidades vitales más urgentes. Por medio de las cotizaciones a fondos de
seguros sociales de previsión, se posibilitaba el pago para cubrir situaciones de riesgo tales
como la enfermedad, la vejez o la viudedad.
Cabe hacer notar que a finales de los años veinte se habían introducido programas de
seguros de enfermedad en veintidós países europeos. En Estados Unidos, y tras los devas-
tadores efectos de la denominada “Gran Depresión”, el presidente estadounidense Franklin
Delano Roosevelt financió planes extensivos de protección social bajo el amparo de su polí-
tica de New Deal. Esta política dio sus frutos con la aprobación del sistema de seguridad
social en 1935 (Social Security Act). Con el tiempo el sistema evolucionó hacia unos progra-
mas sociales menos ambiciosos. Si a esto añadimos el hecho de que en Estados Unidos no
existe un sistema nacional de salud pública, podemos afirmar que el welfare estadouniden-
se progresó hacia un modelo de mínimos dentro de lo que se conoce como modelo de bien-
estar “anglosajón”.
En el período de entreguerras, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se
afanó en legitimar los programas de seguros –enfermedad, incapacidad laboral, desempleo,
pensiones–. Hay que señalar que durante este periodo vio la luz el denominado Informe
Beveridge, publicado en el Reino Unido en 1941. Dicho informe proclamó el principio de
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX ~ 189 ~

cobertura universal de la seguridad social para todos los ciudadanos from cradle to grave ,
desde la cuna hasta la tumba. La propuesta se financiaba con cargo a los presupuestos gene-
rales estatales y sus recomendaciones se plasmaron en el Servicio Nacional de las Salud,
que era gratuito y universal.
La universalización de las políticas sociales y su desarrollo gracias a las sólidas
alianzas entre trabajadores asalariados y campesinos (Suecia), o entre la clase obrera y
amplios sectores de clase media de trabajadores cualificados (Reino Unido), propiciaron un
modelo de protección social que se ha considerado como el auténtico welfare state acorde
a las propuestas de Beveridge.
No obstante cabe señalar que con el tiempo ha surgido cierta polémica entre el mode-
lo de bienestar alemán y el modelo inglés, al menos en lo que respecta a la definición del
propio concepto de bienestar social. Definición que en la mayoría de los casos apela a la
cuantificación de los efectos producidos por las políticas sociales. En este sentido con
frecuencia se recurre a medir niveles de desigualdad de rentas como expresión de mayores
o menores niveles de bienestar de los ciudadanos. Tal polémica se diluye si bajo cualquier
circunstancia se consolida la unión entre, por un lado, bienestar social y, por otro, necesi-
dades humanas. Además, dicha unión debe de considerarse establecida como fundamento
moral del bienestar de los ciudadanos.
Tras la Segunda Guerra Mundial el desarrollo de las políticas económicas tuvo una
doble dimensión: laboral o de pleno empleo y familiar. Ambas han experimentado impor-
tantes transformaciones en los últimos decenios. Así, el denominado proceso de mundiali-
zación de la economía, el declive industrial tradicional y el creciente protagonismo del
sector servicios han afectado al mercado de trabajo y por ende al sistema de protección. Por
otro lado, las estructuras familiares se han modificado como consecuencia de factores que
tienen que ver con el envejecimiento de la población y la progresiva incorporación de la
mujer al mundo laboral que ha dado lugar a todo un proceso de conciliación de la vida fami-
liar y laboral con repercusiones también en mercado de trabajo. A todo esto hay que añadir
el efecto que sobre los estados del bienestar europeo han provocado las sucesivas crisis
fiscales y la erosión del consenso ideológico en torno a las políticas sociales. Todo lo ante-
rior ha dado lugar a que los modelos se orienten paulatinamente hacia sistemas de protec-
ción más descentralizados.
Por consiguiente, y a modo de síntesis, para finalizar, se puede afirmar que todo lo
anterior ha dado lugar a la configuración de dos grandes modelos de bienestar:
• Universalista o beveridgeano, basado en la consideración de unos derechos bási-
cos del bienestar para los ciudadanos, plasmados en un acceso sin restricciones a
políticas y servicios sociales. Las prestaciones económicas son a tanto alzado y de
igual cuantía para todos los beneficiarios. Su financiación se realiza por vía impo-
sitiva con cargo a los presupuestos generales del Estado. Se producen, por tanto,
transferencias resdistributivas de rentas por vía fiscal entre los contribuyentes.
• Ocupacional o “bismarckiano”, basado en el principio contributivo de la seguridad
social. Las prestaciones monetarias, principalmente pensiones, se perciben de
acuerdo a las contribuciones realizadas. Éstas no siguen a criterios actuariales de
~ 190 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

equivalencia entre aportaciones y percepciones. Esta característica provoca redis-


tribuciones entre diversas categorías de trabajadores cotizantes y familiares depen-
dientes. Se pretende con ello mantener el nivel de renta de los cotizantes, un nivel
de renta que han adquirido a lo largo de toda su vida laboral.
Dentro de los dos modelos se pueden identificar países que se ajustan a sus caracte-
rísticas. Así Suecia o Dinamarca, se ajustan al modelo universalista, mientras que Alemania
o Bélgica, se acercan al modelo ocupacional. Otros países incorporan rasgos mixtos como
el Reino Unido o Canadá, aunque escorados hacia el modelo universalista, y Holanda o
Suiza, al ocupacional.

4. EJERCICIOS
1. Describa brevemente las similitudes y discrepancias de las fluctuaciones econó-
micas habidas en Europa en el XIX.
2. Las formas más habituales de solidaridad de las clases trabajadoras fueron los
sindicatos. Aunque los sindicatos tienen una larga historia que podría remontarse
a las asociaciones de viajantes de la Baja Edad Media, el sindicato moderno data
su nacimiento en la denominada Revolución Industrial. Haga un breve repaso del
desarrollo del sindicalismo durante los siglos XIX y XX señalando aquellos hitos
que considere más importante y que más contribuyeron a su consolidación como
representantes de los intereses de los trabajadores.
3. Antecedentes del Estado del Bienestar. Distinga los diferentes modelos de Estado
de Bienestar en Europa.

Lectura
La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de
clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros
y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantu-
vieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que
terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda sociedad o el hundi-
miento de las clases en pugna. En las anteriores épocas históricas encontramos casi
por todas partes una completa diferenciación de la sociedad en diversos estamentos,
una múltiple escala gradual de condiciones sociales. En la antigua Roma hallamos
patricios, caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media, señores feudales, vasa-
llos, maestros, oficiales y siervos, y, además, en casi todas estas clases todavía
encontramos gradaciones especiales. La moderna sociedad burguesa, que ha salido
de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase.
Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las
viejas formas de lucha por otras nuevas. Nuestra época, la época de la burguesía, se
distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la
sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos
grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado. De los
siervos de la Edad Media surgieron los vecinos libres de las primeras ciudades; de
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX ~ 191 ~

este estamento urbano salieron los primeros elementos de la burguesía. El descubri-


miento de América y la circunnavegación de África ofrecieron a la burguesía en
ascenso un nuevo campo de actividad. Los mercados de la india y de China, la colo-
nización de América, el intercambio con las colonias, la multiplicación de los medios
de cambio y de las mercancías en general imprimieron al comercio, a la navegación
y a la industria un impulso hasta entonces desconocido, y aceleraron con ello el
desarrollo del elemento revolucionario de la sociedad feudal en descomposición. La
antigua organización feudal o gremial de la industria ya no podía satisfacer la
demanda, que crecía con la apertura de nuevos mercados. Vino a ocupar su puesto la
manufactura. El estamento medio industrial suplantó a los maestros de los gremios;
la división del trabajo entre las diferentes corporaciones despareció ante la división
del trabajo en el seno del mismo taller. Pero los mercados crecían sin cesar; la
demanda iba siempre en aumento. Ya no bastaba tampoco la manufactura. El vapor
y la maquinaria revolucionaron entonces la producción industrial. La gran industria
moderna sustituyó a la manufactura; el lugar del estamento medio industrial vinie-
ron a ocuparlo los industriales millonarios –jefes de verdaderos ejércitos industria-
les–, los burgueses modernos. La gran industria ha creado el mercado mundial, ya
preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial aceleró prodigio-
samente el desarrollo del comercio, de la navegación y de los medios de transporte
por tierra. Este desarrollo influyó, a su vez, en el auge de la industria, y a medida que
se iban extendiendo la industria, el comercio, la navegación y los ferrocarriles,
desarrollábase la burguesía, multiplicando sus capitales y relegando a segundo térmi-
no a todas las clases legadas por la Edad Media.
Marx y Engels, (1848): Manifiesto del Partido Comunista

5. LECTURAS RECOMENDADAS
• SIDNEY Y BEATRICE WEBB, (1990). Historia del sindicalismo. 1666-1920,
Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid. Analiza el movimiento sindical en
un periodo de tiempo en el que los sindicatos adquieren un status legal y se organi-
zan políticamente.
• LÓPEZ DE GOICOECHEA ZABALA J. (2003): “De subventione pauperum: Los
tratados sobre la pobreza en los orígenes del Estado Moderno”, en Saberes, Revista
de estudios jurídicos, económicos y sociales, vol I, Universidad Alfonso X El Sabio.
En este trabajo se estudia como desde el Decreto de Graciano hasta los documentos
conciliares de Trento, la preocupación por el estado de pobreza ha sido una nota
destacada de los textos jurídicos-canónicos y de los tratados tardomedievales.
• MARTÍN MARTÍN, V. (1999): “La controversia de los pobres en el siglo XVI”, en
Fuentes Quintana (dir.). Economía y Economistas Españoles. De los orígenes al
mercantilismo, 2, Galaxia-Gutemberg-Círculo de Lectores, Barcelona, pp. 295-339.
En este trabajo se pretende insertar los opúsculos de Luis Vives y Domingo de Soto
en el contexto de la doctrina de la propiedad privada, sujeta a la restricción por ley
natural del destino universal de los bienes y de la obligación moral de la limosna,
T E M A

11
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS
EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS

1. EL DESARROLLO DEL SISTEMA MONETARIO INTERNACIONAL


2. LAS CONSECUENCIAS ECONÓMICAS DE LA PRIMERA GUERRA
MUNDIAL
3. LA CRISIS DEL 29
4. POLÍTICAS DE GASTO
5. EL NACIMIENTO DE LA UNIÓN SOVIÉTICA
6. EL TRISTE BALANCE DE UN CUARTO DE SIGLO
7. EJERCICIOS
8. LECTURAS RECOMENDADAS
9. BIBLIOGRAFÍA

Si algo ha caracterizado al siglo XX ha sido por ser la centuria de las grandes inflaciones.
Nunca antes en la historia los precios habían sufrido una escalada tan fulgurante como la
que padecieron en mayor o menor medida, prácticamente todas las naciones de la tierra; ni
tan siquiera el siglo XVI, en el que tuvo lugar la llamada “revolución de los precios”, se apro-
xima remotamente a los estándares de inflación del siglo XX. La explicación más plausible
de este fenómeno tiene mucho que ver con lo que se consideraba dinero a finales del siglo
XIX, y lo que se entiende por tal hoy en día. Si pudiéramos volver en el tiempo y abrir un
monedero de transeúnte decimonónico descubriríamos algunas monedas con cierto conte-
nido metálico y, lo que es más importante, billetes de banco totalmente convertibles, lo que
significaba que, a voluntad el tenedor, el billete podía presentarse en la ventanilla del banco
emisor y ser inmediatamente cambiado por un metal precioso, en la mayoría de los casos
oro (si fuera español seguramente obtendría plata). Había algo tangible y brillante que
respaldaba ese papel de modo que al hacer un intercambio y entregar esos billetes se trans-
fería al mismo tiempo ese metal que estaba custodiado en las bodegas de los grandes

~ 193 ~
~ 194 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

bancos. Se intercambiada por tanto igual por igual, la “justicia conmutativa” de la que ya
hablaba Aristóteles en los albores de la civilización occidental se cumplía de forma similar
a como venía haciéndose desde épocas inmemoriales. Si, por el contrario, echamos una
ojeada a nuestras carteras veremos monedas y billetes similares a las de antaño (y también
las nuevas e importantísimas tarjetas de crédito) pero, por mucho que nos esforzáramos en
convertir esos medios de pago en las ventanillas de los bancos, no obtendríamos más que
otros billetes similares y en ningún caso obtendríamos metales preciosos (a no ser claro que
fuéramos no a un banco sino a una joyería). Nuestro dinero no es otra cosa más que una
representación de riqueza, y su valor únicamente está en función de la buena o mala volun-
tad de la autoridad monetaria y de la política crediticia de los bancos comerciales.
Hasta el siglo XIX la estabilidad de precios en la historia ha estado estrechamente
vinculada con ese atributo del dinero de ser un activo en cierta medida real, mientras que
las grandes inflaciones del siglo XX se derivan de la pérdida de ese atributo que en muchas
ocasiones ha supuesto la peligrosa tarea de encomendar “al zorro el cuidado de las galli-
nas”. En las páginas siguientes de este capítulo intentamos poner orden a los muchos acon-
tecimientos de ese “increíble galimatías” de la primera mitad del siglo XX del que habla
Gabriel Tortella (2000), fundamentalmente en términos monetarios, por cuanto fue el
momento en el que se rompió por primera vez el anclaje del dinero con los metales precio-
sos en general, y con el oro en particular. Veremos algunos de los que a nuestros ojos resul-
tan hoy errores políticos pero que en su momento fueron intentos desesperados de recuperar
el antiguo patrón monetario o sustituirlo por otro con cierta inexperiencia de lo que en reali-
dad estaba sucediendo.
Con todo, no debemos olvidar la economía real, la Gran Depresión del 29 que asoló
a la economía mundial en la década de los treinta no sólo posee un componente monetario;
las elevadas tasas de paro de las economías y la reducción en los niveles producción
también poseen una explicación en términos reales con la vuelta al proteccionismo. Por últi-
mo, las políticas de gasto aplicadas en EEUU y en Alemania inciden directamente en el
circuito de bienes y servicios, y no en el de dinero y por tanto pertenecen por definición al
campo de la economía real.
El capítulo concluye con una breve descripción de los inicios de la Unión Soviética, en
este caso, este país no sólo perdió el patrón monetario y su pertenencia al sistema monetario
internacional. En la primera mitad del siglo y en varios episodios perdió mucho más; el entra-
mado institucional que habita en el mundo capitalista: la propiedad privada y los mercados.
Sólo mucho más tarde se iba a conocer el verdadero alcance de reformas tan radicales.

1. EL DESARROLLO DEL SISTEMA MONETARIO INTERNACIONAL


Parece claro lo que entendemos hoy por Globalización, o si se prefiere Mundialización.
Nadie duda en reconocer que, en las últimas décadas del siglo XX y los comienzos de este
siglo XXI en el que nos encontramos, se ha producido una integración económica interna-
cional que percibimos por encima de todo por la libertad de movimiento de capitales y en
menor medida por el movimiento de mercancías y menor aún de personas. No es éste el
momento de estudiar o cuestionar los rasgos de esta integración pero nos es pertinente para
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS ~ 195 ~

revisar el funcionamiento de las economías occidentales en el transcurso del siglo XIX hasta
la fecha fatídica del comienzo del la Primera Guerra Mundial, 1914. En realidad, la globa-
lización actual no fue la primera en la historia aunque es cierto que ahora el número de
países a los que afecta es mayor.
El primer proceso globalizador se dio en el siglo XIX (fundamentalmente en su segun-
da mitad) y acabó precisamente en 1914. Nunca antes habían crecido los intercambios de
bienes y factores entre las naciones y en consecuencia nunca antes se había sacado partido
de una forma tan intensa de las ventajas del comercio internacional, pese a que no fue un
proceso totalmente uniforme1. Las enseñanzas de las Escuela Clásica Inglesa de Economía
Política se implementaban en un país tras otro del continente europeo y también del ameri-
cano y su laissez-faire derramaba sus frutos a través del crecimiento continuado de las
riquezas de las naciones. Pero para llevar a cabo el intercambio transfronterizo no sólo se
necesitaba la voluntad política de los gobernantes para reducir las barreras arancelarias, era
preciso disponer de un sistema monetario viable a nivel internacional sobre el que discu-
rriera el flujo de bienes, servicios y capitales. Las naciones lo tuvieron fácil, ya disponían
de uno y parecía funcionar bien. No hubo autoridad alguna que lo planificara al estilo de
los famosísimos acuerdos posteriores de Bretón Woods de 1944; se trataba de continuar con
el sistema de pagos que venía utilizando hasta entonces: emplear los metales preciosos para
cancelar las deudas internacionales.
Volvamos por un momento a la naturaleza del dinero en el siglo XIX. Como antes
hemos dicho, hacía tiempo que la moneda metálica compartía con el papel moneda e inclu-
so con los depósitos bancarios la capacidad de cancelar deudas y realizar pagos, pero a dife-
rencia de los patrones fiduciarios actuales, todo lo que podía definirse como dinero podía
convertirse con cierta facilidad en un activo real, generalmente plata u oro. Aun así, se sabía
que no existía una correspondencia directa entre el papel moneda en circulación –princi-
palmente billetes de banco– y las cantidades de oro depositadas en reservas de estas insti-
tuciones financieras. Los bancos desde sus inicios, allá en las postrimerías de la Edad
Media, habían aprendido las posibilidades de enriquecerse dejando en reserva una fracción
del dinero depositado por sus clientes. Pero este mismo sistema les enseñó a no emitir pasi-
vos muy por encima de estas reservas de metal porque podía darse el caso de que sus acre-
edores se abalanzaran a redimir estos pasivos lo que les conduciría a la quiebra inmediata.
La convertibilidad era la salvaguarda del sistema ya que imponía una disciplina a quienes
creaban dinero no metálico. En inicio, bajo este sistema ni siquiera era necesario que los
billetes fueran emitidos por un banco con garantía pública; cualquier banco comercial
disfrutaba de la capacidad emisora. Bastaba una cámara de compensación interbancaria
donde cancelar los saldos acreedores y deudores presentados por los diferentes bancos y
cerrar las diferencias en las cuentas con oro o plata. Como ha sugerido Vera Smith (1993),
un repaso en la historia financiera de occidente demuestra que la concesión del monopolio
de emisión a un banco central se debió más a razones políticas muy ligadas a las necesida-
des financieras de los Estados qua a argumentos económicos que desaconsejaran el libre
acceso al negocio de emitir billetes.

1 En realidad a partir de la depresión de 1873 hubo una cierta involución en las prácticas librecambistas.
~ 196 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

Si regresamos a la esfera internacional, el funcionamiento del sistema era sencillo; todo


el dinero en circulación tenía una garantía en metal precioso de modo que una vez estableci-
do el valor de la moneda nacional –libra, franco, dólar, etc.– en términos de plata u oro, los
cálculos y también lo pagos en los intercambios internacionales se llevaban a cabo en ese
patrón metálico de valor. Por ejemplo, ningún inglés esperaba recibir por la venta de su paño
en Portugal billetes denominados en escudos y convertibles en oro únicamente por el banco
emisor, los pagos se efectuaban en oro aunque se hicieran girando letras de cambio. Como
había dicho el mismo John Locke (1999) mucho tiempo antes, “los hombres en los negocios
no se comprometen por denominaciones o sonidos, sino por el valor intrínseco, que es la canti-
dad de plata”, de no ser así, las denominaciones resultan ser “sonidos vacíos, si no tienen la
cantidad de plata esperada”. Sin embargo, como cualquier mercancía, la plata y el oro poseían
su propio precio en función de su oferta y su demanda. Descubrimientos de nuevas minas o
el abaratamiento de los costes de extracción del metal acarreaban alteraciones de los precios
tanto interiores como internacionales. La llegada masiva del metal americano en el siglo XVI
daba buena prueba de ello y ponía en evidencia a ojos de algunos avezados teólogos salman-
tinos del momento la relación entre el valor del dinero y su efecto sobre los precios: la deno-
minada teoría cuantitativa. Más cerca en el tiempo, los descubrimientos de oro en California,
Australia a mediados del siglo XIX y los posteriores de Sudáfrica, Alaska, Canadá y Siberia de
1890 corroboraban fehacientemente esta relación.
Este sistema monetario tenía una gran virtud y también un pequeño defecto. La gran
virtud consistía en el mecanismo autorregulador de los desequilibrios externos; el pequeño
defecto radicaba en utilizar dos metales preciosos como referencia. Comentémoslo breve-
mente. Como quedó dicho en el tema 7, desde que David Hume escribiera su ensayo Sobre
la Balanza Comercial a mediados del siglo XVIII, se sabía que ninguna nación podía acumu-
lar indefinidamente metales preciosos en su interior. En una economía en la que el dinero
en circulación utilizaba como base monetaria esos metales, su afluencia repercutía directa-
mente en lo precios y en consecuencia la llegada de esos metales se traducía tarde o tempra-
no en una pérdida de competitividad de los productos autóctonos en los mercados
internacionales. El déficit de Balanza Pagos resultante haría que esos metales salieran del
país hacia otras naciones con niveles de precios comparativamente menores. Esta teoría
llamada del “Flujo en especie” desbancaba las tesis mercantilistas del momento que trata-
ban por todos los medios imaginables de impedir la huída de los metales preciosos del inte-
rior de las fronteras, según palabras de Hume, parecía “realmente como si hubiese en la
naturaleza un obstáculo invencible para este inmenso crecimiento de riquezas”. Por el
contrario, un país con precios deprimidos por la escasez de plata y oro disfrutaría de una
posición privilegiada en los cambios internacionales y vería como estos metales afluyen por
miles de canales distintos a través de sus fronteras. Metales y precios de los países estaban
en estrecha relación y el comercio internacional canalizaba los metales hacia las zonas
donde los precios estaban más deprimidos –como sucede con los líquidos cuando discurren
por vasos comunicantes–, todo lo cual garantizaba un cierto equilibrio en las balanzas exte-
riores de todos los países.
También Hume en otro de sus ensayos monetarios, Del dinero, expuso los meca-
nismos de ajuste, es decir cómo una entrada de metal en un país posee efectos reales
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS ~ 197 ~

beneficiosos a corto plazo. Los individuos con más dinero en sus bolsillos gastan más y,
conforme se distribuye ese caudal por todos los estratos de la sociedad, se experimenta
un periodo de florecimiento en la economía que dura el espacio de tiempo en que se
transforma en subida de precios. Pero este sistema también funciona en sentido inverso
y ocasiona efectos contrarios. Como señala Hume, “hay siempre un intervalo antes de
que los negocios se ajusten a la nueva situación, y este intervalo es tan pernicioso a la
industria cuando el oro y la plata disminuye, como ventajoso cuando estos metales van
en aumento”.
Hasta ahora hemos visto el mecanismo regulador del sistema monetario y los ajustes
que implica su plena puesta en funcionamiento. Veamos sus inconvenientes.
El gran problema de establecer como patrón monetario una mercancía, como puede
ser el oro o la plata, es que tiene un valor variable. Ya antes hemos dicho cómo los nuevos
descubrimientos influyen en los precios. Cuando se utilizan dos metales al mismo tiempo
como dinero los problemas se multiplican porque, si una vez establecida la corresponden-
cia entre los dos, el valor de uno de ellos –o de los dos al mismo tiempo– diverge de esa
paridad de cambio, inmediatamente el metal que se encarece en términos relativo es lleva-
do al crisol para venderse como mercancía y desaparece de la circulación. Esta es la cono-
cida aunque apócrifa Ley de Gresham, un experto tratante de cambios y servidor de Isabel
I de Inglaterra (Kindleberger: 1988). En este sentido Friedman (1992) sostiene que los
patrones monetarios bimetálicos en la historia no han funcionado realmente como tales; la
continua presión de la ley de Gresham ha provocado lo que él denomina un “monometalis-
mo basculante”, es decir, unas veces se utilizaba la plata y otras el oro en razón del precio
en el mercado de ambos metales.
Sin embargo, había argumentos poderosos a favor del bimetalismo: por un lado se
podía conseguir una mayor estabilidad de precios a largo plazo, habida cuenta de que el
bimetalismo reparte entre dos mercados, el del oro y el de la plata, los efectos de las fluc-
tuaciones en sus mercados respectivos. Por otro lado, parece que un sistema bimetálico
satisface mejor el amplio abanico de transacciones que requiere la economía (baste imagi-
nar la dificultad en el manejo de una pequeñísima moneda de oro con la que comprar una
cerveza). Por todo ello, durante mucho tiempo, los artículos de distinto valor se negociaban
con diferentes clases de monedas, de oro, plata o cobre.
En definitiva, el sistema monetario hasta el siglo XX se basaba básicamente en la
utilización de dos metales como base monetaria. Este sistema poseía un mecanismo auto-
corrector de los desequilibrios de balanza de pagos e imponía una severa disciplina a la
creación de billetes por el sistema bancario. Por otro lado, la posible utilidad de disponer de
dos metales para llevar a cabo todo tipo de transacciones y estabilizar los niveles generales
de precios era contrarrestada por las dificultades de mantener una paridad oficial entre oro
y plata cuando los valores de estos dos metales divergían en los mercados. Sin embargo, en
el transcurso del siglo XIX la plata iba a desaparecer paulatinamente –y no sin oposición–
como patrón de referencia en el sistema monetario internacional. De este modo al finalizar
la centuria el dominio del oro fue total, en este sentido se puede hablar mucho más que
metafóricamente de la edad dorada de los cambios internacionales.
~ 198 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

1.1 El patrón oro


El primer país en adoptar el oro como patrón monetario fue Inglaterra. Después de las gran-
des depreciaciones de la moneda de plata que se produjeron durante el conflictivo siglo XVII
inglés, finalmente el mismo Isaac Newton en 1717 determinó el precio del oro en 3 libras,
17 chelines y 10,5 peniques, una paridad que Inglaterra iba a mantener con uñas y dientes
hasta 1931 (con excepción a los periodos de inconvertibilidad, entre 1797 y 1819, y entre
1914 y 1925). La plata se desmonetizó en 1774 y se eliminó como moneda de curso legal
para sumas que excedieran las 25 libras.
La vuelta a la convertibilidad tras las guerras napoleónicas en 1816 instauró el patrón
oro en Inglaterra de una manera tan firme que a lo largo del siglo doblegaría a aquellos países
que se oponían a la adopción del monometalismo áureo. Uno de los más duros adversarios
al patrón-oro inglés fue Francia, entre otras cosas porque tenía en su poder grandes reservas
de plata. Friedman estima que la plata amonedada en Francia tanto en 1850 como en 1870
representaba aproximadamente el 10 por ciento de toda la plata producida en el mundo desde
1493, por tanto es comprensible que se resistiera a adoptar el oro como único metal de refe-
rencia para sus pagos. De su iniciativa surgió en 1865 la Unión Monetaria Latina, que esta-
ba integrada además de por Francia, por Bélgica, Italia y Suiza, a la que más tarde se unieron
Grecia, Rumanía y España. Estos países optaron por la plata como metal en el que basar sus
monedas. Sin embargo dos acontecimientos pusieron término a la Unión. En primer lugar
aumentó la producción mundial de plata por dos motivos: el descubrimiento de minas de
plata en California y Australia de mitad de siglo, y el desarrollo de nuevas técnicas de extrac-
ción de la plata que hacía rentable trabajar con minerales con bajo contenido en metal precio-
so. En segundo lugar, tras la derrota francesa en la guerra franco-prusiana, el canciller
Bismarck exigió a los vencidos una indemnización de cinco millones de francos en oro. Fue
entonces cuando Alemania sustituyó su patrón bimetálico por un patrón oro, y se deshizo de
gran parte de las tenencias de plata que salvaguardaban sus emisiones de papel. Por estas dos
causas el mercado internacional se inundó de plata y este metal se depreció. En estas circuns-
tancias la lógica del sistema imponía una subida de precios en aquellos países que utilizaran
la plata como patrón monetario. Sin embargo, en vez de permitir la inflación, los países inte-
grantes de la Unión acabaron abandonándola prefiriendo refugiarse en el patrón oro. Desde
entonces (1875-1880) y hasta la Primera Guerra Mundial, el oro constituyó el único metal
de referencia para las grandes naciones Europeas y para EEUU, que vio como sus esperan-
zas de adoptar un patrón bimetálico se desvanecían en la Conferencia Monetaria
Internacional de 1878. Curiosamente sólo España continuó con un patrón plata al abandonar
la convertibilidad en oro de billetes del Banco de España en 1883.

2. LAS CONSECUENCIAS DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL


Siempre resulta difícil establecer las causas que conducen a una guerra, la personalidad de
un líder, la sublevación de una minoría reprimida, las ansias expansionistas de un pueblo, la
supuesta superioridad de una etnia, la pugna por un territorio, etc. No es éste el sitio donde
discutir sobre las razones que condujeron a la Primera Guerra Mundial, sino el momento de
analizar cómo esta guerra alteró el sistema económico de las naciones de un modo tal que,
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS ~ 199 ~

pese a denodados esfuerzos de muchas de ellas, fue imposible reconstruir el mundo ante-
rior al conflicto. Es obvio que la envergadura de la guerra justificó unas pérdidas en vidas
humanas y de destrucción física a las que era difícil de sobreponerse, pero tal vez los
problemas más graves no se derivaron de la gran catástrofe física sino de los errores políti-
cos que se cometieron cuando se intentó volver a la normalidad. Pero antes de adentrarnos
en la política económica de la posguerra, demos algunas cifras del esfuerzo del gasto béli-
co y de las bajas humanas y sus consecuencias inmediatas.
Se calcula que el número de soldados muertos en la guerra se aproximó a los 10
millones, a esto hay que añadir unos 40 millones de bajas civiles directas de la contienda e
indirectas por la propagación de la terrible “gripe española” que se difundió a causa de la
guerra. Los gastos militares fueron también muy onerosos; las estimaciones sobre el coste
de las operaciones militares varían entre los 180.000 y los 230.000 millones de dólares,
medidos en poder adquisitivo de 1914. Tales gastos difícilmente podrían acometerse con un
simple aumento de la presión impositiva o a través de las emisiones de deuda pública. Ante
una necesidad tan apremiante de fondos, los gobiernos de los países beligerantes utilizaron
la vía rápida de obtención de financiación: la emisión de papel moneda. Sin embargo, esta
vía rápida y sencilla de financiación conllevaba su cruz particular: la pérdida de la conver-
tibilidad. Caía por tanto uno de los pilares en los que se había sujetado el crecimiento duran-
te el siglo XIX y los esperanzadores comienzos del XX, el patrón oro. Las amarras que
sujetaban a los niveles de precios se rompió y éstos subieron como lo haría un globo aeros-
tático cuando se desprende de su lastre. No era algo radicalmente nuevo en la historia; la
misma Inglaterra había vivido un momento similar en el transcurso de las guerras napole-
ónicas un siglo antes. Sin embargo, ahora se trataba de una política generalizada y como tal
redundó en una elevación de precios sin precedentes que afectó a cada país de un modo dife-
rente en función de sus emisiones de papel inconvertible durante la guerra.
El segundo de los pilares que cayó hecho añicos durante la guerra fue la libertad en
el comercio internacional. Ya hemos visto que el crecimiento de la época anterior a la Gran
Guerra se debió en gran medida a la porosidad de las fronteras a través de cuales discurren
bienes, servicios, capitales y también personas. La Guerra acabó con ello y en su lugar se
impuso el proteccionismo como arma defensiva. La dislocación del mercado internacional
que se había forjado durante años fue total. La mayoría de los países europeos había apren-
dido a ser dependientes y a especializarse siguiendo fielmente las recomendaciones de la
teoría ricardiana de la “ventaja comparativa”, pero con la irrupción de la guerra los políti-
cos hicieron suyas las palabras de Adam Smith para quien “la defensa era más importante
que la opulencia”. Un caso particular y extremo de desintegración económica fue el acae-
cido en el Este europeo que desarrollamos a continuación.

2.1. La desintegración de Europa Oriental


Como bien señala Gabriel Tortella (2000), una de las paradojas de la “guerra imperialista”
del 14 es que tuvo la virtud de terminar con los cuatro imperios que tomaron parte en ella.
Como veremos, el Imperio Ruso se convirtió en la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas, el alemán acabó en una simple República, pero los casos mayores de desinte-
~ 200 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

Figura 11.1: Nuevos estados formados después de la Primera Guerra Mundial

FINLANDIA
Nuevos estados formados hasta 1920con el apoyo de
los aliados

Parte restante del imperio austro-húngaro: dos estados


independientes y separados, intituidos por las potencias
aliadas.

Territorio del imperio austro-húngaroanexionado a ESTONIA


Rumanía y a Serbia por las potencias aliadas. La Gran
Serbia se convirtió en el reino de Serbia, Croacia y
Eslovenia, llamado a continuación Yugoslavia.

o
l tic

Territorio que antes pertenecía a Rusia, anexionado aar
Rumanía LETONIA
M

RUSIA
Dáncig LITUANIA
(ciudad libre)

PRUSIA
ORIENTAL

POLONIA

CHECOSLOVAQUIA

BE
SA
RA
AUSTRIA BI
HUNGRÍA A
Fiume
(ciudad libre) RUMANIA

YUGOSLAVIA
ITALIA M
ar BULGARIA Mar Negro
Ad
riá
tic
o
ALBANIA

CIA
GRE
TURQUÍA

Fuente: C.C. FEINSTEIN, P. TEMIN y G. TONIOLO, The European economies between the wars, Oxford,
Oxford University Press, 1997, p. 29 (trad. it.: L’economia europea fra le due guerre, Roma-Bari,
Laterza, 1998).
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS ~ 201 ~

gración fueron el Imperio Austro-Húngaro y el Otomano. De las cenizas del imperio de los
Habsburgo de formaron parcial o por completo diez nuevas naciones (Figura 11.1). El
imperio turco perdió con la guerra prácticamente todos los territorios en el continente euro-
peo, excepto la región inmediata a Estambul y las provincias árabes del Oriente Próximo.
Más tarde con la Revolución Turca en 1922 nacería la República nacional Turca –la moder-
na Turquía– que conservó la Tracia –su provincia europea– y la península de Anatolia, arre-
batada a los griegos.
Pero más allá de la desmembración política del Este europeo, está la desintegración
económica que trajo consigo la formación de nuevas fronteras con sus correspondientes
aranceles. El imperio Austro-Húngaro había creado una zona de libre comercio en la cuen-
ca del Danubio que fomentó la especialización económica; áreas industriales en el oeste y
agrarias en el sur y este. Al deshacerse el imperio los nuevos Estados defendieron su nacio-
nalidad con el proteccionismo comercial. Los mercados se redujeron, productores y consu-
midores quedaron en lados opuestos de las fronteras, y las nuevas naciones buscaron la
autosuficiencia. El resultado de esta fragmentación fue el empobrecimiento de la zona. Si
unimos a la política proteccionista de estos nuevos países la carga de las reparaciones de
guerras exigidas a Austria, Hungría y Checoslovaquia en la Paz de París; los escasos fondos
de ayuda de Occidente; la debilidad de los recién creados sistemas fiscales, y la impericia
de las autoridades monetarias, la política de monetización del déficit público fue práctica-
mente el único camino para hacer frente a sus dificultades financieras. Como sucedía en
Occidente la consecuencia inmediata fue la inflación que, como la virulenta gripe de la
guerra, se extendía por todos los confines del continente.

2.2. La hiperinflación alemana


Con todo y con mucho, el proceso inflacionista más estudiado de la posguerra por sus
enormes dimensiones fue el alemán. El origen de este proceso está en las famosas repara-
ciones de guerra establecidas en el Tratado de Paz de París. El tratado tuvo varios lugares
de negociación a la afueras de la capital francesa y el palacio de Versalles fue el elegido
para establecer las condiciones de la paz con Alemania, de ahí que se conozca común-
mente con el nombre del Tratado de Versalles. Las estipulaciones del Tratado fueron
bastante punitivas; privó a Alemania del 13 por ciento de su territorio y del 10 por ciento
de su población. Esto suponía la pérdida de aproximadamente el 15 por ciento de su tierra
cultivable y de las grandes zonas productoras de hierro, cinc y carbón. Sus colonias fueron
confiscadas así como todas las inversiones exteriores no liquidadas durante la guerra; tuvo
que rendir su armada y la mayor parte de su flota mercante, 5000 locomotoras, 150.000
vagones, 5000 camiones, etc. Además los aliados exigieron suministros continuados de
diversos productos como el carbón que representaba entre el 4 y el 5 por ciento del PIB
alemán de la época. Si esto no era suficiente humillación para la nación vencida, se creó
una Comisión de Reparaciones con sede en Berlín que evaluaría los pagos monetarios en
concepto de indemnización por los daños causados en los territorios aliados y que iba a
establecer unas cuantías fuera de toda proporción (132.000 millones de marcos de oro).
Fue entonces cuando John Maynard Keynes –quien se convertiría en el economista más
importante del siglo XX– entró en la arena de la economía internacional.
~ 202 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

Keynes formaba parte de la delegación inglesa en el tratado de paz y tal fue su oposi-
ción a la actitud revanchista de los aliados que renunció a su puesto y escribió un libro, Las
consecuencias económicas de la paz, en el que exponía sus críticas a las duras reparaciones
de guerra y vaticinaba consecuencias desastrosas para Europa. Por entonces sólo se dejaron
sentir males en el país vencido. Alemania estaba económicamente arruinada por los gastos
bélicos y su capacidad productiva dañada por la guerra. Como el resto de países implicados
en la guerra, había monetizado el gasto e incurrido en la inflación. A esto se unía las confis-
caciones y “amputaciones territoriales” dictaminadas en el tratado. Si además tenemos en
cuenta la imposibilidad de sacar partido del comercio internacional por las prácticas protec-
cionistas del momento, es fácil percatarse de las escasísimas posibilidades que tenía
Alemania de cumplir con los pagos impuestos. Por todo ello Alemania no tuvo más reme-
dio que responder con morosidad y con la emisión descontrolada de papel.
En el verano de 1922 la situación se hizo crítica y Alemania pidió infructuosamente una
moratoria de sus deudas. Detrás de la negativa aliada a la renegociación o posible condonación
de las reparaciones estaba Estados Unidos que les reclamaba a su vez los préstamos concedi-
dos para financiar la guerra. La debilidad de las economías europeas hacía por tanto que los
pagos de Francia, Gran Bretaña y el resto de aliados a Estados Unidos dependieran de las repa-
raciones que pudieran obtener de Alemania. La solución más plausible hubiera sido que
Estados Unidos cancelara sus deudas con los aliados pero se mostró inflexible en sus exigen-
cias, una rigidez en las demandas de pago que se trasladó con la misma intensidad al otro lado
del Atlántico. Pero los acontecimientos se precipitaron. A finales de año Alemania suspendió
los pagos y Francia y Bélgica decidieron ocupar la zona minera del Ruhr para incautarse direc-
tamente de producción y resarcirse. Se trató de una mala decisión porque entonces los alema-
nes respondieron con la resistencia pasiva en connivencia con el gobierno que no dudó en pagar
los salarios a los trabajadores durante la ocupación. El déficit público se multiplicó y con él las
grandes tiradas de papel moneda. En 1923 la inflación alcanzó cifras astronómicas, el índice de
precios de enero a noviembre se multiplicó por la prácticamente inimaginable cifra de 270
millones. Si en 1914 el tipo de cambio era de 4,2 marcos por dólar, en noviembre de 1923 esta-
ba a 4,2 billones de marcos por dólar; alguien debió de advertir la coincidencia de la cifra
porque en ese mismo mes las autoridades monetarias, para poner orden a tal desastre moneta-
rio, desmonetizaron el marco y lo sustituyeron por una nueva unidad de cuenta, el rentenmark,
que equivalía a un billón de marcos antiguos. Fue entonces cuando precipitadamente se convo-
có una comisión internacional para estudiar los enormes problemas de las reparaciones. Esta
comisión produjo el llamado Plan Dawes, por Charles G. Dawes, el político y financiero ameri-
cano que la presidió y que posteriormente fue premiado con el Nobel de la Paz en 1925 como
reconocimiento al papel desempeñado en esta comisión.
El plan Dawes supuso la salvación para Alemania. Se renegociaron las condiciones de
pago aunque no la cuantía de la deuda; las cuotas anuales se redujeron y se estableció su actua-
lización en función del crecimiento de la economía alemana. Pero sobre todo la principal
ayuda internacional que incorporaba el plan Dawes fue un préstamo de 800 millones de
marcos en su mayor parte aportados por Estados Unidos. El plan fue un éxito; en los años
siguientes Alemania cumplió con los pagos, el marco mantuvo su estabilidad, y comenzó un
periodo de recuperación incentivado por la llegada continua de capitales norteamericanos
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS ~ 203 ~

hacia Alemania. Se trató de una prosperidad efímera porque la estrecha vinculación con
Estados Unidos hizo que Alemania se resintiera de los efectos de la Gran Depresión del 29
incluso antes de que ésta se manifestara con el crack bursátil. Lo estudiaremos más adelante.

2.3. La difícil vuelta a la normalidad


Acabamos de ver los duros momentos por los que atravesó Alemania tras la Gran Guerra,
pero a fin de cuentas era el país vencido y en cierto modo era lógico que sintiera en sus
propias carnes el dolor de la derrota. Sin embargo, no fue el único que padeció en los años
siguientes a la firma de Versalles. Gran Bretaña, dentro del grupo de los victoriosos, fue uno
de los países que más sufrió para recuperar la “normalidad”.
Como ya dijimos, tanto en la Europa Occidental como Oriental, el recurso directo a
las emisiones de billetes fue una práctica habitual para financiar los déficits públicos. Los
distintos gobiernos renunciaron a hacer convertibles en oro estos billetes y la inflación se
extendió por todo el territorio europeo. No obstante, los efectos inflacionistas no afectaron
por igual; hemos visto el caso más agudo de la hiperinflación alemana y no menos intensas
fueron las tasas de los recién creados Estados del Este europeo. En Occidente las subidas
de precios fueron mucho más moderadas, por eso se pensó que algo habría que hacer para
volver a la situación de los cambios de preguerra. Era el momento de recuperar el patrón
oro que tan buenos resultados había producido durante el siglo anterior.
Así las cosas se organizaron varias conferencias, la primera de ellas en 1920 en
Bruselas auspiciada por la Sociedad de Naciones (la débil antecesora de las Naciones
Unidas, creada en Versalles), pero no llegó a ningún acuerdo debido a que aún no se había
determinado la cuantía y sistema de pagos de las reparaciones de guerra alemanas. La
conferencia de Génova de 1922 fue más productiva; allí se contempló por primera vez la
utilización del patrón cambios oro. Este sistema consistía en establecer una moneda –en este
caso fue la libra– como depósito de valor en las reservas de los bancos centrales. De hecho,
la libra asumía el papel del oro como divisa de reserva sobre la que emitir los billetes. De
esta forma se paliaba la necesidad de que fuese oro todo el encaje bancario; ahora una parte
podía seguir siendo oro, y otra, libras en papel. El objetivo último era romper en parte la
estrecha supeditación del crecimiento de comercio internacional al descubrimiento de
nuevos yacimientos se oro. Sin embargo, el vínculo no se perdía del todo ya que se daba por
supuesto que este sistema monetario debía descansar en la plena convertibilidad de la libra
en oro, algo que aún no se había recuperado.
En este punto Keynes volvió a entrar en escena. En la discusión sobre la vuelta a la
convertibilidad de la libra, Gran Bretaña se debatía entre aceptar la depreciación que se
había producido durante esos años o volver al veterano dogma de las 3 libras, 17 chelines y
10,5 peniques la onza de oro que había establecido Newton en 1717. Keynes expresó sus
opiniones al respecto en un magnífico libro titulado Breve tratado sobre la reforma mone-
taria, publicado en 1923 (1992). En él manifestaba su ferviente oposición al restableci-
miento de la paridad de preguerra que según él acarrearía una dolorosa deflación. Es más,
propuso el abandono definitivo del patrón oro y su sustitución por una moneda fiduciaria
controlada por las autoridades –algo muy parecido al sistema monetario internacional
~ 204 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

actual. Para Keynes el patrón oro no era sino una “reliquia bárbara” que había funcionado
bien durante el siglo XIX por la caprichosa fortuna del descubrimiento continuado de nuevos
yacimientos pero era de ilusos confiar en “que una sucesión de accidentes conservaría esta-
ble el valor del oro en el futuro”. Por último denunció la situación de dependencia que se
establecería respecto de Estados Unidos. Durante la guerra, Estados Unidos había acapara-
do grandes cantidades de oro que mantenía la Reserva Federal, su banco central. Las auto-
ridades monetarias norteamericanas en vez de permitir la depreciación del metal y en
consecuencia poner en funcionamiento el mecanismo del flujo en especie de Hume, habían
esterilizado las entradas de metal atesorándolo. En consecuencia, el oro poseía un valor
“artificial” cuya evolución futura ya no dependía de los aleatorios dones de la naturaleza
sino de las decisiones de la Junta de la Reserva Federal.
Este diagnóstico de la situación en el sistema monetario internacional no fue escu-
chado ni entendido por los políticos del momento, especialmente por Winston Churchill
–por entonces ministro de Hacienda inglés– que en 1925 decidió retornar al patrón oro con
la paridad de preguerra haciendo caso omiso a las recomendaciones de Keynes. El mismo
Keynes le dedicó entonces sus críticas en varios artículos de prensa posteriormente
compendiados en un libro, Las consecuencias económicas de Mr. Churchill. Los partidarios
de la vuelta a la convertibilidad de preguerra poseían, con todo, sus argumentos; era una
obligación moral para los gobernantes garantizar que los ahorros de los ciudadanos en los
depósitos bancarios de preguerra representaran al término de la contienda las mismas
brillantes onzas doradas. Pero el argumento de fondo no tenía que ver con la justicia; se
trataba más bien de honor. La vuelta a la paridad era la respuesta al desafío de Nueva York
como centro financiero mundial, como señala Kindleberger, era una cuestión de autoestima
y de necesidad de “mirar al dólar a los ojos”.
Las repercusiones de esta estabilización monetaria no tardaron en aparecer. Para
volver a la antigua paridad acometieron una reducción de la circulación monetaria, la
apreciación de la libra encareció los productos ingleses que perdieron competitividad en
los mercados internacionales y provocó un déficit comercial. La deflación de precios fue
especialmente dura para empresarios y trabajadores; las presiones a la baja de los salarios
provocaron graves tensiones sociales que incluso desembocaron en una huelga general de
nueve días en 1926 y una de mayor duración en la industria del carbón. Aun así los sala-
rios reales no se redujeron lo suficiente para acabar con el paro que campaba a sus anchas
por la isla. El intervalo de ajuste entre la disminución de la cantidad de dinero y las
correspondientes bajadas de precios que había descrito Hume a mediados del siglo XVIII
se dejaba sentir dolorosamente en la Gran Bretaña de los años veinte. Sólo al final de la
década comenzó a mejorar la situación, una mejora efímera porque lo peor estaba por
llevar con la Gran Depresión.
El resto de los países no lo tuvieron tan difícil. Francia fue un país que, pese a las gran-
des pérdidas en capital humano y físico que sufrió durante la guerra, su recuperación en los
años veinte no fue tan traumática como la inglesa. Ciertamente con el armisticio recuperó las
ricas regiones mineras de Alsacia y Lorena, pero quizá el factor que contribuyó más a su recu-
peración fue la estabilización del franco. La decisión que tomaron fue la contraria a la ingle-
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS ~ 205 ~

sa, devaluar su moneda. Si antes de la guerra el tipo de cambio era de 5,18 francos por dólar,
en 1926 –año de la estabilización– la paridad se fijó en 25,53 francos por dólar, que era apro-
ximadamente la depreciación que se había producido en el mercado durante esos diez años.
Los efectos fueron los previsibles: una mejora de la competitividad de los productos france-
ses en los mercados internacionales. Esta política no pudo por menos que ser criticada por el
gobierno inglés que consideraba que las ganancias internacionales basadas en la devaluación
de la moneda era una forma muy poco honesta de competir.
Al término de la década prácticamente todos los países europeos y América habían
estabilizado sus monedas. En Europa sólo cuatro de ellos –Suecia, Holanda, Gran Bretaña
y Dinamarca– recuperaron la paridad de preguerra, mientras que el resto devaluó en algu-
na medida su moneda (en muchos casos –como se aprecia en el cuadro 11.1.– en una enor-
me medida).

Cuadro 11.1: Estabilizaciones monetarias europeas después de la guerra


Año de estabilización Nueva paridad respecto
a la preguerra (%)
Suecia 1922 100
Holanda 1924 100
Gran Bretaña 1925 100
Dinamarca 1926 100
Italia 1926 27,3
Francia 1926 20,3
Checoslovaquia 1923 14,6
Bélgica 1926 14,5
Yugoslavia 1925 8,9
Grecia 1927 6,7
Portugal 1929 4,1
Hungría 1924 0,0069
Austria 1922 0,00007
Polonia 1926 0,000026
Alemania 1923 0,0000000001

Fuente: C.H. FEINSTEIN, P. TEMIN Y G. TONIOLO (1997): The European Economy between The Wars,
Oxford, Oxford University Press. Recogido por Zamagni (2002)

Sin embargo tan pronto se levantaron los cimientos monetarios derrumbados por la
guerra, un nuevo cataclismo iba a echarlo por tierra. La Gran Crisis de 29 iba a dar una
nueva embestida a un apenas reinstaurado edificio áureo.
~ 206 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

3. LA CRISIS DEL 29
Antes siquiera de narrar los hechos concretos que dieron lugar a la Gran Depresión del 29,
recapitulemos cómo se había retornado a la “normalidad” en la década de los veinte. En
primer lugar y pese a los inútiles esfuerzos de los ingleses por mirar frente a frente a los norte-
americanos, Estados Unidos se había convertido en la gran potencia mundial. La guerra había
transformado a un tradicional deudor en el mayor acreedor de las naciones europeas. Un acre-
edor, sin embargo, que no podía cobrar sus deudas sino era prestando de nuevo a sus deudo-
res; una tarea que tampoco resultaba extremadamente gravosa a Estados Unidos a tenor de su
constante superávit comercial de esos años. El gran crecimiento de la productividad en indus-
trias como la automoción, la electricidad, las comunicaciones o el sector de la construcción,
le había catapultado a lo más alto en los niveles de desarrollo del planeta. En esta época de
vacas gordas, la Reserva Federal veía cómo sus tenencias de oro se multiplicaban y –como
describía Keynes– las autoridades monetarias tan pronto como llegaban las remesas de metal,
las enterraban en lo más profundo de sus cámaras para impedir que formaran parte de la base
monetaria. En una situación como ésta no debe extrañarnos que decidiera ayudar financiera-
mente a Europa. El préstamo del Plan Dawes fue un cabo importante para reflotar a la econo-
mía alemana, pero no fue el único porque Alemania recibió sucesivas oleadas de capitales
privados norteamericanos. Temporalmente todo funcionó como se esperaba; Alemania se
recuperaba y efectuaba sus pagos por reparaciones de guerra a los aliados, y estos a su vez
podían pagar las deudas contraídas con Estados Unidos; capitales de ida y vuelta que creaban
un círculo virtuoso por momentos. La bonanza de la economía norteamericana era la clave del
crecimiento europeo, por eso cuando la primera se colapsó nada impidió que arrollase a las
convalecientes naciones del viejo continente.
Un segundo factor que iba a explicar el contagio de la depresión fue el patrón
cambios oro. Como hemos visto consistía en un sistema mixto de reservas bancarias, oro y
libras convertibles, que servían de base monetaria para la emisión de papel moneda. Con
este sistema se reducía efectivamente la dependencia del oro y la capacidad de creación de
dinero por los bancos sin duda aumentaba, pero había que pagar un precio y éste era que,
ante una crisis, se aceleraba la rapidez del contagio. Si los poseedores de billetes en Nueva
Zelanda, por ejemplo, quisieran hacerlos convertibles en oro, es posible que reclamaran al
Banco de Inglaterra la conversión en oro de sus libras en reserva, lo que presionaría a su
vez la reducción en la emisión de sus libras. Además de los efectos sobre la economía real
de la deflación en Gran Bretaña, eliminaría libras del mercado internacional y es posible
que las reservas de los bancos centrales de todos los países integrantes del sistema se vieran
reducidas.
Tradicionalmente se piensa que el derrumbe del índice bursátil de la Bolsa de Nueva
York, el 24 de octubre de 1929 –el famoso “jueves negro”–, fue el desencadenante de la
crisis, pero ya antes había indicios de que la economía mundial se había levantado sobre
bases poco sólidas. Los primeros efectos se sintieron en Alemania meses antes de la fatídi-
ca fecha. Como vimos, Alemania era la nación europea más dependiente de los préstamos
norteamericanos, por ello, cuando estos capitales cambiaron el rumbo prefiriendo sacar
rentabilidad en la Bolsa norteamericana, los alemanes se encontraron sin la red de auxilio
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS ~ 207 ~

que los mantenía a flote. Los pagos por reparaciones se resintieron de la huida de estos capi-
tales y, como se hiciera en 1923, en 1929 se creó una nueva comisión, esta vez presidida por
Owen D. Young, que emulara los éxitos obtenidos por su compatriota Charles C. Dawes para
aliviar el peso de las deudas alemanas. Sin embargo, no tuvo tiempo de dar sus frutos. Ante
la crisis financiera americana de los meses siguientes, se propuso la moratoria del Plan
Young. Y en 1931, en el punto más álgido de la crisis financiera internacional los pagos de
guerra fueron suspendidos. Pero no nos adelantemos a los acontecimientos, hasta ahora sólo
nos ha interesado el escenario, lo actores estaban por llegar y el crack bursátil era sin lugar
a dudas el intérprete principal del drama.
En la primavera de 1929 el Producto Nacional Bruto norteamericano tocó techo. A
partir de entonces la producción industrial descendió levemente pero nadie se preocupó
demasiado por ello; la Bolsa seguía con cotizaciones al alza. Tras breves oscilaciones en los
meses de septiembre y octubre, finalmente el 24 de ese mes se desencadenó una venta en
masa acciones que, a pesar de los esfuerzos de algunos banqueros por detener la avalancha
en las ventas, fue seguido del “martes negro” –el 29 de octubre. El descenso en el índice del
mercado de valores de Nueva York fue enorme; de un nivel de 316 de media en septiembre,
tomando como base 100 el año 1926, se pasó a 147 en diciembre.
Pero aunque es cierto que el derrumbe bursátil fue el desencadenante de la crisis, su
virulencia en la economía americana guarda una estrecha relación con el diseño del sistema
financiero. En primer lugar, una práctica admitida por los agentes de bolsa fue financiar a
crédito las compras de sus clientes que en algunos casos pagaban únicamente el 10 por cien-
to al contado y el 90 restante lo tomaban prestado. Estos préstamos ascendieron al 3.600
millones de dólares el 30 de junio de 1927, a 4.900 millones un año después y alcanzaron la
cifra de los 6.400 millones al acabar 1928. Además los préstamos tenían normalmente como
único aval el valor bursátil de las acciones por lo que una vez que estos valores se desploma-
ron, el pánico financiero se contagió a todo el sistema crediticio. Por consiguiente, la crisis de
las empresas bursátiles se trasladó a los bancos, éstos podrían haber resistido la embestida
pero muchos no lo hicieron. De nuevo las características del sistema bancario americano impi-
dió crear el cortafuegos necesario para impedir la propagación del desastre financiero.
Como resultado de una ancestral desconfianza en los bancos en Norteamérica, los
legisladores habían creado una reglamentación muy restrictiva con respecto al tamaño que
deberían tener los bancos y a la capacidad de establecer sucursales en diversos Estados del
territorio. Las pequeñas y numerosísimas entidades surgidas de la aplicación de estas
normativas (llegó a haber hasta 30.000 bancos diferentes) originó un sistema bancario muy
sujeto a la coyuntura local de emplazamiento y, en consecuencia, incapaz de diversificar sus
riesgos geográficos y sectoriales. Cuando se puso a prueba la fortaleza de este sistema tras
el derrumbe de la bolsa, se comprobó dolorosamente cómo se sumaban a la vorágine de
quiebras. El pánico financiero y la desconfianza en el sistema crediticio alcanzó tal magni-
tud que finalmente Franklin D. Roosevelt, apenas llegado al poder decretó la moratoria
bancaria en marzo de 1933 y suspendió la convertibilidad en oro de los dólares para el
público. Todo ello podía haberse evitado si la Reserva Federal hubiera acudido a ayudar a
los bancos comerciales pero no fue así. En la creencia de que cualquier ayuda podía provo-
car la relajación en los estándares de precaución que debían tener los bancos por sí mismos
~ 208 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

–un problema de “riesgo moral”– no sólo no ayudaron sino que vieron con buenos ojos el
castigo que el mercado estaba infligiendo a los malos gestores que habían concedido prés-
tamos sobre valores ficticios en bolsa.
Hasta aquí hemos visto la crisis financiera, pero no las repercusiones en la economía
real. Estas fueron de una enorme envergadura: deflación; quiebras; una tremenda caída de
la producción industrial y, lo más dramático, una tasa de paro que superó el 20 por ciento
del total de la fuerza de trabajo entre 1932 y 35. Si unimos a este dato el hecho que Estados
Unidos era en un país donde el desarrollo del Estado del Bienestar era mínimo, estar sin
empleo era prácticamente sinónimo de encontrarse al borde de la inanición.
Los durísimos efectos sobre la economía real han llevado a los economistas a cuestio-
narse sobre las causas primigenias de la crisis. La disminución en la producción industrial y
las bajadas de precios de las materias primas meses antes de desplomarse el mercado de valo-
res es el argumento que esgrimen aquellos economistas que no creen que fuesen las restric-
ciones monetarias las que causaron la crisis, estos economistas por el contrario abogan por los
efectos de una insuficiente demanda agregada, más en concreto del consumo y la inversión;
una explicación que iba a hacer famosa Keynes poco después con la publicación de su libro
La Teoría General de la Ocupación, el interés y el dinero en 1936. Los partidarios de la
opinión contraria –los monetaristas– insisten en la contracción monetaria como causa que
originó la crisis y que fue la deflación obligada de la contracción la que afectó negativamen-
te a la economía real. Las altas cifras de paro serían entonces el resultado de la rigidez a la
baja en los salarios que no acabarían de cerrar la brecha entre oferta y demanda de trabajo (una
reflexión en cierto modo bastante keynesiana). Una explicación mixta es la que realiza
Kindleberger que cree que la contracción de crédito comercial fue el factor clave que explica
la reducción drástica del precio de las mercancías, especialmente las comercializables inter-
nacionalmente incluso antes del mes de octubre del 29. Debido a que los bancos racionaban
el crédito a corto plazo a sus clientes a favor del mercado de préstamos a los agentes de bolsa,
aquellos tuvieron serios problemas para efectuar sus compras normales, y los vendedores –en
su mayoría intermediarios comerciales– no tuvieron ningún interés en almacenar sus mercan-
cías, con lo que optaron por rebajar los precios. Una explicación plausible para la bajada de
precios al por mayor y la reducción en la producción de la industria automovilística que anti-
ciparon y acompañaron a la caída del mercado de valores.
Al margen de la controversia sobre qué explicación es la correcta, lo realmente cierto
fue que una serie de adversos acontecimiento agravaron y alargaron sustancialmente la crisis.
Hemos visto cómo se toleraron inversiones al descubierto en la bolsa, cómo la Reserva
Federal se negó a asumir el papel de prestamista en última instancia e hizo caso omiso a las
urgentes necesidades de liquidez de los bancos permitiendo sus quiebras, y también hemos
aludido a la vulnerabilidad de sistema bancario norteamericano. Si unimos a esto la política
proteccionista que ya se venía aplicando a lo largo de la década y que tras la crisis se recru-
deció con el tristemente famoso Arancel Smoot-Hawley de 1930 –el más restrictivo de la
historia arancelaria americana– no es de extrañar que la crisis lejos de remitir se enquistara.
Como era previsible el contagio en Europa fue inmediato. La dependencia de las
llegadas de capitales americanos había hecho que los primeros en percibir el desastre que
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS ~ 209 ~

se avecinaba fueran los europeos, especialmente los alemanes y los debilitados ingleses.
Tras el martes y jueves negros, las bolsas europeas siguieron el camino idéntico a la ameri-
cana y vieron cómo las cotizaciones se precipitaban en una avalancha de ventas. Los valo-
res de la bolsa belga se redujeron un 30 por ciento en promedio, un 16 por ciento en Gran
Bretaña, el 15 por ciento en los Países Bajos, el 11 por ciento en Francia, el 10 por ciento
en Suiza y, en Alemania, que ya había sufrido una bajada del 15 por ciento en el año ante-
rior, vio reducir de nuevo sus valores bursátiles en un 14 por ciento adicional. La reduc-
ción del precio de las acciones debilitó la posición de los bancos europeos que poseían en
su cartera gran cantidad de valores industriales sobre los cuales habían concedido crédi-
tos. Las grandes quiebras bancarias comenzaron en Austria con la suspensión de pagos del
gran Creditanstald en 1931. La crisis financiera se contagió a sus vecinos del Este
–Hungría, Checoslovaquia, Rumanía y Polonia – pero especialmente a Alemania, presa
fácil del pánico en esos duros momentos. El partido nazi acababa de obtener un gran
aumento en las elecciones de septiembre de 1930 que originó una salida de los capitales
extranjeros en los bancos alemanes. Las reservas bancarias del Banco Central –el
Reichsbank– bajaron hasta el 40 por ciento de su límite legal. Tras la quiebra del
Creditanstalt, las quiebras bancarias alemana se sucedieron en ese año, pero el Reichsbank
no disponía de recursos para salir en su ayuda y el resto de bancos centrales europeos no
pudieron o no quisieron colaborar para aplacar la crisis financiera. A partir de entonces el
marco dejó de facto de ser convertible en oro aunque no abandonó el patrón oro formal-
mente. Los efectos en la economía real fueron los previsibles: la actividad económica se
desaceleró y muchas empresas tuvieron que recurrir al despido. Como en el caso america-
no, el paro fue la consecuencia inmediata que afectó a un 13,9 por ciento de la fuerza de
trabajo en 1931 y un 17,2 por ciento en 1932.
El mecanismo de cambios oro internacional, la compleja red de reparaciones de
guerras, y la colaboración entre los bancos centrales hacía que el sistema crediticio de las
distintas naciones europeas estuviera íntimamente relacionado entre sí. Por todo ello, poco
después de que se desatara el pánico en Alemania, Gran Bretaña sintió en sus propias carnes
la agonía del patrón oro. En el mes de julio de 1931 el Banco de Inglaterra perdió 200 millo-
nes de dólares en divisas y aunque recibió préstamos de la Reserva Federal y del Banco de
Francia, las pérdidas de reservas continuaron en agosto. Ante el imparable drenaje de oro y
divisas del Banco de Inglaterra finalmente el 21 de septiembre suspendió la convertibilidad,
se trataba del punto final a un patrón con más de dos siglos de vigencia y que muchos inter-
pretaron como la demostración clara de la pérdida definitiva de la hegemonía económica
inglesa.
Entre septiembre de 1931 y abril de 1932, otros 24 países abandonaron el patrón oro
inaugurándose así una época de autarquía en los cambios internacionales. Sin un patrón inter-
nacional las monedas fluctuaban alegremente, en el mejor de los casos en función de su oferta
y demanda, en el peor, en relación a los controles de cambios o a las devaluaciones dirigidas a
ganar cuota en el comercio internacional. Para colmo de males, tras el arancel Smoot-Hawley
de 1930 norteamericano, se desató la represalia en la política comercial. En unos momentos en
los que el valor de la producción mundial se reducía y el sistema monetario internacional hacía
aguas, la aplicación de políticas proteccionistas coartaba las mínimas posibilidades de reflotar
~ 210 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

a la economía mundial. Los países guiados únicamente por sus propios intereses entraron en
un juego no cooperativo que iba a dar el resultado pronosticado por Nash2 (un juego en que
todos pierden). La Conferencia Monetaria Mundial de 1933 intentó poner orden en este caos
pero para entonces era demasiado tarde. Roosevelt había llegado a la presidencia de Estados
Unidos e inmediatamente sacó a su país del patrón oro negándose a comprometerse a ningún
acuerdo internacional; su prioridad –como veremos inmediatamente– era sacar a Estados
Unidos de la crisis interna. Por otro lado, Hitler recién llegado al poder y como la historia nos
demostró, tenía desgraciadamente otros planes en la cabeza distintos a la armonización mone-
taria internacional. Sin embargo, ambos personaje –Roosevelt y Hitler– iban a intentar levan-
tar a sus respectivos países –Estados Unidos y Alemania– de la aguda depresión que padecía
aplicando una bastante heterodoxa lógica económica.

4. POLÍTICAS DE GASTO
El sistema monetario internacional que había acompañado al crecimiento económico en el
siglo XIX se había desmoronado y con él toda posibilidad de utilizar los factores de compen-
sación y reequilibrio que incorporaba. Si las duras restricciones al comercio internacional
y el control de cambios impedían que el mecanismo de flujo en especie de Hume se pusie-
ra en funcionamiento, resultaba inútil esperar la salvación del exterior. Muchos políticos
vieron entonces que su única salida estaba en la adopción de políticas internas. Era el
momento de inmiscuirse directamente en la estructura productiva de sus propios países y
así lo hicieron con la adopción de políticas de gasto.
En ocasiones se ha pensado que estas políticas calificadas de neomercantilistas
fueron la plasmación de las ideas mantenidas por Keynes que efectivamente proponía para
hacer frente a lo que él consideraba crisis de insuficiencia de demanda. No fue así, su Teoría
General fue publicada en 1936, tiempo después de que los principales países que tomaron
esta senda intervencionista hubieran emprendido sus acciones. Incluso Keynes manifestó su
desacuerdo cuando se aplicaron las políticas de gasto con el New Deal americano. En reali-
dad, durante toda la década de los 30 fueron muchos los políticos y hombres negocios que
veían con buenos ojos los déficits públicos y que no manifestaron muchos escrúpulos en
aplicar duras restricciones al tráfico internacional.
Japón fue el primero en implementar una política de gasto a partir del 32. El peso en
los gastos militares representó un gran estímulo para salir de la crisis como lo iba a ser un
año más tarde en la Alemania nazi.

4.1. El rearme alemán


Con la llegada al poder de Hitler en 1933 al poder, una de sus primeras acciones fue repu-
diar unilateralmente las deudas de guerra que había mantenido al país en la práctica banca-
rrota a lo largo de la década anterior. Junto a esta medida emprendió una extensa política
de obras públicas que con el tiempo derivó en una política de rearme.

2 John Nash, Nobel de economía en 1994, fue uno de los autores que aplicaron la teoría de juegos en el análi-
sis económico.
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS ~ 211 ~

Un método bastante expeditivo para acabar con el grave problema del paro fue
emplear a los desocupados en la construcción de obras públicas, de ese tiempo data la
primera red de autopistas del mundo. Como señala Tortella, en muchos casos se trataba de
poco más que era un sistema de “trabajos forzados”. El éxito para eliminar el paro fue total,
pronto el mercado de trabajo arrojó un exceso de demanda que se cubrió con los deshere-
dados del nazismo: vagabundos, gitanos y judíos. La filiación sindical voluntaria fue susti-
tuida por el Frente de Trabajo Nacional al que todos los trabajadores estaban obligados a
participar; no había allí nada parecido a la negociación colectiva, y salarios, jornadas y
condiciones laborales se establecían por agentes del Frente Nacional unilateralmente.
Esta política de obras públicas tuvo como consecuencia el aumento del gasto públi-
co que del 23 por ciento en 1934 subió al 33 por ciento en 1938. La financiación necesaria
para este incremento en las partidas del gasto esta vez no provino de las emisiones de bille-
tes por el banco central como había sucedido diez años antes con tan nefastas consecuen-
cias; se ideó algo más sutil, las emisiones de “certificados de créditos”, un medio de pago
también creado por la autoridad monetaria al alcance sólo de las empresas e instituciones
de crédito pero que no eran aceptados en las compras corrientes de los ciudadanos. De este
modo se consiguió financiar el gasto sin que retornara la hiperinflación; de hecho el marco
ni siquiera se devaluó y conservó oficialmente la paridad con el oro de 1924, aunque arti-
ficialmente mantenido con el control de cambios y sin convertibilidad real en oro.
La política de rearme a gran escala comenzó en 1936 con un plan cuatrienal que obli-
gaba a ciertas industrias clave –metalurgia y armamentística– a producir determinadas
cantidades y con precios fijados por el gobierno. El objetivo era crear una “muralla occi-
dental” para una futura guerra relámpago. La necesidad de armamento era clara pero
también era necesario prevenirse ante el posible asedio; una política de Autarkie o autosu-
ficiencia era la solución para resistir ante un probable acontecimiento bélico. La planifica-
ción se orientó entonces hacia la industria química para la producción de artículos
sintéticos, posibles sustitutivos de productos que antes eran obtenidos a través del comercio
exterior. Además se sometió a todas las relaciones comerciales a un control férreo median-
te licencias y el control de divisas. Sin embargo, no eliminaron del todo este comercio exter-
no; crearon lo que se llamó el Lebensraum o Espacio Vital; Alemania estableció relaciones
más que comerciales con sus vecinos de Europa oriental y meridional; el intercambio se
llevaba a cabo no con divisas u oro sino a través de la práctica de clearing, esto es, con la
compensación de los saldos exportadores e importadores.

4.2. El New Deal


El otro ejemplo más característico de las políticas intervencionistas de la década de los años
treinta es la emprendida por la administración de Franklin Roosevelt en Estados Unidos,
que lleva el nombre de New Deal. Este fue un programa decretado por el presidente nada
más llegar al poder –en los famosos 100 días– y que comprendía una batería de medidas
intervencionistas. Una de ellas fue, como antes hemos dicho, la salida de Estados Unidos
del patrón oro, pero las más famosas fueron la Agricultural Adjustment Act (AAA) o Ley de
Ajuste Agrícola y la Nacional Industrial Recovery Act (NIRA), la Ley de Reconstrucción
~ 212 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

de la Industria, ambas declaradas inconstitucionales dos años después. En el ánimo de los


legisladores estaba provocar la subida de los precios industriales y agrícolas aunque fuera
reduciendo la producción. Así se hizo en terreno agrícola con la AAA donde se subsidiaba
a los agricultores por dejar de cultivar sus tierras; una política que –como veremos en el
tema 14– desgraciadamente todavía hoy se viene aplicando en la Política Agraria Común
(PAC) europea, aunque tanto en la década de los treinta como en actualidad viola toda lógi-
ca económica. La NIRA llevaba a cabo una política similar pero en el sector industrial; lo
más característico de esta ley era la creación de “códigos de competencia leal” para cada
rama industrial con acuerdos colusorios de precios y salarios. Poco tenían que ver estas
intervenciones con las recomendaciones de política anticíclica que Keynes iba a sistemati-
zar en su Teoría General; como dejó patente en una carta a Roosevelt publicada en el New
York Times en diciembre de 1933, intentar aumentar la producción con subidas de precios
era tan inútil como tratar de engordar aflojándose el cinturón.
Mucho más en la órbita del pensamiento keynesiano fue el programa de obras públi-
cas de la Federal Emergency Relief Act, que, como en el caso alemán, destinó grandes parti-
das presupuestarias a la construcción de autopistas y embalses. También dentro del paquete
de medidas intervencionistas del New Deal, se aprobó la Ley de Seguridad Social de 1935
que estableció entre otras medidas un seguro de desempleo y vejez –como vimos en el tema
anterior– y La Ley Bancaria de 1933 que creó un necesario fondo de garantía para los depó-
sitos bancarios utilizable en caso de la quiebra de algún banco.
El balance del New Deal sin embargo no fue tan positivo como previeron los pronós-
ticos halagüeños de la administración Roosevelt. Las subidas de precios y salarios, éstos
últimos estimulados por un creciente y más que tolerado poder sindical, hicieron un flaco
favor para terminar de una vez por todas con el problema económico mayor de la economía
americana de los años treinta: el desempleo. La recuperación industrial fue decepcionante
y en 1941, cuando Estados Unidos entró de nuevo en guerra, había aún 6 millones de perso-
nas sin empleo.

5. EL NACIMIENTO DE LA UNIÓN SOVIÉTICA


Hasta ahora no hemos hecho mención alguna a uno de los países protagonistas en la histo-
ria del siglo XX, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética, un nuevo país que surgió en
los años de la Gran Guerra y que iba a experimentar el mayor intento de planificación
económica que se haya producido en todos los tiempos. Si Keynes fue el economista más
influyente del siglo XX, Marx fue el economista o –si se prefiere– el teórico de la historia
más influyente de todos los tiempos en la medida que sus ideas sobre el levantamiento del
proletariado para acabar con la supuesta tiranía del método de producción capitalista,
fueron las que incentivaron la revolución bolchevique en Rusia y, en última instancia, dieron
lugar a las dictaduras comunistas del siglo XX y que, en algún esporádico caso, llegan hasta
nuestros días.
No deja de ser paradójico que fuera precisamente en la Rusia de comienzos de siglo
donde prendieron las ideas de Marx con mayor intensidad. En su obra más importante, El
capital, Marx había previsto el ocaso del sistema capitalista. La puesta en funcionamiento
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS ~ 213 ~

de las leyes del movimiento capitalistas en aquellos países donde el sector industrial estu-
viera más desarrollado y los capitales más concentrados, comenzarían a sufrir crisis perió-
dicas que, en última instancia, incitarían a la sublevación a la masa de parados que arrojaba
el sistema –“el ejército industrial de reserva” en su terminología– que acabarían con el siste-
ma de producción capitalista y daría paso a uno nuevo, el socialismo, que Marx nunca llegó
a describir. Marx tenía en mente a Gran Bretaña, país que conocía a la perfección y que
cumplía los requisitos de ser la nación más desarrollada industrialmente. Rusia, en teoría,
estaba lejos de alcanzar el nivel de desarrollo requerido para la revolución del proletariado.
Así, el desencadenante de los cambios políticos que llevaron a la planificación comunista
de la Unión Soviética poco se ajustaban a los vaticinios de Marx, aunque los dirigentes polí-
ticos los utilizaran como argumentos para hacerse con el poder e impedir el desarrollo
democrático de la zona.
Comencemos por la narración sucinta de los hechos. Aunque las condiciones
económicas de Rusia no eran favorables para su participación en la Primera Guerra
Mundial, se vio forzada por una parte desde el exterior a su intervención en el bando de
los aliados por Francia y por otra parte también desde el interior en la creencia de que así
reforzaría su papel de gran potencia internacional. Sin embargo, pronto se comprobaría
su debilidad con problemas en el abastecimiento de alimentos a los soldados y a las ciuda-
des industriales que producían para la guerra. El descontento se generalizó, y dio paso a
una revolución –la “revolución burguesa”– que apenas sin violencia derrocó el régimen
zarista en febrero de 1917. Esta revolución instituyó un parlamento, el Duma, con un
nuevo gobierno encabezado por Alexander Kerenski. Pero este nuevo gobierno cometió
el gran error de continuar con la guerra y en consecuencias las tensiones internas se suce-
dieron. Fue entonces cuando Vladimir I. Lenin, exiliado político, regresó desde Zurich en
connivencia con el gobierno alemán que pretendía azuzar el derrocamiento del gobierno
de Kerenski enviando a un selecto grupo de subversivos. La maniobra fue un éxito; la
propaganda socialista de Lenin y de su partido bolchevique consiguió el suficiente apoyo
popular para que en octubre de ese mismo año asaltaran el Palacio de Invierno, sede de
gobierno. Era el comienzo de toda una época de poder comunista en territorio ruso que
iba a llegar hasta diciembre de 1991.
La toma del poder por los bolcheviques fue seguida de cuatro años de guerra civil
contra sus opositores, el llamado “ejército blanco”. Durante este tiempo se aplicó el deno-
minado comunismo de guerra. Entre tanto los bolcheviques negociaron la paz con Alemania
en la primavera de 1918 con el Tratado de Brest-Litovsk en el que los rusos cedían las repu-
blicas bálticas a Alemania. El comunismo de guerra llevado a cabo por los bolcheviques que
se autodenominan comunistas supuso el retorno a una economía de trueque; el dinero fue
eliminado y la población obtenía los medios mínimos para subsistir a través de cartillas de
racionamiento. Se comenzó entonces la nacionalización de las industrias y de las tierras que
fueron distribuidas al campesinado. Se eliminaron los partidos políticos y en su lugar se
impuso el gobierno de partido único con Lenin a la cabeza.
Al término de la guerra civil, el comunismo de guerra había hecho mella en la econo-
mía; la producción industrial había quedado reducida a la quinta parte de los que era en
~ 214 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

1913, y la producción agrícola se vio reducida en un 40 por ciento; pero donde más se dejó
sentir estas práctica políticas fue en los mercado internacionales donde los productos rusos
desaparecieron al igual que sus compras.
Acabada la guerra, Lenin y su camarilla del partido comunista adoptaron una nueva
política con la intención de que la situación económica mejorase y se evitaran las insur-
gencias. Fue así como se dio paso a un sistema mixto de economía planificada y mercado:
la Nueva Política Económica, más conocida por la NEP que se implantó a comienzos de
1921. Se reintrodujo el dinero y se permitió la libertad de empresa en pequeña escala (en
empresas de menos de 20 empleados). Las hasta entonces frecuentes requisiciones de las
cosechas fueron sustituidas por un canon en especie mientras que se permitía el comercio
de los excedentes agrícolas al precio libre de mercado. De las grandes empresas nacionali-
zadas, sólo las consideradas como estratégicas como la industria militar, los transportes y
comunicaciones, el comercio exterior y las finanzas, permanecieron controladas desde el
Estado; mientras que se dejó a las demás cierta autonomía e incluso tolerándose la creación
de pequeños grupos industriales que acordaban precios a los productos manufacturados.
También se emprendió una estabilización monetaria con la creación de unos nuevos rublos,
los chervonets, convertibles en oro. En realidad, la NEP, híbrido entre planificación en
sectores estratégicos y economía de mercado, poco se iba a diferenciar de las políticas de
gasto que, como hemos visto, adoptaría Alemania en la década de los treinta. El balance de
la NEP fue bastante positivo; la producción industrial y agrícola recuperaron los valores
anteriores a la Primera Guerra Mundial y se reanudaron nuevamente las relaciones comer-
ciales internacionales aunque en este caso no se alcanzaran el nivel de preguerra.
Mientras tanto se produjeron importantes cambios políticos. Un año después de
adoptarse la NEP, se constituiría formalmente la Unión de Republicas Socialistas Soviéticas
(URSS) que comprendía la Rusia Europea, Siberia, Ucrania, la Rusia Blanca y
Transcaucásica y parte de Asia Central. A comienzos de 1924, con la muerte de Lenin, se
desató la pugna por el poder entre sus posibles sucesores: León Trotski y José Stalin, cada
uno de los cuales representaba una opción política diferente. El vencedor en esta lucha fue
Stalin que utilizó su posición de secretario general del Comité Central del partido para
conseguir el exilio de Trotski y su posterior asesinato.
En 1928 con todo el poder del partido en sus manos, Stalin cambió inesperadamente el
rumbo de la economía soviética y, tras una crisis en el suministro de cereales en los mercados
urbanos, adoptó su primer Plan Quinquenal. Surgió así el periodo de la más férrea planifi-
cación soviética. Se trataba de suprimir la “mano invisible” del mercado por la mucho más
visible del Gosplan –el Comité Estatal de Planificación. Este comité establecía la cantidad de
producto de cada sector y los precios a los cuales debían intercambiarse; se suprimió legal-
mente la empresa privada y se colectivizó la tierra. El trabajo técnico y de dirección era lleva-
do a cabo por funcionarios especialistas muchas veces asesorados por ingenieros extranjeros.
Las consecuencias de esta planificación fueron lógicas: en primer lugar, la oposición de la
población, especialmente los campesinos que durante la NEP se habían apegado fuertemente
a la tierra. La respuesta del gobierno fue la aplicación drástica de la violencia con ejecucio-
nes a quienes se oponían a la colectivización. La segunda consecuencia de la planificación
está relacionada con la pérdida de la información que arrojan los precios y los beneficios del
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS ~ 215 ~

mercado. Sustituido éste por el Gosplan, los precios intervenidos nada tenían que ver con los
costes ni con las preferencias de los consumidores; la ausencia de beneficios empresariales
eliminaba la información necesaria para saber dónde realizar una inversión rentable y por
tanto desincentivaba la voluntad innovadora individual. Todo ello dio lugar a los desajustes
entre demanda y oferta en el suministro de determinados bienes que eran paliados por el racio-
namiento mediante el tiempo de espera en las colas o por el acceso a los mercados negros. En
cuanto a la innovación tecnológica, en mucha ocasiones tuvo que importarse.
Los objetivos del primer Plan Quinquenal se declararon cumplidos oficialmente en
1932, aunque las estimaciones parecen que estaban bastante infladas por el gobierno. Al año
siguiente se estableció el segundo que iba a llegar hasta 1937, al que le siguió un tercero en
1938 que se interrumpiría con la Segunda Guerra Mundial. El resultado conjunto de la
planificación había sido irregular, el esfuerzo industrializador había dado frutos, en espe-
cial en la industria pesada y militar, pero fue a costa de la disminución en la producción de
bienes de consumo y, lo que es mucho más dramático, a costa de sumir a gran parte de la
población en el régimen del terror y el hambre.

6. EL TRISTE BALANCE DE UN CUARTO DE SIGLO


Es momento de recapitular y hacer balance de los acontecimientos económicos de los 25
años que median entre 1914 y 1939, tiempo transcurrido entre el comienzo de las dos
guerras mundiales. La primera fecha señala la pérdida de un mundo en el que los pagos se
realizaban directa o indirectamente con oro; una edad dorada en el que el libre comercio y
los mecanismos automáticos de ajuste derramaban sus frutos con tasas de crecimiento en la
producción y la renta nunca alcanzadas hasta entonces. Pero esta época de bonanza se iba a
revertir en una de caos y depresión. Nacionalismo e imperialismo se dieron la mano para
organizar la peor de las guerras hasta entonces. La transformación económica que requirió
la contienda derrumbó uno por uno los soportes del sistema económico decimonónico: el
equilibrio presupuestario terminó en déficit, en su financiación el patrón oro tuvo que ser
suplantado por las emisiones incontroladas de papel moneda fiduciario que condujeron
directamente a la inflación y la libertad en el comercio se transformó de la noche a la maña-
na en proteccionismo.
Comparado con otras guerras, las transformaciones políticas que se produjeron
durante la Primera Guerra Mundial no eran extrañas. En la memoria histórica estaban aún
las guerras europeas contra Napoleón que habían llevado a aplicar políticas similares. Las
diferencias entre entonces y ahora no era la política económica en una economía en guerra
sino los medios que se llevaron a cabo para recuperar la normalidad llegada la paz. Keynes
fue el primero en denunciar las reparaciones exigidas a Alemania, tampoco hubo voluntad
política por parte de Estados Unidos por aminorar la carga de las deudas contraídas por los
aliados, y tal vez Gran Bretaña cometió el error de retornar a la paridad de preguerra de sus
libras por no querer renunciar a la ya por entonces ficticia cúspide económica. Todo ello y
otros muchos factores, condujeron a unos años veinte inciertos, en el que el crecimiento de
unos –como por ejemplo Francia y Estados Unidos– coincidían con el estancamiento y
depresión de otros –Gran Bretaña y sobre todo Alemania. Una vuelta a una supuesta norma-
~ 216 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

lidad mantenida artificialmente por una corriente de capitales americanos que recorrían
Europa y con un sistema de patrón oro adulterado con cada vez menos oro como respaldo
a los billetes.
Tan pronto como el flujo de capital americano se interrumpió, primero por el atrac-
tivo de la bolsa de Nueva York y después con las liquidaciones tras la Crisis de 29, el débil
sistema creado en los años veinte se vino abajo. Ante tal catástrofe, en vez buscar la coope-
ración internacional, los gobiernos de los principales países cerraron aún más sus fronteras
de manera que era virtualmente imposible utilizar otro medio para salir de la crisis que no
fuera mirando al interior. Fue entonces cuando Hitler en Alemania y Roosevelt en Estados
Unidos comenzaron a aplicar políticas de gasto público para salir de la crisis. Estados
Unidos se recuperó a duras penas con este tipo de política, pero los métodos mucho más
coercitivos del Führer fueron efectivos y consiguieron acabar con el paro y poner a la nación
en plena disposición para afrontar una previsiblemente corta y victoriosa guerra.
Al mismo tiempo que Europa y Estados Unidos sufrían este triste “galimatías”, Rusia
padecía su propio calvario. En 1917 se desencadenaron dos revoluciones: “la burguesa” que
depuso al zar y la “bolchevique” que instauraría un régimen comunista prácticamente para
el resto del siglo. Tras cuatro años de guerra civil, de hambre y de total aislamiento inter-
nacional del llamado comunismo de guerra, el gobierno de Lenin dio esperanzas a la pobla-
ción con la NEP, pero justo cuando comenzaba a dar sus frutos, su sucesor, Stalin eliminó
por completo la economía de mercado y la sustituyó por la planificación centralizada. El
bienestar de los individuos no era objetivo de los planificadores y a sus expensas se alcan-
zaron las tan ansiadas cuotas en bienes de capital y equipamiento militar.

7. EJERCICIOS
1. Describa el funcionamiento del sistema monetario internacional hasta la Primera
Guerra Mundial. ¿Era posible que un país incurriera constantemente en déficit de
Balanza de Pagos?
2. Comente el siguiente texto:
“La consideración, final, que ha de influir en la actitud del lector en cuanto a esta
proposición, debe depender, sin embargo, de su modo de pensar en cuanto al lugar
futuro que ocuparán en el progreso del mundo las grandes obligaciones en papel
que nos ha legado la guerra financiera, tanto en el interior como en el exterior. La
guerra ha acabado debiendo cada uno inmensas cantidades de dinero a los demás.
Alemania debe una gran suma a los aliados; los aliados deben una gran suma a
Gran Bretaña, y Gran Bretaña debe una gran suma a los Estados Unidos. A los
tenedores de préstamos de guerra de cada país les debe una gran suma el Estado,
y al Estado, a su vez, le deben una gran suma éstos y los demás contribuyentes. La
situación, en conjunto, es en el más alto grado artificiosa, falsa y humillante. No
seremos ya nunca capaces de movernos, a no ser que libremos nuestros miembros
de estas ligaduras de papel. Una hoguera general es una necesidad tan grande, que
si no hacemos de ella un asunto ordenado y sereno, en el que no se cometa ningu-
na injusticia grave con nadie, cuando llegue al final se convertirá en una confla-
T E M A

12
EL NUEVO ORDEN ECONÓMICO
TRAS LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

1. LAS ENSEÑANZAS DE LA GRAN DEPRESIÓN


2. EL SISTEMA DE TIPOS DE CAMBIO DE BRETTON WOODS
3. EL FONDO MONETARIO INTERNACIONAL
4. EL BANCO MUNDIAL
5. EL GATT
6. EJERCICIOS
7. LECTURAS RECOMENDADAS

1. LAS ENSEÑANZAS DE LA GRAN DEPRESIÓN


Cuando la Segunda Guerra Mundial estaba llegando a su fin Estados Unidos y sus aliados, preo-
cupados por las necesidades económicas que el mundo iba a tener en la posguerra, se reunieron
para establecer las bases del nuevo orden económico que estaría vigente cuando llegase la paz
y que debía favorecer una recuperación rápida y duradera de la economía internacional.
Los principales economistas de la época proyectaron una serie de Instituciones
Internacionales con el objetivo de promover el pleno empleo, la estabilidad de precios, la
cooperación económica y el libre comercio internacional. Todos ellos se hallaban fuertemente
lastrados por el caos económico que caracterizó el periodo de entreguerras, por lo que la huella
de la Gran Depresión impregnó las instituciones diseñadas.
Uno de estos economistas fue Keynes, cuyas propuestas fueron adoptadas con entusias-
mo al finalizar la contienda. El liderazgo intelectual de Keynes imprimió un fuerte sello inter-
vencionista a las instituciones que se crearon.
Estas instituciones se plantearon en la Conferencia Monetaria y Financiera de las
Naciones Unidas, celebrada entre el 1 y el 22 de julio de 1944 en la pequeña localidad de
Bretton Woods, en el estado de New Hamsphire, que reunió a los líderes de 45 países alia-

~ 219 ~
~ 220 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

dos. El resultado fue la firma del Acuerdo de Bretton Woods, fruto del cual nacieron el
sistema de tipos de cambio de Bretton Woods, el Fondo Monetario Internacional y el Banco
Mundial. También se previó una organización encargada de fomentar la liberalización del
comercio mundial, pero la ratificación por parte de los distintos gobiernos, en particular el
de los Estados Unidos, no se produjo.
Estas instituciones llegaron a convertirse en el centro del sistema económico inter-
nacional. Aunque han experimentado profundas transformaciones al hilo de los cambios
económicos y políticos, actualmente siguen desempeñando un papel protagonista en la
coordinación de la política internacional y en la búsqueda de soluciones a problemas que
afectan de forma común a diferentes países.

2. EL SISTEMA DE TIPOS DE CAMBIO DE BRETTON WOODS


Durante los años treinta el mundo había asistido al derrumbamiento del patrón oro internacio-
nal y a los experimentos fallidos que realizaron muchos países con la adopción de tipos de
cambio flotantes. La amarga experiencia monetaria de la Gran Depresión llevó al convenci-
miento de que el sistema de tipos de cambio flotantes causaba inestabilidad en los mercados y
perjuicios al comercio internacional, ya que ante la recesión padecida en el periodo de entre-
guerras muchos países decidieron cerrar sus mercados al comercio entre fuertes turbulencias
en los mercados internacionales, guerras comerciales y devaluaciones sucesivas, lo que supu-
so un elevado coste para la economía mundial. El afán por evitar la repetición de situaciones
parecidas inspiraron el diseño del sistema monetario internacional acordado en Bretton Woods.
Como vimos en el capítulo 11, los asistentes a la Conferencia eran conscientes de que
el patrón-oro era demasiado inflexible y podía agravar las crisis económicas, y también de que
el sistema de cambios flotantes habían demostrado su incapacidad para resolver la crisis. El
núcleo central de este Acuerdo fue la creación del sistema patrón de cambio-oro, consisten-
te en un sistema mundial de tipos de cambio fijos de las monedas, siendo el ancla del sistema
el oro. El sistema de Bretton Woods estableció una paridad para cada moneda fijada tanto en
dólares americanos como en oro. Se definió que una onza de oro valía 35 dólares de Estados
Unidos, y todas las demás monedas estaban vinculadas al dólar a un tipo de cambio fijo.
El dólar era la única moneda convertible en oro, por lo que fue considerado una divi-
sa de reserva tan válida como el oro mismo. Los países miembros mantenían sus reservas
principalmente en forma de oro o de dólares, y tenían el derecho de vender sus dólares a la
Reserva Federal a cambio del oro al precio oficial. De esa forma era posible economizar las
reservas de oro como reservas internacionales. El dólar asumía el papel de principal mone-
da de reserva del sistema monetario internacional o moneda n-ésima.
La principal innovación del sistema de cambios de Bretton Woods eran las paridades
ajustables: los tipos de cambio eran fijos pero ajustables. La capacidad para ajustar los tipos
de cambio cuando surgía un desequilibrio fundamental1 es la característica que más distin-
guía al sistema de Bretton Woods del rígido sistema de patrón-oro. Al ser los tipos de
cambio fijos pero ajustables, si una moneda se desviaba excesivamente de su valor apro-

1 Sólo en caso de desequilibrio fundamental estaba permitida la revaluación o devaluación de la moneda.


EL NUEVO ORDEN ECONÓMICO TRAS LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL ~ 221 ~

piado podía ajustarse la paridad. En un principio las variaciones de los tipos de cambio eran
pactadas por los países. La única moneda a la que se le negaba esta flexibilidad en el siste-
ma de Bretton Woods era al dólar de los Estados Unidos.
Con las paridades ajustables, sus diseñadores confiaban en lograr dos efectos simul-
téneamente:
a) Mantener la estabilidad del sistema: un sistema de cambios estable permite
prever los tipos de cambio, lo que impulsa los flujos comerciales y financieros.
b) Fomentar la capacidad de adaptación de los tipos de cambio flexibles, lo que
permitiría ajustar las diferencias entre los precios relativos de los países alteran-
do los tipos de cambio, sin tener que recurrir al desempleo e inflación que se
derivaban necesariamente del sistema de patrón-oro.
Esta combinación de disciplina y rigidez debía permitir a los países conseguir el
equilibrio externo sin renunciar al equilibrio interno.

2.1. El colapso de Bretton Woods


El sistema de tipos de cambio fijos establecido en Bretton Woods funcionó suficientemente
bien durante los años 50 y principios de los 60, aunque a veces escasearon los dólares de
Estados Unidos. Esto se debió a que la mayoría de los países en reconstrucción los necesita-
ban para financiar las compras que realizaban a Estados Unidos, lo que les llevaba a incurrir
en déficit. Estos déficit no podían financiarse pidiendo prestadas divisas –ya que había una
limitación impuesta por el FMI2– por lo que recurrieron a movimientos de reservas oficiales y
préstamos gubernamentales. A pesar de la escasez, se mantuvo la confianza en el dólar esta-
dounidense como divisa de reserva, al menos mientras las reservas monetarias de oro en
Estados Unidos conservaron un alto nivel en relación con las obligaciones en dólares pendien-
tes de liquidación en otros países.
Este escenario comenzó a cambiar en 1958 con el restablecimiento de la convertibi-
lidad3. La movilidad de los capitales privados y el creciente intercambio de monedas
extranjeras favorecieron la integración de los mercados financieros internacionales pero
también los desequilibrios por cuenta corriente. Esta situación podía corresponderse con un
desequilibrio fundamental, lo que posibilitaba la revaluación o devaluación de la moneda.
De hecho, durante los años sesenta fueron cada vez más habituales las crisis de las
balanzas de pagos. El sistema se vio sometido a crecientes presiones cuando los Estados
Unidos adoptaron unilateralmente una política sobreexpansiva bajo la presidencia de
Johnson (1963-1969). En 1965 la oferta total de dólares en manos extranjeras era superior
a las reservas en oro de Estados Unidos, y la imposibilidad de cambiar todos los dólares en
circulación por oro al cambio establecido (35$/onza) planteó serios interrogantes sobre la
viabilidad del sistema.

2 Véase funcionamiento del FMI, epígrafe 3.


3 Una moneda es convertible si se puede convertir en metal. En los mercados internacionales, una moneda
se considera convertible si el público puede intercambiar moneda local por moneda extranjera sin grandes
restricciones al cambio oficial.
~ 222 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

Las crisis llegaron a ser tan importantes al comienzo de los años setenta que colapsaron
la estructura de tipos de cambio en Bretton Woods. En 1971 el orden prácticamente se había
derrumbado. Las reservas monetarias de oro de Estados Unidos eran claramente insuficientes,
por lo que el entonces presidente del país Nixon (1969-1974), anunció el fin del sistema. El lazo
entre el dólar y el oro quedó bloqueado. A partir de ese momento cada país ha elegido su propio
régimen cambiario, conviviendo con una variedad de tipos de cambio flexibles y dirigidos.

3. EL FONDO MONETARIO INTERNACIONAL


Como resultado de los Acuerdos de Bretton Woods nacieron dos instituciones financieras inter-
nacionales (IFI): el Fondo Monetario Internacional (FMI) y su hermano el Banco Mundial.
El Acuerdo constitutivo del FMI estaba muy influido, como no podía ser de otra forma,
por la experiencia adquirida en los años precedentes respecto a la inestabilidad financiera, la
inflación, el desempleo y la desintegración económica internacional. Los asistentes a la confe-
rencia de Bretton Woods decidieron establecer un marco de cooperación económica que evita-
ra la repetición de las políticas económicas que condujeron al mundo a la Gran Depresión, y el
FMI nació con la aspiración de ser el administrador del sistema monetario internacional.
Entre las responsabilidades encomendadas al FMI se encontraban el fomento de la
cooperación monetaria internacional y de la estabilidad cambiaria. El crecimiento del comer-
cio internacional y el fomento de un sistema multilateral de pagos internacionales eran también
metas del FMI, que mediante la eliminación de restricciones cambiarias pretendía evitar posi-
bles entorpecimientos para el comercio internacional. Uno de los instrumentos utilizados por
el FMI para promover el comercio internacional es la convertibilidad de las monedas nacio-
nales. El dólar estadounidense y el canadiense se hicieron convertibles en 1945. Los países
europeos implantaron la convertibilidad en 1958 y Japón lo hizo en 1964.
Otra de las responsabilidades asumidas por el FMI es la elaboración de planes globales
para corregir las situaciones de dificultades económicas que pudiera atravesar un país. Estos
planes incluyen créditos y líneas de actuaciones políticas y presupuestarias, así como la nego-
ciación de las posibles deudas. Las medidas de política que propone el Fondo no tienen como
único objetivo resolver los problemas inmediatos de balanza de pagos, sino también sentar las
bases de un crecimiento económico sostenido fomentando la estabilidad económica a largo
plazo (por ejemplo, medidas para reducir la inflación o la deuda pública), así como abordar los
problemas estructurales que obstaculizan un crecimiento sólido (liberalización de los precios y
del comercio). El funcionamiento es el siguiente: cuando las dos partes implicadas (el país
afectado y el FMI) llegan a un acuerdo, el plan se pone en marcha y el Fondo pone a disposi-
ción de los países miembros recursos financieros a corto plazo que les permiten corregir
desequilibrios en sus balanzas de pagos sin recurrir a otras medidas más drásticas.
Para que el Fondo pudiera realizar estos préstamos se creó un fondo común de oro y
divisas aportado por los países miembros. ¿Cómo se realizaban las contribuciones al fondo
común? La cuarta parte de la cuota se aportaba en oro, y las tres cuartas partes restantes en
moneda nacional. Cualquier miembro podía comprar oro o divisas en moneda nacional por
la cantidad máxima equivalente a su aportación en oro. Además, podían pedir una cantidad
de oro o divisas superior a ese límite, pero únicamente bajo la estricta supervisión de las
EL NUEVO ORDEN ECONÓMICO TRAS LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL ~ 223 ~

políticas macroeconómicas del solicitante por parte del FMI. Cuando un nuevo país entra a
formar parte del Fondo se le asigna una cuota que determina tanto su contribución al fondo
común de reservas como su derecho a recurrir a los recursos del FMI.
Más recientemente, el FMI ha desempeñado un papel clave en cuestiones como la ayuda
a los países comunistas para introducir sistemas de mercado tras el desplome de la Unión
Soviética; el FMI entró en escena para ayudar a los países bálticos, Rusia y otros países ex
soviéticos en la transición de un sistema de planificación central a una economía de mercado.
Sin embargo, existe un obstáculo para acceder a estas ayudas, y es que todos los présta-
mos del FMI están sujetos a condicionalidad: la cláusula de condicionalidad implica que los
países prestatarios han de cumplir una serie de requisitos entre los que se encuentran la disci-
plina fiscal, la liberalización de los tipos de interés o la liberalización del comercio exterior. El
país prestatario debe estar de acuerdo en aplicar las directrices económicas y financieras previs-
tas por el Fondo. Por otro lado, la condicionalidad permite al FMI vigilar que el préstamo se
esté utilizando eficazmente para resolver las dificultades económicas del país, de modo que
pueda rembolsarlo en los términos y plazos establecidos.
La cláusula de la condicionalidad ha suscitado grandes críticas, ya que las naciones defi-
citarias han tenido que realizar en ocasiones ajustes estructurales muy severos. Los progra-
mas de ajuste estructural entrañan la contracción del sector público, la reducción sustancial de
los déficit presupuestarios, el control de la inflación y el estímulo al ahorro y a la inversión
privados mediante reformas fiscales. Sin embargo, el Fondo defiende su criterio, porque la filo-
sofía que subyace a la condicionalidad es que si los planes diseñados tienen éxito, el país afec-
tado podría revertir el signo de su crecimiento económico.
En la actualidad, la sede del FMI se encuentra en Washington, D.C. Está formado por
184 países y su director gerente es el español Rodrigo Rato. El Fondo continúa administrando
el sistema monetario internacional y funcionando como un banco central para los bancos
centrales, ya que los países miembros pueden recurrir al FMI para financiar un déficit tempo-
ral de su balanza de pagos.

Cuadro 12.1: Altos Cargos del Fondo Monetario Internacional

FMI
ACTUAL DIRECTOR GERENTE: RODRIGO RATO. Nacionalidad: Español. Rodrigo Rato asumió sus
funciones de Director Gerente del Fondo Monetario Internacional el 7 de junio de 2004. Licenciado
en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid (1971), Máster en Administración de Empresas
por la Universidad de California en Berkeley (1974) y doctor en Economía por la Universidad
Complutense (2003). El Sr. de Rato es el noveno Director Gerente del FMI.
Anteriores Directores Gerentes del FMI:
Horst Köhler (Alemania, 2000-2004) Pierre-Paul Schweitzer (Francia, 1963-73)
Michel Camdessus (Francia, 1987-2000) Per Jacobsson (Suecia, 1956-63)
Jacques de Larosière (Francia, 1978-87) Ivar Rooth (Suecia, 1951-56)
H. Johannes Witteveen (Países Bajos, 1973-78) Camille Gutt (Bélgica, 1946-51)

Fuente: FMI
~ 224 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

4. BANCO MUNDIAL
Otra de las instituciones financieras internacionales creadas en Bretton Woods fue el Banco
Mundial, cuyo nombre original fue Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo
(BIRD3). Como no podía ser de otra manera, el Banco Mundial nació marcado por los acon-
tecimientos del periodo de entreguerras, en particular por el temor a un nuevo vacío de
poder financiero internacional similar al que había tenido lugar tras el anterior conflicto.
Desde su creación, el Banco Mundial ha ido especializando sus funciones con bancos
regionales y agencias especializadas, convirtiéndose en el “Grupo del Banco Mundial”.
Dicho Grupo abarca cinco instituciones: el Banco Internacional de Reconstrucción y
Fomento (BIRD), la Corporación Financiera Internacional (CFI), la Asociación
Internacional de Fomento (AIF), el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relati-
vas a Inversiones (CIADI) y el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (OMGI).

Cuadro 12.2: Instituciones del Grupo Banco Mundial

GRUPO BANCO MUNDIAL

AIF (1960)
BIRD (1945)
Objetivo: Realizar aportaciones al
Objetivo: Reducir la pobreza en los
Banco Mundial para conceder ayudas
países de ingreso mediano y en los
no crediticias,a los 78 países más
países más pobres con capacidad
pobres del mundo, donde viven 2.400
crediticia, promoviendo el desarrollo
millones de personas. Este apoyo es
sostenible mediante préstamos,
crucial para los países que no pueden
garantías y otros servicios no
obtener financiamiento en condiciones
crediticios, como de análisis y asesoría.
de mercado.

CFI (1956) CIADI (1966)


OMGI (1988)
Objetivo: Promover Objetivo: Dar facilidades
Objetivo: Facilitar la corriente de
inversiones sostenibles para la solución de las
inversiones del capital privado con fines
del sector privado diferencias relativas a
productivos hacia los países en desarrollo
en los países en inversiones existentes
mediante seguros sobre riesgos políticos
desarrollo como una entre los gobiernos
de largo plazo (expropiación, guerra civil
manera de reducir la y los inversionistas
y disturbios) y a través de asistencia
pobreza y mejorar las extranjeros privados por
técnica para difundir información sobre
condiciones de vida de medio de la conciliación
oportunidades de inversión.
la población. y el arbitraje.

4 En inglés IBRD, The International Bank for Reconstruction and Development.


EL NUEVO ORDEN ECONÓMICO TRAS LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL ~ 225 ~

El Banco Mundial tuvo como primer objetivo ayudar a los países beligerantes a
reconstruir sus dañadas economías –la reconstrucción de Europa y Japón tras la Segunda
Guerra Mundial– y también contribuir a que los antiguos territorios coloniales se desarro-
llaran y modernizaran. Pero las funciones del Banco Mundial han variado a lo largo de su
historia: pasó después a apoyar con sus préstamos a largo plazo y bajo interés los proyec-
tos de infraestructura e industria básica en todos los países atrasados para facilitarles una
rápida acumulación de capital que fomentara su crecimiento. Posteriormente colaboró en
la transición de las economías comunistas. Desde hace aproximadamente diez años y hasta
la actualidad, el Banco Mundial ha desarrollado una estrategia para luchar contra la pobre-
za mediante la concesión de préstamos a los países más pobres del Tercer Mundo que no
puedan conseguir una financiación privada y cuyos proyectos sean económicamente
viables. Los préstamos los concede a un bajo tipo de interés, y son posibles gracias a
fondos que obtiene de los países avanzados. En estos casos, el Banco Mundial trata de
fomentar las inversiones encaminadas a mejorar la sanidad, la educación, el medio ambien-
te, la eliminación de la corrupción y la mejora institucional. Si los proyectos se eligen
correctamente, la producción de los países prestatarios aumentará lo suficiente para poder
pagar los intereses de los préstamos.
Además hoy en día el Banco Mundial es la principal entidad financiadora de
proyectos sobre educación (en la actualidad está financiando 158 proyectos de educación
en 83 países), Sida (la gran lacra de los países subdesarrollados y en desarrollo) y en
Programas de salud (para proporcionar servicios básicos de salud y nutrición como
elemento decisivo en la lucha contra la pobreza).

Cuadro 12.3: Diferencias entre las Instituciones Financieras Internacionales

INSTITUCIONES FINANCIERAS INTERNACIONALES (IFI)

FMI
Grupo Banco Mundial
Objetivo: Fomentar la cooperación monetaria
Objetivo: El Banco Mundial se centra
internacional y la estabilidad cambiaria
en los temas relacionados con el desarrollo
a largo plazo y la reducción de la pobreza.
* El FMI se centra sobre todo en los
resultados macroeconómicos y la política
* Su actividad incluye el financiamiento
macroeconómica y del sector financiero.
concedido a los países en desarrollo y
* El FMI no financia un sector determinado
en transición para proyectos de
ni proyectos, sino que respalda ampliamente
infraestructura, la reforma de determinados
la balanza de pagos y las reservas
sectores de la economía y las reformas
internacionales de un país mientras éste
amplias de índole estructural.
toma las medidas de política necesarias
para corregir las dificultades.
~ 226 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

Desde la creación del Banco Mundial no sólo han ido variando su estructura y obje-
tivos, sino que también ha cambiado su relación con el Fondo Monetario Internacional:
desde la acción independiente con división de funciones con que se concibieron y funcio-
naron durante los treinta primeros años, se ha llegado a la colaboración en planes conjun-
tos desde los años ochenta. La principal diferencia es que el Banco Mundial concede
préstamos a largo plazo para financiar proyectos de desarrollo y reconstrucción, mientras
que el FMI realiza préstamos a corto plazo para el ajuste de las balanzas de pagos.
Además, mientras el Banco Mundial financia proyectos de infraestructura y de reforma de
sectores concretos, el FMI no financia sectores ni proyectos, sino que respalda la balanza
de pagos y las reservas internacionales de un país, a la vez que encamina sus políticas
macroeconómicas para ayudarle a reconducir la situación.
En muchas ocasiones, los países prestatarios se han visto en la necesidad de refi-
nanciar créditos, o han tenido dificultades para afrontar los pagos. Como respuesta a esta
realidad, los préstamos a la inversión concedidos por el Banco Mundial se han ligado cada
vez más a la condicionalidad.
Al igual que en el caso del Fondo Monetario Internacional, la condicionalidad ha
desencadenado múltiples problemas al Banco Mundial llegando a convertirse en un obstá-
culo serio para el propio funcionamiento de las IFI. Los países menos desarrollados recla-
man insistentemente una suavización de las condiciones exigidas. A pesar de estas
dificultades, el Banco Mundial ha resistido muchos cambios y ha sobrevivido hasta hoy
como uno de los centros básicos de la red institucional con la que se desenvuelve la econo-
mía mundial. Actualmente su presidente es Paul Wolfowitz.

Cuadro 12.4: Altos Cargos del Banco Mundial

BANCO MUNDIAL
ACTUAL PRESIDENTE: PAUL WOLFOWITZ. Nacionalidad: Estadounidense. El 31 de marzo de
2005 Paul Wolfowitz fue elegido en forma unánime como décimo Presidente del Grupo del Banco
Mundial por el Directorio Ejecutivo de la institución. El Sr. Wolfowitz está especializado en
Matemáticas por la Universidad de Cornell, Ithaca (Nueva Cork). Doctor en Ciencias Políticas de
la Universidad de Chicago (1972).
Anteriores Presidentes del Banco Mundial:
James D. Wolfensohn (1995-2005) George D. Woods (1963 - 1968)
Lewis T. Preston (1991 - 1995) Eugene R. Black (1949 - 1963)
Barber B. Conable (1986 - 1991) John J. McCloy (1947 - 1949)
Alden W. Clausen (1981 - 1986) Eugene Meyer (1946)
Robert S. McNamara (1968 - 1981)

Fuente: Banco Mundial


EL NUEVO ORDEN ECONÓMICO TRAS LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL ~ 227 ~

5. EL GATT
El establecimiento en 1930 de la Smoot-Hawley Act elevó al 60% la tasa arancelaria prome-
dio en Estados Unidos. El resto de países tomaron represalias imponiendo sus respectivas
restricciones, con lo que se desató una guerra comercial internacional.
La Smoot-Hawley Act impulsó una brusca caída de la actividad económica, por lo
que unos años después de promulgada esta ley la administración estadounidense llegó a la
conclusión de que era necesario reducir las barreras arancelarias. Con este fin comenzaron
a realizarse reuniones bilaterales que tuvieron escasos resultados, aunque constituyeron un
precedente del acuerdo al que se llegó finalizada la Segunda guerra mundial.
La experiencia acumulada hizo que los responsables de la política económica de
diversas naciones defendieran el libre comercio como elemento esencial para la prosperi-
dad internacional y de hecho, junto con la creación del FMI y el Banco Mundial, se había
previsto también una organización que estaría encargada de fomentar la liberalización del
comercio mundial. Con este fin se aprobó en 1948 la “Carta de la Habana”. Sin embargo,
aunque esta Carta es el documento constituyente de la Organización Mundial de Comercio
(OMC), dicha organización no ha surgido hasta 1995 ya que no se produjo la necesaria rati-
ficación por los distintos gobiernos. Ante la falta de ratificación, las cuestiones relaciona-
das con el comercio internacional quedaron reguladas provisionalmente por el Acuerdo
General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT5) que consiste en un pacto interna-
cional orientado a limitar la intervención gubernamental restrictiva del comercio interna-
cional. Su objetivo era elevar los niveles de vida mediante una reducción significativa de los
aranceles, de otras barreras comerciales y de la erradicación del trato discriminatorio en el
comercio internacional6.
Para que el GATT alcanzara su objetivo era necesario el cumplimiento de unas
normas de conducta orientadoras de la política comercial internacional. Por ejemplo, los
firmantes del GATT no pueden utilizar subsidios a la exportación, excepto para productos
agrícolas. Aunque esta excepción fue originalmente impuesta por Estados Unidos, actual-
mente es utilizada por la Unión Europea. Estos países tampoco pueden imponer cuotas de
importación, excepto cuando las importaciones amenacen con excluir bruscamente del
mercado a una producción nacional. Además, los distintos países se comprometen a
compensar cualquier nuevo arancel o incremento en uno ya existente con reducciones de
otros para no perjudicar a los países exportadores afectados.
Para conseguir el cumplimiento de estas obligaciones se estableció el principio de la
no discriminación, que comprende dos cláusulas: la cláusula de nación más favorecida
(NMF) y la cláusula de trato nacional.
a) La cláusula de NMF7 consiste en un acuerdo entre dos naciones para aplicarse
entre sí los aranceles más bajos concedidos a cualquier otra nación. De esta forma

5 GATT: General Agreement on Tariffs an Trade.


6 Todos los textos legales del GATT pueden consultarse en la GATT Digital Library, en la siguiente dirección:
http://gatt.stanford.edu
7 Como hemos visto en el Tema 10, se utilizó por primera vez en el Acuerdo Cobelen-Chevalier (s. XIX).
~ 228 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

todos los países miembros se obligan a concederse mutuamente un trato tan favo-
rable como el que conceden en materia comercial a cualquier otro país. A pesar
de esta cláusula hay excepciones. Por ejemplo, se permite la formación de
bloques comerciales regionales, como la Unión Europea o el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte, cuando impliquen reducciones arancelarias.
b) La cláusula del trato nacional obliga a los países miembros del GATT a conce-
der a las industrias de otros países el mismo trato que a las industrias nacionales
siempre que hayan introducido bienes o servicios extranjeros en el mercado
nacional. Su consecuencia directa es que no puede utilizarse ninguna reglamen-
tación o impuesto nacional contra productos extranjeros.
Con estas cláusulas, los resultados de las negociaciones entre dos países se pondrí-
an al alcance de todas las demás de forma inmediata. Aunque precisamente una de las
deficiencias que presentaron las negociaciones comerciales dentro del GATT entre 1940
y 1970 fue el escaso número de naciones que intentaron negociar, quedándose la mayo-
ría a la espera de las liberalizaciones conseguidas por terceras naciones que alcanzaran un
acuerdo.

5.1. El proceso de liberalización comercial


Desde la firma del GATT las políticas de comercio internacional han estado regidas por este
acuerdo. En un principio las negociaciones se desarrollaban producto por producto, tenien-
do escasos resultados. Y lo que es más grave, durante los años 50 se intensificaron las
presiones proteccionistas en Estados Unidos, mientras se reconstruían las economías euro-
pea y japonesa.
Como fórmula para intentar avanzar en su estrategia liberalizadora, los miembros del
GATT promovieron las negociaciones multilaterales, masivas reuniones internacionales
para la reducción de aranceles. Cada cierto número de años los principales países indus-
triales se reunen al amparo del GATT y cada uno identifica las principales barreras comer-
ciales, negociándose su eliminación. Hasta hoy se han realizado varias rondas de
negociaciones logrando reducciones generales de aranceles. La ronda Kennedy finalizó en
1967 con un acuerdo que implicaba una reducción aproximada del 35% de los aranceles de
los principales países industriales. La ronda Tokio (1973-1979) redujo los aranceles con
una fórmula más compleja que la anterior.
Dado que iban disminuyendo las tasas arancelarias, en la ronda Uruguay (1986-
1994), los negociadores fueron centrando su atención en las distorsiones no arancelarias del
comercio internacional. En esta ronda se establecieron nuevos códigos para controlar la
proliferación de estas restricciones. Sus resultados se pueden agrupar en dos grandes
bloques, la liberalización comercial y las reformas administrativas.
1. MEDIDAS PARA LA LIBERALIZACIÓN COMERCIAL. En la Ronda Uruguay se volvieron a
reducir los tipos arancelarios en todo el mundo. Además, se consideró necesario dar un
nuevo impulso al Acuerdo, por lo que se le facultó con atribuciones relativas a sectores
nuevos, como la agricultura, los textiles, el comercio de la propiedad intelectual y los
servicios:
EL NUEVO ORDEN ECONÓMICO TRAS LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL ~ 229 ~

A) Sector Agrícola: La Ronda Uruguay aspiraba a conseguir el libre comercio de


productos agrícolas para el año 2000, objetivo que no se ha llegado a alcanzar.
Aunque en el sector agrícola el GATT ha conseguido resultados significativos, el
comercio internacional en productos agrícolas sigue estando encorsetado por
enormes restricciones, como las impuestas por Japón o las amparadas por la
Política Agrícola Común (PAC) en Europa.
B) Sector Textil: Las férreas trabas en el comercio internacional en el sector textil
también se han ido suavizando progresivamente gracias al Acuerdo Multi-Fibras
firmado en la Ronda Uruguay, por el que se han eliminado numerosas restriccio-
nes cuantitativas sobre el comercio en textiles y confección.
C) Propiedad intelectual: En la Ronda Uruguay se decidió otorgar un periodo de
siete años de protección a las marcas registradas, de 20 años a las patentes y de
50 años a los derechos de autor.
D) Sector Servicios: Otro éxito logrado en la ronda Uruguay fue la aprobación del
Acuerdo General sobre Comercio en Servicios (GATS). El comercio internacional
en servicios nunca había estado sujeto a un conjunto pactado de reglas, por lo que
muchos países imponían regulaciones que discriminaban a los proveedores extran-
jeros. Aunque el GATS no eliminó las barreras al comercio de servicios, estable-
ció un marco legal en el que pudieran avanzar las negociaciones posteriores.
2. ENTRE LAS REFORMAS ADMINISTRATIVAS logradas como resultado de la Ronda Uruguay
la más destacada es la transformación del GATT en una institución internacional perma-
nente, la Organización Mundial del Comercio8 (OMC) –World Trade Organization,
WTO-, organismo responsable de regular las relaciones comerciales entre sus miembros.
El GATT, que hasta entonces había sido un acuerdo comercial, se convirtió a partir del 1
de enero de 1995 (fecha de la entrada en vigor del acuerdo de la Ronda Uruguay) en una
organización internacional con sede en Ginebra. Entre sus objetivos se incluye la mayor
atención a los países en vías de desarrollo, que habían estado marginados durante las
anteriores rondas.
La OMC conserva las principales disposiciones del GATT, pero su papel es más
amplio. La principal diferencia entre ambas organizaciones, además de su alcance, es el
mecanismo fortalecido para la solución de controversias comerciales que carazteriza a la
OMC.
La solución de estas disputas podía retrasarse hasta diez años con el GATT que,
además, no tenía capacidad ejecutiva para obligar a un país a cumplir una resolución. Por el
contrario, la OMC subsanó estas deficiencias mediante la creación de un tribunal arbitral
de controversias con potestad para autorizar a los países a adoptar represalias contra las
prácticas que la OMC haya considerado ilegales.
Hoy en día la OMC pone en marcha medidas y actuaciones cada vez más ambicio-
sas para intentar conseguir la liberalización del comercio internacional mediante, por ejem-

8 Todos los textos legales de la OMC pueden consultarse en la dirección:


http://www.wto.org/english/docs_e/docs_e.htm
~ 230 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA

plo, la reducción de las subvenciones a la agricultura y la eliminación de los contingentes


sobre textiles. En su lucha a favor de la liberalización del comercio internacional la OMC
ha conseguido algunos éxitos muy notables, como el reconocimiento conseguido en abril de
2005 sobre la ilegalidad de las políticas azucareras de la Unión Europea. Las prácticas anti-
dumping, el comercio sobre Aviación Civil o la vigilancia del comercio en Textiles son otros
terrenos objeto de informes y documentos que elabora la OMC.
En la actualidad la OMC cuenta con unos 100 países miembros, cuyo volumen de
comercio internacional representa en torno al 85% del total. Sin embargo, no todos los
países son miembros del GATT, la mayoría de ellos países en vías de desarrollo.

Cuadro 12.5: Altos cargos de la OMC y del GATT


OMC
ACTUAL DIRECTOR GENERAL: PASCAL LAMY. Nacionalidad: Francés. Es el quinto Director
Gerente de la OMC. Su nombramiento, para un mandato de cuatro años, se hizo efectivo el 1º de
septiembre de 2005. El Sr. Lamy es graduado de la École des Hautes Études Commerciales (EHC),
en París, del Institut d'Études Politiques (IEP) y de la École Nationale d'Administration (ENA).

Anteriores Directores Generales de la OMC y del GATT:


OMC: GATT
Supachai Panitchpakdi (2002-2005) Arthur Dunkel (1980-1993)
Mike Moore (1999-2002) Olivier Long (1968-1980)
Renato Ruggiero (1995-1999) Eric Wyndham White (1948-1968)
GATT / OMC
Peter Sutherland (1993-1995)

Fuente: WTO

6. EJERCICIOS
1. La condicionalidad es impuesta por el FMI y el BM como criterio para conceder
créditos y para garantizar su devolución así como la racionalidad de los fines a los
que son destinados. Sin embargo, constituyen el principal motivo de crítica por
parte de los países que necesitan financiación, ya que implican el cumplimiento de
unos exigentes requisitos. Razone acerca de la justicia y conveniencia de la cláu-
sula de condicionalidad impuesta por las IFI.
2. A pesar de que el GATT en su momento, y actualmente la OMC persiguen como
objetivo fundamental la liberalización del comercio y la eliminación de todas las
trabas, sin embargo la PAC es una buena muestra de que el mundo está muy lejos
de conseguir el libre comercio. Razone sobre las ventajas e inconvenientes de la
Política Agrícola Común y los motivos por los que ésta existe a pesar de basarse
en principios totalmente opuestos a los defendidos por la OMC.
T E M A

14
DESARROLLO ECONÓMICO
EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX

1. EL LIDERAZGO ECONÓMICO DE ESTADOS UNIDOS


2. LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA EUROPEA
3. LA CRISIS DE 1973
4. SEGUNDA CRISIS DEL PETRÓLEO, 1979-1980
5. AUGE Y CAÍDA DEL BLOQUE SOVIÉTICO
6. LA MUNDIALIZACIÓN
7. EJERCICIOS
8. LECTURAS RECOMENDADAS
9. BIBLIOGRAFÍA

Las dos Guerras Mundiales y la Gran Depresión determinaron la evolución económica,


social, política e institucional que vivió el mundo a partir de la segunda mitad del siglo XX.
Esa historia reciente viene también caracterizada por una serie de acontecimientos que
vamos a estudiar en este tema. Comenzaremos por analizar los motivos por los que Estados
Unidos alcanzó su posición de liderazgo económico. A continuación estudiaremos el proce-
so político y económico que dio lugar a la integración económica europea. Seguidamente
analizaremos las causas y consecuencias de las dos crisis que sacudieron el mundo en los
años setenta. Así mismo, la escisión del mundo en dos bloques y el posterior derrumba-
miento del bloque soviético. Finalmente, el proceso de mundialización, característica por
excelencia de las actuales relaciones económicas.

1. EL LIDERAZGO ECONÓMICO DE ESTADOS UNIDOS


La Gran Depresión fue el origen de las Instituciones Financieras Internacionales. Pero
también fue el germen del protagonismo económico alcanzado por Estados Unidos después
de la Segunda Guerra Mundial.
~ 257 ~
~ 258 ~ HISTORIA ECONÓMICA

Como consecuencia de la Gran Depresión, el PNB estadounidense llegó a disminuir


casi un 30 por ciento entre 1929 y 1933 y la tasa de desempleo aumentó desde el 3 al 25
por ciento. Pero el signo de los acontecimientos económicos comenzó a cambiar en marzo
de 1933 con la llegada a la presidencia del país Franklin Delano Roosevelt, quien puso en
marcha el New Deal1, un programa de reactivación política y económica
Tal como hemos visto anterioremente, el New Deal preveía una serie de medidas
legislativas y administrativas encaminadas a reanimar la economía estadounidense. Entre
las actuaciones previstas se encontraba el equilibrio del presupuesto, el abandono del patrón
oro, la devaluación del dólar, el fin de la ley Seca, la reforma bancaria o la legalización de
los sindicatos, ya que la administración Roosevelt tenía el convencimiento de que un alza
en los salarios y en los precios contribuiría a la recuperación de la economía. También se
pusieron en marcha otras medidas, como la política de sostenimiento de precios agrícolas,
que impulsó fuertemente la producción cerealística. Además, la economía estadounidense
comenzó a mostrar una cierta apertura, olvidando su tradicional aislacionismo. Sin embar-
go, el nivel de empleo no se recuperó hasta que Estados Unidos hubo entrado en la Segunda
Guerra Mundial en diciembre de 1941, como respuesta al bombardeo de Pearl Harbour por
Japón. La Segunda Guerra Mundial tuvo una incidencia expansiva en la economía estadou-
nidense por dos motivos. En primer lugar, al estar alejado geográficamente del lugar de la
conflagración el país no sufrió la destrucción física que arrasó otros países. En segundo
lugar, Estados Unidos supo utilizar eficientemente sus recursos productivos, consiguiendo
que el conflicto bélico generara empleo y crecimiento para el país.
Antes de que la guerra llegara a su fin los países beligerantes celebraron diversas
reuniones con el objeto de diseñar las bases de la nueva organización del mundo. Una de estas
reuniones fue, como hemos visto, en el Tema 12, la conferencia de Bretton Woods, de la que
nacieron el sistema de cambios-oro, el FMI y el Banco Mundial. Otra fue la conferencia de
Yalta (Crimea, en la antigua Unión Soviética (URSS)) que reunió en febrero de 1945 a los
mandatarios de Bran Bretaña, Estados Unidos y la URSS en las personas de Churchill,
Roosevelt y Stalin, motivo por el cual recibió el sobrenombre de Conferencia de los “Tres
Grandes”. Los tres intentaron suavizar las desavenencias que les separaban en lo referente al
futuro de una Europa que supuestamente estaría pronto liberada de la dictadura de Hitler.
Entre las decisiones acordadas se perfiló el proyecto de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) como organismo responsable de velar por la paz. Pero en Yalta fue también
donde comenzó la divergencia entre los países occidentales y la Unión Soviética (URSS), ya
que en la “Declaración sobre la Europa liberada” los asistentes a la Conferencia se habían
comprometido a que la reconstrucción de Europa se hiciera por medios democráticos. La
violación de este acuerdo por parte de los soviéticos llevó a la división del viejo continente.
En 1947 Churchill ya había advertido sobre el telón de acero que amenazaba con romper
Europa. Y efectivamente, el bloque soviético emergió como una superpotencia capaz de
enfrentarse a Estados Unidos tanto en el terreno económico como en el militar, dando comien-
zo la llamada “Guerra Fría”. La fuerte recesión económica que sufría Inglaterra le incapacitó
para liderar las relaciones internacionales, papel que fue asumido por los Estados Unidos.

1 New Deal: Nuevo Reparto


DESARROLLO ECONÓMICO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX ~ 259 ~

Los Estados Unidos eran la nación más poderosa del mundo desde el punto de vista
político y económico. Habían adoptado un sistema de libre mercado con escasísima presen-
cia del sector público, aunque orientado por los intervencionistas postulados keynesianos.
El dólar estadounidense se había convertido en la principal moneda de reserva o moneda
n-ésima dentro del sistema de Bretton Woods y su temprana convertibilidad en el mercado
de divisas facilitó su uso en el comercio internacional, contribuyendo a que fuera la mone-
da dominante.
A la par que se alzaba la hegemonía económica de Estados Unidos, y mientras
Europa veía decrecer su peso en el conjunto del mundo, la URSS se expandía notablemen-
te tanto desde el punto de vista territorial como por la creación de una zona de protección
(formada por Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria y la República
Democrática Alemana), países en los que se implantó el modelo soviético. En este escena-
rio, a Estados Unidos le interesaba que Europa se fortaleciera para ser capaz de hacer fren-
te a la amenaza comunista de la Europa del Este, pero Europa se encontraba muy debilitada
económicamente tras la guerra. Por este motivo la administración estadounidense planteó la
doctrina Truman, que consistía en ayudar a los países que evitaran las tentativas de domi-
nación por parte del bloque soviético. La doctrina Truman tuvo su materialización en el Plan
de Recuperación Europea (European Recovery Program (ERP)), más conocido como Plan
Marshall, un programa de reactivación económica2 que hizo que llegaran cuantiosísimas
ayudas desde Estados Unidos hasta Europa con el objetivo de fortalecer sus debilitadas
economías y evitar así la expansión soviética.
El Plan Marshall fue expuesto por el entonces secretario de Estado George C.
Marshall en un discurso pronunciado en la Universidad de Harvard el 5 de junio de 1947,
y fue aprobado por el Congreso estadounidense el 2 de abril de 1948. A diferencia de las
ayudas anteriores, el 90% de las ayudas del plan Marshall fueron donaciones y sólo el 10%
se materializó en forma de créditos. Para distribuir la ayuda del Plan Marshall se creó en
1948 el Comité Europeo de Cooperación Económica (OECE3).
El Plan supuso una ayuda aproximada de 13.000 millones de dólares entre 1947 y
1952 aunque repartidos de manera desigual, ya que Estados Unidos consideró conveniente
conceder una proporción mayor a los países que se consideraban amenazados por el comu-
nismo, como Francia e Italia. Gran Bretaña fue la más beneficiada, y obtuvo el 24% del
total de las ayudas. Francia, el 20%, Italia el 11%, el 10% Alemania occidental y los Países
Bajos, el 8%. Durante el primer año del Plan Marshall la mayor parte de la ayuda que reci-
bió Europa se necesitó para comprar alimentos. Más adelante, se fue destinando a la adqui-
sición de materias primas y a la reconstrucción de la capacidad productiva.
Esta corriente de dólares no sólo benefició a los países receptores de la ayuda, sino
que los Estados Unidos asistieron a la creciente apertura de sus mercados y a un incremen-

2 El Plan Marshall fue concebido para que tuviera una duración de cuatro años. Formalmente el Plan Marshall
nació el 3 de abril de 1948 con la firma de la Foreign Assistance Act por el presidente de Estados Unidos
Truman, y terminó el 30 de septiembre de 1951.
3 La OECE pasó a denominarse OCDE en 1960 -Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico.
~ 260 ~ HISTORIA ECONÓMICA

to de las exportaciones. Este proceso fue común al resto de países capitalistas, los cuales
registraron desde los años cincuenta hasta la primera crisis del petróleo en 1973 un sensi-
ble crecimiento económico en todos los órdenes: en la producción de bienes y servicios de
consumo, en la producción de bienes de inversión, en el comercio interior y exterior y en
las transacciones financieras. El Plan Marshall fue un éxito y tuvo un papel determinante
para lograr la recuperación económica y el asentamiento de los regímenes democráticos y
parlamentarios en Europa Occidental, dando comienzo a una nueva época de prosperidad.

2. LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA EUROPEA


Una vez finalizada la contienda, y tal como se había acordado en la conferencia de Yalta, la
mayoría de los países europeos adoptaron sistemas democráticos o regímenes parlamenta-
rios. Aunque cada país tenía sus peculiaridades había un denominador común: espoleado
por el éxito de las propuestas keynesianas se implantó de forma generalizada el “Estado de
bienestar”. Adquirida la legitimidad necesaria, el Estado comenzó a desempeñar un papel
prioritario en las economías instrumentando medidas para conseguir el crecimiento econó-
mico y la llamada justicia social.
En esta coyuntura se dieron los primeros pasos para intentar lograr la unificación
económica. El verdadero impulso para la formación de la Comunidad Europea fueron las
condiciones que Estados Unidos había impuesto como requisito para conceder las ayudas
del Plan Marshall, lo que afectaba a la mayoría de los países europeos, ya que necesitaban
reconstruir sus economías para fortalecerse y contener el avance de la Unión Soviética.
Además la nueva organización creada, OECE, no limitó su papel al reparto de ayudas, sino
que a partir de 1950 fomentó la cooperación entre los países europeos dando un fuerte
impulso a la liberalización comercial, despertando el interés por la creciente integración y
la cooperación de los países europeos y promoviendo la formación de un mercado único.
Los políticos que más destacaron en este proceso fueron Winston Churchill, Robert
Schumann, Jean Monnet y Paul Henri Spaak.
Churchill, primer ministro británico, había desempeñado un papel fundamental
durante la II Guerra Mundial. Fue el primero en acuñar el término “telón de acero” para
señalar la división de Europa en dos partes, la comunista y la capitalista y defendió la crea-
ción de unos Estados Unidos de Europa.
El economista Jean Monnet presidió la Comunidad Económica del Carbón y del Acero
(CECA) entre 1952 y 1955. Es considerado el “padre de la Unión Europea” por haber sido el
máximo inspirador de la política de integración. Monnet fue quien recomendó a Schumann la
puesta en marcha de su plan, ya que la constitución de la CECA permitiría poner en común las
producciones de carbón y acero de Francia y Alemania, sirviendo como base para el posterior
desarrollo de un mercado común europeo. La creación de la CECA constituyó el primer gran
paso hacia la integración de Europa ya que por primera vez los seis Estados miembros de esta
organización renunciaron a una parte de su soberanía. La CECA era en realidad un instrumen-
to para avanzar en la construcción europea, lo cual requería un proceso paulatino en todos los
aspectos, no sólo en los económicos, también en los políticos y en los sociales. El Tratado
CECA entró en vigor el 23 de julio de 1952 y expiró el 23 de julio de 2002.
DESARROLLO ECONÓMICO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX ~ 261 ~

En 1955, los países del BENELUX propusieron a los países miembros de la CECA
la creación de un “mercado común”. Para estudiar la propuesta se encargó la elaboración
de un informe completo a un comité de expertos presidido por Paul Henri Spaak. Spaak
había ocupado en Bélgica diversos puestos ministeriales antes de la Segunda Guerra
Mundial y desde 1941 fue uno de los creadores de la unión aduanera con los Países Bajos
y Luxemburgo, que dio lugar al BENELUX en 1944. Desde entonces promovió y apoyó
todas las iniciativas de integración europea.
El informe se realizó con gran rapidez, culminando el 25 de marzo de 1957 en la
firma en Roma del Tratado constitutivo de la Comunidad Económica Europea (CEE). El
primer objetivo de la CEE era crear un mercado común. En esa misma fecha también se
firmó el Tratado constitutivo de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (EURA-
TOM). En su comienzo, la CEE quedó constituida únicamente por seis miembros: Francia,
Alemania Occidental, Bélgica, Luxemburgo, Países Bajos e Italia. Como fórmula para
lograr un mercado común, el Tratado de Roma preveía la unión aduanera entre los países
firmantes y la libertad de circulación de trabajo. Pero el libre comercio en la CEE consti-
tuía sólo el primer paso para lograr un objetivo mucho más ambicioso, que no era otro sino
la futura integración económica. Gran Bretaña, que había rechazado la invitación para
unirse a la CEE, formó en 1959 la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA4) junto
con Austria, Dinamarca, Noruega, Portugal, Suecia y Suiza, a la que se asoció Finlandia
en 1961. La EFTA tenía entre sus objetivos la supresión de restricciones comerciales, lo
que se produjo rápidamente. Tres años después de su creación los países fundadores se
plantearon la disyuntiva entre convertirse en miembros de la CEE o asociarse a ella. Pese
a su inicial rechazo, Gran Bretaña solicitó adherirse a la CEE en 1963 pero Francia se
negó. Finalmente consiguió la admisión en 1973 junto con Dinamarca e Irlanda, lo que
rompió la EFTA.
La creación de la CEE fue determinante en el fuerte crecimiento económico que
Europa experimentó durante los años cincuenta y sesenta. El comercio intraeuropeo
creció a un ritmo superior al del PIB respectivo de cada país, fundamentalmente en el
comercio de productos manufacturados. Los productos agrícolas estaban sometidos a una
regulación diferente emanada de la Política Agrícola Común (PAC). La PAC establece
precios de apoyo para las principales partidas agrícolas producidas por los países de la
Comunidad e impone unos aranceles para las importaciones extra comunitarias iguales a
la diferencia entre el precio de apoyo y el precio mundial. Desde su establecimiento, las
distorsiones introducidas por la PAC en el mercado intracomunitario y en el resto de los
países son incuantificables, pero afectan de una forma especialmente perjudicial a los
países del Tercer Mundo, que son incapaces de penetrar con sus productos agrícolas en
las economías europeas. El crecimiento del comercio extracomunitario también fue muy
elevado durante los años cincuenta y sesenta, cifrándose en torno a un 5% anual prome-
dio en cada país.
No sólo creció el comercio. También se incrementaron los movimientos interna-
cionales de capitales que, si bien al comienzo de la posguerra habían estado dominados

4 EFTA: European Free Trade Association.


~ 262 ~ HISTORIA ECONÓMICA

por los préstamos estadounidenses, fueron cambiando paulatinamente su signo con la


inversión en cartera desde Europa a Estados Unidos. Esta evolución se vio favorecida por
una creciente cooperación en materia monetaria. El Tratado de Roma sólo preveía dispo-
siciones poco significativas en lo relativo a cooperación monetaria, pero hubo dos fuer-
zas impulsoras de la unificación monetaria: por un lado, el movimiento de integración
europeo, que no aspiraba a unificar solamente el comercio; por otro, la creciente debili-
dad del dólar como moneda mundial. Ante la inestabilidad monetaria general vivida a
finales de los años sesenta y el consiguiente colapso del sistema de Bretton Woods, el
Plan Werner5 implantó un sistema de bandas de fluctuación en el que podían oscilar los
tipos de cambio. Este sistema, conocido como “la serpiente monetaria”, fracasó cuando
países como Inglaterra, Italia y Francia fueron incapaces de mantenerse dentro de las
bandas de fluctuación, por lo que en 1979 se implantó el Sistema Monetario Europeo
(SME). Su objetivo era proporcionar estabilidad a las monedas y difería en varios aspec-
tos del sistema anterior. En primer lugar, introdujo el ECU6 como la unidad monetaria
europea. El valor del ECU era el resultado de una “cesta” en la que participaban las
monedas de los países miembros de forma ponderada. En segundo lugar, el SME ofrecía
mecanismos para ayudar a mitigar las fluctuaciones de los tipos de cambio nacionales,
proporcionaba facilidades crediticias para el apoyo mutuo de los pagos y constituía un
fondo monetario europeo.
El SME constituyó el antecedente real hacia la Unión Monetaria Europea (UME).
El desarrollo institucional de la UME comenzó en 1988 con la creación de un comité de
expertos presidido por Jacques Delors. En el informe presentado por el comité se preveía la
creación de un Sistema Europeo de Bancos Centrales y de la moneda única, el Euro, nueva
denominación de la moneda única y unidad de cuenta europea, que vino a sustituir al anti-
guo ECU7. La implantación total de la UME fue finalmente un hecho en 2002, ya que desde
el 28 de febrero de dicho año el euro es la única moneda de curso legal para los países miem-
bros. En el cuadro 14.1 se recoge la cronología de la legislación Europea fundamental.
Como vemos, la integración de Europa ha sido un proceso paulatino. Los tratados
fundacionales se han ido modificando como consecuencia, principalmente, de las amplia-
ciones con países nuevos. En 1973 se adhirieron Dinamarca, Irlanda y Gran Bretaña. En
1981 se incorporó Grecia, y en 1986 fue el turno de España y Portugal. En 1995 fue el turno
de Austria, Finlandia y Suecia. La última ampliación ha tenido lugar en 2004 con la incor-
poración de Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta,
Polonia y República Checa, llegándose así a la llamada Europa de los 25.
En el cuadro 14.2 podemos observar la evolución de la producción y de la inflación
en la Europa de los quince durante el periodo 1999-2000.

5 El Plan Werner, aprobado en 1971, recoge las fases necesarias para conseguir la Unión Económica y
Monetaria: la convertibilidad irreversible de las monedas comunitarias, la centralización de la política mone-
taria y crediticia y la puesta en circulación de una moneda común.
6 ECU: European Currency Unit.
7 El cambio de denominación de la moneda única se decidió en la reunión del Consejo Europeo celebrada en
Madrid en diciembre de 1995.
DESARROLLO ECONÓMICO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX ~ 263 ~

Cuadro 14.1: Legislación de la Unión Europea

1951: Tratado de Roma. Tratado constitutivo de la Comunidad Económica Europea.


1987: Acta Única Europea. Introdujo las adaptaciones necesarias para completar el mercado
interior.
1992: Tratado de la Unión Europea. Conocido como "Tratado de Maastricht". Cambió el nombre
de Comunidad Económica Europea por el de Comunidad Europea. Constituyó una propues-
ta para reemplazar el SME por una Unión Económica y Monetaria, creando una nueva
estructura: la Unión Europea.
1997: Tratado de Ámsterdam. Modificó y reenumeró los Tratados UE y CE.
2001: Tratado de Niza. Reformó las instituciones para que la Unión pudiera funcionar eficaz-
mente tras su ampliación a 25 Estados miembros.

Fuente: Claves de Economía Mundial 2003, ICEX

Cuadro 14.2: Crecimiento del PIB e inflación, 1999-2000

Tasa de crecimiento PIB real Inflación (IPC)


1999a 1999b 2000c 1999a 1999b 2000c
Alemania 1,5 1,6 2,9 0,7 0,7 1,7
Austria 2,0 2,2 3,5 0,5 0,5 1,9
Bélgica 2,3 2,5 3,9 1,1 1,1 2,2
Dinamarca 1,3 1,7 2,1 2,5 2,6 2,9
España 3,4 3,8 4,1 2,2 2,2 3,1
Finlandia 3,6 4,0 5,0 1,3 1,3 2,7
Francia 2,7 2,9 3,5 0,6 0,6 1,6
Grecia 3,5 3,5 3,5 2,4 2,2 2,5
Irlanda 8,4 9,9 8,7 1,6 2,5 4,8
Italia 1,4 1,4 3,1 1,7 1,7 2,5
Luxemburgo 5,2 5,2 5,1 1,0 1,0 1,6
Países Bajos 3,5 3,6 3,9 2,0 2,0 2,4
Portugal 3,0 3,0 3,4 2,2 2,2 2,5
Reino Unido 2,0 2,1 3,1 2,3 2,3 2,0
Suecia 3,8 3,8 4,4 0,5 0,5 1,4
Media ponderada(1) 2,2 2,4 3,4 1,4 1,4 2,1

(a) Estimaciones a abril de 2000; (b) Definitivo a septiembre de 2000; (c) Estimaciones a septiembre de 2000.

Fuente: Elaborado a partir de World Economic Outlook Database, abril y septiembre de 2000, FMI.
~ 264 ~ HISTORIA ECONÓMICA

3. LA CRISIS DE 1973
Durante los años setenta la evolución del mundo occidental estuvo marcada por el colapso
del sistema de Bretton Woods 1971, la consiguiente adopción de tipos de cambio flotantes
y la crisis económica que se desencadenó en 1973, cuando el mundo se vio sacudido por la
primera crisis del petróleo. ¿Por qué se produjo la crisis? En octubre de 1973 comenzó una
guerra entre Israel y los países árabes, y tanto Estados Unidos como Holanda decidieron
apoyar a Israel. La respuesta por parte los países árabes miembros de la OPEP8 fue el
embargo en el abastecimiento de petróleo a esos dos países. Con el recorte de las exporta-
ciones de petróleo por parte de los países árabes se incrementó su precio, hasta tal punto
que en tan sólo seis meses el precio del crudo se había cuadruplicado, dando lugar a un
ascenso en cascada del precio de otros bienes y servicios. Las balanzas de pago de los países
europeos sufrieron un fuerte desequilibrio. La inevitable recesión, en la que se registraron
unas tasas de desempleo desconocidas desde la Gran Depresión, se vio acompañada por un
fuerte proceso inflacionista. Esta anormal situación macroeconómica fue bautizada con el
nombre de estanflación. La recesión inflacionaria o estanflación constituyó un fenómeno
macroeconómico no previsto por las doctrinas keynesianas, que asociaban el estancamien-
to a la deflación, con lo que el keynesianismo empezó a entrar en declive.
La crisis económica se agudizó aún más entre 1974 y 1975. En respuesta, la mayo-
ría de los países emprendieron políticas monetarias y fiscales expansivas que condujeron a
una progresiva recuperación de sus economías a partir de la segunda mitad de 1975, aunque
el crecimiento de la producción no consiguió recuperar las tasas de desempleo previas a la
crisis. El resultado de las balanzas de pagos en el mundo occidental fue revirtiendo su signo.
En el cuadro 14.3 podemos observar la evolución de la inflación en los principales
países industrializados entre 1973 y 1980.

Cuadro 14.3: Evolución de la inflación en los principales países industrializados


(1973-1980)

País 1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980


Estados Unidos 6,2 11,1 9,1 5,7 6,5 7,6 11,3 13,5
Gran Bretaña 9,2 16,0 24,2 16,5 15,8 8,3 13,4 18,0
Canadá 7,6 10,9 10,8 7,5 8,0 8,9 9,2 10,2
Francia 7,3 13,7 11,8 9,6 9,4 9,1 10,8 13,6
Alemania 6,9 7,0 6,0 4,5 3,7 2,7 4,1 5,5
Italia 10,8 19,1 17,0 16,8 17,0 12,1 14,8 21,2
Japón 11,7 24,5 11,8 9,3 8,1 3,8 3,6 8,0

Fuente: OCDE. Economic Outlook: Historical Statistics, 1960-1986. París, OCDE, 1987,
en Krugman, P. (2001): Economía Internacional, Madrid, McGraw Hill, p. 465

8 Organización de Países Exportadores de Petróleo.


DESARROLLO ECONÓMICO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX ~ 265 ~

Los tipos de cambio flotantes contribuyeron a conseguir el ajuste internacional en la


primera crisis del petróleo. Y no sólo beneficiaron al mundo industrializado, ya que los
países en vías de desarrollo también tuvieron posibilidad de pedir préstamos en los merca-
dos financieros internacionales para mantener su ritmo de crecimiento económico gracias
a la flotación, lo cual habría sido imposible con un sistema de tipos de cambio fijos. Sin
embargo, aunque esos préstamos fueron un alivio temporal, a largo plazo generaron un défi-
cit para los países prestatarios que lastró su situación económica una vez que se desenca-
denó la segunda crisis del petróleo.

4. SEGUNDA CRISIS DEL PETRÓLEO, 1979-1980


Cuando llegó a la presidencia de los Estados Unidos Jimmy Carter (1977-1981), su admi-
nistración eligió desarrollar una política económica expansiva para reducir el desempleo
heredado de la crisis de 1973. Estas medidas generaron una presión adicional a las tensio-
nes inflacionistas ya existentes, situación que se vio agravada con la segunda crisis del
petróleo.
En 1979 los países árabes volvieron a interrumpir las exportaciones de petróleo. La
causa en esta ocasión fue la caída del Shah en Irán y el comienzo de la revolución islámi-
ca. Los precios del crudo aumentaron nuevamente, llegando a duplicarse. Cuando el mundo
industrializado apenas se había recuperado de la crisis anterior, se vio nuevamente inmerso
en una profunda recesión que tocó fondo en diciembre de 1982, alcanzándose una tasa de
desempleo en Estados Unidos del 11 por ciento en el último trimestre del año.
En el gráfico 14.4 podemos observar la evolución de la tasa de inflación y de la tasa
de desempleo en Estados Unidos entre 1972 y 2000, con dos claros repuntes que se corres-
ponden con las crisis del petróleo de 1973 y 1979.
Los tipos de cambio flotantes permitían a los países industrializados adoptar medi-
das monetarias y fiscales restrictivas para frenar el ascenso de la inflación. Los países occi-
dentales registraron nuevamente déficit en sus balanzas de pagos, pero en lugar de
emprender políticas expansivas como en 1975, los responsables de las políticas macroeco-
nómicas decidieron instrumentar políticas monetarias contractivas para frenar la inflación.
Algunos países combinaron éstas medidas con políticas fiscales contractivas para reforzar
la lucha contra la subida de los precios. Las principales consecuencias fueron el fuerte
incremento del desempleo y el frenazo a la recuperación de la producción. De hecho
muchos economistas coinciden al afirmar que en 1981-82 el mundo sufrió la recesión más
profunda vivida desde la Gran Depresión. A partir de ese momento, y durante el resto de
los años ochenta, comenzó la etapa de recuperación y de expansión más larga que se había
registrado en tiempos de paz, que se prolongó hasta 1990.
La situación fue más difícil para los países en vías de desarrollo-no productores de
crudo. Los déficit que registraron no fueron corregidos, ya que sus gobiernos no empren-
dieron ninguna política restrictiva del gasto. En la primera crisis del petróleo estos países
tampoco habían recortado los gastos, pero las consecuencias fueron más graves en esta
ocasión debido a que ya se encontraban endeudados. Además, la deuda de los países en vías
de desarrollo provocó graves problemas a todo el sistema financiero internacional.
~ 266 ~ HISTORIA ECONÓMICA

Cuadro 14.4: La inflación y el desempleo en Estados Unidos, 1972-2000


16 –

14 –

12 –

10 –
Porcentaje

Desempleo
8–

6–

4–

2–
Inflación

0
1972 1976 1980 1984 1988 1992 1996 2000
1974 1978 1982 1986 1990 1994 1998

Fuente: Haver Analytics macroeconommic database, en Dornbusch, R. & Fischer, S.(2002):


Macroeconomía, Madrid, 8ª edición, p. 268, Mc Graw-Hill

5. AUGE Y CAÍDA DEL BLOQUE SOVIÉTICO


Tras la Segunda Guerra Mundial el bloque soviético también tuvo que reconstruir su
dañada economía. La situación de partida era diferente, ya que los países del Este se
encontraban en 1945 en situación de subdesarrollo –excepto Alemania Oriental y
Checoslovaquia–. Los instrumentos empleados para salir de la crisis también fueron
distintos. En primer lugar, la Unión Soviética no aceptó la ayuda del Plan Marshall.
Como respuesta a la reconstrucción de Europa, la URSS reaccionó creando dos organis-
mos: en 1949 nació el Consejo de Ayuda Económica Mutua (COMECON) para fomen-
tar las relaciones intrabloque, y en 1955 se firmó el Pacto de Varsovia con fines militares.
En segundo lugar, el marco político e institucional en el que se dio este desarrollo
mostraba grandes diferencias. Frente al Estado de bienestar y los regímenes democráti-
cos y parlamentarios adoptados en occidente, la Europa oriental –compuesta por la
Unión Soviética, República Democrática Alemana, Yugoslavia, Hungría, Polonia,
Rumania, Bulgaria y Checoslovaquia– quedó alineada con el modelo soviético, quedan-
do sometida a la planificación, la abolición de la propiedad privada de los medios de
producción y al control absoluto tanto en el plano político como en el económico. No
DESARROLLO ECONÓMICO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX ~ 267 ~

sólo estaban en manos del Estado la propiedad de los medios de producción, sino también
las decisiones sobre el proceso económico. La planificación central, y no el ánimo de
lucro, determinaba todas las decisiones estratégicas del proceso económico, con el obje-
tivo de lograr tasas de desarrollos similares a las alcanzadas por los países no socialistas.
La nacionalización de los medios de producción fue más rápida en los países que
habían padecido la ocupación alemana (Polonia, Yugoslavia y Checoslovaquia), debido
a que estaban totalmente arrasados. El proceso siguió adelante en todo el bloque sovié-
tico aunque con distintos ritmos, y a comienzos de los años cincuenta ya se habían
nacionalizado la mayor parte de las ramas de actividad económica. La agricultura fue el
sector que planteó más dificultades y donde los resultados de la planificación fueron
más dispares.
Las reformas económicas pusieron su énfasis en el crecimiento extensivo para
conseguir incrementar rápidamente la producción, no por una mejor productividad, sino
por la utilización de un mayor número de factores productivos. En consecuencia, la tecno-
logía tuvo un lugar secundario entre las prioridades. La industrialización se centró en la
industria pesada y en la fabricación de los bienes de equipo, que se desarrolló sin ningún
tipo de coordinación.
Aunque el factor capital no era la principal preocupación de los gobiernos planifica-
dores de la Europa oriental, su dotación también creció como fórmula para activar la
productividad del trabajo, fundamentalmente en industria y bienes de producción. Alemania
oriental fue el país en el que más aumentó la productividad. En el resto, el crecimiento se
basó fundamentalmente en el incremento de los factores productivos.
Como resultado, los países que adoptaron esta fórmula experimentaron tasas de
crecimiento más rápidamente y más elevadas que las cuantificadas en Europa occidental, y
conllevó un enorme incremento de la renta nacional, de la producción industrial y de las
tasas de empleo. El bloque soviético asistió a una larga etapa de esplendor. Dada la dete-
riorada situación de partida, el crecimiento económico de Europa oriental no puede menos
que calificarse de espectacular.
Acorde con el diseño nacionalista y planificador del bloque soviético, esta línea
de crecimiento puso en marcha la sustitución de importaciones potenciando la autosufi-
ciencia y el comercio entre los países pertenecientes al bloque. El comercio exterior
quedaba relegado a un lugar secundario y la importación de tecnología procedente de
Europa occidental únicamente se permitía en algunos casos. Este rechazo al comercio
con occidente generó un lastre terrible, ya que los países del bloque soviético no pudie-
ron importar la tecnología que necesitaban para relanzar sus economías, de la cual eran
deficitarios.
Esta estrategia no fue gratuita. La etapa expansiva se tornó en recesiva. La causa
fue la productividad decreciente de los factores productivos, que desembocó en tasas de
crecimiento negativas. Uno de los motivos raíces de la falta de productividad está en la
esencia misma del sistema, en la planificación. La burocratización de la actividad econó-
mica dio lugar inevitablemente a ineficiencias y a ausencia de incentivos. La planifica-
ción era el caldo de cultivo perfecto para aunar ineficiencia y despilfarro y, como
~ 268 ~ HISTORIA ECONÓMICA

resultado, la Unión Soviética, que había abordado los años sesenta como una superpo-
tencia, comenzó un camino sin retorno.
Desde mediados de los años setenta todos los indicadores económicos fueron en
declive. El bloque soviético se vio incapaz de abastecer de alimentos a la población.
Había escasez de vivienda. Los trabajadores del campo que habían emigrado a la ciudad
buscando un mejor nivel de vida no veían cumplidas sus expectativas, y el atraso tecno-
lógico era más que evidente. La situación podría haber sido aún peor si la crisis del
petróleo de 1973 hubiera tenido los mismos efectos negativos que en Europa occidental.
Sin embargo, el bloque soviético se autoabastecía de suministros energéticos, incluso
tenían capacidad exportadora. Pero ante los elevados precios del petróleo en el mundo
occidental, la Unión Soviética decidió en 1975 incrementar los suyos, con la conse-
cuencia inmediata de un incremento en los costes de producción de los países de Europa
oriental.
Tras la segunda crisis del petróleo la situación empeoró con el agotamiento de algu-
nos pozos petrolíferos, siendo cada vez más costosas las extracciones. Además el déficit
tecnológico impuso la necesidad de importar maquinaria y tecnología de Europa occiden-
tal y de Estados Unidos, con lo que los países soviéticos comenzaron a acumular una impor-
tante deuda. Para hacer frente a la insostenible deuda los países del bloque soviético
tuvieron que reducir las ya escasas importaciones de tecnología procedentes de Europa
occidental. Como consecuencia, el crecimiento se desaceleró aún más.
La comparación de los resultados económicos del mundo capitalista con los obteni-
dos por países del bloque soviético a mediados de los años ochenta permitió constatar la
menor productividad en todos los sectores y de forma muy acusada en la agricultura. Los
déficits alimentarios obligaron a las autoridades a imponer los racionamientos, haciéndose
cada vez más patente que el sistema era incapaz de ofrecer a su población el proclamado
bienestar y el modelo planificador empezó a estar fuertemente cuestionado en la mayoría
de los países del bloque soviético. A comienzos de los años ochenta Europa oriental se
encontraba fuertemente endeudada y era incapaz de pagar la deuda, de alimentar a su pobla-
ción y de mantener unos niveles de vida mínimamente razonables. La población estaba
descontenta y los trabajadores, desmotivados, tenían una escasísima productividad. Era
innegable el fracaso del sistema.
A finales de los años ochenta vino a sumarse a los anteriores un problema adicional:
como protesta ante la falta de valor del dinero por el repunte de la inflación los agriculto-
res dejaron de enviar alimentos a las ciudades, agravándose aún más la situación de
desabastecimiento. La debilidad económica era tan acusada que llegó a estar en peligro el
mantenimiento de la carrera armamentística. El gasto en armamento representaba un impor-
tante peso relativo respecto al PIB soviético para intentar mantener la guerra fría –en torno
al quince por ciento del PIB–. La situación de atraso tecnológico se vió agravada cuando
Ronald Reagan, entonces presidente de Estados Unidos (1980-1988), emprendió un ambi-
cioso programa de rearme llamado Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE), más conoci-
do como “la Guerra de las Galaxias”. Se trató del mayor programa de rearme en paz de la
historia de EE.UU. Puso en marcha además la llamada Doctrina Reagan, consistente en
DESARROLLO ECONÓMICO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX ~ 269 ~

intervenciones militares para aplastar los regímenes marxistas en el mundo subdesarrolla-


do. La clara superioridad militar estadounidense puso de manifiesto la incapacidad soviéti-
ca para afrontar el nivel tecnológico y de gasto necesario, por lo que se quebró el equilibrio
estratégico entre la URSS y Estados Unidos.
Las primeras reformas para reanimar la debilitada economía soviética fueron emprendi-
das por Andropov, pero recibieron el impulso definitivo con la llegada de Gorbachov a la secre-
taría general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) en 1985 y a la presidencia
de la URSS en 1988. Gorbachov puso en marcha la perestroika, que significa reestructuración.
El instrumento clave para llevar a cabo la perestroika era la glasnost o transparencia, elemen-
to del que hasta entonces había carecido absolutamente el sistema planificador. Para revitalizar
la economía soviética, Gorbachov centró los esfuerzos en la mejora de la tecnología y en la
búsqueda de la eficiencia laboral mediante actuaciones tan dispares como mejorar la calidad de
la maquinaria producida, incentivar a los trabajadores, incrementar el número de ordenadores
y mitigar la corrupción instalada en los burócratas.
A pesar todos los intentos para reactivar y modernizar la economía soviética, la
perestroika fracasó. El sistema era irreformable, dada la imposibilidad de combinar inicia-
tivas y elementos de libre mercado con las características propias de un sistema coercitivo.
Con un déficit continuo registrado desde 1976 y una recesión económica constante, la
población estaba sumida en la escasez: escasez de ingresos, de suministros energéticos, de
bienes básicos de consumo, de trabajo, de alimentos... La perestroika fracasó pero supuso,
eso sí, el comienzo del fin del comunismo en Europa oriental. En 1989 cayó definitiva-
mente el bloque soviético9. El cuadro 14.5 recoge la relación cronológica de los gobernantes
de la Unión Soviética (cuadro 14.5 a) y de la Federación Rusa (14.5. b).
Desde entonces, los países surgidos a raíz de la desintegración de la URSS han intenta-
do reanimar sus economías. Algunos de ellos, como Rumanía, recurrieron al FMI. Otros, como
Rusia, Hungría o Polonia, recibieron cooperación del G24 –compuesto por los veinticuatro
países más industrializados del mundo–, que decidió prestar ayuda siempre y cuando pudiera
influir en la reorientación política y económica de los países prestatarios. La Comunidad
Europea también concedió ayudas a algunos de estos países, como Checoslovaquia.
La situación fue diferente en Alemania oriental. A raíz de la reunificación, Alemania
Occidental asumió la obligación de elevar el nivel de vida de la antigua RDA, por lo que
activó inmediatamente la creación de infraestructuras mediante un fuerte incremento del
Gasto Público. También estableció un sistema de transferencias para elevar la renta de las
familias. Para que la reunificación no conllevara medidas impopulares, el gobierno alemán
decidió utilizar medidas fiscales suaves que no implicaran un fuerte incremento de los
impuestos. El resultado fue, como no podía ser otro, un aumento del déficit público alemán.
Para evitar que el déficit presupuestario se tradujera en inflación, el Bundesbank puso en
marcha una política monetaria fuertemente restrictiva, lo que tendió a provocar un déficit
de balanza de pagos.

9 Mijail Gorbachov fue galardonado en 1990 con el Premio Nobel de la Paz. Ha sido el último presidente de
la URSS.
~ 270 ~ HISTORIA ECONÓMICA

Cuadro 14.5a: Gobernantes de la Unión Soviética

1922 - 1924: Lenin (Pseudónimo utilizado por Vladimir Ilich Ulianov)


1924 - 1953: Iósif Stalin
1953 - 1953: Gueorgui Malenkov
1953 - 1964: Nikita Jruschov
1964 - 1982: Leonid Brezhnev
1982 - 1984: Yuri Andropov
1984 - 1985: Konstantín Chernenko
1985 - 1991: Mijaíl Gorbachov

Cuadro 14.5b: Gobernantes de la Federación Rusa

1991 - 1999: Borsis Yeltsin


1999 - Actual: Vladimir Putin

Fuente: Elaboración propia

6. LA MUNDIALIZACIÓN
La creciente interdependencia económica de los países no ha surgido casualmente, sino que es
resultado de la historia reciente vivida en el mundo, de tal forma que el aislamiento económi-
co es actualmente algo impensable para cualquier nación que persiga el crecimiento económi-
co y el bienestar de su población. Las economías de todos los países están relacionadas con el
resto del mundo a través de intercambios de bienes y servicios, de factores productivos, de
movimientos de capitales y también mediante las interrelaciones que tienen las políticas econó-
micas nacionales. En consecuencia, todos los elementos de las economías se han hecho inter-
dependientes. La formación de la Comunidad Económica Europea, la progresiva integración
de Estados Unidos en la economía mundial a partir de los años ochenta, la creciente importan-
cia de las compañías multinacionales y el poder oligopolista de la OPEP han sido algunos
hechos impulsores de este camino hacia una economía global. Ninguno de estos elementos es
resultado de la planificación, por lo que podemos afirmar que la mundialización o globaliza-
ción10 de la economía es el triunfo de la economía capitalista.
Una muestra de esta creciente mundialización de la economía es el incremento del
comercio internacional, que favorece la especialización de los países y posibilita el acceso
a mayor cantidad y variedad de productos en condiciones muy competitivas.

10 Mundialización es el término originario y es el utilizado por los autores franceses, aunque se ha dejado de
utilizar. Actualmente se usa el término globalización.
DESARROLLO ECONÓMICO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX ~ 271 ~

Esta tendencia queda de manifiesto por el peso relativo que implican las exportacio-
nes e importaciones respecto al PIB de cada país. El comercio internacional se ha visto
potenciado muy especialmente por los acuerdos internacionales alcanzados en las negocia-
ciones del GATT y, posteriormente, de la OMC.
En el cuadro 14.6 podemos observar el porcentaje de exportaciones e importaciones
en los distintos bloques de países en función de su desarrollo económico como porcentaje
del total del comercio internacional en el periodo 1980-2002.

Cuadro 14.6: Comercio de mercancías por áreas económicas 1980-2002


(Porcentajes del total mundial)

Exportaciones Importaciones

1980 2002 1980 2002


Economías desarrolladas 63,2 65,5 68,3 69,2
Economías en desarrollo 29,1 29,5 24,3 26,2
Pro memoria: Asia 7,8 17,9 8,4 15,9
(sin Japón, Australia
y Nueva Zelanda)
Economías en transición 7,7 5,0 7,4 4,6
Mundo 100,0 100,0 100,0 100,0

Fuente: Claves de Economía Mundial 2003, ICEX

El proceso de mundialización también ha dejado también sentir sus efectos en la


actividad financiera internacional con un enorme incremento en el valor de las operaciones
diarias en el mercado de divisas y con una fuerte expansión de la banca comercial a través
de sucursales en diferentes países. El auge de los mercados financieros y cambiarios ha
sido posible gracias a los avances tecnológicos en el campo de las telecomunicaciones.
Pero existe otra cara de la realidad de la mundialización. Junto con el desarrollo y la
prosperidad de los países industrializados late la emergencia del llamado Tercer Mundo.
Con esta expresión se hace referencia normalmente a países que se encuentran en una situa-
ción de baja renta por habitante. El término no tiene connotaciones geográficas, ya que al
Tercer Mundo pertenecen países de África, América y Asia, si bien tienden todos ellos a
estar alineados en la franja tropical del planeta. Además, en la borrosa frontera que separa
el “Primer” y el Tercer Mundo están todos los países en vías de desarrollo, entre los que se
encuentran, por ejemplo, muchos de los que pertenecían al bloque soviético.
La caracterización económica del Tercer Mundo es abrumadora: acoge aproximada-
mente al 70% de la población mundial y, sin embargo, tiene una generación de renta esca-
sísima y una fuerte inflación, como podemos apreciar en el cuadro 14.7 con datos relativos
al año 1999.
Cuadro 14.7: Población, Producción mundial e Inflación (1999)
~ 272 ~

Población Población de la PIB PPA/hab. PIB PPA del país Tasa media anual de
(hab.) región/área respecto (US$) (región/área)/PIB incremento del IPC
de la población PPA total mundial (1990-1998)
mundial (%) (%) Media simple

Unión Europea 374.323.080 6,27 20.488 21,24 3,7


Países candidatos 171.054.667 2,87 6.305 2,98 86,3
Otros países europeos 26.379.613 0,44 9.035 0,92 99,4
Eurasia 283.393.000 4,75 3.376 2,66 706,3
EUROPA 855.150.360 14,33 11.593 27,79 223,92
Este de Asia y Pacífico 2.019.044.594 33,83 4.833 26,80 13,0
Este de Asia y Pacífico (excluída China) 772.172.594 12,94 7.338 15,52 13,2
Sur de Asia 1.337.615.220 22,41 1.465 5,34 9,6
Sur de Asia (excluída India) 336.766.220 5,64 1.256 1,15 9,5
ASIA Y OCEANÍA 3.356.659.814 56,24 3.497 32,14 11,31
América del Norte 404.431.000 6,78 23.891 26,49 8,8
América del Norte (excluído México) 304.137.000 5,10 28.894 24,14 2,7
América Central y Caribe 66.528.197 1,11 3.705 0,67 73,1
América del Sur 343.126.312 5,75 7.091 6,65 203,1
AMÉRICA 814.085.509 13,64 15.173 33,81 94,99
Norte de África 142.576.000 2,39 3.357 1,30 11,0
Oriente Medio 165.276.632 2,77 5.295 2,37 11,7
NORTE DE ÁFRICA Y ORIENTE MEDIO 307.852.632 5,16 4.395 3,67 11,34
África Occidental 254.281.372 4,26 1.206 0,83 14,0
África Meridional y Oriental 380.553.661 6,38 1.704 1,76 219,0
AFRICA SUBSAHARIANA 634.835.033 10,64 1.505 2,58 116,49
TOTAL MUNDIAL 5.968.583.348 100,00 6.110 100,00 91,61
HISTORIA ECONÓMICA

Fuente: Claves de Economía Mundial 2003, ICEX


DESARROLLO ECONÓMICO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX ~ 273 ~

Aunque con grandes diferencias entre países, todos ellos muestran elevadísimas tasas
de natalidad, descenso de la tasa de la tasa de mortalidad, bajísima productividad de la agri-
cultura, índices escasísimos de escolarización… elementos todos ellos que conducen inexo-
rablemente al círculo vicioso de la pobreza. La divergencia entre estos países es tan enorme
que actualmente ya se habla del Cuarto Mundo, compuesto por el grupo de los países con
pobreza extrema. Actualmente existen más de mil millones de personas clasificadas por el
Banco Mundial como pobres absolutos11.
Uno de los graves problemas con los que se enfrentan estos países son las prácticas
que, a pesar de los esfuerzos liberalizadores, siguen restringiendo el libre comercio inter-
nacional y dificultando el crecimiento económico de los países menos desarrollados.
Todavía existen restricciones arancelarias y políticas en los países desarrollados para prote-
ger los mercados internos, siendo un buen ejemplo de ello la PAC. Para que la expansión
del comercio internacional beneficie también a los países pobres es prioritario eliminar el
proteccionismo de las reglas internacionales que lo regulan, ya que perjudica a los países en
desarrollo12.
La deuda externa es otro problema de enormes dimensiones para estos países que
hace treinta años, sólo afectaba a los países industrializados, pero que ha ido ampliándose
a los países subdesarrollados y en vías de desarrollo tras la segunda crisis del petróleo. La
situación se calificó de catastrófica cuando, a principios de los años ochenta, los quince
países más endeudados del mundo se vieron en la obligación de devolver más dinero del
que recibían en forma de nuevos créditos. Es decir, rompiendo la lógica con la que fueron
concebidos los préstamos del Banco Mundial, el destino de estos empezó a ser la devolu-
ción de la deuda. El problema es enorme y se autoalimenta. La deuda adquirida hace
contraer nuevas deudas, lo que bloquea el crecimiento: al pagar sus compromisos estos
países se quedan sin las reservas de divisas que les permitirían importar la tecnología y
maquinaria capaz de impulsar su desarrollo.
Pero el desarrollo económico está fuertemente condicionado por las instituciones
políticas de los países. Es una evidencia que la modernización política es un requisito previo
al crecimiento económico. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo,
las instituciones responsables encargadas de la gestión de los asuntos públicos suelen ser el
eslabón perdido entre los esfuerzos contra la pobreza y la reducción de la pobreza13.
En el cuadro 14.8 podemos observar, según un estudio del Banco Mundial, la rela-
ción objetiva entre el crecimiento económico y la reducción de la pobreza.
El endeudamiento y el colapso del proceso de crecimiento no sólo afectan a los
países prestatarios, sino que también se convierte en un problema para los países presta-
mistas. Las ayudas consistentes en donaciones, préstamos y créditos a bajo interés son un
alivio temporal, pero no logran revertir el signo del problema.

11 Se entiende por Pobres absolutos aquellas personas que padecen malnutrición constante, analfabetismo,
elevadas tasas de mortalidad, etc. (Según definición del Banco Mundial).
12 Véase Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD (2000): Informe sobre la Pobreza.
13 PNUD (2000):Informe sobre la Pobreza
~ 274 ~ HISTORIA ECONÓMICA

Cuadro 14.8: Vínculo entre la reducción de la pobreza y el crecimiento económico

Nota: Los datos de Uganda corresponden al período de 1992-2000 y corresponden a sus cifras oficiales sobre el
nivel nacional de pobreza por ser éstos los datos disponibles.

Fuente: Banco Mundial. Informe sobre el desarrollo mundial 2005

La única forma eficaz de luchar contra la pobreza es impulsar su desarrollo median-


te planes correctos. Para conseguirlo es imprescindible conocer las causas de la pobreza.
Las actuaciones emprendidas por las Instituciones Financieras internacionales (IFI) –en
ocasiones fuertemente criticadas–, y también por otros organismos tanto gubernamentales
como no gubernamentales14 están contribuyendo a mejorar la situación en algunas de estas
regiones, pero las dimensiones de la pobreza extrema son todavía abrumadoras.

7. EJERCICIOS
1. Las políticas fiscales y monetarias adoptadas durante la primera crisis del petró-
leo fueron posibles por los tipos de cambio flotantes. ¿Qué hubiera ocurrido si los
tipos de cambio hubieran sido fijos?
2. Una de las medidas que puso en marcha Gorbachov para activar la deteriorada
economía soviética fue el incremento de los precios de las bebidas alcohólicas
unido a un cierto número de dificultades para su consumo, como la restricción de
horario en los establecimientos dispensadores de bebidas alcohólicas o la dismi-
nución de los puntos de venta. ¿Se le ocurre alguna razón económica por la que
el entonces presidente tomara estas medidas?
14 Uno de los instrumentos más eficaces en la lucha contra la pobreza son los microcréditos.

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