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económica
2
LA ACTIVIDAD ECONÓMICA
DEL HOMBRE EN LAS PRIMERAS
ETAPAS DE LA HISTORIA
1. LA SOCIEDAD PRIMITIVA
2. LAS GRANDES CIVILIZACIONES DEL MUNDO ANTIGUO
3. EJERCICIOS
4. LECTURAS RECOMENDADAS
5. BIBLIOGRAFÍA
1. LA SOCIEDAD PRIMITIVA
La antigüedad del hombre sobre la tierra se remonta a cientos de miles de años. Pero los
diferentes grupos humanos evolucionaron a ritmos muy distintos. Parece que el hombre
existía en Europa en el periodo glacial y muy probablemente antes. Ha ido sobreviviendo a
muchas razas de animales de las que era contemporáneo y ha ido pasando por un proceso
de desenvolvimiento en las distintas ramas de la familia humana, tan notable en sus etapas
como en su progreso (Morgan, L. H., 1970).
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~ 12 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
ra económica y social más compleja, puesto que el cobre y el estaño pocas veces se hallan
juntos y uno de los dos debe ser importado. Esto es posible si existe excedente de algún
producto local para permutarlo por metales, con lo que aumenta el intercambio de bienes y
la división del trabajo. La invención de la moneda permitió acumular riquezas; se efectua-
ban préstamos con interés. Los agrupamientos de población fueron creciendo y alcanzaron
su plenitud los grandes Imperios de los valles fluviales; además, apareció la escritura y la
notación numérica.
A su vez, la tabla de multiplicar y la geometría facilitaron la construcción de edifi-
cios: templos y pirámides. También se desarrolló la astronomía con la medición exacta del
tiempo de las estaciones, los puntos cardinales, el reloj de sol y el calendario de 365 días.
Los avances en arquitectura fueron seguidos de otros en escultura, pintura y música con
diversos instrumentos, como la flauta, el arpa y la lira. Las relaciones sociales y económi-
cas se plasmaron en reglas muy estrictas, como el Código de Hammurabi (1750 a.C.). Poco
a poco hubo una mayor división de clases: la de los poderosos (reyes, nobles o sacerdotes)
y la de los pobres (hombres libres, colonos, siervos y esclavos). Este periodo finalizó con
guerras y migraciones de pueblos.
2.1.1. Mesopotamia
El curso bajo de los ríos gemelos: Tigris y Éufrates forma una unidad geográfica cuya vida
natural y económica dependía de sus aguas. El territorio estaba dividido en ciudades-estado,
que eran autónomas desde el punto de vista político, pero todas con una cultura material, un
lenguaje y una religión comunes y, en gran medida, económicamente interdependientes. En el
centro de cada una se encontraba la ciudadela con el templo, que era no sólo un lugar de culto,
sino también un gran centro productor y administrador de riquezas. Funcionaba como un gran
banco, puesto que los documentos más antiguos muestran las cuentas anotadas por los sacer-
dotes acerca de los ingresos en los templos.
En esta vasta llanura tuvieron lugar varias guerras entre las diferentes ciudades y se
formaron algunos Imperios, como el de Babilonia que consiguió una unidad política ya
bajo el dominio de Hammurabi. En su Código (1750 a.C.) de leyes escritas se revela la
situación de los arrendamientos rústicos, del comercio, la industria, la contabilidad mercan-
til, el crédito, los tipos de interés, etc. Las instituciones de crédito alcanzaron altos niveles
concediendo préstamos a empresas mercantiles e industriales, recibiendo depósitos, etc. El
valor de las cosas se medía en dos tipos de unidades de cuenta: el gur de Babilonia (medi-
da de cebada equivalente a 252 litros) o el siclo (lingote de plata de 8 gramos de peso), pero
no se llegó a acuñar moneda. Las ciudades-estado quedaron absorbidas dentro del territorio
de un Estado que correspondía por entero a la realidad de las necesidades económicas.
2.1.2. Egipto
El Valle del Nilo constituía una unidad económica natural. La agricultura dependía de la
crecida anual del río y su llegada significaba el comienzo del ciclo de las operaciones agrí-
colas. La predicción exacta del día de la inundación representaba una gran ventaja para la
población y se producía en función del movimiento anual de la tierra alrededor del sol, el
mismo día cada año solar. Las observaciones registradas durante 50 años demostraron que
el intervalo medio entre las crecidas era de 365 días. Sobre esta base se introdujo un calen-
dario oficial en el que el año se dividía en 10 meses de 36 días cada uno con un periodo
adicional de 5 días, que se intercalaba al final del año. Hubo un error en el cómputo de unas
6 horas. Los funcionarios reales lo corrigieron observando la trayectoria aparente de la
estrella Sirio (Sothis para los egipcios), la cual en la latitud de El Cairo es la última estrella
que aparece en el horizonte, antes de que la aurora oculte a todas las demás en la época de
la crecida, y ésa fue la señal del inicio de los trabajos agrícolas. Además, la creación del
~ 16 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
1 Ciudad estado autónoma en la que ciudad y campo constituyen una unidad estrechamente ligada.
~ 18 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
Biblioteca de Celso en Éfeso (siglo II d. C.). En la fachada, cuatro estatuas que representan
la sabiduría, la virtud, la inteligencia y la ciencia.
Al mismo tiempo continuaron los avances científicos y técnicos. Por ejemplo, Euclides
publicó Elementos de Geometría hacia el 350 a.C., Apolonio de Pérgamo (247-205 a.C.)
preparó su geometría de los conos, el gran Arquímedes (237-212 a.C.) describió la teoría de
la palanca y estableció la base de la mecánica teórica, así como varios ingenios militares y,
algo más tarde, Hiparco (160-125 a. C.) inventó la trigonometría plana y esférica.
Desde la época republicana, la extensa red viaria favorecía el desplazamiento del ejér-
cito y agilizaba los intercambios comerciales. También las provincias se cruzaron de un gran
número de calzadas que favorecían la comunicación en el interior y con algunos puntos de la
periferia conectados, en última instancia, a Roma. El 90% de la población romana vivía de la
agricultura. Gran parte del excedente agrícola se consumía en las ciudades y éstas eran impor-
tantes centros de producción y distribución. En ellas se hallaban los talleres artesanales que
ocupaban a hombres libres y esclavos. Se perfilaron así dos economías no excluyentes, sino
complementarias: la monetaria en las ciudades, la natural en el medio rural.
La acuñación de oro y plata era monopolio del Estado; el sistema monetario se había
extendido por todo el territorio y, mediante algunas leyes, se habían fijado el peso y el valor
de las principales monedas romanas de plata y bronce: el denarius, el victoriatus, y el as.
Los griegos y orientales llegaban a Roma con monedas de oro y plata de sus respectivos
países y debían cambiarlos por denarios; de aquí dimanaban pingües beneficios para los
cambistas. El desarrollo de los Bancos en Italia y en Occidente se debió en parte a las
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ÁFRICA MAR MEDITERRÁNEO
(Mare Nostrum)
EGIPTO
competencia. Roma empezó a contabilizar una balanza mercantil deficitaria. Pero su economía,
de urbana y regional, llegará a ser internacional y mundial en los años venideros.
pueblos germánicos, asentados en su territorio con pacto o sin él (suevos, vándalos, alanos,
francos, burgundios, alamanes, anglos, sajones…). En el 376 el emperador Valente había
permitido a visigodos y ostrogodos que se instalaran, como pueblo aliado, al Sur del
Danubio, para defender las fronteras del Imperio en la península Balcánica, a cambio de la
entrega de tierras y recursos.
En síntesis, además de las migraciones germánicas y de los problemas económicos
derivados de la crisis del siglo III, otros muchos factores contribuyeron a la decadencia de
un Imperio tan extenso: disminución de la población, acusadas diferencias entre clases
sociales, pérdida de las autonomías municipales, mal reclutamiento del ejército, incapaci-
dad de algunos emperadores para gobernar tan amplios territorios, grave déficit público,
amplia evasión fiscal etc. Así, el Imperio Romano de Occidente quedó desintegrado ante la
ocupación de los bárbaros que vivían al otro lado del Rhin y del Danubio, mientras que el
Imperio Romano de Oriente, con el nombre de Bizantino perdurará hasta 1453 en que el
sultán otomano Mehmet II tomó Constantinopla.
3. EJERCICIOS
3
LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS
EN LA EUROPA MEDIEVAL
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~ 30 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
torio en muchas ocasiones. A lo largo del siglo V fueron asentándose en las tierras del
Imperio. Sus actividades económicas básicas fueron la caza, la agricultura y la ganadería;
la tierra constituía para ellos la principal fuente de riqueza. Vivían en pequeños poblados
rodeados de bosques y emigraban con facilidad ante las rivalidades de los pueblos vecinos.
Resolvían sus problemas en asambleas generales y su ley era la costumbre. Acabaron orga-
nizando monarquías, primero electivas y, luego, hereditarias. A veces crearon Códigos de
leyes y se rodearon de un pequeño cuerpo de funcionarios y consejeros escogidos entre los
súbditos romanos más cultos. Pero su fuerza principal estaba en el ejército. Algunos de sus
guerreros más famosos –Estilicón y Aecio– habían prestado servicios en las legiones roma-
nas e hijos de reyes nórdicos habían aprendido la lengua y civilización latina en la corte de
Roma.
El Mediterráneo se mantuvo como vía de comunicación con el Imperio Romano de
Oriente (Imperio Bizantino) que monopolizaba la industria y el comercio, aunque los reinos
germánicos difícilmente podían reactivar los intercambios. Los metales preciosos escasea-
ban cada vez más. La economía urbana fue desapareciendo, la población abandonaba las
decadentes ciudades para buscar sustento en el campo. Se tendió a la autarquía. Esta econo-
mía rural fue incapaz de desarrollar una cultura refinada con la excepción del ostrogodo
Teodorico en Rávena o el franco Carlomagno en Aquisgrán que intentó el renacimiento del
Imperio Romano y se coronó emperador en la Nochebuena del año 800, pero sus nietos se
repartieron el Imperio en el año 843 en Verdún.
En el siglo siguiente se produjo un nuevo intento de centralizar el poder en el nuevo
Imperio Germánico, en parte, gracias a la Iglesia. El año 951 Otón declaró exentos de toda
autoridad secular a 85 monasterios y a todos los obispados y, después de vencer a su rival,
fue coronado emperador por el Papa en el año 962.
1.2. El Islam
Otra gran civilización, que desde Arabia se expandió por el Mediterráneo hasta Europa
en menos de un siglo, fue el Islam. Su creador, Mahoma, el profeta de Allah, era un cara-
vanero de La Meca donde su familia, los coraichitas, tenía grandes intereses económicos.
La predicación de su doctrina le trajo problemas con sus parientes y se refugió en Medina.
Esta huída (Héjira) tuvo lugar en el 622 y ha pasado a ser el año primero del calendario
musulmán.
Muy pronto se extendieron por una amplia zona de tierras esteparias o desérticas, de
pueblos pastores seminómadas, con valles y oasis de agricultura de regadío (Nilo, Indo
hasta donde llegaron por el Este). A la muerte de Mahoma, en unos veinte años sus suce-
sores conquistaron las provincias más ricas del Imperio Bizantino (Siria, Egipto, Palestina)
y del Imperio Persa sasánida, lo que les permitió contar con recursos, hombres y dinero. En
una carrera meteórica alcanzaron por el Norte de África el Estrecho de Gibraltar y, tras
vencer a los visigodos (711), atravesaron los Pirineos y fueron detenidos por los francos en
Poitiers (732), según se observa en el mapa.
Así dominaron el Mare Nostrum, que cerraron al tráfico bizantino. Desde entonces
en la mayor parte del Mediterráneo dominó la bandera con la media luna. Fueron impor-
LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN LA EUROPA MEDIEVAL ~ 31 ~
Aquisgrán ESLAVOS
Verdún
Poitiers
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Barcelona
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Kairuán BIZANTINO
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PALESTINA Damasco MI B
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tantes intermediarios entre Occidente y Extremo Oriente, por un lado, y entre África (ruta
del oro) y la Europa cristiana, por otro. De la India transportaron la caña de azúcar y el algo-
dón a Sicilia y a África; el arroz, a Sicilia y Península Ibérica; aclimataron en Asia la fabri-
cación de la seda que aprendieron de los chinos, al igual que la fabricación del papel, la
imprenta, etc.
1.3. La Iglesia
El cristianismo estaba menos extendido en Occidente que en Oriente, antes y después de la
conversión de Constantino (312-337). La estrecha alianza entre la Iglesia y el Estado en
Oriente no tenía equivalencia en Occidente. Teodosio I (379-395) luchó contra el paganis-
mo y el arrianismo. Algunos teólogos destacados como Ambrosio (m. 397) y Agustín (m.
430), fortalecieron la posición doctrinal de la Iglesia y la aristocracia abandonó el paganis-
mo hacia el siglo V.
Además, el debilitamiento de las instituciones imperiales afianzó el poder político de
los obispos en Roma y en otras ciudades importantes. La caída del Imperio permitió a la
Iglesia reforzar su papel como puente de enlace entre la decadente civilización romana y los
pueblos germanos a través de dos instituciones: el obispado1 y el monacato. Monjes irlan-
deses actuaron en Inglaterra y luego en Europa, pero la orden más difundida fue la de los
1 El obispo de Roma, libre del emperador que residía en Constantinopla, actuó con independencia del poder
político: Gregorio el Grande (590 - 604) se proclamó Papa, dependiente directo de San Pedro y superior a
los patriarcas de Oriente.
~ 32 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
benedictinos, fundada por San Benito de Nursia en el 529 en Montecassino (Italia). Los
monasterios, construidos entre los latifundios y las tierras de cultivo de los germanos, se
convirtieron en granjas modelo y centros culturales. Así, dentro de una sociedad cada vez
más ruralizada, la Iglesia empezó a convertirse en su cabeza intelectual y controlaba lo
esencial del sistema de enseñanza.
Por otra parte los bienes de la Iglesia eran ya considerables desde el Bajo Imperio.
Esa riqueza formaba parte de la misma estructura del clero. Paulatinamente se fue consti-
tuyendo un gran patrimonio, a través de las donaciones de los creyentes, que le permitió
jugar, sin problemas de herencia, un papel político considerable. Estos donativos se justifi-
caban por la obligación de socorrer a los pobres, viudas, cautivos y necesitados. Durante la
Alta Edad Media, la Iglesia fue la única organización capaz de una cierta acumulación, lo
que le proporcionó una fuerza considerable en la sociedad y en las relaciones de produc-
ción. Incluso, consiguió sacar provecho de las guerras externas, como fue el caso de las
diferentes Cruzadas, sin olvidar la influencia de la Iglesia en el tema de la usura (préstamo
con interés), pero este asunto se estudia en capítulos posteriores.
2 No tiene que ver con el parentesco biológico. Niermeyer atribuye a familia los siguientes significados: 1)
conjunto de siervos que dependen de un señor; 2) conjunto de dependientes de diversas categorías que
dependen de un señor; 3) conjunto de dependientes de diversas categorías que se encuentran en un dominio;
4) conjunto de dependientes ligados al centro de explotación de un dominio, etc.
3 El dominium abarcaba lo esencial de la producción: control de acceso a los recursos, del proceso de trabajo
y de la distribución de productos.
LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN LA EUROPA MEDIEVAL ~ 33 ~
la de los pequeños oscilaba entre 5 y 50 Ha. Al principio los mansos tenían capacidad
suficiente para asegurar la subsistencia de una familia, pero en regiones más densamen-
te pobladas vivían varias familias en un mismo manso y también oscilaba la superficie y
la calidad del suelo4. Entre el dominio y los mansos existía una simbiosis, pues los sier-
vos estaban obligados a cultivar las tierras del dominio: arar, escardar, recoger la cosecha,
aparte de las banalidades y monopolios del señor. Ello implicaba una cierta equivalencia
entre la superficie de labor del dominio y de los mansos, como se puede observar en el
cuadro, ya que, si era demasiado grande, el señor tenía que contratar mano de obra adicio-
nal.
Cuadro 3.1
Fuente: SLICHER VAN BATH, B. H. (1974): Historia agraria de Europa occidental, 500-1850. Barcelona,
Península, p. 67.
4 La superficie media de los mansos de la abadía de Saint Germain-des-Prés, en las inmediaciones de París,
cuya iglesia se ve en la foto, medía: 4, 6, 8 y 10 Ha., mientras que en Artois la superficie oscilaba entre 12
y 17 Ha.
~ 34 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
tés en los claros –aldeas en las que se alojaban los campesinos recién llegados–, casi todas
en torno al camino de Santiago. También se favorecieron la construcción de bastidas, autén-
ticos centros de colonización del suelo, aunque tenían un papel predominantemente militar,
estaban fuertemente amuralladas y eran de planta rectangular.
Desde el siglo XI, bajo la dirección de los condes de Flandes, se aceleraron los
trabajos encaminados a desecar los pantanos del litoral y a construir diques para evitar la
entrada de agua marina (polders). A lo largo del siglo XII los nobles germánicos impulsa-
ron la desecación de las tierras pantanosas situadas al Este del río Elba. La conquista de
nuevos espacios para el cultivo también tuvo lugar en Inglaterra, Norte de Francia y valle
del Po, lo que conllevó importantes modificaciones en la agricultura y en el paisaje agra-
rio, aunque ese proceso estuvo muy localizado en las zonas de mayor prosperidad agrí-
cola de Europa.
Ya no se producía sólo para el autoabastecimiento, sino para el mercado local o
regional. Los cultivos hortícolas ganaron terreno; por ejemplo, en París una larga franja de
tierra se dedicaba al cultivo de legumbres en el siglo XIII. También se extendieron las plan-
tas industriales (lino, cáñamo, plantas tintóreas, como el “pastel” tan famoso en Picardía).
Pero el cultivo de mayor crecimiento fue el viñedo, aunque nunca ocupó más del 20% del
suelo labrado, especialmente en el Sudoeste de Francia: en la Rochela o Burdeos. Además,
creció el comercio de granos con un alza continuada del precio5 de los cereales hasta 1315.
Ello prueba la existencia de una demanda sostenida, con la exportación de trigo inglés a
Flandes o a Noruega y de Provenza a Génova.
En suma, el sistema feudal, que se había desarrollado en la Alta Edad Media, deca-
yó en el siglo XIII como institución jurídico política en aras de la monarquía, vaciándose de
contenido, y también, como consecuencia de un mayor progreso económico y de los
cambios sociales derivados de una mayor seguridad. El nacimiento de esa situación fue
producto de dos fenómenos unidos: el incremento de población al tope máximo que el avan-
ce de las técnicas podía soportar y la rápida fusión de los vínculos de vasallaje. La creación
de las nuevas naciones trajo consigo dificultades serias entre señores feudales y oligarquías
urbanas que controlaban en parte los estados, sin olvidar la influencia de la Iglesia, centro
neurálgico del sistema y de la sociedad medieval en su conjunto, pues continuaba siendo la
única fuerza organizada.
6 Por ejemplo, la feria que se celebraba cerca del monasterio parisino de Saint Denis tenía lugar en cctubre,
después de la vendimia, y de hecho era una feria de vino. En el 775 se añadió una segunda reunión en febre-
ro en un punto central del calendario agrícola, pero hasta allí llegaban barcos cargados de miel y los monjes
aprovechaban para comprar paños, todo ello con exención de impuestos. También asistían ingleses desde
comienzos del siglo VIII y, después del 750, frisones y negociatores de Langobardia (Duby, G., 1983).
LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN LA EUROPA MEDIEVAL ~ 37 ~
7 La teoría del portus que se expande hasta englobar el núcleo fortificado feudal original y constituir la nueva
unidad urbana es válida para los Países Bajos y el Norte de Francia, pero no encuentra correspondencia en
la realidad de los hechos en otras partes de Europa occidental.
8 Al contrario que la organización vertical y jerárquica del feudalismo.
~ 38 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
9 Uno de los primeros ciclos se organizó en el siglo XII en torno a las ferias de Yprés, Lille, Mesen, Torhout
y Brujas que se celebraban entre febrero y noviembre.
LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN LA EUROPA MEDIEVAL ~ 39 ~
10 El término Liga hanseática apareció en un documento en 1344 y a lo largo del siglo XIV llegó a contar con
más de 70 ciudades.
~ 40 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
tento de los mercaderes pequeños. La reacción ante esas amenazas fue muy variada, pero
los holandeses en particular lograron desarrollar espectacularmente el comercio por el
Báltico llegando a monopolizar el mercado del arenque posteriormente. Las dificultades de
la Liga fueron debidas, sobre todo, a la incapacidad de la Hansa a reaccionar de forma
unánime. La unidad institucional no fue suficiente para conseguir que todas las ciudades se
pusieran de acuerdo y la hegemonía de la Liga Hanseática declinó. En efecto, una asocia-
ción de ciudades no podía hacer frente al poder de los estados centrales modernos.
cas para navegar, e) la adopción del timón de popa. La aplicación de todos estos progresos
hizo posible una mayor utilización del capital “barcos”, porque el periodo de inactividad
invernal se acortó en la economía mercantil marítima, gracias a ellos (C. M. Cipolla, 2003).
Con las traducciones de tratados griegos y árabes –no hay que olvidar la importante
labor de las Escuelas de traductores, como la de Toledo o Ripoll–, muchas ciencias, entre
ellas la astrología, experimentaron una auténtica resurrección, así como la medicina. En el
siglo XIII apareció la rueca de hilar, con la que aumentó la producción y también el consu-
mo, porque se abarataron los precios de las telas más comunes. Además, se empezaron a
utilizar los anteojos, etc. A principios del siglo XIV se obtuvieron los primeros relojes mecá-
nicos; la adopción de la pólvora fue acompañada de la fabricación de armas de fuego.
También tuvo lugar la invención de esclusas para canales. En el siglo XV se construyó el
barco de vela oceánico, que combinaba lo mejor de la tradición marinera mediterránea y
nórdica; como consecuencia de estos progresos, se consiguió una mayor rapidez en los
transportes y una disminución de los costes relativos. Mientras tanto los portugueses empe-
zaron a usar el cuadrante para medir la latitud; luego, el astrolabio, etc. Todas estas innova-
ciones fueron indispensables para los descubrimientos geográficos posteriores. Tampoco
hay que olvidar la imprenta, mediante el uso de caracteres móviles en lugar de bloques11, lo
que contribuyó al desarrollo cultural y económico. En definitiva, todos estos esfuerzos
fueron encaminados a sustituir los factores de producción más escasos y, al mismo tiempo,
a aumentar su productividad específica.
11 Muchas de estas técnicas nuevas se utilizaban en China varios siglos antes: pólvora, papel, imprenta, etc. y
lentamente Europa los fue recibiendo hasta su correcta aplicación.
~ 42 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
El personal se limitaba a un par de aprendices y algún oficial. Casi toda la producción arte-
sanal estaba organizada en torno a estos gremios, cuyo fin era limitar la competencia y faci-
litar los acuerdos entre los miembros de la misma asociación, o sea, funcionaban como un
monopolio. Pero el papel de los gremios fue importante en un mercado de materias primas
muy limitado y con un comercio interregional muy débil.
Se ha polemizado mucho sobre las funciones de las corporaciones hasta considerar-
las la estructura institucional básica de una sociedad estable, como la garantía de la calidad
en el trabajo y del “precio justo” para el consumidor. Otros opinan que fueron instrumen-
tos ineficaces de intereses sectoriales, como freno al progreso técnico y a la organización
eficiente de los negocios, es decir, hicieron que la oferta fuera rígida. Seguramente el arte-
sano urbano se hallaba en una débil posición económica y no podía limitar la producción ni
elevar los precios por mucho que se asociase. Sin embargo, cuando aumentaba la demanda,
en ocasiones, se utilizaba el putting out system (trabajo a domicilio que se expone en el
capítulo 6). En cualquier caso no era el artesano quien estudiaba los indicadores económi-
cos ni quien juzgaba las posibilidades del mercado. Eso lo hacían los comerciantes que
disponían de los medios necesarios.
De hecho en las ciudades más desarrolladas también existían trabajadores artesanos
que producían objetos para mercados lejanos (recibían la materia prima y la entregaban en
forma de objeto acabado), aunque desempeñaban el papel de simples asalariados; eran los
proveedores de los mercaderes de mayoreo, que se dedicaban al comercio internacional.
Este tipo de trabajadores se sublevaron en ocasiones, como en 1274 los tejedores y batane-
ros de Gante, que abandonaron la ciudad y se fueron a Brabante donde, avisadas las autori-
dades, se negaron a recibirlos. A mediados del siglo XIV Gante tenía más de 4.000 tejedores
y más de 1.200 bataneros. En Florencia los mejor aposentados que controlaban los 7 Arti
Maggiori dominaban la ciudad y la masa de trabajadores semicualificados o no cualifica-
dos. Habían prohibido cualquier tipo de reunión sin permiso de las autoridades públicas.
Ese descontento derivó a las revueltas de los ciompi (1378-1381). La solución que adopta-
ron fue separar a los miembros de los oficios más especializados de los rebeldes y permi-
tirles constituirse en gremios, sofocando duramente todo intento de organización de los
demás
En suma, el capitalismo mercantil sólo originó el capitalismo industrial en una esca-
la insignificante. La asociación y el monopolio eran eficaces en aquellas ramas que satis-
facían demandas de masas únicamente. En el caso de las manufacturas de artículos de lujo,
la elasticidad de la demanda era tal que esos métodos no tenían apenas resonancia.
2.4.1. Monedas
Los parámetros de la moneda metálica son el peso y la ley. El peso lo ordenaban las auto-
ridades y la ley se fijaba en quilates para las monedas de oro. Desde finales del siglo XII el
desorden monetario hizo que se impusiera una reforma. Todo empezó allí donde la activi-
dad económica y mercantil estaba más avanzada. El dux de Venecia en 1192 mandó emitir
LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN LA EUROPA MEDIEVAL ~ 43 ~
un tipo de moneda nueva, el gros que pesaba 2,2 gramos de plata y valía 12 denarios anti-
guos, o sea, un sueldo carolingio, que en Venecia se convertía en verdadera moneda. En
Lombardía y Toscana la imitaron en seguida y se popularizaron. Felipe Augusto de Francia
(1180-1223) permitió seguir acuñando a quienes tenían derecho de ceca, pero impuso dos
sistemas controlados por el poder real: el sistema de dinero parisis en la parte oriental del
reino y el del dinero tornés en la parte occidental. Después Luis IX de Francia (1266-1270)
estableció el principio de que la moneda de un señor pudiera circular dentro de su señorío,
pero la moneda del Rey, por todo el Reino; creó el grós tournois, poco después el grós pari-
sis, cuyo valor superaba en una cuarta parte al anterior y estas dos monedas se difundieron
por Europa a través de las ferias de Champaña. En la Corona de Aragón se dejó notar la
influencia francesa y en 1268 el infante D. Pedro empezó a acuñar una moneda de plata
parecida al grueso, aunque las depreciaciones posteriores fueron constantes. En Inglaterra
a finales del siglo XIII se emitió la libra esterlina que se imitó en Alemania y Países Bajos.
En suma, no hubo ruptura con el sistema carolingio, sino un esfuerzo por adaptarlo a las
necesidades de la economía mercantil.
Por otra parte, el tráfico marítimo había difundido monedas de oro árabes (dinares
acuñados en los territorios de la Península Ibérica recién conquistados por los sarracenos)12
y bizantinas, aunque parece que no se usaban como monedas de pago. En 1231 Federico II
(Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico) acuñó en Sicilia augustales de oro,
pero su difusión no rebasó la Italia del Sur. Sin embargo, en Florencia se emitieron florines
de oro en 1252; luego, en Génova y en 1284 Venecia sacó a la luz su ducado. Eran piezas
de 3,5 gramos de oro, que equivalían a una libra de plata. Así el monopolismo de la plata,
implantado por los carolingios, quedó roto y se sustituyó por sistemas bimetálicos. También
en el resto de Europa se acuñaron monedas de oro en el siglo XIV y sanearon la circulación
monetaria, aunque pronto los reyes empezaron a alterar el valor de la moneda y las deva-
luaciones fueron frecuentes. De ahí esa insaciable sed de oro de los europeos en el conti-
nente africano.
Cuadro 3.2
400 Florines
Libras 306,13 s. 4 d. Letra genoveses
de Barcelona
En esta letra, como en la mayoría, hay cuatro partes: Bartolomeo Garzoni (3) ha
comprado la letra por 400 florines genoveses a Fr. y A. di Bonnano (4). Luego Garzón remite
la letra a F. di Marco y L. del Sera (1) banqueros de Barcelona, en cuyos libros figura una cuen-
ta de los hermanos Bonnano. Di Marco y del Sera aceptan la letra y hacen efectivo el importe
en moneda de Barcelona a G. Asopardo (2); puede que se emplease para liquidar una deuda
comercial o para pagar una mercancía que le hubiera remitido previamente.
El desarrollo de los instrumentos de crédito hacía suponer que los mercaderes
sabían leer y escribir. La actividad mercantil parece ser la causa de la creación de las prime-
ras escuelas laicas para los hijos de los burgueses. A su vez los documentos privados se
redactaron en lenguas vulgares, aunque el latín continuaba siendo el idioma internacional.
En Italia la práctica de la escritura se mezclaba con la vida comercial y la teneduría de
libros de los mercaderes. A principios del siglo XIV se había difundido en Europa la conta-
bilidad por partida doble, aunque el primer tratado de contabilidad fue publicado por Fray
Luca Pacioli (Summa de Arithmética ) en Venecia en 1494; también Fray Bernardino de
Feltre organizó los Montes de Piedad, importante institución crediticia.
El crédito comercial ocupaba una parte de los capitales en circulación, pero la gran
mayoría se dedicaba a los empréstitos de los poderes públicos o de los particulares. Casi
todas las operaciones bancarias medievales fueron de préstamos. Aunque gran parte de los
prestamistas eran judíos en el siglo XIII, muchos cristianos les hicieron la competencia:
LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN LA EUROPA MEDIEVAL ~ 45 ~
cahorsinos, lombardos (era el nombre que se daba a los italianos, en general), etc. Algunos
banqueros descendían de los cambistas surgidos de la diversidad monetaria de la época y se
enriquecieron rápidamente, así como de los orfebres que custodiaban los depósitos. Muchos
de ellos eran grandes mercaderes que emplearon el exceso de sus capitales en préstamos.
Las grandes “compañías” familiares que surgieron en las ciudades del Norte de Italia en el
siglo XIII combinaban todas esas operaciones con la compra y venta de lana y paño; cuanto
más crecían, más énfasis daban a sus operaciones financieras. A mediados de siglo las
mayores –Bardi, Peruzzi, etc.– eran compañías centralizadas y todas las operaciones se
controlaban desde una contaduría central en Florencia.
Reyes, nobles e instituciones públicas acudían a ellos y cuanto más peligroso era el
reembolso, más altos eran los intereses estipulados. En general, el tipo de interés oscilaba
entre el 10% y el 16%, aunque a veces subía al 24% y al 50%. Además, se idearon créditos
en relación con la construcción naval y el comercio marítimo. De ahí surgió también el segu-
ro cuyas primas eran, a veces, más elevadas de lo que merecían sus propios cargamentos.
El préstamo marítimo fue evolucionando hacia la commenda o societas maris. Se
trataba de una nueva técnica de negocio que posibilitó la activación del ahorro con fines
productivos. Tenía todas las características de una inversión honrada hecha por un capita-
lista en una operación marítima sobre la que carecía de control. Sus fórmulas eran varia-
das. Por ejemplo, algunos comerciantes necesitaban medios para comprar mercaderías,
que vendían en países lejanos y, luego, adquirían allí otras para llevarlas al lugar de
origen. En los puertos había notarios para redactar los contratos de aquellas personas, que
querían invertir sus ahorros en este tipo de empresas y así compartían riesgos. En la prác-
tica este contrato de commenda ejerció una función parecida a la de las sociedades anóni-
mas.
Pero en el siglo XIV la situación cambió y en su lugar, apareció la sociedad, como
forma de asociación menos aleatoria. Estas compañías se formaron, primero, entre parien-
tes próximos y, luego, permitieron la entrada a extraños, con capitales en depósito, y acaba-
ron asumiendo una fisonomía mixta, bancaria, comercial e industrial, que las expuso a
riesgos mayores y a grandes quiebras. Con la introducción de socios ajenos en la compañía
se cerró la primera fase de su historia.
crisis sistémica13, según G. BOIS (2003). Un análisis malthusiano sugiere que la expansión
demográfica de los siglos anteriores a la epidemia creó una situación donde el crecimiento
de la población superó los recursos en alimentos dando como resultado unas crisis de
subsistencia más graves, en particular la gran hambruna de 1315-17. También la fiscalidad
contribuyó al debilitamiento de la economía rural, pues para el campesino era una espuela.
En el sector industrial la situación era más compleja y contradictoria, pero los arte-
sanos se quejaban del hundimiento de la demanda, incluso en los paños. A su vez la deslo-
calización de las actividades textiles fue otro rasgo de la crisis. Esto respondía a la voluntad
de escapar de las obligaciones de los reglamentos gremiales y además, en Inglaterra influ-
yó la pesada fiscalidad sobre la lana, junto a la defensa de los salarios por parte de los teje-
dores. Pero ninguna actividad industrial escapó al retroceso de conjunto, visible también en
la construcción, en la minería, en las salinas, etc., porque el dinero escaseaba.
Por otra parte, la violencia se volvió un fenómeno endémico alimentado por las frus-
traciones sociales. La generalización de la guerra (por ejemplo, la de los “Cien Años”
comenzó en 1337 entre Inglaterra y Francia y no acabó hasta 1453, devastándose gran parte
del territorio francés) constituyó la última expresión de las disfunciones de una sociedad
enfrentada con problemas, que ya no podía dominar. Europa en su conjunto fue sacudida
por la tormenta militar. Pero, además, hay que prestar atención a las “compañías” de fora-
jidos, testimonios vivos de la descomposición social que acompañó y prolongó la guerra,
puesto que ya no se pagaban sueldos a los hombres en armas. Estas compañías estaban
formadas por nobles desclasados o bastardos, campesinos liberados de sus ataduras, etc. de
todos los confines de Europa. En suma, guerra y peste, asociadas al hambre fueron consi-
deradas como los tres azotes de Dios, responsables de la mayoría de sus males.
13 Es sistémica porque los orígenes del estancamiento se hallan en las estructuras del feudalismo, porque no
puede encontrar salida en una autorregulación a corto plazo y porque desborda la esfera económica y pene-
tra en la esfera social y política.
LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN LA EUROPA MEDIEVAL ~ 47 ~
ron por esta epidemia, se considera que sucumbió aproximadamente una tercera parte de la
población de Europa occidental, aunque con grandes diferencias entre las ciudades portua-
rias y el interior. Por ejemplo, Albi y Florencia perdieron la mitad de la población; Génova
y Hamburgo, dos tercios y Bremen hasta tres cuartas partes; en cambio, el interior de
Europa: Polonia, Hungría y la meseta castellana se vieron menos afectadas. Por tanto, la
peste no fue un simple factor exógeno de la crisis, fue un cataclismo.
4
LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA
Y LAS ECONOMÍAS EUROPEAS
EN EL SIGLO XVI
El presente tema pretende ofrecer una síntesis de la evolución de la economía europea del
siglo XVI y su expansión en ultramar, en la que desempeñó un importante papel España. A
finales del siglo XV se produjo la recuperación de las economías europeas situadas en la
fachada atlántica e hicieron su aparición los Estados nacionales y las monarquías absolu-
tas, que prestaron su apoyo a la exploración de otros continentes. El descubrimiento y
colonización del continente americano, así como la apertura de nuevas rutas comerciales
con oriente, proporcionaron a Europa un gran incremento de las fuentes de recursos reales
y potenciales, y provocaron, junto con otras causas, cambios institucionales significativos
en la economía europea, especialmente respecto al papel del gobierno en la política econó-
mica. Otra de las consecuencias de la expansión en ultramar fue el desplazamiento de los
principales centros de actividad económica dentro de Europa, que afectó negativamente a
los anteriores centros comerciales medievales, las ciudades del norte de Italia y la Hansa
alemana.
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~ 52 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
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Al contrario que los portugueses, los españoles iniciaron desde el principio la colo-
nización de las zonas conquistadas y su asentamiento en ellas, de tal forma que a finales
del siglo XVI dominaban una gran parte del continente americano, desde Florida y el sur
de California en el norte, hasta Chile y el Río de la Plata en el sur (con la excepción de
Brasil).
Los españoles llevaron al nuevo continente sus leyes, instituciones y religión, que
impusieron por la fuerza a la población indígena, dando lugar a la modificación e incluso
desaparición de diversas culturas autóctonas. Así mismo importaron técnicas, manufacturas
y productos agrícolas desconocidos en América (cereales, caña de azúcar, café, verduras,
frutas) y animales domésticos como el caballo, ganado vacuno y ovino, cerdos, cabras,
asnos y la mayor parte de las aves de corral.
La comunicación abierta entre ambos continentes conlleva la difusión de enferme-
dades europeas no conocidas en América, con resultados dramáticos para las poblaciones
indígenas. La viruela, el sarampión o el tifus se extendieron rápidamente por el continente
diezmando la población nativa. Se calcula que tan sólo en Centroamérica la población
amerindia pasó durante el siglo XVI de 25 millones a menos de un millón de habitantes. La
escasez de mano de obra dio lugar a la importación de esclavos africanos para el trabajo
agrícola, ya que la emigración de agricultores europeos no fue significativa.
Ya desde mediados del siglo XV habían llegado a las costas atlánticas de África
negreros europeos, que se extendieron hasta Mozambique una vez que se dobló el cabo de
~ 54 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
Buena Esperanza. Los primeros traficantes de esclavos fueron los portugueses (incluyendo
más adelante a los colonos brasileños), a los que posteriormente se sumaron los holande-
ses, los ingleses (luego también los colonos americanos) y los franceses. Se calcula que
entre 1440 y 1860 fueron llevados al nuevo continente entre 8 y 11 millones de esclavos.
Sin embargo, las pérdidas demográficas que sufrió el continente africano fueron mucho
mayores, ya que no hay que olvidar que el porcentaje de esclavos que morían en el viaje era
de un 20% hasta 1700, descendiendo luego de forma paulatina durante el siglo XVIII.
Las estimaciones de los esclavos recibidos según el lugar de destino varían considera-
blemente. Brasil habría recibido como mínimo 5 millones, el Caribe cerca de 3 millones y el
resto habría sido desembarcado en las colonias inglesas especialmente del norte de América.
Los esclavos fueron empleados en las plantaciones de azúcar, tabaco, café, índigo y algodón en
el Caribe (compartido por España, Holanda, Inglaterra y Francia) y las colonias suramericanas
de Inglaterra y el Brasil portugués, donde también trabajaron en las minas de oro.
2. EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN
Durante el siglo XVI la población europea recuperó e, incluso, superó el nivel que había
alcanzado antes de la peste del siglo XIV. Se estima que la población de Europa era de unos
45 o 50 millones a mediados del siglo XV, de 80 a 85 millones alrededor de 1500, de 100 a
110 millones alrededor de 1600 y de 110 a 120 millones alrededor de 1700. Por tanto el
siglo XVI fue un periodo de expansión demográfica, en tanto que en el siglo XVII el incre-
mento de la población fue muy moderado.
Sin embargo, la tasa de crecimiento demográfico no fue uniforme a lo largo del siglo.
En términos generales, fue mayor en la primera mitad de la centuria y tendió a la desacele-
ración durante la segunda mitad. Tampoco el proceso de crecimiento fue homogéneo en
toda Europa, invirtiéndose los términos en algunas regiones como Italia, que sufrió un serio
declive demográfico y económico en la primera mitad del siglo debido al estado de guerra
en que se encontraba sumida.
Este crecimiento se debió a múltiples factores, entre los que puede citarse la dismi-
nución gradual en la incidencia de la peste y de otras enfermedades epidémicas, probable-
mente como resultado de la creciente inmunización natural y de los cambios ecológicos que
afectaron a los portadores. Las mejoras salariales experimentadas durante el siglo XV proba-
blemente estimularon matrimonios más tempranos y, por tanto, una tasa de natalidad más
alta. Así mismo, se produjo cierta mejora en la alimentación y la aparición de las primeras
normas sobre intervenciones sanitarias. En todo caso, gracias a una reducción de las tasas
de mortalidad y a una elevación de las de natalidad, la población de Europa experimentó un
crecimiento sostenido que continuó a lo largo del siglo XVI, incluso después de que hubie-
ran cambiado las condiciones favorables iniciales.
Sin embargo, el crecimiento de la población, aunque general, no fue uniforme, varian-
do su densidad en las distintas regiones europeas, generalmente en función de la productivi-
dad de la agricultura. No obstante, en términos generales, se puede hablar de superpoblación
en la segunda mitad del siglo XVI, incluso en las regiones montañosas y poco fértiles, prueba
de ello son las corrientes migratorias desde esas regiones a las llanuras y tierras bajas, más
LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA Y LAS ECONOMÍAS EUROPEAS ~ 55 ~
EN EL SIGLO XVI
ricas pero también superpobladas, lo que condujo a un mayor fraccionamiento de las tierras
cultivables, y a una importante migración hacia las ciudades.
Así pues, la población urbana, especialmente en el norte de Europa, creció más rápi-
damente que el total, gracias a las migraciones interiores. Las oportunidades laborales que
ofrecían las ciudades atraían a los habitantes de las zonas rurales circundantes. Se estima
que se produjo una variación del porcentaje de la población urbana en Inglaterra del 3,1 al
5,8 por 100, en España del 6,1 al 11,4, en Portugal del 3 al 14,1, y en los Países Bajos
septentrionales del 15,8 al 24,3. El aumento de tamaño más notable ocurrió en ciudades que
se beneficiaron del desarrollo de nuevas actividades y del cambio de las vías del comercio,
como Londres, Ámsterdam, Berlín, Viena, Moscú o Madrid.
No obstante, la Europa de este período era una Europa rural, puesto que de cada diez
europeos, siete vivían en el campo y otros dos en pequeñas ciudades campesinas. Así
mismo, la distribución de los centros urbanos importantes era muy desigual; la mayor parte
de estos se sitúan en la Italia meridional y la llanura costera del mar del Norte.
Estrechamente relacionado con el fenómeno de las corrientes migratorias hacia las
ciudades está el problema del aprovisionamiento de cereales. A lo largo del siglo XVI se
produjo una sucesión de épocas de carestía que obligaron a las ciudades a dotarse de orga-
nizaciones estables para gestionar los problemas de abastecimiento y los Estados promul-
garon gradualmente normas encaminadas a garantizar la disponibilidad de cereales,
alternando prohibiciones de exportación e iniciativas de aprovisionamiento.
Las guerras también contribuyeron notablemente a los desplazamientos de la pobla-
ción, debido a la destrucción de las cosechas o a la desaparición de las provisiones que se
producían al paso de los ejércitos que se abastecían de los recursos del territorio en el que
se encontraban, sin importar que fueran amigos o enemigos.
Así mismo, durante los siglos XVI y XVII, las medidas de expulsión colectiva como la
de los judíos y moriscos en España, la emigración de los protestantes de los Países Bajos
españoles y la salida de los hugonotes de Francia tras la revocación del edicto de Nantes,
provocaron el desplazamiento de un gran volumen de población, parte de la cual estaba
compuesta por técnicos y especialistas de diversos oficios y producciones.
Aquellos países que contaban con imperios coloniales, como Portugal y España,
pudieron canalizar el exceso de población mediante la migración a las colonias, aunque la
emigración a ultramar durante los siglos XVI y XVII fue casi insignificante para el conjunto
de Europa. La emigración hacia América se nutrió sobre todo de individuos que buscaban
realizar negocio con el comercio de ultramar, explotando los recursos que gradualmente
ofrecían las exploraciones en el interior del continente. Así pues el núcleo fundamental de
la emigración europea estuvo formado por marinos, comerciantes y funcionarios de las
monarquías que poseían colonias, muchos de los cuales volvieron después a sus lugares de
origen.
Entre las migraciones hacia América a lo largo del siglo XVI hay que destacar la
protagonizada por población no europea, los esclavos, procedentes por lo general de Áfri-
ca, que, como veremos, fueron llevados al nuevo continente para satisfacer las exigencias
de mano de obra en las nuevas plantaciones.
~ 56 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
También hubo flujos de población hacia Asia y África, aunque no puede considerar-
se como auténtica emigración, ya que se produjo el desplazamiento de los individuos indis-
pensables para la gestión de las bases comerciales y militares que los países europeos, sobre
todo Portugal, organizaron como puntos de referencia de su comercio.
3. LA AGRICULTURA
La expansión agrícola se vio estimulada por una serie de factores entre los que sobresale el
crecimiento demográfico. Crecimiento que, a su vez, provocó una mayor demanda de
alimentos y materias primas para la transformación industrial, así como una mayor fuerza
de trabajo utilizada en la agricultura. Otro factor destacable fue el incremento de los
precios, que afectó a los costes de los productos agrícolas y, en especial, al de los cereales
para elaborar pan.
Los nuevos productos descubiertos en las colonias no tuvieron un papel significati-
vo en la expansión de la agricultura europea en el siglo XVI, ya que en aquella época cons-
tituían más un objeto de curiosidad que de interés económico. Esta situación no comenzó a
cambiar hasta finales de siglo, debido sobre todo a la extensión del cultivo del maíz.
El panorama de la agricultura europea durante el siglo XVI es muy variado, no sólo
por la diversidad en los cultivos, sino, sobre todo, por las transformaciones que se produje-
ron en la estructura legal y social de la propiedad de la tierra y en los métodos de adminis-
tración de la explotación agraria.
Existe una gran variedad de formas de propiedad de la tierra y modos de organiza-
ción de la explotación agraria. No obstante, pueden señalarse dos zonas claramente dife-
renciadas en cuanto a sus características y proceso de desarrollo.
En las regiones de Europa oriental los propietarios de la tierra (nobles o eclesiásticos)
ampliaron sus posesiones haciendo valer unos derechos seculares. Los elevados beneficios
obtenidos por la exportación de cereales permitieron a los propietarios aumentar sus explota-
ciones. En estos territorios se impuso la administración directa por parte del señor de toda la
propiedad. Este proceso tuvo como consecuencia la disminución del número de campesinos
arrendatarios que disfrutaban de mejores condiciones, y el aumento considerable de los que
disponían de explotaciones diminutas y estaban obligados a realizar trabajo obligatorio para el
señor. Así mismo, se redujo gradualmente el tiempo de duración de los contratos y se endure-
cieron sus términos, con el resultado de que el arrendatario perdió su derecho a dejar la tierra
y se convirtió prácticamente en siervo. Este proceso fue acompañado de frecuentes protestas y
revueltas campesinas que no consiguieron frenar la instauración de la servidumbre.
Por el contrario, en las regiones occidentales de Europa se aceleró el proceso de diso-
lución de las viejas propiedades señoriales. El empobrecimiento de la aristocracia terrate-
niente motivado por la devaluación monetaria, las guerras y las revueltas campesinas
contribuyeron a erosionar los derechos y prerrogativas feudales y a facilitar la transferencia
de la propiedad de la tierra.
Hasta finales del siglo XVI los derechos señoriales sufrieron un continuo debilita-
miento y se redujeron considerablemente las extensiones de tierra reservadas al señor para
LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA Y LAS ECONOMÍAS EUROPEAS ~ 57 ~
EN EL SIGLO XVI
Monarquía sobre la Mesta se debió a razones tributarias, ya que los ganaderos pagaban altos
impuestos y la lana merina, muy demandada en los Países Bajos y otros centros de la indus-
tria textil, reportaba a la Corona castellana altos ingresos en concepto de aranceles de expor-
tación.
En cuanto a los sistemas de cultivo practicados en España, no se produjeron cambios
sustanciales con respecto a épocas anteriores, los útiles de labranza apenas evolucionaron y
el crecimiento de la producción dependía en su mayor parte de la extensión de la superficie
cultivada. Las reglamentaciones de las comunidades rurales tenían un gran peso, ya que
gestionaban los recursos comunales (pastos, bosques e incluso tierras de labor) y regulaban
la actividad productiva fijando las fechas de las labores y las especies cultivadas. Durante
el primer tercio del siglo XVI se expandió el cultivo del cereal, especialmente en la meseta,
como respuesta a la creciente demanda. Las múltiples quejas por la subida de los precios
llevaron al gobierno a implantar la tasa del grano en 1539 y, posteriormente, a importar
grano extranjero sin aranceles. Estas medidas desincentivaron a los agricultores que redu-
jeron la extensión dedicada a este producto, y España se convirtió en un importador habi-
tual de grano.
En algunas áreas de Murcia, Granada, Valencia y Aragón se había desarrollado el rega-
dío, y cobraron importancia actividades alternativas orientadas a la producción de materias
primas para la industria, como la producción de seda o azúcar. Los impulsores de estas acti-
vidades fueron los moriscos que permanecieron en el reino hasta su expulsión en 1609.
Un proceso radicalmente diferente se dio en los Países Bajos, donde hubo notables
innovaciones, especialmente después de su independencia en 1579. Se suprimieron los
derechos señoriales y se produjo una amplia parcelación de las tierras, gran parte de las
cuales fueron a parar a manos de la burguesía. Esto dio como resultado la introducción de
modernos métodos de explotación, más remuneradores, en las propiedades agrarias, que
eran arrendadas preferentemente por períodos cortos, con objeto de facilitar la adaptación
a las cambiantes condiciones económicas. También aparecieron alrededor de las ciudades
numerosos huertos, y aumentaron las inversiones en la ampliación de nuevas tierras
mediante el drenaje de zonas pantanosas y tierras de estuario.
Los Países Bajos se convirtieron en la zona agrícola europea más avanzada, en espe-
cial Holanda. El rápido desarrollo urbano, la expansión de su industria textil, así como su
superioridad comercial sirvieron como acicate para que se desarrollase una agricultura basa-
da en la especialización. En lugar de intentar producir lo máximo posible para el propio consu-
mo, como hacían la mayoría de los campesinos en el resto de Europa, los granjeros holandeses
producían para el mercado, comprando también en éste bienes de consumo, intermedios y de
capital. Los agricultores holandeses se especializaron en productos de valor relativamente
alto, especialmente ganado y productos lácteos, que orientaron hacia la exportación. También
practicaron la horticultura en las zonas cercanas a las ciudades, así como una gran diversidad
de cultivos para uso industrial, como el lino, el glasto, la rubia, etc.
Por lo que se refiere a las técnicas y productividad agrícolas en la mayor parte de
Europa, no hubo apenas innovaciones. Se emplea el sistema de dos hojas y el barbecho trie-
nal, con unos rendimientos bajos y una producción orientada principalmente al abasteci-
LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA Y LAS ECONOMÍAS EUROPEAS ~ 59 ~
EN EL SIGLO XVI
miento local, excepto en algunas zonas, como las regiones próximas al Mar Báltico, donde
la producción, principalmente de cereales, se orientó a la exportación.
El incremento de la producción agrícola en Europa fue el resultado de habilitar para
el cultivo tierras que hasta la fecha no habían sido explotadas y que tenían una menor capa-
cidad de rendimiento. Las nuevas tierras fueron destinadas, sobre todo, al cultivo de cerea-
les panificables, para satisfacer la demanda de alimentos de primera necesidad de las
ciudades, por lo que su precio se incrementó en mayor medida que el del resto de produc-
tos agrícolas. La expansión de los cultivos entró al final en conflicto con la ganadería,
excepto en ciertas zonas que tradicionalmente se habían especializado en la cría de ganado,
como Dinamarca. Sin embargo, la expansión de la superficie cultivada no fue suficiente,
por lo que fue necesario importar cereales de Europa oriental. Estas importaciones se desti-
naron principalmente a los Países Bajos, islas Británicas, norte de Francia y, en la segunda
mitad del siglo también a los países del sur de Europa.
empresario era el propietario de las materias primas y los instrumentos de trabajo, además
del producto acabado; dependían de él diversos artesanos que trabajaban exclusivamente
lo que se les suministraba y de la forma que les indicaba, sin autonomía económica. Estos
artesanos (tejedores, hiladores) eran retribuidos a destajo, es decir, por obra realizada. La
localización de la industria a domicilio pasó gradualmente a las zonas rurales, lo que
permitió el incremento de la renta familiar, además de la posibilidad de abastecerse de
bienes de primera necesidad a precios más bajos y de escapar a la fiscalidad de los
centros urbanos y de las corporaciones. La estructura de la industria a domicilio se
mantuvo, aunque incorporando mano de obra femenina y relajando los controles sobre la
calidad de producción.
Las materias primas más utilizadas fueron la lana, el lino y la seda. La innovación
más destacada en la industria de la lana fue obra de los fabricantes de tejidos flamencos y
consistió en la elaboración de tejidos más ligeros y baratos (nouvelle draperie) que se
extendieron en los mercados internacionales y desplazaron los tejidos medievales más
bastos y pesados. La huida de un gran número de artesanos flamencos, tras la represión de
la revuelta en los Países Bajos españoles, permitió que aparecieran en otras zonas europe-
as, sobre todo en Inglaterra, industrias productoras del nuevo paño, y la industria de la lana,
tradicionalmente controlada por los italianos, pasó gradualmente a manos de ingleses,
holandeses y franceses.
La industria textil castellana experimentó durante la primera mitad del siglo XVI un
rápido crecimiento, lo que se tradujo en un importante volumen de exportaciones de paño
de calidad, a la vez que mantenía sus tradicionales exportaciones de lana merina en bruto.
Sin embargo, el aumento de la demanda nacional y, especialmente, de las colonias no fue
seguido por un incremento paralelo de la oferta y los precios se elevaron. La desacertada
intervención del gobierno que permitió la importación libre de impuestos de tejidos extran-
jeros en 1548, y prohibió la exportación de paños castellanos, excepto a las colonias, en
1552, provocó el estancamiento y crisis posterior de esta industria. La prohibición de expor-
tación se levantó en 1555, pero para entonces la pérdida de los mercados extranjeros y el
aumento de los costes producidos por la inflación habían afectado profundamente a la
industria textil castellana.
La producción sedera estaba localizada en la cuenca del Mediterráneo, de ahí que su
industria textil se concentrase en esta zona, donde también podía aprovechar las importa-
ciones de seda procedentes de Irán. La producción de lino se localizaba más al norte y en
áreas más dispersas.
La construcción fue otro sector que junto con el textil destaca en lo referente a ocupa-
ción durante este siglo, algo explicable si se tiene en cuenta que las necesidades básicas de
la población en una economía preindustrial son el alimento, la vivienda y el vestido. En lo
que se refiere a la construcción, gracias a la adopción de nuevas técnicas de proyección y
de cálculos de estática, se llevó a cabo la construcción de edificios generalmente más gran-
des, así como puentes y canales. Pero donde más evolucionaron las técnicas fue en la cons-
trucción naval, sector que experimentó profundas transformaciones, especialmente en los
Países Bajos holandeses.
LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA Y LAS ECONOMÍAS EUROPEAS ~ 61 ~
EN EL SIGLO XVI
En el siglo XVI había una gran variedad de embarcaciones, algunas de las cuales
seguían utilizando la fuerza de los remos, aunque estaban dotadas también de alguna vela
que se usaba en los momentos de navegación tranquila (galeras mediterráneas, buques de
guerra). Sin embargo, en los barcos mercantes predominaba la vela y los remos se utiliza-
ban exclusivamente para las maniobras en el puerto y emergencias; la evolución de los
barcos de vela fue rapidísima, y se experimentaron una gran variedad de quillas y veláme-
nes diferentes. Se buscaba la seguridad en la navegación y la reducción en el coste de los
transportes, de ahí que aumentase el volumen que desplazaban los buques y se redujese la
relación tripulación/carga de las embarcaciones, así el tamaño de los barcos para el comer-
cio en el Atlántico aumentó de 200 a 600 toneladas a lo largo del siglo XVI, y la relación
tripulación/carga pasó de ser de cuatro o cinco toneladas de arqueo por marinero en el siglo
XV, a siete toneladas a mediados del siglo XVI.
lado fundamentalmente por los Mercaderes de la Lonja (Merchants of the Staple). Se trata-
ba de una compañía regulada, en la cual cada uno de sus miembros comerciaba por su cuen-
ta, aunque se atenían a unas normas comunes; tenían una sede central y un almacén (la
Lonja) situada en Amberes. A mediados de siglo empezaron a constituirse un gran número
de compañías dotadas con cartas de privilegio comercial. Algunas de estas compañías adop-
taron la forma de organización regulada descrita anteriormente, pero otras se convirtieron
en compañías de capital conjunto, especialmente en el comercio a larga distancia, donde el
capital y los riesgos eran excesivos para uno o varios individuos.
La organización del comercio con las colonias era muy distinta de la del comercio
intraeuropeo. En Portugal el comercio de las especias procedentes de las colonias portu-
guesas era monopolio de la Corona y, por tanto, estaba regulado y controlado por el Estado.
La armada portuguesa hacía las funciones de flota mercante y todas las especias eran vendi-
das a través de la Casa da India en Lisboa. Los marinos portugueses podían embarcar
mercancías en concepto de propiedades personales, que luego vendían en Europa, aunque,
lógicamente, el volumen total de este comercio privado fue muy reducido, si se compara
con el comercio oficial practicado por el Estado. En cambio en el mercado oriental los
portugueses tuvieron que competir con comerciantes musulmanes, hindúes y chinos. Los
oficiales de la Corona eran los encargados de realizar las compras de especias en el Océano
Índico, y de embarcarlas con destino a Portugal. El pago se hacía en metales preciosos, oro
y plata, además de armas y municiones.
En lo que respecta a España el comercio con las colonias también era monopolio de
la Corona de Castilla, y desde 1501 se prohibió a los extranjeros (incluidos catalanes y
aragoneses) asentarse o comerciar con los nuevos territorios. En 1503 se creó en Sevilla la
Casa de Contratación de las Indias, institución que tenía como objetivos reservar para
Castilla el monopolio de todo el comercio con América y controlar todo el tráfico que se
produjera entre América y España. En los registros de la Casa de Contratación se recogían
todos los datos relativos al nombre de las naves, sus capitanes, armamento, carga, valor de
ésta y los derechos aduaneros pagados, así como los pasajeros embarcados. Los registros
tenían una finalidad claramente fiscal y de control del flujo de metales preciosos.
A mediados del siglo XVI se impuso el sistema de flotas en el comercio con América,
y más tarde con Filipinas. Este sistema establecía la salida de dos grandes flotas, una en
primavera y otra a finales de verano, compuestas esencialmente por galeones, que desde
Sevilla, la cabecera de la Carrera de Indias, se dirigían una al puerto mexicano de
Veracruz y la otra a la llamada Tierra Firme. Ambas flotas permanecían en las colonias
durante el invierno, se reunían en La Habana y volvían como un solo contingente en la
primavera siguiente. En el último tercio del siglo XVI se puso en funcionamiento una prolon-
gación que partía de Acapulco (México) y llegaba a las islas Filipinas, donde intercambia-
ba la plata y otras mercancías mexicanas por sedas y porcelanas de China, productos
filipinos y otros de origen japonés, para regresar a las costas californianas.
El intento de evitar el contrabando, así como los frecuentes ataques de piratas y corsa-
rios fueron las razones por las que se adoptó este sistema. Sin embargo, el contrabando y el
fraude en el comercio con América se extendieron rápidamente. Es muy probable que la razón
LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA Y LAS ECONOMÍAS EUROPEAS ~ 65 ~
EN EL SIGLO XVI
fundamental fuese la excesiva presión fiscal. Los principales gravámenes sobre el comercio
ascendieron aproximadamente al 35% del valor de las mercancías intercambiadas. Para evitar
el pago de tan altos impuestos los comerciantes buscaron diversas fórmulas que iban desde la
manipulación de los registros a la ocultación de mercancías. A este fraude generalizado hay
que sumar el contrabando abierto practicado por los extranjeros y sus agentes españoles
mediante el comercio directo al margen de las normas de la Carrera de Indias.
Las flotas se componían de barcos de muy diversos tipos, aunque terminaron por
imponerse los galeones, que gradualmente aumentaron su tonelaje. También aumentó el
número de barcos que componían cada flota, de los 15 o 20 navíos de principios del siglo
XVI se pasó a unos 70 barcos a finales de siglo.
La relación entre la producción de oro y la de plata era un factor importante del que
dependía la paridad de las monedas. Durante el siglo XVI el stock monetario de Europa
aumentó gracias a las minas europeas de oro y plata, el oro americano y africano, y, sobre
todo, la plata que llegó de América. Según las estimaciones de Braudel y Spooner, entre
1500 y 1650 sólo la llegada oficial desde América incrementó el stock total de oro de
Europa en un 5%, y el de plata en casi un 50%. Sin embargo, no todos los metales llegaron
a convertirse en moneda ya que, aparte de la pérdida por atesoramiento y desgaste, una
parte importante se envió a Oriente para saldar el déficit comercial que Europa tenía con
esta zona. A pesar del notable incremento del volumen de dinero disponible en Europa, no
fue suficiente para igualar el aumento de la demanda de medios de pago que requería la
expansión del comercio, de ahí que se produjese una expansión sin precedentes del uso de
técnicas de crédito.
No obstante, es evidente que, durante el siglo XVI, se produjo un crecimiento consi-
derable de la cantidad de moneda en circulación con efectos inmediatos sobre los precios,
hasta el punto de denominar a este proceso la revolución de los precios. A lo largo del siglo
XVI se produjo en toda Europa y especialmente en España una elevación de los precios, no
comparable con las habidas en épocas anteriores. El alza de los precios se sintió en primer
lugar y de forma más intensa en Andalucía, extendiéndose al resto de la Península y a
Europa.
La inflación no afectó por igual a toda la población. Fue favorable para los grandes
propietarios nobles, ya que la apertura del mercado americano y el aumento de la población
en España incidieron en una mayor demanda de productos agrícolas, lo que implicó la nece-
sidad de extender cultivos, y llevó a un incremento del valor de la tierra productiva y, por
tanto, de las rentas. De igual modo, la inflación incidió positivamente, sobre todo durante
la primera mitad del siglo XVI, en las actividades comerciales, así como en los negocios
realizados por fabricantes y mercaderes.
Por el contrario, la revolución de los precios supuso un empobrecimiento para aquellos
que vivían de rentas pequeñas e ingresos fijos, tales como los pequeños propietarios hidalgos,
el bajo clero, los funcionarios reales de nivel inferior, al no incrementarse éstas en la misma
medida que los precios. La misma situación se dio entre la población asalariada, tanto urbana
como rural, que sufrió una constante pérdida de su poder adquisitivo, especialmente durante
la primera mitad del siglo. La Corona resultó menos afectada, ya que a pesar de que aumen-
taron los gastos de la administración, también lo hicieron los ingresos fiscales.
Diversos autores han ofrecido diferentes explicaciones sobre la “revolución de los
precios”. E. J. Hamilton relaciona la inflación con la llegada masiva de metales preciosos,
tesis que ya fue apuntada en la época por pensadores de la llamada “escuela de Salamanca”,
como Martín de Azpilcueta. Estos autores del siglo XVI argumentaban que el aumento de la
moneda en circulación no sólo habría sido la causa del aumento de los precios, sino también
de la pérdida de competitividad de las manufacturas españolas en comparación con las
extranjeras. El gráfico 4.1 elaborado por Hamilton muestra la correlación existente entre el
aumento del volumen de las importaciones de metales preciosos y la subida de los precios
durante el siglo XVI.
LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA Y LAS ECONOMÍAS EUROPEAS ~ 67 ~
EN EL SIGLO XVI
Fuente: HAMILTON, EJ. (1975): El tesoro americano y la revolución de los precios en España, 1501-
1650. Barcelona, Ariel p. 316.
Otros autores, como Pierre Vilar y Jordi Nadal, han llamado la atención sobre el
hecho de que el incremento de los precios relativos fue mucho mayor hasta 1560 precisa-
mente cuando la entrada de metales preciosos fue menor. De ahí, argumentan estos histo-
riadores, que se deban buscar otras explicaciones, tales como el rápido crecimiento de la
población y de la demanda, muy por encima de la producción y la oferta.
En la Edad Moderna los gastos de los Estados europeos aumentaron considerablemen-
te, sin que lo hicieran en la misma medida los ingresos. El aumento global de los gastos se
debió, en parte, al aumento de los precios y de los salarios, pero, sobre todo, a la mayor dura-
ción y el rápido aumento del coste de la guerra. Así pues, para hacer frente a sus necesidades
en tiempos de guerra, los gobiernos se vieron obligados a solicitar préstamos a gran escala.
El desarrollo de la deuda pública en los diversos Estados europeos del siglo XVI
contribuyó a crear centros especializados de captación y de encuentro de capitales y
banqueros. Así, Lyon fue el centro principal donde se negociaban los títulos de la deuda
pública francesa, aprovechando sus ferias y la presencia de banqueros italianos y alemanes,
mientras que en la segunda mitad del siglo XVI fue sustituida por las ferias de Bensançon,
con el predominio de banqueros genoveses. Las demandas de Carlos V implicaron a muchos
banqueros y afectaron a muchos lugares, especialmente al eje comercial que unía Amberes
y Medina del Campo, sin olvidar Sevilla. Genoveses y alemanes, entre ellos los Fugger y
los Welter, administraron un imponente flujo de dinero. Las crisis financieras de
Augsburgo, Francia y Portugal, que se produjeron a mediados de siglo, provocaron un
~ 68 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
6
DECADENCIA Y AUGE
EN LA EDAD MODERNA:
SIGLOS XVII Y XVIII
La Edad Moderna se caracteriza por ser el momento de consolidación de los Estados nación
europeos. Las guerras y disputas territoriales entre ellos afectaron de una u otra forma a la
economía y en especial a sus relaciones comerciales. Es el momento de la aplicación de las
políticas mercantilistas en las que la rivalidad y la política defensiva invaden las relaciones
económicas. En el tema 7 daremos cuenta de ello. Mientras tanto intentaremos exponer en
líneas generales cuál fue la senda de desarrollo económico en las principales naciones euro-
peas y las novedades en materia industrial.
Comenzaremos con el siglo XVII, un siglo en el que termina una fase expansiva de
crecimiento de la población. Sin embargo, la crisis se padeció de forma desigual en
distintos países. España y Holanda tomaron caminos divergentes; hacia la decadencia el
primero y la prosperidad el segundo. El tercer país que estudiamos es Inglaterra. No se
puede decir que durante la centuria disfrutara de la bonanza económica de Holanda; los
conflictos internos entre la corona de los Estuardo y el Parlamento mermaron la capaci-
dad productiva del país, con todo, veremos que la limitación del control económico por
la monarquía coadyuvó al asentamiento de la bases institucionales para el desarrollo
económico del siglo XVIII.
~ 87 ~
~ 88 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
Como acabamos de decir, los gastos de las continuas guerras que emprendieron la corona
de los Habsburgo –como se conocen comúnmente, los Austrias– tienen gran parte de la
responsabilidad de esta triste evolución.
Los problemas de fondo comenzaron tiempo antes. Durante el siglo XVI, Carlos V se
embarcó en la misión de reunificar la Europa cristiana, para ello hubo de luchar en nume-
rosos frentes que implicaron un enorme gasto militar. Cuando abdicó en su hijo hubo de
renunciar a parte de los territorios en Europa Central pero Felipe II, lejos de renunciar a las
aspiraciones de su padre, continuó con la intención de mantener la extensión de los territo-
rios de su corona. Los gastos no pararon de crecer pero los ingresos no lo hicieron al mismo
ritmo. Las fuentes de ingresos públicos se basaban fundamentalmente en un débil sistema
impositivo, la continua llegada de metales preciosos de los territorios americanos y los
cuantiosos préstamos de banqueros flamencos, alemanes e italianos.
En cuanto al sistema impositivo la principal característica era su fuerte regresividad.
Las exenciones fiscales a la nobleza, muchos de ellos grandes terrateniente, junto a la venta
de la hidalguías –título de nobleza que conllevaba la exención impositiva– hacía que única-
mente los más pobres que no alcanzaban a comprar ese título fueran los que pagaban real-
mente los impuestos.
La llegada de las remesas de metales del Nuevo Mundo suplió en parte las necesida-
des financieras de la corona. Fue común las emisiones de juros, una especie de títulos de
Deuda Pública que tenían como garantía la llegada de los cargamentos de plata americana,
de esta forma la mayor parte de las remesas que llegaban a España se destinaban directa-
mente a pagar a los acreedores de la corona.
Por último, pero no en importancia, el endeudamiento con banqueros alemanes,
italianos y flamencos constituyó un recurso común para la financiación de las guerras.
Como sucedía con los juros, muchas veces estos préstamos tenían como garantía la plata
americana. El caso más llamativo es el de los Fugger, la familia de banqueros alemanes
que obtuvieron la explotación de las ricas minas de mercurio de Almadén de manos de
Carlos V en 1525 y hasta 1645 como contraprestación a los préstamos concedidos a la
corona española.
Como ya vimos en el tema 4, aún así los gastos de mantener el imperio aumenta-
ban y, ante la imposibilidad de encontrar más ingresos, Felipe II no tuvo más remedio que
declarar la bancarrota de la corona en 1557, 1575 y 1596. Pero hasta entonces Felipe II
nunca había ordenado la manipulación de la moneda para la obtención de ingresos públi-
cos, una política muy mal considerada por parte de los súbditos y las Cortes de Castilla.
Sin embargo, ya a finales de 1596, se comenzó una política de adulteración de la mone-
da de vellón en la ceca de Segovia. Felipe III tuvo muchos menos escrúpulos en acudir a
las prácticas de resello en su beneficio. Básicamente estas prácticas consistían en obligar
mediante ley a que las monedas de vellón pasaran por la ceca para que fueran reselladas,
en el proceso se eliminaba parte del contenido metálico, generalmente la plata que era el
más valioso. Se trataba de una confiscación en toda regla de la propiedad de los súbditos
o –como denunciaba por entonces Juan de Mariana– un impuesto no aprobado en Cortes1.
Se estima que el reinado de Felipe III (1598-1621) los ingresos derivados de las devalua-
~ 90 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
1 Como veremos en el tema siguiente, Mariana escribió un libro Tratado y discurso de la moneda de vellón
(1609) en el que denunciaba estas prácticas por parte de la corona.
DECADENCIA Y AUGE EN LA EDAD MODERNA: SIGLOS XVII Y XVIII ~ 91 ~
independencia, Holanda emprendió la más sólida de las carreras para convertirse en poco
tiempo en la primera potencia del continente.
El pilar del comercio holandés era el del Báltico, principalmente de grano y madera,
imprescindible para la construcción de su potente flota mercante, su principal industria.
Pronto extendieron su área comercial, que llegaba al golfo de Vizcaya y el Mediterráneo. El
poderío naval holandés fue capaz de soslayar el bloqueo comercial que sufrió por parte del
imperio español, los holandeses construyeron barcos capaces de viajar hacia el oriente,
circunvalando África. Este comercio desbancó al portugués rápidamente. A comienzos de
siglo el éxito del comercio con las Indias fue tal que el gobierno y varias compañías comer-
ciales crearon la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, una compañía con mono-
polio para el comercio con las Indias. Tras el éxito en el Oriente, quisieron hacerse también
con el dominio portugués en las Indias Orientales aunque el éxito fue menor. En 1624 inten-
taron conquistar las colonias portuguesas en Brasil, pero fueron expulsados y sólo conser-
varon Surinam y algunas islas del Caribe. En ese mismo año otro grupo de colonos
holandeses fundó Nueva Ámsterdam.
Respecto a su agricultura, ésta experimentó una especialización encaminada a sacar
provecho del comercio internacional, para ello se requería hacer una importante inversión
en capital que permitiera drenar pantanos y fertilizar las tierras. Los productos lácteos como
la mantequilla y el queso o los cultivos de uso industrial pronto comenzaron a apreciarse
internacionalmente. Otra de las exportaciones más valiosas eran los tejidos de lana; en este
caso aplicaban la máxima mercantilista de exportar la materia prima e importar el produc-
to ya elaborado.
A todo ello –como ya aludimos al hablar de las finazas en el siglo XVI– hay que unir
los grandes centros financieros, primero de Amberes y posteriormente de Ámsterdam. En
cada centro financiero, uno en cada momento, existía un mercado organizado o “bolsa” que
funcionaba como centro neurálgico de los negocios internacionales a escala europea. En
1609 se creó el Banco de Ámsterdam, un banco público fundado bajo los auspicios de la
propia ciudad. Era un banco de depósitos pero no de emisión, su principal función era
proporcionar medios de pago fiables a los mercaderes que acudían a la ciudad. Aunque no
hubo importantes innovaciones en el terreno financiero, los holandeses heredaron la refi-
nada organización de los comerciantes italianos de la Baja Edad Media como la contabili-
dad de partida doble y el uso de instrumentos financieros como la letra de cambio.
Una vez repasadas muy someramente las características del poder económico de los
holandeses es pertinente preguntarse por las razones de fondo que auspiciaron su hegemonía
económica. Si en el caso español, las finanzas de la corona fue la rémora que coartó todas las
posibilidades de crecimiento, habría que señalar aquí las virtudes de las instituciones holande-
sas al permitir que se desarrollara el crecimiento sostenido de la economía. North y Thomas
inciden en el carácter de la organización sobre la que se sostuvo el crecimiento, una organiza-
ción que protegió los derechos de propiedad y eliminó prácticas restrictivas. Entre éstas prácti-
cas una de la más importantes es la limitación al libre movimiento de personas.
Durante el siglo XVI y XVII, Los Países Bajos del norte se convirtió en lugar de refu-
gio de todos los expulsados de territorios europeos por motivos religiosos o políticos. De
~ 92 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
esta manera Holanda se hizo con una mano de obra cualificada proveniente de todos los
rincones del continente cada uno de los cuales aportaba un conjunto de conocimientos espe-
cializados. En este sentido, como sugiere E. L. Jones, habría que mirar con cierta “indife-
rencia divina” las expulsiones que se sucedieron en la Edad Moderna europea, más allá de
su posible condena moral, éstas contribuyeron sobremanera a extender internacionalmente
un capital humano sin el cuál no podría haberse producido el avance económico. La liber-
tad de inmigración sin duda benefició a Holanda tanto como la expulsión de judíos,
musulmanes y moriscos perjudicó a España.
Sin embargo, la bandera de la libertad que ondeaba Holanda debería mirarse con
cautela en esos momentos en los que la rivalidad entre las naciones europeas era la seña de
identidad del siglo XVII. En el caso de Holanda, como lo sería en Gran Bretaña en el siglo
XIX, optaron por una política de libertad comercial porque era lo que más convenía dada su
especialización económica. Un caso que debería reconsiderarse en este sentido es la cono-
cida preocupación holandesa por la libertar de los mares, es decir, su defensa intelectual a
favor de que se pudiera circular libremente por los océanos. No hay que olvidar que Hugo
Grocio (1583-1645), el autor holandés más conocido por mantener esta idea en su libro
Mare Liberum [1609], no sólo fue impelido a escribirlo por el deseo de plasmar los eleva-
dos valores de la libertad, sino que lo hizo por encargo de la Compañía Holandesa de las
Indias Orientales con el objeto de calmar la conciencia de los accionistas de esta compañía
por el apresamiento ilegal de un barco portugués en aguas de las Molucas.
Es cierto que la estructura subyacente sobre la que Holanda basó su desarrollo fue
mucho más tolerante con el extranjero, se respetaron los derechos de propiedad de los
súbditos y no se penalizó la innovación, pero no por ello deberíamos olvidar el momento
histórico en el que nos encontramos, un momento de beligerancia política en que los comer-
ciantes holandeses no tuvieron muchos escrúpulos en sacar partido de ello. Como señala
Jones, los comerciantes de Holanda no dudaron en suministrar equipo naval a los enemigos
de su país en tiempo de guerra, y compensaron sus operaciones invirtiendo en los corsarios
que se dedicaban al pillaje de convoyes de barcos que subían por el Canal hasta Ámsterdam.
La diferencia fundamental con otros países europeos es que los comerciantes pudieron
mantener su espacio de actuación más allá de las luchas, disputas y enemistades que mante-
nían las naciones europeas entre sí, algo que como hemos visto no sucedió en España. Este
resultado no fue casual ya que durante ese tiempo se gobernó exteriormente bajo el manda-
to de los Estados Generales, un órgano de representación que desde mediados del siglo XV
estaba integrado por una oligarquía de las grandes familias de mercaderes. Es por tanto
obvio que éstos velaran por la prosperidad de sus negocios.
con monarcas absolutos que –como los Austrias en España– no dudaron en financiarse a
través de la confiscación impositiva. Dos movimientos antagónicos que llevaron a
Inglaterra al conflicto civil pero que afortunadamente se zanjó con la victoria del poder
parlamentario. Por todo ello y a diferencia de los casos estudiados de España y Holanda en
el que ya en el mismo siglo XVII experimentaron la crisis y la bonanza económica respecti-
vamente, en el caso de Inglaterra este siglo puede considerarse en cierto sentido de transi-
ción. No disfrutaron de los frutos de la especialización y del comercio internacional como
los holandeses, pero tampoco se puede decir que padecieran los terribles males asociados a
una crisis malthusiana. Fue por tanto un periodo de transición en el que se establecieron las
bases para que, con el tiempo, Inglaterra se alzara a la cúspide económica mundial.
Uno de los aspectos dignos de mención en este siglo en Inglaterra tiene que ver con
los constantes esfuerzos de la monarquía por obtener ingresos mediante el establecimiento
de impuestos y la venta de privilegios. La controversia entre el Parlamento y los Estuardo
es la disputa más conocida. La corona, que participaba en costosas luchas entre diversas
naciones, necesitaba cada vez mayores ingresos que el Parlamento se resistía a conceder.
Después de décadas de tensión, sobrevino una guerra civil entre la monarquía y el parla-
mento entre 1642 y 1649 que acabó con el juicio, la condena y ejecución de Carlos I. No
fue el final del periodo de turbulencias, a la posterior República de Cromwell, le siguió la
Restauración de la dinastía de los Estuardo con Carlos II y no fue hasta la Revolución
Gloriosa de 1688 que el poder del parlamento no se impuso sobre la monarquía. De todo
ello se deduce las muchas similitudes en el punto de partida que existían entre España (y
también Francia) con Inglaterra; las crisis fiscales por las guerras europeas forzaban a los
monarcas de Europa a utilizar su control sobre la economía para obtener ingresos; las dife-
rencias entre unos y otro es que en el caso inglés la corona se enfrentó a una cámara de
representación lo suficientemente fuerte para coartar sus aspiraciones.
Un aspecto menos conocido en la historia de Inglaterra son los subterfugios creados
por los súbditos para evitar la reglamentación pública de la actividad económica. Desde
época de Isabel I existía el Statute of Artificiers –el Estatuto de los Artesanos– una estricta
reglamentación en la manufactura que congelaba la estructura de la actividad económica e
impedía la movilidad de factores. La reglamentación sin embargo pudo sortearse por tres
vías. Primero, se trataba de una reglamentación válida sólo para las industrias existentes en
aquel momento, no para las que pudieran aparecer. En segundo lugar, como veremos segui-
damente, la manufactura huyó de la influencia de los gremios urbanos y se desplazó a la
zona rural en lo que se conoce como protoindustrialización. Por último, la ejecución de la
norma se dejó en manos de jueces de paz que no cobraban por hacer cumplir la ley y en
consecuencia su diligencia en esta tarea no fue realmente estricta.
Otra de las legislaciones más importantes del siglo XVII inglés es el Statute of
Monopolies aprobado en 1624 por el Parlamento. Esta ley, apoyada por un grupo de comer-
ciantes e industriales a quienes les inquietaba las restricciones que limitaban sus activida-
des, además de proscribir los monopolios reales incorporó un derecho de patentes como
protección y estímulo a la innovación. Aunque la batalla política inglesa del XVII no dejara
ver los frutos de esta ley inmediatamente, con el transcurrir de los años iba a dejar huella
en el desarrollo económico inglés (North y Thomas, 1991). Antes de que existiera esta
~ 94 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
protección a la invención, las innovaciones podían copiarse sin ningún coste y sin que el
innovador recibiera ninguna recompensa. De esta manera, Inglaterra, a comienzos del siglo
XVIII, poseía un sistema de derechos eficientes que favorecía la invención y, con ello, esta-
blecía la base institucional para la primera revolución industrial (North, 1994).
Hasta ahora hemos visto como la incapacidad de ejercer el control económico de la
corona influyó en la ineficacia de las antiguas reglamentaciones gremiales y alentó la
iniciativa parlamentaria para crear leyes que fomentaran la innovación. Además del conflic-
to político entre monarquía absoluta y el Parlamente existía una preocupación adicional en
la mente de los ricos comerciantes, terratenientes y aristócratas que conformaban el
Parlamento inglés y que, en este caso, era también compartida por la corona: cómo evitar
la hegemonía holandesa en el comercio internacional. La legislación más famosa a este
respecto que ha quedado en los anales de la historia económica como la quintaesencia de la
política mercantilista son las Leyes de Navegación o Navegation Acts. Según estas leyes,
aprobadas por el Parlamento en 1651 y renovadas en el periodo de la Restauración en 1660,
todos los bienes importados que llegaban a Inglaterra debían ser transportados por barcos
ingleses o por barcos del país de origen de las mercancías2. De ese modo se evitaba que las
ganancias por el transporte fuesen a parar a terceros, especialmente a los por entonces envi-
diados y competitivos holandeses. Sin embargo, en muchas ocasiones los barcos de bande-
ra inglesa habían salido de los armadores holandeses. Como era habitual las Leyes de
Navegación inglesas también reservaron para la metrópoli el tráfico comercial con las colo-
nias y se baraja como una de las razones por las que las prósperas colonias americanas pron-
to consideraron la posibilidad de emanciparse y evitar la dependencia de la metrópoli.
Por último, aunque no guarda relación directa ni con los problemas políticos ni con
las rivalidades comerciales, hemos de señalar que durante la centuria se continuó con el
proceso de cercamientos de las tierras o enclousers que había comenzado en fechas tan
tempranas como el siglo XIII. El aumento en el precio de la lana estimuló la parcelación de
los terrenos de pastos durante el siglo XVI. Durante el XVII, la demanda de productos agra-
rios y el aumento relativo del valor de las cosechas, por su parte, presionó para que se cerca-
ran las tierras de cultivo y poder poner en práctica las técnicas de la agricultura intensiva
importadas de los Países Bajos. Más adelante, cuando abordemos la Revolución Industrial,
veremos cómo la política de cercamientos de tierras favoreció el aumento en el rendimien-
to de los cultivos con nuevas técnicas agrícolas.
En definitiva, con el Estatuto de Monopolios o con cercamientos de terrenos, duran-
te el siglo XVII, Inglaterra al mismo tiempo que consolidaba su estructura política pudo
hacerse con una base institucional lo suficientemente sólida para que su economía con el
tiempo creciera a un ritmo jamás conseguido por ninguna nación hasta entonces.
2. LA PROTOINDUSTRIALIZACIÓN
La producción de manufacturas que se desarrolló en diversas zonas rurales europeas duran-
te los siglos XVII y XVIII es el proceso que se denomina Protoindustrialización. Como resul-
2 Un barco se consideraba inglés cuando lo era el capitán y tres cuartas partes de su tripulación.
DECADENCIA Y AUGE EN LA EDAD MODERNA: SIGLOS XVII Y XVIII ~ 95 ~
tado de la protoindustrialización, a principios del siglo XVIII algunas zonas de Europa occi-
dental ya contaban con concentraciones industriales de cierta importancia.
Los términos protoindustria y preindustria no son, sin embargo, sinónimos. No todas
las formas de industrialización tuvieron su correspondiente protoindustria. Es más, la
protoindustria significó una discontinuidad entre la preindustria – que se desarrolló en las
zonas urbanas– y el capitalismo industrial, caracterizado por procesos fabriles y mecaniza-
dos. El capitalismo industrial no sería la forma de producción hegemónica hasta los prime-
ros decenios del siglo XIX.
La protoindustria está conectada con la nueva pañería3, ya que surgió precisamente
en las zonas donde se desarrolló ésta. Se trataba de industrias localizadas en la zona rural y
dedicadas principalmente al sector textil, aunque el proceso protoindustrializador llegó a
diversos tipos de manufacturas, como las imprentas, la cerámica, los curtidos de pieles o la
fabricación de utensilios metálicos entre otras.
3 Como ya hemos visto, con la expresión nueva pañería se alude a tejidos de escasa calidad y buena aparien-
cia. Este proceso implica menos costes de producción y, en consecuencia, precios más bajos. Como la
demanda de tejidos se caracteriza por ser elástica y estar muy relacionada con la renta disponible, la dismi-
nución en los precios animaba fuertemente la demanda, generando como resultado final un incremento en
los beneficios de los productores.
~ 96 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
similares. El menor precio de los productos elaborados en las protoindustrias hacía que
fueran muy competitivos y atractivos para los mercados.
Y precisamente es ésta es otra característica diferenciadora de las protoindustrias, ya
que su producción no estaba destinada al autoconsumo como ocurría en los talleres domi-
ciliarios tradicionales, sino que producían artículos para el mercado (fundamentalmente
bienes de consumo, aunque en algunos casos también producían bienes de inversión).
La cuarta característica de las protoindustrias es que habían establecido un doble
vínculo con los mercaderes urbanos: estos les abastecían de materias primas y, a su vez, ven-
dían su producto en localidades lejanas, inaccesibles para el trabajador rural. A pesar de la
importancia de las características anteriores, precisamente en ésta última reside el elemento
diferenciador del proceso protoindustrializador. Los pequeños artesanos autónomos y los
dedicados a la transformación de productos agrarios no se consideran protoindustrias, sino
industrias típicamente domésticas que sólo vendían sus productos en mercados locales. Por el
contrario, la producción en la protoindustria está orientada al comercio extralocal, ya fuera
nacional o internacional. De hecho, durante el siglo XVII Inglaterra y los países del “centro”
de Europa tuvieron una actividad exportadora muy elevada.
Las principales protoindustrias se dieron en el noroeste de Europa, en consonancia
con el predominio en la economía continental de Inglaterra (con ejemplos de protoindus-
trias en Worsley y Woolwich), Países Bajos (destacando los astilleros holandeses), el norte
de Francia (Sedán, Elbeuf), Bohemia en el Imperio austríaco y algunas regiones alemanas,
como Sajonia. Cabe señalar la fabricación de los paños con alto valor añadido en las
protoindustrias textiles francesas y alemanas. También había otros desarrollos protoindus-
triales fuera del marco de estos países, como el arsenal de Venecia.
Los comerciantes desempeñaron un papel clave dentro de la protoindustrialización,
dando el primer paso en la especialización en el proceso de distribución. No sólo abastecí-
an de materias primas a los trabajadores rurales, sino que los conectaban entre sí en las dife-
rentes fases del proceso productivo. Y además comunicaban las zonas rurales con los
mercados regionales e internacionales. Pero su relevancia llegó más lejos, ya que también
eran intermediarios financieros. El proceso protoindustrializador implicó la penetración del
capital mercantil, ya que los campesinos necesitaban financiación para conseguir los
medios de producción. Los comerciantes eran los que disponían de capital circulante para
la compra de materias primas y adelantaban a los productores rurales el capital mercantil
necesario para financiar todo el proceso de producción y también, por supuesto, el de distri-
bución. Esto requería una capacidad financiera fuerte por parte de los comerciantes, ya que
en ocasiones el desfase de tiempo entre el momento de adelantar el dinero y el de recupe-
rarlo era grande, ya que los préstamos sólo se recuperaban una vez que el producto estaba
fabricado, distribuido y vendido.
es de consumo dando lugar a una red de manufacturas rurales y, como resultado, muchas
localidades atrapadas en las consecuencias de la baja productividad agrícola se convirtieron
en zonas productoras de manufacturas a lo largo de estos siglos. Este incremento en la
producción no se debió a un crecimiento intensivo, consecuencia de avances tecnológicos,
sino fundamentalmente fue resultado de la utilización de un mayor número de trabajadores.
Como la mano de obra era barata y se conformaba con salarios bajos no existía ningún
incentivo para realizar mejoras técnicas. Por eso el modelo continental prefirió la utiliza-
ción de mano de obra antes que la mecanización de los procesos.
Otra consecuencia de la protoindustrialización fue la transformación del modelo
demográfico. La posibilidad de acceder a mayores niveles de renta favoreció la disminución
en la edad media del matrimonio, con el consiguiente aumento de la natalidad. La expan-
sión demográfica extendió sus efectos a los movimientos migratorios, ya que las mejores
condiciones de vida en el campo frenaron la emigración desde las zonas rurales hacia la
ciudad, ralentizando así el crecimiento demográfico en las ciudades.
facturera debido a las mayores rentas derivadas de las buenas cosechas, por lo que se contra-
ía la producción protoindustrial. La consecuencia directa era un aumento de la demanda
(por las mayores rentas) justamente a la vez que disminuía la oferta.
En conclusión, los factores por los que prácticamente ninguna zona protoindustrial
terminó transformándose en zona industrial fueron varios. Uno de los principales motivos
residió en el paulatino incremento de los salarios. La abundancia de mano de obra era uno
de los elementos claves en este desarrollo, y escaseaba cuando había un periodo agrícola
próspero, dando lugar a un incremento de los salarios y en los costes de producción. Pero
además se generaba un desequilibrio, ya que había una menor producción sin que hubiese
previamente caído la demanda. Ambos efectos presionaban al alza los precios de las manu-
facturas rurales, haciéndolas menos atractivas en los mercados y obligó a abandonar las
producciones intensivas en mano de obra en beneficio de las mejoras tecnológicas. Una
segunda razón fue la falta de aceptación de los nuevos métodos de producción. Y, en tercer
lugar se encuentra el hecho de que el proceso protoindustrializador no facilitaba la acumu-
lación de capital entre los productores de manufacturas, ya que las ganancias quedaban en
manos de los intermediarios financieros, esto es, de los comerciantes. La falta de acumula-
ción de capital en el seno de la protoindustria es posiblemente la clave de su fracaso.
Como resultado, y a pesar del avance que supusieron las protoindustrias, éstas queda-
ron arrinconadas con el surgimiento de las nuevas formas de organización y producción
surgidas con la Revolución industrial. Sólo algunas zonas de elevada producción de manu-
facturas rurales llegaron a ser ciudades industriales en el siglo XIX, cuando se implantó la
organización fabril.
agrícola, entre otras cosas porque las cosechas determinaban la capacidad adquisitiva y el
nivel de precios. Unas malas cosechas podían elevar los precios, reducir el poder adquisiti-
vo en general y condicionar el crecimiento económico de todos los sectores económicos.
Únicamente durante el siglo XVII, los Países Bajos del norte pudieron huir de este temido
círculo. Fue posible romperlo cuando la producción creció de forma sostenida por encima
del aumento de la población.
En efecto, los economistas que han estudiado el crecimiento económico han obser-
vado que el motor de dicho crecimiento debe basarse en los mismos cuatro engranajes o
factores del crecimiento supuesto un marco institucional estable: recursos humanos, recur-
sos naturales, formación de capital y tecnología. Si bien es cierto que no podemos hablar de
crecimiento económico durante el Antiguo Régimen, las innovaciones tecnológicas que se
fueron gestando desde la Edad Media incrementaron paulatinamente la productividad de los
factores de la producción. Este lento incremento de la productividad se conjugaba además
con elevados costes en los transportes que condicionaban el desarrollo del comercio y la
fuerte dependencia hacia el autoconsumo.
Todo lo anterior permite señalar una característica de esta economía, a saber, que el
crecimiento de la población generaba excesos de demanda que se traducían en carestía y
hambrunas que se repetían una y otra vez durante periodos dilatados. Había épocas o regio-
nes en las que no se producía un exceso de población, por lo que la oferta de productos era
suficiente, la productividad del trabajo era relativamente alta, la actividad económica
creciente y relativamente escasas las hambres, las epidemias y el malestar social. En
cambio, en aquellas otras regiones o etapas con excedentes de población, unas malas cose-
chas daban lugar a crisis catastróficas, la productividad se estancaba y la mala nutrición
hacía aumentar la proporción de personas que enfermaban en un sitio y tiempo determina-
do y, por ende, hacían aumentar la mortalidad.
4. EJERCICIOS
1. ¿Piensa que la forma de gobierno de las naciones europeas durante el siglo XVII
guarda relación con la evolución de sus economías?
2. La protoindustria no puede considerarse preindustria. ¿Qué características dife-
rencian ambas organizaciones? ¿Qué papel desempeñaban los comerciantes
dentro de la protoindustria?
3. ¿Por qué se afirma que la protoindustria no implicaba ningún coste de oportuni-
dad para los trabajadores rurales que se dedicaban a la misma?
4. Ricardo Cantillon se vio envuelto en numerosos pleitos a lo largo de su vida por
las operaciones que realizó al amparo del Sistema de Law. Explique en qué consis-
tió y qué repercusiones tuvo dicho sistema.
5. De todos los sectores de la economía, ¿cuál fue el más dinámico entre los siglos
XV al XVIII? Explique por qué.
Lectura
“Todo empezó con el vapor. ‹‹El vapor es un inglés››, como reza el viejo dicho. En la
segunda mitad del siglo XVIII, James Watt perfeccionó descubrimientos anteriores y
construyó una máquina de vapor cuyas características técnicas y económicas contribu-
yeron a su amplia adopción. Comenzó sus experimentos alrededor de 1765. La utiliza-
ción comercial empezó después de 1785 y en mayor medida después de 1825. Las
máquinas de vapor se utilizaron en las actividades metalúrgicas y textiles, así como en
las minas de carbón y en el transporte por superficie. De hecho, al disponerse de mayor
T E M A
8
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
En el presente tema se intenta ofrecer una apretada síntesis del fenómeno de la Revolución
Industrial en diferentes países. En primer lugar se trata el caso inglés, en el que se muestran
las condiciones que propiciaron la transformación, así como los cambios técnicos y organi-
zativos que se introdujeron en los diferentes sectores de la economía inglesa. La difusión de
la industrialización se estudia a través de los contrastes entre diferentes modelos relaciona-
dos con las peculiaridades de cada país.
~ 125 ~
~ 126 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
forrajeras y piensos fueron los nabos, el trébol, y otras especies para forraje menos impor-
tantes como la colza, el lúpulo, el maíz, las zanahorias y las patatas.
En tercer lugar, se produjo una considerable mejora de las herramientas de uso tradi-
cional y la introducción de otras nuevas. También aumentó el empleo de caballos para el
trabajo de la tierra, al ser su velocidad media un 50% mayor que la del buey.
También se llevó a cabo la selección de semillas y de razas de animales. En las
primeras etapas los progresos más importantes se produjeron en la cría de ganado lo que se
reflejó en rápidos aumentos de peso en los animales y en la obtención de leche.
Por último, se efectuaron una serie de cambios que transformaron el régimen de
propiedad. Retrocedió el sistema de campos abiertos u open fields sustituido por el siste-
ma de campos cerrados o enclosures, a la vez que se llevaba a cabo el paso del colectivis-
mo al individualismo agrario. El sistema de enclosures se impuso gracias a las ventajas que
ofrecía, ya que, por una parte permitía que las inversiones que realizaba el propietario revir-
tieran exclusivamente en él, y por otra facilitaban la introducción de nuevas técnicas y culti-
vos. Este cambio de sistema benefició a los grandes y medianos empresarios agrícolas que
concentraron en sus manos grandes explotaciones que organizaron a modo de industrias
capitalistas, con una gran productividad encaminada a la comercialización en el mercado.
En cambio perjudicó a los campesinos que se vieron obligados a vender la tierra y trabajar
como asalariados para los terratenientes, o bien emigrar a la ciudad como mano de obra
para la industria. El proceso de cercamientos fue favorecido por Actas parlamentarias.
Íntimamente relacionada con la revolución agrícola se encuentra el crecimiento de la
población. El aumento de la producción y de la productividad en la agricultura permite que
mayor número de personas estén mejor alimentadas y mejoren su esperanza de vida. A la vez
el aumento de la población supone también un aumento de la demanda no solo de productos
agrícolas sino también de manufacturas. Hacia 1750 la población británica inició un rápido
crecimiento, gracias al cual pasó de unos 11 millones en esas fechas a más de 16 millones en
1830, gracias al aumento de las tasas de natalidad y a la disminución de las de mortalidad.
Los primeros cambios revolucionarios en la tecnología y en la organización econó-
mica se registraron en la industria textil, en el sector siderúrgico y en la maquinaria gene-
radora de fuerza motriz.
Inglaterra ya poseía una gran tradición como productora de tejidos de lana, lino y de
algodón, pero con la aplicación de las máquinas en los procesos de hilado y tejido se impu-
so gradualmente la producción en fábricas, cada vez de mayores dimensiones, sobre el siste-
ma de putting-out, que se había utilizado tradicionalmente, ya explicado en el tema 6. Sin
embargo, ambos sistemas convivieron durante cierto tiempo, debido a la resistencia de la
mano de obra a trabajar en una fábrica con un horario rígido, a pesar de que los salarios
pagados en la industria eran más altos que los ingresos que obtenían los trabajadores en el
campo. Además el empresario capitalista se resistía a invertir en edificios y fábricas que
reducían sus beneficios en épocas de crisis, cuando podía satisfacer la demanda en momen-
tos de auge con operarios marginales.
La industria textil basó su desarrollo en el algodón, una materia prima importada.
Aunque al principio esta industria empleó los procesos manuales utilizados en la produc-
~ 128 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
ción de las manufacturas de lana y lino, pronto incorporó maquinaria que reducía mano de
obra, tanto en el proceso de hilado como en el de tejido. La drástica reducción en el precio
de las manufacturas de algodón condujo a un aumento de la demanda interior, potenciada
por el crecimiento demográfico y favorecida por la prohibición de tejidos de la India.
Inglaterra fue el primer país que utilizó las nuevas máquinas, el primero que produjo teji-
dos más baratos y más finos y por consiguiente pudo apropiarse de todos los beneficios
como innovador. Cuando sus rivales siguieron su ejemplo y empezaron a producir mercan-
cías comparables, los precios habían bajado a niveles competitivos y los beneficios ya no
eran tan altos. La industria textil algodonera se convirtió en el principal sector de la renta
nacional de Inglaterra, y los beneficios se reinvirtieron lo que hizo que la industria siguie-
ra aumentando su capacidad productiva y se dieran economías de escala. En el gráfico 8.1.
se hace patente la clara superioridad de la industria textil de Inglaterra con respecto a la de
otros países europeos que siguieron sus pasos.
Fuente: C.M. CIPOLLA (ed.). Historia Económica de Europa (4). El nacimiento de las sociedades indus-
triales, Ariel, Barcelona, pp. 418-419.
da de los tejidos de lana era inelástica, por lo que se produjo la saturación en el mercado.
Con la revolución industrial las exportaciones de tejidos de lana fueron sustituidas por teji-
dos de algodón que poseían una demanda más elástica.
Londres se convirtió en el centro financiero mundial donde acudían los fondos
disponibles de otros países y la organización comercial se transformó. Durante el siglo
XVIII y XIX aumentó el tamaño de las empresas comerciales, lo que significó mayores
capitales y las sociedades anónimas fueron la forma más adecuada para reunir dichos
capitales. En 1844 se liberalizó la constitución de sociedades anónimas, reglamentadas
hasta entonces por el Acta de la Burbuja de 1720, extendiéndose su uso con dos noveda-
des: las sociedades de responsabilidad limitada en las que los inversores no responden
de las deudas de la compañía y las acciones preferentes, que ofrecían a sus poseedores
una posición privilegiada respecto al resto de los accionistas, pues recibían dividendos
antes de que se abonasen a las acciones ordinarias y tenían preferencia en caso de quie-
bra de la compañía.
El aumento de las sociedades anónimas produjo la expansión de las Bolsas de valo-
res, las más importantes fueron las de Londres, París y Nueva York. El desarrollo del comer-
cio exterior contribuyó a la revolución industrial inglesa ya que creó una demanda para los
bienes de la industria británica, así mismo, abrió a Inglaterra el acceso a materias primas
que ampliaron la gama de productos de la industria británica y los abarataron, a la vez que
permitió adquirir a países pobres un poder de compra suficiente para adquirir mercancías
británicas; por otra parte, creó un excedente económico que contribuyó a financiar la expan-
sión industrial y la mejora de la agricultura y ayudó a crear una estructura institucional y
una ética de los negocios. Por último, la expansión del comercio produjo el crecimiento de
las grandes ciudades y de los centros industriales (Liverpool, Manchester).
Antes de la revolución industrial Inglaterra contaba con un sistema monetario y
bancario muy desarrollado, con la libra esterlina como unidad monetaria basada en la plata.
En 1816 se decretó el patrón oro, dependiendo la oferta monetaria del Banco de Inglaterra.
Hasta entonces, las instituciones monetarias inglesas consistían en un banco central -el
Banco de Inglaterra- que actuaba como banco del gobierno y como custodio de las reservas
de oro de la nación, unos sesenta bancos privados en Londres, de mucha liquidez y reputa-
ción, pero que no emitían billetes, y unos 800 bancos privados de provincias, de dimensio-
nes reducidas pero emisores de billetes y que no tenían que someterse a más control que al
del valor de los billetes emitidos.
Durante el proceso de industrialización la necesidad de satisfacer la demanda urgen-
te de numerario, así como la necesidad de encontrar oportunidades de inversión para el
capital excedente de la población adinerada de las provincias, indujo a centenares de peque-
ños bancos provinciales, muchos de los cuales se constituyeron a partir de 1750, a emitir
billetes de valor relativamente bajo (1 y 2 libras). En cuanto al resto de la banca privada
estaba constituida en general por sociedades por acciones con responsabilidad limitada que
tendieron a la fusión. La orientación de los bancos privados a inversiones a largo plazo
(industria) provocó quiebras y desastres financieros por lo que la mayoría de los bancos se
inclinó hacia las operaciones comerciales (inversiones a corto plazo).
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL ~ 131 ~
asignadas a sus tenedores. Sin embargo, la excesiva emisión de asignados provocó su depre-
ciación y en 1791 el gobierno los anuló como moneda legal. En 1800 se creó un banco
central, el Banco de Francia fundado por Napoleón, que obtuvo privilegios especiales y
consiguió bloquear la aparición de otros bancos por acciones hasta mediados del siglo XIX,
por tanto el sistema bancario en Francia resultó insuficiente para atender la demanda de
crédito.
Otro factor importante es la ausencia de espíritu de empresa: el grupo social que estu-
vo al frente de la nación en Inglaterra era el de los empresarios, mientras que en Francia lo
fueron los burgueses. Mientras que el empresario crea, inventa, corre riesgos, el burgués del
siglo XIX recurre poco al crédito, ahorra progresiva y lentamente, buscando una colocación
segura que le garantice una renta fija con un mínimo de riesgo. Probablemente más de la
mitad del ahorro francés se canalizó en inversiones en el extranjero y en deuda pública.
Por último, es preciso destacar el gran número de conflictos sociales y políticos: La
Revolución de 1789 y los periodos posteriores (Consulado e Imperio) frenaron el creci-
miento económico. Durante y después de la Revolución las luchas internas y las guerras en
Europa llevaron la economía del país a la ruina. Como consecuencia del enfrentamiento con
Inglaterra, gran parte de su marina se destruyó, quedando una flota comercial constituida
por veleros que, desde mediados del XIX, se vieron desplazados progresivamente por vapo-
res ingleses. Las guerras costaron más de dos millones de hombres, absorbieron totalmen-
te el ahorro y paralizaron el crecimiento económico que había comenzado.
Los primeros sectores industriales que se desarrollaron fueron el textil y la siderurgia.
En el siglo XVIII existía en Francia una industria textil rural, que trabajaba el lino y el algodón.
Sin embargo esta industria a domicilio desapareció en la segunda mitad del siglo con la intro-
ducción de las primeras máquinas de hilado que fueron instaladas en fábricas. El principal
problema fue la adquisición de técnicas y maquinaria, ya que, durante mucho tiempo, las auto-
ridades inglesas prohibieron o limitaron su exportación. Sin embargo, algunos inventores y
empresarios ingleses, como John Kay, aceptaron instalarse en Francia atraídos por la pers-
pectiva de elevados beneficios, o bien para huir de la justicia inglesa, como John Holker.
Numerosas familias inglesas se instalaron bajo el patrocinio del gobierno francés y desempe-
ñaron un papel decisivo en el desarrollo de la hilatura del algodón, que se situó en la Alsacia
y en Normandía. La Revolución de 1789 frenó el crecimiento del sector, pero después de 1815
la hilatura experimentó de nuevo un crecimiento considerable, basado en la utilización de la
máquina de vapor y los motores hidráulicos. La mecanización del proceso de tejido fue más
tardía ya que existía una abundante mano de obra especializada y barata, además los bajos
precios de los telares manuales hacían más rentable el trabajo doméstico.
En el caso del lino y la lana, la mecanización se desarrolló posteriormente debido a
que su demanda no era tan grande como la del algodón, existían dificultades técnicas y,
además, resultaba más barato el proceso manual de hilado y tejido tradicional que se lleva-
ba a cabo en las zonas rurales. Así mismo, las fábricas dedicadas a estas fibras fueron de
menor tamaño que las del algodón por razones financieras y técnicas.
El desarrollo de la industria siderúrgica estuvo influenciado en gran medida por las
técnicas importadas de Inglaterra. En el siglo XVIII la producción francesa era muy reduci-
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL ~ 133 ~
3. LA INDUSTRIALIZACIÓN DE ALEMANIA
Hasta el siglo XIX Alemania no poseía un territorio integrado con un centro económico y
administrativo, los accidentes geográficos delimitaban las fronteras de los diferentes esta-
dos, que frecuentemente desarrollaron vínculos más estrechos con otras regiones no alema-
nas que entre sí mismos. Además, la situación geográfica de Alemania y su desunión
política la implicaron con gran frecuencia en conflictos militares que tuvieron consecuen-
cias devastadoras.
A finales del siglo XVIII Alemania estaba compuesta de 314 territorios independien-
tes y más de 1.400 feudos de Caballeros Imperiales. El comercio interior estaba obstaculi-
zado por innumerables barreras aduaneras, diferentes monedas y monopolios comerciales.
Su economía se basaba en la agricultura, con un 80% de la población empleada en el sector
primario. Sin embargo, existían pequeñas concentraciones industriales en la zona del Rin,
Sajonia, Silesia y la ciudad de Berlín, pero eran fundamentalmente industrias artesanales o
protoindustriales.
Las transformaciones económicas en Alemania están estrechamente unidas a su
unificación política, que se llevó a cabo en 1871 bajo el impulso de Prusia. Previa a la unifi-
cación política se constituyó una unión aduanera, el Zollverein, que suuso un factor favo-
rable para el inicio del desarrollo industrial. En la segunda década del siglo XX Alemania
era el país más poderoso de Europa, poseía las industrias más modernas y mayores del
continente en los sectores químico, siderúrgico, de energía eléctrica y de maquinaria; en
producción de carbón sólo era superada por Inglaterra y era un importante fabricante de
cristal, instrumentos ópticos, metales no ferrosos, tejidos y otros bienes manufacturados,
además de contar con una de las redes de ferrocarril más densas del mundo y un alto grado
de urbanización.
Las primeras transformaciones se iniciaron en el periodo de 1815 a 1833. Después de
las guerras de liberación contra Napoleón, se produjeron multitud de reformas en la mayor
parte de los Estados alemanes que condujeron a la ampliación de determinadas libertades
económicas, la disolución de los gremios y la promulgación de Constituciones. No obstan-
te, el proceso no fue homogéneo, por lo que se pueden distinguir dos regiones perfectamen-
te diferenciadas: por una parte los territorios del oeste, cuya estructura de propiedad era
parecida a la de Francia, con pequeñas propiedades agrícolas. Muy unida política y econó-
micamente a este país durante la Revolución, adoptó el sistema legal y las instituciones
económicas francesas que pervivieron después de 1815. Tras la abolición de los derechos
feudales mantuvo una agricultura atrasada técnicamente, por lo que fueron proteccionistas.
Por otra parte, los territorios orientales, con una estructura de propiedad más pareci-
da a la existente en Rusia, en la que la tierra pertenecía a los señores y los campesinos se
hallaban sometidos a la servidumbre. En 1807 fue abolida la servidumbre en Prusia. El agri-
cultor que, como siervo, ocupaba una extensión de tierra que podía transmitir a sus descen-
dientes, pasó a ser dueño de la misma con la condición de ceder una tercera parte al señor;
los campesinos que no tenían derecho a la sucesión también pasaron a ser propietarios,
cediendo al señor la mitad de la extensión. Esta reforma liberó a los agricultores de tipo
medio que pudieron cercar sus propiedades; por el contrario, el pequeño propietario se vio
~ 136 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
obligado a trabajar como obrero agrícola al obtener de su propiedad una pequeña parte de
lo necesario para su subsistencia. Los grandes propietarios, junkers, consiguieron grandes
extensiones de tierra y tendieron a seguir el modelo británico y establecieron explotaciones
modernas, aplicando nuevos sistemas y cultivos. Estas explotaciones consiguieron un gran
volumen de producción de cereales que se dirigió a la exportación.
Como consecuencia de la emancipación de los campesinos la población alemana
experimentó un gran crecimiento, al aumentar la natalidad. La población pasó de 24 millo-
nes de habitantes en 1800 a 36 millones en 1850 y a 56 millones en 1900. La producción
agrícola aumentó gracias a la ampliación de la superficie cultivada, al aumento de la produc-
tividad y a la introducción de la patata y otros tubérculos, de tal forma que, durante la prime-
ra mitad del siglo XIX, Alemania continuó siendo casi completamente autosuficiente con
respecto a su abastecimiento de alimentos y, además, desarrolló un considerable comercio de
exportación de productos agrícolas como cereales, lana y madera. Sin embargo, en la segun-
da mitad de siglo a pesar de que continuó la expansión de la producción agrícola no lo hizo
al mismo ritmo que el crecimiento de la población, y, por tanto, Alemania se vio obligada a
importar alimentos, a la vez que protegía su agricultura para contrarrestar el efecto de la
competencia creciente de granos americanos y rusos. A finales del siglo XIX, gracias a la
introducción de los fertilizantes artificiales y de la mecanización en la agricultura, la produc-
ción volvió a aumentar con mayor rapidez que la población y Alemania volvió a convertirse
en un importante exportador de algunos productos agrícolas.
Desde el punto de vista industrial, las primeras transformaciones importantes se
produjeron durante el periodo de 1833 a 1870. En esta etapa se pusieron los cimientos de
la industria, finanzas y transportes modernos primero en Prusia y posteriormente en el resto
de Alemania. Así mismo, la influencia de capital, tecnología y empresas extranjeras fue
muy considerable. Francia y Bélgica invirtieron importantes sumas, especialmente en las
minas alemanas, se importaron técnicas francesas e inglesas en la industria textil y siderúr-
gica, y se desplazaron al país un gran número de trabajadores extranjeros cualificados atraí-
dos por salarios muy elevados. Una de las reformas económicas más importantes, liderada
por los funcionarios prusianos fue la creación del Zollverein (unión arancelaria o aduane-
ra). En 1818 Prusia rebajó sus tarifas arancelarias con el objetivo de aumentar la eficacia de
la administración y el rendimiento de los impuestos. Los diferentes Estados alemanes se
unieron gradualmente a este sistema, y en 1833 se constituyó el Zollverein. Los países
miembros se comprometieron a adoptar el arancel prusiano y a delegar en Prusia todo lo
referente a las negociaciones comerciales con terceros países. En 1848 todos los estados
alemanes estaban integrados. El Zollverein abolió todas las fronteras y tarifas aduaneras
internas, creando un “mercado común” alemán, que permitió la libre circulación de bienes,
capitales y mano de obra entre todos los Estados alemanes.
El ferrocarril tuvo una gran importancia en la unificación económica del país. La
rivalidad entre los distintos estados alemanes aceleró su construcción y, como resultado, la
red alemana de ferrocarriles se expandió más rápidamente que la francesa. Gracias a sus
eslabonamientos hacia adelante y hacia atrás influyó enormemente en el crecimiento de la
industria, especialmente la producción de carbón y de hierro. Hasta 1860 la utilización
como energía del carbón vegetal fue superior a la del carbón mineral y la extracción y
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL ~ 137 ~
producción de hierro era muy dispersa. Con la mejora en los medios de transporte varió la
distribución regional de los centros mineros, convirtiéndose el Sarre, la Alta Silesia y el
Ruhr en los nuevos centros de extracción y fundición de hierro.
La producción de acero se inició en 1863 con la utilización del sistema Bessemer y,
poco después, se adoptó el proceso Siemens-Martin. Pero no fue hasta la introducción del
proceso Gilchrist-Thomas, en 1881, que permitió el uso de mineral de hierro con compo-
nentes fosfóricos procedentes de Lorena, cuando la producción alemana de acero experi-
mentó una aceleración impresionante.
En 1871 Alemania se unificó políticamente, formando una Confederación de 25
Estados, bajo la hegemonía de Prusia. La gran industria alemana se caracterizó por una
estrecha unión entre una administración autoritaria y una minoría de industriales. El Estado
alemán dictó directrices y órdenes que fueron fielmente seguidas por instituciones y perso-
nas, con el objetivo de obtener una rápida industrialización. Los sectores más dinámicos de
la economía alemana fueron los que producían bienes de capital o productos intermedios
para el consumo industrial (carbón, hierro y acero). Las industrias de bienes de consumo
(tejidos, ropa, cuero y elaboración de alimentos) tuvieron tasas de crecimiento sustancial-
mente inferiores a la media, situación que contrasta con Francia.
Fuente: C.M. CIPOLLA (ed.). Historia Económica de Europa (4), op. cit., pp. 438-441.
Una de las razones que explican el fracaso de los canales es la temprana construc-
ción del ferrocarril que se convirtió en el principal medio de transporte. Al existir escasez
de capital privado, los gobiernos de los Estados y ciudades, en su deseo de tener ferroca-
rriles, adelantaron a menudo fondos para acelerar su construcción y el gobierno federal hizo
grandes concesiones de tierra a lo largo de las vías trazadas. Sin embargo, las bancarrotas
y las reorganizaciones de las compañías fueron el rasgo característico de los ferrocarriles
en Estados Unidos y muy pronto estallaron violentos enfrentamientos entre distintas
compañías con el objetivo de eliminarse mutuamente. Muchas veces su construcción se
consideró más como un instrumento de especulación que como un medio de transporte
tendente a mejorar la economía nacional. La mayor parte de los ferrocarriles se construye-
ron en el Nordeste y el Noroeste, lo que permitió vincular política y económicamente ambas
regiones, mientras que en los Estados del Sur la construcción fue mucho más reducida. En
1840 la longitud de líneas férreas construidas era mayor que la existente en toda Europa.
Al igual que ocurrió en Inglaterra, el ferrocarril en América no fue importante sólo
como productor de servicios de transporte, sino también por sus eslabonamientos hacia
atrás con otras industrias, sobre todo la siderurgia, especialmente después de la Guerra de
Secesión. A pesar del rápido crecimiento de la industria, en el siglo XIX Estados Unidos
seguía siendo una nación eminentemente rural. La población urbana no aumentó significa-
tivamente hasta después de la Primera Guerra Mundial, esto se debió en parte a que la
mayoría de la producción fabril estaba situada en zonas rurales, por tanto las empresas eran
de pequeña escala y utilizaron energía hidráulica hasta finales del XIX. Con la llegada de las
centrales eléctricas las industrias se trasladarían a las ciudades, aumentando su tamaño.
El crecimiento demográfico estadounidense durante el siglo XIX fue muy elevado,
debido a la inmigración y, sobre todo, a una tasa extremadamente alta de crecimiento natural,
ya que las tasas de natalidad eran más elevadas y las tasas de mortalidad más bajas que en
Europa. En 1790 la población de Estados Unidos no superaba los 4 millones de habitantes, en
1820 era ya de 10 millones, 17 en 1840, 31 en 1860, en 1870 casi 40 millones y en 1915 más
de 100 millones de habitantes. A pesar de este importante aumento, la densidad de población
permaneció relativamente baja gracias a la extensión de los territorios hacia el Oeste. También
la inmigración desempeñó un importante papel en el crecimiento demográfico, con dos
corrientes principales, la primera, que se produjo antes de 1870, procedía fundamentalmente
de Inglaterra y Alemania, mientras que la segunda tenía su origen en la Europa meridional y
oriental. Entre 1890 y 1914 se produjo una enorme corriente de inmigrantes (más de un millón
anual) gracias a la política de inmigración estadounidense, casi sin restricciones. No obstan-
te, la renta per cápita y la riqueza crecieron todavía más rápidamente que la población. En el
cuadro 8.1 se puede observar el volumen de inmigración en Estados Unidos relacionado con
diferentes acontecimientos políticos y económicos.
Sin embargo, uno de los problemas fundamentales de la industria y de la agricultura
fue la escasez continua de mano de obra y, por tanto, su alto coste, de ahí que se adoptaran
con gran rapidez máquinas que ahorrasen mano de obra. Los métodos agrícolas europeos,
mejores que los americanos, daban mayor rendimiento por hectárea, pero los granjeros de
Estados Unidos obtenían mejores rendimientos por hombre/empleado, usando maquinaria
relativamente barata. En la industria, la situación era similar.
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL ~ 141 ~
cios bancarios que necesitaba y, de hecho, creció con gran rapidez. A finales de siglo se
implantó el patrón oro, pero el descubrimiento de nuevas minas acarreó un incremento de
producción de este metal, y por tanto aumentaron considerablemente los créditos. En 1913
el Congreso creó el Sistema de Reserva Federal, basado en tres instituciones: un Comité
Federal de Reserva, doce Bancos de Reserva y unos 9.000 Bancos miembros. Este sistema
permite a la Junta de Reserva Federal ejercer un control en la política de crédito del país.
creciente demanda interior. Los empresarios industriales eran sobre todo extranjeros,
componentes de diversas minorías religiosas, e incluso campesinos.
Hasta 1880 el gobierno imperial tuvo escaso interés por la industrialización e hizo
muy poco para promoverla, aunque actuó muy pronto en el ferrocarril, al promover un
programa de construcción en el que se utilizó capital y tecnología importada. La longitud
de líneas construidas aumentó rápidamente y permitió el notable crecimiento de las expor-
taciones de cereales rusas en la década de 1870.
A mediados de la década de 1880 el Estado comenzó a desempeñar un papel activo
y decisivo, especialmente en las industrias pesadas (minería del carbón, del hierro, de
minas no férricas, prospecciones petrolíferas e industrias del hierro y el acero). También
se convirtió en el principal constructor de ferrocarriles, comprando, incluso, algunas líne-
as privadas. El Estado adoptó un sistema de tratamiento preferencial de la industria autóc-
tona como suministradora de las necesidades estatales, sobre todo respecto a ferrocarriles
y necesidades militares, y adoptó tarifas proteccionistas. Así mismo, aceptó el patrón oro
(1897) con el fin de atraer capitales extranjeros. El capital extranjero llegó a menudo
acompañado de especialistas, bienes de equipo y dirección empresarial, así como de
mercados exteriores.
1Todas las cifras son de 1861, 1871, 1881, etc. 2Se excluye Alsacia y Lorena. La cifra de 1869, incluyendo
Alsacia y Lorena es de 16.465 km. 3Se excluye Alsacia y Lorena. La cifra de 1871 incluyendo Alsacia y Lorena
es de 21.471 km. 4Cifra de 1871. 5Esta cifra que es la que se da en la fuente, no parece compatible con la de
2.362 km para 1899 que me ha proporcionado el Instituto Nacional de Estadística. 6Cifra de 1911.
Fuente: MITCHELL, B. R. (1982): “Apéndice estadístico” en CIPOLLA, C.M. (ed): Historia económica de
Europa (4). El nacimiento de las sociedades industriales (**). Barcelona, Ariel, pp. 436-7.
~ 144 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
Como resultado, Rusia disponía en 1913 del quinto mayor complejo industrial del
mundo, si bien, y como consecuencia de la enorme población del país (74 millones de habi-
tantes en 1860 y 164 millones en 1913), se hallaba muy atrás en términos de producción per
cápita (la décima parte de la estadounidense). La alfabetización crecía con gran rapidez y
existía ya un grupo altamente cualificado de científicos, ingenieros y especialistas. Poseía
una extensa red de ferrocarriles, tal y como se puede comprobar en el cuadro 8.2 y abun-
dantes recursos naturales ya conocidos o que serían descubiertos a medida que progresaba
la industrialización. Es decir poseía un gran potencial pero todavía era un país predomi-
nantemente campesino y pobre.
El modelo de industrialización rusa difiere enormemente de los modelos de indus-
trialización tradicionales y ha servido como base para elaborar un modelo de industrializa-
ción en unas condiciones de “atraso económico”. Este modelo rechaza la idea de que los
procesos de desarrollo que siguen el líder y sus seguidores son similares, e incluso rechaza
el concepto de la necesidad de requisitos previos para que se den las revoluciones indus-
triales. Por el contrario, se basa en las diferencias ideológicas e institucionales de los dife-
rentes países que incidirían en la brusquedad del despegue, la rapidez del crecimiento
industrial y los modelos estructurales resultantes.
El elemento activo y dinámico del despegue industrial en Rusia fue el Estado que
promovió deliberadamente y de múltiples maneras el auge industrial y creó la demanda que
continuaría alimentándolo. A partir de 1907 el papel del Estado fue mucho más restringido
y, en su lugar, enormes cantidades de capital privado, procedentes especialmente de los
bancos que seguían el modelo alemán, tomaron buena parte de la iniciativa.
La agricultura desempeñó un papel importante. Suministró mano de obra a la indus-
tria, aunque en número más bien escaso, y fue la base del crecimiento demográfico con el
consiguiente efecto favorable sobre la demanda interior de productos manufacturados. Pero
el principal papel de la agricultura residió en hacer economías y liberar recursos para propi-
ciar el auge económico: en el aspecto financiero por las cargas impositivas que los campe-
sinos debían ingresar en la Hacienda pública y, en el aspecto material, al dirigir grandes
cantidades de cereales hacia la exportación o hacia las ciudades, exigiendo muy poco a
cambio. La debilidad de la agricultura del país será posteriormente un obstáculo para una
mayor industrialización y una modernización económica más rápida. El enorme crecimien-
to demográfico que tuvo lugar con anterioridad a la Primera Guerra Mundial, y sobre todo
la fuerte presión que sobre la oferta de tierras cultivables ejercía la población rural, fue un
factor importantísimo para mantener muy bajas las rentas de los campesinos, los salarios
reales y, como consecuencia, también el consumo per cápita, liberando recursos que se
invertirían en la industria y en otros sectores.
T E M A
10
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS
Y SOCIALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX
~ 171 ~
~ 172 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
1 Como sostiene el profesor Gregorio Nuñez Romero-Balmas (1989), el movimiento de larga duración o
ciclo largo, divulgado por Kondratieff, recoge en grandes oscilaciones vagamente definidas la evolución
de las naciones capitalistas desde el siglo XVIII. Algunos autores niegan su existencia diferenciada a falta
de suficiente precisión y de una explicación adecuada. Lo configuran lentas oscilaciones del alza y a la
baja de los precios, tipos de interés y del ritmo de crecimiento de la producción y de los intercambios.
Tienen una duración media, bastante variable, en torno a los cincuenta y dos años y presenta dos fases
definidas aunque no es posible explicar con precisión los puntos de inflexión, si bien se suelen aceptar los
siguientes:
Fase A Fase B
Alza Baja
1792 a 1815 1815 a 1850
1850 a 1873 1873 a 1896
1896 a 1920 1920 a 1945
1945 a 1973 1973 en adelante
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX ~ 173 ~
zando no sólo su economía sino también la europea que por aquellas fechas se encontraba
muy mermada debido al periodo de guerra continuada que sufrió desde la guerra de los
Siete Años hasta el fin de las guerras napoleónicas. Sin embargo hay que señalar dos hechos
que perjudicaron notablemente a Inglaterra. Por un lado, al finalizar las guerras napoleóni-
cas, la industria perdió los ventajosos pedidos del Ejército y el exceso de capacidad que esto
trajo consigo ralentizó su crecimiento industrial. También hay que destacar las malas cose-
chas de 1816-1817 que hicieron duplicar el precio del trigo afectando negativamente a los
salarios y por ende a la demanda de consumo.
El siguiente periodo de crisis incorpora las crisis de 1825 y 1836. Después de un
lento aumento de la producción y del comercio, un periodo de grandes inversiones estimu-
ló la producción. Las nuevas oportunidades de inversión hicieron que los Rothschild, y la
banca Baring entre otras, emitieran empréstitos por cuenta de gobiernos europeos ofrecien-
do un elevado tipo de interés, superior al que ofrecían los fondos del gobierno británico. En
1825 se habían prestado alrededor de 20 millones de libras. Al mismo tiempo, los indus-
triales reinvertían sus beneficios o prestaban enormes cantidades de dinero para ampliar
fábricas textiles y explotar minas. El optimismo general llevó a la banca local a aumentar
fuertemente sus emisiones. Todo marchó bien hasta que 1825 una malas cosechas y el mal
resultado obtenido por las inversiones proyectadas en América Latina y en la metalurgia
dieron lugar a un exceso de capacidad que hizo tambalear la estructura de precios. Como
suele ocurrir en estos casos, las incertidumbres sobre si se iban a cumplir o no los contra-
tos se multiplicaron y los bancos restringieron sus préstamos. Las inversiones se paraliza-
ron y la producción se desplomó. Los años posteriores a 1825 estuvieron presididos por
paro, bajos beneficios y malestar general.
Destaca en este periodo el hecho de que a partir de 1832 Inglaterra entró de nuevo
en una fase de expansión que duraría hasta el año 1836. Las buenas cosechas permitieron
una reducción de importaciones de trigo, a la vez que las exportaciones de productos indus-
triales a Estados Unidos aumentaban considerablemente. Muchas veces las exportaciones
se financiaban a través de créditos que bancos ingleses concedían a comerciantes america-
nos. No obstante la crisis sobrevino procedente de Estados Unidos. La gran expansión que
estaba atravesando la economía norteamericana requería numerosas inversiones en infraes-
tructuras –construcción de canales, carreteras–, muchas de los cuales fueron financiadas
con la emisión de deuda en Londres. Inclusive muchos bancos americanos tomaban dinero
prestado en Inglaterra para prestarlo a un tipo de interés más elevado. A finales de 1836 el
Banco de Inglaterra comenzó a restringir sus préstamos a las empresas dedicadas al comer-
cio transatlántico. Al mismo tiempo la especulación por vender a un precio elevado los
terrenos que previamente había vendido el Estado norteamericano trajeron consigo el hecho
de que el gobierno obligara a realizar los pagos con moneda de oro y de plata. La especu-
lación cesó, los clientes de los bancos retiraron fondos y exigieron el pago en oro de los
billetes. Los bancos de los estados del Oeste fueron los primeros en quebrar y la crisis se
agravó con la caída en el precio del algodón. A partir de la primavera de 1837 la mayor parte
de los bancos americanos cerraron. A muchos exportadores británicos no les devolvieron el
importe de sus exportaciones y se arruinaron. Hay que resaltar que otros países, además de
Inglaterra, también habían participado en estos préstamos a América del Norte. En este
~ 174 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
sentido, la interdependencia de los países y de los continentes agravó todavía más la depre-
sión. Numerosas suspensiones de pagos en América y las malas cosechas de l838 y 1840
remataron la crisis de 1836.
Con relación a la crisis de 1847 cabe señalar que ésta se fue gestando a partir de 1842
cuando, animados por las buenas cosechas y el buen precio de los alimentos, los bancos,
con exceso de fondos, se lanzaron a prestar dinero. El mayor estimulante lo trajo la indus-
tria del ferrocarril, y el hecho de que todos los países reconocieron indispensables su cons-
trucción. Por consiguiente, y hablando en términos generales, la expansión económica de
los años cuarenta se apoyó en gran medida en las masivas inversiones que se van a llevar a
cabo en la construcción de ferrocarriles y en el estímulo que esta industria va a tener sobre
la industria metalúrgica. Por ejemplo, en Gran Bretaña, a finales entre 1843 y 1848 se ha-
bían construido 3.120 kilómetros que daban empleo a unas trescientas mil personas.
Por lo que respecta a la economía británica, y debido entre otras cosas a la pérdida
de la cosecha de la patata en Irlanda en 1846, y los años de malas cosechas de cereales, se
produjo un aumento generalizado de los precios de los productos de primera necesidad, que
repercutió negativamente en la demanda de tejidos de algodón cuyos precios también habí-
an subido como consecuencia de las malas cosechas. A todo lo anterior hay que añadir los
efectos de la disminución de los derechos de importación de cereales adoptada por el
gobierno de Robert Peel. Estas medidas hicieron aumentar las importaciones de trigo
contribuyendo a incrementar el déficit de la balanza comercial. Sin embargo, y debido a un
periodo de buenas cosechas en los años siguientes no previstas por los especuladores,
dieron lugar a un periodo de deflación que tuvo consecuencias negativas en el sistema
financiero. El comportamiento anticíclico de las autoridades monetarias al modificar la ley
bancaria de 1844, ley que imponía reglas muy estrictas a la emisión de billetes, permitió
inyectar liquidez al sistema suavizando las tensiones, pero condenando irremisiblemente a
la economía a un periodo inflacionista.
Respecto a la otra gran potencia del momento, Francia, hay que decir que también atra-
vesaba una coyuntura favorable, sobre todo a partir de 1840 en gran medida debido también
a la construcción del ferrocarril. En 1847 alcanzaba una extensión total de 3.680 kilómetros.
No obstante cabe señalar el aspecto negativo que representaba su abultado déficit comercial.
Déficit que se disparó por dos razones. En primer lugar porque la mayor parte de los mate-
riales necesarios para la construcción y la explotación del ferrocarril eran de importación y,
en segundo lugar, y debido a unos años de malas cosechas, las autoridades francesas se vieron
obligadas a importar cereales. La evolución de la crisis francesa fue similar a la de Inglaterra:
retirada de depósitos y quiebras. Hay que significar que el descontento social por la mala
situación económica fue uno de los detonantes de la revolución de 1848, en el que se vieron
implicados no sólo los franceses, sino también, austriacos, alemanes e italianos.
No obstante hay que señalar que los nuevos yacimientos de oro descubiertos en
California y en Australia entre 1848 y 1851 impulsaron las inversiones, la iniciativa empre-
sarial y contribuyeron a relanzar la actividad económica a mediados del siglo XIX. Hay que
hacer notar que la producción mundial de oro, que en el año 1850 era de más de 55.000
kilos al año, pasó a unos 200.000 entre 1851 y 1855. Aunque el sistema de patrón oro era
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX ~ 175 ~
muy eficiente porque ajustaba de manera automática las paridades entre las diferentes
monedas, no estaba exento de protagonizar ciertas tensiones en el sistema monetario inter-
nacional. Aunque se verá más adelante, el patrón oro era un sistema monetario que permi-
tía convertir todos los medios de pago legales (billetes, pagarés, letras…) y cambiarlos por
cantidades predeterminadas de oro. Al tener todas las monedas un tipo de cambio o paridad
respecto al oro, se fijaban el tipo de cambio entre todas las monedas facilitándose así los
intercambios comerciales entre países.
Referente a la crisis de 1857 hay que decir que desde mediados del XIX asistimos
aun periodo de auge generalizado que afectó a la mayoría de los países y a la mayoría de
los sectores económicos. En este periodo no sólo hay que destacar la gran actividad que
comportaba la construcción de ferrocarriles, sino también la construcción naval, el telégra-
fo y las grandes obras de urbanismo.
La expansión en Estados Unidos fue muy rápida y la llegada de inmigrantes atraídos
por el oro californiano acentuó la buena coyuntura industrial, consolidada por la construc-
ción del ferrocarril. La Guerra de Crimea facilitó las exportaciones americanas de trigo
hacia Europa, interrumpidas poco después por las buenas cosechas habidas en Europa. El
síntoma de la crisis de 1857 fue la quiebra de un pequeño banco, el Ohio Life Insurance and
Trust Co. que operaba con acciones del ferrocarril. Esta quiebra trajo consigo otras quie-
bras de otros bancos y de otras empresas vinculadas al sistema. El punto álgido de la crisis
se alcanzó en el mes de octubre cuando 62 de los 63 bancos que existían en Nueva York
suspendieron pagos.
En Gran Bretaña, el pánico financiero norteamericano se dejó sentir con inusitada
celeridad. Las reservas del Banco de Inglaterra descendieron de 6.100.000 a 960.000 libras
en poco más de dos meses. De poco sirvió la política de elevación de tipos de interés, que,
si bien ayudó a ralentizar la saca de oro, no impidió la suspensión de pagos de algunas enti-
dades y de algunas compañías dedicadas al comercio de exportación hacia Estados Unidos.
Los valores industriales se hundieron y aumentaron las compras de activos financieros esta-
tales, que también competían en los mercados exteriores, originando cierto efecto expulsión
de la inversión privada en beneficio de la iniciativa pública.
Con relación a Francia, y con la intención de “parapetarse” frente a la crisis “impor-
tada” del exterior, se intentó establecer un clima de confianza empresarial adoptando una
serie de medidas, promovidas por el Estado, que favorecieron la evolución económica:
nuevas concesiones para construcción de ferrocarriles, reordenación en la explotación de
las líneas existentes, apoyos a los distintos sectores industriales –industria textil, construc-
ción naval, minería y metalurgia–, dieron lugar a un periodo de crecimiento económico.
Nuevas modalidades de crédito, y estímulos a la industria de construcción junto a una polí-
tica arancelaria más liberalizadora ofrecieron un panorama económico alentador. No
obstante la crisis americana también tuvo, como en el caso inglés, una rápida repercusión
en Francia, entre otras razones porque la banca parisina tenía multitud de intereses en
Norteamérica. Además, las medidas adoptadas en Londres produjeron pánico en la bolsa de
París donde algunos valores, especialmente los vinculados al ferrocarril, cayeron vertigino-
samente.
~ 176 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
para los trabajadores como para los que vivían de rentas fijas, la coyuntura no se presenta-
ba con los mismos signos de optimismo. Según todas las estimaciones, los salarios reales,
incluso de los obreros bien organizados, eran ligeramente inferiores en 1914 a los de 1900.
Los sindicatos, como veremos a continuación, luchaban para lograr un aumento de los sala-
rios y reducciones de la jornada laboral. En toda la Europa industrial los salarios reales que
no habían dejado de aumentar desde 1850, paralizaron esta tendencia a partir de 1900.
Después de la guerra de 1914-18, la organización económica internacional se intentará
reconstruir pero las fluctuaciones económicas no habían cesado, y, por ende, faltaba atra-
vesar la más devastadora de las crisis, la de 1929.
2. EL SINDICALISMO
El objetivo de este epígrafe es realizar una breve síntesis de la historia del sindicalismo obre-
ro en Europa y América. Tenemos que ser conscientes de que el concepto de sindicalismo da
cabida a todo un conjunto de métodos y teorías que tienen por objetivo la agrupación de perso-
nas de profesión similar, no sólo de trabajadores, también de artesanos, empresarios y otros.
No obstante la historia del sindicalismo obrero nos ofrece una buena panorámica para
comprender hasta que punto la Revolución Industrial en general, y el capitalismo en particu-
lar, trascendió al ámbito político y social ayudando a elaborar nuevas instituciones que hoy en
día configuran las reglas de juego de la sociedad en la que vivimos.
En general, se acepta que los sindicatos surgieron como respuesta de los trabajado-
res a las consecuencias no queridas de lo que la historia económica denomina Revolución
Industrial. Los primeros sindicatos se crearon en Europa occidental y en Estados Unidos a
finales del siglo XVIII y principios del XIX. A medida que se iba desarrollando el sistema
industrial, numerosas personas abandonaban el campo para buscar los escasos puestos de
trabajo de los grandes centros urbanos. Este exceso de oferta de mano de obra aumentó la
dependencia de la clase trabajadora. Para reducir esta dependencia se crearon los primeros
sindicatos, sobre todo entre el gremio de artesanos, entre otras razones porque veían amena-
zada su actividad laboral. Estos grupos tuvieron que enfrentarse a la oposición de gobier-
nos y patronos que los consideraban asociaciones ilegales o conspiradores que pretendían
restringir su proceso de maximización del beneficio. Durante el siglo XIX se fueron elimi-
nando estas barreras legales gracias, no sólo, a determinadas resoluciones judiciales, sino
también, a la promulgación de diferentes leyes que favorecían la sindicación. No obstante,
cabe decir que en términos generales los primeros sindicatos no lograron superar las gran-
des depresiones económicas de la primera mitad del siglo XIX y desaparecieron.
Aunque en la historia existen innumerables ejemplos de asociaciones de trabajado-
res, ninguna es comparable al movimiento sindical que tuvo su origen en las Trade Unions
inglesas. Estas asociaciones fueron legalizadas en 1824 y agruparon los primeros sectores
obreros de las industrias más desarrolladas. Además estas primeras agrupaciones sustituye-
ron a las denominadas Combination Laws –Leyes de Asociación– que prohibían la libre
asociación de trabajadores vigentes desde 1799.
Con anterioridad a 1824 el movimiento sindical atravesó un periodo truculento cuyo
principal objetivo era fundamentalmente luchar por su subsistencia. Paradigma de esta
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX ~ 179 ~
rechazó dicho documento cuando decidieron pasar a la acción convocando una huelga gene-
ral. Hay que decir que la protesta fue un fracaso, pero es cierto que fue el origen de la
revuelta de Newport, Monmouthshire y Gales en noviembre de 1839. En dicha revuelta
muchos dirigentes del movimiento fueron arrestados y encarcelados. Los cartistas presen-
taron una segunda petición en 1842 firmada por tres millones de seguidores, pero el
Parlamento de nuevo volvió a negarse. El cartismo atravesó un periodo de declive hasta
1848, fecha en la que se remitió otra solicitud al Parlamento. A pesar de las multitudinarias
manifestaciones la carta no se aceptó alegando que el número de firmas era insuficiente y
que algunos de los signatarios no existían. Aunque este movimiento fue perdiendo fuerza
gradualmente, todas sus demandas, salvo la que reclamaba elecciones parlamentarias anua-
les, fueron elevadas finalmente a la categoría de leyes.
En 1864 nace la Asociación Internacional de Trabajadores que se conoce como la
Primera Internacional. Sobre los orígenes de la Primera Internacional, las opiniones son múlti-
ples. Para los franceses que participaron en el mitin de St. Martin’s Halls en Londres, la inicia-
tiva se origina en París. En cambio para los historiadores de tendencia marxista, atribuyen la
paternidad a Karl Marx. Lo que si es cierto es que Marx, que vivía en Londres por esos años,
fue elegido miembro del Consejo General de la Internacional y se convirtió en la figura predo-
minante en el seno de la Internacional, encargado, además, de redactar sus estatutos. Sin
embargo, hay que destacar que desde el principio los anarquistas, Pierre Joseph Proudhon y
Mijaíl Bakunin, se opusieron al modelo de Karl Marx, modelo que pasaba por crear un Estado
centralizado gobernado por los trabajadores. Bakunin precipitó la crisis al denunciar la acti-
tud despótica de Marx, realizando un llamamiento para crear una Internacional “antiautorita-
ria”. En el Congreso de la Haya de 1872, Marx salió victorioso y Bakunin fue expulsado de
la Internacional. Tras la ruptura entre marxistas y anarquistas se tomó la decisión de trasladar
el Consejo General a los Estados Unidos donde fue formalmente disuelto y con él la Primera
Internacional en 1876. Un año después de disuelta la Primera Internacional se concedió en
Inglaterra el derecho de los trabajadores a organizarse sindicalmente.
El movimiento sindical también se desarrolló en Alemania donde en 1868 se constitu-
yó la Asociación de Sindicatos al estilo de las Trade Unions inglesas. En 1878 se fusionaron
la Federación Sindical y la Asociación General de Obreros alemanes, formando la Comisión
General de Sindicatos, que con el tiempo se convertirá en una de las organizaciones sindica-
les más poderosas del mundo. En la historia sindical belga destaca la protesta que en 1868
protagonizaron los mineros la ciudad de Mons debido a la disminución de sus salarios y al
licenciamiento forzoso de sus trabajos. Las protestas dieron lugar a una crisis en las minas de
Carbón del distrito carbonífero de Borinage. Por lo que respecta a España, hay que decir que
en 1881 se fundó la Federación de Trabajadores de la Región Española, de tendencia anar-
quista. En 1882 se constituyó la Asociación Nacional de Trabajadores, que en 1889 se convir-
tió en la Unión General de Trabajadores vinculada al Partido Socialista acogiendo a los
sectores más moderados del proletariado español. En 1884 en Francia, la ley Waldeck-
Rousseau permitió la creación de sindicatos profesionales y en 1887 se fundó el primer sindi-
cato cristiano bajo la orientación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.
En Estados Unidos se creó en 1869 la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo, y
en 1881 se constituyó la Federación de Sindicatos de Obreros y Oficios Organizados. Por
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX ~ 181 ~
estas fechas se estaban organizando los trabajadores de Chicago con objeto de conseguir
que la duración legal de la jornada de trabajo fuera de ocho horas. Los cruentos sucesos que
van a tener lugar tuvieron como detonante el despido en 1886 por la empresa McCormik de
1.400 trabajadores como represalia a una huelga. El primero de mayo de 1886 fue el día
elegido por la Federación de Sindicatos para exigir el nuevo horario aprovechando el
descontento general motivado por el despido de los trabajadores de la empresa de Chicago.
Ese mismo día, los Pinkertons, que eran la policía privada empresarial, y los esquiroles, que
estaban esperando cualquier actitud de los huelguistas, provocaron el fatal desenlace.
Murieron seis trabajadores y hubo más de medio centenar de heridos. Los trabajadores de
todo el mundo se solidarizaron con los trabajadores de Chicago, en especial con aquellos
que fueron arrestados y condenados a muerte. Los acontecimientos que ocurrieron en
Chicago y la muerte de los dirigentes sindicales dieron origen a que en todas partes del
mundo los trabajadores organizados recordaran a “Los mártires de Chicago”, y que el
Primero de Mayo fuera considerado como el día internacional de los trabajadores.
En 1889, centenario del comienzo de la Revolución Francesa, se celebraron dos
congresos socialistas en París. Uno, inspirado en el Manifiesto Comunista de Marx que
originó lo que más tarde se conocerá como la Segunda Internacional, el otro congreso fundó
la Oficina Internacional Socialista con sede en Bruselas. Con relación a la Segunda
Internacional hay que decir que surgieron nuevos líderes, Lenin (1870-1924) favorable a las
proposiciones comunistas, y Bernstein (1850-1932) que rechazaba los argumentos de Marx
y de Engels de derrocar el capitalismo de forma violenta. Fue Karl Johann Kautsky (1854-
1938), líder de los marxistas ortodoxos alemanes, el que con más rotundidad se opuso a los
planteamientos de Bernstein. Hasta la Primera Guerra Mundial, la Segunda Internacional se
reunió nueve veces en intervalos irregulares. En el Congreso de Londres de 1896 fueron
expulsados los anarquistas dejando a los marxistas, “sobre todo a los alemanes”, en una
posición de liderazgo incontestable. Éstos, a pesar de que seguían proclamando las teorías
revolucionarias de Marx, deseaban reformarlas. Un conflicto paralelo socavó los esfuerzos
de la Internacional por evitar una guerra en Europa. Comprometidos ideológicamente con
la paz y el internacionalismo, cuando la Primera Guerra Mundial estalló en 1914, las leal-
tades nacionales demostraron ser más fuertes que los compromisos de clase y la mayoría de
los socialistas respaldaron los esfuerzos de guerra de sus respectivos gobiernos. Esto signi-
ficó el fin de la Segunda Internacional, a pesar de los esfuerzos por revivirla.
Con relación a la postura de la Iglesia en relación al sindicalismo, cabe destacar la
encíclica Rerum Novarum, publicada el 15 de mayo de 1891 por el Papa León XIII.
Dedicada a la cuestión obrera, el comunicado papal expuso una serie de criterios y princi-
pios que dieron el pistoletazo de salida para la creación de organizaciones sindicales entre
los trabajadores cristianos.
Los años de entreguerras fueron testigos de un crecimiento en la afiliación a los
sindicatos. En este sentido en Estados Unidos, gracias a la política económica y social del
presidente Roosevelt, iniciada a partir de 1933 para contrarrestar los efectos de la Gran
Depresión, y que se conoce con el nombre de New Deal, favoreció la sindicación. Así, el
36% de los trabajadores norteamericanos pertenecían a algún tipo de asociación. La tenden-
cia fue similar en Europa. Los sindicatos apoyaban tanto al Partido Laborista en Inglaterra,
~ 182 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
Una de las modificaciones más importantes de las leyes de pobres inglesas se produ-
jo con la aprobación de la Ley de Gilbert de 1782. Esta ley introdujo el principio de ayuda
exterior para los pobres capacitados, es decir, subsidios a los desempleados con cargo a
impuestos locales. La última innovación substancial respecto a lo que se considera la anti-
gua ley de pobres se produjo en el año 1795. Las malas cosechas de ese año en Inglaterra,
así como las penalidades producidas a consecuencia de las guerras napoleónicas, llevaron a
que se aumentara ampliamente la ayuda a los pobres y se instituyeran nuevos tipos de subsi-
dios. El más novedoso fue el tipo que se fijó en los Acuerdos de Speenhamland.
Los jueces del condado de Berkshire, reunidos en Speenhamland, establecieron un
subsidio para los trabajadores cuyos ingresos estuvieran por debajo de un nivel dado, esta-
blecido por el precio del pan y el número de miembros de su familia. Este subsidio se exten-
dió rápidamente a otros condados, fundamentalmente por el sur de Inglaterra, de forma que
puede decirse que se institucionalizó una nueva categoría de pobres: la de los trabajadores
que, a pesar de tener empleo, no ganaban un salario suficiente para mantener a su familia.
La Revolución Industrial, el crecimiento de la población y las frecuentes crisis
económicas del primer tercio del siglo XIX, dieron lugar a un gran aumento en la mendici-
dad. Este hecho incrementó los costes del sistema de ayuda legal vigente2. Se daba además
la circunstancia de que ese sistema creaba grandes desigualdades entre unas zonas y otras.
Las zonas industriales solían atraer mano de obra campesina durante las épocas de expan-
sión. Pero cuando surgía una crisis y la actividad económica se reducía, los desempleados
de origen inmigrante no podían obtener ayuda en las ciudades industriales y tenían que
volver a sus lugares de origen, donde no eran siempre bien acogidos. El sistema era pues
claramente favorable a las zonas industriales en expansión en relación con las zonas agrí-
colas tradicionales. Todo esto hizo surgir un debate en torno a la conveniencia de modificar
la antigua ley de pobres. Este debate se desarrolló tanto en el Parlamento como en la pren-
sa inglesa durante las tres primeras décadas del siglo XIX.
Los economistas clásicos se mostraron, en general, críticos con el sistema de ayuda
legal establecido. El capítulo 5 del Ensayo sobre la población (1798) de Thomas Robert
Malthus puede considerarse un ataque continuado a dicho sistema. David Ricardo se refirió a
la “perniciosa tendencia de las leyes de pobres” en el capítulo que dedicó a los salarios en sus
Principios de economía política. Pero el economista clásico que analizó con más detalle la
cuestión de las leyes de pobres fue Nassau William Senior. De hecho, este autor desempeñó
un papel decisivo en la redacción del Informe de la Ley de Pobres de 1834 que acabó convir-
tiéndose ese mismo año en la Ley de Enmienda a la Ley de Pobres (o Nueva Ley de Pobres).
La Nueva Ley de Pobres transformó de manera importante el sistema de ayuda legal
vigente hasta entonces. En primer lugar, se suspendió la ayuda exterior a los necesitados y
se creó un sistema de casas de trabajo (workhouses) donde se ofrecía ayuda a cambio de la
realización de algún trabajo, aunque en condiciones más desagradables que las existentes
hasta entonces. En segundo lugar, se traspasó la gestión de la ayuda desde las autoridades
locales a un órgano central de nivel nacional creado a tal efecto.
2 Según Gordon (1995), durante el periodo que va desde Waterloo a 1834, se gastó en beneficencia en
Inglaterra y Gales aproximadamente el 80% de los ingresos procedentes de los impuestos locales.
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX ~ 187 ~
Para finalizar, cabe señalar que Inglaterra se convirtió durante la época en la que se
desarrolló la escuela clásica de economía política en la vanguardia de la política económi-
ca y social de ayuda a los pobres. Así, los debates parlamentarios, los aparecidos en la pren-
sa, y el Informe de 1834, junto a un conjunto de informes estadísticos fueron sucesivamente
citados y analizados por otros países. Los principios inspiradores de las Leyes de Pobres
inglesas aunque fueron ampliamente criticados, enmendados o complementados estuvieron
vigentes hasta la implantación del Estado de Bienestar moderno después de la Segunda
Guerra Mundial.
• La ley del seguro de accidentes (1884). La administración de esta ley se debía llevar
a cabo por medio de cincuenta y siete sociedades profesionales, de las cuales veinti-
cuatro se hacían extensivas a la administración estatal. Eran administradas por tres
patronos bajo el control de una oficina de seguros. El trabajador percibía el seguro a
partir de la decimocuarta semana de invalidez. Recibía atención médica gratuita y
una pensión en el periodo de incapacidad equivalente a los dos tercios del salario. En
caso de muerte, la pensión por viudedad u orfandad podía elevarse hasta el 60 por
100 del salario. La financiación se hacía con cargo a los patronos.
• La ley del seguro de vejez o invalidez total (1889). Su administración se confió a
instituciones provinciales bajo control de la oficina de seguros. Se estableció el
principio de la triple financiación, igual para patronos y obreros, más un subsidio
del Estado fijado en 30 marcos por trabajador. La pensión de vejez implicaba trein-
ta años de cotizaciones, y la pensión de invalidez cinco.
La obligatoriedad del sistema fue el elemento clave que posibilitó su consolidación,
junto al apoyo legitimador de empresarios, trabajadores y funcionarios. Si bien es cierto que
el objetivo inicial de la política fue la neutralización de las organizaciones de trabajadores,
muy radicalizadas y, gradualmente, muy bien organizadas, sin embargo el seguro social
implicó la eliminación de la temida incertidumbre dando lugar a un clima general que gene-
ró en un mayor bienestar. Por tanto no es arriesgado afirmar que el origen histórico de la
seguridad social se encuentra, por tanto, en una feliz conjunción entre, por un lado, intere-
ses políticos-económicos, y, por otro, la satisfacción de determinadas demandas populares
en busca de justicia y protección social.
Los sistemas de seguros contributivos de finales del siglo marcaron por tanto el
inicio de una intervención estatal destinada a garantizar la seguridad social de las clases
asalariadas. Sus primeros beneficiarios, por tanto, fueron obreros carentes de protección, y
carentes de las necesidades vitales más urgentes. Por medio de las cotizaciones a fondos de
seguros sociales de previsión, se posibilitaba el pago para cubrir situaciones de riesgo tales
como la enfermedad, la vejez o la viudedad.
Cabe hacer notar que a finales de los años veinte se habían introducido programas de
seguros de enfermedad en veintidós países europeos. En Estados Unidos, y tras los devas-
tadores efectos de la denominada “Gran Depresión”, el presidente estadounidense Franklin
Delano Roosevelt financió planes extensivos de protección social bajo el amparo de su polí-
tica de New Deal. Esta política dio sus frutos con la aprobación del sistema de seguridad
social en 1935 (Social Security Act). Con el tiempo el sistema evolucionó hacia unos progra-
mas sociales menos ambiciosos. Si a esto añadimos el hecho de que en Estados Unidos no
existe un sistema nacional de salud pública, podemos afirmar que el welfare estadouniden-
se progresó hacia un modelo de mínimos dentro de lo que se conoce como modelo de bien-
estar “anglosajón”.
En el período de entreguerras, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se
afanó en legitimar los programas de seguros –enfermedad, incapacidad laboral, desempleo,
pensiones–. Hay que señalar que durante este periodo vio la luz el denominado Informe
Beveridge, publicado en el Reino Unido en 1941. Dicho informe proclamó el principio de
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX ~ 189 ~
cobertura universal de la seguridad social para todos los ciudadanos from cradle to grave ,
desde la cuna hasta la tumba. La propuesta se financiaba con cargo a los presupuestos gene-
rales estatales y sus recomendaciones se plasmaron en el Servicio Nacional de las Salud,
que era gratuito y universal.
La universalización de las políticas sociales y su desarrollo gracias a las sólidas
alianzas entre trabajadores asalariados y campesinos (Suecia), o entre la clase obrera y
amplios sectores de clase media de trabajadores cualificados (Reino Unido), propiciaron un
modelo de protección social que se ha considerado como el auténtico welfare state acorde
a las propuestas de Beveridge.
No obstante cabe señalar que con el tiempo ha surgido cierta polémica entre el mode-
lo de bienestar alemán y el modelo inglés, al menos en lo que respecta a la definición del
propio concepto de bienestar social. Definición que en la mayoría de los casos apela a la
cuantificación de los efectos producidos por las políticas sociales. En este sentido con
frecuencia se recurre a medir niveles de desigualdad de rentas como expresión de mayores
o menores niveles de bienestar de los ciudadanos. Tal polémica se diluye si bajo cualquier
circunstancia se consolida la unión entre, por un lado, bienestar social y, por otro, necesi-
dades humanas. Además, dicha unión debe de considerarse establecida como fundamento
moral del bienestar de los ciudadanos.
Tras la Segunda Guerra Mundial el desarrollo de las políticas económicas tuvo una
doble dimensión: laboral o de pleno empleo y familiar. Ambas han experimentado impor-
tantes transformaciones en los últimos decenios. Así, el denominado proceso de mundiali-
zación de la economía, el declive industrial tradicional y el creciente protagonismo del
sector servicios han afectado al mercado de trabajo y por ende al sistema de protección. Por
otro lado, las estructuras familiares se han modificado como consecuencia de factores que
tienen que ver con el envejecimiento de la población y la progresiva incorporación de la
mujer al mundo laboral que ha dado lugar a todo un proceso de conciliación de la vida fami-
liar y laboral con repercusiones también en mercado de trabajo. A todo esto hay que añadir
el efecto que sobre los estados del bienestar europeo han provocado las sucesivas crisis
fiscales y la erosión del consenso ideológico en torno a las políticas sociales. Todo lo ante-
rior ha dado lugar a que los modelos se orienten paulatinamente hacia sistemas de protec-
ción más descentralizados.
Por consiguiente, y a modo de síntesis, para finalizar, se puede afirmar que todo lo
anterior ha dado lugar a la configuración de dos grandes modelos de bienestar:
• Universalista o beveridgeano, basado en la consideración de unos derechos bási-
cos del bienestar para los ciudadanos, plasmados en un acceso sin restricciones a
políticas y servicios sociales. Las prestaciones económicas son a tanto alzado y de
igual cuantía para todos los beneficiarios. Su financiación se realiza por vía impo-
sitiva con cargo a los presupuestos generales del Estado. Se producen, por tanto,
transferencias resdistributivas de rentas por vía fiscal entre los contribuyentes.
• Ocupacional o “bismarckiano”, basado en el principio contributivo de la seguridad
social. Las prestaciones monetarias, principalmente pensiones, se perciben de
acuerdo a las contribuciones realizadas. Éstas no siguen a criterios actuariales de
~ 190 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
4. EJERCICIOS
1. Describa brevemente las similitudes y discrepancias de las fluctuaciones econó-
micas habidas en Europa en el XIX.
2. Las formas más habituales de solidaridad de las clases trabajadoras fueron los
sindicatos. Aunque los sindicatos tienen una larga historia que podría remontarse
a las asociaciones de viajantes de la Baja Edad Media, el sindicato moderno data
su nacimiento en la denominada Revolución Industrial. Haga un breve repaso del
desarrollo del sindicalismo durante los siglos XIX y XX señalando aquellos hitos
que considere más importante y que más contribuyeron a su consolidación como
representantes de los intereses de los trabajadores.
3. Antecedentes del Estado del Bienestar. Distinga los diferentes modelos de Estado
de Bienestar en Europa.
Lectura
La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de
clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros
y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantu-
vieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que
terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda sociedad o el hundi-
miento de las clases en pugna. En las anteriores épocas históricas encontramos casi
por todas partes una completa diferenciación de la sociedad en diversos estamentos,
una múltiple escala gradual de condiciones sociales. En la antigua Roma hallamos
patricios, caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media, señores feudales, vasa-
llos, maestros, oficiales y siervos, y, además, en casi todas estas clases todavía
encontramos gradaciones especiales. La moderna sociedad burguesa, que ha salido
de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase.
Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las
viejas formas de lucha por otras nuevas. Nuestra época, la época de la burguesía, se
distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la
sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos
grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado. De los
siervos de la Edad Media surgieron los vecinos libres de las primeras ciudades; de
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES EN LOS SIGLOS XIX Y XX ~ 191 ~
5. LECTURAS RECOMENDADAS
• SIDNEY Y BEATRICE WEBB, (1990). Historia del sindicalismo. 1666-1920,
Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid. Analiza el movimiento sindical en
un periodo de tiempo en el que los sindicatos adquieren un status legal y se organi-
zan políticamente.
• LÓPEZ DE GOICOECHEA ZABALA J. (2003): “De subventione pauperum: Los
tratados sobre la pobreza en los orígenes del Estado Moderno”, en Saberes, Revista
de estudios jurídicos, económicos y sociales, vol I, Universidad Alfonso X El Sabio.
En este trabajo se estudia como desde el Decreto de Graciano hasta los documentos
conciliares de Trento, la preocupación por el estado de pobreza ha sido una nota
destacada de los textos jurídicos-canónicos y de los tratados tardomedievales.
• MARTÍN MARTÍN, V. (1999): “La controversia de los pobres en el siglo XVI”, en
Fuentes Quintana (dir.). Economía y Economistas Españoles. De los orígenes al
mercantilismo, 2, Galaxia-Gutemberg-Círculo de Lectores, Barcelona, pp. 295-339.
En este trabajo se pretende insertar los opúsculos de Luis Vives y Domingo de Soto
en el contexto de la doctrina de la propiedad privada, sujeta a la restricción por ley
natural del destino universal de los bienes y de la obligación moral de la limosna,
T E M A
11
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS
EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS
Si algo ha caracterizado al siglo XX ha sido por ser la centuria de las grandes inflaciones.
Nunca antes en la historia los precios habían sufrido una escalada tan fulgurante como la
que padecieron en mayor o menor medida, prácticamente todas las naciones de la tierra; ni
tan siquiera el siglo XVI, en el que tuvo lugar la llamada “revolución de los precios”, se apro-
xima remotamente a los estándares de inflación del siglo XX. La explicación más plausible
de este fenómeno tiene mucho que ver con lo que se consideraba dinero a finales del siglo
XIX, y lo que se entiende por tal hoy en día. Si pudiéramos volver en el tiempo y abrir un
monedero de transeúnte decimonónico descubriríamos algunas monedas con cierto conte-
nido metálico y, lo que es más importante, billetes de banco totalmente convertibles, lo que
significaba que, a voluntad el tenedor, el billete podía presentarse en la ventanilla del banco
emisor y ser inmediatamente cambiado por un metal precioso, en la mayoría de los casos
oro (si fuera español seguramente obtendría plata). Había algo tangible y brillante que
respaldaba ese papel de modo que al hacer un intercambio y entregar esos billetes se trans-
fería al mismo tiempo ese metal que estaba custodiado en las bodegas de los grandes
~ 193 ~
~ 194 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
bancos. Se intercambiada por tanto igual por igual, la “justicia conmutativa” de la que ya
hablaba Aristóteles en los albores de la civilización occidental se cumplía de forma similar
a como venía haciéndose desde épocas inmemoriales. Si, por el contrario, echamos una
ojeada a nuestras carteras veremos monedas y billetes similares a las de antaño (y también
las nuevas e importantísimas tarjetas de crédito) pero, por mucho que nos esforzáramos en
convertir esos medios de pago en las ventanillas de los bancos, no obtendríamos más que
otros billetes similares y en ningún caso obtendríamos metales preciosos (a no ser claro que
fuéramos no a un banco sino a una joyería). Nuestro dinero no es otra cosa más que una
representación de riqueza, y su valor únicamente está en función de la buena o mala volun-
tad de la autoridad monetaria y de la política crediticia de los bancos comerciales.
Hasta el siglo XIX la estabilidad de precios en la historia ha estado estrechamente
vinculada con ese atributo del dinero de ser un activo en cierta medida real, mientras que
las grandes inflaciones del siglo XX se derivan de la pérdida de ese atributo que en muchas
ocasiones ha supuesto la peligrosa tarea de encomendar “al zorro el cuidado de las galli-
nas”. En las páginas siguientes de este capítulo intentamos poner orden a los muchos acon-
tecimientos de ese “increíble galimatías” de la primera mitad del siglo XX del que habla
Gabriel Tortella (2000), fundamentalmente en términos monetarios, por cuanto fue el
momento en el que se rompió por primera vez el anclaje del dinero con los metales precio-
sos en general, y con el oro en particular. Veremos algunos de los que a nuestros ojos resul-
tan hoy errores políticos pero que en su momento fueron intentos desesperados de recuperar
el antiguo patrón monetario o sustituirlo por otro con cierta inexperiencia de lo que en reali-
dad estaba sucediendo.
Con todo, no debemos olvidar la economía real, la Gran Depresión del 29 que asoló
a la economía mundial en la década de los treinta no sólo posee un componente monetario;
las elevadas tasas de paro de las economías y la reducción en los niveles producción
también poseen una explicación en términos reales con la vuelta al proteccionismo. Por últi-
mo, las políticas de gasto aplicadas en EEUU y en Alemania inciden directamente en el
circuito de bienes y servicios, y no en el de dinero y por tanto pertenecen por definición al
campo de la economía real.
El capítulo concluye con una breve descripción de los inicios de la Unión Soviética, en
este caso, este país no sólo perdió el patrón monetario y su pertenencia al sistema monetario
internacional. En la primera mitad del siglo y en varios episodios perdió mucho más; el entra-
mado institucional que habita en el mundo capitalista: la propiedad privada y los mercados.
Sólo mucho más tarde se iba a conocer el verdadero alcance de reformas tan radicales.
revisar el funcionamiento de las economías occidentales en el transcurso del siglo XIX hasta
la fecha fatídica del comienzo del la Primera Guerra Mundial, 1914. En realidad, la globa-
lización actual no fue la primera en la historia aunque es cierto que ahora el número de
países a los que afecta es mayor.
El primer proceso globalizador se dio en el siglo XIX (fundamentalmente en su segun-
da mitad) y acabó precisamente en 1914. Nunca antes habían crecido los intercambios de
bienes y factores entre las naciones y en consecuencia nunca antes se había sacado partido
de una forma tan intensa de las ventajas del comercio internacional, pese a que no fue un
proceso totalmente uniforme1. Las enseñanzas de las Escuela Clásica Inglesa de Economía
Política se implementaban en un país tras otro del continente europeo y también del ameri-
cano y su laissez-faire derramaba sus frutos a través del crecimiento continuado de las
riquezas de las naciones. Pero para llevar a cabo el intercambio transfronterizo no sólo se
necesitaba la voluntad política de los gobernantes para reducir las barreras arancelarias, era
preciso disponer de un sistema monetario viable a nivel internacional sobre el que discu-
rriera el flujo de bienes, servicios y capitales. Las naciones lo tuvieron fácil, ya disponían
de uno y parecía funcionar bien. No hubo autoridad alguna que lo planificara al estilo de
los famosísimos acuerdos posteriores de Bretón Woods de 1944; se trataba de continuar con
el sistema de pagos que venía utilizando hasta entonces: emplear los metales preciosos para
cancelar las deudas internacionales.
Volvamos por un momento a la naturaleza del dinero en el siglo XIX. Como antes
hemos dicho, hacía tiempo que la moneda metálica compartía con el papel moneda e inclu-
so con los depósitos bancarios la capacidad de cancelar deudas y realizar pagos, pero a dife-
rencia de los patrones fiduciarios actuales, todo lo que podía definirse como dinero podía
convertirse con cierta facilidad en un activo real, generalmente plata u oro. Aun así, se sabía
que no existía una correspondencia directa entre el papel moneda en circulación –princi-
palmente billetes de banco– y las cantidades de oro depositadas en reservas de estas insti-
tuciones financieras. Los bancos desde sus inicios, allá en las postrimerías de la Edad
Media, habían aprendido las posibilidades de enriquecerse dejando en reserva una fracción
del dinero depositado por sus clientes. Pero este mismo sistema les enseñó a no emitir pasi-
vos muy por encima de estas reservas de metal porque podía darse el caso de que sus acre-
edores se abalanzaran a redimir estos pasivos lo que les conduciría a la quiebra inmediata.
La convertibilidad era la salvaguarda del sistema ya que imponía una disciplina a quienes
creaban dinero no metálico. En inicio, bajo este sistema ni siquiera era necesario que los
billetes fueran emitidos por un banco con garantía pública; cualquier banco comercial
disfrutaba de la capacidad emisora. Bastaba una cámara de compensación interbancaria
donde cancelar los saldos acreedores y deudores presentados por los diferentes bancos y
cerrar las diferencias en las cuentas con oro o plata. Como ha sugerido Vera Smith (1993),
un repaso en la historia financiera de occidente demuestra que la concesión del monopolio
de emisión a un banco central se debió más a razones políticas muy ligadas a las necesida-
des financieras de los Estados qua a argumentos económicos que desaconsejaran el libre
acceso al negocio de emitir billetes.
1 En realidad a partir de la depresión de 1873 hubo una cierta involución en las prácticas librecambistas.
~ 196 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
beneficiosos a corto plazo. Los individuos con más dinero en sus bolsillos gastan más y,
conforme se distribuye ese caudal por todos los estratos de la sociedad, se experimenta
un periodo de florecimiento en la economía que dura el espacio de tiempo en que se
transforma en subida de precios. Pero este sistema también funciona en sentido inverso
y ocasiona efectos contrarios. Como señala Hume, “hay siempre un intervalo antes de
que los negocios se ajusten a la nueva situación, y este intervalo es tan pernicioso a la
industria cuando el oro y la plata disminuye, como ventajoso cuando estos metales van
en aumento”.
Hasta ahora hemos visto el mecanismo regulador del sistema monetario y los ajustes
que implica su plena puesta en funcionamiento. Veamos sus inconvenientes.
El gran problema de establecer como patrón monetario una mercancía, como puede
ser el oro o la plata, es que tiene un valor variable. Ya antes hemos dicho cómo los nuevos
descubrimientos influyen en los precios. Cuando se utilizan dos metales al mismo tiempo
como dinero los problemas se multiplican porque, si una vez establecida la corresponden-
cia entre los dos, el valor de uno de ellos –o de los dos al mismo tiempo– diverge de esa
paridad de cambio, inmediatamente el metal que se encarece en términos relativo es lleva-
do al crisol para venderse como mercancía y desaparece de la circulación. Esta es la cono-
cida aunque apócrifa Ley de Gresham, un experto tratante de cambios y servidor de Isabel
I de Inglaterra (Kindleberger: 1988). En este sentido Friedman (1992) sostiene que los
patrones monetarios bimetálicos en la historia no han funcionado realmente como tales; la
continua presión de la ley de Gresham ha provocado lo que él denomina un “monometalis-
mo basculante”, es decir, unas veces se utilizaba la plata y otras el oro en razón del precio
en el mercado de ambos metales.
Sin embargo, había argumentos poderosos a favor del bimetalismo: por un lado se
podía conseguir una mayor estabilidad de precios a largo plazo, habida cuenta de que el
bimetalismo reparte entre dos mercados, el del oro y el de la plata, los efectos de las fluc-
tuaciones en sus mercados respectivos. Por otro lado, parece que un sistema bimetálico
satisface mejor el amplio abanico de transacciones que requiere la economía (baste imagi-
nar la dificultad en el manejo de una pequeñísima moneda de oro con la que comprar una
cerveza). Por todo ello, durante mucho tiempo, los artículos de distinto valor se negociaban
con diferentes clases de monedas, de oro, plata o cobre.
En definitiva, el sistema monetario hasta el siglo XX se basaba básicamente en la
utilización de dos metales como base monetaria. Este sistema poseía un mecanismo auto-
corrector de los desequilibrios de balanza de pagos e imponía una severa disciplina a la
creación de billetes por el sistema bancario. Por otro lado, la posible utilidad de disponer de
dos metales para llevar a cabo todo tipo de transacciones y estabilizar los niveles generales
de precios era contrarrestada por las dificultades de mantener una paridad oficial entre oro
y plata cuando los valores de estos dos metales divergían en los mercados. Sin embargo, en
el transcurso del siglo XIX la plata iba a desaparecer paulatinamente –y no sin oposición–
como patrón de referencia en el sistema monetario internacional. De este modo al finalizar
la centuria el dominio del oro fue total, en este sentido se puede hablar mucho más que
metafóricamente de la edad dorada de los cambios internacionales.
~ 198 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
pese a denodados esfuerzos de muchas de ellas, fue imposible reconstruir el mundo ante-
rior al conflicto. Es obvio que la envergadura de la guerra justificó unas pérdidas en vidas
humanas y de destrucción física a las que era difícil de sobreponerse, pero tal vez los
problemas más graves no se derivaron de la gran catástrofe física sino de los errores políti-
cos que se cometieron cuando se intentó volver a la normalidad. Pero antes de adentrarnos
en la política económica de la posguerra, demos algunas cifras del esfuerzo del gasto béli-
co y de las bajas humanas y sus consecuencias inmediatas.
Se calcula que el número de soldados muertos en la guerra se aproximó a los 10
millones, a esto hay que añadir unos 40 millones de bajas civiles directas de la contienda e
indirectas por la propagación de la terrible “gripe española” que se difundió a causa de la
guerra. Los gastos militares fueron también muy onerosos; las estimaciones sobre el coste
de las operaciones militares varían entre los 180.000 y los 230.000 millones de dólares,
medidos en poder adquisitivo de 1914. Tales gastos difícilmente podrían acometerse con un
simple aumento de la presión impositiva o a través de las emisiones de deuda pública. Ante
una necesidad tan apremiante de fondos, los gobiernos de los países beligerantes utilizaron
la vía rápida de obtención de financiación: la emisión de papel moneda. Sin embargo, esta
vía rápida y sencilla de financiación conllevaba su cruz particular: la pérdida de la conver-
tibilidad. Caía por tanto uno de los pilares en los que se había sujetado el crecimiento duran-
te el siglo XIX y los esperanzadores comienzos del XX, el patrón oro. Las amarras que
sujetaban a los niveles de precios se rompió y éstos subieron como lo haría un globo aeros-
tático cuando se desprende de su lastre. No era algo radicalmente nuevo en la historia; la
misma Inglaterra había vivido un momento similar en el transcurso de las guerras napole-
ónicas un siglo antes. Sin embargo, ahora se trataba de una política generalizada y como tal
redundó en una elevación de precios sin precedentes que afectó a cada país de un modo dife-
rente en función de sus emisiones de papel inconvertible durante la guerra.
El segundo de los pilares que cayó hecho añicos durante la guerra fue la libertad en
el comercio internacional. Ya hemos visto que el crecimiento de la época anterior a la Gran
Guerra se debió en gran medida a la porosidad de las fronteras a través de cuales discurren
bienes, servicios, capitales y también personas. La Guerra acabó con ello y en su lugar se
impuso el proteccionismo como arma defensiva. La dislocación del mercado internacional
que se había forjado durante años fue total. La mayoría de los países europeos había apren-
dido a ser dependientes y a especializarse siguiendo fielmente las recomendaciones de la
teoría ricardiana de la “ventaja comparativa”, pero con la irrupción de la guerra los políti-
cos hicieron suyas las palabras de Adam Smith para quien “la defensa era más importante
que la opulencia”. Un caso particular y extremo de desintegración económica fue el acae-
cido en el Este europeo que desarrollamos a continuación.
FINLANDIA
Nuevos estados formados hasta 1920con el apoyo de
los aliados
o
l tic
Bá
Territorio que antes pertenecía a Rusia, anexionado aar
Rumanía LETONIA
M
RUSIA
Dáncig LITUANIA
(ciudad libre)
PRUSIA
ORIENTAL
POLONIA
CHECOSLOVAQUIA
BE
SA
RA
AUSTRIA BI
HUNGRÍA A
Fiume
(ciudad libre) RUMANIA
YUGOSLAVIA
ITALIA M
ar BULGARIA Mar Negro
Ad
riá
tic
o
ALBANIA
CIA
GRE
TURQUÍA
Fuente: C.C. FEINSTEIN, P. TEMIN y G. TONIOLO, The European economies between the wars, Oxford,
Oxford University Press, 1997, p. 29 (trad. it.: L’economia europea fra le due guerre, Roma-Bari,
Laterza, 1998).
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS ~ 201 ~
gración fueron el Imperio Austro-Húngaro y el Otomano. De las cenizas del imperio de los
Habsburgo de formaron parcial o por completo diez nuevas naciones (Figura 11.1). El
imperio turco perdió con la guerra prácticamente todos los territorios en el continente euro-
peo, excepto la región inmediata a Estambul y las provincias árabes del Oriente Próximo.
Más tarde con la Revolución Turca en 1922 nacería la República nacional Turca –la moder-
na Turquía– que conservó la Tracia –su provincia europea– y la península de Anatolia, arre-
batada a los griegos.
Pero más allá de la desmembración política del Este europeo, está la desintegración
económica que trajo consigo la formación de nuevas fronteras con sus correspondientes
aranceles. El imperio Austro-Húngaro había creado una zona de libre comercio en la cuen-
ca del Danubio que fomentó la especialización económica; áreas industriales en el oeste y
agrarias en el sur y este. Al deshacerse el imperio los nuevos Estados defendieron su nacio-
nalidad con el proteccionismo comercial. Los mercados se redujeron, productores y consu-
midores quedaron en lados opuestos de las fronteras, y las nuevas naciones buscaron la
autosuficiencia. El resultado de esta fragmentación fue el empobrecimiento de la zona. Si
unimos a la política proteccionista de estos nuevos países la carga de las reparaciones de
guerras exigidas a Austria, Hungría y Checoslovaquia en la Paz de París; los escasos fondos
de ayuda de Occidente; la debilidad de los recién creados sistemas fiscales, y la impericia
de las autoridades monetarias, la política de monetización del déficit público fue práctica-
mente el único camino para hacer frente a sus dificultades financieras. Como sucedía en
Occidente la consecuencia inmediata fue la inflación que, como la virulenta gripe de la
guerra, se extendía por todos los confines del continente.
Keynes formaba parte de la delegación inglesa en el tratado de paz y tal fue su oposi-
ción a la actitud revanchista de los aliados que renunció a su puesto y escribió un libro, Las
consecuencias económicas de la paz, en el que exponía sus críticas a las duras reparaciones
de guerra y vaticinaba consecuencias desastrosas para Europa. Por entonces sólo se dejaron
sentir males en el país vencido. Alemania estaba económicamente arruinada por los gastos
bélicos y su capacidad productiva dañada por la guerra. Como el resto de países implicados
en la guerra, había monetizado el gasto e incurrido en la inflación. A esto se unía las confis-
caciones y “amputaciones territoriales” dictaminadas en el tratado. Si además tenemos en
cuenta la imposibilidad de sacar partido del comercio internacional por las prácticas protec-
cionistas del momento, es fácil percatarse de las escasísimas posibilidades que tenía
Alemania de cumplir con los pagos impuestos. Por todo ello Alemania no tuvo más reme-
dio que responder con morosidad y con la emisión descontrolada de papel.
En el verano de 1922 la situación se hizo crítica y Alemania pidió infructuosamente una
moratoria de sus deudas. Detrás de la negativa aliada a la renegociación o posible condonación
de las reparaciones estaba Estados Unidos que les reclamaba a su vez los préstamos concedi-
dos para financiar la guerra. La debilidad de las economías europeas hacía por tanto que los
pagos de Francia, Gran Bretaña y el resto de aliados a Estados Unidos dependieran de las repa-
raciones que pudieran obtener de Alemania. La solución más plausible hubiera sido que
Estados Unidos cancelara sus deudas con los aliados pero se mostró inflexible en sus exigen-
cias, una rigidez en las demandas de pago que se trasladó con la misma intensidad al otro lado
del Atlántico. Pero los acontecimientos se precipitaron. A finales de año Alemania suspendió
los pagos y Francia y Bélgica decidieron ocupar la zona minera del Ruhr para incautarse direc-
tamente de producción y resarcirse. Se trató de una mala decisión porque entonces los alema-
nes respondieron con la resistencia pasiva en connivencia con el gobierno que no dudó en pagar
los salarios a los trabajadores durante la ocupación. El déficit público se multiplicó y con él las
grandes tiradas de papel moneda. En 1923 la inflación alcanzó cifras astronómicas, el índice de
precios de enero a noviembre se multiplicó por la prácticamente inimaginable cifra de 270
millones. Si en 1914 el tipo de cambio era de 4,2 marcos por dólar, en noviembre de 1923 esta-
ba a 4,2 billones de marcos por dólar; alguien debió de advertir la coincidencia de la cifra
porque en ese mismo mes las autoridades monetarias, para poner orden a tal desastre moneta-
rio, desmonetizaron el marco y lo sustituyeron por una nueva unidad de cuenta, el rentenmark,
que equivalía a un billón de marcos antiguos. Fue entonces cuando precipitadamente se convo-
có una comisión internacional para estudiar los enormes problemas de las reparaciones. Esta
comisión produjo el llamado Plan Dawes, por Charles G. Dawes, el político y financiero ameri-
cano que la presidió y que posteriormente fue premiado con el Nobel de la Paz en 1925 como
reconocimiento al papel desempeñado en esta comisión.
El plan Dawes supuso la salvación para Alemania. Se renegociaron las condiciones de
pago aunque no la cuantía de la deuda; las cuotas anuales se redujeron y se estableció su actua-
lización en función del crecimiento de la economía alemana. Pero sobre todo la principal
ayuda internacional que incorporaba el plan Dawes fue un préstamo de 800 millones de
marcos en su mayor parte aportados por Estados Unidos. El plan fue un éxito; en los años
siguientes Alemania cumplió con los pagos, el marco mantuvo su estabilidad, y comenzó un
periodo de recuperación incentivado por la llegada continua de capitales norteamericanos
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS ~ 203 ~
hacia Alemania. Se trató de una prosperidad efímera porque la estrecha vinculación con
Estados Unidos hizo que Alemania se resintiera de los efectos de la Gran Depresión del 29
incluso antes de que ésta se manifestara con el crack bursátil. Lo estudiaremos más adelante.
actual. Para Keynes el patrón oro no era sino una “reliquia bárbara” que había funcionado
bien durante el siglo XIX por la caprichosa fortuna del descubrimiento continuado de nuevos
yacimientos pero era de ilusos confiar en “que una sucesión de accidentes conservaría esta-
ble el valor del oro en el futuro”. Por último denunció la situación de dependencia que se
establecería respecto de Estados Unidos. Durante la guerra, Estados Unidos había acapara-
do grandes cantidades de oro que mantenía la Reserva Federal, su banco central. Las auto-
ridades monetarias norteamericanas en vez de permitir la depreciación del metal y en
consecuencia poner en funcionamiento el mecanismo del flujo en especie de Hume, habían
esterilizado las entradas de metal atesorándolo. En consecuencia, el oro poseía un valor
“artificial” cuya evolución futura ya no dependía de los aleatorios dones de la naturaleza
sino de las decisiones de la Junta de la Reserva Federal.
Este diagnóstico de la situación en el sistema monetario internacional no fue escu-
chado ni entendido por los políticos del momento, especialmente por Winston Churchill
–por entonces ministro de Hacienda inglés– que en 1925 decidió retornar al patrón oro con
la paridad de preguerra haciendo caso omiso a las recomendaciones de Keynes. El mismo
Keynes le dedicó entonces sus críticas en varios artículos de prensa posteriormente
compendiados en un libro, Las consecuencias económicas de Mr. Churchill. Los partidarios
de la vuelta a la convertibilidad de preguerra poseían, con todo, sus argumentos; era una
obligación moral para los gobernantes garantizar que los ahorros de los ciudadanos en los
depósitos bancarios de preguerra representaran al término de la contienda las mismas
brillantes onzas doradas. Pero el argumento de fondo no tenía que ver con la justicia; se
trataba más bien de honor. La vuelta a la paridad era la respuesta al desafío de Nueva York
como centro financiero mundial, como señala Kindleberger, era una cuestión de autoestima
y de necesidad de “mirar al dólar a los ojos”.
Las repercusiones de esta estabilización monetaria no tardaron en aparecer. Para
volver a la antigua paridad acometieron una reducción de la circulación monetaria, la
apreciación de la libra encareció los productos ingleses que perdieron competitividad en
los mercados internacionales y provocó un déficit comercial. La deflación de precios fue
especialmente dura para empresarios y trabajadores; las presiones a la baja de los salarios
provocaron graves tensiones sociales que incluso desembocaron en una huelga general de
nueve días en 1926 y una de mayor duración en la industria del carbón. Aun así los sala-
rios reales no se redujeron lo suficiente para acabar con el paro que campaba a sus anchas
por la isla. El intervalo de ajuste entre la disminución de la cantidad de dinero y las
correspondientes bajadas de precios que había descrito Hume a mediados del siglo XVIII
se dejaba sentir dolorosamente en la Gran Bretaña de los años veinte. Sólo al final de la
década comenzó a mejorar la situación, una mejora efímera porque lo peor estaba por
llevar con la Gran Depresión.
El resto de los países no lo tuvieron tan difícil. Francia fue un país que, pese a las gran-
des pérdidas en capital humano y físico que sufrió durante la guerra, su recuperación en los
años veinte no fue tan traumática como la inglesa. Ciertamente con el armisticio recuperó las
ricas regiones mineras de Alsacia y Lorena, pero quizá el factor que contribuyó más a su recu-
peración fue la estabilización del franco. La decisión que tomaron fue la contraria a la ingle-
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS ~ 205 ~
sa, devaluar su moneda. Si antes de la guerra el tipo de cambio era de 5,18 francos por dólar,
en 1926 –año de la estabilización– la paridad se fijó en 25,53 francos por dólar, que era apro-
ximadamente la depreciación que se había producido en el mercado durante esos diez años.
Los efectos fueron los previsibles: una mejora de la competitividad de los productos france-
ses en los mercados internacionales. Esta política no pudo por menos que ser criticada por el
gobierno inglés que consideraba que las ganancias internacionales basadas en la devaluación
de la moneda era una forma muy poco honesta de competir.
Al término de la década prácticamente todos los países europeos y América habían
estabilizado sus monedas. En Europa sólo cuatro de ellos –Suecia, Holanda, Gran Bretaña
y Dinamarca– recuperaron la paridad de preguerra, mientras que el resto devaluó en algu-
na medida su moneda (en muchos casos –como se aprecia en el cuadro 11.1.– en una enor-
me medida).
Fuente: C.H. FEINSTEIN, P. TEMIN Y G. TONIOLO (1997): The European Economy between The Wars,
Oxford, Oxford University Press. Recogido por Zamagni (2002)
Sin embargo tan pronto se levantaron los cimientos monetarios derrumbados por la
guerra, un nuevo cataclismo iba a echarlo por tierra. La Gran Crisis de 29 iba a dar una
nueva embestida a un apenas reinstaurado edificio áureo.
~ 206 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
3. LA CRISIS DEL 29
Antes siquiera de narrar los hechos concretos que dieron lugar a la Gran Depresión del 29,
recapitulemos cómo se había retornado a la “normalidad” en la década de los veinte. En
primer lugar y pese a los inútiles esfuerzos de los ingleses por mirar frente a frente a los norte-
americanos, Estados Unidos se había convertido en la gran potencia mundial. La guerra había
transformado a un tradicional deudor en el mayor acreedor de las naciones europeas. Un acre-
edor, sin embargo, que no podía cobrar sus deudas sino era prestando de nuevo a sus deudo-
res; una tarea que tampoco resultaba extremadamente gravosa a Estados Unidos a tenor de su
constante superávit comercial de esos años. El gran crecimiento de la productividad en indus-
trias como la automoción, la electricidad, las comunicaciones o el sector de la construcción,
le había catapultado a lo más alto en los niveles de desarrollo del planeta. En esta época de
vacas gordas, la Reserva Federal veía cómo sus tenencias de oro se multiplicaban y –como
describía Keynes– las autoridades monetarias tan pronto como llegaban las remesas de metal,
las enterraban en lo más profundo de sus cámaras para impedir que formaran parte de la base
monetaria. En una situación como ésta no debe extrañarnos que decidiera ayudar financiera-
mente a Europa. El préstamo del Plan Dawes fue un cabo importante para reflotar a la econo-
mía alemana, pero no fue el único porque Alemania recibió sucesivas oleadas de capitales
privados norteamericanos. Temporalmente todo funcionó como se esperaba; Alemania se
recuperaba y efectuaba sus pagos por reparaciones de guerra a los aliados, y estos a su vez
podían pagar las deudas contraídas con Estados Unidos; capitales de ida y vuelta que creaban
un círculo virtuoso por momentos. La bonanza de la economía norteamericana era la clave del
crecimiento europeo, por eso cuando la primera se colapsó nada impidió que arrollase a las
convalecientes naciones del viejo continente.
Un segundo factor que iba a explicar el contagio de la depresión fue el patrón
cambios oro. Como hemos visto consistía en un sistema mixto de reservas bancarias, oro y
libras convertibles, que servían de base monetaria para la emisión de papel moneda. Con
este sistema se reducía efectivamente la dependencia del oro y la capacidad de creación de
dinero por los bancos sin duda aumentaba, pero había que pagar un precio y éste era que,
ante una crisis, se aceleraba la rapidez del contagio. Si los poseedores de billetes en Nueva
Zelanda, por ejemplo, quisieran hacerlos convertibles en oro, es posible que reclamaran al
Banco de Inglaterra la conversión en oro de sus libras en reserva, lo que presionaría a su
vez la reducción en la emisión de sus libras. Además de los efectos sobre la economía real
de la deflación en Gran Bretaña, eliminaría libras del mercado internacional y es posible
que las reservas de los bancos centrales de todos los países integrantes del sistema se vieran
reducidas.
Tradicionalmente se piensa que el derrumbe del índice bursátil de la Bolsa de Nueva
York, el 24 de octubre de 1929 –el famoso “jueves negro”–, fue el desencadenante de la
crisis, pero ya antes había indicios de que la economía mundial se había levantado sobre
bases poco sólidas. Los primeros efectos se sintieron en Alemania meses antes de la fatídi-
ca fecha. Como vimos, Alemania era la nación europea más dependiente de los préstamos
norteamericanos, por ello, cuando estos capitales cambiaron el rumbo prefiriendo sacar
rentabilidad en la Bolsa norteamericana, los alemanes se encontraron sin la red de auxilio
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS ~ 207 ~
que los mantenía a flote. Los pagos por reparaciones se resintieron de la huida de estos capi-
tales y, como se hiciera en 1923, en 1929 se creó una nueva comisión, esta vez presidida por
Owen D. Young, que emulara los éxitos obtenidos por su compatriota Charles C. Dawes para
aliviar el peso de las deudas alemanas. Sin embargo, no tuvo tiempo de dar sus frutos. Ante
la crisis financiera americana de los meses siguientes, se propuso la moratoria del Plan
Young. Y en 1931, en el punto más álgido de la crisis financiera internacional los pagos de
guerra fueron suspendidos. Pero no nos adelantemos a los acontecimientos, hasta ahora sólo
nos ha interesado el escenario, lo actores estaban por llegar y el crack bursátil era sin lugar
a dudas el intérprete principal del drama.
En la primavera de 1929 el Producto Nacional Bruto norteamericano tocó techo. A
partir de entonces la producción industrial descendió levemente pero nadie se preocupó
demasiado por ello; la Bolsa seguía con cotizaciones al alza. Tras breves oscilaciones en los
meses de septiembre y octubre, finalmente el 24 de ese mes se desencadenó una venta en
masa acciones que, a pesar de los esfuerzos de algunos banqueros por detener la avalancha
en las ventas, fue seguido del “martes negro” –el 29 de octubre. El descenso en el índice del
mercado de valores de Nueva York fue enorme; de un nivel de 316 de media en septiembre,
tomando como base 100 el año 1926, se pasó a 147 en diciembre.
Pero aunque es cierto que el derrumbe bursátil fue el desencadenante de la crisis, su
virulencia en la economía americana guarda una estrecha relación con el diseño del sistema
financiero. En primer lugar, una práctica admitida por los agentes de bolsa fue financiar a
crédito las compras de sus clientes que en algunos casos pagaban únicamente el 10 por cien-
to al contado y el 90 restante lo tomaban prestado. Estos préstamos ascendieron al 3.600
millones de dólares el 30 de junio de 1927, a 4.900 millones un año después y alcanzaron la
cifra de los 6.400 millones al acabar 1928. Además los préstamos tenían normalmente como
único aval el valor bursátil de las acciones por lo que una vez que estos valores se desploma-
ron, el pánico financiero se contagió a todo el sistema crediticio. Por consiguiente, la crisis de
las empresas bursátiles se trasladó a los bancos, éstos podrían haber resistido la embestida
pero muchos no lo hicieron. De nuevo las características del sistema bancario americano impi-
dió crear el cortafuegos necesario para impedir la propagación del desastre financiero.
Como resultado de una ancestral desconfianza en los bancos en Norteamérica, los
legisladores habían creado una reglamentación muy restrictiva con respecto al tamaño que
deberían tener los bancos y a la capacidad de establecer sucursales en diversos Estados del
territorio. Las pequeñas y numerosísimas entidades surgidas de la aplicación de estas
normativas (llegó a haber hasta 30.000 bancos diferentes) originó un sistema bancario muy
sujeto a la coyuntura local de emplazamiento y, en consecuencia, incapaz de diversificar sus
riesgos geográficos y sectoriales. Cuando se puso a prueba la fortaleza de este sistema tras
el derrumbe de la bolsa, se comprobó dolorosamente cómo se sumaban a la vorágine de
quiebras. El pánico financiero y la desconfianza en el sistema crediticio alcanzó tal magni-
tud que finalmente Franklin D. Roosevelt, apenas llegado al poder decretó la moratoria
bancaria en marzo de 1933 y suspendió la convertibilidad en oro de los dólares para el
público. Todo ello podía haberse evitado si la Reserva Federal hubiera acudido a ayudar a
los bancos comerciales pero no fue así. En la creencia de que cualquier ayuda podía provo-
car la relajación en los estándares de precaución que debían tener los bancos por sí mismos
~ 208 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
–un problema de “riesgo moral”– no sólo no ayudaron sino que vieron con buenos ojos el
castigo que el mercado estaba infligiendo a los malos gestores que habían concedido prés-
tamos sobre valores ficticios en bolsa.
Hasta aquí hemos visto la crisis financiera, pero no las repercusiones en la economía
real. Estas fueron de una enorme envergadura: deflación; quiebras; una tremenda caída de
la producción industrial y, lo más dramático, una tasa de paro que superó el 20 por ciento
del total de la fuerza de trabajo entre 1932 y 35. Si unimos a este dato el hecho que Estados
Unidos era en un país donde el desarrollo del Estado del Bienestar era mínimo, estar sin
empleo era prácticamente sinónimo de encontrarse al borde de la inanición.
Los durísimos efectos sobre la economía real han llevado a los economistas a cuestio-
narse sobre las causas primigenias de la crisis. La disminución en la producción industrial y
las bajadas de precios de las materias primas meses antes de desplomarse el mercado de valo-
res es el argumento que esgrimen aquellos economistas que no creen que fuesen las restric-
ciones monetarias las que causaron la crisis, estos economistas por el contrario abogan por los
efectos de una insuficiente demanda agregada, más en concreto del consumo y la inversión;
una explicación que iba a hacer famosa Keynes poco después con la publicación de su libro
La Teoría General de la Ocupación, el interés y el dinero en 1936. Los partidarios de la
opinión contraria –los monetaristas– insisten en la contracción monetaria como causa que
originó la crisis y que fue la deflación obligada de la contracción la que afectó negativamen-
te a la economía real. Las altas cifras de paro serían entonces el resultado de la rigidez a la
baja en los salarios que no acabarían de cerrar la brecha entre oferta y demanda de trabajo (una
reflexión en cierto modo bastante keynesiana). Una explicación mixta es la que realiza
Kindleberger que cree que la contracción de crédito comercial fue el factor clave que explica
la reducción drástica del precio de las mercancías, especialmente las comercializables inter-
nacionalmente incluso antes del mes de octubre del 29. Debido a que los bancos racionaban
el crédito a corto plazo a sus clientes a favor del mercado de préstamos a los agentes de bolsa,
aquellos tuvieron serios problemas para efectuar sus compras normales, y los vendedores –en
su mayoría intermediarios comerciales– no tuvieron ningún interés en almacenar sus mercan-
cías, con lo que optaron por rebajar los precios. Una explicación plausible para la bajada de
precios al por mayor y la reducción en la producción de la industria automovilística que anti-
ciparon y acompañaron a la caída del mercado de valores.
Al margen de la controversia sobre qué explicación es la correcta, lo realmente cierto
fue que una serie de adversos acontecimiento agravaron y alargaron sustancialmente la crisis.
Hemos visto cómo se toleraron inversiones al descubierto en la bolsa, cómo la Reserva
Federal se negó a asumir el papel de prestamista en última instancia e hizo caso omiso a las
urgentes necesidades de liquidez de los bancos permitiendo sus quiebras, y también hemos
aludido a la vulnerabilidad de sistema bancario norteamericano. Si unimos a esto la política
proteccionista que ya se venía aplicando a lo largo de la década y que tras la crisis se recru-
deció con el tristemente famoso Arancel Smoot-Hawley de 1930 –el más restrictivo de la
historia arancelaria americana– no es de extrañar que la crisis lejos de remitir se enquistara.
Como era previsible el contagio en Europa fue inmediato. La dependencia de las
llegadas de capitales americanos había hecho que los primeros en percibir el desastre que
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS ~ 209 ~
se avecinaba fueran los europeos, especialmente los alemanes y los debilitados ingleses.
Tras el martes y jueves negros, las bolsas europeas siguieron el camino idéntico a la ameri-
cana y vieron cómo las cotizaciones se precipitaban en una avalancha de ventas. Los valo-
res de la bolsa belga se redujeron un 30 por ciento en promedio, un 16 por ciento en Gran
Bretaña, el 15 por ciento en los Países Bajos, el 11 por ciento en Francia, el 10 por ciento
en Suiza y, en Alemania, que ya había sufrido una bajada del 15 por ciento en el año ante-
rior, vio reducir de nuevo sus valores bursátiles en un 14 por ciento adicional. La reduc-
ción del precio de las acciones debilitó la posición de los bancos europeos que poseían en
su cartera gran cantidad de valores industriales sobre los cuales habían concedido crédi-
tos. Las grandes quiebras bancarias comenzaron en Austria con la suspensión de pagos del
gran Creditanstald en 1931. La crisis financiera se contagió a sus vecinos del Este
–Hungría, Checoslovaquia, Rumanía y Polonia – pero especialmente a Alemania, presa
fácil del pánico en esos duros momentos. El partido nazi acababa de obtener un gran
aumento en las elecciones de septiembre de 1930 que originó una salida de los capitales
extranjeros en los bancos alemanes. Las reservas bancarias del Banco Central –el
Reichsbank– bajaron hasta el 40 por ciento de su límite legal. Tras la quiebra del
Creditanstalt, las quiebras bancarias alemana se sucedieron en ese año, pero el Reichsbank
no disponía de recursos para salir en su ayuda y el resto de bancos centrales europeos no
pudieron o no quisieron colaborar para aplacar la crisis financiera. A partir de entonces el
marco dejó de facto de ser convertible en oro aunque no abandonó el patrón oro formal-
mente. Los efectos en la economía real fueron los previsibles: la actividad económica se
desaceleró y muchas empresas tuvieron que recurrir al despido. Como en el caso america-
no, el paro fue la consecuencia inmediata que afectó a un 13,9 por ciento de la fuerza de
trabajo en 1931 y un 17,2 por ciento en 1932.
El mecanismo de cambios oro internacional, la compleja red de reparaciones de
guerras, y la colaboración entre los bancos centrales hacía que el sistema crediticio de las
distintas naciones europeas estuviera íntimamente relacionado entre sí. Por todo ello, poco
después de que se desatara el pánico en Alemania, Gran Bretaña sintió en sus propias carnes
la agonía del patrón oro. En el mes de julio de 1931 el Banco de Inglaterra perdió 200 millo-
nes de dólares en divisas y aunque recibió préstamos de la Reserva Federal y del Banco de
Francia, las pérdidas de reservas continuaron en agosto. Ante el imparable drenaje de oro y
divisas del Banco de Inglaterra finalmente el 21 de septiembre suspendió la convertibilidad,
se trataba del punto final a un patrón con más de dos siglos de vigencia y que muchos inter-
pretaron como la demostración clara de la pérdida definitiva de la hegemonía económica
inglesa.
Entre septiembre de 1931 y abril de 1932, otros 24 países abandonaron el patrón oro
inaugurándose así una época de autarquía en los cambios internacionales. Sin un patrón inter-
nacional las monedas fluctuaban alegremente, en el mejor de los casos en función de su oferta
y demanda, en el peor, en relación a los controles de cambios o a las devaluaciones dirigidas a
ganar cuota en el comercio internacional. Para colmo de males, tras el arancel Smoot-Hawley
de 1930 norteamericano, se desató la represalia en la política comercial. En unos momentos en
los que el valor de la producción mundial se reducía y el sistema monetario internacional hacía
aguas, la aplicación de políticas proteccionistas coartaba las mínimas posibilidades de reflotar
~ 210 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
a la economía mundial. Los países guiados únicamente por sus propios intereses entraron en
un juego no cooperativo que iba a dar el resultado pronosticado por Nash2 (un juego en que
todos pierden). La Conferencia Monetaria Mundial de 1933 intentó poner orden en este caos
pero para entonces era demasiado tarde. Roosevelt había llegado a la presidencia de Estados
Unidos e inmediatamente sacó a su país del patrón oro negándose a comprometerse a ningún
acuerdo internacional; su prioridad –como veremos inmediatamente– era sacar a Estados
Unidos de la crisis interna. Por otro lado, Hitler recién llegado al poder y como la historia nos
demostró, tenía desgraciadamente otros planes en la cabeza distintos a la armonización mone-
taria internacional. Sin embargo, ambos personaje –Roosevelt y Hitler– iban a intentar levan-
tar a sus respectivos países –Estados Unidos y Alemania– de la aguda depresión que padecía
aplicando una bastante heterodoxa lógica económica.
4. POLÍTICAS DE GASTO
El sistema monetario internacional que había acompañado al crecimiento económico en el
siglo XIX se había desmoronado y con él toda posibilidad de utilizar los factores de compen-
sación y reequilibrio que incorporaba. Si las duras restricciones al comercio internacional
y el control de cambios impedían que el mecanismo de flujo en especie de Hume se pusie-
ra en funcionamiento, resultaba inútil esperar la salvación del exterior. Muchos políticos
vieron entonces que su única salida estaba en la adopción de políticas internas. Era el
momento de inmiscuirse directamente en la estructura productiva de sus propios países y
así lo hicieron con la adopción de políticas de gasto.
En ocasiones se ha pensado que estas políticas calificadas de neomercantilistas
fueron la plasmación de las ideas mantenidas por Keynes que efectivamente proponía para
hacer frente a lo que él consideraba crisis de insuficiencia de demanda. No fue así, su Teoría
General fue publicada en 1936, tiempo después de que los principales países que tomaron
esta senda intervencionista hubieran emprendido sus acciones. Incluso Keynes manifestó su
desacuerdo cuando se aplicaron las políticas de gasto con el New Deal americano. En reali-
dad, durante toda la década de los 30 fueron muchos los políticos y hombres negocios que
veían con buenos ojos los déficits públicos y que no manifestaron muchos escrúpulos en
aplicar duras restricciones al tráfico internacional.
Japón fue el primero en implementar una política de gasto a partir del 32. El peso en
los gastos militares representó un gran estímulo para salir de la crisis como lo iba a ser un
año más tarde en la Alemania nazi.
2 John Nash, Nobel de economía en 1994, fue uno de los autores que aplicaron la teoría de juegos en el análi-
sis económico.
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS ~ 211 ~
Un método bastante expeditivo para acabar con el grave problema del paro fue
emplear a los desocupados en la construcción de obras públicas, de ese tiempo data la
primera red de autopistas del mundo. Como señala Tortella, en muchos casos se trataba de
poco más que era un sistema de “trabajos forzados”. El éxito para eliminar el paro fue total,
pronto el mercado de trabajo arrojó un exceso de demanda que se cubrió con los deshere-
dados del nazismo: vagabundos, gitanos y judíos. La filiación sindical voluntaria fue susti-
tuida por el Frente de Trabajo Nacional al que todos los trabajadores estaban obligados a
participar; no había allí nada parecido a la negociación colectiva, y salarios, jornadas y
condiciones laborales se establecían por agentes del Frente Nacional unilateralmente.
Esta política de obras públicas tuvo como consecuencia el aumento del gasto públi-
co que del 23 por ciento en 1934 subió al 33 por ciento en 1938. La financiación necesaria
para este incremento en las partidas del gasto esta vez no provino de las emisiones de bille-
tes por el banco central como había sucedido diez años antes con tan nefastas consecuen-
cias; se ideó algo más sutil, las emisiones de “certificados de créditos”, un medio de pago
también creado por la autoridad monetaria al alcance sólo de las empresas e instituciones
de crédito pero que no eran aceptados en las compras corrientes de los ciudadanos. De este
modo se consiguió financiar el gasto sin que retornara la hiperinflación; de hecho el marco
ni siquiera se devaluó y conservó oficialmente la paridad con el oro de 1924, aunque arti-
ficialmente mantenido con el control de cambios y sin convertibilidad real en oro.
La política de rearme a gran escala comenzó en 1936 con un plan cuatrienal que obli-
gaba a ciertas industrias clave –metalurgia y armamentística– a producir determinadas
cantidades y con precios fijados por el gobierno. El objetivo era crear una “muralla occi-
dental” para una futura guerra relámpago. La necesidad de armamento era clara pero
también era necesario prevenirse ante el posible asedio; una política de Autarkie o autosu-
ficiencia era la solución para resistir ante un probable acontecimiento bélico. La planifica-
ción se orientó entonces hacia la industria química para la producción de artículos
sintéticos, posibles sustitutivos de productos que antes eran obtenidos a través del comercio
exterior. Además se sometió a todas las relaciones comerciales a un control férreo median-
te licencias y el control de divisas. Sin embargo, no eliminaron del todo este comercio exter-
no; crearon lo que se llamó el Lebensraum o Espacio Vital; Alemania estableció relaciones
más que comerciales con sus vecinos de Europa oriental y meridional; el intercambio se
llevaba a cabo no con divisas u oro sino a través de la práctica de clearing, esto es, con la
compensación de los saldos exportadores e importadores.
de las leyes del movimiento capitalistas en aquellos países donde el sector industrial estu-
viera más desarrollado y los capitales más concentrados, comenzarían a sufrir crisis perió-
dicas que, en última instancia, incitarían a la sublevación a la masa de parados que arrojaba
el sistema –“el ejército industrial de reserva” en su terminología– que acabarían con el siste-
ma de producción capitalista y daría paso a uno nuevo, el socialismo, que Marx nunca llegó
a describir. Marx tenía en mente a Gran Bretaña, país que conocía a la perfección y que
cumplía los requisitos de ser la nación más desarrollada industrialmente. Rusia, en teoría,
estaba lejos de alcanzar el nivel de desarrollo requerido para la revolución del proletariado.
Así, el desencadenante de los cambios políticos que llevaron a la planificación comunista
de la Unión Soviética poco se ajustaban a los vaticinios de Marx, aunque los dirigentes polí-
ticos los utilizaran como argumentos para hacerse con el poder e impedir el desarrollo
democrático de la zona.
Comencemos por la narración sucinta de los hechos. Aunque las condiciones
económicas de Rusia no eran favorables para su participación en la Primera Guerra
Mundial, se vio forzada por una parte desde el exterior a su intervención en el bando de
los aliados por Francia y por otra parte también desde el interior en la creencia de que así
reforzaría su papel de gran potencia internacional. Sin embargo, pronto se comprobaría
su debilidad con problemas en el abastecimiento de alimentos a los soldados y a las ciuda-
des industriales que producían para la guerra. El descontento se generalizó, y dio paso a
una revolución –la “revolución burguesa”– que apenas sin violencia derrocó el régimen
zarista en febrero de 1917. Esta revolución instituyó un parlamento, el Duma, con un
nuevo gobierno encabezado por Alexander Kerenski. Pero este nuevo gobierno cometió
el gran error de continuar con la guerra y en consecuencias las tensiones internas se suce-
dieron. Fue entonces cuando Vladimir I. Lenin, exiliado político, regresó desde Zurich en
connivencia con el gobierno alemán que pretendía azuzar el derrocamiento del gobierno
de Kerenski enviando a un selecto grupo de subversivos. La maniobra fue un éxito; la
propaganda socialista de Lenin y de su partido bolchevique consiguió el suficiente apoyo
popular para que en octubre de ese mismo año asaltaran el Palacio de Invierno, sede de
gobierno. Era el comienzo de toda una época de poder comunista en territorio ruso que
iba a llegar hasta diciembre de 1991.
La toma del poder por los bolcheviques fue seguida de cuatro años de guerra civil
contra sus opositores, el llamado “ejército blanco”. Durante este tiempo se aplicó el deno-
minado comunismo de guerra. Entre tanto los bolcheviques negociaron la paz con Alemania
en la primavera de 1918 con el Tratado de Brest-Litovsk en el que los rusos cedían las repu-
blicas bálticas a Alemania. El comunismo de guerra llevado a cabo por los bolcheviques que
se autodenominan comunistas supuso el retorno a una economía de trueque; el dinero fue
eliminado y la población obtenía los medios mínimos para subsistir a través de cartillas de
racionamiento. Se comenzó entonces la nacionalización de las industrias y de las tierras que
fueron distribuidas al campesinado. Se eliminaron los partidos políticos y en su lugar se
impuso el gobierno de partido único con Lenin a la cabeza.
Al término de la guerra civil, el comunismo de guerra había hecho mella en la econo-
mía; la producción industrial había quedado reducida a la quinta parte de los que era en
~ 214 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
1913, y la producción agrícola se vio reducida en un 40 por ciento; pero donde más se dejó
sentir estas práctica políticas fue en los mercado internacionales donde los productos rusos
desaparecieron al igual que sus compras.
Acabada la guerra, Lenin y su camarilla del partido comunista adoptaron una nueva
política con la intención de que la situación económica mejorase y se evitaran las insur-
gencias. Fue así como se dio paso a un sistema mixto de economía planificada y mercado:
la Nueva Política Económica, más conocida por la NEP que se implantó a comienzos de
1921. Se reintrodujo el dinero y se permitió la libertad de empresa en pequeña escala (en
empresas de menos de 20 empleados). Las hasta entonces frecuentes requisiciones de las
cosechas fueron sustituidas por un canon en especie mientras que se permitía el comercio
de los excedentes agrícolas al precio libre de mercado. De las grandes empresas nacionali-
zadas, sólo las consideradas como estratégicas como la industria militar, los transportes y
comunicaciones, el comercio exterior y las finanzas, permanecieron controladas desde el
Estado; mientras que se dejó a las demás cierta autonomía e incluso tolerándose la creación
de pequeños grupos industriales que acordaban precios a los productos manufacturados.
También se emprendió una estabilización monetaria con la creación de unos nuevos rublos,
los chervonets, convertibles en oro. En realidad, la NEP, híbrido entre planificación en
sectores estratégicos y economía de mercado, poco se iba a diferenciar de las políticas de
gasto que, como hemos visto, adoptaría Alemania en la década de los treinta. El balance de
la NEP fue bastante positivo; la producción industrial y agrícola recuperaron los valores
anteriores a la Primera Guerra Mundial y se reanudaron nuevamente las relaciones comer-
ciales internacionales aunque en este caso no se alcanzaran el nivel de preguerra.
Mientras tanto se produjeron importantes cambios políticos. Un año después de
adoptarse la NEP, se constituiría formalmente la Unión de Republicas Socialistas Soviéticas
(URSS) que comprendía la Rusia Europea, Siberia, Ucrania, la Rusia Blanca y
Transcaucásica y parte de Asia Central. A comienzos de 1924, con la muerte de Lenin, se
desató la pugna por el poder entre sus posibles sucesores: León Trotski y José Stalin, cada
uno de los cuales representaba una opción política diferente. El vencedor en esta lucha fue
Stalin que utilizó su posición de secretario general del Comité Central del partido para
conseguir el exilio de Trotski y su posterior asesinato.
En 1928 con todo el poder del partido en sus manos, Stalin cambió inesperadamente el
rumbo de la economía soviética y, tras una crisis en el suministro de cereales en los mercados
urbanos, adoptó su primer Plan Quinquenal. Surgió así el periodo de la más férrea planifi-
cación soviética. Se trataba de suprimir la “mano invisible” del mercado por la mucho más
visible del Gosplan –el Comité Estatal de Planificación. Este comité establecía la cantidad de
producto de cada sector y los precios a los cuales debían intercambiarse; se suprimió legal-
mente la empresa privada y se colectivizó la tierra. El trabajo técnico y de dirección era lleva-
do a cabo por funcionarios especialistas muchas veces asesorados por ingenieros extranjeros.
Las consecuencias de esta planificación fueron lógicas: en primer lugar, la oposición de la
población, especialmente los campesinos que durante la NEP se habían apegado fuertemente
a la tierra. La respuesta del gobierno fue la aplicación drástica de la violencia con ejecucio-
nes a quienes se oponían a la colectivización. La segunda consecuencia de la planificación
está relacionada con la pérdida de la información que arrojan los precios y los beneficios del
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS ~ 215 ~
mercado. Sustituido éste por el Gosplan, los precios intervenidos nada tenían que ver con los
costes ni con las preferencias de los consumidores; la ausencia de beneficios empresariales
eliminaba la información necesaria para saber dónde realizar una inversión rentable y por
tanto desincentivaba la voluntad innovadora individual. Todo ello dio lugar a los desajustes
entre demanda y oferta en el suministro de determinados bienes que eran paliados por el racio-
namiento mediante el tiempo de espera en las colas o por el acceso a los mercados negros. En
cuanto a la innovación tecnológica, en mucha ocasiones tuvo que importarse.
Los objetivos del primer Plan Quinquenal se declararon cumplidos oficialmente en
1932, aunque las estimaciones parecen que estaban bastante infladas por el gobierno. Al año
siguiente se estableció el segundo que iba a llegar hasta 1937, al que le siguió un tercero en
1938 que se interrumpiría con la Segunda Guerra Mundial. El resultado conjunto de la
planificación había sido irregular, el esfuerzo industrializador había dado frutos, en espe-
cial en la industria pesada y militar, pero fue a costa de la disminución en la producción de
bienes de consumo y, lo que es mucho más dramático, a costa de sumir a gran parte de la
población en el régimen del terror y el hambre.
lidad mantenida artificialmente por una corriente de capitales americanos que recorrían
Europa y con un sistema de patrón oro adulterado con cada vez menos oro como respaldo
a los billetes.
Tan pronto como el flujo de capital americano se interrumpió, primero por el atrac-
tivo de la bolsa de Nueva York y después con las liquidaciones tras la Crisis de 29, el débil
sistema creado en los años veinte se vino abajo. Ante tal catástrofe, en vez buscar la coope-
ración internacional, los gobiernos de los principales países cerraron aún más sus fronteras
de manera que era virtualmente imposible utilizar otro medio para salir de la crisis que no
fuera mirando al interior. Fue entonces cuando Hitler en Alemania y Roosevelt en Estados
Unidos comenzaron a aplicar políticas de gasto público para salir de la crisis. Estados
Unidos se recuperó a duras penas con este tipo de política, pero los métodos mucho más
coercitivos del Führer fueron efectivos y consiguieron acabar con el paro y poner a la nación
en plena disposición para afrontar una previsiblemente corta y victoriosa guerra.
Al mismo tiempo que Europa y Estados Unidos sufrían este triste “galimatías”, Rusia
padecía su propio calvario. En 1917 se desencadenaron dos revoluciones: “la burguesa” que
depuso al zar y la “bolchevique” que instauraría un régimen comunista prácticamente para
el resto del siglo. Tras cuatro años de guerra civil, de hambre y de total aislamiento inter-
nacional del llamado comunismo de guerra, el gobierno de Lenin dio esperanzas a la pobla-
ción con la NEP, pero justo cuando comenzaba a dar sus frutos, su sucesor, Stalin eliminó
por completo la economía de mercado y la sustituyó por la planificación centralizada. El
bienestar de los individuos no era objetivo de los planificadores y a sus expensas se alcan-
zaron las tan ansiadas cuotas en bienes de capital y equipamiento militar.
7. EJERCICIOS
1. Describa el funcionamiento del sistema monetario internacional hasta la Primera
Guerra Mundial. ¿Era posible que un país incurriera constantemente en déficit de
Balanza de Pagos?
2. Comente el siguiente texto:
“La consideración, final, que ha de influir en la actitud del lector en cuanto a esta
proposición, debe depender, sin embargo, de su modo de pensar en cuanto al lugar
futuro que ocuparán en el progreso del mundo las grandes obligaciones en papel
que nos ha legado la guerra financiera, tanto en el interior como en el exterior. La
guerra ha acabado debiendo cada uno inmensas cantidades de dinero a los demás.
Alemania debe una gran suma a los aliados; los aliados deben una gran suma a
Gran Bretaña, y Gran Bretaña debe una gran suma a los Estados Unidos. A los
tenedores de préstamos de guerra de cada país les debe una gran suma el Estado,
y al Estado, a su vez, le deben una gran suma éstos y los demás contribuyentes. La
situación, en conjunto, es en el más alto grado artificiosa, falsa y humillante. No
seremos ya nunca capaces de movernos, a no ser que libremos nuestros miembros
de estas ligaduras de papel. Una hoguera general es una necesidad tan grande, que
si no hacemos de ella un asunto ordenado y sereno, en el que no se cometa ningu-
na injusticia grave con nadie, cuando llegue al final se convertirá en una confla-
T E M A
12
EL NUEVO ORDEN ECONÓMICO
TRAS LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
~ 219 ~
~ 220 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
dos. El resultado fue la firma del Acuerdo de Bretton Woods, fruto del cual nacieron el
sistema de tipos de cambio de Bretton Woods, el Fondo Monetario Internacional y el Banco
Mundial. También se previó una organización encargada de fomentar la liberalización del
comercio mundial, pero la ratificación por parte de los distintos gobiernos, en particular el
de los Estados Unidos, no se produjo.
Estas instituciones llegaron a convertirse en el centro del sistema económico inter-
nacional. Aunque han experimentado profundas transformaciones al hilo de los cambios
económicos y políticos, actualmente siguen desempeñando un papel protagonista en la
coordinación de la política internacional y en la búsqueda de soluciones a problemas que
afectan de forma común a diferentes países.
piado podía ajustarse la paridad. En un principio las variaciones de los tipos de cambio eran
pactadas por los países. La única moneda a la que se le negaba esta flexibilidad en el siste-
ma de Bretton Woods era al dólar de los Estados Unidos.
Con las paridades ajustables, sus diseñadores confiaban en lograr dos efectos simul-
téneamente:
a) Mantener la estabilidad del sistema: un sistema de cambios estable permite
prever los tipos de cambio, lo que impulsa los flujos comerciales y financieros.
b) Fomentar la capacidad de adaptación de los tipos de cambio flexibles, lo que
permitiría ajustar las diferencias entre los precios relativos de los países alteran-
do los tipos de cambio, sin tener que recurrir al desempleo e inflación que se
derivaban necesariamente del sistema de patrón-oro.
Esta combinación de disciplina y rigidez debía permitir a los países conseguir el
equilibrio externo sin renunciar al equilibrio interno.
Las crisis llegaron a ser tan importantes al comienzo de los años setenta que colapsaron
la estructura de tipos de cambio en Bretton Woods. En 1971 el orden prácticamente se había
derrumbado. Las reservas monetarias de oro de Estados Unidos eran claramente insuficientes,
por lo que el entonces presidente del país Nixon (1969-1974), anunció el fin del sistema. El lazo
entre el dólar y el oro quedó bloqueado. A partir de ese momento cada país ha elegido su propio
régimen cambiario, conviviendo con una variedad de tipos de cambio flexibles y dirigidos.
políticas macroeconómicas del solicitante por parte del FMI. Cuando un nuevo país entra a
formar parte del Fondo se le asigna una cuota que determina tanto su contribución al fondo
común de reservas como su derecho a recurrir a los recursos del FMI.
Más recientemente, el FMI ha desempeñado un papel clave en cuestiones como la ayuda
a los países comunistas para introducir sistemas de mercado tras el desplome de la Unión
Soviética; el FMI entró en escena para ayudar a los países bálticos, Rusia y otros países ex
soviéticos en la transición de un sistema de planificación central a una economía de mercado.
Sin embargo, existe un obstáculo para acceder a estas ayudas, y es que todos los présta-
mos del FMI están sujetos a condicionalidad: la cláusula de condicionalidad implica que los
países prestatarios han de cumplir una serie de requisitos entre los que se encuentran la disci-
plina fiscal, la liberalización de los tipos de interés o la liberalización del comercio exterior. El
país prestatario debe estar de acuerdo en aplicar las directrices económicas y financieras previs-
tas por el Fondo. Por otro lado, la condicionalidad permite al FMI vigilar que el préstamo se
esté utilizando eficazmente para resolver las dificultades económicas del país, de modo que
pueda rembolsarlo en los términos y plazos establecidos.
La cláusula de la condicionalidad ha suscitado grandes críticas, ya que las naciones defi-
citarias han tenido que realizar en ocasiones ajustes estructurales muy severos. Los progra-
mas de ajuste estructural entrañan la contracción del sector público, la reducción sustancial de
los déficit presupuestarios, el control de la inflación y el estímulo al ahorro y a la inversión
privados mediante reformas fiscales. Sin embargo, el Fondo defiende su criterio, porque la filo-
sofía que subyace a la condicionalidad es que si los planes diseñados tienen éxito, el país afec-
tado podría revertir el signo de su crecimiento económico.
En la actualidad, la sede del FMI se encuentra en Washington, D.C. Está formado por
184 países y su director gerente es el español Rodrigo Rato. El Fondo continúa administrando
el sistema monetario internacional y funcionando como un banco central para los bancos
centrales, ya que los países miembros pueden recurrir al FMI para financiar un déficit tempo-
ral de su balanza de pagos.
FMI
ACTUAL DIRECTOR GERENTE: RODRIGO RATO. Nacionalidad: Español. Rodrigo Rato asumió sus
funciones de Director Gerente del Fondo Monetario Internacional el 7 de junio de 2004. Licenciado
en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid (1971), Máster en Administración de Empresas
por la Universidad de California en Berkeley (1974) y doctor en Economía por la Universidad
Complutense (2003). El Sr. de Rato es el noveno Director Gerente del FMI.
Anteriores Directores Gerentes del FMI:
Horst Köhler (Alemania, 2000-2004) Pierre-Paul Schweitzer (Francia, 1963-73)
Michel Camdessus (Francia, 1987-2000) Per Jacobsson (Suecia, 1956-63)
Jacques de Larosière (Francia, 1978-87) Ivar Rooth (Suecia, 1951-56)
H. Johannes Witteveen (Países Bajos, 1973-78) Camille Gutt (Bélgica, 1946-51)
Fuente: FMI
~ 224 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
4. BANCO MUNDIAL
Otra de las instituciones financieras internacionales creadas en Bretton Woods fue el Banco
Mundial, cuyo nombre original fue Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo
(BIRD3). Como no podía ser de otra manera, el Banco Mundial nació marcado por los acon-
tecimientos del periodo de entreguerras, en particular por el temor a un nuevo vacío de
poder financiero internacional similar al que había tenido lugar tras el anterior conflicto.
Desde su creación, el Banco Mundial ha ido especializando sus funciones con bancos
regionales y agencias especializadas, convirtiéndose en el “Grupo del Banco Mundial”.
Dicho Grupo abarca cinco instituciones: el Banco Internacional de Reconstrucción y
Fomento (BIRD), la Corporación Financiera Internacional (CFI), la Asociación
Internacional de Fomento (AIF), el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relati-
vas a Inversiones (CIADI) y el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (OMGI).
AIF (1960)
BIRD (1945)
Objetivo: Realizar aportaciones al
Objetivo: Reducir la pobreza en los
Banco Mundial para conceder ayudas
países de ingreso mediano y en los
no crediticias,a los 78 países más
países más pobres con capacidad
pobres del mundo, donde viven 2.400
crediticia, promoviendo el desarrollo
millones de personas. Este apoyo es
sostenible mediante préstamos,
crucial para los países que no pueden
garantías y otros servicios no
obtener financiamiento en condiciones
crediticios, como de análisis y asesoría.
de mercado.
El Banco Mundial tuvo como primer objetivo ayudar a los países beligerantes a
reconstruir sus dañadas economías –la reconstrucción de Europa y Japón tras la Segunda
Guerra Mundial– y también contribuir a que los antiguos territorios coloniales se desarro-
llaran y modernizaran. Pero las funciones del Banco Mundial han variado a lo largo de su
historia: pasó después a apoyar con sus préstamos a largo plazo y bajo interés los proyec-
tos de infraestructura e industria básica en todos los países atrasados para facilitarles una
rápida acumulación de capital que fomentara su crecimiento. Posteriormente colaboró en
la transición de las economías comunistas. Desde hace aproximadamente diez años y hasta
la actualidad, el Banco Mundial ha desarrollado una estrategia para luchar contra la pobre-
za mediante la concesión de préstamos a los países más pobres del Tercer Mundo que no
puedan conseguir una financiación privada y cuyos proyectos sean económicamente
viables. Los préstamos los concede a un bajo tipo de interés, y son posibles gracias a
fondos que obtiene de los países avanzados. En estos casos, el Banco Mundial trata de
fomentar las inversiones encaminadas a mejorar la sanidad, la educación, el medio ambien-
te, la eliminación de la corrupción y la mejora institucional. Si los proyectos se eligen
correctamente, la producción de los países prestatarios aumentará lo suficiente para poder
pagar los intereses de los préstamos.
Además hoy en día el Banco Mundial es la principal entidad financiadora de
proyectos sobre educación (en la actualidad está financiando 158 proyectos de educación
en 83 países), Sida (la gran lacra de los países subdesarrollados y en desarrollo) y en
Programas de salud (para proporcionar servicios básicos de salud y nutrición como
elemento decisivo en la lucha contra la pobreza).
FMI
Grupo Banco Mundial
Objetivo: Fomentar la cooperación monetaria
Objetivo: El Banco Mundial se centra
internacional y la estabilidad cambiaria
en los temas relacionados con el desarrollo
a largo plazo y la reducción de la pobreza.
* El FMI se centra sobre todo en los
resultados macroeconómicos y la política
* Su actividad incluye el financiamiento
macroeconómica y del sector financiero.
concedido a los países en desarrollo y
* El FMI no financia un sector determinado
en transición para proyectos de
ni proyectos, sino que respalda ampliamente
infraestructura, la reforma de determinados
la balanza de pagos y las reservas
sectores de la economía y las reformas
internacionales de un país mientras éste
amplias de índole estructural.
toma las medidas de política necesarias
para corregir las dificultades.
~ 226 ~ LECCIONES DE HISTORIA ECONÓMICA
Desde la creación del Banco Mundial no sólo han ido variando su estructura y obje-
tivos, sino que también ha cambiado su relación con el Fondo Monetario Internacional:
desde la acción independiente con división de funciones con que se concibieron y funcio-
naron durante los treinta primeros años, se ha llegado a la colaboración en planes conjun-
tos desde los años ochenta. La principal diferencia es que el Banco Mundial concede
préstamos a largo plazo para financiar proyectos de desarrollo y reconstrucción, mientras
que el FMI realiza préstamos a corto plazo para el ajuste de las balanzas de pagos.
Además, mientras el Banco Mundial financia proyectos de infraestructura y de reforma de
sectores concretos, el FMI no financia sectores ni proyectos, sino que respalda la balanza
de pagos y las reservas internacionales de un país, a la vez que encamina sus políticas
macroeconómicas para ayudarle a reconducir la situación.
En muchas ocasiones, los países prestatarios se han visto en la necesidad de refi-
nanciar créditos, o han tenido dificultades para afrontar los pagos. Como respuesta a esta
realidad, los préstamos a la inversión concedidos por el Banco Mundial se han ligado cada
vez más a la condicionalidad.
Al igual que en el caso del Fondo Monetario Internacional, la condicionalidad ha
desencadenado múltiples problemas al Banco Mundial llegando a convertirse en un obstá-
culo serio para el propio funcionamiento de las IFI. Los países menos desarrollados recla-
man insistentemente una suavización de las condiciones exigidas. A pesar de estas
dificultades, el Banco Mundial ha resistido muchos cambios y ha sobrevivido hasta hoy
como uno de los centros básicos de la red institucional con la que se desenvuelve la econo-
mía mundial. Actualmente su presidente es Paul Wolfowitz.
BANCO MUNDIAL
ACTUAL PRESIDENTE: PAUL WOLFOWITZ. Nacionalidad: Estadounidense. El 31 de marzo de
2005 Paul Wolfowitz fue elegido en forma unánime como décimo Presidente del Grupo del Banco
Mundial por el Directorio Ejecutivo de la institución. El Sr. Wolfowitz está especializado en
Matemáticas por la Universidad de Cornell, Ithaca (Nueva Cork). Doctor en Ciencias Políticas de
la Universidad de Chicago (1972).
Anteriores Presidentes del Banco Mundial:
James D. Wolfensohn (1995-2005) George D. Woods (1963 - 1968)
Lewis T. Preston (1991 - 1995) Eugene R. Black (1949 - 1963)
Barber B. Conable (1986 - 1991) John J. McCloy (1947 - 1949)
Alden W. Clausen (1981 - 1986) Eugene Meyer (1946)
Robert S. McNamara (1968 - 1981)
5. EL GATT
El establecimiento en 1930 de la Smoot-Hawley Act elevó al 60% la tasa arancelaria prome-
dio en Estados Unidos. El resto de países tomaron represalias imponiendo sus respectivas
restricciones, con lo que se desató una guerra comercial internacional.
La Smoot-Hawley Act impulsó una brusca caída de la actividad económica, por lo
que unos años después de promulgada esta ley la administración estadounidense llegó a la
conclusión de que era necesario reducir las barreras arancelarias. Con este fin comenzaron
a realizarse reuniones bilaterales que tuvieron escasos resultados, aunque constituyeron un
precedente del acuerdo al que se llegó finalizada la Segunda guerra mundial.
La experiencia acumulada hizo que los responsables de la política económica de
diversas naciones defendieran el libre comercio como elemento esencial para la prosperi-
dad internacional y de hecho, junto con la creación del FMI y el Banco Mundial, se había
previsto también una organización que estaría encargada de fomentar la liberalización del
comercio mundial. Con este fin se aprobó en 1948 la “Carta de la Habana”. Sin embargo,
aunque esta Carta es el documento constituyente de la Organización Mundial de Comercio
(OMC), dicha organización no ha surgido hasta 1995 ya que no se produjo la necesaria rati-
ficación por los distintos gobiernos. Ante la falta de ratificación, las cuestiones relaciona-
das con el comercio internacional quedaron reguladas provisionalmente por el Acuerdo
General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT5) que consiste en un pacto interna-
cional orientado a limitar la intervención gubernamental restrictiva del comercio interna-
cional. Su objetivo era elevar los niveles de vida mediante una reducción significativa de los
aranceles, de otras barreras comerciales y de la erradicación del trato discriminatorio en el
comercio internacional6.
Para que el GATT alcanzara su objetivo era necesario el cumplimiento de unas
normas de conducta orientadoras de la política comercial internacional. Por ejemplo, los
firmantes del GATT no pueden utilizar subsidios a la exportación, excepto para productos
agrícolas. Aunque esta excepción fue originalmente impuesta por Estados Unidos, actual-
mente es utilizada por la Unión Europea. Estos países tampoco pueden imponer cuotas de
importación, excepto cuando las importaciones amenacen con excluir bruscamente del
mercado a una producción nacional. Además, los distintos países se comprometen a
compensar cualquier nuevo arancel o incremento en uno ya existente con reducciones de
otros para no perjudicar a los países exportadores afectados.
Para conseguir el cumplimiento de estas obligaciones se estableció el principio de la
no discriminación, que comprende dos cláusulas: la cláusula de nación más favorecida
(NMF) y la cláusula de trato nacional.
a) La cláusula de NMF7 consiste en un acuerdo entre dos naciones para aplicarse
entre sí los aranceles más bajos concedidos a cualquier otra nación. De esta forma
todos los países miembros se obligan a concederse mutuamente un trato tan favo-
rable como el que conceden en materia comercial a cualquier otro país. A pesar
de esta cláusula hay excepciones. Por ejemplo, se permite la formación de
bloques comerciales regionales, como la Unión Europea o el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte, cuando impliquen reducciones arancelarias.
b) La cláusula del trato nacional obliga a los países miembros del GATT a conce-
der a las industrias de otros países el mismo trato que a las industrias nacionales
siempre que hayan introducido bienes o servicios extranjeros en el mercado
nacional. Su consecuencia directa es que no puede utilizarse ninguna reglamen-
tación o impuesto nacional contra productos extranjeros.
Con estas cláusulas, los resultados de las negociaciones entre dos países se pondrí-
an al alcance de todas las demás de forma inmediata. Aunque precisamente una de las
deficiencias que presentaron las negociaciones comerciales dentro del GATT entre 1940
y 1970 fue el escaso número de naciones que intentaron negociar, quedándose la mayo-
ría a la espera de las liberalizaciones conseguidas por terceras naciones que alcanzaran un
acuerdo.
Fuente: WTO
6. EJERCICIOS
1. La condicionalidad es impuesta por el FMI y el BM como criterio para conceder
créditos y para garantizar su devolución así como la racionalidad de los fines a los
que son destinados. Sin embargo, constituyen el principal motivo de crítica por
parte de los países que necesitan financiación, ya que implican el cumplimiento de
unos exigentes requisitos. Razone acerca de la justicia y conveniencia de la cláu-
sula de condicionalidad impuesta por las IFI.
2. A pesar de que el GATT en su momento, y actualmente la OMC persiguen como
objetivo fundamental la liberalización del comercio y la eliminación de todas las
trabas, sin embargo la PAC es una buena muestra de que el mundo está muy lejos
de conseguir el libre comercio. Razone sobre las ventajas e inconvenientes de la
Política Agrícola Común y los motivos por los que ésta existe a pesar de basarse
en principios totalmente opuestos a los defendidos por la OMC.
T E M A
14
DESARROLLO ECONÓMICO
EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX
Los Estados Unidos eran la nación más poderosa del mundo desde el punto de vista
político y económico. Habían adoptado un sistema de libre mercado con escasísima presen-
cia del sector público, aunque orientado por los intervencionistas postulados keynesianos.
El dólar estadounidense se había convertido en la principal moneda de reserva o moneda
n-ésima dentro del sistema de Bretton Woods y su temprana convertibilidad en el mercado
de divisas facilitó su uso en el comercio internacional, contribuyendo a que fuera la mone-
da dominante.
A la par que se alzaba la hegemonía económica de Estados Unidos, y mientras
Europa veía decrecer su peso en el conjunto del mundo, la URSS se expandía notablemen-
te tanto desde el punto de vista territorial como por la creación de una zona de protección
(formada por Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria y la República
Democrática Alemana), países en los que se implantó el modelo soviético. En este escena-
rio, a Estados Unidos le interesaba que Europa se fortaleciera para ser capaz de hacer fren-
te a la amenaza comunista de la Europa del Este, pero Europa se encontraba muy debilitada
económicamente tras la guerra. Por este motivo la administración estadounidense planteó la
doctrina Truman, que consistía en ayudar a los países que evitaran las tentativas de domi-
nación por parte del bloque soviético. La doctrina Truman tuvo su materialización en el Plan
de Recuperación Europea (European Recovery Program (ERP)), más conocido como Plan
Marshall, un programa de reactivación económica2 que hizo que llegaran cuantiosísimas
ayudas desde Estados Unidos hasta Europa con el objetivo de fortalecer sus debilitadas
economías y evitar así la expansión soviética.
El Plan Marshall fue expuesto por el entonces secretario de Estado George C.
Marshall en un discurso pronunciado en la Universidad de Harvard el 5 de junio de 1947,
y fue aprobado por el Congreso estadounidense el 2 de abril de 1948. A diferencia de las
ayudas anteriores, el 90% de las ayudas del plan Marshall fueron donaciones y sólo el 10%
se materializó en forma de créditos. Para distribuir la ayuda del Plan Marshall se creó en
1948 el Comité Europeo de Cooperación Económica (OECE3).
El Plan supuso una ayuda aproximada de 13.000 millones de dólares entre 1947 y
1952 aunque repartidos de manera desigual, ya que Estados Unidos consideró conveniente
conceder una proporción mayor a los países que se consideraban amenazados por el comu-
nismo, como Francia e Italia. Gran Bretaña fue la más beneficiada, y obtuvo el 24% del
total de las ayudas. Francia, el 20%, Italia el 11%, el 10% Alemania occidental y los Países
Bajos, el 8%. Durante el primer año del Plan Marshall la mayor parte de la ayuda que reci-
bió Europa se necesitó para comprar alimentos. Más adelante, se fue destinando a la adqui-
sición de materias primas y a la reconstrucción de la capacidad productiva.
Esta corriente de dólares no sólo benefició a los países receptores de la ayuda, sino
que los Estados Unidos asistieron a la creciente apertura de sus mercados y a un incremen-
2 El Plan Marshall fue concebido para que tuviera una duración de cuatro años. Formalmente el Plan Marshall
nació el 3 de abril de 1948 con la firma de la Foreign Assistance Act por el presidente de Estados Unidos
Truman, y terminó el 30 de septiembre de 1951.
3 La OECE pasó a denominarse OCDE en 1960 -Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico.
~ 260 ~ HISTORIA ECONÓMICA
to de las exportaciones. Este proceso fue común al resto de países capitalistas, los cuales
registraron desde los años cincuenta hasta la primera crisis del petróleo en 1973 un sensi-
ble crecimiento económico en todos los órdenes: en la producción de bienes y servicios de
consumo, en la producción de bienes de inversión, en el comercio interior y exterior y en
las transacciones financieras. El Plan Marshall fue un éxito y tuvo un papel determinante
para lograr la recuperación económica y el asentamiento de los regímenes democráticos y
parlamentarios en Europa Occidental, dando comienzo a una nueva época de prosperidad.
En 1955, los países del BENELUX propusieron a los países miembros de la CECA
la creación de un “mercado común”. Para estudiar la propuesta se encargó la elaboración
de un informe completo a un comité de expertos presidido por Paul Henri Spaak. Spaak
había ocupado en Bélgica diversos puestos ministeriales antes de la Segunda Guerra
Mundial y desde 1941 fue uno de los creadores de la unión aduanera con los Países Bajos
y Luxemburgo, que dio lugar al BENELUX en 1944. Desde entonces promovió y apoyó
todas las iniciativas de integración europea.
El informe se realizó con gran rapidez, culminando el 25 de marzo de 1957 en la
firma en Roma del Tratado constitutivo de la Comunidad Económica Europea (CEE). El
primer objetivo de la CEE era crear un mercado común. En esa misma fecha también se
firmó el Tratado constitutivo de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (EURA-
TOM). En su comienzo, la CEE quedó constituida únicamente por seis miembros: Francia,
Alemania Occidental, Bélgica, Luxemburgo, Países Bajos e Italia. Como fórmula para
lograr un mercado común, el Tratado de Roma preveía la unión aduanera entre los países
firmantes y la libertad de circulación de trabajo. Pero el libre comercio en la CEE consti-
tuía sólo el primer paso para lograr un objetivo mucho más ambicioso, que no era otro sino
la futura integración económica. Gran Bretaña, que había rechazado la invitación para
unirse a la CEE, formó en 1959 la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA4) junto
con Austria, Dinamarca, Noruega, Portugal, Suecia y Suiza, a la que se asoció Finlandia
en 1961. La EFTA tenía entre sus objetivos la supresión de restricciones comerciales, lo
que se produjo rápidamente. Tres años después de su creación los países fundadores se
plantearon la disyuntiva entre convertirse en miembros de la CEE o asociarse a ella. Pese
a su inicial rechazo, Gran Bretaña solicitó adherirse a la CEE en 1963 pero Francia se
negó. Finalmente consiguió la admisión en 1973 junto con Dinamarca e Irlanda, lo que
rompió la EFTA.
La creación de la CEE fue determinante en el fuerte crecimiento económico que
Europa experimentó durante los años cincuenta y sesenta. El comercio intraeuropeo
creció a un ritmo superior al del PIB respectivo de cada país, fundamentalmente en el
comercio de productos manufacturados. Los productos agrícolas estaban sometidos a una
regulación diferente emanada de la Política Agrícola Común (PAC). La PAC establece
precios de apoyo para las principales partidas agrícolas producidas por los países de la
Comunidad e impone unos aranceles para las importaciones extra comunitarias iguales a
la diferencia entre el precio de apoyo y el precio mundial. Desde su establecimiento, las
distorsiones introducidas por la PAC en el mercado intracomunitario y en el resto de los
países son incuantificables, pero afectan de una forma especialmente perjudicial a los
países del Tercer Mundo, que son incapaces de penetrar con sus productos agrícolas en
las economías europeas. El crecimiento del comercio extracomunitario también fue muy
elevado durante los años cincuenta y sesenta, cifrándose en torno a un 5% anual prome-
dio en cada país.
No sólo creció el comercio. También se incrementaron los movimientos interna-
cionales de capitales que, si bien al comienzo de la posguerra habían estado dominados
5 El Plan Werner, aprobado en 1971, recoge las fases necesarias para conseguir la Unión Económica y
Monetaria: la convertibilidad irreversible de las monedas comunitarias, la centralización de la política mone-
taria y crediticia y la puesta en circulación de una moneda común.
6 ECU: European Currency Unit.
7 El cambio de denominación de la moneda única se decidió en la reunión del Consejo Europeo celebrada en
Madrid en diciembre de 1995.
DESARROLLO ECONÓMICO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX ~ 263 ~
(a) Estimaciones a abril de 2000; (b) Definitivo a septiembre de 2000; (c) Estimaciones a septiembre de 2000.
Fuente: Elaborado a partir de World Economic Outlook Database, abril y septiembre de 2000, FMI.
~ 264 ~ HISTORIA ECONÓMICA
3. LA CRISIS DE 1973
Durante los años setenta la evolución del mundo occidental estuvo marcada por el colapso
del sistema de Bretton Woods 1971, la consiguiente adopción de tipos de cambio flotantes
y la crisis económica que se desencadenó en 1973, cuando el mundo se vio sacudido por la
primera crisis del petróleo. ¿Por qué se produjo la crisis? En octubre de 1973 comenzó una
guerra entre Israel y los países árabes, y tanto Estados Unidos como Holanda decidieron
apoyar a Israel. La respuesta por parte los países árabes miembros de la OPEP8 fue el
embargo en el abastecimiento de petróleo a esos dos países. Con el recorte de las exporta-
ciones de petróleo por parte de los países árabes se incrementó su precio, hasta tal punto
que en tan sólo seis meses el precio del crudo se había cuadruplicado, dando lugar a un
ascenso en cascada del precio de otros bienes y servicios. Las balanzas de pago de los países
europeos sufrieron un fuerte desequilibrio. La inevitable recesión, en la que se registraron
unas tasas de desempleo desconocidas desde la Gran Depresión, se vio acompañada por un
fuerte proceso inflacionista. Esta anormal situación macroeconómica fue bautizada con el
nombre de estanflación. La recesión inflacionaria o estanflación constituyó un fenómeno
macroeconómico no previsto por las doctrinas keynesianas, que asociaban el estancamien-
to a la deflación, con lo que el keynesianismo empezó a entrar en declive.
La crisis económica se agudizó aún más entre 1974 y 1975. En respuesta, la mayo-
ría de los países emprendieron políticas monetarias y fiscales expansivas que condujeron a
una progresiva recuperación de sus economías a partir de la segunda mitad de 1975, aunque
el crecimiento de la producción no consiguió recuperar las tasas de desempleo previas a la
crisis. El resultado de las balanzas de pagos en el mundo occidental fue revirtiendo su signo.
En el cuadro 14.3 podemos observar la evolución de la inflación en los principales
países industrializados entre 1973 y 1980.
Fuente: OCDE. Economic Outlook: Historical Statistics, 1960-1986. París, OCDE, 1987,
en Krugman, P. (2001): Economía Internacional, Madrid, McGraw Hill, p. 465
14 –
12 –
10 –
Porcentaje
Desempleo
8–
6–
4–
2–
Inflación
0
1972 1976 1980 1984 1988 1992 1996 2000
1974 1978 1982 1986 1990 1994 1998
sólo estaban en manos del Estado la propiedad de los medios de producción, sino también
las decisiones sobre el proceso económico. La planificación central, y no el ánimo de
lucro, determinaba todas las decisiones estratégicas del proceso económico, con el obje-
tivo de lograr tasas de desarrollos similares a las alcanzadas por los países no socialistas.
La nacionalización de los medios de producción fue más rápida en los países que
habían padecido la ocupación alemana (Polonia, Yugoslavia y Checoslovaquia), debido
a que estaban totalmente arrasados. El proceso siguió adelante en todo el bloque sovié-
tico aunque con distintos ritmos, y a comienzos de los años cincuenta ya se habían
nacionalizado la mayor parte de las ramas de actividad económica. La agricultura fue el
sector que planteó más dificultades y donde los resultados de la planificación fueron
más dispares.
Las reformas económicas pusieron su énfasis en el crecimiento extensivo para
conseguir incrementar rápidamente la producción, no por una mejor productividad, sino
por la utilización de un mayor número de factores productivos. En consecuencia, la tecno-
logía tuvo un lugar secundario entre las prioridades. La industrialización se centró en la
industria pesada y en la fabricación de los bienes de equipo, que se desarrolló sin ningún
tipo de coordinación.
Aunque el factor capital no era la principal preocupación de los gobiernos planifica-
dores de la Europa oriental, su dotación también creció como fórmula para activar la
productividad del trabajo, fundamentalmente en industria y bienes de producción. Alemania
oriental fue el país en el que más aumentó la productividad. En el resto, el crecimiento se
basó fundamentalmente en el incremento de los factores productivos.
Como resultado, los países que adoptaron esta fórmula experimentaron tasas de
crecimiento más rápidamente y más elevadas que las cuantificadas en Europa occidental, y
conllevó un enorme incremento de la renta nacional, de la producción industrial y de las
tasas de empleo. El bloque soviético asistió a una larga etapa de esplendor. Dada la dete-
riorada situación de partida, el crecimiento económico de Europa oriental no puede menos
que calificarse de espectacular.
Acorde con el diseño nacionalista y planificador del bloque soviético, esta línea
de crecimiento puso en marcha la sustitución de importaciones potenciando la autosufi-
ciencia y el comercio entre los países pertenecientes al bloque. El comercio exterior
quedaba relegado a un lugar secundario y la importación de tecnología procedente de
Europa occidental únicamente se permitía en algunos casos. Este rechazo al comercio
con occidente generó un lastre terrible, ya que los países del bloque soviético no pudie-
ron importar la tecnología que necesitaban para relanzar sus economías, de la cual eran
deficitarios.
Esta estrategia no fue gratuita. La etapa expansiva se tornó en recesiva. La causa
fue la productividad decreciente de los factores productivos, que desembocó en tasas de
crecimiento negativas. Uno de los motivos raíces de la falta de productividad está en la
esencia misma del sistema, en la planificación. La burocratización de la actividad econó-
mica dio lugar inevitablemente a ineficiencias y a ausencia de incentivos. La planifica-
ción era el caldo de cultivo perfecto para aunar ineficiencia y despilfarro y, como
~ 268 ~ HISTORIA ECONÓMICA
resultado, la Unión Soviética, que había abordado los años sesenta como una superpo-
tencia, comenzó un camino sin retorno.
Desde mediados de los años setenta todos los indicadores económicos fueron en
declive. El bloque soviético se vio incapaz de abastecer de alimentos a la población.
Había escasez de vivienda. Los trabajadores del campo que habían emigrado a la ciudad
buscando un mejor nivel de vida no veían cumplidas sus expectativas, y el atraso tecno-
lógico era más que evidente. La situación podría haber sido aún peor si la crisis del
petróleo de 1973 hubiera tenido los mismos efectos negativos que en Europa occidental.
Sin embargo, el bloque soviético se autoabastecía de suministros energéticos, incluso
tenían capacidad exportadora. Pero ante los elevados precios del petróleo en el mundo
occidental, la Unión Soviética decidió en 1975 incrementar los suyos, con la conse-
cuencia inmediata de un incremento en los costes de producción de los países de Europa
oriental.
Tras la segunda crisis del petróleo la situación empeoró con el agotamiento de algu-
nos pozos petrolíferos, siendo cada vez más costosas las extracciones. Además el déficit
tecnológico impuso la necesidad de importar maquinaria y tecnología de Europa occiden-
tal y de Estados Unidos, con lo que los países soviéticos comenzaron a acumular una impor-
tante deuda. Para hacer frente a la insostenible deuda los países del bloque soviético
tuvieron que reducir las ya escasas importaciones de tecnología procedentes de Europa
occidental. Como consecuencia, el crecimiento se desaceleró aún más.
La comparación de los resultados económicos del mundo capitalista con los obteni-
dos por países del bloque soviético a mediados de los años ochenta permitió constatar la
menor productividad en todos los sectores y de forma muy acusada en la agricultura. Los
déficits alimentarios obligaron a las autoridades a imponer los racionamientos, haciéndose
cada vez más patente que el sistema era incapaz de ofrecer a su población el proclamado
bienestar y el modelo planificador empezó a estar fuertemente cuestionado en la mayoría
de los países del bloque soviético. A comienzos de los años ochenta Europa oriental se
encontraba fuertemente endeudada y era incapaz de pagar la deuda, de alimentar a su pobla-
ción y de mantener unos niveles de vida mínimamente razonables. La población estaba
descontenta y los trabajadores, desmotivados, tenían una escasísima productividad. Era
innegable el fracaso del sistema.
A finales de los años ochenta vino a sumarse a los anteriores un problema adicional:
como protesta ante la falta de valor del dinero por el repunte de la inflación los agriculto-
res dejaron de enviar alimentos a las ciudades, agravándose aún más la situación de
desabastecimiento. La debilidad económica era tan acusada que llegó a estar en peligro el
mantenimiento de la carrera armamentística. El gasto en armamento representaba un impor-
tante peso relativo respecto al PIB soviético para intentar mantener la guerra fría –en torno
al quince por ciento del PIB–. La situación de atraso tecnológico se vió agravada cuando
Ronald Reagan, entonces presidente de Estados Unidos (1980-1988), emprendió un ambi-
cioso programa de rearme llamado Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE), más conoci-
do como “la Guerra de las Galaxias”. Se trató del mayor programa de rearme en paz de la
historia de EE.UU. Puso en marcha además la llamada Doctrina Reagan, consistente en
DESARROLLO ECONÓMICO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX ~ 269 ~
9 Mijail Gorbachov fue galardonado en 1990 con el Premio Nobel de la Paz. Ha sido el último presidente de
la URSS.
~ 270 ~ HISTORIA ECONÓMICA
6. LA MUNDIALIZACIÓN
La creciente interdependencia económica de los países no ha surgido casualmente, sino que es
resultado de la historia reciente vivida en el mundo, de tal forma que el aislamiento económi-
co es actualmente algo impensable para cualquier nación que persiga el crecimiento económi-
co y el bienestar de su población. Las economías de todos los países están relacionadas con el
resto del mundo a través de intercambios de bienes y servicios, de factores productivos, de
movimientos de capitales y también mediante las interrelaciones que tienen las políticas econó-
micas nacionales. En consecuencia, todos los elementos de las economías se han hecho inter-
dependientes. La formación de la Comunidad Económica Europea, la progresiva integración
de Estados Unidos en la economía mundial a partir de los años ochenta, la creciente importan-
cia de las compañías multinacionales y el poder oligopolista de la OPEP han sido algunos
hechos impulsores de este camino hacia una economía global. Ninguno de estos elementos es
resultado de la planificación, por lo que podemos afirmar que la mundialización o globaliza-
ción10 de la economía es el triunfo de la economía capitalista.
Una muestra de esta creciente mundialización de la economía es el incremento del
comercio internacional, que favorece la especialización de los países y posibilita el acceso
a mayor cantidad y variedad de productos en condiciones muy competitivas.
10 Mundialización es el término originario y es el utilizado por los autores franceses, aunque se ha dejado de
utilizar. Actualmente se usa el término globalización.
DESARROLLO ECONÓMICO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX ~ 271 ~
Esta tendencia queda de manifiesto por el peso relativo que implican las exportacio-
nes e importaciones respecto al PIB de cada país. El comercio internacional se ha visto
potenciado muy especialmente por los acuerdos internacionales alcanzados en las negocia-
ciones del GATT y, posteriormente, de la OMC.
En el cuadro 14.6 podemos observar el porcentaje de exportaciones e importaciones
en los distintos bloques de países en función de su desarrollo económico como porcentaje
del total del comercio internacional en el periodo 1980-2002.
Exportaciones Importaciones
Población Población de la PIB PPA/hab. PIB PPA del país Tasa media anual de
(hab.) región/área respecto (US$) (región/área)/PIB incremento del IPC
de la población PPA total mundial (1990-1998)
mundial (%) (%) Media simple
Aunque con grandes diferencias entre países, todos ellos muestran elevadísimas tasas
de natalidad, descenso de la tasa de la tasa de mortalidad, bajísima productividad de la agri-
cultura, índices escasísimos de escolarización… elementos todos ellos que conducen inexo-
rablemente al círculo vicioso de la pobreza. La divergencia entre estos países es tan enorme
que actualmente ya se habla del Cuarto Mundo, compuesto por el grupo de los países con
pobreza extrema. Actualmente existen más de mil millones de personas clasificadas por el
Banco Mundial como pobres absolutos11.
Uno de los graves problemas con los que se enfrentan estos países son las prácticas
que, a pesar de los esfuerzos liberalizadores, siguen restringiendo el libre comercio inter-
nacional y dificultando el crecimiento económico de los países menos desarrollados.
Todavía existen restricciones arancelarias y políticas en los países desarrollados para prote-
ger los mercados internos, siendo un buen ejemplo de ello la PAC. Para que la expansión
del comercio internacional beneficie también a los países pobres es prioritario eliminar el
proteccionismo de las reglas internacionales que lo regulan, ya que perjudica a los países en
desarrollo12.
La deuda externa es otro problema de enormes dimensiones para estos países que
hace treinta años, sólo afectaba a los países industrializados, pero que ha ido ampliándose
a los países subdesarrollados y en vías de desarrollo tras la segunda crisis del petróleo. La
situación se calificó de catastrófica cuando, a principios de los años ochenta, los quince
países más endeudados del mundo se vieron en la obligación de devolver más dinero del
que recibían en forma de nuevos créditos. Es decir, rompiendo la lógica con la que fueron
concebidos los préstamos del Banco Mundial, el destino de estos empezó a ser la devolu-
ción de la deuda. El problema es enorme y se autoalimenta. La deuda adquirida hace
contraer nuevas deudas, lo que bloquea el crecimiento: al pagar sus compromisos estos
países se quedan sin las reservas de divisas que les permitirían importar la tecnología y
maquinaria capaz de impulsar su desarrollo.
Pero el desarrollo económico está fuertemente condicionado por las instituciones
políticas de los países. Es una evidencia que la modernización política es un requisito previo
al crecimiento económico. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo,
las instituciones responsables encargadas de la gestión de los asuntos públicos suelen ser el
eslabón perdido entre los esfuerzos contra la pobreza y la reducción de la pobreza13.
En el cuadro 14.8 podemos observar, según un estudio del Banco Mundial, la rela-
ción objetiva entre el crecimiento económico y la reducción de la pobreza.
El endeudamiento y el colapso del proceso de crecimiento no sólo afectan a los
países prestatarios, sino que también se convierte en un problema para los países presta-
mistas. Las ayudas consistentes en donaciones, préstamos y créditos a bajo interés son un
alivio temporal, pero no logran revertir el signo del problema.
11 Se entiende por Pobres absolutos aquellas personas que padecen malnutrición constante, analfabetismo,
elevadas tasas de mortalidad, etc. (Según definición del Banco Mundial).
12 Véase Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD (2000): Informe sobre la Pobreza.
13 PNUD (2000):Informe sobre la Pobreza
~ 274 ~ HISTORIA ECONÓMICA
Nota: Los datos de Uganda corresponden al período de 1992-2000 y corresponden a sus cifras oficiales sobre el
nivel nacional de pobreza por ser éstos los datos disponibles.
7. EJERCICIOS
1. Las políticas fiscales y monetarias adoptadas durante la primera crisis del petró-
leo fueron posibles por los tipos de cambio flotantes. ¿Qué hubiera ocurrido si los
tipos de cambio hubieran sido fijos?
2. Una de las medidas que puso en marcha Gorbachov para activar la deteriorada
economía soviética fue el incremento de los precios de las bebidas alcohólicas
unido a un cierto número de dificultades para su consumo, como la restricción de
horario en los establecimientos dispensadores de bebidas alcohólicas o la dismi-
nución de los puntos de venta. ¿Se le ocurre alguna razón económica por la que
el entonces presidente tomara estas medidas?
14 Uno de los instrumentos más eficaces en la lucha contra la pobreza son los microcréditos.