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Washington Padilla J.
2008
Primera edición: 1989
Segunda edición
ISBN: 978-9978-84-483-0
Derechos de autor: 004063 • Depósito legal: 004151
Impreso en el Ecuador, noviembre 2008
Impresión: Ediciones Fausto Reinoso, Av. Rumipamba E1-35 y 10 de Agosto, of. 203, Quito.
Levantamiento de textos: Teresa Luna • Supervisión editorial: Jorge Ortega • Diagramación: Margarita
Andrade R. • Corrección de textos: Carmen Gangotena y Manuel Mesa • Diseño de cubierta: Raúl Yépez
Contenido
Presentación 7
Prólogo 11
I. Antecedente coloniales 15
II. Precursores del siglo XIX (I)
(La Gran Colombia 1822-1830) 45
III. Precursores del siglo XIX (II)
(1830-1895) 87
IV. Origen de las primeras misiones establecidas en el Ecuador 141
V. Establecimiento de las misiones extranjeras (I)
(1895-1899) 163
VI. Establecimiento de las misiones extranjeras (II)
(1900-1912) 211
VII. Años de lento avance (I)
(1912-1925) 257
VIII. Años de lento avance (II)
(1925-1945) 283
IX. Los últimos cuarenta años 329
X. Conclusión 361
Bibliografía 371
Anexo
Los últimos años 379
El autor 405
Nota editorial
LaIglesiaylosdiosesmodernos.HistoriadelprotestantismoenelEcuador
es un libro necesario y bueno, escrito profesional y pastoralmente por un israelita
sin dolo que lleva el tan contradictorio nombre de Washington Padilla.
Este libro es necesario porque nadie había escrito todavía una historia del
protestantismo en el Ecuador. En 1986, Tomás Bamat publicó en El Conejo
¿Salvaciónodominación?, libro que vino a ser –sin pretenderlo– una minihistoria.
En 1987, María Albán y Juan Pablo Muñoz dieron a luz en Editorial Planeta Con
Diostodosepuede.LainvasióndelassectasalEcuador.Como indica el título, se
refería solamente a las sectas. Ninguno de estos libros dirigidos al gran público
tenía pretensiones históricas. En el uno predominaba el enfoque sociológico y en
el otro la información periodística. De las cuarenta entradas bibliográficas anota-
das por Padilla bajo el título “Historia del protestantismo en el Ecuador” ninguna
es un recuento comprehensivo de la historia del protestantismo en nuestro país;
solamente son estudios y materiales sobre el tema. No hay pues ninguna exagera-
ción al calificar el libro de Padilla como necesario. Lo es y llena un vacío.
En efecto, luego de una síntesis sobre los antecedentes coloniales comienza
propiamente la narración acerca de los precursores del protestantismo a partir de
1822. Nada o casi nada se sabía de la actividad de los difusores de la Biblia en la
Gran Colombia. Este libro llena ese vacío. E igualmente llena el gran vacío de noti-
cias sobre nuevos difusores y sus primeros intentos de establecer comunidades
evangélicas entre 1830 y 1895. Para la historia de la pedagogía ecuatoriana resul-
tan muy útiles las informaciones que ofrece sobre la ayuda de algunos de esos difu-
sores de la Biblia a la educación primaria y secundaria, a partir del Nuevo
Testamento y especialmente de los Cuatro Evangelios, como texto de lectura.
Concluida esta parte preparatoria del libro, el autor entra de lleno a historiar
el establecimiento de las misiones protestantes extranjeras en Ecuador entre 1895
y 1912 y su lento enraizamiento en algunas zonas del país hasta 1945. Un capítu-
lo final cubre el período comprendido entre 1945 y 1985, año hasta el que se
extiende la obra. Como se ve por esta breve descripción, el libro realmente llena
8
SimónEspinosa
Abril de 1989
Prólogo
de la primera edición
Aunque la historia siempre tuvo un atractivo especial para mí, fue solamen-
te hace unos veinticinco años –cuando estaba desempeñándome como pastor de
una de las iglesias evangélicas de la capital–, que la historia de la Iglesia empezó
a tener un sentido práctico: más que la curiosidad intelectual de conocer el pasado
del movimiento al que pertenecía era el deseo de ayudar a mis hermanos a ganar
conciencia de quiénes éramos y de dónde habíamos venido. Tenía la impresión de
que una iglesia que no conoce su pasado es como una persona que ha perdido la
memoria: no sabe quién es ni de dónde viene ni a dónde va.
Esto me llevó a instituir en la iglesia una vez al mes una reunión en la que,
además de cantar y confraternizar como “hermanos en la fe”, hacíamos el esfuer-
zo por conocer la historia del procedimiento, empezando con el siglo XVI, pasan-
do por la llegada de los primeros cristianos protestantes a América Latina y termi-
nando con el esfuerzo de los primeros agentes de la Sociedad Bíblica Británica y
Extranjera por difundir la Biblia en el Ecuador.
Indudablemente este esfuerzo por conocer algo de nuestra historia no fue el
único factor que contribuyó a que la iglesia empezara a ganar cierta “personali-
dad”, cierta madurez. Tampoco tengo duda de que fue un factor que contribuyó a
ello.
Posteriormente el movimiento protestante en el Ecuador pasó por la más
seria crisis de su historia, a mediados de la década del sesenta, cuando un grupo de
jóvenes –inquietos por los problemas que existían dentro del movimiento– publi-
caron un pequeño periódico que llevaba el sugestivo título de Despertar. Como se
relata en esta obra, ese hecho sacudió a las jerarquías de los grupos protestantes del
país hasta sus cimientos.
Sin haber tenido ningún conocimiento previo de que se iba a publicar aquel
periódico, cuando su único número salió a luz me encontré en el vértice de las reac-
ciones, por la sencilla razón de que en ese momento me desempeñaba como presi-
dente de la Confraternidad Evangélica Ecuatoriana, que agrupaba a un buen núme-
ro de las iglesias, misiones y organizaciones protestantes del Ecuador. Quizás fui
12
uno de los evangélicos ecuatorianos que más intensamente vivió ese acontecimien-
to. Por lo mismo, para mí ese evento fue un verdadero despertar, no solamente en
el sentido de que allí empecé a darme cuenta de aspectos de la vida cristiana que
antes no había percibido, sino en el sentido de que allí empecé a ganar conciencia
de que la historia y la vida de la Iglesia están íntimamente relacionadas con la his-
toria y la vida del mundo en general y, en nuestro caso, del Ecuador en particular.
Uno de los aspectos sobre el cual gané conciencia entonces, era la relación
que existe entre el conservadurismo religioso y el conservadurismo político. Antes
ingenuamente había pensado que solamente en el caso de países católicos, como el
nuestro, “la Iglesia se había casado con el poder”. Allí empecé a darme cuenta de
que exactamente lo mismo sucede en países protestantes: desafortunadamente,
muchas veces las iglesias evangélicas se convierten en apoyo de las fuerzas más
retardatarias e injustas de la sociedad, en lugar de cumplir la función que tan acer-
tadamente resume el proverbista bíblico: “levanta la voz por los que no tienen voz;
¡defiende a los indefensos! Levanta la voz y hazles justicia; ¡defiende a los pobres
y a los humildes!” (Prov. 31.8, 9).
Posteriormente, a medida que he estudiado este tema y más que nada a medi-
da que he observado y en cierta medida he participado en el drama de un pueblo
que ve empeorar sus niveles de vida hasta extremos increíbles, he llegado a la con-
vicción de que una de las tareas más urgentes que tenemos los cristianos conscien-
tes de estos hechos es la de ayudar a la Iglesia a desembarazarse de sus ataduras
con el “orden establecido” –el sistema de opresión e injusticia que la Biblia llama
“mundo”– y cumplir su misión de anunciar y encarnar, por lo menos en alguna
medida, el Reino de amor, justicia, gozo y paz que Jesús vino a inaugurar.
Esto es tanto más urgente porque hoy día ese “orden establecido” ha adqui-
rido la forma de imperialismo mundial que extiende sus tentáculos a los confines
del planeta, para oprimir, matar de hambre y llevar el dolor a millones de hombres,
mujeres y niños en un holocausto diario de dimensiones dantescas. Y hacen esto
sirviéndose de una ideología engañosa que oculta la horrenda realidad, mientras el
sistema económico, político y social que nos rige se adueña de esos millones de
seres humanos para ofrecerlos en sacrificio a los dioses falsos del mundo moder-
no: el dios-oro primero y luego todos esos otros dioses que pueblan el Olimpo de
los imperios de hoy día: la así llamada “democracia”, la supuesta “libertad”, “la
economía del mercado”, el poder, “el éxito”, “la felicidad”.
Porque de eso se trata: se trata de dioses falsos detrás de los cuales están las
fuerzas satánicas de la avaricia, el despojo, la muerte, la injusticia y la opresión; y
es necesario que los cristianos nos demos cuenta de esto para poder cumplir nues-
tra misión.
Para desenmascarar esta falsa ideología y ayudar a la Iglesia de Jesucristo a
evitar el peligro de convertirse en un “falso profeta”, la historia es un instrumento
privilegiado. Y lo es porque nos muestra con cuánta facilidad los cristianos confun-
13
dimos el Evangelio con el “orden establecido”, por más injusto y criminal que éste
sea. Eso sucedió con la iglesia colonial en América y eso sucede con muchos cris-
tianos evangélicos hoy día. Hay algo de verdad en el dicho de que “la historia se
repite”. En esto también el conocimiento de la historia de la Iglesia es útil. Nos
ayuda a no repetir los errores del pasado, cuando nos damos cuenta de esta realidad.
Pero la historia tiene también otra función: nos da cierta perspectiva para
evaluar nuestra actuación, como Iglesia, en el pasado y preguntarnos cómo debe-
mos desempeñar nuestra misión en el futuro. Y esto, en definitiva es lo más impor-
tante, si hemos de ser obedientes al mando de Jesucristo de ser “sal y luz del
mundo”.
Todos éstos y otros razonamientos me llevaron, a fines de la década del
sesenta, a desear investigar y escribir la historia del movimiento protestante en el
Ecuador. Las limitaciones de tiempo, preparación académica especializada y recur-
sos económicos, sin embargo, impidieron por mucho tiempo cumplir este cometi-
do. Finalmente, esto fue posible gracias a la visión y ayuda fraterna de algunas
organizaciones cristianas, a las cuales deseo agradecer muy sinceramente: prime-
ro, la Misión de Basilea, Suiza, y su secretario ejecutivo para América Latina, el
Dr. Hugo Röthlisberger, que proveyó la mayor parte de los fondos para la investi-
gación y los trabajos básicos, además de un subsidio para la venta del libro en el
Ecuador; también la Federación Luterana Mundial, de Ginebra, Suiza, la Misión
Luterana Sudamericana de Noruega y la Fraternidad Teológica Latinoamericana,
esta última en las etapas de la redacción y publicación de la obra.
Mis efusivos agradecimientos igualmente para el personal de los archivos de
la Sociedad Bíblica Americana y la Iglesia Metodista Episcopal en Nueva York, la
Alianza Cristiana y Misionera en Nyack, la Iglesia Adventista del Séptimo Día en
Washington D.C., y la Iglesia de los Hermanos en Elgin, Estados Unidos. Además,
nunca podré expresar suficientemente la gratitud que siento por el trato tan amable
y cristiano que recibí en Kansas City, mientras trabajaba en los archivos de la
Unión Misionera Evangélica. A Carlos McMindes y Donald C. Palmer, gracias.
Igualmente quiero agradecer a Kathleen Cann, archivista de la Sociedad
Bíblica Británica y Extranjera, en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, por su
eficiente y pronta respuesta a mis repetidas consultas por correspondencia; a
Samuel Escobar, presidente honorario de la Fraternidad Teológica
Latinoamericana, por su estímulo y sus muy pertinentes observaciones respecto al
contenido y el marco ideológico de la obra; a Jean Pierre Bastian, coordinador pro-
testante de la Comisión de Estudios de Historia de la Iglesia en América Latina
(CEHILA), por sus orientaciones historiográficas; a mi hermano Raúl Padilla, por
su ayuda en la consecución de invalorables documentos del fondo Thomas B.
Wood, del archivo de DePauw University, Indiana, y a mi hermano René Padilla,
secretario ejecutivo de la Fraternidad Teológica Latinoamericana, por su interés en
que esta obra se concluya.
14
LA LEGITIMACIóN DE LA CONQUISTA
1. Sicutlunalumensuumasolesortitur,quæreveraminorestistoquantitatesimuletquelitate,situ
paritereteffectu,sicregalispotestasabauctoritatepontificalisuæsortiturdignatitissplendorem.
16
Todas las islas y tierras firmes descubiertas y por descubrir, hacia occidente y
mediodía, con todos sus dominios, ciudades, castillos, lugares y villas, derechos, juris-
dicciones y pertenencias, os las donamos y signamos a vosotros y a vuestros herede-
ros y sucesores inperpetuum por el tenor de las presentes, en virtud de la autoridad de
Dios omnipotente, concedida a nosotros en San Pedro, y del vicariato de Jesucristo que
desempeñamos en la tierra (…). Y en virtud de santa obediencia os mandamos que, así
como lo prometéis y no dudamos lo cumpliréis por vuestra máxima devoción y regia
magnanimidad, destinéis a las tierras e islas mencionadas varones probos y temerosos
de Dios, doctos, instruidos y experimentados, para adoctrinar a los indígenas y mora-
dores dichos en la fe católica e imbuirlos en las buenas costumbres.4
Esta unión entre los intereses del Estado español y los intereses de la Iglesia
y la propagación de la fe cristiana se tradujo en la mente de los conquistadores, en
la idea de que ellos eran “la nación elegida por Dios para salvar el mundo”,6 el
Nuevo Israel que venía por mandato de Dios a la conquista de la Tierra Prometida
y que podían, por derecho divino, exigir a la población nativa la sumisión y la
aceptación del cristianismo como ellos lo entendían (el requerimiento). De otra
manera, podían con pleno derecho destruirla, como lo había hecho Josué con los
habitantes de Canaán. Consecuentemente, a medida que avanzaba el proceso de
conquista y colonización de las nuevas tierras, los nuevos “señores de la tierra”
veían en sus gestas la mano de la providencia que guiaba a su pueblo elegido.
Por otro lado, la misma unión de intereses del Estado y la Iglesia condujo
más tarde a que ésta última estuviera casi completamente subordinada a la política
y conveniencias del gobierno español y no pudiera muchas veces desarrollar un
ministerio inspirado en los altos valores del Evangelio y que más bien se convir-
tiera en instrumento de dominación. Esto dio ocasión a que surgieran innumerables
arzobispo González Suárez llama la atención al hecho de que “se engañaría gravemente el que
pensara que el derecho de patronato de los Reyes de España sobre las Iglesias de las Indias occi-
dentales, era un derecho de patronato común, fundado únicamente en las reglas generales del
Derecho canónico; pues era un patronato especial, fundado en la edificación y dotación de igle-
sias y conventos, y en el sostenimiento del culto, en la predicación de la religión cristiana y en
concesiones amplias hechas por la Santa Sede a los Reyes de España”, Federico González Suárez,
Historia general de la República del Ecuador, tomo V, Guayaquil-Quito, Publicaciones
Educativas Ariel, s.f., p. 109.
6. Enrique Dussel, HistoriadelaIglesiaenAméricaLatina,Barcelona, Editorial Nova Terra, 1974,
p. 80. Ver también Justo L. González, “La justificación de la empresa”, en Laeradelosconquis-
tadores, de la colección Yhastaloúltimodelatierra:unahistoriailustradadelcristianismo,vol.
7, Miami, Editorial Caribe, 1980, pp. 53-68; y Samuel Escobar A., “El poder y las Ideologías en
América Latina”, en Pablo A. Deiros, edit., LosevangélicosyelpoderpolíticoenAméricaLatina,
Buenos Aires, Nueva Creación y Grand Rapids, William B. Eerdmans Publishing Co., 1986, pp.
141-180.
7. Rafael Quintero, “La cultura tradicional y la Iglesia en la sociedad ecuatoriana del siglo XIX”, en
Cultura,vol. II, No. 4, Quito, Banco Central del Ecuador, mayo-agosto, 1979, p. 122.
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conflictos entre los personeros del gobierno ibérico y los prelados católicos de las
colonias americanas, como lo señala el arzobispo Federico González Suárez:
El extenso derecho del patronato, concedido por los papas a los Reyes de España
y delegado por estos a los presidentes y reales audiencias de Indias, fue ocasión de
continuos padecimientos para los buenos obispos que gobernaron las iglesias de
América en los primeros tiempos de su fundación.8
Tan reglamentado estaba el ejercicio del derecho del patronato y tantas precaucio-
nes se habían discurrido para conservarlo invulnerable, y sin que pudiera ser menos-
cabado ni en un ápice siquiera, que la acción de la autoridad eclesiástica en el ejerci-
cio de su jurisdicción estaba muy ceñida y apretada, y casi reducida a la mera admi-
nistración de sacramentos (…). En efecto, los obispos celosos deploraban la interven-
ción omnímoda y absoluta de los presidentes y oidores en el gobierno eclesiástico.9
Cada tribu o “nación”, tenía sus ritos, sus ídolos y sus singulares supersticiones. A
ellos consagraban los aborígenes buena parte de sus ocupaciones y preocupaciones.
Los quitus adoraban, como los incas, al sol y a la luna. Los puruhaes, al Tungurahua
y al Chimborazo. Los cañaris a las culebras, sus ríos, sus montes y lagunas sagradas.
El río de Gualaceo, la laguna de Sigsig y el cerro de Huancay-ñang eran objeto de
veneración supersticiosa. Los caraques y mantas rendían culto a Umiña, diosa repre-
sentada en una gran esmeralda. La Umiña cuidaba de la buena salud, de la exuberan-
cia y de la dicha. Y rendían culto también al mar inmenso, a los peces y a las serpien-
tes. Tenían dos templos principales: uno en la isla de La Plata, y otro en la costa con-
tinental. Los jíbaros adoraban a loros y guacamayos y los hacían objeto de curiosas
leyendas.10
A mediados del siglo XV, la mayoría de estos pueblos aborígenes fueron con-
quistados por los incas, procedentes del sur. Según parece, la conquista afectó
especialmente a la población de la meseta central; no así a los grupos que habita-
ban en la Costa y el Oriente, que apenas fueron tocados por los invasores. Aunque
estos “hijos del sol” –los incas– impusieron su cultura a los pueblos dominados, no
pudieron cambiar su forma de vida sino en forma muy limitada.
Entre estas nacionalidades se destacaban los quitus o caras, producto, según
parece, de la fusión de dos pueblos que habían conformado una confederación con
los pantzaleos y eran gobernados por los shyris o jefes supremos. Aunque por
muchos años habían opuesto una tenaz resistencia, finalmente los ejércitos del
Tahuantinsuyo o Imperio Inca, bajo el mando de Huayna-Cápac, el gran inca, los
habían sometido. Este rey hizo de la ciudad de Quito una segunda capital del impe-
rio y se quedó a vivir en ella, junto a la princesa quiteña Paccha, con quien tuvo su
hijo Atahualpa, el último de los incas.
El primer español en pisar tierra ecuatoriana, el 21 de septiembre de 1526,
fue uno de los hombres de Francisco Pizarro, su piloto Bartolomé Ruiz. Pizarro era
un porquerizo español que había formado en Panamá una sociedad con su amigo
Diego de Almagro y el clérigo Hernando de Luque, con el fin de emprender la con-
quista del Imperio Inca, de cuyas grandes riquezas habían tenido noticias. Después
de recorrer las costas ecuatorianas los españoles llegaron hasta la ciudad de
Túmbez, en lo que hoy es el norte del Perú. Estaban a las puertas del
Tahuantinsuyo, un imperio que tenía bajo su dominio a innumerables tribus y rei-
nos, contaba con una población calculada entre seis y diez millones de habitantes
y se extendía por el norte hasta más allá de Pasto, en lo que hoy es Colombia; y
por el sur hasta el río Maule (Chile), cubriendo alrededor de un millón y medio de
kilómetros cuadrados.
Francisco Pizarro volvió a Panamá y luego viajó a España a solicitar al rey
Carlos I autorización para emprender la conquista del Tahuantinsuyo. Accedió el
rey a su pedido, le nombró gobernador y capitán general de los territorios que
habría de conquistar y le dio el encargo de llevar varios sacerdotes para evangeli-
zar a los nativos.
Partiendo de Panamá, en enero de 1531, a la cabeza de 180 hombres y 29
caballos, volvió a recorrer en tres barcos el mismo trayecto anterior. Él y sus hom-
bres desembarcaron en San Mateo, actual provincia de Esmeraldas. Parte de ellos
emprendió camino hacia el sur, orillando las costas, mientras el resto seguía para-
lelamente en las naves por mar. Poco a poco fueron sometiendo a los pueblos que
hallaban a su paso, apoderándose de sus riquezas y abusando de sus mujeres, hasta
llegar a la isla de Puná, en la desembocadura del río Guayas.
A la sazón el Imperio Inca se debatía en una lucha fratricida entre Huáscar y
Atahualpa, los dos príncipes herederos, hijos de Huayna-Cápac que había muerto
seis años antes. Según parece, Huáscar era heredero legítimo, ya que era hijo de
Huayna-Cápac y de su hermana de sangre, la cuzqueña Rava Ocllo. De acuerdo
con las creencias incásicas, esto hacía a Huáscar descendiente directo del Dios Sol,
condición indispensable para tener derecho a la sucesión real. Pero sucedió que
Huayna-Cápac, antes de morir, repartió el imperio entre Huáscar y Atahualpa, éste
21
último –como hemos indicado– hijo de Paccha, princesa quiteña de sangre noble,
pero que no era hermana de Huayna-Cápac. Tal decisión paterna no satisfizo a nin-
guno de los dos hermanos y por esta razón se encontraban trenzados en una lucha
a muerte por el poder, precisamente en el momento de la llegada de los españoles.
Al llegar al Golfo de Guayaquil, Francisco Pizarro encontró que los punaes
estaban en guerra con los tumbecinos, pues éstos favorecían a Atahualpa y los
punaes a Huáscar. Aprovechando esta circunstancia, Pizarro conquistó a los puna-
es, tras vencer una enconada resistencia, y después a los tumbecinos. Luego,
siguiendo más adelante, fundó la ciudad de San Miguel, en el valle de Tangarara,
que posteriormente se llamaría San Miguel de Piura, en el norte del Perú.
Más de año y medio demoraron los españoles en la conquista de los pueblos
de la costa. Durante ese tiempo varias veces estuvieron a punto de perecer, siendo
salvados primero por Sebastián de Benalcázar –que llegó con auxilios en dos bar-
cos desde Panamá– y luego por Hernando de Soto –que llegó de Nicaragua– asi-
mismo con refuerzos, atraídos por las perspectivas de fama y riquezas en el “Mar
del Sur”.
Por fin, en septiembre de 1532, Francisco Pizarro y sus hombres estaban lis-
tos para intentar la acción más temeraria de su aventura: la conquista del Imperio
Inca. En ese momento Atahualpa se encontraba descansando en Cajamarca (hoy
Perú), después de haber vencido y tomado prisionero a su hermano Huáscar, a
quien posteriormente sentenció a muerte. Partiendo de San Miguel, los españoles
remontaron la cordillera de los Andes en dos meses y se dirigieron a Cajamarca.
Enviaron al inca mensajes de amistad al mismo tiempo que preparaban la celada.
Atahualpa, con una candidez increíble, se presentó el día señalado para el encuen-
tro con los extranjeros en la plaza de la ciudad. Él y su séquito se encontraban
desarmados.
El primero que salió a su encuentro fue uno de los sacerdotes que acompaña-
ban a Pizarro, el padre Vicente Valverde. Iba seguido de un indio de nombre
Felinillo, que le servía de intérprete. El sacerdote se presentó para hacer el “reque-
rimiento”, es decir, para explicarle al inca la doctrina católica, demandándole que
se convirtiera a la fe. Pedro Pizarro, un soldado que estaba presente, describe así la
escena:
Llegado que fue el Padre a la andas donde Atabalipa venía, le habló y el dixo a lo
que iva, y le predicó cossas de nuestra sancta ffee, declarandoselas la lengua. Llevava
el Padre un brevario en las manos donde leya lo que le predicaba: el Atabalipa se lo
pidió y el cerrado se lo dio, y como le tuvo en las manos y no supo abrille, arrojole al
suelo. Llamó al Aldana que se llegase a él y le diese la espada, y el Aldana la sacó y
se la mostró, pero no se la quiso dar. Pues pasado lo dicho, el Atabalipa les dixo que
se fuesen para vellacos ladrones, y que los había de matar a todos. Pues oydo esto, el
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11. Rodolfo Agoglia (estudio y selección), Historiografía ecuatoriana, Quito, Banco Central del
Ecuador / Corporación Editora Nacional, 1985, p. 66, tomado de Crónicascoloniales, Biblioteca
Ecuatoriana Mínima, Puebla, Cajica, 1960.
23
con celeridad increíble, y dentro de un período relativamente corto, los primeros con-
quistadores y colonizadores españoles viajaron, conocieron y dominaron la totalidad
del territorio ecuatoriano, inclusive los más lejanos ríos y las más extrañas regiones
del Oriente.13
Las “bestias de carga” que ocupaban los españoles en estas expediciones eran
los indígenas que poblaban el país. Los trataban en tal forma que, según Osvaldo
Hurtado,14 solamente en los primeros 16 años de este período murieron alrededor
12. Andrés Guerrero y Rafael Quintero, “La transición colonial y el rol del Estado en la Real Audiencia
de Quito: elementos para su análisis”, en Revistadecienciassociales, vol. 1, No. 2, p. 17.
13. óscar E. Reyes, op.cit., pp. 132, 133.
14. Osvaldo Hurtado, ElpoderpolíticoenelEcuador, Quito, Centro de Publicaciones de la Pontificia
Universidad Católica del Ecuador, 1977, p. 17.
24
(…) para las expediciones que emprendían, reclutaban centenares de indios y los
empleaban en hacerles llevar a cuestas el fardaje: los pobres indios, con mezquino y
nada sustancioso alimento, durmiendo a la intemperie, rendidos de cansancio, abru-
mados de fatiga, quedaban muertos en los caminos, de tal manera que de los muchos
que eran llevados a esas expediciones, apenas volvían a sus hogares unos pocos. En
esas expediciones no se respetaban ni los más sagrados vínculos de la naturaleza, ni
los más tiernos afectos del corazón; el español tenía en más su rocín que un indio
(…)! Las familias se veían desoladas, porque los padres, los esposos, los hermanos
eran llevados por el conquistador lejos de sus hogares a climas mortíferos, de donde
les era casi imposible volver, así es que el viaje con los extranjeros era la despedida
para el sepulcro. Y muchas veces no era el clima insalubre, ni la falta de alimento, ni
el cansancio lo que hacía perecer a los desventurados indios: los españoles, para
hacerles temer, incendiaban de propósitos sus pueblos y los reducían a cenizas, o hací-
an despedazar a los desnudos indígenas con la jauría de perros, que andaban a llevar
con ese objeto.15
Así los conquistadores se extendieron hacia los cuatro puntos cardinales del
país. Parte del proceso, naturalmente, era la fundación de ciudades, villas y asen-
tamientos en el territorio descubierto y “pacificado”. En esta forma surgió toda una
red de centros urbanos que más tarde se convertiría en la espina dorsal del sistema
administrativo, económico y militar de España en el país. En esta primera fase se
fundaron las principales ciudades: Quito en 1534, Portoviejo en 1535, Guayaquil
entre 1535 y 1542 (fue fundada y trasladada a varios lugares debido a los ataques
de los indígenas), Loja en 1548, Cuenca en 1557, Riobamba en 1575 e Ibarra en
1606.16
A la usanza española de esos tiempos, cada uno de estos centros poblados se
organizaba alrededor del templo o capilla, cuya ubicación muestra el lugar que
ocupaba la religión en la vida comunitaria. Al fundarse un nuevo centro urbano, se
conformaba el cabildo, conocido también como ayuntamiento, municipio o conce-
jo, compuesto regularmente por un presidente o corregidor nombrado por el rey de
España, dos alcaldes, ocho concejales o regidores, un procurador o tesorero real,
un secretario o escribano, el alférez real y los alguaciles.
Una de las primeras acciones de esta entidad era asignar a los colonos espa-
ñoles lotes de terreno, tanto dentro del perímetro urbano de la nueva ciudad como
en los territorios aledaños, en retribución por los gastos y sacrificios que habían
realizado durante los años de conquista y exploración.
traban toda clase de recursos para explotarlos sin medida. La ley estipulaba que
solamente los indígenas varones comprendidos entre los 17 y 50 años debían ir a
la mita; que tenían que ser seleccionados por sorteo, es decir, que no todos los
varones de esa edad debían ser reclutados al mismo tiempo; que el número de los
que eran llevados a la mita no debía superar la quinta parte de la población; que el
tiempo máximo de servicio era de seis meses cada cuatro años. Pero la ley estaba
solo para estar escrita. En la mayoría de los casos, para un indígena mitayo, ser lle-
vado a la mita significaba realmente una esclavitud de por vida en el destierro o,
peor aún, una sentencia de muerte lejos de los suyos.
De todos los trabajos encomendados a los indios mitayos, los peores fueron los que
realizaban en las minas y lavaderos de oro, en los obrajes y batanes. En las minas el
indio era sometido a duro trabajo, con escaso alimento y muchas privaciones que, con
las enfermedades ocasionaron la muerte de decenas de miles de mitayos, al extremo
de desaparecer como ocurrió en determinadas provincias ecuatorianas de donde fue-
ron sacados los trabajadores para las minas de Zaruma y del Oriente. La mitad se
transformó en el trabajo perpetuo y forzoso, que representó una sentencia de muerte
para el indio y un medio de enriquecimiento fácil para el español y la Corona.
[Los obrajes] fueron centros manufactureros que entregaban toda clase de tejidos
de lana, algodón, cabuya y, también, alpargatas, costales, mechas, sombreros, montu-
ras, pólvora, etc., donde los indígenas tenían que trabajar días y noches, muchas veces
hasta morir.
Estas fábricas se complementaban con los llamados batanes, que eran lugares
situados junto a los ríos, en donde se preparaba la materia prima. En los telares los
obreros eran de toda edad, sexo y condición; allí se cumplía la mita y se pagaban deu-
das de los antepasados. Por las tareas que se daba a los mitayos, el excesivo trabajo,
los malos tratos, la desnutrición y las enfermedades, hubo muchos casos de indios a
los que se les encontró muertos sobre sus tareas no concluidas.17
17. Oswaldo Yépez, “Historia del Ecuador: instituciones económicas de explotación”, diario El
Comercio, Quito, abril 7, 1984. Ver también Aquiles R. Pérez, “Explotación de los recursos natu-
rales”, en HistoriadelEcuador,ibíd..,vol. 4, pp. 119-131.
27
El Obispo había observado con dolor las exacciones cometidas por los encomen-
deros contra los indios y el maltratamiento que generalmente se daba a estos infeli-
ces: para poner remedio a semejante escándalo, dirigió al Rey quejas repetidas y
memoriales circunstanciados, pidiéndole justicia contra los encomenderos a favor de
los indios. Escuchó el monarca las quejas del Obispo y expidió a los ministros de la
Real Audiencia órdenes terminantes para que se proveyese lo conveniente. Se prohi-
bió a los criados, pajes y dependientes de los encomenderos ejercer autoridad ningu-
na en los pueblos de sus encomiendas; se mandó volver a sus respectivas poblaciones
a los caciques, detenidos en las ciudades por los encomenderos, con pretextos frívo-
los; se amenazó con una gruesa multa al que ocupara a los indos en hacerlos venir con
cargas a la ciudad en los días de fiesta y se compelió a los encomenderos, que tuvie-
sen indios sin bautizar, a que los instruyesen en los ministerios de la fe católica, prohi-
biéndoles cobrarles tributos hasta que no fuesen bautizados (…).
Consiguió también el Rey otra cédula, por la cual se prohibía a los encomenderos
tener estancias y haciendas en los pueblos de sus respectivas encomiendas, y ejercer
en ellos ninguna granjería.18
Este no fue el único obispo que asumió una actitud cristiana hacía los indí-
genas. Hubo otros. Lamentablemente, esta “lucha española por la justicia en la
conquista de América” no tenía mayores efectos, ya que los nuevos dueños de la
tierra “acataban” las órdenes del rey, pero “no las cumplían”: los criados, pajes y
dependientes de los encomenderos seguían ejerciendo su tiránica autoridad sobre
los indefensos indígenas; los caciques permanecían de por vida en las ciudades al
servicio de los señores; los indios seguían trayendo las pesadas cargas sin descan-
so; los encomenderos se preocupaban de explotar al máximo el trabajo de los nati-
vos, sin asumir su deber de cristianizarlos. Esto es algo que ha marcado, parece, la
actitud de las clases dominantes de nuestro continente hacia la ley, pues aun hoy se
observa que en la mente de muchos la ley es solamente para que esté escrita, o
como lo expresamos tan gráficamente en el Ecuador: “la ley es para los de pon-
cho”. Si el indígena o el negro o una persona de las clases humildes infringe la ley,
las autoridades pueden mantenerla encarcelada por años, aun sin sentencia; pero si
el potentado viola el mandato, tiene a su disposición toda clase de recursos y ami-
gos para seguir tan campante, como si nada hubiera ocurrido.
formas de explotación sexual por parte de los varones españoles y criollos a las
mujeres semi-esclavas indias.
(…) los vasallos americanos (…) se hallaban divididos en clases, ante la ley: los indí-
genas constituían la clase inferior, la más humilde entre todas, y para ella había leyes
peculiares, excepciones y privilegios; los negros formaban otra clase, sin derechos
civiles ni privilegios de ninguna especie; los mestizos o descendientes de padres espa-
ñoles y de madres indígenas estaban considerados como una clase intermedia entre
los indios y los blancos de raza noble y sangre pura, quienes ocupaban el primer lugar
en la jerarquía social de la colonia. Los nobles eran los descendientes de los conquis-
tadores y de los primeros pobladores de las provincias conquistadas; también los que
habían venido a América con empleos y cargos importantes y después se había ave-
cinado en las colonias (…).
Los nobles en tiempo de la colonia eran más considerados, en tanto ellos eran, des-
pués de los regulares, los únicos propietarios ricos que había en Quito; los mestizos
casi no tenían propiedades, y sus haberes de fortuna se reducían al jornal, que en sus
oficios ganaban diariamente; todo oficio mecánico era ejercitado por los mestizos, y
los mestizos eran los únicos que aprendían las artes y se ocupaban en la práctica de
ellas; los nobles, imbuidos en ideas de nobleza malentendida y dominados por preo-
cupaciones absurdas, miraban el trabajo como infamante, y así no conocían ningún
arte ni aprendían ningún oficio (…).
Los indios no tenían propiedades y vivían del miserable jornal, que sus patrones
les abonaban en las fincas rurales, cultivadas exclusivamente por ellos.
Los negros no eran señores ni de sí mismos, pues ni los padres tenían dominio
sobre sus hijos; para el negro no había familia, y la que el negro formaba era para
acrecer la servidumbre comprada por el patrón. Tal era la condición social de la colo-
nia en la tercera centuria del gobierno español (…).22
Así se desarrolló una sociedad racista dividida en clases, en la que una peque-
ña minoría de familias blancas “de sangre pura” dominaba religiosa, económica,
sexual y políticamente a la gran mayoría constituida por las clases subalternas
compuestas de razas supuestamente “inferiores”.
LA EVANGELIZACIóN
La principal razón que España había invocado desde el comienzo para justi-
ficar la conquista era la evangelización de los pueblos bárbaros, es decir, de los
indígenas. El hecho de que para los conquistadores ser cristiano y ser español fuera
lo mismo, condujo a los misioneros católicos a buscar no solamente el convertir a
los indígenas al cristianismo sino a hacerlos españoles; es decir, a tratar de despo-
jarlos de su cultura e imponerles la cultura española. Pero para entender lo que
viene a continuación, permítasenos una digresión: ¿Qué es la cultura? El misiólo-
go Louis J. Luzbetak, en su libro Thechurchesandculturescita las siguientes defi-
niciones:
22. F. González S., op.cit., tomo IX, pp. 115-117. Ver también la excelente sección “Clases y causas
sociales”, en óscar E. Reyes, op.cit., pp. 169-174.
23. Louis J. Luzbetak, Thechurchesandcultures, Techny, Divine Word Publications, 1963, p. 60.
31
sias, familia, escuelas, hospitales, fábricas, negocios, sindicatos, clubes, etc.), que
unen a la sociedad y le proporcionan un sentido de identidad, de dignidad, de seguri-
dad y de comunidad.24
Esto es algo que ha desarrollado todo grupo humano por el simple hecho de
ser humano (y desde el punto de vista cristiano, por el simple hecho de haber sido
creado a imagen y semejanza de Dios-Creador). Ningún grupo humano, aunque
sea el más “primitivo”, se guía simplemente por el instinto sino que ha inventado
o creado “su manera de vida” –su cultura particular– que guía a cada miembro del
grupo y le permite vivir en sociedad.
Cuando los españoles llegaron a América y específicamente al Ecuador,
chocó su manera de vida –su cultura– con las maneras de vida, las culturas de los
pueblos nativos y España impuso a éstos su manera de vida, es decir: sus creen-
cias, sus valores, sus costumbres y sus instituciones. Fue precisamente la evange-
lización el principal instrumento de cambio cultural y de justificación del sistema
de explotación y de sometimiento de los pueblos nativos.
Este proceso de evangelización y dominación se inspiraba en un concepto del
ser humano y de la ética desarrollado por los teólogos escolásticos católicos de la
Edad Media: la teoría de los dos pisos. Según esta teoría, Dios ha puesto en el ser
humano sus leyes eternas en la forma de principios morales universales, que son
conocidos por la recta razón de todos los pueblos; éste es el piso bajo, la base de
toda moralidad, sobre la cual se fundamenta la vida social, y se expresa en las cua-
tro virtudes cardinales de los filósofos griegos: la sabiduría, la templanza, la forta-
leza y la justicia. Sobre esta base se levanta, como complemento y perfección de
toda moralidad, el piso alto, la supernaturaleza, compuesta por las tres virtudes
cristianas de la fe, la esperanza y el amor, reveladas en el Evangelio y posibles de
alcanzar únicamente por la gracia divina administrada por la Iglesia.
“La supernaturaleza” era el reino de la gracia, un reino en el cual una unión mís-
tica con la substancia divina de la vida se efectuaba de modo sacramental. Solamente
en este reino superior podía realizarse la vida cristiana perfecta. Mas entre la gracia y
la naturaleza humana no hubo antítesis marcada. Esta ética era intramundana mien-
tras que la ética de la gracia era supramundana; pero la primera era introductoria y
preparatoria para esta última. La naturaleza humana estaba infusa en la razón, y por
medio de la razón divinamente implantada dentro de él, el hombre natural fue capa-
citado para recibir la gracia divina (…).25
24. Comité de Lausana para la Evangelización Mundial, “Informe de la consulta sobre el Evangelio y
la cultura”, celebrada en Willowbank, Bermudas, del 6 al 13 de enero de 1978, p. 5.
25. Alberto C. Knudson, Éticacristiana, México, Casa Unida de Publicaciones, s.f., pp. 49 y ss.
32
ban que ellos vivían según la “ley natural” puesta por Dios en la conciencia huma-
na, mientras que los pueblos nativos de América eran pueblos bárbaros que aparen-
temente desconocían “la ley natural” y se acercaban más a las bestias que a la raza
humana. Inclusive había teólogos que discutían si los indígenas eran realmente
humanos, pues sus creencias, valores, costumbres e instituciones, es decir, sus cul-
turas eran muy diferentes a las españolas. A lo más, los veían “como a pupilos y
menores”, según se los califica en las constituciones del sínodo celebrado en Quito
en 1594.
Consecuencia lógica de este concepto fueron los métodos de evangelización
que emplearon los misioneros para cristianizar y “españolizar” a los pueblos nati-
vos, métodos que fluctuaban desde la más brutal imposición por la fuerza hasta los
más paternalistas y humanos. Uno de éstos, que sintetizaba el concepto antes
expuesto lo mismo que las diversas estrategias de evangelización, era el así llama-
do “reducciones o clausuras”. La mayoría de los grupos indígenas antes de la lle-
gada de los españoles, no vivía en pueblos o centros urbanos sino en familias
esparcidas por los campos y selvas, en casas distantes unas de otras. Esto, natural-
mente, presentaba grandes dificultades a los evangelizadores o “doctrineros” cató-
licos. Consecuentemente, los españoles obligaron a las diversas parcialidades indí-
genas a “reducirse” a pueblos; es decir, a formar pequeños poblados a la usanza
española, con el fin de poder, por un lado, “humanizarlos” de acuerdo a las “leyes
naturales” –las creencias, valores, costumbres e instituciones españolas– y así pre-
pararlos para recibir el cristianismo; y, por otro lado, enseñarles la versión católi-
ca española del Evangelio. Las reducciones –o concentración de la población nati-
va en aldeas– hacían más fácil esta labor por parte de los misioneros y a la vez faci-
litaban el estricto control por parte de las autoridades civiles, especialmente para el
cobro de los tributos que los indígenas estaban en la obligación de pagar por el sim-
ple hecho de haber nacido en América. Más aún, las reducciones se prestaron para
la mejor explotación de la mano de obra indígena por parte de los encomenderos,
ya que era más fácil mantener padrones de los tributarios y obligarlos a servir de
balde o con muy poca paga, a que si las reducciones no hubieran existido. Hay que
recordar, además, que las mismas comunidades religiosas se contaban entre los
más grandes latifundistas que muchas veces aprovechaban el motivo misionero
para explotar a la población indígena semiesclava.26
26. El arzobispo González Suárez dice que un siglo después de la conquista “la propiedad territorial,
en toda la extensión de la presidencia, se hallaba distribuida de un modo desproporcionado; la
mayor parte de los mejores terrenos pertenecía a las comunidades religiosas, principalmente a los
padres de la Compañía de Jesús; las fincas de los particulares eran pequeñas en comparación con
las de los religiosos, y los propietarios seculares pocos, respecto del número de familia de cada
lugar, villa o ciudad (…)”, op.cit., tomo VIII, pp. 35, 36. Refiriéndose a lo que había sucedido en
el primer siglo de la colonia, dice: “Cuando estas provincias fueron descubiertas y conquistadas,
permitió la Santa Sede que los regulares desempeñaran el ministerio de párrocos, para que redu-
jeran a los indios al cristianismo, los convirtieran y formaran de las tribus o parcialidades de ellos
otros tantos pueblos católicos (…). Una institución tan santa en sus fines se convirtió, por la mise-
33
ria humana, en la más funesta ocasión de escándalos y de una ruina espiritual, no solo para los reli-
giosos, sino para los mismos desventurados indios. Los frailes codiciaron las parroquias de los
indios, no por el celo de la salvación de las almas, sino por el insaciable anhelo de enriquecerse;
el santo ministerio se convirtió en sórdida granjería temporal, y la conversión y enseñanza de los
indios quedaron abandonadas (…). En efecto, los más pingües beneficios parroquiales estaban en
poder de los franciscanos, quienes, con este motivo, no solo manejaban dinero, sino que eran pro-
pietarios y aun capitalistas (…), vol. VI, pp. 128-129.
34
amen con amor, diciendo que así lo manda Dios, e que críen sus hijos con toda limpie-
za y los traigan a la iglesia para que allí los enseñen y doctrinen; y las mujeres casa-
das que se echen un paño en la cabeza cuando fueren a misa, las varones se pongan
zaragüellas, y las viudas paños negros sobre las cabezas para que sean conocidas, y
tengan sus pañerías bien consertadas en sus apartamientos con ropa e abrigo; y a que
coman en alto y no en el suelo, e a que obedezcan a sus caciques y señores, y a que
saluden cuando se encontraren con las palabras de: Loado sea Jesucristo. Amén, y a
que bendigan la comida e bebida e hagan ensima la señal de la cruz, y a que recen y
se encomienden a Dios muchas veces, principalmente cuando se acuestan y levantan.
Lo cual, como dicho es, con frecuente predicación enseñen nuestros curas a sus feli-
greses (…) y así los vayan imponiendo en buena, loable y cristiana policía.27
to tenía dos razones: primero, la convicción de que la Iglesia Católica era la admi-
nistradora de la gracia de Dios a través de los sacramentos y que, por tanto, lo
importante era que el pueblo recibiera esa gracia, no tanto que la comprendiera; y
segundo, la convicción de que “la mente inculta” de los indígenas era incapaz de
elevarse a las verdades abstractas de la teología, reservadas solamente a las men-
tes cultivadas de los teólogos e intelectuales. Lo importante era impresionar la
mente inculta de los indígenas con la solemnidad de las ceremonias y lo concreto
de las imágenes, no tanto la comprensión de verdades abstractas. Sin embargo, es
significativo notar que Jesús enseñó mayormente a un pueblo analfabeto y senci-
llo, pero de ninguna manera rehuyó el apelar a la razón y a la mente en su esfuer-
zo por transmitir su mensaje. Su enseñanza siempre fue muy concreta y apeló a la
imaginación del pueblo, pero no por eso dejó de buscar que ese pueblo compren-
diera la verdad, que es en definitiva lo que da sentido a cualquier acto simbólico
del culto. Él siempre buscó que sus oyentes amaran a Dios con todas las faculta-
des de su ser –“con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente”–29 y no
solamente con los sentidos, aunque estos indudablemente cumplen una función
muy importante en la adoración y en el culto, algo que los protestantes necesita-
mos tomar en cuenta si hemos de hacer una labor evangelística y pastoral que res-
ponda al ser humano completo.
Parte importante de la evangelización era la supresión de los ídolos y prácti-
cas religiosas preincaicas de los indígenas y su reemplazo por las imágenes y prác-
ticas católicas traídas por los misioneros. Respecto a esto, en la constitución 53 del
capítulo VI del primer sínodo, el obispo de la Peña dice:
En las visitas generales que por nuestra persona hemos fecho en este nuestro obis-
pado, mandamos poner cruces a las entradas de los pueblos y junto a las iglesias, imi-
tando la loable costumbre de la cristiandad; y también mandamos poner cruces en las
muchas guacas y adoratorios que hemos mandado destruir en las juntas de los cami-
nos, en las camongas que son las cuentas de las leguas, en las entradas y salidas de
los páramos, en los nacimientos de las fuentes, en las lagunas y en los cerros altos,
porque generalmente estos lugares son guacas y adoratorios de los indios; lo cual nos
pareció porque donde Dios fue ofendido agora sea bendito y reverenciado. También
mandamos poner cruces a los caciques y señores en sus patios, para que allí juntasen
sus indios a rezar, y en sus casas para que allí rezasen las noches y se encomendasen
a Dios ellos y toda su familia, e para que por la virtud que tiene la cruz fuesen ampa-
rados de los espantos y temores noturnos que el demonio les pone (…). Ordenamos y
mandamos que nuestros curas vean las cruces que los indios tienen junto a sus casas
29. Mat. 22.37. Ver John R. W. Stott, Creerestambiénpensar,Buenos Aires, Ediciones Certeza, 1974.
Aunque escrita por un brillante intelectual inglés para el medio universitario, esta pequeña obra
no deja de aportar elementos que demuestran que el cristianismo en sus orígenes apeló a la razón
y no solamente a los sentimientos del ser humano en su obra misionera entre pueblos “rústicos”,
como eran, por ejemplo, los pueblos del Asia Menor a los cuales predicó el apóstol Pablo.
36
(…) y vean los oratorios de los indios (…) y si tuvieren imágenes profanas se las qui-
ten, y si tuvieren crucifijos e imágenes de Nuestra Señora o de los sanctos les den a
entender que aquellas imágenes es una manera de escriptura que representa y da a
entender a quién representa, y que las han de tener en mucha veneración, e cuando
rezaren a las imágenes que pasen delante con el entendimiento a Dios, a Sancta María
y a los sanctos, como lo ha declarado el sancto Concilio tridentino.
Todo esto, sin embargo, se hacía no por medio de la persuasión sino más bien
por la imposición, la fuerza y a base del castigo. La constitución 20 del tercer síno-
do celebrado en Loja en 1596, dice:
30. “El aborrecimiento que los indios tenían a los blancos y su odio concertado a la raza dominadora,
estallaban al punto que se presentaba una ocasión oportuna, y entonces en sus levantamientos, y
sublevaciones ejercían actos de una crueldad, que horripila. Estas sublevaciones eran frecuentes,
y muchas veces para ellas no había más motivo que la suspicacia de los indios y su cautelosa des-
confianza de los blancos”, González Suárez, op.cit., tomo IV, p. 160. Ver también Segundo E.
Moreno Y., “Rebeliones, asonadas y levantamientos indígenas”, en HistoriadelEcuador,op.cit.,
vol. 4, pp. 69 y ss., y del mismo autor, SublevacionesindígenasenlaAudienciadeQuito, Quito,
Centro de Publicaciones Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 1977.
37
giosa, ya que, como hemos visto, el aspecto “religioso” y el aspecto civilizador for-
maban parte de un mismo proyecto de dominación.
Otra estrategia de algunos indígenas era huir de las reducciones e irse a vivir
en los lugares más inhóspitos. Unos huían a otras zonas indígenas donde, por ser
considerados forasteros, no estaban en la obligación de cumplir con las imposicio-
nes a que estaban sometidos en sus propias parcialidades; otros migraban a las ciu-
dades, donde los hombres permanecían en las casas de los blancos como yanaco-
nas (sirvientes) o entraban a algún taller artesanal como “oficiales” (aprendices) y
las mujeres se convertían en “chinas” (sirvientas permanentes) o entraban en man-
cebía con “los amos”.
Pero la reacción más generalizada y comprensible de los pueblos indígenas
era la resistencia pasiva, tanto por medio de la supuesta ociosidad o haraganería
que los caracterizaba, como por la forma cómo cumplían exteriormente los debe-
res religiosos impuestos por los españoles, mientras en el interior mantenían (y
mantienen) sus convicciones ancestrales. En el siguiente pasaje, el arzobispo
González Suárez discierne bien el hecho de que la mayoría de los indígenas ocul-
taban sus verdaderas convicciones y no se convertían al cristianismo; lo increíble
es que lo atribuya a que sean por naturaleza “gente avezada al disimulo” y no a
que, al rehusar creer en la religión de los conquistadores, mantenían el último res-
quicio de libertad interior que les quedaba como seres humanos.
Los trabajos emprendidos, pues, para civilizar a los indios, no pudieron menos de
estrellarse contra el carácter natural de ellos. Los indios asistían a la explicación de la
doctrina cristiana, la rezaban en su lengua, tomaban parte en las funciones del culto;
pero, en su interior, eran paganos: todos estos actos exteriores eran una condescen-
dencia con el Cura, o un mero cumplimiento, para evitar los castigos y reprensiones;
pero, en el fondo de su ánima, eran tan idólatras como antes de recibir el Bautismo.
La religión de los blancos será para nuestros hijos, que son niños; y no para nosotros,
que hemos crecido viviendo de otro modo, así se expresó un indio anciano. En efec-
to, era naturalmente imposible la conversión sincera de los indios al Cristianismo: la
nueva religión era la religión de los conquistadores, a quienes los indios aborrecían,
con odio profundo; el culto nuevo les traía a la memoria el recuerdo desagradable de
su opresión, de su servidumbre, con el acabamiento de su antigua manera de ser (…).
Si la gracia sobrenatural no acudía de lo alto a verificar sus acostumbrados portentos,
la conversión de los indios maduros, humanamente considerada, era imposible.31
dente es que hoy día, después de cuatro siglos y medio de evangelización católico-
romana, todavía perviven en la población indígena elementos de las religiones nati-
vas que existían antes de la llegada de los españoles, e inclusive muchos de estos
elementos se han difundido al resto de la población ecuatoriana. Para los indígenas:
32. Ruth Moya, Simbolismo y ritual en el Ecuador andino, Otavalo, Instituto Otavaleño de
Antropología, s.f., pp. 58, 60, 77, 78.
33. Ver ibíd.;Ecuadordebate,op.cit.; Silvio Luis Haro, MitosycultosdelReinodeQuito, Quito,
Editora Nacional, 1980; Boris Aguirre P., Cosmovisiónandina,Quito, Ediciones Abya-Yala, 1986;
Eulalia Carrasco A., Salasaca: laorganizaciónsocialyelalcalde, Quito, Mundo Andino, 1982.
39
(…) los indígenas siempre han demostrado, en distintas formas, su resistencia a rela-
ciones sociales y prácticas ideológicas que atentaron contra su propia identidad. Una
gran flexibilidad y capacidad creativa les ha permitido adaptar y transformar sus pro-
pias tradiciones para dar nuevas respuestas, a veces conciliadoras y otras decidida-
mente de oposición, pero siempre manteniendo o recobrando su dignidad como gru-
pos culturales singulares.34
Juntó a todo el pueblo, les afeó cuanto pudo y supo su demasiada credulidad, mos-
trándoles que los hechiceros no podían hacer ningún daño, les explicó la eficacia del
agua bendita y de la señal de la cruz contra las asechanzas del demonio, añadiendo
que por este medio se había librado él de muchos peligros, y les exhortó a valerse de
las mismas prácticas (…).
34. Blanca Muratorio, Etnicidad, evangelización y protesta en el Ecuador, Quito, Centro de
Investigaciones y Estudios Socioeconómicos, 1982, p. 12.
40
LA IGLESIA,
REFLEJO DE LA SOCIEDAD COLONIAL
Igualmente relata que a la hora de la misa, en los templos, “los nobles” te-
nían sus lugares especiales segregados del resto de la población –los mestizos, los
indios y los negros– exactamente igual a lo que sucedía hasta hace poco en las igle-
sias protestantes de los Estados Unidos y lo que aun sucede hoy en Sudáfrica.
(…) además de ocuparse del Santo Patrono, del cual eran devotos los cofrades que la
componían con la renta de sus bienes se ayudaba a los miembros que estuvieran en
mala situación económica y, en otros casos, se crearon y sostuvieron escuelas, cum-
pliendo así una labor social en la comunidad.40
A comienzos del siglo XVII algunas cofradías habían convertido las procesiones
en parte integrante de la función religiosa. Durante la Cuaresma los Franciscanos
habían organizado la Procesión de los Pasos los miércoles con los indios y los vier-
nes con los españoles (…).
Las procesiones más célebres y concurridas eran las de la Cofradía de los natura-
les, que se tenían el miércoles santo, y la de los españoles, el viernes santo.41
En esta forma la Iglesia era fiel reflejo de la sociedad y cumplía una función
ideológica y práctica que reforzaba y legitimaba el sistema imperante.
¿CUÁL ES EL BALANCE?
39. José María Vargas, Historia de la cultura ecuatoriana, primer tomo, Guayaquil-Quito,
Publicaciones Educativas Ariel, s.f., pp. 49, 50.
40. E. Tronconis de Veracoechea, citado por Enrique D. Dussel en HistoriadelaIglesiaenAmérica
Latina,Salamanca, CEHILA, Ediciones Sígueme, 1983, tomo I/1, p. 599.
41. José María Vargas, op.cit.,p. 154.
43
42. Sobre la cuestión de los profetas en el Antiguo Testamento, ver Eusebio Hernando, Lacontesta-
ciónprofética, Madrid, Casa de la Biblia, 1979, y sobre el imperialismo romano y el falso profe-
ta del Apocalipsis, Juan E. Stam, “Apocalipsis y el imperialismo romano”, en Lecturateológica
deltiempolatinoamericano,San José, Seminario Bíblico Latinoamericano, 1979, pp. 27-60.
43. Ver Julio Tobar D., LaIglesiamodeladoradelanacionalidad, Quito, Prensa Católica, 1953.
44
desconocidos en América hasta ese momento; las que enseñaron las artes y los ofi-
cios; las que mejoraron los métodos de cultivo; las que plasmaron sus mejores
logros al trasladar la cultura española a nuestro suelo.
Hubo también esfuerzos sinceros por evangelizar a la población nativa. Esto
sucedió especialmente en la región oriental, que exigía hombres verdaderamente
heróicos para realizar la tarea de cristianización.
La vida humana nunca es blanca o negra; es más bien gris. La ambigüedad
de las obras humanas es una realidad, de la cual no está exenta la Iglesia confor-
mada por seres humanos falibles y limitados.
Nos hubiera gustado ahora dar más lugar a lo positivo de la colonia y la evan-
gelización. Sin embargo, el espacio del que disponemos no nos permite hacerlo. Al
concluir este capítulo solamente quisiéramos hacernos algunas preguntas en prepa-
ración para el resto del libro. En vista de todo lo expuesto, ¿podemos decir que la
población ecuatoriana realmente era cristiana al concluir la colonia? Habrá aque-
llos que darán una respuesta negativa rotunda en vista de los magros resultados de
la evangelización. Según ellos, la evangelización realizada por los misioneros cató-
licos durante la colonia dio por resultado una religiosidad popular sincretista, en la
que se amalgaman algunos elementos cristianos con mucho paganismo, pero no
más. No ven que detrás de esa religiosidad popular hay un pueblo oprimido que ha
sido capaz de usar sus tradiciones autóctonas para mantener su identidad cultural
y su sentido de dignidad. Por otro lado, señalarán el hecho de que la religiosidad
de las clases opresoras carece de un sentido humano capaz de superar las diferen-
cias de clase y de raza para crear una sociedad más justa y que muchas veces se
reduce a meras convenciones sociales sin una influencia moral transformadora en
la vida de las personas y de la sociedad. Otros inclusive indicarán que en el caso
de la gran mayoría de las personas, sean de la clase social que sean, no hay mayo-
res evidencias de que tengan una relación vital con Jesucristo, que en definitiva es
lo que hace a una persona cristiana de verdad.
Probablemente haya algo de verdad en todas estas apreciaciones. Sin embra-
go, no se las puede aceptar sin más. Indudablemente, hay elementos negativos
tanto en la religiosidad popular como en la religiosidad de las clases dominantes;
por lo que se puede ver, es muy posible que la gran mayoría del pueblo ecuatoria-
no no tenga una relación personal y vital con Jesucristo. Con todo, no se puede des-
conocer que por lo menos parte de ese pueblo es cristiano y en general hay en el
país un trasfondo cristiano resultado de siglos de trabajo misionero y pastoral de la
Iglesia Católica.
Si es así, ¿había necesidad de que ingresaran al país las misiones y grupos
protestantes? ¿Tenía el protestantismo algo que aportar a la vida de los habitantes
del Ecuador e inclusive a la labor de la Iglesia Católica? Esperamos que las pági-
nas que siguen nos den una respuesta fidedigna. Por otro lado, el protestantismo
mismo deberá ser juzgado por sus hechos.
II.
Precursores del siglo XIX (I)
(La Gran Colombia 1822-1830)
mantener a las colonias libres de ideas heterodoxas y liberales (…). Entre los libros
prohibidos estaban: la Biblia, el Corán, el Talmud, las obras de Lutero, Molina,
Rousseau, Volney, Diderot y Crébillon (…). La incansable e implacable censura de las
colonias españolas y portuguesas (…). consiguió aislar completamente al Nuevo
Mundo de las principales corrientes de pensamiento europeo.3
terreno. Mencionaremos solamente dos eventos que nos dan alguna idea de lo que
hemos indicado.
Con el fin de medir los grados del meridiano, la Real Academia de Ciencias
de París decidió organizar, en 1736, una expedición que viajara a la Audiencia de
Quito a hacer los trabajos pertinentes. Hoy día, naturalmente, la presencia de una
expedición científica extranjera en nuestro medio no tendría nada de raro ni nos
preguntaríamos si sus componentes están de acuerdo con “la filosofía oficial”. Pero
la situación era muy diferente en el siglo XVIII. La filosofía oficial enseñada en
los seminarios y universidades de la Real Audiencia de Quito era la escolástica de
la Edad Media.
Aristóteles y Santo Tomás seguían siendo los maestros supremos, con las diferen-
cias y matizaciones que dividieron la escolástica en sus vertientes principales: tomis-
mo, escotismo y suarecianismo.6
La física era una ciencia filosófica y afectaba directamente a la escolástica impe-
rante (…). Sobre todo en los dos últimos siglos, la Physica fue el área filosófica donde
la razón libró sus combates decisivos por independizarse de la fe.
La escolástica quiteña vivió también esta pugna entre razón y fe: una pugna que
en los centros de enseñanza se mantuvo dentro de los límites de la escolástica acadé-
mica; pero que fuera de las aulas encontró de pronto una solución inesperada, una
solución en que la razón (la ciencia experimental y la nueva filosofía) se impuso a la
fe (la religión católica y escolástica). En efecto, en 1736 llegaron los Académicos
Franceses a Quito para realizar varias observaciones y mediciones científicas (…).
Pues bien, para sus experimentos y mediciones los académicos franceses no par-
tieron de si la ciencia experimental había sido admitida o no en Quito, sino que tra-
bajaron sin más en base a los postulados de la nueva ciencia, sobre todo en base a la
física copernicana [condenada por la iglesia], uno de cuyos aspectos explicitados por
Newton vinieron justamente a comprobar. Con esto, y al margen de las aulas acadé-
micas, los científicos franceses implantaron de hecho en Quito la nueva ciencia expe-
rimental, en particular la física copernicana, superando así a la física especulativa de
los escolásticos.7
6. Samuel Guerra, “El pensamiento ecuatoriano en los siglos XVI, XVII y XVIII”, en revista
Cultura, vol. II, No. 4, Quito, Banco Central del Ecuador, mayo-agosto 1979, p. 83.
7. Ibíd., pp. 88, 89. Respecto a la influencia de la Ilustración en el Ecuador, ver la excelente antolo-
gía de Carlos Paladines (estudio y selección), Pensamientoilustradoecuatoriano, Quito, Banco
Central del Ecuador / Corporación Editora Nacional, 1981.
49
do y que se iban abriendo campo nuevas actitudes que harían posible más tarde la
difusión bíblica.
Otro evento, no menos significativo para la historia del protestantismo en el
Ecuador, fue la traducción de la Biblia al castellano realizada por el padre Felipe
Scío de San Miguel, en España, entre 1780 y 1790, a petición del rey Carlos III y
aprobada por la Iglesia Católica.8 Era una versión basada en la Vulgatalatina y no
en los originales hebreo y griego y, por tanto, dejaba mucho que desear en cuanto
a precisión y claridad. Sin embargo, el solo hecho de haberse realizado en un país
donde la divulgación de las Escrituras en el idioma del pueblo estaba condenada,
es en sí algo muy significativo que demuestra, nuevamente, que las actitudes iban
cambiando. Ésta fue la primera versión que las Sociedades Bíblicas Británica y
Americana publicaron y distribuyeron en castellano y en mucho explica la exce-
lente recepción que recibió la Biblia inicialmente en nuestro medio.
No conocemos las motivaciones que Carlos III tuvo para pedir al padre
Felipe Scío de San Miguel que hiciera esa traducción de la Biblia, pero sí sabemos
que de todos los borbones que rigieron los destinos de España durante el siglo
XVIII, él fue el más influenciado por las ideas de la Ilustración y que uno de sus
colaboradores más destacados fue Pedro Pablo Abarca de Bolea, Conde de Aranda,
gran maestre de la logia masónica del “Gran Oriente” y uno de los más activos pro-
pulsores de las ideas de la Ilustración en España. Además, entre los clérigos espa-
ñoles había un número significativo de “ilustrados”. Como hemos indicado, una de
las características de la Ilustración era el desarrollo del espíritu crítico que impul-
saba a examinarlo todo, sin aceptar ni rechazar nada simplemente porque una auto-
ridad eclesiástica lo aprobara o desaprobara, sino aceptar o rechazar algo solamen-
te como resultado del examen libre y razonado del individuo mismo. Posiblemente
Carlos III y sus colaboradores estaban interesados en que el pueblo español leyera
la Biblia en su propio idioma y encontró eco en los círculos eclesiásticos de España
para realizar esa traducción.
En el capítulo anterior decíamos que a mediados del siglo XVIII entró en cri-
sis el sistema colonial. Económicamente esto se debió al hecho de que las explota-
ciones mineras altoperuanas, que constituían el mercado más importante para los
productores textiles de la Sierra ecuatoriana, perdieron el dinamismo que habían
tenido desde el comienzo de la colonia y, con esto, la principal industria del país
decayó notablemente.
Posteriormente, en las últimas décadas del siglo XVIII, el epicentro económi-
co del país empezó a desplazarse de la Sierra a la Costa. Durante la mayor parte de
la colonia, esta última región no había tenido mayor significación demográfica ni
económica, ya que era un área poco poblada, donde prevalecían las pequeñas par-
celas agrícolas y las propiedades indígenas comunitarias. La Sierra, en cambio, era
8. Ver José Flores, Historia de la Biblia en España, Barcelona, Editorial CLIE, 1978, p. 205, y
Alejandro Clifford, NuevaBiblia,Chicago, Editorial Moody, 1963, pp. 100-101.
50
condujo a que se abriera el país al libre comercio y con ello a influencias extranje-
ras. Esto, a su vez, permitió que el protestantismo se introdujera en el país con la
Biblia, cabalgando sobre los intereses comerciales y modernizantes que operaban
en la nueva situación.
Este nuevo interés misionero se debió tanto a fuerzas internas dentro del pro-
testantismo como a las fuerzas externas que ya hemos señalado al referirnos al
siglo XVIII. Entre las fuerzas internas, podemos señalar: el impacto acumulado
producido en ese siglo en el protestantismo de Europa y Estados Unidos por el
movimiento pietista dentro del luteranismo; el movimiento wesleyano (metodista)
dentro del anglicanismo; y “los grandes despertamientos” que se sucedieron a lo
largo del siglo en las colonias centrales de lo que son hoy los Estados Unidos de
Norteamérica.11
Pero hubo también factores políticos y económico-sociales que indudable-
mente contribuyeron al despertar misionero dentro de las filas del protestantismo:
La paz y prosperidad generales del siglo [XIX]; la estrecha relación del protestan-
tismo con el liberalismo económico y político del período; la mayor flexibilidad con
que el protestantismo supo ajustarse al cambiante clima intelectual; el papel impor-
tante desempeñado por Gran Bretaña, y después por los Estados Unidos [países pro-
testantes], en la expansión comercial de la época; y, quizás lo más importante, el
poderoso espíritu de optimismo y confianza que formaba parte tan importante del
temperamento general del siglo XIX.12
misiones,Buenos Aires, Editorial La Aurora, 1970, pp. 220-224, y Lars P. Qualben, Ahistoryof
theChristianChurch, New York, Thomas Nelson and Sons, 1942, pp. 392-394.
11. Ver. J Dillinberger y C. Welch, ibíd., cap. VI, y Justo L. González, ibíd., pp. 197-203.
12. J. Dellinberger y C. Welch, ibíd., p. 160.
13. Sobre la relación entre el imperialismo inglés y el movimiento misionero ver Stephen Neill,
Colonialism and christian missions, New York, McGraw-Hill Book Company, 1966, y Max
Warren, Themissionarymovement, London, SCM Press Ltd., 1965.
14. Respecto a la formación del imperio norteamericano, ver Sydney Lens, Theforgingoftheameri-
canempire, New York, Thomas Y. Crowell Company, 1974, y Claude Julián, America’sempire,
New York, Vintage Books, 1973; sobre su relación con América Latina, Gordon Connell-Smith,
LosEstadosUnidosyAméricaLatina, México, Fondo de Cultura Económica, 1977, y sobre el
mismo tema y su relación específica con el Ecuador durante el siglo XIX, Gonzalo Ortiz, Laincor-
poración del Ecuador al mercado mundial: la coyuntura socioeconómica 1875-1895, cap. 8,
Quito, Banco Central del Ecuador, 1981.
53
LA INDEPENDENCIA
cito enviado por el Virrey del Perú que duró aproximadamente dos años, al fin de
los cuales los criollos fueron derrotados.
Siguieron ocho años en que la Presidencia de Quito se limitó a ser la espec-
tadora de las luchas que Bolívar y sus hombres libraban en Venezuela y Nueva
Granada al norte y era gobernada por los tres últimos presidentes españoles euro-
peos: Toribio Montes, Juan Ramírez y Melchor Aymerich. Son los años en que –a
través de duras batallas, en las que se sucedieron humillantes derrotas y brillantes
triunfos– los ejércitos de Bolívar ganan finalmente la independencia primero de
Nueva Granada (hoy Colombia), en 1819 y luego de Venezuela, en 1821.
En ese lapso también la situación política en España cambió radicalmente.
Fernando VII regresó de su confinamiento en Francia y aunque al comienzo disol-
vió al consejo de regencia y restableció el absolutismo monárquico de siglos ante-
riores, pareció después dispuesto a aceptar el gobernar dentro de una monarquía
constitucional. Posteriormente, sin embargo –y definitivamente– restableció el sis-
tema monárquico absoluto y con esto toda posibilidad de que las colonias ameri-
canas gozaran de autonomía dentro de una comunidad española desapareció.
En el curso de esos años las posiciones de los criollos ecuatorianos, tanto de
la Costa como de la Sierra, se fueron radicalizando, ya que veían amenazados sus
intereses por diversas razones. Los que se rebelaron esta vez –y no para buscar
simplemente la autonomía, sino con el fin de romper definitivamente con la
Corona española– fueron los agroexportadores y comerciantes de la Costa, es
decir, nuevamente, la fracción costeña de la clase dominante. El 9 de Octubre de
1820 dieron el golpe que libró a la provincia de Guayaquil del yugo español, dando
inicio a la última etapa del proceso de la independencia de la Audiencia de Quito.
Siguió un año y medio de guerra contra los ejércitos realistas conformados por
burócratas y comerciantes españoles, arrendatarios e intermediarios de la Corona
que manipulaban a un buen número de artesanos mestizos y trabajadores rurales a
través de clérigos católicos que eran parte de la burocracia colonial.
En esta etapa fue decisiva la intervención de los ejércitos de Bolívar prove-
nientes del norte. Bajo el mando de su subordinado, el joven general Antonio José
de Sucre, los ejércitos independentistas libraron en las laderas del Pichincha la
batalla que dio la libertad –de manera limitada y formal– a la Audiencia de Quito,
el 24 de Mayo de 1822. Con esto, lo que es hoy el Ecuador entró a formar parte de
la Gran Colombia con el nombre de Distrito del Sur, hasta el 13 de mayo de 1830,
cuando se separó de la unidad grancolombiana para formar un Estado aparte. Con
esto también se abrieron las puertas, por lo menos temporalmente, al ingreso de los
agentes de las sociedades bíblicas que venían a difundir las Escrituras por primera
vez en la historia del país.
Teniendo en cuenta que el movimiento protestante ecuatoriano no es un fenó-
meno aislado y tratando de relacionarlo con algunos factores importantes de la vida
56
nacional e internacional que han tenido mucho que ver con su desarrollo, podemos
dividir la historia de este movimiento en la siguientes forma:
1. Período de los precursores protestantes, que arranca con la independencia en
la tercera década del siglo XIX hasta finales del mismo, momento en que el
Ecuador gana su libertad política y entra “al mundo moderno” del capitalis-
mo y del mercado internacional (1820-1895);
2. Período del establecimiento de las primeras misiones extranjeras, que va del
triunfo del liberalismo a fines del siglo XIX hasta la muerte de Alfaro (1895-
1912);
3. Período de lento crecimiento, que se extiende desde la muerte de Alfaro hasta
la finalización de la Segunda Guerra Mundial (1912-1945);
4. Período de fortalecimiento del protestantismo, en que paralelamente se forta-
lece la influencia de los Estados Unidos en América Latina e ingresan al
Ecuador 23 nuevas misiones y organizaciones protestantes (1945-1962);
5. Período de expansión del movimiento, que va desde la campaña evangelísti-
ca de la Iglesia del Evangelio Cuadrangular en Guayaquil, en 1962, hasta el
presente, en que el protestantismo ecuatoriano experimenta un crecimiento
numérico mayor y paralelamente se incrementa la lucha ideológica en el con-
tinente y en el país.
La revolución política había abierto las puertas del país para la distribución
de la Biblia al pueblo. Pero, ¿cuál era la situación que los primeros difusores bíbli-
cos y los que los siguieron en los años inmediatos enfrentaron en su labor?
En su obra HistoriadelaIglesiaenAméricaLatinaEnrique Dussel señala
tres fenómenos que tuvieron lugar en el tránsito de las naciones hispanoamerica-
nas de la colonia a la República: 1. La organización de los nuevos estados indepen-
dientes; 2. La universalización de las comunidades nacionales, y 3. La seculariza-
ción institucional.17 Entendiendo que durante el período de la Gran Colombia asis-
timos apenas a los inicios de estos procesos. Señalaremos brevemente algunos ras-
gos indicativos de los mismos, siguiendo un orden diverso.
El libertador Simón Bolívar había sido proclamado Presidente de la nueva
República en 1819 y ratificado en el cargo por el Congreso Constituyente de
Cúcuta, en 1821. Servía de Vicepresidente el general Francisco de Paula Santander,
un liberal colombiano de tendencia federalista, que había luchado por la causa de
17. Enrique E. Dussel, Historia de la Iglesia en América Latina, Barcelona, Editorial Nova Terra,
1974, pp. 133 y ss.
57
la independencia desde 1810. Fue él, realmente, quien gobernó de 1821 a 1826, ya
que Simón Bolívar siguió ocupado en las campañas militares contra los españoles
para liberar definitivamente a Venezuela, Ecuador, Bolivia y Perú y estuvo ausen-
te en este último país de 1823 a 1826.
La Gran Colombia, como el resto de las ex colonias españolas de América,
vivía un período de transición doloroso y difícil. No es fácil reorganizar a un país
y darle una nueva orientación, menos aun cuando los nuevos gobernantes liberales
buscaban conformar las realidades económica, política y cultural a sistemas desa-
rrollados en otras latitudes, radicalmente diferentes de las que se daban en ese
momento en América.
En 1821 el Congreso Constituyente reunido en la ciudad de Cúcuta dio
comienzo al proceso de reorganización política, formulando la Carta fundamental.
En ella se daba a la nueva República una organización unitaria con los tres pode-
res del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
El poder ejecutivo lo ejercería un presidente, elegido cada 4 años por las asamble-
as electorales y asesorado por el vicepresidente y un consejo de gobierno integrado
por 5 secretarios de despacho y un ministros de la Corte de Justicia (…). La capital
provisional sería Bogotá (…). Medidas económicas y sociales de gran importancia
fueron la libertad de partos, según la cual todo hijo de esclava nacería libre, laaboli-
cióndelatratadenegros,lasupresióndeltributodelosindiosylaabolicióndelos
resguardos(…).18
18. Margarita Peña y Mortimer Marañon, Colombia, su historia y geografía resumidas, Bogotá,
Editorial Norma, 1980, pp. 45-46.
58
Con esto, la nueva República caía en las redes neocolonialistas del nuevo
imperio económico y político del momento e ingresaba en el juego de las relacio-
nes comerciales injustas del mercado internacional, que empobrecen a las naciones
débiles como la nuestra y enriquecen desmedidamente a los países fuertes que,
como el Imperio Británico de ese momento, no estaban inspirados en “la genero-
sidad”, como tan ingenuamente manifestara el Libertador sino, al contrario, en el
lucro que no conoce fronteras sin límites. Sin embargo, éste fue uno de los cam-
bios operados por la revolución de la independencia, que hizo posible que las
Sagradas Escrituras llegaran al Ecuador con su poder transformador. La verdad es
que la vida humana no se divide tan nítidamente en blanco y negro, como a veces
nos gustaría que lo hiciera. La vida y las transformaciones políticas son ambiguas,
grises: traen consigo lo bueno y lo malo, lo que beneficia a los pueblos y lo que los
perjudica.
Esta mayor apertura comercial fue verdaderamente catastrófica para la indus-
tria textil de la Sierra y fue una de las fuentes de descontento del Departamento del
Ecuador con la política del gobierno de Bogotá: la Sierra se redujo a ser la prove-
edora de alimentos para consumo interno. Aún la exportación de cacao perdió el
impulso inicial de las décadas anteriores debido a la competencia internacional y
al hecho de que no eran los productores-exportadores locales los que controlaban
el mercado y los precios, sino las grandes potencias económicas europeas. Lo que
salva a la economía de la Costa fue un nuevo producto que se empezó a exportar
al Caribe: los sombreros de paja toquilla, mal llamados “sombreros de Panamá”.
En las primeras décadas de la República el valor de este producto llegó a superar
al del cacao en el mercado internacional.20
Un agravante económico y social para el Distrito del Sur fue “la larga y ago-
tadora guerra” de las últimas etapas de la independencia:
colocado como estaba entre los dos teatros de la guerra, al norte y al sur. Al norte
debió hacer frente a las campañas para sujetar a la sublevada Pasto. Al sur, armar una
poderosa expedición para terminar la independencia del Perú.21
19. Citada por Samuel Guerra en “El ocaso de los ídolos”, suplemento cultural de ElComercio, Quito,
año III, No. 110, pp. 13 y 14.
20. Juan Maiguashca, “El desplazamiento regional y la burguesía en el Ecuador”, en Segundo
EncuentrodeHistoriayRealidadEconómicaySocialenelEcuador, tomo I, Cuenca, Universidad
de Cuenca-Banco Central del Ecuador, 1978, p. 31.
21. José Villalba. “La década grancolombiana”, en HistoriadelEcuador, Barcelona, Salvat Editores,
1980, p. 132.
59
Él ha asegurado que en el colegio del Rosario se enseñan doctrinas más puras que
en el San Bartolomé; pero allí se han dado lecciones por el Espíritu de las leyes de
Montesquieu, y no me sería difícil demostrar que este autor tiene más invectivas sobre
materias religiosas que todas las obras de Bentham. Allí se ha enseñado por el Pacto
Social de Rousseau, que todos saben cómo trata a la religión; se ha leído el derecho
de gentes por Wattel, que como rígido protestante ataca frecuentemente los dogmas y
prácticas ortodoxas: hoy día se enseña la ciencia del derecho por Lepage, que contie-
ne también diversos capítulos sobre religión y sostiene vigorosamente la tolerancia
religiosa (…).26
Comentando la cita anterior, Julio Tobar escribe: “en el plan del 26 esos auto-
res analizados por Azuero adquirían carta de ciudadanía”.27
La logia masónica fue también fuerza activa desde comienzos y aun antes de
la República. El vicepresidente Francisco de Paula Santander y su ministro, José
(…) una serie de manuales de religión, moral, gramática, geografía, aritmética y tec-
nología (…). En los años que siguieron, fueron publicados numerosos manuales téc-
nicos llamados catecismos, que recibieron amplia difusión en el Nuevo Mundo. Como
estos libros se convirtieron en los textos básicos y en muchos casos los únicos usados
en las escuelas hispanoamericanas, los liberales españoles ejercieron así una profun-
da influencia sobre varias generaciones americanas.29
sugirió que ciertos tratados usados por ambas sociedades fueran traducidos para ser
usados por las nuevas naciones independientes, y para demostrar la posibilidad de lle-
varlo a cabo convenció a uno de sus amigos españoles, el sacerdote liberal Joaquín L.
Villanueva, de que tradujera la Teologíanatural de William Paley (…). Los miembros
de las dos sociedades, impresionados por la traducción hecha por el sacerdote, funda-
ron la Sociedad de Traducciones Españolas, que llamó a varios exiliados españoles
encargándoles diversos trabajos. Rocafuerte, aprovechando su amistad personal con
los presidentes de Gran Colombia y México, así como la que sostenía con muchos
ministros de varias naciones hispanoamericanas, facilitó el viaje de algunos represen-
tantes de las Sociedades de Escuelas y Bíblica al Nuevo Mundo. Les dio cartas de
recomendación, patrocinó la fundación de escuelas e instituciones de beneficencia, y
usó su calidad diplomática para proteger las Biblias y tratados que ambas organiza-
ciones comenzaron a distribuir en América. Con su apoyo, la Sociedad de
Traducciones Españolas publicó y distribuyó, antes de 1828, 11.500 ejemplares de
obras educativas y religiosas.31
A las sociedades bíblicas les cabe el honor de haber sido las pioneras en la
difusión de la Biblia en el idioma común a través de toda la América hispana. En
el caso del Ecuador fueron sus agentes y colaboradores los que pusieron la Biblia
en las manos del pueblo desde el momento mismo de la emancipación política, en
la tercera década del siglo XIX.
La Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, fundada en Londres en 1804 con
el fin de difundir la Biblia a través del mundo “sin notas ni comentarios”, fue la
primera que hizo un esfuerzo sistemático por proveer la Palabra de Dios a las nue-
vas repúblicas que iban independizándose de España. Doce años después, en la
ciudad de Nueva York, se fundó la Sociedad Bíblica Americana.33 En ambos casos,
una de las primeras acciones fue imprimir y distribuir el Nuevo Testamento en cas-
tellano, en una versión aceptable para las autoridades católicas, ya que los países
de habla hispana eran todos de esa confesión religiosa. Esa versión, como ya lo
indicamos, fue la de Scío de San Miguel, traducida en España a fines del siglo
XVIII.
Como a raíz de la independencia no había comunidades protestantes en nin-
gún país hispanoamericano, las sociedades bíblicas recurrieron a diplomáticos y
comerciantes ingleses y norteamericanos que se habían establecido en estos países
para que sirvieran de agentes voluntarios de distribución. Había también algunos
clérigos católicos “ilustrados” que aceptaron con gusto esta misión.
No conocemos los nombres de los primeros que trajeron la Biblia distribui-
da por las sociedades bíblicas al Ecuador. Pero sí tenemos datos muy interesantes
de dos personas que distribuyeron las Sagradas Escrituras en el momento mismo
en que las provincias de la Audiencia de Quito se independizaban del poder espa-
ñol. Una es una carta de un anónimo comerciante que recibió 50 Nuevos
Testamentos en Lima, a fines de 1823, para dejarlos en la ciudad de Trujillo, Perú,
de paso hacia el norte del continente. Sucede que en esos momentos los revolucio-
narios americanos dirigidos por Bolívar estaban todavía luchando con las últimas
fuerzas españolas en el Perú. Debido a esto, el portador de los Nuevos Testamentos
no pudo desembarcar en Trujillo, sino que siguió viaje rumbo a Guayaquil. En su
carta cuenta que decidió hacer un viaje de negocios a Jipijapa, Montecristi y Bahía
de Caráquez, poblaciones situadas al norte de Guayaquil.
33. Respecto a la fundación y el trabajo de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera en los primeros
años, ver William Canton, ThestoreoftheBibleSociety, London, John Murray, 1904 y, respecto
a la Sociedad Bíblica Americana, Henry Otis Dwight, The centennial history of the American
BibleSociety, New York, The Macmillan Company, 1916.
64
Antes de dejar Guayaquil, alguien tuvo conocimiento de que yo tenía los Nuevos
Testamentos, y entonces la demanda por ellos fue tan grande, que estuvo fuera de mi
alcance el poder salvar algunos de ellos para llevarlos a los otros lugares mencionados,
tal como era mi intención (…).
Pasando por las calles de Guayaquil, no una ni dos veces sino casi todos los días he
visto con placer a los tenderos y a la gente pobre que tiene puestos de venta, leer el
sagrado Evangelio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Si yo hubiera tenido otra
cantidad diez veces mayor de libros, estoy persuadido que los hubiera podido vender
todos.
A mi llegada a este puerto [Monte Cristo] (…) no tenía Nuevos Testamentos sino
solamente unos pocos opúsculos y algunas de las instrucciones del sistema de enseñan-
za Lancaster, di estos últimos a diferentes maestros de escuela, al igual que algunos
opúsculos. Fue asombroso y a la vez placentero, ver, [cuando] se enteraron que yo
tenía los opúsculos a bordo, cómo la gente joven y de edad se me acercaba en la calle
o iba a mi alojamiento, pidiéndome que les diera o vendiera un ejemplar de ellos (…).
Hace casi cuatro años distribuí algunos Testamentos en Monte Cristo, de los cuales
vi uno o dos esta vez. Tal es el deseo por la palabra de Dios, que el gobernador y dos
o tres personas más, me pidieron que como un favor especial, les dejara hasta mi regre-
so el nuevo Testamento que yo tenía para mi propio uso, y me rogaron y aun me ofre-
cieron dinero para que trajera de regreso el Nuevo Testamento o la Biblia completa.34
El anónimo escritor dice que casi cuatro años antes ya había distribuido
Nuevos Testamentos en “Monte Cristo”. Esto significa que la primera distribución
bíblica en el Ecuador se realizó en el momento mismo en que la entonces provin-
cia de Guayaquil se independizaba de España, en 1820.
Otro caso es una carta escrita por Estanislao Lynch, un comerciante inglés
radicado en Lima, que sirvió por algunos años de agente voluntario de la Sociedad
Bíblica Británica y Extranjera en el Perú. La carta está fechada el 22 de agosto de
1822, es decir, unos pocos meses después de la Batalla del Pichincha. En ella da
cuenta que ha recibido las primeras 500 Biblias y 500 Nuevos Testamentos de la
Sociedad Bíblica Británica y Extranjera. Después de comentar la excelente recep-
ción que han recibido las Escrituras en Lima, dice:
34. Samuel Escobar, edit., Precursores evangélicos: Diego Thomson y Francisco Penzotti, Lima,
Ediciones Presencia, 1984, pp. 110-112.
35. Carta fechada en Lima el 22 de agosto de 1822 que reposa en los archivos de la Sociedad Bíblica
Británica y Extranjera (Bible Society’s Archives, Cambridge University Library).
65
Desafiando los peligros que implicaba el viajar por el norte del Perú en medio
de la guerra, llegó a Guayaquil el 30 de septiembre de 1824.37 Traía consigo un
total de 800 Nuevos Testamentos pero una sola Biblia, pues, debido a las hostili-
dades en el Perú, no había llegado un cargamento de Escrituras enviadas por la
Sociedad Bíblica Británica y Extranjera. A través de todo el viaje Thomson lamen-
taría repetidamente el no disponer de Biblias. En Guayaquil encontró un cargamen-
to de Nuevos Testamentos más o menos igual al que traía del Perú. Dice:
Después de pensar algo sobre el modo más rápido y eficaz para vender los Nuevos
Testamentos, me pareció que la mejor cosa que podría hacer era imprimir un aviso y
anunciar la venta colocándolo en sitios públicos, en los diferentes pueblos por los que
pasase en mi viaje.
El ánimo para hacer esta tentativa nace de los grandes y felices cambios ya efec-
tuados por la revolución que se desarrolla en esta parte del mundo, y, confío que ya
esté llegando a su término. No me hubiera atrevido a hacer tal cosa bajo el gobierno
español. Lo que está sucediendo en estos países es verdaderamente una revolución, en
todo el sentido de la palabra.38
Diego Thomson era un visionario que se daba plena cuenta de las oportuni-
dades que presentaban los cambios políticos y culturales producidos por la revolu-
ción y sabía aprovecharlos al máximo en la causa bíblica. No se daba cuenta –y
quizás no podemos esperar que se diera– de que para el pueblo la revolución no
significaba más que un simple cambio de amos, no una verdadera revolución
social. Relata que en cuanto fijó el aviso impreso en la única imprenta que existía
en la ciudad –la imprenta del gobierno– empezaron a llegar a comprar el Nuevo
Testamento personas interesadas. Aunque el aviso anunciaba que la venta sería
solo por tres días, ésta se prolongó a seis, en los cuales vendió un total de 741
Nuevos Testamentos. Lo más sorprendente fue la recepción que tuvo por parte de
los clérigos.
38. Carta del 11 de octubre de 1824, escrita en Guayaquil, citada por Juan Varreto en DiegoThomson,
Buenos Aires, Imprenta Evangélica, 1918, p. 88.
39. James Thomson, op.cit., p. 183.
40. Ibíd., p. 220.
41. Darío Guevara, Vicente Rocafuerte y la educación pública en el Ecuador, Quito, Casa de la
Cultura Ecuatoriana, 1965, p. 59.
67
Al declinar el honor que se me hacía –dice– tuve que luchar con mis sentimientos,
pero no con mi juicio. Aunque mi deber me obligaba a seguir viaje, sin embargo, a
consecuencia de estas propuestas no puedo menos que tomar un interés adicional en
el progreso de la educación en los lugares mencionados.42
Una de sus intenciones era hacer los contactos necesarios en cada lugar que
visitara a través del viaje, para formar una cadena de agentes que se encargaran de
la distribución de la Biblia en el futuro. Siendo Guayaquil un punto estratégico
tanto para la recepción de los libros que enviaría de Inglaterra la Sociedad Bíblica
Británica y Extranjera, como para la distribución a las ciudades y pueblos del inte-
rior, consideró muy cuidadosamente quién sería la persona más indicada para el
efecto. Es evidente que para 1824 había en Guayaquil un buen número de extran-
jeros que habían venido a radicarse con fines comerciales o profesionales. Le pare-
ció que la persona más indicada para servir de agente de la Sociedad Bíblica
Británica y Extranjera era el industrial y comerciante norteamericano William
Wheelwright, que dirigía una casa comercial en el puerto y que había sido nombra-
do en junio de ese año cónsul de Estados Unidos en Guayaquil.43 Wheelwright,
pertenecía a una familia de pastores protestantes, descendiente de uno de los pio-
neros ingleses que había emigrado a Norteamérica en el siglo XVII y estaba rela-
El entusiasmo del prior y los demás frailes fue tal, que ellos mismos se encargaron
de la propaganda.
Ni bien se fijaron los avisos –dice Thomson– empezó a venir uno y después otro,
y así sucesivamente, para comprar el Nuevo Testamento. Hubo un momento en que
los compradores llenaban el local, y los frailes estaban alrededor gozándose de la
escena, y recomendando entusiastamente el volumen sagrado a todos los que acu-
dían, y ayudándome en la venta cuando el caso lo requería. El resultado fue que en
dos horas y media, es decir, hasta que vino la noche, vendí ciento cuatro ejemplares.46
por el provincial del Convento de San Francisco, con el expreso propósito de poner
una copia en manos de cada uno de los frailes del convento. En mi última carta seña-
laba el triunfo de nuestra causa en el Convento de Santo Domingo de Latacunga, y
[ahora] me da no poco placer el poder registrar lo que llamaría un triunfo similar al
mencionado, respecto a los franciscanos de esta ciudad. A esto debo añadir que [el
mismo Provincial], creo, ha recibido pedidos de todos los conventos, solicitándole
comprar una, dos o más Biblias para ellos en el momento que lleguen.48
Pero la acogida más calurosa e incondicional que recibió fue la de los mar-
queses de San José, Manuel de Larrea y señora. Durante su permanencia en Quito
se hospedó en casa de estos “nobles” quiteños. El marqués de San José –dice
Thomson– es “un caballero de la máxima respetabilidad en esta ciudad, habida
cuenta de su carácter personal y las grandes posesiones que tiene en este lugar”. El
marqués era uno de “los próceres de la independencia”, que había participado en
el primer intento de arrebatar el poder a los españoles en 1809 y había formado
parte de la junta soberana que se constituyó posteriormente. Este noble quiteño
permitió a Thomson “vender los Nuevos Testamentos en su propia casa y animó a
sus amigos a comprarlos”. Al indicarle la labor que cumplía la Sociedad Bíblica
Británica y Extranjera, se ofreció para servir de agente de la misma en la distribu-
ción futura de la Biblia. Más aún, Thomson le habló de
la formación de una Sociedad Bíblica para el distrito de Quito, cuya sede debe estar
en esa ciudad. Se interesó plena y alegremente en este asunto, y prometió hacer todo
lo que esté en su poder para iniciar y llevar a cabo este proyecto, tan pronto como se
presente la oportunidad apropiada. También le hablé a la marquesa respecto a una
Sociedad Bíblica Femenina –escribe Thomson– y tuve el placer de recibir de parte
de ella la seguridad de que hará todo lo que esté en su poder para establecer dicha
sociedad.49
Usted sabe que la educación de este sexo en Suramérica es muy limitada –escribe
Thomson–. Es lo que sucede en Quito, como bien se puede suponer. Considerando
que esta es una ciudad grande, la principal de un distrito amplio y populoso, yo tenía
mucho deseo de hacer algo para el establecimiento de una escuela o academia feme-
nina aquí. Conversé con el intendente y con otras personas al respecto y descubrí que
todos estaban dispuestos a hacer lo que fuera necesario para llevar a cabo propósito
tan deseable.51
El plan que propuso Thomson era traer de Inglaterra uno o dos maestros bien
capacitados en el sistema lancasteriano, lo cual fue aceptado inmediatamente por
los interesados; pero el problema era el financiamiento de una escuela de este tipo,
ya que el gobierno local carecía de fondos para tal efecto. La respuesta se encon-
tró en la posibilidad de que el gobierno central asignara la casa del Beaterio y sus
rentas al proyecto, en conformidad con la ley dictada por el Congreso de Cúcuta
en 1821. Se acordó que un grupo de mujeres, encabezado por la influyente mar-
quesa de San José, enviaría una comunicación al intendente, explicándole el pro-
yecto y solicitándole que se hiciera lo necesario para el establecimiento de una
escuela femenina. El intendente, a su vez, escribiría al gobierno de Bogotá reco-
mendando el proyecto e indicando de dónde se podrían obtener los fondos necesa-
rios. Thomson llevaría la solicitud para entregarla personalmente al vicepresiden-
te Santander en la capital de la República. “Tal es el interés que el gobierno tiene
en estos asuntos –dice– que no dudo que el éxito será completo”.52
Thomson tuvo también oportunidad de observar el nuevo ambiente intelec-
tual que se vivía en el Ecuador de la época grancolombiana. Al relatar su viaje por
el río Babahoyo, después de salir de Guayaquil, menciona la libertad con que la
gente del pueblo expresaba sus opiniones no siempre ortodoxas respecto a la igle-
sia Católica y temas religiosos en general. Al relatar su estadía en Quito, indica que
traía consigo dos ejemplares de la obra Evidencias del cristianismo del finado
ObispodeLondres,53 y dice:
LA REACCIóN CONSERVADORA
Aturden las cosas que han propuesto y dicho en las Cámaras impunemente: secu-
larización de religiosos, casamiento de ordenados in sacris; disolución del matrimo-
nio por adulterio, renuncias del fuero eclesiástico; expropiación civil de los diezmos
y usurpación de los bienes de las Religiones (…). Mi corazón se oprime (…).57
(…) La iniquidad de nuestros enemigos llega a tanto que, aparte del aluvión de libros
perniciosos, por sí mismo hostil a la religión, se esfuerzan también en convertir en
detrimento de la religión las Sagradas Letras, que nos fueron divinamente dadas para
edificación de la religión misma. No se oculta, venerables hermanos, que cierta
Sociedad vulgarmente llamada bíblica recorre audazmente todo el orbe y, desprecia-
das las tradiciones de los santos Padres, contra el conocidísimo decreto del Concilio
Tridentino, juntando para ello sus fuerzas y medios todos, intenta que los Sagrados
Libros se viertan o más bien se perviertan en las lenguas vulgares de todas las nacio-
nes (…). Para alejar esta calamidad, nuestros predecesores publicaron varias
Constituciones (…). Nosotros también, conforme a nuestro cargo apostólico, os
exhortamos, venerables hermanos, a que os esforcéis a todo trance por apartar a vues-
tra grey (…) a fin de que vuestros fieles adheridos al pie de la letra a las reglas de
nuestra Congregación del Índice, se persuadan de que “si los Sagrados Libros se per-
miten corrientemente y sin discernimiento en lengua vulgar, de ello ha de resultar por
la temeridad de los hombres más daño que provecho”.61
Sería poco útil enviar Testamentos a Quito, ya que he tenido noticias de que una
caja que fue enviada allá por el Sr. Thomson el año pasado fue recogida después y
quemada por los sacerdotes. Una parte de los vendidos por el Sr. Thomson en este
lugar también han sido recogidos y quemados, pero los que querían retener los suyo
los retuvieron. En todo lugar que visito, encuentro que los sacerdotes y laicos más
ilustrados ven lo adecuado y algunos la importancia de poner la Palabra de Dios en
las manos de todos; y tengo la convicción de que en el curso de dos o tres años más,
todo obstáculo a su circulación habrá desaparecido (…).62
Había razones económicas y políticas muy precisas que movían a los depar-
tamentos del sur, o mejor, a sus clases dominantes, a proclamar la dictadura de
Bolívar.64 Entre los principales promotores del movimiento estaban los religiosos,
que resentían las leyes que afectaban económicamente y en otras formas a la
Iglesia y sus instituciones. El Dr. José Félix Valdivieso, intendente del departamen-
to del Ecuador, escribía así al vicepresidente Santander.
Quiera el cielo que no sea éste un principio de nuestras desgracias. Hoy mismo lo
he temido altamente, pues en la discusión de los puntos del acta (de la asamblea en
que se proclamó la dictadura de Bolívar), a pretexto de reasumir la soberanía, los bue-
nos eclesiásticos han desenrollado el germen fatal de sus aspiraciones, se ha ostenta-
do el fanatismo, y hemos visto que las pretensiones del clero están en absoluta con-
tradicción con los intereses del pueblo.65
Matthews esperaba. Existía, además, el hecho de que las biblias distribuidas por la
Sociedad Bíblica Americana incluían los apócrifos, mientras que las de la Sociedad
Bíblica Británica y Extranjera ya no los tenían. Naturalmente, esto “tenía un peso
adicional y militó decididamente contra la venta de biblias”.
Estos factores, sin embargo, no significaban que no hubiera oportunidad de
hacer una buena labor, ya que “el valor de la Biblia [era] apreciado entre la gente
principal de Guayaquil”, y “en la educación de la clase [social] superior, la instruc-
ción bíblica era práctica general”. Se entiende, naturalmente, que ésta era instruc-
ción que se daba en los colegios católicos de la ciudad, a los cuales tenían acceso
solamente los hijos de las familias acomodadas, pues los hijos de los pobres no
asistían a ninguna escuela o asistían a las pocas escuelas públicas que el gobierno
estaba creando en todo el país. La visita de Thomson y la callada pero perseveran-
te labor de William Wheelwright, entonces, habían tenido su efecto. La Biblia era
conocida y estudiada por lo menos entre la clase alta de Guayaquil.
Lucas Matthews se dio cuenta de que su oportunidad estaba en la distribu-
ción al común del pueblo. Consecuentemente dejó en consignación una cantidad
de escrituras “en almacenes respetables para la venta a precios reducidos”. “Hice
esto –dice– para facilitar su venta a las clases pobres”. Tras esto empezó a recorrer
las calles de la ciudad en busca de oportunidades para vender sus libros. Se le pre-
sentó la ocasión en una escuela pública de varones, donde un profesor respondió
entusiastamente a su oferta y facilitó la venta de 132 nuevos testamentos a los
alumnos. El interés por la Palabra de Dios, indudablemente, era un factor que favo-
recía la venta; pero otro factor era el hecho de que las escuelas públicas carecían
de libros de texto para la lectura y cualquier libro, especialmente si se vendía a pre-
cio módico, era bienvenido. Comentando esta experiencia en la escuela, Matthews
dice:
Nadie que haya recibido o presenciado los efectos de la instrucción bíblica a edad
temprana pensará que la introducción del Nuevo Testamento como libro de texto en
las escuelas infantiles es asunto de poca monta. Pero en un país como éste, tal acon-
tecimiento tiene una doble importancia y una doble promesa. Entre otros felices resul-
tados, que se pueden esperar razonablemente, se deben tomar en cuenta los beneficios
que pueden recibir muchos de los padres de esos niños. No se debe olvidar que no hay
otra manera en que ellos tengan la posibilidad de familiarizarse con el contenido de
la Biblia, ya que la mayoría de ellos no sabe leer.70
una sociedad llamada “Amigos del País”, compuesta por los generales Villamil e
Illingsworth (y otras personas) (…) pidió a Bolívar y obtuvo que aprobara una refor-
de tres meses. ¿Cuántos ejemplares de las escrituras vendió? ¿Cómo fue recibido
por el público cuencano? No lo sabemos. Pero sí sabemos que el padre Vicente
Solano, un franciscano que posteriormente se distinguió por su espíritu polemista
y cáustico contra todos los que no estaban de acuerdo con él, “movió al doctor
Landa [encargado del obispado de Cuenca], para que publicara una circular orde-
nando recoger las Biblias; el mismo doctor Landa se dirigió al Vicario Capitular de
Quito, insinuándole que hiciera otro tanto”.76 Podemos juzgar los prejuicios y el
desconocimiento del protestantismo y del problema del canon bíblico que aqueja-
ban a fray Vicente Solano, por lo que escribió posteriormente en su ensayo titula-
do: “Causas que han corrompido a Europa”:
Durante mi visita a Ambato conocí al Dr. Araujo, un clérigo ilustrado y liberal que
ve con buenos ojos la posición de la Sociedad Bíblica, por lo menos hasta cierto
punto. Se refirió en términos muy elogiosos al Sr. Thomson y al Sr. Matthews como
individuos, y alabó el celo de ellos en la distribución de las Escrituras. No obstante,
desaprueba la resolución de hace unos años de las sociedades bíblicas inglesas y ame-
ricana de excluir los libros apócrifos (…). Reconoce que la prohibición de leer las
biblias de la Sociedad es virtualmente una prohibición de leer las Escrituras, ya que
la mayoría de los lectores no tienen medios para adquirir toda la obra de Scío, pues
nunca se ha publicado el Nuevo Testamento en forma separada (…). El Sr. Matthews
le dejó veinticinco copias del Nuevo Testamento que él no ha distribuido para no incu-
rrir en alguna censura eclesiástica. Cree que son necesarias algunas limitaciones en el
uso de las Escrituras, debido a los abusos y perversiones a que están expuestas en las
manos de un pueblo ignorante y vicioso.79
79. Carta escrita en Quito el 1 de enero de 1836, en Washington Padilla J., op.cit., p. 21.
80. Carta del 14 de diciembre de 1828 ya citada.
81. Hernán Rodríguez C., “Solano, su espíritu, su obra, su prosa”, en Vicente Solano, op.cit., p. 12.
82. Carta del 14 de diciembre ya citada.
82
Entréguese al Sor. Alberto Salarza, apoderado del Sor. Lucas Matthews, los ejem-
plares de la Biblia que existen en Tesorería en calidad de depósito y las cuales no
podrán de manera alguna venderse en el país, debiendo reportarse por Guayaquil,
como está mandado, dentro del término que designen los respectivos gobernadores,
quienes se arreglarán a la provincia del Ejecutivo de Colombia de 3 de marzo de 1829
que se declara en toda su fuerza y vigor.84
83. Ibíd.
84. Oficio del Ministerio de Estado en el Despacho del Interior, Quito, 9 de febrero de 1838, Archivo
Nacional de Historia, Quito.
83
guaciones correspondientes con todas las personas que pudieran dar algún indicio
de su paradero; lo único en concepto que logró averiguar fue una carta enviada por
un oficial inglés, el mayor John Powell, al cónsul británico, James Henderson.
Entre otras cosas le decía:
Así concluyó la vida de un hombre esforzado e intrépido que luchó por difun-
dir la Palabra de Dios en el Ecuador, en un momento cuando las fuerzas reaccio-
narias iniciaban un contraataque que haría difícil –y la mayor parte del tiempo
imposible– la divulgación de la Biblia hasta finales del siglo. Siete años después,
otro esforzado “portador de la Palabra de Vida” comentaba la desaparición de
Lucas Matthews y decía:
Humanamente hablando, su muerte se debió a las privaciones que tuvo que sopor-
tar por difundir el conocimiento de las Escrituras y sus esfuerzos no han sido vanos.
El espíritu de oposición ha disminuido un tanto y a través de su influencia el Dr.
Araujo ha escrito un panfleto en defensa de la Sociedad Bíblica que no puede dejar
de producir resultados positivos.86
85. Carta del Mayor John Powell, escrita en Cartagena, Colombia, el 16 de agosto de 1830; reposa en
los archivos de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera (Bible Society’s Archives, Cambridge
University Library).
86. Washington Padilla J., op.cit., p. 21.
84
CONCLUSIONES
87. “Durante todo el período colombiano fue el clero una de las primordiales fuerzas políticas: los car-
gos de representantes a los congresos de Bogotá se confiaban casi siempre a altos miembros del
sacerdocio del Sur (…). Esa elección provenía ora de la influencia de que disponía el clero como
factor de índole religiosa, ora de su prestancia intelectual”. Julio Tobar, op.cit., p. 209.
86
Inglaterra, Estados Unidos y otros países protestantes, no hay duda de que la nacio-
nalidad de los difusores bíblicos era un factor positivo que predisponía a muchos
a recibirlos y escucharlos. Consciente o inconscientemente los identificaban con el
progreso y adelanto que los nativos ambicionaban para su propio país.
Había también factores que limitaban las posibilidades de éxito de los agen-
tes bíblicos.
1. En el caso de Thomson, su distribución parece que se limitó bastante a las
clases “ilustradas” y a los clérigos y poco tocó al pueblo común, no porque él no
lo quisiera sino por el hecho de que el pueblo en general era analfabeto y por tanto
no estaba en condiciones de leer el Nuevo Testamento.
2. Además, aunque Thomson hizo una excelente labor con vistas a la distri-
bución futura –e indudablemente tenía en mente la distribución masiva al pueblo
común–, sin embargo faltó un seguimiento inmediato que quizás hubiera ayudado
a consolidar el trabajo iniciado. Desgraciadamente las circunstancias no permitie-
ron hacerlo y mucha de esa magnífica labor se diluyó.
3. Como ya hemos indicado, antes de la llegada de Lucas Matthews ya las
autoridades eclesiásticas habían tenido noticias de la encíclica Ubi primum, que
condenaba a las sociedades bíblicas y la difusión de las escrituras en lenguaje
común. Esto, añadido al hecho de que las biblias publicadas por las sociedades
bíblicas no traían las notas y que la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera supri-
mió los libros apócrifos de sus ediciones en este período, indudablemente enfrió el
ánimo inicial de muchos clérigos y confirmó la actitud hostil de otros que no habí-
an visto bien la labor de los agentes bíblicos desde el comienzo.
4. En el caso de Lucas Matthews, especialmente cuando visitó el interior del
país –a raíz del inicio de la dictadura de Bolívar a mediados de 1828– el clima de
libertad política cambió radicalmente. Regían ya el Decreto Orgánico y otros
decretos, que restringían la libertad de pensamiento y fortalecían la acción del ele-
mento conservador dispuesto a detener las transformaciones que consideraba per-
judiciales para el país.
Aunque es indudable que, como resultado de las labores de las sociedades
bíblicas, hubo un saldo favorable para la generación que recibió las escrituras en
ese período, sin embargo, ya no sería posible una difusión masiva en el país sino
hasta finales del siglo XIX, con el triunfo del Partido Liberal en 1895.
III. Precursores del siglo XIX (II)
(1830-1895)
pues por el hecho de ser humano no vive simplemente por el instinto sino que ine-
vitablemente (aunque quizás inconscientemente) se orienta a valores que conside-
ra supremos y por los cuales lucha, es decir, se orienta y lucha por los “dioses” a
los cuales adora.2
Quizás alguien esté dispuesto a admitir que esto sea verdad en el plano indi-
vidual pero no en el plano del Estado, el ente político por excelencia. Hay estos lai-
cos –se dirá– donde conscientemente se hace una separación entre la política y la
religión, donde todas las confesiones religiosas son respetadas y gozan de los mis-
mos derechos sin discriminación. Esto es verdad en cuanto y en tanto las iglesias
se conforman al “orden establecido”; pero en el momento en que una Iglesia cum-
ple su misión profética, es decir, su misión de protesta contra la injusticia del sis-
tema, en ese momento el Estado muestra que no es exactamente neutral en cues-
tiones religiosas, muestra que también tiene sus dioses a los cuales sirve. Esto se
ve hoy día dramáticamente en algunos países modernos y no solamente donde
existen gobiernos “totalitarios”, sino en los así llamados países “democráticos”,
donde cientos de cristianos han sido masacrados por cumplir su misión profética;
lo cual muestra a las claras que el Estado no es de ninguna manera ajeno a cues-
tiones religiosas ni hay iglesias apolíticas; y que no se puede hacer la separación
cortante entre religión y política, excepto para fines académicos y de exposición.
CARACTERIZACIóN GENERAL
DEL PERÍODO 1830-1895
Esto es evidente en la historia del Ecuador del siglo XIX. En las décadas que
nos ocupan en este capítulo, vemos enfrentadas dos posiciones político-religiosas
antagónicas que buscan imponer su hegemonía y que mantienen al país en cons-
tante estado de zozobra. Por un lado, la tendencia conservadora-clerical que tiene
sus raíces en la época colonial; y por otro lado, la tendencia liberal moderna, pro-
ducto de las transformaciones económicas, intelectuales, religiosas y políticas del
mundo de los últimos siglos. Para el propósito de una historia del protestantismo
en el Ecuador estos factores político-religiosos son de importancia suprema, por-
que pertenecer obligatoriamente. La comunidad política es la comunidad más extensa, que permi-
te asegurar al hombre su pleno desarrollo en el orden temporal. Respetando su diversidad, la polí-
tica integra toda la disparidad de grupos sociales ya que pretende construir entre todos los hom-
bres un conjunto ordenado y crear un cuadro común de vida en el que todos los ciudadanos pue-
dan desarrollar íntegra y libremente su personalidad en todas sus facetas”, Enciclopedia de las
cienciassociales, volumen LaPolítica, Bilbao, Asuri de Ediciones S. A., 1981, p. 493.
2. Tenemos en mente aquí la definición de religión que da el sicoanalista Eric Fromm en su libro
Psychoanalysis and religión, New Haven, Yale University Press, 1961, p. 21: “Por religión yo
entiendo cualquier sistema de pensamiento y acción compartido por un grupo que le proporciona
al individuo un marco de orientación y un objeto de devoción”.
89
que fueron los que determinaron la posibilidad o imposibilidad del trabajo de los
precursores y porque finalmente fueron los que hicieron posible la entrada de las
primeras misiones que se establecieron en el país.
La tendencia conservadora-clerical era la posición mayoritaria (aunque no
exclusiva) de los latifundistas serranos, herederos de los privilegios de la colonia.
Esta era también la posición de la Iglesia y había razones históricas y económicas
para ello. La Iglesia había sido la mayor latifundista durante la colonia. Al pasar al
período de la República, durante todo el siglo XIX, siguió
fue sobre todo, una revolución que destruyó la potencia teológica y política del
Papado y puso fin a la hegemonía que éste ejercía en Europa. Pero al mismo tiempo
determinó grandes cambios en el orden social y político, que transformaron la natu-
raleza del Estado y prepararon, para un futuro no muy remoto, la emancipación moral
del individuo.
la revolución inglesa [del siglo XVII] que no sólo destruyó el poder absoluto del
Papado en Inglaterra y fundó la supremacía del Estado nacional, sino que suprimió
las viejas relaciones económicas y sociales del feudalismo y preparó las condiciones
para el advenimiento del sistema capitalista y el triunfo de una nueva clase social: la
burguesía.4
Esta ideología política no era, pues, una planta que hubiera nacido y crecido
en el Ecuador. Era más bien una planta extraña, importada de Europa, producto
directo de los nuevos poderes coloniales que surgían en Europa y que extendían sus
tentáculos a las nuevas repúblicas a través del comercio y los nuevos movimientos
económicos, intelectuales, políticos y religiosos que aparecían a través de toda
América.
Como vimos en el capítulo II, los que más se identificaban con esta nueva
tendencia política eran los exportadores, importadores y financistas de la Costa –la
así llamada “burguesía costeña”– y esto, no solo por convicción sincera, sino por-
que ellos eran los más beneficiados económicamente con las nuevas relaciones
comerciales establecidas con los poderes coloniales europeos a raíz de la
Independencia, mientras que los latifundistas de la Sierra más bien se veían perju-
dicados por el ingreso del país al mercado mundial.
Esto nos ayuda a entender por qué los “burgueses” liberales estaban interesa-
dos no solamente en las transformaciones materiales y económicas del país (vías
de comunicación, transporte, infraestructura portuaria, etc.), sino también en cam-
bios institucionales (organización de la administración pública, liberación de la
mano de obra esclava o semi-esclava, creación de un sistema financiero, etc.); más
aun, estaban interesados en cambios mentales y espirituales que pusieran al país a
la altura del “mundo moderno”, con el cual ellos estaban vinculados. Ésta era la
razón principal por la cual desde el nacimiento mismo de la nueva República bus-
caron establecer un sistema educativo que incluyera no solamente a “los nobles”
–que eran los únicos que se habían beneficiado de la educación durante la colonia–
sino también a los hijos de las “clases bajas” y a la mujer. Ésta era la razón tam-
bién por la cual estaban interesados en la libertad de imprenta y en la difusión de
toda clase de literatura, prohibida por la Iglesia durante la época colonial. Por su
parte la Iglesia
1. Fase del liberalismo moderado que ensaya sus primeros pasos en la nueva
República y el conservadurismo que reagrupa sus fuerzas para mantener sus posi-
ciones: 1830-1860. Esta etapa de la historia nacional se caracteriza por un difícil
equilibrio de fuerzas opuestas, que sobreviven mediante precarias alianzas políti-
cas. Durante esta fase trabajó en el Ecuador el primer agente de la Sociedad Bíblica
Americana para la costa del Pacífico, Isaac Watts Wheelwright, de 1835 a 1838 y
algunos comerciantes guayaquileños continuaron distribuyendo Escrituras traídas
de Lima.
2. Fase de consolidación del elemento conservador, en la que las fuerzas
reaccionarias parecían haber ganado definitivamente el poder: 1860-1875. Durante
este tiempo gobernó el país Gabriel García Moreno, sin duda el más hábil y genial
hombre público de todo el período, que implantó una verdadera teocracia y buscó
frenar el avance de las nuevas corrientes ideológico-políticas que invadían el país.
Por otro lado, es la etapa cuando alcanzaba su clímax el esfuerzo del Vaticano por
romanizar a la Iglesia Católica de la América, largamente desconectada del Papa
por efecto del Patronato que había regido las relaciones de la Iglesia con el Estado
durante la colonia y las primeras décadas de la República. Durante este tiempo
todo esfuerzo de los agentes bíblicos protestantes estaba fuera de toda posibilidad.
3. Fase de la radicalización de las posiciones políticas: 1875-1895. Esta fase
se caracteriza por la profundización del anticlericalismo que desemboca en la rup-
tura de las fuerzas opuestas con la toma del poder por el Partido Liberal Radical y
la transformación institucional de comienzos del siglo XX. Durante esta fase el
joven maestro metodista J. G. Price, vinculado al obispo William Taylor, realizó en
1880 el primer intento de establecer una misión evangélica, pero fracasó; los agen-
tes de la Sociedad Bíblica Americana, Francisco Penzotti y Andrés Milne, distribu-
yeron 96 Nuevos Testamentos en varias ciudades de la Costa en 1886; Zoilo
Irigoyen, pastor metodistas y agente de la Sociedad Bíblica Americana, realizó dos
exitosas giras por el sur del país y la Junta de Misiones Extranjeras de la Iglesia
Metodista Episcopal de Estados Unidos hizo los primeros intentos por establecer
un trabajo misionero en el Ecuador, aún antes del triunfo del Partido Liberal.
con los productos importados al abrirse el país al mercado mundial; los militares
de la Independencia que no habían vuelto a la vida civil habían formado bandas
que asolaban los campos y pueblos pequeños; la mentalidad misma del conglome-
rado social poco o nada había cambiado con el cambio político, pues el nuevo sis-
tema republicano no reflejaba la realidad social; la opresión y la miseria eran la
moneda corriente de la época.
En estas circunstancias crecía la oposición al gobierno de Flores tanto en la
Costa como en la Sierra. Uno de los más decididos opositores era Vicente
Rocafuerte, a quien nos hemos referido en el capítulo II. Este rico criollo que per-
tenecía a una de las familias burguesas más distinguidas de la Costa, había regre-
sado al Ecuador en los primeros meses de 1833 e inmediatamente había sido ele-
gido diputado por Pichincha en las elecciones de ese año. Flores lo destituyó junto
con algunos de los liberales que apoyaban a Rocafuerte y ordenó que fuera deste-
rrado al Perú. Pero en octubre de ese año estalló una rebelión militar en Guayaquil
que liberó a Vicente Rocafuerte y lo proclamó Jefe Supremo. Siguieron meses de
una guerra de guerrillas en la que Flores finalmente capturó a Rocafuerte. Pero
entonces las cosas se complicaron para el Presidente, ya que también estallaron
insurrecciones en el norte del país que desembocaron en la proclamación de José
Félix Valdivieso como Jefe Supremo. Este militar, fiel adicto del libertador
Bolívar, buscaba el regreso del Ecuador a la Gran Colombia. Al mismo tiempo, el
Departamento del Azuay, al sur, amenazaba desprenderse del Ecuador para unirse
al Perú. Acosado por todos lados, Flores encontró una salida por medio de una de
las maniobras más astutas, lo cual demuestra que además de un buen estratega
militar era también un político de no poca habilidad. A cambio de ser nombrado
Comandante en Jefe del Ejército, perdonó la vida a Vicente Rocafuerte e hizo una
alianza con él, por la cual respaldó una nueva proclamación de éste como Jefe
Supremo al cumplirse su propio período constitucional en septiembre de 1834.
Siguieron meses de lucha contra Valdivieso al norte que culminaron en la famosa
batalla de Miñarica, cerca de Ambato, donde Flores derrotó al ejército opositor en
enero de 1835. Así quedó abierto el camino para que Vicente Rocafuerte fuera
nombrado Presidente Constitucional por la Convención Nacional que se reunió en
Ambato en junio de 1835 y dictó la segunda Carta Política.
En la Convención Rocafuerte señaló las contradicciones que existían entre la
realidad social, espiritual y económica del país y las leyes democráticas que
supuestamente lo gobernaban, contradicciones que, según él, habían sido la causa
de tantos trastornos desde la iniciación misma de la República:
¿Existe entre nosotros esa pura moral de la que nace el espíritu público? Es duro
decirlo, pero es preciso confesar, que no. ¿Estamos al nivel de las luces del siglo? No.
¿Hay comodidad, desahogo o instrucción en la masa del pueblo? No. Luego faltan los
fundamentos en los que debe apoyarse el edificio democrático, y a esta contradicción
que se nota entre las leyes orgánicas y las circunstancias políticas del país, se debe
atribuir una gran parte de las revoluciones calamitosas que hemos experimentado. La
Constitución del año 30 que se trata de reformar, o de anular según convenga, presen-
ta raras anomalías. Al lado de las declaraciones de la soberanía del pueblo, de la cre-
ación de un cuerpo legislativo, de la distribución de los poderes, de la libertad de
imprenta, y otras semejantes, que son puramente democráticas, están la intolerancia
de otros cultos fuera del romano, el reconocimiento de los fueros privilegiados, el
pupilaje de los indígenas y el statuquo de los establecimientos eclesiásticos y mona-
cales, que han consagrado nuestras leyes coloniales. ¿Puede existir la democracia en
medio de tales contradicciones y en un país escaso de población, y cuando ésta se
compone de elementos heterogéneos? En los países clásicos de la civilización, en
Inglaterra, Francia y Estados Unidos, las leyes tienen el carácter de generalidad que
les es propio, se aplican a una masa homogénea de población de 25 o 30 o 12 millo-
nes de habitantes que son semejantes en color, costumbres, idiomas, instrucción, pre-
ocupaciones y circunstancias. ¿Y qué es lo que se observa entre nosotros? Una pobla-
ción variada en castas y colores, la mayor parte de ella [los indígenas] sujeta al tribu-
to, gime bajo un vergonzoso feudalismo aún más funesto que el de Rusia, no habla el
idioma del legislador, vive en la miseria y desnudez, destituida de conocimientos úti-
les, se entrega a todos los vicios del hombre embrutecido por la ignorancia y la
superstición. Solón no dio a los atenienses las mejores leyes, sino las adecuadas a su
población, moral, luces, y éste es el ejemplo que debemos seguir.7
¿Cuáles eran los remedios que debían aplicarse a esta situación tan contradic-
toria? Como liberal “ilustrado” que era, Rocafuerte estaba convencido de que los
dos remedios necesarios eran expedir leyes “adecuadas a la población” y darle edu-
cación, pero una educación también “adecuada”, que encajara en la condición real
del pueblo.
¿Cómo cumplir este ideal en una sociedad en la cual el clero ejercía un domi-
nio casi absoluto, un clero que según el historiador católico conservador Julio
Tobar, “yacía en absoluta postración moral”?
El Clero yacía en absoluta postración moral, por obra y gracia del mismo abyecto
régimen patronal, del que ninguno de los políticos se atrevía a prescindir; el culto,
especialmente en las poblaciones rurales, se entremezclaba con prácticas de grosera
materialidad y añejos y bastos simbolismo que, atrayendo excesivamente la imagina-
ción de las gentes sencillas, hacían olvidar a menudo el profundo valor de la liturgia
sagrada. Las fiestas sobreabundaban y ofrecían ocasión de vergonzosas bacanales en
el campo, entre los envilecidos indios.10
8. Ibíd.
9. BibleSocietyrecord, vol. 36, No. 1, New York, enero 15, 1891.
10. Julio Tobar, op.cit., pp. 326, 327.
97
(…) Sobre los apremios de orden espiritual, prevalecían en la conciencia de clero los
estímulos materiales y económicos. El Patronato había bastardeado las almas.11
La reforma del clero –dijo–, la pureza de sus costumbres, la dignidad del culto, la
educación de los sacerdotes, la abolición de los abusos, la extinción de tantos días de
fiesta, que entorpecen el desenvolvimiento de la riqueza, deben ocupar la atención de
los legisladores. En los fastos de la historia, la reforma religiosa ha precedido siem-
pre a la política. Los ministros de altar son los verdaderos maestros de la moral públi-
ca, los que deben enseñar al pueblo la importancia de trabajo, y grabar en sus almas
con el sello de la Religión la santidad del juramento que es la base de la legislación,
y la garantía de los pactos sociales.12
(…) prohibitivo de abusos de párrocos y diezmeros contra los indios, medida necesa-
ria para reprimir a los eclesiásticos que infringían la ley de caridad de su excelso
ministerio, en perjuicio de la porción social más desvalida. Esos clérigos codiciosos,
¿iban a recordar de la imagen de Cristo, de los pobres?13
ciones liberales y cristianas. Sin embargo, como veremos a continuación, hizo todo
lo que pudo para difundir la Biblia “sin nota ni comentario”, a pesar de las dificul-
tades que le presentaba el medio social.
Fue precisamente en los inicios del gobierno de Vicente Rocafuerte cuando
llegó al Ecuador otro de los infatigables precursores protestantes de quien tenemos
noticias: Isaac Watts Wheelwright, agente de la Sociedad Bíblica Americana para
la costa del Pacífico de Hispanoamérica y hermano de William Wheelwright, el
primer cónsul de Estados Unidos en Guayaquil. Después de laborar sin mucho
éxito en Chile y Perú debido a la oposición clerical, Isaac Wheelwright desembar-
có en Guayaquil a mediados de 1835. Las cartas que envió durante los tres años y
medio que permaneció en el país presentan el cuadro de un verdadero “gigante de
la fe”, que luchó contra la más decidida oposición con habilidad y verdadera pasión
y solo salió del Ecuador cuando la situación se hizo imposible para su labor.
En la primera carta escrita en Guayaquil el 10 de agosto de 1835 y dirigida
al secretario de la Sociedad Bíblica Americana, John C. Brigham, comenta que no
tiene nada prometedor que contar respecto a la situación que encontró en el
Ecuador.
El país está ahora en calma, pero todavía se perciben los efectos de la última revo-
lución. En la batalla de Miñarica se sacrificaron mil doscientas vidas. Hace solo quin-
ce días fueron fusiladas 23 personas como traidores, y si caen en las manos de las tro-
pas del gobierno, dentro de poco se añadirán a ese número setenta más. Así disminu-
14. Todas las cartas de Isaac Wheelwright citadas a continuación están traducidas al castellano en la
monografía inédita de Washington Padilla J., “Cartas de un portador de la Palabra de Vida”.
Copias fotostáticas de los originales nos fueron proporcionadas por la Sociedad Bíblica
Americana. Nueva York, a la cual agradecemos. Respecto al trabajo que Wheelwright realizó en
los otros países de la costa del Pacífico, además del Ecuador, ver ABSHistory, Essay # 15, part.
III C. Latin America 1831-40, American Bible Society Archives, New York.
99
El único medio de salvar a estos países de la ruina total es la predicación del evan-
gelio en su pureza y la educación de los jóvenes en los grandes preceptos del amor a
Dios y al hombre, los cuales si fueran observados y practicados debidamente harían
superfluas las leyes.15
Al llegar aquí –escribe– pronto descubrí que no podía vender mis libros y que los
curas habían prohibido a la gente que los recibiera gratuitamente. Se me aseguró que
si intentaba una distribución general sería un desperdicio completo que haría más mal
que bien.16
Esto no significaba, sin embargo, que todos los clérigos se opusieran al tra-
bajo de Isaac Wheelwright. Al contrario, había algunos que miraban con buenos
ojos la difusión de la Biblia e inclusive en las primeras semanas de la presencia de
Wheelwright en Guayaquil se levantó una polémica pública, pues los clérigos no
estaban de acuerdo respecto al sentido del decreto del Concilio de Trento tocante
a la Biblia. Algunos pensaban que dicho decreto prohibía totalmente la lectura de
la Biblia al pueblo, mientras que otros publicaron varios panfletos “a favor de por
lo menos el uso del Nuevo Testamento entre todas las clases sociales”.17
Inicialmente el pastor evangélico no había pensado quedarse mucho tiempo
en el país, pues debía seguir viaje a Guatemala y México antes de regresar a los
Estados Unidos; pero le habían aconsejado que, debido a la insalubridad de la
época del año en esos países, era mejor que esperara un tiempo en Guayaquil. En
estas circunstancias, la preocupación de no ser una pesada carga económica para la
Sociedad Bíblica Americana y el deseo de hacer en el Ecuador una distribución
bíblica más efectiva que la realizada en Chile y Perú, le hicieron aceptar la oferta
de enseñar en una escuela femenina de Guayaquil. Según parece, ésta era la misma
escuela normal de niñas establecida por el gobierno del libertador Simón Bolívar
durante su presidencia en la Gran Colombia, que fue visitada por Lucas Matthews
a su paso por el Ecuador en 1828 y a la cual donó 130 Nuevos Testamentos. Por
este medio, Isaac Wheelwright esperaba tener “acceso a las familias más influyen-
tes” del puerto, “introducir el Nuevo Testamento y hacerlo la base de la instrucción
religiosa”18 y al mismo tiempo “hacer circular las Escrituras al remover los prejui-
cios que algunos clérigos han tratado de despertar entre el pueblo común”.19
Consecuentemente, durante los cinco meses que permaneció en Guayaquil se
esforzó por realizar esas tareas y, según parece, en buena medida logró cumplir sus
fines. Además de enseñar en la escuela femenina, distribuyó gratuitamente el
nuevo Testamento en algunas otras escuelas, las cuales los estaban usando,20 y ven-
dió algunos ejemplares a gente interesada en conocer la Palabra de Dios.
Durante el tiempo de su permanencia en Guayaquil, Wheelwright recibió el
pedido del presidente Rocafuerte de trasladarse a Quito con el fin de ayudarle en
el establecimiento de un sistema de educación pública, que no solamente incluye-
ra a las clases adineradas, sino que se extendiera a todos los estratos sociales y a
ambos sexos, como era el sueño del mandatario. Wheelwright vio en esta propues-
ta la mejor posibilidad de llevar a cabo su cometido de difundir la Biblia. Sabía que
el Presidente compartía plenamente las mismas convicciones que él respecto a esa
tarea y que lo respaldaría en sus esfuerzos; había, además, la ventaja de que desde
el tiempo en que el Ecuador fue parte de la Gran Colombia, se había establecido
en las pocas escuelas públicas que existían en el país el sistema lancasteriano o
mutuo, que en otros países ocupaba precisamente porciones de la Biblia como
texto de lectura; finalmente, pensaba que la labor educativa le daría oportunidad de
despejar los prejuicios de la Iglesia Católica contra la distribución libre y univer-
sal de las Escrituras en el idioma del pueblo.
Descubrí en la biblioteca de él una vieja Biblia hebrea impresa en 1609 que con-
tiene, según dice la página del título, “los libros escritos originalmente en hebreo, a
los que se han añadido otros escritos en griego que no son canónicos”. Las últimas
cuatro palabras son apenas legibles, pues, según él me indicó, han sido borradas por
la Inquisición. El admite la fuerza del argumento aducido por los protestantes de que
esos libros fueron incluidos después de completarse el canon judío, no fueron jamás
citados por los apóstoles ni los primeros Padres de la Iglesia se refirieron a ellos como
divinamente inspirados. Se mostró indignado con la bajeza de los sacerdotes que han
culpado a la Sociedad de haber mutilado el Nuevo Testamento,21 pues él mismo ha
comparado cada versículo con su propia edición de Scío que posee y que ha sido
publicada en Madrid. Reconoce que la prohibición de leer las biblias de la Sociedad
es virtualmente una prohibición de leer las Escrituras, ya que la mayoría de los lecto-
res no tienen los medios para adquirir toda la obra de Scío, pues nunca se ha publica-
do el Nuevo Testamento en forma separada (…)
Humanamente hablando, su muerte se debió a las privaciones que tuvo que sopor-
tar por difundir el conocimiento de las Escrituras y sus esfuerzos no han sido vanos.
El espíritu de oposición ha disminuido un tanto y a través de su influencia el Dr.
Araujo escribió un panfleto en defensa de la Sociedad Bíblica que no puede dejar de
producir resultados positivos.
Tenemos que reconocer, sin embargo, que esto es lo único que nos anima fuera de
las promesas divinas. La Iglesia Católica como institución es la misma hoy que lo que
era en los día de Wickliffe. A pesar de la extrema escasez de libros y la avidez con
que los padres y sus hijos buscan conseguirlos, estoy convencido de que los obispos
y curas prefieren que sus feligreses vivan y mueran en una ignorancia supina que el
que tengan acceso a la Palabra de Vida. Quisiera que aquellos protestantes de nuestro
país que están casi persuadidos a doblar la rodilla ante la bestia y su imagen, pudie-
ran contemplar la verdadera tendencia del papismo cuando no reconoce ningún rival.
Podrían ver el comercio más provechoso con las almas de los hombres; verían a unos
21. Como hemos visto, éste era el caso de fray Vicente Solano que a boca llena sostenía que “los lute-
ranos y calvinistas, por ejemplo, omiten en sus traducciones los pasajes contrarios a sus sectas; los
socinianos y deístas los que hablan de la divinidad de Jesucristo, como vemos en las biblias que
circulan ahora (…).” Ver la nota 76 del capítulo anterior.
102
Poco después de mi llegada –dice– uno de los clérigos recibió el encargo de reco-
ger todas las biblias y nuevos testamentos que habían circulado indiscriminadamente
y prohibir la lectura de las Escrituras bajo la amenaza de los más severos castigos.25
En una de sus cartas posteriores señala que hizo esto por su cuenta y riesgo,
es decir, sin consultar a las autoridades gubernamentales. Uno de los grandes pro-
blemas que tuvo que enfrentar el gobierno de Vicente Rocafuerte para poder crear
las escuelas que necesitaba el país, era la falta de fondos, pues aproximadamente
el 75% del presupuesto del Estado se iba en el ejército y el otro 25% en la buro-
cracia gubernamental y otros gastos menores, mientras que los conventos y otras
entidades religiosas se distinguían por los grandes recursos económicos de que dis-
ponían. En la misma carta del 7 de diciembre de 1836, Isaac Wheelwright se refie-
re a este asunto y las razones de la pobreza fiscal.
consumen los recursos del país y no se contribuye un solo dólar para nada de verda-
dera utilidad.
Desterrar la superstición y canalizar apropiadamente las contribuciones públicas
solo es posible por medio de la difusión del conocimiento religioso; y para conseguir
este objetivo es necesario vivir entre la gente con el fin de ganar su confianza y amis-
tad para que esto sirva como un incentivo para que lean las Escrituras.
He resuelto permanecer aquí hasta que todos los medios de impulsar la causa bíbli-
ca se hayan agotado, si es que llega el caso, aunque al momento estoy haciendo muy
poco. De aquellos a quienes he dado un Nuevo Testamento, uno tras otro regresa con
la triste noticia de que algún sacerdote se lo ha quitado por ser un libro que no puede
ser leído sin caer en pecado mortal y en el peligro del castigo eterno (…).
Además de dos escuelas públicas, tengo una clase de griego en la universidad,
compuesta por sacerdotes jóvenes que ya pueden traducir el Nuevo Testamento con
alguna facilidad.
Hasta ese momento –escribía algún tiempo después– había conseguido poco debi-
do a la oposición de algunos sacerdotes, que solicitaron al gobierno que me suspen-
diera del cargo con base en el hecho de que yo había publicado hojas con grandes por-
ciones del Nuevo Testamento que habían circulado en todas las escuelas públicas del
Ecuador. Era bien conocido que mi práctica diaria era examinar a mis alumnas en el
conocimiento de esas porciones y recomendarles el deber de observar los preceptos
contenidos en ellas (…).28
Según parece, este pedido por parte del elemento tradicionalista del clero
ocurrió en un momento crítico para la ejecución del plan de Rocafuerte de crear un
sistema de educación primaria pública. Unos meses antes, en agosto de 1836, el
Presidente había expedido el siguiente decreto, con el fin de solucionar por lo
menos en parte la carencia de fondos para la creación de escuelas:
Hemos establecido seis nuevas escuelas en todas las cuales se han introducido las
porciones del Nuevo Testamento seleccionadas e impresas bajo mi dirección. Tengo
la confianza de que algo se ha hecho para preparar el camino a la difusión libre y uni-
versal de las Escrituras en esta República (…)
Por otro lado, los padres de los niños que asistían a esas escuelas mostraban
el mayor aprecio por el trabajo que estaba realizando el pastor protestante:
(…) para estimular la labor docente y el rendimiento del alumnado, por medio de la
palabra elocuente, optimista y saturada de orientaciones educativas. Además, cuando
salía de la capital, a su paso por los centros poblados o a su llegada a las ciudades, lo
primero que visitaba eran los establecimientos de enseñanza, o, por lo menos, toma-
ban informes de su marcha, de las autoridades civiles y eclesiásticas del lugar.31
Este pequeño triunfo, sin embargo, desató una verdadera campaña de perse-
cución contra Isaac Wheelwright por parte del sector más tradicional del clero. Se
publicó una serie de siete folletos en los que, entre otras cosas, se le acusaba de
“circular panfletos que contienen los errores de su sistema herético y enseñar
públicamente a sus alumnos a renunciar a su fe en la eucaristía y no someterse a
las decisiones de la Iglesia”.
Esta campaña culminó el 8 de febrero de 1838 en una comunicación del
Obispo de Quito, Dr. Nicolás Joaquín de Arteta, enviada al Ministro del Interior,
en la cual acusaba a Isaac Wheelwright de popularizar la lectura de la Biblia sin
notas “contra la prohibición de la santa Iglesia Católica” y circular tratados que
tenían la intención de “mostrar que las Sagradas Escrituras deben ser interpretadas
según el juicio privado” y que “conducen a los principales errores del protestantis-
mo”. Por tanto, el obispo pedía el enjuiciamiento del agente bíblico y adjuntaba
pruebas que, según él, demostraban la culpabilidad de Wheelwright.
Esto hizo posible que siguiera laborando por diez meses más, hasta noviem-
bre de 1838, cuando finalmente abandonó el país, en vista de que su contrato con
el gobierno había terminado y Vicente Rocafuerte, que lo había respaldado, termi-
naba su mandato en enero de 1839. En su última carta a la Sociedad Bíblica
Americana, escrita el 10 de octubre de 1838, el heroico “portador de la Palabra de
Vida” expresa su más íntima esperanza:
Por pequeños que sean los comienzos, me alienta la esperanza de que algún día
futuro se verá que nuestras labores no han sido totalmente vanas.
36. Alfredo Pareja Diezcanseco, Ecuador: la República de 1830 a nuestros días, Quito, Editorial
Universitaria, 1979, pp. 68 y 72.
37. Pedro Moncayo, ElEcuadorde1825a1875, primer tomo, Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana,
1979, p. 239.
110
lar, la educación de las niñas va mejor pues la Directora es Señora de verdadero méri-
to y virtud. Para la educación de los niños me hace mucha falta el admirable Lord
Wheelwright. Me sería fácil hacerle venir, porque le agrada mucho el Ecuador, pero
será necesario pagarle el pasaje, y ver modo de acallar a los fanáticos que se han
declarado contra él. Es un hombre extraordinario para la instrucción pública; si yo lo
tuviera a mi lado tendría en todas las parroquias excelentes escuelas lancasterianas.38
El señor Obispo, según dicen está muy bravo conmigo: él se empeñó en que yo
prohibiese la circulación de los Santos Evangelios sin notas ni comentos y como la
ley en la materia del 27 de marzo de 1835, no los prohíbe, no he podido acceder a su
solicitud. En una segunda nota bastante templada volvió a insistir y yo le contesté
insistiendo en la negativa; mi contestación es bastante suave y moderada en el modo,
pero muy enérgica en los argumentos que prueban la mentecatez de semejante prohi-
bición eclesiástica.40
Es muy posible que durante el tiempo en que Rocafuerte fue gobernador del
Guayas, continuaran circulando las Escrituras publicadas por las sociedades bíbli-
cas –por lo menos en esa provincia– pues, como veremos posteriormente, hay indi-
cios de que siguieron llegando los libros a Guayaquil en años posteriores.
En su segunda presidencia, el general Juan José Flores trató de continuar la
labor de Rocafuerte; pero no tenía ni la habilidad administrativa ni el empeño que
poseía Rocafuerte para realizar las transformaciones que el país requería. Más bien
tenía interés en perpetuarse en el poder, a tal punto que al acercarse el término de
su mandato manipuló las cosas para hacerse elegir para un tercer período presiden-
38. Jaime E. Rodríguez, edit., Estudios sobre Vicente Rocafuerte, Guayaquil, Publicaciones del
Archivo Histórico del Guayas, 1975, p. 331.
39. Isaac Wheelwright menciona estos evangelios en las cartas del 22 de octubre de 1835 y del 6 de
septiembre de 1836; en la del 7 de diciembre de 1836 dice que los tiene en Guayaquil, pero por lo
que relata en las cartas siguientes, hasta su salida del Ecuador en noviembre de 1838, se ve que no
los distribuyó debido a la oposición.
40. Jaime E. Rodríguez, op.cit., p. 322.
111
cial y a la vez hizo aprobar por la legislatura una nueva Carta Política hecha a su
medida para gobernar a su gusto, en la cual se cambiaba un tanto el artículo que
legislaba la confesionalidad del Estado y decía: “La Religión de la República es la
Católica, Apostólica, Romana, con la exclusión de todo otro culto público. Los
poderes políticos están obligados a protegerla y hacerla respetar, enusodelpatro-
nato”. Hemos subrayado las dos añadiduras introducidas a la norma anterior. Esto
significaba, por un lado, que en el futuro se permitiría cualquier otro culto no cató-
lico, siempre y cuando no se lo ejerciera en público, sino en privado; y por otro
lado, específicamente se legislaba que el Estado ecuatoriano hacía uso del
Patronato, algo que ofendía a una buena parte del clero que sostenía que el
Patronato era un privilegio que el Papa había concedido al rey de España, al inicio
de la colonia, pero que el gobierno republicano no podía heredar. Esto le enajenó
la lealtad de una buena parte del sector latifundista serrano que lo había apoyado
en el pasado. Por otro lado, el hecho de perpetuarse en el poder le ganó la decidi-
da oposición de los liberales de la Costa, entre ellos Rocafuerte mismo, que había
sido elegido diputado y abandonó el Congreso en protesta contra Flores y se refu-
gió en el Perú para dirigir desde allí la oposición.
Flores gobernó hasta el 6 de marzo de 1845, cuando “un movimiento de éli-
tes ilustradas y de burguesía capitalista que nacía en el puerto” respaldado por sec-
tores populares proclamó un “gobierno provisorio”, que dio al traste con el gobier-
no de Flores y lo exilió. Siguieron los gobiernos civiles de Vicente Ramón Roca
(hasta 1849), Manuel de Ascázubi (apenas unos meses) y Diego Noboa (hasta
1851). Éste último fue derribado por el general José María Urbina, por haber per-
mitido el ingreso al país de los jesuitas españoles que habían sido expulsados por
el gobierno liberal de Nueva Granada (Colombia) y que, en concepto de este mili-
tar de tendencia liberal y nacionalista, constituían un peligro para el país. En su
gobierno él los expulsó del Ecuador.
El general Urbina gobernó primero como Jefe Supremo y luego como
Presidente Constitucional hasta 1856. Según el historiador Enrique Ayala, su
gobierno fue el primer “ensayo liberal popular”. “Mientras que la justicia, las
garantías sociales, la protección de la ley, no alcancen todas las clases y todos los
puntos de la sociedad –decía en uno de sus mensajes– (…), la institución republi-
cana será una quimera entre nosotros”.41 Fue precisamente a la justicia, a las garan-
tías sociales y a la protección de la ley para todos –y no solamente para las clases
privilegiadas– que Urbina enderezó la acción de su gobierno.
Así, por ejemplo, ocho días después de asumir el mando, el nuevo mandata-
rio expidió el decreto de liberación de los esclavos que todavía quedaban en el
En respuesta, el Congreso aprobó una ley por la cual se suprimieron las “pro-
tecturías”, un sistema que mantenía a los indígenas bajo “la protección” de los
curas párrocos que los explotaban sin misericordia.
Casi al finalizar el mandato del general Urbina, algunas comunidades indíge-
nas pedían justicia en los litigios que mantenían con algunos terratenientes que se
creían dueños y señores de aguas de riego que las comunidades necesitaban para
sus subsistencias. Contra lo que se había hecho ya tradición de los gobiernos de
turno –de favorecer a los poderosos en perjuicio de los humildes quebrantando las
leyes establecidas– el presidente concedió a las comunidades indígenas la posesión
de esas aguas, para escándalo de las clases dominantes.
Y expresó su determinación de
combatir con mano firme los abusos ominosos que se alimentan con la opresión de
las clases desgraciadas, que se hallan aún en la impotencia de hacer escuchar sus
quejas.43
Cuando uno ve los bien dirigidos esfuerzos de nuestra mortal enemiga, la Iglesia de
Roma, y las conmociones políticas que, como una plaga, están atacando a todas las así
llamadas repúblicas de esta región, uno bien puede desanimarse. Venezuela está en un
estado de guerra civil. Nueva Granada, igual. El Ecuador está bloqueado por el Perú y
el Perú está amenazado por otra revolución. Bolivia todavía está ardiendo a fuego lento
con recientes convulsiones políticas y Chile se encuentra bajo la ley marcial.47
Los planes contemplados para extender la agencia a las varias repúblicas se vieron
frustrados por las conmociones políticas que surgieron y que cortaron toda esperanza
de diseminar con éxito las Escrituras. Las labores del Sr. Duffield necesariamente se
vieron circunscritas a límites más estrechos que los previstos originalmente y no había
perspectivas de ampliarlos a corto plazo. Además de las consideraciones anteriores,
otra razón de peso que finalmente determinó la decisión (…) [fue] la manera extre-
madamente insatisfactoria en que el Sr. Duffield [llevaba] sus cuentas (…).48
una nueva alianza que protegiera sus intereses e integrara económica y política-
mente las diversas regiones del país.
El hombre que, tanto por su inteligencia como por su formación y sus vincu-
laciones familiares y económicas, respondió más cabalmente a las aspiraciones de
los diversos intereses de la clase dominante, fue el genial Gabriel García Moreno.
Aunque parezca contradictorio, él trató de armonizar en un solo proyecto de
gobierno lo que consideraba lo mejor de las dos fuerzas político-religiosas y eco-
nómicas que competían por establecer su hegemonía en el país a lo largo del siglo
XIX, después de la Independencia. Por un lado, García Moreno era católico, pro-
fundamente devoto, vinculado matrimonialmente a la oligarquía serrana y, por
tanto, representaba a la tendencia conservadora-clerical que buscaba mantener “el
orden establecido” desde la colonia y, consecuentemente, se oponía al avance de
las tendencias liberales en lo político. Pero, por otro lado, era costeño, miembro de
una de las familias más influyentes de Guayaquil y representaba a la tendencia
modernizadora que buscaba poner al país a tono con las exigencias del mercado
internacional en lo económico. Este intento de armonizar los dos proyectos contra-
dictorios, se percibe claramente en las tareas que García Moreno esperaba cumplir
al posesionarse de la Presidencia, la primera vez en 1861:
Restablecer el imperio de la moral sin la cual el orden no es más que tregua o can-
sancio, y fuera de la cual la libertad es engaño y quimera; moralizar un país en el que
la lucha sangrienta del bien y el mal, de los hombres honrados contra los hombres per-
versos, ha durado por espacio de medio siglo, y moralizarlo por medio de la represión
enérgica y eficaz del crimen y por la educación sólidamente religiosa de las nuevas
generaciones; respetar y proteger la santa religión de nuestros mayores, y pedir a su
influencia benéfica la reforma de las leyes que los gobiernos no pueden conseguir por
sí solos; fomentar el desarrollo de los intereses políticos de nuestra atrasada y empo-
brecida sociedad, removiendo los obstáculos que la falta de conocimientos y de vías
de comunicación opone a su industria, comercio y agricultura; sustituir las conquistas
pacíficas del trabajo y la riqueza, a las peligrosas y absurdas teorías que en la juven-
tud seducen la buena fe y extravían el patriotismo; arreglar la hacienda pública sobre
la triple basa de la probidad, la economía y el crédito nacional; cuidar de que el ejér-
cito continúe siendo el escudo y la gloria de la República; cultivar las buenas relacio-
nes que conservamos con las potencias amigas; y defender el honor y los derechos del
Estado; en una palabra lanzar al Ecuador con mano vigorosa en la senda de la pros-
peridad; he aquí los difíciles deberes que no esperaría cumplir si no confiase en la pro-
tección bondadosa de la Divina Providencia que tanto nos favoreció en los días de
peligro, y si no contase con vuestra patriótica colaboración y con el apoyo y simpatí-
as del pueblo.49
49. AsambleaConstituyentede1861: “Diario de debates”, Quito, imprenta del Gobierno, 1861, p. 497.
117
Que el Romano Pontífice, cuando habla ex cátedra, –esto es, cuando cumpliendo
su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, define por su suprema autoridad
apostólica que una doctrina sobre la fe y costumbres debe ser sostenida por la Iglesia
Universal– goza de aquella infalibilidad de que el Redentor divino quiso que estuvie-
se provista su Iglesia (…).51
53. Citado por Oswaldo Albornoz, Historia de la acción clerical en el Ecuador, s.l, Ediciones
Solitierra, s.f, p. 112.
120
verdadero y los enemigos de la Religión”.54 Una nueva Constitución del Estado (la
Carta Negra) –impuesta por él– limitaba la ciudadanía ecuatoriana exclusivamen-
te a los católicos y suspendía los derechos de ciudadanía a todos los que pertene-
cieran “a las sociedades prohibidas por la Iglesia”; en el Código Penal promulga-
do en 1871, se castigaba con la pena de muerte “la tentativa para abolir o variar la
religión católica, apostólica y romana”; finalmente, en 1873 el Congreso de la
República expidió el siguiente decreto:
56. Según el mensaje presidencial al Congreso Nacional pronunciado por Antonio Flores Jijón en
1892.
57. Informe del cónsul británico para 1879, PublicRecordOffice,FO, 144, vol. 28, febrero 5, 1880,
citado por Gonzalo Ortiz en LaincorporacióndelEcuadoralmercadomundial. Lacoyuntura
socioeconómica1875-1895, Quito, Banco Central del Ecuador, 1981, p. 180. El libro de Gonzalo
Ortiz es el mejor estudio sobre el tema socioeconómico de ese período publicado hasta el
momento.
122
58. Veribíd., cap. 7, “El auge de las exportaciones y sus consecuencias”, pp. 179 y ss.
59. Datos tomados de Gonzalo Ortiz, “Estudio introductorio”, y Álvaro Sáenz, “Población y migra-
ciones en los ciento cincuenta años de vida republicana”, en Economía,Ecuador1830-1980, Libro
del Sesquicentenario, vol. III, Quito, Corporación Editora Nacional, 1983. Respecto a las migra-
ciones de 1760 a 1860, ver el artículo de Juan Maiguashca. “El desplazamiento regional y la bur-
guesía en el Ecuador 1760-1860”, en Segundo Encuentro de Historia y Realidad Económica y
SocialdelEcuador, tomo 1, Cuenca, IDIS, 1978, pp. 23-39.
123
Tras la muerte de Gabriel García Moreno tomó el poder Luis Antonio Borrero
(1875-1876); pero a los nueve meses de gobierno fue reemplazado por el general
Ignacio de Veintemilla, debido a que Borrero se negó a convocar a Asamblea
Constituyente para reformar o cambiar la “Carta Negra” de 1869, impuesta por
García Moreno. Veintemilla (1876-1883) subió a la presidencia como resultado de
un golpe de Estado auspiciado por los liberales de la Costa. Durante el período ini-
cial de su gobierno, cuando gobernó como Jefe Supremo, desconoció el Concordato
con el Vaticano y puso en vigencia la Ley del Patronato, dictada por el gobierno
colombiano en 1824. Naturalmente, esto le acarreó la oposición de las fuerzas con-
servadoras y clericales. Pero como en ejercer un poder dictatorial y personalista, lo
cual pronto le ganó también la oposición de los liberales. Sin embargo, no solamen-
te logró permanecer en el poder con el apoyo del ejército y “los hombres de nego-
cios independientes”, sino que convocó a una nueva Asamblea Constituyente que
dictó la novena Carta del Estado y, el 31 de marzo de 1878, lo eligió Presidente
Constitucional para un período de cuatro años. La nueva Carta Política era bastan-
te progresista, aunque todavía Veintemilla no estaba tan interesado en realizar las
reformas liberales mantenía la cláusula respecto a la religión oficial del Estado y la
exclusión de todo otro culto fuera del católico. Empero, las garantías y libertades
que proclamaba no pasaban del plano lírico, pues Veintemilla ejerció un poder dic-
tatorial castigando a sangre y fuego cualquier brote de oposición.
Hacia fines de 1878 los liberales de la Costa conspiraban contra el gobierno
dictatorial. Uno de los jefes de la conspiración era el coronel Eloy Alfaro, nacido
en 1842 en Montecristi, provincia de Manabí, que había hecho fortuna en Panamá
tras su destierro voluntario a raíz de su participación en una revuelta contra García
Moreno en 1864-1865. Eloy Alfaro pertenecía a una logia masónica en Panamá
aunque –según Alfredo Pareja– “no era el rito ni los ideales brumosos los que, prin-
cipalmente, le entusiasmaban, sino que así prestaba sus fuerzas a las razones libe-
rales que regenerarían a la Patria”.62 Como sabemos, desde el siglo XVIII estas
sociedades secretas habían sido un vehículo muy eficiente para la propagación de
las ideas liberales y anticlericales y a ellas habían pertenecido la mayoría de los
líderes más destacados de las revoluciones independentistas, tanto del Norte como
de la América Hispana. Además, en Panamá Eloy Alfaro había usado su fortuna
para apoyar la causa liberal desde el destierro. En 1876 había regresado al Ecuador
y había luchado en el levantamiento militar que colocó en la jefatura del Estado al
general Veintemilla. Pero en 1878, desilusionado con el gobierno de este militar,
participó en una conspiración contra él, fue descubierto y permaneció en un cala-
bozo inmundo por algunos meses, al cabo de los cuales fue liberado bajo la condi-
ción de no intervenir más en la política.
En 1878 pasó por el Ecuador el obispo metodista William Taylor, un hombre
que había hecho mucho por el establecimiento de misiones en Australia e India y
que estaba muy deseoso de extender el trabajo a América del Sur.
62. Alfredo Pareja Diezcanseco, La hoguera bárbara, Guayaquil-Quito, Publicaciones Educativas
Ariel, 1975, p. 36. Ésta es una de las mejores biografías del general Eloy Alfaro. Otra biografía de
un íntimo colaborador del líder liberal es la de Roberto Andrade, VidaymuertedeEloyAlfaro,
Quito, Editorial El Conejo, 1985, 2a. ed.
63. Goodsil F. Arms, El origen del metodismo y su implantación en la costa occidental de
Sudamérica,Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1923, p. 20.
125
64. Carta escrita a William Taylor por la Conferencia de la Asociación de Pastores y Maestros
Cristianos, celebrada en Santiago de Chile del 14 al 17 de enero de 1881, y que aparece en Goodsil
F. Arms, HistoryoftheWilliamTaylorself-supportingmissions, New York, The Methodist Book
Concern, 1921, pp. 71-72.
65. Alexander McLean, “A general view of Ecuador” en la revista MissionaryreviewoftheWorld,
New York, Funk & Wagnalls Company, noviembre, 1894, p. 810.
126
vos de salud” tuvo que regresar a los Estados Unidos “después de trabajar allí unos
pocos meses”.66
La conspiración de Eloy Alfaro y los otros jefes liberales contra el gobierno
de Ignacio de Veintemilla en 1878 sirvió para que éste se diera cuenta de que nece-
sitaba ganarse el apoyo de la Iglesia Católica; de manera que en 1880 celebró un
nuevo Concordato con el Vaticano, en líneas generales similar al del período gar-
ciano. Naturalmente, esto desató mayor oposición por parte de los liberales, quie-
nes insistían en que el nuevo Concordato “era una renuncia expresa de la sobera-
nía nacional en beneficio de una potencia extranjera”.67 La oposición se agudizó
cuando Veintemilla se hizo nombrar Jefe Supremo al concluir el período constitu-
cional de su gobierno en 1882. Eso realmente marcó el comienzo del fin.
Por otro lado, desde la muerte de García Moreno se habían venido definien-
do más claramente las posiciones en que estaban divididas las fuerzas políticas del
país. Por un lado estaban lo que hoy llamaríamos las fuerzas de derecha, herederas
del proyecto de García Moreno; pero éstas se dividieron en dos tendencias: la una,
compuesta por los garcianos ultramontanos (“el terrorismo”), que impulsaban “el
aspecto político-jurídico represivo excluyente” del proyecto de García Moreno.
Con ellos estaba plenamente identificada la Iglesia Católica, la cual servía de nexo
para la manipulación de un buen número de artesanos serranos que militaban en
esta posición. La otra tendencia estaba compuesta por los que impulsaban el aspec-
to económico del proyecto garciano: los así llamados “católicos liberales”. A esta
segunda tendencia se la conocía como “el progresismo” y fue la que gobernó el
país durante los últimos doce años de esta fase de la historia del Ecuador.
Por otro lado estaba el liberalismo, pero dentro de esta postura política había
también dos tendencias: la una, el liberalismo “del orden”, compuesta mayormen-
te por los agroexportadores, importadores y financistas de la Costa, aunque tam-
bién había latifundistas de la Sierra que adherían a esta posición; y la otra, el “libe-
ralismo machetero” o “liberalismo radical”, compuesta por el elemento popular,
también mayormente de la Costa –soldados rasos, artesanos, campesinos, negros,
mulatos, “montuvios”, es decir, “los montoneros” o guerrilleros– y algunos inte-
lectuales (como el escritor Juan Montalvo), imbuidos de “las ideas modernas” de
libertad de comercio, de conciencia, de prensa, etc., y cuyo líder más destacado era
Eloy Alfaro. Para la transformación de la sociedad y el establecimiento de un
Estado laico, los liberales del orden confiaban en el uso de la prensa y la educa-
ción; es decir, creían en la fuerza de “las ideas” y más de una vez apoyaron a can-
didatos del “terrorismo”, cuando estaban en juego sus intereses económicos (exac-
tamente como lo hacen hoy día); mientras que los liberales radicales no se limita-
ban a tales medios sino que optaban por la lucha armada o revolución violenta y
Juan Montalvo dijo que “haría llorar al mundo” si escribiera un libro sobre el esta-
do de los indios. Debió haberlo hecho. No para estremecer al mundo, sino para lograr
que sus propios compatriotas se conmovieran algo.
Y no son solo los indígenas quienes se encuentran en tal situación. El estado de los
peones conciertos de la costa no es un ápice mejor. Ni el de los negros en todo el país.
Ni, en muchos casos, el de los propios operarios de las florecientes empresas indus-
triales o las manufacturas que han ido extendiéndose por todo el Ecuador.69
68. Naturalmente había personas de las varias tendencias que no se engañaban respecto a las motiva-
ciones que estaban en juego en las lides políticas. En su novela A la Costa, Guayaquil-Quito,
Publicaciones Educativas Ariel, s.f., p. 107, Luis A. Martínez, liberal, que más tarde fuera diputa-
do por la provincia de Tungurahua y luego ministro de Educación durante el gobierno de Plaza a
comienzos de este siglo, describe la batalla de San Miguel de Chimbo entre liberales y conserva-
dores, al cabo de la cual se encuentran dos amigos, Salvador (conservador) y Luciano (liberal).
Enfermo por la matanza entre hermanos, Salvador le dice así a su amigo: “(…) debe decirse que
ni ustedes con la libertad ni nosotros con la religión, hemos de mejorar la miseria humana. La reli-
gión es socapa para cuatro pillos que nos han mandado al sacrificio, mientras ellos están seguros
esperando el triunfo para caer sobre el país como buitres. Ustedes lo mismo, han arriesgado el
pellejo, para que tres o cuatro aprovechen del festín del que a ustedes no les ha de tocar sino miga-
jas (…). Los clérigos de las curias no ven en la idea sino el medro personal, el acatamiento estú-
pido de un pueblo explotado, ignorante y fanático. Los liberales tratan de quitar a los curas la presa
para devorarla a la vez (…). La libertad no existe, la religión es una pompa teatral y la caridad es
orgullo, y la tal República del Corazón de Jesús es una galera de forzados hambrientos, azotados
por frailes y soldados”.
69. “Obreros y peones”, en Elprovincial,Quito, Consejo Provincial de Pichincha, año 3, No. 7, fic-
ción periodística, pero basada en los hechos reales de 1895.
128
A la altura de estos años y estos sucesos, las fuerzas liberales de raigambre popu-
lar y con proyección democrática (o el ala izquierda del movimiento liberal), había
(sic) obtenido un importante crecimiento, bajo la conducción de Eloy Alfaro y la
orientación de JuanMontalvo.70
Pasando por la costa del Ecuador, nuestro vapor tocó los puertos de Esmeraldas,
Bahía, Manta, y Ballenitas, pero no desembarcamos, ya que la nave anclaba a cierta
distancia. Sin embargo, vendimos algunos libros a vendedores y otras personas que
venían a bordo. En Guayaquil los vistaforadores nos permitieron pasar 38 Testamentos
en español, los últimos del antiguo stock traídos de Bogotá; pero un cargamento de
nueve cajas no podía ser introducido sin consultar al tribunal eclesiástico. Este cuerpo
demandó que los libros fueran confiscados y quemados, y fue con alguna dificultad y
demora que logramos que se los reembarcara al Perú.
En total en el Ecuador dispusimos de noventa y seis libros e hicimos el descubri-
miento de que, aunque el Ecuador se declara cerrado a la luz del evangelio, hay varias
rendijas a través de las cuales algunos rayos aislados de la luz divina pueden penetrar.72
La única ciudad del Ecuador que recorrimos vendiendo libros fue Guayaquil, y esto
con una cantidad muy inadecuada.73
hecho mucho por medios indirectos”.75 Según parece, los agentes de la Sociedad
Bíblica Americana estaban haciendo muy buen uso de las “rendijas a través de las
cuales algunos rayos aislados de luz divina pueden penetrar” en el Ecuador, según
habían descubierto en 1886 al pasar por Guayaquil. Probablemente las “rendijas”
eran las filtraciones de pequeñas cantidades de Sagradas Escrituras que comercian-
tes ecuatorianos compraban en el Perú y vendían en el Ecuador. Como recordare-
mos, eso había sucedido también en décadas anteriores a García Moreno.
Pero la apertura que se dio durante la presidencia de Flores tuvo también
otros efectos: se intensificó la polémica político-religiosa entre los conservadores
y los liberales, mientras que los “progresistas” se encontraban a medio camino.
Una de las principales cuestiones del conflicto era la participación o no del clero
en la política: los liberales insistían en la idea de que “la religión” no tiene nada
que ver con “la política”, pues la religión pertenece al ámbito de la vida privada,
mientras que la política pertenece a la vida pública y, por tanto, los clérigos debí-
an limitarse al templo y abandonar el foro público. Pero en esto no eran muy con-
secuentes, pues al mismo tiempo, a diferencia de los liberales del comienzo de la
República, muchas veces usaban argumentos teológicos y bíblicos para fundamen-
tar sus críticas al clero politizado, lo cual en la práctica demostraba muy a las cla-
ras que “la religión” ciertamente tenía mucho que ver con “la política”. Pero,
pasando por alto las inconsecuencias notorias de ambos bandos, era evidente que
el debate ya no trataba de cuestiones aisladas sino de concepciones globales que
tocaban la totalidad de la vida humana y, en ese sentido, eran dos posiciones reli-
giosas antagónicas.
Se debatía no sobre una u otra cuestión aislada, sino sobre dos visiones del mundo,
dos concepciones de la libertad, del progreso, de la verdad. A las enardecidas denun-
cias [que hacían los liberales] sobre el atraso y el oscurantismo en que se hallaba el
Ecuador, se oponían [por parte de la iglesia y los políticos conservadores] las patéti-
cas descripciones de los países a los que el liberalismo había llevado a la impiedad y
a la barbarie. A un aparato eclesiástico brillantemente conducido por pastores inteli-
gentes y combativos, se oponían un grupo cada vez más numeroso de liberales que
predicaban un cristianismo vertido en moldes racionalistas y positivistas.76
Uno de los rasgos notables de la polémica entre los liberales y el clero cató-
lico era el uso que los escritores liberales hacían de la Biblia. Sus escritos están lle-
nos de citas bíblicas, especialmente de los Evangelios. Este es el caso, por ejem-
plo, de los escritos de Juan Montalvo, José Peralta y Felicísimo López; de manera
que si oficialmente “el Ecuador se declaraba cerrado a la luz del Evangelio”, como
decía Milne al informar de su viaje en 1886, en la práctica se estaba dando un pro-
77. Por lo menos en el caso de Felicísimo López, parece que usaba la versión Reina-Valera, distribui-
da por las sociedades bíblicas a partir de la década de 1840. Ver su obra, Historiadeunaexcomu-
nión en el Ecuador, New York, American Bank Note Company, 1909, un libro repleto de citas
bíblicas consistente en los artículos periodísticos escritos por el autor en su controversia con el
obispo Pedro Schumacher, entre los años 1889 y 1894.
78. Ver American Bible Society seventy second report, 1888, p. 96; Luis de Salem, Francisco G.
Penzotti,apóstoldelalibertadydelaverdad, México, Sociedades Bíblicas en América Latina,
1963, p. 37, y Juan B. A. Kessler Jr., HistoriadelaevangelizaciónenelPerú, Lima, Librería El
Inca, s.f., pp. 87 y ss.
132
Sagradas Escrituras él mismo sino que, en cuanto una persona se convertía, inme-
diatamente le enseñaba cómo divulgar la Palabra de Dios.
Uno de los primeros convertidos como resultado del trabajo de Penzotti en el
vecino país fue el ecuatoriano Zoilo Eloy Irigoyen. Irigoyen era oriundo de Santa
Rosa, provincia de El Oro, al sur del país.79 No sabemos cuándo había emigrado al
Perú pero evidentemente vivía en Lima con su familia cuando llegó Penzotti. En
su informe a la Sociedad Bíblica Americana, éste describe así la rápida evolución
de Irigoyen hasta convertirse en un activo difusor de la Biblia:
Era evidente que había mayor apertura; sin embargo, no todas las autorida-
des procedían de igual manera, de ahí que finalmente Zoilo Irigoyen fue expulsa-
do. Pero volvió al año siguiente. Esto es lo que ocurrió:
Durante el año [1890] el Ecuador ha sido visitado por Z. E. Irigoyen (…). Después
de recorrer las regiones vecinas del Perú distribuyendo las Escrituras, entró al
Ecuador y tuvo tanto éxito que se le tuvo que enviar un cargamento adicional de libros
desde Callao. Uno de los rasgos halagadores del caso fue que el primer cargamento
de libros para el viaje pasó por la aduana de Guayaquil sin dificultad, mostrando que
el cierre total del país está cediendo. La distribución fue muy halagüeña. Sin embar-
go, conforme progresaba el trabajo, creció también la inevitable hostilidad hasta tal
punto que el segundo cargamento fue confiscado en la aduana e Irigoyen evitó ser
encarcelado saliendo del país.
El segundo cargamento de libros fue (…) entregado al obispo para ser destruido.
Las autoridades también buscaron a Irigoyen para arrestarlo, pero él ya había salido
del país y se había refugiado en Tumbes, Perú. Visitó 5 ciudades, distribuyó 180
libros, recibió US $98,00 oro, y viajó 800 millas.
Zoilo Irigoyen ha dado muchas pruebas de su perseverancia, fidelidad y compe-
tencia como colportor. Ha tenido muchos encuentros con los enemigos de la verdad,
pero en medio de las amenazas y los peligros ha seguido adelante sin desviarse.81
Ese mismo año Francisco Penzotti fue encarcelado en el Perú y pasó ocho
meses en prisión por el crimen de difundir la Palabra de Dios. Su prisión, sin
embargo, se convirtió en noticia internacional y países como Estados Unidos,
Inglaterra e Italia ejercieron presión sobre el gobierno peruano para que liberara al
pastor metodista. Además, dentro del Perú mismo los liberales protestaban por la
opresión religiosa y desataban una campaña periodística a favor de Penzottí.82
Finalmente fue liberado a comienzos de 1891, pero eso sirvió para que los gobier-
nos americanos, entre ellos el ecuatoriano, tuvieran cuidado de no lesionar “el buen
nombre” de sus países a causa de la cuestión religiosa.
Pocos meses después del excarcelamiento de Penzotti y con el fin de refor-
zar su trabajo en el Perú, la Junta de Misiones Extranjeras de la Iglesia Metodista
Episcopal Americana nombró al Dr. Tomás B. Wood presbítero presidente de tra-
bajo misionero en la costa del Pacífico con base en Lima-Callao, Wood había ser-
vido como misionero en Argentina y Uruguay alrededor de veinte años. Era una
mente brillante y un estadista misionero que no estaba dispuesto a esperar buena-
mente que la marcha de los acontecimientos abriera las puertas al trabajo misione-
ro evangélico, sino que usaba todos los medios legítimos para efectuar cambios
que favorecieran la libertad religiosa. Esto le había llevado a estudiar leyes y afi-
liarse a la logia masónica que, como hemos dicho, era una sociedad secreta que
agrupaba a los liberales que luchaban precisamente por la implantación de sus ide-
ales a través de América.83 Es indudable que en la logia masónica de Lima entró
en contacto e hizo amistad con algunos de los liberales ecuatorianos que vivían
exiliados en esa ciudad ya que, en 1895, a raíz de la proclamación de Eloy Alfaro
en Guayaquil, escribía desde Lima que estaba “en comunicación con personas en
esta [ciudad] que se hallan en comunicación personal con Alfaro”.84
82. Ver Paul E. Kuhl, “Posibles aliados: metodistas y masones en la lucha por la libertad de cultos en
el Perú”, ponencia presentada en el simposio “Protestantismo, Liberalismo y Masonería en
América Latina en el siglo XIX”, septiembre 15-18 de 1986, en Sao Leopoldo, Brasil. Según el
autor, “en la religión de Lima-Callao había logias yorkinas, escocesas, irlandesas, alemanas e ita-
lianas (…) [y] la Gran Logia del Perú, una consolidación de las cinco más grandes logias yorki-
nas en Lima”. Es interesante notar que en 1890-1891, “los francmasones se unieron en la defensa
de Penzotti (…). Durante los procesos judiciales los francmasones organizaron demostraciones de
apoyo a favor del misionero acosado. La Gran Logia del Perú reconoció que Penzotti no era ‘un
miembro de nuestro Oficio’, pero lo consideraba ‘víctima de intolerancia religiosa’ y, por consi-
guiente, acordaba pagar todos los gastos judiciales”.
83. Ver Paul E. Kuhl, “Protestant missionary activity and freedom of religión in Ecuador, Peru and
Bolivia”, Carbondale, Department of History in the Graduate School of Southem Illinois
University, tesis inédita, p. 127. Esta excelente tesis trata del trabajo de Thomas B. Wood y su
estrategia para alcanzar la libertad religiosa en los países andinos. Nos ha sido de mucha ayuda
para la comprensión de los esfuerzos de la Junta de Misiones Extranjeras de la Iglesia Metodista
Episcopal por establecer trabajo en el Ecuador en este período.
84. Carta de Thomas B. Wood a Antonio Viteri fechada en el Callao el 28 de agosto de 1895, DePauw
University Archives, D. C. 521, p. 123. Wood pertenecía a las logias yorkina y escocesa y tenía el
grado 32. Por otro lado, muchos de los liberales ecuatorianos exiliados en el Perú también perte-
134
necían a las logias masónicas, como se colige, por ejemplo, de la mención que Felicísimo López
hace de su exilio en Lima en su libro HistoriadeunaexcomuniónenelEcuador,op.cit.,p. 14.
85. Paul E. Kuhl, “Gringo in the Andes: Thomas B. Wood and the Normal School System in Ecuador”,
en MethodistHistory, XVI, julio, 1978, pp. 200-201.
86. AmericanBibleSocietyninety-fourthreport,1910, p. 242.
87. Thomas B. Wood, Annualreport, DePauw University Archives, D. C. 521, f. 6, p. 192.
88. Paul E. Kuhl, “Gringo in the Andes”, op.cit., p. 201.
135
para trabajar en cualquier forma que Dios quiera emplearlo en la evangelización del Ecuador”,
AmericanBibleSocietyseventy-fourthreport, 1890, p. 101.
91. Ibíd., p. 383.
92. Thomas B. Wood, Annualreport,op.cit., p. 192.
137
ción. Plácido Caamaño una noche huyó del país; una comisión elegida por una
asamblea popular se hizo cargo del control de Guayaquil. El 5 de febrero Eloy
Alfaro lanzó una proclama a los liberales radicales desde Managua, Nicaragua:
Vais a continuar la obra redentora. Bien lo se. Marcho, pues, en vuestro auxilio
para participar de las penalidades de la campaña y tener la honra de conduciros al
combate y a la victoria.93
Tomad, pues, las armas y tened ánimo; y estad prevenidos para la mañana, a fin de
pelear contra los que se han unido contra nosotros, para aniquilarnos y echar por tie-
rra nuestra Santa Religión, porque más nos vale morir en el combate, que ver el exter-
minio de nuestra nación y del Santuario.96
Nada soy, nada valgo, nada pretendo, nada quiero para mí: todo para vosotros que
sois el pueblo que se ha hecho digno de ser libre (…). Con la experiencia del pasado
y con las lecciones del presente, debemos establecer, en el porvenir, una política
humanitaria de tolerancia y justicia que condene los excesos, reprima los abusos y
concilie todos los ánimos a fin de que una reforma prudente y moralizadora, le dé á
la República largos años de paz y ventura (…). Al hacerme cargo del Poder, he pro-
nunciado la palabra de paz, porque dejó a la insensatez de los enemigos de la Patria,
el provocar la guerra (…).97
pués se dirigió al Ecuador a enlistarse en las filas de Alfaro. Para él también, apa-
rentemente, ésta era una guerra santa.98
La suerte se decidió el 14 y 15 de agosto en la batalla del Gatazo, cerca de
Riobamba, con el triunfo de las fuerzas liberales. “El General de las Derrotas”, “El
Viejo Luchador”, “El indio Alfaro” entró triunfante a Quito, la sede del gobierno,
el 4 de septiembre de 1895. Terminaba una edad; comenzaba otra. Y con ésta, se
abría la posibilidad de proclamar libremente el mensaje evangélico tal como lo
entienden las iglesias protestantes.
98. Actas de la novena y décimo cuarta conferencias trimestrales de la Iglesia Metodista Episcopal del
Callao, Perú, celebradas en marzo de 1894 y junio de 1895, en los archivos de dicha iglesia.
Aunque, como veremos, Irigoyen sirvió posteriormente de colportor de la Sociedad Bíblica
Americana y pastor de la Iglesia Metodista en Guayaquil, es evidente que en los últimos años del
siglo combatió varias veces en las filas del liberalismo. Ver Miguel Lecaro, op.cit., p. 24, donde
aparece el texto del diploma que lo acredita como capitán efectivo de Infanería del Ejército, fecha-
do el 11 de julio de 1906.
IV. Origen de las primeras misiones
establecidas en el Ecuador
LA INFLUENCIA FORMATIVA
DEL PROTESTANTISMO EN LOS ESTADOS UNIDOS
de Inglaterra como la salida de Israel de Egipto, el cruce del océano Atlántico como
el cruce del mar Rojo y la América del Norte como la Tierra Prometida.1 Un siglo
y medio después, igualmente, la independencia americana encontró en la mente de
los habitantes protestantes del nuevo país paralelos semejantes:
Fue sin duda un feliz coincidencia que la Campana de la Libertad llevara la ins-
cripción: “Pregonaréis libertad en la tierra a todos los moradores” (Levítico 25.9).
Pero no fue accidente que los patriotas predicadores compararan, durante la
Revolución Americana, a Jorge III [rey de Inglaterra en ese momento] con el Faraón
y a George Washington con Moisés, que Benjamín Franklin propusiera que el Gran
Sello de los Estados Unidos represente a Israel cruzando el Mar Rojo, y que los opo-
sitores a la esclavitud citaran constantemente los textos de los Cinco Libros de
Moisés.2
1. Esta era una genuina teología de la liberación. El desconocimiento de su propia historia hace que
hoy día los grupos cristianos ultraconservadores de Estados Unidos condenen abiertamente a la
teología de la liberación y traicionen su propio pasado al apoyar a los políticos más retrógrados
que impiden la liberación de América Latina y otros países del mundo de los dos tercios. Ver
Joseph Gaer y Ben Siegel, Thepuritanheritage:America’srootsintheBible, New York, New
American Library, 1964; H. Richard Niebuhr, The kingdom of God in America, New York,
Evanston and London: Harper & Row, Publishers Inc., 1959; y Cushing Strout, Thenewheavens
andnewearth,New York, Evanston, San Francisco and London, Harper & Row, Publishers, 1974.
2. Bernard J. Bamberger, La Biblia: un enfoque judío moderno, Buenos Aires, Editorial Paidós,
1963, p. 18.
143
Según algunos teólogos norteamericanos que sostenían esta tesis, había bue-
nas razones para pensar que el reino milenial estaba muy cerca y que tendría su
comienzo precisamente en los Estados Unidos, el país que estaba experimentado
todo ese progreso material y espiritual. Según ellos, esos mismos “despertamien-
tos”, con sus conversiones masivas y su entusiasmo que muchas veces llegaba
hasta el paroxismo y el avance de las misiones protestantes en todo el mundo eran
evidencia de que el reino milenial estaba cerca. La tarea de la Iglesia era llamar a
los hombres y mujeres al arrepentimiento para así “preparar la venida del Señor”
en su reino.3
En la primera mitad del siglo XIX, tanto en los Estados Unidos como en
Europa, ocurrió la segunda ola de avivamientos o “Segundo despertamiento”, que
entre otras características se distinguió nuevamente por la preocupación por la pro-
fecía bíblica. Era natural ya que eran tiempos de tremendas conmociones debido a
los cambios producidos por la revolución industrial y las guerras napoleónicas que
modificaron el mapa de Europa. En algunos distritos de los Estados Unidos este
movimiento se caracterizó por un estado de excitabilidad tal que se dieron toda clase
de desbordes; el interés por la profecía dio nacimiento a innumerables grupos y sec-
tas milenaristas, algunos de los cuales permanecen hasta el día de hoy. Algunos
autores señalan como un lugar especialmente fértil en este tipo de fenómenos el dis-
trito central y occidental del estado de Nueva York, una región fronteriza poblada
por rústicos pioneros empeñados en “la conquista del oeste”. Uno de éstos escribe:
En la primera parte de la década del cuarenta el campo de Rochester fue uno de los
dos centros principales de la propaganda y la excitación relacionada con las prediccio-
nes del agricultor de Vermont, William Miller, respecto al juicio inminente y la des-
trucción del mundo. En la parte occidental de Nueva York se convirtió en una epide-
mia totalmente irracional. Los hombres y las mujeres abandonaron sus empleos y se
entregaron a la oración y a las vigilias. Casi no dormían ni comían, sino que, vestidos
de blanco, esperaban la llegada del esposo [Jesucristo]. El resultado en muchísimos
casos era el completo agotamiento físico y mental que terminaba en los horrores de la
locura (…). En la última parte de la década del cuarenta esta engañosa espiritualidad
entró en su fase epidémica con los “arrebatamientos extáticos de Rochester” de las her-
manas Fox. Se difundió por imitación a Nueva Inglaterra y de allí a Europa, y muchos
de los fenómenos que la acompañaban –el trance, la visión, las convulsiones, la danza
involuntaria, las muchas indicaciones de inestabilidad mental y emocional– tenían una
afinidad muy estrecha con los efectos extraordinarios del avivamiento que hemos
observado en otros lugares (…). El mormonismo [también] nació y creció en la atmós-
fera insalubre del avivamiento que acabamos de describir.4
EL DESTINO MANIFIESTO
DE LOS ESTADOS UNIDOS
5. Ver Frank S. Mead, Handbook of denominations in the United States, New York-Nashville,
Abingdon Press, 1956, pp. 19-24; Lefferts A. Loetscher, edit., Twentiethcenturyencyclopediaof
religiousknowledge, Grand Rapids, Baker Book House, 1955, pp. 1022-1023, y Bryan Wilson,
Sociologíadelassectasreligiosas,Madrid, Ediciones Guadarrama, S. A., 1970, pp. 96-103.
145
La antigua idea de que los cristianos americanos eran un pueblo escogido que
había sido llamado a una tarea especial se convirtió en la noción de la nación espe-
cialmente favorecida (…). Mientras más avanzaba el siglo diecinueve, más se enfati-
zaba la nota del favoritismo divino. El cristianismo, la democracia, el americanismo,
la lengua y la cultura inglesas, el crecimiento de la industria y la ciencia, las institu-
ciones americanas –todas estas cosas son mezcladas y confundidas. La contemplación
de su propia justicia llenaba a los americanos de sentimientos tan elevados y entusias-
tas que fácilmente la identificaban con la justicia de Dios. La crisis del reino de Cristo
había pasado; había ocurrido en la revolución democrática, o en el nacimiento de la
ciencia moderna, o en el avivamiento evangélico, o en la Reforma Protestante. De ahí
en adelante el reino del Señor era una posesión humana, no una revolución permanen-
te. En particular es el reino de la raza anglo-sajona, que está destinada a traer luz a los
gentiles por medio de lámparas producidas en [Norte] América. Así el institucionalis-
mo y el imperialismo, eclesiásticos y políticos, van juntos de la mano.6
Como muy bien lo deja entrever Niebuhr, la convicción de que los Estados
Unidos estaban destinados “a una tarea especial”, la tarea de “traer luz a los genti-
les por medio de lámparas producidas en América”, no era nada nuevo: era una
convicción que había acompañado a los habitantes del país desde el comienzo
mismo de su historia. Los único que hizo el “Despertamiento” del siglo XIX fue
dar un nuevo impulso a esa noción. Pero, ¿en qué consistía exactamente esa “luz”?
Frederick Merck la traza a través de la historia de los Estados Unidos.
significaba expansión, por disposición previa del Cielo, sobre un área no definida
claramente. Para algunos significaba expansión sobre la región [occidental] hasta el
Pacífico; para otros, sobre el continente norteamericano; para otros, sobre el hemis-
ferio (…).
Los postulados [del destino manifiesto] eran que los anglo-sajones estaban dota-
dos como raza de una superioridad innata, que el cristianismo protestante tiene las
llaves de entrada al cielo, que solamente las formas republicanas de organización
política son libres, que el futuro –aun el futuro predestinado– puede ser apresurado
por manos humanas, y que, si el fin es bueno, no se necesita poner muchos reparos
en los medios que se usen para apresurar ese futuro.8
7. Frederick Merk, Manifest destiny and misión in american history, New York, Vintage Books,
1966, pp. 3-4. Ver también Rubén Lores, “El destino manifiesto y la empresa misionera”, en
Carmelo Álvarez y Pablo Leggett, edits., Lecturateológicadeltiempolatinoamericano,San José,
Seminario Bíblico Latinoamericano, 1979, pp. 207-228.
8. Ibíd., pp. 264 y 265. Frederick Merk hace una diferencia entre el sentido de misión del pueblo nor-
teamericano que define como “la devoción a los valores permanentes de la civilización america-
na” y que, según él, ha sido siempre “una expresión más verdadera del espíritu nacional”; y “el
destino manifiesto” que identifica con “las doctrinas continentalistas e imperialistas que nunca
fueron expresiones verdaderas del espíritu nacional”. Admite, sin embargo, que “ ‘el destino mani-
fiesto’ a veces se mezclaba con una forma de misión propia” y que “a pesar de su lenguaje exal-
tado, parecía un tanto teñido de egoísmo”. Ver las pp. 261-266.
147
podría solicitar admisión. Si cumplían los requisitos, podrían ser admitidos. Pudiera
ser que algunos –los mexicanos, por ejemplo– tuvieran que ser educados por un tiem-
po en el significado y los métodos de la libertad antes de ser admitidos (…). Cualquier
admisión apresurada al templo de la libertad sería contraindicada (…). Pero el pueblo
de los Estados Unidos tenía el deber de admitir libremente a todos los solicitantes que
llenaran los requisitos. Las puertas del templo debían estar abiertas a los pueblos
ansiosos de libertad.9
Por un lado, hay gran riqueza que trae consigo gran lujo y extravagancia, gran alti-
vez y poca consideración por los sufrimientos y privaciones de los desposeídos. Por
el otro, hay inseguridad de trabajo y una dependencia servil forzada por el látigo del
hambre, más inexorable que todos los tiranos. Los efectos morales de esta situación
son los que podemos esperar (…). Ha crecido el crimen. El alcoholismo ha alcanza-
do niveles aterradores, porque la vida es una carga sombría, sin perspectivas de alivio
y la alimentación es inadecuada tanto en cantidad como en calidad. La familia se des-
compone, porque los trabajadores viven amontonados en viviendas abiertas y la fami-
lia no puede llenar sus necesidades sin la ayuda de la esposa y los hijos.11
11. Citado por Wade Crawford, “The Methodist Episcopal Church”, en Historyofmethodistmissions,
vol. III, New York, The Board of Missions of the Methodist Church, 1957, p. 31.
12. Rosemary Radford Ruether, Elreinodelosextremistas,Buenos Aires, Editorial La Aurora, 1971,
pp. 104-105.
13. Ver Gordon Connell-Smith, Los Estados Unidos y América Latina, México, Fondo de Cultura
Económica, 1977, especialmente el cap. III: “La América Latina y el destino manifiesto de los
Estados Unidos”.
149
Fue en esta “Edad de Oro” (la segunda mitad del siglo XIX) también cuando
empezaron a definirse en los Estados Unidos las dos posiciones teológicas genera-
les conocidas como “el fundamentalismo” y “el liberalismo”, modernismo o
“Evangelio social”. Aunque había pequeñas sectas, como los mormones o los
adventistas, hasta la década de 1870 la gran mayoría de evangélicos pertenecía al
religious establishment, –orden religioso establecido– constituido por un buen
número de denominaciones que si bien diferían en ciertos énfasis doctrinales y
prácticos, sin embargo tenían rasgos comunes –precisamente lo que las hacía a
todas denominaciones protestantes–. Uno de estos rasgos comunes era el optimis-
mo o idea del progreso asociado con el postmilenialismo, al cual ya nos referimos
al tocar los “despertamientos” de los siglos XVIII y XIX.
Según los postmilenialistas, las profecías del libro del Apocalipsis respecto a la
derrota de Anticristo (interpretado como el Papa y otros líderes de religiones falsas)
se estaba cumpliendo en la era presente, y estaban abriendo el camino a una edad de
oro. Este “milenio” (los “mil años” de Apocalipsis 20) sería la última época de la era
histórica presente (…). Cristo regresaría después de esta era milenaria (por eso “post-
milenialismo”) y conduciría la historia a su fin (…).14
teoría de la evolución de las especies propugnada por Charles Darwin que, según
ellos, negaba los relatos de la creación de Génesis 1 y 2; otra era la crítica históri-
ca que daba por sentado que los documentos bíblicos eran el resultado de un pro-
ceso histórico, lo cual parecía contradecir igualmente la doctrina ortodoxa de la
inspiración divina de la Biblia. Añádase a esto el hecho de que la ciencia, la tecno-
logía, la urbanización y la inmigración de millones de personas de las más diver-
sas razas y culturas estaban produciendo cambios acelerados en los Estados Unidos
y contemplaremos una situación que demandaba drásticos reajustes mentales en
todos los órdenes de la vida.
Conforme se acercaba el fin del siglo muchos líderes y pensadores protestan-
tes, más abiertos a las nuevas ideas, empezaron a hacer esos reajustes en el senti-
do de “modernizar” sus convicciones y ponerlas a tono con los cambios del mundo
circundante. Según estos pensadores “liberales” o “modernistas”, por ejemplo, ya
no se podían interpretar literalmente los relatos de la creación del Génesis, sino que
había que entenderlos como cuadros alegóricos en que se presenta la verdad de que
Dios actuó en la creación de todo cuanto existe, pero que no nos dicen los medios
que utilizó ni cuánto tiempo demoró en hacerlo. Es la ciencia la que nos dice que
el universo –como lo conocemos hoy día– y específicamente las especies biológi-
cas, incluyendo al ser humano, son el resultado de una evolución que ha demora-
do millones de años y es de creer que ese fue el medio que Dios utilizó en la cre-
ación. La Biblia, igualmente, no es un libro “caído del cielo” ni dictado por Dios,
sino más bien un variadísimo conjunto de documentos literarios –a veces contra-
dictorios– escritos por hombres en diversas épocas y circunstancias que reflejan “el
progreso religioso” de los israelitas, desde el animismo que se advierte en el
Génesis hasta su culminación en Jesucristo, el máximo exponente religioso y
moral de la humanidad, etcétera.
Hasta ese momento, en el protestantismo la Biblia había sido la guía para
entender la cultura y el mundo; ahora rápidamente muchos teólogos protestantes
estaban haciendo lo contrario: la cultura, la ciencia, la razón humana, se estaban
convirtiendo en la norma para entender la Biblia.
EL FUNDAMENTALISMO:
“UNA NUEVA MANERA DE HACER TEOLOGÍA”
el fundamentalismo estaba constituido por una alianza entre dos teologías recién for-
muladas en el siglo XIX, el dispensacionalismo y la teología de Princeton, las cuales,
aunque no eran enteramente compatibles, lograron mantener un frente unido contra el
modernismo hasta más o menos 1918.16
Uno de los rasgos distintivos de estas nuevas teologías era el empleo del méto-
do científico para entender las Sagradas Escrituras; lo cual nos muestra a las claras
hasta qué punto estaban influenciados por el lugar y el tiempo en que vivían.
“La teología de Princeton” era las formulaciones doctrinales desarrolladas
por los profesores del Seminario Teológico de Princeton, New Jersey. Uno de
éstos, Charles Hodge, inicia su teología sistemática con una sección sobre el méto-
do y afirma que, en contraste con los métodos especulativos y místicos de estudiar
la Biblia, él emplea el método inductivo o científico “en todo esencialmente igual
al método inductivo aplicado a las ciencias naturales”. Y asevera:
En la misma forma en que la ciencia natural fue un caos hasta que se admitió y
aplicó el principio de la inducción, así la teología es un revoltijo de especulaciones
humanas, que no valen un comino, cuando los hombres rehúsan aplicar el mismo
principio al estudio de la Palabra de Dios.17
15. Ver ibíd., pp. 202, 203 y las notas 16 a 21 del mismo capítulo en las pp. 284-285. Marsden no da
mayor importancia a los factores sociales en la diferenciación fundamentalistas versus liberales,
pero las fuentes que cita parecen probar precisamente un claro condicionamiento social y econó-
mico de estos dos sectores del protestantismo norteamericano hacia finales del siglo XIX.
16. Ernest R. Sandeen, “Toward a historical interpretation of the origins of fundamentalism”, en
Churchhistory,vol. XXXVI, 1967, p. 67.
17. Charles Hodge, Systematic theology, Grand Rapids, Wm. B. Eerdmans, 1952, registrado en la
Biblioteca del Congreso en 1871, pp. 9, 14, 15.
152
esta concepción de la co-autoría implica que la acción del Espíritu de supervisar [la
composición de las Escrituras] se extiende a la elección de las palabras por los auto-
res humanos (la inspiración verbal) y preserva su producto de todo aquello que es
inconsistente con la autoría divina, asegurando así, entre otras cosas, aquella comple-
ta veracidad que los escritores bíblicos presuponen en todos sus escritos respecto a las
Escrituras (la inerrancia).20
te (…). Ellos estaban absolutamente convencidos de que todo lo que estaban hacien-
do era tomar los meros hechos de las Escrituras, ordenarlos y clasificarlos cuidadosa-
mente, y así descubrir los esquemas generales que revelan las Escrituras.23
23. George Marsden, op.cit., pp. 55-56. Ver también John Opie, Jr., “The modernity of fundamenta-
lism”, en Thechristiancentury, mayo 12, 1965 y Ernest Sandeen, op.cit., pp. 74, 75.
24. Ver “Una introducción que debe leerse”, en la Biblia anotada de Scofield, Dalton, Editorial
Publicaciones Españolas, 1976, p. IV. El original inglés fue publicado en 1909 y recogía, según
Scofield, los resultados del pensamiento dispensacionalista de los cincuenta años anteriores a esa
fecha.
155
25. Ver Ernst Breisach, Historiography:ancient,medievalandmodern, caps. 18, 19, Chicago, The
University of Chicago Press, 1983.
26. Scofield, op.cit., nota 2, p. 4.
156
28. H. Richard Niebuhr, op. cit., p. 181. Ver también C. René Padilla, edit., El Reino de Dios y
AméricaLatina,El Paso, Casa Bautista de Publicaciones, 1975, especialmente las ponencias sobre
el dispensacionalismo de Emilio Antonio Núñez y Samuel Escobar.
158
La verdadera iglesia estaba conformada por los elegidos de Dios que siempre eran
solamente un puñado [de personas] que rara vez tenían poder. La verdadera iglesia no
podía ser identificada de ninguna manera con ninguna de las grandes denominacio-
nes, que estaban plagadas de herejía, sino que estaba conformada por cristianos indi-
viduales que podían esperar ser salvos de la destrucción inminente. No es posible
sobreestimar la importancia de esta eclesiología para la historia del fundamentalismo
(…). Según su enseñanza, la verdadera Iglesia nunca puede ser una organización sino
que siempre debe ser un compañerismo espiritual de cristianos individuales.29
iglesia en su propio país fue llamado a prestar sus servicios primero en una iglesia
de Louisville, Kentucky y luego en otra de Nueva York. Si bien en las iglesias de
su denominación había tenido mucho éxito, su participación en algunas conferen-
cias del movimiento fundamentalista lo llevó a abandonar el pastorado dentro de
su denominación con el fin de lanzar su propio proyecto independiente de evange-
lización y sanidad. Por ocho años arrendó los auditorios más grandes de la ciudad
para realizar sus “campañas evangelísticas”, sostenidas con las ofrendas volunta-
rias que se recogían en las enormes reuniones, hasta que construyó el Gospel
Tabernacle (Tabernáculo Evangélico). Pero su visión iba más allá. Lo que deseaba
era formar un grupo de cristianos de todas las denominaciones evangélicas, para
impulsar la evangelización no solamente de la América del Norte sino del mundo
entero. Con este fin en 1882 fundó el primer instituto bíblico de los Estados Unidos
–el Nyack Missionary Collage, posteriormente llamado Missionary Training
Institute– y en 1887 estableció dos organizaciones hermanas, la Christian Alliance
y la Evangelical Missionary Alliance.32
La Christian Alliance fue organizada (…) con el propósito de unir en una alianza
fraternal de compañerismo y testimonio cristianos al gran número de cristianos con-
sagrados de las varias iglesias evangélicas que creen en el Señor Jesús como salva-
dor, Santificador, Sanador y Señor venidero.33
Nótese que la intención no era crear una nueva iglesia institucional sino sim-
plemente “una alianza fraternal” entre cristianos de diversas iglesias que había arri-
bado a ciertas convicciones comunes y que querían dar testimonio de esas convic-
ciones. Por otro lado, la Evangelical Missionary Alliance era una organización
misionera que buscaría la evangelización del mundo entero. Algunos de los princi-
pios que figuraban en su constitución eran los siguientes:
32. Ruth A. Tucker, FromJerusalemtoIrianJaya, Grand Rapids, Zondervan Publishing House, 1983,
p. 293.
33. A. E. Thompson, The life of A. B. Simpson, Brooklyn, The Christian Alliance Publishing
Company, 1920, p. 128.
34. Ibíd., p. 131.
161
Las dos alianzas funcionaron en forma paralela aunque relacionada por diez
años hasta 1897, cuando se fusionaron para formar la Alianza Cristiana y
Misionera. En 1909 la entidad tenía 300 misioneros y aproximadamente igual
número de “obreros” nacionales en 16 diferentes países.35
En 1889 un joven hijo de misioneros, George s. Fisher, era director de la
Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA) de Kansas City. La YMCA era una orga-
nización interdenominacional, fundada en Londres en 1844 por George Williams,
con el fin de evangelizar a los jóvenes. En 1851 había iniciado actividades en los
Estados Unidos y para fines del siglo XIX se había convertido en una de las insti-
tuciones protestantes más respetables del mundo evangélico del país.36 Era un
esfuerzo en que colaboraban diversas iglesias “regulares” o “históricas” y, por
tanto, oficialmente por lo menos, no era parte del movimiento fundamentalista.
Fisher empezó a enfrentar problemas con los directores de la Asociación cuando
quiso convertir a ésta en centro de reclutamiento misionero y enviar jóvenes al
extranjero sin la necesaria seguridad económica, como era típico del esfuerzo
misionero fundamentalista de ese momento (por eso sus agencias misioneras eran
misiones de fe). Debido a esto, en 1892 George Fisher y algunos miembros del per-
sonal de la YMCA de Kansas se separaron de ésta y formaron la que fue conocida
primero como la World’s Gospel Unión (Unión Evangélica Mundial) y luego como
Gospel Missionary Union (Unión Misionera Evangélica).37 Inicialmente la inten-
ción era que en lo posible los nuevos misioneros fueran a otros países como miem-
bros de las misiones fundamentalistas ya establecidas y no necesariamente como
miembros de la Unión Evangélica Mundial; de ahí que los primeros misioneros
que la nueva misión envió al África fueron como miembros precisamente de la
Alianza Cristiana y Misionera fundada unos años antes por A. B. Simpson.38 En el
primer número del órgano oficial, Thegospelmessage, que empezó a publicarse
en abril de ese año, se dice que
pagos a todos los secretarios y misioneros sobre una base económica y de acuerdo a
las necesidades del trabajador. De acuerdo a las Escrituras se hará el esfuerzo de con-
seguir los fondos necesarios, pero los trabajadores deben poner su fe en Dios y espe-
rar en Aquel que los llamó y a quien sirven (…)
En lo posible la Unión Evangélica realizará su trabajo misionero en el extranjero
en colaboración con las sociedades misioneras que ya estén en el campo y que estén
de acuerdo con su base de membresía y propósitos. Sin embargo, estará en libertad
para ocupar cualquier territorio que no haya sido ocupado o haya sido pasado por
alto.39
CARÁCTER GENERAL
DEL RÉGIMEN DE ALFARO
han marcado la vida de la República durante todo el siglo XX y que hicieron posi-
ble la entrada y el establecimiento del protestantismo en el país.
Ya nos referimos a la toma del poder por Eloy Alfaro en 1895. Esto no sig-
nificó que una vez en el poder su permanencia en él hubiera estado asegurado o
que su administración se hubiera desarrollado sin contratiempos. Al contrario, “el
Viejo Luchador” tuvo que realizar un combate constante y difícil por llevar a cabo
las transformaciones deseadas y consolidar su vigencia definitiva.
Para entender esto, es necesario recordar brevemente la forma cómo estaba
constituida en ese momento la sociedad ecuatoriana y las limitaciones del libera-
lismo en el poder. Como señalamos al tocar la fase de 1875-1895, los cambios
demográficos que se dieron desde fines del siglo XVIII transformaron el cuadro
social, especialmente de la Costa, de tal manera que para el momento de la revo-
lución liberal, la clase dominante ya no se compone solamente de la aristocracia
terrateniente serrana, sino de “los poderosos grupos de Guayaquil, especialmente
los comerciantes del cacao y los nuevos financistas”; igualmente la clase media,
que antes estaba constituida por los mestizos, ve ampliarse su base con las clases
medias urbanas, constituidas mayormente por trabajadores de las empresas comer-
ciales y de servicios que aparecen hacia fines del siglo, y la clase baja, identifica-
da hasta entonces con el indígena, igualmente se amplía con el aparecimiento del
montuvio de la Costa, el trabajador de la plantación.
Decíamos que estas transformaciones fueron uno de los factores que más
contribuyeron a la toma del poder por los liberales a finales del siglo, pues con la
ampliación de las clases pobres costeñas y el fortalecimiento económico de la frac-
ción dominante guayaquileña, se dieron las condiciones para que el liberalismo,
que se asentaba precisamente en la Costa, tomara por asalto el poder político del
país.
Indicamos que dentro del liberalismo había dos tendencias: “el liberalismo
del orden” y “el liberalismo machetero” o “liberalismo radical”. Como correspon-
diendo con esto, el historiador Samuel Guerra Bravo señala que dentro del libera-
lismo había dos clases de intereses contrapuestos: “los intereses político-comercia-
les” de la fracción de la clase dominante costeña orientados a captar el control del
Estado para modernizarlo, con el fin de que sirviera mejor a sus intereses econó-
micos y “los intereses histórico-reivindicatorios” [sic] de las clases pobres, domi-
nadas: el empleo, la alimentación, la vivienda, la salud; es decir, las necesidades
básicas para poder subsistir.
nas –por un lado– porque ellas en definitiva habían “hecho” la revolución; y de las
clases dominantes –por otro lado– porque ellas, con el financiamiento de la “revolu-
ción”, le habían “elevado” al poder. La contradicción histórico-político (…) adquirió
una presencia dramática desde las primeras decisiones gubernamentales de Alfaro.
Aunque parezca paradójico, sólo en 1895 aparecieron las verdaderas “condiciones”
para una auténtica “revolución”. Mas eso habría significado que Alfaro, sensible al
clamor “histórico” de su pueblo hubiera optado por las reivindicaciones [sic] popula-
res en abierto enfrentamiento con las fracciones que financiaron su campaña. Y eso
fue justamente lo que no hizo el “Viejo Luchador”.
Al contrario, desde el gobierno trató de mantener aquella “conciliación” que se
presentaba ya como imposible porque trataba de satisfacer las necesidades de los unos
y los intereses de los otros. Trataba de contentar a los oprimidos concediéndoles cier-
tas reformas tributarias pero sin “atreverse” a transformar el sistema productivo todo;
a los opresores, que se identificaban fundamentalmente con la banca y el comercio,
concediéndoles el libre comercio. Pero aun a estos no los pudo satisfacer globalmen-
te porque había entre ellos una gama de intereses distintos (…).
En suma ni las clases populares ni las clases dominantes fueron satisfechas con las
medidas Alfaristas. Es que era lógico: la satisfacción plena de las “necesidades” de
los oprimidos habría afectado, en esencia, los “intereses” de la burguesía. Empezó
entonces el derrumbe de la “conciliación” y surgieron, ya durante su primera magis-
tratura, los sectores oposicionistas: clero, periodistas, intelectuales, sectores afectados
por represalias o confiscaciones, los conservadores y los mismos liberales “disiden-
tes”; por otra parte, algunos sectores de la burguesía comercial costeña, por graváme-
nes, impuestos o medidas tendientes a controlar la “moralidad comercial”. El caso es
que las fracciones dominantes le quitaron paulatinamente la “Representatividad”. Y
Alfaro, para hacer frente a todos los problemas de su gestión ambivalente [sic], tuvo
que recurrir a la fuerza. El garrote se convirtió entonces en la última “ratio”. El divor-
cio entre “Estado” y “pueblo”, entre “instituciones” y “mayorías”, entre “principios
liberales” y “realidad histórica conservadora”, entre “partido” y “sectores populares”
era cada vez más insostenible. La única manera de sostenerse en el poder era, pues,
la represión.1
1. Samuel Guerra Bravo, “Introducción al documento sobre el arrastre de los Alfaro”, en la revista
Cultura, vol. IV, No. 11, septiembre-diciembre, 1981, pp. 389, 390.
166
Por las indicaciones presentes, nuestros hermanos pueden esperar encontrar al país
en un estado de ebullición y a los sacerdotes romanos movilizados como nunca para
ejercer todos sus poderes con el fin de impedir la llegad de los misioneros. Estos, por
tanto, enfrentarán grandes peligros que demandarán de ellos la mayor sabiduría y
valor. No los abandonemos, sino elevemos incesantes oraciones a favor de ellos.4
2. Thegospelmessage, vol. V, junio 15, 1896, p. 3. De aquí en adelante al referirnos a este órgano
oficial de la Unión Misionera Evangélica usaremos la abreviatura TGM.
3. Ibíd., p. 4.
4. TGM, vol. V, junio 15, 1896, p. 10.
167
Pronto visité al Cónsul General de los Estados Unidos y él nos dio alguna infor-
mación respecto al pasado y al presente de este país, pero parecía pensar que nosotros
constituíamos un peligro, insinuando que si llegaba a conocimiento público que está-
bamos aquí en calidad de misioneros, esto podría enfurecer en tal forma a los sacer-
dotes en este momento, que harían esfuerzos extraordinarios para fortalecer a la revo-
lución contra el general Alfaro y derribar al gobierno. Por tanto, nos recomendó enfá-
ticamente que tomáramos el primer vapor que pasara al Perú. Nosotros, sin embargo,
nos hemos movido calladamente tratando de conseguir toda la información posible
respecto al país y a la situación presente y no hemos cesado de orar al Gran Dios para
que El nos guíe y abra el país al evangelio de su Hijo, y hasta el momento no hemos
creído que El quiera que salgamos de aquí.6
5. Ricardo Darquea, EloyAlfaro,Quito, Talleres Gráficos de Educación, 1942, pp. 199, 200.
6. TGM, vol. V, agosto 15, 1896, pp. 4, 5.
168
Le hablé –dice– del interés que existía en nuestro país respecto a la causa de la
libertad en el Ecuador –la causa que él propugnaba– y nuestro deseo de trabajar en el
país, y le pregunté si nuestra presencia aquí en este momento podría hacer estallar un
levantamiento inusitado contra su gobierno; también le hablé de viajar al interior.
Pareció complacido de que nuestro pueblo estuviera interesado en la libertad de su
país y nos ofreció su protección, aunque indicó que en algunas partes del interior
había mucha oposición contra él y que quizás por el momento sería mejor que perma-
neciéramos en la Costa. Nos informó que la provincia costeña de Manabí, al norte de
Guayaquil –su tierra natal– estaba abierta ya que todos o casi todos los sacerdotes
habían salido de allí debido a que las fuerzas liberales la habían tomado. Me dijo tam-
bién que cuando quisiera viajar por el país, me daría cartas de recomendación, pero
que no podía definir positivamente la política del gobierno hasta después de la
Asamblea que ahora ha sido pospuesta a causa del levantamiento de Cuenca. Le agra-
decimos por su amabilidad, nos despedimos y salimos.7
Poco tiempo después Fisher tuvo una segunda entrevista con Alfaro, en la
cual el general le dio cartas de recomendación dirigidas al comandante del Ejército
en Ambato y al gobernador de la provincia de Pichincha, para que visitara el inte-
rior del país “con el fin de visitar las frescas tierras de las montañas, conseguir
En la madrugada del 6 de agosto –la fecha es tristemente célebre– Vivar fue con-
ducido al cementerio de San Diego. Lo soltaron allí entre las tumbas y comenzaron a
perseguirle a balazos. “Acosado así como un jabalí –dice el historiador Pareja– incli-
nó entonces en un supremo esfuerzo la cabeza, y corrió (…). Los disparos rebotaban
contra la piedra y reventaban la cal de las bóvedas. Cayó una vez pero se enderezó.
Sin lengua, sin pecho, sin ojos, sin manos, sin miembros que los sostuvieran se arras-
tró entre los muertos (…). Los últimos tiros lo dejaron inmóvil, boca arriba abriendo
y cerrando las manos”.
Este horrendo crimen levantó una ola de protestas, pero tanto el Consejo de
Ministros como Alfaro se negaron a tomar acción contra Franco y más bien unos
meses después el sanguinario militar fue ascendido a general. La conveniencia
política estaba por sobre la justicia.
Don Eloy era consciente de que se cometió un atropello, pero no quiso desautori-
zar a un líder del ejército liberal que garantizaba su presencia en el poder. No quiso
resquebrajar las bases liberales y se solidarizó con un crimen. Quizás compartía la
opinión de los que pensaban que el acto fue de todos modos una eficaz medida disua-
siva.9
8. Ibíd., p. 5.
9. Enrique Ayala Mora, “Los muertos del alfarismo”, en el diario ElComercio, mayo 7 de 1983.
170
pidiendo al Señor que levante obreros para esta tierra, para que en cuanto se abran las
puertas podamos hacer planes para proclamar, encadaprovincia, el verdadero evan-
gelio de la salvación por la fe en la obra perfecta de Cristo.10
Ahora no veo ninguna razón para que los obreros escogidos por Dios no vengan
acá muy pronto (…).
Creo (…) que se podrían encontrar aquí muchas oportunidades para establecer
colonias religiosas sobre una base apostólica.
Tengo la esperanza y oro para que algunos obreros vengan este otoño para poder
ubicar a dos en la provincia de Manabí, en la Costa, tres aquí en el interior, y que dos
pasen aquí quizás unos seis meses aprendiendo el español y el quichua y luego vayan
al Oriente a explorar y preparar el terreno para iniciar trabajo entre los pobres indí-
genas.11
EN MEDIO DE CAMBIOS
POLÍTICOS TRASCENDENTALES
Los misioneros debían actuar con suma cautela ya que, hasta que se expidie-
ra la nueva Constitución de la República, todo otro culto que no fuera el católico
romano estaba excluido del país y había el peligro de que el clero incitara al pue-
blo a atacarlos. Consecuentemente, los misioneros viajaron a los lugares donde
esperaban laborar sin hacer público el propósito que los traía.
Escribiendo desde Portoviejo el 16 de noviembre, Polk decía:
En respuesta a sus preguntas le expliqué que lo que nos traía era un propósito evan-
gelístico, que venderíamos biblias, etc., y quizás colonizaríamos.14
El Estado respeta las creencias religiosas de los habitantes del Ecuador y hará res-
petar las manifestaciones de aquellas. Las creencias religiosas no obstan para el ejer-
cicio de los derechos políticos y civiles.
Si bien esto no satisfacía a los sectores más radicales del liberalismo, sin
embargo constituía un primer paso en el largo y difícil camino de la libertad de
conciencia y sus diversas manifestaciones.
Chapman hizo un recorrido de doce días hasta Tulcán, en la frontera con
Colombia, con el fin de colectar más información respecto al país y las posibilida-
des de desarrollar el trabajo misionero. Cuando regresó a Quito, encontró a la ciu-
dad en un estado de inusitada agitación, debido a que la Iglesia Católica y el ele-
mento conservador estaban presionando para que la Asamblea Constituyente revir-
tiera la decisión respecto a la libertad de conciencia de la nueva Constitución. En
un manifiesto dirigido a la Constituyente, los obispos del país expresaban su pro-
testa por la libertad de religión y solicitaban que se volviera al anterior estatuto que
consagraba al catolicismo romano como la religión oficial con la exclusión de
cualquier otra.
16. ManifiestoqueelEpiscopadoecuatorianodirigealaAsambleaConstituyentede1896sobrela
libertaddecultos, Quito, Imprenta del Clero, 1896, p. 10.
174
Es evidente que los obispos estaban juzgando a otros por la forma como ellos
mismos habían procedido en el pasado: ellos habían sido y eran intolerantes, por
tanto pensaban que otros serían intolerantes con ellos.
En lugar de dar pie atrás, la Legislatura se mantuvo firme en la decisión de
implantar la libertad de conciencia en el Ecuador. En la segunda parte de las delibe-
raciones que se celebraron en Quito, a partir del 9 de diciembre, la Asamblea apro-
bó otros artículos de la Constitución, que fortalecían los artículos ya señalados.
Además, como algunos de los peores enemigos de la Revolución Liberal –que usa-
ban su autoridad eclesiástica y los bienes de la Iglesia para hacer la guerra a Alfaro–
eran prelados extranjeros, la Asamblea aprobó también el siguiente artículo:
El Señor de toda la tierra tenía su mano sobre ellos [los legisladores], aunque ellos
no lo sabían, y la Convención desafió al arzobispo y su partido y rehusó cambiar la
decisión tomada. Inclusive, llevaron el asunto al punto de abolir el “Concordato” lar-
gamente establecido (…) y hoy día el tronar de los cañones y la música de las bandas
proclaman la adopción final de la Constitución y la ratificación de la elección tempo-
ral hecha en septiembre [sic] del General Alfaro, de manera que ahora él es el presi-
dente legalmente elegido para un mandato de cuatro años (…).
175
Se han celebrado en Portoviejo tres reuniones públicas que han puesto a prueba al
pueblo respecto a si va o no a tolerar el evangelio. En cada caso los funcionarios, aun-
que católicorromanos, dieron su consentimiento y los que asistieron a las reuniones
prestaron respetuosa atención.
Tal vez la más interesante de estas reuniones fue un culto al aire libre que tuvimos
el 14 de marzo en las barracas de los soldados apostados aquí. En el Ecuador, como
en la mayoría, de los países suramericanos, aunque el gobierno formalmente es repu-
blicano, es sostenido más que nada por la fuerza militar. Así que ahora, en todos los
Al Pueblo
tienen el honor de invitarle muy respetuosamente a una conferencia pública que tratará de
la religión que profesamos, y que tendrá lugar mañana domingo, a las siete en punto en el
auditorio público.
Marzo 20 de 1897
Unos días después Carlos Chapman tuvo que regresarse a los Estados Unidos
debido a la grave enfermedad de su madre. Como director del trabajo de la Unión
Misionera en el Ecuador quedó su compañero William (en castellano, Guillermo)
Reed.
que la turba empezaba a entrar; pero cuando se abrieron, salí, dirigí a mi caballo hacia
Chimbo, le clavé las espuelas y corrimos disparados por la calle, persiguiéndome la
multitud. Vi a otra multitud que me esperaba más adelante y di la vuelta a otra calle;
dos veces corrí hasta el borde de un precipicio y tuve que regresar, pero finalmente di
con el camino correcto y apuré al caballo tanto como pude sobre un camino afirma-
do, primero por una larga bajada, luego dando la vuelta por otra, etcétera.
Noté que me seguía otro jinete, y cuando llegó a distancia de poder oírle me gritó
que el Comandante de las tropas me ordenaba regresar. Pensé que me estaba mintien-
do, pero me puso tan en duda que tomó las riendas de mi caballo y con la ayuda de
un hombre que apareció por allí, empezó a llevarme de regreso. No habíamos avan-
zado mucho cuando empezamos a encontrarnos en la turba y fuera que el hombre
había sido realmente enviado por el Comandante o no, lo cierto es que me entregó en
sus manos.
(…) Pensé que si podía captar la atención de ellos por un momento, por lo menos
podía darles un testimonio de mi Señor, antes de morir; pero no me dieron oportuni-
dad de decir más que unas pocas palabras indicando que lo que había hecho lo había
hecho con toda sinceridad; que amaba a Dios y creía en Jesucristo. A gritos me cons-
tataron que ellos eran “católicos, apostólicos y romanos” y que yo era un engañador
del pueblo. Un joven que parecía ser uno de los cabecillas se mostraba particularmen-
te violento: tomó las riendas de mi caballo y comenzó a llevarme de regreso, mien-
tras la multitud aumentaba constantemente. Después de un momento me tiró de la
muñeca y me ordenó desmontarme. Obedecí, pensando que me iba a matar en el acto;
pero parecía que lo que buscaban eran los folletos, así que abrieron el bulto que esta-
ba detrás de la montura y la caja de medicinas, despedazando lo que encontraron (…).
Más o menos en ese momento llegaron algunos jóvenes que trataron de ponerse de
mi lado, pero eran una minoría insignificante; también llegaron tres o cuatro solda-
dos, pero eran apenas unos muchachitos y noté que cuando gritaron: “Aquí no más:
que lo maten”, uno de los soldados tomó las riendas y detuvo a mi caballo. Pero nues-
tro Padre, que tiene contados los cabellos de su hijo agotado “obra en maneras miste-
riosas” (…). El cabecilla (…) contestó a la exigencia de mi muerte diciendo que pri-
mero me llevarían al Comandante, pero parecía haber muy pocas posibilidades de que
yo llegara allá. Nunca olvidaré el horrible rostro lleno de rabia y odio de una mujer
que estaba en la ventana de un piso alto y que levantó un cubilete para arrojármelo
(…). Hombres bien vestidos con sombrero de copa dando vueltas como si estuvieran
locos.
En ese preciso momento un hombre más bien fornido vino corriendo a nuestro
encuentro, sacó un revólver, le dio un puñetazo al hombre que estaba conduciendo a
mi caballo y dijo que dispararía contra cualquiera que me tocara; entonces me dio a
conocer que era el Comandante en persona y me dijo que garantizaría mi seguridad.
Primero dio la vuelta a mi caballo en dirección a Chimbo y me dijo que me fuera, pero
le contesté que la gente me mataría y entonces me puso entre varios soldados, mar-
chó a la cabeza y me llevó a través de la multitud, cruzando la plaza, hasta el cuartel.
Al momento en que entrábamos, la multitud se agolpó, pero los jóvenes [soldados]
que estaban adentro corrieron de un lado a otro juntando las armas y poniendo los car-
tuchos; una y otra vez se oyó el sonido de los rastrillos y el resultado fue que la mul-
179
Luego esas fuerzas penetraron al convento, invadieron las celdas y en una de ellas
asesinaron al rector, el padre Emilio Moscoso, a quien lo hallaron de rodillas en ora-
ción, frente a un crucifijo.
El episodio, en realidad, revistió caracteres jacobinos. Esas huestes de Alfaro,
ignaras, bravas, enardecidas por el alcohol, de su irrupción en el convento pasaron a
la iglesia [ya terminado el combate], y ahí más que hombres impíos, borrachos, pro-
firiendo blasfemias, derramaron por los suelos las hostias consagradas, las pisotearon,
bebieron aguardiente en los copones y los cálices, y convirtieron en bacanal su men-
guado triunfo. Al conservador Cifuentes, que había caído tras una imagen del Corazón
UN AñO DE CONCENTRACIóN
Y COMPETENCIA EN GUAYAQUIL
Como hemos visto, si bien los metodistas habían hecho varios intentos por
establecer trabajo misionero en Guayaquil desde 1880, ninguno había dado el
resultado apetecido debido a las condiciones políticas del país y a la falta de
medios económicos. Fue en el año 1897, a raíz de la promulgación de la nueva
Carta Política, cuando se concentraron los representantes de diversos grupos evan-
gélicos en la ciudad y se consolidaron los pequeños esfuerzos anteriores, sentán-
dose así las bases del trabajo permanente. Desgraciadamente, como veremos, en el
mismo inicio del trabajo se manifestó uno de los rasgos más anticristianos del pro-
testantismo: la competencia y la división.
La primera que hizo un esfuerzo ese año fue Ana Vergara, una quiteña que se
había convertido al protestantismo en Lima, Perú, durante el año 1896, bajo la
influencia de Charles H. Bright, un misionero inglés independiente, que había per-
tenecido originalmente al grupo de los Hermanos de Plymouth, pero que se había
separado de ellos antes de ir como misionero al Perú. Perdónesenos aquí una
pequeña digresión para entender lo que viene posteriormente. Como indicamos en
el capítulo anterior, los Hermanos de Plymouth eran cristianos que habían reaccio-
nado contra la institucionalización de la Iglesia Anglicana y se habían separado de
ella para formar pequeños grupos en los cuales conducían sus cultos sin ningún
23. Francisco Guarderas, ElviejodeMontecristi, Quito, 1953, p. 253, citado en óscar Efrén Reyes,
BrevehistoriadelEcuador, tomos I y II, Quito, s.e., s.f., p. 212.
181
orden establecido, porque tenían la convicción de que solo así podía guiarles el
Espíritu Santo. Charles Bright llevaba esta convicción a tal extremo que cuando la
Alianza Cristiana y Misionera –que le había pagado el pasaje al Perú– quiso que
aceptara un salario mensual regular, se negó a continuar su relación con esta misión
porque quería vivir por fe en el Espíritu Santo y no en una organización.24 En este
sentido, Bright era un típico representante del movimiento fundamentalista, tanto
por su individualismo como por su deseo de que su misión se sostuviera “por fe”.
En contraste con este tipo de actitud, el presbítero presidente de la Misión
Metodista en el Perú, Dr. Tomás Wood, representaba una tradición muy diferente
a la de Bright. Una de las características originales de la Iglesia Metodista
Episcopal era la manera ordenada y metódicade hacer las cosas (de ahí su nom-
bre). Sus orígenes se remontan al “Club Santo” de la Universidad de Oxford,
Inglaterra, dirigido por los hermanos Wesley, un siglo antes del aparecimiento de
los Hermanos Libres de Plymouth. Los miembros del “Club Santo” se distinguían
por su método de disciplina espiritual un tanto ascética y su profunda vida devo-
cional. Con el tiempo el “Club Santo” se convirtió en un movimiento dentro de la
Iglesia de Inglaterra, que luego se transformó en una nueva denominación. Al pasar
a los Estados Unidos y expandirse en el siglo XIX se convirtió en la Iglesia
Protestante más numerosa de ese país. Es de notar, también, que la Iglesia
Metodista Episcopal fue una de las menos afectadas por el movimiento fundamen-
talista de los Estados Unidos y era precisamente una de las “iglesias regulares”
despreciadas por éste.
En él campo misionero, Bright y Wood representaban dos tendencias opues-
tas del protestantismo, oposición que, desgraciadamente, no se limitó al
Hemisferio Norte sino que fue importada a nuestros países, como veremos inme-
diatamente.
Ana Vergara, convertida en el Perú por el trabajo de Charles Bright, volvió al
Ecuador y se radicó en Guayaquil con el fin de difundir su fe. Por otro lado, el Dr.
Wood seguía empeñado en establecer trabajo de su Iglesia en el Ecuador, pero
enfrentaba el problema de que la Iglesia Metodista Episcopal de Estados Unidos,
en lugar de proveerle los fondos para iniciar trabajos en el Ecuador, más bien los
disminuía años tras año, para atender otros campos misioneros. Wood, sin embar-
go, no era hombre que se diera por vencido fácilmente. Además de presbítero pre-
sidente de la Misión Metodista, también servía como representante voluntario de
la Sociedad Bíblica Americana en reemplazo de Francisco Penzotti, desde que éste
salió del Perú. Pues bien, Wood consiguió la autorización de la Sociedad Bíblica
Americana para asignar al Ecuador a un valiente colportor metodista peruano de la
sociedad, Federico Antay, con vistas a hacer un nuevo intento de establecer la
Misión Metodista en este país. Federico Antay, según Wood, era “buen padre, buen
En junio y julio vendió 247 biblias, 171 testamentos, 374 porciones, 792 total, por
450 sucres o $225 oro americano (…). Las entradas cubrieron los gastos (…) y deja-
ron un sobrante de $40 oro. Fue ayudado algo por los misioneros de mi país, quienes
le tomaron [comprados] 123 de los 792 volúmenes arriba expresados –también por un
primo, Pedro Merel– (…), y por una Sra. Ana Vergara, convertida en Lima, quien dio
lugar para reuniones en su casa. Las reuniones empezaron el 20 de junio, y han segui-
do desde esa fecha sin interrupción, todos los domingos y jueves. Últimamente se ha
agregado la escuela dominical. Antay tuvo entrevista con Alfaro en Guayaquil, ven-
diéndole una Biblia por siete sucres en efectivo. Ha sufrido accesos de fiebre, pero no
suficientes para cortarle la energía física o moral. Está clamoreando [sic] por la llega-
25. Carta de Tomás B. Wood a George Ashton escrita en El Callao, Perú, 28 de mayo de 1897,
DePauw University Archives, D. C. 22, f. 3, p. 222.
26. Carta de Tomás B. Wood a todos los protestantes de habla inglesa residentes en el Ecuador, ibíd.,
p. 224.
27. Carta de Wood a William Burnett, Callao, agosto 18 de 1897, DePauw University Archives, D. C.
522, f. 3, p. 347.
183
da de Irigoyen, que tendrá lugar pronto, si Dios quiere favorecer los planes actual-
mente lanzados.28
28. Carta de Tomás B. Wood a Francisco Penzotti, escrita en El Callao el 6 de septiembre de 1897,
DePauw University Archives, D. C. 522, f. 3, pp. 433-435.
29. William Fritz salió de Nueva York el 10 de mayo de 1897, entre un grupo de seis jóvenes misio-
neros que iban a trabajar en diversos puntos de América del Sur, Christian and Missionary
Alliance, vol. XVIII, mayo 21, 1897, p. 482. “Admiro la manera en que usted y Mr. Fritz se entien-
den” le decía Wood a Antay, en carta escrita desde el Callao el 16 de agosto de 1897, DePauw
University Archives, D. C. 522, f. 3, p. 338.
30. Paul E. Kuhl, ProtestantmissionaryactivityandfreedomofreligioninEcuador,PeruandBolivia,
op.cit.,p. 390.
31. Guillermo Reed informaba: “La Srta. Ana Bergara, nativa del Ecuador, visitó Lima hace un año y
medio y oyó el evangelio de labios de nuestro hermano Mr. Bright. Ella creyó y entró en la expe-
riencia cristiana y el servicio del Señor. Hace menos de un año vino a Guayaquil y desde enton-
ces ha estado laborando para dar el Evangelio a su propio pueblo. Como resultado de sus esfuer-
zos un grupo de personas se reunía en su casa de vez en cuando para oír la Palabra y por algún
tiempo el Sr. Antay, agente de la Sociedad Biblica Americana, predicó allí. Ahora ella ha arrenda-
do un cuarto para las reuniones y el Sr. Strain predica allí dos veces por semana, además de diri-
gir los cultos en nuestra propia casa. Esta hermana se muestra muy amistosa e indudablemente
cooperará con nosotros en el trabajo que estamos iniciando a favor de su país”, TGM, vol. VI,
noviembre 15, 1897, p. 5.
184
no fue el único problema que Antay tuvo con los misioneros: la sociedad Bíblica
Americana era sostenida por las ofrendas de las “Iglesias regulares” (metodistas,
presbiterianas, luteranas, congregacionales, etc.), mientras que las entidades funda-
mentalistas –como La Unión Misionera Evangélica– no aportaban nada para su
sostenimiento sino que más bien le hacían la competencia al colectar fondos entre
los miembros de esas iglesia en los Estados Unidos; sin embargo los misioneros de
la unión empezaron a exigirle que les hiciera concesiones especiales en la venta de
los libros. Antay tenía instrucciones precisas respecto a precios, descuentos, pla-
zos, etc., por tanto se negó a hacerles concesiones, lo cual, naturalmente, ocasionó
mayores problemas.32
No conocemos todos los detalles de los choques de Federico Antay con estos
misioneros; pero es evidente que la reacción de este cristiano peruano fue también
un tanto violenta, al punto de escribirle a Wood que para él ellos estaban “endemo-
niados”. Aunque las referencias de Wood a sus compatriotas misioneros, en su
correspondencia con Antay, no están exentas del típico espíritu de competencia
muy norteamericano, la respuesta a su atribulado subordinado era de lo más cris-
tiana. Le decía:
Le suplico tenga más caridad por esos pobres compatriotas míos. Yo les tengo lás-
tima y no antipatía por todo lo que usted me hace saber sobre ellos. Yo les compren-
do mejor que usted. No merecen tanto como usted les culpa. Tenga caridad. Por
mucho que parezcan a usted endemoniados, ellos en general actúan obedeciendo a
un impulso [bueno] (…). Si yo estuviera allá, les daría abrazos y sinceros, –luego, si
me rechazaran con (antipatía muy probable), diría en mis adentros: “Padre, perdóna-
los”, y seguiría tratándoles con cordialidad, y recomendándoles a todos, –los mismo
que he hecho con Mr. Bright, –como es testigo usted. Busque esta bendición de Dios
(…) no vuelva usted nunca hostilidad con hostilidad ni antipatía con antipatía, sino
al contrario regocíjese en vencer las tentaciones en ese sentido y en ayudar a otros a
vencerlas.33
32. En sus cartas Wood explica a Antay el problema y le indica que no debe hacer concesiones “a los
unionistas” porque nunca aportan al sostenimiento de la SBA, sino que le hacen la competencia.
Tomás Wood a Antay, Callao, agosto 16 de 1897 (dos cartas) y 13 de septiembre, DePauw
University Archives, D. C. 522, f. 3, pp. 338, 339, 344 y 471. Posiblemente parte de la razón radi-
caba en el hecho de que Wood tenía el arreglo con la SBA de emplear las ganancias de la venta de
las escrituras en el sostenimiento de los obreros metodistas que estaba planeando enviar al
Ecuador.
33. Carta de Wood a Antay, Callao, octubre 19 de 1897, DePauw University Archives, D. C. 522, f. 4,
pp. 99-107.
185
relacionadas también con las aspiraciones de él para el porvenir, y con las posibilida-
des del metodismo en el Ecuador, con un hijo del país en la vanguardia (…).
En cuanto al sostén del predicador –decía– no hay más recursos que los libros.
Para poder valerse de ellos, el Hno. Irigoyen va sin sueldo ni comisiones. Doy a la
familia [de Irigoyen] en éstas 35 soles por mes, y abono a él en cuenta los gastos
indispensables en el campo de acción, –nada más. Todos los sobrantes quedarán en
reserva para cubrir los déficits futuros, al seguir él con el trabajo para fomentar la obra
misionera, cuando la obra bíblica no justificaría su permanencia. Cuento con la abne-
gación sublime que Dios ha dado a él y con la liberalidad de la Sociedad Bíblica para
llevar adelante este plan hasta que la Providencia nos indicase otro mejor.35
Zoilo Irigoyen llegó a Guayaquil alrededor del 24 de octubre, tras haber deja-
do a su familia en el Callao. El 4 del mismo mes habían llegado de los Estados
Unidos tres misioneras y un misionero más de la Unión Misionera Evangélica.
Eran la señora de Strain (con dos niños), la señora Reed (con un niño), la joven
Lettie Basore (prometida de Homero Crisman) y el joven Jerome B. Altig.36 (Unos
meses después, en diciembre del mismo año, llegaron Edward Tarbox y su esposa,
enviados por la Alianza Cristiana y Misionera).37 Poco a poco la fuerza misionera
34. Cartas de Wood a Irigoyen, Callao, septiembre 2 de 1897, DePauw University Archives, D. C.
522, f. 3, pp. 397-399.
35. Op.cit.
36. TGM, vol. VI, octubre 15, 1897, pp. 3, 4; y vol. VI, noviembre 15, 1897, p. 5. Sentimos no poder
dar los nombres de pila de las señoras de Reed y Strain, ya que en los documentos con que con-
tamos siempre aparecen como Mrs. Reed y Mrs. Strain, según el uso del inglés hasta hace poco.
Igualmente, en el caso de los hombres, regularmente se dan solamente las iniciales de los nombres
de pila, por lo cual no siempre nos ha sido posible determinar los nombres completos.
37. Diario de Homero Crisman, entrada del 14 de diciembre de 1897.
186
38. TGM, vol. VI, enero 15, 1898, p. 3 y diciembre 15, 1897, pp. 5, 6.
39. Paul E. Kuhl, “Gringo in the Andes”, op.cit., p. 201.
40. TGM, vol. VI, noviembre 15, 1897, p. 6.
187
Tengo noticias de que los Unionistas con sus esposas van a Quito en noviembre o
diciembre por temor al clima de la costa. Hay cierta importancia en que cualquiera de
ustedes, o los dos, entrase en Quito antes que ellos, y se quedase todo el tiempo indi-
cado por las señales providenciales.
Ellos están resueltos a pasar meses en la sierra hasta que concluya la estación más
insalubre para todos los extranjeros en la costa. Habría cierta importancia [?] en hacer
ustedes otro tanto, y recorrer todas las principales poblaciones de la sierra, antes que
ellos o al mismo tiempo.
Si Mr. Bright se establezca [sic] en Guayaquil mientras tanto, y se apodera de la
obra misionera, poco importa, –con tal que ustedes vayan al interior, con buenos indi-
cios providenciales, –pues esa obra es hija de la providencia y Dios ha de cuidar de
ella, con o sin Bright, –con o sin ustedes. Lo importante de todo es seguir ustedes las
señales de la providencia, cerrándoles puertas y por un lado y abriéndola por otro.41
Esta vez [Irigoyen] ha sido recibido con una bienvenida no esperada por sus com-
patriotas, mezclada con desprecio y hostilidad (…). Sus simpatizantes espontánea-
mente han comenzado a levantar fondos para arriendo de la capilla, gastos y muebles
y a urgirlo a que los organice en iglesia evangélica. De una larga lista de adherentes
nominales, él ha admitido a más de treinta a la relación de candidatos a prueba (“pro-
bationers”), según nuestra disciplina. Entre los interesados en la salvación está uno de
sus propios hermanos.42
Antay le escribió a Wood dándole las razones por las cuales no creía que era
lo más indicado intentar un viaje a Quito en esas circunstancias; pero no recibió
respuesta del jefe de la Misión. Por tanto, contra su mejor criterio, se avino a mar-
char a Quito solo, dejando a Irigoyen encargado del trabajo en Guayaquil.
Mientras tanto los misioneros de la unión se le habían adelantado en el viaje
a la Sierra. Saliendo de Guayaquil el 9 de noviembre, Guillermo Reed con su fami-
lia, Lettie Basore y Jerome Altig, después de un viaje extremadamente difícil debi-
do a la estación invernal, llegaron a Ambato el 18 del mismo mes.43 Antes de salir
algunos periódicos del interior nos habían advertido que si íbamos a la Sierra, nos
enfrentaríamos a la violencia de las turbas.44
La situación que Antay enfrentó en Quito fue realmente grave. En dos cartas
dirigidas a Wood el 13 de diciembre, la califica como “la capital del mundo faná-
tico” y pasa a describir las manifestaciones religiosas que encuentra a todo paso y
en todo lugar, presentando un cuadro verdaderamente negro para su trabajo. Lo
peor era la campaña de intimidación que desataron los religiosos a pocos días de
detectar la presencia de Antay en la capital. Decía:
(…) es menester venir acá y salir á dar una vuelta de noche, á los 6 días de llegado, y
sintiéndose perseguido como yó, por un fraile, y contra-marchando yó, sorprendido
él, tomar todo confuso otra dirección, refundiéndose por el portal de un convento, y
tomando yó una calle central tropezarme con otros dos que paso á paso venían tras mi
y mi espía; en fin, es menester venir acá y encontrar el campo tan preparado en con-
tra y las uñas tan afiliadas, como lo verá usted por el periódico que le adjunto. “La
Defensa”; por todo lo que consideran imprudente todos los que simpatizan con nues-
tra causa, el que haya venido yó sólo, tanto por las razones antedichas cuanto por la
circunstancia de ser yo peruano, por los que abrigan antipatía los ecuatorianos, desde
la estrechez de relaciones en que casi empeñan una guerra entre el Perú y el Ecuador
por cuestión límites (…).
Escribí á usted de Guayaquil con la debida antelación en este sentido (…); no
obtuve ninguna respuesta (…) y hoy vuelvo a rogarle pase la vista sobre aquella con-
sulta robustecida con esta de ocasión presente é inaplazable, para que se digne esa
Agencia mandarme urgentemente un compañero obrero, ecuatoriano de preferencia,
(sé que hay un Señor Viteri, Ministro, ecuatoriano, en la Argentina), si no, norteame-
ricano, ó de cualquier otra nacionalidad menos peruana (porque los frailes explotan
cualquier circunstancia ó resquicio favorable que se les presenta), sin perjuicio de
autorizarme (…) para tomar aquí alguno.46
Para desgracia de Antay, perdió $90,00, quedándose con $10,00 que apenas
le alcanzarían para unos días y no había esperanza de que llegaran las Escrituras
de Babahoyo debido al invierno. En su frustración y depresión, culpaba a Wood
por el “descalabro”, pero al mismo tiempo expresaba estar dispuesto a seguir
luchando para cumplir su misión de difundir las Escrituras en la Sierra.
Cuatro días después volvía a escribir a Wood, pidiéndole perdón por la dure-
za de algunas expresiones de su carta anterior y reafirmando el pedido de un com-
pañero de labores, pues se sentía perseguido y daba cuenta de que el último día de
noviembre, Zoilo Irigoyen había escapado de ser asesinado en Guayaquil.
Relataba:
Debido a estos peligros, Antay optó por no salir de noche y cuando lo hacía
solo transitaba por las calles más centrales de Quito. A la vez manifestaba que esta-
ba resignado a su suerte, “lleno de fe y valor” para seguir su tarea en cumplimien-
to de lo que por fe creía era la voluntad de Dios.
Mientras tanto Zoilo Irigoyen seguía a cargo de la pequeña congregación
metodista que se había organizado en Guayaquil; según Homero Crisman el misio-
nero de la Alianza Cristiana y Misionera, William Fritz, “pasó más o menos dos o
tres años en la ciudad, y aunque nunca manejó el idioma lo suficiente como para
46. Carta de Antay a Wood, Quito, diciembre 13 de 1897, DePauw University Archives, D. C. 528, f.
5, no hay paginación. Hemos conservado la ortografía y puntuación originales.
47. Carta de Antay a Wood, Quito, diciembre 17 de 1897, DePauw University Archives, D. C. 528, f.
5, s.p.
190
48. AbriefsummaryofprotestantmissionsinEcuador, p. 6.
49. TGM, vol. VI, enero 15, 1898, pp. 3-5.
50. TGM, vol. VI, marzo 15, 1897, p. 4.
51. En el curso de pocos meses tuvieron que cambiarse de casa por lo menos tres veces.
52. Ibíd., p. 12.
191
Pero esto mismo agudizó la oposición, a tal punto que los misioneros corrie-
ron grave peligro. Guillermo Reed relata así uno de los incidentes más graves ocu-
rrido en las primeras semanas de 1898:
Hace poco más de una semana recibirnos una carta firmada por “Los Ambateños”
ordenándonos abandonar la ciudad inmediatamente, bajo la amenaza de usar la fuer-
za para deshacerse de nosotros si no obedecíamos en el acto. Sin darnos tiempo de
cumplir la orden, lo cual no teníamos la intención de hacer, esa noche apareció una
turba que penetró en el patio de nuestra casa y empezó a lanzar toda clase de amena-
zas y gritar: “Abajo los masones”, etc. En medio del tumulto apareció un grupo de
treinta y cinco soldados que expulsó a la multitud al grito de: “Atrás, atrás” y nos cus-
todiaron toda la noche. Con los soldados vinieron casi todos los jóvenes de Ambato y
nos dieron todas las seguridades que pueden venir de fuentes humanas en un país
donde cualquier crimen contra un verdadero cristiano es una virtud a los ojos de aque-
llos que se llaman ministros de Cristo. La causa inmediata de este levantamiento fue
una venta notable de Biblias que había tenido lugar unos pocos días antes, la cual
aumentó enormemente en los días después [del incidente]. A causa de esto se exacer-
baron las pasiones de aquellos que odian la Palabra de Dios; mientras que correspon-
dientemente se elevó el entusiasmo por la libertad por parte de los liberales del lugar.
Hemos oído que veinticinco de los que participaron en el tumulto fueron detenidos y
dos sacerdotes de sotana blanca fueron llamados ante el gobernador (…).53
Luego relata los insultos y ofensas que tenían que sufrir cuando salían a la
calle, pero a la vez cómo eran defendidos por el elemento liberal de la ciudad. La
verdad es que no se trataba simplemente de una confrontación religiosa, sino que
estaban en juego las posiciones políticas del partido conservador-clerical y del
liberal-moderno. Se dieran cuenta o no, los misioneros norteamericanos eran parte
de una confrontación política, desde el momento mismo en que pusieron pie en tie-
rra ecuatoriana. Esto se puede ver claramente en la observación que hace Reed
cuando dice que “se elevó el entusiasmo por la libertad por parte de los liberales
del lugar”. En efecto, unos pocos días después del incidente, Luis A. Martínez, “un
ambateño altamente respetado”, que posteriormente fue ministro de Instrucción
Pública del gobierno liberal de Leonidas Plaza, publicó una circular dirigida al
“pueblo de Ambato”, en la que condenaba el atentado contra los misioneros evan-
gélicos y concluía con la siguiente exhortación:
Ahora los predicadores infernales de los errores del protestantismo han sido ataca-
dos por el valiente y católico Ambato y no se atreven a venir acá, porque aquí les espe-
ran buenos puños quiteños para hacerles entender que no es fácil representar sus ridí-
culas farsas a un pueblo católico a pesar de la protección de los tiranos [el gobierno
liberal], así que se han retirado a la Costa diciendo que las uvas todavía están verdes.55
De alguna manera procure conversar con el director de una de las misiones ame-
ricanas y sugiérale que no salgan más misioneros de la Costa hacia el interior (…).
Debido al extremo fanatismo de la gente, [la presencia de ellos] es una verdadera
amenaza para la Nación.57
personas bien dispuestas e hizo contactos que más tarde indudablemente le serían
útiles; pero descubrió que de ninguna manera el grupo de misioneros podía pensar
en trasladarse a la ciudad. Si lo que le había sucedido a Federico Antay, el agente
de la Sociedad Bíblica Americana y pastor metodista que se encontraba en Quito,
era una indicación de lo que podrían esperar, indudablemente tendrían que demo-
rar todavía un tiempo antes de pensar en trasladarse a la capital. En un informe
fechado el 10 de marzo de 1898, el director de la Unión en el Ecuador decía:
Unas semanas después, Guillermo Reed informaba que Antonio Viteri había
llegado a Ambato y que “su visita a su gente en Ambato y alrededores, nos parece,
ha resultado en mayor apertura”. En efecto, a raíz de la visita de Viteri, los misio-
neros de la Unión Misionera pudieron iniciar por primera vez en Ambato una
pequeña clase de estudio bíblico con apenas tres personas, aunque “generalmente
los que vienen a visitarnos se aseguran de que nadie lo sepa”.
La llegada de Viteri permitió a Federico Antay regresarse al Perú después de
un año completo de ausencia.61 A este metodista peruano, digno sucesor de Isaac
Wheelwright, le cupo el honor de ser el primer valiente que se atrevió a desafiar la
persecución y el peligro de muerte para poner la Biblia en las manos del pueblo
quiteño, sesenta años después de aquel maestro y apóstol de la causa bíblica.
El 10 de julio de 1898 se trasladaron a Quito Edgard Tarbox y su esposa,
misioneros de la Alianza Cristiana y Misionera, que habían estado en Guayaquil
desde diciembre de 1897 aprendiendo el idioma. Años después escribía Tarbox:
La primera noche fuimos saludados por un fuerte temblor que hizo salir a la gente
a la calle. Esto ciertamente fue una señal de los peligros y dificultades que nos sobre-
vendrían en la antigua ciudad. Aunque en ese momento no nos dábamos cuenta ni
teníamos la menor ambición [de enfrentar lo que nos esperaba], sin embargo Dios nos
dio el alto privilegio de ser los primeros misioneros en radicarnos y trabajar en Quito,
teniendo que enfrentar así lo más intenso del fanatismo que entonces existía (…).
Poco después de nuestra llegada tuvimos el honor de que se predicara contra nosotros
en la Catedral en las siguientes palabras: “a menos que estos herejes sean convertidos
por la Virgen María, deben ser sacados y destruidos”. Dos veces las turbas invadieron
nuestra casa y tres veces fuimos atacados por las multitudes en la calle; en una de esas
ocasiones fuimos usados como pelota de fútbol. Este es el registro de las marcas del
Señor Jesús que llevamos en nuestro cuerpo, de las cuales estamos orgullosos.62
Aparte de que Federico Antay había llegado el 1 de diciembre del año ante-
rior y que había sufrido los embates de la persecución durante por lo menos ocho
meses antes que ellos, es verdad que Edgard Tarbox y su esposa tuvieron que
enfrentar momentos de ciega oposición.
Por los mismos días en que los Tarbox llegaron a Quito, Guillermo Reed hizo
un viaje de dos semanas a la capital “con el fin de conversar con algunos amigos
respecto al asunto de la colonización y la apertura de trabajo en el Oriente”.63
Como se recordará, desde su llegada los misioneros habían tenido la idea de evan-
gelizar el Oriente del país por medio de la colonización. En los informes que envia-
ban mensualmente a la oficina de la Misión en Kansas City, varias veces mencio-
61. TGM, vol. VII, julio 15, 1898, p. 4; y agosto 15, 1898, p. 4.
62. AllianceWeekly, vol. LV, enero 14, 1922. Según el diario de Crisman, el temblor ocurrió el 20 de
julio, aunque Tarbox dice que llegaron a Quito el 10.
63. TGM, vol. VII, agosto 5, 1898, p. 4.
195
naban esa posibilidad. Debido a la pobreza del país, a mediados de 1898 se habla-
ba mucho de financiar el proyecto de construcción de un ferrocarril por medio de
la cesión de grandes extensiones de tierras “baldías” del Oriente a empresas extran-
jeras que las explotarían con colonos extranjeros. Reed y sus compañeros veían en
esos proyectos la posibilidad de evangelizar el Oriente. Al regreso de su viaje a
Quito escribía Reed:
Hay [en Quito] varios amigos verdaderos del trabajo que están interesados no por-
que sean liberales, sino porque conocen algo de evangelio y desean que también le
sea predicado a su pueblo. Esa ciudad es llamada correctamente “El Convento de
Suramérica” (…). Está tan llena de superstición y fanatismo (…). En verdad si mirá-
ramos [solamente] a las apariencias, diríamos que estamos ante una fortaleza inex-
pugnable, y entonces seguiríamos el consejo de todos los del mundo y estaríamos
satisfechos con limitar nuestro testimonio a las provincias de la Costa y esperar hasta
que llegue el comercio y abra el camino al demoler la pared de prejuicios que está
contra nosotros. Recordamos, sin embargo, que nuestro Dios es el Dios que ha ben-
decido la predicación del evangelio y ha salvado a los hombres en Lima, ciudad de
México, Madrid y aun en Roma misma, ¿Diremos ahora que Dios no tiene poder ante
esta ciudadela del fanatismo? (…). Contra todas las profecías, en medio de la pobre-
za y la oposición más encarnizada, el gobierno liberal del General Alfaro todavía se
sostiene y mantiene al país abierto a la introducción de influencias extranjeras.65
Hace solamente seis meses el agente de la Sociedad Bíblica era insultado y amena-
zado en las calles de esta ciudad, y algunas de sus Biblias fueron quemadas en la plaza
pública. Muchos le decían que si Quito no hubiera ganado en tolerancia, él mismo con
justicia hubiera sido quemado en igual forma. Sin embargo, hoy día se distribuyen
65. Ibíd.
197
Al mismo tiempo, en sus informes algunas veces Reed menciona que si bien
la Costa en general era mucho más abierta que la Sierra, sin embargo el problema
que enfrentaban allí era más bien la indiferencia, el materialismo de la vida comer-
cial, la incredulidad debido a la reacción de algunos contra la Iglesia Católica y a
veces el espiritismo que parecía estar creciendo entre la población.
PROBLEMAS Y AVANCES
DEL RÉGIMEN LIBERAL
rical, que no quiere nada tan progresista como un ferrocarril, y los liberales insatisfe-
chos– casi es cancelado; pero después de muchas semanas de trabajo se arreglaron las
dificultades. Mientras que todos reconocen que el fanatismo está condenado a desa-
parecer, y el comercio y la civilización vendrán con la locomotora, nosotros que cono-
cemos lo engañoso de mucho de lo que se llama progreso estamos seguros que el espí-
ritu comercial y la indiferencia consecuente en asuntos religiosos, serán enemigos del
evangelio escasamente menos importantes que el fanatismo que ahora enfrentamos.
No obstante, por la gracia de Dios este nuevo medio de comunicación puede conver-
tirse también en un medio para propagar el mensaje de gozo; y aunque no confiamos
en ferrocarriles o influencia extranjera, esperamos contarlos entre “todas las cosas que
ayudan a bien a los que a Dios aman”.
El Ministro Americano en el Ecuador, secundado por los cónsules alemán e inglés,
ha hecho esfuerzos dignos de encomio para conseguir la expedición de una ley de
matrimonio civil, y el Presidente recomendó la aprobación de esa norma legal, pero
el proyecto fue finalmente postergado para el año próximo. Uno no se da plena cuen-
ta de la urgente necesidad de esta ley si no sabe que aquí no se reconoce ningún matri-
monio que no sea el de la Iglesia de Roma, y los hijos de todo otro matrimonio son
ilegítimos. Una gran parte de la población no puede pagar [a la iglesia] los derechos
de la boda, y por tanto pasan por alto la ceremonia; y ahora hay lugares del país donde
no se puede conseguir un cura. Muchos no quieren someterse a una ceremonia que
incluye la confesión y la promesa de criar a los hijos en la fe romana, a menos que
obtengan una dispensa especial que la consiguen los que pueden pagar por ella. Existe
así un total espíritu de quemeimportismo, y hay hombres respetables y honorables que
viven con mujeres que no son sus esposas. Aunque los hijos ilegítimos no tienen la
reputación que tienen los legítimos, la diferencia no es tan grande como para consti-
tuir un serio obstáculo social o político ni para los padres ni para los hijos. Hemos
tenido más de un caso de personas que han estado viviendo juntas sin casarse que se
han interesado en el evangelio, y naturalmente hemos insistido en que se casen; sin
embargo no hay matrimonio legal para ellos sin sacrificar principios que para ellos y
para nosotros son irrenunciables. Este estado terrible de la sociedad es el resultado de
no tener una ley de matrimonio civil; sin embargo, los curas le dicen a la gente que el
matrimonio civil es un contrato por, digamos, cinco años, después de los cuales las
personas pueden renovar el contrato o escoger otros compañeros, y lo tachan de “con-
cubinado legalizado”, “inmoralidad” y otras cosas por el estilo. Tal es la condición de
un país cuyas leyes han sido dominadas por Roma.73
74. Miguel Lecaro, op.cit., p. 22. Respecto a los movimientos militares, ver Roberto Andrade, op.cit.,
pp. 315-318.
75. TGM, vol. VII, noviembre 15, 1898, p. 11, y enero 15, 1899, p. 4. Homero Crisman, Excerptsfrom
diary,entrada del 21 de diciembre de 1898.
201
ble les hizo tratarnos con amabilidad. Llegamos sanos y salvos a Ambato la noche del
19 de enero, y fuimos calurosamente recibidos por muchos amigos (…).
El sábado por la mañana, el 21, nos alcanzaron las mismas tropas con las cuales
nos habíamos topado en Tambillo y habían marchado sin problemas a través de
Machachi, La Tacunga y Ambato, tres ciudades muy importantes en el trayecto de
Quito a Guayaquil. Con todo, al día siguiente fueron seguidas por unas 2.000 tropas
del gobierno, más o menos igual en número pero mejor armadas. El 23 se trabaron en
un conflicto de tres o cuatro horas al sur de aquí [en Sanancajas, en las inmediacio-
nes de Riobamba], lo cual resultó en una completa victoria del gobierno liberal y la
captura de unos 600 prisioneros, además de muchos rifles y municiones.
Se dice que esta fue una lucha final de los conservadores por expulsar del país la
libertad de pensamiento y de culto. Si esto resulta ser verdad, cuánto significará para
aquellos que han venido con la Palabra de Vida. Aunque no estamos a favor de la gue-
rra, creemos que este conflicto pasado ha sido y será grandemente usado por Dios
para abrir aún más las puertas del pobre, gimiente Ecuador.78
Todos pensaban que éste sería el último esfuerzo que el sector conservador-
clerical haría para derribar al gobierno alfarista. Pero no fue así. Unos meses des-
pués, nuevamente hubo rumores de que otra vez estaban haciendo preparativos
para una nueva revolución. Escribiendo el 10 de mayo de ese año, Guillermo Reed
describe la situación:
así llamadas razas progresistas, sino que “Cristo reinará doquiera el sol llegue con su
brillante resplandor”.
El gobierno ecuatoriano, con notable clemencia, dejó en libertad a los prisioneros
de la última revolución y, contrariando las expectativas de muchos sabios consejeros,
no confiscó las propiedades de los que dieron apoyo financiero al levantamiento.
Ahora, en lugar de estar agradecidos a este generoso conquistador, esta misma gente
está ocupada en otra conspiración y están juntando fuerzas en la frontera colombiana.
El gobierno acaba de enviar algunas tropas al norte, con la esperanza de aplastarla en
sus inicios. Muchos no son optimistas respecto a los resultados, pero los mensajeros de
Dios no pueden desanimarse, porque ellos son fortalecidos por las muchas promesas
preciosas y por la historia que nos muestra la intervención de Dios en los asuntos de
las naciones –y eso, a menudo cuando parecía que la causa de Cristo estaba perdida.79
Además del aprendizaje del idioma, el primer problema que tuvieron que
enfrentar Chapman y Detweiler fue la dificultad de hacer contacto con los indíge-
nas. Por otro lado, los colonos blancos o mestizos, especialmente los comercian-
tes, difundían falsos rumores respecto a los misioneros protestantes, ya que temí-
an que éstos trataran de hacer con los indígenas lo mismo que habían hecho los
jesuitas. A los pocos meses de vivir en el Oriente y evidentemente sin darse cuen-
ta de que lo que movía a los blancos no eran razones religiosas sino económicas,
escribía Detweiler:
Aunque algunos de nuestros vecinos blancos han tratado de crear prejuicios en los
indígenas contra nosotros, pensamos que sus esfuerzos serán inútiles. Para la mayo-
ría de los ecuatorianos la palabra protestante tiene un sonido horrible, y bastará para
constituirse en una barrera para que el misioneros se gane el corazón de la gente. Pero
aquí esa palabra no tendría sentido para los indios. Ellos no tienen una palabra que dé
la misma idea que la palabra “hereje” expresa a un católico devoto. Los único que
estas personas hostiles podían hacer era circular rumores falsos para que los indios
tengan temor de nosotros. Ya han hecho eso y nosotros hemos palpado en cierta medi-
da sus efectos. No sabemos hasta qué punto se hayan extendido estas malas influen-
cias, pero sabemos que en la forma en que la enconada oposición y persecución del
mundo antiguo eran elementos esenciales del éxito de los primeros discípulos, así en
nuestro tiempo podemos contar con que Dios haga que todas estas cosas, que parecen
estar contra nosotros, “redunden más bien para el progreso del evangelio”.81
Nos sorprendió mucho el otro día recibir del ex-gobernador Hurtado –que acaba-
ba de regresar de Quito– seis u ocho copias de “Andrés Dunn”, un cuento evangélico
en castellano, publicado en Guayaquil para distribución gratuita. La página del título
son, si se quiere, más fanáticos que los indios, y con la excepción de un solo hombre,
todo el pueblo es firmemente conservador y en cualquier momento se alegraría de
cooperar para derribar al gobierno actual y colocar en el poder a uno que esté sujeto
a la “Iglesia”.83
No fue mucho lo que pudo hacer en Mocha, pero por lo menos no fue ataca-
do. A las pocas semanas de estar allí se enfermó y tuvo que retirarse a Ambato a
quedarse con sus colegas Altig y Cady. Poco después volvió a Quito, donde con-
trajo matrimonio con Lettie Basore. Tenía 24 años.84
A raíz de la conferencia de la Misión celebrada en enero de 1899, Altig y
Cady informaban que habían iniciado una escuela dominical en Ambato a la que
asistían regularmente de seis a diez personas y que había muchos hogares que esta-
ban abiertos a las visitas que los misioneros realizaban para leerles la Biblia y
dejarles folletos evangélicos. En general, durante 1899 podían informar que a
menos de dos años de haberse establecido en la ciudad, la actitud del público
ambateño era positiva y podían realizar su trabajo sin mayores inconvenientes.85
En Quito, igualmente, a comienzos de 1899 se inició una reunión regular en
casa de los misioneros, aunque no era una reunión pública, sino de unas cuantas
personas que habían trabado amistad con ellos y de amigos o parientes que esas
personas traían. También iba creciendo el número de hogares a los cuales tenían
acceso y después de poco se inició una escuela dominical con los niños.86 Pero no
era fácil: había también momentos en que las cosas no parecían tan bien, debido
principalmente a las presiones de diversa índole que tenían que sufrir los que se
interesaban en el mensaje evangélico. En septiembre de ese año Reed informaba:
El trabajo aquí últimamente ha sufrido una severa prueba, y por un tiempo parecía
que todos habían regresado a su indiferencia anterior. No obstante, se está haciendo
evidente que simplemente han estado sufriendo de una reacción que se presenta regu-
larmente en tales casos. Sería difícil registrar las luchas espirituales por las cuales
algunas personas tienen que pasar antes de librarse completamente de las garras de la
prostituta romana. El trabajo está comenzando nuevamente, dando evidencia de que
nada se pierde realmente como resultado de este tiempo de prueba, y aparecen nue-
vas caras entre aquellos que vienen a escuchar la Palabra. Cuando recordamos el gran
poder de los curas, la presión casi irresistible que se ejerce en el hogar sobre todos
aquellos que vienen a la Misión, el carácter inconstante y engañoso de la gente, aña-
dido a la completa falta de confianza del uno en el otro, no es de sorprenderse de que
la paciencia del misionero sea puesta a severa prueba, antes de tener un pueblo saca-
do de Roma y en comunión con Cristo y el uno con el otro.87
LA LEY DE PATRONATO:
UN NUEVO TRIUNFO DEL LIBERALISMO
Conocíase en Roma el grande interés del Presidente del Ecuador, por celebrarlo;
pero lo atribuyeron á miedo, y quisieron aprovecharse de él hasta el absurdo. No hay
en todas las reclamaciones contenidas en el sobredicho Memorándum, una sola por
inmoralidades, ofensas á la virtud, desobediencias al deber, no hay sino las repugnan-
tes, por la disminución de las rentas eclesiásticas, y las incomodidades que han teni-
do que soportar los sacerdotes.93
Iglesia Católica Romana todavía vivía en la Edad Media y no aceptaba que la liber-
tad de conciencia era una aspiración que por fin se estaba haciendo realidad en el
Ecuador de finales del siglo XIX.
En vista de la imposibilidad de llegar a un acuerdo con el Vaticano, el gobier-
no de Alfaro se vio en la necesidad de presentar al Congreso un proyecto de Ley
de Patronato que regulara las relaciones de la Iglesia con el Estado y definiera cla-
ramente las esferas de actividad de las dos instituciones. En su mensaje al
Congreso, Alfaro citaba las palabras de Cristo: “Dad a Dios lo que es de Dios y al
César lo que es del César” y luego señalaba el objetivo que perseguí la nueva ley:
Como es claro tanto en las palabras del presidente Alfaro como del folleto
en cuestión, los liberales distaban mucho de ser irreligiosos. Lo que cuestionaban
y querían cambiar era la dominación ejercida por el clero en el pueblo y la inter-
vención del Vaticano, al que consideraban un poder extranjero en los asuntos
internos del Ecuador. Desgraciadamente las jerarquías eclesiásticas –no solamen-
te la católica, sino las de las otras iglesias– tienen dificultad para distinguir entre
la autoridad de Dios y su propia autoridad, entres su comprensiónde la verdad y
la verdad misma. Se olvidan, como dice el salmista, “que no son más que hom-
bres” (Sal. 9.20).
El Congreso discutió largamente el proyecto de ley. Mientras tanto, la oposi-
ción empleaba todos los medios legítimos e ilegítimos para detener la discusión y
la aprobación de la ley. Finalmente, contra todos los argumentos de la oposición,
Por fin las autoridades han renunciado a su política de conciliación y están resuel-
tas a dar un golpe de muerte al poder clerical (…). Con la pérdida de su riqueza y su
posición política, el clero ya no puede contravenir la ley del país con impunidad, y
con la declinación de su poder político comenzará la pérdida de su autoridad sobre los
corazones de los hombres.
SiDiosestápornosotros,¿quiénestarácontranosotros?98
Como hemos visto, los últimos años del siglo XIX fueron cruciales para el
establecimiento del protestantismo en el Ecuador, pues fue entonces cuando el
gobierno alfarista pugnaba por efectuar los cambios políticos y jurídicos requeri-
dos por los intereses económicos y la orientación del Partido Liberal, sin los cua-
les las primeras misiones protestantes no hubieran podido permanecer en el país.
Vimos también que repetidamente la oposición se levantó en armas contra el
régimen alfarista para hacer con el fusil lo que no se le permitía hacer en el
Congreso. Con respecto a esto último, es necesario recordar que si el liberalismo
hubiera sido fiel a sus propios principios –y específicamente a la doctrina de que
es el pueblo el que debe elegir a sus gobernantes en elecciones libres e imparcia-
les y darse las leyes que a bien tuviere– el liberalismo no hubiera podido acceder
al poder y menos aun realizar las transformaciones que realizó en el plano políti-
co, pues en ese momento el 75 u 80% de la población estaba en la Sierra y la abru-
madora mayoría era profundamente católica y por tanto anti liberal. El liberalismo
pudo hacer lo que hizo únicamente por la confrontación armada y la ficción elec-
toral, ya que lo que realmente sucedía era que el gobierno liberal tenía los medios
para imponer candidatos y hacerlos elegir al Congreso, adespechodeloquepen-
saraoquisieralapoblacióndelpaís.
LA CONTRIBUCIóN PROTESTANTE
A LA RENOVACIóN IDEOLóGICA
POR MEDIO DE LA EDUCACIóN
En estas circunstancias, una de las prioridades del régimen liberal para poder
afirmarse, era cambiar la mentalidad de la población del país, por medio de la edu-
cación. Mientras el pueblo, especialmente en la Sierra, estuviera dominado por el
clero católico y la educación estuviera en las manos de éste, el proyecto liberal no
tenía futuro en la sociedad ecuatoriana. Ese era el caso aun después del triunfo del
212
1. Uno de los mejores tratamientos de la ideología es el capítulo de Javier Esquivel “Estructura y fun-
dación de la ideología”, en José Luis Balcárcel y otros, Filosofía y ciencias sociales, México,
Editorial Grijalbo S. A., 1976, pp. 11 y ss., donde el autor habla de la ideología como un “conjun-
to de creencias o enunciados”, señalando que está compuesta por enunciados descriptivos, valora-
tivos y prescriptitos. Luego dice: “Estos conjuntos de creencias se encuentran más o menos siste-
matizados de manera de constituir un bloque coherente, un discurso que señala fines y medios,
describe hechos y explica situaciones o procesos, aprueba y censura programas generales de
acción y ordena y prohíbe ciertas conductas” (p. 118). Luego añade: “Entre los autores existe prác-
ticamente unanimidad al aceptar que la función de la ideología es fundamentalmente social. La
ideología pretende orientar y regular las actividades sociales del hombre con objeto de conseguir
determinada forma de organización social, sea manteniendo o reformando la existente, o bien des-
truyéndola para sustituirla por otra mejor” (p. 119). Podemos añadir que uno de los instrumentos
principales por medio de los cuales la sociedad –o mejor, la clase dominante en una sociedad–
forma la ideología (o más sencillo, quizás, la manera de pensar) del pueblo es por medio de la edu-
cación y, en nuestros días, por los medios de comunicación masiva: prensa, radio, cine, televisión,
etcétera.
2. Gerardo Viviers, “Notas sobre el protestantismo, el proyecto de la clase media y las clases popu-
lares”, en Vidaypensamiento,vol. 3, Nos. 1 y 2, San José, 1983.
213
Los ecuatorianos ansiaban progresar y deseaban lazos más estrechos con los
Estados Unidos. El gobierno no tenía los fondos; De León y Fritz tenían la esperanza
de que Carnegie o algún otro filántropo prestara ayuda a los ecuatorianos. Wood
pensó que el plan era una idea muy buena, pero aparentemente Carnegie no pensaba
así porque De León nunca dio señales de que el magnate de acero siquiera contesta-
ra la carta.3
3. Paul E. Kuhl, “Protestant missionary activity and freedom of religion in Ecuador, Peru and
Bolivia”, tesis inédita, Carbondale, Department of History in the Graduate School of Southern
Illinois, pp. 399, 400.
4. Hoja de vida de Thomas B. Wood en los archivos de The United Methodist Church, Madison, New
Jersey.
5. Paul E. Kuhl, op.cit., p. 400, y “Gringo in the Andes”, en Methodisthistory, XVI, julio 1978, p.
209.
214
Fuimos bien recibidos y nos prometió todas las facilidades que el Ejecutivo podía
conceder a nuestro trabajo. El General Alfaro pareció complacido cuando le informa-
mos que muchos habían orado fervientemente por su éxito. Dijo que la Providencia
le había tomado de la mano y había hecho por medio de él lo imposible (…).
Unos días después el Ministro del Interior firmó un contrato formal con el Dr.
Wood para proveer de profesores norteamericanos a tres o más escuelas normales. El
enseñar en una escuela femenina en la capital había sido uno de los cargos contra el
Sr. I. W. Wheelwright, el agente de la Sociedad Bíblica Americana, en 1838.6
Los profesores contratados serán seis cuando menos y doce cuando más en la
forma siguiente:
Obligatorios
1. Un director para la Escuela Normal de varones en Quito.
2. Un profesor para la Escuela Modelo correspondiente.
3. Un director para la Escuela Normal de Cuenca.
4. Un profesor para la Escuela Modelo correspondiente.
5. Una directora para la Escuela Normal de Mujeres de Quito.
6. Una profesora para la Escuela Modelo correspondiente.
Además se especificaba que de ser posible Wood podría contratar seis profe-
sores más: dos para una escuela normal en Guayaquil con su escuela modelo
correspondiente y cuatro adicionales para los normales ya mencionados de Quito
y Cuenca. Como se ve, se daba prioridad a la Sierra, donde la población estaba
mucho más influida por el clero católico que la población de la Costa. El gobier-
no, a su vez, se comprometía a pagar el traslado de dichos profesores al Ecuador y
del reemplazo de uno de ellos, en caso de que Wood tuviera que contratarlo en
Chile. Igualmente pagaría los costos de viajes de Wood para buscar y contratar a
los profesores, aunque él no ganaría sueldo. El compromiso con cada profesor sería
de cinco años a contar del 1 de septiembre de 1900. Además, el gobierno ecuato-
riano se comprometía a proveer los profesores nacionales que completarían el per-
sonal de los normales y las escuelas anexas, profesores que enseñarían entre otras
materias geografía, historia, y cívica del Ecuador y además religión, ya que la reli-
gión católica era la oficial. Finalmente, se especificaba que los profesores metodis-
tas no estarían obligados a “cumplir deberes de ningún género bajo este contrato
7. Todos estos datos, incluyendo las citas de los contratos, han sido tomados del Librodelcincuen-
tenario de los colegios normales Mañuela Cañizares y Juan Montalvo, Quito, Imprenta del
Ministerio de Educación, 1951, pp. 97-100.
8. Datos tomados de Paul E. Kuhl, “Gringo in the Andes”, op.cit., pp. 210-214. Ver también Goodsil
216
En el Ecuador el nuevo régimen iniciado hace algunos años está más firme que
nunca, después de aplastar revoluciones armadas organizadas por la clerecía a la pro-
porción de una por año desde que subió al poder, habiendo introducido nuevas refor-
mas cada año a pesar de las revoluciones, impulsando la prosperidad del país, a pesar
del desperdicio de vidas y riquezas a causa de las guerras civiles.
Esta maravillosa transición en el Ecuador no tiene parangón desde la que ocurrió
en México con la caída de Maximiliano (…). Esta transición es aún más grandiosa
para nosotros ya que el gobierno nos ha pedido que proveamos maestros para todo un
sistema de nuevas escuelas normales nacionales para revolucionar y generalizar la
educación. Hemos empezado a hacer esto al transferir a tres maestros de nuestro tra-
bajo en Chile –el Rev. Henry L. Williams, la Srta. Alice H. Fischer, y la Srta. Rosina
A. Kinsman; y tres de los Estados Unidos –el Rev. William T. Robinson, el Rev.
Charles M. Griffith, y el Profesor Merrit. M. Harris– con otros que les seguirán des-
pués. El gobierno les da la bienvenida no solamente como reformadores educativos
empleados por él, sino como reformadores religiosos que gozan de su tolerancia; no
que los que están en el poder quieran hacerse protestantes, ni tampoco estén dispues-
tos todavía a colocar al protestantismo en igualdad de condiciones con el catolicismo,
que es todavía la religión oficial; pero ellos desean presentar un ejemplo de libertad
religiosa, dar muestras de su sinceridad y persistencia en su adopción, atraer capital e
inmigración protestantes, entrenar a sus descendientes en la libertad religiosa, y
emancipar a su tierra para siempre del dominio de la clerecía romana. (…) El
Congreso ha dictado medidas desde el arribo de estos profesores ampliando los pla-
nes para los cuales vinieron, y esto, a despecho de la notoria hostilidad de la clerecía
contra su venida.
Estos maestros tendrán tanta libertad para hacer trabajo evangelístico como los que
están en Chile, y todo sin ningún gasto para la Sociedad Misionera. Si ellos dispusie-
ran de propiedades para el trabajo eclesiástico como nuestros trabajadores en Chile,
pronto podrían mostrar resultados de los cuales toda nuestra iglesia se alegraría. Yo
solicito $50.000 de la Ofrenda del Siglo XX para ese propósito. Ciertamente algunos
corazones generosos verán las indicaciones de la Providencia en esta apertura.9
F. Arms, ElorigendelmetodismoysuimplantaciónenlacostaoccidentaldeSudamérica,op.cit.,
p. 28. Hemos cotejado los datos con varios documentos de los archivos de la United Methodist
Church.
9. 82annualreportoftheMissionarySocietyoftheMEC fortheyear1900, 1901, pp. 312, 313.
223
an esperar, debido a los problemas que estos nuevos creyentes enfrentaban. Así, en
una carta escrita el 22 de junio de 1900, Charles Detweiler decía:
Por fin dos meses después, es decir, más de cuatro años después de haber lle-
gado los primeros misioneros de la Unión al Ecuador y más de tres años después
de haber iniciado trabajo en Guayaquil, bautizaron al primer creyente, de nombre
Eusebio Guayas, que había sido uno de los primeros en aceptar el mensaje de los
misioneros. Julia Anderson relata así la historia de este hombre:
de triunfo del que había luchado y vencido. Hasta que punto esto constituía un
freno al progreso del trabajo de la misión puede verse en lo que Chapman dice res-
pecto a las reuniones públicas, que por fin se habían iniciado el 21 de julio de 1901,
en la casa misionera de Guayaquil, donde él estaba trabajando en ese momento.
Escribiendo un mes después decía:
Nuestros servicios en la sala (…) han continuado sin interrupción. Aunque todavía
no parece que tengamos una congregación regular, como desearíamos, sin embargo
tenemos una audiencia que llena nuestro cuarto, y entre ellos siempre vemos unos
pocos que han estado presentes antes y que, creemos, han venido a causa de un ver-
dadero interés (…)
Entre los más interesados de nuestros oyentes, varios han manifestado su deseo de
ser bautizados y nosotros estamos buscando fervientemente descubrir cuál es la
voluntad de Dios en este importante asunto.32
32. Ibíd., p. 3.
33. TGM, vol. X, septiembre 1901, p. 3.
34. Ibíd.
226
En cuanto a los otros grupos protestantes, después de trabajar por algo más
de dos años y medio en Guayaquil, el primer misionero de la Alianza Cristiana y
Misionera, William Fritz, tuvo que regresar a los Estados Unidos debido a la falta
de fondos para sostenerse. “El Sr. Fritz no recibió nada por meses y tuvo que ven-
der su máquina de escribir y la mayor parte de su ropa y finalmente tuvo que
salir”.35 El único informe de su trabajo en el puerto que hemos encontrado en los
documentos pertinentes dice:
Dios dice: “Mi Palabra no volverá vacía”, de ahí que uno de los rasgos principa-
les del trabajo pionero ha sido el colocar el Bendito Libro entre el mayor número posi-
ble de los que pueden leer. Este trabajo ha sido bendecido maravillosamente, y al pre-
sente cientos, sí, miles de personas tienen el privilegio de leer la Biblia en sus propios
hogares. Muchas veces he visto a hombres y muchachos sentados en la calle leyendo
la Biblia o alguna porción de ella. Qué cambio, cuando pensamos que hace solamen-
te cuatro años no se permitía la entrada de la Biblia. A pesar de que es tiempo de siem-
bra, sin embargo hemos visto mucho fruto. El año pasado el escritor distribuyó 5.000
folletos y han circulado 400 copias de su Palabra, y muchas de éstas han llegado a
pueblos donde el misionero nunca ha podido entrar.36
Aunque el Sr. Tarbox nunca pudo hacer mucho por medio de reuniones públicas,
tenía una personalidad agradable, era un buen obrero personal e hizo muchos amigos,
así que tenía un ministerio amplio a través del testimonio personal y los folletos (…).
A causa de la mala salud de la Sra. de Tarbox y el clima molesto, estos obreros tuvie-
ron que retirarse del campo [misionero], y la ocupación de la Capital por la Alianza
cesó por el momento.38
35. ExcerptsfromthelifeofRev.HomerG.Crisman,p. 4.
36. “The Third annual report, 1899-1900”, en TheChristianandMissionaryAlliance, mayo 4, 1900,
p. 78.
37. TGM, vol. IX, agosto-septiembre 1900, p. 3, y “Fourth annual report, 1900-1901”, en The
ChristianandMissionaryAlliance, abril 5, 1901, p. 27.
38. Excerpts from the life of Rev. Homer G. Crisman, op. cit., p. 5. El Rev. Crisman dice que los
Tarbox salieron de Quito a finales de 1903, pero el AmericanBibleSocietyeighty-sixthreport,
1902, dice: “El Sr. Tarbox, de la Alianza Cristiana, que estaba establecido en Quito, ha sido y ha
entregado nuestros libros al Sr Crisman”, p. 66. Con esto concuerda el informe de la Alianza
227
Quedaban en Quito, sin embargo, los esfuerzos de las otras dos misiones: la
Unión Misionera Evangélica y la Iglesia Metodista Episcopal a través de los maes-
tros/misioneros que trabajaban en los normales. Los Crisman tenían reuniones pri-
vadas con unas pocas personas en la casa de la Unión Misionera, distribuían lite-
ratura, visitaban diversos hogares de familias interesadas y a veces tenían cultos en
los cuarteles de la ciudad. Los metodistas, además de sus responsabilidades educa-
tivas en los normales, también hacían labor religiosa. Homero Crisman describe
brevemente el trabajo de los maestros/misioneros en esta forma:
Más o menos a mediados del año 1900, estos maestros metodistas junto con los
obreros de la Unión Misionera Evangélica y de la Alianza, organizaron lo que ahora
se conoce como “English Fellowship”, para los residentes de habla inglesa de Quito.
Las reuniones continuaron por tres o cuatro años, y se celebraban en la espaciosa sala
de la casa de la Unión Misionera. Más o menos por el año 1901, los metodistas envia-
ron un misionero (…) el Sr. Harry Compton, que inició reuniones evangélicas en
Quito. El tenía un dominio excelente del idioma castellano y, con la ayuda de los
maestros metodistas, pudo realizar rápido progreso y pronto tenía una iglesia de cin-
cuenta o más miembros.39
Cristiana y Misionera 1902-1903 que no dice nada respecto a su trabajo en el Ecuador ni da los
nombres de Edward Tarbox y Sra. entre los miembros de la Misión.
39. Homer Crisman, AbriefsummaryofprotestantMissionsinEcuador,op.cit., p. 4.
40. AmericanBibleSocietyeighty-sixthreport, 1902, p. 66. Guillermo Reed da el dato de la salida y
regreso de Irigoyen al Ecuador, en TGM, vol. XIV, abril, 1906, p. 3.
228
Estados Pontificios, y propiamente, el orbe entero, por derecho que dice correspon-
derle sobre todo ello, derecho a que no renuncia ni renunciará jamás (…).
Los eclesiásticos nos habían conquistado a nombre de Dios y de su Vicario, y
como conquistadores han estado ejerciendo las funciones más importantes de la sobe-
ranía nacional, las que eran a la vez las más apropiadas para perpetuar su imperio y
extender su dominación; ellos han estado ejerciendo la enseñanza y la beneficencia;
ellos han dispuesto del hogar y de la propiedad. El poder nacional estaba reducido a
lo que el conquistador tenía a bien consentirle, para no destruir[lo] enteramente y
tenerlo a su servicio.42
43. TGM, vol. X, octubre, 1901, p. 7; diciembre, 1901, p. 11; enero, 1902, p. 11; y febrero, 1902, pp.
2, 3.
44. TGM, vol. X, marzo 1902, p. 3. La historia del trabajo entre los indígenas de Chimborazo es rela-
tada por Ben J. Nickel, en Alongthequichuatrail, Smithville, Gospel Missionary Union, s.f.
231
Macas es solamente una colonia agrícola y la mayoría de las casas están ocultas
detrás de los árboles. No ha habido ningún sacerdote aquí por veinte años, pero han
solicitado uno y el asunto no se ha decidido todavía. No hemos visto a ningún jívaro
excepto dos que viven aquí, ya que hay viruela en la colonia y los indios no vendrán
mientras eso continúe. Oren mucho por el trabajo. Nos sentimos muy ignorantes e
indefensos y necesitamos sabiduría y dirección divinas.50
Durante los años de 1902 y 1903 la Unión Misionera sufrió una severa pér-
dida de personal que redujo sus actividades tanto en la Sierra como en la Costa e
impidió que se realizaran los planes que se había trazado a fines de 1901. Los pri-
meros en salir, a mediados de 1902, fueron los Strain, que estaban trabajando en
Ambato. J. A. Strain era uno de los dos primeros misioneros que habían venido al
Ecuador en 1896. Desde el principio había sufrido de frecuentes enfermedades
debido al ambiente insalubre de Guayaquil; sin embargo, durante casi seis años tra-
bajó incesantemente con una perseverancia ejemplar. Precisamente debido a eso,
la Misión decidió cambiar su lugar de trabajo a Ambato, en la esperanza de que el
clima más saludable de la Sierra le haría bien. No obstante, a fines de junio de 1902
tuvo que viajar a los Estados Unidos debido a su salud y en abril de 1903 murió en
su país.53 Con la salida de Ambato de estos misioneros, el trabajo de la Unión
Misionera en esa ciudad se suspendió.
En Guayaquil los Strain habían sido reemplazados por los Chapman; pero
con ellos sucedió otro tanto. La Sra. de Chapman había estado enferma constante-
mente desde su llegada al Ecuador en 1898; parece que con su traslado a Guayaquil
su salud empeoró y ella y la familia tuvieron que regresarse a los Estados Unidos
en febrero de 1903.54 Con esto la misión quedó sin director en el Ecuador y hubo
necesidad de que uno de los personeros de la Unión Misionera de Estados Unidos,
W. B. Redfern, viniera a encargarse de la dirección del trabajo por unos meses
hasta que volvieran los Reed que todavía estaban en los Estados Unidos.55 Se hizo
cargo de la predicación en Guayaquil un ecuatoriano, Alfonso Muñoz, que se había
convertido en el Perú en 1896 en la Iglesia fundada por Charles Bright, había sido
bautizado con otra ecuatoriana a quien ya mencionamos –Ana Vergara– y había
regresado al Ecuador en 1902 para trabajar con Bright en Guayaquil.56 Junto con
él trabajaban Redfern y Funk.57
No sabemos qué pasó con Charles Detweiler y E. E. Cady que a principios
de 1902 se habían trasladado a Quito a encargarse del trabajo en la capital. Pero
suponemos que tuvieron problemas económicos o de otra índole que les obligaron
a regresar a su país, ya que en los informes de la Misión nunca se mencionan las
renuncias, pero sí las enfermedades. Probablemente fue una combinación de ambas
cosas lo que también obligó a Jerome Altig a abandonar el trabajo en el Ecuador.
Con la salida de estos jóvenes terminaron las reuniones de la Unión Misionera
Evangélica en Quito, pues si bien se trasladó a esta ciudad Ana Vergara, que según
los informes era una excelente “trabajadora personal”, es decir, muy eficiente en la
53. TGM, vol. XI, julio-agosto, 1902, p. 10; y vol. XII, septiembre, 1903, p. 10.
54. TGM, vol. XI, abril, 1903, p. 3.
55. TGM, vol. XI, noviembre, 1902, p. 10.
56. Saúl Barrera, “Alfonso Muñoz”, Lima, biografía mimeografiada, s.f., pp. 7, 11.
57. TGM, vol. XI, mayo, 1903, p. 2.
234
58. TGM, vol. XII, noviembre, 1903, p. 3. Se menciona también al mayor Arboleda que evidentemen-
te se había convertido a través del trabajo de los misioneros de la Unión. Él fue padre de la Srta.
Eudofilia Arboleda, una de las primeras graduadas del Normal Manuel Cañizares, fundado por los
maestros/misioneros metodistas, la primera joven evangélica ecuatoriana en salir a estudiar en los
Estados Unidos. Al regresar al Ecuador fue rectora del mismo colegio donde había estudiado y
posteriormente fundadora del Colegio Teodoro W. Anderson en la capital.
59. Homero Crisman, Excerptsfromdiary,op.cit., entradas de mayo 7, 1902, marzo 3 y 9 de 1903 y
enero 1 de 1904.
60. TGM, vol. XII, octubre, 1903, pp. 7, 8.
235
Mientras tanto, una trabajadora independiente, la Srta. Tillie Kerl vino y pasó unos
dos años en Ambato y también el Sr. y Sra. de Sly de la Misión Pentecostal llegaron
y trabajaron allí por dos o tres años. Aunque ninguno de estos misioneros pudo tener
reuniones públicas debido a la falta del idioma, tenían empuje y pudieron hacer su
parte por medio de contactos personales y la distribución de folletos en el mercado
central de Ambato.61
Los Adventistas nacieron mucho antes de las controversias que llevaron al surgi-
miento del fundamentalismo como un movimiento interdenominacional, pero com-
parten los mismos principios y usan la misma Biblia. Comparten el literalismo, la ide-
ología doctrinaria, el énfasis en textos y ritos [?], la ética puritana e individualista, el
“apoliticismo”, el proselitismo y el milenarismo. Se les ha llamado incluso “funda-
mentalistas entre los fundamentalistas”.64
(…) que Dios tenía muchos hijos sinceros en las diversas iglesias cristianas que tení-
an que ser llamados para ser salvos. La iglesia creía que esas otras iglesias como enti-
dades corporativas habían rechazado el “último mensaje de advertencia” [dado por
Miller], pero que había individuos dentro de esas iglesias apóstatas que todavía podí-
an ser rescatados. Estoscristianosindividuales,entonces,seconvirtieronenelobje-
todelamisióndelosadventistasenlasegundafasedesutrabajomisionero.65
Nos hemos sentido un tanto molestos con las labores de un colportor adventista
que se ha presentado entre nuestra gente con su literatura pero confiamos en que Dios
los guarde de los errores que él está difundiendo.67
to, Zoilo Irigoyen se sentía tan reticente a aceptar a los interesados como miembros
plenos de la Iglesia como se sentían los misioneros de la Unión Misionera
Evangélica y había adoptado un sistema complicado de clasificación de las perso-
nas relacionadas con su Iglesia en el puerto.
Es difícil para los residentes de países donde los gobiernos son más estables el
entender la propensidad de los latinoamericanos a tales cosas, pero de ninguna mane-
ra es seguro que ellos serían mejores en circunstancias similares. Las elecciones de
ninguna manera representan la voluntad popular. El partido que no está en el poder ni
siquiera participa en ellas. Luego, cuando se ha decidido cuál es el “Candidato
Oficial”, todas las facciones del partido en el poder deben hacerse a un lado y permi-
tir que sea elegido el candidato escogido. Cuando la elección no resulta impopular, las
cosas marchan bien; pero cuando lo es, la única esperanza que tiene el pueblo de ele-
var al poder al hombre que desea es apelar a las armas.
72. Ver Luis Robalino Dávila, “El ocaso del Viejo Luchador”, en OrígenesdelEcuadordehoy, vol.
VIII, Puebla, Cajica, 1969, especialmente pp. 42-86.
239
Hay que admitir que algo de verdad había en las apreciaciones de Guillermo
Reed y que, indudablemente, aunque el liberalismo significaba un avance político,
al mismo tiempo no era un bien sin mezcla.
Nuevamente se reeditó el mismo proceso que se había dado desde la funda-
ción de la República. El Jefe Supremo convocó a elecciones para una nueva
Asamblea Constituyente, la cual fue integrada en su mayoría por legisladores adic-
tos al Jefe Supremo. Esta dictó la décima segunda Carta Política del Estado, el 23
de diciembre de 1906.
La nueva Constitución consagraba y radicalizaba las reformas políticas
alcanzadas por el liberalismo hasta ese momento. Las más importantes eran:
1. Separación de la Iglesia y el Estado. La Carta no menciona ninguna reli-
gión oficial, pero indica específicamente que
La enseñanza es libre, sin más restricciones que las señaladas en las leyes respec-
tivas; pero la enseñanza oficial y la costeada por las municipalidades son esencial-
mente seglares y laicas (…). Ni el Estado ni las Municipalidades subvencionarán ni
auxiliarán en forma alguna otras enseñanzas que no fueren la oficial y la municipal.
ley. Por esta ley de 1908 se facultaba a las juntas de beneficencia a invertir hasta
la mitad de las rentas de esos bienes raíces expropiados en el sostenimiento de hos-
pitales, orfelinatos y otras instituciones de beneficencia pública y la otra mitad en
el sostenimiento de las religiosas y religiosos que profesaban en el momento de la
expedición de la ley y que tenían derecho al goce de los beneficios de las propie-
dades afectadas por la ley.
No necesitamos indicar que tal ley provocó las más encendidas protestas por
parte del sector tradicional y la clerecía católica, algunas de las cuales suenan muy
modernas, como la suscrita por todos los obispos del país, que entre otras cosas
decía:
Protestamos contra esa ley, porque esa ley es un crimen contra le Religión, un
atentado contra la sana moral, un abuso de autoridad y una violencia de los derechos,
en que se funda el orden social (…) y los Poderes Públicos ¿qué han hecho? ¡Han
dado carta de ciudadanía al Comunismo, arrogándose el dominio sobre la propiedad
particular!75
Este “fue el golpe más fuerte dado por el liberalismo a la clerecía, ya que
ataca la base misma de su poder social y político”.76 En efecto, después de esto,
aunque varias veces quisieron organizar levantamientos armados contra el régimen
alfarista, evidentemente no contaron con los medios económicos con que habían
contado durante su primera administración.
Como era ya costumbre, el 1 de enero de 1907 el Jefe Supremo fue elegido
Presidente Constitucional por la Asamblea Constituyente con el mandato de gober-
nar hasta el 31 de agosto de 1911. Pero no debemos engañarnos respecto a la natu-
raleza de su segunda administración.
Todas las Libertades traídas por el liberalismo entraron a formar parte de la reali-
dad histórica ecuatoriana en calidad de elementos de dominación impuestos por la
élite en el poder (…).
Huérfano de apoyo popular y al margen de los intereses dominantes, Alfaro se vio
forzado por las circunstancias históricas a “asumir” la “representatividad” de los mili-
tares y sus adláteres: eran los únicos que podían sostenerle en el Poder. Pero, eso sí,
a cambio de múltiples prebendas a costa del erario nacional y el redoblamiento de la
opresión contra los sectores populares. Todo en nombre de los “principios” e “insti-
tuciones” liberales que encontraban su “lugar” no en el proceso histórico ecuatoriano
sino en el ala radical del Partido Liberal. Alfaro se había “recluido” ya totalmente en
el “Estado” con el consiguiente “divorcio” de las mayorías populares.
dia de Alfaro. La reacción del régimen fue feroz y arbitraria; se escogieron veinti-
cuatro de los supuestamente implicados que fueron condenados a muerte, entre
ellos dos jóvenes evangélicos, aunque la Constitución prohibía la pena capital.
Luego se sorteó a ocho de los condenados, los cuales fueron pasados por las armas
ilegalmente, entre ellos uno de los jóvenes evangélicos.78
En noviembre de 1908 los obreros de la estación de Durán de la empresa del
ferrocarril se declararon en huelga exigiendo el pago de sus salarios y la restitución
del jefe del taller de carpintería, que había sido despedido. Esta vez, por orden del
presidente Alfaro, la policía rompió violentamente la huelga y apresó a diez traba-
jadores señalados por el jefe de la estación.79
Naturalmente, ninguna de estas acciones era conducente a la pacificación del
país; al contrario, se vivía un clima de violencia y arbitrariedad que contribuía a
exacerbar los ánimos de la ciudadanía.
En este ambiente continuó, durante esos años, la labor de las misiones evan-
gélicas. La Unión Misionera Evangélica tenía misioneros estables en Guayaquil,
Riobamba, Caliata y Macas y uno de ellos, Juan Funk, hacía trabajo intinerante en
los pueblos del río Guayas y sus tributarios y luego hacia el norte en las provincias
de Los Ríos, Manabí, Esmeraldas e inclusive inició trabajo de la Unión Misionera
en Colombia, empezando en el pueblo de Tumaco. En 1906 Reed informaba que
había 17 miembros bautizados en la iglesia de Guayaquil y 8 en otras partes de la
República y luego añadía:
Nosotros nunca hemos dicho mucho respecto al asunto del vestido aquí, pero una
joven que es creyente vino y le preguntó al Sr. Reed si estaría mal ponerse un som-
brero que había comprado con una pluma encima, una pluma negra. El le preguntó
para qué servía la pluma, y ella no pudo contestarle, pero viendo que se había desper-
tado la conciencia de ella respecto al asunto, él le leyó las palabras de 1 Pedro 3.3,4:
78. Reed relata el caso. El joven evangélico que se salvó de la muerte se llamaba Claro de J. Banchón
y el fusilado, Carlos Franco. TGM, vol. XVI, agosto-septiembre, 1907, p. 5.
79. Patricio Ycaza, Historia del movimiento obrero ecuatoriano, Quito, Casa de la Cultura
Ecuatoriana, 1983, p. 64.
80. TGM, vol. XIV, abril, 1906, p. 7.
244
CreCimiento de la obra de
la alianza Cristiana en manabí
Basado en los informes anuales de la Christian and Missionary Alliance de 1906 a 1912.
81. Ibíd., p. 3.
82. Christian and Missionary Alliance, Thirteenthannualreport,mayo 24, 1910, p. 27.
245
Tal vez no hay un punto en que haya mayor acuerdo entre los defensores de las
misiones que en el hecho de que el trabajo de evangelizar cualquier tierra pagana debe
ser realizado por los nativos mismos, pero mi observación en este punto ha sido desa-
lentadora. Los que yo he conocido han sido representantes de misiones de la
Argentina al Ecuador, y con una excepción notable a quien tengo en mente, parece
que fueron empujados al trabajo cuando eran todavía novatos, y han caído en la con-
denación del diablo a través del orgullo o del amor al dinero.84
Nuestra Escuela Dominical ha crecido un número de manera que hemos tenido que
organizar una nueva clase de jóvenes que estará a cargo de Vicente Reyes. Si tuviéra-
mos los maestros sería bueno organizar nuevas clases, pero necesitamos tener mucho
cuidado al promover a una persona aún en una forma tan pequeña.85
Reed. Aun así, no se puede dudar de que su labor fue bastante efectiva, ya que
cuando se cuentan los “miembros”, los probationers y los “adherentes” para el año
1909 –que fue el último en que él estuvo en el país– da una comunidad total de 252
personas, increíble para los inicios del siglo, especialmente en el ambiente de
Quito; pero los miembros plenos eran relativamente pocos: solo 26 en 1909.
Pero veamos unos pocos detalles. Refiriéndose al trabajo de la Iglesia
Metodista en Quito, en el informe de 1908 Compton decía:
Se ha organizado una iglesia metodista con una congregación que consiste mayor-
mente en jóvenes que fueron estudiantes de la escuela normal de la ciudad. Se ha
abierto una pequeña escuela de la Misión, bajo la dirección de la esposa del superin-
tendente, que es gratuita para los niños que asisten a nuestros cultos y Escuela
Dominical. Tenemos cultos de predicación tanto en castellano como en inglés. El tra-
bajo evangélico se ha enfrentado a una enconada oposición en Quito. Algunos de
nuestros aparentemente buenos amigos, que nos visitan regularmente, visitan también
a cada nuevo miembro de la congregación o de la Escuela Dominical, y hacen todo lo
posible para disuadirles de que asistan a nuestras reuniones. En demasiados casos han
tenido éxito, pero estamos haciendo todo lo que está en nuestro poder para contrarres-
tar su influencia.
Ciertamente ha llegado el momento de hacer un trabajo urgente en Quito y en el
resto de la República de la cual es la Capital. El buen criterio índica que debemos
adquirir una propiedad en la Capital, ya que arrendar propiedad para tener cultos pro-
testantes es muy difícil. Con extremadamente pocas excepciones, las propiedades de
Quito pertenecen a los miembros del partido político-eclesiástico, quienes perderían
su salvación eterna y se expondrían al peligro inminente de ser excomulgados de la
iglesia, si arrendaran sus propiedades para propósito tan impío. Ellos arriendan sus
casas para cantinas, salas de juego y casas de mala fama; pero nunca podrían ser per-
suadidos a arrendar sus casas para tener cultos protestantes; y aun los poco liberales
que poseen propiedades a menudo no encuentran conveniente, algunas veces por
razones familiares, el arrendar sus propiedades para tener cultos que no sean los cató-
licos romanos.
Necesitamos US $30.000 inmediatamente para adquirir una propiedad que sirva de
capilla, escuela y casa pastoral de la Misión. Esto nos daría el impulso inicial y ser-
viría para llamar la atención al hecho de que nuestra iglesia ha venido a Quito para
quedarse. Esto haría sentir nuestra influencia como ninguna otra cosa podría hacerlo
en ese momento (…).
Quito se ha desarrollado rápidamente y está destinada a convertirse en una gran
ciudad; si ha de desarrollarse moral y espiritualmente es necesario que la Iglesia
Metodista establezca su misión aquí sobre bases firmes (…).87
con el enunciado estatal que daba carácter laico a la educación Pública constante en
la Constitución 1906-7, el conflicto del Normal se agudizó en una forma desesperan-
te, pues el pueblo no se encontraba conforme (…) con la laicidad y obligatoriedad de
la enseñanza. Y los Colegios Normales fueron señalados como los centros principa-
les de la descatolización y la herejía, imposibles de soportarse. Y quienes asistían
como alumnos o como profesores tenían que soportar el desprecio, el insulto agresi-
vo y la compasión de las gentes. El infierno estaba abierto para todos los maestros y
alumnos laicos. No había perdón posible.88
sobre una base apropiada enviándonos de los Estados Unidos un hombre y su esposa
(ambos maestros), podremos establecer una escuela de la Misión que parcialmente
podría autosostenerse. Este hombre podría estar a cargo de la iglesia de habla españo-
la en Guayaquil, con el pastor nativo como su ayudante, y estaría libre durante la
semana para viajar a los pueblos de alrededor de Guayaquil, donde podría vender
muchas Biblias.92
A comienzos del año el Sr. Harry Compton regresó a los Estados Unidos en viaje
de licencia, dejando así al Ecuador sin un misionero extranjero. Un predicador nativo
ha quedado para conservar los resultados de los cuatro o cinco años de trabajo, y ha
estado haciendo lo que ha estado en su poder (…). Parece mejor concentrar nuestra
inversión de esfuerzo y dinero en el Perú hasta cuando nuestras finanzas nos permi-
tan hacer un trabajo verdaderamente efectivo con una fuerza adecuada en el
Ecuador.94
cartas del norte, pidiendo más luz (…). Ahora planeamos tomar el próximo tren para
esa parte del campo [misionero], a fin de presentar a estas personas el evangelio en su
pureza, con el mensaje de la verdad presente, mientras ellos están ansiosos de recibir-
lo.102
99. Seventh Day Adventist encyclopedia, Washington, Review and Herald Publishing Association,
1976, p. 409; y AdventreviewandSabbathherald, diciembre 12, 1907, p. 14.
100. SeventhDayAdventistencyclopedia,op.cit., p. 409; AdventreviewandSabbathherald, abril 8,
1915, p. 17.
101. AdventreviewandSabbathherald, julio 16, 1908, p. 19, y mayo 13, 1909, p. 19.
102. AdventreviewandSabbathherald, diciembre 8, 1910, p. 17.
103. TGM,vol. XX, junio, 1911, p. 3.
253
Durante el tiempo que nuestra Misión salió de Ambato, los Adventistas del
Séptimo Día han tenido un centro misionero aquí, y hace solamente unos pocos meses
se trasladaron a Quito. Un buen resultado de la presencia de ellos aquí ha sido que
mantuvieron abierto el lugar, y el pueblo viendo su vidas respetables ha seguido pro-
gresando en su tolerancia hacia los protestantes, porque ve que todos ellos son mejo-
res ciudadanos y vecinos que los católicorromanos. Por otro lado, su influencia ha
sido muy mala. Es triste en realidad, cuando a gente deseosa de escuchar el evange-
lio se le da discusiones respecto a la ley, interpretaciones fantásticas e imaginarias de
las profecías y las herejías más serias en doctrinas que afectan a la salvación.105
104. SeventhDayAdventistencyclopedia,op.cit.
105. TGM, vol. XX, octubre, 1911, p. 3.
254
peligro en la mente de Alfaro el futuro del proyecto liberal. Éste le pidió que renun-
ciara antes de asumir la presidencia, a lo cual Estrada se negó. Esto dio ocasión a
que se avivaran las pasiones políticas contra el viejo general, a quien liberales y
conservadores acusaron de querer perpetuarse en el poder. La reacción fue tal que
el 11 de agosto, veinte días antes de cumplirse su mandato, Alfaro tuvo que renun-
ciar y refugiarse en la legación de Chile, para luego salir del país y refugiarse en
Panamá. Como estaba previsto, Emilio Estrada fue posesionado como Presidente
de la República el 1 de septiembre de 1911.
El cambio de gobierno dio ocasión para que el sector tradicionalista reanuda-
ra las esperanzas de que se revertirían los cambios realizados por el ala alfarista del
liberalismo. Esto se reflejó en la campaña que se desató en la ciudad de Riobamba
contra las dos jóvenes de la Unión Misionera que estaban trabajando allí, las seño-
ritas Hyde y Danielson. Los curas predicaban sermones contra ellas en las iglesias
de la ciudad; aparecieron circulares en que se ridiculizaba el vestido y la manera
de hablar y andar de las dos misioneras y se les calificaba de “Marimachos”; final-
mente un día una turba las apedreó, insultó y dio de puntapiés en una calle de la
ciudad. El director de la Misión, George Fisher –que en ese momento se encontra-
ba en el país– escribía con ese motivo:
Como resultado de esto, las autoridades arrestaron a varias personas que fue-
ron multadas y sentenciadas a varios días de cárcel. Después, todavía las jóvenes
debieron soportar insultos y pedradas, pero la persecución disminuyó. Era claro
que el nuevo gobierno estaba tan dispuesto a proteger a los misioneros protestan-
tes como lo habían estado los de Alfaro y Plaza.
EL FIN DE ALFARO
reses conflictivos que se tradujeron en la más sangrienta guerra civil, pues el libe-
ralismo y el ejército se encontraban divididos. El vicepresidente Carlos Freile
Zaldumbide, que representaba el orden constitucional, se hizo cargo del gobierno
hasta organizar nuevas elecciones que dieran un nuevo mandatario en reemplazo
de Estrada. El general Leonidas Plaza que, como hemos dicho, representaba al sec-
tor antialfarista dentro del liberalismo, era uno de los candidatos a la presidencia
de la República. El general Pedro J. Montero, amigo de Alfaro y jefe de la guarni-
ción de Guayaquil, rechazó la candidatura de Plaza, se levantó en armas el 28 de
diciembre y se proclamó Jefe Supremo de la República; finalmente, Flavio Alfaro,
sobrino de don Eloy, fue proclamado Jefe Supremo por una facción disidente del
alfarismo en la provincia de Esmeraldas.
Llamado por Montero, Alfaro vuelve para cumplir con su “deber”; evitar la “gue-
rra fratricida entre liberales” y procurar “el advenimiento de una paz que reclama la
civilización, no menos que los principios liberales y los intereses de la Nación”.
Los hechos demostrarían que esta vuelta sin retorno constituiría un error fatal de
Alfaro. Porque, ¿cómo pudo presentarse como “mediador” alguien que había sido
rechazado por las fracciones detentoras de la economía –por un lado– y por el pueblo
que lo consideraba un tirano –por otro lado? La falla fue el no comprender que el mili-
tarismo, único soporte en que él habría podido sostenerse, también se había dividido.
Y, por otra parte, no estaba Archer Harman para que la Historia de 1906 se repitiera.
Alfaro se “atrincheró” en los “principios liberales” y en las “instituciones liberales”:
trincheras frágiles, sin ningún fundamento histórico en nuestros procesos salvo los
intereses de quienes hacía ya años le habían abandonado.107
En medio del caos, el gobierno nombró a Leonidas Plaza General en Jefe del
Ejército que debía someter a los alzados. Al mismo tiempo el general Montero
nombró al general Alfaro director de la Guerra. En menos de un mes, el ejército del
gobierno derrotó al ejército alfarista al costo de 3.000 vidas y aunque los genera-
les vencidos entregaron las armas para evitar que Guayaquil fuera destruido, las
fuerzas del gobierno no cumplieron la promesa de permitirles salir del país. Los
tomaron prisioneros. El 25 de enero el general Pedro Montero, víctima de la furia
de la multitud, fue asesinado, arrastrado e incinerado en Guayaquil; tres días des-
pués, el 28, corrieron igual suerte en Quito el general Eloy Alfaro, su hermano
Medardo, su sobrino Flavio y otros cuatro partidarios. El grito de los asesinos ese
día fue: “¡Mueran los masones! ¡Mueran los herejes! ¡viva la religión!”
Así terminó el período más trascendental de la vida republicana del Ecuador.
En su libro El proceso de dominación política en Ecuador, Agustín Cueva
señala tres razones por las cuales la Revolución liberal puede ser considerada un
verdadero hito histórico en la vida del país: 1.“al transferir el control del Estado a
Hasta el último día de 1924 la deuda interna del Ecuador ascendía a 39.834.541,70
sucres. De esta suma, cerca de 37 millones correspondía solo a los bancos. Pero había
uno de estos, sobre todo, que, siendo el mayor y más poderoso emisor de billetes, era,
a la vez, el mayor y más poderoso acreedor del gobierno: el Banco Comercial y
Agrícola, de Guayaquil. Hasta mediado de 1924 (…) esta institución de crédito ano-
taba, en contra del Fisco ecuatoriano, la suma de 21.772.253,27 sucres. No era, por
cierto, que todos estos millones los hubiese recibido el gobierno, de contado, en bene-
1. Respecto a la crisis del cacao y a los sectores de la burguesía que conformaban la oligarquía libe-
ral, ver Rafael Quintero, ElmitodelpopulismoenelEcuador, cap. IV, Quito, FLACSO, 1980.
259
Durante esta fase también el país cayó en una mayor dependencia de los paí-
ses imperialistas, especialmente de los Estados Unidos. Ya durante la fase del ascen-
so del liberalismo (1895-1912) habían ingresado al país algunas compañías extran-
jeras como la Guayaquil and Quito Railway Company que construyó el ferrocarril
que unió a la Costa con la Sierra (1897); la South American Development Company
que explotaba las minas de oro de Portovelo (1899), y la Anglo Ecuadorian Oilfields
que explotaba los yacimientos de petróleo en la Costa (1911). El resto de las activi-
dades productivas –las plantaciones de productos tropicales, las pocas industrias
que existían, el comercio, etc.– estaban en manos ecuatorianas. Durante la fase de
la plutocracia, sin embargo, y como resultado del cierre de los puertos europeos
durante la Primera Guerra Mundial, los comerciantes-banqueros-exportadores de la
Costa transfirieron las exportaciones a Nueva York, ciudad que se convirtió en el
centro mundial del mercado cacaotero y con esto cayeron en una dependencia casi
absoluta de los comerciantes norteamericanos, ya que eran éstos los que controla-
ban el transporte y los precios del producto.
Por otro lado, desde 1913 los Estados Unidos se convirtieron en el principal
proveedor de artículos manufacturados. En los años siguientes creció la fracción
comercial-importadora con la llegada al país de numerosos agentes de casas comer-
ciales extranjeras y la inversión de capitales foráneos en actividades económicas
que antes habían estado casi exclusivamente en manos nacionales. Así se profundi-
zó la dependencia y el Ecuador tenía que girar alrededor de intereses que no eran
los de su pueblo sino de comerciantes y financistas de afuera. Esto impidió que el
2. óscar Efrén Reyes, Losúltimossieteaños, Quito, Talleres Gráficos Nacionales, 1933, pp. 31, 32.
3. óscar Efrén Reyes, BrevehistoriadelEcuador, tomos II-III, Quito, s.e., s.f., p. 250.
260
4. Respecto al trabajo de Guillermo Reed durante esos años, ver W. F. Jordan, Ecuador:Astoryof
Missionachievement, caps. 1 a 3, New York, The Christian Alliance Publishing Company, 1926.
5. TGM, vol. 25, junio, 1916, p. 10.
6. TGM, vol. 22, febrero, 1914, p. 3.
7. Homer Chrisman, ExcerptsfromDiary,entrada del 30 de noviembre de 1913.
261
8. The Christian and MissionaryAlliance sixteenth annual report,marzo 25-28, 1913, p. 35; The
ChristianandMissionaryAllianceseventeenthannualreport, marzo, 25-29, 1914, p. 24.
9. Seventh-DayAdventistencyclopedia,op.cit., p. 307.
10. AmericanBibleSocietyninety-seventhreport,1913, pp. 276-278.
11. AmericanBibleSocietyninety-eighthreport,1914, pp. 264-265.
262
Bajo la dirección del coronel Carlos Concha Torres, firme liberal radical y con el
objetivo de derrocar a la “argolla” de la oligarquía, miles de campesinos, pequeños
propietarios, ex-conciertos y ex-combatientes alfaristas, se movilizaron y lucharon
poniendo en jaque al gobierno de Leonidas Plaza y perturbando los dulces sueños de
la oligarquía (…).
Los sucesos de Esmeraldas ganaron simpatía en todo el país (…).
Bajo la inspiración y dirección de Concha se formaron núcleos armados y comba-
tientes en Guayas, Los Ríos, Manabí, Pichincha y Carchi, aunque no alcanzaron la
fuerza suficiente como para derrocar al gobierno. Plaza, con el apoyo financiero de la
oligarquía y el capital extranjero, equipó mejor a su ejército y, poco a poco, fue diez-
mando a los simpatizantes conchistas.
Los combates se prolongaron hasta 1916, cuando Carlos Concha fue apresado y
recluido en Quito hasta su muerte en 1919. Perdido su último líder, el alfarismo se
apagó, en tanto la oligarquía se consolidó en el poder.12
Esto sucedió en la Sierra. En la Costa, donde estaban las provincias más afec-
tadas por la guerra, los peligros y el sufrimiento eran mayores. Homero Crisman,
que durante esos años siguió trabajando en Montecristi, relata en su diario que por
varias ocasiones los revolucionarios se tomaron la ciudad para luego ser sacados
por las fuerzas del gobierno. En medio de la lucha se encontraba el pueblo que
sufría los abusos de los soldados. En 1914 escribía:
Marzo 1. Los últimos días han sido de gran excitación y de caza de los revolucio-
narios ocultos (…). Llegaron más soldados y están buscando a los rebeldes por todas
partes, pero con este pretexto no solamente requisan las casas sino también los baú-
les y a punta de bayoneta se roban los sombreros (de la industria de paja toquilla),
ropa y joyas (…). Hay muchos presos y cada día vienen esposas, madres y otros a
rogarme que trate de obtener la libertad de sus familiares. El Presidente Plaza ha ido
en persona a Esmeraldas, y aunque está enfrentando resistencia y no ha podido toda-
vía desembarcar tropas, tenemos la esperanza de que obtenga buenos resultados. Cada
noche nuestra casa se llena de gente.
Mayo 5, 1914. Continúa la inquietud política. Cada pocos días se oyen rumores de
que la revolución se va a apoderar nuevamente de la ciudad, pero no pasa nada. El
Presidente Plaza ha tenido varios reveses en Esmeraldas y está perdiendo terreno. A
pesar de todo estoy planeando viajar mañana para visitar Junín y ver cómo está la
capilla y el trabajo allí.
Mayo 14, 1914. Fui y regresé por Bahía. Encontré todo bien y el Señor está ben-
diciendo. A mi regreso el barco estaba repleto de gente que huía de Esmeraldas.14
El Congreso de Panamá
16. Un buen resumen de la celebración de este congreso y sus conclusiones se encuentra en Oaxtepec
1978,UnidadyMisiónenAméricaLatina,San José, Comité Editorial del CLAI, 1980. Ver tam-
bién Hans-Jürgen Prien, Historia del cristianismo en América Latina, Salamanca, Ediciones
Sígueme, 1985, pp. 764-766 y 878-880.
17. Jean Pierre Bastian, BrevehistoriadelprotestantismoenAméricaLatina, México, Casa Unida de
Publicaciones, 1986, pp. 114, 115.
18. TGM,vol. 23, febrero, 1915, p. 13, y vol. 24, diciembre, 1915, p. 13.
19. Ibíd., El órgano oficial de la Unión Misionera Evangélica, Thegospelmessage,tenía una sección
permanente titulada “The drift of the times. Sound the alarm!” (“El Rumbo de los Tiempos. ¡Suene
la Alarma!”) en que el director de la Misión, George Fisher, “daba palo” a toda persona, movi-
miento o esfuerzo con el cual él no estaba de acuerdo, aun de aquellos que pertenecían al movi-
miento fundamentalista como F. B. Meyer, Billy Sunday y G. Campbell Morgan (éste último
inglés). Desde 1910, cuando se celebró la Conferencia Misionera de Edimburgo, predecesora del
Congreso de Panamá, Fisher usó esa sección de la revista para atacar al movimiento misionero de
las iglesias “regulares” o históricas y en 1915 y 1916 la usó para desatar una campaña contra los
organizadores del Congreso de Panamá y contra todos los que participaron en el mismo. Como
resultado de esto, algunas misiones fundamentalistas, que inicialmente participaron en la prepara-
ción del congreso, se retiraron. Tal fue el caso, por ejemplo, de la Misión Centroamericana, repre-
sentada por su fundador, C. I. Scofield, que tras haber aceptado la invitación, debido a las presio-
nes de los grupos fundamentalistas de Estados Unidos se retiró. La Alianza Cristiana y Misionera
265
Las dos principales críticas que se lanzaban contra el Congreso eran que sus
organizadores esperaban sirviera para “con buena voluntad ponerse en contacto
con la mejor gente de la nación en sus altas aspiraciones nacionales” con el fin de
“intercambiar lo mejor de la civilización de cada cual”; y la posibilidad de coope-
rar con la Iglesia Católica en la regeneración espiritual de América Latina.20
Evidentemente, lo que dividía a los críticos de los organizadores del congreso era
su concepto de la misión en América Latina. Para los organizadores del congreso
ésta era una misión integral que comprendía lo espiritual y lo material, el encuen-
tro de las personas con Jesucristo y el mejoramiento material y social por medio de
la educación, los cambios institucionales y el traslado de la civilización norteame-
ricana a los países del sur. Para ellos –con todas sus limitaciones y distorsiones– el
mensaje del Evangelio tenía que ver con la vida aquí y ahora; para los críticos fun-
damentalistas el mensaje del Evangelio era un mensaje de la muerte,no de la vida:
era un mensaje para ultratumba, no para el ser humano que padece, sufre y necesi-
ta una salvación integral que incluya toda las dimensiones de la vida en este
mundo. En realidad, cuando uno lee los informes de algunas de las misiones fun-
damentalistas, uno queda con la impresión de que estos hermanos estaban mucho
más preocupados –obsesionados, diríamos– con la muerte, pero casi completamen-
te despreocupados de la vida. Si en algo se preocupaban de la vida era para poner-
le frenos con sus absurdos legalismos.
Por otro lado, estos críticos eran completamente ciegos a sus propios proble-
mas y limitaciones. Juzgaban a otros pero no se juzgaban a sí mismos; tenían una
completa falta de humildad y no hacían ninguna diferencia entre laverdaddeDios
y su propia comprensión de esa verdad; consecuentemente se convertían en verda-
deros “papas infalibles” cayendo así en el mismo error de la Iglesia Católica
Romana, a la cual tanto criticaban; no creían que el Espíritu de Dios “convence al
mundo de pecado, de justicia y de juicio” y por tanto para ellos era imposible una
reforma de la Iglesia Católica; si bien predicaban la salvación “solamente por la
sangre de Jesús”, creían firmemente que Dios solamente acepta a los que han teni-
do el méritode haber formulado la perfecta doctrina; no se daban cuenta de que la
mejor defensa de la verdad es el amor (“Que todos sean uno (…) para que el
mundo crea”, Juan 17.21), que lo que convence a los seres humanos del Evangelio
no es la verdad fría sino “la verdad en amor” (Efe. 5.15); no se daban cuenta de
que, con todas sus fallas, limitaciones y errores, los organizadores del Congreso de
Panamá habían visto precisamente la importancia del amor que une y que en ese
sentido estaban haciendo mucho más para cumplir la misión cristiana en América
y Guillermo Reed fueron blanco de los ataques de Fisher, pero aparentemente no se retiraron y
participaron en el Congreso.
20. “The ‘great composite’ –the coming ‘religion of the race’ ”, en TGM, vol. 24, diciembre, 1915,
pp. 11-14.
266
Latina que lo que estaban haciendo los grupos divisivos y pagados de sí mismos.
El fundamentalismo, desgraciadamente, es un movimiento que ve la importancia
de la verdad pero que es casi completamente ciego a la importancia de la unidady
el amor; consecuentemente su contribución a la reconciliación en un continente
desgarrado por contiendas sangrientas de clases, razas, ideologías e intereses de
toda índole es mínimo.
Una de las preocupaciones del Congreso de Panamá era hacer “una distribu-
ción Geográfica más pareja de los misioneros, y en particular se insistía fuertemen-
te en que si cierta misión o iglesia había iniciado el trabajo en una región, las nue-
vas misiones entraran en áreas no ocupadas, en vez de ir a la misma zona”.21 Como
resultado de esto, el Comité de Cooperación para América Latina, que organizó el
congreso y siguió actuando después de la celebración del mismo, pidió a la Alianza
Cristiana y Misionera y a “otra misión” (¿la Misión de la Costa de Reed?) que asu-
mieran la responsabilidad de evangelizar el Ecuador,22 lo cual indudablemente sir-
vió para dar un nuevo impulso a la Alianza para enviar más misioneros e intensi-
ficar sus actividades en el Ecuador después de esa fecha.
A mediados del año 1917 visitó el Ecuador el pastor W. H. Rainey que diri-
gía el trabajo de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera en América del Sur. En
su informe escrito poco después, presenta un cuadro de la situación del trabajo de
las misiones protestantes en las ciudades que visitó. Traducimos algunos párrafos
pertinentes:
Además del tráfico de los vapores hay una gran población flotante en el río, que vive
en canoas y balsas, muchas de las cuales llegan de lugares lejanos del interior con pro-
pósitos comerciales. Muchas de estas rústicas embarcaciones regresan llevando una
copia de la Palabra de Dios para dar luz a algunas casas en la profunda oscuridad de
los pantanos plagados de fiebre y cocodrilos del centro del Ecuador (…).
Riobamba es un pueblito fúnebre de unos 12.000 habitantes (…). La obra misio-
nera está representada allí por dos misioneras de la Unión Evangélica de Kansas (…).
Entre Riobamba y Quito, una distancia de 180 millas, no hay ningún trabajo misio-
nero, y la población depende enteramente de las visitas de los vendedores de Biblias
que viajan a pie y que para ellos son verdaderos mensajeros de la Palabra de Dios (…).
La Alianza Cristiana y Misionera de Nueva York tiene trabajo en Quito a cargo del
Rev. Charles Polk. El domingo por la noche prediqué a esta congregación, juntamente
con los adventistas del Séptimo Día, que se unieron para la ocasión. La congregación,
aunque no muy numerosa, era muy representativa de las diversas capas de la sociedad,
variando desde el editor de un periódico hasta un harapiento niño indígena (…).
Durante mis doce años de servicio misionero en América Latina, yo he obtenido
por lo menos algún conocimiento de primera mano de las condiciones de todas las
repúblicas sudamericanas –excepto Paraguay– y de todos estos diferentes países me
parece que el Ecuador es el más necesitado, el más difícil para el trabajo, y sin embar-
go no el menos abierto al mensaje del evangelio. La Constitución garantiza la liber-
tad religiosa, se ha reducido el poder de la Iglesia Católico Romana, y en la Costa
existe un excelente espíritu liberal. La Sierra, con Quito la Capital, todavía se encuen-
tra bajo la sombra de una forma corrupta y medieval de catolicismo, pero aun allí hay
signos de progreso, y por lo menos las clases ilustradas están dispuestas a escuchar.23
23. W. H. Rainey, “The garden republic of South America: a picture of Ecuador and its needs”, en The
missionaryreviewoftheworld,New York, enero, 1920, pp. 47-52.
24. 21annualreportoftheChristianandMissionaryAlliance, mayo 13-17, 1918, p. 37, y Homer
Crisman, ExcerptsfromDiary, entradas del 13 y 15 de marzo de 1918.
268
ño. Este joven, Maximiliano Cárdenas, es un ayudante que promete y, con la bendi-
ción de Dios, puede convertirse en un obrero regular a tiempo completo.
Además de la escuela dominical, tenemos una reunión a mitad de la semana en esta
sala. En todo el centro de la ciudad tenemos una sala que puede acomodar ciento vein-
te personas. Es demasiado pequeña para nuestro trabajo y tenemos dificultad en
encontrar un lugar más adecuado. Allí nos reunimos los domingos y los miércoles y
en un año hemos alcanzado más gente que nunca antes. En los talleres de la estación
del ferrocarril, al otro lado de la ría, tenemos una reunión regular con los ferrocarri-
leros una vez por semana, y ellos están a cargo de otra los domingos por la noche. Los
domingos tenemos tres cultos al aire libre. Muchos escuchan con respecto y nadie
causa desorden. Al presente yo soy el único hombre de nuestra sociedad ubicado en
este gran campo misionero y las únicas dos mujeres son la Srta. Allen y la Sra. Reed
(…).
Esperamos que llegue el momento cuando podamos tener dos familias y un buen
número de mujeres solteras para atender este campo. La necesidad más urgente por el
momento es un edificio para el trabajo en esta ciudad que es un centro de 400.000
almas que dependen de nosotros para recibir el pan de vida.28
Por fin tenemos un lugar en Quito. Hoy día compramos una casa por 15.000
sucres. El Arzobispo de la Iglesia Católica levantó una hipoteca que tenía sobre ella.
Después de meses de esperar y orar, el lugar es nuestro.29
28. W. E. Reed, “Guayaquil”, en TheAllianceweekly, vol. 57, No. 8, abril 21, 1923, p. 122.
29. Excerptsfromdiary,op.cit.,entrada del 7 de abril de 1921.
270
Uno de sus más celosos sacerdotes –escribía Crisman– predicó un fuerte sermón
contra nosotros y terminó excomulgando públicamente tanto a todos los trabajadores
que estaban laborando como a todos aquellos que vendían los materiales o tenían algo
que ver con la construcción. Aun se les dijo que nuestro dinero estaba embrujado y que,
aunque nosotros pagábamos buenos salarios, nuestro dinero de convertiría en cenizas
o sal. La extraña secuela [sic=¿antecedente?] de esta historia es que el arzobispo
mismo tenía una pesada hipoteca sobre la vieja propiedad que compramos y estuvo
muy contento de recibir esa parte de nuestro dinero. Sin embargo a las pobres clases
laborales se les dice que de ninguna manera deben recibir o tocar nuestro dinero (…).
Los pobres y supersticiosos trabajadores naturalmente se atemorizaron y todos
menos tres dejaron el trabajo enseguida. “Pero la iglesia hizo oración a Dios”. Es la
obra de Él y Él es el Dios de las emergencias. El lunes siguiente muchos de los traba-
jadores regresaron y desde ese momento casi cada lunes vienen más trabajadores en
busca de trabajo que los que podemos emplear. A Dios sea la gloria.
La prensa pública, tanto liberal como conservadora, ha tomado a pecho el asunto
y nos ha hecho un mundo de excelente propaganda gratis.
de que esta ciudad tan católica iba a ser profanada con un templo protestante! Un libe-
ral prontamente les contestó que muy posiblemente Quito era la última capital del
mundo que iba a tener ese honor y que ya era tiempo de ponerse al día con el avance
de la civilización.30
30. H. G. Crisman, “Struggles and triumphs in Ecuador”, en TheAlliance weekly, vol. 55, No. 33,
octubre 29, 1921, p. 519.
271
Yo le envié uno de estos folletos al Jefe de Policía y posteriormente ese mismo día
fui a verlo en persona. El me dijo que el Presidente también tenía conocimiento del
asunto, que lo había llamado y le había dicho que tomara todas las medidas necesa-
rias para evitar dicha concentración.
La mañana siguiente había gran excitación en toda la ciudad y era evidente que los
curas y fanáticos preparaban algo –aunque los primeros brillaban por su ausencia.
Muchos grupos de policía armada marchaban por las calles y algunos otros se ubica-
ron frente a nuestra propiedad. Alrededor del mediodía apareció un escuadrón de
caballería y estuvieron marchando por la calle principal durante una o dos horas. A
pesar de todo esto, unos pocos grupos de fanáticos –mayormente mujeres y todos de
las clases bajas– se reunieron en diversos lugares y trataron de llevar a cabo sus pla-
nes. Pero la policía también estuvo “concentrada en su tarea” y apresó a un buen
número.
Fue la victoria del Señor y nuestros enemigos sufrieron una triste desilusión.
Prácticamente toda la clase alta está a favor nuestro y condena tales métodos. Todo es
propaganda a nuestro favor. Cómo quisiéramos disponer de un gran auditorio central:
no tendríamos ningún problema para llenarlo. Esto nos da la seguridad de que Dios
está actuando y preparando al pobre Quito para un día mejor.31
El hermano Reed, que vino al Ecuador con el Sr. Crisman hace más o menos vein-
ticinco años, predicó un espléndido sermón. Tomó como tema al apóstol Pedro, tra-
zando las diversas fases de su vida como tipos de la experiencia cristiana y mostran-
do a cualquier persona pensante, lo imposible que sería que Cristo edificara su Iglesia
sobre Pedro o cualquier otro fundamento humano. Al mismo tiempo en su mensaje no
había nada que pudiera antagonizar u ofender y en esta forma muchos lo escucharon
por primera vez. Por las expresiones de las caras endurecidas por el pecado, estamos
seguros de que la Palabra de Dios hizo efecto.
Hubo algunos números especiales de música y canto presentados por todos los
misioneros y un coro de jóvenes cristianos nativos. Detrás de la plataforma y bajo las
palabras “Dios es Amor” colgaban grandes banderas del Ecuador y los Estados Unidos.
En las paredes laterales hermosamente pintados hay varios textos bíblicos, que esta-
mos seguros hicieron una profunda impresión en muchos que los leyeron con atención.
Para la familia de este autor esa es una de las fechas memorables de su vida
espiritual, ya que fue la primera vez que sus padres asistieron a un culto evangéli-
co que cambió el curso de su vida y la de sus descendientes en años posteriores.
Dos tíos de ambos lados de la familia se habían bautizado ese mismo año y se con-
taban entre los que componían el “coro de jóvenes cristianos nativos” que alabó a
Dios en una nueva forma en esa ocasión.
La misma misionera describe las reacciones que siguieron a la inauguración:
32. Mrs. Walter Feldges, “Happenings in Ecuador”, en TheAllianceweekly,vol. 57, No. 13, mayo 26,
1923, pp. 206, 207.
273
Durante sus mandatos Eloy Alfaro había fomentado este tipo de organiza-
ción, les había provisto de locales, había promovido la educación obrera e inclusi-
ve había invitado a dirigentes obreros extranjeros a establecerse en el país. Esto
formaba parte, naturalmente, del esfuerzo del Caudillo por cambiar la mentalidad
del pueblo y emanciparlo de la tutela de la Iglesia Católica, como vimos al referir-
nos a la educación en el capítulo anterior. Tras la muerte de Alfaro, sin embargo –y
con la toma del poder por la plutocracia liberal, aliada ahora a la aristocracia serra-
na– los obreros empezaron a darse cuenta de que no podían esperar mucho del
Partido Liberal y entonces tornaron a los anarquistas, que habían fundado un cen-
tro de estudios Sociales en Guayaquil en 1910.
Este fue un verdadero bautismo de sangre para la clase obrera que de allí en
adelante se constituiría en un nuevo actor en la vida nacional. Por otro lado, era
claro el carácter antipopular de los gobiernos plutocráticos del liberalismo, que no
estaban interesados en el bienestar del pueblo sino en el enriquecimiento sin
medida.
Paralelamente al desarrollo del movimiento obrero y popular, se empieza a
notar en algunos creyentes evangélicos una aspiración a mayor armonía frente a los
Yo tenía temor de que al ocupar un lugar tan prominente [en el trabajo] algunos de
los hermanos que son jóvenes en la fe asumieran una actitud altiva; pero Dios no sola-
mente confortó nuestros corazones por la disposición que mostraron de acompañar-
nos, sino que hasta el momento parece que Él ha obrado en la concesión de libertad,
y en el desarrollo de aquellos que han participado.43
Varias veces nos hemos referido al trabajo de las misiones protestantes entre
los indígenas. Hemos visto que la Unión Misionera Evangélica inició su obra entre
los shuar (jíbaros) del Oriente y los quichuas de Chimborazo (Caliata) en 1902 y
la Alianza Cristiana y Misionera entre los quichuas de Otavalo (Agato) en 1918.
En 1920 regresó de los Estados Unidos la Sra. Mary de Freeland –después de haber
enviudado– y se casó con Carlos Olson.44 Este incansable misionero había traba-
jado desde 1905 en el centro de la Unión Misionera de Macas, un pueblo de colo-
nos de habla hispana, haciendo recorridos de evangelización entre los shuar. Una
nueva etapa de ese trabajo se inició hacia fines de 1922, cuando Carlos Olson y su
esposa trasladaron su base misionera a Sucula (hoy Sucúa), debido a la influencia
de los salesianos, que desde 1818 empezaron a hacer frecuentes visitas a Macas y,
según parece, convencieron a los padres de familia que no enviaran a sus hijos a la
escuela de la misión evangélica y ésta tuvo que cerrarse.45 El nuevo centro misio-
Con todas las limitaciones ideológicas que estos misioneros americanos pue-
den haber tenido, no hay duda de que respondían a una de las necesidades más
apremiantes de la población indígena que estaba completamente abandonada por
los poderes públicos.
Ellis Howard no permaneció mucho tiempo en el país y en 1921 fue reem-
plazado por el Dr. Orley Ford, que había trabajado entre los indígenas del Lago
Titicaca en el Perú durante cuatro años. A comienzos de 1922 este médico estable-
ció la Misión a orillas del lago de Colta, al sur de Riobamba,47 en la misma zona
donde había trabajado la Unión Misionera Evangélica desde 1902, aunque para esa
fecha el trabajo en Caliata prácticamente había sido abandonado debido a la falta
de personal. En un informe, unos meses después de establecerse en Colta, el misio-
nero adventista escribía:
46. Ellis P. Howard, “An awakening interest Among the indians of Ecuador”, en TheAdventreview
andSabbathherald, septiembre 9, 1920, p. 8.
47. Seventh-DayAdventistencyclopedia,op.cit.,p. 307. Ver el interesante relato del trabajo de esta
Misión en W.F. Jordan, op.cit., pp. 97-108.
278
En estos días estamos muy ocupados aquí en la Misión Indígena de Colta. El tra-
bajo médico ocupa todo nuestro tiempo. Algunos días tratamos hasta cien enfermos y
cada mes alrededor de mil. Nosotros tenemos una práctica médica mucho más amplia
que cualquier otra misión [adventista] en el campo del Lago [Titicaca]. Naturalmente
nuestro trabajo eclesiástico es menor que el de cualquiera otra misión, y hasta el
momento no hemos podido abrir la escuela (…).
Creo que es muy importante que abramos escuelas para los indígenas.
No espero mucho éxito hasta que las tengamos. El gobierno me ha concedido el
privilegio de dirigir trabajo escolar, y creo que nos ayudará en toda forma posible. Lo
único que nos falta es alguien que realice el trabajo de enseñar.
Por medio de nuestro trabajo médico hemos ganado la amistad de prácticamente
todo el mundo aquí. Me parece que la gente blanca es mucho más amistosa que la del
Perú y muchos de ellos vienen a los cultos que tenemos en nuestra choza cada sába-
do. Han asistido a nuestras reuniones hasta doscientos indígenas y blancos. Había más
gente que estaba oyéndome afuera que adentro, mientras yo predicaba desde la puer-
ta. Los blancos nos han pedido que tengamos reuniones en el pueblo que está a unas
tres millas de aquí, y esperamos hacerlo en cuanto podamos.
Algunas veces nos sentimos un tanto desanimados respecto a las perspectivas que
vemos aquí, cuando las comparamos con los resultados obtenidos en el campo misio-
nero del Lago con esfuerzos iguales, pero aunque el comienzo del trabajo es lento,
creo que con el tiempo veremos un gran número de creyentes.48
48. Orley Ford, “Among the indians in Ecuador”, en TheAdventreviewandSabbathherald, vol. 99,
No. 52, noviembre 30, 1922, p. 12.
279
49. W. E. Reed, “The indian problem in Ecuador”, en Allianceweekly,vol. 57, No. 23, diciembre 22,
1923, pp. 705, 706.
280
tado y reducido a la esclavitud, como lo habían sido los quichuas del Ecuador
durante cuatro siglos. Ellos no tenían que vérselas con el patrón, el cura y el tenien-
te político si cambiaban de religión; al contrario, los colonos que vivían entre ellos
eran precisamente protestantes suecos y holandeses que, por lo menos hasta ese
momento, habían respetado los derechos de los pueblos nativos. La mayor parte de
los abusos por parte de los europeos vinieron después, durante la conquista del
oeste en la primera parte del siglo XIX. Atribuir el éxito de Brainerd al hecho de
que no curó a los enfermos ni educó a los niños indígenas sino que simplemente
predicó oralmente y tuvo una profunda vida de oración, es hacer completa abstrac-
ción de las circunstancias históricas en que vivió y que indudablemente facilitaron
la conversión de los pueblos a los que predicó.
La omisión anterior es comprensible ya que Reed no disponía de los conoci-
mientos y criterios que nos proporcionan hoy día las ciencias sociales. Es diferen-
te, sin embargo, cuando aplicamos a su evaluación los criterios bíblicos. Al asegu-
rar que lo importante es la conversión de “las almas” descarnadas, aunque “los
cuerpos” de esos seres humanos de carne y hueso padezcan y sufran la enfermedad
y el dolor, Guillermo Reed expresa aquí una de las actitudes más lamentables y
antibíblicas del fundamentalismo: ¿dónde queda aquello que para Jesús era “lomás
importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad”? (Mat. 23.23). Pone
el ejemplo de David Brainerd, que se limitó a dar el mensaje oral. ¿No sería más
cristiano recordar el ejemplo de Jesús que “recorría todas las ciudades y aldeas,
enseñando (…) predicando (…) y sanandotodaenfermedadytodadolencia en el
pueblo” (Mat. 9.35), aunque sabía perfectamente que no todos los que recibían
esos “beneficios temporales” se iban a convertir? Jesús no esperaba que ese pue-
blo “angustiado y desvalido”, lleno de pecados y vicios se convirtiera primero para
después darle esos “beneficios temporales”. Él enseñaba, predicaba y sanaba al
mismo tiempo, como una demostración de amor a esos “hermanos pequeñitos”,
como Él llamaba a los pobres, enfermos y pecadores que le buscaban, movidospor
lanecesidadfísicaymaterial. Reed habla del “amor a las almas de lo hombres”;
“Pero el que tiene bienesdeestemundo y ve a su hermano tener necesidad, y cie-
rra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no ame-
mos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Jn. 3.17.18). Es lamen-
table que un hombre tan dispuesto al sacrificio y de tantos dotes personales, como
lo era Guillermo Reed, haya recortado lomásimportantedel Evangelio, como es
elamor “dehechoyenverdad”, motivado por una teología tan “espiritual” que en
definitiva hace lo que hicieron el sacerdote y el levita de la parábola del buen sama-
ritano: “pasar de largo” abandonando al herido en el camino, para irse “a servir al
Señor”.
El “éxito” de la misión de la Iglesia no depende únicamentede los métodos,
aparte de la situación histórica; ni se puede conceptuar el “éxito” solamente por las
conversiones que produce. La Iglesia es “exitosa” en la medida en que da de comer
281
quistables más bien por la aventura política o por la preeminencia social y de for-
tuna”,1 que por la preparación profesional. Igual cosa sucedía en la burocracia
gubernamental y en otras esferas de la vida profesional.
Fue esta clase media, representada por militares jóvenes de baja graduación,
la que llevó a cabo un golpe militar el 9 de julio de 1925 derribó del gobierno al
último de los representantes de la plutocracia liberal, Gonzalo Córdoba, con el fin
de “empezar a abrirse campo” usando para esto el aparato del Estado. Esta
“Revolución juliana” gobernó el país primero a través de “juntas” conformadas por
militares y civiles y luego, desde 1926 hasta 1931, a través del Dr. Isidro Ayora,
médico y rector de la Universidad Central.
Quizás hasta ese momento –desde que el Ecuador se independizó de España–
no había habido una época en que más claramente se podía percibir la influencia
de fuerzas e ideologías “extranjeras”, como en esta fase de la historia ecuatoriana;
lo que significa que el país había entrado de lleno al “mundo moderno” y que por
lo mismo sus fuerzas políticas eran influenciadas más que nunca antes por ideolo-
gías importadas de los países dominantes de Europa y Norteamérica. La
Revolución juliana realizó una serie de reformas institucionales que si bien limitó
las ambiciones desorbitadas de la plutocracia costeña y benefició a la clase media,
adecuó al país para que funcionara más eficientemente dentro del sistema capita-
lista, lo cual, naturalmente, estaba muy de acuerdo de la ideología liberal. El
gobierno de Isidro Ayora contrató los servicios de una misión económica nortea-
mericana dirigida por el economista Edwin Walter Kemmerer quien, a decir de
Samuel Guerra Bravo, “era algo así como el Papa de los economistas por los años
veinte de este siglo”.
3. Samuel Guerra Bravo, “El diario de Kemmerer (II)”, en el diario Hoy,septiembre 1 de 1985. Ver
dos artículos y el diario de Kemmerer en la revista Cultura, vol. VII, No. 19, Quito, Banco Central
del Ecuador, mayo-agosto 1984.
4. Ver Patricio Ycaza,opcit., pp. 121-149. Jacinto Jijón y Caamaño, Políticaconservadora, Quito,
s.e., 1934, p. 63, dice: “La Asamblea Liberal de 1925 llamó al socialismo, avanzada del partido
liberal; la de 1923 dictó un programa que solo tiene el nombrede liberal, y contiene postulados
socialistas”.
286
ba “la empresa privada el más efectivo y útil instrumento para los intereses de la
nación”.12 No es necesario agregar que esto compaginaba muy bien con los latifun-
distas conservadores del Ecuador de la tercera década de este siglo: después de
treinta años de régimen liberal habían descubierto que la propiedad privada y la
explotación de las clases subordinadas eran las bases económicas en que se susten-
taba el nuevo “orden” establecido en el Ecuador desde Alfaro y que por tanto no
tenían nada qué temer.
Basada, nuevamente, en la “ley natural”,la encíclica niega la igualdad civil
en la sociedad y sostiene que de esto resulta “espontáneamente la desigualdad en
la fortuna”.
Sea pues el primer principio y como base de todo que no hay más remedio que aco-
modarse a la condición humana, que en la sociedad civil no pueden ser iguales los
altos y los bajos. Afánanse por ello los socialistas, pero ese afán es vano y contra la
naturaleza misma de las cosas. Porque ha puesto en los hombres lanaturaleza misma
grandísimas y muchísimas desigualdades. No son iguales los talentos de todos, ni
igual el ingenio, ni la salud, ni las fuerzas; y de la necesaria desigualdad de estas cosas
síguese espontáneamente la desigualdad en la fortuna.13
Tres décadas después el fascismo tomó esta doctrina e hizo de ella la base del
Estado totalitario en que la voluntad del jefe y de la “clase superior” era suprema
y el pueblo solamente tenía el deber de obedecer.
Es de justicia señalar que, a este respecto, la encíclica de León XIII hace una
“lectura” de las leyes naturales diametralmente opuesta a la que hacía el fascismo,
pero a la vez nos muestra lo precario de basar las relaciones sociales en la supues-
ta ley natural.
12. Cita de la CartadeLaborode Mussolini en Walter Montenegro, op.cit., p. 185. Respecto al dere-
cho naturalsostenido por la encíclica RerumNovarum,ver Ann Fremantle, edit., Thepapalency-
clicals, New York, The New American Library, 1956, pp. 167-172; y Luis Antonio Sobreroca, op.
cit., p. 146.
13. Citado por José Bullejos, op.cit., p. 328. Subrayado nuestro.
14. Walter Montenegro, op.cit., pp. 180, 181. Subrayado nuestro.
289
De acuerdo con esto, en la última parte de la encíclica, León XIII insta a los
patronos y obreros a formar asociaciones para “proporcionar ayuda oportuna a
aquellos que están en problemas, las cuales unen a las dos clases en forma más
estrecha”, y señala el derecho que tienen los trabajadores a formar sus asociacio-
nes obreras para asegurar sus legítimos intereses económicos y profesionales. En
esto, el fascismo seguía de cerca las orientaciones de la encíclica, con la variante
del dominio del Estado totalitario.16
En su exposición de la PolíticaConservadora, Jijón y Caamaño dedica un
largo capítulo al “régimen obrero”, donde propugna la creación y fortalecimiento
de las asociaciones sindicales y gremiales y repetidamente cita la encíclica Rerum
Novarum y la CartadeLaboro de Benito Mussolini y, entre otras cosas, sostiene
que se deben aplicar algunas de las prescripciones de este último documento a la
reglamentación de tales asociaciones en el Ecuador.
se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que la agitación obrera es puramente resul-
tado de imitación y contagio, símica copia de lo que se hace en otros lugares del
globo. Siendo así, obligada está la autoridad a reprimirla con férrea mano, siempre
que, tras reivindicaciones imaginarias, se pretenda alterar el orden o perturbar la tran-
quilidad social.20
21. La descripción y resultados del Congreso de Montevideo se publicaron en Roberto Speer, edit.,
ChristianworkinSouthAmerica,New York, Fleming H. Revell Company, 1925. El informe de
Reed aparece en el vol. I, p. 136. Ver también Oaxtepec1978, op.cit., pp. 33-36.
291
cas también había tensiones entre el personal extranjero y el elemento nacional las
empezaban a mostrar a las misiones la necesidad de discutir y resolver la transfe-
rencia de las responsabilidades del trabajo a las iglesias nacionales que estaban sur-
giendo a través del Continente.
Por otro lado, el Congreso de Montevideo reflejó también la controversia
fundamentalismo vs. Evangelio social que precisamente ese año alcanzó su punto
más álgido en los Estados Unidos, cuando un profesor de biología, John Scopes,
fue enjuiciado y condenado en Dayton, Tennessee, por enseñar la teoría de la evo-
lución.22 Evidentemente en el Congreso de Montevideo la influencia principal fue
la del “evangelio social”, pues se puso mucho hincapié en temas sociales, tales
como “las relaciones industriales, radicales, comerciales, políticas e internaciona-
les”, “el movimiento feminista” y “el movimiento obrero organizado”, temas que
surgían de las situaciones que se estaban dando en el Continente y la necesidad de
enfocarlos desde una perspectiva cristiana evangélica.23
No hay duda de que algunos de estos temas tenían mucha vigencia tanto para
el trabajo misionero en el Ecuador como para el resto de América, por el hecho de
que, como hemos visto, la sociedad ecuatoriana se iba haciendo más compleja y
estaban surgiendo nuevos grupos obreros organizados y partidos políticos que bus-
caban controlarlos. Como veremos, el trabajo de la Alianza Cristiana y Misionera
en el Ecuador durante los años posteriores refleja algunas de las preocupaciones
tratadas en el Congreso de Montevideo, pero no las preocupaciones sociales; lo que
muestra que esta misión estaba abierta a las sugerencias que estaban de acuerdo
con su postura fundamentalista pero no las que tenían que ver con los problemas
más amplios de la sociedad y del mundo.
En conformidad con las recomendaciones del Congreso de Montevideo, uno
de los esfuerzos mayores de la Alianza Cristiana y Misionera durante esos años fue
la evangelización de los indígenas. En 1926 Carl T. Carlson informaba desde Agato
que “desde que vinimos dieciséis personas han aceptado al Señor Jesús como su
Salvador, pero algunos de ellos que parecían prometer mucho se han regresado al
mundo”. A fines de ese año Rubén Larson y su esposa abrieron una nueva obra en
Tena (Dos Ríos), provincia del Napo (en la misma zona donde Carlos Chapman y
Carlos Detweiler habían tratado de iniciar obra misionera en 1899). Al año siguien-
te la Iglesia de la Alianza en Guayaquil envió a la primera pareja nacional, soste-
nida por esa Iglesia, a colaborar con los Larson en el Oriente: eran Manuel Mejía
y su esposa, Pepita Castillo. En 1929 George Moffat y su esposa, después de una
permanencia de más o menos dos años en Sucúa colaborando con la Unión
22. Ver George M. Marsden, Fundamentalism and american culture, Oxford, New York, Oxford
University Press, 1982, pp. 185 y ss.
23. Ver Jean Pierre Bastian, op.cit., p. 119; y Hans-Jürgen Prien, op.cit., pp. 880-883.
292
24. Allianceweekly,junio 12, 1926, p. 385; Allianceweekly, agosto 13, 1927, p. 536; 30annualreport
of the Christian and Missionary Alliance, junio 2-8, 1927, p. 61; y 33 annual report of the
ChristianandMissionaryAlliance, mayo 20-27, 1930, p. 74.
25. Blanca Muratorio, RucuyayaAlonsoylahistoriasocialyeconómicadelAltoNapo1850-1950,
Quito, Abya-Yala, 1987, pp. 200, 203.
293
26. Allianceweekly, agosto 13, 1927, p. 537; julio 14, 1928, p. 456; octubre 5, 1929, p. 651; agosto
23, 1930, pp. 549 y 552; 32annualreportoftheChristianandMissionaryAlliance, junio 5-12,
1929, p. 102.
27. 31annualreportoftheChristianandMissionaryAlliance, junio 6-13, 1928, p. 96.
28. 31 annual report of the Christian and Missionary Alliance, junio 6-13, 1928, p. 95; Sra. de
Crisman, TemploAlianzaGuayaquil (s.l., s.f); entrevista con Roberto Reed, junio 30 de 1982.
294
Misión Alianza Cristiana y Misionera en esa ciudad, tanto que no tuvieron la menor
dificultad en arrendar la casa de un exfuncionario del gobierno que había sido exco-
mulgado varias veces durante el desempeño de cargos gubernamentales y que no
temía una nueva excomunión. Damos por sentado que en el curso de 1931 las fami-
lias Carlson y Emery se trasladaron a Cuenca a iniciar el trabajo en esa ciudad, aun-
que los informes de ese año y el siguiente son tan breves, que no hemos podido
comprobar el hecho con seguridad. A fines de 1930, sin embargo, Homero Crisman
informaba que las dos familias estaban preparándose para partir a esa ciudad.29
En el curso de esos años también dos hijos de Guillermo Reed, Roberto y
Juan, establecieron en Guayaquil la casa comercial Reed and Reed, primero como
editora y distribuidora de libros educativos y luego como negocio de artefactos
eléctricos y otros. Esa casa comercial se hizo cargo del depósito de la Sociedad
Bíblica Americana, cuya agencia para la zona norte de los Andes se trasladó de
Panamá a Lima en 1927. El depósito, entonces, dependía de Lima y empleaba col-
portores ecuatorianos para difundir las Escrituras, según el método de trabajo de la
Sociedad Bíblica Americana.
Durante los años de “la Revolución juliana” la Unión Misionera Evangélica
hizo muy poco progreso debido a la falta de personal. La mayor parte del tiempo
la pequeña congregación de Guayaquil no tuvo pastor, la única misionera que tra-
bajaba en Riobamba no conseguía formar una congregación; la Sra. Julia Anderson
de Woodward se quedó viuda en 1926 y al año siguiente regresó nuevamente a
Caliata para enfrentar la renovada oposición y persecución del clero católico de la
región. Posteriormente, debido a problemas de salud tuvo que trasladarse a traba-
jar en la Península de Santa Elena.
Los esposos Olson, que trabajaban en Sucúa cerca de Macas, se enfrentaron
a la competencia de los misioneros salesianos que consolidaron su trabajo en
Macas desde 1924 y poco a poco ganaron terreno en los años siguientes. Dice
Lorenzo García:
En 1924, Monseñor Domingo Comín tuvo a bien enviar a Macas dos Misioneros
Salesianos, desde Méndez, con residencia fija, porque se había adelantado una misión
protestante bien organizada, poniendo la división de creencias y de culto en la Grey
Católica (…). Como auxiliares de la Misión, entraron a Macas en 1925, las Religiosas
Salesianas, que han realizado el trabajo de educación femenina en las parroquias del
Cantón.30
Cabe añadir que estos misioneros salesianos eran todos de nacionalidad ita-
liana. Era, nuevamente, la influencia extranjera que se profundiza en el Ecuador,
esta vez en su aspecto “religioso” que, como hemos dicho, no puede de ninguna
Según Lorenzo García, desde 1922 empezaron a llegar a esa región muchos
colonos de la provincia del Azuay con sus familias “para cultivar la paja toquilla
que se llevaba a Cuenca para confeccionar los famosos sombreros que se llamaron
de Panamá”.32 Para 1930 se había abierto un camino de Cuenca al Oriente y la
colonización había llegado a tal punto que, según Carlos Olson,
desde Macas hasta aquí [Sucúa], que se calcula como un día de camino, la tierra ha
sido tomada por los colonos en todo el trayecto, e igualmente al sur de nosotros en
por los menos medio día de camino. Consecuentemente los jíbaros se están retirando
a lugares más lejanos.33
Colombia.37 El trabajo entre los salasacas tendría que esperar para que la Alianza
Cristiana y Misionera lo reiniciara dos años después.
En cuanto al trabajo de la Unión Misionera en Guayaquil, en 1927 Eleuterio
Alvarado, que había estado viviendo en Santa Lucía, se trasladó al puerto y fundó
una pequeña escuela para los hijos de los creyentes en la casa-misión. Eso consti-
tuyó un impulso para la congregación que se encontraba sin pastor.38 Tres años
después, en junio de 1930, se organizó lo que fue la primera Iglesia de la Unión
Misionera debidamente constituida en el Ecuador. Esto culminó el 23 de noviem-
bre del mismo año con la inauguración del templo, construido en buena parte con
los aportes de los creyentes.39 La mayor parte de esos años, la Iglesia funcionó bajo
la dirección de la Srta. Ellen Hyde y dos laicos de la congregación, cuyos nombres
no se mencionan, que hacían el trabajo de predicación.40
Relativamente la que hizo más avances durante esos años fue la Misión de la
Iglesia Adventista del Séptimo Día, ya que de 17 miembros que tenía en todo el
país en 1924, para 1931 tenía 108.41 Pero, como hemos dicho, el “éxito” de la
misión no se mide simplemente por los números sino por la fidelidad con que la
Iglesia cumple la ley del amor, sirviendo especialmente al pobre y al desvalido,
como lo hizo Jesús. Y esto indudablemente puede llevar a conflictos y sufrimien-
tos –y aun a la muerte– como ocurrió con Él.
Un hermoso ejemplo de esto ocurrió con la Misión Adventista de Colta en el
período que nos ocupa. Orley Ford y su esposa no solamente servían a las comu-
nidades indígenas con la medicina y la educación sino que, al poco tiempo de radi-
carse en Chimborazo, empezaron a enfrentar la tradicional injusticia de los latifun-
distas que se creían dueños de los indígenas. Descubrieron que los hacendados de
la vecindad pretendían ser dueños de todas las tierras, inclusive de las tierras donde
vivían las comunidades indígenas; por tanto éstos apenas eran “arrendatarios” y
estaban obligados a pagarles con trabajo y aun con dinero el uso de la tierra donde
vivían. El secretario de la Sociedad Bíblica Americana para el norte de la región
andina, W. F. Jordan, que visitó la Misión de Colta en 1925, relata el caso así:
37. TGM, vol. 39, No. 4, septiembre, 1930, p. 5; No. 8, enero, 1931, p. 4; vol. 40, No. 9, febrero, 1932,
p. 3; vol. 41, No. 9, febrero, 1933, p. 4; y vol. 42, No. 9, febrero, 1934, p. 3.
38. TGM, vol. 36, No. 7, diciembre, 1927, pp. 2, 3; No. 8, enero, 1928, p. 4.
39. TGM, vol. 39, No. 3, agosto, 1930, p. 8; No. 8, enero, 1931, pp. 4 y 11.
40. TGM, vol. 39, No. 9, febrero, 1931, p. 4; vol. 40, No. 9, febrero, 1932, p. 3.
41. Seventh-DayAdventistenciclopedia,op.cit.,p. 307.
298
nas sabían que la tierra les pertenecía y que el gobierno nunca la había entregados a
ninguna otra persona, pero no podían defenderse (…).
Para obligar a los indígenas a trabajar se llevaban sus animales o se entraban a sus
casas y se llevaban sus cobijas u otras pertenencias, reteniéndolas hasta que ellos las
rescataran con cierto número de días de trabajo. Varias veces los misioneros habían
ayudado a los indígenas protestando contra estos actos injustos.
Finalmente el Sr. Ford fue a la capital, contrató a un abogado, buscó los registros
y encontró que los indígenas estaban en lo correcto. La tierra de alrededor del lago les
pertenecía legalmente, aunque nunca se les había dado el título de propiedad. Regresó
a Colta, convocó a una reunión de los dirigentes indígenas, les contó lo que había des-
cubierto y cuánto costaría emplear a un abogado para dar los pasos necesarios a fin
de conseguir el título de propiedad de la tierra que el gobierno les había asignado ori-
ginalmente.
Los indígenas levantaron el dinero requerido, lo entregaron al Sr. Ford, y él fue
nuevamente a Quito con el poder apropiadamente notariado, que contenía ochocien-
tos nombres de padres de familia que representaban a cuatro mil indígenas. Se consi-
guió el título. Los indígenas tienen ahora la evidencia escrita de que la tierra les per-
tenece, y que de ahora en adelante nadie puede legalmente exigirles dinero o trabajo
por el uso de la misma.
Esta última acción del Sr. Ford de conseguir el título de propiedad de sus tierras
convenció a toda la comunidad indígena de que él era su amigo, y le ha dado gran
influencia y autoridad entre ellos.42
42. W. F. Jordan, Ecuador: a story of missión achievement, New York, The Christian Alliance
Publishing Company, 1926, pp. 104, 105.
299
Yo le contesté que había venido al Ecuador bajo lo que yo pensaba era la dirección
del Señor y que me sería imposible salir [del país] hasta estar seguro de que el Señor
me estaba mostrando que debía salir; pero que si él quería encarcelarme o enjuiciar-
me, yo estaba dispuesto a probar que todas sus acusaciones eran falsas y que yo esta-
ba aquí solamente para ayudar al gobierno y al pueblo en todo lo posible con la ayuda
del Señor.43
Entonces apeló a “amigos influyentes” que ayudaron a Ayora a ver que todas
las acusaciones eran una patraña para deshacerse de un hombre que lo único que
estaba haciendo era contribuir “a la civilización y elevación de los indígenas”. Más
aún: poco después un periódico de Riobamba publicó un comunicado firmado por
cientos de personas de la comarca, en que se resaltaba la labor benéfica que los
Ford estaban realizando sin cobrar un centavo, “con el propósito de civilizar a la
raza”. Esto era evidente: había obras y resultados concretos de la labor de los
misioneros que nadie podía negar, como los que señalaba la Sra. de Ford por el
mismo tiempo:
Nuestra escuela está atrayendo la atención de los funcionarios del gobierno y edu-
cadores de toda la provincia. Algunos de ellos estuvieron presentes en los exámenes
y clausura del año escolar. Estaban impresionados con lo que nuestra escuela está
haciendo por los indígenas, tanto en lo que tiene que ver con la educación como con
la higiene personal. En lugar de los niños andrajosos y sucios que uno ve entre los
indígenas, los que asisten a nuestra escuela tienen ropa limpia, caras limpias y cabe-
llo peinado y se les ve inteligentes y contentos. Los funcionarios dicen que nuestra
escuela está obrando milagros en los niños que asisten (…).
Nos están llegando pedidos de otros pueblos para que les enviemos profesores para
que ellos también puedan estudiar como los niños de aquí de Colta. Queremos res-
ponder a estos pedidos si es posible (…). Nuestra esperanza de la elevación de los
indígenas del Ecuador está en estos niños que asisten a nuestras escuelas.44
43. Southamericanbulletin, vol. II, No. 3, marzo, 1926, p. 5; y vol. II, No. 7, julio, 1926, p. 5.
44. Southamericanbulletin, vol. II, No. 12, diciembre, 1926, p. 6; y vol. III, No. 1, enero, 1927, pp.
5, 6.
300
Uno se pregunta ¿qué sucedería si en lugar de sólo hablar los cristianos estu-
viéramos dispuestos a “sufrir persecución por causa de la justicia” y pusiéramos en
práctica el amor que sirve, a favor de los oprimidos? ¿No habría, quizás, un núme-
ro mayor de “zaqueos” que como éste estarían dispuestos a compartir sus riquezas
con el pueblo en lugar de exprimirlo sin misericordia? ¿Qué transformaciones
sociales ocurrirían si en lugar de solamente “predicar” (que indudablemente es
importante) pusiéramos en práctica el amor, el amor generoso que sirve hasta el
sacrificio sin esperar más que ser “señales del Reino” del amor y la justicia de
Dios?
Esa labor de la Misión Adventista de Colta, sin embargo, no continuó. La
familia Ford fue reemplazada por otra pareja de misioneros y luego salió del país.46
Posteriormente la Misión Adventista vendió la propiedad y el trabajo en la forma
en que había sido realizado por los Ford se suspendió. Quizás la Misión de la
Iglesia Adventista del Séptimo Día consideró que ese tipo de labor era demasiado
conflictiva y que en definitiva no había reportado las conversiones esperadas para
que valiera la pena seguir luchando, pues hasta 1926 apenas cuatro indígenas se
habían bautizado y había una clase de preparación para el bautismo de siete.47
Quizás olvidó las palabras de Cristo: “Bienaventurados los que padecen persecu-
ción por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5.10).
45. Ibíd., p. 6.
46. Southamericanbulletin,vol. V, No. 2, febrero, 1930, p. 3.
47. W. F. Jordan, op.cit., p. 108.
301
Con ello, las fuerzas más oscurantistas de la patria se encontraban a las puertas del
palacio presidencial, 36 años después de haber sido arrojadas del mismo por los gue-
rrilleros alfaristas.51
teniente, y permiten un control de las masas por medio de la consolidación del flamante Partido
Conservador fundado en 1925”, op.cit., p. 213.
50. Luis Monsalve Pozo, “Introducción”, en EnsayosfilosóficosdeJoséPeralta,Cuenca, Casa de la
Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Azuay, 1961, p. xlvi.
51. Agustín Cueva, op.cit., p. 28.
303
Fue al comienzo de esta crisis de los años treinta, cuando inició sus activida-
des una nueva organización que estaba llamada a convertirse en la misión protes-
tante más grande que trabajara en el Ecuador: HCJB La Voz de los Andes, opera-
da por The World Radio Missionary Fellowship, Inc., recién constituida legalmen-
te en el Estado de Ohio, Estados Unidos, unos meses antes ese mismo año.53 La
Voz de los Andes era un nuevo canal de la penetración extranjera, que ya hemos
notado anteriormente, con todo lo positivo y lo negativo que esto significaba para
el Ecuador –positivo, en cuanto era un nuevo canal para la proclamación del
Evangelio de Jesucristo y un adelanto en el orden técnico, material y cultural;
negativo, puesto que “inconscientemente” venía a fortalecer al capitalismo liberal
internacional– y esto, no por designio de ningún gobierno extranjero o de una
estrategia del imperialismo norteamericano, sino por el deseo sincero de algunos
cristianos de obedecer el mandato de Cristo de “predicar el Evangelio a toda cria-
tura”, utilizando para ello los medios más efectivos que la civilización moderna
ponía a su disposición.
Antes de 1931 la radio había sido utilizada en los Estados Unidos por algu-
nos años para la predicación cristiana. Fueron dos jóvenes visionarios, Clarence
Jones, que ya había trabajado en la predicación del Evangelio por radio en
Norteamérica, y Rubén Larson, que había servido en la región amazónica del
Ecuador desde 1926, quienes en 1929 concibieron la idea de establecer la primer
radioemisora misionera del mundo. En el esfuerzo colaboraron decididamente los
misioneros de la Alianza Cristiana y Misionera, D. Stuart Clark, su hermano Juan
Clark y Pablo Young.
Entonces existía en el Ecuador solamente una radio estación que apenas difundía
un programa por semana. Un entusiasta aficionado, Carlos Cordovez, había construi-
do en Riobamba (…) una estación que llamó “El Prado” (…) El gobierno también
había estado haciendo experimentos con una radio emisora, pero no se había concre-
tado nada. En el país había varias personas aficionadas que estaban interesándose en
la radio, pero en 1929 no había ninguna estación que difundiera programas diarios.
Se requirieron dos años de duro esfuerzo para colectar los fondos necesarios
entre iglesias y personas cristianas de los Estados Unidos, interesadas en difundir
el Evangelio al mundo entero y construir un pequeño transmisor de 200 vatios de
potencia. Durante ese tiempo también Rubén Larson, apoyado por los misioneros
de la Alianza Cristiana, consiguió del gobierno de Isidro Ayora la licencia y un con-
trato para operar la nueva radioemisora por 25 años. Naturalmente, el gobierno que
cinco años antes había contratado a la misión Kemmerer estuvo más que dispues-
to para conceder la licencia y firmar el contrato con la nueva entidad misionera.
HCJB La Voz de los Andes lanzó al aire su primer programa el 25 de diciem-
bre de 1931 con aquel pequeño transmisor de 200 vatios de potencias,54 ubicado
en un corral de ovejas en las afueras de la capital, ciudad que en aquel entonces
apenas contaba con una población de 120.000 habitantes. Era otra aventura de fe
de un puñado de hombres y mujeres empeñados en llevar el Evangelio del amor de
Dios al mundo entero, que creían firmemente en los recursos inagotables del
Altísimo.
Como es fácil imaginarse, en ese momento había poquísimos receptores en
el país. Sin embargo, ese no fue impedimento para que el proyecto prosperara.
Pronto la casa comercial Reed & Reed, propiedad de los hijos de Guillermo Reed,
empezó a importar y promover la venta de receptores, lo cual incrementó inmedia-
tamente la audiencia.55 Pero, naturalmente, los precios de los aparatos necesaria-
mente estaban fuera del alcance del ciudadano medio del Ecuador.
Consecuentemente, en 1934 la misma emisora empezó a distribuir en calidad de
préstamo unos pocos receptores baratos o usados a personas interesadas en escu-
char las transmisiones. Posteriormente esto dio lugar al desarrollo de lo que se
llamó “el círculo de radio” que construía y distribuía pequeños radios de cristal
presintonizados a la emisora.56 Esto, como es de imaginarse, contribuyó a incre-
54. Clarence W. Jones, Radiothenewmissionary, Chicago, Moody Press, 1946, pp. 22, 23, 30. Esta
obra de uno de los fundadores de la emisora, muestra algo de lo que significó el vencer las difi-
cultades de orden económico, técnico y social para poder establecer una emisora que llevara el
Evangelio “a todo el mundo”, como lo indica el nombre de la entidad auspiciadora en inglés,
(“World Radio…”). Para algunos cristianos de menos visión era simplemente ridículo pensar en
transmitir el Evangelio “a todo el mundo” con un transmisor de 200 vatios de potencia, desde un
lugar como Quito que, según algunos técnicos del momento, era el menos indicado para transmi-
tir programas al mundo entero.
55. Ibíd., p. 31.
56. HCJB50aniversario1931-1981, suplemento especial de ElComercio, 23 de diciembre de 1981,
p. 10, y Frank S. Cook, Seeds in the wind, cap. XII, Miami, The World Radio Missionary
Fellowship, Inc., 1961.
305
Por otro lado, la Alianza Cristiana y Misionera empezó a celebrar cada año
convenciones regionales, tanto en la Costa como en la Sierra, con el fin de discu-
tir con los creyentes maneras de cumplir con la responsabilidad de “predicar el
Evangelio a toda criatura” y estimularlos a asumir esa responsabilidad. Según los
informes de esos años, los resultados fueron excelentes, ya que decididamente el
elemento nacional ganó en su sentido de responsabilidad de evangelizar a sus con-
ciudadanos. Lo lamentable es que este esfuerzo, según parece, no siempre era
motivado por una convicción misionológica bien fundamentada en las Escrituras,
sino más bien por el temor que llevaba a los misioneros a enfatizar “la incertidum-
bre de la permanencia del misionero aquí” en el Ecuador,58 un temor que ha sido
una de las notas recurrentes de muchos misioneros protestantes en el Ecuador, más
que nada debido a la completa ingenuidad política que los caracteriza.
Esta Misión también vio algunos progresos en el trabajo entre los indígenas.
En 1933 se estableció una escuela primaria en Dos Ríos (Tena), “por medio de una
donación del gobierno (…) bajo la supervisión de dos de nuestros creyentes”. Un
año después se informaba que la escuela era “un verdadero éxito”. Ese mismo año
los esposos Dittmar, misioneros de la Alianza Cristiana, compraron con sus pro-
pios fondos la propiedad de la Misión Adventista de Colta, en la provincia de
Chimborazo, e iniciaron el estudio del quichua con el propósito de desarrollar el
trabajo en ese lugar; en 1934 la Alianza se hizo cargo del trabajo entre los salasa-
cas de Tungurahua, que había sido abandonado dos años antes por la Unión
Misionera. Con esto, la Alianza tenía tres centros de actividad entre los indígenas
de la Sierra y dos entre los indígenas del Oriente.59
En 1933 también la Alianza fundó en Quito la escuela para los hijos de los
misioneros, que posteriormente habría de convertirse en la Academia Alianza, que
sirve a los hijos de misioneros y niños y jóvenes extranjeros, no solamente del
Ecuador, sino de los países vecinos.60
A comienzos de 1936, también, una pareja de misioneros de la Alianza, los
Siemens, se estableció en Esmeraldas, que hasta ese momento solamente había
recibido visitas esporádicas de las misiones protestantes. En realidad, ya había un
grupo de creyentes evangélicos en la ciudad de Esmeraldas, precisamente como
resultado de esas visitas, pero no tenía un pastor que lo dirigiera. Con la llegada de
los Siemens, el pequeño grupo se fortificó.61
La Unión Misionera Evangélica no hizo mayores progresos durante la prime-
ra parte de la década de 1930.
Uno de los principales eventos que se mencionan en los informes de la
Misión Adventista durante esos años es la conversión, iniciada en 1931, de la fami-
lia Destruge-Freile de la alta sociedad de Guayaquil.62 Esta familia de 22 miem-
bros, se convirtió en uno de los baluartes del trabajo de esa Misión en la ciudad de
Guayaquil y en la provincia de Manabí, de la cual era originaria la madre de fami-
lia, Sra. Carmelina de Destruge. En efecto, esta señora y su hermana Rosa Freile
se transformaron en activas evangelistas de parientes y amigos en Manabí, donde
la Misión realizó grandes campañas evangelísticas en teatros y auditorios públicos
de las principales ciudades de la provincia durante esos años. Por lo demás, pare-
ce que esto le abrió aún más a la Misión Adventista la posibilidad de evangelizar a
personas de la clase alta del país, pues varias veces mencionan el interés que tales
personas mostraban en el mensaje adventista.
En 1935 la Alianza Cristiana y Misionera decía tener 433 miembros en todo
el país; la Iglesia Adventista del Séptimo Día, 126; mientras que la Unión
Misionera no daba cifras.63 En todo caso, para ese año los miembros reconocidos
de las iglesias protestantes en el Ecuador se acercaban a los 600, además de los
muchos que habían aceptado el mensaje de las misiones, pero que no se identifica-
ban como protestantes. Hay que tomar en cuenta también la deserción que se pro-
ducía en medio del fermento social, y que uno de los misioneros adventistas expre-
saba en 1934 en las siguientes palabras:
La lucha de las clases populares es activa durante todo este período (…).
Las organizaciones sindicales han avanzado en el planteamiento de sus aspiracio-
nes. Los trabajadores en sus pliegos piden: aumento de salarios, ropa de trabajo, trato
humano, provisión de herramientas, sobrepago de trabajos nocturnos, abolición del
trabajo a destajo, cumplimiento de la ley de 8 horas, descanso semanal, salario míni-
mo, regulación del trabajo de mujeres y niños, protección en caso de accidentes, aten-
ción médica, la firma de contrato colectivo (…).
El desarrollo de la lucha popular de este período, trajo como resultado la consecu-
ción [sic] de nuevas leyes y reivindicaciones sociales que fortalecen los procesos de
organización y centralización sindical. En 1937 se estableció el Instituto Nacional de
Previsión, una de cuyas dependencias pasó a ser la Caja del Seguro para empleados
privados y obreros (hoy IESS). En el mismo año, se emitieron las leyes de Comunas
y de Cooperativas, con el fin de que se legitime la propiedad de la tierra y se reconoz-
ca la organización comunitaria de los campesinos. Se logró también la conformación
65. Dalton Burgos, Historia de las luchas populares, “De la Revolución juliana a ‘la Gloriosa’ de
1944”, fascículo 4, Quito, CEDIS, 1985, pp. 21, 22.
309
Pero durante las negociaciones, el Canciller dio, en nombre del Jefe del Estado,
seguridades al Plenipotenciario pontificio de que el Gobierno procuraría que las leyes
ecuatorianas garanticen a la familia; la única manera de cumplir ese ideal sería reco-
nociendo a la Iglesia la Jurisdicción que le compete, lo cual muy difícilmente se con-
ciliaría con el laicismo del Estado.67
A cincuenta años de la firma de ese acuerdo, hoy día nos parece que fue bas-
tante justo, ya que en esencia es un documento que define la separación de Iglesia
y Estado y sus mutuos derechos y responsabilidades. En definitiva, sus normas son
las que se han aplicado también a las relaciones del Estado ecuatoriano con las
otras entidades religiosas no católicas en el último medio siglo, exceptuando, natu-
ralmente, las que tienen que ver con las relaciones diplomáticas con el Vaticano,
que necesariamente tenían que ser lo que han sido debido a la constitución parti-
cular de la Iglesia Católica. Es curioso, sin embargo, que ninguna de las misiones
protestantes que estaba trabajando en el país en el año 1937 comentara en sus infor-
mes la firma del ModusVivendi;en cambio repetidamente expresan su preocupa-
ción porque “algunos han saltado fuera de la sartén ardiente [del catolicismo] para
caer en el fuego, y se han convertido en incrédulos, espiritistas, comunistas, etc.”68
69. Ver un ejemplo dramático y muy bien documentado de lo que estas transnacionales hacían en el
Ecuador en el libro de Ricardo A. Paredes, OroysangreenPortovelo, Quito, Colegio Provincial
de Periodistas de El Oro, 1980, 2a. ed.
70. Gualberto Arcos, Añosdeoprobio, Quito, Imprenta Fernández, 1940, pp. 30, 31.
311
El trabajo protestante en la
segunda mitad de la década del treinta
La carta decía en parte: “No nos importa que los americanos, (HCJB) prediquen
su doctrina, pero sí que lo haga usted. La gente lo ve a usted como a uno de nosotros
y por tanto le cree”.72
Después de dos meses de aclimatación y estudio del idioma, en los cuales colabo-
ró con otros siervos del Señor en Quito, especialmente con la radioemisora HCJB “La
Voz de los Andes”, procedió al Oriente (…). Allí, viviendo entre los indios de la selva,
cooperó con otros siervos del Señor en el establecimiento y funcionamiento de escue-
las para niños indígenas [Dos Ríos]. Al mismo tiempo, según se presentara la oportu-
nidad, viajaba por la mayor parte de la región quichua hablante [del Oriente], minis-
trando por todas partes al alma y al cuerpo, y llegó a ser conocido por los indígenas
de toda el área, que lo recibían a él y el mensaje con buena voluntad. Durante los perí-
odos anuales de cambio de estación (…) tenía el privilegio de hacer viajes itinerantes
por la Sierra y visitar la Costa e igualmente las regiones del sur oriente.78
El gobierno de Carlos Alberto Arroyo del Río (1940 a 1944) coincidió con la
Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Muchos autores están de acuerdo en que el
régimen de este representante de la plutocracia liberal y de las transnacionales
extranjeras, fue uno de los más nefastos de la historia del Ecuador por varias razo-
nes: en primer lugar, si bien durante los años de su gobierno la economía del país,
considerada globalmente, mejoró, la situación económica del pueblo empeoró sen-
siblemente, porque la mayor parte de esa riqueza fue a las manos del pequeño
grupo de financistas y exportadores que estaban detrás del gobierno. Mientras el
monto de las exportaciones casi se cuadruplicó (de 7.583.000 dólares en 1940 a
28.611.000 en 1944), “el índice de precios subió de 104, en 1940, a 207 en 1944,
es decir que el costo de la vida se duplicó en el mismo período, pero ciertamente
no se duplicaron los sueldos ni salarios. En segundo lugar, en el gobierno de
Arroyo se consolida el dominio del imperialismo norteamericano en el país.
En efecto, durante este período por las presiones de Estados Unidos y con su cola-
boración financiera el gobierno ecuatoriano expropia una compañía de aviación ale-
mana, rompe relaciones diplomáticas con las potencias del “eje” y otorga a los
Estados Unidos bases militares en Santa Elena y en las Islas Galápagos. El país reci-
be los primeros créditos norteamericanos; vienen misiones técnicas y se establecen
los servicios cooperativos de salud pública y agricultura, dentro de los programas del
Punto IV. Militares viajan a capacitarse en academias de guerra norteamericanas y sus
misiones asesoran al ejército nacional; la política monetaria del Ecuador cae bajo los
dictados del Fondo Monetario Internacional.79
Con esto “el redentor” mostró sus verdaderos colores. El no estaba por nin-
gún cambio radical que fuera en menoscabo de los intereses de la clase dominan-
te. Empezó a perseguir a los que disentían de él. La situación siguió de mal en peor.
En diciembre de ese año el pueblo de Guayaquil realizó “la marcha del hambre”,
la cual fue reprimida brutalmente por la policía. Finalmente, el 30 de marzo de
1946, Velasco Ibarra se proclamó dictador con el respaldo de su ministro de
Gobierno, Carlos Guevara Moreno y del coronel Carlos Mancheno. Con esto el
poder volvió a manos de las clases dominantes, especialmente de los terratenien-
tes que habían apoyado a Velasco Ibarra desde la década anterior.
Durante la primera mitad de la década del cuarenta –los años de la más san-
grienta guerra mundial– las misiones protestantes establecidas en el país siguieron
progresando lentamente pero con paso firme, a pesar de la renovada oposición de la
Iglesia Católica que hacía lo posible por detener el avance del protestantismo, no
solo en el Ecuador sino en América Latina, usando para ello el argumento de que el
trabajo de las misiones protestantes en este continente perjudicaban las buenas rela-
ciones entre los Estados Unidos y los países católicos de la América hispana.
Es el predicador argentino Jorge P. Howard quien nos ha dejado una obra
bien documentada referente a este episodio de las relaciones de las misiones pro-
testantes con la Iglesia Católica. Relata que cuando visitó los Estados Unidos a
mediados de 1942, encontró que se había desatado una campaña por parte de los
obispos católicos de ese país contra la obra evangélica en América Latina la cual
culminó con el manifiesto titulado “Victoria y Paz”, en el cual específicamente ase-
guraban que
los ciudadanos de esos países [latinoamericanos] están unidos a nosotros por los más
estrechos vínculos de la religión (…). Todo esfuerzo que se realice para quitarles la
religión católica o ridiculizarla, produce hondo resentimiento de parte de esos pueblos
como también de parte de los católicos americanos. Resultan ser esos esfuerzos un
factor de estorbo en nuestras relaciones internacionales.82
81. Gabriel Cevallos G., HistoriadelEcuador, p. 459, citado por Agustín Cueva, op.cit., p. 52.
82. Citado por Jorge P. Howard en ¿LibertadreligiosaenAméricaLatina?,Buenos Aires, Editorial
La Aurora, 1945, p. 11. Este documento contiene una serie de entrevistas que el autor hizo a pro-
minentes personalidades liberales de América Latina, las cuales invariablemente cuestionaron el
apoyo del gobierno norteamericano al intento de la Iglesia Católica de impedir la entrada de misio-
neros protestantes a América Latina. Esto, indudablemente, obligó al Departamento de Estado a
317
Esto tuvo eco en el gobierno del presidente Franklin D. Roosevelt, que desde
1933 había estado empeñado en “la política del buen vecino”, a tal punto que el
Departamento de Estado, empezó por un lado a poner dificultades en la concesión
de pasaportes a los misioneros protestantes y, por otro, enviaba únicamente a diplo-
máticos católicos a nuestros países. Igualmente muchos gobiernos latinoamerica-
nos, siempre dispuestos a seguir los dictados del imperio norteamericano, empeza-
ron a restringir la entrada y las actividades de los misioneros protestantes. Tal fue
el caso del gobierno de Arroyo del Río en el Ecuador, que al comienzo de su man-
dato puso obstáculos a la entrada de nuevos misioneros protestantes al país. La
Unión Misionera, en su informe de 1941, daba cuenta de que los esposos Ficke
habían tenido dificultad para conseguir la visa de residentes y varios de los otros
misioneros ya establecidos en el país “también estuvieron involucrados en dificul-
tades con el gobierno”. Igualmente la Alianza Cristiana y Misionera en su informe
de 1942 decía que “los intereses católico romanos en las Américas están buscando
impedir el envío de misioneros a los países suramericanos” pero, a pesar de todo,
a fines de ese año habían podido entrar al Ecuador cinco parejas nuevas.83
Al adoptar esta peculiar “política del buen vecino” evidentemente el gobier-
no norteamericano no había contado con la reacción de muchos liberales latinoa-
mericanos que empezaron a cuestionar su parcialización a favor de la Iglesia
Católica. Según ellos, resultaba en una verdadera violación de la libertad de con-
ciencia postulada en la Constitución de los Estados Unidos y de prácticamente
todos los países latinoamericanos. Algunos inclusive acusaron al gobierno del país
del norte de estar ayudando a la causa del fascismo en América Latina. Esto obli-
gó al Departamento de Estado a revisar su política respecto a las misiones protes-
tantes que trabajaban en el Continente.
A la luz de lo que acabamos de decir es comprensible el cambio de actitud de
los misioneros protestantes hacia Velasco Ibarra en 1944. En 1934, cuando era
claro que la derecha estaba detrás del mandatario, habían temido que si Velasco
seguía en la presidencia las misiones protestantes desaparecerían o por lo menos
tendrían serias dificultades; en 1944, en cambio, cuando los grupos de izquierda
habían estado entre los principales propulsores del cambio de gobierno y la procla-
mación de Velasco como nuevo Presidente, los misioneros daban gracias a Dios
por su espíritu liberal. Decía un informe:
revisar su política en este punto. Sobre el mismo tema ver también el capítulo XVIII “World War
II and the younger churches of Latin America”, en William K. Anderson, edit., ChristianWorld
Missión,Nashville, Commission on Ministerial Training, The Methodist Church, 1946.
83. TGM, vol. 50, No. 10, marzo, 1942, p. 2, y Alliancereportfor1942, junio 1-4, 1943, p. 33.
318
Evidentemente, Velasco Ibarra era un católico liberal que no creía que “la
política del buen vecino” debía atentar contra la libertad de conciencia del pueblo
ecuatoriano.
Durante esos años HCJB La Voz de los Andes siguió creciendo en personal
tanto nacional como extranjero, de tal manera que para 1945 trabajaban en la radio-
emisora alrededor de cien personas. Una fecha memorable fue el 25 de diciembre
de 1943, cuando se inauguró el edificio principal donde están ubicados los estudios
y otras instalaciones en el norte de la ciudad. Por otro lado, se mejoraron los equi-
pos, se perfeccionó el sistema de antenas –entre las que se destacaba la antena Quad
inventada por Clarence Moore, uno de los ingenieros de la emisora– se aumentó a
cinco el número de transmisores y se flexibilizó el sistema de los mismos para uti-
lizar algunos de ellos en varias bandas, según las necesidades. Igualmente, se
aumentó el número de idiomas en que se transmitían los programas.85
Hay pocos informes respecto al trabajo de la Misión Adventista durante esos
años. El primer templo de esta Misión fue construido en el año 1941 en Quito,
donde igualmente se estableció una escuela primaria. Esta Misión también empe-
zó a usar la radio con su programa semanal “La Voz de la Profecía”, transmitido
tanto en inglés como en castellano desde Quito; en 1944 se suspendieron las trans-
misiones en inglés y en su lugar se iniciaron las transmisiones en castellano en
Guayaquil. Durante la guerra con el Perú –1941-1942– la Iglesia Adventista más
grande y progresista, localizada en la provincia de El Oro, se vio en tal de todo,
para 1945 la Misión estaba trabajando en 9 de las 16 provincias en que estaba
entonces dividido el país, y tenía una membresía total de 201.86
En cuanto a la labor de los Hermanos Libres, lo único que sabemos es que
durante esos años el Dr. Wilfred Tidmarsh siguió cooperando con las otras misio-
nes establecidas en el país. Anualmente también visitaba a los indios colorados que
viven en las selvas tropicales de la costa, al occidente de Quito.87
Durante la primera mitad de la década del cuarenta, la Unión Misionera
Evangélica experimentó mayor progreso que en las décadas anteriores debido a
tres factores: el incremento del número de misioneros durante esos años, la llega-
da de un dinámico y experimentado director –Cornelio Klaassen, que había traba-
jado en Colombia por diez años– y la mayor y más decidida participación del ele-
mento nacional en el trabajo de evangelización.
En 1941 Carlos Olson y su esposa Mary se jubilaron después de 36 años de
sacrificada labor en el Oriente y fueron reemplazados por Miguel Ficke y su espo-
sa Ella.88 Con la convicción de que solamente “los jíbaros” podían ganar a “los
jíbaros”, en 1943 establecieron en Sucúa un internado evangélico que era, al decir
de la Sra. de Ficke, “una combinación de orfelinato, escuela bíblica y escuela pri-
maria” para los niños y jóvenes shuar. Los misioneros pensaban que “la única res-
puesta” a las dificultades que habían enfrentado en el pasado era “el evangelista
nativo”. Por medio de la escuela esperaban, después de unos años, poder contar
con algunos evangelistas nativos que al reintegrarse a sus comunidades llevaran
consigno el mensaje y se convirtieran en maestros permanentes entre sus herma-
nos de raza. Un año después la Sra. Ella de Ficke daba gracias a Dios por “los mila-
gros” que Dios había obrado a través del año escolar, ya que doce de los 24 niños
y jóvenes shuar se habían convertido y Dios había provisto lo necesario para su
sostenimiento y educación durante los meses transcurridos; más aún, el inspector
nacional de Educación había calificado a la escuela como la cuarta en todo el
Oriente, a pesar de que recién había sido fundada.89
1944 fue un año importante para el trabajo en esa zona del Oriente. A
comienzos del año se unieron a los Ficke en Sucúa Martín Torres y su esposa,
miembros de la iglesia de Guayaquil, con el objeto de ayudar en el trabajo; Ernesto
Johnson, que había trabajado en el Oriente por algunos años, inició una nueva obra
en Macuma, al nororiente de Sucúa;90 Miguel Ficke informaba que especialmente
los colonos blancos estaban respondiendo muy positivamente tanto en Macas
como en Sucúa –y muy especialmente en Huambi, al sur– donde prácticamente
todos los habitantes estaban “listos para un cambio”, a tal punto que “el sacerdote
que está a cargo de todo el trabajo en el Oriente declaró que “todo” Huambi se ha
hecho protestante, y tiene deseos de quemar su propio edificio”, y añadía que “die-
ciocho colonos blancos han aceptado al Señor en los últimos meses”.
Al concluir el año escolar se celebró en Sucúa la primera Conferencia Bíblica
y Evangelística para los indígenas del Oriente, evento en el cual colaboraron los
misioneros de la Alianza Cristiana y Misionera que estaban trabajando en
Chupientza. Tradujo los mensajes de los misioneros y predicó varias veces Tungui,
uno de los jóvenes shuar que más prometía y que había estudiado en el internado
de la Misión.
Más de cien personas escucharon la predicación del Evangelio y casi todas eran
jíbaros de pura sangre de las selvas de nuestro alrededor. Algunos caminaron todo un
día con el fin de asistir, muchos otros hicieron un viaje de medio día; mujeres cargan-
do a sus bebés a la espalda, hombres de fuerte aspecto, sus cuerpos morenos brillan-
do en el sol, con el cabello envuelto alrededor de la cabeza y sostenido con plumas.
Pero para nosotros el mayor milagro era que familias de enemigos mortales estaban
sentadas la una al lado de la otra, escuchando la Palabra. Confiamos en que algún día
desaparezca la enemistad de los diversos grupos de jíbaros de diferentes sectores, y
entonces las matanzas, la reducción de cabezas, las horribles danzas relacionadas con
todo eso serán cuestión del pasado. Solo Dios puede hacer esto, pero ¿no podemos
esperar tales resultados en los años venideros con la amistad que está surgiendo, espe-
cialmente entre los hijos de estos grupos, a través de tales conferencias?
Ojalá llegue pronto el día en que las misiones cristianas, no solo del Ecuador
sino del mundo entero, se den cuenta hasta qué punto son cómplices inconscientes
de los adoradores del oro, cuando no disciernen nítidamente lo que es el Evangelio
de Jesucristo de lo que es “la cultura occidental y cristiana” y su sistema económi-
co, político y social tan profundamente anticristiano.94
Por lo demás, el trabajo de la Unión Misionera hizo otros avances durante la
primera mitad de la década del cuarenta. Viendo la necesidad y gran oportunidad
de vender literatura cristiana, la Misión estableció en Guayaquil, en 1942, la libre-
ría El Faro. Ese mismo año, el 11 de julio, se inició la transmisión radial de un pro-
grama evangélico diario en la misma ciudad y luego cuatro más en otra emisora.95
En mayo de 1944 Ramón Cabrera, un predicador cubano que había reemplazado al
Dr. Manuel Garrido Aldama en La Voz de los Andes, realizó una campaña evange-
lística en el templo de la Unión Misionera de Guayaquil que había sido ampliado
poco antes. Como resultado de este esfuerzo, hicieron profesión de fe 148 perso-
nas, las cuales posteriormente elevaron la membresía de la Iglesia. Sin embargo,
teniendo en cuenta la política de la Misión de no bautizar sino después de que los
profesantes arreglaran todos sus problema morales, etc., quizás un año después la
Iglesia de la Unión en Guayaquil tenía alrededor de 100 miembros.96
Por los mismos años se empieza también a notar un nuevo impulso de los cre-
yentes ecuatorianos que ya no se contentan con seguir las directivas de los misio-
neros extranjeros, sino que toman la iniciativa y hacen sugerencias que los misio-
neros acogen prontamente. Una de las tareas en que participaban algunos de los
se hizo mucho esfuerzo para educar a los niños y jóvenes tanto en las cinco escue-
las que tenía la Misión en los centros misioneros entre la población indígena de
Sierra y Oriente, como por medio de escuelas vacacionales –algo que ya se había
venido haciendo por años– y la escuela dominical en las iglesias de la Costa y la
Sierra; en 1941 se realizó el primer campamento de señoritas y en 1945 los prime-
ros tres congresos de jóvenes, que igualmente tenían elementos educativos;101 en
fin, durante esos cinco años hubo una intensa actividad de capacitación “de las
bases” de las iglesias lo mismo que de los pastores y líderes nacionales que com-
partían el trabajo con los misioneros extranjeros.
Este esfuerzo educativo culminó en 1945 con la compra de la hacienda “Los
Cerros”, cerca de Montecristi, Manabí, la provincia de donde provenía la mayoría
de los estudiantes que habían pasado por el Instituto Bíblico de Guayaquil. La idea
era crear una escuela agrícola, donde jóvenes campesinos que deseaban entrar al
trabajo de la Iglesia, pero no habían terminado la escuela primaria, pudieran hacer-
lo y a la vez producir los alimentos necesarios para su sostenimiento. El problema
era que los jóvenes que no habían terminado la escuela primaria y entraban al
Instituto Bíblico de Guayaquil retrasaban el progreso de los que ya tenían esa pre-
paración académica previa. Ahora en la escuela agrícola esos jóvenes podrían reci-
bir educación primaria a la vez que algunos cursos bíblicos a su nivel, para luego
pasar al Instituto Bíblico de Guayaquil con el fin de adquirir la preparación bíbli-
ca necesaria para el desempeño del trabajo en las iglesias a las que iban a servir.
Había, además, la ventaja de que los jóvenes campesinos podrían aprender mejo-
res métodos agrícolas y a la vez producir los alimentos necesarios para su sosteni-
miento, lo cual indudablemente facilitaría la preparación de muchos que deseaban
estudiar, pero que no contaban con los medios económicos necesarios.102
Cuando se comprende la situación a la que los indígenas del Alto Napo habí-
an sido reducidos por los colonos y comerciantes residentes en la zona, uno empie-
za a darse cuenta de algunos de los aspectos más positivos del trabajo educativo
que la Alianza Cristiana y Misionera realizaba en Dos Ríos (Tena), y lo que esto
significaba para la liberación de los indígenas. Para la primera mitad de la década
del cuarenta, muchos de los indígenas habían sido reducidos a una virtual condi-
ción de esclavitud por parte de los blancos, quienes habían introducido los mismos
métodos de explotación de los indígenas de la Sierra a la explotación de los indí-
genas del Oriente: el mantenerlos endeudados como un medio para forzarlos a tra-
bajar en beneficio de los blancos. Los indígenas tenían que hacer una de dos cosas:
internarse en la selva para lavar oro en los ríos y extraer caucho o pita, que entre-
gaban a los comerciantes para pagar las deudas, o someterse a una permanente ser-
vidumbre en las chacras de los colonos, igualmente para pagar supuestas deudas de
sus padres o de ellos mismos. Este último era el caso especialmente de las mujeres
indígenas, las más atadas al trabajo agrícola en su propia sociedad.
Pues bien, poco a poco la escuela de la Alianza en Dos Ríos se convirtió en
un medio de liberación de los indígenas que estudiaban allí para ofensa de los blan-
cos que los explotaban sin misericordia. Primero, porque los misioneros evangéli-
cos muchas veces pagaban las supuestas deudas de los indígenas para que ellos
mismos o sus hijos pudieran estar libres para estudiar y, segundo, porque la educa-
ción misma se convertía en un medio de liberación para los indígenas que se bene-
ficiaban de ella. Naturalmente, los indígenas beneficiados eran pocos en compara-
ción con la mayoría de la población, de manera que la acción de la Misión no afec-
taba el problema político y social global. Se podrían hacer muchas observaciones
respecto a cómo esa educación integraba a los indígenas a “la cultura nacional”;
sin embargo, no dejaba de tener efectos positivos innegables.
Uno de los cristianos más activos en los esfuerzos en favor de los indígenas y
de la comunidad en general era un maestro de la escuela evangélica de nombre
Aldelmo Rodríguez. En un interesante artículo respecto a la organización parcial de
la Iglesia de Dos Ríos, en 1941 –y el progreso de la escuela donde estaban educán-
dose 48 jóvenes indígenas– el misionero O. K. M. Cedar destaca la incansable labor
de este dinámico maestro y “su inquebrantable posición a favor de la justicia”.
El Sr. Rodríguez –dice– ha sido incansable en sus labores. Es un gozo ver cómo se
ha desarrollado y ha sido establecido en el Señor. En oposición a sus deseos, este año
fue elegido por abrumadora mayoría miembro del Concejo Municipal de Tena y, según
la ley, él no podía rehusar el cargo. Se convirtió en el Vicepresidente [del Concejo], y
la mayor parte del tiempo cumple los deberes de Presidente. Durante estos difíciles
días de pánico debido a la invasión [del ejército del Perú] él ha sido la persona de cabe-
za serena que ha tranquilizado al pueblo. En todas partes se le conoce como un cristia-
no evangélico y es muy respetado por su inquebrantable posición en favor de la justi-
cia. Ha querido renunciar, pero aun los católicos más convencidos le han rogado que
siga en el cargo. Tiene el corazón en la evangelización de los indígenas, y espera que
se le releve de sus responsabilidades en el Concejo el año próximo.103
Admirada de su caballerosidad y bondad hacia los pobres Colonos, que aún con
grandes sacrificios y amarguras, nos hemos establecido en estos lugares (…) para en
pago de nuestros desvelos ser víctimas de gratuitos enemigos. Voy a contarle lo que
me ha sucedido, Ud. es racional y hablará con el hipócrita del Señor Rodríguez; esta
maldita Misión desde que vinieron, no han dejado de quitarme familias enteras y ni
pagan sus deudas nunca, de todos los que me han quitado (…) hoy por último me ha
quitado longo por longo, en pretexto de escuela, ha completado cinco. Eso no me
importa tanto sino el último hecho; se me va (…) un muchacho criado por mí desde
chico, bien castellano y hábil. En seguida que supe le escribí a este Señor suplicándo-
le como si fuera de él que me lo mande, que me hace falta, que lo necesito, que se
desmoraliza mi servidumbre, que se irán lo demás que me quedaré sin haber quien me
sirba, en tantas obligaciones; me contesta engañándome y después de un discurso de
libertad y tantas tonteras, me ofrece mandarle el sábado pasado; manda todos los lon-
gos y se contiene el muchacho advirtiéndole que no venga, (…) que vayan [a la escue-
la] indias o longos, que a todos recibirá y que nadie irá a sacarlos. Considere Sr.
Garcés como estaré, con el desorden en el personal, con la amenaza de los sirbientes,
que ahora no se puede ni mandarles, ni hacer oír la voz de uno, con los consejos y lla-
madas de este hombre malo (…) ahora temo que (…) indias casadas boten sus mari-
dos y vayan a la escuela (…).104
Era evidente que Aldelmo Rodríguez no esperaba pasivamente a que los indí-
genas salieran de su situación y fueran a la escuela, sino que activamente luchaba
por liberarlos de las garras de los que los explotaban y esclavizaban. Es interesan-
te también notar la labor de liberación de la mujer indígena a través de la educa-
ción y los temores que eso infundía en la clase dominante del lugar. No es de sor-
prenderse que la Iglesia en Dos Ríos progresara mucho más rápidamente que las
otras que existían entre los indígenas tanto de la Sierra como el Oriente: evidente-
mente se hacía una labor más integral y bíblica de no solamente “salvar el alma”
de los indígenas, sino también de liberarlos de injusta servidumbre a que estaban
sometidos.
Por lo demás, la Alianza Cristiana y Misionera continuó su labor de abrir
nuevos campos de trabajo y fortalecer a las iglesias que ya existían. En 1942 la
Srta. Ethel Fetterly pasó seis meses evangelizando en la ciudad y provincia de
Loja, donde encontró muy buena acogida; al año siguiente un estudiante del
Instituto Bíblico, Pablo Bravo, continuó el trabajo durante algunos meses.105 Dos
iglesias que se destacaban estaban en los extremos sur y norte del país. En el infor-
me de 1940 se decía que “el trabajo en la provincia de El Oro es la más autóctona
de todas las que tenemos” y se informaba que se había realizado allí una de las
asambleas regionales en la propiedad de uno de los creyentes, a la cual habían asis-
104. Blanca Muratorio, op.cit., p. 214. Se han mantenido tanto la ortografía como la puntuación ori-
ginales.
105. TheAllianceweekly, agosto 28, 1943, p. 553.
327
da que va de fines del cuarenta a fines del cincuenta de este siglo, en cambio, el
Ecuador entra definitivamente en el proceso de las formas capitalistas de produc-
ción, como resultado del acelerado incremento de las exportaciones de banano, el
inicio de una mayor industrialización y la descomposición del sistema político tra-
dicional.
En esta profundización de la “modernización” hubo –y todavía hay– una
marcada influencia –y a veces injerencia– del imperio norteamericano. De 1948 a
1952 gobernó al Ecuador el hijo del general Leonidas Plaza, Galo Plaza Lasso,
nacido y educado en los Estados Unidos. Si se lo juzga desde la perspectiva libe-
ral-capitalista, Galo Plaza fue sin duda uno de los presidentes más hábiles que ha
tenido el país. Él sentó las bases del modelo de crecimiento que seguiría el Ecuador
en las siguientes décadas al adoptar las sugerencias y directivas de varias entida-
des comerciales y financieras norteamericanas.
La primera de éstas, consultada por Galo Plaza en cuando subió al poder, fue
la United Fruit Company, que tenía varias plantaciones de banano en el Ecuador y
que estaba interesada en incrementar la producción de la fruta en este país debido,
a los problemas que estaban atravesando sus plantaciones en América Central por
causa de las pestes y los huracanes. La United Fruit Company estaba interesada no
solo en producir ella misma la fruta en el Ecuador, sino especialmente en la comer-
cialización de la producción de medianos y pequeños productores a quienes podría
comprar la fruta a precios ínfimos.1 Como resultado de esa consulta, el gobierno
de Plaza asignó quince millones de sucres, entre 1948 y 1950, para fomentar la pro-
ducción del banano e implementó una serie de medidas administrativas y de otra
índole que convirtieron al Ecuador en el mayor exportador de banano del mundo
en la década de 1950.2 Este auge bananero, junto con una próspera producción y
comercialización del cacao y del café, trajo una década de prosperidad económica
1. En 1954 la United Fruit Company jugaría un papel protagónico en “la revolución” armada por
Estados Unidos para derrocar al gobierno nacionalista de Jacobo Arbenz en Guatemala, porque
éste trató de implementar una reforma agraria que afectaría los intereses de la empresas fruteras.
Como resultado de esta “revolución democrática”, entre 1954 y 1984 desaparecieron alrededor de
38.000 personas por obra de las fuerzas represivas del gobierno y fueron asesinadas por razones
políticas alrededor de 100.0000, tanto por las fuerzas del gobierno como por las bandas paramili-
tares auspiciadas por él mismo. Los más afectados han sido los indígenas y “aunque el ritmo de
secuestros y asesinatos políticos ha bajado en los últimos años, la situación persiste, como lo seña-
la Amnistía Internacional”. Diario Hoy, Quito, marzo 5 de 1985.
2. Respecto al período bananero, ver Fernando Velasco, Ecuador: subdesarrollo y dependencia,
Quito, Editorial El Conejo, 1981, pp. 189-202; José Moncada, La economía ecuatoriana en el
sigloXX, Quito, Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Central del Ecuador,
1980, pp. 40-48; Alejandro Moreano, “Capitalismo y lucha de clases en la primera mitad del siglo
XX”, en Ecuador: pasado y presente, Quito, Instituto de Investigaciones Económicas de la
Universidad Central, 1975, pp. 213-224, y Alberto Acosta, “Rasgos dominantes del crecimiento
ecuatoriano en las últimas décadas”, en Ecuador: El mito del desarrollo, Quito, Editorial El
Conejo, 1982, pp. 28-32.
331
3. Luis Alberto Carbo, Historia monetaria y cambiaria del Ecuador, Quito, Banco Central del
Ecuador, 1978, pp. 330-334.
4. Julio Correa Paredes, LaeconomíadelaRepública,1830-1980, Quito, Ministerio de Relaciones
Exteriores, 1982, p. 54.
332
do” poco a poco al país y creando las condiciones en que esta versión del cristia-
nismo podía prosperar.
Este período de prosperidad económica, sin embargo, no duró mucho. Para
fines de la década del cincuenta las plantaciones de la United Fruit y otras transna-
cionales del banano en América Central empezaron a recuperarse de las pestes y
los desastres naturales. Como los mercados de Estados Unidos y Europa son
mucho más accesibles y el costo del transporte más barato desde América Central
que desde el Ecuador, las empresas frutícolas extranjeras empezaron a dejar de
comercializar con el producto ecuatoriano; los medianos y pequeños productores
nacionales se arruinaron, sobreviviendo solamente los productores más grandes
asociados con las empresas extranjeras, que contaban con grandes capitales. Miles
de personas se quedaron sin empleo. Volvió la agitación social y se profundizó la
pobreza.
A fines de la década del 50, los conflictos sociales están a la orden del día; un gran
malestar se siente en la población que ve extinguirse las luces de la bonanza, sin que
la democracia representativa haya logrado cambios importantes en la estructura socio-
económica del país (…). El 2 y 3 de junio [de 1959], en las ciudades de Portoviejo y
Guayaquil, el presidente Camilo Ponce Enríquez ordena a las fuerzas armadas que
disparen contra la población descontenta. Decenas de muertos y heridos. Como en
otras ocasiones, se justifica la matanza diciendo que “se ha salvado a la sociedad de
los extremistas, los hampones y las prostitutas”.5
5. Dalton Burgos, Historia de las luchas populares, fascículo 5, “De la Constituyente de 1945 a
nuestros días”, Quito, CEDIS, 1980, p. 10.
6. Ver Andrés Guerrero, Haciendas, capital y lucha de clases andina, Quito, Editorial El Conejo,
1983.
333
meses y fue reemplazado por una junta Militar en julio de 1963. En la caída de
ambos tuvieron mucho que ver las habilidosas maniobras de la Agencia Central de
Inteligencia de los Estados Unidos (CIA), respaldada –en algunos casos conscien-
te y en otros casos inconscientemente– por las fuerzas de derecha, la jerarquía cató-
lica y dos o tres evangélicos, como consta en la obra del ex agente Philip Agee,
InsidetheCompany:CIAdiary.7 La razón era que ambos mandatarios se resistie-
ron a obedecer mansamente la orden de romper relaciones con Cuba, cuya revolu-
ción había asumido el poder el 1 de enero de 1959.
La lucha anticomunista y
las nuevas misiones
Uno de los rasgos sobresalientes del esfuerzo misionero, tanto católico como
protestante, de este período de la posguerra es el incremento de sus actividades en
América Latina. A pesar de que éste es un continente casi totalmente católico, esta
confesión cristiana ha necesitado el aporte de misioneros de Europa desde su esta-
blecimiento; más aún en las últimas décadas. Casi todo ese aporte provenía de paí-
ses europeos tradicionalmente católicos: España, Italia, Francia, Bélgica y en algu-
na medida Alemania y muy poco de los Estados Unidos.
Antes de la Segunda Guerra Mundial unos pocos misioneros católicos norte-
americanos estaban trabajando en América Central, Perú, Brasil y Paraguay.
Durante la guerra vinieron más a esos y otros países latinoamericanos. Sin embar-
go, fue solamente después de concluido el conflicto armado –en la década del cin-
cuenta– cuando la Iglesia Católica de Estados Unidos empezó a enviar misioneros
en número creciente a América Latina, motivada por un nuevo interés del Vaticano
en la situación de la Iglesia Católica en este continente y el deseo de “detener” el
avance del comunismo internacional”. Según el periodista católico norteamerica-
no Gerarld M. Costello, este nuevo interés del Vaticano
era hasta cierto punto estrecho de miras; los misioneros protestantes –protestantes
evangélicos, para colmo– estaban avanzando considerablemente; el comunismo pare-
cía estar a punto de dar grandes pasos. Pero también había motivos más elevados. El
papa Pío estaba perturbado por el desequilibrio entre [el número de] sacerdotes y la
población de América Latina y por la incapacidad de la iglesia de ser una fuerza efec-
tiva entre las masas.8
Este nuevo interés del Vaticano llevó a la formación, en 1955, del Consejo
Episcopal Latinoamericano (CELAM). Uno de los resultados de su primera reu-
7. Philip Agee, Insidethecompany, CIAdiary,Harmondsworth, Penguin Books, Ltd., 1975. Hay ver-
sión castellana.
8. Gerald M. Costello, MissiontoLatinAmerica, New York, Orbis Books, 1979, p. 33.
334
nión, celebrada en Río de Janeiro, fue el que “los obispos mismos vieron la nece-
sidad de invitar a clérigos de otros países con el fin de revitalizar la vida religiosa
latinoamericana”.9
Algunos obispos católicos norteamericanos respondieron enviando misione-
ros de su país en número creciente. Más aún cuando el papa Pío XII señaló al
Segundo Congreso Mundial del Apostolado Laico, en octubre de 1957, cuáles eran
“los enemigos y peligros” que amenazaban al catolicismo latinoamericano:
Tengo la impresión de que mucho de esto era político –una reacción a Castro, un
deseo de alejar el comunismo del resto de América Latina. Muchas personas en
América Latina piensan que en lugar de hacer una contribución, fuimos la causa de
muchos de los problemas que ellos tienen ahora exactamente en la misma forma en
que fuimos la causa de problemas en Vietnam al tratar de ayudar allí.12
9. Ibíd., p. 35.
10. Ibíd., p. 275. Era eco de lo que había dicho la primera conferencia del CELAM en Río de Janeiro:
ver CELAM:elementosparasuhistoria,Bogotá, CELAM, 1982, pp. 67-73.
11. Ver Isidoro Alonso y Gines Garrido, La Iglesia en América Central y el Caribe, Friburgo y
Bogotá, FERES, 1962, donde se señala el número de sacerdotes norteamericanos en esa región.
12. Gerald M. Costelo, op.cit., p. 50.
13. Ibíd., p. 230.
335
mericano en su búsqueda de una vida más digna y justa; a veces han padecido el
martirio, como se ha visto en América Central en los últimos años.
Mucho de lo que acabamos de decir de las misiones católicas norteamerica-
nas tiene paralelo con las misioneros protestantes que vinieron a América Latina
después de la Segunda Guerra Mundial.
En 1949 triunfó la revolución comunista en China. En ese momento había
alrededor de 4.000 misioneros cristianos en ese país. Con la toma del poder por el
gobierno comunista, casi la totalidad de ellos tuvo que salir.14 Esos misioneros des-
plazados se dirigieron a otros países del mundo, muchos de ellos a América Latina.
Esto tuvo algo que ver con la venida de 23 nuevas misiones y organizaciones pro-
testantes –casi todas ellas de los Estados Unidos– que llegaron al Ecuador en el
período que nos ocupa y que fortalecieron la labor de las que ya se habían estable-
cido anteriormente. Al igual que los misioneros católicos norteamericanos que
vinieron a América latina en ese período, los misioneros protestantes también vení-
an a luchar contra “el comunismo internacional”. Un misionero que trabajo en el
Ecuador por algunos años relataba cómo fueron asesinados en China tres miem-
bros de su misión el 7 de enero de 1948 y luego escribía en 1965:
Fue concebida como una fraternidad más bien que como una unión organizada. 1.
habría acuerdo en cuanto a las verdades básicas de las Escrituras, 2. no tendría auto-
ridad eclesiástica o legislativa, 3. habría aprecio mutuo de la organización interna de
todas las misiones y no interferencia en las mismas, 4. igual representación en el
comité ejecutivo de todas las misiones cooperantes sin importar su tamaño, y 5. coo-
peración voluntaria por parte de todas ellas en cualquier proyecto común.17
En los años que siguieron esta entidad impulsó muchos esfuerzos comunes,
en los que cooperaron todas las misiones miembros: campamentos vacacionales de
16. Ibíd., p. 87. Ver Rolland and Josephine Flory, “An ecuadorian Church”, en la revista Gaspelmes-
senger, Elgin, junio, 2, 1956, órgano de la Iglesia de los Hermanos; entrevista personal con el pas-
tor Isidoro Guerra, marzo de 1988. Es significativo que en los informes anuales de la Unión
Misionera Evangélica no se mencionara la creación de la Asociación de Iglesias Evangélicas ni la
separación posterior de las iglesias de las otras misiones. Apenas se la menciona de pasada unas
dos o tres veces durante esos años. Evidentemente la Asociación no tenía mayor importancia en el
concepto de la Misión.
17. Charles J. Duey, op.cit., pp. 96, 97.
338
Siete de estas misiones vinieron con el propósito de trabajar entre los indíge-
nas o con el fin de ayudar a las misiones que ya estaban trabajando entre estos habi-
tantes del Ecuador: la Iglesia de los Hermanos y la Misión Unida Andina Indígena
se dedicaron a trabajar entre los indígenas de Pichincha; la Misión Evangélica
339
Llano Grande, cerca de Quito. La Iglesia de los Hermanos informaba que para
1960 tenía 62 miembros en una sola iglesia,21 lo que significa que esa sola congre-
gación abarcaba en esa fecha la mayoría de los quichuas protestantes de la Sierra
ecuatoriana.
El trabajo en el Oriente fue más fructífero. En 1960 las iglesias quichuas de
Dos Ríos (Tena) y sus alrededores, donde estaban trabajando la Alianza Cristiana
y Misionera y los Hermanos Libres, tenían un total de 208 miembros y en el sur
–en Sucúa y Macuma– había 68 shuar bautizados.22 Pero el verdadero crecimien-
to numérico de todos estos grupos vendría en el período siguiente.
Tres eventos ocurridos durante este período tendrían gran importancia para el
crecimiento del protestantismo entre los indígenas del Ecuador: 1. la publicación
de Chimborazo del Nuevo Testamento en quichua en 1954 (traducción terminada
por la Sra. Julia Anderson de Woodward en 1949); 2. la inauguración de la radio-
emisora HCUE-5 La Voz de la Laguna de Colta, en la provincia de Chimborazo,
en 1961, y 3. la inauguración de la emisora HCGM-7 Radio Amazonas, en
Macuma, el Día del Oriente de 1962.23 El valor psicológico y cultural de estos ins-
trumentos en los idiomas indígenas tendrían un valor incalculable en el período
siguiente.
21. Comparative national growth statistics, 1956-1960, Elgin, Brethren Historical Library &
Archives.
22. Wayne C. Weld, An ecuadorian impass, Chicago, Department of World Missions, Evangelical
Covenant Church of America, 1968, p. 41.
23. TGM, vol. 68, No. 8, febrero, 1960, p. 9; vol. 70, No. 10, p. 7, y vol. 10, No. 12, p. 5.
24. ChristianandMissionaryAllianceannualreportfor1946,mayo 9-14, 1947, p. 52; Christianand
MissionaryAllianceannualreportfor1947, mayo 12-17, 1948, p. 85; y ChristianandMissionary
Allianceannualreportfor1958,mayo 13-18, 1959, pp. 111, 112, y TGM, vol. 59, No. 10, marzo,
1951, p. 7.
341
25. Wilfred Scopes, edit., The christian ministry in LatinAmerica and the Caribbean, New York,
Commissión on World Mission and Evangelism of the World Council of Churches, 1962, pp. 77,
78.
26. Las cifras no son seguras. Según Clyde W. Taylor y Wade T. Coggins, edits., Protestantmissions
inLatinAmerica,Washington D. C., Evangelical Foreign Missions Association, 1961, p. 134, en
1961 había 4.341 miembros bautizados, 78 iglesias, 97 grupos no organizados, 170 escuelas domi-
nicales, 324 misioneros extranjeros, 232 pastores y obreros nacionales, y una comunidad de
10.919 personas. En cambio, según H. Wakelin Coxill y Kenneth Grubb, edits.,Worldchristian
handbook, Londres, World Dominion Press, 1962, p. 136, por las mismas fechas había 4.087
miembros, 186 lugares de adoración, 165 misioneros, 135 pastores y obreros nacionales y una
comunidad de 11.499 personas.
342
PERÍODO DE EXPANSIóN
(1962 HASTA EL PRESENTE)
A tono con los rápidos y radicales cambios de las últimas décadas, éste es el
período en que el movimiento protestante ha experimentado una expansión y trans-
formación mayores.
La explosión pentecostal
Yo fui llamado al ministerio (…) en una campaña evangelística en que estuvo aquí
el hermano Roberto Espinoza. Esa fue una época de mucho fervor espiritual cuando
ni siquiera sabíamos que había que ser preparados para ser pastores; solamente sabí-
amos que había que predicar la Palabra y comenzamos predicando por todas partes;
en los parques y en las calles (…) dondequiera que se nos permitía predicar la Palabra
del Señor, con un hambre y sed propias del “primer amor”. Yo empecé a leer la
Palabra de Dios con mucho entusiasmo, con mucho interés; y lo que conseguí con eso
fue que me sintiera más responsable, sintiera un desafío más fuerte de realizar la obra
de Dios. Eso hizo que tuviera que lanzarme con todo lo que podía y tenía a trabajar
especialmente en la obra misionera, porque eso de “ir y predicar el evangelio a toda
criatura” fermentó en mi corazón (…). Me sentí muy comprometido con la obra de
Dios.
Comencé como pastor, prácticamente a los nueve meses de haberme convertido,
en la Iglesia del Evangelio Cuadrangular que se encuentra en Guerrero Valenzuela y
Camilo Destruge. En ese lugar adquirimos un solar y comenzamos allí un trabajo de
campañas en una carpa (…). Dios nos bendijo en nuestro trabajo [después de unos
meses bautizaban aproximadamente 30 personas al mes]. Allí permanecí más o menos
un año… Luego pasé a Quito para trabajar en la iglesia y allí tuve el gusto de cono-
certe, donde logré algunos recaudos muy importantes para mi desarrollo espiritual
contigo, con tus enseñanzas (…).29
Aquí vemos una de las razones principales del crecimiento del protestantis-
mo en el país en los últimos años y es algo que se debe tomar en cuenta si se desea
entender a este movimiento: uno de los principales secretos del crecimiento de los
grupos protestantes está en la participación del laico. Esto no quiere decir que no
haya clericalismo en este movimiento; desafortunadamente, ese mal existe espe-
cialmente en algunas de las denominaciones más antiguas. Parte de la esencia del
protestantismo es lo que Lutero llamaba “el sacerdocio de todos los creyentes”:
todo cristiano, por el hecho de ser cristiano, es un “sacerdote”, es decir, una perso-
na dedicada al servicio de Dios en el mundo y en la Iglesia y para ello no necesita
tener una preparación especial ni pertenecer a una casta especial dentro de la
Iglesia. Indudablemente esto tiene sus peligros pero quizás no sean tan grandes
como los peligros del clericalismo. En esto tenemos que agradecer a los hermanos
pentecostales, porque en su práctica rescatan un principio de la Reforma
Protestante y más aún, un principio bíblico, como lo vemos en la práctica del após-
tol Pablo, que no esperaba a que los líderes de las nuevas iglesias fundadas por él
pasaran por un período de estudios teológicos para que empezaran a hacer la tarea
(ver Hechos capítulos 13 y 14, notando especialmente 14.21.23).
En general, las demás denominaciones pentecostales se caracterizan por la
participación del laico y están entre los grupos protestantes que más crecen en el
Ecuador.
Anticomunismo y crecimiento de
las iglesias indígenas
Algo parecido ha sucedido entre los indígenas. Pero para entender algunas de
las razones del crecimiento de las iglesias protestantes en este sector de la pobla-
ción del Ecuador es necesario ver algo del contexto económico, social y político en
que se dieron los hechos.
Ya nos hemos referido a la caída del presidente Carlos Julio Arosemena y la
toma del poder por la Junta Militar en 1963. Esto ocurrió como resultado de una
campaña anticomunista inspirada y financiada por los servicios de inteligencia de
los Estados Unidos en reacción al triunfo de la revolución castrista en Cuba en
1959.
31. Ver Osvaldo Hurtado, El poder político en el Ecuador, Quito, Centro de Publicaciones de la
Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 1977, pp. 169-210.
32. Además de Andrés Guerrero, op.cit., hay otros estudios sobre estos temas: ver Osvaldo Barsky,
La reforma agraria ecuatoriana, Quito, Corporación Editora Nacional, 1984; varios, Ecuador;
cambios en el agro serrano, Quito, FLACSO-CEPLAES, 1980; Cristian Sepúlveda, edit.,
Estructurasagrariasyreproduccióncampesina, Quito, ILE-PUCE, 1982; M. Cristina Farga H. y
José Almeida V., Campesinos y haciendas de la Sierra norte, Otavalo, Instituto Otavaleño de
Antropología, 1981.
33. Ver “Migraciones y migrantes”, en la revista Ecuadordebate, No. 8, abril de 1985; y CONADE-
UNFPA, Poblaciónycambiossociales, Quito, Corporación Editora Nacional, 1987.
34. Ver Osvaldo Hurtado y Joachim Herudek, LaorganizaciónpopularenelEcuador, Quito, INE-
DES, 1974; Isabel Robalino Bolle, ElsindicalismoenelEcuador,Quito, INEDES-INEFOS, s.f.,
346
Todo esto ciertamente es muy discutible; sin embargo, es verdad que por pri-
mera vez los indígenas estuvieron en posición de hacer elecciones libres. Muchos
de ellos entonces empezaron a responder en número creciente al mensaje de las
misiones protestantes.
Otro factor también muy importante en el crecimiento del protestantismo
entre los indígenas fue la nueva actitud de la Iglesia Católica a raíz del Concilio
Vaticano II, realizado de 1962 a 1965. Henry Klassen, que ha trabajado en la pro-
vincia de Chimborazo desde 1953, señala la coincidencia en el tiempo del Concilio
Vaticano, la reforma agraria y el temor al comunismo, y comenta:
Oswaldo Albornoz Peralta, Historia del movimiento obrero ecuatoriano, Quito, Editorial
Letranueva, 1983; Alicia Ibarra, “El proceso organizativo de la población campesina indígena”, en
LosindígenasyelEstadoenelEcuador, Quito, Ediciones Abya-Yala, 1987, pp. 83 y ss.; Dalton
Burgos, Lasluchascampesinas, Quito, Centro de Educación Popular, 1984, y del mismo autor,
Historia de las luchas populares, fascículo 5, “De la Constituyente de 1945 a nuestros días”,
Quito, CEDIS, 1985.
35. “Logros sociales de la reforma agraria”, diario Hoy, julio 18 de 1984.
36. Henry Klassen, “An accurate picture of the quichua Church of the Chimborazo province of
Ecuador”, Pasadena, monografía inédita presentada en la School of Mission and Church Growth,
Fuller Theological Seminary, 1976.
347
Algunos de los católicos, inclusive algunos de los curas de ese sector [de
Chimborazo], me dijeron: “¿por qué no podemos unirnos? ¿Por qué no podemos
andar juntos en contra del comunismo?” Yo les contesté: “No podemos tener uniones
que no podemos decir que son de veras de corazón”. La Iglesia Católica dejó de opo-
nerse físicamente, porque tenían preocupación del comunismo (…). Al principio hubo
mucha oposición religiosa; pero cuando entró más el comunismo, entonces hubo
menos oposición católica.37
Pero, nuevamente, otro factor que contribuyó para que, en la última parte de
la década del sesenta, el protestantismo empezara a desarrollase entre los indíge-
nas quichuas de la Sierra en una forma asombrosa, fue la participación del laico
indígena. En 1976 Henry Klassen escribía respecto al trabajo en la provincia de
Chimborazo:
Las iglesias son dirigidas por líderes laicos que asisten a los cursos cortos y con-
centrados que se celebran por lo menos cuatro veces al año. Los cursos son adapta-
dos a los líderes laicos y son mayormente los pastores nacionales que tienen la super-
visión del trabajo los que enseñan en los mismos (…).
Habiendo sido fundada la iglesia en un país de orientación católica, muchos de los
lideres tenían dificultad para aceptar la responsabilidad de ser líderes laicos y no dic-
tadores como los sacerdotes parroquiales habían sido tanto en asuntos religiosos como
seculares. Eran de la opinión de que para ser líder de la iglesia una persona debía tener
mucha más educación que la que un indígena jamás podía obtener (…). Damos gra-
cias al Señor porque la mayor parte del trabajo fue iniciada sobre una base autóctona
(…). Ahora, en lo que tiene que ver con la organización, está completamente en
manos de los indígenas (…). Ahora nos alegramos de habernos retirado y haberles
permitido asumir las responsabilidades cuando lo hicimos porque tenemos buenas
relaciones con la mayor parte de los creyentes. Ellos se acercan a nosotros en busca
de consejo y asesoramiento y la mayor parte de las veces nos piden que los acompa-
ñemos en las sesiones más difíciles y en las discusiones donde se hacen las decisio-
nes. Nos piden que prediquemos o enseñemos cuando tenemos tiempo. La Asociación
de Padres y Maestros ha tomado la responsabilidad de la educación de los niños que
nosotros los misioneros habíamos dirigido anteriormente (…). Nosotros no pastorea-
mos ninguna de las iglesias y solamente ayudamos cuando los pastores nacionales no
pueden asumir todas las responsabilidades. Ellos están a cargo tanto de los cursos de
preparación de líderes como de los de música. Hace más o menos diez años pudimos
ayudarles a fundar una organización oficial, reconocida legalmente por el gobierno [la
Asociación Indígena Evangélica de Chimborazo]…. Es en el nombre de esta
Asociación que ellos pueden legalizar los títulos de propiedad de sus tierras y tem-
plos, los cuales pertenecen autónomamente a las iglesias.
Precisamente el año pasado pudimos entregar a la Asociación la radio emisora
local 5-V.A. Ellos mantienen, operan, financian y realizan la programación de esta
estación con locutores indígenas, diezmos y ofrendas de las iglesias, etc. Todavía no
hay graduados de seminario entre los indígenas, pero ahora hay aproximadamente
ochocientos estudiantes de educación teológica por extensión, la mayoría de ellos
estudiando muy responsablemente. También estamos en el proceso de entregarles este
programa.38
38. Henry Klassen, op.cit. El siguiente dato también fue proporcionado por el Sr. Klassen.
349
39. Ver Norman Goodall, Elmovimientoecuménico, Buenos Aires, Editorial La Aurora, 1970, y Ans
J. van der Bent, ¿QuéesyquéhaceelConsejoMundialdeIglesias?, Ginebra, Consejo Mundial
de Iglesias, 1980.
40. Carta encontrada entre algunos papeles de la Inter-Mission Fellowship, que ahora se hallan en mi
archivo personal.
350
Evidentemente ninguna de las dos misiones se daba cuenta de que las tensio-
nes internas que estaban enfrentando no se debían al “movimiento ecuménico”,
sino a las relaciones de poder que se habían establecido a través de los años en su
propio seno. Por otro lado, es claro que algo que ha caracterizado a las misiones
fundamentalistas que trabajan en el Ecuador es el temor ciego e irracional al movi-
miento ecuménico y la desubicación respecto a la situación local. La tendencia es
buscar “chivos expiatorios”, en lugar de darse cuenta de las causas reales de los
problemas, que no tienen un origen artificial en “el movimiento ecuménico” de
fuera del Ecuador sino en sus propias relaciones de poder aquí en el país.
Esta misma desubicación respecto a la situación local, llevó en 1963 a uno de
los misioneros de HCJB La Voz de los Andes a promover la creación de la
Confraternidad Evangélica Ecuatoriana, con el fin de presentar “un frente unido
evangélico” ante el gobierno para defender la libertad de conciencia. La CEE tuvo
su asamblea constitutiva el 8 de enero de 1964. En 1963 la Junta Militar había
encargado a la Corte Suprema de Justicia la elaboración de una nueva Constitución
Política del Estado. Algunos evangélicos –entre ellos el mencionado misionero–
temían que la nueva Carta Política vulnerara la libertad de conciencia y la educa-
ción laica, lo cual indudablemente afectaría a la obra protestante del país. Era, nue-
vamente, eltemor lo que daba origen a una acción –buena en sí misma– y no un
conocimiento claro de los factores presentes en la situación local. La Junta Militar
que en ese momento detentaba el poder estaba a la disposición incondicional de los
Estados Unidos y difícilmente hubiera permitido ninguna norma constitucional que
vulnerara los derechos de un movimiento como el protestantismo, tan estrecha-
mente ligado al imperialismo norteamericano. Lo mismo se podría decir de las cla-
ses dominantes del país que son las que tradicionalmente han formulado las cons-
tituciones. Pero las misiones protestantes que trabajan en el Ecuador no se distin-
guen por la claridad política sino por la ingenuidad. Aunque parezca increíble, no
se dan cuenta de la función política que desempeñan en el cuadro total de la socie-
dad, menos aun de los diversos factores presentes en el juego político local ni en
las relaciones del Ecuador con el imperio norteamericano y, por tanto, muchas
veces son guiadas por el temor –el temor a lo desconocido y no por una concien-
cia clara de la situación.
Por esos mismos años regresó de Argentina un joven pastor, de nombre
Edisson Osorio, miembro de la congregación que la Iglesia de los Hermanos había
fundado cerca de la población de Calderón, provincia de Pichincha. Había estudia-
do en el Seminario Luterano que en ese momento existía en Buenos Aires, y venía
con una perspectiva diferente, lleno de anhelos de hacer una contribución signifi-
cativa al movimiento protestante en el Ecuador. Por algunos meses trabajó en
Guayaquil en la formación de un grupo del Movimiento Estudiantil Cristiano,
luego se trasladó a Quito a trabajar como pastor asistente de la Iglesia Evangélica
Luterana “El Adviento”, relacionada con la Federación Luterana Mundial, parte
351
41. Carta de Merle Crouse a George Kreps escrita en Quito el 31 de mayo de 1965, Elgin, Brethren
Historial Library & Archives.
352
A esto vino a añadirse, a comienzos de 1965, la visita del Dr. Arden Almquist,
Secretario Ejecutivo de Misiones Mundiales de la Iglesia Evangélica del Pacto de
Estados Unidos, que había sido misionero en el Congo, donde las huestes naciona-
listas habían asesinado a misioneros europeos y americanos en la confusión de la
descolonización de ese país africano. En su visita al Ecuador repetidamente exhor-
tó a los misioneros extranjeros a “nacionalizar” las iglesias ante la perspectiva de
que algo semejante a lo ocurrido en el Congo pudiera suceder en América Latina.
Éste fue “el golpe de gracia” que terminó definitivamente con la Inter-Mission
Fellowship. Se decidió su desaparición. Era señal de que estaba quedando atrás el
día en que las misiones extranjeras hacían y deshacían sin contar con el elemento
nacional y que había protestantes nacionales que podían cuestionar el estado de
cosas y no dejarse manejar.
Esto, sin embargo, no resolvía los problemas que había dentro de los diver-
sos grupos y organizaciones que componían el protestantismo en el Ecuador. La
“bomba” estalló el 18 de abril de 1965, día de Resurrección, cuando los jóvenes
relacionados con el pastor luterano Edisson Osorio distribuyeron a la salida de las
iglesias un pequeño periódico al que llamaron Despertar. Los títulos de los artícu-
los de la publicación eran por demás elocuentes: “Murió la FamosaInter-Mission”,
“La Unión Misionera: Iglesia Amordazada”, “La excomunión en la Iglesia
Evangélica”, “El Evangelio ecuatoriano es un Evangelio prisionero”, “La juventud
evangélica se rebela”, “El tren del divisionismo no lo tomamos nosotros: fuimos
embarcados en él”. La mayoría de los artículos era un furibundo ataque al paterna-
lismo, aislacionismo, estrechez y ceguera de las misiones fundamentalistas, que se
imaginaban dueñas y señoras de la Iglesia y de la verdad de Dios, sin darse cuen-
ta de sus propias limitaciones, tanto en lo que tiene que ver con la comprensión del
Evangelio como con la práctica de la vida cristiana.
La reacción tanto de estas misiones como de algunos pastores nacionales edu-
cados por ellas no se hizo esperar. En Quito una de las misiones más antiguas hizo
“una lista negra” de los empleados y miembros de las iglesias que habían participa-
do en la publicación y distribución del periódico, con el fin de sancionarlos ejem-
plarmente; la Iglesia Luterana suspendió a Edisson Osorio de su servicio y lo envió
a Chile “por haber hecho todo esto detrás de sus espaldas, propinándole a la Iglesia
Luterana un ojo negro en una forma muy irresponsable, completamente impropia de
un clérigo”. En Ibarra, la Iglesia Evangélica se dividió cuando la junta directiva de
42. Carta de Merle Crouse, escrita el 7 de enero de 1965 y dirigida a los miembros de la Inter-Mission
Fellowship y a Stewart Sparrow, presidente de la misma, Elgin, Brethren Historical Library &
Archives.
353
organizaron una violenta campaña para determinar el origen del periódico y atrapar a
los culpables. Llamaron a la policía y le dieron una lista de los jóvenes evangélicos
que estaban distribuyendo el periódico, convenciéndola de que eran subversivos que
debían ser arrestados. [Osorio] viajó a Guayaquil a tratar de enderezar el asunto (…).
En cuanto llegó, descubrió que era un fugitivo de la justicia, marcado por la policía y
toda la comunidad evangélica de la ciudad. Tuvo que esconderse de los agentes de
policía (…). Convocó a una rueda de prensa con los principales periódicos de
Guayaquil, examinó con ellos los artículos de Despertar y ellos despejaron los rumo-
res que se habían difundido de que él era un líder del movimiento comunista.43
El autor de esta obra se vio en medio del torbellino debido a que justo un mes
antes de la publicación de Despertar había sido elegido presidente de la
Confraternidad Evangélica Ecuatoriana. En tal calidad, envió una carta circular a
todos los miembros de la entidad condenando el espíritu de la publicación pero a
la vez haciendo un llamado a la fraternidad y al perdón, reconociendo que
el que Despertar me haya herido tanto es, por lo menos en parte, una clara indicación
de que “me ha tocado en la llaga”. Podemos asumir la actitud farisaica de que todo lo
que allí se dice es falso, anticristiano, diabólico; de que no hay nada en nosotros que
enmendar; de que estamos cumpliendo nuestra tarea, de que debemos seguir por el
mismo camino. Pero entonces todo lo que haríamos es merecer la condenación del
Señor; “Hipócritas (…)” (Mat. 23).44
Una resolución parecida tomó la Junta Directiva con respecto a la Misión HCJB La
Voz de los Andes, dos de cuyos directores tomaron parte activa en dos reuniones rea-
lizadas en el mes de febrero en Quito y Guayaquil con el fin de crear una entidad rival
a la CEE, haciendo acusaciones contra la directiva de la CEE que no solamente son fal-
sas, sino que atentan contra todo principio de consideración y lealtad cristianas.46
45. En reconocimiento de su actitud, la Tercera Asamblea de la CEE aprobó “felicitar al Dr. Rubén
Larson por su actitud en la reunión efectuada en Guayaquil en torno a la CEE”.
46. Ambas citas y las que siguen son tomadas del informe del presidente a la Tercera Asamblea de la
Confraternidad Evangélica Ecuatoriana que reposa en mi archivo.
355
nes ordinarias. Para mí –y supongo que para otros cristianos protestantes ecuato-
rianos– esta crisis mayor tuvo el efecto de clarificar en mi mente las siguientes
realidades:
1. Si bien en teoría el protestantismo desde el siglo XVI ha sido el campeón
de la doctrina de la salvación solo por fe en la gracia inmerecida de Dios –y ésta
ha sido una de las doctrinas centrales del mensaje de las misiones evangélicas que
han venido al Ecuador– en la “práctica” la confianza de las misiones e iglesias
evangélicas conservadoras no está en Dios y su gracia, sino en sus propias creacio-
nes y virtudes denominacionales; valga decir, en sus ídolos, “hechura de manos de
hombres”, en los cuales encuentran su “seguridad” eterna. Expresé esta realidad en
mi informe a la Tercera Asamblea de 1966, cuando dije, dirigiéndome a los misio-
neros extranjeros:
No pretendan, hermanos, que aquellos que hemos echado nuestra suerte con Cristo
hallemos nuestra seguridad en las fórmulas humanas y falibles de Uds., en sus insti-
tuciones, en sus denominaciones, en todo el aparato cultural que Uds, nos traen.
Permítannos que hallemos nuestra seguridad y nuestro todo en Cristo, en Aquel ben-
dito “Aventurero” que quiere que lo dejemos todo para seguirlo a Él, a Él Solo. No
pretendan hacer de nosotros sus satélites; busquen hacer de nosotros verdaderos dis-
cípulos de Cristo.
Nada hay más triste para mí que ver hermanos que tienen mucho de aliancistas, de
bautistas, de unionistas, de pactistas, de bereanistas, de ecumenistas, de anti-ecume-
nistas, de fundamentalistas, de liberales, pero poco, poquísimo de cristianos. Son her-
manos que olvidan que todos, Absolutamente todos, tenemos algo de diablo y de
ángel, algo de lógico y de ilógico, algo de cierto y de falso, algo de bueno y de malo
y que es exclusiva y únicamente la gracia misericordiosa de Dios que nos salva. No
los méritos personales nuestro, ni los méritos de nuestra denominación, ni los méritos
de nuestras fórmulas doctrinales con todo lo buenas y necesarias que éstas puedan ser,
sino exclusiva, Radicalmente, la misericordia de Dios que “de tal manera amó al
mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en El crea, no se
pierda, mas tenga vida eterna”.
toriano como en la sociedad se dan aquellos que tienen la autoridad y el poder eco-
nómico y los usan para imponer su voluntad y aquellos que están subordinados a
ellos; tanto en el protestantismo como en la sociedad hay mecanismos de opresión
que se justifican con una ideología conservadora que pretende mantener las cosas
como son, sin cambio. Hay poca diferencia entre las actitudes, valores e intereses
del creyente evangélico común y el ciudadano ecuatoriano medio. Así podríamos
seguir enumerando los paralelos y semejanzas entre el protestantismo en el Ecuador
y lo que la Biblia llama “mundo”: el orden o sistema social, económico y político
construido por los seres humanos aparte de Dios y en rebelión contra Él.
Y algo parecido sucede en el plano internacional. El protestantismo refleja
fiel e “inconscientemente” las relaciones económicas, políticas y culturales que
existen entre los países imperialistas, particularmente los Estados Unidos y los paí-
ses pobres y dependientes como el Ecuador. Algunas organizaciones evangélicas
(y también católicas), por ejemplo, son verdaderas transnacionales religiosas muy
parecidas a las transnacionales industriales, comerciales e informativas de los paí-
ses ricos que operan en el Ecuador. Indudablemente sus fines son diferentes, pero
nolaideologíapolítica,socialyeconómicaque las guía: todas ellas creen firme-
mente en la bondad del sistema liberal-capitalista del mundo occidental y “cristia-
no”, evidentemente –en el caso de las organizaciones cristianas– sindarsecuenta
detodoloqueestoimplicaparalospaísespobrescomoelEcuador ylaradical
contradicción que existe entre este sistema de explotación e injusticia y el
EvangeliodeJesucristoqueellasquierenproclamar.
47. Agradecemos la lista de denominaciones representadas en HCJB, que nos fue proporcionada por
el pastor Rodrigio Zapata A.
360
48. Este libro de María Albán y Juan Pablo Muñoz, publicado en Quito por Editorial Planeta del
Ecuador, S. A., en febrero de 1987, evidentemente se hizo “para vender”, no para dar a conocer
en forma seria la realidad de los grupos no católicos del Ecuador. Uno se pregunta ¿qué entienden
los autores por “secta”?, ya que en esa designación parecen incluir denominaciones, misiones,
organizaciones, iglesias locales, e inclusive tendencias teológicas (“calvinistas”) y programas en
que participan cristianos de muchos grupos (“evangelismo explosivo”). Un libro mucho más serio
y equilibrado, superior desde el punto de vista académico pero que no ha tenido la misma difu-
sión, es el de Tomás Bamat, ¿Salvaciónodominación?, Quito, Editorial El Conejo, 1986.
49. Directorio de la Iglesia Evangélica del Ecuador, Quito, Comité Interdenominacional Pro-
Directorio, 1985, p. 23.
X. Conclusión
¿Hastacuándovanacontinuar
ustedesconestedoblejuego?
SielSeñoreselverdaderoDios,
síganloaél,ysiBaalloes,
aéldeberánseguirlo
(1 Reyes 18.21)
¿CUÁL ES EL BALANCE?
Lo lamentable es que al aceptar sin crítica algunos de los mitos y dogmas del
sistema liberal capitalista han perdido el elemento profético-revolucionario del
Evangelio de Jesucristo y se han convertido en soportes inconscientes del sistema
de despojo y de opresión. Uno de estos mitos, por ejemplo, es la separación que se
hace entre “lo sagrado” y “lo secular”, “la religión” y “la política”, “lo espiritual”
y “lo material”. Según el dogma liberal, lo sagrado, lo religioso y lo espiritual per-
tenecen al ámbito de la vida privada del individuo; lo secular, lo político y lo mate-
rial pertenecen al ámbito público del Estado y de los partidos políticos. Por tanto,
el cristianismo tiene que ver con la vida privada del individuo y no debe inmiscuir-
se en los asuntos materiales, públicos y seculares. El fundamentalismo ha acepta-
do esta patraña sin darse cuenta de que es un invento del secularismo moderno que
busca arrinconar al cristianismo en el templo e impedir que el Evangelio ejerza su
labor de crítica profética contra sistemas sociales, políticos y económicos que no
buscan servir al ser humano, sino explotarlo y oprimirlo. ¿Cómo compagina el fun-
damentalismo esta aberración secularista con la enseñanza bíblica de que
Jesucristo tiene “toda autoridad” sobre cielo y tierra y que Dios busca restaurar
“todas las cosas” a través de Jesucristo? es algo difícil de comprender.
Indudablemente, desde que comenzó a distribuir la Biblia en el Ecuador el
protestantismo ha sido instrumento útil para llevar a millares de personas al cono-
cimiento del Libro de los libros y a una relación personal con Jesucristo. Esto es
de importancia capital: no es poca cosa que una persona conozca a Dios y experi-
mente su gracia y su amor a través de Jesucristo. ¿Cuántas han sido esas personas?,
nunca lo sabremos. Sospechamos que muchísimas más de las que nos dan a enten-
der las estadísticas, ya que tanto en el pasado como en el presente ha habido y hay
muchas personas que no profesan el protestantismo ni se unen a una iglesia evan-
gélica, pero que han profundizado su conocimiento de la Biblia y su relación con
Jesucristo a través del trabajo de las misiones, organizaciones e iglesias protestan-
tes. A medida que se ha desarrollado pero –especialmente en las últimas décadas–
también ha establecido organizaciones e instancias de servicio que en cierta medi-
da han respondido a algunas necesidades de una pequeña parte de la población
ecuatoriana: educación, medicina, salubridad, medios de comunicación, medios de
transporte, auxilio a los damnificados de catástrofes naturales, preservación de los
idiomas y elementos de las culturas indígenas, trabajo en las cárceles, orfelinatos,
ancianatos, capacitación agropecuaria, desarrollo comunal, consejería familiar,
etcétera.
El impacto que esto ha tenido en millares de familias e individuos tampoco
lo podemos medir. Lo único que podemos aseverar por propia experiencia es que
ni no hubiera sido por el sacrificio y el trabajo tesonero de algunos cientos de
misioneros extranjeros y pastores y laicos nacionales, muchos de nosotros –los
protestantes que provenimos de las clases populares– probablemente nunca hubié-
ramos establecido una relación personal con Jesucristo ni hubiéramos sido benefi-
363
ciados por todo lo que eso significa en la vida personal y familiar. Son miles las
familias e individuos que han sido rescatados de una vida de violencia, de vicio, de
degradación y desesperanza a una vida digna a través de las iglesias y organizacio-
nes evangélicas que existen en país. Hay, inclusive, comunidades indígenas ente-
ras cuya vida ha cambiado radicalmente, a través del trabajo de las iglesias y misio-
nes protestantes.
Pero, como lo hemos dicho y lo volvemos a repetir, la vida humana no es
blanca o negra: es ambigua, es gris. Si bien el protestantismo en el Ecuador ha
hecho mucho bien a individuos y familias sueltas, en cambio nunca ha comprendi-
do realmente la situación dramática del pueblo ecuatoriano ni sus causas “en su
globalidad” y, por tanto, nunca ha cumplido una labor profética y social ceñida al
Evangelio. Habiendo adoptado el dogma secularizante del liberalismo de la
supuesta diferencia radical entre la religión y la política, el fundamentalismo con-
servador adolece de una incapacidad innata para ver las verdaderas dimensiones de
la enseñanza bíblica y de la realidad en que viven los hombres y mujeres de carne
y hueso. Nunca ha comprendido, por ejemplo, lo que el Nuevo Testamento quiere
decir con expresiones como “este mundo”, y “este siglo” y por tanto las ha reduci-
do a términos individualistas, a problemas y vicios personales, en lugar de darse
cuenta de que se trata de todo un “sistema” social, económico y político de maldad
e injusticia que tiene víctimas a las cuales la Iglesia está llamada a auxiliar, curar
y redimir en forma integral; ni ha comprendido cabalmente cuál es su misión por
razones muy parecidas, porque no ha comprendido, por ejemplo, el significado del
Reino de Dios y “su justicia” y lo ha reducido a términos individualistas y espiri-
tualistas, propios de la ideología liberal-capitalista, completamente ajenos a la
Palabra de Dios.1
Al reproducirse en un medio como es el Ecuador, fuertemente influido por el
imperio norteamericano en todos los aspectos de la vida, no es de sorprenderse que
produzca cristianos protestantes ecuatorianos que fácilmente asimilan actitudes,
valores y demás elementos culturales e ideológicos más emparentados con “el
mundo” en que viven que con el Evangelio de Jesucristo. Así se diluye el mensaje
revolucionario del Evangelio y el protestantismo ecuatoriano se convierte en un
puntal más del sistema de injusticia y opresión y de los dioses falsos que éste
adora.
2. Empezando con el éxodo de los esclavos de Egipto, en la Biblia Dios muestra su preocupación
especial por los pobres y los oprimidos. Ver Victorio Araya, ElDiosdelospobres, San José, DEI
y Ediciones SEBILA, 1983.
365
infantes menores de un año mueren cada año. “El 50 por ciento de los fallecimien-
tos en el Ecuador se produce en la población de 1 a 14 años, que es la mayoritaria
en el país. Las principales causas son la infección intestinal, sarampión, tuberculo-
sis pulmonar, tosferina, algunos tipos de anemia y desnutrición”. Todas estas enfer-
medades son prevenibles; es decir, se deben a la falta de recursos y de educación
de las familias pobres y al sistema político, económico y social que nos rige y
podrían ser evitadas si hubiera más justicia en nuestra sociedad.
Además, faltan más de un millón de viviendas y cada año hay un déficit de
60.000 más; es decir, que la necesidad crece, pero no hay esperanza de llenarla,
debido a la pobreza y falta de recursos.3 Igual pasa con el empleo:
Lo que significa que los pobres se van haciendo más pobres y los ricos más
ricos; algo típico del sistema capitalista liberal.
3. Los datos de éste y del párrafo anterior han sido tomados del diario HOY, de octubre 22 de 1983,
marzo 27 de 1988 y agosto 13 de 1985; diario ElComercio, de septiembre 8 de 1982, y diario Hoy,
de abril 1 de 1988, respectivamente,
4. Diario Hoy, abril 10 de 1988.
5. Diario Hoy, diciembre 25 de 1987.
6. Diario Hoy, junio 20 de 1985. Énfasis nuestro.
366
a) Las que establecen “el orden” particular vigente en una sociedad son las
leyes y las normas escritas o implícitas que operan en dicha sociedad; es decir, las
costumbres, las actitudes, los criterios, los valores, etc. En el caso de la sociedad
judía, la “Constitución Política” que regía la vida religiosa, social, económica y
política no era la ley romana, sinolaleymosáica interpretada por “las tradiciones
de los ancianos” (Mat. 15.1-9). Si hay algo claro en los Evangelios es que Jesús
cuestionaba todo el sistema legal de su sociedad y pretendía establecer “un nuevo
orden” (el Reino de Dios): una nueva manera de relacionarse los seres humanos,
nuevos criterios, nuevas actitudes, nuevas maneras de ver la vida, etc. (Mat. 5.21-
48).
b) Las autoridades que en efecto gobernaban al pueblo de Israel eran judías
no romanas aunque –naturalmente– estaban sometidas al Imperio Romano. En el
caso de Galilea, el que gobernaba efectivamente era el rey pelele Herodes Antipas
(Luc. 3.1; Mar. 6.14), y en el caso de Judea, el Sanedrín o Junta Suprema, com-
puesta por saduceos, fariseos, escribas y “los ancianos del pueblo”; es decir, la
clase dominante de la sociedad judía (Juan 11.47; Mar. 14.55; Hech. 4.15; 6.12;
22.30). En los Evangelios es claro que esa clase dominante había convertido la ley
y “las tradiciones de los ancianos” en una ideología de despojo y opresión (ver
Mat. 15.1-20 y capítulo 23).
c) Desde su nacimiento, en su bautismo y a través de su vida pública, Jesús
se identificó con los pobres, con los oprimidos, con los despreciados de su socie-
dad. Para los fariseos, ellos eran “los pecadores” (ver Lucas 15.1,2); para Jesús
ellos eran “mis hermanos pequeñitos” (ver Mateo 25.31-46). En los Evangelios es
muy claro que sus seguidores constituían un movimiento popular y que Jesús era
un líder popular que contaba con la confianza de ellos (“estos pequeños que creen
en mí”: Mar. 9.42). El era “el buen pastor” –el buen líder– en contraste con “los
ladrones”, “bandidos” y “asalariados”, es decir, la clase dominante de Israel que
sólo se ocupaba de “trasquilar” al pueblo (Juan 10.1-13).
d) Su acción estaba dirigida a liberar a los hombres y mujeres de la opresión
del sistema y sus ídolos: la ley, “las tradiciones de los ancianos” y demás mecanis-
mos de opresión. Su enseñanza buscaba cambiar los valores vigentes en la socie-
dad judía; valga decir, era una enseñanza “subversiva” (ver Mat. 5); sus milagros
de sanidad, realizados en el día de descanso, estaban dirigidos a “subvertir el orden
establecido” y sostenido por las reglas inhumanas de los dirigentes de Israel, que
consideraban a “una oveja” o a “un buey” de más valor que a un ser humano (ver,
por ejemplo Mat. 12.9-14). Para Él, “el día de reposo se hizo para el hombre, y no
el hombre para el día de reposo” (Mar. 3.27). Su anuncio de la llegada del Reino
precisamente tenía el sentido de que con Él estaba llegando “un nuevo orden”, un
orden radicalmente diferente al que vivía el pueblo de Israel en ese momento.
e) La labor de Jesús durante su ministerio público, entonces, no solamente
buscaba rehacer las relaciones entre Dios y los seres humanos separados de Él, sino
368
que era una lucha política (en el sentido amplio de la palabra) para cambiar la
orientación del sistema religioso, económico, político y social que oprimía a “los
hermanos pequeñitos”; valga decir, a todas las víctimas de su sociedad (Mat.
25.31-46). Precisamente esa era la razón por la cual sus acciones y enseñanzas cau-
saban la furia de sus enemigos, porque eran ataques no violentos, pero sí efectivos,
para cambiar “el orden establecido” (ver Mat. 12.14; Mar. 3.6).
f) Esa lucha culminó con su entrada triunfal en Jerusalén y su acción de sacar
a latigazos a los mercaderes del templo (Mar. 11.1-49; Luc. 19.28-48; Juan 2.13-
21). El templo no era solamente el centro del culto religioso judío, sino la sede (“el
palacio de gobierno”) del poder político y económico de la clase gobernante (allí
se reunía el Sanedrín o Junta Suprema). Su ataque fue un ataque al corazón del
gobierno corrompido de su nación: claramente un acto político.
g) Jesús fue ajusticiado como “reo político”, cabe decir, por pretender cam-
biar radicalmente “el orden establecido”. Los gobernantes de Israel temían que
Jesús y su movimiento “le dieran la vuelta a la tortilla”. Por eso lo mataron, por
razones políticas (Juan 11.47-53).
h) Su resurrección fue el triunfo sobre “los poderes de este mundo” (ver 1
Cor. 2.8; Efe. 1.19-22; col. 2.15), cuyo jefe, según el Nuevo Testamento, es “el
príncipe de este mundo” (ver Lucas 4.5-8; Juan 12.31; 14.30; 16.11), “el Dios de
este mundo” (2 Cor. 4.4), al cual adora la humanidad caída.7
El Reino que Jesús inauguró con su enseñanza, su acción, su muerte y su
resurrección, entonces, es un nuevo orden, radicalmente diferente del “orden esta-
blecido”: un nuevo orden “de justicia, paz y gozo” (Rom. 14.17), donde nadie care-
cerá de los elementos básicos para la vida (ese es el sentido de Mat. 6.25-34; notar
el v. 33), que culminará cuando Él regrese en gloria y ese Reino se establezca en
toda su perfección.
[Allí] no habrá niños que mueran a los pocos días, ni ancianos que no completen
su vida. Morir a los cien años será morir joven, y no llegar a los cien años será una
maldición (…). No sucederá que uno construya y otro viva allí, o que uno siembre y
otro se aproveche (…). No trabajarán en vano ni tendrán hijos que mueran antes de
tiempo (…) (Isa. 65.20-23).
En otras palabras, ese será un Reino donde exista perfecta justicia y como
resultado de ello los seres humanos gocen de perfecta “paz”: vida abundante y
plena. Éste es el Reino que la Iglesia está llamada a esperar, anunciar y buscar,
siguiendo el ejemplo de Jesucristo.
Esto significa que si queremos cumplir nuestra misión como la cumplió
Jesús, ya no podremos limitarnos a lo que hemos hecho en el pasado. Tendremos
que hacer algo más que buscar la conversión de individuos y “edificarlos en la fe”.
Tendremos que ser creativos, bajo la dirección del Espíritu de Dios, para poder rea-
lizar una tarea de verdaderas dimensiones bíblicas. Tendremos, por ejemplo, que
buscar acompañar a nuestro pueblo en su búsqueda de mayor justicia para el futu-
ro. Hoy día en el Ecuador existen movimientos populares indígenas, campesinos,
sindicales, barriales, etc., que de alguna manera están buscando un cambio de la
situación dramática del pueblo ecuatoriano. No están por la violencia, sino que
buscan que se cumplan las leyes, que se respeten sus derechos como seres huma-
nos, que desaparezca tanta explotación y arbitrariedad, en definitiva, que haya más
justicia.8 Son movimientos que necesitan toda la comprensión y apoyo del pueblo
evangélico, un pueblo mayoritariamente pobre y socialmente oprimido. Esto no
quiere decir que identifiquemos la justicia del Reino de Dios con esa justicia pro-
visional, imperfecta, que buscan los movimientos populares. Pero es interesante
que Jesús nunca desechó a los pobres de su pueblo porque no tenían una idea ade-
cuada y cabal del Reino de los cielos. Al contrario, Él los acogió, se identificó con
ellos y buscó “en el camino” corregir los conceptos errados y conducirlos a una
comprensión adecuada de la justicia del Reino que Él venía a inaugurar.
Pero aquí precisamente es donde “el orden establecido” emplea una de las
armas más insidiosas y perversas que ha podido inventarse y es la acusación de
“comunismo” a todo intento de cambio, a toda búsqueda de justicia.
Desgraciadamente el pueblo cristiano evangélico se ha dejado “lavar el cerebro”;
se paraliza ante tal acusación y en lugar de solidarizarse con el pobre, como lo hizo
Jesús, se retira y ve a los movimientos populares como “enemigos del Evangelio”.
Es necesario darnos cuenta de esta realidad y acompañar a nuestro pueblo, tenien-
do en cuenta que si Jesús se presentara en nuestro medio hoy día, Él también sería
acusado de “comunista” por su labor a favor de la justicia.
Esa identificación y acompañamiento requerirán una transformación de las
estructuras mentales y organizacionales de nuestras instituciones eclesiásticas. Si
hemos de “buscar el Reino de Dios y su justicia” realmente, no podremos seguir,
por ejemplo, con las “sociedades” de jóvenes, damás y caballeros, cuyas reuniones
son apenas malas copias xérox del servicio de adoración del domingo. La adora-
ción, la oración, la predicación y el estudio de la Biblia, ciertamente, son parte vital
de la vida de la Iglesia; pero la búsqueda de la justicia requiere que entendamos
también los problemas sociales, económicos y políticos que vive nuestro pueblo;
el templo, por tanto, debe ser el lugar de reunión no solamente para aquellas acti-
vidades consideradas “propias” de la Iglesia, sino también para el estudio, el diá-
logo y la discusión de los problemas que enfrenta nuestro pueblo. Ninguna activi-
dad es “impropia” de la Iglesia, si ésta ha de cumplir la misión en fidelidad a
Jesucristo.
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380
EL CONTEXTO NACIONAL
2. La Comisión Ecuménica de Derechos Humanos (CEDHU), fundada en 1978, tuvo entre sus fun-
dadores representantes de la Confraternidad Evangélica Ecuatoriana, el Centro Evangélico
Latinoamericano de Estudios Pastorales, la Iglesia Luterana “El Adviento”, las Fundaciones
Brethren & Unida Indígena y el Comité Ecuménico de Proyectos. Washington Padilla fue funda-
dor y el primer presidente de la institución.
3. Lola Vásquez y Napoleón Saltos, Ecuador:surealidad, Guayaquil, Fundación José Peralta, 2007,
p. 138.
4. Por ejemplo, en 1972 se crea “Ecuador Runacunapac Riccharimui” (ECUARUNARI) integrada
por comunidades en lucha por la tierra, especialmente de la provincia de Chimborazo, con una
influencia de los sectores de izquierda y sus posturas clasistas y de sectores progresistas de la
Iglesia Católica liderados por monseñor Leonidas Proaño. ECUARUNARI es una de las organi-
zaciones pilares de lo que después sería la CONAIE. Ver Luis Maldonado Ruiz, “Pueblos y nacio-
nalidades indígenas del Ecuador: de la reivindicación al protagonismo político”, en Eliane Karp-
Toledo, coord., Los pueblos indígenas en la agenda democrática, estudios de caso de Bolivia,
Ecuador,MéxicoyPerú, Bolivia, Corporación Andina de Fomento, 2006, pp. 87-89.
381
ner el recetario neoliberal. La población en América Latina, que se sitúa por debajo de la
línea de la pobreza, pasa del 40,5% en 1980 al 48,3% en 1990.8 Este período es considera-
do como la “década perdida” para nuestro sub-continente. Por otro lado, en 1992 el gobier-
no de los Estados Unidos, en su declaratoria de guerra al narcotráfico fuera de sus fronteras
y no dentro de ellas, pone en marcha la llamada Iniciativa Andina que se concentra en Perú
y Bolivia, pero que tiene un enfoque regional.
A partir de 1997 el país sufre a nivel político la caída de tres gobiernos: Abdalá
Bucaram en 1997, el demócrata cristiano Jamil Mahuad en el 2000 y Lucio Gutiérrez en el
2005. Se da también el deterioro progresivo del sistema de representación política. En este
último caso el lema: “que se vayan todos” resume el grado de deterioro de los políticos en
el país.
Pero es en el gobierno de Jamil Mahuad donde se da la mayor crisis financiera de todo
el siglo, precedida por el salvataje a los bancos corruptos y que concluye con la incautación
de los depósitos en sucres y dólares de los ahorristas y la dolarización de la economía.9 En
este contexto se hace evidente la emergencia de diversos movimientos sociales, aunque pre-
sentan deficiencias en su consolidación. Los analistas resumen esta espiral como la con-
fluencia de por lo menos cuatro crisis paralelas: crisis económica, crisis estatal, crisis demo-
crática y crisis social.10 De esta forma, en el 2006 llega Rafael Correa a la presidencia del
Ecuador, figura en la que se sintetizan los anhelos de cambio de sectores mayoritarios de la
sociedad ecuatoriana, quienes aceptan la propuesta de realizar una Asamblea Constituyente.
En este mismo período, la población ecuatoriana llega en el 2001 a 12.156.608, concentra-
da mayormente en las urbes (61,1%).11 Quito, Guayaquil y Manta son las ciudades con
mayor población.
Todo esto se da dentro de un contexto marcado por el fenómeno de la globalización
caracterizado por: 1. el desarrollo de las fuerzas productivas y los avances tecnológicos y
productivos, aunque están marcado por la brecha tecnológica de los países del tercer mundo;
2. el incremento del comercio mundial (los países del tercer mundo somos consumidores de
mercancías y vendemos productos primarios); 3. el crecimiento del capital financiero por
sobre el capital productivo; 4. las migraciones, notándose que solamente en el Ecuador el
número de menores con progenitores emigrados por razones económicas creció de 94.916
en 1999 a 237.230 en 2000;12 5. el crecimiento del capital bélico13 que en la región andina
tación del Plan Colombia de ámbito regional y en el caso ecuatoriano el establecimiento de la base
militar en Manta. Pero además el país se convirtió en un paraíso del lavado del dinero y del mer-
cado negro de armas. En este mismo sentido, ver Luis Verdesoto, “Los distintos planos de la cri-
sis en el Ecuador”, en César Montúfar, edit., ElEcuadorentreelPlanColombiaylainiciativa
andina, p. 80.
14. Lola Vásquez y Napoleón Saltos, op.cit., p. 353.
15. Ver Luis Verdesoto, “Los distintos planos de la crisis en el Ecuador”, en César Montúfar y Teresa
Whitfield, edits., TurbulenciaenlosAndesyPlanColombia, Quito, Centro Andino de Estudios
Internacionales / Universidad Andina Simón Bolívar / Corporación Editora Nacional, 2003, p. 80.
16. Diario ElComercio, 10 de septiembre de 2004. Citado por Lola Vásquez, op,cit., p. 294.
17. César Montúfar y Teresa Whitfield, edits., TurbulenciaenlosAndesyPlanColombia, op.cit.
18. Efraín Vieira, Gerente General de Pacificard: “La idea es seguir expandiéndose…en el nivel de
ingresos medio bajo. Tarjetas de crédito se pelean clientes”. Diario ElUniverso, 22 de octubre de
2006.
384
xias y sus ídolos, sus ansias de libertad y sus rebeliones, era [es] un cuadro pequeño de lo
que sucede en la sociedad y en el mundo”.19
Hoy estamos hablando de los evangélicos como un movimiento religioso que se cal-
cula lo profesan alrededor del 12% de la población ecuatoriana.20 Veamos ahora cuáles han
sido las relaciones que en estos últimos años se han ido construyendo entre “el orden reli-
gioso establecido” del movimiento evangélico ecuatoriano y “el orden económico, político
y social establecido”.21
Parte central al libro son las consecuencias del contenido cultural y hasta ideológico
que los fundadores de las iglesias protestantes en el Ecuador trajeron consigo. Padilla insis-
tía en que su mensaje se limitó demasiado a la conversión individual y a su formación espi-
ritual. Aunque el tono del libro es negativo, crítico y pesimista, Padilla reconocía que había
habido resultados muy positivos de la obra misionera. “Son miles de familias e individuos
que han sido rescatados de una vida de violencia, de vicio, de degradación y desesperanza
a una vida digna a través de las iglesias y organizaciones evangélicas que existen en el
país”.22 Resaltaba, además, que “existen movimientos populares indígenas, campesinos,
sindicales, barriales, etc., que de alguna manera están buscando un cambio de la situación
dramática del pueblo ecuatoriano… Son movimientos que necesitan toda la comprensión y
apoyo del pueblo evangélico…”.23 El propósito de este anexo es, entonces, comenzar a
identificar eventos críticos en las coyunturas y situaciones de los años posteriores a la publi-
cación del libro y los aspectos negativos y positivos que iluminan la lucha eterna con los
ídolos que limitan la perfección humana.
Misiones,misionerosylíderesnacionales
hasta llegar a ser de alguna manera socios. Así progresaron las relaciones hasta llegar a tener
a personas asociadas como pastores y eventualmente líderes responsables de nuevas congre-
gaciones.
El proceso indudablemente no estaba libre de críticas, quejas y desacuerdos. Como
señala Padilla, en 1964 explotó el primer conflicto público, cuando un grupo de líderes nacio-
nales publicó la revista Despertar.24 Esta revista representaba una protesta acumulada por las
diferencias en estilos de vida, autoridad, control, conflictos personales e incluso diferencias
de opinión sobre la aceptabilidad del matrimonio entre mujeres misioneras solteras con hom-
bres ecuatorianos. Incluía todo un paquete de valores que incluía relaciones sociales y racia-
les. El sentir general era que todo esto debía rectificarse. Sin embargo, después de la publi-
cación de la revista no hubo realmente otra manifestación pública de estos conflictos.
Al mismo tiempo, se empezaba a discutir la nacionalización de las iglesias estableci-
das y hubo esfuerzos por independizar a las organizaciones nacionales, también con conflic-
tos y desacuerdos personales. Con el paso de los años, los misioneros paulatinamente
comenzaron a asumir papeles más técnicos y de supervisión y asesoramiento. Gran parte de
este prolongado proceso se explicaba por la lentitud en poder formar adecuadamente al per-
sonal nacional. Hay una larga historia de esfuerzos por capacitar a líderes y pastores nacio-
nales, aunque generalmente limitados a miembros de una denominación, con unos pocos
esfuerzos cooperativos más amplios.
Otra característica de este último período es el incremento de centros de formación
bíblica teológica. Son varios los seminarios que empezaron a ofrecer programas de educa-
ción teológica, como por ejemplo, el Seminario Sudamericano (SEMISUD) y el Seminario
Teológico Nazareno Sudamericano, al igual que otros más antiguos: el Seminario Bautista
del Ecuador, el Seminario Bíblico Alianza y el Seminario Bíblico de las Asambleas de Dios
(SEBAD). En la actualidad, estos seminarios atienden no solamente a sus propias denomi-
naciones, sino a otras al igual que a las iglesias independientes (no denominacionales).
En general, en estos centros de educación teológica se nota una preocupación por ele-
var su nivel académico y obtener reconocimiento oficial, proceso facilitado en algunos casos
por convenios realizados con algunas instituciones de nivel superior. Por ejemplo, para aten-
der este creciente interés, la Universidad Cristiana Latinoamericana (UCL), fundada en
1997, también ofrece estudios teológicos. Sin embargo, el interés ha disminuido en otras
instituciones, como es el caso de HCJB La Voz de los Andes, que ha discontinuado lo que
por muchos años funcionó como la “Academia del Aire”.
Aquí valdría mencionar el aporte que la obra en el Ecuador ha recibido por la forma-
ción de muchos líderes que han podido estudiar en el extranjero, especialmente en el
Seminario Bíblico Latinoamericano de San José, Costa Rica, y la Facultad Evangélica de
Teología de Buenos Aires.
Laparticipacióndelamujer
la escuela dominical, sirven en la diaconía, hacen labor social y llevan a cabo actividades de
auto-financiamiento. Aunque siempre ha estado presente en la iglesia evangélica, en estos
últimos años la mujer empieza a asumir un rol más importante en el liderazgo de la iglesia.
Ya en 1968 se había formado la Unión de Mujeres Evangélicas Ecuatorianas
(UMEE), como resultado de los esfuerzos de Elcira de Contag, proveniente de una de las
denominaciones más antiguas en el Ecuador (la Alianza Cristiana y Misionera). Se convo-
ca a una diversidad de mujeres evangélicas con el afán de promover la comunión y el inter-
cambio de experiencias y además poner en práctica su expresión de fe cristiana proporcio-
nando atención para personas mayores necesitadas. En ese momento no había muchas ins-
tituciones de este tipo en el país y entre la comunidad evangélica no había ninguna. El sueño
de esta mujer se realizó con la creación del Hogar de Ancianos Betania en 1971. Y, a pesar
de innumerables dificultades, esta obra social ha logrado perdurar y progresar debido al
esfuerzo de un grupo de mujeres con mucha visión y dedicación. La UMEE, ahora en el
2008, constituye una red con mucho potencial que espera ser explotada en el futuro.25
Otro ejemplo impresionante es el de la líder indígena Teresa Simbaña, quien logró
conjugar su liderazgo religioso con su liderazgo social, como dirigente tanto de la
Federación Evangélica de Indígenas del Ecuador (FEINE) como del Consejo Nacional de
las Mujeres Indígenas del Ecuador (CONMIE). Esta mujer ha dejado una huella imborrable,
abriendo un camino para muchas otras mujeres, sean indígenas o no. Podemos decir que a
lo largo del territorio nacional son muchas las mujeres que la acompañaron y siguen los mis-
mos pasos.
También se nota que la mujer evangélica empieza a preocuparse en mayor grado por
la educación. Se debe resaltar el incremento del porcentaje de mujeres que se preparan teo-
lógicamente. Un ejemplo de esto es el caso del SEMISUD: en el año 1996, de un total de
25 estudiantes, 16 eran hombres y 9 mujeres; pero en 2008, del total de 73 estudiantes, 39
eran hombres y 34 mujeres.
Nuevaimagenylasinfluenciasneo-pentecostales
25. La tendencia mayoritaria es que cada denominación tenga sus propias organizaciones, entre ellas
la de mujeres. Estas agrupaciones capitalizan el trabajo y la adhesión de sus integrantes por lo que
están reacias a los encuentros inter-denominacionales.
26. Arturo Piedra, Sydney Rooy y Fernando Bullón, ¿Haciadóndevaelprotestantismo?Herenciay
prospectivasenAméricaLatina, Buenos Aires, FTL-Kairos, 2003. Ver especialmente “El rostro
posmoderno del protestantismo latinoamericano” de Arturo Piedra.
387
que tienen y las estrechas relaciones internacionales que mantienen.27 Algunas de estas
mega-iglesias surgen a partir de la década de los 80,28 mientras otras que vienen desde déca-
das anteriores en estos años sufren grandes transformaciones para constituirse en espacios
casi privados. Se caracterizan por ser iglesias con fuerte liderazgo de caudillos.
Estas iglesias surgen al mando de un nuevo liderazgo pastoral moderno bajo fuerte
influencia pentecostal. El pastor es empresario y el modelo se basa sobre todo en el uso de
las herramientas privilegiadas de la modernidad: la tecnología. Resulta una modernidad ins-
trumental y no de pensamiento. Los espacios cúlticos se agrandan y es el tiempo de los esce-
narios –antiguamente algunos fueron cines– que a veces se diseñan como teatros o audito-
rios. El diseño arquitectónico no trasluce el sitio sagrado; es, más bien un monumento a la
religión secularizada de la modernidad. El sitio central no la tiene más el púlpito ni la
Palabra y es impensable una cruz, sino que lo ocupan los grandes equipos de amplificación
del sonido, instrumentos musicales electrónicos, luces, micrófonos –todos medios electró-
nicos–29 símbolos de modernidad. Es la creación sofisticada de un escenario que pone en
escena el show mediático en el cual ya no se participa, sino se especta. La propuesta es
espectáculo, entretenimiento, catarsis.
Estas nuevas iglesias, muy exitosas numérica y económicamente, se convierten en el
referente y en el modelo para imitar por parte de las iglesias pequeñas ubicadas en los luga-
res periféricos, las que con un equipo de amplificación electrónica esconden las maderas tri-
ple entre las cuales se reúnen niños que ya no son más el centro de la vida comunitaria por-
que ella está agonizante. Es interesante notar que ahora se pierden o deterioran los espacios
tradicionales como la escuela dominical, las sociedades de damas y las reuniones de estudio
bíblico que son reemplazados por “células” o “reuniones de discipulado” que generalmente
se reúnen en casas. Este modelo se preocupa con la conservación del orden social y fácil-
mente se identifica con el discurso de los sectores políticos de derecha.
ESTRUCTURAS DE COORDINACIóN
27. Quizás el caso más emblemático de ellas es el Centro Evangelístico de Guayaquil, formalmente
miembro de las Asambleas de Dios.
28. Este es el caso, por ejemplo, de los Ministerios Verbo www.verboecuador.org
29. Estas iglesias son clientes asiduas de las tiendas de estos equipos de sonido que además invaden
al país con fuerza gracias al mercado abierto de las importaciones. Por este énfasis y su presencia
en los medios masivos, algunas las denominan las Iglesias electrónicas.
388
país.30 El perfil predominante dentro de los líderes de la CEE31 fue tener sus orígenes en
estratos sociales populares con un ascenso social que ha costado mucho esfuerzo pero que
se ha concretado gracias a su apuesta por una superación educativa, conscientes de sus raí-
ces históricas y ubicados geográficamente en Quito.
Los fines que han acompañado a la CEE, desde su fundación, son poner de manifies-
to la unidad espiritual del pueblo evangélico, promover la cooperación de todas las congre-
gaciones evangélicas y representarlas ante los poderes públicos a la Iglesia Evangélica
Ecuatoriana y, en caso necesario, reclamar derechos y garantías. La CEE se convierte enton-
ces en interlocutor que media y articula los diferentes espacios evangélicos, instituciones,
iglesias, denominaciones, entidades de cooperación, etc., y con la sociedad nacional.
De esta forma, algunos líderes de la CEE (que pertenecían también a la Asociación de
Pastores del Ecuador, APEE) crean en 1981 el Centro Cristiano de Recursos Educativos,
CREE.32 Su intención era ofrecer un programa de estudios teológicos para todos los nive-
les, incluyendo un programa de extensión y bachillerato. CREE logra tener una gran inci-
dencia a nivel nacional y comienza a crecer hasta que dentro de la APEE se genera una
pugna por el control por parte de líderes de Guayaquil, que termina en la disolución de
CREE en 1986. Desde ahí se dinamiza al organismo provincial, la Asociación de Pastores
del Guayas (APG).
Al continuar apostando por la propagación de la reflexión bíblica teológica contex-
tualizada, la CEE establece vínculos con la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL)33
para intentar lograr esta meta. Ejemplos son la presencia de René Padilla34 en algunas de las
Asambleas de la CEE en 1987,35 la realización de CLADE III36 y CLADE IV37 en Quito,
y la realización del Encuentro Nacional de Universitarios y Profesionales Cristianos en
Cuenca, en octubre en 1988. El liderazgo evangélico perfilado por la CEE intenta identifi-
carse como teológicamente abierto y entender y actuar de cara a los problemas nacionales
de pobreza e injusticia,38 pero al mismo tiempo son herederos del “mensaje evangélico de
Mientras por un lado la CEE se hace visible a nivel público, a nivel de las relaciones
con algunas agrupaciones evangélicas continúan las tensiones y confrontaciones, principal-
mente con la Asociación de Pastores Evangélicos del Ecuador, APEE. En 2003, en el con-
texto del mega-evento de los Comunicadores y Medios Masivos Cristianos (COICOM),
lograron firmar un acuerdo para hacer las paces, el mismo que hacen notarizar públicamen-
te.41 A pesar de estos esfuerzos, las inconformidades continúan, haciéndose notar fuerte-
mente en 2008, básicamente entre dos tendencias, la una conservadora y fundamentalista y
la otra más liberal y progresista. La situación se vuelve crítica: miembros de la APEE hablan
a nombre de la iglesia evangélica e intentan controlar a la CEE. Ésta, en cambio, es la enti-
dad que tiene la personería jurídica y que legalmente puede representar a la Iglesia
Evangélica Ecuatoriana. Sin embargo, para 2008 se nota que la CONEVE tiene más poder
de convocatoria que la misma CEE. Puede decirse, entonces, que la historia de la CEE está
todavía por escribirse.
Participación internacional
42. También la “Cumbre de Liderazgo Global 2006” con tecnología video-cast, organizado por el
Centro Cristiano de Guayaquil usó nuevas tecnologías como el “learning” y la interconectividad
movil (Coaching Cristiano) y los Seminarios del Instituto “Haggai” a nivel nacional, regional e
internacional, estos últimos llevados a cabo en Hawai y Singapur.
391
Los indígenas
El movimiento pentecostal
media, influenciadas por esta tendencia pentecostal. Otros procesos similares tienen una his-
toria mucho más larga, especialmente en Chile y Argentina; sin embargo, ha sido muy difí-
cil reconocerlo. Fue en la reunión del Congreso Latinoamericano de Evangelización
CLADE IV, reunido en Quito en 2000, cuando estos cuerpos casi invisibles fueron tomados
en cuenta. Según Tito Paredes, secretario general de la Fraternidad Teológica
Latinoamericana, “tres de cada cinco evangélicos en América Latina son pentecostales. Esta
es la primera vez que nos hemos esforzado en traer a teólogos y expositores de las tradicio-
nes pentecostales [a nuestros congresos]”.47
Paralelamente a la explosión pentecostal, aparecieron experiencias carismáticas, tanto
en iglesias evangélicas como católicas en el Ecuador. El argentino Juan Carlos Ortiz, del
Movimiento de Renovación Carismática, realizó talleres en 1967 y 1970. Congregaciones
de la Iglesia del Pacto y otras denominaciones adoptaron prácticas carismáticas. En Quito
los evangélicos carismáticos se relacionaron con el movimiento carismático católico en el
espacio de la parroquia del Girón, donde por un tiempo los cultos unidos fueron frecuentes.
Al mismo tiempo, las iglesias establecidas, con sus cultos más formales, recibieron mucha
influencia de los pentecostales en su forma de adoración, donde lo fundamental es el espa-
cio de la alabanza, la música y una mayor libertad en la expresión corporal.48 Las mega-
iglesias son también parte de este fenómeno.
El movimiento ecuménico
El último párrafo de este libro, después de identificar varios mandatos necesarios para
cumplir su misión, indica:
católicos del continente, a pesar de que este evento no tuvo realmente mayor resonancia en
el país.
Hubo un período de encuentros ecuménicos informales hasta que, en el año 1997, se
celebró por primera vez en el Ecuador la Semana de Oración por la Unidad de los
Cristianos, organizada por la Iglesia Católica Romana y el CLAI. En este evento, calificado
de histórico por la importante participación de la Iglesia Católica, se unieron la Iglesia
Evangélica Unida, la Iglesia Episcopal y la Iglesia Evangélica Luterana del Ecuador. Por
primera vez en el Ecuador, sacerdotes católicos predicaron en iglesias evangélicas y pasto-
res evangélicos predicaron en templos católicos. Posteriormente se formó la Fraternidad
Ecuménica en Quito con reuniones mensuales de pastores (muchos de iglesias evangélicas
conservadoras), sacerdotes y otros interesados en contactos ecuménicos. Este grupo asumió
la responsabilidad de convocar la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos y otras
actividades ecuménicas.53
En los primeros años de este siglo, el CLAI intensificó sus relaciones con iglesias que
no habían tenido anteriormente mucho contacto con el movimiento ecuménico. Se desarro-
llaron más actividades con las iglesias indígenas, incluyendo una relación oficial con FEINE.
Esta iniciativa produjo cierta resistencia con las denominaciones fundadores del CLAI, pero
todavía no está claro si se ha abierto este espacio más amplio en la organización.
Dado el caso de no surgir un liderazgo amplio a nivel socio-político dentro de las igle-
sias, en su ausencia surgieron otras instituciones con base cristiana. Parece correcto decir
que ninguna de las denominaciones protestantes ha cumplido un papel central dentro de la
acción global de la iglesia evangélica en el Ecuador. Un cambio significativo durante los
últimos 25 años ha sido el aumento de actividades nuevas, de inspiración cristiana, dedica-
das al bienestar físico y social, especialmente de los sectores más marginados de la socie-
dad. Ya Padilla identificó a varios de los pioneros de este grupo.54 Algunas de estas organi-
zaciones no-gubernamentales nacieron de iglesias que no podían asumir una tarea más
amplia, como es el caso de la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos (CEDHU), fun-
dada en gran parte por inspiración de Washington Padilla y otros líderes de instituciones
evangélicas y cuya actividad continuó por las hermanas católicas Elsie Monge y Laura
Glynn.
Otro caso fue la formación de la Fundación Brethren y Unida (FBU), como continua-
ción de la obra social de dos misiones que no encontraron la forma de cumplir sus funcio-
nes dentro de la estructura de la Iglesia Evangélica Unida del Ecuador (IEUE), también
nacida del esfuerzo misionero. Otro grupo relacionado originalmente con la IEUE es la
Fundación Ecuménica de Desarrollo y Educación (FEDICE), dirigido por Víctor Vaca. Esta
fundación provee apoyo a iglesias rurales independientes que no tienen relación con una
nes a los protestantes fue visto como parte de los mismos mecanismos que impedían su dig-
nificación y se entendía la lealtad mantenida por los indígenas evangélicos frente a las
misiones, únicas abiertas a entablar con ellos alianzas estratégicas en épocas intransigen-
tes.57
Señalaremos adicionalmente que las congregaciones indígenas se constituyeron en
espacios de revalorización de la cultura.58 Dentro de este proceso tuvo una importancia fun-
damental el acceso de los indígenas al Nuevo Testamento en quichua,59 porque con ello tení-
an por primera vez en sus manos un instrumento de dignificación de gran contenido simbó-
lico y real, que a la vez les motivaba a iniciar y proseguir su carrera dentro del proceso de la
alfabetización bilingüe.60 En este sentido, es también significativo el involucramiento de un
equipo de líderes indígenas evangélicos en la revisión de las posteriores versiones del Nuevo
Testamento en quichua en 1970 y en 1980 en la traducción de toda la Biblia.61 El mensaje
evangélico facilita además la conformación de un liderazgo autóctono y la transmisión del
poder de lo sagrado a los indígenas, a diferencia de la propuesta católica que monopoliza este
poder.62 Además, anotamos las características peculiares de la misión madre que apuntó al
auto-sostenimiento y que entrega también a la organización indígena provincial la adminis-
tración de los programas y proyectos promovidos por la misión: radio, clínica, institutos
bíblicos y departamento de traducción.63
En la sección anterior, relacionada con los indígenas y las estructuras de coordinación,
se explicó el origen de las iglesias evangélicas indígenas como parte de la evolución del
movimiento misionero, el tema central del libro. Algo nuevo comenzó en 1966 cuando la
Unión Misionera Evangélica entregó gran parte de su programa en Colta a la Asociación de
Indígenas Evangélicos de Chimborazo (AIECH). El retiro de esta misión fue una de las pri-
meras señales que anunciaban el final de la era misionera. Sin embargo, las iglesias seguí-
an sintiéndose como parte de la familia evangélica nacional, especialmente los miembros de
más edad. Simultáneamente, un grupo de jóvenes empezó a abrirse a nuevas ideas y a pre-
pararse para ser los líderes de una iglesia nueva, libre de las dependencias antiguas. La cola-
57. Aspecto que hay que profundizar. Respecto a los estatutos de la AIECH, ver Julián Guamán, op.
cit.,p. 53.
58. Educación bilingüe, formación bíblico pastoral, en primer momento traducción de materiales
bibliográficos religiosos para luego promover la autoría de los mismos indígenas. Fomentaron la
expresión musical mediante la creación de institutos de formación musical, vocalización y compo-
sición de himnos. La generalización de los festivales de música. Ver Julián Guamán, op.cit., p. 60.
59. La traducción del Nuevo Testamento en quichua terminada por la Sra. Julia Anderson de
Woodward en 1949. Ver W. Padilla, op.cit., p. 398.
60. Unificación del alfabeto kichwa con la participación de los actores educativos, abril 1980. Sin
embargo, existe una distancia entre el alfabeto unificado y la lengua oral. Dilema que exige res-
puestas novedosas, creativas y participativas. Entrevista al pastor Rafael Yuquilema, septiembre
2008.
61. Parece ser que todo este trabajo se desarrolló gracias a un convenio entre la Unión Misionera
Evangélica y las Sociedades Bíblicas Ecuatorianas. Entrevista a pastor Rafael Yuquilema, inte-
grante de este equipo bajo la dirección de Washington Padilla, secretario ejecutivo de las SBE en
ese momento, septiembre, 2008.
62. Julián Guamán, op.cit.,p. 64.
63. Washington Padilla, op.cit.,pp. 405-406.
398
boración con la Federación Evangélica de Indígenas del Ecuador (FEINE) fue muy impor-
tante en el proceso de establecer esta nueva identidad, como también lo fue el apoyo para la
formación teológica proveniente de misioneros enviados por la iglesia Menonita de los
EE.UU.
Continuaba el apoyo de las ONG de inspiración evangélica como Visión Mundial,
MAP, Compassión y unas pocas misiones con un enfoque rural/indígena como la Misión de
los Hermanos y la Misión Unida Andina Indígena. Hubo también experiencias importantes
en la participación política a través de la formación de organizaciones locales representati-
vas, siendo la primera la Asociación Indígena Evangélica de Chimborazo AIECH (1966). Se
establecieron asociaciones similares en Bolívar en 1972, en Cotopaxi en 1974 y en Napo en
1976. Más tarde, la creación en 1988 de la Dirección Nacional de Educación Intercultural
Bilingüe ofrecía empleo a un buen número de profesores y profesoras evangélicas.
En 1992, llegaron asesores y mucho financiamiento internacional para apoyar todas
las acciones relacionadas con el 500 aniversario de la llegada de los españoles a estas tie-
rras. La Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), como la ins-
titución nacional más representativa, y el Consejo Nacional de Planificación de los Pueblos
Indígenas y Negros (CONPLADEIN) recibieron mucho financiamiento. Los indígenas
evangélicos tomaron parte activa en las actividades y el CLAI difundió información de esta
historia trágica entre las Iglesias del continente y dentro de los Estados Unidos.
Como parte del proceso de establecer una nueva identidad, se establecieron relacio-
nes con varios programas que apoyaban la inclusión de los indígenas en la vida nacional.
FEINE estaba en el centro de esta iniciativa y varios eventos contribuyeron a este proceso
de transformación. En 1993, la Organización de las Naciones Unidas declaró el Decenio
Internacional de los Pueblos Indígenas. Ecuador formó su cuerpo correspondiente y el
Presidente de FEINE, Abelardo Bonbom, asumió la dirección de este esfuerzo.
Frente al Proyecto de Ley de la Educación Religiosa, surgió una movilización gene-
ralizada de los evangélicos y en 1994 se dio un pronunciamiento público por parte de
FEINE, CLAI y la CEE. Prosiguieron los acercamientos con el CLAI, de tal manera que
cuando se incendió el templo bautista en Cachi Gualay, provincia de Cañar, en 1995, la
FEINE solicitó la mediación del CLAI.64 Más tarde, la Comisión Política al interior de la
FEINE apoyó la creación del movimiento evangélico independiente Amauta Jatari, en 1997.
De esta forma, para el 17 de junio de 1999, se da la movilización de FEINE y Amauta Jatari,
rechazando la privatización de las áreas estratégicas nacionales.65 Luego la FEINE tuvo ini-
ciativa propia en la movilización y marcha en Riobamba y Quito en el 2000 que tuvo como
objetivos el cuestionamiento de las políticas neoliberales del gobierno de Jamil Mahuad. Así
queda clara la relación de las iglesias indígenas con la FEINE y la participación política de
la misma en el país.
En su esfuerzo por lograr una identidad nacional, en el año 2000 la FEINE cambió
sus estatutos para denominarse el Consejo de Pueblos y Organizaciones Indígenas
Evangélicas del Ecuador-FEINE. Este proceso representa un gran salto hacia la representa-
… la evangelización de tipo protestante se modificó con el paso de los años y terminó siendo,
en muchos casos, un elemento potenciador del desarrollo en las comunidades campesinas indí-
genas. En efecto, luego de una etapa caracterizada por el paternalismo, el proselitismo y el fun-
damentalismo doctrinal, las misiones, denominaciones y ONG evangélicas concedieron una
autonomía administrativa a las expresiones cristianas indígenas y reconocieron ciertos valores y
prácticas de la cultura comunitaria autóctona. Adicionalmente, el libre acceso a las Escrituras (la
traducción de los evangelios al idioma étnico) y el desafío que ello significó para la superación
académica e intelectual de los creyentes –en un contexto marcado por altos índices de analfabe-
tismo real o funcional–; el respaldo a proyectos de mejoramiento de infraestructura social y pro-
ductiva a escala local; la elevación de la dignidad y la autoestima (ser llamados “hijos de Dios”)
de los creyentes; la capacitación y formación de un liderazgo propio, son otros tantos factores
que contribuyen al reforzamiento de la identidad étnica y al desarrollo comunitario.67
66. Consejo de Desarrollo de las Nacionalidades y Pueblos del Ecuador (CODENPE), organismo que
reemplaza al CONPLADEIN y del cual son desplazadas la FEINE y la FENOCIN, desencadenan-
do una disputa por los espacios de representación indígena.
67. Felipe Adolf y Manuel Quintero, “Ecumenismo, desarrollo y organismos cristianos en el
Ecuador”, Quito, CEP, mayo 2001, p. 34, informe para el Comité Ecuménico de Proyectos.
400
CONCLUSIONES
En los veinte años desde entonces, ¿qué cambios ha habido? ¿Este juicio crítico sigue
siendo válido? Nos parece que sí, al menos en lo que se refiere a la iglesia-institución. La
evidencia visible nos pinta mega-iglesias, el modelo del pastor-empresario, un énfasis en el
crecimiento, la aplicación de tecnologías modernas, la poca participación oficial en los
esfuerzos por ofrecer mejores servicios a los marginados, y hasta la gran dificultad para la
unidad y el respeto de las diferencias. Los cambios que notamos en las iglesias representan
una fiel copia de la sociedad más amplia, determinada profundamente por el modelo del
gran vecino del norte.
Para poder encontrar cambios positivos, nos hace falta señalar una distinción que ape-
nas aparece en las últimas observaciones que hace Padilla. En la cita mencionada arriba, él
utiliza el término “iglesia-institución”. Esa expresión posiblemente refleja una intuición aún
no desarrollada –una distinción entre la iglesia concreta y visible–, en comparación con la
iglesia no organizada, anónima y sin membresía contabilizada.
En Mateo 25:31-46, Jesús describía esta iglesia en su parábola sobre el juicio de las
naciones, clasificándolas como ovejas y cabras. A las ovejas les entregó el reino que les
había sido preparado, pero las cabras recibieron la maldición y el destierro. Ellas reclama-
ron su triste destino, insistiendo en lo que podemos entender fue su creencia de fiel cumpli-
miento de sus deberes frente al Rey. En contraste, las ovejas expresaron sorpresa sobre las
bendiciones recibidas, confesando su falta en atender al Rey. El Rey les explica entonces
que su comportamiento generoso al demostrar compasión y amor a los necesitados fue
entendido como una atención al mismo Rey, y por eso la recompensa. La tradición cristia-
na ha entendido esta parábola como la exaltación de hechos buenos espontáneos por enci-
ma de comportamientos más formales, anunciando así que la fidelidad a las enseñanzas de
Jesús no depende de la institucionalización del evangelio sino de la interiorización de ese
evangelio.
Esta segunda clase de iglesia sí está presente en el Ecuador hoy. La acción de las ONG
de inspiración cristiana atiende a miles de necesitados de múltiples maneras. Los grupos
informales de cristianos indígenas y mestizos con un liderazgo local, los miles de personas
que se preocupan espontáneamente por el bien de otros y muchas otras obras son parte de
un pueblo que cumple los mandatos de Jesús. Es ésta la iglesia en su sentido más amplio.
Para terminar
Estamos muy conscientes de que nuestro aporte deja mucho que desear. Es imposible
en un espacio tan corto mencionar a todos los grupos y a todos los eventos como es debido.
Como señalamos al iniciar este Anexo, la intención de Washington Padilla era escribir otro
libro para cubrir en detalle el período entre 1945 a 1990. Hasta la fecha, nadie más se ha
sentido convocado o convocada a responder a esa necesidad. Entre tanto, han pasado ya casi
veinte años más, años durante los cuales ha habido muchos cambios que merecen un estu-
dio y análisis profundo. Es nuestro deseo que la re-edición de LaIglesiaylosdiosesmoder-
nosestimule el pensamiento de la comunidad evangélica en el país, de tal manera que el
análisis de su historia hasta el presente no quede inconcluso.
Equipodeinvestigaciónyredacción:
CatalinaSantosPadilla
EugeneBraun
Quito, octubre 2008
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