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TRIBUNAL CONSTITUCIONAL: LIMITES

Alfredo Quispe Correa

El Tribunal Constitucional es una institución importantes, necesaria. No se la


debe desaparecer ni sustituir por una repartición judicial. Su rol es proteger la
Constitución, interpretarla, defender los derechos de las personas. Son sus
límites. Lo que deben comprender los magistrados constitucionales.

Si no se autolimitan en relación con los fines de la carta, deterioran su


importancia y generan incomprensión y rechazo de la comunidad. El Tribunal
Constitucional es un poder constituído, no constituyente, misión reservada al
parlamento. Dogma que olvidan con frecuencia. Un constitucionalista peruano
recuerda un precedente que, en donde la carta escribe denegatoria,
refiriéndose a los procesos de la libertad, el Tribunal corrigió en estimatoria,
alterando sustancialmente el texto del artículo 202.2 de la ley básica.

Se excedieron. Y cuando se exceden límites se usurpan funciones. Lo que


castiga la ley. Jorge Carpizo, intelectual mexicano, ha dicho: “el tribunal
constitucional no puede usurpar funciones del poder constituyente ni del
órgano revisor de la Constitución” (parlamento). “En consecuencia, no debe
crear normas y (debe) equilibrar sus decisiones con fines como la certeza y la
seguridad jurídica”. Dirá más: “el Tribunal Constitucional es un órgano político
que conoce de asuntos políticos pero que como tribunal sólo puede resolver
con metodología y técnicas jurídicas”.

El tribunal Constitucional es, además, legislador negativo. Expulsa del sistema


la norma que declara inconstitucional. Sin embargo, cuando apela a
sentencias aditivas, (legislar sobre la omisión), o a las sustitutivas,
(reconstruir parte de la ley), peca de legislador positivo invadiendo atribuciones
expresas que la carta reserva al Congreso. ¿En qué parte de la Constitución se
dice que el Tribunal Constitucional puede legislar?

Carpizo recuerda que el Tribunal es un órgano político que conoce de asuntos


políticos. No hay duda. La constitución es derecho, política y se funda en una
ideología; en nuestro caso, la liberal. Por tal razón habla de economía social de
mercado, respeto a los contratos, flexibilización laboral, entre otros contenidos.
El magistrado constitucional, al ejercer el cargo, debe considerar los límites que
nacen de la normatividad e ideología, para no perderse en confusiones
políticas.

Hay que tener presente que aquí reside la clave del funcionamiento idóneo: la
elección del magistrado. Mientras no se haga ciñéndose al perfil ideológico
que deriva de la carta seguirán lo problemas. Hasta que un día la paciencia se
agote, se convoque a una constituyente y el pueblo decida otro diseño y forma
de selección más fidedigna con el modelo.

Sagües, intelectual argentino, recomienda: “las oposiciones ideológicas de la


constitución se resuelven según la voluntad ideológica del intérprete
operador de la Constitución… Ello alerta sobre la importancia de los
procedimientos de selección y nombramiento de los intérpretes finales de
la constitución”. ¿Conocen este pequeño detalle los encargados de elegir a
los magistrados?

Sí. No cabe duda. De allí la pugna por imponer un intérprete-operador dócil con
los intereses y doctrina de quienes eligen, al margen de la lealtad con los
principios constitucionales. Si los parlamentarios no cambian esta actitud habrá
que pensar seriamente en sustituir el modelo reformando la Constitución. Hay
que frenar la impaciencia mientras tanto. Y no perder la fe en el Tribunal ni en
la posibilidad que los magistrados se autolimiten por el derecho contenido en la
carta y la ideología que la sustenta.

Profesor de Derecho Constitucional.

Ex Ministro de Justicia.

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