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Tomás de Aquino, es uno de los grandes teólogos de la escolástica del s.

XII, que
llegó a ser santo y doctor de la Iglesia, él retomó varios argumentos filosóficos y
en especial del pensamiento de Aristóteles, el cual fue introducido en Occidente
por medio de los árabes. Su vida es considerada como un ejemplo de
consagración a la búsqueda y defensa de la verdad, y aunque su desarrollo
intelectual estuvo muy marcado por la enseñanza, éste no olvido la profundidad de
la dimensión espiritual que lo llevó a grandes experiencias místicas, las cuales son
reflejadas en sus textos.

Nace en el castillo de Roccasecca muy cerca de Nápoles entre el año 1224


y 1225, fue el hijo del conde de Aquino. Su status social le permitió entrar desde
los cinco años a la abadía benedictina de Monte Casino, como oblato, donde
comenzó sus primeros estudios desde el 1230 al 1239, debido a que Federico II
desalojó a los monjes. Posteriormente continúo sus estudios en la universidad de
Nápoles. En esta ciudad había una orden de frailes dominicos, la cual llamó la
atención de Tomás de Aquino y quien movido por su forma de vida decidió entrar
a la orden en el 1244.[1] Su familia se opone a esta decisión e incluso sus
hermanos lo raptaron en un viaje a Bolonia que hacía junto con su superior, ya
que después de la asistencia a un capítulo general, el superior tenía la intención
de enviarlo a una universidad en París. En efecto, por este sentimiento de rechazo
de sus padres hacia la orden, sus hermanos lo mantuvieron preso por casi un año.
Más todo esto dio paso a que Tomás no cediera a sus ideales y comenzara su
deslumbrante carrera eclesiástica en París en el 1245 hasta el 1248.[2]

Tomás de Aquino durante la instancia en París tuvo contacto con Alberto


Magno y permaneció en su compañía hasta el 1252, en este lapso de tiempo gozo
de la oportunidad de aprender junto a su lado, y en parte a él se debe este gusto
por las ideas aristotélicas que fueron llevadas por Tomás de Aquino al cristianismo
como un instrumento de estudio y síntesis de bases filosóficas y teológicas, para
el fundamento de la fe cristiana. En el 1256, Tomás de Aquino termino sus
estudios y recibió la licencia para impartir clases en la Facultad de Teología,
posteriormente fue nombradoMagister, y ocupó una cátedra como profesor
dominico hasta el 1259, y a partir de esta fecha se trasladó a Italia donde enseñó
teología en el “studium curiae adscrito a la corte pontificia” hasta el 1268 en que
regresa a París y en donde se vio envuelto en las controversias averroístas[3] que
continuamente atacaban a las órdenes religiosas. En 1274 fue convocado por el
papa Gregorio X, para que participara en el concilio de Lyon, pero
lamentablemente Tomás de Aquino muere en el viaje el 7 de marzo de 1274 en un
monasterio cisterciense de Fossanuova, entre Nápoles y Roma.[4]

Por otro lado de sus obras literarias podemos mencionar De principiis


naturae, De Ente et Essentia, De Veritate, Quaestiones quodlibetales, In Boethium
de Hebdomadibus y el In Boethium de Trinitate, Summa contra Gentiles, De
Potentia, Contra errores, Graecorum, De emptione et venditione, De regimine
principum, De unitate intellectus contra averroistas,De Malo, De spiritualibus
creaturis, De Anima y Summa Theologica, por aludir algunas de sus obras, sin
embargo dentro este análisis que se desarrollará a continuación, se retomará la
obra De Ente et Essentia, en donde se trata el problema de la esencia y la
existencia, los términos de género y especie, la materia y la forma del ente y la
sustancia y el accidente.

El texto sobre el ser y la esencia comienza planteando dentro de su primer


capítulo que el ente tiene dos significados, uno remite a la esencia de la cosa en
donde es necesario la presencia de una realidad en sí para distinguir la sustancia
de esa cosa y el otro hace referencia a todo lo que se puede expresar sin
necesidad de la presencia material de la cosa, es decir, aquellas realidades que
pueden tener o no una esencia. Sin embargo, el ente es conocido también por su
esencia y por su definición que se le da al ser, pasando así a entender la esencia
como quididad, “lo que algo es (quod quid erat esse), esto es, aquello por lo que
una cosa tiene el ser de algo”.[5]Por tanto, Tomás de Aquino entiende por esencia
a la sustancia, aquello que es común a todas las naturalezas en géneros y
especies. Así que el terminoquididad, describe al ser en tanto su forma y su
materia, “mientras que se llama esencia en cuanto que por ella y en ella el ente
tiene el ser”.[6]

Dentro del segundo capítulo, se habla del ente en cuanto le da sentido a las
sustancias y a los accidentes, ya que se distinguen dos tipos de sustancias, unas
simples y otras compuestas, las primeras se manifiestan de un modo más puro y
verdadero, Tomás de Aquino en este sentido afirma que Dios es sustancia simple
y primera, además es causa de las sustancias compuestas. Por otro lado se dice
que podemos llegar al conocimiento de una cosa por su esencia y no por la
materia, ya que ésta sólo coloca a la cosa en un género y en una especie, por
tanto, si queremos conocer la cosa, es necesario analizar la forma y la materia,
sólo así se llegara a su esencia, lo que la cosa es.[7]

Continuando las ideas que expresa Tomás de Aquino, se habla de la


materia como pura potencialidad, por ello se dice que no es capaz de existir por sí
misma, sino es necesaria una forma, sin embargo para emprender este proceso
es necesario llegar a los compuestos individuales de materia y forma, buscando
un “principio de individuación”. Por un lado se dice que la materia es razonada
bajo ciertas especificaciones del ente, es decir, bajo ciertas substancias
concretas, en cambio la forma abarca lo universal que no remite a una substancia
particular.[8]

En el capítulo tercero se habla del género y la especie, los cuales están


dentro del ser y hasta cierto punto son parte de la esencia porque contienen todo
lo que hay en el ser, o en palabras de Tomás de Aquino, se considera a la esencia
“en cuanto a la existencia que tiene en éste o en aquel individuo; y de ella así
considerada se predica algo accidentalmente por razón del sujeto en que se halle”.
[9] Por tanto se puede decir que los accidentes no son parte de la esencia y cada
ser posee una esencia diferente a la de los demás entes, aunque también ésta se
entiende dentro de la multiplicidad de los otros entes, porque no se puede hablar
de una existencia singular. Sin embargo se puede saber esto gracias a la
predicación que “es algo que se consuma por la acción del entendimiento que
compone y divide, y que tiene su fundamento en la realidad”.[10] Es por esta
actividad del hombre que se puede conocer el género, en cambio, la relación que
tiene la esencia con la especie “es uno de los accidentes que la acompañan por
razón de la existencia que tiene en el entendimiento”.[11]

En lo que compete al cuarto capítulo se habla de la forma y la materia, por


un lado se aplica el término forma a toda sustancia separada, como el alma, la
inteligencia y a Dios, entendido como “causa primera”, al igual se dice que las
formas no pueden ser entendidas “en acto sino en cuanto están separadas de la
materia”.[12] En efecto, es de saber, que el hombre en Tomás de Aquino es un
compuesto de sustancia espiritual y corporal. Aunque se hace la distinción de que
el alma no es cuerpo, sino el acto del cuerpo, también el alma humana posee la
capacidad intelectual y es además incorpórea y subsistente, porque tiene una
operación en sí, independiente del cuerpo, aunque se necesiten mutuamente. Del
mismo modo, el alma es una sustancia particular y no universal, por lo tanto, el
hombre no es sólo alma sino es un compuesto a partir del alma y del cuerpo. De
ello que “la forma confiere el ser (esse) a la materia. Y por esto es imposible que
exista la materia sin la forma, mientras que no lo es que exista la forma sin la
materia”,[13] e incluso por ello se puede afirmar que el hombre posea un alma
trascendente que no necesite de la materia.

En efecto, Tomás de Aquino niega que la materia sea potencia operadora e


insiste acerca de su imperfección en relación con la forma, ya que Dios que es
sustancia simple no necesita materia para existir y para dar orden a las cosas, sin
embargo el ser no puede ser causado por sí mismo, sino es necesario que reciba
la existencia de otro. Por esto se afirma que Dios es causa eficiente del ser.[14]

En el capítulo quinto se habla de “Dios cuya esencia es su ser mismo”, es el


ser que es causa de todo, el único que posee todas las perfecciones, el que no
reside en la materia, el que da existencia y el que es el orden de todas las cosas.

Por último, en el sexto capítulo se trata el problema de cómo se encuentra


la esencia en los accidentes. Primeramente se ataca el problema poniendo de
manifiesto que es necesario un sujeto para que en éste subsistan los accidentes,
ya que no es concebible que un accidente se encuentre en la forma, por ello es
indispensable que haya forma y materia, porque como la forma no puede existir en
el ámbito terrenal sin la materia, así tampoco los accidentes, debido a que en el
acto de ser necesitan sustancia y esencia. Sin embargo al hablar de esencia en la
materia y en la forma se distingue “que unos accidentes siguen principalmente a la
forma y otros a la materia”,[15] pero esta cuestión no limita a que materia y forma
no sean independientes, sino pasa todo lo contrario ambas se complementan y
“ningún accidente sigue a la materia sin tener comunicación con la forma”,
[16] afirma Tomas de Aquino.

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