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N° 125324
PARCIAL DOMICILIARIO INDIVIDUAL
“…Y al hablar de la importancia de la enseñanza, pienso mucho menos en la cantidad de conocimientos que
se pueden proporcionar a los alumnos que en la posibilidad de enseñar a pensar, enseñarles a dudar, a que no
acepten los hechos que contienen los libros de historia como datos a memorizar –a la manera de certezas
parecidas a las que se enseñan en el estudio de las matemáticas-; sino como opiniones y juicios que se pueden
analizar, para que se acostumbren a mantener una actitud parecida ante las certezas que les querrán vender cada
día los medios de comunicación domesticados. Vuelvo a las palabras de Marc Bloch: introducir un pellizco de
conciencia en la mentalidad en la mentalidad del estudiante. Esta me parece que es la gran tarea que puede hacer
quien enseña historia…” (Fontana, 2003, p23).
Pero ¿qué historia se enseña? A comienzos del siglo XX, la historia de la gesta revolucionaria
y los primeros años de vida independiente, junto con todo un panteón de próceres y simbología
nacional, fue el sustento de una enseñanza dirigida a crear una “conciencia patriótica” en los
niños tanto nativos como inmigrantes que llegaban al país. A lo largo del siglo una pretendida
educación política neutral contrastaba con los constantes realineamientos políticos que atravesaba
la Argentina; los libros de textos escolares hablaban de las instituciones de la democracia incluso
cuando los gobiernos de facto suspendían el régimen constitucional. El recuerdo traumático del
último período dictatorial y el advenimiento final de la democracia en las últimas décadas del
siglo, supusieron un optimismo generalizado acerca de las expectativas que la sociedad argentina
asignaba a la vida democrática, que finalmente se vieron frustradas en el desmantelamiento final
del estado de bienestar y la furia con que el neoliberalismo abrió un horizonte de miseria, resultas
de lo cual se generó un descreimiento en la corrupta dirigencia política y una profunda crisis de
valores. La formación política en ese entonces cobraba una importancia nueva y ponía en
cuestión la neutralidad escolar. Esto nos lleva a la siguiente pregunta ¿qué historia se desea
enseñar? Dice Isabelino Siede:
“…La necesidad de que el alumnado desarrolle su pensamiento histórico para leer la realidad
en términos históricos choca con un discurso y una conceptualización compleja que no recibe una
atención adecuada ni en los materiales curriculares ni en la práctica […] El profesor ha de
predisponer al alumnado para que acepte los retos que le presenta el conocimiento histórico. Para
ello ha de renunciar a pretensiones holísticas y ha de seleccionar su contenido según las
potencialidades educativas que pueda tener para su alumnado, comunicarle la intencionalidad de
su enseñanza y articular estrategias que combinen la utilización de todo tipo de recursos y el
trabajo individual con el cooperativo…” (Pagés, 2009, p80)
En este sentido, podemos decir que el aporte más importante que hace la historia escolar en la
construcción de la ciudadanía, es convertir a los estudiantes en personas reflexivas, a partir de
enseñarles a pensar históricamente. Desde este punto de vista, enseñar a pensar históricamente,
sería el más relevante propósito de la enseñanza de la historia, porque tiene que ver con enseñar a
interpretar la realidad en clave histórica, de comprender que el presente que habitamos es en parte
realización de proyectos del pasado y que las dimensiones de la temporalidad nos atraviesan
continuamente, por lo cual es necesario lograr poner en perspectiva la propia existencia.
Al hablar de propósitos, en realidad nos estamos refiriendo a las finalidades de la enseñanza de
la historia. A la hora de pensar una formación política para el ejercicio de la ciudadanía, enseñar a
pensar históricamente cumple con la finalidad de formar ciudadanos más reflexivos o, al menos,
más eficaces a la hora de la participación democrática. Y otra vez surge entonces la pregunta de
qué historia enseñar. La respuesta, siguiendo esta línea argumentativa, sería aquella que sea
necesaria para los estudiantes, aquella historia que tenga que ver con sus experiencias y para esto
se requiere un análisis del mundo actual y los contextos. Surge, entonces, la problemática de la
historia reciente, aquella que más demanda tiene de parte de una sociedad que pretende construir
su democracia en base a recordar el hecho traumático de las dictaduras militares.
La historia reciente nos acerca a cuestiones socialmente vivas, que implican un debate y una
confrontación de intereses y valores políticamente sensibles. Esto implica, a su vez, hacer de los
problemas políticos, que sin duda tienen un correlato directo en la experiencia cotidiana de los
estudiantes, un tema fundamental para la enseñanza de la historia. Crear sujetos con una
conciencia crítica, que es en esencia de lo que se trata enseñar a pensar históricamente,
preparados para problematizar el presente con una perspectiva más amplia, dispuestos a la
confrontación de ideas y a aceptar la diversidad de personajes y discursos políticos en disputa de
su espacio en el juego democrático, es en definitiva la creación de ciudadanos predispuestos a
una participación activa mucho más eficaz. En esta que es una correlación mucho más estrecha
entre presente y pasado histórico, los estudiantes, además, podrán darle un sentido a la historia,
que ya no será algo ajeno, homogéneo y compacto, sino propia, repleta de actores y en
permanente desarrollo. Desde esta perspectiva Finocchio nos dice:
“…La enseñanza de la historia podría permitir a los argentinos de todas las clases, etnias y
regiones ubicar sus experiencias cotidianas en una mínima trama compartida. La enseñanza de la
historia podría enfrentar la violencia de las representaciones de los discurso fundacionales de la
nación que excluyen a indígenas y negros. La enseñanza de la historia podría ser un espacio para
que los significados de autoridad cultural sean negociados. En fin, la enseñanza de la historia
podría ser una herramienta para imaginar un <<nosotros>> y la vida en común de modos más
incluyentes…” (Finocchio, 2009, p97).
Bibliografía:
_Fontana, J. (2003). “Qué historia enseñar” en Clío y asociados. N°7. Univ. Nacional del Litoral.
(págs. 15-26)
_Pagés, Joan (2009). “El desarrollo del pensamiento histórico como requisito para la formación
democrática de la ciudadanía”. Córdoba: Reseñas de la Enseñanza de la historia, Apehun, Ed.
Alejandría, Oct. N° 7. (págs. 67-91).