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1.

TITULO: ¿Es posible pensar el cuerpo humano como memoria


sonora de la ciudad?
2. SEUDÒNIMO: MICHIAN
3. CATEGORIA: Te suenan sus personas

“y grande era mi oído, abierto a todo.


Oía cosas que no son audibles:
El tiempo, al fluir por mis cabellos,
el silencio, que vibra en cristales delicados
y sentía cómo junto a mis manos,
el aliento de una gran rosa blanca palpitaban ”

Nuestro mundo está lleno de miles de perspectivas desde las cuales puede ser
observado, comprendido, e incluso cuestionado y descubierto.

Ese mundo se convierte, pues, en otros mundos que se interrelacionan entre si


y en un dialogo complejo le permiten la existencia uno al otro. Es así que nuestro
mundo también es el mundo de los sonidos. Un mundo casi inexplorado, que ha
estado ahí como testigo y prueba de nuestra existencia y de todas las actividades
que como seres humanos hemos llevado a cabo por años. Pensar en el mundo
de los sonidos implica pensar en el gran bagaje de posibilidades a través de las
cuales el sonido se manifiesta como parte de nuestra cotidianidad. Dentro de ese
gran bagaje encontramos el cuerpo como fuente de sonidos y como exponente
máximo de la vida y de la presencia de los seres humanos.

Técnicamente el sonido puede considerarse como una sucesión de ondas que


se propagan por el aire, cada día nuestro cuerpo estará produciendo miles y
miles de ondas sonoras que viajan a través del espacio, quien las escuche y se
detenga un instante ante ellas estará dotado de una sensibilidad que le permite
desarrollar una capacidad auditiva no solo fisiológica, también permite
desarrollar cierta adaptación socio-cultural.
“De la misma manera, un tambor común no suena si no tiene parche, por fuerte
que lo golpeemos. El sonido no es algo que exista en el mundo exterior. El
sonido es una relación entre las vibraciones del aire y ciertas especies de
organismos biológicos. Son estos organismos los que otorgan lo que
llamamos sonido a las vibraciones, que no harían ruido alguno en un mundo
sin oídos.” (Alan Watts)

No en vano los orígenes de la música y de los sonidos culturalmente establecidos


en la sociedad se remiten a las actividades del hombre primitivo y las primeras
formas de comunicación del hombre. Antecedentes que se expresan en los
primeros meses de vida, “el niño ya antes de nacer se mueve en el vientre
materno con movimiento rítmico”1. Lo cual demuestra que la vida humana ha
estado siempre atada al sonido de una forma tan intima y tan compleja que lo
que se podría considerar como simples sonidos de nuestras vísceras se
convierte en el primer mundo que conocemos y que produce en nosotros
respuestas inmediatas. Quiere decir que esos sonidos que provienen de
funciones biológicas se complejizan y pasan a cumplir funciones simbólicas y
culturales a partir de las cuales nos configuramos como sujetos desde nuestros
primeros momentos de vida.

Vale la pena reflexionar sobre la forma en que inciden esos sonidos “naturales”
en nuestra personalidad y en nuestro actuar, esos primeros sonidos darán
cuenta de lo que somos y serán a futuro el resultado de nuestras relaciones
sociales y los comportamientos que demanda de nosotros los lugares públicos
como la ciudad.

Es importante pensar la ciudad como espacio en el que se encuentran nuestros


cuerpos, donde se chocan, se rosan, se atraviesan, se posan, se mueven, y se
detienen. Allí donde sonidos tan propios como la voz se confunden con miles de
voces más, transformando lo privado, lo propio y lo personal, en lo público lo
plural y diverso.

1
TAMAYO Daniel. Educar la sensibilidad. Capitulo 7, El mundo de los sonidos. Ed Alhambra. España
1987. Pg 101.
Pensar en que la ciudad está hecha de sonidos es una de esas formas en que
podemos acercarnos al mundo en que vivimos, la ciudad tiene la capacidad de
albergar en sí misma la confluencia de nuestras manifestaciones sonoras, existe
de esta manera un eco que transporta todo aquello que somos y que siendo tan
intimo se vuelve musicalidad en lo público. Interactúan en la ciudad los sonidos
de las personas que gritan y se agitan en las esquinas buscando la manera de
sobrevivir, la alegoría, las risas y los murmullos en un lugar cualquiera en el
centro de la ciudad donde un comediante expresa sus habilidades y causa gracia
al público que le rodea.

Confluyen, pues, en la ciudad configuraciones del cuerpo y del sonido como


comportamientos socialmente aceptados ¿Qué es adecuado hacer o no hacer
cuando se está en la calle?, ¿Quién en la ciudad grita y quien en la ciudad no
grita?, ¿Ha cambiado esto a través del tiempo?

Existe un misterio difícil de comprender que conlleva a su vez a pensar en la


dimensión de sonido como un mundo que se expresa en un plano sensorial en
que indudablemente la sensibilidad y la curiosidad por conocer todo de lo que
está hecho nuestro mundo y nuestra realidad es una fascinación.

Es necesario, entonces, preguntarse qué es el sonido, y la relación del mismo


con el entorno, el medio en el que nos movemos y las personas con las que nos
comunicamos.

Más allá de una definición técnica, teórica y estructurada de lo que se contempla


científicamente o desde la física acerca del sonido, se puede hacer evidente lo
que significa para las diferentes comunidades escuchar y sentir aquellas
vibraciones y darles sentido. Tiene que ver con la noción de ruido, de silencio,
de música…etc.; el sonido es subjetivo, por ejemplo, es difícil pensar en lo que
significa el sonido para una persona con limitación auditiva, lo que significa para
un músico, lo que significa para un niño el grito de su madre o un susurro de la
misma, lo que significa para un invidente; en la misma medida surgen una serie
de preguntas acerca del sonido que también son subjetivas:¿es necesario ser
oyente para captar los sonidos del entorno?, ¿podría hablarse de una
subliminalidad del sonido?, ¿es posible describir los sonidos?, ¿existen
imágenes de sonidos?...
Encontramos también aquellos sonidos que se reconocen de igual manera para
todos los individuos de una misma sociedad, son aquellos sonidos que no solo
se evidencian desde la subjetividad individual. Son sonidos que tienen
connotaciones culturales, es decir una subjetividad colectiva, y que tienen un
significado consensuado implícitamente: el canto en una iglesia, la respuesta
hacia un estornudo, los gritos, el chasquido de los dedos, etc., “es a partir de la
observación de situaciones corrientes y habituales de expresión sonora,
observadas y vinculadas a los protagonistas, a la vida real y las circunstancias
inmediatas de producción, como podremos comprender algunos elementos
sociales que contribuyen a la modulación singular de la expresión sonora, es allí
donde pueden observarse las vinculaciones entre los elementos de la
modulación sonora y sus significaciones en diferentes situaciones de la
interacción comunicativa”2. En otras palabras un mismo sonido puede llegar a
nosotros de manera distinta suscitando un sentimiento y un significado diferente
y al mismo tiempo este (sonido) puede contener un significado culturalmente
arraigado para una sociedad con el mismo sentido para todos, como es el caso
de los sonidos de emergencia, una ambulancia, una sirena, un grito de auxilio...

Algunos sonidos que se producen a través de nuestro cuerpo pueden ser o no


aceptados culturalmente e incluso pueden ser o no aceptados en el ámbito de lo
público, pasando a ser sonidos que pertenecen exclusivamente a la vida privada
de las personas. Si pensamos que “el sujeto humano habitante de la ciudad, no
solo es sujeto en cuanto individualidad ejercitante de derechos y obligaciones
respecto de lo público y lo privado, sino principalmente en tanto interioridad
psíquica sujetada a una ley de cultura urbana que impone sus reglas de juego”3,
es fácil reconocer lo implícito en el significado de las acciones que realizamos en
público, pues no es necesario decirlo, simplemente la situación social tiene
particularidades que se reconocen como normas y/o formas de actuar a las que
los sonidos no se escapan.

2
AYATS Jaume.En: Revista Transcultural de Música Nº 6 . Universitat Autònoma de Barcelona
2002.
3
CRUZ Kronfly, Fernando. Las Ciudades Literarias: Revista de la Universidad del Valle No. 14, Cali,
Agosto de l.996
En el caso del eructo, por ejemplo, vemos que para algunas culturas (Árabes y
Españolas) el significado que este tiene, corresponde a una acción que expresa
agradecimiento. En caso contrario, en culturas como la nuestra el eructo no suele
ser visto con tan buenos ojos, pues al contrario de expresar un modal de
satisfacción, es interpretado como un acto de mala educación. Sin embargo el
acto de eructar en nuestra cultura está rezagado a la vida privada, donde incluso
pueden resultar algunas restricciones de género, es decir, en caso que un
hombre eructe (a pesar que culturalmente no sea aceptado como un acto de
buena educación), no resulta tan mal visto como si lo llegase a hacer una mujer.

Este contraste de la forma en que las diferentes culturas interpretan algunos


sonidos corporales, pone de manifiesto que existe una relación subjetiva entre el
sonido (más si este proviene del cuerpo) y la forma en que este es concebido.

El cuerpo entero como un laboratorio de sonidos

“El sonido de la risa siempre me ha parecido la música más civilizada que hay
en el universo”.

(Peter Ustinov)

A propósito de la forma en que el sonido es concebido, resulta interesante


reconocer el cuerpo como fuente de sonido. ¿Alguien quizá se ha preguntado
por el sonido de las personas?, ¿podría alguien acaso describir el sonido de
quien ama o descubrir en alguien un sonido que lo enamore?

Es posible concebir el cuerpo como un emisor y a su vez como un receptor de


sonidos, también existe en él una capacidad casi única de producir sonidos
artificiales. Nuestro cuerpo en definitiva tiene una habilidad asombrosa de
movimiento y creación que nos permite interactuar de forma tal con todo lo que
nos rodea, que han surgido creaciones tan increíbles como la música.

“La música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido.”


(Leonard Bernstein)
Desde nuestros primeros momentos de vida el sonido fluye en el accionar del
cuerpo, en las entrañas de la mujer que gesta la vida, no en vano el sonido del
agua nos apacigua y nos transporta a ese primer mundo en el que habitamos y
del cual nuestra memoria reclama aquellos sonidos gorgoreantes en el cuerpo
de nuestra madre.

El llanto del bebé como el primer sonido que hace el cuerpo para expresar algún
sentimiento o emoción, es muestra fiel de que nuestro cuerpo se manifiesta y se
comunica en diversidad de formas, aunque a veces esas formas cambian de
acuerdo al contexto y la cultura en que crecemos, pero por lo general cuando
somos niños estamos más abiertos a la producción de diferentes sonidos, es
natural que apenas conociendo el mundo que nos rodea el mundo del sonido y
la imitación de eso que escuchamos pase a ser parte de nuestros juegos y
nuestro propio desarrollo. Existiría de este modo una relación de los sonidos,
naturales o artificiales y de los sonidos corporales como influencia determinante
para la configuración de nuestra personalidad, ya que cada día quienes nos
rodean implícitamente nos están heredando una memoria sonora de la cual no
somos consientes.

Es evidente que nuestro cuerpo crea vínculos afectivos y emocionales con el


entorno de modo que, como lo plantea Jaramillo, surge una domesticación de
los espacios, se van haciendo propios y pedazos de realidad subjetiva se
transforman en la realidad colectiva de quienes habitan la ciudad. Así que tanto
nuestro cuerpo, como la ciudad misma “no solo es topografía o instalación física
sino es y ha sido la posibilidad de establecer y construir relaciones de sentido en
un escenario cultural o público, donde lo intimo puede convertirse en
espectáculo para el transeúnte…”

“Todos tenemos nuestra casa, que es el hogar privado; y la ciudad, que es el


hogar público.”
(Enrique Tierno Galván)

La ciudad como eco-sistema


La imagen sonora de nuestra ciudad se compone de los sonidos que nosotros
mismos como humanos producimos desde, con y por medio de nuestro cuerpo,
desde allí expresamos diferentes sonidos con los que construimos ciudad.

La ciudad como organismo: un organismo que como el cuerpo necesita


diferentes sistemas para moverse y ser en sí misma un entorno habitable, dentro
de esos sistemas encontramos el sistema sonoro en el que se envuelve el
conjunto de sonidos de todos y todo lo que hace parte del entorno y que se
convierte en el “ECO” de las vivencias, experiencias y actividades sonoras de la
ciudad.

La ciudad como “ECO- SISTEMA”: se refiere a esa ciudad que escuchamos, a


los sonidos que se confunden unos con otros en un mismo lugar y que al mismo
tiempo tienen su espacio, esa ciudad que se cuenta a través de las voces de las
personas, y a través de la memoria de las mismas; en ella se reproducen todos
los sonidos de los cuerpos que la habitan y las indescifrables formas de
comunicarse.

Al aproximarse a una interpretación de la ciudad desde los sonidos de las


personas, ineludiblemente se debe tener en cuenta que la ciudad misma reúne
diversidad de personas, lo cual da paso a un tejido de relaciones complejas en
las que el cuerpo se vuelve experiencia al interactuar con el otro. Es por eso que
en lo que respecta al cuerpo como emisor y receptor del sonido (en el que hay
una evidente forma de comunicación), es posible volver sobre la analogía de
Sennett en la que la ciudad “puede contarse a través de la experiencia corporal
de las personas”4, también valdría la pena recuperar la analogía entre “cuerpo y
edificio”, allí los cuerpos a partir de sus relaciones y de sus expresiones dan vida
y significado a la ciudad.

Por tanto la ciudad, nuestra ciudad es un “eco”-sistema de sonidos en el cual


coexisten miles de cuerpos que emiten y reciben no solo aquellos sonidos que
por naturaleza producimos sino también aquellos que por nuestra propia
naturaleza humana fabricamos, esos sonidos que emitimos y que otros reciben
independientemente de su procedencia, hace parte de una forma de lenguaje

4
JARAMILLO, Juan Carlos. La ciudad y la domesticación de sus espacios. En: Revista UNIVERSITAS
P.U.JAVERIANA. Facultad de ciencias sociales. Bogota .Julio 2003. Pg 83.
(sonoro) por medio del cual nos inscribimos en la ciudad; teniendo en cuenta que
esta no solo es espacio físico en el que habitamos, es también el espacio en el
que construimos realidad.

La realidad sonora de nuestra ciudad: pertenecemos a una realidad en la que


símbolos y significaciones que le damos al sonido configuran esa realidad de
una forma particular o individual y de una forma colectiva. Lo que a la vez da
paso a imaginarios sociales que en el caso de los sonidos de la ciudad permiten
construir identidades y comportamientos que dependen en gran medida de
sectores y actividades humanas propias.

Trascender la concepción de ciudad implica acercarse a la instalación física y a


la instalación cultural, en ella el sonido se inscribe también como una memoria.
Una evocación sonora de la ciudad implica pensar como han cambiado los
sonidos a través del tiempo y como se han mantenido a través de de nuestros
cuerpos, la manera en que esa memoria sonora se ha ido transmitiendo de un
cuerpo a otro y como este la va transformando e instaurando como huella de su
propia realidad. Es por esa razón que la ciudad “ya no podrá seguir siendo
considerada solo como una simple” Instalación física”, sino como lo que
realmente es: una estructura eminentemente cultural”5

Pensar en la memoria de la ciudad por medio de los sonidos de las personas


implica tener en cuenta las relaciones sociales que se han construido durante el
tiempo y las actividades propias de cada época y espacio, (el papel del
pregonero en la antigüedad, por ejemplo, se remonta a un personaje que tenía
como tarea “pregonar”, hoy todos somos pregoneros, escuchamos el vendedor,
el artista en la calle, el personaje que se sube al bus a contar una historia, a
cantar o simplemente a ofrecer algo a cambio de una moneda, aquí el sonido se
convierte en una forma de vida).

"El que está despierto y consciente dice: soy todo cuerpo, no hay nada fuera de
él." (Friedrich Nietzsche)

Pensar en Bogotá, nuestra ciudad, a través del sonido que producen las
personas y las experiencias que emergen de sus cuerpos, requiere retroceder

5
Op.cit., Cruz . Las ciudades literarias. Pg 5
en la historia para llegar a comprender como eran los sonidos de la Bogotá de
antaño, y qué de esos sonidos se nos han sido heredados a través del tiempo.
También es preguntarse por la humanidad de esa misma época ¿Cómo eran las
experiencias corporales que se construían en aquel entonces?, ¿bajo qué
parámetros se daban las relaciones sociales y qué papel jugaba la corporalidad
allí?...si bien en la Bogotá antigua no se escuchaban las aglomeraciones de
personas caminando por los pasillos para tomar el transporte, era posible
escuchar el lento y delicado caminar de los elegantes, educados y bien
acomodados señores de la apenas naciente ciudad.

Concebir el sonido como memoria nos permite reconocer las formas en las que
este se ha transformado y al mismo tiempo ha trasegado la cultura, los sonidos
en sí mismos llevan una carga de sensaciones y emociones que se expresan en
la cotidianidad, los sonidos de las personas y los sonidos en general nos pueden
advertir sobre situaciones, recordar momentos y hasta conocer lo que otros han
experimentado “la ciudad se ajusta a una memoria de otras memorias que
llevan a recordar o a imaginar, a ir y a venir, a buscar y a encontrar otras ciudades
que cada cual guarda dentro de sí, como legado, como forma de imaginación o
representación o como imagen que la cultura oficial ha instalado” 6

En el caso de Bogotá el centro es reconocido por la gran afluencia de comercio


lo cual implica una actividad sonora diferente a la que existiría en otro lugar, esto
se hace evidente según el tiempo, la hora y el momento especifico en el que la
ciudad sea escuchada. En días de “septimazo” el centro de la capital se convierte
en un espectáculo sonoro en el que encontramos las voces de diferentes actores
(vendedores, transeúntes, artistas, músicos…etc.) este paisaje contrasta con las
voces en la noche de un día común, en el que el ambiente no es carnavalesco y
por la misma razón las voces y los sonidos de las personas no son los mismos.

Se puede hablar de un “patrimonio cultural intangible” que se refleja en las


tradiciones orales que se han venido configurando como parte esencial de
nuestra Bogotá, aquellas historias que encontramos en el centro histórico como
la de “la loca margarita” “el bobo del tranvía” y todos aquellos personajes de los

6
Op.cit., JARAMILLO. Pg 85
que se narran historias en nuestra ciudad y que están ligados a la cultura que
vivimos.

Muchos tuvieron la fortuna de escuchar por parte de sus abuelos una cantidad
de historias narradas a la luz de una fogata, donde los niños se sentaban a
escuchar anécdotas, mitos y leyendas expresados más que con la voz, con todo
el cuerpo, tradiciones que se han ido perdiendo con el pasar de los años y de las
que solo queda el recuerdo; hoy las voces están mediadas por la tecnología, se
escucha la radio, se escuchan las personas hablar por teléfono, por celular y
hasta la internet es capaz de simular y grabar las voces de los que habitan la
ciudad mediados por las TICs. Desde este punto los sonidos de las personas
también han cambiado, las tradiciones no son las mismas, pues los medios han
transformado la realidad y las redes de comunicación no son las mismas para
quien habla y para quien escucha, pues las sensaciones que llegan a través de
los órganos de los sentidos son muy precisas.

Así como a través del tiempo han surgido transformaciones de la ciudad misma,
de las costumbres, de la cultura, también el sonido se ha ido transformando, un
ejemplo de ello es el sonido de las mujeres y los hombres hace algunos años,
allí predominaban las voces masculinas, pues, el ámbito de lo publico estaba
ligado a los hombres, mientras las mujeres habitaban la ciudad desde el hogar
(ámbito privado). Hoy las voces se confunden y muchas veces resalta la voz
femenina en las calles de la ciudad por las diferentes labores que realizan las
mujeres en Bogotá.

Es característico de Bogotá la prisa de los transeúntes y los sonidos que con ella
van dejando al caminar por las calles de la ciudad, se pueden oir en un mismo
instante diferentes sonidos desde los que se expresa cada quien, pararse en
una esquina e intentar escucharlos, permite imaginar una cantidad de historias
mediadas por lo que se escucha. Un comentario de alguien que habla para si
mismo y en voz alta, una conversación de pareja o grupo, alguien que habla por
celular o simplemente alguien que sonríe al ir escuchando la radio, son sonidos
que nos permiten conocer como se mueve nuestra Bogotá sonora.

Los sonidos que se emiten a través del cuerpo también están mediados por
ciertos sectores de la ciudad, es diferente estar en la zona rosa, en un parque y
hasta es diferente ubicarse en el norte y en el sur de Bogotá. En el sur por
ejemplo, es parte de la cotidianidad escuchar el vendedor ambulante que se
rebusca la vida ofreciendo algo para la venta o cambio, es común escuchar
frases como : “los tamales…”, “se arregla la olla a presión”, o “se compra
chatarra..”. A las afueras de lugares concurridos por muchas personas como
bancos o universidades, podemos escucha frases de este tipo: “tinto, perico,
aromática” o “minuto a celular”…todos estos sonidos son y hacen parte de la
sonoridad Bogotana y de la cotidianidad de quienes en ella habitamos.

Existen pocos estudios que se remitan a la dimensión sonora de las ciudades,


“la mayoría de los estudios sobre la vida urbana en el pasado y sobre cómo sus
habitantes experimentaron la ciudad han prestado escasa atención al sonido”7.
Al mismo tiempo la preocupación por el paisaje sonoro de la ciudad ha
preocupado principalmente a la musicología, pocas veces a la sociología e
incluso a la historia y la geografía desde donde valdría la pena preguntarse por
la existencia de los paisajes sonoros de la ciudad. Sin embargo, “algunas
publicaciones antropológicas y etnográficas cercanas a la historia urbana han
mostrado la importancia del ruido como un medio de comunicación en
poblaciones actuales”8. En este sentido el objetivo recae sobre la necesidad de
pensar “como suenan las personas” de una ciudad, y como se puede llegar a
la interpretar el papel que desempeña el sonido en una sociedad determinada
según las normas y demandas de comportamientos que tiene esta para los
cuerpos que la componen.

La ausencia o la poca importancia que se le ha dado a la sonoridad de nuestra


ciudad, por el contrario de lo que se piensa, debería acercarnos a lo que se
nos ha heredado a través de la memoria sonora de nuestra ciudad y de las
personas que la habitaron hace tiempo. Esto implica que como habitantes de
ella podamos dar cuenta de nuestro patrimonio a través de la cotidianidad y de
esta manera ir superando la idea de que este es un tema que solamente se
puede tratar desde áreas que parecen estar muy alejadas de nuestro mundo

7
Tomado de: http://www.campusvirtual.unirioja.es/titulaciones/musica/fotos/felipeV_Marin.pdf. Pag 8

8
Ibíd. Pág. 8.
real, el ideal sería que nosotros como habitantes de la ciudad seamos quienes
reflexionemos y proyectáramos la memoria de nuestra ciudad.

¡A modo de conclusión!

La insistencia de la relación cuerpo – sonido, solo ha tenido como fin, el


reconocimiento de la sonoridad corporal como un lenguaje que se instaura en la
ciudad.

Solo nosotros en calidad de seres humanos tenemos la capacidad de


comunicarnos a través de un lenguaje simbólico desde el que la comunicación
cobra sentido, dentro de la diversidad de lenguajes (oral, escrito, corporal…),
surge el sonido como una forma de comunicación pocas veces tenida en cuenta.

Se ha propuesto el cuerpo como emisor – receptor de sonidos que comunican


emociones, sensaciones y sentimientos. Los sonidos que resultan de nuestra
experiencia corporal son reflejo de aquellos comportamientos que nos han sido
heredados y que se inscriben como parte de la cultura. De este modo la ciudad
como espacio físico y cultural acoge nuestros cuerpos y de las relaciones que se
construyen entre ellos por medio del mundo de los sonidos surge la memoria
sonora.

Es importante resaltar que esa memoria sonora de nuestra ciudad no es tangible


para muchos, puede ser inexistente para unos, para otros puede ser el
descubrimiento de un mundo fascinante que llega a nosotros a través del sonido.
Al hablar de la memoria sonora de nuestra ciudad se ha querido demostrar que
por medio de nuestros cuerpos el sonido ha viajado y ha sido transmitido por
generaciones, quizá no de forma consciente y en ello precisamente consiste la
reflexión que suscita el reconocimiento de la ciudad por los sonidos que emiten
las personas.

Se hace necesario volver la mirada sobre el legado cultural que el sonido nos
proporciona cada día, con el tiempo han cambiado muchas cosas y como se veía
en un principio el sonido de la ciudad no se ha escapado. Decir que “suenan las
personas”, es de ante mano reconocer el cuerpo como una fuente inagotable de
sonido, de esta manera es posible afirmar que el cuerpo de las personas que
habitamos esta ciudad (cualquier ciudad) puede ser pensado como memoria
sonora de la misma. No habrá ninguna otra fuente tan fidedigna a través de la
cual el sonido pueda viajar, ser transmitido, recordado, olvidado y heredado e
incluso evocado con tanto rigor como el cuerpo humano.

Esto quiere decir que el escuchar ya no queda relegado al oído solamente, y que
la producción de sonidos tampoco queda limitada a la voz del ser humano, existe
el cuerpo y en este la posibilidad de escuchar y transmitir sonidos con toda su
humanidad, si un sonido viaja por el aire y llega hasta el oído, no se queda allí
nada mas, este viaja por todo el cuerpo desembocando en un sinnúmero de
sensaciones y evocaciones de las cuales el cuerpo es testigo.

Gracias a esa capacidad simbólica que habita en nuestros cuerpos es que el


sonido de la cultura se ha propagado en el tiempo, somos personas las que
sonamos cada día en la rutina y en la cotidianidad, la forma en que recibimos y
aportamos sonido depende del espacio físico y cultural, del tiempo, de las
actividades, de los sentimientos, de la edad, del genero y de la propia
subjetividad a la que cada uno de nosotros estamos sujetos.

Existen “las ciudades literarias” y “las ciudades invisibles”, pero también existen
las ciudades sonoras, contadas por nuestros propios cuerpos, por los cuerpos
de los que ya murieron y por cuerpos que apenas están creciendo en el seno
materno. Es entonces el cuerpo y los sonidos que emanan de él nuestro
patrimonio cultural de la ciudad que suena y que se configura a través de
imaginarios sociales que se construyen a través de los paisajes sonoros que la
componen.

La ciudad como fuente de sensaciones, como “eco”-sistema, nos da la


posibilidad de comprenderla por medio de nuestro sentidos, vale la pena pensar
en el cuerpo entero como el medio a través del cual la ciudad cuenta su pasado,
su presente y su futuro sonoro.
Si reconociéramos las capacidades que desde nuestros sentidos se abren para
conocer el mundo y sus realidades, si todos fuéramos capaces de explorar el
sonido y reconocer en la cultura, vida y memoria; se abrirían nuevos mundos,
solo al detenerse ante el sutil acento en una palabra, o el brusco trinar de un
estornudo que irrumpe el hablar.

Suena el mundo, suena la vida y suena de pronto la gente que pasa apurada de
hambre, que le cruje el estomago, que le llevan las ansias, que chasquean los
dedos, que se muerden los labios.

Suenan sutil e intangiblemente ojos que se cierran ojos que se abren, de los que
brotan lágrimas, de los que se liberan tristezas, así como suena el agua
recorriendo suave y lentamente la tierra así suena una lágrima recorriendo la
mejilla de una dama.

Existen aquellos que en su letargo y sus propios afanes, no escuchan, pero se


hacen escuchar, esporádica o constante y rutinariamente pasan y pasan y sus
pasos como melodía se dibujan en el suelo, cuando todos caminan apurados al
trabajo, o cuando los chicos bajan la escalera con ansias al patio, ahí se hace
memoria sonora del trascurrir de los días, de esa inagotable fuente de energía
que transcurre en la rutina.

Memoria que se transforma y que viaja por el aire, que parece inmutable, que
parece imperceptible, pero que ahí está como brotando de la nada, resulta
complicado comprender como podría un sonido transformar el actuar de las
personas, pero solo hace falta estar cerca de alguien para que el cuerpo
reaccione ante su actuar, solo un suspiro puede erizar la piel o un aplauso alegrar
un rostro e incluso un solo grito hacer poner en guardia un cuerpo.

Se supo alguna vez de un hombre que admiraba la forma en que comía su mujer,
cada noche a la hora de la cena se sentaba cerca a ella sin mas propósito que
escucharla masticar, y ese era su alimento, a lo mejor la perfecta sincronía de
sus dientes al triturar la comida, su lengua al saborearle y su garganta al pasarle,
llegaban hasta el oído como el canto más dulce y la melodía más profunda que
cada noche su mujer le pudiese regalar, es así que si algún día, la mujer no
estaba allí para comer con él, al hombre no le apetecía nada, si algún día existía
la posibilidad de cenar afuera el acto incrédulo (para muchos) se vestía de gala
fundiéndose a la luz de una vela.
BIBLIOGRAFIA

AYATS Jaume. En: Revista Transcultural de Música Nº 6 .Universidad


Autónoma de Barcelona. 2002.

CRUZ Kronfly, Fernando. Las Ciudades Literarias: Revista de la Universidad


del Valle No. 14, Cali, Agosto de l.996

JARAMILLO, Juan Carlos. La ciudad y la domesticación de sus espacios. En:


Revista UNIVERSITAS P.U.JAVERIANA. Facultad de ciencias sociales.
Bogotá. Julio 2003.

TAMAYO Daniel. Educar la sensibilidad. Capitulo 7, El mundo de los sonidos.


Ed. Alhambra. España 1987.

http://www.campusvirtual.unirioja.es/titulaciones/musica/fotos/felipeV_Marin.pdf

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