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E
villorrio, que habla de un caballo cos, héroes bíblicos y, en oca- de la generación de los Sartoris,
l cielo despejado hace
pintado de negro reluciente, siones, de reciedumbre griega, los Snopes, los Compson, los
dudar de que haya algo
que arrojaba espumarajos cual que reflexionaban frente a la Coldfield, o los infortunados
que pueda llamarse
si se tratase del más brioso pregunta de si resultaba justo y Sutpen?3
horizonte y ponga límites a esa
de los alazanes y cuyo dueño, oportuno continuar camino por
profundidad azul. La humedad
con el fin de hacer más fácil entre tanta desgracia y derrota Mediodía en silencio
es asfixiante y el brillo se extien-
su trueque, había inflado por acumuladas, y se preguntaban, El calor del verano es el
de por todas partes.
entre el pellejo. De un momento como Horace Benbow en San- origen del silencio bajo la luz
A cada lado de la interestatal
a otro, bajo la lluvia, el caballo tuario, si era posible recuperar de julio. A esta hora, Oxford-
55, reposan en silencio caseríos,
cambia de negro a rojo y se la dignidad y el honor dejados Jefferson es serenidad que
ciudades pequeñas y, vegetación
transforma frente a ellos: “como en manos ajenas, o quizá mi- extiende esquinas, calles y ace-
adentro, en medio de planicies
si un clavo hubiera pinchado un raban por encima del hombro ras en medio de una calma que
cubier tas de flores y entre
gran neumático de bicicleta. su propia desgracia y la de los construye sospechas: cortinas
robles centenarios, se yerguen
Hizo ‘¡ushshshshs!’ y entonces suyos mientras arrojaban a sus desplegadas que convierten las
las mansiones de las antiguas
lo que quedaba del caballito hijos al fratricidio y trataban de ventanas en testigos sin voz.
plantaciones de algodón que
negro que habíamos comprado olvidar su historia como Thomas De cualquier forma, esta
datan de antes de la Guerra de
a Pat Stamper, se desvaneció”, Sutpen en ¡Absalón, Absalón!, o soledad evoca la imagen de Joe
Secesión y, junto a ellas, corre
afirma el narrador. Por un caba- viéndose obligados a narrarla Christmas,4 errante, sin pasado
el río, ese espíritu que los habitó
llo lo que fuera, porque como una y otra vez para tratar de conocido, sin identidad; tal vez
y habitará siempre: Oldman, el
lo señala Ratliff, en la misma entenderse a través de su pro- por ese motivo dos imágenes
Mississippi.
novela, los sureños delante de pio relato como lo hacen Rosa rondan durante el camino al
El verano del Delta recuerda
Fotografías Adrián Alzate
un caballo eran capaces de Coldfield y Quentin Compson en viajero lector de Faulkner: una,
a Ike McCaslin, a Sam Fathers,
volverse locos. la misma novela. la de Lena Grove, quien después
hijo de una esclava negra y de
La interestatal se abre en Las tierras que rodean la de caminar millas y millas des-
un rey Chickasaw, quien, según
un triple sendero, uno de los ciudad de Oxford están com- de Alabama llega a Jefferson y
Faulkner, era “heredero por un
cuales, el de la izquierda, tiene puestas por colinas de regular piensa, entre ingenua y feliz:
lado de la larga crónica de un
un aviso: Chickasaw, las tierras tamaño y por praderas cuyo “Todavía no hace un mes que
pueblo que había aprendido
que fueron el espacio geográfico verdor deslumbra con el reflejo me puse en camino y heme
la humildad a través del sufri-
del condado de Yoknapatawpha, del sol, como si fuera un dorado aquí ya, en Mississippi”. La otra
miento, y el orgullo a través de
que en la lengua de la misma heno que refulge sin pausas, un imagen es la de Christmas, que
la fortaleza que sobrevive al
tribu quiere decir “agua que espejo puesto cara al cielo. Tal avanza por la ciudad y busca
Oxford, Mississippi
sufrimiento [...]”, según dice
corre lenta por la pradera”. vez sea esa la razón por la cual quién dé razón de él, de cada
en el relato “El oso”. El Delta
Este era el territorio del que el las flores tienen ese extraño uno de sus actos, necesita un
con sus misterios y su historia
escritor había dibujado el mapa brillo quietas en los jarrones de ser humano al que pueda afe-
d e s t i n o
que habla de la dignidad, la
Faulkner
en la novela ¡Absalón, Absalón! lata, en los canteros desvenci- rrarse para sentirse con derecho
prudencia, la sabiduría y el ho-
con anotaciones precisas: “Área jados, a punto de venirse abajo a vivir, autorizado para respirar
nor de unos hombres a quienes
2.440 millas cuadradas; pobla- como si el viajero se hallara como negro entre los blancos,
forjó el constante contacto con
ción de 6.298 blancos y 9.313 en los predios del Recodo del o mejor, como un hombre que
la tierra y con su tradición y, en
negros”, y al pie, añadía para no Francés, de Will, Jody y Eula tiene un cuarto de sangre negra
muchos casos, la aceptación de
dejar dudas: “William Faulkner, Varner,1 aquella mujer exube- entre tanto blanco y a quien no
la derrota en una guerra que,
único dueño y propietario”. rante como la tierra: fecunda, admiten ni unos ni otros.
para muchos, aún continúa.
Este es el corazón del Pro- seductora, plena de sensualidad El viajero se detiene ante el
fundo Sur y de sus persona- y embrujo. edificio de la corte, que data de
Yoknapatawpha:
jes, hilarantes unos, delirantes ¿En qué dirección, según el 1871, luego de que el original
Oxford-Jefferson
Gabriel Jaime Alzate Ochoa El Sur de Faulkner es un
otros, inteligentes y astutos, viaje que alguna vez finalizara fuera arrasado por los ejércitos
perdidos, asfixiados por la so- Lena Grove, ardía la casa de del norte; ante él, el monumento
paisaje de explanadas, bos-
focante tragedia de sus vidas, la señorita Joanna Burden? 2 al soldado confederado erigido
ques, rollos de heno, sombras
de sus ancestros que parecían Ficción y realidad, juntas una en 1907: la estatua representa
que se alargan por pequeñas
erigirse sobre las generaciones vez más, resurgen gracias a la a un hombre joven que empuña
carreteras; los caballos pastan
de vástagos enloquecidos por memoria de los libros leídos y un fusil, la misma figura que con
en la pradera, escenario de las
el odio, el amor y la violencia: permiten al viajero imaginar una ligeras variaciones puede verse
argucias de aquellos sureños
siempre muy humanos. Acaso ordenada sucesión de genealo- por todas las ciudades impor-
revista UNIVERSIDAD 91
DE ANTIOQUIA
tantes del Sur. Ese monumento tos de Manfred de Spain, aquel un lugar en el mundo. Juntos Rowan Oak, la casa de Faulk- la chaquetilla roja de montar, forrada en raso marrón que
representa a los jóvenes que alcalde que sobresalió por su eran y son deseos, pasiones sin ner, fue construida en 1848 los pantalones color crema para ocupaba el escritor cuando leía,
alguna vez fueron hermanos, rivalidad con Gavin Stevens6 y descanso, crimen, venganza, por el coronel Robert Sheegog, equitación, la fusta, las esco- un libro en cuya tapa no hay
padres, hijos, prometidos de por sus amores con Eula Var- ceguera y dolor, pero también inmigrante irlandés residente petas de caza y, a un lado, los ningún tipo de inscripción. La
alguien y no regresaron; el ner. En letras doradas sobre el perdón, consideración y sen- en Tennessee; antes de que el viejos zapatos de la famosa foto. vista no alcanza a detallar si la
monumento es los ancestros, el pórtico en arco de la entrada satez. escritor la habitara en 1930, En el siguiente salón, la sala hay en su lomo. A la izquierda,
pasado, la derrota en la Guerra principal se lee: “1885, Oxford En el 114 de Courthouse la casa había pasado cerca de de música con el piano y sobre un escritorio vertical, francés,
de Secesión, y las banderas con- City Hall”. Square, se encuentra la casa siete años desocupada. Allí vivió éste un cuaderno de partituras con dos puertas de vidrio que
federadas que, por mucho que A la derecha en el jardín, en cuyo segundo piso el abo- el novelista hasta su muerte en con una selección de grandes guardan libros. Allí, todavía está
resulte extraño, hoy todavía on- una banca, y sentada en ella la gado, posteriormente fiscal 1962. Para él siempre fue un obras para piano. En la biblio- la libreta de anotaciones del
dean en los balcones o aparecen escultura de Faulkner erigida del distrito y más tarde juez de lugar que le brindó seguridad, teca, sobre la chimenea, hay un escritor y, encima de ella, las
en las placas de los automóviles en 1997 con ocasión del cen- Jefferson, Gavin Stevens, tenía paz, y preservó su intimidad de retrato al óleo de un Faulkner de gafas. Nada hay que pueda leer-
en un gesto de afrenta: como si tenario de su nacimiento. Lleva su oficina: dos pisos que se los intrusos.
la guerra no hubiera pasado, traje entero y corbata, sostiene alargan hasta casi la mitad de la Hay un sendero de piedras,
o apenas estuviera a punto de la pipa en su mano izquierda cuadra, sostenidos por una hile- curvo primero y recto después,
comenzar, y ellos continuaran y tiene puesto el sombrero, ra de columnas de madera que que desemboca en la puerta
siendo el Sur, el Profundo Sur. ni más ni menos que cuando enmarcan un amplio pasillo. principal de la casa, lleno de luz
Diagonal está la alcaldía, y solía pasear por las calles y los Stevens fue eterno pretendiente y de sombras que se alternan
ambos edificios logran que de bares de Oxford: la serenidad de Eula Varner, Snopes de ca- entre los troncos de los árboles.
inmediato surja la inquietante de la mirada, la ausencia que sada, y luego tutor de Linda, la Es la luz de julio que se acaba
imagen de la trilogía: El villorrio, asoma en esa quietud, como si hija de esta, además de tío de y del agosto que recibió a Lena
En la ciudad y La mansión, que insistiera en que lo esencial no Charles Mallison, el adolescente Grove la mañana de su llegada
cobran vida en sus descrip- era él sino los personajes que le que en El villorrio dice de Eula a Jefferson, la misma que ilu-
ciones, detalles y personajes; habían permitido vivir; el hom- que en ella había “demasiada mina los dos pisos de la blanca
la intimidad de Jefferson, su bre que había escrito en una de blancura, demasiada hembra, mansión.
fundación, su crecimiento, su sus cartas que el único epitafio demasiada gloria, por así de- El espacio se abre para na-
historia aparecen en medio que merecía era: “escribió los cirlo; de modo que bastaba rrar la ausencia y, paradójica-
de la tarde, avanzan como si libros y murió”. la primera mirada para sentir mente, la presencia del escritor:
de alguna manera este verano También estaban, de algún una especie de gratitud por el el establo, la pesebrera, la casa
abriera, excepcionalmente, un modo, sus personajes: Ratliff7 mero hecho de vivir y ser varón donde guardaba las herramien-
escenario para que sean los y su apremiante necesidad simultáneamente con ella en el tas y que fue escenario para una
personajes de las novelas de de ser el cronista de las noti- aire y en el espacio”. Mujer a fotografía que data de 1962, en
Faulkner los que den la bienve- cias del condado; Eula Varner; quien las damas de Jefferson la que aparece Faulkner vestido
nida, mientras los habitantes de Flem Snopes o la tenacidad del no le reprochaban su compor- con un saco raído, pantalones
la ciudad descansan al cobijo ambicioso; Thomas Sutpen8 y tamiento, porque lo suyo no era rotos y zapatos que acusan un
de sus amplios salones con aire su delirante revancha ante un un asunto de simple moralidad; desmedido uso: levanta la mano
acondicionado y el viajero cruza Sur que le jugó malas pasadas lo que las escandalizaba era el izquierda, empuja la puerta,
las calles desprevenido, como si a toda una generación; Rosa modo en que los caballeros, mira abajo a la derecha, la otra
viviera en la época en que el ma- Coldfield contándose a sí mis- sus hermanos, esposos, hijos, mano a media altura. De inme-
yor Manfred de Spain5 instaló la ma la historia de su tierra y sobrinos, la miraban. diato en el viajero confluyen dos Vía de acceso a la casa de William Faulkner
primera agencia de flamantes su familia; Lena Grove, tímida, acciones simultáneas: ver el
automóviles E. M. F. ingenua y tranquila caminante Rowan Oak, la casa campo abierto y pensar en los mediana edad elegantemente se. El conjunto lo completa la
La alcaldía es un imponente hacia Jefferson en busca del A poco de recorrer las calles caballos que fueron una de las trajeado, al frente mesas con sobriedad de los muebles y las
edifico de ladrillos rojos rodea- inexistente y deseado marido; y las suaves pendientes, un pasiones del escritor; una que esculturas; y a la derecha, un cortinas que hacen juego con
do de árboles de flores blancas; Temple Drake,9 entre la viola- umbrío camino bordeado por ár- éste se encargaría de comuni- estante con libros, entre ellos un el papel que tapiza las paredes
árboles entre medianos y gran- ción, la inocencia y la rebeldía; boles de gran tamaño lleva a un carle a Jill, su hija, quien dio volumen del Quijote, libros de y que es renovado conveniente-
des que llegan casi al tercer Horace Benbow y la derrota de vecindario de casas centenarias. clases de equitación en Char- historia de los Estados Unidos, mente cada cierto tiempo por la
nivel del edificio y dan sombra, sus relaciones afectivas y su Senderos apacibles conducen a lottesville, Virginia, hasta poco novelas de Conrad, dramas y Universidad de Mississippi, que
aunque escasa, a algunas de fracaso como abogado; Popeye una pequeña hondonada luego antes de su muerte en 2008. poesía de Shakespeare. Hay tiene a su cargo la casa.
sus ventanas. Los ventanucos y la impotencia disfrazada de de la cual se abre una plani- Igual se encuentra el escritor también una fotografía del es- La mano de Jill, su hija, y la
del ático dan la impresión de violencia; la inteligencia exacta cie cubierta de largos pinos y en la casa: en uno de los salo- critor cuando era joven, vestido de Estelle Oldham Faulkner, su
permanecer cerrados desde del investigador Gavin Stevens; añosos robles, rodeada de un nes, junto a la chimenea, están de militar y, en la mesa al lado esposa, parecen estar en todas
siempre, de guardar los secre- Joe Christmas y la búsqueda de espeso bosque. las botas negras de caña alta, de la lámpara y junto a la silla partes: el orden, la limpieza,