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¿Armonía?
Todos los trabajos de neurología del desarrollo, de la psicología genética, hasta las
concepciones más empiristas o inneistas, por su diversidad y la calidad de cada uno
de los exploradores, parecen obligarnos a deshacernos de la ilusión que tenemos
acerca de una armonía preestablecida o estática.
La anticipación simbólica
De esta forma se produce una doble anticipación: el niño anticipa su motricidad por
la imagen totalizada; la madre anticipa la maduración motriz de su hijo por sus propios
movimientos y por su postura. Esta doble anticipación constituye, en su necesidad, el
resorte a su articulación a lo simbólico, con respeto al cual la semiótica de Piaget se
mantuvo apartada. Seria por estar relacionada con la anticipación tónica, pero a causa
de una tercera persona, que esta semiótica se encontraría vinculada con lo simbólico;
esto supondría reconocer que entre el percibido y la acción, hay una tercera persona,
sin la cual no puede concebirse ni lo simbólico ni lo semiótico. Lo que la especifica es
entonces lo que le falta. Esta desarmonía causada por la carencia, por la falla de lo
que falta tanto del lado del niño como del de la madre, se oponen entonces
necesariamente a la armonía con un Todo, de una Totalidad que nos haría más que
Uno en el cuerpo.
Función y funcionamiento
Este discurso no solo se dirige al cuerpo del niño en tanto se da a ver y suscita las
identificaciones histéricas con tal o cual rasgo de semejanza por ejemplo: se dirige
también al funcionamiento de las funciones, y a los objetos parciales, que hacen la
articulación en el borde de los orificios del cuerpo, y que el funcionamiento embraga a
la función. Lejos de hacer borde a bordo, un proceso semejante produce desarmonía.
Llamado y demanda
Juegos de presencia-ausencia
Algunas madres dan sin pausa, permanente e interactivamente; dan sin jamás
dejar una espera. Es absolutamente necesario tener en cuenta no sólo el hecho de
que la madre puede estar presente o ausente para su niño, sino también que su niño
debe estar presente o ausente para ella.
Es en la medida en que lo que acaba de ser dicho que cierta consistencia que
podemos avanzar de manera menos aproximada en el enigma, frente a las
desarmonías evolutivas y cognitivas, que representan los niños dispráxicos y los niños
no lectores.
DESARMONIAS EVOLUTIVAS Y COGNITIVAS
La dispraxia
Sin embargo, esta defectología, por llamarla de alguna forma provocativa, esta
defectología de lo figurativo, no le impide para nada al dispraxico acceder a la
operatividad y a la lógica formal.
La cuota
¿No nos están mostrando de manera más incisiva que ante una particular
debilidad de lo imaginario, lo real puede atarse directamente a lo simbólico? Esto nos
lleva seguramente a preguntarnos acerca del devenir de los dispraxicos, que plantean
tantas veces el tema de la evolución inquietante en la adolescencia, y que cuestionan
las fronteras entre la dispraxia y las estructuras psicóticas, para evocar lo que R. Mises
abordo bajo el término patología límites.
El cuerpo y su imagen
Bajo esta perspectiva de una fragilidad particular de lo imaginario del cuerpo que
interesa simultáneamente a la imagen, al espacio de acción y al espacio de la
representación, debemos subrayar la extraordinaria calidad del lenguaje del
dispráxico. No sólo de la lengua hablada sino también de la lengua escrita.
Lo declarativo
Cuanto más activos son los métodos, más saturados en imágenes, más dificultades
crean para estos niños. Los esquemas que se suponen preferibles a largos discursos,
los extravían irremediablemente. Por el contrario, las reglas, lo aprendido de memoria,
la lógica sintáctica les es de gran ayuda. En una terminología que tuvo sus momentos
de gloria, el dispráxico accede al razonamiento no por lo procedural sino por lo
declarativo.
Grafismo y origen
La lectura
Los no lectores
En la lectura, para acceder al sentido, el niño debe colocar en ese “debajo” una
cantidad más o menos importante de letras: recurre entonces a exclusiones; el niño
está confrontado al hecho de que su tendencia a excluir todo lo que debe ser leído y
deletreado; la lectura no tiene sentido, más que el de provocar una pérdida.
Esta posición depresiva parece tener que ser resaltada en la dificultad, del lado de
la lógica, para poder utilizar las letras, no en su figuración sino, por el contrario, en lo
que tienen de real. En efecto, se le propone al niño reconocer y no leer, se le
presentan libros de lecturas saturados de imágenes, el texto no es más que un
comentario. Se le enseña al niño a reconocer un libro de imágenes aprendidas de
memoria. Sin embargo, la lectura, bajo la forma de reconocimiento y no de lectura,
esquiva lo real de la letra y acentúa el hecho de que la letra sea imaginarizada,
formada, reconocida en cuanto tal.
DESARMONÍA
Alerta
¿Qué podría decirse, sino es que se establece sin verdadera crítica, una
ecuación en la cual los dos términos son imaginarios? Están basados efectivamente,
en la observación visual, por un lado la figuración médica sostiene a la histología,
reflejo de la maduración de las estructuras, y por otro, la aparición del ejercicio de las
funciones, “patterns de comportamiento”, están más o menos ligados a “actividades
cognitivas”. No es para nada sorprendente entonces, que lleguen a instaurarse en
estas teorías una equivalencia lógica entre las aberraciones de las estructuras
(retrasos, lesiones y su determinación topográfica en el espacio del SNC) y las
aberraciones del comportamiento, llevadas a los procesos psíquicos. Freud, sin
embargo, nos recuerda en los tres ensayos sobre la teoría sexual: “Ni siquiera
sabemos si se puede admitir para las funciones sexuales, la existencia de centros
cerebrales delimitados (“centros”) como lo hacemos por ejemplo con el lenguaje”.
Ecuación: igualdad que contiene una o más diferencias
El objeto de observación
Los estadíos
Una breve historia puede permitir precisar esta noción y lo que devino.
Freud mostró una clara preferencia por lo que le permitían establecer los mitos,
y esencialmente el que concierne al Padre de la horda primordial, padre
muerte, con ese mito, va a articularse el de Edipo, base del psicoanálisis en su
relación con la Ley y el Deseo. Es importante destacar que es con Tótem y
Tabú que se abre el segundo tópico, revisión fundamental de la teoría de las
pulsiones del yo, la pulsión de muerte, y y permite a partir de allí, establecer los
principios decisivos de la función de repetición, anclada, no a lo orgánico o en
la historia , sino en la aparición de la muerte como significante. Es la misma
clínica de las curas la que lleva a Freud a concebir el segundo tópico, no sin
acarrear, en el autor, numerosas resistencias y dolorosas revisiones, dolores
que se reencuentran en sus continuadores mas actuales, para quienes la
práctica y la teoría parecen esquivar sin cesar las consecuencias de este
segundo tópico. (la muerte como significante, ¿Qué significa en el campo del
psicoanálisis?)
Lacan
Sin duda, la función central conferida por Lacan al significante aparece como
uno de los descendientes más vivaces de esta revolución, así como el acento
puesto a partir de allí sobre lo real, que viene a destituir el traumatismo de su
historicidad para situarlo topológicamente, es decir en una lógica del lugar, que
es aquella de lo imposible, mas allá de la representación imaginaria y la
hipótesis que supone lo simbólico.
Se comprende entonces hasta que punto la concepción de “génesis” resulta
inapropiada para dar cuenta de lo que la clínica cotidiana, y antes que nada la
conducta de la cura, tienen de heterogéneo y de refractario, tanto en la noción
de origen como en la de desarrollo.
El cuerpo comprometido
Hay que notar sin embargo que el cuerpo está particularmente comprometido
en las teorías genéticas; antes que nada en lo que da para ver en sus
disposiciones, especialmente motrices, posturales, praxicas. Encarar su
desarrollo implica apreciar su eficacia, su conformidad con normas psicológicas
o sociales en una dimensión comportamental propiamente dicha. Desde una
perspectiva genética, cuanto más se habla de cuerpo, menos se habla en el
sentido de lo simbólico. Una consecuencia central de esta contradicción nos
parece estar señalada en un campo que no es el del psicoanálisis sino en su
opuesto: la generalización de los conceptos anglosajones de “minimal brain
damage” luego de “minimal mbrain dysfunction”; aquí las aberraciones o las
perturbaciones del desarrollo, en la perspectiva del paralelismo neuropsiquico,
están directamente vinculadas con un daño orgánico de las estructuras o de las
funciones; en ausencia de una referencia visualizable de este daño, sea cual
fuere la sofisticación de los medios que la permiten, esta visualización supone
poder ser visualizada. De esta forma, a pesar de la extinción de la imagen, la
primacía del paralelismo psicomotor permite concluir, frente a una aberración
“de desarrollo”, que existe una aberración de lo real orgánico, aberración cuyo
soporte, de no ser visualizado, es considerado “mínimo”!...
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El todo y la unidad
El todo
El uno es parcial y no forma parte de un todo. Es parcial sin ser una parte. El
uno es el objeto a; el a desaparece, está perdido, desde que el niño ve todo;
ese es el caso de este uno, de este objeto a que es el seno materno, que
según Freud el niño pierde precisamente en la época en que se le vuelve
imposible formarse la representación global de su madre. Sin embargo no
puede verlo todo pues la no-especularidad rompe el todo: el lugar relativo del
estadio fálico entre los estadios pre genital y genital, en donde todo converge
más o menos apaciguadamente, lo atestigua. Este estadio fálico común,
universal, tiene como función esencial esquivar la castración de la madre, es
decir lo que la castración tiene de simbólico. El todo permite entonces jugar con
la atribución. El todo de lo bueno: lo que es rechazado, es el no-yo, aquel que
es indiferente. Los psicoanalistas del todo, que parten de este principio, ven la
castración de la madre al mismo nivel que el niño la desea.
La unidad
¿Cómo explicar la reivindicación de unidad, del cuerpo, del yo, etc? Para evitar
el desbordamiento que produce el todo, entre los que parten de ese postulado
para ocuparse de niños, recurrir a los estadios, clases, periodos, nociones de
desarrollo, de nivel, es necesario y fatal. Recíprocamente, los que proceden por
semejantes clasificaciones, buscan acceder al todo del niño (a legaciones de
tener en cuenta la globalidad del niño, del hecho de que es un ser en devenir,
que hace falta ocuparse de él y de los suyos, etc.). La coherencia de esta
manera de hacer funcionar el todo, no conduce a la noción de un conjunto que
sería un todo, sino a la de una “unidad” (hace uno). Es decir, de una unidad
constituida por partes de ese todo. De tal forma que las partes de esta unidad
pueden ser objetos parciales, y por consiguiente no forman parte de ella. Hay
que agregar que esta unidad supone en su funcionamiento un cierto número de
funciones representadas. En semejante sistema imaginario, cada función esta
comandada por las otras, es el punto de la entropía de las otras: de esta
manera teorías sistémicas que suponen que puesto que hay hojas, hay raíces.
Con este corolario: fuera de la unidad que suponen, ninguna de las partes tiene
existencia. Y como el todo no existe a su vez más que por ellas, partes y todos
son indisociables.
El tercero excluido
Se trata aquí de una alineación que excluye toda dialéctica. Sistema dual de
estructura, implica la necesidad de términos tales como: díada, pareja,
dualidad, relaciones, interacciones, acción-reacción, feedback. Y esto excluye
la conjunción disjuntiva entre madre e hijo. La consecuencia esencial de esto
es la exclusión de todo tercero, en particular del padre. El tercero excluido es
justamente el que concibe, el que observa una alienación tal, lo que supone la
ausencia de transferencia.
El estado de ausencia y de prematuración natural del hombre suscita en el
analista de niños una negación, una respuesta parmenidiana, que busca
hacerle contrapeso a la ausencia, es decir, colmar, llenar, contener. El niño es
para el analista como un huevo imaginario, siempre en peligro a causa de la
fragilidad de su cascarón, pero caracterizado a cualquier precio por su plenitud.
El principio unitario
Del conjunto dispar contenido en este sobre, el analista se piensa entonces el
principio unitario: teoriza la concepción de este principio, lo personifica en la
cura, sin darse cuenta de que está atado. Se presenta al niño del que se ocupa
como la madre que está todavía embarazada. Principio unitario que supone al
menos la división, y suponiéndolo, justifica su posición unitaria. De esta forma
es el garante de la armonía de la evolución. Como si el verbo no tuviera sentido
en la cura sino estuviera ligado a un objeto que le da el realismo necesario “ven
bien que lo que digo es cierto; la prueba es el objeto: no hay equívocos”. El
objeto estaría creado sin verbo. Al mismo tiempo, este verbo puede crear
cualquier cosa y no hay sujeto, puesto que un objeto semejante excluye la
posibilidad de que existan significantes.
Dos consecuencias aparecen:
- La nominación no crearía entonces un objeto;
- Estos objetos podrían estarían destinados a cualquier verbo. Un
fragmento cualquiera puede entonces ser nombrado-seno, pene, vientre,
etc. La equivocidad del verbo es reemplazada por la polisemia del
objeto, o propia del objeto. Todo objeto es por si solo un diccionario.
En esta serie objetal, el analista se reduce a la instancia que simboliza
un análisis el todo, a saber: el yo. ¿no puede haber sujeto para un
significante, no se trata de una usurpación, si se coloca al objeto en
lugar del significante?
El horror
¿Por qué el analista se otorga el derecho de decir que un auto es un pene?
¿Esta nominación no es puramente imaginaria? En función a una metamorfosis
semejante, no hay equivalencia simbólica sino una simbolización al infinito. Ver
el auto de papa que no es más que el pene de papa; en estas asociaciones, el
verbo no solo crea al objeto, sino también y sobre todo, el objeto lo reduplica,
como si fuera más que el equivalente redundante. Aquí aparece la cuestión del
realismo, de lo concreto de los objetos “que están ahí para eso”. De hecho, el
auto no puede entrar más que en el garaje.
¿Cómo acceder a lo simbólico, partiendo de lo concreto realista de un objeto?
Este es desviado de su función por el verbo, que hace otro objeto, o mejor
dicho una parte del cuerpo; y es por esto que es una perversión, pues es del
orden de una metamorfosis imaginaria, y es fuente de horror.
Ejemplo clínico
Una niña de dos años y medio, cuyos padres se separaron en la mayor
violencia. No puede soportar que sus padres se separen, llama a cada uno de
ellos papá-mamá, cuando está en la casa de uno o del otro: no puede contar
hasta tres. El hecho de que su madre albergue por diez días a una prima, se
traduce a una serie de crisis de cólera, de anorexia, de llantos imposibles de
frenar. Su madre va a consolarlo; pero la rechaza con fuerza: “no mamá”. Si la
madre se aleja, frente a este furor, los llantos aumentan, y la angustia de su
demanda se expresa por el “papá-mamá” nuevamente. Golpea el piso diciendo:
“papá-aquí”. Se encierra en el espacio que separa su propia pieza en la cual
duerme la prima de su madre durante su estadía, y la pieza que duerme su
madre. Esta angustia está ligada al hecho de que son tres. Cuando está en
casa de su padre, lo llama “papá-mamá”. Cuando son tres, rechaza a su
madre, en nombre de “no mamá”. Paralelamente, del lado de los padres, el
padre no puede soportar la idea de que el niño se quede con la madre, de la
cual sospecha que quiere quedársela. La amenaza; mientras tanto la madre no
osa confiarle su hija, por miedo.
Verbo
Ellos tampoco pueden contar hasta tres, cada uno quiere formar un todo con la
niña, así como esta quiere hacer un todo con “papá-mamá”. Como este llama a
su mujer su mitad, alimenta la ilusión de que con ella solo forma uno.
Sin embargo, contar hasta tres es la primera ponderación del no-mas-goce,
que es luego reemplazado por el objeto a. Y