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Armonía – Desarmonía

Desarmonía de evolución y desarmonías cognitivas


(La desarmonía como necesaria para que el otro se instale)

¿Armonía?

¿Qué podría ser esta armonía de la evolución resultar contrariada o alterada, en


particular en la dimensión de la cognición?

¿Habria acaso un mecanismo celeste controlando el curso de esos “planetas”


como los estadios, las fases, las diversas entradas en la conciencia, la cognición, “la
inteligencia”, como se decía a principios de siglo?

Todos los trabajos de neurología del desarrollo, de la psicología genética, hasta las
concepciones más empiristas o inneistas, por su diversidad y la calidad de cada uno
de los exploradores, parecen obligarnos a deshacernos de la ilusión que tenemos
acerca de una armonía preestablecida o estática.

Las inscripciones enigmáticas

¿Hacia dónde somos conducidos? A descifrar algunas inscripciones enigmáticas


en el texto de la clínica cotidiana.

Las desarmonías de la evolución

En el registros de las desarmonías de la evolución, encaremos el cuerpo bajo dos


rubros: primero en el de la imagen del cuerpo, y luego la del cuerpo que funciona;
estos rubros nos obligan a plantear una pregunta: ¿la desarmonía no estaría en el
origen de lo requerido por la evolución?

Cuerpo imaginario, anticipación y tercera persona

Del lado de lo imaginario, el cuerpo se encuentra, en cierta forma, entero; en el


cuerpo está relacionado con el deseo de la madre: el niño se muestra en ella para
responder a su deseo. El cuerpo del niño está presente en la fase del espejo, tal como
lo elaboró Lacan, es decir esencialmente tomado en esa imago globalizante que
contrasta, en cuanto a lo sensorial con la vertiente tónica y motriz alcanzada por una
prematuración. Es en este sentido que en esta fase no solo sitúa al cuerpo en su
alteridad mirando el del otro, sino que también anticipa en esta inmadurez esencial.
Esta especularidad de la imagen del cuerpo se encuadra en este exceso motriz: en
jubilo, relevado, apoyado por y en la motricidad en la postura de la madre; el niño la
toma de testigo dando se vuelta hacia ella, que lo sostiene: este darse vuelta la
transforma en tercera persona entre el-mismo y su imagen real en el espejo. Por su
motricidad de acompañamiento, la madre anticipa, en lo real, la maduración motriz de
su hijo.

La anticipación simbólica

De esta forma se produce una doble anticipación: el niño anticipa su motricidad por
la imagen totalizada; la madre anticipa la maduración motriz de su hijo por sus propios
movimientos y por su postura. Esta doble anticipación constituye, en su necesidad, el
resorte a su articulación a lo simbólico, con respeto al cual la semiótica de Piaget se
mantuvo apartada. Seria por estar relacionada con la anticipación tónica, pero a causa
de una tercera persona, que esta semiótica se encontraría vinculada con lo simbólico;
esto supondría reconocer que entre el percibido y la acción, hay una tercera persona,
sin la cual no puede concebirse ni lo simbólico ni lo semiótico. Lo que la especifica es
entonces lo que le falta. Esta desarmonía causada por la carencia, por la falla de lo
que falta tanto del lado del niño como del de la madre, se oponen entonces
necesariamente a la armonía con un Todo, de una Totalidad que nos haría más que
Uno en el cuerpo.

Función y funcionamiento

Si bien el cuerpo es imagen, esta también insertado en el proceso de la función y


funcionamiento. La madre es el lugar del funcionamiento en ese prematuro que es el
pequeño del hombre. Es una verdadera función vicariante en las funciones del niño.
En este sentido ella es real para el niño. Pero sobre todo, sosteniendo ese lugar que le
permita al niño sobrevivir, debe dejarse desbordar por el funcionamiento que produce,
a partir de las funciones que ella vuelve a lanzar. Este funcionamiento no tiene nada
que ver con lo imaginario, la imagen del cuerpo: el equipamiento sensorial del recién
nacido es perfectamente capaz de funcionar desde el nacimiento, como atestigua la
anticipación visuo-auditiva, o las imitaciones muy precoces. Sin embargo, esta
anticipación, estas imitaciones por tomar solo algunos ejemplo, son desarmónicas; no
obstante no deja de ser cierto que por la anticipación, el funcionamiento del niño va
más allá de la madurez de sus funciones, y que desborda a la madre por todos lados.

Ilustremos con un ejemplo: se trata de un estudiante de medicina que prepara su


internado y que hace una consulta porque su bebé de 2 meses y medio tiene
dificultades para dormir. Le preguntamos sencillamente que pasa con la alimentación.
Ella responde “ah! En cuanto a la alimentación les voy a contar lo que me hace: me
pongo sobre el diván, lo recuesto en mis rodillas, le doy la mamadera y como tengo mi
internado en 3 meses, leo mi “pregunta”. Pero el señor no quiere beber nada mientras
leo”. El “señor” es la tercera persona. Es porque la madre es capaz de decir “señor”;
que su hijo no solo es real, sino también simbólico. Se puede entonces constatar que
este desbordamiento del niño provoco la palabra de su madre, sus comentarios, sus
interpretaciones.

Este discurso no solo se dirige al cuerpo del niño en tanto se da a ver y suscita las
identificaciones histéricas con tal o cual rasgo de semejanza por ejemplo: se dirige
también al funcionamiento de las funciones, y a los objetos parciales, que hacen la
articulación en el borde de los orificios del cuerpo, y que el funcionamiento embraga a
la función. Lejos de hacer borde a bordo, un proceso semejante produce desarmonía.

Es en esta desarmonía que aparece la verdadera coherencia del cuerpo, el cual


toma consistencia por los significantes que la madre asigna, significantes no solo
relativos a su imagen, sino sobre todo a sus propias funciones, formadas en su
funcionamiento en lo simbólico.

Luego de haber estudiado el cuerpo en las desarmonías de la evolución y las


perturbaciones instrumentales, pasaremos a analizar la anticipación del niño.

La anticipación en el llamado ≠ amor, dar

Llamado y demanda

El cuerpo no sólo participa por el funcionamiento de sus funciones, sino también


en la palabra, empezando por el grito. Los órganos de la fonación, la boca, la lengua,
la tráquea, la respiración, son tomados en esta emisión de voz, en este llamado, que
solo es llamado en la medida en que se le responde; sino, regresa al silencio y deja de
tener sentido, pero la respuesta debe ser una palabra, una mirada, un gesto, y en ese
momento se transforma en demanda. Esta demanda supone que se le responda con
un don, que no es un objeto de necesidad, sino de amor.

La demanda a riesgo de rechazo de la hipótesis


hipótesis frustración

Es a riesgo de rechazo en la hipótesis que se demanda; tomemos ese riesgo como


lo que es, es decir la prueba de que el niño hace en su demanda una hipótesis; se le
responde, y a partir de allí hay satisfacción, o bien no se le responde, y hay frustración.
Esta frustración no tiene que ver con un objeto de necesidad, sino que concierne a la
hipótesis. Es incluso por hacer la hipótesis de una posible frustración que se trata de
una hipótesis, vinculada con un futuro condicional, y que se inscribe en lo simbólico.
Yendo al encuentro con el lenguaje –que Lacan llama el tesoro de los significantes-
esta demanda se articula con la pregunta y puede terminar en el vacío.
hipótesis-anticipación

Juegos de presencia-ausencia

Algunas madres dan sin pausa, permanente e interactivamente; dan sin jamás
dejar una espera. Es absolutamente necesario tener en cuenta no sólo el hecho de
que la madre puede estar presente o ausente para su niño, sino también que su niño
debe estar presente o ausente para ella.

Es en la medida en que lo que acaba de ser dicho que cierta consistencia que
podemos avanzar de manera menos aproximada en el enigma, frente a las
desarmonías evolutivas y cognitivas, que representan los niños dispráxicos y los niños
no lectores.
DESARMONIAS EVOLUTIVAS Y COGNITIVAS

La dispraxia

Se trata, en la dispraxia, de un déficit en lo que J. Piaget describió como lo


figurativo. Este déficit se mantiene igual a si-mismo, sea cuales fueran las medidas
reeducadoras encaradas, hasta la adolescencia.

Sin embargo, esta defectología, por llamarla de alguna forma provocativa, esta
defectología de lo figurativo, no le impide para nada al dispraxico acceder a la
operatividad y a la lógica formal.

La operatividad y la lógica proposicional

La cuota

En la utilización del número, se percibe en los niños dispaxicos una especie de


contradicción entre las dificultades masivas que presentan por el lado de las
cantidades, y en particular cuando estas cantidades tienen coordenadas espaciales,
mientras que, por el contrario, su acceso a la cuota es muy precoz, es por la
numeración, por la utilización del número, que logran casi todo el tiempo superar las
dificultades en lo que concierne a la cantidad.

Las palabras faro

Debemos observar que las dificultades respecto a la lógica espacial son


espontáneamente compensadas por la utilización de la lógica preposicional. Es con lo
que Claire Meljac llama “las palabras faro”, las formulas ya armadas, las reglas
establecidas, las leyes descubiertas en los campos de los enunciados, la gramática,
que esta superación de los problemas se hace posible. Así se trata no solo de un
proceso de sustitución, sino también de una ocasión de plantearse la pregunta de los
diversos soportes del razonamiento. Los dispraxicos nos muestran de esta forma la
importancia decisiva de la cuota, y en el razonamiento, su prevalecimiento sobre la
cantidad.

Debilidad de lo imaginario, lazo directo entre lo real y lo simbólico

¿No nos están mostrando de manera más incisiva que ante una particular
debilidad de lo imaginario, lo real puede atarse directamente a lo simbólico? Esto nos
lleva seguramente a preguntarnos acerca del devenir de los dispraxicos, que plantean
tantas veces el tema de la evolución inquietante en la adolescencia, y que cuestionan
las fronteras entre la dispraxia y las estructuras psicóticas, para evocar lo que R. Mises
abordo bajo el término patología límites.

 El cuerpo y su imagen

Recordemos hasta que punto la cuestión del cuerpo es problemática en los


dispráxicos: sus límites y el vínculo entre las partes de su cuerpo son borrosos, hay
precariedad en todo lo que concierne a la imagen pero también al funcionamiento
posturo-motriz.

Bajo esta perspectiva de una fragilidad particular de lo imaginario del cuerpo que
interesa simultáneamente a la imagen, al espacio de acción y al espacio de la
representación, debemos subrayar la extraordinaria calidad del lenguaje del
dispráxico. No sólo de la lengua hablada sino también de la lengua escrita.

 Lo declarativo

Cuanto más activos son los métodos, más saturados en imágenes, más dificultades
crean para estos niños. Los esquemas que se suponen preferibles a largos discursos,
los extravían irremediablemente. Por el contrario, las reglas, lo aprendido de memoria,
la lógica sintáctica les es de gran ayuda. En una terminología que tuvo sus momentos
de gloria, el dispráxico accede al razonamiento no por lo procedural sino por lo
declarativo.

Grafismo y origen

En cuanto al grafismo, se conoce la verdadera dificultad que representa para


los dispráxicos: los problemas masivos de esos niños con la noción de origen se
oponen a toda continuidad del trazo, a la realización de figuras geométricas cerradas,
pues el mismísimo lápiz, desplazándose, hace mover el origen sin cesar, el lugar de la
salida y la ruptura del trazo se vuelve entonces aleatoria o imposible en la
reproducción.
¿Qué constatamos? Que van a aprender a escribir sin grandes dificultades y que su
escritura es totalmente comparable a la de sus condiscípulos.

La lectura

Los dispráxicos aprenden a leer perfectamente, quizás mejor que el promedio


de los niños de su edad, lo que nos permite cuestionar la armonía evolutiva que se
supone entre lo que debería llamarse una buena “estructuración espacial” y todo lo
que concierne a la lectura: las inversiones, las confusiones, las diversas características
de la dislexia llevadas al espacio, a la sensorialidad, a la percepción, a la motricidad
ocular, deben ser retomadas a la luz de importantes performances del dispráxico en
lectura.

Los no lectores

Ahora abordaremos la cuestión de los “no-lectores”. Los niños no-lectores, de


los cuales nos hemos ocupado estos últimos años en Sainte Anne con un equipo del
CNRS bajo la conducción de Serge Netchine, nos muestran que las dificultades que
presentan son exactamente las opuestas de las que caracterizan a los dispráxicos; se
trata, en la perspectiva de las desarmonías, de una desarmonía completamente
simétrica: los no-lectores sobresalen allí donde los dispráxicos fracasan totalmente, y a
la inversa en todas las pruebas de razonamiento y de lógica.

 La clase no está constituida más que por la exclusión

En cuanto a las clasificaciones para los no-lectores, se trata de una verdadera


incapacidad, encontrada en cada uno de los niños no-lectores que pudimos conocer.
Esta incapacidad tiene que ver con el hecho de que estos niños no pueden en
absoluto abandonar uno de los criterios de clasificación para crear una clase.
Muestran, de esta forma, que la clasificación no consiste en reunir elementos de un
grupo, que sería la clase, sino por el contrario, que esta clase no se constituya más
que por la exclusión de todo aquello que esté por fuera de ella, y que no se trata de
una totalización en nombre de lo que formaría el todo entorno a un criterio.
Aquí hay una notable ilustración, una notable aplicación de lo que Freud elabora
del juicio de atribución operado por el yo primario, en su célebre artículo sobre la
denegación: Die Verneinung. La elaboración freudiana se verifica también en lo que
concierne a lo que está “por debajo” de la lectura: la saturación por la imagen tiende a
dificultar el normal funcionamiento del juicio de atribución.

 Lo que está “por debajo” de la lectura

En la lectura, para acceder al sentido, el niño debe colocar en ese “debajo” una
cantidad más o menos importante de letras: recurre entonces a exclusiones; el niño
está confrontado al hecho de que su tendencia a excluir todo lo que debe ser leído y
deletreado; la lectura no tiene sentido, más que el de provocar una pérdida.
Esta posición depresiva parece tener que ser resaltada en la dificultad, del lado de
la lógica, para poder utilizar las letras, no en su figuración sino, por el contrario, en lo
que tienen de real. En efecto, se le propone al niño reconocer y no leer, se le
presentan libros de lecturas saturados de imágenes, el texto no es más que un
comentario. Se le enseña al niño a reconocer un libro de imágenes aprendidas de
memoria. Sin embargo, la lectura, bajo la forma de reconocimiento y no de lectura,
esquiva lo real de la letra y acentúa el hecho de que la letra sea imaginarizada,
formada, reconocida en cuanto tal.
DESARMONÍA

La paradoja de los conceptos y de las teorías pensadas para sostener una


armonía evolutiva y cognitiva, está en que, para realizarlos, ponen en marcha medios
que no producen más que desarmonías. El ejemplo de los no lectores y de los
dispráxicos lo muestra: imaginarizar la letra en vez de insistir en su real por ejemplo,
vuelve a la lectura completamente desarmónica para el niño.
Lo que todas estas teorías, todos estos sistemas quieren ignorar, es el valor cualitativo
positivo de la desarmonía: ¿un progreso, un devenir, una sublimación solo pueden
pensarse si falta? Cómo pensar la desarmonía de otra forma diferente que no sea la
de un sistema neurótico, de éxtasis?
Éxtasis: estado del alma enteramente embargada por un sentimiento de alegría
(comentario escrito a mano)

LAS HIPOTESIS GENETICAS


Acta

Escuchando lo que se dice, leyendo lo que se escribe en el campo del


psicoanálisis del niño, ¿quién no percibe que la reflexión que lo concierne está teñida
de confusión y atrapada en un callejón sin salida desde hace varios años?
En cuanto a nosotros, pensamos que debe hacerse un esfuerzo para intentar
liberarla de lo que no parece ser una imperfección conceptual: la primacía que se le
otorga a lo imaginario en la metodología, la teorización y la práctica de la cura que de
ello deriva. La base de esta concepción imaginaria está marcada por el carácter nodal
atribuido a la noción, que puede compararse a un mito, a un origen. El psicoanálisis se
encuentra atrapado en esa trampa y al mismo tiempo encadenado a lo que la
embriología, el desarrollo neuropsíquico, la psicología genética, las perspectivas
cognitivistas, llevan de pesadez originaria y evolutiva.
¿Podría concebirse una forma de encarar la psicopatología infantil que no sea
ni genética ni evolutiva? Quizás planteando esta pregunta debería comenzar nuestra
reflexión sobre el psicoanálisis del niño: y para resaltar primero que se trata del
psicoanálisis, y que no supone la utilización de las imágenes, las actitudes o los
gestos, sino de la palabra y del lenguaje en la “talking cure”. La transferencia sin la
cual no podría haber psicoanálisis, no puede de ninguna forma ser considerado un
proceso evolutivo, cognitivo, o lo que le interesa a la psicología de la conciencia,
genética o no.

Alerta

Es obvio que deberíamos mantenernos prevenidos por la observación de


consecuencias temibles en el terreno mismo de los conceptos y de la teoría
neuropsicológica del desarrollo del niño.
En cuanto a esto, presentamos un punto ejemplar: ¿qué pasó con los trabajos
de toda una generación de investigadores y de clínicos con reputación internacional,
sobre “el paralelismo del desarrollo tónico-motriz y psíquico”? Aparece como un
corolario lógico y necesario de las relaciones dialécticas entre, por una parte, la
maduración del “equipo neurobiológico de base” ejemplificado por la mielinización
progresiva de la substancia blanca, y por otra parte la aparición sucesiva de
comportamientos y funcionamientos que muestran grados diversos y cada vez más
complejos de la vida psíquica. Esta relación entre la maduración y la evolución
aparece como supuesta en innumerables observaciones y tests, y se objetiva en la
medida de las etapas del desarrollo psicomotor. Es en la sucesion de azares, de
armonías o desarmonías de los factores que participan en ese desarrollo, que se
evalúan los progresos, los estancamientos, los retrasos, pero también las
aberraciones, las regresiones.

La ecuación imaginaria (ecuación entre lo lesional y lo funcional)

¿Qué podría decirse, sino es que se establece sin verdadera crítica, una
ecuación en la cual los dos términos son imaginarios? Están basados efectivamente,
en la observación visual, por un lado la figuración médica sostiene a la histología,
reflejo de la maduración de las estructuras, y por otro, la aparición del ejercicio de las
funciones, “patterns de comportamiento”, están más o menos ligados a “actividades
cognitivas”. No es para nada sorprendente entonces, que lleguen a instaurarse en
estas teorías una equivalencia lógica entre las aberraciones de las estructuras
(retrasos, lesiones y su determinación topográfica en el espacio del SNC) y las
aberraciones del comportamiento, llevadas a los procesos psíquicos. Freud, sin
embargo, nos recuerda en los tres ensayos sobre la teoría sexual: “Ni siquiera
sabemos si se puede admitir para las funciones sexuales, la existencia de centros
cerebrales delimitados (“centros”) como lo hacemos por ejemplo con el lenguaje”.
Ecuación: igualdad que contiene una o más diferencias

El objeto de observación

De esta forma surgen modalidades particulares de aparición de las relaciones


entre la representación de las lesiones y de las disfunciones neurobiológicas, y
losa datos observables en el niño “objeto de observación”. Este nuevo método
“anatmoclínico dinámico” permite así describir casos típicos del desarrollo; en
los casos que existe una cierta distancia, una “desarmonía”, la justificación de
la teoría se sostiene (cuando el daño en el SNC es evidente) en el examen
neurológico, o sobre las imágenes como las radiografías, EEC, scanner, RMN,
o sobre las investigaciones biológicas que apuntan a los desórdenes
enzimáticos en los medidores cerebrales.
La perspectiva genética se fue inclinando en psicología hacia direcciones
diferentes, de las que queremos subrayar más que un aspecto: Preyer, Buhler
(padre), Wallon. Y Piaget, se propusieron encarar el desarrollo de sus niños o
sus nietos: la transferencia estaba en el encuentro de esa psicología parental y
estaba en la obra de la elaboración de la teoría de cada uno. A partir de los
años 40 en los Estados Unidos, Gesell y su escuela centraron su investigación
en el establecimiento de niveles de desarrollo, surgidos a partir de la
estadística aplicada a las diferentes acepciones del “desarrollo psicomotor”
para establecer una norma totalmente articulada con una psicopedagogía ideal.

Los estadíos

Una breve historia puede permitir precisar esta noción y lo que devino.

1) Desde el punto de vista psicológico, el estadío define una etapa


cronológica del desarrollo, basada en la existencia de discontinuidades,
de cambios de ritmo, cambios cualitativos, observables en los registros
somático, psicológico, comportamental del niño, y haciendo referencia a
un sistema explicativo. De esta forma Baldwin propone un sistema de
imitación en tres estadios: proyectivo, subjetivo, eyectivo; Piaget
propone un sistema en el cual la sucesión de los estadíos es contantes,
cada uno de ellos perteneciendo a una estructura de conjunto, que se
integra a la siguiente, en la sucesión linealmente ordenada y muy
diferenciada, que parte de la sensoriomotricidad (del nacimiento a la
palbara), para terminar a los 16 años en las operaciones formales;
Wallon propone un sistema de estadíos psicomotores marcados por la
discontinuidad, la crisis y el conflicto, que se suceden o pueden
alternanrse, y en cuyo seno la energética y su descarga son
importantes.
Es evidente que es la cuestión del origen de la que se encuentra subrayada, y
que la descripción de los estadíos no representa mas que una tentativa de
exploración nocional.

2) En especial sobre sus 3 ensayos sobre lateoría sexual, Freud establece


una sucesión de estadíos que no son ni psicológicos ni genéticos, sino
que se vinculan con su metapsicología, y más precisasamente con los
desplazamientos de la sexualidad de una zona a otra del cuerpo del
niño. En cuanto a esto, Freud distingue dos modos de organización de
la líbido: una odalidad pre- genital, y otra genital; la primera contiene: el
estadío oral, u organización sexual estructurada entorno a la función de
devoración; el estadío sádico- anal, u organización sexual estructurada
entorno a las funciones anales de retención y de expulsión, el estadío
fálico, u organización sexual estructurada entorno a la función simbólica
de castración, la segunda modalidad concierne al estadío genital
propiamente dicho, que cierra el período de latencia, y marca la entrada
de la vida sexual.

Freud y el segundo tópico

Freud mostró una clara preferencia por lo que le permitían establecer los mitos,
y esencialmente el que concierne al Padre de la horda primordial, padre
muerte, con ese mito, va a articularse el de Edipo, base del psicoanálisis en su
relación con la Ley y el Deseo. Es importante destacar que es con Tótem y
Tabú que se abre el segundo tópico, revisión fundamental de la teoría de las
pulsiones del yo, la pulsión de muerte, y y permite a partir de allí, establecer los
principios decisivos de la función de repetición, anclada, no a lo orgánico o en
la historia , sino en la aparición de la muerte como significante. Es la misma
clínica de las curas la que lleva a Freud a concebir el segundo tópico, no sin
acarrear, en el autor, numerosas resistencias y dolorosas revisiones, dolores
que se reencuentran en sus continuadores mas actuales, para quienes la
práctica y la teoría parecen esquivar sin cesar las consecuencias de este
segundo tópico. (la muerte como significante, ¿Qué significa en el campo del
psicoanálisis?)

Lacan

Sin duda, la función central conferida por Lacan al significante aparece como
uno de los descendientes más vivaces de esta revolución, así como el acento
puesto a partir de allí sobre lo real, que viene a destituir el traumatismo de su
historicidad para situarlo topológicamente, es decir en una lógica del lugar, que
es aquella de lo imposible, mas allá de la representación imaginaria y la
hipótesis que supone lo simbólico.
Se comprende entonces hasta que punto la concepción de “génesis” resulta
inapropiada para dar cuenta de lo que la clínica cotidiana, y antes que nada la
conducta de la cura, tienen de heterogéneo y de refractario, tanto en la noción
de origen como en la de desarrollo.

Big bang y después (origen: lo que pone en cuestión la transferencia)

Para dar una idea de esta heterogeneidad, hagamos simplemente alusión en el


orden de la astrofísica, a lo que concierne a la teoría del “big bang”; esta en
efecto, supone la reversibilidad de la entropía y postula la hipótesis de un
mundo en que esta, ya retrograda y negativa, hace pensable la de un mundo
que vería la materia constituirse por una destrucción que lleva a una
reconstrucción que aparece como un estado final. Hay allí, evidentemente una
perspectiva que no es ajena a lo que Freud identifica en la cura como “el efecto
subsiguiente”. Identificación esencial y determinada en la cura por la
transferencia: hallazgo freudiano inaudito, que vuelve ilusoria toda referencia
objetiva al origen, que la desacredita y la hace impropia para dar cuenta del
proceso del psicoanálisis.

La observación directa, represión primordial

Se puede iniciar entonces como un efecto de represión o de rechazo del


segundo tópico, todas las investigaciones marcadas con el signo del origen y
que se ordenan en la “observación directa” de los niños desde sus primeros
años. Sin hacer siquiera alusión a las críticas que pudieron aportarse a estas
investigaciones, en particular la necesidad de establecer un observador y sus
deseos, así como los problemas planteados por la intersubjetividad en estas
experiencias, señalemos simplemente esta frase del prefacio de Freud en la
4ta edición (1920) de los tres ensayos sobre la sexualidad: “los hombres
podrían tener el sentido común de instruirse observando directamente al niño,
lo que habría vuelto innecesaria la elaboración de estos tres ensayos”
La saturación escópica
No debe ser motivo de sorpresa el constatar en que medida las investigaciones
en este campo son ampliadas y justificadas por el desarrollo necesario de los
medios de grabación y reproducción con imágenes, conduciendo a verdaderas
videotecas. El factor escópico viene a saturar la investigación, y confiere a lo
imaginario un estatuto tal, que se termina acordándole el lugar de lo real, y
frecuentemente, economizando lo simbólico: este factor muestra hasta qué
punto de investigación del origen está relacionada con la mirada, como si lo “de
después” pudiera dar su marca esencial de análisis en una enésima revisión de
cinta, como si el psicoanálisis del niño girara entorno a un “después del ojo”.

El cuerpo comprometido

Hay que notar sin embargo que el cuerpo está particularmente comprometido
en las teorías genéticas; antes que nada en lo que da para ver en sus
disposiciones, especialmente motrices, posturales, praxicas. Encarar su
desarrollo implica apreciar su eficacia, su conformidad con normas psicológicas
o sociales en una dimensión comportamental propiamente dicha. Desde una
perspectiva genética, cuanto más se habla de cuerpo, menos se habla en el
sentido de lo simbólico. Una consecuencia central de esta contradicción nos
parece estar señalada en un campo que no es el del psicoanálisis sino en su
opuesto: la generalización de los conceptos anglosajones de “minimal brain
damage” luego de “minimal mbrain dysfunction”; aquí las aberraciones o las
perturbaciones del desarrollo, en la perspectiva del paralelismo neuropsiquico,
están directamente vinculadas con un daño orgánico de las estructuras o de las
funciones; en ausencia de una referencia visualizable de este daño, sea cual
fuere la sofisticación de los medios que la permiten, esta visualización supone
poder ser visualizada. De esta forma, a pesar de la extinción de la imagen, la
primacía del paralelismo psicomotor permite concluir, frente a una aberración
“de desarrollo”, que existe una aberración de lo real orgánico, aberración cuyo
soporte, de no ser visualizado, es considerado “mínimo”!...
3
El todo y la unidad

El todo
El uno es parcial y no forma parte de un todo. Es parcial sin ser una parte. El
uno es el objeto a; el a desaparece, está perdido, desde que el niño ve todo;
ese es el caso de este uno, de este objeto a que es el seno materno, que
según Freud el niño pierde precisamente en la época en que se le vuelve
imposible formarse la representación global de su madre. Sin embargo no
puede verlo todo pues la no-especularidad rompe el todo: el lugar relativo del
estadio fálico entre los estadios pre genital y genital, en donde todo converge
más o menos apaciguadamente, lo atestigua. Este estadio fálico común,
universal, tiene como función esencial esquivar la castración de la madre, es
decir lo que la castración tiene de simbólico. El todo permite entonces jugar con
la atribución. El todo de lo bueno: lo que es rechazado, es el no-yo, aquel que
es indiferente. Los psicoanalistas del todo, que parten de este principio, ven la
castración de la madre al mismo nivel que el niño la desea.

La unidad
¿Cómo explicar la reivindicación de unidad, del cuerpo, del yo, etc? Para evitar
el desbordamiento que produce el todo, entre los que parten de ese postulado
para ocuparse de niños, recurrir a los estadios, clases, periodos, nociones de
desarrollo, de nivel, es necesario y fatal. Recíprocamente, los que proceden por
semejantes clasificaciones, buscan acceder al todo del niño (a legaciones de
tener en cuenta la globalidad del niño, del hecho de que es un ser en devenir,
que hace falta ocuparse de él y de los suyos, etc.). La coherencia de esta
manera de hacer funcionar el todo, no conduce a la noción de un conjunto que
sería un todo, sino a la de una “unidad” (hace uno). Es decir, de una unidad
constituida por partes de ese todo. De tal forma que las partes de esta unidad
pueden ser objetos parciales, y por consiguiente no forman parte de ella. Hay
que agregar que esta unidad supone en su funcionamiento un cierto número de
funciones representadas. En semejante sistema imaginario, cada función esta
comandada por las otras, es el punto de la entropía de las otras: de esta
manera teorías sistémicas que suponen que puesto que hay hojas, hay raíces.
Con este corolario: fuera de la unidad que suponen, ninguna de las partes tiene
existencia. Y como el todo no existe a su vez más que por ellas, partes y todos
son indisociables.

El tercero excluido
Se trata aquí de una alineación que excluye toda dialéctica. Sistema dual de
estructura, implica la necesidad de términos tales como: díada, pareja,
dualidad, relaciones, interacciones, acción-reacción, feedback. Y esto excluye
la conjunción disjuntiva entre madre e hijo. La consecuencia esencial de esto
es la exclusión de todo tercero, en particular del padre. El tercero excluido es
justamente el que concibe, el que observa una alienación tal, lo que supone la
ausencia de transferencia.
El estado de ausencia y de prematuración natural del hombre suscita en el
analista de niños una negación, una respuesta parmenidiana, que busca
hacerle contrapeso a la ausencia, es decir, colmar, llenar, contener. El niño es
para el analista como un huevo imaginario, siempre en peligro a causa de la
fragilidad de su cascarón, pero caracterizado a cualquier precio por su plenitud.

El principio unitario
Del conjunto dispar contenido en este sobre, el analista se piensa entonces el
principio unitario: teoriza la concepción de este principio, lo personifica en la
cura, sin darse cuenta de que está atado. Se presenta al niño del que se ocupa
como la madre que está todavía embarazada. Principio unitario que supone al
menos la división, y suponiéndolo, justifica su posición unitaria. De esta forma
es el garante de la armonía de la evolución. Como si el verbo no tuviera sentido
en la cura sino estuviera ligado a un objeto que le da el realismo necesario “ven
bien que lo que digo es cierto; la prueba es el objeto: no hay equívocos”. El
objeto estaría creado sin verbo. Al mismo tiempo, este verbo puede crear
cualquier cosa y no hay sujeto, puesto que un objeto semejante excluye la
posibilidad de que existan significantes.
Dos consecuencias aparecen:
- La nominación no crearía entonces un objeto;
- Estos objetos podrían estarían destinados a cualquier verbo. Un
fragmento cualquiera puede entonces ser nombrado-seno, pene, vientre,
etc. La equivocidad del verbo es reemplazada por la polisemia del
objeto, o propia del objeto. Todo objeto es por si solo un diccionario.
En esta serie objetal, el analista se reduce a la instancia que simboliza
un análisis el todo, a saber: el yo. ¿no puede haber sujeto para un
significante, no se trata de una usurpación, si se coloca al objeto en
lugar del significante?

El horror
¿Por qué el analista se otorga el derecho de decir que un auto es un pene?
¿Esta nominación no es puramente imaginaria? En función a una metamorfosis
semejante, no hay equivalencia simbólica sino una simbolización al infinito. Ver
el auto de papa que no es más que el pene de papa; en estas asociaciones, el
verbo no solo crea al objeto, sino también y sobre todo, el objeto lo reduplica,
como si fuera más que el equivalente redundante. Aquí aparece la cuestión del
realismo, de lo concreto de los objetos “que están ahí para eso”. De hecho, el
auto no puede entrar más que en el garaje.
¿Cómo acceder a lo simbólico, partiendo de lo concreto realista de un objeto?
Este es desviado de su función por el verbo, que hace otro objeto, o mejor
dicho una parte del cuerpo; y es por esto que es una perversión, pues es del
orden de una metamorfosis imaginaria, y es fuente de horror.

La libre asociación, tercero simbólico


El analista no interpreta a partir de un tercer término de la lengua simbólica,
trueca la significación del empleo de un objeto para otro objeto. Un biberón es
trocado por un pene. Falta el tercero simbólico que es la asociación del niño,
no hay entonces humor posible aquí. La cuestión de la calidad concreta de sus
características de dureza, frio, etc, del objeto, se plantea en lo que concierne a
esta nominación del trueque. Tanto más si el objeto es manipulado, hace
resistencia, etc.

El cuerpo de transferencia y el objeto parcial


Estos objetos encargados de mantener o de vigilar la transferencia, están
prácticamente designados como partes del cuerpo. Donde se deduce dos
consecuencias:
- La transferencia pasa por el cuerpo del niño;
- Esta designación que el analista hace de su interpretación, especifica al
objeto como una parte del cuerpo, pero también puede ser comprendida
por el niño de forma inversa: es la parte de su cuerpo que esta
nombrada como objeto. Ejemplo: su pene, es una locomotora.
De esta forma, este tipo de técnica, tiene un efecto de ataque del cuerpo, que
tiende a mecanizarlo, ¿Por qué, en las curas con los niños, los objetos
deberían estar siempre ligados a una parte del cuerpo? El analista se comporta
como un pedagogo que da lecciones. Se nos objetará lo siguiente: pero se trata
de un objeto parcial. Justamente no se trata de eso: no se trata de la parte de
un todo. El objeto imaginario para el analista no es objeto parcial para el niño:
el objeto parcial esta puramente del lado del verbo, a tal punto que puede estar
designado por la letra alfabética a, y por tipo particular de goce: el no-mas-
goce. En síntesis, el objeto parcial se concibe sin referencia posible a un
objeto real.

Ejemplo clínico
Una niña de dos años y medio, cuyos padres se separaron en la mayor
violencia. No puede soportar que sus padres se separen, llama a cada uno de
ellos papá-mamá, cuando está en la casa de uno o del otro: no puede contar
hasta tres. El hecho de que su madre albergue por diez días a una prima, se
traduce a una serie de crisis de cólera, de anorexia, de llantos imposibles de
frenar. Su madre va a consolarlo; pero la rechaza con fuerza: “no mamá”. Si la
madre se aleja, frente a este furor, los llantos aumentan, y la angustia de su
demanda se expresa por el “papá-mamá” nuevamente. Golpea el piso diciendo:
“papá-aquí”. Se encierra en el espacio que separa su propia pieza en la cual
duerme la prima de su madre durante su estadía, y la pieza que duerme su
madre. Esta angustia está ligada al hecho de que son tres. Cuando está en
casa de su padre, lo llama “papá-mamá”. Cuando son tres, rechaza a su
madre, en nombre de “no mamá”. Paralelamente, del lado de los padres, el
padre no puede soportar la idea de que el niño se quede con la madre, de la
cual sospecha que quiere quedársela. La amenaza; mientras tanto la madre no
osa confiarle su hija, por miedo.
Verbo
Ellos tampoco pueden contar hasta tres, cada uno quiere formar un todo con la
niña, así como esta quiere hacer un todo con “papá-mamá”. Como este llama a
su mujer su mitad, alimenta la ilusión de que con ella solo forma uno.
Sin embargo, contar hasta tres es la primera ponderación del no-mas-goce,
que es luego reemplazado por el objeto a. Y

contarse tres, o este contar tres no son verdaderamente numerarios: sino


regresarían al objeto real – los dedos por ejemplo; la cifra que crea su secreto,
es la que abre el verbo.

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