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Ruta Monterrey

Por Roberto Martínez

(12-Oct-1996).-

Durante los Juegos Olímpicos de Atlanta, la organización Quest Atlanta 96


coordinó a más de cien mil voluntarios para emprender una acción proselitista de
magnitudes olímpicas. Treinta asociaciones religiosas de diferentes
denominaciones protestantes hicieron a un lado sus diferencias teológicas, para
unirse en este proyecto.

Uno de estos grupos, la Sociedad Americana de Biblia, aprovechando que más de


dos millones de personas visitaron la ciudad durante el evento, se dio a la tarea de
imprimir y repartir más de cinco millones de artículos, desde Biblias hasta volantes
con el lema "More than Gold", tomado de un versículo del Nuevo Testamento, que
describe la fe como algo más valioso que el oro.

Otro grupo, la agencia misionera evangélica Youth With A Mission, movilizó


alrededor de mil misioneros que ayudaron con la seguridad en las Olimpiadas y
apoyaron como traductores; también establecieron una cafetería en la zona, cuyas
ganancias fueron utilizadas para financiar proyectos de asistencia social.

Los bautistas del sur, la denominación protestante con más miembros en los
Estados Unidos, colocaron "centros de hospitalidad" en los principales sitios de los
Juegos Olímpicos, donde distribuyeron un millón de "bolsas de hospitalidad", las
cuales incluían un folleto con estadísticas de las Olimpiadas y un mensaje
evangélico, además de bronceador, cacahuates y pañuelos desechables húmedos.

El caso es que estas personas se organizaron, como un ejército, para difundir su


cultura entre los turistas y los atletas. Ante este hecho se observaron varias
reacciones de rechazo, pues muchas personas se sentían abrumadas por la cantidad
de propaganda. La recibían como una imposición un tanto fuera de lugar, y en
ocasiones, como una falta de respeto, pues el objetivo del evento era obviamente
deportivo y no religioso. En repudio, miles de Biblias terminaron tiradas en las
calles y en los estadios.
Con motivo de la Jornada Mundial del Turismo, celebrada el pasado 27 de
septiembre en la ciudad de Qiongshan, China, por la Organización Mundial del
Turismo, el Papa Juan Pablo II dijo, entre otras cosas: "Cuando se realizan
intercambios profundos entre los que viajan y los que reciben, reconociendo y
respetando las riquezas culturales, espirituales y religiosas, el turismo contribuye a
acercar a las naciones y a crear una sociedad fraternal, haciendo que los hombres
estén más unidos y sean más solidarios".

Para el "Papa peregrino", el turismo es un valor, y no un banal hecho de


consumismo, porque bien vivido, se transforma en autoeducación y nos incrementa
el bagaje cultural. El ve con esperanza, que eventos como los Juegos Olímpicos
(donde confluyen individuos de todos los rincones del mundo, en un ambiente de
paz y concordia) favorezcan a que los pueblos se reconozcan más hermanos.
Reconocimiento que se traduzca en la práctica, en respeto a la dignidad de los
pueblos y solidaridad de unos con otros, para construir una sociedad global más
justa.

Cada año surgen manifestaciones en torno al Día de la Raza, que hacen hervir
sentimientos de indigenismo. Puede ser muy positivo enorgullecerse de la propia
cultura regional, pero no debemos cegarnos ante el papel que tenemos, como
ciudadanos de un mundo cada vez más intercomunicado. Nuestra hospitalidad se
perfila para ser punta de lanza en la recuperación económica del País, pero los
brotes de regionalismo son un obstáculo en este proceso, sobretodo cuando se
aderezan con la violencia de grupos guerrilleros.

Nuestra industria turística tiene ingresos de seis billones de dólares anuales. Es ya


la tercera fuente de divisas extranjeras y una de las principales actividades
económicas que a mediano plazo puede elevar el nivel de vida de nuestra
población. La prueba la tenemos en el caso de Polonia, que en cinco años pasó del
vigésimo séptimo al noveno lugar a nivel mundial como destino turístico.

Lech Walesa en su reciente visita a Monterrey señaló que México y Polonia tienen
mucho en común, pues ambos han tenido que convivir y competir con un país
vecino muy fuerte. El triunfo logrado por la industria turística de Polonia bien
podría repetirse en México y con mayores ventajas.

Los turistas son atraídos por nuestras bellezas naturales y nuestros tesoros
arqueológicos, como las reservas ecológicas de la Península de Yucatán, donde
además de milenarias pirámides se albergan más de doscientas especies de aves
durante el invierno. Además nuestra cultura ha sido más difundida a través de la
comida mexicana, las películas y novelas de televisión, que mal que bien, ponen a
México en la mente de los que anhelan conocer el mundo.

Tan sólo en Cancún ya hospedamos a más de un millón de turistas al año. En


lugares como Cuernavaca, Guadalajara, Chapala, Tlaquepaque, Ajijic, San Miguel
Allende y Loreto, se reciben americanos y canadienses jubilados que llegan con
planes de quedarse a vivir. Ya son más de un millón los que se han quedado.

Faltan muchos lugares por desarrollar turísticamente. Pensemos, por ejemplo, en


toda la franja paradisiaca entre Cancún y Chetumal. Pero no sólo hay que ofrecer
un turismo basado en atracciones naturales. La cultura mexicana es una fuente
inagotable de motivos turísticos. Todos sus elementos como son la religión, las
instituciones, el lenguaje y la historia, dan una forma y un colorido únicos a nuestra
cultura. Algunas iniciativas como la campaña Mundo Maya han marcado el inicio
del turismo cultural organizado en México, pero podemos pensar en otras rutas
turísticas que vayan tras las huelas de nuestra cultura. ¿Por qué no promovemos
una Ruta Monterrey, por ejemplo, donde la turista se le dé un recorrido por las
principales empresas e instituciones, siguiendo un orden cronológico, que le ayude
a visualizar cómo se construyó esta ciudad?

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