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¿Quiénes son insignificantes?

Por Roberto Martínez (30-Nov-1996).-

En Holanda, el suicidio asistido a enfermos graves es una forma de


eutanasia admitida legalmente. Un médico de La Haya administró,
hace aproximadamente dos años y medio, una dosis fatal de píldoras
para dormir a una mujer sana de 50 años que sufría una depresión y
provocó su muerte.

La corte se negó a imponer un castigo al doctor y con esto se abrió el


criterio para incluir enfermedades mentales y emocionales como
justificantes de la eutanasia en aquel país.

Es increíble que todavía no terminamos de adoptar una postura


universal en torno al aborto, y ya se gestaron organizaciones que
destruyen, amparadas por la ley, a los que el materialismo y el
hedonismo consideran personas insignificantes.

En aquellos ambientes donde se valora más el bienestar y el provecho


que la dignidad humana y el derecho a la vida, hay muy poco espacio
para los que sufren, particularmente para los enfermos mentales.

Claro, los intelectuales no son tan descarados como para llamar


insignificantes a los cerebralmente discapacitados. Por lo general, la
explicación que dan para promover que se eliminen es "para que ya no
sufran".

Es obvio que no nos gusta sufrir y con eso muchos quieren justificarse,
pero el sufrimiento es parte de la vida y tarde o temprano todos
padeceremos algún tipo de desventaja física y/o psicológica, conforme
avancemos hacia la tercera edad.

A como van las cosas, los que ayer facilitaron el camino de la eutanasia
voluntaria, mañana se verán arrinconados a morir prematura e
involuntariamente cuando ellos mismos se conviertan en aquellos
(etiquetados) minusválidos que en su juventud legislaron para matar.

El ser humano no deja de serlo, sólo por no poder manifestar su


espíritu a causa de un cerebro dañado, que no puede coordinar su
voluntad, la cual reside en el espíritu, con sus habilidades, que son
propias del cuerpo, y así ser independiente.

Si yo tengo un cofre lleno de centenarios y pierdo la llave, no puedo


accesar el tesoro, pero no por eso deja de valer el cofre. El espíritu
humano es mucho más.

Según la Organización Mundial de la Salud, entre el 20 y el 25 por


ciento de la población mundial sufre algún trastorno de la mente, más o
menos grave. De éstos (las siguientes cifras son en millones de casos),
400 tienen problemas causados por el ansia; 300 provocados por el
humor; 250 por alteraciones de la personalidad; 60 de trastorno
mental; 45 de esquizofrenia; 22 de demencia; más de 40 de epilepsia; 8
de traumas cerebrales; 100 dependientes del alcohol; 15 con problemas
debidos a las drogas.

¿Qué planes tienen para todas estas personas los partidarios de la


eutanasia? Sabemos que un gran número de enfermos está así por
experiencias de violencia militar, civil y familiar.
¿Ahora quieren ayudarlos "para que no sufran" recetándoles una mayor
violencia? Es un abuso, peor que el sexual, agredir espiritualmente a
una persona cuando está emocionalmente en un pozo, ofreciéndole una
solución definitiva, sí, pero falsa.

En Centroamérica, donde más de 100 mil personas han muerto, por la


violencia generada por las guerrillas y la injusticia social, hay miles de
adolescentes traumados que sufrieron de niños la pérdida de familiares
y que muestran síntomas de ansiedad y depresión graves. Estos efectos
se han agudizado en los miles que han tenido que huir a Norteamérica
como refugiados ilegales y sufrir el proceso de aculturización, la
discriminación y el miedo a ser deportados.

Tan sólo en los Estados Unidos se estima que el 16 por ciento de las
mujeres ha sufrido de abuso sexual antes de los 18 años por parte de un
familiar cercano en el mayor de los casos.

Los síntomas de estas personas son desde vergüenza y baja autoestima


hasta deseos de suicidarse y pérdida de memoria de años completos de
la infancia.

¿Qué tiene el mundo para ellas, un corazón que las consuele y les haga
recuperar el sentido de su dignidad y la esperanza en la humanidad, o
una "píldora milagrosa" que apague su existencia?

No nos vayamos tan lejos. En nuestro País más de 20 millones de


habitantes de la Ciudad de México viven con la angustia de ser
asaltados y de perder la cartera, el auto, un hijo, o la propia vida.
Aquí en Monterrey, cada vez más se ve lo mismo. Además, muchos
jóvenes dejan la escuela, se abandonan en el alcohol, se entretienen con
actos de vandalismo y tienen hijos fuera del matrimonio porque la
sociedad no les ayudó a desarrollar bien su autoestima y sus valores, y
la crisis nubla sus expectativas de realizarse.

¿Cómo pueden los líderes de hoy ofrecernos la eutanasia como solución


a nuestros problemas y angustias? Me parece una actitud hipócrita.

En la encíclica Evangelium Vitae, el Papa Juan Pablo II hace un


llamado a los gobiernos del mundo para que logren condiciones
económicas, sociales, culturales y de salud pública que permitan a las
personas desarrollar plenamente su libertad y responsabilidad.

En otras palabras, acabar con las estructuras que manipulan y a la vez


enferman las mentes de los ciudadanos.

Todos hemos escuchado el dicho "mente sana en cuerpo sano", pero


hoy día, no sólo un cuerpo sano es suficiente. Necesitamos partir del
hecho de que todos somos importantes miembros de la familia
humana, y que sólo unidos podemos vivir mejor.

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