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Andrógino

Por Roberto Martínez (07-Dic-1996).-

La moda unisex influye fuertemente en las aspiraciones de algunas


mujeres que buscan quitarse el protagonismo trascendente de ser
esposa y madre, en el contexto familiar y social, para alcanzar un nuevo
papel individualista, que presume de ser más libre y auténtico: el
andrógino.

Este ser ambiguo es un camaleón que no repara en cambiar de


genitales intermitentemente, según convenga a sus intereses del
momento. Por ejemplo, si al buscar trabajo sólo encuentra vacantes
para hombres, entonces puede operarse, o tan sólo aparentar
masculinidad, al estilo Tootsie invertido.

Manifiesta fobia a circunstancias presuntamente esclavizantes, por lo


que busca entablar relaciones sexuales íntimas, pero sin compromiso y
sin limitarse al sexo opuesto. No me refiero al individuo que desde su
nacimiento presenta en su cuerpo ambos sexos, sino un ente exótico
que ha resultado de los diferentes debates a nivel mundial en torno al
concepto de género.

El andrógino no practica ninguna religión, pues no encuentra en las


que el mundo ofrece un Ser Supremo con el cual identificarse, sin
embargo, idolatra la libertad y no piensa dos veces antes de abortar si
algún día se topa con la novedad de que su fertilidad lo traicionó, pues
la maternidad es para él un castigo de la naturaleza.

No se atreve a que lo fotografíen en un Baby Shower, antes prefiere


celebrar con otros andróginos la apertura de una clínica abortiva.
En el "Planeta de los Andróginos", el hombre es ciudadano de segunda
categoría. Tiene que pagar por sus abusos y opresiones del pasado y se
considera alta traición cualquier acto servil realizado
desinteresadamente en favor de un varón.

En el mejor de los casos, se le permite al hombre el honor de patrocinar


instituciones a beneficio de las mujeres oprimidas, y así recibir
indulgencia parcial y un mejor status. Para aclarar este punto sólo
basta ver la película del Club de las Divorciadas.

La mujer que desea, por encima de todo y sin escrúpulos, tener altos
puestos en la sociedad, abundantes ingresos y el poder para aplastar al
machismo, es candidata a dejarse llevar por los andróginos, sobre todo
si no tiene una relación familiar estable, donde haya
complementariedad y reciprocidad en la pareja.

No piensen que estoy en contra del desarrollo auténtico de la mujer en


la sociedad. Al contrario, creo que vale la pena que mujeres y hombres
(las damas primero) apoyemos más iniciativas para que toda la
población femenina, desde las que están por nacer, y especialmente las
más pobres y desprotegidas, tengan mayor conciencia de su dignidad y
un claro panorama de caminos de bienestar.

Con lo que no concuerdo, es con los grupos que proponen soluciones de


más violencia para hacer que se respeten en la práctica los derechos de
la mujer.
Mujeres y hombres debemos estar unidos para vencer los grandes retos
que nos han legado nuestros predecesores. Por ejemplo, a nivel
mundial el 66 por ciento de las personas analfabetas es mujer, y el 70
por ciento de los millones de infantes que no reciben la educación
primaria son niñas.

El papel insustituible que tiene la mujer como educadora en la familia


se debe revalorizar en la sociedad para establecer estructuras que le
permitan un mayor acceso a la educación y después tener tiempo para
educar a sus hijos, aunque trabaje fuera del hogar.

Si sólo educamos a los varoncitos, pensando en que serán ellos los


proveedores del futuro, qué podrá aportar la mujer, que tiene una
misión tan importante en la familia y en la sociedad.

La mujer tiene mayor sensibilidad para detectar las necesidades de la


comunidad y su testimonio, de alguna experiencia personal relacionada
con alguna injusticia social, es con frecuencia más motivante y mueve
más personas y recursos para el bien común, que muchos discursos
elegantes de personas públicas.

Mientras la mayoría de las oportunidades de empleo sólo se


determinen por la oferta y la demanda, con criterios de productividad,
la mujer, que requiere mayores espacios de tiempo para atender a su
familia estará en desventaja. Necesitamos humanizar los ambientes
para que ambos padres de familia puedan no desperdiciar el tiempo,
sino aprovecharlo para complementar la educación que reciben sus
hijos, con la atención y el cariño que construya la autoestima y una
mejor conciencia de la dignidad que tienen como personas,
independientemente de su género.
Por último, me gustaría invitar por este medio a todas las mujeres a no
aspirar a ser andróginos, ni siquiera en un grado leve. Mejor afiancen
su femineidad, reencuentren su dignidad en el servicio a la familia y la
sociedad, revaloricen la maternidad, el trabajo de educar, que es el más
importante, y propongan iniciativas de cooperación. Que los hombres
pongan su dinero en manos de las mujeres, no para que ellas se junten
en clubes para reírse de los hombres, sino para invertirlo en la
construcción de una sociedad más justa y en una educación con mayor
atención a los hijos.

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