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SILENCIO,GENERO E IMAGENSOCIAL.

UNA APROXIMACIÓN DE LA COMUN~CACION


DESDE LA ETNOGRAF~A

Francisco Raga Gimeno*


/ m ; t ~ ~ v c ; f ~ ~ 1 rfn P,V*+A//A

El encadenamiento de los tres términos que encabezan el titulo del presente traba-
o [género, imagen social y silencio) puede provocar en más de un lector, a su vez, el si-
guiente encadenamiento de ideas: la relación entre géneros como una relación asimétri-
ca, en muchos casos, de auténtica dominación de la mujer por el hombre; una imagen
social de la mujer tendente a la cosificación, tal y como se manifiesta, por ejemplo, en la
publicidad'; y el silencio, la mujer muda, como uno de los principales atributos de dicho
proceso de cosificación.

Género Relación de dominación


Imagen social Proceso de cosificación
Silencio Atributo de dicho proceso

Seguramente la equivalencia de ideas que aparece en este esquema se corres-


ponde bastante fielmente con la realidad si nos referimos a una sociedad como la nues-
tra; sin embargo, no creo que sea así, o haya sido así, en todas las culturas y socieda-
s. De hecho, el obietivo de este trabajo es abordar el tema del silencio en las llamadas
edades tradicionales*, aágrafas*, o ano capitalistas*. Tal vez estos tres términos no
siempre del todo coincidentes, o convergentes en una misma cultura, pero, en cual-
r,caso, nos interesan aquellas sociedades que no están estructuradas en torno a la
de <clase social*, sociedades en las que los factores fisiológicos, sexuales, de edad
stigio determinan las diferentes funciones, pero en las que no se da la idea de pi-
ocial, de dominación de unas clases por otras.

e Lingüistica en lo UniversidadJaume I de Castellón.


ejemplo Peno-fhrín y Fabretfi 11990).
La hipótesis que, apoyada en datos etnográficos2, defenderemos en el presente tra-
bajo apunta que, de las tres equivalencias que hemos presentado anteriormente, no se
mantienen las dos últimas y, probablemente, tampoco la primera. Los citados datos etno-
gráficos nos llevan a considerar bastante plausible la propuesta, ya clásica (y también am-
pliamente criticada), de Engels3,según la cual en las sociedades no capitalistas no se po-
dría hablar propiamente de relación de dominación entre hombres y muieres, sino más
bien, de distribución de funciones. De acuerdo con Engels, es con el desarrollo de las so-
ciedades capitalistas, con el establecimiento de las relaciones de dominación entre clases
sociales, cuando dicha relación de dominación se extrapola a las relaciones de género,
con un papel decisivo de la institución de la familia nuclear.
En las sociedades no capitalistas no contamos, obviamente, con nada parecido a la
publicidad, o en general a los medios de comunicación de masas; la imagen social es algo
que se manifiesta, se aconstruyes, se negocia y se renegocia en las interacciones comunica-
tivas, desde las más coloquiales hasta las más ritualizadas. Son, por tanto, estas interaccio
nes comunicativas (y desde una perspectiva cercana a la etnografía de la comunicación4)en
las que vamos a centrar nuestro análisis acerca de la imagen social de hombres y muieres.

va a jugar un papel decisivo en la argu-


El caso más llamativo a este respecto es el de la cultura malgache de Madagas-
car9. En esta sociedad, y simplificando mucho las cosas, se podría decir que es menos
grave *robar una vaca*, que acusar a alguien públicamente (~erbalm~nte) de haber r o
bado una vaca. Es decir, se trata de una cultura que, como la apache, rechaza el en-
frentamiento verbal directo. La pregunta que surge es *$qué pasa con la vaca?, $se la
queda el que la robó?.. Evidentemente, no. La solución que ha desarrollado esta cultura
es que la confrontación verbal entre las dos familias implicadas no debe considerarse un
conflicto siempre que sea desarrollada por los suietos femeninos de ambas familias. De
hecho, y dado que los intercambios comerciales están basados en el regateo (susceptible
de conflicto verbal), cualquier transacción es llevada a cabo por las muieres.
Encontramos en las descripciones etnográficas varios casos similares al de la cultu-
ra malgache, entre los que queremos destacar otro especialmente significativo, como es
el de la cultura iatmul." Los iatmules son un pueblo *cazador de cabezas* de Papúa-
Nueva Guinea, que presenta una de las más llamativas distribuciones de papeles socia-
les entre hombres y mujeres, hasta el punto que los principales ritos de esta cultura, los
*noven*, consisten en representaciones con una fuerte carga de travestismo, que en el
fondo actúa como refuerzo de la distinción social entre hombres y mujeres. Una de las ca-
[racterísticas más llamativas del comportamiento cotidiano entre los hombres de un mismo
grupo es que evitan a toda costa el conflicto verbal, que derivaría, casi indefectiblemen-
te, en conflicto físico (con posibilidad real de muerte). Obviamente, las encargadas de in-
tentar resolver los conflictos que surgen entre las diferentes familias son las muieres, y son
éstas las que igualmente llevan a cabo las transacciones comerciales.
Una de las situaciones que comentaba Basso en su trabajo sobre el silencio entre
los apaches, como susceptible de crear conflicto, y que por tanto exige silencio, es la de
los velatorios. Contamos, a este respecto, con una excelente descripción de un velatorio
entre los waraos de Venezuela", que incide en la distinción entre géneros que venimos se-
ñalando. En estos velatorios, altamente emotivos, los hombres permanecen en silencio
fuera de la casa, mientras que dentro las muieres empiezan tímidamente a enunciar, a en-
tonar, frases acerca de la vida y las virtudes del difunto; estos cantos van *in crescendo)
hasta que todas las mujeres acaban entonando un canto coral o contrapuntístico. Son
abundantes las sociedades en las que aparece la figura de las plañideras, grupos de mu-
jeres que actúan como portavoces del dolor del grupo social por la pérdida de uno de
miembros; lo que destaca de la descripción del velatorio warao es el énfasis de las
propias participantes en que lo importante no son los lamentos en sí, sino que éstos sean
coordinados, cohesionados, que todas canten juntas, con una misma melodía e intensi-
omo una sola voz.
Hasta ahora hemos comentado casos de negociación de conflictos interpersonales.
uación similar la encontramos igualmente en aquellos momentos en los que se dilu-
onflictos que afectan al conjunto del grupo social. Uno de los casos más intere
santes, y más brillantemente descritos, es el de los insultos rituales -xaxaar- que deben pa-
decer las novias woolof de SenegalI2durante su boda. Se trata de un insulto organizado
por las otras mujeres y/o hermanas del novio, que contratan a un grupo de especialistas
para que, durante más de una hora, <canten todos los defectos. de la nueva novia (que
debe estar presente y soportando el ritual) y le adviertan cuál debe ser su comportamien-
to en la nueva familia. En realidad, los cantos dirigidos directamente a la novia ocupan
sólo el principio del ritual, y se aprovecha la mayor parte del mismo para criticar en voz
alta los comportamientos incorrectos de los diferentes miembros del pueblo, y se advierte
del riesgo de conflicto que comportan para el coniunto de la comunidad. Una vez más,
como en el caso del velatorio warao, destaca el énfasis que sus participantes ponen en el
arácter coral, conjunto, casi anónimo, de los cantos emitidos.
La versión no pública, no ritual, de estas advertencias anticonflicto global, es lo que
onocemos como cotilleos o chismorreos, que funcionan en las diferentes sociedades como
uténticos reguladores de conflicto^.'^ El cotilleo es la voz anónima del grupo que intenta ad-
ertir de aquellos comportamientos que pueden crear conflicto y poner en peligro la cohesión
acial. A este respecto, hay que señalar que la práctica totalidad de datos con que conta-
os sobre el cotilleo en sociedades no capitalistas indican que se trata de una práctica emi-
entemente femenina.I4 Un caso de cotilleo mixto apúblico-privado*se da en las culturas afri-
s de los nuer15de Sudán y de los baatombu de Benin.I6En los pequeños y concentrados
ados de estas culturas las mujeres, mientras cocinan solas, suelen cantar diferentes coti-
leos, que son escuchados anónimamente por el resto de muieres del poblado.
En resumen, podemos decir que en un significativo número de sociedades no ca-
italistas son las mujeres las encargadas de mantener la cohesión del grupo, verbalizan-

2 Irvine (1 993). Hay que advertir que la sociedad wwlof es una sociedad de castos.
13 Véase Buxó (1 978:67-9).
14 En Brenneis 11996) encontramos un interesante trabajo centrado en los cotilleos entre las culturas indias de las islas Fidii.
1S Evans-Pritchard 11940).
do la evitación o resolución de conflictos interpersonales o globales. Estas verbalizaciones
cuentan a menudo con una manifestación enfática y coral. En estas situaciones los hom-
bres deben adoptar la estrategia del silencio.

4. Silencio y prestigio social

Que las sociedades primitivas no estén organizadas en clases sociales no significa


que carezcan de líderes, políticos o espirituales. Lévi-Strauss, en uno de los pasajes de su
Tnstes Trópicos se pregunta qué es lo que lleva a determinados suietos de los (grupos so-
ciales primitivos. a querer adoptar el liderazgo. Estudia en concreto el caso de los nam-
biquara, una pequeña (banda nómada, de Brasil, que tiene un líder o guía más o menos
indiscutible; y observa que los escasos privilegios materiales con que cuenta, no compen-
san en absoluto las responsabilidades y obligaciones que conlleva su posición social. La
conclusión de Lévi-Strauss es que los individuos, independientemente (o complementa-
riamente] de su naturaleza social, de su tendencia a vivir en grupos cohesionados, tienen
una clara propensión a reafirmar su individualidad, a cultivar un (prestigio personal*, di-
ferenciado del resto de individualidades con las que convive; el liderazgo sería una con-
secuencia de ese proceso de reafirmación individual.I7
En las sociedades clasistas se dan de manera bastante estereotipada una serie de
patrones de comportamiento comunicativo que, tanto en las situaciones públicas como en
las privadas, tienden a representar abiertamente las diferencias de clase: en determina-
das culturas los individuos de una clase inferior deben permanecer en silencio en pre-
sencia de los de la clase superiorI8; en otras culturas se registra el comportamiento con-
trario, el privilegio del silencio por parte de las clases altasI9. El caso del (prestigio, en
las sociedades no capitalista's es algo diferente. Volviendo al caso de la cultura iatmul
que antes comentábamos, apunta Bateson que el uethos~apreciado entre los hombres es
lo que podríamos llamar (ethos exhibicionista,: los hombres suelen ir muy adornados, con
señales evidentes de las cabezas que han cortado; son muy ruidosos, muy escandalosos,
tendentes a llamar la atención de la gente que les rodea, especialmente con una abun-
dante verbosidad acompañada de un paralenguaje muy enfático. Cuanto más acentúan
-
17
*r-

Hay que señalar que un autor con una perspectiva tan marcadamente materialista como Harris, reconoce que en estas so-
ciedades es difícil lustificar la tendencia al liderazgo apoyándose exclusivamenteen los privilegios moteriolesque pueda com-
portar el mismo. Véase Harris 11985)
18 Por eiernplo en amplias zonas del sur y sureste asiático
19 Ocurre así en un buen número de culturas del Africa Subsahariana Véase por elernplo el caso de Burundi, tal y como lo pre
senta el trabajo clásico de Alberi (1972).
estos comportamientos mayor prestigio atesoran dentro del grupo social. Pero es sobre
todo en los conseios que regularmente se llevan a cabo en la .casa de los hombres.
donde éstos, y a propósito de cualquier cuestión o tema, despliegan su oratoria, a voz
en grito, con gran gestualidad, mientras golpean con fuerza un gran tambor, mientras el
resto de asistentes grita igualmente, nunca de forma coral, para apoyar o rechazar al
orador en posesión de la palabra. Este tipo de comportamiento exhibicionista es impen-
sable en el caso de las muieres, que además tienen absolutamente prohibida la asisten-
cia a los consejos, e incluso el acceso a la .casa de los hombres*. Las mujeres iatmul
deben guardar un extremo silencio en toda situación en la que esté en juego el prestigio
individual o familiar.
Un comportamiento muy similar se observa en los conseios o reuniones de los ma-
oríes, en los umarae*'O, que presentan características semejantes a las de los consejos de
los iatmules. En este caso, sin embargo, las muieres sí tienen acceso a la casa de reunio-
nes, aunque permaneciendo en estricto silencio, o expresando su opinión sobre los ora-
dores mediante gestos o mediante cantos corales.
En general son muy numerosos los ejemplos de sociedades no capitalistas en las
S tienen vedada la participación en reuniones públicas en las que se deci-
de el prestigio ~ersonaly familiar. Así ocurre por ejemplo en la sociedad malgache que
antes comentábamos, o en la sociedad kuna de Panamá2',donde es tabú la voz femeni-
na en las reuniones públicas o rituales. De igual manera, si una mujer apache quiere ex-
presar su opinión en una reunión ~úblicadebe hacerlo a través de un portavoz, normal-
e un sujeto masculino de su familia22.
En definitiva, en aquellas situaciones en las que, en las culturas no capitalistas, se
anifiesta o negocia el prestigio social, los hombres adoptan la estrategia comunicativo
e la hi~erverbalización,normalmente enfática, y no coral. En estas situaciones las muie
deben adoptar la estrategia del silencio.

onclusión. La pulsión social y la pulsión individual

Con toda seguridad las cosas no son tan simples como las acabo de presentar, y
or tanto la conclusión que voy a plantear no es en absoluto una respuesta, sino una de
S posibles vías que podrían guiar las investigaciones en este campo.
En general es posible que, como apuntaba Levi-Strauss, cada uno de nosotros tenga
dos pulsiones contrapuestas: por un lado una pulsión que nos lleva a mantener y estrechar
los lazos, la cohesión social, a ser uno más dentro del entramado de nuestro grupo social;
y por otro lado, una pulsión que nos lleva a reafirmar nuestra individualidad, nuestra dife-
rencia respecto al resto, nuestro prestigio social.
Los datos etnográficos que he presentado a lo largo de estas páginas me han Ile-
vado a pensar que en las sociedades no capitalistas más que una relación de domina-
ción, entre hombres y muieres se da una distribución de funciones comunicativas, de ma-
nera que los suietos femeninos se encargan de negociar los casos de conflicto, y de
mantener, por tanto, la cohesión social; mientras que los sujetos masculinos se encargan
de negociar los aspectos relacionados con el prestigio individual y familiar. Como se p r e
senta en el esquema con el que cerramos este trabajo, en las situaciones de conflicto, los
hombres guardan silencio, y las muieres hablan, en ocasiones de forma coral; mientras
que en las situaciones en las que se decide el prestigio, las muieres guardan silencio, Y
los hombres hablan, casi siempre de forma enfática y competitiv~.;.

COHESION- CONFLICTO INDIVIDUALIDAD- PRESTIGIO


HOMBRES Silencio Verbalización (competitiva)
MUJERES Verbalización (coral) silencio

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