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Jesús o Jesucristo

(Jesús de Nazaret, Jesucristo o Cristo; Belén, h. 6 a. C. - Jerusalén, h. 30 d. C.)


Predicador judío fundador de la religión cristiana, a quien sus seguidores
consideran el hijo de Dios. El nombre de Cristo significa en griego «el ungido» y
viene a ser un título equivalente al de Mesías.
La vida de Jesús está narrada en los evangelios redactados por algunos de los
primeros cristianos. Establecidos en Nazaret, sus padres, San José y la Virgen
María, se encontraban accidentalmente en Belén para inscribirse en un censo de
población cuando nació Jesús. El relato evangélico rodea el nacimiento de Jesús
de una serie de prodigios que forman parte de la fe cristiana, como la genealogía
que le hace descender del rey David, la virginidad de María, la anunciación del
acontecimiento por un ángel y la adoración del recién nacido por los pastores y por
unos astrónomos de Oriente.
Aunque la civilización cristiana fijó la cuenta de los años a partir del supuesto
momento de su nacimiento (con el que daría comienzo el año primero de nuestra
era), se sabe que Jesús de Nazaret nació un poco antes, pues fue en tiempos del
rey Herodes, que murió en el año 4 a.C. Fueron precisamente las persecuciones
de Herodes las que llevaron a la humilde familia, después de la circuncisión de
Jesús, a refugiarse temporalmente en Egipto hasta que el fallecimiento del
monarca les permitió regresar. Por lo demás, la infancia de Jesucristo transcurrió
con normalidad en Nazaret, donde su padre trabajaba de carpintero.
Hacia los treinta años inició Jesucristo su breve actividad pública incorporándose a
las predicaciones de su primo Juan el Bautista. Tras escuchar sus sermones,
Jesús se hizo bautizar en el río Jordán, momento en que Juan lo señaló como
encarnación del Mesías prometido por Dios a Abraham. Juan, que había
censurado las escandalosas segundas nupcias de Herodías con Herodes Antipas,
hijo y sucesor del rey Herodes, fue pronto detenido y luego decapitado a
instigación de Herodías y de su hija Salomé.

Tras el bautismo y un retiro de cuarenta días en el desierto, Jesucristo comenzó


su predicación. Se dirigió fundamentalmente a las masas populares, entre las
cuales reclutó un grupo de fieles adeptos (los doce apóstoles), con los que recorrió
Palestina. Predicaba una revisión de la religión judía basada en el amor al prójimo,
el desprendimiento de los bienes materiales, el perdón y la esperanza de vida
eterna; el llamado Sermón de la montaña, con sus admirables bienaventuranzas,
es la mejor síntesis de su mensaje.

Su enseñanza sencilla y poética, salpicada de parábolas y anunciando un futuro


de salvación para los humildes, halló un cierto eco entre los pobres. Su
popularidad se acrecentó cuando corrieron noticias sobre los milagros que le
atribuían sus seguidores, considerados como prueba de los poderes
sobrenaturales de Jesucristo. Esta popularidad, unida a sus acusaciones directas
contra la hipocresía moral de los fariseos, acabaron por preocupar a los
sacerdotes y autoridades judías.

Jesús fue denunciado ante el gobernador romano, Poncio Pilato, por haberse


proclamado públicamente Mesías y rey de los judíos; si lo primero era cierto, y
reflejaba un conflicto de la nueva fe con las estructuras religiosas tradicionales del
judaísmo, lo segundo ignoraba el hecho de que la proclamación de Jesús como
rey era metafórica: aludía únicamente al «reino de Dios» y no ponía en cuestión
los poderes políticos constituidos.
Consciente de que se acercaba su final, unos días antes de Pascua se dirigió a
Jerusalén, donde a su entrada fue aclamado por la multitud, y expulsó a los
mercaderes del Templo. Jesús celebró una última cena para despedirse de sus
discípulos; luego fue apresado mientras rezaba en el Monte de los Olivos, al
parecer debido a la traición de uno de ellos, llamado Judas, que indicó a los
sacerdotes del Sanedrín el lugar idóneo para capturarle.
Comenzaba así la Pasión de Cristo, que le llevaría a la muerte tras sufrir múltiples
penalidades; con ella daba a sus discípulos un ejemplo de sacrificio en defensa de
su fe, que éstos asimilarían exponiéndose al martirio durante la época de
persecuciones que siguió. Jesús fue torturado por Pilato, quien, sin embargo,
prefirió dejar la suerte del reo en manos de las autoridades religiosas locales;
éstas decidieron condenarle a la muerte por crucifixión. La cruz, instrumento de
suplicio usual en la época, se convirtió después en símbolo básico de la religión
cristiana.
Los evangelios cuentan que Jesucristo resucitó a los tres días de su muerte y se
apareció diversas veces a sus discípulos, encomendándoles la difusión de la fe;
cuarenta días después, según los Hechos de los Apóstoles, ascendió a los cielos.
Judas se suicidó, arrepentido de su traición, mientras los apóstoles restantes se
esparcían por el mundo mediterráneo para predicar la nueva religión. Uno de
ellos, San Pedro, quedó al frente de la Iglesia o comunidad de los creyentes
cristianos, por decisión del propio Jesucristo. Pronto se incorporarían a la
predicación nuevos conversos, entre los que destacó San Pablo, que impulsó la
difusión del cristianismo más allá de las fronteras del pueblo judío.
La obra de Pablo hizo que el cristianismo dejara de ser una secta judía cismática y
se transformara en una religión universal, que se expandió hasta los confines del
Imperio Romano hasta convertirse en el siglo IV en la confesión oficial por obra del
emperador Constantino. A partir del siglo XV, con la era de los descubrimientos
europeos, se difundió por el resto del mundo, siendo en nuestros días la religión
más extendida de la humanidad, si bien se encuentra dividida en varias Iglesias,
como la católica romana, la ortodoxa griega y las diversas protestantes.
ALGUNOS DE LOS TANTOS MILAGROS DE JESUS:

1. Convertir el agua en vino (Juan 2:1-12)

2 Al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la
madre de Jesús.  2 También fueron invitados a las bodas Jesús y sus
discípulos.  3 Y faltó vino. Entonces la madre de Jesús le dijo:

- No tienen vino.
4
 Jesús le dijo:

- ¿Qué tiene que ver esto con nosotros, mujer? Aún no ha llegado mi hora.
5
 Su madre dijo a los que servían:

- Haced todo lo que él os diga.


6
 Había allí seis tinajas de piedra para agua, dispuestas para el rito de purificación
de los judíos; en cada una de ellas cabían dos o tres cántaros.  7 Jesús les dijo:

- Llenad de agua estas tinajas.

Y las llenaron hasta arriba.  8 Entonces les dijo:

- Sacad ahora un poco y presentadlo al encargado del banquete.

Y se lo presentaron.  9 Cuando el encargado del banquete probó el agua hecha


vino, sin saber de dónde era (aunque sí lo sabían los sirvientes que habían
sacado el agua), llamó al esposo  10 y le dijo:

- Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando han bebido mucho, el inferior;
sin embargo, tú has reservado el buen vino hasta ahora.
11
 Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria;
y sus discípulos creyeron en él.
12
 Después de esto descendieron a Capernaúm él, su madre, sus hermanos y sus
discípulos; y se quedaron allí no muchos días.

2. La multiplicación de los panes y peces (Mateo 14: 13-21)


13 
Oyéndolo Jesús, se apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado; y
cuando la gente lo oyó, le siguió a pie desde las ciudades.
14
 Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los
que de ellos estaban enfermos.
15
 Cuando anochecía, se acercaron a él sus discípulos, diciendo: El lugar es
desierto, y la hora ya pasada; despide a la multitud, para que vayan por las aldeas
y compren de comer.
16
 Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer.
17
 Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces.
18 
Él les dijo: Traédmelos acá.
19
 Entonces mandó a la gente recostarse sobre la hierba; y tomando los cinco
panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los
panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud.
20
 Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos,
doce cestas llenas.
21
 Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los
niños.

3. Caminar sobre el agua (Mateo 14: 22-27).


22
 En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la
otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud.
23
 Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche,
estaba allí solo.
24
 Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento
era contrario.
25
 Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar.
26
 Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un
fantasma! Y dieron voces de miedo.
27
 Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!

4. Jesús calma la tempestad (Mateo 8: 23-27)


23
 Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron.
24
 Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas
cubrían la barca; pero él dormía.
25
 Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que
perecemos!
26
 Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose,
reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza.
27
 Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los
vientos y el mar le obedecen?

5. La resurrección de Lázaro (Juan 11: 38-44)


38
 Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y
tenía una piedra puesta encima.
39
 Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo:
Señor, hiede ya, porque es de cuatro días.
40
 Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?
41
 Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús,
alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído.
42
 Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está
alrededor, para que crean que tú me has enviado.
43
 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!
44
 Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro
envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.

6. Sanó a un leproso (Mateo 8: 1-4)

8  Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente.



Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes
limpiarme.
3
 Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su
lepra desapareció.
4
 Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al
sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio a ellos.
7. Dos ciegos reciben la vista (Mateo 20: 29-34)
29
 Al salir ellos de Jericó, le seguía una gran multitud.
30
 Y dos ciegos que estaban sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús
pasaba, clamaron, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
31
 Y la gente les reprendió para que callasen; pero ellos clamaban más, diciendo:
¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
32
 Y deteniéndose Jesús, los llamó, y les dijo: ¿Qué queréis que os haga?
33
 Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros ojos.
34
 Entonces Jesús, compadecido, les tocó los ojos, y en seguida recibieron la
vista; y le siguieron.

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