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Alejandra Laera – Nota a la presente edición

Juan Moreira
Sin el ritmo narrativo impulsado por una puntuación casi elemental y por una
sintaxis de particular rusticidad; sin el uso indiscriminado de ciertas palabras y giros
lingüísticos en boca de los personajes pero también del narrador, las novelas de Eduardo
Gutiérrez no serían novelas populares.
Los adjetivos preferidos de Gutiérrez no responden a la modalidad de
publicación sino a una elección personal sino a la enciclopedia de expresiones y
refranes populares del campo y la ciudad.
Juan Moreira: el folletín
El jueves 27 de noviembre de 1879, el diario La Patria Argentina empresa
familiar de los Gutiérrez y fuertemente opositor del proyecto roquista anuncia, tras
concluir la narración de Antonio Larrea, la publicación de una segunda historia para su
sección “Variedades policiales”.
Al día siguiente comienza a publicarse la historia de Juan Moreira el gaucho
condenado a ser un matrero por su enfrentamiento con la justicia en los años setenta.
El éxito alcanzado por el folletín lleva el tiraje de La Patria Argentina a cinco
mil quinientos ejemplares en menos de un mes. Pero, además, el éxito es estimulado
permanentemente por los redactores por medio de tres vías: los sueltos periodísticos que
refuerzan la publicación de la historia, los anuncios de las últimas dos páginas que
publicitan el folleto una vez que sale a la venta, y la renovación de los recursos de
atracción del público en el mismo espacio del folletín. En definitiva, todo el aparato
periodístico de La Patria Argentina está a disposición de la narración de Eduardo
Gutiérrez.
Un buen ejemplo de esta triple estrategia de promoción son las ilustraciones que
acompañaron por lo menos cinco de las entregas de Juan Moreira representando las
escenas más importantes de la vida del gaucho.
El 8 de enero de 1880 Eduardo Gutiérrez publica la última entrega de Juan
Moreira, al que le seguirán inmediatamente otros relatos folletinescos. Apenas un mes
después, el mismo diario anuncia la salida del folleto, y dos meses más tarde
promociona una segunda edición aumentada.
Del folletín al libro: la historia de la novela popular en la Argentina
En el pasaje del folletín al libro pueden observarse algunas de las operaciones
fundantes de la novela popular argentina. Porque esto es fundamental: con Juan
Moreira se constituye la novela popular, y los más de treinta folletines de Eduardo
Gutiérrez que siguieron no son meras reformulaciones sino la profundización de un
proceso que da lugar a un nuevo género.
El pasaje a libro exige adecuaciones especiales de las que Gutiérrez también se
hace cargo en su trabajo de edición. Hay tres zonas en las que este pasaje se observa con
mayor claridad: los cortes de las entregas y su función en el folleto; la organización en
capítulos de este último, y el final de la historia.

La cuestión de los cortes


Mirando el folletín en el diario, el corte está vinculado con una cuestión de
espacio más que con una estrategia folletinesca. Los cortes resultan más bien arbitrarios,
y es en el trabajo de edición que implica el pasaje a libro donde la técnica de la escritura
folletinesca se perfecciona. En esta instancia, Gutiérrez utiliza, básicamente, el
procedimiento de fundido, por el cual el final abrupto de una entrega y el comienzo
redundante de la siguiente se fusionan en el libro.
La organización en capítulos
Gutiérrez hace algunos cambios importantes en la separación en capítulos
retitulando y distribuyendo en dos capítulos lo que en el diario integraba sólo uno. De
este modo, el libro tiene algunos capítulos más que el folletín.
El final de la historia
La historia de Juan Moreira tiene dos finales: uno, el que cierra la narración en el
folletín de La Patria Argentina; otro, el que da por terminado el texto según lo
conocemos hoy.
Tanto el ritmo periodístico como las respectivas fechas, explican que en la 1°
edición no se observen cambios en el final del relato a diferencia de lo que sí se puede
observar en la 2° edición que es la definitiva.
La historia tiene, entonces, dos finales que siguen lógicas distintas. El primero
(el folletín y la primera edición en folleto) sigue la lógica narrativa: cierra la historia de
Moreira con su muerte y retoma el tono sociológico del comienzo mostrando una
voluntad de completad. El segundo final, a su vez, reabre la historia y se presenta
fragmentario, apunta más al circuito abierto del periodismo, para el cual lo completo es
la acumulación.
Novela popular y mercado: publicidad y esponsoreo
Eduardo Gutiérrez También pasaba “chivos” en sus folletines a cambio de la
compra de un espacio publicitario en el diario.
Entre el folletín y el libro, hay modificaciones. Veamos cómo cuenta la novela la
llegada de un paisno a la pulpería y cómo lo hizo el folletín.
En la versión definitiva: se acercó al despacho, donde pidió un refresco de caña
con limonada.
En el original del folletín: se acercó al despacho, donde pidió un refresco de
hesperidina, pues es la única bebida que en el campo hace competencia a la ginebra y la
caña.
¿A quién no le gustaría tomar la misma bebida que el valiente Juan Moreira
tomaba en las pulperías? El audaz gesto de Gutiérrez, que promociona un producto
nuevo, y claramente asociado a una marca, en el interior del folletín, se revela como un
gesto orientado hacia el mercado.
El folletín implica un modo de producción, un aparato de distribución, un tipo de
recepción de los lectores y de la crítica; en definitiva, un modo particular de
intervención en el mercado literario. La profesionalización, la distribución masiva, el
consumo y la demanda redundan en el éxito y la popularidad que hacen posible la salida
del libro.
En ese punto, es una vez más la prensa, en tanto medio masivo a disposición de
Gutiérrez, la que acompaña la conversión del folletín en novela popular editada en libro.
Es que a lo largo del recorrido que culmina en el texto tal cual hoy lo conocemos, el
“drama policial” se convierte, sucesivamente, en “folletín nacional”, en “romance
popular” y, para la segunda y definitiva edición que Gutiérrez hace de Juan Moreira,
en “novelita de costumbre”.
Esa es, precisamente, la creación de Gutiérrez: arrancarle a la vida real de los
gauchos infames algunos hechos y situaciones, para transformarlos en héroes
novelescos con los que el pueblo se sienta identificado, por lo que cada uno es o por lo
que podría ser si fuera elegido, a su vez, como protagonista de la ficción.

“Hormiga negra”
Borges prefiere a Hormiga Negra. La elección pone de relieve dos cuestiones
que considero centrales en la crítica y las ediciones de las novelas de Gutiérrez: la
obsesión por la figura de Moreira y la insensibilidad frente a las infinitas variaciones
que ofrecen sus historias.
La novela Hormiga Negra ha quedado relegada y aun olvidada por los lectores,
por lo menos a partir de mediados del siglo XX. La nueva edición abrió la posibilidad
de que los lectores accedieran directamente a los textos fundamentales de Gutiérrez,
como es el caso de Hormiga Negra.
Hormiga Negra: la autonomía del folletín
Entre noviembre de 1879, cuando La Patria Argentina publica Antonio Larrea,
el primer folletín de Eduardo Gutiérrez, y octubre de 1881, año en que se da a conocer
en la sección de los “Dramas Policiales” la novela Hormiga Negra, Gutiérrez produce
varias modificaciones en su modo de escribir folletines.
El nuevo “drama policial” es, una vez más, la historia de un gaucho convertido
en criminal, un gaucho malo cuyas aventuras con otros gauchos o con las partidas de
policía han circulado en la campaña hasta llegar a la ciudad. Hormiga Negra se afilia así
a la familia de Juan Moreira, tanto por su temática como por ser la elaboración
novelesca de una historia de vida real.
Junto con la octava entrega utiliza un procedimiento más eficaz aún: transcribe
una noticia del diario de San Nicolás, ciudad en la que nació y vivió Guillermo Hoyo,
alias Hormiga Negra.
El texto termina casi siempre en una oración cualquiera, aunque esta no fuera
una frase hecha para crear curiosidad.
Hormiga Negra provoca una sorpresa porque prescinde de toda forma de
regulación folletinesca en la escritura, a la vez que, paradójicamente, evidencia con más
fuerza la arbitrariedad del folletín en tanto espacio material a ser llenado. En este
sentido, no hay, en esta novela popular, marcas de la escritura folletinesca pero sí de la
publicación folletinesca.
Hormiga Negra representa la instancia más alta de autonomía del género. Se
hace sentir el pasaje del folletín al libro. En esta oportunidad, Gutiérrez apenas tiene
necesidad de corregir el texto: ya no es preciso modificar el párrafo final de una entrega
para fundirlo con el de la entrega siguiente.
Con Hormiga Negra, Gutiérrez no entrega más el texto del folletín día a día
como hacía con sus primeras narraciones, sino que envía varios capítulos juntos,
escritos de corrido, para su distribución folletinesca posterior.
Diálogos e influencias: los efectos del folletín en las noticias de La Patria Argentina
Así como el folletín se independiza del resto del diario después de haberse
apropiado de algunas de las estrategias de la prensa, así también comienza a observarse
un mecanismo recíproco: ahora es el espacio de las noticias el que empieza usufructuar
los logros del folletín y aprovecharse de su éxito. Para ello, hay dos modalidades básicas
de comunicación entre ambas zonas. La influencia del género y el diálogo entre el
folletín y las noticias periodísticas.
La primera modalidad, la influencia del género, comprende un gran número de
secciones del diario cuyo vínculo con el género del folletín aparece desde el título:
“Tribunales”, “Noticias de Tribunales”, “Noticias policiales”, “Crónicas de policía”,
entre otras. En todos los casos se trata de secciones periódicas que, muchas veces,
tienen continuidad a lo largo de los días. A través de ellas, los lectores van siguiendo el
proceso entablado a un criminal durante el tiempo que dura el juicio.
La segunda modalidad: es la remisión temática directa, que adopta dos formas:
el guiño al lector del folletín y el diálogo entre el texto del pie de página y el resto del
diario.
Así como la noticia periodística necesita del triunfo de la justicia como cierre
apropiado del caso, el fragmento de la novela parece requerir el triunfo del gaucho
porque, de él, se surte el folletín para entretener al público con aventuras gauchas. Las
hazañas de la policía no son simpáticas para el lector de la novela popular, aunque sí
sean tranquilizadoras para el pacífico vecino del pueblo o la campaña.

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