TALLER DE DELEGADOS

05 DE AGOSTO/2019
Módulo 1: “Identidad docente y escuela pública”

Olga y Leticia Cossettini

“Seamos tan ilustrados como valientes”
(José Artigas)
Olga y Leticia Cossettini
Experiencia producida en la Escuela Provincial
“Dr. Gabriel Carrasco”, en el barrio de Alberdi,
Rosario, entre 1935 y 1950. Olga es trasladada
a la escuela como directora por decreto del mi-
nistro de educación provincial para que realizara
un ensayo de escuela experimental.
Uno de los grandes aciertos de Olga fue que los
maestros creyeran en su propuesta, y la toma-
ran como práctica pedagógica. Lo que proponía
no era descabellado, era posible llevarlo a cabo,
constituía un plan ordenado y simple. Tenía una
mente ordenada. La escuela conformaba un
espacio de comunicación entre la institución, el
pueblo y los chicos. Nunca fue una escuela ce-
rrada. “Los maestros que consideran necesario
tener encerrado a los chicos ordenados para lle-
gar a sus mentes, transitan un camino falso. La
vida no es eso. La vida tiene múltiples caminos”,
dice Leticia, su hermana.
Había en su pedagogía una idea americanista,
con sus cantos, sus leyendas y sus conflictos. Y
se enseñó la esencia del cooperativismo como
acción de solidaridad buscando que los niños
se interesasen en los pequeños problemas que
rodeaban el círculo de su vida, en la familia, en
el barrio, y que ayudase aunque más no sea, de
modo sencillo.
Solamente un gobierno de absoluta libertad pue-
de respetar a un maestro que estimule el pen-
samiento, la idea de libertad, la reflexión per-
manente. Y fue la medida de un gobierno que
invoca la libertad pero que no la siente quien
cesanteó a Olga.
Alberdi era una zona de quintas, con una pobla-
ción dedicada al trabajo de la huerta, sencilla,
que vendía su producción en la ciudad.
Los planes educativos eran los del Estado pero
vivificados por la vida circundante, con la gente,
de manera que barrio, paisaje y escuela convi-
vían en una armoniosa fraternidad.
Fue una escuela sin fila ni campana. Sentíamos
la música en el patio y sabíamos que era hora
de poder salir al recreo.
“Me dio cosas extraordinarias, satisfacción por
el aprendizaje, una mirada sobre la vida, cosas
que en mi casa nunca hubiera obtenido”, rela-
ta uno de sus estudiantes, y concluye “de una
disciplina rígida pasamos a una autodisciplina,
nacida del interior de los alumnos”.
Los estudiantes salían a explorar frente a la
mirada crítica de la gente que decía “otra vez
están paseando en vez de estudiar matemáti-
ca, ciencias naturales…” pero no comprendían
que eso lo hacían en el marco de un nuevo
aprendizaje “cuando salíamos, calculábamos el
tiempo que hacíamos en recorrer determinada
distanica, o mirábamos las formas geométricas
de los canteros y calculábamos la superficie, y
después cuántos metros cúbicos de agua había
en la fuente de la plaza. Descubríamos la be-
lleza de los rosales que acababan de florecer
o los colores de las hojas en el otoño. También
entrevistábamos a la gente de la ciudad en sus
oficios; albañiles, carpinteros, chacareros, etc.
Otra cosa que nos gustaba eran los concier-
tos en el patio. Nos pedían que hiciéramos una
composición sobre eso, y después nos enseña-
ban la orquestación. Cada chico llevaba su silla
y nos sentábamos a escuchar. En el frente esta-
ba la señorita Olga que nos explicaba, nos daba
la biografía de los autores, hacía las diferencias
entre los sonidos, la parte más importante de la
obra.
También hacíamos el coro de pájaros, donde
cada uno representaba el sonido de determina-
da ave. Algunos hacían de gorriones, otras de
palomas monteras, canarios, cardenales, cachi-
los, la calandria, el zorzal, el paraguayito, la cor-
batitas, el hornero. Todos en un canto armonio-
so, y en libertad, en unión con el paisaje.
Practicaban la enseñanza a través del arte pero
no para formar artistas, sino para apreciar la mú-
sica, la pintura, la danza, a gozar de las peque-
ñas cosas que nos rodean, sobre todo a amar y
a observar la naturaleza. No había una maestra
de plástica, el arte estaba en el vivir cotidiano, y
así era la música y así eran los juegos rítmicos
que inventaban en el teatro de niños. Sin em-
bargo pensar que la formación estaba pensada
en relación a lo artístico sería limitado. Había
también una formación solidaria con el medio,
con el pueblo, con la gente a través de las mi-
siones culturales que los niños realizaban a los
barrios llevando temas que pudieran interesar a
sectores un poco postergados de la sociedad;
el agua, los insectos dañinos, ciertas precaucio-
nes que había que tener para decantar el agua
y evitar epidemias.
“Nos visitaron la poetiza chilena Gabriela Mis-
tral, Juan Ramón Jiménez, autor de Plateo y yo,
libreo que leíamos, el titiritero Javier Villafañe.
Platero y yo, lo representamos cuando nos vi-
sitó su autor en el teatrillo de títeres que habías
puesto el nombre de Javier Villafañe”.
Los alumnos narran parte de estas experiencias
del siguiente modo, señalando el contraste con
la escuela secundaria “Cuando nos tocó dejar
la escuela para comenzar la secundaria, la en-
señanza formal, rígida, con el aprendizaje a tra-
vés de láminas, decir la lección, pasar al frente,
hora tras hora con una persona distinta, fue muy
duro. Un corte muy abrupto. Y no es que la es-
cuela no nos haya preparado para la realidad,
no nos preparó para esta realidad de la escuela
secundaria sin creatividad, rígida, pero sí para la
realidad de la vida. Desarrollé mi vida en base a
lo que fue mi vida en esta escuela”.
A Olga la exoneran de la escuela el 27 de agos-
to de 1950. “Para nosotros fue terrible. Era
como nuestra madre. Lo hacen por decreto, y la
puerta que separa su casa de la escuela, donde
íbamos todo el tiempo, fue clausurada por dos
maderas. Es como si todavía pudiera ver esas
maderas. Los alumnos nos declaramos en huel-
ga de brazos caídos”.