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“El medio mejor para hacer buenos a los niños es hacerlos felices.”
-Oscar Wilde-
Los adultos con el niño interior dañado, se reprimen cuando desean hacer cosas
propias de la infancia, desean dar una imagen correcta, seria, de adultos. No se dan
cuenta de que todos los humanos tenemos la necesidad de volver a ser
niños de vez en cuando. Y no es malo, no es inmadurez, sino que están dejando
que su niño interior se divierta.
Los adultos que tienen hijos pueden volver a divertir a su niño interior cuando
juegan con ellos, quién no ha oído aquello de que “al padre le gustan más los
videojuegos que al hijo…”. En cambio, las personas adultas sin hijos, se reprimen
más a la hora de hacer cosas propias de la infancia. Ya no le dan golpes al balón, ni
se ríen de cualquier tontería, es como en la edad adulta ya hay que ser correcto y
todo lo demás es de inmaduros.
“Los hombres no dejan de jugar porque envejecen; envejecen porque dejan de
jugar.”
-Oliver Wendell Holmes Jr.-
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Lo cierto es que no hay nada más saludable que dejar que tu niño interior sea
espontáneo. No lo reprimas, la edad adulta también necesita de vez en cuando
sacar esa parte divertida.
La Luna y el Sol simbolizan los arquetipos ideales. Contienen todos los secretos
de la existencia en perfecto equilibrio: lo inexplicable frente a lo resuelto, lo oculto
frente a lo evidente, etc.
En un análisis psicológico, la Luna representa a nuestro niño interior, el personaje
que tuvimos que crearnos para sobrevivir en un entorno que era incapaz de
comprender. El Sol es nuestro ser esencial, el que marca la dirección del
desarrollo hacia nuestra propia adultez. La relación entre ellos nos da la medida
del desarrollo armónico de la persona en su totalidad. Por eso es natural que, al
hablar de uno de ellos, sea inevitable recurrir al otro en más de una ocasión para
que haya una coherencia.
Cuando en una pareja se establece una buena conexión entre el niño de uno y el
adulto del otro, este último favorecerá el desarrollo y crecimiento del primero. Se
trata de una conexión profunda que puede vivirse como muy significativa”
Imagina que todos nacemos con una cesta que nos acompañará toda la vida. Lo
llamaremos “el canasto de los recursos”. Es una suerte que venga ya con uno de
ellos dentro, pues un recién nacido cuenta desde el principio con un recurso de
interacción poderosoíssimo: ¡el llanto!, tan necesario para la supervivencia del
bebé.
Cuando mires hacia atrás y sientas que fallaste, puedes practicar el siguiente
ejercicio: acomodarte y cierra los ojos, visualiza en esa etapa de tu vida (puede
que en tu niñez), lo que había en tu cesta. ¿Qué faltaba?, ¿qué hubieses
necesitado para actuar de una manera más adecuada? Te invito a continuación a
traer a tu imaginación un encuentro entre tu “yo pasado” y tu “yo actual” en el
contexto en el que siente que te faltaron recursos y deja que tu “yo actual” ayude
a tu “yo pasado” con los recursos que hoy tienes en la canasta. Empodéralo.
Resuelve con éxito el episodio. Respira y siente como esas fortalezas se expresan
en tu cuerpo. Para que se grabe bien esta reedición del recuerdo, repite este
ejercicio durante al menos una semana.
Como decía Berkeley Breathed , “nunca es tarde para tener una infancia feliz”.
Excava y desentierra tus necesidades ocultas.
Ejercicio con el niño interior.
Imaginemos por un momento que la niña o el niño que eras, entra por la puerta de
la habitación en la que estás y se sienta a tu lado. Se acomoda y te mira como si
viera en ti a una madre o a un padre. Quizás a ese padre o a esa madre que
idealizamos en la infancia, coincida o no con nuestros padres reales.
Yo siento a mi niña interior en el centro del pecho, muy cerca del corazón. Es algo
parecido al abrazo, pero como si la sensación se concentrara en esa zona
corporal.
Ahora que ves y sientes a tu niña o a tu niño interior, te invito a tomar la iniciativa y
hacerle una sola pregunta:
“¿Qué necesitas?”
No dejes que tu intelecto se haga cargo del ejercicio. Deja que su respuesta te
llegue de ella o de él, de la imagen creada, de la sensacion sentida. Acepta la
respuesta sin valorarla, no la juzgues, no la cambies por otra.
¿Qué te parece si eso que necesita tu niña o tu niño interior empiezas a dartelo a
ti mismo desde hoy, cada vez que puedas, en este comienzo de año?
Existe un niño interior rico o pobre dentro de ti. La cuestión es qué hacer con él. Es
importante asumir de forma plena nuestra responsabilidad, y acogerlo. Al final es nuestro
adulto el que debe tomar y acoger al niño interior, más allá de los padres originales.
El sanar nuestro niño interior nos permite liberarnos de nuestra carga neurótica. Somos hijos
del pasado y padres del futuro.
Dentro de un proceso terapéutico de calidad la persona se apropia de su niño interior,
confronta si es necesario con los padres originales y finalmente toma su vida en sus manos.
Para todo ello es necesario que nos conectemos con nuestro niño interior, que implica
conectar con el dolor original, para poco a poco sanearlo y para que el pasado deje de
interferirnos y podamos vivir de una forma plena.
Muchas personas a veces se resisten a conectar con su niño herido, pero es necesario pasar
por el sufrimiento para poder soltarlo y oxigenarlo.
Las 7 vivencias de John Bradshow para sanar al niño
interior
Según John Bradshaw, el autor de "De vuelta a casa: Recuperación y defensa de su Niño
Interior”, para entrar en la herida del niño interior y sanarlo, se transita por 7 vivencias o
estados:
Para ampliar nuestra conciencia es necesario pasar por nuestro túnel para poder salir de él, y
sin duda nuestra herida infantil nos limita si no trabajamos en ella. A veces es imprescindible
transitar el sufrimiento para salir de él.