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José Luis Soberanes Fernández La Inquisición en México durante el siglo XVI
El nombre de la Bula es Exponi nobis, sin embargo se le conoce como O,nnbnoda por
la gran cantidad de concesiones que la Silla Apostólica otorgó a las órdenes mendicantes en el
Nuevo Mundo. Por ejemplo, podían ellos mismos elegir a sus superiores, los cuales tendrían fa-
cultades cuasi episcopales donde no hubiese obispo.
La Audiencia de Santo Domingo fue el órgano superior y de alzada de todos los nuevos
territorios, incluyendo la Nueva España, hasta la creación de la Audiencia de México en no-
viembre de 1527.
tud de que tanto el rey como el inquisidor general habían suspendido la ju-
risdicción inquisitorial de fray Pedro de Córdoba en beneficio de dicha au-
diencia.
El padre Ortiz no ejerció tal cargo, ya que tuvo que regresar a España,
dejando en su lugar a fray Domingo de Betanzos, quien ejerció el oficio de in-
quisidor a partir de 152’7, habiendo llevado a cabo 19 procesos por blasfemia,
así como comenzó a reunir información sobre judaizantes, desempeñándose
como fiscal Sebastián de Arriaga y ocasionalmente Rodrigo de Torres y fray
Toribio de Motolinía como jueces.
Al año siguiente, 1528, pasó el cargo de inquisidor novohispano a fray Vi-
cente de Santa María, quien llevó a cabo el primer auto de fe en donde fueron
quemados dos por judaizantes: Hernando Alonso y Gonzalo de Morales.
Los siguientes tres años, al parecer no hubo actividades inquisitoriales
hasta que llegó el primer obispo-arzobispo de México, el franciscano fray
Juan de Zumárraga, aunque no se sabe a ciencia cierta si durante los primeros
años de su pontificado ejerció directamente la función de inquisidor o la si-
guió desempeñando el dominico fray Vicente de Santa María; el caso es que
no es hasta 1534 cuando el obispo Zumárraga firmaría la primera sentencia
como ordinario del lugar, asesorado por el licenciado Loaisa, como fiscal Ra-
fael de Cervantes y Alonso Pérez como provisor; sin embargo, durante los
años previos a 1534 sólo se habían presentado dos procesos, uno por blasfe-
mia y otro por bigamia.
En 1535 el obispo Zumárraga va a involucrarse de lleno en la Inquisi-
chin, pues recibió el nombramiento de inquisidor apostólico para la ciudad de
México y todo su dilatado obispado, de parte del inquisidor general de Espa-
ña y arzobispo de Sevilla, don Alonso Manrique.
Así, pues, el 5 de junio de 1536 Zumárraga estableció el Santo Oficio de
México de manera estable, en el local del Palacio Episcopal, destinando en él,
además, un espacio para guardar reos, nombrando inquisidores, fiscal, tesore-
ro y para que lo sustituyera, a su provisor Juan Rebollo. De esta forma daría
inicio a la etapa episcopal de la Inquisición novohispana, que concluida en
1571 cuando se erigió el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición depen-
diente directo del Consejo de la Suprema y General Inquisición de España, se-
gún Real Cédula de Felipe II de 25 de enero de 1569, el cual cerraría definiti-
vamente sus puertas en 1819, después del receso gaditano y su desabrida
reapertura en 1814.
La primera y curiosa causa de este nuevo tribunal episcopal fue precisa-
mente contra dos músicos que se habían negado a tocar en la ceremonia de
instalación del tribunal, por no habérseles pagado sus servicios por adelanta-
do; al comprobarse el desacato al tribunal fueron condenados a una multa de
seis libras de cera blanca en beneficio de la catedral.
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Los procesos más comunes de este período fueron los de blasfemia y bi-
gamia, como era lógico y natural tratándose de españoles emigrados al nuevo
mundo6. Muchos legajos se conservan al respecto. Al parecer la Inquisición
episcopal fue muy estricta en estas materias. En la década de 1560 hubo al me-
nos cien procesos en las diócesis de México, Oaxaca, Guadalajara, Yucatán y
Guatemala.
En cuanto las causas de herejía, durante este periodo fueron contra cua-
tro luteranos y diez judaizantes de los cuales dos fueron absueltos.
Durante la época de Zumárraga la cuestión más importante fue el enjui-
ciamiento de los indígenas, por razones obvias7, y dado el poco tiempo de pre-
sencia de españoles en las tierras mesoamericanas. La poligamia, la bigamia
y el amancebamiento8, junto con la hechicería, la adivinación y la supersti-
ción, fueron las causas más frecuentes, hasta que finalmente se suprimió laju-
risdicción contra los naturales de esas tierras por Real Cédula dada en Madrid
el 23 de febrero de 1515 por Felipe II (L. 35, t. 1, L. VI, Recopilación de In-
dias); parece ser que esto se debió en gran medida al escándalo que se produ-
jo por el enjuiciamiento y posterior condena del indio Carlos, cacique de Tex-
coco, por idólatra y dogmatizante, quien fue relajado al brazo secular,
suscitando consternación en la sociedad novohispana después de ello, a tal
grado que el propio Zumárraga se negó a volver a condenar a muerte a indí-
genas.
El cacique de Texcoco, don Carlos Ometochzin, nieto de Nezahualcó-
yotl. se educó bajo el amparo de Hernán Cortés y se le dio la gobernación del
pueblo que sus abuelo y padre habían llevado como tíatoanis. Pues bien, en
1539 fue acusado como id6latra ante Zumárraga, habiéndosele probado no
practicar la religión católica ni educar en ella a sus hijos, además de llevar una
vida licenciosa; por no pedir misericordia ni confesarse, se le condenó a muer-
6 La bigamia entre los emigrados españoles fue motivo de constante preocupación no só-
lo para la Iglesia, sino para los monarcas. Carlos V prohibió en 1530 que se embarcaran perso-
nas casadas en España sin su esposa. Sólo los mercaderes podían permanecer tres años en las
Indias, al término de los cuales debían volver por sus mujeres a España.
En cuanto a la blasfemia, sorprende ver que los indígenas nunca fueron adictos a ella, co-
mo aún se observa en toda Iberoamérica. De hecho sólo hubo un proceso de la Inquisición por
blasfemia de un indígena: el célebre caso del indio Melchor de Guatemala.
7 Debido a que muchas veces las conversiones de los indios se realizaban multitudinaria-
mente, era difícil que se les impartiera una doctrina amplia, más aún tratándose de la primera
generación de cristianos que acababan de dejar eí paganismo, por lo cual constituía un exceso
que se les quisiera someter a la jurisdicción del Tribunal de la Fe.
Entre los indios nobles, particularmente los tíazopipiltin, la poligamia era un hecho ge-
neral e incluso de relevancia social, ya que no era común entre los miembros del pueblo. Tal
vez esta fue la cuestión más difícil de combatir entre las altas capas de los indígenas en los pri-
meros años de la Fe.
Sin embargo, los obispos mantenían su jurisdicción episcopal inquisitorial sobre los in-
O «Que no se adore ninguna imagen aunque sea el crucifijo o Santa María sino tan sólo
el crucifijo o Santa María o los santos se figuran para que traigan a la memoria la gran miseri-
cordia de Dios.»
tacar que de todas ellas, 17 fueron relajados al brazo secular durante estos 78
años del siglo xv’ de inquisición en México.
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