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INTERROGATORIOS

DASHIELL HAMMETT
Índice

La severa vida política de Dashiell Hammett 9

Interrogatorios 29

Sombra en la noche 107


LA SEVERA VIDA POLÍTICA
DE DASHIELL HAMMETT

Hagamos que esta historia comience el


8 de julio de 1937. En la Casa Blanca. El
cineasta Joris Ivens y el escritor Ernest He-
mingway, que acaban de realizar conjun-
tamente la película The Spanish Earth, es-
tán invitados a cenar esa noche con el
presidente Roosevelt y su señora. Tras los
postres y acompañados por las primeras
copas y los habanos, los cuatro asisten a
un pase privado del filme, que aborda con
una lucidez y belleza singulares el conflicto
de la Guerra Civil Española y la lucha re-
publicana por la democracia.

9
La película gustó mucho a los Roosevelt,
tanto a Franklin como a Eleanor, si bien el
primero no dejó de anotar que hubiera pre-
ferido «algo más de propaganda antifascista».
Pocas semanas antes, sin embargo, el
presidente Roosevelt había negado su apo-
yo al gobierno republicano español, pro-
mulgando la famosa Acta de Neutralidad
de 1937 que prohibía el suministro nor-
teamericano de armas a las tropas leales
a la Segunda República, mientras el Ejér-
cito Nacional recibía un importante apo-
yo material y armamentístico de parte
de Alemania e Italia. Propaganda sí, pisto-
las no. Roosevelt y los consabidos juegos
de trileros de la Realpolitik, nada que deba
sorprendernos. ¿Pero qué tiene que ver
todo esto con la vida política de Dashiell
Hammett?
Hammett contribuyó a financiar de su
propio bolsillo The Spanish Earth y des-
pués firmó una petición dirigida al presi-
dente Roosevelt en nombre de los Amigos
Americanos de la Democracia Española,
«y en nombre de la decencia y la humani-
dad, para que se revoque el pacto nortea-

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mericano de no-intervención y aquellos
que no aceptan ni el Fascismo ni el Na-
zismo tengan una oportunidad de luchar
por sus vidas». A Dashiell Hammett, di-
gámoslo desde el principio, no se le daba
bien la Realpolitik. Seguro que más de una
señorita enamoradiza y algún que otro
barman tendrían algo que reprocharle a
este ex detective Pinkerton y maestro de
la crime fiction, pero difícilmente podrá
nadie cuestionar su entereza moral y la
lealtad política inquebrantable que de-
mostró a lo largo de toda su vida.
Estos dos gestos de apoyo vinculados a
nuestra Guerra Civil constituyen proba-
blemente el origen de un compromiso po-
lítico con la libertad y los oprimidos que
Hammett sostuvo de forma inalterada
desde aquellos años hasta su muerte. Un
compromiso que estuvo de hecho ligado
a su prematuro envejecimiento y a su so-
litario y silencioso final en un hospital del
Upper East Side de Manhattan.

***

11
A finales de los años 30, cuando Hammett
comienza su «nueva vida política», el autor
de El halcón maltés era un hombre que vi-
vía bien. Muy bien, de hecho. Era un es-
critor en cierta medida ya consagrado y
recibía cheques enormemente lucrativos
por su trabajo para los grandes estudios de
Hollywood. Durante ese mismo año 1938
en que firmó la carta contra el Acta de Neu-
tralidad dirigida al presidente Roosevelt,
Hammett cobró varios cheques emitidos
por la Metro Goldwyn Mayer (MGM), uno
de ellos por valor de 80.000 dólares. Tan só-
lo una decena de los casi mil escritores que
trabajaban por entonces para la meca del
cine recibieron ese año una retribución se-
mejante.
Pero ese cheque de 80.000 dólares fue
el último cheque que recibió Dashiell
Hammett de los hombres de Hollywood.
Porque Hollywood, como el presidente
Roosevelt, sí conoce y estima los nítidos
principios de la Realpolitik. Durante esos
años, los ejecutivos de la MGM llegaban ca-
da mañana a los estudios, se sentaban en
sus oficinas, echaban un vistazo a los dia-

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rios y rara era la semana que no se topa-
ban con Hammett en alguna noticia, y no
precisamente en las páginas literarias.
Entre 1938 y 1941 Hammett promovió de
forma abierta y entusiasta un importante
número de causas que entraban claramen-
te en conflicto con los intereses de deter-
minadas esferas políticas y económicas. El
lector amante de listados e inventarios
agradecerá sin duda la enumeración de al-
gunas de esas causas. A lo largo de esos
tres años, por tanto, Hammett apoyó pú-
blicamente:

a) El derecho al voto de los negros y otras


minorías.
b) La acción y la presencia social de los sin-
dicatos en diversos estados norteame-
ricanos.
c) Las iniciativas contra el despido de tra-
bajadores estatales a causa de su orien-
tación ideológica.
d) Los programas de acogida de refugia-
dos políticos.
e) Diversas acciones sociales y políticas
contra el fascismo y el nazismo.

13
f ) Las protestas contra las actividades del
Dies Committee (organización antico-
munista vinculada originalmente al Ku
Klux Klan).
g) Las reivindicaciones frente a la intimi-
dación policial contra los signatarios de
las peticiones de candidaturas para el
Partido Comunista.
h) Las peticiones de libertad para Luiz Car-
los Prestes, activista político encarcela-
do en Brasil.
i) Las protestas contra el trato recibido por
los refugiados judíos en Gran Bretaña.
j) Etc., etc., etc.

De modo que, una buena mañana, un


ejecutivo dio un puñetazo sobre su mesa
y la MGM decidió dejar de contar con
Hammett y de enviarle suculentos che-
ques, y Hammett, por su parte, redobló su
compromiso político, vinculándose defi-
nitivamente al Partido Comunista. Así, en
1940 fue nombrado presidente del Comité
de Derechos Electorales, una organización
cuya principal actividad consistía en ga-
rantizar las candidaturas comunistas en las

14
distintas elecciones nacionales y estatales
en Estados Unidos. Mientras la MGM per-
día definitivamente su interés por Ham-
mett, el FBI lo reencontraba de golpe.

***
El «archivo Hammett» del FBI tiene 278 pá-
ginas y abarca más de 25 años. Hay pági-
nas divertidas y otras delirantes. Y también
otras que producen asombro y terror. En-
tre las primeras están aquéllas que ponen
de manifiesto la incompetencia de los agen-
tes federales, incapaces, por ejemplo, de
certificar si Hammett se había alistado o no
para combatir con el ejército norteameri-
cano durante la II Guerra Mundial y, si lo
había hecho, en qué maldito lugar estaba
destinado. La preocupación no debía ser
menor, pues desde 1934 el FBI considera-
ba al escritor un bastión de la amenaza co-
munista a causa de sus actividades políticas,
sucintamente catalogadas más arriba, y te-
mía… temía… temía cualquier cosa.
Lo cierto es que Hammett se alistó volun-
tariamente en 1941, pues, a pesar de sumar

15
ya 47 cumpleaños, sus convicciones mo-
rales y políticas lo decidieron a colaborar
activamente en la lucha contra el nazismo.
El FBI tardó en localizarle porque en la
oficina de reclutamiento escribieron su
nombre con una sola «l»: Dashiel. La ex-
travagante anécdota recuerda aquella otra
protagonizada por Joan Brossa quien, en
una oficina similar en plena Guerra Civil,
preguntado por su profesión, se reconoció
«poeta». El oficial entendió «paleta», y des-
de entonces los registros lo tuvieron por
«obrero de la construcción».
Finalmente, el FBI localizó a Hammett
cumpliendo servicio en el Fuerte Mon-
mouth, y desde allí fue trasladado inme-
diatamente al Campo Shenango: un re-
cinto militar —aceptemos el eufemismo—
situado en Pensilvania donde eran agru-
pados y retenidos miembros del propio
ejército norteamericano considerados po-
tencialmente subversivos. En resumen: un
lugar donde el FBI sentaba a comer el mis-
mo rancho a nazis y comunistas. Ham-
mett estuvo allí recluido hasta que Elea-
nor Roosevelt —que ni era una experta en

16
Realpolitik ni pensaba el cine en términos
de propaganda política como su espo-
so, pero que, sin embargo, sabía mucho
de derechos humanos—, tuvo noticia de
aquel lugar, que juzgó aborrecible, habló
una noche muy seriamente con su mari-
do y consiguió que el campo se desman-
telara de inmediato.
Hammett fue destinado entonces a una
remota isla a algo más de mil kilómetros
de las costas de Alaska, con temperatu-
ras invernales de -60 grados y vientos de
130 km/h. En aquel lugar en el límite del
mundo y de lo humano cumplió gustosa-
mente sus deberes patrióticos libremen-
te elegidos, consiguió moderar sus hábitos
etílicos y fundó un pequeño periódico he-
cho por las tropas y para las tropas.

***
Al terminar la guerra, Hammett volvió a
beber y a trabajar a favor de un sinfín de
causas políticas que el FBI siguió juzgando
altamente sospechosas. A lo largo de los
años siguientes, diversos agentes especiales

17
fueron remitiendo periódicamente sus in-
formes y alarmando sobre las actividades
del escritor. Recogeremos en un segundo
listado, nuevamente inventariadas de la
«a» a la «j», tan sólo una pequeña parte de
las alertas que llegaron a la oficina del FBI
en Nueva York, reportando que Dashiell
Hammett:

a) Ha acudido a la celebración del segun-


do aniversario de la Escuela Jefferson
de Ciencias Sociales, donde se imparte
Teoría Marxista, considerada subver-
siva por la Fiscalía del Estado.
b) Ha impartido un curso de escritura de
novela policíaca en la citada escuela.
c) En tanto que presidente del Congre-
so por los Derechos Civiles, ha pedido
al alcalde de Nueva York que ponga fre-
no a la brutalidad policial dirigida con-
tra los negros.
d)Planea acudir, según un informante anó-
nimo, a una reunión del Partido Co-
munista en Albany.
e) Ha ofrecido un discurso en una cena en
honor a la Brigada Abraham Lincoln,

18
que combatió en España junto a las tro-
pas de la Segunda República, y que la
Fiscalía del Estado considera una orga-
nización subversiva.
f ) Ha apoyado un folleto escrito por Do-
rothy Parker para reivindicar la liber-
tad de expresión en las emisoras radio-
fónicas del país.
g) Ha solicitado, según un informante anó-
nimo, al comunista alemán Gerhardt
Eisler que imparta en Nueva York una
conferencia cuyo tema sería: «El efec-
to del pensamiento policial sobre las
artes».
h) Ha sido fotografiado estudiando con
gran atención una petición de ilegaliza-
ción del Dies Committee.
g) Ha apoyado una carta reivindicativa
del Comité Americano para la Protec-
ción de los Inmigrantes, una organi-
zación considerada subversiva por la
Fiscalía del Estado.
i) Ha recorrido en un taxi treinta y tantas
millas para llegar desde Nueva York has-
ta una granja de Pleasantville, y se ha-
ce constar que aunque Hammett se

19
desplaza diariamente por Nueva York,
nunca va a una dirección específica,
sino que siempre se baja de los taxis en-
tre la calle 69 y Park Avenue, o entre la
Quinta Avenida y la calle 84 [sic].
j) Etc., etc., etc.

***
Entretanto, el pavor anticomunista crecía
dentro y fuera de las filas del FBI y en el
seno de otras muchas instituciones públi-
cas y organizaciones civiles norteamerica-
nas. Era el comienzo de la llamada «caza
de brujas» liderada por el senador McCar-
thy. Teniendo en cuenta este clima de cre-
ciente persecución, el Congreso por los
Derechos Civiles decidió crear en 1946 un
fondo destinado a garantizar el pago de
fianzas para ciudadanos encausados por
motivos políticos. Hammett presidía en
aquel momento este organismo y fue de-
signado como uno de los tres miembros
con capacidad para hacer uso de ese fon-
do, siempre de manera estrictamente confi-
dencial, según los estatutos.

20
En 1949, el fondo del Congreso por los
Derechos Civiles fue utilizado para devol-
ver la libertad a once miembros del Par-
tido Comunista acusados de un supuesto
delito de conspiración para derrocar al go-
bierno. Dos años más tarde, cuatro de es-
tos hombres decidieron darse en rebeldía
y no cumplir la condena de cárcel impues-
ta por los jueces. Es entonces cuando Da-
shiell Hammett, en tanto que responsable
del fondo de fianzas, es requerido para res-
ponder las preguntas del primer interro-
gatorio que reproduce este libro.
Durante la sesión, Hammett se acogió
una y otra vez a la Quinta Enmienda a la
Constitución y se negó a ofrecer cualquier
información relativa al fondo o a sus do-
nantes. Ése era, ante todo, su compromiso
de confidencialidad con el Congreso por
los Derechos Civiles, con sus miembros y
con los ciudadanos que esta organización
quería proteger. Pero, además, Hammett
tenía la convicción de que las preguntas
realizadas por la comisión eran ilegíti-
mas en el contexto de un Estado democrá-
tico. Sabía positivamente que su falta de

21
cooperación lo mandaría a la cárcel: Fre-
derick Field, otro de los tres miembros con
acceso al fondo de fianzas, que había sido
interrogado antes que él, se había nega-
do igualmente a ofrecer información y ha-
bía sido condenado a seis meses de cárcel.
Efectivamente, Hammett abandonó
aquel juzgado y fue conducido directa-
mente a una prisión federal. Si durante
el tiempo que pasó «destinado» en una
ínfima isla al oeste de Alaska dirigió un pe-
riódico, en la cárcel se ocupó de la biblio-
teca. Tenía cincuenta y siete años, vividos
sin muchas concesiones, y cuando aban-
donó la prisión, seis meses más tarde, su
cuerpo había envejecido más de una dé-
cada y su salud había quedado definiti-
vamente dañada.

***
En 1953, dos años después de dejar el pe-
nal, Hammett volvió a ser reclamado pa-
ra un nuevo interrogatorio. Esta vez fue
Joseph McCarthy en persona uno de los
encargados de realizar las preguntas. El

22
senador andaba muy preocupado con el
despilfarro de fondos estatales concedi-
dos para la compra de libros, muchos de
ellos escritos por comunistas, y destina-
dos a diversos tipos de bibliotecas públi-
cas. Durante la sesión, que puede leerse
íntegramente en este volumen, Hammett
fue acosado una y otra vez por la comi-
sión, liderada por este experto cazador de
rojos que redondeaba sus ingresos como
juez gracias a sus dotes para el póker. Al-
gunos de sus miembros se afanaron in-
cluso en demostrar el contenido propa-
gandístico y antiamericano de un antiguo
relato de Hammett, que hemos publica-
do igualmente en esta edición para que el
lector tenga la oportunidad de conformar
su propia visión sobre el proceso judicial
e histórico que documentan estas pági-
nas. En cualquier caso, el testimonio de
Hammett, si bien más «dialogante», fue
igualmente rocoso, y el escritor salió del
juzgado sin ceder un ápice de terreno. El
resultado fue la retirada inmediata de to-
dos los libros de Hammett de las bibliote-
cas del Departamento de Estado.

23
Durante aquellos años, sin embargo, el
barco de Hammett hacía aguas por otro
costado. Más allá de los problemas judicia-
les y de salud, Hammett tenía graves di-
ficultades económicas. En mayor o me-
nor medida, su implicación como activista
político había hecho disminuir progresi-
vamente sus ingresos, en un tiempo mar-
cado por el llamado Red Scare o Miedo
Rojo, hasta que éstos desaparecieron por
completo. Su trabajo para el cine había ce-
sado de un modo abrupto hacía décadas,
los programas radiofónicos basados en sus
obras habían sido cancelados, sus libros
estaban agotados y ya no se reimprimían…
Además, una negligente gestión de sus
ingresos (y del pago de sus impuestos) a
lo largo de sus años de servicio durante la
II Guerra Mundial le reportaron una deu-
da con la hacienda norteamericana de más
de 100.000 dólares. Se declaró insolvente,
y ciertamente Hammett fue insolvente du-
rante los últimos años de su vida. Aunque
también declaró que preferiría arrojar el
dinero por una ventana antes que dárselo
al gobierno.

24
Y siguió sin escribir, efectivamente, un
año más. Una década más. El maestro in-
discutible de la detective fiction pasó sus úl-
timos veinticinco años sobre la tierra, ca-
si la mitad de su vida, leyendo, bebiendo,
follando, y también luchando por una so-
ciedad más digna, sin escribir una sola lí-
nea digna de mención.
El resto de sus días transcurrieron en
un discreto encierro, enfermo, exhausto,
con las fuerzas justas para seguir respiran-
do. Murió en 1961, en la habitación 823
del Hospital Lenox Hill, cáncer. Fue ente-
rrado en el Cementerio Nacional de Ar-
lington. En la última página del «archivo
Hammett» del FBI puede leerse que un
agente llamó al cementerio para verificar
su muerte.

Los editores

25
INTERROGATORIOS
TESTIMONIO DE DASHIELL HAMMETT
ANTE EL JUEZ SYLVESTER SYAN , DEL
TRIBUNAL DEL SEGUNDO DISTRITO,
NUEVA YORK , EL 9 DE JULIO DE 1951

Sesión vespertina, 14:30 h

EL TRIBUNAL: Bien, señor Hammett, pue-


de subir al estrado.

SAMUEL DASHIELL HAMMETT, convocado co-


mo testigo, tras prestar el debido juramento,
testificó como sigue:

EL TRIBUNAL: ¿Quiere decir algo, señor Ra-


binowitz?
SR. RABINOWITZ: Su Señoría, en primer lu-
gar quería apuntar que la señora Kaufman
y yo representaremos al señor Hammett.
Y, a continuación, quería hacer una pe-
tición preliminar para anular la citación

29
judicial, porque dicha citación contiene la
leyenda «Estados Unidos vs. Hall». No hay
número de índice en la citación. Soy in-
capaz de localizar la demanda, y hasta
donde yo sé no hay ninguna demanda
pendiente en este Tribunal titulada «Esta-
dos Unidos vs. Hall».
EL TRIBUNAL: El testigo está presente en la
sala. El Tribunal procederá ahora a inte-
rrogarlo, con independencia de la validez
de cualquier citación que se le haya noti-
ficado.
Petición denegada.
Señor Saypol, proceda.
SR. SAYPOL: Señor Hammett...
EL TRIBUNAL: Antes de que comience, se-
ñor Hammett, para que entienda su situa-
ción aquí, el Tribunal lo ha llamado en
calidad de testigo. Si durante el transcur-
so del interrogatorio considera necesario
consultar con su abogado antes de respon-
der cualquier pregunta, simplemente pí-
dale permiso al Tribunal para hacerlo, y se
le concederá.
¿Comprende?
SR. HAMMETT: Sí.

30
SR. SAYPOL: Señor Hammett, ¿es usted uno
de los cinco fiduciarios del fondo de fian-
za del Congreso por los Derechos Civiles?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incri-
minarme. Estoy ejerciendo un derecho
recogido en la Quinta Enmienda a la
Constitución.
EL TRIBUNAL : Señor Saypol, creo que el
nombre del fondo de fianza al que se re-
fiere su pregunta no es correcto. Por ello
le sugiero que reformule la pregunta.
SR. SAYPOL: De acuerdo.
SR . SAYPOL : Señor Hammett, le muestro
esta...
EL TRIBUNAL: No. Reformule la pregunta
para que podamos obtener una respuesta.
SR. SAYPOL: ¿Es usted uno de los cinco fi-
duciarios...
EL TRIBUNAL: No. Uno de los fiduciarios.
¿Es usted uno de los fiduciarios del...
SR. SAYPOL: ... fondo de fianza del Congre-
so por los Derechos Civiles de Nueva York?
SR. HAMMETT: Rehúso responder. ¿Tengo
que repetir los motivos por los que me nie-
go a responder?

31
EL TRIBUNAL: Sí.
SR. HAMMETT: (continúa) Rehúso respon-
der porque la respuesta podría incrimi-
narme. Para ello hago valer un derecho
recogido en la Quinta Enmienda a la Cons-
titución de los Estados Unidos.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda a la
pregunta.
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta, Su Señoría, por las mismas razones.
EL TRIBUNAL: ¿Por las mismas razones que
ya ha mencionado?
SR. HAMMETT: Sí.
SR. SAYPOL: Le muestro la Prueba n.º 6, el
libro de actas del fondo de fianza del Con-
greso por los Derechos Civiles de Nueva
York, y quiero que se fije particularmente
en el acta con fecha de 14 de noviembre
de 1949, donde se lee lo siguiente:
Los fiduciarios han decidido depositar una
fianza de hasta 1.000 dólares cada uno por
un periodo de treinta días en favor de los die-
ciséis miembros de la Federation of Greek
Maritime Unions, ahora detenidos en Ellis
Island.

32
Se ha informado de que el 3 de noviem-
bre de 1949 se depositó una fianza total de
260.000 dólares en favor de los once líderes
comunistas condenados por la Ley Smith1.
Se tomó esta medida en cumplimiento de la
autorización dada por los fiduciarios en su
reunión del 22 de julio de 1948.
Firmado: Frederick V. Field

Le pregunto, ¿había visto usted antes


este libro de actas?
SR. HAMMETT: Rehúso responder...
EL TRIBUNAL: Está mostrándole al testigo
la Prueba nº. 6, ¿es correcto?
SR. SAYPOL: Sí, Su Señoría.
SR. HAMMETT: (continúa) Rehúso respon-
der a la pregunta porque la respuesta po-
dría incriminarme.
SR. SAYPOL: ¿Ha revisado esta...
EL TRIBUNAL: Disculpe, señor Saypol.
Al testigo: Le ordeno que responda a la
pregunta.
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta por las mismas razones.
1
Ley de 1940 que permite iniciar acciones legales contra toda per-
sona o asociación que preconice el derrocamiento o la destrucción
del Gobierno de los EE UU por la fuerza y la violencia.

33
EL TRIBUNAL: De acuerdo.
SR. SAYPOL: Antes de rehusar, ¿ha revisado
el documento que le he presentado?
SR. HAMMETT: ¿Puedo consultar con mi
abogado?
EL TRIBUNAL: Sí, por supuesto.
El testigo consulta con la defensa.
SR. RABINOWITZ: ¿Me pueden volver a leer
la pregunta?
EL TRIBUNAL: Sí.
Se lee la pregunta.
El testigo consulta con la defensa.
SR. SAYPOL: ¿Puede constar en acta que el
testigo consultó con su abogado y que re-
gresa ahora al estrado?
SR . HAMMETT: ¿Me puede repetir la pre-
gunta?
La última pregunta dice lo siguiente: «An-
tes de rehusar, ¿ha revisado el documento
que le he presentado?».
SR. SAYPOL: La Prueba n.º 6.
SR. HAMMETT: Sí, ahora.
SR. SAYPOL: ¿Ha examinado ahora las actas
a las que me refiero, con fecha de 14 de no-
viembre de 1949?
SR. HAMMETT: Sí.

34
SR . SAYPOL : En referencia a esta acta con
fecha de 14 de noviembre de 1949, la cual
he leído, ¿ve en el margen izquierdo un con-
junto de iniciales, cuatro para ser exactos?
SR. HAMMETT: Sí.
SR. SAYPOL: ¿Las reconoce?
SR . HAMMETT: Rehúso responder... Aun-
que, antes de rehusar, me gustaría pregun-
tar: ¿Me pregunta que si las reconozco
como iniciales? En ese caso, la respues-
ta es sí.
EL TRIBUNAL: ¿Reconoce la caligrafía de la
persona?
SR. HAMMETT: Rehúso responder porque
la respuesta podría incriminarme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR. HAMMETT: Me niego, Su Señoría, por
las razones ya mencionadas.
SR . SAYPOL : Sin decirme si estas iniciales
son suyas o de otra persona, ¿le parece a
usted que son las iniciales «D. H.»?
SR. HAMMETT: Sí, eso parecen.
SR. SAYPOL: ¿Son sus iniciales?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a esa pre-
gunta.
EL TRIBUNAL: ¿Es ésa su letra?

35
SR. HAMMETT: Rehúso responder a esa pre-
gunta por las razones ya mencionadas.
EL TRIBUNAL : Es decir, ¿considera que la
respuesta podría incriminarlo?
SR. HAMMETT: Sí.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda a la
pregunta.
SR. HAMMETT: Con todos mis respetos, me
niego, por las razones antes mencionadas.
EL TRIBUNAL: Déjeme hacerle una pregun-
ta, señor Hammett... ¿Es ése su nombre?
SR. HAMMETT: Sí, ése es.
EL TRIBUNAL: ¿Usted ha conspirado, instiga-
do o secundado, inducido o ayudado de al-
guna manera en la incomparecencia de
Robert G. Thompson, Gilbert Green, Gus
Hall y Henry Winston2, o de cualquiera
de ellos ante este Tribunal desde la expe-
dición de la demanda interpuesta contra
ellos?

2
Dirigentes comunistas inculpados, junto a otros, en virtud de la
Ley Smith, y puestos en libertad bajo fianza (fianza pagada en no-
viembre de 1949 por el Congreso por los Derechos Civiles). A prin-
cipios de julio de 1951, sin embargo, estos hombres no respondieron
al aviso a comparecer ante la justicia y se dieron a la fuga.

36
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones anteriormente mencionadas.
EL TRIBUNAL: ¿Conoce a Robert G. Thomp-
son?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones anteriormente mencionadas.
EL TRIBUNAL: ¿Ha visto usted a Robert G.
Thompson desde el jueves 5 de julio?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR. HAMMETT: Me niego a responder por
las mismas razones.
EL TRIBUNAL: ¿Conoce a Gilbert Green?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.

37
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones mencionadas.
EL TRIBUNAL : ¿Ha visto usted a Gilbert
Green desde el jueves 5 de julio?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: ¿Conoce a Gus Hall?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones mencionadas.
EL TRIBUNAL: ¿Ha visto usted a Gus Hall
desde el jueves 5 de julio?
SR. HAMMETT: Rehúso responder, ya que
la respuesta podría incriminarme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones mencionadas.
EL TRIBUNAL: ¿Conoce a Henry Winston?
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
mismas razones, porque...

38
EL TRIBUNAL: Tómese su tiempo.
SR. HAMMETT: (continúa)... la respuesta po-
dría incriminarme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR. HAMMETT: Me niego a responder, por
las razones mencionadas.
EL TRIBUNAL: ¿Ha visto usted a Henry Wins-
ton desde el jueves 5 de julio?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR. HAMMETT: Me niego a responder.
EL TRIBUNAL: Continúe, señor Saypol.
SR. SAYPOL: Desde el pasado lunes 2 de ju-
lio, ¿cuándo estuvo usted en Nueva York
por última vez? En la ciudad de Nueva
York, quiero decir.
SR. HAMMETT: La pregunta es que cuándo...
SR . SAYPOL : Cuándo, desde el lunes 2 de
julio, ha estado en la ciudad de Nueva
York por última vez.
El testigo abandona el estrado para consul-
tar con la defensa y posteriormente regresa
al estrado.

39
SR. SAYPOL: ¿Podría constar en acta que el
testigo ha regresado al estrado tras con-
sultar con sus dos abogados?
Al testigo: ¿Puede responder ahora?
El taquígrafo lee la última pregunta.
SR. HAMMETT: Estuve en la ciudad de Nue-
va York desde aproximadamente las on-
ce de la mañana del jueves hasta las cua-
tro de la tarde del viernes y desde, a ver...
más o menos, la una de la tarde de ayer
hasta ahora mismo.
SR. SAYPOL: ¿Quiere decir desde el jueves
5 de julio hasta… cuando dice ayer, quie-
re decir el domingo 8 de julio?
SR. HAMMETT: Sí.
SR. SAYPOL: ¿Cuándo, antes del jueves 5 de
julio, estuvo usted en la ciudad de Nueva
York por última vez?
SR. HAMMETT: Si no recuerdo mal, llevaba
fuera de la ciudad de Nueva York dos se-
manas menos un día, aproximadamente.
Dos semanas. El viernes, dos semanas an-
tes. Un día. Alrededor de trece días.
SR. SAYPOL: Le ruego que se fije una vez
más en la Prueba n.º 6. Por favor, le ruego
que examine esta acta, las actas del fondo

40
de fianza del Congreso por los Derechos
Civiles de Nueva York, con fecha de 18 de
mayo de 1949, donde podemos leer lo si-
guiente:
Los fiduciarios inspeccionaron las diversas
acciones del fondo de fianza desde su pri-
mera reunión hasta la fecha. El informe del
auditor del fondo de fianza del Congreso
por los Derechos Civiles de Nueva York des-
de el 31 de diciembre de 1948, redactado por
Bernard Ades, censor jurado de cuentas, fue
anotado y archivado. Los fiduciarios apro-
baron el pago de 340 dólares al señor Ades
por la preparación de este informe el 27 de
enero de 1948, y por todos los demás traba-
jos de contabilidad previamente realizados
para el fondo de fianza. Los fiduciarios tam-
bién aprobaron el pago de 50 dólares en con-
cepto de alquiler de una caja de seguridad
en el Amalgamated Bank.
Firmado: George Marshall, Secretario.
Fondo de fianza del Congreso por los
Derechos Civiles de Nueva York.

El señor Marshall es el predecesor del


señor Field, ¿es correcto?

41
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones expuestas.
SR. SAYPOL: Ha respondido después de ha-
ber seguido mi lectura de este documen-
to, ¿es correcto?
SR. HAMMETT: Sí.
SR. SAYPOL: Le pido que se fije en el mar-
gen izquierdo, el margen izquierdo de la
resolución de esta acta del 18 de mayo de
1949. ¿Puede usted ver las iniciales escritas
a bolígrafo, la primera de las cuales parece
ser «D. H.»?
SR. HAMMETT: Sí.
SR. SAYPOL: ¿Son sus iniciales?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones expuestas.
SR. SAYPOL: ¿Escribió usted estas iniciales?
SR. HAMMETT: Rehúso responder.

42
SR . SAYPOL : ¿Escribió usted las iniciales
«D. H.»?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta por las razones expuestas.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR. HAMMETT: Rehúso responder.
EL TRIBUNAL: ¿Conoce usted el paradero
actual de Robert G. Thompson, Gilbert
Green, Gus Hall y Henry Winston, o de
cualquiera de ellos?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta por las razones expuestas.
EL TRIBUNAL: Señor Hammett, se deposi-
tó una fianza ante este Tribunal, cuatro
fianzas fueron depositadas ante este Tri-
bunal por el fondo de fianza del Congreso
por los Derechos Civiles de Nueva York,
para asegurar la comparecencia o para ga-
rantizar la comparecencia de estas cuatro
personas cuyos nombres le acabo de citar.
La prueba testimonial ante este Tribunal
indica que usted actuó como uno de los

43
fiduciarios de ese fondo, que actuó como
uno de los responsables y fiduciarios de
este fondo durante un tiempo. Cuando es-
tos hombres fueron puestos en libertad
bajo fianza, fueron puestos en libertad ba-
jo responsabilidad de los depositarios de
la fianza, y ya que estos depositarios de la
fianza son miembros de una asociación
sin personalidad jurídica, en efecto signi-
fica que fueron puestos en libertad bajo la
custodia de quienes manejan y gestionan
los asuntos de este fondo de fianza, y que
fueron puestos en libertad bajo la custodia
de los fiduciarios, y la prueba testimonial
ante el Tribunal indica que usted era uno
de los fiduciarios, y al negarse a responder
no sólo está infringiendo el fideicomiso
que se le impuso, que usted voluntaria-
mente asumió al actuar como fiduciario de
este fondo de fianza, sino que también es-
tá entorpeciendo el procedimiento de este
Tribunal. Considero que su recurso a su
inmunidad no tiene ni base legal ni funda-
mento real. Este Tribunal tiene la inten-
ción, si persiste en su negativa a responder
a las preguntas que se le han hecho, par-

44
ticularmente las preguntas relativas al
paradero actual de estos cuatro hombres,
puestos en libertad gracias a las fianzas de-
positadas por el fondo de fianza del Con-
greso por los Derechos Civiles de Nueva
York, de actuar con usted tan drástica-
mente como nos permita la ley. Confío en
que no sea necesario.
SR. HAMMETT: Sin respuesta.
EL TRIBUNAL: Siguiente pregunta.
SR. SAYPOL: Señor Hammett, le pido que se
fije en este documento de la Prueba n.º 6,
donde podemos leer lo siguiente:

Acta del fondo de fianza del Congreso por


los Derechos Civiles de Nueva York del 26
de septiembre de 1949.
Los fiduciarios decidieron que sería con-
veniente contar con dos fiduciarios adicio-
nales, para ser un total de cinco.
Los fiduciarios, por lo tanto, eligieron a
W. Alpheus Hunton y a Abner Green como
fiduciarios adicionales del fondo de fian-
za del Congreso por los Derechos Civiles de
Nueva York.
Firmado: Frederick V. Field, Secretario.

45
Le pido que se fije en el lado izquierdo
de este documento, donde aparecen algu-
nas iniciales escritas. ¿Le parece que las
primeras de esas iniciales son «D. H.»?
SR. HAMMETT: Sí.
SR. SAYPOL: ¿Escribió usted esas iniciales?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones expuestas.
EL TRIBUNAL: ¿Sabe si el fondo de fianza del
Congreso por los Derechos Civiles de Nue-
va York tenía una cuenta bancaria?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pregun-
ta porque la respuesta podría incriminarme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones expuestas.
EL TRIBUNAL: ¿Sabe si el fondo de fianza del
Congreso por los Derechos Civiles de Nue-
va York tenía una caja de seguridad?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.

46
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones expuestas.
EL TRIBUNAL: ¿Sabe si el fondo de fianza del
Congreso por los Derechos Civiles de Nue-
va York tenía un talonario de cheques?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL : ¿Sabe dónde se encuentra
ahora dicho talonario del fondo de fian-
za del Congreso por los Derechos Civiles
de Nueva York?
SR. HAMMETT: Rehúso responder porque
la respuesta podría incriminarme.
EL TRIBUNAL : Le ordeno que responda a
ambas preguntas.
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones expuestas.
EL TRIBUNAL: ¿Sabe si el fondo de fianza del
Congreso por los Derechos Civiles de Nue-
va York tenía un talonario de ingresos o un
libro que contuviese un registro de los in-
gresos?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pregun-
ta porque la respuesta podría incriminarme.

47
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones expuestas.
EL TRIBUNAL: ¿Sabe usted dónde se encuen-
tra ahora el talonario de ingresos o el libro
contable donde constan los ingresos del
fondo de fianza del Congreso por los De-
rechos Civiles de Nueva York, o en poder
de quién está?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones expuestas.
SR. SAYPOL: Su Señoría, ¿continúo?
EL TRIBUNAL: Sí, proceda.
SR. SAYPOL: Le muestro la Prueba n.º 6, se-
ñor Hammett, un documento donde po-
demos leer lo siguiente, y que usted leerá
conmigo:
Actas del fondo de fianza del Congreso por
los Derechos Civiles de Nueva York, 3 de oc-
tubre de 1949.
Se ha establecido que W. Alpheus Hun-
ton y Abner Green han aceptado su elección

48
como fiduciarios del fondo de fianza del
Congreso por los Derechos Civiles de Nue-
va York.
Posteriormente, se ha establecido que
ellos, junto con los fiduciarios anteriores,
Dashiell Hammett, Robert W. Dunnand y
Frederick V. Field, firmaron la escritura de
fideicomiso el día 26 de septiembre de 1949.
Se adjunta una copia de la escritura de fi-
deicomiso.
Debido a la ampliación del comité de fi-
duciarios se decidió autorizar tanto a los fidu-
ciarios como al secretario y a cualquier otro
fiduciario a tomar decisiones relativas al depó-
sito de fianzas en situaciones de emergencia.
Firmado: Frederick V. Field, Secretario.

Le ruego que se fije en el conjunto de


iniciales del lado izquierdo de la página.
¿Tiene la impresión de que las iniciales «D.
H.» aparecen en el punto que le he indi-
cado?
SR. HAMMETT: Sí, señor.
SR. SAYPOL: ¿Son iniciales escritas a mano?
SR. HAMMETT: Sí.
SR. SAYPOL: ¿Son sus iniciales, Dashiell Ham-
mett?

49
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones expuestas.
SR. SAYPOL: Ahora, señor Hammett, le pi-
do que se fije, finalmente, en este libro de
actas, Prueba n.º 6, de las actas del fondo
de fianza del Congreso por los Derechos
Civiles de Nueva York, del 28 de octubre
de 1949. ¿Está prestando atención a lo que
le presento?
SR. HAMMETT: Sí.
SR. SAYPOL: «El comité de fiduciarios dio
instrucciones al tesorero para que iniciara
lo antes posible una auditoría de los libros
contables del fondo de fianza. Firmado:
Frederick V. Field, Secretario». De nuevo
le pido que observe el conjunto de ini-
ciales del margen izquierdo; ¿ve lo que pa-
recen ser las iniciales «D. H.»?
SR. HAMMETT: Sí.
SR. SAYPOL: ¿Las reconoce como tales?
SR. HAMMETT: Como «D. H.».
SR. SAYPOL: Dice que las reconoce como

50
«D. H.»; ¿las reconoce como sus iniciales
manuscritas?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones expuestas.
SR. SAYPOL: Ahora, señor Hammett, le mues-
tro un grupo de cuatro actas de fianzas en
los casos de Henry Winston, Robert Thomp-
son, Gilbert Green y Gus Hall, y le informo
de que constituyen la Prueba n.º 1; ¿puede
por favor observarlo y decirme, a mí y al
Tribunal, si alguno de estos documentos
lleva su firma?
Se lo muestra.
SR. HAMMETT: ¿Quiere una respuesta con-
junta?
SR. SAYPOL: Puede revisarlos de uno en uno.
EL TRIBUNAL: ¿Qué documento le está mos-
trando al testigo?
SR. SAYPOL: Le estoy mostrando el acta de
fianza de Henry Winston y pidiéndole
que observe particularmente el llamado
acuerdo de fideicomiso adjunto.

51
EL TRIBUNAL: ¿Se trata de la misma acta de
fianza que ha sido confiscada por este Tri-
bunal?
SR. SAYPOL: Sí, con la venia del Tribunal.
EL TRIBUNAL: ¿Y la pregunta es?
SR. SAYPOL: ¿Puede ver si alguno de estos
documentos lleva su firma?
SR. HAMMETT: Sin respuesta.
SR. SAYPOL: Asimismo se lo muestro... un
documento cada vez.
SR . HAMMETT: Cuando dijo «estos docu-
mentos», di por hecho que...
EL TRIBUNAL: A ver, no quiero ninguna con-
fusión al respecto. Mire primero el com-
promiso de fianza concerniente a la fianza
de este hombre, Henry Winston. Ésos son
los documentos que ahora tiene en sus
manos.
SR. SAYPOL: ¿Los reconoce como tales?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque...
SR. SAYPOL: Primero, ¿los reconoce como
los documentos del compromiso de fian-
za relativo a Henry Winston, o como los
documentos de la fianza?
SR. HAMMETT: Sí.

52
SR. SAYPOL: Ahora, ¿puede ver si cualquie-
ra de estos documentos, particularmen-
te el acuerdo de fideicomiso adjunto a
este conjunto de documentos, contiene su
firma?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones expuestas.
EL TRIBUNAL: Ahora, preste particular aten-
ción a lo que parece ser letra escrita a ma-
no ahí en la página...
Al señor Saypol: ¿Qué página es?
SR. SAYPOL: Es la página 2 del documento
adjunto, clasificado como «Acuerdo y Es-
critura de Fideicomiso».
EL TRIBUNAL: Preste particular atención a
la firma donde parece o pretende estar es-
crito el nombre de un Dashiell Hammett.
¿Puede fijarse en eso?
El testigo observa el documento.
SR. HAMMETT: Rehúso responder porque...
EL TRIBUNAL: Bien, pero ¿puede mirarlo?
El testigo observa la prueba.

53
EL TRIBUNAL: No se niega a mirarlo, ¿ver-
dad, señor Hammett?
SR. HAMMETT: No, Su Señoría.
EL TRIBUNAL: ¿Ya lo ha mirado?
SR. HAMMETT: Sí, Su Señoría.
EL TRIBUNAL : ¿Ha visto usted la escritu-
ra que aparenta ser una firma de Dashiell
Hammett?
SR. HAMMETT: Sí.
SR. SAYPOL: ¿Es ésa su firma?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones expuestas.
EL TRIBUNAL : ¿Puede ahora coger el si-
guiente compromiso de fianza?
SR. SAYPOL: Un instante, con su permiso,
Su Señoría.
SR. SAYPOL: Señor Hammett, me refiero de
nuevo a esta acta con fecha de 3 de octubre
de 1949, y le pido que se fije en la frase que
dice lo siguiente: «Se adjunta una copia de
la nueva escritura de fideicomiso».

54
La escritura de fideicomiso adjunta a la
libertad condicional de Henry Winston,
¿es la escritura de fideicomiso a la que se
refiere el acta?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
SR. SAYPOL: ¿Podría Su Señoría intervenir?
EL TRIBUNAL : No, no a este respecto. Es
una conclusión.
SR. SAYPOL: Le muestro un conjunto de do-
cumentos que forma parte de la Prueba
n.º 1, y que comprende la libertad condi-
cional del caso del fugitivo Robert Thomp-
son; le pido que se fije particularmente en
el documento clasificado como «Acuerdo
y Escritura de Fideicomiso», en la segun-
da página del mismo, y le ruego que lo re-
vise, y una vez que lo haya revisado, que
nos diga si lleva o no lleva su firma, Da-
shiell Hammett.
EL TRIBUNAL: O si es o no es una fotocopia
de su firma.
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.

55
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones expuestas.
SR. SAYPOL: ¿Sigue negándose?
SR. HAMMETT: Sí.
SR . SAYPOL : Le muestro un conjunto de
documentos que constituyen la libertad
condicional del caso del fugitivo Gilbert
Green, y le pido que se fije particular-
mente en el documento clasificado como
«Acuerdo y Escritura de Fideicomiso», en
la segunda página del mismo; le ruego
que lo revise, y que una vez que lo haya re-
visado me diga si en esa fotocopia apa-
rece una reproducción de su firma, Da-
shiell Hammett.
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR. HAMMETT: Me niego a responder.
SR. SAYPOL: Igualmente, le muestro un con-
junto de documentos del caso del fugitivo
Gus Hall, que son parte de la Prueba n.º 1,
y le pido que se fije en los documentos des-
critos como «Acuerdo y Escritura de Fidei-

56
comiso», en la segunda página del mismo;
le pregunto si ahí aparece una reproduc-
ción de su firma, Dashiell Hammett.
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones expuestas.
SR. SAYPOL: En cada conjunto de los cuatro
juegos de documentos que le he mos-
trado… le muestro, del conjunto de docu-
mentos relativos al fugitivo Gus Hall, una
reproducción de lo que aparece en los
otros juegos y que es descrito como un
certificado de depósito del fondo de fian-
za del Congreso por los Derechos Civiles
de Nueva York, y le pido que se fije par-
ticularmente en el margen inferior izquier-
do, donde aparece la mención siguiente:
«fiduciarios», y, a continuación, hay un
grupo de seis nombres, el primero de los
cuales es «Dashiell Hammett, Presidente».
¿Puede revisarlo y decirme si usted es o no
es el Dashiell Hammett que era presiden-
te de ese fondo?

57
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR. HAMMETT: Me niego a responder.
SR. SAYPOL: Me parece que, en este punto,
con la venia del Tribunal, entre el libro de
actas y estos documentos, en virtud de los
cuales el Tribunal estableció un acuerdo
de fianza con estos fiduciarios, de los cua-
les el señor Hammett es uno...
EL TRIBUNAL: ¿Parece que el señor Ham-
mett es el presidente de ese fondo?
SR. SAYPOL: Eso se indica en este certificado
de depósito, y basándonos en los indicios
obtenidos hasta ahora de la Prueba n.º 6,
el libro de actas que indica la participación
de Dashiell Hammett en las actividades de
este fondo, el señor Hammett es un repre-
sentante, de modo que sus respuestas no
son tolerables según el caso White3. Y le
pregunto ahora al señor Hammett si está
al tanto del mantenimiento de un registro
3
Caso que hizo jurisprudencia: toda persona que actúa en tanto que
representante de una organización debe testimoniar sobre las acti-
vidades de ésta.

58
de las prácticas de este fondo, particular-
mente del registro de ingresos en forma
de talones originariamente adjuntos a ca-
da certificado de depósito y conservados
por el fondo, evidentemente como un re-
gistro de los ingresos emitidos.
¿Está al tanto, señor Hammett?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR. HAMMETT: Rehúso responder.
SR. SAYPOL: Señor Hammett, el Tribunal
está deseoso de obtener los registros del
fondo de fianza del Congreso por los De-
rechos Civiles de Nueva York del cual es
usted uno de los fiduciarios y el presiden-
te, en concreto los registros que inventa-
rían las sumas depositadas y las fuentes de
esos depósitos, y le pregunto si está dis-
puesto a proporcionárnoslos.
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
SR. SAYPOL: Entiendo entonces que no está
dispuesto a hacerlo.

59
SR. HAMMETT: ¿Es una pregunta?
SR. SAYPOL: Bien, pues sí, le pregunto si es-
tá dispuesto o no está dispuesto.
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones expuestas.
SR. SAYPOL: A ver, ¿rehúsa responder a la
pregunta o se niega a proporcionarnos los
registros, basándose en que podrían incri-
minarlo?
Estoy intentando ser claro. No sé si el
testigo se niega a responder a la pregunta
o a proporcionarnos los registros.
EL TRIBUNAL: El testigo da muestras claras
de estar entendiendo la pregunta. De todos
modos, debe responderla.
Se vuelve a leer la última pregunta.
EL TRIBUNAL: Formule la pregunta de nuevo.
SR . SAYPOL : Señor Hammett, le pregun-
to si está o no dispuesto a proporcionar-
nos los registros, incluyendo los registros
de depósitos en forma de ingresos, talo-
narios de recibos del fondo de fianza del

60
Congreso por los Derechos Civiles de
Nueva York.
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones expuestas.
EL TRIBUNAL: Señor Hammett, le ordeno
que proporcione, como presidente y fidu-
ciario del fondo de fianza del Congreso
por los Derechos Civiles de Nueva York,
todos los libros contables, registros, pape-
les y documentos concernientes a ese fon-
do que estén en su posesión o bajo su con-
trol. ¿Acatará semejante orden?
SR. HAMMETT: ¿Puedo consultar con mi abo-
gado?
EL TRIBUNAL: Sí.
El testigo abandona el estrado y consulta
con su abogado, después de lo cual regresa
al estrado.
SR. HAMMETT: Sin conceder si tengo la ca-
pacidad o puedo proporcionar semejantes
documentos, rehúso proporcionarlos.

61
EL TRIBUNAL : Le ordeno que los propor-
cione.
SR. HAMMETT: Me niego, por las razones
expuestas.
EL TRIBUNAL: ¿Porque el hecho de propor-
cionarlos lo incriminaría?
SR. HAMMETT: Sí, y sin conceder que tengo
la capacidad o puedo hacerlo.
EL TRIBUNAL: Le haré esta pregunta con-
creta: ¿tiene ahora en su posesión o bajo
su control cualquier libro contable, regis-
tro o documentación del fondo de fianza
del Congreso por los Derechos Civiles de
Nueva York?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL TRIBUNAL: Le ordeno que responda.
SR. HAMMETT: Rehúso responder.
SR . SAYPOL : Creo que no necesito hacer
más preguntas, y le pido al Tribunal que
condene a este testigo por desacato.
EL TRIBUNAL : Señor Rabinowitz y señora
Kaufman, les daré la ocasión, si desean
aprovecharla, de hacerle a este testigo cual-
quier pregunta que crean que puediera ayu-

62
dar a este Tribunal a determinar el funda-
mento de la alegación que ha hecho valer
como respuesta a las preguntas que se le
han hecho o las órdenes que se le han da-
do. ¿Desea hacerle alguna pregunta al tes-
tigo, señor Rabinowitz?
SRA. KAUFMAN: ¿Podemos dialogar un ins-
tante?
EL TRIBUNAL: Sí. ¿Está presente en la sala
el marshal?
UN AYUDANTE DE MARSHAL: Sí.
SR. RABINOWITZ: No tengo nada que pre-
guntar.
EL TRIBUNAL: Señora Kaufman, ¿desea us-
ted preguntar algo?
SRA. KAUFMAN: No tengo preguntas, Su Se-
ñoría.
EL TRIBUNAL: Bájese, señor Hammett, y si-
túese ante el Tribunal.
El testigo se baja del estrado.
EL TRIBUNAL: Señor Hammett, le declaro
culpable de desacato al Tribunal por in-
cumplimiento y negativa a acatar las ór-
denes del Tribunal, a responder las pre-
guntas que se le han hecho, y a acatar las
órdenes dadas por el Tribunal consistentes

63
en proporcionar libros contables, docu-
mentos y registros del fondo de fianza del
Congreso por los Derechos Civiles de Nue-
va York.
Las actas de este proceso, en el cual co-
metió usted desacato y en el cual ha incu-
rrido en conducta contumaz, aún no han
sido transcritas. La sesión todavía no ha
terminado. Le ordeno al taquígrafo que
transcriba estas actas inmediatamente y sin
indebida demora, y le entrego ahora a la
custodia del marshal, por quien será encar-
celado hasta las 20 h de esta tarde, mo-
mento en el que será procesado por mí, y
dictaré sentencia y la haré constar, como
requiere la Norma 42(a) de la Normativa
Federal de Procedimiento Criminal, Título
18, del Código de los Estados Unidos. Este
hombre quedará bajo custodia del marshal.
SR . RABINOWITZ : ¿Puedo hacer una peti-
ción para que se reconsidere y para presen-
tar alegaciones, o prefiere que se haga esta
noche?
EL TRIBUNAL: Puedo escucharle ahora, si lo
desea, o más tarde, a las siete y media, si de-
sea que le escuche entonces, o a las 20 h.

64
SR. RABINOWITZ: Prefiero presentarlas luego.
EL TRIBUNAL: Como desee, letrado.
SR. RABINOWITZ: De acuerdo.
EL TRIBUNAL: Será en esta sala. A esa hora
el marshal traerá a Dashiell Hammett ante
este Tribunal. Será a las siete y media, en
lugar de a las ocho. Sr. Hunton...
SR. RABINOWITZ: Señoría, ¿puedo solicitarle
que el testigo quede bajo mi custodia has-
ta las 19:30 h de esta tarde? No veo ningu-
na ventaja en dejarlo retenido. No se ob-
tendrá ningún beneficio con ello.
EL TRIBUNAL: La ventaja es que quizá se de-
mostrará algo de respeto por la dignidad
y la autoridad de este Tribunal.
SR. RABINOWITZ: Bueno, dudo si...
EL TRIBUNAL: Me he esforzado por ser muy
paciente, letrado, con los diferentes testi-
gos que han comparecido ante mí, y ellos
han hecho alarde de autosuficiencia siste-
mática y reiteradamente, y han desaca-
tado a este Tribunal. Creo que la dignidad
del Tribunal y la majestuosidad de este
proceso exigen una respuesta inmediata.
El permiso de libertad condicional queda
denegado.

65
Sesión de las 19:30 h

EL TRIBUNAL: Samuel Dashiell Hammett,


¿puede ponerse en pie, por favor?
El acusado Hammett se levanta.
EL TRIBUNAL: Samuel Dashiell Hammett,
lo condeno por desacato a este Tribunal
debido a su negativa a responder a las
preguntas, y debido a su rechazo a pro-
porcionar o dar pruebas de la ubicación
de ciertos libros contables, registros y
documentos que están en su posesión o
bajo su control, relativos al fondo de fian-
za del Congreso por los Derechos Civi-
les de Nueva York y, más específicamen-
te, conforme lo expuesto en el acta que he
redactado, y que estoy a punto de firmar
bajo la Norma 42(a) de la Normativa de
Procedimiento Criminal, y me dispongo
a firmar el acta.
Letrado, ¿ha visto una copia de la misma?
SR. RABINOWITZ: Sí, Su Señoría.
EL TRIBUNAL: ¿Renuncia, en nombre de esta
persona, a la lectura de este documento?
SR. RABINOWITZ: Sí, Su Señoría.

66
EL TRIBUNAL: He firmado esta acta como
requiere la Norma 42(a) de la Normativa
Federal de Procedimiento Criminal. Se la
doy al secretario, quien procederá a archi-
varla para que forme parte del expediente
de este caso.
Se la pasa al secretario.
Samuel Dashiell Hammett, ¿tiene algo
que decir en respuesta a lo cual este Tri-
bunal no debería dictar sentencia contra
usted?
SR. HAMMETT: No, nada.
EL TRIBUNAL: Sentencio y ordeno que us-
ted, Samuel Dashiell Hammett, sea pues-
to bajo custodia del Attorney General4 o
su representante legal y sea encarcelado
durante seis meses o hasta el momento en
el que haya purgado el desacato cometido
ante este Tribunal. Valido, por tanto, los
autos de este procedimiento.
SR. RABINOWITZ: Ahora, Su Señoría, que-
rría hacer una petición.
EL TRIBUNAL: Muy bien. Proceda.
SR. RABINOWITZ: Señoría, me gustaría, en
este momento, hacer una petición para
4
Equivalente del ministro de Justicia.

67
que la ejecución de esta sentencia quede
suspendida y que el acusado sea puesto en
libertad bajo una fianza razonable estable-
cida por Su Señoría.
No ignoro que peticiones similares se hi-
cieron en los otros dos casos, y que fueron
denegadas por Su Señoría, objetando que
la aceptación de semejante petición sería
una concesión por parte de Su Señoría.
EL TRIBUNAL: Podría ser interpretado co-
mo tal.
SR. RABINOWITZ: Podría ser interpretada co-
mo una concesión por parte de Su Señoría.
EL TRIBUNAL: No me gusta la palabra «con-
cesión». «Reconocimiento» es mejor.
SR. RABINOWITZ: Muy bien, Su Señoría. Re-
conocimiento de que hubo considerables
cuestiones de derecho entreveradas. Sos-
tengo, Su Señoría, que concurren, quizá
más en este caso que en los otros, cues-
tiones de derecho muy considerables, y
que sería terriblemente injusto mante-
ner detenido al acusado esperando un re-
curso de apelación, el cual, como es na-
tural, no podrá ser presentado hasta el
otoño, cuando ciertamente hay cuestio-

68
nes de derecho considerables. Si no fue-
ra por el Fallo de Su Señoría, creo que las
cuestiones ni siquiera serían considera-
bles, que estaban todas del lado del acu-
sado, pero evidentemente me equivoco en
este punto.
EL TRIBUNAL : Considero que su defensa
anula sus opiniones.
SR. RABINOWITZ: Bueno, creo que no siem-
pre; a veces resulta que tengo razón.
EL TRIBUNAL: No siempre, pero a menudo
le sucede a la defensa.
SR. RABINOWITZ: Bueno, quizá sí y quizá
no. El tiempo lo dirá.
De cualquier manera, en este caso, Su
Señoría, solicito, y sostengo que concu-
rre una cuestión muy considerable, y que
por tanto sería apropiado que Su Señoría
anule...
EL TRIBUNAL: Su petición es denegada. No
veo por qué este caso debería ser tratado
de manera distinta a los otros. De hecho,
al principio, me inclinaba, letrado, a im-
poner a este hombre una sentencia más
larga porque ya había visto un ejemplo de
lo que le sucedió a Field, y sabía lo que

69
iba a pasar o tenía razones para creer que
se le infligiría algún castigo a su cofidu-
ciario, Hunton, y él ocupa el importante
puesto no sólo de fiduciario, sino que
además ocupa el importante puesto de
presidente de este fondo, y además creo
que su reivindicación de inmunidad es-
tá totalmente injustificada e infundada,
ni de hecho ni de derecho, porque había
formalizado un documento que debía ser
presentado ante este Tribunal en el mo-
mento en el que se aceptó la fianza, en el
que se presentaba como fiduciario de ese
fondo.
En el estrado se negó, en su reclama-
ción de inmunidad, a admitir o a exponer
que es fiduciario de ese fondo. Creo que
he sido demasiado indulgente.
SR. RABINOWITZ: Bien, Su Señoría, creo que,
si bien admito cómo Su Señoría piensa...
EL TRIBUNAL : Bien, me congratula que
aprecie mi postura, letrado.
SR. RABINOWITZ: La postura moral de Su
Señoría a este respecto no tiene nada que
ver, o tiene muy poco que ver, con la cues-
tión legal que surge, y...

70
EL TRIBUNAL: Bien, exceptuando la cues-
tión de la sentencia, quería que usted co-
nociese mi parecer, y me congratula que
aprecie mi postura.

71
SESIÓN EJECUTIVA DE LA SUBCOMISIÓN
PERMANENTE DE INVESTIGACIÓN DE
LA COMISIÓN DEL SENADO PARA
OPERACIONES GUBERNAMENTALES

Sesión del martes 24 de marzo de 1953

Se transcribe aquí el testimonio a puerta ce-


rrada antes de la declaración oficial y pública
que tendrá lugar dos días más tarde.

La Subcomisión se ha reunido, en confor-


midad con la resolución n.º 40 del Senado,
del 30 de enero de 1953, a las 14 h, en la sa-
la 357, en las oficinas del Senado, bajo la
presidencia del senador Karl E. Mundt.
Estaban presentes: un senador de Da-
kota del Sur, Karl E. Mundt, republicano;
un senador de Illinois, Everett M. Dirk-
sen, republicano; un senador de Arkansas,

73
John L. McClellan, demócrata; un senador
de Missouri, Stuart Symington, demócrata.
Estaban igualmente presentes: Roy
Cohn, jefe de los abogados del comité, y
que anteriormente había sido asistente
de Irving Saypol en el caso Rosenberg;
David Schine, asesor principal; David
Buckley, sustituto; Henry Hawkins, inves-
tigador; Ruth Young Watt, jefa de la se-
cretaría judicial.

SENADOR MUNDT: Comienza la sesión.


SR. COHN: Señor presidente, el primer tes-
tigo es el señor Hammett.
SENADOR MUNDT: Señor Hammett, ¿jura
solemnemente decir la verdad, toda la ver-
dad, y nada más que la verdad, con la ayu-
da de Dios?
SR. HAMMETT: Lo juro.
SENADOR MUNDT: Siéntese. Señor Cohn,
continúe.

Testimonio de Dashiell Hammett


SR. COHN: Señor Hammett, identifíquese,
por favor.
SR. HAMMETT: Samuel Dashiell Hammett.

74
SR. COHN: ¿A qué se dedica?
SR. HAMMETT: Escritor.
SR. COHN: ¿Es usted autor?
SR. HAMMETT: Eso es.
SR. COHN: ¿Cuánto tiempo hace que ejerce
esta profesión?
SR. HAMMETT: Desde 1922, unos treinta
años.
SR. COHN: ¿Sabe usted que un número im-
portante de obras suyas se emplea en el
Programa de Información del Departa-
mento de Estado5?
SR. HAMMETT: Lo ignoraba hasta que us-
ted me lo indicó por teléfono.
SR. COHN: ¿Cree usted que se ha beneficia-
do de condiciones ventajosas con respecto
a sus derechos de autor?
SR. HAMMETT: Lo dudo, porque, pensán-
dolo bien, es posible que los derechos ven-
didos a la radio pertenezcan en realidad a
la gente del cine.

5
El Departamento de Estado es equivalente al Ministerio de Asuntos
Exteriores; aquí se hace alusión a las bibliotecas situadas en el ex-
tranjero. En esta época, McCarthy investigaba la compra de libros
escritos por comunistas por parte de estas bibliotecas del Departa-
mento de Estado.

75
SR. COHN: ¿Es usted actualmente miembro
del Partido Comunista?
SR. HAMMETT: Me acojo a los derechos ga-
rantizados por la Quinta Enmienda, y re-
húso responder a la pregunta porque la
respuesta podría incriminarme.
SR. COHN: ¿Era usted miembro del Partido
Comunista en 1922?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
SR. COHN: Ha escrito un gran número de
libros entre 1922 y hoy, ¿es eso cierto?
SR. HAMMETT: Sí.
SR. COHN: ¿Cuántos, aproximadamente?
SR. HAMMETT: Cinco, creo.
SR. COHN: ¿Solamente cinco libros?
SR. HAMMETT: Sí, y numerosos relatos bre-
ves y textos que han sido objeto de diver-
sas reimpresiones.
SR. COHN: Si le preguntase, acerca de cada
uno de estos libros, si usted era miembro
del Partido Comunista en el momento de
escribirlo, ¿cuál sería su respuesta?
SR. HAMMETT: La misma.

76
SR. COHN: ¿Se negaría a responder por los
motivos que ha expuesto?
SR. HAMMETT: Sí.
SR. COHN: ¿Ha escrito algún relato breve
que podría no ser considerado como poli-
cíaco?
SR. HAMMETT: Sí.
SR. COHN: ¿Cuál?
SR. HAMMETT: He escrito un buen número
de relatos breves que no eran policíacos.
SR. COHN: ¿Y alguno trata de temas sociales?
SR . HAMMETT: No creo. Ah, sí, hay uno,
ahora lo recuerdo; en fin, si es que puede
clasificarse dentro de la categoría de los
temas sociales. Algunos relatos aparecían
inicialmente en diferentes antologías, an-
tes de ser publicados de otro modo.
SR. COHN: Entre estos relatos, ¿alguno abor-
daba temas sociales?
SR . HAMMETT: Sí. A decir verdad, habría
uno que trataba más o menos este tema, si
no recuerdo mal, un relato cuyo título es
«Sombra en la noche»6.
6
Relato muy breve, uno de los más hermosos de Hammett, publi-
cado por primera vez en Mystery League Magazine (1 de octubre
de 1933). El relato se incluye en este volumen.

77
SR. COHN: ¿«Sombra en la noche»?
SR. HAMMETT: «Sombra en la noche», que
trata de las relaciones entre blancos y ne-
gros.
SR. COHN: ¿En qué libro aparece?
SR. HAMMETT: No lo sé, porque fue publi-
cado en una de las reediciones o antolo-
gías que fueron ampliamente difundidas.
Prácticamente todos estos relatos fueron
publicados bien en Mercury, bien en Avon,
bien en Dell.
SR. COHN: ¿Todos fueron publicados en pri-
mer lugar en una revista?
SR . HAMMETT: Sí, éste apareció por pri-
mera vez en un periódico que ya no exis-
te, creo. No recuerdo su nombre, pero po-
dría comprobarlo.
SR. COHN: Cuando escribió este relato, «Som-
bra en la noche», ¿era usted miembro del
Partido Comunista?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
SR. COHN: ¿Este relato reflejaba de alguna
manera la posición del Partido Comunista?

78
SR. HAMMETT: Es difícil de decir… Según el
término «reflejaba», yo diría que no, no la
reflejaba. Era un relato contra el racismo.
SENADOR MUNDT: ¿Diría que guardaba se-
mejanzas con la posición del Partido Co-
munista, la reflejase o no, en lo que res-
pecta a temas raciales?
SR. HAMMETT: No, no sabría decirle… Po-
dría responder a la pregunta si la formu-
lase simplemente así: ¿la reflejaba, sea co-
mo fuere la manera, más que, digamos,
la posición de otros partidos políticos? En-
tonces estaría obligado a decir no. Creo
que en realidad no reflejaba esta idea ni
consciente ni exclusivamente.
SR. COHN: Ni consciente ni exclusivamen-
te. ¿Ha tenido usted contactos con el comité
de publicaciones del Partido Comunista?
SR. HAMMETT: No.
SR. COHN: ¿No ha tenido ningún contacto?
SR. HAMMETT: No.
SR. COHN: ¿Conoce usted a algún miem-
bro del comité de publicaciones del Parti-
do Comunista?
SR. HAMMETT: Me los tendría que mencio-
nar.

79
SR. COHN: ¿Conoce a Alexander Trachten-
berg?
SR. HAMMETT: Tengo que pensarlo. Creo
que rehúso responder a la pregunta porque
la respuesta podría incriminarme.
SR. COHN: ¿Conoce a Louis F. Budenz?
SR. HAMMETT: No.
SR. COHN: ¿Conoce a Alexander Bittelman?
SR. HAMMETT: Me parece, o más bien ten-
go la impresión de que estaba en la cárcel
de West Street al mismo tiempo que yo.
SENADOR MUNDT: ¿Dónde? ¿En la cárcel?
SR. HAMMETT: Sí. He cumplido seis meses
por el asunto del fondo de fianza. Cinco
meses, en realidad, porque me beneficié
de un mes de reducción de condena por
buena conducta.
SENADOR MUNDT: ¿Se trató de una conde-
na por desacato al Tribunal?
SR . HAMMETT: Estaba relacionada con el
fondo de fianza.
SR . COHN : Después de que los comunis-
tas incumpliesen su obligación de compa-
recer ante el Tribunal, los tres fiduciarios,
incluido el señor Hammett, fueron con-
vocados y se negaron a responder a las

80
preguntas relativas al paradero de estos
fugitivos e, igualmente, se negaron a pro-
porcionar los libros contables del fondo de
fianza, y fueron condenados a penas de cár-
cel. ¿Es ésta una relación de los hechos lo su-
ficientemente fiel?
SR. HAMMETT: Sí.
SENADOR MUNDT: ¿Bittelman fue encarce-
lado por el mismo motivo?
SR. HAMMETT: Lo que sucedió fue que la
fianza fue revocada, y dado que había un
grupo de supuestos comunistas en liber-
tad bajo fianza, una fianza adelantada por
el fondo de fianza, hasta que ésta fue re-
chazada, permanecieron en libertad mien-
tras reunían el dinero de la fianza por
otros medios.
SR. COHN: ¿Cobra usted derechos de autor
por la venta de sus libros?
SR. HAMMETT: Sí.
SR . COHN : En otras palabras, cuando se
vende un ejemplar de un libro suyo, usted
cobra derechos de autor.
SR. HAMMETT: Sí.
SR. COHN: ¿A cuánto ascienden por lo ge-
neral estos derechos de autor?

81
SR. HAMMETT: No lo sé. Creo que los míos
ascienden al 15%. Los contratos de los edi-
tores prevén comenzar a partir del 10%, e
incluyen una cláusula que estipula que si
las ventas superan un cierto umbral, el
porcentaje aumenta. Creo que el mío es
una tasa fija del 15%, pero no estoy seguro.
SR. COHN: ¿Ha transferido usted dinero al
Partido Comunista?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta, ya que la respuesta podría incrimi-
narme.
SR. COHN: ¿Tiene usted otros ingresos, ade-
más de los procedentes de sus textos?
SR. HAMMETT: No. Hubo una época en la
que sí, pero actualmente no.
SR. COHN: ¿Alguna cantidad de dinero pro-
cedente de sus derechos de autor por la
venta de estos libros sirvió para financiar
al Partido Comunista?
SR. HAMMETT: Me acojo a los derechos ga-
rantizados por la Quinta Enmienda y re-
húso responder a la pregunta, ya que la
respuesta podría incriminarme.
SR. COHN: Señor presidente, creo que no ten-
go más preguntas para el señor Hammett.

82
SENADOR MUNDT: ¿Podría usted indicar,
para que conste en acta, la cantidad de es-
tos libros adquiridos por el Departamen-
to de Estado y cómo fueron difundidos en
las bibliotecas de información situadas
en el extranjero?
SR. COHN: Una gran cantidad. Tendremos
las cifras exactas mañana por la mañana,
pero yo diría que el número de ejemplares
en circulación asciende a centenas.
SENADOR MUNDT: ¿Tiene más preguntas?
En caso negativo, puede retirarse.
SR. COHN: Señor Hammett, desearíamos
verle mañana por la mañana en audien-
cia pública, como ya le he explicado. ¿Po-
dría usted estar presente mañana por la
mañana?
SR. HAMMETT: Sí, puedo estar presente.
SR. COHN: Mañana por la mañana, en esta
sala, a las 10:15 h. Gracias.
SR. HAMMETT: ¿Hemos acabado por hoy?
SR. COHN: Hemos terminado, en lo que a
usted respecta, hasta mañana a las 10:15 h.
SENADOR MUNDT: Señor Hammett, me gus-
taría hacerle una última pregunta. Ha res-
pondido a la pregunta relativa a si recibió

83
o no derechos de autor por sus libros.
Creo que usted ha declarado anterior-
mente que algunos de sus textos o de sus
relatos breves, algunos de sus libros, ha-
bían sido comprados por el cine. ¿Es eso
correcto?
SR. HAMMETT: Sí.
SENADOR MUNDT: ¿Recibe también dere-
chos de autor de este medio?
SR. HAMMETT: No. Dije eso a propósito de
la radio. Con el cine, por regla general,
mis libros fueron vendidos completamen-
te, es decir, mis cuatro libros vendidos al
cine, lo fueron íntegramente. Sin embar-
go, existe, como ya dije, una cláusula re-
lativa a los derechos radiofónicos; tendría
que releer mis contratos, pero las socieda-
des de producción cinematográfica inclu-
yeron una cláusula que les aseguraba igual-
mente los derechos radiofónicos.
SENADOR MUNDT: ¿Debo entender que la
industria del cine no le paga nada por su
trabajo?
SR. HAMMETT: No. Compran los derechos
para el cine. Depende de la sociedad; sin
embargo, los derechos de difusión para la

84
televisión son objeto de litigio porque es-
ta cuestión no había surgido hasta este
momento. Pero los contratos cubrían los
derechos para la radio.
SENADOR MUNDT: En otras palabras, cada
vez que se ha hecho una película basada en
uno de sus libros o en uno de sus relatos
breves, ¿se ha establecido un contrato y le
han pagado de una sola vez todos los de-
rechos para el cine?
SR. HAMMETT: Eso es. La otra cláusula la
incluyeron porque no tenían ninguna in-
tención de vender los derechos radiofó-
nicos, ya que, en aquella época, se veía la
radio como la competencia del cine: por
eso no querían que se adaptasen al mismo
tiempo para la radio, en forma de serial.

85
PROGRAMA DE INFORMACIÓN
DEL DEPARTAMENTO DE ESTADO,
SUBCOMISIÓN PERMANENTE DE
INVESTIGACIÓN DE LA COMISIÓN
DEL SENADO PARA OPERACIONES
GUBERNAMENTALES

Sesión del 26 de marzo de 1953

SR. COHN: El siguiente testigo es el señor


Dashiell Hammett.
EL PRESIDENTE M c CARTHY : Señor Ham-
mett, ¿puede alzar la mano derecha? En lo
tocante a este asunto, ahora, durante la se-
sión ante la Comisión, ¿jura solemnemen-
te decir la verdad, toda la verdad, y nada
más que la verdad, con la ayuda de Dios?
SR. HAMMETT: Lo juro.
SR. COHN: ¿Puede decirnos su nombre com-
pleto, por favor?
SR. HAMMETT: Samuel Dashiell Hammett.
SR. COHN: Samuel Dashiell Hammett, ¿es
correcto?

87
SR. HAMMETT: Sí, es correcto.
SR. COHN: ¿Y a qué se dedica?
SR. HAMMETT: Escritor.
SR. COHN: Usted es escritor. ¿Es correcto?
SR. HAMMETT: Sí.
SR. COHN: Y usted es autor de cierto nú-
mero de novelas policíacas bastante cono-
cidas. ¿Es correcto?
SR. HAMMETT: Sí.
SR. COHN: Además, escribió usted, creo, en
sus comienzos, sobre algunos temas socia-
les. ¿Es correcto?
SR. HAMMETT: Bueno… escribí relatos bre-
ves que podrían... ya sabe, es imposible es-
cribir nada sin tomar partido de algún mo-
do en los temas sociales.
SR. COHN: Usted dice que es imposible es-
cribir nada sin posicionarse de alguna ma-
nera en los temas sociales. Bien, ¿es usted
el autor de un relato breve llamado «Som-
bra en la noche»?
SR. HAMMETT: Sí.
SR. COHN: Me gustaría apuntar, señor pre-
sidente, que alrededor de trescientos li-
bros del señor Hammett están disponibles
en el Servicio de Información, repartidos,

88
creo, en unos setenta y tres centros de in-
formación; disculpen, se trata, en efecto, de
trescientos ejemplares de dieciocho libros.
Usted no ha escrito trescientos libros,
¿verdad?
SR. HAMMETT: Ésos son muchos libros.
SR . COHN : Hay dieciocho libros disponi-
bles, incluyendo algunas antologías de re-
latos breves y otras cosas, y hay unos tres-
cientos ejemplares de ellos ubicados en los
setenta y tres centros de información.
Entonces, señor Hammett, ¿cuándo es-
cribió su primer título publicado?
SR. HAMMETT: El primer libro fue Cosecha
roja. Fue publicado en 1929. Creo que lo
escribí en 1927; 1927 o 1928.
SR . COHN : En el momento de escribir el
libro, ¿era usted miembro del Partido Co-
munista?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme, apoyándome en los derechos que
me otorga la Quinta Enmienda a la Cons-
titución de los Estados Unidos.
SR. COHN: ¿Cuándo escribió su último li-
bro publicado?

89
SR. HAMMETT: Bien, realmente no puedo
responder a eso. Porque algunos de mis
relatos se han publicado en diversas anto-
logías de relatos breves. Me imagino que
fue por los años 30, o los 40.
SR . COHN : En los 30 o los 40. En el mo-
mento de escribir su último libro publica-
do, ¿era usted miembro del Partido Co-
munista?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
SR. COHN: Si le preguntase, en referencia a
estos libros, si era usted miembro del Par-
tido Comunista en el momento de escri-
birlos, ¿qué respondería?
SR. HAMMETT: La misma respuesta. Rehu-
saría responder porque la respuesta podría
incriminarme.
SR. COHN: Señor Hammett, ¿es usted miem-
bro del Partido Comunista hoy?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL PRESIDENTE McCARTHY: Señor Hammett,
déjeme preguntarle esto. Olvidándonos de

90
usted por un momento, ¿podemos afir-
mar sin miedo a equivocarnos que cual-
quier miembro del Partido Comunista,
bajo la disciplina comunista, haría propa-
ganda de la causa comunista, normalmen-
te, sin tener en cuenta si está escribiendo
novela de ficción o ensayo político?
SR. HAMMETT: No puedo responder a eso
porque, con franqueza, no lo sé.
EL PRESIDENTE McCARTHY: Bien, entonces,
nos ha dicho que no nos dirá si es usted
miembro del Partido Comunista hoy, ba-
sándose en que, si nos lo dijese la respues-
ta, podría incriminarle. Entonces se en-
tiende, y así lo entiende esta Comisión y
el país entero, que usted es miembro del
Partido Comunista, porque si no lo fuese,
simplemente diría «no», y esta respuesta
no le incriminaría. Como ve, el único mo-
tivo que le da derecho a negarse a respon-
der es que piensa que una respuesta sin-
cera le incriminaría. Una respuesta que
afirmase que usted no es comunista, si us-
ted no fuese comunista, no le incrimina-
ría. Por tanto, debería saber bastante sobre
el movimiento comunista, supongo.

91
SR. HAMMETT: ¿Eso es una pregunta, señor?
EL PRESIDENTE McCARTHY: Es sólo un co-
mentario sobre su declaración.
Letrado, ¿tiene más preguntas?
SR. COHN: Oh, sí.
Bien, señor Hammett, de los varios li-
bros que ha escrito, ¿ha recibido dinero en
concepto de derechos de autor?
SR. HAMMETT: Sí.
SR . COHN : ¿Y debería suponer que si el
Departamento de Estado adquirió tres-
cientos libros, o los que fuesen, usted se
benefició de los derechos de autor corres-
pondientes a esos ejemplares?
SR. HAMMETT: Imagino que sí.
SR . COHN : ¿Podría decirnos, sin infringir
ningún secreto profesional, cuánto recibe
en concepto de derechos de autor, en por-
centajes?
SR. HAMMETT: Bueno, no es que vaya a in-
fringir ningún secreto profesional. Tendría
que verificar los contratos. Los porcenta-
jes varían, de hecho. De los libros publica-
dos por Alfred Knopf, libros de 2 dólares,
o 2,50, o lo que sea, creo que comienza en
el 15%. Sobre las antologías de relatos bre-

92
ves, la mayoría de las cuales son reimpre-
siones, el porcentaje es menor.
EL PRESIDENTE McCARTHY: Parte del dine-
ro que recibió del Departamento de Es-
tado, ¿llegó hasta las arcas del Partido Co-
munista?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL PRESIDENTE McCARTHY: Voy a hacerle la
pregunta de otro modo: ¿Ha donado al Par-
tido Comunista parte de los derechos de
autor percibidos por la compra de esos li-
bros por parte del Departamento de Estado?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL PRESIDENTE McCARTHY: Tiene derecho
a negarse.
SR. COHN: Entonces, ¿es exacto decir que
ha recibido considerables cantidades de di-
nero de los derechos de autor correspon-
dientes a todos los libros que ha escrito?
SR. HAMMETT: Sí, es exacto.
SR. COHN: ¿Y se niega a decirnos si parte de
ese dinero fue para el Partido Comunista?

93
SR. HAMMETT: Eso es.
SR . COHN : Bien, señor Hammett, ¿es un
hecho que repetidamente ha permitido
que se use su nombre como patrocinador
y miembro del consejo político de organi-
zaciones que servían de fachada al Partido
Comunista?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
SR. COHN: Señor Hammett, ¿es un hecho
que recientemente ha pasado un periodo
en prisión por desacato a un Tribunal?
SR. HAMMETT: Sí.
SR. COHN: ¿Y en base a qué?
SR. HAMMETT: Por negarme a responder si
era o no era fiduciario del fondo de fianza
del Congreso por los Derechos Civiles.
EL PRESIDENTE McCARTHY: ¿Le puedo pedir
a los fotógrafos que no usen el flash mien-
tras el testigo está prestando declaración?
SR. COHN: Declara entonces que fue por
negarse a responder. El hecho es: usted
era fiduciario del fondo de fianza del Con-
greso por los Derechos Civiles. ¿Es co-
rrecto?

94
SR. HAMMETT: Fue por no responder a esa
pregunta por lo que fui a la cárcel, sí.
SR. COHN: Bien, déjeme preguntarle, ¿era
usted fiduciario del fondo de fianza del
Congreso por los Derechos Civiles?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
SR. COHN: ¿Y es cierto que la acusación ale-
gó que usted era uno de los garantes de
la fianza de los cuatro líderes comunistas
fugados, y que cuando desaparecieron y
escaparon fue usted convocado para ver si
podía ayudar al Tribunal a descubrir dón-
de estaban, y que se le hicieron numerosas
preguntas relacionadas con su paradero, y
sobre su actividad como garante, como
fiduciario del grupo que había deposita-
do el dinero de la fianza, y que se negó a
responder?
SR. HAMMETT: No recuerdo. No sé si me
preguntaron acerca de su paradero.
SR . COHN : Bien, se lo preguntaré ahora:
¿conoce el paradero de cualquiera de los
cuatro líderes comunistas fugados?

95
SR. HAMMETT: No; leí que Gus Hall está en
la cárcel.
SR. COHN: Sabe que Gus Hall ha sido cap-
turado. ¿Y los otros tres?
SR. HAMMETT: No lo sé.
SR. COHN: ¿Dice que no lo sabe?
SR. HAMMETT: No lo sé.
EL PRESIDENTE M c CARTHY : Dice que no
sabe dónde están en este momento. ¿Sabía
dónde estaban en algún momento del pe-
riodo durante el cual el Gobierno los es-
taba buscando?
SR. HAMMETT: No.
EL PRESIDENTE McCARTHY: No lo sabía. ¿De-
bo entender que usted tramitó la fianza
de los fugitivos?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
SR. COHN: ¿Aportó usted alguna parte del
dinero que fue para la fianza, la cual per-
mitió a estos cuatro líderes comunistas
salir en libertad bajo fianza, y fugarse pos-
teriormente?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pregun-
ta porque la respuesta podría incriminarme.

96
EL PRESIDENTE McCARTHY: ¿Alguna vez ha
participado en operaciones de espionaje
contra los Estados Unidos?
SR. HAMMETT: No.
EL PRESIDENTE McCARTHY: ¿Alguna vez ha
participado en operaciones de sabotaje?
SR. HAMMETT: No, señor.
EL PRESIDENTE McCARTHY: ¿Cree que el sis-
tema comunista es mejor que el sistema
en vigor en este país?
SR. HAMMETT: No puedo responder a esta
pregunta, porque realmente no sé qué sig-
nifica. ¿Si el sistema comunista es mejor
que el sistema en vigor en este país?
EL PRESIDENTE McCARTHY: ¿Cree que el co-
munismo tal como se practica en la Rusia
actual es superior a nuestra forma de go-
bierno?
SR. HAMMETT: Bien, dejando a un lado lo
que pueda pensar sobre el comunismo en
Rusia hoy, es poco verosímil, ya sabe, que
haya un solo sistema, uno que sea me-
jor para un país, y otro que sea mejor para
otro país. No creo que el comunismo ru-
so sea mejor para los Estados Unidos
más de lo que pensaría que cualquier tipo

97
de imperialismo sea mejor para los Es-
tados Unidos.
EL PRESIDENTE McCARTHY: Parece estable-
cer una distinción entre el comunismo ru-
so y el comunismo americano. Aunque no
puedo ver ninguna diferencia, supondré
que la hay por el bien del interrogatorio.
¿Piensa que el comunismo americano se-
ría un buen sistema para este país?
SR. HAMMETT: Tendré que rehusar respon-
der a la pregunta, porque la respuesta po-
dría incriminarme. Porque, quiero decir,
no puedo responder «sí» o «no».
EL PRESIDENTE McCARTHY: ¿No podría res-
ponder «sí» o «no» a la pregunta de si usted
piensa que el comunismo es superior a
nuestra forma de gobierno?
SR. HAMMETT: Verá, no lo entiendo. El co-
munismo teórico no es una forma de go-
bierno. Ya sabe: no hay gobierno. Y real-
mente no lo sé, y no podría saberlo, sin...
Incluso al final, dudo que pudiese dar una
respuesta definitiva.
EL PRESIDENTE McCARTHY: ¿Apoyaría la im-
plantación del comunismo en este país?
SR. HAMMETT: ¿Quiere decir ahora?

98
EL PRESIDENTE McCARTHY: Sí.
SR. HAMMETT: No.
EL PRESIDENTE McCARTHY: ¿No la apoyaría?
SR. HAMMETT: Por un motivo: me parece-
ría poco viable si la mayoría de las perso-
nas no lo quisiesen.
EL PRESIDENTE McCARTHY: ¿Apoyó usted el
sistema comunista al escribir estos libros?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
EL PRESIDENTE McCARTHY: Senador McCle-
llan, ¿quería hacer una pregunta?
SENADOR M c CLELLAN : Se está negando a
responder muchas preguntas, apoyándose
en la inmunidad de la Quinta Enmienda a
la Constitución, porque teme verse incri-
minado si las responde. ¿Es usted sincero
y honesto al hacer semejante afirmación
bajo juramento?
SR . HAMMETT: Muy sincero, señor. Real-
mente tengo miedo de que las respuestas
me incriminen, o puedan incriminarme.
SENADOR McCLELLAN: Ya que dice que tiene
miedo, ¿no cree que negarse a responder es
un acto voluntario de autoincriminación

99
ante la opinión pública? Ahora está usted,
al acogerse a la Quinta Enmienda a la Cons-
titución, cometiendo un acto voluntario
de autoincriminación ante la opinión pú-
blica, ¿no lo sabe?
SR. HAMMETT: No creo, señor, y si es así, de-
safortunadamente, o afortunadamente pa-
ra mí, en estas circunstancias, la opinión pú-
blica no me mandó seis meses a la cárcel.
SENADOR McCLELLAN: Una infracción a la
ley le envió a prisión. ¿Que no le detuvo, es
eso lo que quiere decir? ¿La opinión pública
como lo opuesto a su detención? ¿Es eso lo
que está intentando decirnos?
SR. HAMMETT: No, señor.
SENADOR McCLELLAN: No quería malinter-
pretarle. Pensé que quizá la opinión pú-
blica, o al menos la opinión judicial, tenían
algo que ver con su ingreso en prisión. No
fue un acto voluntario, ¿verdad?
SR. HAMMETT: ¿Ir a la cárcel?
SENADOR McCLELLAN: Sí.
SR. HAMMETT: No, señor.
SENADOR McCLELLAN: Bien, la opinión pú-
blica debe de haber tenido algo que ver, o
la opinión judicial al menos.

100
No quiero juzgar mal a nadie. No creo
que el público lo quiera. Queremos darle
la oportunidad de ser justo con la Comi-
sión, de ser justo consigo mismo, de ser
fiel a su país, si es que este país le importa.
Y me gustaría hacerle esta pregunta: ¿esta
Comisión, y el público en general, estaría
equivocado si juzgase por sus respuestas,
o más bien por su falta de respuestas a pre-
guntas importantes, y por su comporta-
miento en el estrado ahora, que es usted
comunista, que ha sido comunista, y que
sigue y apoya la filosofía comunista? ¿Sería
un error si le juzgásemos así por sus actos?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta, porque la respuesta podría incrimi-
narme.
SENADOR McCLELLAN: Entonces somos li-
bres de juzgar de acuerdo con nuestras
observaciones y conclusiones basadas en
su negativa a responder y en su compor-
tamiento en el estrado.
SR. HAMMETT: ¿Es una pregunta, señor?
SENADOR McCLELLAN: Bien, si quiere res-
ponderla, es una pregunta. ¿Quiere ampa-
rarse de nuevo en la Constitución?

101
SR. HAMMETT: Sí, señor.
SENADOR McCLELLAN: Muy bien, eso es todo.
EL PRESIDENTE McCARTHY: Para su infor-
mación, en el caso de que no lo sepa, el
señor Budenz, el anterior editor del perió-
dico comunista Daily Worker, le señaló
a usted como uno de los que el Partido
Comunista utilizó para promover la cau-
sa comunista, y le señaló como comunista
que seguía la disciplina del Partido Comu-
nista, reconocido como tal. Si desea hacer
algún comentario, proceda.
SR. HAMMETT: No, señor. No tengo comen-
tarios.
EL PRESIDENTE McCARTHY: No tengo más
preguntas.
SR. COHN: Me gustaría preguntarle: ¿el se-
ñor Budenz estaba diciendo la verdad cuan-
do nos dijo que usted era comunista?
SR. HAMMETT: Rehúso responder a la pre-
gunta porque la respuesta podría incrimi-
narme.
SR. COHN: ¿Y cuando nos dijo que usted se-
guía la disciplina comunista?
SR . HAMMETT: Rehúso responder por las
razones expuestas.

102
EL PRESIDENTE McCARTHY: Le haré una pre-
gunta más: señor Hammett, si usted estu-
viera gastando, como estamos haciendo
nosotros, más de cien millones de dólares
al año en un Programa de Información
con la supuesta finalidad de combatir el
comunismo, y si usted estuviera a cargo
de ese programa para combatir el comu-
nismo, ¿compraría las obras de unos se-
tenta y cinco autores comunistas, las dis-
tribuiría por todo el mundo, con nuestro
sello oficial de aprobación estampado en
esas obras? ¿O prefiere no responder a la
pregunta?
SR. HAMMETT: Bueno, creo —por supuesto
no lo sé— que si estuviera combatiendo
el comunismo, no creo que dejara que la
gente leyese libro alguno.
EL PRESIDENTE McCARTHY: Eso suena raro
en boca de un autor.
Muchas gracias. Puede retirarse.

103
SOMBRA EN LA NOCHE
UN SEDÁN CON LOS FAROS apagados esta-
ba en el arcén, más arriba del puente de Pi-
ney Falls. Cuando lo adelanté, una chica
asomó la cabeza por la ventanilla y dijo:
—¡Por favor!
Aunque su tono era apremiante, no con-
tenía la suficiente energía como para vol-
verlo desesperado o perentorio.
Frené y puse la marcha atrás. Mientras
hacía esta maniobra, un tipo se apeó del
coche. A pesar de la débil luz, vi que se
trataba de un joven corpulento. Señaló en
la dirección que yo llevaba y dijo:
—Amigo, sigue tu camino.

107
—Por favor, ¿quieres llevarme a la ciu-
dad? —preguntó la chica. Tuve la sensa-
ción de que intentaba abrir la portezuela
del sedán. El sombrero le cubría un ojo.
—Encantado —respondí.
El joven que estaba en la carretera dio
un paso hacia mí, repitió el ademán y or-
denó:
—Eh, tú, esfúmate.
Cuando el joven echó a andar hacia mi,
del interior del sedán surgió una voz mascu-
lina áspera y admonitoria:
—Tranquilo, Tony, tranquilo. Es Jack
Bye.
La portezuela se abrió y la chica se apeó
de un salto.
—¡Ah! —exclamó Tony e, inseguro, arras-
tró los pies por la carretera. Al ver que la
chica se dirigía a mi coche, gritó indigna-
do—: Oye, no puedes largarte con…
La chica ya estaba en mi dos plazas y
murmuró:
—Buenas noches.
Tony me hizo frente, meneó testaruda-
mente la cabeza y empezó a decir:

108
—Que me cuelguen antes de permitir
que…
Lo sacudí. Fue un buen golpe porque le
di fuerte, pero estoy convencido de que po-
dría haberse levantado si hubiese queri-
do. Le concedí unos segundos y pregunté
al tipo del sedán, al que seguía sin ver:
—¿Te parece bien?
—Tony se recuperará —respondió de-
prisa—. Lo cuidaré.
—Muy amable de tu parte.
Subí a mi coche y me senté junto a la
chica. Empezaba a llover y comprendí que
no me libraría de calarme hasta los hue-
sos. En dirección a la ciudad nos adelan-
tó un cupé en el que viajaban un hombre
y una mujer. Cruzamos el puente detrás
de ellos.
—Has sido realmente amable —decla-
ró la chica—. La verdad es que no corría
el menor peligro, pero fue… fue muy de-
sagradable.
—No son peligrosos, pero pueden vol-
verse… muy desagradables —coincidí.
—¿Los conoces?
—No.

109
—Pues ellos te conocen a ti. Son Tony
Forrester y Fred Barnes —no dije nada. La
chica añadió—: Te tienen miedo.
—Soy un enemigo público.
La chica rió.
—Y esta noche has sido muy amable.
No me habría largado sola con ninguno,
aunque pensé que con los dos… —Se su-
bió el cuello del abrigo—. Me estoy mo-
jando.
Volví a parar y busqué la cortinilla co-
rrespondiente al lado del acompañante.
—De modo que te llamas Jack Bye —di-
jo mientras colocaba la cortinilla.
—Y tú eres Helen Warner.
—¿Cómo lo sabes? —Se acomodó el
sombrero.
—Te tengo vista. —Terminé de colocar
la cortinilla y volví a montar en mi dos
plazas.
—¿Sabías quién era cuando te llamé?
—preguntó en cuanto volvimos a la carre-
tera.
—Sí.
—Hice mal en salir con ellos en esas
condiciones.

110
—Estás temblando.
—Hace frío.
Añadí que, lamentablemente, mi peta-
ca estaba vacía.
Habíamos entrado en el extremo oeste
de Hellman Avenue. Según el reloj de la
fachada de la joyería de la esquina de Lau-
rel Street eran las diez y cuarto. Un policía
con impermeable negro estaba recosta-
do contra el reloj. Yo no sabía lo suficien-
te sobre perfumes como para distinguir el
que llevaba la chica.
—Estoy aterida —declaró—. ¿Por qué
no paramos en algún sitio a tomar una
copa?
—¿Estás segura de que es lo que quie-
res?
Mi tono debió de desconcertarla, pues
giró rápidamente la cabeza para mirarme
bajo la tenue luz.
—Me encantaría, a menos que tengas
prisa —respondió.
—Voy bien de tiempo. Podemos ir a
Mack’s. Sólo queda a tres o cuatro calles,
pero… es un local para negros.
La chica rió.

111
—Lo único que espero es que no me
envenenen.
—No lo harán. ¿Estás segura de que
quieres ir?
—No tengo la menor duda. —Exage-
ró sus temblores—. Estoy helada, y es tem-
prano.
Toots Mack nos abrió la puerta. Por la
amabilidad con que inclinó su cabeza ne-
gra, calva y redonda, y por el modo en que
nos dio las buenas noches, supe que la-
mentaba que no hubiésemos ido a otro
bar, pero sus sentimientos me traían sin
cuidado. Dije con demasiada exaltación:
—Hola, Toots. ¿Cómo te trata la noche?
Sólo había unos pocos parroquianos.
Ocupamos una mesa en el rincón más ale-
jado del piano. Súbitamente, la chica clavó
la mirada en mí y sus ojos azules se tor-
naron muy redondos.
—En el coche me pareció que veías —co-
menté.
—¿Cómo te hiciste esa cicatriz? —me in-
terrumpió y se sentó.
—¿Ésta? —Me toqué la mejilla con la
mano—. Fue hace un par de años, en una

112
pelotera. Deberías ver la que tengo en
el pecho.
—Algún día iremos a nadar —añadió
alegremente—. Siéntate de una vez y no
hagas que espere más esa copa.
—¿Estás segura…?
Se puso a tararear y siguió el ritmo tam-
borileando con los dedos sobre la mesa.
—Quiero una copa, quiero una copa,
quiero una copa. —Su boca pequeña, de
labios llenos, se curvaba hacia arriba, sin
ensancharse, cada vez que sonreía.
Pedimos nuestros tragos. Hablamos de-
masiado rápido. Hicimos chistes y reímos,
aunque no tuvieran gracia. Hicimos pre-
guntas —entre ellas, el nombre del per-
fume que llevaba— y prestamos dema-
siada o ninguna atención a las respuestas.
Cuando creía que no lo veíamos, Toots
nos miraba severamente desde detrás de
la barra. Todo era bastante malo.
Tomamos otra copa y propuse:
—Bueno, vámonos.
La chica estuvo bien, pues no se mos-
tró impaciente por irse ni por quedarse.
Las puntas de su cabello rubio ceniza se

113
curvaban alrededor del ala del sombrero,
a la altura de la nuca.
Al llegar a la puerta dije:
—Mira, en la esquina hay una parada
de taxis. Supongo que no te molestará que
no te acompañe a casa.
Me cogió del brazo.
—Claro que me molesta. Por favor…
—La acera estaba mal iluminada. Su ros-
tro parecía el de una niña. Apartó la mano
de mi brazo—. Pero si prefieres…
—Creo que lo prefiero.
La chica añadió lentamente:
—Jack Bye, me caes bien y te agradez-
co mucho que…
—Está bien, no te preocupes —la inte-
rrumpí, nos dimos la mano y yo volví a en-
trar en el despacho clandestino de bebidas.
Toots seguía detrás de la barra. Se acer-
có y dijo, meneando la cabeza con pesar:
—No deberías hacerme estas cosas.
—Lo sé y lo lamento.
—No deberías hacértelas a ti mismo
—acotó con la misma tristeza—. Chico,
no estamos en Harlem, y si el viejo juez
Warner se entera de que su hija sale con-

114
tigo y viene aquí, puede ponernos las co-
sas difíciles a los dos. Me gustas, pero de-
bes recordar que por muy clara que sea tu
piel, o por mucho que hayas ido a la uni-
versidad, no dejas de ser negro.
—¿Y qué coño crees que quiero ser?
—repliqué—. ¿Un chino?

115
Interrogatorios es
el décimo libro de la colección
La mujer cíclope. Compuesto en tipos
Dante, se terminó de imprimir en los talle-
res de KADMOS por cuenta de ERRATA NATURAE
EDITORES en abril de dos mil once, unos sesenta y
ocho años después de que Dashiell Hammett, volun-
tario en el ejército norteamericano durante la II Gue-
rra Mundial, fuera destinado al archipiélago alaske-
ño de las islas Aleutianas, muy cerca de casi nada,
donde la familia de dialectos del Eskimo-Aleut
propone siete palabras distintas para tradu-
cir la fórmula «contar un historia»: unii-
kal, uniɣ-paʁ, unircex, ungikpaq,
unifkuaq, unifkaraq y
unipkaaq.

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