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MAYNOR RENÉ SANTIZO VÁSQUEZ

MIGUELANGEL DE LEÓN
MARVÍN HERRERA
ALFREDO GUALNÁ
DAMIAN XUYÁ
PATRÍSTICA
PBRO. FRANCISCO CHOCOJ
24 DE SEPTIEMBRE 2019

ESCUELA DE ANTIOQUIA
La escuela de Antioquía fue fundada por Luciano de Samosata (312) en
directa oposición a los excesos y fantasías del método alegórico de Orígenes.
Esta escuela centraba cuidadosamente la atención en el texto mismo y
encaminaba a sus discípulos hacia la interpretación literal y el estudio
histórico y gramatical de la Escritura. Los sabios de los dos centros de
enseñanza antagónicos tenían conciencia de la profunda diferencia y
contradicción fundamental de sus métodos respectivos. En Antioquía, el
objetivo de la investigación escriturística era descubrir el sentido más obvio;
en Cesárea o en Alejandría, por el contrario, la atención iba dirigida a las
figuras de Cristo. Una parte acusaba a la alegoría de destruir el valor de la
Biblia como historia del pasado y convertirla en una fábula mitológica; la otra
llamaba "carnales" a todos los que se adherían a la letra. A pesar de todo, no
existía una contradicción absoluta entre las dos escuelas; antes bien, estaban
de acuerdo en toda una tradición exegética; pero cada uno recalcaba sus
propios puntos de vista. Orígenes descubre tipos, no solamente en algunos
episodios, sino en todos los detalles de la palabra inspirada. Cada línea está,
para él, preñada de misterio. Antioquía, en cambio, estableció como principio
fundamental no reconocer, en el Antiguo Testamento, figuras de Cristo más
que ocasionalmente. Admitía una prefiguración del Salvador sólo allí donde la
semejanza era marcada y la analogía clara. Los tipos forman la excepción, no
la regla; la Encarnación, si bien era preparada en todas partes, no estaba
prefigurada siempre.
En una palabra, la diversidad de método obedecía a una diferencia de
mentalidad que ya se había hecho sentir en la filosofía griega. El idealismo
alejandrino y su inclinación a la especulación se debían al influjo de Platón; el
realismo y el empirismo de Antioquía eran tributarios de Aristóteles. La
primera se inclinaba al misticismo, la segunda al racionalismo.
Los comienzos de la escuela de Antioquía parece que fueron muy modestos.
Nunca pudo gloriarse de un director de la talla de Orígenes. A pesar de ello,
fue la cuna de una gran tradición exegética. Alcanzó su apogeo bajo la
dirección de Diodoro de Tarso, a finales del siglo IV. San Juan Crisóstomo fue
su discípulo más preclaro, y Teodoro de Mopsuestia el más extremista. Su
tendencia racionalista fue causa de que se convirtiera en autora de herejías; su
fundador, Luciano, fue el maestro de Arrio.
Obra y características propias de sus principales exponentes:
Luciano de Antioquia:
Fue un influyente teólogo, particularmente valorado entre los cristianos
ortodoxos, resalto por su piedad austera, se le considera el fundador de la
escuela, donde fue ordenado presbítero, relacionándose posteriormente con los
teólogos, Diodoro de Tarso y Teodoro de Mopsuestia. Se dedicó a la
interpretación literal de la Sagrada Escritura.
Arrio:
Fue un presbítero de Alejandría (250-336 d.C.). Sus enseñanzas sobre la
naturaleza de Dios, que enfatizan que el Hijo está subordinado al Padre, y su
oposición a lo trinitario, que se había vuelto dominante en la cristiandad, le
convirtieron en un asunto primordial durante el Primer Concilio de Nicea,
convocado por el emperador Constantino I en el año 325. Afirmaba que Jesús
fue creado por Dios como el primer acto de la Creación, que Jesús fue la
coronación gloriosa de toda la creación. Entonces, el arrianismo, es la opinión
de que Jesús fue un ser creado con atributos divinos, pero no divino en y por
Sí mismo.
Su doctrina se malinterpreta a causa de las referencias que se hacen en el
cansancio de Jesús (Jn 4,6) y el hecho que no tuviese conocimiento de la
parusía (Mt 24,36). Ante la dificultad de entender cómo es que Dios pudo
estar cansado o que ignorara algo, le llevo a relegar a Jesús a un ser creado.
Eustacio de Antioquia:
En el año 325 presenta su obra de exegesis alegórica, despojando la sagrada
escritura de su carácter histórico. Su obra titulada “de anima” contiene dos
partes; la primera es la refutación contra el pensamiento platónico alma y
cuerpo y la segunda contra el arrianismo que el Logos asumió un cuerpo
humano sin alma humana. Y otro fragmento que defiende la divinidad
perfecta y a la humanidad perfecta de Cristo.
Juan Crisóstomo:
De los cuatro grandes Padres de Oriente y de los tres doctores ecuménicos de
la escuela griega, afamado rector y fino exegeta, primer asceta y monje,
diacono y presbítero de Antioquia, obispo de Constantinopla, se ha dado
varias fechas de su nacimiento entre 1344 y 1354. Su producción literaria se
puede dividir en tratados, homilías y cartas, entre las más importantes son las
catequesis sobre el bautismo donde expone las exigencias espirituales del
cristiano, como el también el tratado a Teodoro donde le deja claro el
concepto sobre la virginidad y la vida matrimonial.
Diodoro de Tarso (+ 394):
Estuvo unido con la anterior tradición antioquena sólo por su método y por sus
tesis teológicas. Sus discípulos más famosos fueron Juan Crisóstomo y
Teodoro de Mopsuestia, en cuya generación la escuela antioquena alcanzó un
período de gran esplendor.
Numerosos comentarios de Diodoro cultiva su exégesis, en oposición
consciente a la interpretación alegórico-mística de los alejandrinos, sin
embargo, con su exégesis histórico-gramatical él va más allá de “la letra
desnuda”. Así como él defiende decididamente contra los arrianos la divinidad
plena del Hijo, acentúa igualmente contra Apolinar que en la encarnación el
Logos ha asumido íntegramente la naturaleza humana. Así se llega en el
pensamiento antioqueno a una fuerte separación en Jesucristo entre el que es
Hijo de Dios y el que es hijo de María y, con ello, de David. Mas, para no
renunciar a la unidad, Diodoro asegura que no son dos hijos, si bien no
consigue exponer esta unidad en forma conceptualmente satisfactoria.
Teodoro de Mopsuestia:
Coincide con Máximo de Seleucia y San Juan Crisóstomo en la escuela del
retórico Libanio y más tarde frecuenta la del filósofo Andragatio. Como la
mayor parte de los grandes hombres del siglo IV siente verdadera inclinación
hacia el ascetismo y vida contemplativa, hasta que, por fin, junto con el
Crisóstomo abraza la vida monástica en un lugar próximo a la ciudad. En una
crisis en la que los estudios teológicos y la vida ascética llegaron a hastiarle,
tomó bruscamente la decisión de volver al primitivo estado y dedicarse a los
tan añorados estudios jurídicos. Pero Teodoro vuelve de nuevo al monasterio
quizá por secundar la voz de su conciencia, quizá por secundar los consejos de
sus verdaderos amigos. El historiador Sozomeno ha visto en el retorno de
Teodoro a la vida monástica una prueba fehaciente del talento persuasivo de
Juan Crisóstomo (Hist. Eccl.: PG 67,1516-1517). El año 383, Teodoro es
ordenado presbítero y predica en Antioquía. Sobresale como polemista
infatigable que lucha contra los adversarios de la fe cualesquiera que éstos
fueren: origenistas, arrianos, apolinaristas, etc. Por aquel entonces se agrupan
junto a él, en el monasterio de Euprepios, Rufino de Aquileya, Juan, que más
tarde será obispo de Antioquía, Teodoreto, futuro obispo de Ciro, y Barsumas,
futuro metropolita de Nísibe. Entre los mencionados discípulos, un nombre
llama poderosamente la atención, es el de Nestorio. No se puede determinar
con certeza el modo cómo Teodoro ejerce su influencia en Nestorio, pero lo
cierto es que la cristología de éste dista mucho de ser original. En el año 386,
Teodoro va a Tarso, en donde vive con Diodoro, y escribe hasta el 392, año en
que es consagrado obispo de Mopsuestia (Cilicia). Teodoro estuvo presente en
el Concilio de Constantinopla (año 392), que zanjó la controversia entre
Agapio y Badagio por la sede de Bostra. La ocasión de este sínodo fue la
causa de que tanto el clero como el pueblo de Constantinopla escuchase y
admirase el saber y la elocuencia de Teodoro. De su predicación en la Corte,
cediendo a los ruegos del emperador Teodosio, nos informa Facundo (cfr. Pro
defensione... 2,2: PL 67,563). En el año 418, Teodoro ofrece asilo a Julián de
Eclana y a otros obispos pelagianos que habían sido expulsados por el papa
Zósimo. Es probable que al dirigirse Nestorio a la sede constantinopolitana
visitara a Teodoro, que murió a finales del año 428, antes, pues, de que
estallase la controversia nestoriana, en la que su nombre y su doctrina se
verían implicados.

Enseña, contra la doctrina de Apolinar de Laodicea, la perfecta humanidad de


Cristo, no desprovista de alma racional. Punto positivo, que se ve
contrapesado por su tendencia a una posición en la que la unión de las dos
naturalezas no es bien recogida. Se puede afirmar que la cristología de
Teodoro desarrolla las tesis principales de Diodoro de Tarso. Enseña que las
dos naturalezas de Cristo están «inmezcladas», ya que la mezcla solamente se
realiza entre naturalezas iguales, idea ésta, en sí acertada, pero que a él le lleva
a afirmar una cierta separación. La humanidad de Cristo -dice- fue como la
nuestra: no pecó, pero luchó contra las pasiones y la concupiscencia. Un
«prosopon» es el que corresponde a la naturaleza humana y otro «prosopon»
distinto es el que corresponde a la naturaleza divina. Admite dos sujetos de
atribución en Cristo: el Verbo nacido del Padre desde la eternidad y Jesús
nacido de la Virgen María en el tiempo. La perícopa bíblica «Verbum caro
factum est», afirma, no se puede entender de una conversión propiamente
dicha, sino de algo que aparentemente se realizó. Trata, no obstante, de salvar
la divinidad de Cristo (contra Arrio) y dice que la unión entre el Verbum
assumens y el hominem assuptum es estrechísima, y la califica de unión
eat`eudo-kian, es decir, unión según la voluntad. De esta unión resulta un
«prosopon» o lo que es lo mismo: un querer, una virtud, una dignidad, una
adoración. Ese «prosopon» de unión, resultante de la conjunción de las
naturalezas humana y divina, no presupone, en el pensar de Teodoro, la
unidad de persona física, es decir, la persona del Verbo, que sea sujeto único a
quien se le atribuya cualquier acción ejercida bien por la naturaleza humana,
bien por la naturaleza divina. Por consiguiente, dada la concepción deficiente
que tiene Teodoro sobre naturaleza e hipóstasis, hay que admitir que
personaliza cada uno de esos «prosopon» propios de cada una de las
naturalezas.

Teodoro, aunque murió en paz con la Iglesia y no fue acusado de error por
ninguno de sus contemporáneos, sostenía algunas posiciones que no eran
compatibles con la verdadera fe de la Iglesia. Su doctrina cristológica fue
condenada en el Concilio de Constantinopla del año 553 (Controversia de los
Tres Capítulos).

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