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Unidad I

La filosofía y la antropología filosofófica

Condiciones para filosofar


El asombro
“Platón decía que el asombro es el origen de la filosofía.
Nuestros ojos nos "hacen ser partícipes del espectáculo de las
estrellas, del sol y de la bóveda celeste". Este espectáculo nos
ha "dado el impulso de investigar el universo. De aquí broto
para nosotros la filosofía, el mayor de los bienes deparados por
los dioses a la raza de los mortales". Y Aristóteles: "Pues la
admiración es lo que impulsa a los hombres a filosofar:
empezando por admirarse de lo que les sorprendía por
extraño, avanzaron poco a poco y se preguntaron por las
vicisitudes de la luna y del sol, de los astros y por el origen del universo.
El admirarse impele a conocer. En la admiración cobro conciencia de no saber. Busco el saber,
pero el saber mismo, no para satisfacer ninguna necesidad común. El filosofar es como un
despertar de la vinculación a las necesidades de la vida. Este despertar tiene lugar mirando
desinteresadamente a las cosas, al cielo y al mundo, preguntando qué sea todo ello y de dónde
todo ello venga, preguntas cuya respuesta no serviría para nada útil, sino que resulta satisfactoria
por sí sola”1.

El espíritu crítico
a) La crisis
“Uno piensa en el cine cuando no va al cine, o cuando va y algo no
funciona como debería funcionar. "Crisis" significa eso, algo que se
rompe y, porque se rompe, hay que analizarlo. De ahí viene el término
"crítica", que significa análisis o estudio de algo para emitir un juicio.
Y de ahí también "criterio", que es razonamiento adecuado.
La crisis nos obliga a pensar. La crisis del mundo, la de nuestras
relaciones -que a veces están a punto de naufragar-, la crisis de la
economía, de la política. Pensar es consecuencia de alguna crisis. Si no, ¿para qué pensar? Si nos
va bien en los negocios, ¿para qué pensar en los negocios? Pero si nos va mal en la vida, podemos
llegar a pensar: "¿Para qué necesito yo todo esto, para qué me sirve?, ¿mejora mi vida con ello?".
La crisis produce análisis, reflexión. Cuando el pensamiento es sistemático, cuando abarca los
grandes temas de la vida y busca e indaga qué es el amor, qué es el bien, qué es la vida, qué es
la felicidad, sin dejarse llevar por las preferencias individuales, se llama filosofía”2.

b) El despertar de la conciencia
“Suele suceder que las decoraciones se derrumben. Levantarse, tomar el tranvía, cuatro horas de
oficina o de fábrica, la comida, el tranvía, cuatro horas de trabajo, la comida, el sueño y lunes,
martes, miércoles, jueves, viernes y sábado con el mismo ritmo es una ruta que se sigue
fácilmente durante la mayor parte del tiempo. Sólo que un día se alza el "por qué" y todo
comienza con esa lasitud teñida de asombro. "Comienza": esto es importante. La lasitud está al fi-
nal de los actos de una vida maquinal, pero inicia al mismo tiempo el movimiento de la
conciencia. La despierta y provoca la continuación. La continuación es la vuelta inconsciente a la
cadena o el despertar definitivo”3.

1
Jaspers, K., La filosofía, Fondo de cultura económica, México, 1981, 25.
2
Barylko, J., La filosofía. Una invitación a pensar, Planeta, Buenos Aires, 1997, 12-13.
3
Camus, A., El mito de Sísifo, Losada, Buenos Aires, 2007, 25.
4
La visión profunda
“En efecto, a menudo estamos muy seguros de lo que vemos y, sin embargo,
lo que vemos es una apariencia, no es la realidad. Tengo compañeros a
quienes he encasillado como simpáticos o antipáticos. De pronto me
encuentro con alguien a quien no dudo en clasificar como antipático y, des-
pués de muchos años, descubro que en realidad es muy simpático, una
persona encantadora.
Nada es lo que parece ser. Ni el mundo, ni la esposa de uno.
Le comento a un amigo del barrio estas vicisitudes y también las reflexiones
que las originaron. El es profesor en la escuela secundaria. Me mira y se
sonríe, con un dejo de ironía y otro de misericordia:
-¡Terminas de descubrir la filosofía! -me dice, y me golpea amistosamente en la espalda, como se
estimula a un niño que acaba de decir o hacer algo brillante.
Lo miro en silencio, cohibido.
-Sí, eso es la filosofía. Estamos rodeados de apariencias. Cuando uno se despierta, quiere
conocer la verdad, lo que se oculta detrás de las apariencias. En griego se dice aletheia, lo des-
cubierto, es decir, la verdad. De eso se ocupa la filosofía.
_¿Y por qué no somos todos filósofos? -le pregunto.
-Primero, porque no todos nos despertamos. Algunos, mejor dicho una amplia mayoría, pasan la
vida entre las apariencias y con ellas se satisfacen: apariencia de dicha, apariencia de amor,
apariencia de alegría...
-¡Basta, basta -lo interrumpo-, no me amargues más!
-No se trata de amargarte, al contrario. Si despiertas y tomas conciencia de la apariencia, anhelarás
el conocimiento de la verdad profunda, des-tapada, de la aletheia, como te decía. Ahí hallarás el
bien, lo permanente, y eso te dará reposo, serenidad para deleitarte.
-¿Y cómo despertarse?
-Cuando la apariencia entra en crisis, cuando falla, si estás dispuesto a darte cuenta, se produce la
fractura. La realidad se desgarra como un velo, ahí te detienes, y piensas. Perder la protección que
brindan las apariencias es un dolor, pero saber que uno sale de la oscuridad a la luz es una
dicha”4.

La humildad
“En nuestro tiempo, el filósofo Paul Feyerabend sostiene, en ¿Por qué
no Platón?, que el pensamiento nunca debería dejar de ser diálogo para
ser viviente. En los diálogos los personajes que hablan confrontan
puntos de vista diferentes, y así es como se da lugar a la duda, y de ella
surge el pensamiento. Du-da tiene la raíz dos. Quien tiene una idea no
piensa, porque no du-da. Y si no tiene dos ideas que se contrapongan,
lo mejor que puede hacer es recurrir al diálogo con otro. Eso
aprendemos con Sócrates: si nos quedamos con nuestra propia idea,
esta se nos vuelve una cárcel y no crecemos. Debemos abrimos al
otro. Al otro humano, y al otro concepto”5.

4
Barylko, J., La filosofía. Una invitación a pensar, Planeta, Buenos Aires, 1997, 9-11.
5
Barylko, J., La filosofía. Una invitación a pensar, Planeta, Buenos Aires, 1997, 26.
5
Comienzos de la filosofía
Comienzo histórico: la filosofía y los mitos
“Por filosofía entendemos una manera de pensar totalmente
nueva que surgió en Grecia alrededor del año 600 antes de
Cristo. Hasta entonces habían sido las distintas religiones las
que le dieron a la gente las respuestas a todas esas preguntas
que se hacían. Estas explicaciones religiosas se transmitieron
de generación en generación a través de los mitos. Un mito es
un relato sobre Dioses, que permite explicar el principio de
la vida, dar respuestas a los seres humanos de algo que no
entienden.
Los filósofos criticaron mucho la mitología nórdica, y por primera vez se dijo que los mitos no
eran más que imaginaciones humanas; esto conllevó a un cambio de una manera de pensar mítica
a un razonamiento basado en la experiencia y la razón. En términos generales un filósofo puede
interesarse por el origen de las plantas, animales, y otros pueden averiguar si existe un Dios, o si
el ser humano tiene un alma inmortal (…)
Alrededor del año 700 a. de C., gran parte de los mitos griegos fueron plasmados por escrito por
Homero y Hesíodo. Con esto se creó una nueva situación. Al tener escritos los mitos, se hizo
posible discutirlos.
Los primeros filósofos griegos criticaron la mitología de Homero sólo porque los dioses se
parecían mucho a los seres humanos y porque tenían casi todas las características que poseen los
hombres. Por primera vez se dijo que quizás los mitos no fueran más que imaginaciones humanas.
Encontramos un ejemplo de esta crítica de los mitos en el filósofo Jenófanes, que nació en el 570 a.
de C. «Los seres humanos se han creado dioses a su propia imagen», decía. «Creen que los dioses
han nacido y que tienen cuerpo, vestidos e idioma como nosotros. Los negros piensan que los
dioses son negros y chatos, los tracios los imaginan rubios y con ojos azules. ¡Incluso si los bueyes,
caballos y leones supieran pintar, habrían representado dioses con aspecto de bueyes, caballos y
leones! »”6.

Comienzo real: no se puede no filosofar


“(…) Como la filosofía es indispensable al hombre, está en todo tiempo ahí, públicamente, en los
refranes tradicionales, en apotegmas filosóficos corrientes, en convicciones dominantes, como por
ejemplo en el lenguaje de los espíritus ilustrados, de las ideas y creencias políticas, pero ante todo,
desde el comienzo de la historia, en los mitos. No hay manera de escapar a la filosofía. La
cuestión es tan sólo si será consciente o no, si será buena o mala, confusa o clara. Quien rechaza
la filosofía, profesa también una filosofía, pero sin ser consciente de ella”7.

Distintas definiciones de Filosofía


a) Pitágoras (582-507): Amor a la sabiduría
“La palabra filosofía es un término griego que significa amante (filos) de
la sabiduría (sofía). La invención y el sentido de su término se atribuye al
antiguo filósofo griego Pitágoras, el cual, interrogado por el rey Leontas, si
él era sabio, contestó: Yo no soy sabio (sofos), sino un amante o buscador
de sabiduría (filósofo). Con ello quería expresar modestamente, que no
poseía la ciencia, pero que trabajaba para adquirirla, insistiendo más en lo
que no sabía que en lo que sabía. Los hombres han tenido la necesidad
siempre de buscar la sabiduría y por eso el filosofar ha acompañado a la
humanidad desde sus orígenes, en una forma más o menos perfecta”8.

6
Gaarder, J., El mundo de Sofía, Novela sobre la historia de la filosofía, Madrid, Siruela, 1995.
7
Jaspers, K., La filosofía, México, Breviarios del Fondo de Cultura Económica, 1957.
8
Quiles, I., ¿Qué es la filosofía?, Club de lectores, Buenos Aires, 1973, 10-11.
6
b) Étienne Gilson (1884-1978): Amor a la sabiduría
“La filosofía, según el significado de su nombre, es amor a la sabiduría.
Filosofar, por tanto, es buscar la sabiduría a través de un esfuerzo estable de
reflexión, que en sí mismo implica requisitos éticos definidos; porque nadie
puede, al mismo tiempo, filosofar y llevar un modo de vida incompatible con
el pensar filosófico (...) La vida de un filósofo es un esfuerzo constante por
adquirir la sabiduría.
Pero ¿qué es la sabiduría? Según la definición clásica, es el conocimiento de los primeros
principios y de las primeras causas. Por supuesto, también incluye el conocimiento de muchas
otras cosas; pero, en la medida en que utiliza su sabiduría, un sabio conoce todo lo demás como
incluido en los primeros principios y las primeras causas, o al menos en relación con ellos.
Todos tenemos alguna experiencia de lo que esto quiere decir. Hay cosas que conocemos porque
las recordamos, y hay otras que conocemos, no porque nos acordemos de ellas, sino porque
conocemos algunas otras por las cuales podemos encontrarlas siempre que las necesitemos, sin
recargar nuestra memoria con detalles innecesarios. Cada vez que nuestra inteligencia logra en
esa forma reemplazar el conocimiento mismo por algunos de sus principios y de sus causas, está
en el camino hacia la sabiduría. De hecho, ya ha encontrado la sabiduría, al menos parcialmente.
Si esto es verdad, la filosofía es menos un saber que una vida dedicada a la búsqueda de
determinado saber, la sabiduría. Es una ocupación peculiar y que dura toda la vida. Por esto hay
tan pocos filósofos, entiendendo por filósofos hombres cuya vida entera está total y finalmente
dedicada a la tarea de alcanzar la sabiduría. Es cierto que a la mayoría de los hombres les encanta
decir, de vez en cuando, que ellos también son filósofos. Y lo son, a su modo, en la medida en que,
a través de una larga experiencia de las cosas y de los hombres, más una cierta dosis de reflexión,
han llegado a algunas conclusiones generales que llaman su filosofía. Sin embargo, no son
filósofos, precisamente porque su así llamada filosofía ha surgido espontáneamente de sus vidas,
mientras que la vida de un filósofo está completamente dedicada a la conquista de la sabiduría. Si
se es filósofo, no se puede hacer nada más que filosofar; o si se hace algo más, se hará en vistas a
asegurar la libertad que se necesita para filosofar (...)
La vida filosófica se asemeja al enamoramiento, o a la respuesta a la llamada de una vocación, o a
la experiencia transformadora de una conversión (...) Un verdadero filósofo no es sino un hombre
que ama la sabiduría por sí misma, porque amarla en razón de alguna otra cosa es ser un amante,
no de la sabiduría, sino de alguna otra cosa (...) La filosofía se vuelve impura tan pronto como es
animada por cualquier otro motivo que no sea la voluntad de conocer las cosas exactamente como
son y de, conociendo la verdad, darle una expresión adecuada (...)”9.

Platón (427-347):
a) Entre la ignorancia y la sabiduría
“- Ninguno de los dioses hace filosofía, ni desea volverse sabio, desde el momento que ya lo es.
Y quien es sabio no filosofa. Pero ni siquiera los ignorantes hacen filosofía, ni desean volverse
sabios. En efecto, la ignorancia tiene justamente esto de penoso: quien no es ni bello ni bueno ni
sabio, considera serlo, en cambio, de modo conveniente. Y, en efecto, aquél que no considera estar
necesitado, no desea aquello de lo que no considera tener necesidad.
- ¿Quiénes son, pues, Diotima aquellos que filosofan si no lo son los sabios y ni tampoco los
ignorantes?
Es claro incluso hasta para un niño que son aquellos que se encuentran a mitad de camino entre
los unos y los otros, y uno de estos es justamente Eros. En efecto, la sabiduría es una de las cosas
más bellas, y Eros es amor por lo Bello. Por esto es necesario que Eros sea filósofo y en cuanto es
filósofo, que sea intermediario entre el sabio y el ignorante”10.

9
Gilson, E., El amor a la sabiduría, Otium, 1979.
10
Platón, Banquete, II.
7
b) La filosofía es contemplación
“Los verdaderos filósofos son aquellos que aman contemplar la verdad”11.

c) Filosofar es prepararse para morir


“-Pues entonces, replicó Sócrates, ¿cuándo el alma se apodera de la
verdad? Está visto que cuando trata de examinar alguna cosa con la
ayuda del cuerpo, éste la engaña radicalmente.
--Es cierto.
--Por consiguiente, ¿no se manifiesta la realidad al alma en el acto de
pensar?
--Si.
--Y el alma ¿no piensa mejor cuando no está perturbada ni por la vista,
ni por el oído, ni por el dolor, ni por el placer, sino cuando, por el
contrario, a solas consigo misma y liberándose en la medida que le es
posible de la compañía del cuerpo, se apega a lo que ella es?
--Es así.
--¿No es entonces cuando el alma del filósofo desprecia al cuerpo, huye de él y trata de estar a
solas consigo misma?
--Así parece.
--Prosigamos, Simias. ¿Diremos que lo justo en sí es algo, o que no es nada?
--Diremos que es algo, por Zeus.
--¿Y no diremos lo mismo del bien y de la belleza?
--Sin duda.
--Pero, ¿los has visto alguna vez con tus propios ojos?
--No, dijo Simias.
--¿O los has percibido con algún otro sentido del cuerpo? Y no hablo solamente de lo justo, del
bien y de lo bello, sino de la magnitud, de la salud, de la fuerza, y en una palabra, de la esencia de
todas las cosas, es decir, lo que son en sí mismas. ¿Contemplamos lo más verdadero de ellas por
medio del cuerpo, o es más cierto que penetramos en lo que queremos conocer a medida que
vamos pensando más en ello y con mayor rigor?
--Es cierto.
--Entonces, ¿hay algo más puro que pensar con el pensamiento solo, liberado de todo elemento
extraño y sensible, y aplicar inmediatamente el pensamiento en sí mismo y por sí mismo a la
investigación de cada cosa en sí misma y por sí misma, sin ayuda de los oídos ni de las orejas, sin
ninguna intervención del cuerpo que no hace más que perturbar al alma e impedirle que halle la
sabiduría y la verdad siempre que tiene trato con él? Y si es posible llegar a conocer la esencia de
las cosas, Simias, ¿no es por este medio?
--De maravillas, Sócrates, no puede hablarse mejor.
--De todo ello, continuó Sócrates, se desprende necesariamente que los verdaderos filósofos deben
pensar y decirse entre sí cosas como estas. Tal vez hay algún camino que guíe a la razón en su
investigación: mientras tengamos nuestro cuerpo, mientras nuestra alma se halle unida a esta cosa
nociva, nunca poseeremos el objeto de nuestros deseos, es decir, la verdad. En efecto, el cuerpo
nos provoca mil dificultades por la necesidad de alimentarlo. Además de esto, las enfermedades
que nos atacan impiden nuestra caza del ser. El cuerpo nos llena de amores, de deseos, de
temores, de mil quimeras, de mil necedades, de tal modo que, por decir verdad, no nos deja ni
una hora de sensatez. Porque, ¿qué es lo que provoca las guerras, las sediciones y los combates? El
cuerpo y sus pasiones. Todas las guerras proceden de la posesión de riquezas y nos vemos
forzados a acumularlas a causa del cuerpo, para subvenir a sus necesidades. Y por ello tenemos

11
Platón, República, IV.
8
tanta pereza para filosofar. Y lo peor de todo es que cuando casualmente nos deja algún tiempo
libre y nos ponemos a reflexionar, interviene de súbito en medio de nuestras investigaciones, nos
perturba, nos trastorna y nos hace incapaces de discernir la verdad. Está pues demostrado que, si
queremos saber claramente algo, hemos de separarnos del cuerpo y mirar por medio del alma en
sí misma las cosas en sí mismas. Y solamente entonces disfrutaremos de la sabiduría, de la que
nos declaramos enamorados, es decir, después de nuestra muerte, y no durante nuestra vida. Y la
misma razón nos lo dice. Pues si es imposible conocer nada distintamente mientras estamos
unidos al cuerpo, una de dos: o bien no llegaremos nunca al saber, o llegaremos a él después de la
muerte, porque entonces el alma será en sí misma y por sí misma, separada del cuerpo. Y mientras
estemos en esta vida, no nos acercaremos al saber si no es con la condición de separarnos del
cuerpo, de renunciar a todo trato con él, a menos que sea una absoluta necesidad, de no dejarnos
contaminar por su naturaleza, de mantenernos limpios de sus contaminaciones hasta que el
mismo Dios nos libere de él. Y así, libres de la locura del cuerpo, conversaremos, según espero,
con hombres libres como nosotros, y conoceremos por nosotros mismos todo lo que es puro y sin
mezcla. En esto, sin duda, consiste la verdad. Pero, al que no es puro, no le está permitido
contemplar la pureza. Esto es, a mi parecer, amigo Simias, lo que los verdaderos amigos del saber
deben pensar y hablar entre ellos. ¿No crees tú lo mismo que yo?
-- Completamente, Sócrates (...)
-- ¿Y la purificación (catarsis) no es, por ventura, lo que en la tradición se viene diciendo desde
antiguo (las tradiciones órficas), el separar lo más posible el cuerpo del alma y el acostumbrarla a
concentrarse y recogerse en sí misma, retirándose de todas las partes del cuerpo, y viviendo en lo
posible tanto en el presente como en el después sola en sí misma, desligada del cuerpo como de
una atadura?
--Así es, en efecto --dijo.
--¿Y no se da el nombre de muerte a eso precisamente, al desligamiento y separación del alma con
el cuerpo?
--Sin duda alguna --respondió Simmias.
--Pero el desligar el alma, según afirmamos, es la aspiración suma, constante, propia tan solo de
los que filosofan en el recto sentido de la palabra; y la ocupación de los filósofos estriba
precisamente en eso mismo, en el desligamiento y separación del alma y del cuerpo. ¿Sí o no?
--Así parece (...)
--Luego, en realidad, oh Simmias --replicó Sócrates--, los que filosofan en el recto sentido de la
palabra se ejercitan en morir, y son los hombres a quienes menos temeroso resulta el estar
muertos”12.

Aristóteles (384-322): La ciencia primera


“Hay una ciencia que considera al ente en cuanto ente y los atributos que
tiene por sí. No es ninguna de las ciencias llamadas particulares, pues
ninguna de éstas considera en general el ente en cuanto ente, sino que,
separando una cierta parte de él, consideran sus propiedades; éste es el caso
de las ciencias matemáticas. Pero, puesto que nosotros buscamos los
primeros principios y las causas supremas, es claro que existe alguna cosa
necesariamente a la que pertenecen estos principios y estas causas en virtud
de su propia naturaleza. Por tanto, si aquellos que buscaban los elementos
del ser buscaban estos mismos principios, resulta necesariamente que los
elementos del ser son [elementos del ser] no por accidente sino en cuanto a
ser. Por ello también nosotros debemos aprehender las causas primeras del ente en cuanto ente”13.

12
Platón, Fedón, 65a_68a.
13
Aristóteles, Metafísica, IV.
9
Immanuel Kant (1724-1804): La crítica del conocimiento
“La metafísica, tanto de la naturaleza como la de la moral y, especialmente, la
crítica de la razón que se atreve a volar con sus propias alas -crítica que va antes,
como ejercicio introductorio (propedéutica)- es lo único que constituye
realmente lo que podemos llamar filosofía en sentido propio”14.

Auguste Comte (1798-1857): La ley de los tres estados


“Para explicar convenientemente la verdadera naturaleza y el carácter
propio de la filosofía positiva, es indispensable, desde un principio, echar
una mirada retrospectiva a la marcha progresista del espíritu humano
considerado en su conjunto, ya que cualquiera de nuestras especulaciones
no puede ser bien comprendida más que a través de su historia.
Así, al estudiar el desarrollo total de la inteligencia humana en sus diversas
esferas de actividad, desde sus orígenes hasta nuestros días, creo haber
descubierto una gran ley fundamental, a la cual está sujeto este desarrollo
con una necesidad invariable y que me parece que puede ser sólidamente establecida, bien con
pruebas racionales que nos proporciona el conocimiento de nuestra organización, bien con las
verificaciones históricas que resultan de un atento examen del pasado. Esta ley consiste en que
cada una de nuestras principales especulaciones, cada rama de nuestros conocimientos, pasa
sucesivamente por tres estados teóricos diferentes: el estado teológico o ficticio, el estado
metafísico o abstracto, y el estado científico o positivo. En otras palabras, que el espíritu
humano, por su naturaleza, emplea sucesivamente, en cada una de sus investigaciones, tres
métodos de filosofar, cuyos caracteres son esencialmente diferentes e, incluso, radicalmente
opuestos: primero, el método teológico; a continuación, el método metafísico; y, por fin, el método
positivo. De aquí, tres clases de filosofías, o de sistemas generales de reflexión sobre el conjunto de
los fenómenos que se excluyen mutuamente: el primero es el punto de partida necesario de la
inteligencia humana, el tercero su estado fijo y definitivo, y el segundo está destinado
únicamente a servir de transición.
En el estado teológico, el espíritu humano al dirigir esencialmente sus investigaciones hacia la
naturaleza íntima de los seres, hacia las causas primeras y finales de todos los efectos que le
asombran, en una palabra, hacia los conocimientos absolutos, se representa los fenómenos como
producidos por la acción directa y continuada de agentes sobrenaturales más o menos
numerosos, cuya arbitraria intervención explica todas las anomalías aparentes del universo.
En el estado metafísico, que en el fondo no es más que una simple modificación del primero, los
agentes sobrenaturales son reemplazados por fuerzas abstractas, verdaderas entidades
(abstracciones personificadas), inherentes a los diversos seres del mundo, y concebidas como
capaces de engendrar por sí mismas todos los fenómenos observados, cuya explicación consiste,
así, en asignar a cada uno su entidad correspondiente.
Por fin, en el estado positivo, el espíritu humano, reconociendo la imposibilidad de obtener
nociones absolutas, renuncia a buscar el origen y el destino del universo y a conocer las causas
íntimas de los fenómenos, para dedicarse únicamente a descubrir, con el uso bien combinado
del razonamiento y de la observación, sus leyes efectivas, es decir, sus relaciones invariables de
sucesión y similitud. La explicación de los hechos, reducida a sus términos reales, no será en
adelante otra cosa que la coordinación establecida entre los diversos fenómenos particulares y
algunos hechos generales, que las diversas ciencias han de limitar al menor número posible”15.

14
Kant, I., Crítica de la razón pura, Doctrina trasc. del método, cap. 3, B 879.
15
Comte, A., Curso de filosofía positiva, Lección primera, Aguilar, Buenos Aires 1973, p. 34-36.
10
Karl Marx (1818-1883):
a) La filosofía es la religión convertida en pensamiento
“(…) la filosofía no es más que la religión convertida en
pensamiento y desarrollada discursivamente y que, por tanto,
debe condenarse tanto como aquélla, ya que no representa sino
otra forma, otro modo de existencia de la alienación del
hombre”16.

b) Práctica sobre teoría


“Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de
diversas maneras; de lo que se trata es de transformarlo”17.

Bertrand Russell (1872-1970): Preguntas abiertas


Los problemas que son susceptibles de una respuesta precisa se han colocado en las ciencias,
mientras que sólo los que no la consienten actualmente quedan formando el residuo que
denominamos filosofía. Sin embargo, eso es sólo una parte de la verdad en lo que se refiere a la
incertidumbre de la filosofía. Hay muchos problemas -y entre ellos los que tienen un interés más
profundo para nuestra vida espiritual- que, en los límites de lo que podemos saber, permanecerán
necesariamente insolubles para el intelecto humano, salvo si su poder llega a ser de un orden
totalmente diferente de lo que es hoy. ¿Tiene el Universo una unidad de
plan o designio, o es una fortuita conjunción de átomos? ¿Es la
conciencia una parte del Universo que da la esperanza de un crecimiento
indefinido de la sabiduría, o es un accidente transitorio en un pequeño
planeta en el cual la vida acabará por hacerse imposible? ¿El bien y el
mal son de alguna importancia para el Universo, o solamente para el
hombre? La filosofía plantea problemas de este género, y los diversos
filósofos contestan a ellas de diversa maneras. Pero parece que, sea o no
posible hallarles por otro lado una respuesta, las que propone la filosofía no pueden ser
demostradas como verdaderas. Sin embargo, por muy débil que sea la esperanza de hallar una
respuesta, es una parte de la tarea de la filosofía continuar la consideración de estos problemas,
haciéndonos conscientes de su importancia, examinando todo lo que nos aproxima a ellos, y
manteniendo vivo este interés especulativo por el Universo, que nos expondríamos a matar si nos
limitáramos al conocimiento de lo que puede ser establecido mediante un conocimiento
definitivo”18.

Manuel García Morente (1886-1942): El continente filosófico


“Las ciencias particulares se van constituyendo con autonomía propia y
disminuyendo la extensión designada por la filosofía. Van otras ciencias
saliendo y entonces, ¿qué queda? Actualmente, de modo provisional y muy
fluctuante, podremos enumerar del modo siguiente las disciplinas comprendidas
dentro de la palabra filosofía: diremos que la filosofía comprende la ontología
(estudio del ser), o sea la reflexión sobre los objetos en general; y como una de las
partes de la ontología, la metafísica (estudio de lo inmaterial). Comprende también la lógica
(reglas del razonamiento), la teoría del conocimiento (estudio del conocimiento humano), la ética
(estudio de las acciones humanas), la estética (estudio de la belleza artística), la filosofía de la
religión y comprende o no comprende –no sabemos- la psicología y la sociología; porque
16
Marx, K., Manuscritos de economía y filosofía, en F. Canals, Textos de los grandes filósofos: edad contemporánea, Herder,
Barcelona 1990, p.22.
17
Marx, K., Tesis sobre Feuerbach, en F. Canals, Textos de los grandes filósofos: edad contemporánea, Herder, Barcelona 1990,
p.19-22.
18
Russell, B., Los problemas de la filosofía, Labor, Barcelona 1978, p. 130-131.
11
justamente la psicología y la sociología están en este momento en si se separan o no se separan de
la filosofía (...).
Pero apuremos más el problema. ¿Por qué han quedado dentro de la filosofía esas disciplinas?
Voy a contestar esta pregunta de una manera muy filosófica, que consiste en invertir la pregunta.
Del mismo modo que Bergson ha dicho muchas veces que una de las técnicas para definir el
carácter de una persona no sólo consiste en enumerar lo que prefiere, sino también y sobre todo
en enumerar lo que no prefiere; del mismo modo, en vez de preguntarnos por qué han
sobrevivido filosóficamente estas disciplinas, vamos a preguntarnos por qué las otras no han
sobrevivido. En vez de preguntarnos por qué están la lógica, la teoría del conocimiento y la
metafísica en la filosofía, vamos a preguntarnos por qué se han marchado las matemáticas, la
física, la química, y las demás. Y si nos preguntamos por qué se han desprendido, encontramos
lo siguiente: que una ciencia se ha desprendido del viejo tronco de la filosofía cuando ha
logrado circunscribir un trozo en el inmenso ámbito de la realidad, definirlo perfectamente y
dedicar exclusivamente su atención a esa parte, a ese aspecto de la realidad”19.

Ortega y Gasset (1883-1955): «mi vida» como punto de partida de la filosofía


“Lo primero, pues, que ha de hacer la filosofía es definir ese dato, definir lo que
es «mi vida», «nuestra vida», la de cada cual. Vivir es el modo de ser radical: toda
otra cosa y modo de ser lo encuentro en mi vida, dentro de ella, como detalle de
ella y referido a ella. En ella todo lo demás es y es lo que sea para ella, lo que sea
como vivido. La ecuación más abstrusa de la matemática, el concepto más
solemne y abstracto de la filosofía, el Universo mismo, Dios mismo son cosas
que encuentro en mi vida, son cosas que vivo. Y su ser radical y primario es, por
tanto, ese ser vividas por mí, y no puedo definir lo que son en cuanto vividas si no averiguo qué
es «vivir» (…).
Por tanto, el problema radical de la filosofía es definir ese modo de ser, esa realidad primaria
que llamamos «nuestra vida». Ahora bien, vivir es lo que nadie puede hacer por mí -la vida es
intransferible-, no es un concepto abstracto, es mi ser individualísimo. Por vez primera, la filosofía
parte de algo que no es una abstracción”20.

Albert Camus (1913-1960): La pregunta fundamental


“No hay más que un problema filosófico verdaderamente
serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena de
que se la viva es responder a la pregunta fundamental de la
filosofía (…) En cambio, veo que muchas personas mueren
porque estiman que la vida no vale la pena de que se la viva.
Veo otras que, paradójicamente, se hacen matar por las ideas o
las ilusiones que les dan una razón para vivir (lo que se llama
una razón para vivir, es al mismo tiempo, una excelente razón
para morir)”21.

19
García Morente, M., Lecciones preliminares de filosofía, Buenos Aires: Losada, 1991, p. 16-17
20
Ortega y Gasset, ¿Qué es filosofía?, en «Obras completas», vol. VII, Revista de Occidente, Madrid 1966-69, p.401-404.
21
Camus, A., El mito de Sísifo, Losada, Buenos Aires, 2007, 15.
12
Juan Alfredo Casaubón (1929-2010): La filosofía como búsqueda de
respuestas profundas
“La investigación y demostración tendientes a dar respuesta a los grandes
interrogantes del hombre sobre el universo, sobre la vida, sobre sí mismo,
sobre la moral y la esencia de la técnica, y por último, sobre el ente en ciencia
cuanto tal, que culminan en el problema de Dios, son tarea de la filosofía.
Ahora bien, dicho esto, pdoemos enunciar la definición más divulgada de la
filosofía: «el conocimiento cierto de todas las cosas a la luz de la razón,
explciadas por sus causas primeras o últimas»”22.

Definición de filosofía como ciencia


“La palabra griega Filosofía significa en castellano amor de la sabiduría. Se dice que Pitágoras fue
el inventor de la palabra al proclamarse modestamente «filósofo», es decir, amante de la
sabiduría. Yo prefiero definir esta ciencia así: el conocimiento cierto y evidente de todas las cosas
por sus últimas causas, logrado con la sola luz natural”23.

Por qué la filosofía es ciencia


“A efectos prácticos, la experiencia no parece diferir en absoluto del arte, sino que los hombres de
experiencia tienen más éxito, incluso, que los que poseen la teoría, pero no la experiencia (la razón
está en que la experiencia es el conocimiento de cada caso individual, mientras que el arte lo es de
los generales, y las acciones y las producciones todas se refieren a lo individual (…) Pero no es
menos cierto que pensamos que el saber y el conocer se dan más bien en el arte que en la
experiencia y tenemos por más sabios a los hombres de arte que a los de experiencia, como que la
sabiduría acompaña a cada uno en mayor grado según (el nivel de) su saber. Y esto porque los
unos saben la causa y los otros no. Efectivamente, los hombres de experiencia saben el hecho,
pero no el porqué, mientras que los otros conocen el porqué, la causa. Por ello, en cada caso
consideramos que los que dirigen la obra son más dignos de estima, y saben más, y son más
sabios que los obreros manuales: porque saben las causas de los que se está haciendo (a los otros,
por su parte, -los consideramos- como algunos seres inanimados que también hacen, pero hacen
lo que hacen sin conocimiento como, por ejemplo, quema el fuego, si bien los seres inanimados
hacen cosas tales por cierta disposición natural, mientras que los obreros manuales las hacen por
hábito). Con que no se considera que aquéllos son más sabios por su capacidad práctica, sino
porque poseen la teoría y conocen las causas (…)
Además, no pensamos que ninguna sensación sea sabiduría, por más que éstas sean el modo de
conocimiento por excelencia respecto de los casos individuales: y es que no dicen el porqué acerca
de nada, por ejemplo, por qué el fuego es caliente, sino solamente que es caliente (…)”24

Objeto material
“Que no es una ciencia productiva resulta evidente ya desde los primeros que filosofaron: en
efecto, los hombres –ahora y desde el principio- comenzaron a filosofar al quedarse maravillados
ante algo, maravillándose en un primer momento ante lo que comúnmente causa extrañeza y
después, al progresar poco a poco, sintiéndose perplejos ante cosas de mayor importancia, por
ejemplo, ante las peculiaridades de la luna, y las del sol y los astros, y ante el origen del Todo.
Ahora bien, el que se siente perplejo y maravillado reconoce que no sabe (de ahí que el amante del
mito sea, a su modo, «amante de la sabiduría»: y es que el mito se compone de maravillas). Así,
pues, si filosofaron por huir de la ignorancia, es obvio que perseguían el saber por afán de

22
Casaubón, A., Nociones generales de lógica y filosofía, Buenos Aires: Estrada, 1985, p.6
23
Caballero, J. A., Obras de José Agustín Caballero Vol. 1, Editorial de la Universidad de La Habana, La Habana, 1944.
24
Aristóteles, Metafísica, Libro I, Capítulo primero.
13
conocimiento y no por utilidad alguna. Por otra parte, así lo atestigua el modo en que sucedió: y
es que un conocimiento tal comenzó a buscarse cuando ya existían todos los conocimientos
necesarios y también los relativos al placer y a pasarlo bien. Es obvio, pues, que no la buscamos
por ninguna utilidad, sino que, al igual que un hombre libre es, decimos, aquel cuyo fin es él
mismo y no otro, así también consideramos que ésta es la única ciencia libre: solamente ella es, en
efecto, su propio fin.”25

Objeto formal
“Apréciese, de paso, al mismo tiempo que se señala en qué consiste la reflexión filosófica, una
comparación entre ciencia y reflexión filosófica. Ante el hecho de la muerte de un ser humano el
problema no consiste tan sólo en determinar si la causa de la muerte fue un infarto o un cáncer
(ciencia positiva) sino en determinar por qué el hombre es mortal (filosofía); o bien, responder
al modo como las cámaras legislativas elaboran las leyes positivas (ciencia positiva) deja todavía
abierta la cuestión de la determinación de la razón última que, hace necesaria la existencia de tales
leyes (filosofía).”26

La razón y la fe
a) Saber y Creer
“Ante todo conviene decir algunas palabras sobre la creencia en general. La situación
«proporcionalidad entre creencia y evidencia» no es, a mi juicio, tan frecuente en la vida científica
como se pretende. El interés preferente de los científicos no es creer en las cosas, sino llegar a
saberlas. Que yo sepa, nadie usa la palabra «fe» para referirse a cosas sabidas. El médico dice
«”creo” que este hombre ha sido envenenado» antes de examinar su cuerpo. Después de hacerlo,
declara «ha sido envenenado». Nadie afirma «creo la tabla de multiplicación». Quien coge a un
ladrón con las manos en la masa no dice tampoco «”Creo” que estaba robando». Durante su
trabajo, es decir, cuando actúa como hombre de ciencia, el científico se afana por eludir la creencia
y la incredulidad y por alcanzar el conocimiento. Para ello utiliza, naturalmente, hipótesis o
supuestos. Ni aquéllas ni estos son, a mi juicio, creencia. No debemos buscar, pues, la actitud del
científico sobre ellas en su vida científica, sino en las horas de ocio”27.

b) Creer con duda (opinar) y creer con certeza (tener fe)


“En el lenguaje moderno, el verbo «creer» expresa generalmente, salvo en dos casos especiales,
un grado muy débil de opinión. «¿Dónde está Tom?» «Creo que se ha ido a Londres». El hablante
no se sorprendería apenas si Tom no se hubiera ido a Londres. «¿En qué año ocurrió? » «Creo que
en 430 antes de Cristo». El hablante quiere decir que no está seguro en absoluto de la respuesta.
Lo mismo ocurre con la fórmula negativa “No creo”. («¿Se va a matricular Jones este trimestre? »
«No creo»).
Sin embargo, expresada de otra forma, la frase negativa se transforma en uno de los usos
especiales mencionados hace un momento. Éste es el caso del enunciado «no lo creo» y de la
proposición más fuerte todavía, «no te creo». La versión negativa «no lo creo» es más enérgica que
la positiva «creo». «¿Dónde está la señora Jones? » «Creo que se ha largado con el mayordomo».
«No lo creo». La última expresión especialmente cuando es pronunciada con ira, puede
implicar una convicción cuya certeza subjetiva resulta difícil distinguir del conocimiento
empírico.
El otro uso especial es la afirmación «creo» tal como es pronunciado por un cristiano. No es
demasiado difícil hacer comprender al materialista endurecido, por más que sea incapaz de
aprobarlo, el carácter esencial de la actitud expresada con el término «creo». Basta con que se
imagine a sí mismo repitiendo «no lo creo» ante el relato de un milagro, y conceda semejante

25
Ibidem.
26
Pieper, J., Defensa de la filosofía, Herder, Barcelona, 1976, 14.
27
Lewis, C. S., El diablo propone un brindis, Rialp, Madrid, 2008, 82.
14
grado de convicción a la parte contraria. El es consciente de su incapacidad para refutar el
milagro con la certeza de la demostración matemática. Con todo, la posibilidad formal de que
haya ocurrido no le produce realmente más inquietud que el temor de que el agua no esté
compuesta por oxígeno e hidrógeno. El cristiano tampoco pretende necesariamente tener
pruebas demostrativas. Sin embargo, la posibilidad formal de que Dios no exista no entraña el
menor atisbo de duda sobre su existencia. Algunos cristianas sostienen que hay pruebas
demostrativas de la existencia de Dios. Tal vez haya también materialistas dispuestos a afirmar
que hay refutaciones demostrativas. Cualquiera de los dos podría estar en la cierto (caso de que lo
esté alguno), siempre que se limitara a afirmar que la demostración o refutación es conocimiento,
no creencia o incredulidad. Estamos hablando de creencia e incredulidad en su más alto grado. En
cambio, al referirnos al conocimiento no aludimos a su forma más elevada. En este sentido, la
creencia es, a mi juicio, asentimiento a una proposición cuya elevada probabilidad lleva a la
exclusión psicológica de la duda, pero no a la eliminación lógica de la disputa”28.

c) La fe no religiosa
“Cabe preguntar si este género de creencia (y, por supuesto, de incredulidad) es adecuado para
las proposiciones no teológicas. A mi juicio, muchas convicciones provocan un tipo de
asentimiento semejante. Ciertas posibilidades no parecen tan grandes, que la ausencia de certeza
lógica no provoca en nosotros la menor sobra de dudas. Las creencias científicas de los no
científicos tienen con frecuencia ese carácter, especialmente entre personas de escaza formación.
La mayor parte de nuestras creencias sobre los demás son del mismo tipo. El propio científico, o
cualquiera que haya trabajado como tal en un laboratorio, tiene determinadas convicciones
sobre su esposa y sus amigos. Ninguno de ellas carece, a su juicio, de evidencia. Más aún,
poseen una certeza superior a la que pueda proporcionar la evidencia del laboratorio”29.

d) Creencia e incredulidad
“Los hombres tratan de huir cuanto les es posible de la región de la creencia para adentrarse en
la del conocimiento, y si consiguen el saber no vuelven a decir que creen. Los problemas
interesantes para el matemático se pueden resolver siguiendo una técnica estricta y
particularmente clara. Los del científico tiene la suya propia, enteramente distinta. Los del
historiador y el juez, por su parte, son también distintos de los anteriores. Hasta donde los legos
podemos conjeturar, la fórmula del matemático utiliza el razonamiento, la del científico el
experimento, la del historiador el documento, la del juez el testimonio concurrente declarado bajo
juramento. Como hombres todos ellos tiene determinadas creencias sobre cuestiones ajenas a sus
disciplinas a las que no aplican normalmente los métodos adecuados para ellas. Si lo hicieran,
levantarían cierta sospecha de morbidez e incluso de locura. La fuerza de la creencia varía desde
la opinión débil a la completa certidumbre subjetiva. Entre las formas fuerte de creencia se
encuentra la fórmula «creo» pronunciada por el cristiano y la expresión «no creo ni una palabra»
proferida por el ateo. El tema genuino de discrepancia entre ambos no implica necesariamente
una fuerza semejante de creencia o incredulidad. Hay quienes creen moderadamente en la
existencia o no existencia de Dios. En cambio, la creencia o incredulidad de otros carece
absolutamente de dudas. Toda creencia, las débiles y las fuertes, se asienta, según los que la
tienen, en evidencia. Pero los creyentes firmes y los incrédulos decididos consideran sus
testimonios particularmente incontrovertibles. No es preciso suponer completa insensatez en
ninguno de ellos. Basta considerarlos equivocados. Uno de ellos ha estimado erróneamente la
evidencia. Ni siquiera así se puede suponer, sin embargo, que el error sea de naturaleza
escandalosa. De otro modo no podría continuar el debate”30.

28
Lewis, C. S., El diablo propone un brindis, Rialp, Madrid, 2008, 82-83.
29
Lewis, C. S., El diablo propone un brindis, Rialp, Madrid, 2008, 83-84.
30
Lewis, C. S., El diablo propone un brindis, Rialp, Madrid, 2008, 87-88.
15
e) Demostración o confianza
“La ambigüedad no es, en este sentido, algo en pugna con la fe, sino una condición que la hace
posible. Cando alguien pide nuestra confianza, podemos dársela o negársela. Pero carece de
sentido decir que la otorgaremos cuando se nos ofrezcan certezas susceptibles de demostración. Si
se dieran demostraciones, no habría lugar para la confianza”31.

La alegoría de la caverna
“--Ahora, continué, imagínate nuestra naturaleza, por lo que se refiere a la ciencia, y a la
ignorancia, mediante la siguiente escena. Imagina unos hombres en una habitación subterránea en
forma de caverna con una gran abertura del lado de la luz. Se encuentran en ella desde su niñez,
sujetos por cadenas que les inmovilizan las piernas y el cuello, de tal manera que no pueden ni
cambiar de sitio ni volver la cabeza, y no ven más que lo que está delante de ellos. La luz les viene
de un fuego encendido a una cierta distancia detrás de ellos sobre una eminencia del terreno.
Entre ese fuego y los prisioneros, hay un camino elevado, a lo largo del cual debes imaginar un
pequeño muro semejante a las barreras que los ilusionistas levantan entre ellos y los espectadores
y por encima de las cuales muestran sus prodigios.
--Ya lo veo, dijo.
--Piensa ahora que a lo largo de este muro unos hombres llevan objetos de todas clases, figuras de
hombres y de animales de madera o de piedra, v de mil formas distintas, de manera que aparecen
por encima del muro. Y naturalmente entre los hombres que pasan, unos hablan y otros no dicen
nada.
--Es esta una extraña escena y unos extraños prisioneros, dijo.
--Se parecen a nosotros, respondí. Y ante todo, ¿crees que en esta situación verán otra cosa de sí
mismos y de los que están a su lado que unas sombras proyectadas por la luz del fuego sobre el
fondo de la caverna que está frente a ellos.
--No, puesto que se ven forzados a mantener toda su vida la cabeza inmóvil.
--¿Y no ocurre lo mismo con los objetos que pasan por detrás de ellos?
--Sin duda.
--Y si estos hombres pudiesen conversar entre sí, ¿no crees que creerían nombrar a las cosas en sí
nombrando las sombras que ven pasar?
--Necesariamente.
--Y si hubiese un eco que devolviese los sonidos desde el fondo de la prisión, cada vez que hablase
uno de los que pasan, ¿no creerían que oyen hablar a la sombra misma que pasa ante sus ojos?
--Sí, por Zeus, exclamó.

31
Lewis, C. S., El diablo propone un brindis, Rialp, Madrid, 2008, 94.
16
--En resumen, ¿estos prisioneros no atribuirán realidad más que a estas sombras?
--Es inevitable.
--Supongamos ahora que se les libre de sus cadenas y se les cure de su error; mira lo que resultaría
naturalmente de la nueva situación en que vamos a colocarlos. Liberamos a uno de estos
prisioneros. Le obligamos a levantarse, a volver la cabeza, a andar y a mirar hacia el lado de la luz:
no podrá hacer nada de esto sin sufrir, y el deslumbramiento le impedirá distinguir los objetos
cuyas sombras antes veía. Te pregunto qué podrá responder si alguien le dice que hasta entonces
sólo había contemplado sombras vanas, pero que ahora, más cerca de la realidad y vuelto hacia
objetos más reales, ve con más perfección; y si por último, mostrándole cada objeto a medida que
pasa, se le obligase a fuerza de preguntas a decir qué es, ¿no crees que se encontrará en un apuro,
y que le parecerá más verdadero lo que veía antes que lo que ahora le muestran?
--Sin duda, dijo.
--Y si se le obliga a mirar la misma luz, ¿no se le dañarían los ojos? ¿No apartará su mirada de ella
para dirigirla a esas sombras que mira sin esfuerzo? ¿No creerá que estas sombras son realmente
más visibles que los objetos que le enseñan?
--Seguramente.
--Y si ahora lo arrancamos de su caverna a viva fuerza y lo llevamos por el sendero áspero y
escarpado hasta la claridad del sol, ¿esta violencia no provocará sus quejas y su cólera? Y cuando
esté ya a pleno sol, deslumbrado por su resplandor, ¿podrá ver alguno de los objetos que
llamamos verdaderos?
--No podrá, al menos los primeros instantes.
--Sus ojos deberán acostumbrarse poco a poco a esta región superior. Lo que más fácilmente verá
al principio serán las sombras, después las imágenes de los hombres y de los demás objetos
reflejadas en las aguas, y por último los objetos mismos. De ahí dirigirá sus miradas al cielo, y
soportará más fácilmente la vista del cielo durante la noche, cuando contemple la luna y las
estrellas, que durante el día el sol y su resplandor.
--Así lo creo.
--Y creo que al fin podrá no sólo ver al sol reflejado en las aguas o en cualquier otra parte, sino
contemplarlo a él mismo en su verdadero asiento.
--Indudablemente.
--Después de esto, poniéndose a pensar, llegará a la conclusión de que el sol produce las
estaciones y los años, lo gobierna todo en el mundo visible y es en cierto modo la causa de lo que
ellos veían en la caverna.
--Es evidente que llegará a esta conclusión siguiendo estos pasos.
--Y al acordarse entonces de su primera habitación y de sus conocimientos allí y de sus
compañeros de cautiverio, ¿no se sentirá feliz por su cambio y no compadecerá a los otros?
Ciertamente.
--Y si en su vida anterior hubiese habido honores, alabanzas, recompensas públicas establecidas
entre ellos para aquel que observase mejor las sombras a su paso, que recordase mejor en qué
orden acostumbran a precederse, a seguirse o a aparecer juntas y que por ello fuese el más hábil
en pronosticar su aparición, ¿crees que el hombre de que hablamos sentiría nostalgia de estas
distinciones, y envidiaría a los más señalados por sus honores o autoridad entre sus compañeros
de cautiverio? ¿.No crees más bien que será como el héroe de Homero y preferirá mil veces no ser
más «que un mozo de labranza al servicio de un pobre campesino» y sufrir todos los males
posibles antes que volver a su primera ilusión y vivir como vivía?
--No dudo que estaría dispuesto a sufrirlo todo antes que vivir como anteriormente.
--Imagina ahora que este hombre vuelva a la caverna y se siente en su antiguo lugar. ¿No se le
quedarían los ojos como cegados por este paso súbito a la obscuridad?
--Sí, no hay duda.
--Y si, mientras su vista aún está confusa, antes de que sus ojos se hayan acomodado de nuevo a la
obscuridad, tuviese que dar su opinión sobre estas sombras y discutir sobre ellas con sus
17
compañeros que no han abandonado el cautiverio, ¿no les daría que reír? ¿No dirán que por haber
subido al exterior ha perdido la vista, y no vale la pena intentar la ascensión? Y si alguien
intentase desatarlos y llevarlos allí, ¿no lo matarían, si pudiesen cogerlo y matarlo?
--Es muy probable.
--Ésta es precisamente, mi querido Glaucón, la imagen de nuestra condición. La caverna
subterránea es el mundo visible. El fuego que la ilumina, es la luz del sol. Este prisionero que sube
a la región superior y contempla sus maravillas, es el alma que se eleva al mundo inteligible. Esto
es lo que yo pienso, ya que quieres conocerlo; sólo Dios sabe si es verdad. En todo caso, yo creo
que en los últimos límites del mundo inteligible está la idea del bien, que percibimos con
dificultad, pero que no podemos contemplar sin concluir que ella es la causa de todo lo bello y
bueno que existe. Que en el mundo visible es ella la que produce la luz y el astro de la que
procede. Que en el mundo inteligible es ella también la que produce la verdad y la inteligencia. Y
por último que es necesario mantener los ojos fijos en esta idea para conducirse con sabiduría,
tanto en la vida privada como en la pública. Yo también lo veo de esta manera, dijo, hasta el punto
de que puedo seguirte. [. . .]
--Por tanto, si todo esto es verdadero, dije yo, hemos de llegar a la conclusión de que la ciencia no
se aprende del modo que algunos pretenden. Afirman que pueden hacerla entrar en el alma en
donde no está, casi lo mismo que si diesen la vista a unos ojos ciegos.
--Así dicen, en efecto, dijo Glaucón.
--Ahora bien, lo que hemos dicho supone al contrario que toda alma posee la facultad de
aprender, un órgano de la ciencia; y que, como unos ojos que no pudiesen volverse hacia la luz si
no girase también el cuerpo entero, el órgano de la inteligencia debe volverse con el alma entera
desde la visión de lo que nace hasta la contemplación de lo que es y lo que hay más luminoso en
el ser; y a esto hemos llamado el bien, ¿no es así?
--Sí.
--Todo el arte, continué, consiste pues en buscar la manera más fácil y eficaz con que el alma
pueda realizar la conversión que debe hacer. No se trata de darle la facultad de ver, ya la tiene.
Pero su órgano no está dirigido en la buena dirección, no mira hacia donde debiera: esto es lo que
se debe corregir.
--Así parece, dijo Glaucón”32.

La filosofía es la actividad propia del hombre


“Muchas personas tienen distintos hobbies. Unas coleccionan monedas antiguas o estampillas, a
otras les gustan las labores manuales, y otras emplean la mayor parte de su tiempo libre en la
práctica de algún deporte. A muchas les gusta también la lectura. Pero lo que leemos es muy
variado. Unos leen sólo periódicos o cómics, a algunos les gustan las novelas, y otros prefieren
libros sobre distintos temas, tales como la astronomía, la fauna o los inventos tecnológicos.
Aunque a mí me interesen los caballos o las piedras preciosas, no puedo exigir que todos los
demás tengan los mismos intereses que yo. Si sigo con gran interés todas las emisiones deportivas
en la televisión, tengo que tolerar que otros opinen que el deporte es aburrido.
¿Hay, no obstante, algo que debería interesar a todo el mundo? ¿Existe algo que concierna a
todos los seres humanos, independientemente de quiénes sean o de en qué parte del mundo
vivan? Sí, hay algunas cuestiones que deberían interesar a todo el mundo.
¿Qué es lo más importante en la vida? Si preguntamos a una persona que se encuentra en el límite
del hambre, la respuesta será comida. Si dirigimos la misma pregunta a alguien que tiene frío, la
respuesta será calor. Y si preguntamos a una persona que se siente sola, la respuesta seguramente
será estar con otras personas.

32
Platón, República, Libro VII.
18
Pero con todas esas necesidades cubiertas, ¿hay todavía algo que todo el mundo necesite? Los
filósofos opinan que sí. Opinan que el ser humano no vive sólo de pan. Es evidente que todo el
mundo necesita comer. Todo el mundo necesita también amor y cuidados. Pero aún hay algo más
que todo el mundo necesita. Necesitamos encontrar una respuesta a quién somos y por qué
vivimos.
Interesarse por el por qué vivimos no es, por lo tanto, un interés tan fortuito o tan casual como,
por ejemplo, coleccionar estampillas o ranas. Quien se interesa por cuestiones de ese tipo está
preocupado por algo que ha interesado a los seres humanos desde que viven en este planeta. El
cómo ha nacido el universo, el planeta y la vida aquí, son preguntas más grandes y más
importantes que quién ganó más medallas de oro en los últimos juegos olímpicos de invierno.
La mejor manera de aproximarse a la filosofía es plantear algunas preguntas filosóficas: ¿Cómo se
creó el mundo? ¿Existe alguna voluntad o intención detrás de lo que sucede? ¿Hay otra vida
después de la muerte? ¿Cómo podemos solucionar problemas de ese tipo? Y, ante todo: ¿cómo
debemos vivir? En todas las épocas, los seres humanos se han hecho preguntas de este tipo. No se
conoce ninguna cultura que no se haya preocupado por saber quiénes son los seres humanos y de
dónde procede el mundo.
En realidad, no son tantas las preguntas filosóficas que podemos hacernos. Ya hemos formulado
algunas de las más importantes. No obstante, la historia nos muestra muchas respuestas
diferentes a cada una de las preguntas que nos hemos hecho. Vemos, pues, que resulta más fácil
hacerse preguntas filosóficas que contestarlas.
También hoy en día cada uno tiene que buscar sus propias respuestas a esas mismas preguntas.
No se puede consultar una enciclopedia para ver si existe Dios o si hay otra vida después de la
muerte. La enciclopedia tampoco nos proporciona una respuesta a cómo debemos vivir. No
obstante, a la hora de formar nuestra propia opinión sobre la vida, puede resultar de gran ayuda
leer lo que otros han pensado.
La búsqueda de la verdad que emprenden los filósofos podría compararse, quizás, con una
historia policíaca. Unos opinan que Andersen es el asesino, otros creen que es Nielsen o Jepsen.
Cuando se trata de un verdadero misterio policíaco, puede que la policía llegue a descubrirlo
algún día. Por otra parte, también puede ocurrir que nunca lleguen a develar el misterio. No
obstante, el misterio sí tiene una solución. Aunque una pregunta resulte difícil de contestar puede,
sin embargo, pensarse que tiene una, y sólo una respuesta correcta. O existe una especie de vida
después de la muerte, o no existe.
A través de los tiempos, la ciencia ha solucionado muchos antiguos enigmas. Hace mucho era un
gran misterio saber cómo era la otra cara de la luna. Cuestiones como ésas eran difícilmente
discutibles; la respuesta dependía de la imaginación de cada uno. Pero, hoy en día, sabemos con
exactitud cómo es la otra cara de la luna. Ya no se puede "creer" que hay un hombre en la luna, o
que la luna es un queso.
Uno de los viejos filósofos griegos que vivió hace más de dos mil años pensaba que la filosofía
surgió debido al asombro de los seres humanos. Al ser humano le parece tan extraño existir que
las preguntas filosóficas surgen por sí solas, opinaba él. Es como cuando contemplamos juegos de
magia: no entendemos cómo puede haber ocurrido lo que hemos visto. Y entonces nos
preguntamos justamente eso: ¿cómo ha podido convertir el prestidigitador un par de pañuelos de
seda blanca en un conejo vivo? A muchas personas, el mundo les resulta tan inconcebible como
cuando el prestidigitador saca un conejo de ese sombrero de copa que hace un momento estaba
completamente vacío.
En cuanto al conejo, entendemos que el prestidigitador tiene que habernos engañado. Lo que nos
gustaría descubrir es cómo ha conseguido engañarnos. Tratándose del mundo, todo es un poco
diferente. Sabemos que el mundo no es trampa ni engaño, pues nosotros mismos andamos por la
Tierra formando una parte del mismo. En realidad, nosotros somos el conejo blanco que se saca
del sombrero de copa. La diferencia entre nosotros y el conejo blanco es simplemente que el

19
conejo no tiene sensación de participar en un juego de magia. Nosotros somos distintos. Pensamos
que participamos en algo misterioso y nos gustaría desvelar ese misterio.
En cuanto al conejo blanco, quizás convenga compararlo con el universo entero. Los que vivimos
aquí somos unos bichos minúsculos que vivimos muy dentro de la piel del conejo. Pero los
filósofos intentan subirse por encima de uno de esos fines pelillos para mirar a los ojos al gran
prestidigitador”33.

La filosofía y el ocio
a) El ocio y el negocio
“A partir de este momento y listas ya todas las ciencias tales, se inventaron las que no se orientan
al placer ni a la necesidad, primeramente en aquellos lugares en que los hombres gozaban de
ocio: de ahí que las artes matemáticas se constituyeran por primera vez en Egipto, ya que allí la
casta de los sacerdotes gozaba de ocio”34.

b) Ni trabajo ni descanso
“Es el ocio la gozosa actividad de la no-actividad, la contemplación silenciosa, lúcida y
aceptadora de la realidad y el misterio del mundo, la pausa en el trabajo que, levantándose
sobre el mero descanso, levanta al funcionario a la plenitud de su condición de hombre”35.

“Sólo puede haber ocio cuando el hombre se encuentra consigo mismo, cuando asiente a su
verdadero ser (...). Frente al exclusivismo de la norma ejemplar del trabajo como actividad está el
ocio como la actitud de la no actividad, de la íntima falta de ocupación, del descanso, del dejar
hacer, del callar. El ocio es una forma de ese callar que es un presupuesto para la percepción de la
realidad; sólo oye el que calla, y el que no calla no oye. Ese callar no es un apático silencio ni un
mutismo muerto, sino que significa más bien que la capacidad de reacción que por disposición
divina tiene el alma ante el ser no se expresa en palabras. El ocio es la actitud de la percepción
receptiva, de la inmersión intuitiva y contemplativa en el ser.
En el ocio hay, además, algo de la serena alegría del no poder comprender, del reconocimiento del
carácter secreto del mundo, de la ciega fortaleza del corazón del que confía y que deja que las
cosas sigan su curso (...). El ocio no es la actitud del que interviene, sino del que se relaja; no la del
que ase, sino la del que se suelta y abandona (...)”36.

Ha llegado la hora de filosofar


“Que nadie, mientras sea joven, se muestre remiso en filosofar, ni, al llegar a viejo, de filosofar se
canse. Porque, para alcanzar la salud del alma, nunca se es demasiado viejo ni demasiado joven.
Quien afirma que aún no le ha llegado la hora o que ya le pasó la edad, es como si dijera que para
la felicidad no le ha llegado aún el momento, o que ya lo dejó atrás. Así pues, practiquen la
filosofía tanto el joven como el viejo; uno, para que aún envejeciendo, pueda mantenerse joven en
su felicidad gracias a los recuerdos del pasado; el otro, para que pueda ser joven y viejo a la vez
mostrando su serenidad frente al porvenir. Debemos meditar, por tanto, sobre las cosas que nos
reportan felicidad, porque, si disfrutamos de ella, lo poseemos todo y, si nos falta, hacemos todo
lo posible para obtenerla”37.

33
Gaarder, J., El mundo de Sofía, Novela sobre la historia de la filosofía, Madrid, Siruela, 1995.
34
Aristóteles, Metafísica, Libro I, Capítulo primero.
35
Entralgo, P. L., Ocio y trabajo, Revista de Occidente, Madrid, 1960, 23.
36
Pieper, J., El ocio y la vida intelectual, Rialp, Madrid, 1962, 44-51.
37
Epicuro, Carta a Meneceo, en Obras, Tecnos, Madrid, 1994.
20
Definición etimológica de antropología filosófica
“La etimología de la palabra «Antropología»
proviene del griego anthropos (hombre) y logos
(tratado o ciencia): así pues, nos encontramos frente
a una ciencia o disciplina acerca del hombre10.

Tres tipos de antropologías


“Así pues, a la hora de sistematizar los distintos
saberes sobre el hombre se pueden distinguir, al
menos, tres tipos de disciplinas:
a) Antropología física o etnografía. Es el estudio del
hombre desde el punto de vista físico; es decir,
estudia los rasgos corporales, morfológicos y
fisiológicos de los individuos o grupos humanos,
según las diversas localizaciones geográficas y
climáticas. En otras palabras, realiza el tratamiento
sistemático de las razas humanas y el origen de las
mismas. Esta disciplina aporta datos muy reveladores sobre la dimensión corpórea del hombre,
pero resulta insuficiente porque metodológicamente no puede acceder a los aspectos espirituales
del mismo. Se debe evitar el peligro de una visión reductivista del hombre que pretende agotar la
realidad humana reduciéndola a un aspecto de la misma. Este reductivismo sólo es posible desde
unos presupuestos cientificistas.
b) Antropología cultural o etnología. Esta disciplina se centra en el análisis de la historia, estructura y
desarrollo de las diversas culturas humanas. «Es la ciencia que estudia los modelos típicos de
comportamiento de un grupo humano para descubrir los códigos o reglas de hábitos o tendencias,
tanto en el lenguaje, en las acciones, en las técnicas y en las creaciones como en sus normas socio-
políticas, su filosofía, su arte y su religión».11 El objeto de estudio de la antropología cultural son
los efectos y obras «objetivadas» del espíritu humano, pero no estudia directamente la naturaleza
y esencia del ser humano. No obstante, proporciona datos muy valiosos que corresponde a la
Antropología filosófica tratar desde la perspectiva metafísica.
c) Antropología filosófica o Filosofía del hombre. Es un estudio sistemático del hombre por sus causas
últimas y principios esenciales del ser y obrar humanos. Éste es el centro de nuestra reflexión: nos
proponemos estudiar al hombre en su globalidad. De esta manera los otros dos sentidos del
término son asumidos pero desde una perspectiva diversa: «Ésta es, en parte, la tarea de la
"antropología filosófica"; ella podría establecer un fundamento último y unas metas unitarias a esa
abigarrada serie de disciplinas especiales que hoy se ocupan del hombre: la física, la biología, la
etnología, las ciencias psicológicas y sociales, las ciencias de la cultura, etc.». 13 Para evitar la
ambigüedad del término «Antropología» nos referiremos a ella también como «Filosofía del
hombre» donde se aprecia de manera más explícita el carácter filosófico de la reflexión sobre el
hombre.

10
Ibáñez Langlois, J. M., Introducción a la Antropología filosófica. 5ª edición. Pamplona, EUNSA, 1999, pp. 11-12
11
Vélez Correa, J. El hombre: un enigma. Antropología Filosófica. México, Consejo Episcopal Latinoamericano, 1995, p. 33
13
Ibáñez Langlois, J.M., Op. Cit, p. 14
21
Definición real
La Filosofía del hombre, en cuanto disciplina filosófica, se propone como objeto de estudio el
hombre en sus dimensiones esenciales. Es decir, mira al hombre no desde sus aspectos
accidentales o cambiantes, sino desde la unidad que proporciona el saber último sobre la realidad.
«Esta "antropología filosófica” se propone la cuestión de "qué es el hombre" en su sentido más
profundo y radical, que ha sido común a los filósofos de todos los tiempos».
Es precisamente la consideración filosófica (y en última instancia metafísica) lo que lleva a que se
estudie al hombre en su globalidad, y no aspectos parciales del mismo. La parcialidad del objeto de
estudio es propia de las ciencias particulares, que con métodos propios y diversificados se proponen
analizar algunas dimensiones específicas de su objeto. (...)
Con esto queremos hacer ver que ninguna ciencia particular
sobre el hombre (ya se llame paleoantropología, sociología,
medicina, etc.) puede llegar al núcleo último de la realidad
esencial del mismo. Corresponde a la Antropología filosófica
realizar la síntesis de esas disciplinas particulares desde una
perspectiva metafísica. En definitiva, podemos decir que «el
objeto de la antropología filosófica es el estudio filosófico del
hombre, es decir, el estudio de su esencia, para encontrar una
respuesta a la pregunta: "quién es el hombre", tomado en la
unidad y en la globalidad de su existir y de su naturaleza». La
Antropología filosófica es la disciplina que tiene por objeto al hombre,
estudiado por sus últimas causas y principios más radicales: estudia
al hombre y sus operaciones esenciales en su globalidad.
El descubrimiento de la verdad esencial, ya lo hemos dicho, no
puede ser total, porque siempre se podrá conocer más y mejor
el «misterio» o «enigma» del hombre. Además, el conocimiento
sobre el hombre no es repentino. Para acceder a lo esencial del hombre es preciso partir de su
obrar, que es lo más manifiesto para nosotros. Este proceso de acceso a la realidad esencial del
hombre es lo que constituye el método o modo de proceder de la Antropología filosófica”38.

38
García Cuadrado, J. Á., Antropología filosófica. Una introducción a la filosofía del hombre, Pamplona, EUNSA, 2001, 22-30.
22
Unidad II: Qué es el hombre

Grados del ser viviente


a) La escala de la naturaleza
“Los seres vivientes realizan actos vitales, pero no todos los vivientes realizan todos los actos
vitales; de allí que haya una gradación que va desde la superior a lo inferior, y que hablemos de
los grados del ser viviente.
En rigor de verdad, hay una gradación previa, puesto que nosotros espontáneamente clasificamos
las realidades del mundo de nuestra experiencia en:
1. Minerales
2. Vegetales
3. Animales
4. Hombres

De donde los grados del ser corpóreo son entonces cuatro:


1. Mineral
2. Vegetativo
3. Sensitivo
4. Racional

(…) los grados pueden estudiarse de dos maneras:


1) Como referidos a la distribución de lo viviente en el universo –y así digo que en el universo
hay plantas, animales y hombres-, (…). En el universo de mi experiencia hay vivientes
vegetativos (los vegetales), formalmente sensitivos (bestias) y formalmente racionales (los
hombres);
2) Como presentes en un ser, o bien en otro ser de la naturaleza: así es que en el animal
encuentro la vegetatividad que le es común con el vegetal y la sensibilidad que le es propia y que
lo define. Y en el hombre encuentro lo vegeto-sensitivo que le es común con los restantes
vivientes del universo, y la racionalidad que le es propia (…).

La persona humana
La constitución esencial del hombre
a) Cuerpo
“En primer lugar, es indudable que en el hombre hay un cuerpo, que se mueve
entre otros cuerpos de este mundo. Es, pues, el hombre un ente corpóreo y
mutable, dotado de fuerzas físico-químicas como cualquier otro cuerpo.

b) Vida vegetativa
En segundo lugar, ese cuerpo no es un cuerpo inorgánico, como un trozo de
azufre; se mueve a sí mismo, tiene movimiento inmanente, y por tanto hay en él
vida; ante todo -yendo de lo inferior a lo superior-, vida vegetativa, con las tres
potencias que son propias de este tipo de vida: nutrición, crecimiento y (posible)
reproducción.
Esta vida vegetativa no niega las fuerzas físico-químicas que actúan en nuestro
cuerpo; pero las absorbe o sublima para que sirvan a un modo de ser superior: el de la vida vege-
tativa, en donde una especie de dirección interior las utiliza según un plan -el plan de la especie-

23
para constituir un cuerpo orgánico con sus partes perfectamente diferenciadas y aptas para ese
tipo de vida.

c) Vida sensitiva
En tercer lugar, el ente humano no se limita a estar implantado en el mundo,
como una piedra o una planta; su ser es un ser-en-el-mundo, expresión ésta
que dice algo más que el estar incluido en el mundo: el
hombre tiene al mundo como objeto, "frente" a sí; se
comunica con él, cual los animales, por el conocimiento
sensible (sentidos externos: vista, oído, olfato, gusto, tacto; sentidos internos:
sentido común o central, imaginación, memoria y "cogitativa" o "ratio
particularis" (en los animales: estimativa), y también como los animales, por los apetitos sensibles:
el concupiscible (tendencia hacia los bienes deleitables) y el irascible
(tendencia hacia los bienes arduos). Tiene también, sin duda, la potencia de
locomoción (movimiento de lugar, de locus: lugar y
motus: movimiento) (…), como los animales
superiores. Esta vida sensible no niega la vida
vegetativa -así como ésta no niega las fuerzas físico-químicas-, sino que a su
vez la utiliza, sublima y absorbe en su propio nivel.

d) Vida racional
En cuarto lugar: Por todo lo dicho, hay algo más, y más importante: la
existencia en éste de una vida racional. Efectivamente, todo lo
individual es subsumido por el entender humano bajo lo universal: este
hombre; esta casa; aquella piedra; un animal, y aún bajo lo
trascendental: este ente, esto uno; este algo, etc.

La inteligencia
La inteligencia humana conoce lo universal (conceptos universales) y es capaz también de
emitir afirmaciones o negaciones universales: "todo ente corpóreo es compuesto"; "todo hombre
es racional"; "toda parte es menor que su todo", y aún trascendentales: "todo ente contingente se
compone de esencia y ser".
También es capaz - y en esto es más típicamente racional- de llevar a cabo
raciocinios con términos universales o trascendentales:
Todo animal es extenso.
Todo hombre es animal.
Luego, todo hombre es extenso.
(…)
Esta presencia de lo universal y de lo trascendental en el pensar humano es lo que en primer lugar
lo distingue del animal irracional; el hombre, por su intelecto, es capaz de abstraer, de pasar de lo
singular a lo universal o a lo trascendental; de este hombre a hombre; de Sócrates a filósofo; de
esta piedra a ente.
La simple aprehensión intelectual (…) tiene por fruto el concepto; con esto superamos a los ani-
males, reducidos a las imágenes y por lo tanto a lo singular, al aquí y ahora. Es el concepto lo que
permite que el hombre haga ciencia, filosofía, arte, moral, técnica; es lo que hace posible que tenga
religión, y todo ello no lo tienen los animales irracionales.
Asimismo, el intelecto humano es capaz de dedicarse a una actividad práctica, en busca del bien
del hombre en cuanto tal (moral) o del bien de tal o cual artefacto (técnica); lo primero no se da en
los animales; lo segundo muy imperfectamente; y, cuando se da con cierta perfección, se trata de

24
la realización instintiva, siempre, del mismo tipo de obra: nido, hormiguero, colmena, tela de
araña, etc. No aparece en ellos la inteligencia propiamente dicha, pues es la apertura de ésta a
todo ente, lo que permite la universal amplitud y plasticidad de la técnica humana.

La voluntad
La voluntad es la capacidad de querer el bien. A todo poder de conocimiento
sigue uno de apetito, pues la "forma" sensible o inteligible aprehendida aparece
como la de algo bueno o malo al que la ha aprehendido; y el apetito es esa
tendencia hacia lo bueno y ese rechazo de lo malo característico de la vida
humana o animal. El apetito que sigue al conocimiento racional se llama
voluntad. Si el objeto formal del intelecto es el ente, como verdad ontológica, el de
la voluntad es lo bueno, que es el ente que, dotado de alguna perfección, es capaz de atraer a esa
voluntad.

La libertad
a) La libertad humana consiste en la capacidad de auto conducirse hacia el bien. La conducta
humana nos revela que la humana voluntad goza de libre albedrío o libre arbitrio: sin él, estarían
demás mandatos, los consejos, las prohibiciones, las reglas de conducta. Pero a esta comprobación
empírica, la antropología filosófica añade la demostración racional de la existencia del libre
albedrío: dijimos que la voluntad tiene por objeto el bien o lo bueno; pero todo bien que se ofrezca
al hombre en este mundo es limitado, es un bien; no es el Bien. Por eso no puede colmar, ni por
tanto atraer necesariamente a ese poder de apetición trascendental que es la voluntad”39.

b) Libertad de (ausencia de límites externos) y libertad para (intencionalidad)


“Ser libre, en un sentido general, es no padecer impedimento, ni tener
ataduras. Pero hemos visto que esa misma noción general puede darse en
dos especies. Hay una libertad que consiste en una ausencia de necesidad
(…). No sólo implica espontaneidad, sino también ausencia de toda
necesidad, aun interna, y carencia de todo determinismo (…). Y aunque
no es libertad de elección, aunque no es libre albedrío, merece también,
en un sentido diferente, el nombre de libertad.
(…) el hombre (en cambio) se da a sí mismo los fines de su propia actividad. Por ser capaz de ir
más allá de su sensación, transponiendo su instante, y
entrar en conocimiento del ser y de las naturalezas
inteligibles, el hombre conoce lo que hace, y conoce el
fin de sus actos, en cuanto fin; y se propone a sí mismo
los fines de sus operaciones mediante su propia
actividad intelectual (…).

c) Libertad dada y libertad adquirida


El libre albedrío es la raíz misma del mundo de la libertad; es una realidad metafísica que nos es
dada con nuestra naturaleza racional; un bien que poseemos sin haberlo conquistado, y que tiene
la función de libertad inicial. Pero esta raíz metafísica debe mostrar su vida en frutos de orden
psicológico y de orden moral. Con nuestro propio esfuerzo, debemos llegar a ser personas dueñas
de sí mismas, constitutivas de un todo independiente. Y esta ya es otra libertad. Un libertad no
recibida, un bien que debe adquirirse a mucho precio. La hemos denominado libertad de
espontaneidad o independencia, y tiene el carácter de libertad terminal”40.

39
Casaubón, J. A., Nociones generales de lógica y filosofía, Editorial Estrada, Buenos Aires, 1985, 150-152.
40
Maritain, J., Para una filosofía de la persona humana, Club de Lectores, Buenos Aires, 1984. 120-130.
25
e) Martín Fierro
“Dios formó lindas las flores,
Delicadas como son,
Les dio toda perfección
Y cuanto él era capaz,
Pero al hombre le dio más
Cuando le dio el corazón.

Le dio claridá a la luz,


Juerza en su carrera al viento,
Le dio vida y movimiento
Dende el águila al gusano
Pero más le dio al cristiano
Al darle el entendimiento

Y aunque a las aves le dio,


Con otras cosas que inoro,
Esos piquitos como oro
Y un plumaje como tabla,
Le dio al hombre más tesoro
Al darle una lengua que habla

Y dende que dio a las fieras


Esa juria tan inmensa,
Que no hay poder que las venza
Ni nada que las asombre,
¿Qué menos le daría al hombre
Que valor pa´ su defensa?”41.

Relación entre cuerpo y alma

Concepción materialista (el hombre es sólo el cuerpo)


a) No existen enigmas insolubles para la ciencia
“Se persiguen la limpieza y la claridad, rechazando las distancias oscuras y las
profundidades inescrutables. En la ciencia no hay “profundidades”, hay
superficie en todas partes: todo lo experimentable forma una red complicada no
siempre aprehensible en su totalidad, sino que a menudo sólo resulta
comprensible por partes. Todo es accesible al hombre y el hombre es la medida
de todas las cosas. Aquí se muestra afinidad con los Sofistas no con los
Platónicos, con los Epicúreos no con los Pitagóricos, con todos aquellos que
aceptan el ser terrenal y el aquí y el ahora. Para la concepción científica del
mundo no hay enigmas insolubles. La clarificación de los problemas
filosóficos tradicionales nos conduce, en parte, a desenmascararlos como

41
Hernández, J., Martín Fierro, 2155-2175.
26
pseudo problemas y, en parte, a transformarlos en problemas empíricos y de allí a someterlos
al juicio de la ciencia de la experiencia”42.

b) El alma es un cuento chino


“La ciencia moderna parece obedecer a un plan diabólico – rezongó. Primero se dirige al Homo
Sapiens y le dice: <Mi pobre viejo, es mentira que Jehová te haya creado a su imagen y semejanza.
¿Quién es Jehová? ¡El Cuco! Lo inventaron los curas en la edad media para que te asustases un
poco y no anduvieses por los cabarets de milonga corrida. En cuanto a la inmortalidad de tu
alma, es un cuento chino. ¡Pedazo de alcornoque, ¿de dónde vas a sacar un alma?>.
-¡El alma –le interrumpió Lucio–. ¡Por favor! La he buscado con el bisturí en la sala de disecciones.
-¿Y la encontró?
-¡No me haga reír!
-Es claro – le explicó Samuel Tesler –, el alma no es un tumor de hígado”43.

c) La mente es el cerebro
“La esencia de la neurofilosofía es la tesis de que el conocimiento de la mente pasa esencialmente
por el conocimiento del cerebro. En mi lectura esto significa que, además de necesarias, las
neurociencias resultan suficientes para agotar la comprensión de los fenómenos mentales”44.

d) La erosión del yo
“No es que la neurofarmacología pueda ahora proporcionar algo así como una decisiva
demostración de la falsedad de esas maneras de ver, pero puede socavar ciertas tesis que
favorecen lo muy diferentes que son los estados cerebrales y los estados mentales. Palmo a palmo
ayuda a erosionar la convicción metafísica de que un yo está por medio, aparte de los
montículos de material biológico ocultos bajo el cráneo. Puede ayudar a derivar el peso de la
prueba hacia aquellos que niegan que pueda darse una ciencia de la mente”45.

e) Materialismo promisorio
“La victoria sobrevendrá más o menos del siguiente modo. Con el proceso de investigación sobre
el cerebro, es plausible que el lenguaje del fisiólogo penetre más y más en el lenguaje ordinario y
cambie nuestra visión del universo, incluso la del sentido común. De este modo, hablaremos cada
vez menos de experiencias, percepciones, pensamientos, creencias, intenciones y objetivos, y
cada vez más de procesos cerebrales, disposiciones al comportamiento y conducta patente. Así,
el lenguaje mentalista pasará de moda y se usará únicamente en informes históricos, metafórica o
irónicamente. Cuando se haya alcanzado este estadio el mentalismo será letra muerta y el
problema de la mente y el cerebro se habrá resuelto”46.

f) La neuroética
“Por otro lado, la investigación neuroética pone en discusión nuestras ideas ordinarias acerca
de la naturaleza de la acción consciente, de la racionalidad y por tanto de la libertad. Según
muchos estudiosos las ciencias del cerebro nos mostrarían un sujeto depotenciado
(deflacionado) por una pluralidad de agencias neurales, que deciden y se orientan en base a
lógicas y mecanismos muy diversos de aquellos que ingenuamente atribuimos a nosotros

42
Hans Hahn, Otto Neurath y Rudlof Carnap, La concepción científica del mundo: el Círculo de Viena, Publicado originalmente
como Wissenschaftliche Weltauffassung. Der Wiener Kreis (Wien: Artur Wolf Verlag). Redes (18): vol. 9, 1929, 103-149.
43
Marechal, L., Adán Buenosayres, Planeta, Buenos Aires, 1994, 105.
44
Di Francesco, M., Neurofilosofia, naturalismo e statuto dei giudizi morali, en: Etica & Politica / Ethics & Politics, IX, Milano,
2007, 127.
45
Churchland, Patricia Smith, Neurophilosophy. Toward a Unified Science of the Mind/Body, MIT, Cambridge, Mass., 1986, 69.
46
Popper, K., Eccles, J., El Yo y su Cerebro, Labor, Barcelona, 1980, 110.
27
mismos. En particular, las investigaciones sobre la naturaleza paralela y distribuida del
funcionamiento cerebral, y la existencia de agencias cognitivas funcional y anatómicamente
distintas ponen en tela de juicio la naturaleza unitaria y coherente del yo”47.

g) Cuando muere el cuerpo, muere todo el hombre


“Es evidente que así como nuestro andar es siempre una caída evitada, la vida de nuestro cuerpo
es un morir incesantemente evitado, una destrucción retardada de nuestro cuerpo; y finalmente la
actividad de nuestro espíritu no es sino un hastío evitado. Cada uno de nuestros movimientos
respiratorios nos evita morir; por consiguiente luchamos contra la muerte a cada segundo, y
también el dormir y el comer, el calentarnos al fuego son medios
de combatir la muerte inmediata. Pero la muerte ha de triunfar
necesariamente en nosotros, porque le pertenecemos por el
hecho mismo de haber nacido y no hace en último término sino
jugar con su víctima antes de devorarla. Mientras tanto hacemos
todo lo posible por conservar la vida, como inflaríamos una
burbuja de jabón todo lo que se puede, aunque sabemos que al
fin ha de estallar”48.

Concepción espiritualista (el hombre es sólo el alma)


a) El cuerpo como cárcel del alma (dualismo platónico)
“Mientras tengamos nuestro cuerpo, mientras nuestra alma se halle
unida a esta cosa nociva, nunca poseeremos el objeto de nuestros
deseos, es decir, la verdad. En efecto, el cuerpo nos provoca mil
dificultades por la necesidad de alimentarlo. Además de esto, las
enfermedades que nos atacan nos impiden nuestra caza del ser. El cuerpo
nos llena de amores, de deseos, de temores, de mil quimeras, de mil
necedades, de tal modo que, por decir verdad, no nos deja ni una hora de
sensatez. Porque, ¿qué es lo que provoca las guerras, las sediciones y los
combates? El cuerpo y sus pasiones”49.

b) El cuerpo como obstáculo para conocer la verdad


“--En cuanto a la adquisición de la ciencia [dijo Sócrates], ¿es el cuerpo o no un obstáculo,
cuando se asocia a esta investigación'? Voy a explicarme con un ejemplo. ¿Poseen la vista y el
oído alguna verdad, o bien tienen razón los poetas al decirnos sin cesar que no oímos ni vemos
nada verdaderamente? Y si estos dos sentidos no ofrecen seguridad, menos la ofrecerán aún los
demás, porque son mucho más débiles. ¿No crees lo mismo?
--Completamente lo creo, dijo Simias.
--Pues entonces, replicó Sócrates, ¿cuándo el alma se apodera de la verdad? Está visto que cuando
trata de examinar alguna cosa con la ayuda del cuerpo, éste la engaña radicalmente.
--Es cierto.
--Por consiguiente, ¿no se manifiesta la realidad al alma en el acto de pensar?
--Si.
--Y el alma ¿no piensa mejor cuando no está perturbada ni por la vista, ni por el oído, ni por el
dolor, ni por el placer, sino cuando, por el contrario, a solas consigo misma y liberándose en la
medida que le es posible de la compañía del cuerpo, se apega a lo que ella es?

47
Di Francesco, M., Neurofilosofia, naturalismo e statuto dei giudizi morali, en: Etica & Politica / Ethics & Politics, IX, 2007,
132.
48
Schopenhauer, A., El mundo como voluntad y representación, 342.
49
Platón, Fedón 65a-67b.
28
--Es así (…).
--Entonces, ¿hay algo más puro que pensar con el pensamiento solo, liberado de todo elemento
extraño y sensible, y aplicar inmediatamente el pensamiento en sí mismo y por sí mismo a la
investigación de cada cosa en sí misma y por sí misma, sin ayuda de los oídos ni de las orejas, sin
ninguna intervención del cuerpo que no hace más que perturbar al alma e impedirle que halle la
sabiduría y la verdad siempre que tiene trato con él? Y si es posible llegar a conocer la esencia de
las cosas, Simias, ¿no es por este medio?
--De maravillas, Sócrates, no puede hablarse mejor.
--De todo ello, continuó Sócrates, se desprende necesariamente que los verdaderos filósofos deben
pensar y decirse entre sí cosas como estas. Tal vez hay algún camino que guíe a la razón en su
investigación: mientras tengamos nuestro cuerpo, mientras nuestra alma se halle unida a esta cosa
nociva, nunca poseeremos el objeto de nuestros deseos, es decir, la verdad. En efecto, el cuerpo
nos provoca mil dificultades por la necesidad de alimentarlo. Además de esto, las enfermedades
que nos atacan impiden nuestra caza del ser. El cuerpo nos llena de amores, de deseos, de
temores, de mil quimeras, de mil necedades, de tal modo que, por decir verdad, no nos deja ni
una hora de sensatez. Porque, ¿qué es lo que provoca las guerras, las sediciones y los combates? El
cuerpo y sus pasiones. Todas las guerras proceden de la posesión de riquezas y nos vemos
forzados a acumularlas a causa del cuerpo, para subvenir a sus necesidades. Y por ello tenemos
tanta pereza para filosofar. Y lo peor de todo es que cuando casualmente nos deja algún tiempo
libre y nos ponemos a reflexionar, interviene de súbito en medio de nuestras investigaciones, nos
perturba, nos trastorna y nos hace incapaces de discernir la verdad. Está pues demostrado que, si
queremos saber claramente algo, hemos de separarnos del cuerpo y mirar por medio del alma en
sí misma las cosas en sí mismas. Y solamente entonces disfrutaremos de la sabiduría, de la que
nos declaramos enamorados, es decir, después de nuestra muerte, y no durante nuestra vida. Y la
misma razón nos lo dice. Pues si es imposible conocer nada distintamente mientras estamos
unidos al cuerpo, una de dos: o bien no llegaremos nunca al saber, o llegaremos a él después de la
muerte, porque entonces el alma será en sí misma y por sí misma, separada del cuerpo. Y
mientras estemos en esta vida, no nos acercaremos al saber si no es con la condición de separarnos
del cuerpo, de renunciar a todo trato con él, a menos que sea una absoluta necesidad, de no
dejarnos contaminar por su naturaleza, de mantenernos limpios de sus contaminaciones hasta que
el mismo Dios nos libere de él. Y así, libres de la locura del cuerpo, conversaremos, según espero,
con hombres libres como nosotros, y conoceremos por nosotros mismos todo lo que es puro y sin
mezcla. En esto, sin duda, consiste la verdad. Pero, al que no es puro, no le está permitido
contemplar la pureza. Esto es, a mi parecer, amigo Simias, lo que los verdaderos amigos del saber
deben pensar y hablar entre ellos. ¿No crees tú lo mismo que yo?
--Completamente, Sócrates. (…)
--- ¿Y la purificación (catarsis) no es, por ventura, lo que en la tradición se viene diciendo desde
antiguo (las tradiciones órficas), el separar lo más posible el cuerpo del alma y el acostumbrarla a
concentrarse y recogerse en sí misma, retirándose de todas las partes del cuerpo, y viviendo en lo
posible tanto en el presente como en el después sola en sí misma, desligada del cuerpo como de
una atadura?
--Así es, en efecto --dijo.
--¿Y no se da el nombre de muerte a eso precisamente, al desligamiento y separación del alma con
el cuerpo?
--Sin duda alguna --respondió Simmias.
--Pero el desligar el alma, según afirmamos, es la aspiración suma, constante, propia tan solo de
los que filosofan en el recto sentido de la palabra; y la ocupación de los filósofos estriba
precisamente en eso mismo, en el desligamiento y separación del alma y del cuerpo. ¿Sí o no?
--Así parece. (…)

29
--Luego, en realidad, oh Simmias --replicó Sócrates--, los que filosofan en el recto sentido de la
palabra se ejercitan en morir, y son los hombres a quienes menos temeroso resulta el estar
muertos”50.

c) La naturaleza del alma (pensamiento) y del cuerpo (extensión)


“Que cada sustancia tiene un atributo principal y que el del alma es el pensamiento como la
extensión es el del cuerpo: Pero aunque un atributo cualquiera sea suficiente para darnos a
conocer la sustancia, sin embargo, hay uno en cada sustancia que constituye su naturaleza y su
esencia, del que dependen todos los demás. A saber, la extensión en longitud, anchura y
profundidad, constituye la naturaleza de la sustancia corpórea y el pensamiento constituye la
naturaleza de la sustancia pensante”51.

d) El cuerpo como máquina operada por el alma (dualismo cartesiano)


“Concibamos, pues, aquí que el alma tiene su sede principal en la pequeña glándula que está en el
centro del cerebro, de donde irradia a todo el resto del cuerpo por mediación de los espíritus, de
los nervios e incluso de la sangre, que, participando de las impresiones de los espíritus, las puede
llevar por las arterias a todos los miembros (…). Del mismo modo que, recíprocamente, la
máquina del cuerpo está compuesta de tal manera que, por el mero hecho de que esta glándula es
movida de diversa manera por el alma o por cualquier otra causa que acontezca, empuja a los
espíritus que la rodean hacia los poros del cerebro, que los conducen a través de los nervios hasta
los músculos, por cuya mediación les hace mover los miembros”52.

e) El hombre es sólo y esencialmente una cosa que piensa


“Por lo tanto, como sé de cierto que existo y, sin embargo, no advierto que convenga
necesariamente a mi naturaleza o esencia otra cosa que ser pensante,
concluyo rectamente que mi esencia consiste solo en ser una cosa que
piensa… y tengo un cuerpo al que estoy estrechamente unido, con
todo puesto que, por una parte tengo una idea clara y distinta de mí
mismo, en cuanto que yo soy solo una cosa que piensa –no extensa- y,
por otra parte, tengo una idea distinta del cuerpo, en cuanto que él es
solo una cosa extensa – y no pensante- es cierto entonces que ese yo (es
decir, mi alma, por la cual soy lo que soy) es enteramente distinta de
mi cuerpo, y que puede existir sin él”53.

Concepción hilemórfica (el hombre es la unidad sustancial del alma y el cuerpo)


a) Todo lo creado es bueno
“Toda naturaleza, en cuanto naturaleza, es un bien; toda naturaleza no
puede provenir más que del supremo y verdadero Dios. Porque todos
los bienes (...) no pueden provenir sino del mismo bien supremo”54.

b) El hombre, entre Dios y las bestias


“Entre dos extremos opuestos el uno al otro, la naturaleza humana ocupa el medio entre la
naturaleza divina e incorpórea y la vida del irracional y de la bestia. En efecto, como es fácil

50
Platón, Fedón, 65a_68a.
51
Descartes, R., Principios, 1.
52
Descartes, R., Les passions de l´âme, a. 34 Oeuvres philosophiques, 3 vols., Garnier, París 1973, vol. 3, 979-980.
53
Descartes, R., Meditaciones metafísicas, VI.
54
San Agustín, De Nat. Boni, 1.
30
comprobarlo, el compuesto humano participa de dos órdenes: de la divinidad tiene la razón y la
inteligencia; del irracional, tiene su constitución corporal”55.

c) El hombre es cuerpo y alma


“La integridad de su naturaleza requiere que el hombre conste
simultáneamente de cuerpo y alma como materia y forma que poseen
apetito recíproco y recíproca inclinación”56.

“Ni la sola alma, ni la sola carne, sino ambos es el hombre”57.

d) Ni sólo el cuerpo, ni sólo el alma


“Porque el hombre no es sólo el cuerpo o el alma sola, sino el que consta de alma y cuerpo. Esta es
la verdad: que el alma no es todo el hombre, sino la mejor parte del hombre, ni todo el hombre
es el cuerpo, sino la porción inferior del hombre; cuando ambas cosas están juntas se llama
hombre”58.

d) Naturaleza y corrupción del cuerpo


“En nuestro cuerpo deben considerarse dos cosas: la creación de Dios y el castigo del mérito. Toda
esta forma, postura, el caminar, el orden de los miembros, la disposición de los sentidos: ver, oír,
oler, gustar, tocar; toda esta unión y distinción de partes, no pudo ser hecha sino por Dios, que ha
hecho todas las cosas: las celestes y las terrestres, las superiores y las inferiores, las visibles y las
invisibles. Entonces, ¿qué hay en él correspondiente al castigo?
El que la carne sea corruptible, frágil, mortal, indigente: todo esto no estará en el premio. No es
que no estará el cuerpo, ya que el cuerpo resucitará. ¿Y qué no habrá entonces? Corrupción: pues
esto corruptible se revestirá de incorrupción (I Cor. 15, 53) Por lo tanto, si la carne es para ti una
cárcel, no es el cuerpo tu cárcel, sino la corrupción de tu cuerpo. Tu cuerpo Dios lo hizo bueno,
porque Él es bueno; la corrupción la introdujo como justo, porque Él es juez”59.

e) La dignidad del cuerpo


“Una de las sorpresas que esperan al historiador del pensamiento cristiano es su insistencia sobre
el valor, la dignidad y la perpetuidad del cuerpo humano. Casi todo el mundo considera la
concepción cristiana del hombre como un espiritualismo caracterizado. ¿De qué sirve al hombre
conquistar el universo si llega a perder su alma? Cultivar su alma, librar su alma purificándola y
salvar su alma liberándola: ése es, según parece, el fin propio del Cristianismo. Agreguemos a esto
que el Dios Cristiano es espíritu, y que, en efecto, es en espíritu y en verdad como Dios quiere ser
adorado. ¿Cómo no esperar, pues que filósofos cristianos dirijan todo su esfuerzo a la parte
espiritual del hombre, que es el alma, y descuiden ese elemento caduco, opaco al pensamiento,
ciego a Dios, que es el cuerpo? Sin embargo, para escándalo de historiadores y filósofos, sucedió
lo contrario. San Buenaventura, Santo Tomás, Duns Scoto, y aún diría San Francisco de Asís, son
hombres que amaron la materia, respetaron su cuerpo, celebraron su alta dignidad y jamás
quisieron separar su destino del de su alma. ¿Es posible hallar la explicación de ese hecho, y lo
que nos enseña sobre la verdadera naturaleza del hombre cristiano? (...)
Lo que más particularmente importa notar es que la salvación anunciada por el Evangelio no esa
sólo la salvación de las almas, sino la salvación de los hombres, es decir, de cada uno de esos seres
individuales, con su carne, sus miembros, toda esa estructura de órganos corporales sin la cual

55
San Gregorio Niceno, De hominis opificio.
56
San Buenaventura, Breviloquio, XII.
57
San Agustín, De An et eius orig., II, 14, 20.
58
San Agustín, Ciudad de Dios.
59
San Agustín, En. In Ps., 141, 18.
31
cada uno de ello sólo se sentiría la sombra de sí mismo y ni siquiera sería capaz de concebirse.
Cuando Jesucristo anunciaba a los judíos que reinarían con él, se refería a ellos y no solamente a
sus almas. (...)
De modo que, pues ni el alma ni el cuerpo tomados aparte son el
hombre, y lo que se llama con ese nombre es lo que nace de la
unión de aquéllos, cuando Dios llamó al hombre a la resurrección
y a la vida, no llamó a una de sus partes, sino al hombre total, es
decir al alma y al cuerpo. (...)
Hoy se sorprendería a muchos cristianos diciéndoles que la creencia
en la inmortalidad del alma en alguno de los más antiguos Padres es
tan oscura que es casi inexistente. (...) En realidad, un Cristianismo
sin inmortalidad del alma no hubiera sido absolutamente
inconcebible, y la prueba está en que fue concebido. En cambio, lo
que sería absolutamente inconcebible es un Cristianismo sin
resurrección del Hombre”60.

f) San Francisco y cómo el alma se expresa a través de los gestos del cuerpo
“Honró a todos los hombres, lo que es decir no sólo los amó sino que a todos respetó. Lo que le
diera su extraordinario poder personal era esto: que del papa al mendigo, del Sultán de Siria en su
rica tienda hasta los ladrones harapientos arrastrándose por el bosque, nunca existió un hombre
que se mirara en esos ojos pardos y ardientes sin tener la certidumbre de que Francisco
Bernardone se interesaba realmente por él, por el interior de su propia vida individual desde la
cuna al sepulcro, de que él en persona era estimado y tomado en serio y no meramente añadido a
los restos de algún programa social o a los nombres de algún documento burocrático. Ahora bien,
para esa particular idea moral y religiosa no hay otra expresión externa como no sea la cortesía.
No la expresa la exhortación que sólo es mero entusiasmo abstracto ni la beneficencia pues no
es más que piedad. Sólo la puede transmitir el gesto grandilocuente que llamaríamos buenos
modales. Podemos decir, si nos place, que san Francisco, en la desnuda y mísera simplicidad de
su vida, se había asido, a pesar de todo, a un girón de lujo: a las formas de la corte. Pero mientras
en una corte hay un rey y cien cortesanos, en esta particular historia hubo un cortesano entre cien
reyes. Porque el Santo trató a la muchedumbre de hombres como si fuera una muchedumbre de
reyes. Y ésta fue en realidad de verdad la única actitud con que podría conmover a esa parte del
hombre que quería conmover. No podía conseguirlo ofreciendo oro ni pan pues es proverbial que
cualquier truhán puede convertir la liberalidad en simple escarnio. Ni tampoco lo lograría
prodigando atención y tiempo pues numerosos filántropos y burócratas benévolos lo hacen con
escarnio en sus corazones mucho más frío y horrible. Ni planes ni propuestas ni arreglos
eficientes pueden devolver la autoestima y el sentimiento de estar hablando con un igual al
hombre quebrado. Puede lograrlo un gesto”61.

g) Adan Buenos Ayres: vida, muerte y resurrección de los cuerpos


“Detenido en la esquina de Monte Egmont y Warnes, Adán leyó las dos letras de oro que relucían
en el cortinado funeral de la carroza. R. F.
-Ramón Fernandez, o Rosa Fuentes, o Raúl Fantucci, o Rita Fieramosca, o René Forain o Roberto
Froebel, o Remigio Farman, ¡o el diablo que lo adivine! ¿Me sacaré el sombrero?
Miró en torno suyo y vió que los hombres de la calle se descubrían reverentemente.
-Se descubren todos. ¿Por qué? Un odio instintivo a la muerte, pero un odio reverencial. Acaso
imaginan que la guadañadora invisible, sentada en el alto pescante junto a los cocheros, los está

60
Gilson, E., El Espíritu de la Filosofía Medieval, 177.
61
Chesterton, G. K., San Francisco de Asis, Ed. Carlos Lolhé, Buenos Aires, 1988, 90-91.
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espiando recelosamente y cuenta y recuenta los saludos. "¡Que la muerte ignore nuestro rencor!
¡Que nos olvide todavía!" Por eso se descubren. Un cuerpo sin alma, una herramienta sin artesano,
un buque sin piloto. ¡Al diablo la materia sin la forma! Yo no me descubro.
Pero algo fallaba en su orgulloso razonamiento, y Adán lo reconoció enseguida.
-Con todo, un alma inmortal habitó ese cuerpo que ya está
disolviéndose: un alma usó en ese cuerpo de su terrible
libertad y lo hizo cumplir mil gestos dignos o abominables,
prudentes o locos, ridículos o sublimes. Y el incógnito R. F.
tendrá un día que buscar su cuerpo desertado en el cementerio
de La Chacarita, y oirá la trompeta del ángel, y sentirá caer sobre
sus hombros la última hoja del tiempo. Quia tempus non erit
amplius. ¡Me sacaré el sombrero!”62.

El alma humana
Una prueba de la existencia del alma
“La vida racional del hombre, manifestada en esas dos potencias, intelecto y voluntad, revela que
hay un principio de vida inmaterial, espiritual en el hombre, Porque los objetos nos revelan la
naturaleza de los actos; los actos, las de las potencias; las potencias, la de la sustancia o principio
sustancial de! que emanan.
Conociendo el hombre los objetos inmaterialmente (universalizados o trascendentalizados) en
el concepto, el acto del que surge el concepto debe ser también inmaterial; luego, inmaterial ha
de ser también la potencia de donde emana; por tanto, inmaterial, espiritual, debe ser el
principio sustancial en que radica tal potencia”63.

Propiedades del alma humana


a) La inmaterialidad
“La inmaterialidad del alma humana se demuestra por un camino que ya indicamos varias veces:
por los objetos (formales) se conocen los actos que los alcanzan; por los actos, las potencias de
donde aquéllos emanan, y, por las potencias, las sustancias o principios sustanciales.
Ahora bien; también hemos dicho que los objetos
primeramente conocidos por el hombre son los entes
materiales. Pero sólo pueden ser conocidos mediante un
creciente proceso de inmaterialización: ver un cortaplumas
es algo muy distinto que clavárselo en el ojo; el edificio
"Cavanagh", imaginado, no consta de cemento ni tiene el
tamaño de tal edificio en su existencia real; con más
claridad aún, el concepto es ya puramente inmaterial: el
concepto de hombre no es ni bajo, ni alto, ni gordo ni flaco, ni rubio ni moreno, aunque los
hombres extramentales tengan que poseer una u otra de esas determinaciones; el concepto de
triángulo no es triangular; el concepto de universo no tiene las dimensiones inmensas de éste
(mejor dicho: no tiene ninguna dimensión); podemos además pensar en espacios no euclidianos,
pero no verlos ni imaginarlos; con mayor razón si pensamos en realidades o valores no-material:
los conceptos de derecho, deber, obligación, bondad o malicia morales, relación, santidad, belleza,
intelecto, voluntad, espíritu puro, Dios, no sólo carecen de extensión y masa como conceptos, sino
también como realidades.

62
Marechal, L., Adán Buenosayres, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1990, 333.
63
Casaubón, J. A., Nociones generales de lógica y filosofía, Editorial Estrada, Buenos Aires, 1985, 152.
33
Por lo tanto, si los objetos entendidos en cuanto tales son inmateriales, y si a veces también lo
son sus respectivos objetos incluso en su existencia real, los actos de entender que los alcanzan
necesariamente han de ser también inmateriales. Si tales son los actos, las potencias de donde
surgen serán también inmateriales. Por último, si así son las potencias, también lo serán las
sustancias o principios sustanciales a que tales potencias pertenecen y en las que radican. En el
caso del hombre no puede decirse que su sustancia total sea inmaterial (…) pero sí que lo es el
principio sustancial de donde directamente emanan la inteligencia y la voluntad: el alma (…).

b) La espiritualidad
Pero el alma humana no es sólo inmaterial, sino también espiritual. Todo lo espiritual es
inmaterial; pero no todo lo inmaterial es espiritual. Por ejemplo, los conceptos objetivos, los
entes de razón, las relaciones, ciertos valores son inmateriales, pero no espirituales. La
inmaterialidad es a veces "intencional", o meramente accidental; la espiritualidad es constitutiva
de las sustancias reales que carecen de materia, y que pueden existir sin apoyo material. Tal es
el caso del alma humana64.

c) La creatureidad
Para entender bien qué significa la creatureidad del alma humana tenemos que distinguir entre
“producir” y “crear”. “Producir” significa transformar una materia preexistente. Por ejemplo,
cuando se transforma la madera de un árbol para hacer una guitarra. La guitarra no sale “de la
nada”, sino de la madera del árbol que ya existía anteriormente. Todas las cosas materiales
comienzan a existir (en cuanto tales) mediante un proceso de producción (a partir de una materia
preexistente) que también se llama “generación”. Pero el alma humana no está compuesta de
materia, como ya hemos visto, y por eso no puede surgir a partir de la transformación de la
materia, es decir, no puede generarse ni corromperse. Y dado que el alma existe, tiene que haber
comenzado a existir, no a partir de una materia, sino “de la nada”. Y esto es precisamente lo que
significa “crear”: causar algo a partir de la nada y que el alma humana tiene la propiedad de la
creatureidad significa que el alma humana es creada, es decir, que no proviene de la
trasformación de la materia, sino que es causada a partir de la nada.
Esta propiedad del alma humana tiene implicancias muy profundas. Una de ellas es que se puede
tomar como una prueba de la existencia de Dios. Si el alma es creada, entonces es necesario que
tenga un creador. Es decir, alguien que la haya causado. Cuando se produce algo a partir de una
materia hace falta cierta fuerza para transformar esa materia. Esculpir una estatua en mármol
requiere más fuerza que hacer un cenicero con plastilina. Pero mucha más fuerza hace falta para
sacar algo de la nada. Es más, para ello se requiere un poder infinito. Y dado que sólo Dios tiene
poder infinito (es decir, onmipotencia, lo
puede todo), entonces sólo Dios puede
crear y, por lo tanto, Dios es el creador del
alma humana.

d) La inmortalidad
Así como distinguimos entre “producir” y “crear”, también podemos distinguir entre “morir” y
“aniquilar”. Así como su puede producir una cosa a partir de la transformación de la materia
(generación), también, a partir de otra trasformación de esa misma materia, esa cosa puede dejar
de existir (siempre en cuanto tal) mediante un proceso de “corrupción” (por el cual la materia que
las compone pierde su forma). Y esto es lo que llamamos “muerte”, la separación de las partes
materiales que conforma una cosa y que provoca el cese de las funciones. Una vez más, así
como todas las cosas materiales comienzan a existir a través de la generación, también todas

64
Casaubón, J. A., Nociones generales de lógica y filosofía, Editorial Estrada, Buenos Aires, 1985, 153-155.
34
materiales mueren o se corrompen cuando se separan sus partes. Incluso
también se puede hablar un poco metafóricamente de “muerte” de las cosas
inanimadas como, por ejemplo, cuando se parte la madera de una guitarra y
ésta deja de existir (de nuevo, en cuanto tal) se dice “palmó la guitarra”.
Pero dado que no está conformada por materia, entonces el alma humana es
inmortal, es decir, no puede corromperse ni morir.
Sin embargo, al alma humana sí puede dejar de existir, no sólo en cuanto tal, sino también
absolutamente. Porque así como el poder infinito de Dios puede crearla, es decir, “sacarla de la
nada”, ese mismo poder infinito también la puede “aniquilar”, es decir, volverla a la nada,
quitarle el ser.

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