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PARÁBOLAS

LA PARÁBOLA DEL SEMBRADOR

es una de las parábolas de Jesús encontrada en los tres Evangelios sinópticos,


Mateo 13:1-9, Marcos 4:1-9 y Lucas 8:4-8, además en el evangelio apócrifo de
Tomás (9).

El texto de la parábola según el evangelio de Marcos es el siguiente:

Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar. Y se le juntó mucha
gente; y entrando Él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa. Y
les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: «He aquí, el sembrador salió a
sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y
vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha
tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el
sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Y parte cayó entre espinos; y los
espinos crecieron, y la ahogaron. Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto,
cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. El que tiene oídos para
oír, oiga.

Versión Reina-Valera 1960.


Parábola de las diez vírgenes

La parábola de las diez vírgenes o parábola de las diez muchachas es una de


las parábolas de Jesús, forma parte de sus enseñanzas. Su texto según la
biblia cristiana es el siguiente:

"Entonces el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes que tomando
sus lámparas, salieron a recibir al novio. Cinco de ellas eran prudentes y cinco
insensatas. Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite;
mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas.
Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron. Y a la medianoche se
oyó un clamor: !Aquí viene el esposo; salid a recibirle! Entonces todas aquellas
vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas. Y las insensatas dijeron a las
prudentes: dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan. Mas
las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a
vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas. Pero
mientras ellas iban a comprar, vino el novio; y las que estaban preparadas
entraron con él a la boda; y se cerró la puerta. Después vinieron también las
otras vírgenes, diciendo: !!Señor, señor, ábrenos! Mas él, respondiendo, dijo: De
cierto os digo, que no os conozco. Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora
en que el Hijo del Hombre ha de venir".

Mateo 25:1-131 (Reina-Valera 1960).

Esta parábola fue una de las parábolas más populares en la Edad Media, con una
enorme influencia en el arte gótico, la escultura y la arquitectura de las
catedrales en Alemania y Francia.
Parábola de la semilla de mostaza

La parábola de la semilla de mostaza es una de las tantas parábolas relatadas


por Jesús de Nazaret tomada del Nuevo Testamento de los evangelios de
Mateo (13:31-32), Marcos (4:30-32) y Lucas. (13:1819).

Breve descripción de la parábola En el evangelio según San Mateo Jesús


dice lo siguiente:

Aquí tienen una figura del reino de los cielos: el grano de mostaza que un
hombre tomó y sembró en su campo, es la mas pequeña de las semillas pero
cuando crece se hace mas grande que las plantas del huerto. Es como un árbol
de modo que las aves vienen para posarse en sus ramas.
Parábola del rico epulón y el pobre Lázaro

Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino y hacía cada día
banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que
estaba echado a la puerta de aquel, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las
migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las
llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de
Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. En el Hades alzó sus ojos,
estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
Entonces, gritando, dijo: "Padre Abraham, ten misericordia de mí y envía a
Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua,
porque estoy atormentado en esta llama". Pero Abraham le dijo: "Hijo,
acuérdate de que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, males; pero ahora
este es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima
está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quieran pasar de
aquí a vosotros no pueden, ni de allá pasar acá".

Entonces le dijo: "Te ruego, pues, padre, que lo envíes a la casa de mi padre,
porque tengo cinco hermanos, para que les testifique a fin de que no vengan
ellos también a este lugar de tormento". Abraham le dijo: "A Moisés y a los
Profetas tienen; ¡que los oigan a ellos!"

Él entonces dijo: "No, padre Abraham; pero si alguno de los muertos va a ellos,
se arrepentirán".

Pero Abraham le dijo: "Si no oyen a Moisés y a los Profetas, tampoco se


persuadirán aunque alguno se levante de los muertos".
Parábola del fariseo y el publicano

La parábola del fariseo y el publicano o parábola del fariseo y el cobrador


de impuestos es una de las parábolas de Jesús de Nazaret encontrada
solamente en el Evangelio de Lucas del Nuevo testamento.

El texto de la parábola, según aparece en la Biblia cristiana, es el siguiente:

A unos que confiaban en sí mismos como justos y menospreciaban a los otros,


dijo también esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar: uno era
fariseo y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de
esta manera: "Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres,
ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la
semana, diezmo de todo lo que gano". Pero el publicano, estando lejos, no quería
ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "Dios, sé
propicio a mí, pecador". Os digo que este descendió a su casa justificado[i]
antes que el otro, porque cualquiera que se enaltece será humillado y el que se
humilla será enaltecido».

Lucas 18, 9-14.1 (Reina-Valera 1965.)


PARABOLA DE LA CIZAÑA.

El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en


su campo, Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima
cizaña entre el trigo, y se fue.
Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña,
Los siervos del amo se acercaron a decirle: "Señor, ¿no sembraste semilla
buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?" 
Él les contestó: "Algún enemigo ha hecho esto." 
Le dijeron los siervos: "¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?" 
Les dijo: "No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo,
Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a
los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y
el trigo recogedlo en mi granero."» 

EL BUEN SAMARITANO:
Un maestro de la ley, que quería ponerlo a prueba, se levantó y le dijo:
«maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna? Jesús le dijo: « ¿qué
está escrito en la escritura? ¿Qué lees en ella?» el hombre contestó: «amarás
al señor tu dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y
con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Jesús le dijo: «
¡excelente respuesta! haz eso y vivirás.» El otro, que quería justificar su
pregunta, replicó: « ¿y quién es mi prójimo?» Jesús empezó a decir: «bajaba un
hombre por el camino de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos,
que lo despojaron hasta de sus ropas, lo golpearon y se marcharon dejándolo
medio muerto. Por casualidad bajaba por ese camino un sacerdote; lo vio, dio un
rodeo y siguió, lo mismo hizo un levita que llegó a ese lugar: lo vio, dio un rodeo
y pasó de largo. Un samaritano también pasó por aquel camino y lo vio, pero
éste se compadeció de él, se acercó, curó sus heridas con aceite y vino y se
las vendó; después lo montó sobre el animal que traía, lo condujo a una posada y
se encargó de cuidarlo. Al día siguiente sacó dos monedas y se las dio al
posadero diciéndole: «cuídalo, y si gastas más, yo te lo pagaré a mi vuelta.»
Jesús entonces le preguntó: «según tu parecer, ¿cuál de estos tres se hizo el
prójimo del hombre que cayó en manos de los salteadores?» El maestro de la
ley contestó: «el que se mostró compasivo con él.» y Jesús le dijo: «vete y haz
tú lo mismo.»

EL HIJO PRODIGO
La parábola del hijo prodigo.
Un Padre - dos hijos,  el menor de ellos le pide al Padre la parte de su
herencia, quiere vivir su propia vida, se siente capaz.
  El Padre accede a la petición del hijo menor y le da la parte de su
herencia, - aunque sabe lo que va a suceder no le niega ni un centavo,
  El hijo se va con su herencia, pero, no ve ni oye nada de la vida real,
solo piensa en disfrutar de su fortuna y así lo hace, lleva una vida
disipada - una mala conducta, hasta que el dinero se termina.
  Su vida, regalada y aparentemente buena según su criterio, se convierte
en un infierno, así es el hambre,  nadie se apiada de su condición de
hambriento, y seguramente de su desnudez, y tal vez de alguna
enfermedad.
  También debemos reflexionar acerca de su aptitud, ya que la vida que
llevaba, no le permitió tener un oficio para trabajar, es decir, no sabía
hacer nada, por supuesto que obtener un trabajo le era casi imposible,
salvo la de dar de comer a los cerdos, para eso no se estudia. 
Esta condición de pobreza, le permitió al joven, conocer la otra cara de la
moneda, EL INFIERNO del hambre y la carencia de Todo y la impiedad de
los demás.

LA PARÁBOLA DEL SEMBRADOR


Ese día Jesús salió de casa y fue a sentarse a orillas del lago. Pero la gente
vino a él en tal cantidad, que subió a una barca y se sentó en ella, mientras
toda la gente se quedó en la orilla. Jesús les habló de muchas cosas, usando
comparaciones o parábolas. Les decía: «El sembrador salió a sembrar. Y
mientras sembraba, unos granos cayeron a lo largo del camino: vinieron las aves
y se los comieron. Otros cayeron en terreno pedregoso, con muy poca tierra, y
brotaron en seguida, pues no había profundidad. Pero apenas salió el sol, los
quemó y, por falta de raíces, se secaron. Otros cayeron en medio de cardos:
éstos crecieron y los ahogaron. Otros granos, finalmente, cayeron en buena
tierra y produjeron El que tenga oídos, que escuche.» Los discípulos se
acercaron y preguntaron a Jesús: «¿Por qué les hablas en parábolas?» Jesús
les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino
de los Cielos, pero a ellos, no. Porque al que tiene se le dará más y tendrá en
abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les
hablo en parábolas, porque miran, y no ven; oyen, pero no escuchan ni
entienden. En ellos se verifica la profecía de Isaías:  Por más que oigan no
entenderán, y por más que miren no verán. Este es un pueblo de conciencia
endurecida. Sus oídos no saben escuchar, sus ojos están cerrados. No quieren
ver con sus ojos, ni oír con sus oídos y comprender con su corazón...¡Dichosos
los ojos de ustedes, que ven!; ¡dichosos los oídos de ustedes, que oyen! Yo se lo
digo: muchos profetas y muchas personas santas ansiaron ver lo que ustedes
están viendo, y no lo vieron; desearon oír lo que ustedes están oyendo, y no lo
oyeron. Escuchen ahora la parábola del sembrador.

Parábola de la oveja perdida


la oveja que se me perdió. Os digo que, del mismo modo, habrá en el Cielo
mayor alegría por un pecador que hace penitencia que por  noventa  y nueve
justos que no la necesitan”
La alegría que le producen los  noventa  y nueve justos -la mayoría- no parece
suficiente al buen pastor, que piensa en el que está perdido, y –después de
dejar seguros a los fieles- busca al extraviado. Nadie es  indiferente  al Señor;
cada uno vale mucho a sus ojos; le duele la situación del perdido; sufre y quiere
salvarle y se alegra con todos cuando lo ha recuperado. El perdón tiene el
rostro de la alegría por los que vuelven al redil seguro y reconfortante. “Se le
acercaban todos los publicanos y pecadores para oírle. Pero los fariseos y los
escribas murmuraban diciendo: Este recibe a los pecadores y come con ellos.
Entonces les propuso esta parábola: ¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y
pierde una, no deja las  noventa  y nueve en el campo y va en busca de la que se
perdió hasta encontrarla? Y, cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros
gozosos, y, al llegar a casa, convoca a los amigos y vecinos y les dice: Alegraos
conmigo, porque he encontrado

Parábola De La Rana Y La Olla De Agua Hirviendo


Si se echa una rana a una olla con agua hirviendo, ésta salta inmediatamente
hacia afuera y consigue escapar de la olla sin haberse quemado ni una pestaña.
En cambio, si inicialmente en la olla ponemos agua a temperatura ambiente y
echamos una rana, ésta se queda tan fresca dentro de la olla. Pero cuando, a
continuación, comenzamos a calentar el agua poco a poco, la rana no reacciona
bruscamente sino que se va acomodando a la nueva temperatura del agua hasta
perder el sentido y, finalmente, morir literalmente hervida.

Moraleja:
Para ver hasta que punto es "toxico" un problema en el que estamos
inmersos, hay que salirse de él, verlo desde otra perspectiva, pues
estando dentro nos podemos acomodar peligrosamente…

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