Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
son filones que aún están por explotar. «Cuando llegue el día
—escribe Angelis— en que el genio de las artes preste su auxilio
al talento del historiador, reaparecerán estos hechos con todo el bri-
llo de grandes y valerosas hazañas».
Historiadores y eruditos han escrito mucho acerca de estas
expediciones, pero pueden contarse con los dedos los que
han tratado el asunto desde el punto de vista novelesco. Ingle-
ses y norteamericanos son quienes más han sabido aprove-
charse de los románticos episodios de la conquista española
del Nuevo Mundo.
Hoy que se conocen las relaciones auténticas de aquellas
empresas maravillosas, la tarea del novelista se facilita en gran
manera. Dígalo, si no, este libro de LOS MARAÑONES, especie
de novela histórica, que casi me dan hecha los cronistas con-
temporáneos del suceso que narro. Esto digo, no tanto por
probidad, cuanto para estímulo de ingenios; que aunque yo
no haya acertado, otro vendrá que lo hará mejor, o como dijo
el clásico:
1
Esto dice Zárate. El nombre del capitán Marañón lo encuentro por pri-
mera vez en la expedición del adelantado Mendoza, al Río de la Plata (1535),
mandando uno de los buques de la flota. Según Oviedo, sufrió una derrota
en el camino y llegó a la isla de Santo Domingo. De aquí se trasladaría a Darien
y al Perú. Se ve que era hombre de valía, por cuanto sus compañeros del Plata,
le consagraron un recuerdo, llamando La Marañona a la nao que fue a España
con los comisionados para dar cuenta al rey del estado de aquella tierra. Otro
Jerónimo Marañón figura como corregidor de Copacavana, cuando la infor-
mación sobre la Virgen de esta advocación. Demás de esto, el apellido Mara-
ñón sigue en boga en nuestros días, así en Indias, como en España.
LOS MARAÑONES 179
estuvieran los indios con sus mujeres e hijos, que los españo-
les no les molestarían.
Avínose a ello el cacique y mandó desocupar a los suyos
buena parte del pueblo.
Los marañones se encontraron alojados y proveídos, que
era una maravilla. En todas las casas había abundante provi-
sión de maíz, yucas, y pescado asado y curado al humo, que
se podía guardar muchos días. A la puerta de cada vivienda
había estanques de agua llenos de tortugas, que los indios
tenían a cebo sustentadas con maíz, por lo que se mantenían
muy gordas y apetitosas. Eran tantas las provisiones que en
Machifaro se encontraron, que había para muchos días, si se
pusiera buen orden en su administración; pero los maraño-
nes las desperdiciaron y gastaron muy pronto. Con la man-
teca y huevos que de las tortugas sacaban, con la carne de ellas
y el mucho maíz y miel que había, comían ordinariamente
buñuelos, pasteles, variados potajes, y más era lo que se des-
perdiciaba que lo que comían. Del maíz hacían un brebaje
con el que lindamente se emborrachaban. ¡Era el anticipo de
Eldorado que pensaban tener cerca!
Con tan buen avío la armada paró un mes en el pueblo y
los marañones pasaron alegremente la Navidad del año 1560.
río allí, que tiene una legua de ancho. Con esta yuca amarga,
después de rallada y lavada, obtenían la tapioca, que, una vez
tostada, se volvía en harina o mandioca para pan casabe; y de
la dulce, asada o cocida en tubérculo, se servían a manera
de la patata de España. Llegaron hasta el extremo de sacrifi-
car algunos de los caballos y perros que llevaban, y los menos
escrupulosos hincaron el diente a la carne de caimanes y galli-
nazos, asquerosas vultúridas estas últimas que hacían la poli-
cía del campamento. De tarde en tarde traían los arcabuce-
ros una anta (o tapir, pequeño hipopótamo que sale a las horas
de la madrugada o en las noches de luna a bañarse o chapo-
tear en los salitrales de las orillas); pero siendo su carne muy
sabrosa, se reservaba para la mesa de los oficiales.
Es singular que aquellos aventureros pasaran hambre, en
una estadía de meses en aquellos parajes de sorprendente
feracidad, donde prospera el «chaco» rudimentario del indí-
gena, y el actual colono obtiene cincuenta cargas por arroba
de grano de maíz, y el doble de yuca y fríjoles, por cien varas
cuadradas de siembra, en el tiempo de tres a cinco meses.
Con la ventaja de que no se necesita arado, ni abonos; basta
ahondar la tierra con un palo y echar la semilla. Tampoco se
cuidaron de hacer la pasta de pescado, a manera de pennicán,
que en el camino vieron fabricar a los indios, sin más que qui-
tar las escamas y espinas de unos pececillos, sahumar la carne
y reducirla a polvo. —Es indudable que el excesivo calor, la
escasez de alimentos fuertes, enervaran en estos llanos pan-
tanosos a los hombres del Perú, que, mordidos de la fiebre,
de tábanos y mil insectos, resultaban inferiores, en la lucha
por la vida, a los bárbaros del Amazonas, más hábiles que ellos
en flechar la caza, en bucear ríos caudalosos y en vivir de raí-
ces y frutos silvestres, como monos...
2
Cito a este propósito una obra reciente, titulada Along the Andes and down
the Amazon, escrita por el doctor Mozans (Nueva York, 1911), en la que se trata
de probar que la excursión de Aguirre se hizo por el Cassiquiari y otros ríos de
la Guayana; y una serie de artículos En busca del Dorado, por el señor J. A. Manso
(Boletín de la Unión Panamericana), en la que se da la misma opinión. Las fan-
tasías de estos dos señores no tienen razón de ser habiéndose dado a luz en
1909 el derrotero auténtico del soldado Vázquez, exhumado de los archivos
de la Biblioteca Nacional de Madrid por don Manuel Serrano y Sanz.
LOS MARAÑONES 225
3
Sin duda porque los de esta orden hacían de curas castrenses, y Lope
les consideraba como camaradas de armas.
LOS MARAÑONES 241
EL DESEMBARCO EN BORBURATA.
CALVARIO DE LOPE DE AGUIRRE
poder sufrir más las crueldades que usan estos tus oidores,
visorrey y gobernadores, he salido de hecho con mis com-
pañeros, cuyos nombres después diré, de tu obediencia, y
desnaturándonos de nuestras tierras que es España, y
hacerte en estas partes la más cruda guerra que nuestras
fuerzas pudieren sustentar y sufrir; y esto, cree rey y señor,
nos ha hecho hacer el no poder sufrir los grandes pechos,
premios y castigos injustos que nos dan estos tus ministros
que, por remediar a sus hijos y criados, nos han usurpado
y robado nuestra fama, vida y honra, que es lástima, ¡oh
rey! y el mal tratamiento que se nos ha hecho. Y ansí, yo,
manco de mi pierna derecha, de dos arcabuzazos que me
dieron en el valle de Chuquinga, con el mariscal Alonso
de Alvarado, siguiendo tu voz y apellidándola contra Fran-
cisco Hernández Girón, rebelde a tu servicio, como yo y
mis compañeros al presente somos y seremos hasta la
muerte, porque ya de hecho hemos alcanzado en este reino
cuán cruel eres y quebrantador de fe y palabra; y así tene-
mos en esta tierra tus perdones por de menos crédito que
los libros de Martín Lutero. Pues tu virrey, marqués de
Cañete, malo, lujurioso, ambicioso tirano, ahorcó a Mar-
tín de Robles, hombre señalado en tu servicio, y al bravoso
Tomás Vázquez, conquistador del Pirú, y al triste de Alonso
Díaz, que trabajó más en el descubrimiento deste reino
que los exploradores de Moisen en el desierto; y a Pie-
drahita, que rompió muchas batallas en tu servicio, y aun
en Pucara, ellos te dieron la victoria, porque si no se pasa-
ran, hoy fuera Francisco Hernández rey del Pirú. Y no ten-
gas en mucho el servicio que tus oidores te escriben haberte
hecho, porque es muy gran fábula si llaman servicio
haberte gastado ochocientos mil pesos de tu Real caja para
sus vicios y maldades. Castígalos como a malos, que de
cierto lo son.
Mira, mira, rey español, que no seas cruel a tus vasallos,
ni ingrato, pues estando tu padre y tú en los reinos de Cas-
tilla sin ninguna zozobra, te han dado tus vasallos, a costa
de su sangre y hacienda, tantos reinos y señoríos como en
estas partes tienes. Y mira, rey y señor, que no puedes lle-
262 CIRO BAYO
INCENDIO DE BARQUISIMETO
FIN