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Casos Difíciles

-Reacción-

En esta lectura, Dworkin presenta los ideales o pautas a través de los cuales los
tribunales deben emitir sus resoluciones, y si bien, el propio autor reconoce de cierta forma
que la materialización efectiva de esta tesis se encuentra en un plano utópico, la aportación
de dicha teoría al ámbito jurídico, ha ido cobrando relevancia conforme el paso del tiempo,
ya que actualmente el poder judicial no es concebido como un simple aplicador mecánico o
autómata de la norma al momento resolver las cuestiones sometidas a su consideración,
sino que sus fallos en varias ocasiones involucran la aplicación de principios del derecho, y
cuya manifestación en las sentencias son evidentes en lo que Dworkin llama casos difíciles.

Ante la interrogante de como un juez puede resolver un caso difícil, es decir, aquel
en donde la norma jurídica por sí misma resulta insuficiente para emitir el fallo respectivo,
la tesis positivista y la postura de Dworkin dan respuestas contradictorias; los primeros
argumentan que en estos casos, el juez puede resolver en uno u otro sentido a su discreción,
que si bien no implica por sí misma una transgresión a la imparcialidad judicial, para el
autor resulta contradictorio con la propia tesis positivista, toda vez que el juez técnicamente
estaría legislando y por ende vulnerando la garantía de irretroactividad de la ley, puesto que
se aplicaría una “nueva norma” a un suceso acaecido con anterioridad a ella.

Por su parte, Dworkin contesta dicha interrogante al sostener que en ese tipo de
casos, el juez no inventa el derecho, sino, lo descubre, concluyendo que para cada litigio
hay solo una respuesta correcta. Afirmación que si bien es idealista, lo cierto es que
coincide en mayor medida, a diferencia del positivismo, con la acepción de jurisprudencia,
que como se sabe, es la interpretación de la ley por los tribunales.

Ahora bien, lejos de presentar una crítica al positivismo en lo que a la decisión


judicial se refiere, Dworkin abunda en esta lectura varios parámetros conforme a los cuales
el juzgador debe pronunciarse en sus resoluciones, entre ellos, la valoración tanto de
políticas como de principios, siendo que unos casos debe velar por prevalecer el interés de
la colectividad y en otros uno individual o de un grupo determinado, respectivamente,
dándole prevalencia a los principios.
Otra cuestión que los tribunales deben cuidar en su labor es la coherencia de una
decisión con aquellas emitidas con anterioridad tratándose de casos semejantes,
característica que muchas veces en la práctica se exterioriza en las sentencias cuando al
final de la parte considerativa se asienta “en el mismo sentido se pronunció” o “similar
criterio se sostuvo al resolver”. Lo cual, dependiendo de la naturaleza del órgano que
decide, lleva a la unificación de criterios, y por ende, a la creación de precedentes y
criterios jurisprudenciales.

Ahora bien, una decisión adoptada y que ha servido como antecedente para casos
semejantes, no implica que permanezca inmutable, sino, que debe de examinarse
continuamente cada vez que se presente de acuerdo a las circunstancias del litigio en
concreto con miras hacía futuras ocasiones, justificándose tanto en el aspecto moral como
político, es decir, conforme a su sistema de principios, no se limita en la norma ni en los
fines del legislador.1

Tomando en base estos aspectos, Dworkin admite que un juez para realizar esta
labor en todos los asuntos sometidos a su consideración, debe de ser un Hércules, en virtud
de que debe de pronunciar sus resoluciones como si contara una historia al emitir su
sentencia, puesto que debe tomar en cuenta sus decisiones anteriores para guardar
coherencia y su responsabilidad como funcionario, ya que el mismo no puede contradecirse
sustancialmente en sus decisiones; lo anterior, independientemente de que debe resolver
con base en principios, y al estar estos en conflicto, con base en la ponderación
correspondiente, además de lograr que su fallo se justifique moral y políticamente,
debiendo en algunas ocasiones prevalecer una sobre la otra.

Todo lo cual, representa una postura idealista, complicada de exteriorizar en la


práctica y por eso al principio se hizo mención de una utopía en cuanto a la idea de
Dworkin sobre la decisión judicial, pero que no está mal planteada.

1
Debido a lo complejo y extenso de la lectura, para exponer de una manera breve la reacción, esta parte se
generó con base en lo expuesto por Víctor Manuel Rojas Amandi en su obra: Ronald Dworkin y los Principios
Generales del Derecho; Editorial Porrúa, México, 2007, p. 121.

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