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Se denomina orilla o ribera (no confundir con rivera) al borde de un cuerpo de agua. El término
hace referencia a la zona de tierra más cercana al océano, mar, lago, río, quebrada, etc.12
En las riberas puede encontrarse limo, arena (que además de pequeñas piedras puede contener
restos de animales como corales y conchas), así como piedras de diversos tamaños, que con la
acción de la corriente y el oleaje terminan convirtiéndose en cantos rodados.3
Las riberas marinas es frecuente que aparezcan casi completamente desprovistas de vegetación,
debido a la constante e intensa acción mecánica del oleaje y el viento. La salinidad del agua es otro
factor importante que dificulta el desarrollo de la vegetación. Por el contrario, las riberas de los
cuerpos de agua dulce generalmente presentan una vegetación boscosa, que recibe el nombre de
bosque ripario o ribereño, y que se caracteriza por requerir una elevada humedad del suelo y por
tolerar inundaciones periódicas.
Por ello es importante que tengamos muy claro qué es y qué no es restauración.
Los procesos naturales y todas las interacciones entre sus elementos y con otros sistemas.
Las funciones dentro del sistema Tierra (transporte, regulación, hábitat, etc.).
El territorio, es decir, el espacio propio y continuo que debe ocupar para desarrollar todos sus
procesos y funciones.
Por tanto una verdadera restauración pasaría por eliminar los elementos que causan impactos o
alteraciones y dejar que el sistema se auto-recupere. La restauración fluvial en este caso se
produciría si a los cursos fluviales les damos caudal (el régimen natural de caudales, ver Desarrollo
de Tema Importancia de los caudales en la restauración fluvial); espacio (el territorio fluvial o
territorio de movilidad fluvial) y tiempo (el necesario para que se restablezcan los procesos y
funciones naturales). Para más detalle ver el tema ¿Cómo abordar un proyecto de restauración
fluvial?).
En ocasiones el tiempo es un factor que a las generaciones actuales podría costar asumir, pues
podrían tener que renunciar a recibir los beneficios de los resultados de sus actuaciones. En estos
casos, algunos proyectos pueden contemplar medidas que pretenden acelerar la restauración (por
ejemplo plantaciones en las riberas con especies con cierto porte, siembra de semillas en taludes,
estaquillados, técnicas de bioingeniería, etc.). Si bien, en un verdadero proceso de restauración el
río plantará sólo y con el tiempo regulará las comunidades vegetales de sus riberas, muchos
proyectos contemplan este tipo de acciones que contribuyen a embellecer estéticamente una
actuación, a acelerar la colonización vegetal, e incluso a estabilizar márgenes en un período de
tiempo mucho más corto. En estos casos la selección de las especies, las técnicas de plantación y el
mantenimiento posterior deberán abordarse en detalle con criterios técnicos establecidos por
especialistas en la materia.
Cuando asumimos que es imposible eliminar todos los impactos o factores que alteran el
funcionamiento de la dinámica natural de un cauce, entonces es cuando tenemos que optar por
los proyectos de mejora ambiental o rehabilitación, que si bien no deberían llamarse de
restauración fluvial, si que deben aspirar a restaurar o conservar parte de las funciones y procesos
ecológicos del sistema fluvial.
Existen igualmente otras actuaciones que buscan minimizar el impacto de acciones de las cuales
somos conscientes que van a alterar e impactar sobre los cauces fluviales y sus dinámicas.
Independientemente del debate social sobre el cuestionamiento o necesidad de dichas
actuaciones, cuando éstas se realicen, técnicamente debemos abordarlas de forma que se
empleen las técnicas menos impactantes posibles. En este sentido vuelve a cobrar fuerza la
bioingeniería, que pretende obtener objetivos estructurales, con cierto control sobre la libertad
del cauce, con un mínimo impacto en los ecosistemas y la funcionalidad (ver el tema ¿En qué
consiste y qué aplicaciones tienen las técnicas y materiales de bioingeniería?). Un ejemplo claro
sería la sustitución de encauzamientos de hormigón o con escolleras, por otros encauzamientos
“blandos”, basados en las técnicas de bioingeniería, que si bien van a restringir en buena medida
la dinámica natural del cauce, conseguirán mantener en mayor grado sus funciones ecológicas.
Estas técnicas también se aplican para “maquillar” actuaciones impactantes y lograr cierta
integración ambiental de las mismas, pero la posibilidad de su uso no debe servir para justificar la
ejecución de tales actuaciones. Las imágenes siguientes ilustran la diferencia entre ambos tipos de
actuaciones. En la primera, se puede ver una actuación con doble encauzamiento con escollera
muy impactante sobre las funciones ecológicas y los procesos dinámicos de un cauce en el Río
Francolí (Tarragona) (fotografía de Tony Herrera).