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4 habilidades terapéuticas fundamentales en Psicología

La Psicoterapia, según la Federación de Asociaciones de Psicoterapeutas (1992),


consiste en un tratamiento científico de naturaleza psicológica que promueve el logro de
cambios en la manera de actuar, la salud física y psicológica, la coherencia y la
integridad de la identidad y el bienestar tanto de los colectivos como de los individuos.
Su eficacia reside en el cambio terapéutico que permite al paciente vivir su vida de un
modo más funcional y saludable. ¿Qué factores fomentan este cambio?
Numerosos estudios señalan que la calidad de la alianza terapéutica, que es la relación
establecida entre el paciente y el terapeuta en terapia, es el predictor más robusto del
tratamiento, siendo menos importante el tipo de terapia utilizada al no presentar
diferencias significativas entre ellas, puesto que se encuentran fundamentalmente
moderadas por factores contextuales y relacionales.
Así pues, diferentes características, actitudes y habilidades terapéuticas resultan
especialmente relevantes en la eficacia de la intervención. ¿Cuáles son las más
importantes?
Características del terapeuta
Entre las características personales del profesional que favorecen el cambio de sus
pacientes destacan las siguientes.
Cordialidad: expresar (de forma verbal y no verbal) interés, aprecio, ánimo y aprobación
por el paciente.
Competencia: capacidad para ayudar a las personas a resolver sus problemas y mejorar
su confianza en sí mismos.
Confianza: percepción del paciente de que el terapeuta trabajará para ayudarle, sin
engañarle ni tratar de perjudicarle.
Atracción: puede ser física o interpersonal. La primera influye especialmente en la fase
inicial de la terapia, mientras que la segunda es mucho más importante a lo largo de
todo el proceso.
Directividad: grado en que el terapeuta da instrucciones, delimita tareas, hace preguntas
para obtener información, proporciona información y retroalimentación... Tanto el
exceso como el defecto de directividad son negativos en terapia.

Habilidades terapéuticas esenciales


Las actitudes fundamentales para el establecimiento de la alianza terapéutica son la
escucha activa, la empatía, la aceptación incondicional y la autenticidad.
1. Escucha activa
Saber escuchar es fundamental en terapia ya que fomenta que los pacientes hablen sobre
sí mismos y sus problemas, aumentando la posibilidad de comprenderles y animándoles
a ser responsables de su proceso de cambio, viendo al terapeuta como un colaborador
más que como un experto.
La escucha activa implica tres actividades: recibir el mensaje (mediante comunicación
verbal, no verbal y vocal y actitud), procesar la información (sabiendo discriminar lo
importante y establecer su significado) y emitir respuestas de escucha.

2. Empatía
La empatía consiste en la capacidad de comprender los pensamientos y sentimientos de
las personas desde su propio marco de referencia. Implica atender a lo manifiesto y
también a lo latente, captando y comprendiendo el significado de las implicaciones
emocionales, cognitivas y conductuales más allá de lo que se expresa. Además, requiere
saber comunicar a la otra persona que la entendemos.
Algunas estrategias empáticas son: la escucha activa (previamente definida), la
clarificación (formulación de preguntas para conocer lo que el paciente expresa), el
empleo de paráfrasis, síntesis y recapitulaciones (recoger y plasmar las ideas expresadas
previamente por el paciente) y el reflejo (recoger y plasmar el componente emocional
presentado).

3. Aceptación incondicional
Aceptar al paciente tal y como es, valorándolo sin juzgarle.
Entre los componentes de la aceptación incondicional encontramos: compromiso hacia
el paciente (interés y disposición a ayudarle), esfuerzo por comprenderlo y actitud no
valorativa.

4. Autenticidad
La autenticidad implica ser uno mismo, comunicando los propios sentimientos y
experiencias internas. La situación terapéutica requiere saber qué decir o expresar, cómo
y en qué momento para no perjudicar al paciente o a la relación terapéutica.
Algunos de sus elementos principales son: las conductas no verbales (como la sonrisa,
el contacto ocular y la orientación corporal hacia el paciente), el poco énfasis en el rol
de autoridad del terapeuta, la espontaneidad (capacidad para expresarse con naturalidad,
sin deliberar sobre todo lo que se dice y hace) y la autorrevelación (ofrecimiento
controlado, por parte del terapeuta, de información sobre sí mismo y sus reacciones
hacia la situación en terapia).
Los 13 Errores más comunes de un psicólogo/a durante la terapia
Estos errores son los que, a lo largo de mis años de experiencia, he visto que se repiten
más a menudo entre los psicólogos/as. No obstante, tanto si acabas de sumergirte en el
mundo de la terapia como si llevas años ejerciendo, este artículo te podrá resultar muy
útil para conocer y enfrentarte a los errores más comunes que un psicólogo/a puede
cometer durante la terapia.

Error 1 | No ajustar bien la relación terapeuta-paciente


La relación entre un psicólogo/a y su paciente es un aspecto fundamental de cara a la
terapia. Establecida de una forma correcta, esta relación, así como las características del
terapeuta, pueden favorecer mucho el efecto de la terapia. No obstante, la
personalidad del terapeuta no actuaría por sí sola en el éxito de la terapia, sino que
actuaría con el resto de los factores de la terapia (Pharees, 1997).

La Línea de Implicación Óptima (LIO)

Es importante tener en cuenta que para lograr que dicha relación sea potenciadora
necesita establecerse de una forma adecuada. Para ello, es fundamental mantenerse en lo
que he denominado “La Línea de Implicación Óptima”.

La Línea de Implicación Óptima es un espacio imaginado en el que la relación de


implicación entre tu paciente y tú es óptima para la efectividad de la terapia. Al
traspasar dicha línea (hacia una mayor o menor implicación) se corre el riesgo
de estropear dicha relación. Además, cuanta mayor distancia, mayores serán esos
riesgos.

Éste es un ejemplo gráfico que he elaborado para explicar mejor la LIO.

Por tanto, el error que puedes cometer en este primer punto es rebasar la línea hacia un
lado o hacia otro, dando lugar a dos posibilidades, con sus respectivas consecuencias.
Implicarte mucho con tu paciente

Se trata de establecer una relación terapeuta – paciente demasiado cercana y con un alto
nivel de implicación emocional. Y por supuesto, no se trata de que el paciente no te
importe, sino de que te importe demasiado.

Con esto no quiero decir que no se pueda abrazar a un paciente en un momento


determinado o que no seas cercano/a, sino que recuerdes que la vuestra es una relación
profesional, y para que funcione, han de marcarse unos límites.

En caso de que esta relación sea demasiado estrecha, podrían aparecer, además de la


pérdida de efectividad de la terapia, algunas de estas consecuencias:

 Subjetividad: Perderás objetividad en todos los aspectos.


 Transferencia: Te afectará demasiado lo que le pase a tu paciente y te llevarás
sus problemas a tu casa.
 Protección: Evitarás decir o hacer cosas que le puedan hacer daño.
 Difuminación: Perderás directividad y los roles de terapeuta y paciente se
difuminarán.
 Cuestionamiento: Es más que probable que tu paciente empiece a cuestionar tus
decisiones o pautas.

Mostrarte muy distante con tu paciente

En el lado contrario se encuentra la baja implicación emocional, o lo que es lo mismo,


una relación entre terapeuta y paciente demasiado distante.

Si la implicación demasiado alta podía suponer un problema, la distancia emocional


hacia tu paciente le mostrará y le dejará claro que no te importa en absoluto. En la
terapia, la intimidad, la sensibilidad o la calidez son aspectos fundamentales y si
careces de ellos ten por seguro que tu paciente acabará por abandonar la terapia.

Uno de los principales factores que diferencian a los terapeutas exitosos de los que no lo
son es su interés en las personas y su compromiso con el paciente (Swenson, 1971).

Error 2 | Juzgar las creencias de tu paciente


No hace mucho tiempo, durante una clase sobre habilidades de terapia, dos alumnos
realizaban un role-playing en el que uno de ellos hacía de terapeuta y el otro de
paciente. El que hacía de psicólogo tenía que gestionar una situación en la que el
paciente manifestaba creencias y pensamientos claramente racistas y xenófobos con los
que parecía sentirse muy a gusto. El terapeuta se pasó toda la práctica trabajando dicha
creencia.

Al acabar, me preguntó qué tal lo había hecho y le respondí que muy bien en cuanto a la
ejecución, pero que los psicólogos no somos quién para juzgar si lo que piensan
nuestros pacientes está bien o mal. No obstante, esto no implica que no puedas
ayudarlo a reflexionar sobre los pros y los contras o sobre las consecuencias que puedan
acarrear.
El trabajo de un psicólogo/a consiste en ayudar a su paciente a trabajar aquellos
pensamientos, conductas o emociones que le hagan sufrir o le generen un gran malestar,
no en cambiar aquellos pensamientos, conductas o emociones que nosotros/as, como
terapeutas, consideremos que son equivocados.

Esta es una pequeña prueba a la que expongo siempre a mis alumnos/as para que
comprueben la importancia de aceptar los pensamientos de los pacientes sin poner
por delante lo que nosotros pensamos o creemos acerca de ello.

Los principales componentes de la aceptación incondicional (Bados y García, 2011)


hacia los pacientes son estos:

 Compromiso hacia el paciente: se trata de que dediques tu tiempo, tus


habilidades y tus esfuerzos a comprender y ayudar a tu paciente.
 Esfuerzo por comprender: escuchar, preguntar o interesarte por tu paciente
para entender su punto de vista.
 Actitud no valorativa: consiste en que el paciente perciba que se le acepta
incondicionalmente como persona, sin emitir juicios de valor sobre sus
pensamientos, sentimientos o conductas.

Aceptar a tu paciente como es no significa que tú tengas que aprobar su pensamiento,


sentimientos o comportamientos. Recuerda que esto no significa que no puedas hacer
reflexionar a tu paciente sobre los pros y contras y consecuencias personales y sociales
de los mismos.

Error 3 | No practicar la escucha activa


Cuantas veces en mi vida habré oído (seguro que tú también) aquello de “yo valdría
para ser psicólogo/a porque sé escuchar muy bien”… cientos o quizás miles. El caso es
que, como todo mito, una pequeña parte es verdad.

Y la verdad es que no basta con saber escuchar para ser terapeuta, pero sí que es
fundamental DOMINAR LA ESCUCHA ACTIVA.

Si no escuchas lo que te dice tu paciente, malamente podrás saber lo que le pasa, por
qué le pasa o cómo ayudarle. Por eso, será fundamental que:

 Prestes atención e interés a lo que el paciente te está comunicando tanto a nivel


verbal y no verbal como actitudinal.
 Proceses la información y separes lo importante de lo que no lo es.
 No oigas lo que quieres oír, sino lo que el paciente intenta decir.
 Devuelvas respuestas de escucha tanto verbal como no verbal para que el
paciente sepa que lo has escuchado activamente.

También existen unas habilidades de escucha mucho más complejas y que habrás de


dominar tarde o temprano. Son estas:

 Clarificación: cuando le pides a tu paciente que te aclare el significado de un


mensaje vago o implícito.
 Síntesis: consiste en que resumas la sesión mediante el uso de la paráfrasis y/o
el reflejo.
 Paráfrasis: resumir o recapitular de forma organizada el mensaje de tu paciente.
 Reflejo: cuando expresas los sentimientos implícitos y explícitos de tu paciente.

Error 4 | Hablar mucho (o poco) de tus cosas y de ti mismo/a


El tema de las autorrevelaciones es uno de los más controvertidos dentro de la
psicología. “¿Le digo a mi paciente cosas sobre mí o evito cualquier tipo de
información?“.

Recuerdo que en la carrera siempre nos decían que hablar sobre nosotros o revelar
cualquier tipo de información sobre nuestra vida era contraproducente para la
terapia y que ante la insistencia del paciente debíamos responder remarcando la
importancia de hablar de él/ella y no de nosotros.

Hoy día, y dada mi experiencia profesional, pienso muy diferente.

Para lograr que una persona se abra y se dé a conocer de una forma sincera y
transparente es fundamental que tú hagas los mismo, porque de lo contrario se generará
una situación de desequilibro de confianza y en consecuencia, una baja implicación
emocional.

No obstante, si hablas demasiado sobre ti estarás cometiendo un grave error,


porque la terapia es de tu paciente, no para ti y por tanto, no es un lugar para que hables
de ti mismo/a o de tus problemas. Las autorrevelaciones deben ser un ofrecimiento
controlado de información.

Un ESTUDIO EXPERIMENTAL de Barret y Berman en 2001, reveló que los


pacientes en la condición de mayor autorrevelación del terapeuta mejoraron más, al
menos a corto plazo, e informaron de un mayor agrado hacia el terapeuta que los
pacientes que estaban en la condición de autorrevelación limitada.

Además, las autorrevelaciones tendrán estos efectos positivos sobre la terapia:

 Lograrás autorrevelaciones recíprocas por parte de tu paciente.


 Aumentará la confianza de tu paciente hacia ti.
 Serás visto de un modo más cálido y cercano.
 Mejorará la efectividad de la terapia.

¿Qué se puede revelar durante la terapia?

 Hablar sobre tu experiencia profesional.


 Tu edad, estado civil o número de hijos.
 Cómo has manejado ciertos problemas y opiniones.
 Sentimientos positivos respecto a tu paciente.
 Lo que sucede en la terapia.
 Sentimientos negativos (con menor frecuencia).
 Información sobre tus creencias religiosas o sexuales (con menor frecuencia).
Error 5 | Decirle a tu paciente lo que tiene que hacer
Sin duda, este es uno de los errores más comunes que un psicólogo puede cometer
en terapia y además, es una de las habilidades terapéuticas que me resultan más
interesantes.

El error habitual que suelen cometer los y las profesionales de la psicología cuando
empiezan a hacer terapia es llevar al paciente por un camino determinado, sin tener
en cuenta sus decisiones. Es decir, decirle al paciente lo que tiene que hacer.

La clave fundamental es que guíes a tu paciente hacia el camino que él/ella quiera


seguir.

Si le dices a tu paciente lo que tiene que hacer y no sale bien, corres el riesgo de que te
eche la culpa de que haya salido mal. En cambio, si haces las veces de guía, es menos
probable que algo salga mal y aún saliendo mal, estarás exento de responsabilidad o
culpa, dado que la decisión la tomó tu paciente.

El grado de directividad de la terapia

Bien es cierto que la directividad es una de las bases fundamentales en muchas de las
terapias actuales, pero al igual que con la LIO, tanto el exceso como el defecto suelen
ser perjudiciales para la efectividad de la misma.

Si diriges en exceso, dificultarás que tu paciente aprenda a ser más autónomo a la


hora de enfrentarse y solucionar sus problemas. Si no diriges nada la sesión, estarás
privándolo de la ayuda que necesita para resolver sus problemas. Por tanto, es
realmente importante que regules de forma adecuada el grado de directividad que
muestras durante tus terapias.

La directividad viene definida por el grado en que se dan instrucciones, se proporciona


información y retroalimentación, se hacen preguntas para obtener información, se ofrece
ayuda específica, se estructuran y delimitan tareas, se anima a realizarlas, se desafían las
ideas del paciente, etc (Bados y García, 2011).

No obstante, el grado de directividad puede variar en función de alguno de estos


aspectos:
Error 6 | No mostrarte auténtico/a en terapia
Recuerdo que hace años le comentaba a un amigo mío que el lugar en el que más me
sentía “yo mismo” era en la consulta, haciendo terapia. Allí me encontraba con la
posibilidad de ser auténtico.

La autenticidad implica ser uno mismo/a, comunicar los propios sentimientos y


experiencias internas. Por tanto, si te muestras poco auténtico/a, si enmascaras tus
sentimientos u opiniones, si blandes sonrisas forzadas y utilizas frases poco espontáneas
o con doble sentido, estarás alejándote claramente de la autenticidad y de ti mismo/a.

Beck et al. (1979/1983) han señalado que un terapeuta ha de conjugar la sinceridad con
el tacto, la diplomacia y la oportunidad para no perjudicar al cliente o a la relación
terapéutica.

La clave para trabajar la autenticidad reside en saber qué decir, cómo decirlo y en qué
momento concreto hacerlo.

Si no te muestras como eres, no serás tú. Y si no eres tú, dudo que puedas hacer un
buen trabajo en la consulta. No obstante, no debes olvidar que la espontaneidad total
tampoco es adecuada.

Error 7 | Sentir lástima por tu paciente


A priori, podría parecer que la pena o la lástima hacia una persona son sentimientos
positivos, sanos e incluso adaptativos. Sin embargo, no siempre lo son.

En uno de mis primeros casos como psicólogo, atendí a una mujer que mostraba
síntomas claramente depresivos. Después de unas semanas y de haber avanzado
bastante en la terapia, empeoró. No sabía lo que ocurría, así que decidí invitar a su
familia a terapia. Al investigar con la familia, me di cuenta de que ésta ejercía una
influencia negativa sobre la paciente.

El caso es que la paciente tenía la sensación o percibía que “daba lástima” a sus
familiares, porque estos repetían continuamente aquello de “pobrecita”, “ay, dios mío
como está”, etc. lo que alimentaba su idea de que estaba mal, que seguía igual que
siempre, que lo suyo no tenía solución… Al trabajar este tipo de discursos en el entorno
familiar pude observar una clara mejora en la paciente.

Lógicamente, este no era el único factor que influía en el pronóstico de mi paciente,


pero sí que era un factor relevante en el mismo.

En consulta te encontrarás con pacientes que te cuentan cosas realmente tristes y


dolorosas y estoy seguro de que tu primera reacción es sentir y mostrar pena o
lástima por ellos. ¡Y es normal que ocurra! pero aún así, puede que tenga
consecuencias negativas cercanas a las de la paciente que te contaba más arriba. Por eso,
es importante que desde hoy empieces a trabajar la compasión.
La compasión consiste en participar del sufrimiento del otro, es decir, que la persona
que la siente, hace todo lo posible para eliminar o mitigar el sufrimiento del otro de una
forma activa.

Como terapeuta es importante que actúes y que no te muestres pasivo ante el


sufrimiento de tu paciente, por ello, como te digo, será fundamental que desarrolles la
compasión (Gilbert, 2009):

1. Atendiendo al sufrimiento de tu(s) paciente(s).


2. Desarrolla la empatía hacia el otro entendiendo su sufrimiento.
3. Siente simpatía hacía tu paciente.
4. Potencia la compasión mediante conductas que palien su sufrimiento.

Error 8 | Obviar la alianza terapéutica


Este error consiste, ni más ni menos, en centrarte demasiado en las técnicas que debes
usar, en la evaluación, lo que debes hacer, etc. y obviar al paciente y/o tu relación con
él.

Es habitual que, sobre todo al principio, dediques mucho tiempo a diseñar y planificar
tus sesiones (lo que resulta muy positivo, por cierto) para sentirte más seguro/a o con
una mayor sensación de control ante la terapia. Pero precisamente, será ese intento
de controlar la situación, lo que podrá debilitar la alianza entre tu paciente y tú.

Por tanto, en terapia, además de dominar las técnicas y herramientas que brinda la
psicología, habrás de esforzarte por construir una buena alianza terapéutica, ya que ésta
es, sin lugar a duda, un predictor positivo del éxito en la terapia (Keijsers, Schaap y
Hoogduin, 2000).

La alianza terapéutica es un pacto implícito entre tu paciente y tú (como terapeuta)


cuya meta es lograr la consecución de los objetivos terapéuticos. Para lograr que esta
alianza terapéutica sea adecuada es importante que tengas en cuenta estos 3 aspectos
o componentes de la alianza:

 Vínculo emocional positivo entre paciente y terapeuta.


 Acuerdo mutuo sobre las metas de la intervención.
 Acuerdo mutuo sobre las tareas terapéuticas.

Por último, quiero que tengas en cuenta que la alianza terapéutica no es algo que se
establece una vez y ya está, sino que se trata de un proceso continuo y por tanto, será
fundamental que atiendas de forma habitual a cómo se desarrolla para que
puedas mantenerla, mejorarla o repararla en caso de que se haya visto dañada.

Error 9 | Ser excesivamente subjetivo/a


Siempre me llamó la atención esa frase de “yo no creo en la Psicología”, como si la
psicología fuese una cuestión de fé o una especie de tarot del comportamiento humano.
No entiendo cómo en el año 2017 alguien puede hacer semejante alarde de ignorancia y
quedarse tan “pancho”.
Dentro de la afirmación “yo no creo en la Psicología” va implícita una creencia
subjetiva que obvia totalmente la realidad objetiva de que la Psicología es una ciencia,
más o menos exacta, pero una ciencia al fin y al cabo, y eso es innegable.

Por otra parte, un nivel subjetividad aceptable sería aquel en el que una persona dice que
la psicología no le ha resultado efectiva o en el que dice que no le ha sido de gran
ayuda, lo que a su vez es muy aceptable e innegable.

La terapia tiene un cierto componente de arte y en ella, las características personales


del terapeuta y la subjetividad son un componente imprescindible. Ahora bien, eso no
quiere decir que la objetividad haya de ser deslegitimada.

Es un hecho demostrado que la terapia cognitivo-conductual tiene una alta eficacia,


y pese a quien le pese, eso es así y si pones en duda este hecho, quizás estés cayendo en
la subjetividad absoluta. No obstante, ello no quiere decir que no puedas abrazar
otra corriente o que otra sea más adecuada para ti o incluso, más efectiva. El caso es
que la TCC sí lo es, y de nuevo, eso es innegable.

En este punto, la clave reside en mantener un equilibrio aceptable y lógico entre los
hechos objetivos y tu propia visión de las cosas, teniendo en cuenta que lo importante
no es tener la razón, sino lograr que tu paciente se sienta mejor y evolucione
positivamente.

Error 10 | No tener en cuenta el momento de la terapia


“Si abres una puerta, tienes que estar seguro/a de que podrás cerrarla después”.

Esta es una frase que suelo repetir a menudo para ejemplificar la importancia del
momento de la terapia o más bien, del momento en el que se encuentra el
paciente dentro de la terapia.

Cuando hablo de “abrir una puerta” me refiero a profundizar en los sentimientos y


emociones de tu paciente. Me refiero a que si entras en lo más profundo de la mente,
en los recuerdos mejor guardados, en los esquemas o en las creencias o valores más
profundos de tu paciente, tienes que estar seguro/a de que podrás controlar o mejor
dicho, gestionar adecuadamente dicha circunstancia.

El caso es que si no tienes en cuenta el momento en el que se encuentra el paciente


dentro de la terapia a la hora de profundizar, lo más probable es que ocurra alguna de
estas tres cosas:

1. Profundizar antes de tiempo: tu paciente se sentirá intimidado o amenazado


porque no estás siguiendo sus tiempos, poniéndose a la defensiva y, casi con
toda probabilidad, cerrándose en banda ante cualquier pregunta que invada su
intimidad.
2. Esperar demasiado para profundizar: si esperas demasiado es probable que tu
paciente se oponga a que profundices, principalmente porque habrá notado
mejorías y no querrá abrir aquellas puertas que le pueden hacer sentir de nuevo
malestar.
3. No llegar a profundizar: en este caso tu paciente no será tan consciente de este
hecho, pero lo más probable es que se quede con una sensación de que la terapia
ha sido demasiado superficial y por supuesto, con una sensación de que le
quedaron cosas por decir sobre sí mismo/a.

Esta es una de las habilidades terapéuticas más complejas y además requiere de


una gran experiencia para ejecutarse adecuadamente.

Ajustar el nivel de profundidad

La clave para ajustar el nivel de profundidad y el momento del paciente radica,


principalmente, en convertirlo en un objetivo o meta común. Además, el hecho de
hablarlo con el paciente y establecer un acuerdo mutuo, favorecerá sobremanera la
alianza terapéutica. Este podría ser un ejemplo de cómo ajustar la profundidad:

Terapeuta: Bueno A., llegados a este punto creo que sería importante que hablásemos de
la relación que mantienes con tus padres y de los problemas que ello te ocasiona. Sé que
para ti puede ser difícil o incluso doloroso hablar sobre temas tan íntimos, pero creo que
será algo fundamental para que empieces a sentirte mejor. Te propongo que empezamos
hablando de tu madre, por ejemplo. ¡Ah! Si en algún momento te sientes incómodo o no
te ves preparado para hablar de algún tema házmelo saber e iremos un poco más
despacio.

Error 11 | Usar un lenguaje demasiado técnico


Esta es una de esas cosas que nunca he entendido: ¿por qué los psicólogos/as usamos un
lenguaje técnico con nuestros pacientes?

Lo cierto es que en la literatura se suele hacer mención al hecho de que el terapéuta


debe ir introduciendo el “lenguaje de la psicología” en el discurso natural del
paciente en terapia con el fin de que eso potencie su autoconomiento o su
entendimiento sobre lo que le ocurre, y la verdad es que me parece una idea genial.

No obstante, eso no significa que desde el primer momento sea adecuado hablar a tu
paciente con un lenguaje demasiado técnico. Es más, lo más probable es que tu
paciente no entienda lo que estás diciendo.

He visitado webs en las que el psicólogo o la psicóloga describía sus servicios usando
términos como “Uso la Terapia Cognitivo Conductual”, “sigo los principios
fundamentales de Terapia Sistémica” o “Me baso en el modelo ABC”. Y encima sin
explicar lo que era una cosa u otra.

La realidad es que la gente de “a pie” no sabe lo que es la TCC, ni la Terapia Sistémica


y menos aún en que consiste el Modelo ABC y es que no tiene por qué saberlo. Los
pacientes hablan en términos de “estoy nerviosa”, “me siento deprimido”, “duermo
mal”, “necesito ayuda” o “quiero ser más feliz”.

Una de las claves para conectar con una persona consiste en hablar “su idioma”. Si
no traduces los conceptos de la psicología a términos que tu paciente pueda entender, no
los entenderás y en consecuencia puede que no mejore, que no entienda lo que tiene que
hacer, que abandone la terapia (o que directamente no vaya nunca), que se sienta
molesto… Lo que tengo claro es que no sacará nada positivo de ello.

Error 12 | Ser demasiado rígido/a


Hay una cita célebre de Eurípides que dice que “lo esperado no sucede, es lo
inesperado lo que acontece” y desde mi punto de vista refleja muy bien lo que ocurre en
una consulta de psicología.

La idea de la perfección, la planificación desmesurada o el elevado control de la


terapia no suelen ser buenos aliados del psicólogo. Es más, como ya dije más arriba,
puede debilitar la alianza terapéutica.

No obstante, puede que la idea de imporvisar o de no planificar algunos aspectos de la


terapia te parezca extraña, pero lo cierto es que la flexibilidad y la improvisación son
habilidades terapéuticas útiles y extremadamente importantes en consulta.

Pero ¿por qué digo extremadamente importante? Imagina lo siguiente:

Llevas dos semanas planificando la próxima sesión con tu paciente y te has percatado de
una par de cosas sobre su comportamiento que te han dado pistas para seguir avanzando
en el proceso. Te preparas la sesión, la estudias, piensas qué técnicas usarás… y cuando
llegas a terapia tu paciente te revela una información muy importante sobre la que no
tenías conocimiento. ¿Qué haces? ¿Sigues tu planning o por el contrario te adaptas e
improvisas?

La improvisación, usada con cautela y con medida es sin duda una de las mejores bazas
que puedes tener para tu día a día en la consulta, dado que te dotará de flexibilidad,
espontaneidad, naturalidad… y sobre todo, se convertirá en un recurso muy práctico
cuando ocurra lo inesperado.

Por último, y parafraseando a Shakespeare, te diré que la clave de la improvisación


reside en que “las improvisaciones son mejores cuando se las prepara“.

Error 13 | No aceptar las “derrotas” profesionales


“A veces las personas no quieren cambiar. Otras, simplemente no se encuentran en el
momento adecuado para hacerlo”.

Acepta que no siempre podrás ayudar a tus pacientes a ser felices o a sentirse mejor
consigo mismos.

Acepta que eres una persona que siente y padece y que se equivoca y no un superman o
una superwoman a los que todo le sale bien.

Acepta que hay cosas que se escapan a tu control y que por mucho que te empeñes no
podrás cambiarlas.

Acepta que a veces tus métodos o técnicas fallan, que no eres un/a profesional infalible.
Acepta que una equivocación no significa que seas un mal profesional.

Acepta tus límites.

Acepta la derrota… y lograrás una gran victoria.

Conclusiones Finales sobre los Errores en Terapia


Espero que este artículo te haya sido de utilidad y hayas aprendido o hayas sido
consciente de los errores más comunes que se pueden cometer en una terapia.

Como habrás podido observar, la mayor parte de las habilidades de terapia consisten
en mantener un equilibrio lógico entre dos polos opuestos: no implicarte mucho ni
poco, no ser rígido o flexible en exceso, adecuar la subjetividad y la objetividad,
gestionar bien los tiempos para no actuar antes o después de tiempo… En resumidas
cuentas, se trata de que no cometas excesos y verás como a medida que ganes
experiencia, tú mismo/a irás ajustando ese equilibrio hasta un punto en el que te sientas
cómodo/a y en el que tu paciente obtenga los mejores resultados.

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