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Fletcher, sir Banister.

Historia de la Arquitectura, Limusa, México, 2007

Capítulo 28: antecedentes (pp.810-821; 829-833)


Introducción

(…) En el siglo XVII y principios del XVIII, las corrientes estilísticas en los distintos
países europeos estaban claramente desfasadas y etiquetas como "la era del barroco" son
en particular engañosas. Las características del barroco romano y piamontés -
ilusionismo, movimiento curvilíneo, experimento espacial y detalle extravagante- se
adoptaron por completo sólo en Austria, Bohemia y en el sur de Alemania. La Inglaterra
protestante y Holanda pasaron por un resurgimiento "palladiano" que produjo formas
más claras y simples, incluso cuando se dejaron sentir las influencias barrocas a finales
del siglo. Francia desarrolló un estilo nacional característico basado en trazos
geométricos racionales, fachadas con columnatas y un refinado manejo de la piedra, en
conjunto conocido como clasicismo francés.

De manera similar, el rococó de principios del siglo XVIII, que en esencia es un


florecimiento tardío del barroco, con una tendencia más curvilínea y que incorpora una
decoración asimétrica de las superficies, tuvo un grado de penetración muy distinto en
diferentes países. En Francia fue, en esencia, un estilo de interiores domésticos, que no
llegó a expresarse en exteriores ni en la arquitectura religiosa. En Austria y el sur de
Alemania fue más penetrante y más extremo y continuó las tendencias del barroco en
esas áreas. Entre tanto, en Inglaterra el resurgimiento palladiano antibarroco cortó de raíz
el rococó, excepto en lo referente a interiores y mobiliario (p. 811). Los movimientos
neoclásicos de mediados del siglo' XVIII en Francia, Italia y Alemania mostraban una
tendencia contra el rococó.

El neoclasicismo fue más que un resurgimiento de los estilos griego antiguo y otros más
exóticos. Arquitectónicamente, estaba ligado a un retorno a los principios estructurales
racionales y su expresión en la construcción. En este sentido, el neoclasicismo permitía
favorecer las soluciones góticas sobre las romanas, y no fue accidental que arquitectos
como Schinkel y Soufflot admiraran la arquitectura gótica, no por su tracería u
ornamentación sino por sus logros estructurales.

Los cambios sociales que culminaron con la revolución francesa y la supremacía


internacional transitoria de Napoleón fueron los principales factores de ruptura con las
disciplinas formales del neoclasicismo. A este periodo se le ha dado el título de
Posrenacimiento y se incluye en esta parte del libro para tratar la evolución de la
arquitectura europea hasta finales del siglo XIX, antes de iniciar el tema de la
arquitectura del colonialismo europeo, en cuyas últimas etapas el eclecticismo del siglo
XIX jugó una parte importante, al igual que los desarrollos tecnológicos del periodo. El
incesante y rápido crecimiento de la población y el ritmo acelerado de la indus-

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trialización y la urbanización, contribuyeron a restarle autoridad simbólica a las formas y
motivos de la Antigüedad, sin importar el peso que pudieran tener Grecia y Roma.

En este capitulo se hace énfasis en la historia política, social y cultural de los periodos
del Renacimiento y el Posrenacimiento en Europa y Rusia. Sin embargo, es importante
aclarar que la división por "país" que se establece se debe únicamente a la simplicidad.
En los siglos que dieron forma a los estilos del Renacimiento, cada uno de los "países"
de la Europa central y en particular en la del sur, estaba dividido en múltiples ciudades-
estado independientes o casi independientes, ducados, etc., y las alineaciones políticas
cambiaban con frecuencia. Las condiciones políticas y económicas contribuyeron a la
creación y evolución de los tipos de edificaciones y a que los arquitectos renacentistas
contaran con un extenso número de encargos que aseguraba la continuidad del desarrollo
y que en su momento llevó las formas renacentistas a todos los rincones del mundo
conocido (…).

Las condiciones geográficas y climáticas de Europa ayudaron en la difusión por todo el


mundo de los estilos cuyos modelos ya se habían probado en ese continente en condi-
ciones similares, aunque no idénticas. Las consideraciones físicas en Europa misma
afectaron significativamente la forma y apariencia de las edificaciones. Los arquitectos
del periodo renacentista adaptaron sus modelos a los materiales locales y al clima, desde
los suaves rojos de los tejados ligeramente inclinados, las plazas italianas de colores
pastel y las construcciones francesas a orillas del Mediterráneo, hasta la angulosa
elegancia de los altos techos gris-azuloso y las líneas más sobrias del norte de Francia,
Gran Bretaña y Escandinavia. Las batallas estilísticas del siglo XIX y la arquitectura en
desarrollo de la industria, las comunicaciones, la salud pública y la vivienda continuaron
este proceso de difusión durante el periodo posrenacentista hasta bien entrado el siglo
XX.

Historia

Los cambios en el estilo arquitectónico y en los tipos de edificaciones están íntimamente


ligados a los cambios históricos durante el periodo. Los nuevos estilos se difundieron a
través de los contactos entre los poderosos mecenas, por las guerras y conquistas, por la
invención de la imprenta, por la movilidad de los arquitectos en busca de empleo y, de
modo más general, por la adopción por los gobernantes y la clase dirigente de un
lenguaje arquitectónico como medio para reforzar sus posiciones política y social. La
disciplina implícita del lenguaje clásico de los órdenes aportó una poderosa metáfora
visual de las jerarquías sociales y a esto puede atribuirse gran parte de su éxito.

En el siglo XV el nuevo lenguaje arquitectónico italiano se difundió sobre todo por los
contactos entre los mecenas. Por ejemplo, las tendencias italianizantes de la corte de
Matías Corvino, rey de Hungría, fortalecidas por su matrimonio con Beatriz de Aragón
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de Nápoles, dieron lugar a la aparición precoz de formas renacentistas en Budapest. Para
la difusión de las ideas arquitectónicas continuaron siendo tan importantes las relaciones
dinásticas particulares, como las fuerzas históricas, aún más poderosas.

Las guerras italianas (1494-1530) reforzaron en los reyes franceses y en los emperadores
Habsburgo el gusto por la arquitectura italiana, y al igual que en la antigua Grecia, al
perder su independencia los estados italianos adquirieron la hegemonía cultural. Fue
hacia la segunda mitad del siglo XVII que la Francia de Luis XIV desplazó a Italia como
la fuente principal de modelos arquitectónicos, que eran vistos como los más apropiados
para una era de monarquía absoluta que los de las cortes italianas menores. Las guerras
europeas de los siglos XVII y XVIII tuvieron mayores implicaciones arquitectónicas
locales (véanse más adelante las secciones que tratan la historia individual por países),
pero en este periodo fueron las campañas europeas de Napoleón las que dejaron una
huella perdurable sobre las instituciones políticas y culturales de Europa.

El resurgimiento del saber clásico que se inició con Dante (1265-1321) y con Petrarca
(1304-1374) condujo de manera natural a un interés en los restos visibles de la
Antigüedad, que fue alimentado por los humanistas y arqueó lagos italianos del siglo
XV. El tratado De architectura de Vitruvio, conocido pero sólo comprendido de manera
parcial en la Edad Media, fue comparado por Alberti (véase) con las edificaciones
romanas y fue editado por especialistas en arqueología. La creación en el siglo XV de los
grabados en madera y cobre, así como la impresión con tipos móviles, fueron
importantes para transmitir la teoría arquitectónica y los modelos visuales por toda
Europa; las ediciones impresas de Alberti (1485) y Vitruvio (1486), y en especial las
obras ilustradas de Serlio (1537), Vignola (1562) y Palladio (1570), hicieron posible
construir en el nuevo estilo sin haber estado en Italia. Las publicaciones sobre arquitectu-
ra se examinan más adelante por país.

Las transformaciones religiosas en el cristianismo occidental que resultaron del


movimiento de Reforma dirigido por Martín Lutero (1483-1546) tuvieron importantes
repercusiones en la arquitectura religiosa, al producir formas simples con interiores
austeros y sin altares secundarios. El movimiento interno de la Reforma católica
conocido como la Contrarreforma fue encabezado por las nuevas órdenes religiosas, en
especial los jesuitas, a través de cuyas misiones evangelizadoras llevaron las formas de la
iglesia romana del siglo XVI por toda Europa. No existe una planta única de iglesias de
la Contrarreforma, pero para las iglesias de monasterios y colegios se prefirieron las
plantas de una sola nave con capillas laterales y el coro colocado atrás del altar. Las
plantas de tipo centralizado basadas en el círculo o en la cruz griega que desde la década
de 1470 se habían popularizado para iglesias votivas y conmemorativas, continuaron
utilizándose en el mundo católico durante todo este periodo. También resultaron ser
adecuadas para las iglesias protestantes, las cuales no requerían un punto de atención
único sobre el altar principal.

El palacio urbano y la villa campestre italianos (p. 813A, B) se adaptaron a las distintas
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condiciones políticas, sociales y económicas del resto de Europa. Sin embargo, a los
mecenas monárquicos y aristocráticos les tomó más de un siglo abandonar las
expresiones exteriores de poder, como torres y almenas, y adoptar el lenguaje más sutil
de dominación implícito en los órdenes clásicos. A Francia y a Austria les tocó concebir
un marco arquitectónico para el ejercicio del poder absoluto, como en Versalles y
Skhönbrunn. Edificaciones públicas seculares, como ayuntamientos, casas de los
gremios, hospitales e instituciones de caridad fueron característicos de las ciudades-
estado independientes. En los siglos XVII y XVIII las iniciativas reales estaban
asociadas con el adiestramiento militar o las recompensas por el servicio militar, como
los Inválidos en París y los hospitales de Greenwich y Chelsea en Inglaterra. Los
movimientos del siglo XVIII para la reforma social en Europa produjeron un énfasis
renovado en las edificaciones públicas, y el final de ese siglo y el principio del XIX
destacan por la construcción de hospitales, prisiones e instituciones de educación
pública, como museos, o de esparcimiento, como teatros y recintos para la ópera.

El uso de artillería de fuego y la bala de cañón de hierro convirtieron en obsoletas las


últimas defensas medievales que consistían en altas murallas y torres. A finales del siglo
XV se promovieron nuevos sistemas de defensa italianos que incluían murallas bajas
interrumpidas por bastiones con forma de flecha, para proporcionar al muro cortina
capacidad ofensiva y defensiva del fuego lateral. Los ingenieros militares y los tratados
sobre sistemas defensivos italianos difundieron estas ideas por toda Europa en el siglo
XVI, e influyeron en el diseño de las defensas de las ciudades hasta el siglo XVIII.

Las ideas renacentistas sobre planeación urbana, basadas en los sistemas de calles
radiales y planos centralizados, estaban ligadas a las necesidades militares. Estas ideas
fueron comúnmente puestas en práctica al fundarse nuevas ciudadelas fortificadas, como
la ciudad veneciana de Palmanova (1593) o nuevas capitales como Karlsruhe (1715). En
las ciudades existentes se ampliaban las calles, se realineaban o se diseñaban de nuevo
sobre principios geométricos para converger en monumentos importantes, fuentes u
obeliscos. Las sucesivas intervenciones de los papas del Renacimiento y del barroco para
ampliar y reorganizar la misma Roma proporcionaron el modelo para muchos príncipes
barrocos en toda Europa. La necesidad de control militar y el aumento en la utilización
de carruajes y carretelas hicieron convenientes las calles más anchas. La planeación
urbana abrió las oportunidades para desarrollos arquitectónicos uniformes como las
viviendas en serie y con ellas se inició la construcción con fines de especulación.

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Italia

La unidad religiosa e intelectual de la sociedad cristiana empezó a desmoronarse en el


siglo XIV, cuando Marsilio de Padua (m. 1343), John Wycliffe (m. 1348) y kan Huss (m.
1415) atacaron el poder y la riqueza temporales de la Iglesia. El papado había estado en
poder de los reyes franceses en Avignon desde 1309; luego retornó a Roma en 1377, sólo
para estar en disputa durante más de medio siglo entre dos y a veces tres papas rivales,
cada uno de ellos apoyado por un grupo de naciones. El movimiento conciliar, dirigido a
reformar la Iglesia y controlar a los papas por medio de una serie de concilios generales,
se derrumbó en 1449 y dejó al papado la recuperación de su poder independiente. La
carrera de Julio II (1503-1513) dio al papado el control de un estado relativamente fuerte
que se extendía a lo largo de la Italia central. Por otra parte, la autoridad moral del
papado en toda Europa se hundió aún más bajo el depravado Alejandro VI, el belicoso
Julio II y el esteta León X (m. 1521).

La historia política de la Italia del siglo XV está marcada por alianzas cambiantes y
guerras pequeñas entre las numerosas ciudades-estado, lo que provocó un país
completamente desunido. Las tentativas de los franceses para imponer sus demandas
dinásticas en Nápoles condujeron a la invasión francesa de 1494; a ésta le siguieron las
guerras italianas durante las cuales la península se convirtió en el campo de batalla entre
Francia y los emperadores de la casa de los Habsburgo. Durante sus campañas, los
gobernantes del norte adquirieron cierto gusto por el arte italiano y el saqueo de Roma en
1527 por el emperador Carlos V y sus tropas luteranas aceleró la dispersión de los
arquitectos renacentistas a otros centros.

Alrededor de la década de 1530 se estableció una estructura de poder que habría de


perdurar hasta las guerras napoleónicas. Los Habsburgo españoles ahora gobernaban
directamente Milán, Nápoles y Sicilia, y Génova; asimismo, ejercieron gran influencia
sobre el gran ducado Médicis de Toscana y los duques de Saboya en Turín. Venecia
permaneció como república independiente; aunque su poder marítimo disminuyó,
conservó los dominios de tierra firme (Padua, Vicenza, Verona, que llegaron al oeste
hasta Bérgamo y al oriente hasta Trieste). Roma logró consolidar su dominio sobre los
estados papales desde Fossanova hasta Rímini, Bolonia y Módena. Las principales
familias conservaron en sus palacios cortes casi reales y competían unas contra otras en
extravagancias con aires de refinamiento. Los papas, avariciosos con sus rentas fuera de
la ciudad, las gastaban con prodigalidad dentro de ella, e incluso adquirían deudas
enormes. Antes de que cayeran bajo la autoridad papal efectiva en tiempos de Julio II o
después, algunos de los estados eclesiásticos más al norte conservaron sus pequeñas pero
brillantes cortes con los líderes de las familias que los gobernaban, como la familia
Malatesta de Rímini, la Montefeltri de Urbino o la De Este de Fenara; así, por un tiempo
la arquitectura en estos centros se adecuaba más a los factores locales que a los
acontecimientos en Roma. Durante el siglo XVII los grandes duques de Toscana
sufrieron altibajos en su fortuna y los de Venecia estaban en guerra constante con los
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turcos.

La arquitectura desempeñó un papel muy importante en la política de propaganda activa


que siguió a la Contrarreforma. El reclamo de los Borbones del imperio español, que
incluía las posesiones españolas en Italia, encontró la oposición de Austria, Inglaterra y
Holanda, y el Tratado de Utrecht (1713) cedió Mi1án y Nápoles a los austriacos,
mientras que el ducado de Saboya se convirtió en reino. En 1718 Venecia perdió sus
posesiones del Adriático, y en l737 la Casa Médicis se extinguió y el ducado pasó a
Austria.

Las invasiones napoleónicas (1796-1797, 1800), aunque señalan el término de la


república veneciana, significaron la liberación parcial del yugo austríaco y una
unificación del Norte sin precedentes, desde el Piamonte hasta el Adriático. En el
Congreso de Viena (1814-1815), la península se subdividió en ocho estados y
permaneció bajo el dominio austriaco hasta la revolución de 1848.

La prosperidad económica de la Italia de fines de la Edad Media se debió a la


urbanización temprana, el desarrollo precoz de la banca y la industria textil
(especialmente en Lombardía y Toscana), el comercio marítimo (Génova y Venecia) y
las rentas de la Iglesia (Roma). El desarrollo económico al sur de Roma se retrasó: las
enormes propiedades agrícolas mantenían a una aristocracia ausente. Sin embargo, las
ciudades-estado del centro y el norte de Italia ya habían comenzado a perder su
preeminencia económica en Europa desde finales del siglo XV y en el XVI hubo un
regreso gradual a la tierra entre la clase urbana dominante. Esto, junto con la dependen-
cia de las cortes extranjeras, contribuyó a una aristocracia basada en las clases
mercantiles.

El rescate humanístico de la literatura antigua iniciado por Petrarca en el siglo XIV,


generó un creciente interés en los vestigios físicos de la Antigüedad, y ya en 1420 este
interés se había extendido a la arquitectura. Florencia encabezó este rescate, junto con la
transformación del dialecto toscano en un lenguaje literario, pero la corte papal y
Venecia, con su acceso a la cultura griega, fueron centros de igual importancia del nuevo
conocimiento. Los déspotas ilustrados de las pequeñas ciudades-estado también
emplearon a artistas y eruditos en sus cortes. La llegada de la imprenta desde Alemania a
mediados del siglo XV significó que los tratados podían publicarse, y los arquitectos
fueron los primeros en transmitir el conocimiento por medio de láminas grabadas en
madera.

El reto del protestantismo en el Norte y la Contrarreforma desatada por el Concilio de


Trento (1545 y convocado varias veces a la mitad del siglo XVI), erosionaron
gradualmente la supremacía de la cultura humanista, cambio ejemplificado por el deseo
de Sixto V (papa de 1585 a 1590) de convertir el Coliseo en una fábrica de lana. Sin
embargo, esto no significó una reacción contra el lenguaje de la arquitectura clásica. Los
arquitectos barrocos continuaron inspirándose en las construcciones romanas. Italia
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siguió siendo un imán para artistas y escritores al norte de los Alpes; por ejemplo, las
visitas de Goethe y la prolongada estancia de Winckelmann fueron cruciales para el
movimiento neoc1ásico.

La planeación de iglesias se vio influida por el simbolismo, el cambio litúrgico, los


movimientos reformistas y las nuevas órdenes religiosas, así como por las preferencias
estéticas del arquitecto y sus mecenas. El "decoro" era una regla fundamental de la
cultura renacentista, y la función de una iglesia era crucial para su concepción. Las
plantas centralizadas con base en el círculo, el cuadrado y la cruz griega eran admiradas
por su perfección simbólica, pero con frecuencia se reconocía que no eran adecuadas
para catedrales o templos monásticos. En la práctica, las estructuras conmemorativas
erigidas para agradecer milagros, la liberación de la peste o asociadas con el martirio
dieron oportunidad para realizar plantas centralizadas con cúpulas, que aprovechaban el
precedente de la iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén, asociado con la tumba de
Cristo. Se tomó como una solución aceptable la planta compuesta, que unía una nave
longitudinal a un crucero central abovedado, en la que las funciones procesionales y el
simbolismo tradicional de la cruz latina eran importantes. Más tarde, la planta oval
proporcionó un eje direccional en una planta básicamente centralizada.

Las iglesias monacales en la Italia medieval tenían sólidas rejillas de clausura en la nave
que separaban a los fieles del coro, de los monjes y del presbiterio. Esta práctica
desapareció en las nuevas iglesias del siglo XV y 'el coro se cambió a una capilla atrás
del altar mayor. Después del Concilio de Trento las rejillas se quitaron sistemáticamente
para cumplir con el énfasis que se dio a la predicación y la participación en la misa. Las
nuevas órdenes religiosas de la segunda mitad del siglo XVI, jesuitas, barnabitas y
oradores, tendieron a adoptar las plantas de una sola nave, frecuentemente con capillas
laterales interconectadas, transeptos reducidos y una clara división de las partes.

Las grandes residencias urbanas (palazzos) de la aristocracia citadina mostraron


variaciones regionales considerables en sus plantas, aunque hacia la década de 1530
tendían a emplear un lenguaje decorativo común caracterizado por un bloque rectangular
de tres niveles, patio central con columnata y la ubicación de las habitaciones principales
en el primer piso (piano nóbile) con frente a la calle; la planta baja abovedada podía
alojar almacenes, departamentos de verano y, en el siglo XVI, los establos, mientras que
los aposentos de los niños y los sirvientes se encontraban en el segundo piso, y el
almacén de combustible, vino y aceite en el sótano. Los departamentos consistían en una
serie de habitaciones interconectadas de tamaños decrecientes, desde el gran salone hasta
la pequeña camera. Los corredores eran poco comunes y las funciones de las ha-
bitaciones flexibles, dependiendo de sus dimensiones más que del mobiliario. El número
de habitaciones era relativamente reducido en los palacios de mercaderes del siglo XV;
sólo los altos eclesiásticos y los príncipes menores conservaron grandes propiedades.
Hacia el siglo XVII el número de sirvientes domésticos aumentó mucho y el uso de
carruajes requería grandes áreas de servicio y establos con entradas amplias. Desde

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principios del siglo XV se hizo común el diseño simétrico, pero en el periodo barroco se
observó un creciente énfasis en los ejes múltiples, las escaleras espectaculares y los
patios interconectados.

En Florencia, los almacenes de la planta baja que eran comunes en el siglo XIV,
tendieron a desaparecer de las fachadas de los palacios, que sin embargo conservaron
una apariencia de fortaleza por medio de la mampostería con almohadillado. Un rasgo
florentino característico era la banca continua de piedra alrededor de un palacio para uso
del público. En el siglo XVI el empleo del almohadillado con frecuencia se restringió a
claves y dovelas, y en la planta baja aparecieron grandes ventanales con frontón
sostenidos sobre volutas (ventanas reclinatorio). En 1581 Montaigne se sorprendió al
enterarse de que en las ventanas se usaban telas o papeles impregnados en aceite en vez
de vidrio, ya que el vidrio fue un material raro hasta el siglo XVII.

En Roma, los palacios de los cardenales eran muy grandes, diseñados con menos rigor al
principio, y tenían logias en los pisos superiores para proporcionar la máxima sombra y
ventilación. Los torreones de esquina y las ventanas geminadas con parteluces en cruz
(güelfa) fueron comunes hasta finales del siglo XVI, cuando la cancillería introdujo el
diseño y la decoración reminiscente del palacio ducal de Urbino. El palacio Farnesio fue
el modelo del siglo XVI de un gran palacio con su vestíbulo de columnata, patio
monumental y relación axial con el jardín. Para los miembros de la creciente burocracia
papal se desarrolló un palacio a menor escala: el esplendor de la fachada, la escalera y el
patio eran más importantes que el tamaño. Estos palacios parecían modestamente
pequeños en el siglo XVII.

El diseño distintivo de los palacios venecianos estaba relacionado con su ubicación


frente al agua y con sus conservadores ocupantes dedicados al comercio. Los vanos
concentrados al centro de las fachadas de tres niveles correspondían a grandes vestíbulos
de entrada transversales para descargar las mercancías, y a salones de "paso" arriba. Los
solares eran más largos y más angostos, y los patios más chicos que en el centro de Italia;
los palacios algunas veces se dividían verticalmente entre distintos miembros de la
familia. En las ciudades de tierra firme del Véneto, como Vicenza y Verona, se en-
cuentra algo del mismo diseño tripartito y con frecuencia los patios se sustituyen por
jardines. Palladio incorporó intencionalmente elementos vitruvianos en el diseño del
palacio de Vicenza, como los atrios tetrástilos.

La villa, que desapareció a fines de la Antigüedad, resurge en el Renacimiento como un


tipo arquitectónico distintivo. Las villas varían de manera tan amplia según su función
(centro agrícola, pabellón de caza, retiro suburbano), región, propietario y arquitecto, que
apenas se pueden distinguir unas pocas características comunes, como las logias
exteriores. La restitución de tierras, el resurgimiento de la agricultura y la consolidación
de las propiedades precedieron la construcción de villas en la Toscana y en el Véneto.
Palladio se inspiró en las tradiciones del Véneto para producir una serie de villas particu-
larmente funcionales y flexibles para los dueños de las tierras agrícolas. Estas villas
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incorporaron establos, logias de almacén y graneros en grupos de edificaciones
unificadas jerárquicamente, dominadas por fachadas con frontones. En Roma, la villa
suburbana, diseñada según las descripciones literarias de las villas antiguas, se
popularizó entre los miembros sibaritas de la corte papal. Las vistas que generaban
amplias perspectivas, las rampas de escaleras, las exedras con nicho y las grutas, in-
fluenciadas por el patio del Belvedere de Bramante (1503-1513) Y por la Villa Madama
de Rafael (comenzada en 1516), se convirtieron en características de la planeación de
jardines en el siglo XVI; el agua asumió un papel cada vez más importante para
alimentar fuentes, enfriar mesas de comedor y dar energía a elaborados juegos
mecánicos con movimiento.

Francia

Una vez terminada la Guerra de los Cien Años y después de la expulsión de los ingleses
en 1453, Francia era menos un reino feudal y más una monarquía moderna con una
fuerte tendencia hacia la centralización y un gobierno absoluto. Los reyes de la casa de
Va1ois llegaron al poder en 1515 y permanecieron en él hasta que Enrique III fue
asesinado en 1589, no sin antes reconocer a Enrique de Navarra y así dar paso a la
dinastía de los Borbones, que habría de permanecer en el poder hasta la revolución, dos
siglos después. Durante estos periodos el reino se ensanchó para incluir Bretaña y se
extendió hacia el oriente hasta el Rin; también se hizo retroceder la frontera con Flandes.

El avance del poder real centralizado bajo Francisco I (1515-1547) Y Enrique II (1547-
1559) se vio seriamente amenazado por las guerras religiosas de las décadas de 1570 y
1580. Enrique IV de Navarra (1589-1610) entró a París en 1593 y emprendió una
campaña de reconquista nacional y centralización política que sería continuada luego por
Luis XIII (1610-1643) Y Luis XlV. Cuando este último asumió el gobierno a la muerte
de Mazarino en 1661, Francia ya era el país con más habitantes, el más rico y
probablemente el mejor organizado de Europa. Luis XIV reinó con poder absoluto por
más de medio siglo. Su poderío militar aseguró la hegemonía francesa, frenada sólo por
una coalición de potencias europeas en la desastrosa Guerra de Sucesión española (1700-
1713). El brillante ministro Jean Baptiste Colbert, quien trabajó sin cesar para mejorar el
comercio y la industria de Francia, influyó poco en política, y los sucesores borbónicos
Luis XV (17151774) Y Luis XVI (1774-1793) pronto descubrieron que las costosas
guerras en Europa, América del Norte y la India, y en general las tendencias
inflacionarias del siglo XVIII, exigían mayores ingresos. Para 1789, el país estaba cerca
de la bancarrota y el creciente descontento condujo a una reunión de los Estados
Generales y a la revolución, que habría de simplificar y reorganizar el proceso de
gobierno al descentralizar el control a ochenta y tres departamentos, cuyos problemas
financieros habrían de resolverse por la nacionalización y venta de la propiedad
eclesiástica. Napoleón surgió como el nuevo gobernante de Francia (emperador de 1804
a 1814) Y durante quince años dominó al continente por la fuerza de las armas, hasta su
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derrota en Waterloo.

Muchas de las hermosas edificaciones romanas sobrevivieron en Provenza, pero no fue


sino hasta las invasiones francesas de Italia en 1494 y en 1508, que los arquitectos fran-
ceses se vieron obligados, por el ejemplo italiano, a poner atención a las lecciones de la
Antigüedad. Carlos VIII regresó de Italia al castillo de Amboise sobre el Loira (p.
816A), la primera residencia real en Francia, construida originalmente casi por completo
en el siglo XV. Trajo con él a artistas y artesanos italianos, e inició el primer periodo de
construcción de castillos sobre el Loira, la mayor parte de los cuales datan del primer
cuarto del siglo XVI. Fue en estos castillos que floreció un estilo franco-italiano. Ya que
se situaban en tierras de caza accesibles al rey, y la importancia de la cacería como me-
dio de atracción de visitas reales (y los ascensos resultantes), aseguró que el castillo se
conservara como el tipo principal de edificación hasta que la corte finalmente se
centralizó en Versalles en la década de 1660.

Desde finales del siglo XVI, una creciente proporción de negocios reales y de estado se
realizaron en Paris, por lo que el rey dependió cada vez más de sus funcionarios públicos
designados más que de los herederos aristócratas, para conducir sus asuntos. Como
resultado, entre 1600 y 1660, París presenció la construcción de un gran número de
fastuosas residencias privadas (hotels) que se convirtieron en un tipo característico de
edificación que tuvo mucha influencia en la planificación doméstica a través de toda
Europa. Tanto en los castillos como en los hotels, la adopción de una determinada clase
de estilos italianos, puestos de moda por la marquesa de Rambouillet (1588-1665),
condujo a un considerable refinamiento de la planta. Al apartarse de la vivienda unitaria
feudal, en la que la mayor parte de la vida se desarrollaba en el gran salón, la moda
francesa trató de crear una serie de pequeñas habitaciones para actividades sociales
privadas. Éstas usualmente se agrupaban en número de tres o cuatro: una "antecámara";
una "cámara", en la que de manera normal se recibía con formalidad, con el anfitrión
reclinado sobre la cama; un "gabinete" más íntimo, donde se recibía a los amigos
especiales y se tenía con frecuencia objetos de alto valor; y, si el espacio lo permitía, un
"guardarropa".

Junto con el refinamiento de la vida social surgió un deseo de disimular los aspectos
corrientes de la vida diaria. De ser posible, los establos se ubicaban en lugares alejados,
en un patio de servicio aparte; las habitaciones de los sirvientes se comunicaban con [os
departamentos principales por medio de pasajes y escaleras ocultos. En el castillo
Maisons-Lafitte, cerca de París (1642-1650), se construyó un túnel, de tal manera que los
alimentos, la leña y otras cosas necesarias pudieran proveerse sin que se notara.

Conforme las exigencias de los promotores de obras se hicieron más complejas, el


número de solares disponibles para desarrollos en Paris se redujo y se restringió cada vez
más. Esto obligó a los arquitectos a mostrar un gran ingenio para ajustar los salones
necesarios en espacios limitados e irregulares. El ejemplo más contundente en el siglo
XVII lo fue el palacio urbano Hotel de Beauvais, de Antoine Le Pautre, en la Rue
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Francois Miran, París (1656). Aunque la construcción de hotels y castillos disminuyó
una vez que la corte se trasladó a Versalles, estas tendencias en la planificación
doméstica se continuaron en las residencias privadas parisinas del siglo XVIII después
de que el regente retornó a París en 1715.

La Reforma tuvo poco impacto en la construcción de iglesias. Aunque oficialmente


tolerados entre el Edicto de Nantes en 1598 y su revocación por Luis XIV en 1685, los
hugonotes encargaron pocas edificaciones importantes, aparte del Templo de Salomón
de Brosse en Charenton. La nueva Contrarreforma tuvo un importante impacto en las
iglesias católicas romanas, en especial en la primera mitad del siglo XVII. Como en el
resto de Europa, los tipos de iglesias romanas a finales del siglo XVI de nave única y
fachadas de dos o tres niveles, predominaron al principio, pero a finales del siglo XVII y
durante el XVIII se regresó a la planta basilical, con una preferencia por una nave arcada
que rodeaba el ábside como una celosía semicircular. En la era napoleónica se vio una
breve preferencia por la forma del templo antiguo, como en la Madeleine, en París
(iniciada en 1806).

La centralización sin paralelo del poder real generó en Versalles una edificación que, si
bien quedó como única en Francia, estableció un patrón que imitaría toda Europa. La
gran cantidad de salas de recepción oficiales magníficamente decoradas estableció una
nueva norma de gasto estatal en tales proyectos, y la inmoderada longitud de la fachada
creó un nuevo tipo de escala arquitectónica o -más exactamente- demostró el impacto
que se obtendría al abandonar por completo la noción de escala. Cuando cansada de tan
ampulosa forma de vida la corte se trasladó a los Trianones, también estableció una
moda para la comodidad íntima, que fue seguida ampliamente en la Europa continental.
Versalles también es el ejemplo supremo del jardín como un elemento inseparable de la
vivienda, dispuesto sobre sus ejes y continuando sus líneas a través de grandes
extensiones del campo circundante. Según la intención de André Le Notre, el jardín es
una parte integral de la concepción arquitectónica.

La organización del espacio urbano fue una preocupación constante de los arquitectos
franceses, desde los planes reales para París a mediados del siglo XVI, hasta los diseños
revolucionarios de Ledoux, doscientos años más tarde. Los grandes proyectos de Enrique
IV, la Place Dauphine y la Place des Vosges imitadas en el Covent Garden de Londres y
en muchas otras partes, iniciaron una tradición de grandes plazas públicas que llegó hasta
Dijon, Burdeos, Nancy y muchas otras ciudades.

La segunda mitad del siglo XVIII vio el surgimiento de nuevos tipos de edificaciones
públicas; por ejemplo, mercados, que con frecuencia dieron oportunidad para novedosas
técnicas estructurales, y teatros, con lunetario en forma de U y con frentes porticados,
que empezaron a aparecer en muchas ciudades del interior a partir de la década de 1770.
Napoleón inició un amplio programa de edificaciones públicas, como la Bolsa de París,
la Oficina General de Correos y el Ministerio de Asuntos Exteriores, programa que
continuó bajo la Restauración y el Segundo Imperio.
11
España y Portugal

En el siglo XV la península Ibérica estaba dividida en pequeños estados con distintas


lenguas y credos. En el sur, el último baluarte musulmán en las tierras del occidente de
Europa era el reino de Granada. Estaba rodeado por los reinos cristianos de Portugal,
Castilla y Aragón; el pequeño reino de Navarra limitaba con Francia. La unificación tuvo
lugar en la Última parte del siglo XV con el matrimonio entre Isabel I de Castilla (1451-
1504) y Fernando n de Aragón (1452-1516). Juntos organizaron una cruzada contra
Granada, que cayó en 1492, y se anexaron Navarra en 1512 para dar a España y Portugal
sus fronteras actuales.

La dominación turca de las rutas comerciales del Mediterráneo oriental alentó en España
y Portugal el espíritu de una empresa fundamentalmente marítima de amplias proporcio-
nes, que se refleja con fuerza en el simbolismo arquitectónico de las edificaciones del
Convento del Cristo, en Tomar (véase el capítulo 14). La búsqueda de España de rutas
alternativas, condujo al descubrimiento del cabo de Buena Esperanza (1487) por
Bartolomé Díaz, y de América por Cristóbal Colón (1492). También Portugal amplió su
influencia: Vasco de Gama llevó el comercio a las Indias Orientales (1497) mientras que
Brasil se convirtió en su mayor colonia de ultramar. La expansión territorial permitió la
difusión de los estilos arquitectónicos españoles y portugueses en el Nuevo Mundo.

En 1520 el rey Habsburgo Carlos 1 de Aragón y Castilla fue coronado como Carlos V
del Sacro Imperio Romano. Este hecho colocó a España por primera vez al frente de la
política europea y llevó su dominio hasta los Países Bajos, Cerdeña, Sicilia, Nápoles,
Milán y Alemania. A este imperio europeo, mayor que cualquier otro desde Carlomagno,
Carlos V lo hizo crecer aún más con la conquista de México, Perú, Chile y América
central, antes de abdicar en 1556.

Felipe II (1556-1598), durante cuyo reinado se construyó El Escorial (p. 8l6B), uno de
los mayores palacios de Europa, heredó los problemas de este vasto imperio. El primero
era la rivalidad con Francia, una potencia naciente en la política europea. El segundo era
el descontento que existía en los Países Bajos, alimentado por Inglaterra, y que condujo
en última instancia a la mal calculada y catastrófica Armada Invencible. Esto contribuyó
a la gradual sangría del tesoro español, que sólo fue contrarrestada por la exitosa
reclamación por Felipe del trono portugués en 1580, el cual permaneció en manos
españolas hasta 1640. La insistencia de la monarquía en la pureza de la fe católica
desembocó en una política de intolerancia religiosa. Su instrumento, la Inquisición
española, establecida en 1487, ya para 1502 había convertido o expulsado a los
musulmanes y judíos radicados en España. Incluso los musulmanes conversos, los
moriscos, fueron deportados en 1609. El resultado fue la pérdida de muchos excelentes
artesanos de la construcción.

12
La participación de España en la Guerra de los Treinta Años produjo una enorme pérdida
de recursos y su dominio sobre Italia se debilitó. El comercio y la industria continuaron
en declive, y para 1700 España se había convertido en protegida de Luis XIV, quien al
morir el último rey Habsburgo puso a su propio nieto en el trono español como Felipe V
Este hecho condujo a la Guerra de Sucesión española (1700-1714) y a la pérdida de
Nápoles, Cerdeña y Milán ante Austria. La relativa paz y prosperidad de finales del siglo
XVIII, periodo durante el cual se fomentaron la arquitectura y las artes, fueron rotas por
la invasión napoleónica a principios del siglo XIX. Los franceses fueron expulsados
finalmente de España en 1813, con.la poderosa ayuda de los ejércitos británicos
comandados por Wellington. Las colonias americanas se sublevaron desde el periodo de
la Guerra Peninsular, contribuyeron a la consecuente decadencia de España y Portugal, y
con el tiempo obtuvieron su independencia.

Austria, Alemania y Europa central

La región considerada aquí abarca las actuales Alemania, Austria, Suiza y la República
Checa, con partes de Polonia y Hungría. En el periodo de 1450 a 1830 estaba dividida en
muchos estados y ciudades independientes y dependientes con una lealtad política
cambiante.

La cultura renacentista tuvo su primer florecimiento verdadero fuera de Italia, en la corte


ilustrada humanista de Matías Corvino de Hungría (1458-1490). Las relaciones estrechas
con Italia fueron una característica de la cultura húngara desde el siglo XIV, y el reino
reformado de Matías, quien elevó a Hungría al nivel de la mayor potencia de Europa
central, permitió la llegada de artistas italianos. De allí en adelante, el poder cambió a los
reyes Jagelones de Bohemia, quienes por algún tiempo controlaron un imperio que
incluía Hungría y Polonia, y las influencias renacentistas se extendieron a Praga y
Cracovia. El Renacimiento de Hungría llegó a su fin con las invasiones turcas (1526) y la
subsecuente división del país: el periodo de los Jagelones en Polonia terminó en 1572.

En 1520, Borgoña y los Países Bajos, dominios españoles, se sumaron a los del antiguo
Sacro Imperio Romano bajo Carlos V (Carlos 1 de España). Las primeras guerras
religiosas que siguieron a la Reforma terminaron con la Paz de Ausburgo bajo la cual, a
cada gobernante se le autorizaba determinar la religión de sus dominios. En términos
generales, el sur de Alemania, Austria (después de sus inicios protestantes) y Renania
permanecieron católicas, mientras que el norte de Alemania adoptó el luteranismo. Los
territorios de los Habsburgo se dividieron entre España por una parte, y el antiguo
imperio, con centro en Austria y Bohemia, por la otra. La fragmentación política y re-
ligiosa significó que la importación de formas renacentistas fuera esporádica y localizada
en el siglo XVI, pero las ciudades libres de Nuremberg y Ausburgo y los jesuitas
evangelizadores en Austria y el sur de Alemania habían tomado la delantera. La lucha
contra los turcos era una preocupación constante.
13
La Guerra de los Treinta Años (1610-1648) entre los príncipes católicos y protestantes
detuvo la construcción de edificaciones, y la recuperación fue lenta, incluso después de
la Paz de Westfalia. La influencia del Imperio Austriaco en Alemania declinó en la
segunda mitad del siglo XVII, y los principados construyeron su soberanía. Prusia
comenzó a ganar fuerza en el Norte; Federico 1 se convirtió en rey de Prusia en 1701.

La rivalidad austro-prusiana culminó en el siglo XVIII con la Guerra de Sucesión


austriaca (1740-1748) y la Guerra de los Siete Años (1756-1763). Federico II el Grande
(1740-1786) elevó a Prusia a una posición de preeminencia entre los estados alemanes;
embelleció la capital de Berlín con palacios y edificaciones públicas. En Austria, el
reinado de José 1 (17051711), distinguido por un mecenazgo arquitectónico muy crea-
tivo, fue seguido por el periodo reformista de María Teresa (1717-1780), mientras su
hijo José II (de 1780 a 1790) intentó imponer las ideas de la Ilustración.

Las campañas de Napoleón provocaron el final del Sacro Imperio Romano al eliminar
docenas de ciudades libres y de territorios eclesiásticos. Como en toda Europa, Napoleón
no sólo despertó las esperanzas liberales, sino también unificó a sus nuevos súbditos con
sentimientos de oposición nacionalista. En el Congreso de Viena (1815) se rediseñó el
mapa de Europa central. Los más o menos trescientos margraves, palatinados,
electorados, ducados, estados eclesiásticos y ciudades imperiales de la Alemania
renacentista se redujeron a treinta y nueve estados sujetos sólo a Austria, bajo el dominio
de las casas reinantes de los Habsburgo, los Hohenzollern, los Wittelsbach y los Wettin.

La liturgia protestante introducida por la reforma luterana, que rechazaba el uso de


imágenes y el culto de los santos, favoreció una extrema sencillez en el diseño y
construcción de iglesias. Las escasas iglesias protestantes que se erigieron tenían
interiores del tipo de una sola nave y galerías para acomodar congregaciones mayores;
algunas veces la mesa de la comunión y el púlpito se alineaban sobre el eje central. Los
jesuitas, quienes empezaron a combatir el protestantismo en la segunda mitad del siglo
XVI, promovieron las iglesias diseñadas deliberadamente sobre modelos romanos (por
ejemplo, la Michaelskirche o iglesia de San Miguel, Munich, 1583). En Alemania y
Austria, entre 1680 y 1780, el barroco y el rococó eran los estilos populares de cientos de
iglesias y monasterios rurales católicos construidos por abades ricos y poderosos
obispos. Con frecuencia levantados sobre sitios espectaculares en lo alto de las
montañas, muchos de ellos eran lugares de peregrinaje.

Este periodo vio la decadencia del feudalismo, y en los conflictos armados las tropas
feudales fueron desplazadas por los mercenarios. También hubo influencias internas,
como el poder de las grandes ciudades mercantes de la Liga Hanseática, la posición de
los gremios en el gobierno civil y los intentos de los campesinos para asegurar su
libertad. Un factor muy importante fue la creciente influencia de las universidades, en
especial la de Heidelberg, sede principal del movimiento humanista. Esto se reforzó con
la invención de la imprenta y la publicación de obras literarias que elevaron el interés en
el arte y la arquitectura de la Grecia antigua.
14
La importancia en aumento del gobierno civil llevó al encargo de un creciente número de
edificaciones públicas. Los primeros ejemplos estaban en las ciudades libres de Nurem-
berg y Ausburgo, donde los gobiernos mercantiles construyeron ayuntamientos y
estructuras civiles. A finales del siglo XVII y en el XVIII, los numerosos gobernantes
menores de Alemania afirmaron sus pretensiones territoriales con la construcción de
costosos palacios, emulando a las cortes francesa o austriaca, así como mediante el
patrocinio de la música y el teatro. Las ambiciones prusianas se expresaron en una serie
de edificaciones públicas en Berlín, donde pronto aparecieron las ideas neoclásicas y
continuaron para influir en puertas de ciudades, prisiones, teatros, academias, museos, y
otras edificaciones de principios del siglo XIX.

Países Bajos

Durante el siglo XV, el ducado de Borgoña, establecido primero en Flandes en 1384,


extendió su poder sobre la mayor parte de los Países Bajos y quedó a cargo de los
emperadores Habsburgo por el matrimonio de Maximiliano de Austria con María de
Borgoña (1482). Con la abdicación de Carlos V (1556), los Países Bajos quedaron bajo
el rígido mandato de Felipe II de España (1556-1598). Una larga y amarga revuelta
encabezada por Guillermo el Silencioso, duque de Orange, y que incluía disidentes
políticos y religiosos, fue cruelmente reprimida por el cardenal Granvelle y el duque de
Alba, y para 1590 España había reconquistado las diez Provincias del Sur, las que casi
corresponden a la actual Bélgica. Las siete Provincias del Norte obtuvieron su
independencia y se convirtieron en la República Holandesa en 1581. El protestantismo
calvinista se constituyó en la base de la Iglesia holandesa reformada, mientras que las
provincias belgas permanecieron católicas.

La Guerra de los Treinta Años terminó con la Paz de Westfalia en 1648, se reconoció la
independencia del Norte y el puerto de Amberes se cerró al comercio. El resultado fue
catastrófico para el comercio belga y la guerra contra Francia redujo aún más su tesoro.
El estancamiento de la arquitectura a finales del siglo XVII refleja esta decadencia.

Por el contrario, la República Holandesa, aunque también estaba comprometida en


guerras, se convirtió en una gran potencia naval y en una nación mari tima mercante, y
adquirió colonias en ultramar en el siglo XVII, su "época dorada". Aunque el príncipe de
Orange conservó una corte en La Haya, el poder económico descansaba en los burgueses
de las grandes ciudades comerciales de Holanda y Zelanda, quienes construyeron casas
ricamente decoradas y amuebladas, creando una demanda sin precedente por pinturas "a
la orden".

En 1688 Guillermo de Orange y su esposa María se convirtieron en los reyes de


Inglaterra, con lo que se reforzó la ya entonces fuerte influencia de la arquitectura
holandesa en ese país. La prosperidad de las Provincias Unificadas soportó las grandes
15
guerras europeas del siglo XVIII, así como una revuelta de la clase media en la década
de 1790.

A principios del siglo XVIII, Bélgica fue gobernada por Francia (1700-1706) y por el
tratado de Utrecht (1713) pasó a poder de Austria. En 1789 se desató un conflicto interno
y la ocupación por las fuerzas revolucionarias francesas (1794) fue el preludio de la
anexión de Bélgica y Holanda por el Imperio Napoleónico. El Congreso de Viena unificó
a los dos países por breve tiempo en un Reino de Holanda (1815), que perduró sólo hasta
1830, cuando Luxemburgo y Bélgica se hicieron independientes.

Las ideas de Lutero y Calvino se recibieron de inmediato en los Países Bajos, pero los
seguidores de éstos fueron duramente perseguidos por sus gobernantes españoles. La
separación definitiva entre la Bélgica católica del Sur y las Provincias Unidas del Norte
protestantes tuvo como resultado una fuerte diferencia de la tradición constructiva de
iglesias en el siglo XVII. Las iglesias de la Reforma holandesa y luterana siguieron el
modelo luterano, establecido desde un principio en Alemania (de carácter austero y el
interior enfocado hacia un púlpito dominante), pero las iglesias holandesas utilizaron en
menor escala las galerías y asignaron un papel prominente a la pila bautismal. Al no
existir la necesidad de contar con un eje principal, se experimentó en gran escala con
plantas de tipo centralizado. La evidencia arquitectónica de la tolerancia religiosa en
Amsterdam se encuentra en la sinagoga portuguesa-israelí (1671), interesante estructura
con una fachada con pilastras y tres naves internas con bóveda de cañón.

Las numerosas iglesias nuevas en la Bélgica del siglo XVII las mandaron construir
principalmente las órdenes y sociedades religiosas, en especial los jesuitas, pero también
incluían varias iglesias de peregrinaje con plantas centralizadas y las béguinages,
comunidades caritativas de mujeres laicas, típicas de Bélgica.

Los edificios de ayuntamientos, las casas de los gremios y las residencias de


comerciantes de los Países Bajos son prueba de la presencia de una cultura urbana
próspera y competitiva. Desde 1613 la ciudad de Amsterdam.se extendía en un gran se-
micírculo alrededor del centro primitivo, con una red de canales radiales y circulares en
cuyas riberas los mercaderes construían sus casas. El estilo palladiano de Jacobo van
Campen (1595-1657) (que se convirtió en símbolo del estilo vernáculo holandés para los
arquitectos posteriores) es muy adecuado para La Haya o para Amsterdam, no sólo
porque el proceso de construcción enfrenta dificultades estructurales similares a las que
se encuentran en Venecia, sino también porque Venecia fue modelo de un régimen
republicano mercantil. La corte semimonárquica del principe de Orange, diferente de
Holanda en conjunto, volvió la mirada a Francia como fuente de inspiración.

La arquitectura secular belga no se distingue por sus grandiosos palacios o castillos, sino
por las influencias francesa y austriaca predominantes a partir de los inicios del siglo
XVIII en adelante. La cercanía de Francia, su política exterior y sus ligas idiomáticas con
la mitad suroriental de Bélgica, fueron factores importantes. La plaza real de Bruselas se
16
reconstruyó en 1775 según el diseño de arquitectos franceses y casi es una réplica de la
Place Royale de Reims (p. 821).

Materiales y técnicas de construcción

En este periodo se observó un cambio en la formación, el papel y la posición social del


arquitecto, lo cual se analiza más adelante en relación con cada país. Es de nuevo en
Italia donde el arquitecto-diseñador fue la norma en el siglo XV y donde los tratados de
academias iniciados por Alberti proporcionaron el modelo inicial. La fundación de
academias desde la segunda mitad del siglo XVI en adelante resaltaron aún más la
posición intelectual de los arquitectos, aunque la academia francesa de arquitectura
(fundada en 1671) por muchos años fue la única que proporcionaba una educación
sistemática en diseño. La posición económica de los arquitectos mejoró con la creciente
especialización, y en los siglos XVII y XVIII muchos de ellos hicieron fortunas a base de
la contratación especulativa de obras. Sin embargo, a pesar del creciente profesionalismo
durante este periodo, el arquitecto diletante seguía teniendo cierta influencia.

La arquitectura renacentista no se distingue por la innovación estructural. Quizá los


logros estructurales más espectaculares del periodo fueron las grandes cúpulas de la
Catedral de Florencia, de San Pedro en Roma y de Saint Paul's en Londres. Todas ellas
son construcciones de doble bóveda. El famoso logro de Brunelleschi de construir la
cúpula florentina (Santa María del Fiore) (p. 548) sin un punto central, se basó en
técnicas más parecidas a las de las cúpulas islámicas (hiladas de ladrillo en espiral) que a
los antiguos modelos romanos. La cúpula de San Pedro (pp. 869-872) aplica las mismas
técnicas a las bóvedas semiesféricas, mientras que la cúpula de Saint Paul's, de Wren (p.
1031), es una compleja mezcla de una cúpula interior de piedra, un cono intermedio de
ladrillo y un techo de madera, inspirada en los ejemplos franceses, como los Inválidos de
Paris (p. 949).

Los arquitectos del Renacimiento italiano experimentaron con el rescate de las técnicas
de construcción en piedra de la Roma antigua, pero imitaron poco la construcción
romana a base de hormigón. Se volvió a emplear el estuco utilizando las fórmulas
romanas y la técnica se extendió por toda Europa para la decoración de interiores y para
simular cantera labrada en el exterior.

Los procedimientos de construcción y la estructura económica de la industria de la


construcción permanecieron comparativamente sin alteración durante el periodo. Sin
embargo, el creciente refinamiento y la sistematización del dibujo arquitectónico (que se
describe con mayor amplitud más adelante), dieron pie a un mayor grado de separación
del arquitecto respecto al sitio de construcción.

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Italia

Al sur de los Alpes, el valle del Po crea una vasta planicie al norte de Italia que se
extiende desde Turín hasta Padua y alberga muchas de las ciudades de Lombardía y del
Véneto: Milán es el centro de una zona de construcción con ladrillo, donde las formas
renacentistas se expresan en ladrillo y estuco o están cubiertas con terracota moldeada.
Ubicada en su laguna, Venecia importaba madera de los bosques de tierra firme, mármol
rojo de la cercana Verona y piedra de Istria, parte de su imperio. La piedra de Istria, de
fácil labrado, se endurece con la exposición a la intemperie y se presta bien a finos
detalles escultóricos (p. 845).

Florencia tenía piedra caliza (pietra forte) en abundancia, aunque de grano grueso
arenoso, en las canteras del sur de la ciudad, mientras que la arenisca gris (pietra serena)
de Fiésole y Settignano podía utilizarse en columnas monolíticas, así como labrarse con
los finos detalles que demandaba la nueva arquitectura. El mármol blanco se extraía de
las canteras de Carrara y de Seravezza, donde los Médicis abrieron nuevas vetas y
también buscaron los mármoles de color tan apreciados a finales del siglo XVI. Siena, al
sur de Florencia, construyó mucho en ladrillo, pero como otras ciudades de las montañas
de Toscana, tenía acceso a la toba y al travertino.

Roma se alejó de sus siete colinas en la Edad Media hasta las tierras bajas junto al Tíber.
La repoblación de las colinas -política de los siguientes papas- requirió la rehabilitación
y utilización de los acueductos antiguos. Los materiales característicos de la arquitectura
del Renacimiento romano son el ladrillo fino y el travertino de las canteras que rodean al
Tívoli, pero también se usó el peperino volcánico y la toba, ésta como un material ligero
para bóvedas. Los mármoles blanco y de colores se seguían saqueando de las ruinas
antiguas.

La Italia del sur y Sicilia estaban menos desarrolladas que las zonas del norte y del
centro de la península. No obstante Nápoles era un centro importante. La piedra
napolitana es volcánica, desde la toba amarilla empleada para muros, hasta el peperíno
gris-negruzco, utilizado para detalles de piedra labrada. Sicilia, que disfrutó de un
florecimiento arquitectónico en el periodo barroco, está bien provista de tabas calcáreas
y calizas suaves.

El clima variado de las regiones italianas tuvo sus efectos sobre los tipos de
edificaciones. Las ciudades más frías y húmedas del norte con frecuencia tienen calles
con portales. El drenaje del valle del Po significó una creciente demanda de las villas del
Véneto. Los terrenos reducidos y la falta de jardines y patios en Venecia generaron
palacios más altos con belvederes, balcones y ventanas agrupadas. En el clima más
cálido y seco de Roma, los palacios tenían grandes patios con logias, y el agua jugaba un
papel fundamental en el diseño de la villa. Por toda Italia las ventanas eran más pequeñas
que en Europa del norte, y se ponían arcadas abiertas para proporcionar sombra. Con
poca lluvia, los techos podían tener una suave inclinación y se prestaban para hacer
18
cornisas y balaustradas.

En los siglos XV y XVI los arquitectos italianos provenían de una amplia variedad de
disciplinas ligadas al diseño: pintura, escultura, orfebrería, carpintería y la talla de piedra.
Antonio da Sangallo el Joven (1484-1546), Michele Sanmicheli (1484-1559) y Andrea
Palladio (1508-1580) estaban entre los pocos arquitectos del Alto Renacimiento que se
criaron dentro de los oficios de la construcción. En el siglo XV los mecenas cultos que
tenían acceso a los tratados podían ejercer una influencia tan decisiva sobre el diseño
como un arquitecto. Los arquitectos disfrutaron del ascenso en el status de los artistas -
mientras que los gremios de artesanos perdían importancia- y se unieron a pintores y
escultores en las "tres artes del diseño" a partir de las cuales se fundó, en 1563, la
Academia Florentina de las Artes. También se fundó en Roma la Academia de San
Lucas, aunque hasta entonces no había un sistema formal de enseñanza. Las dinastías de
arquitectos y los talleres de enseñanza como el de San Pedro en Roma, dieron
continuidad al conocimiento sobre el diseño y la construcción.

En la Roma barroca, los caminos que conducían a la arquitectura comprendían ahora la


literatura, el derecho y la religión, así como el camino tradicional del constructor
lombarda; la carpintería era vista como un trabajo de detalle y variedad creativa; las
nuevas técnicas del estucado también generaron arquitectos en el ejercicio. El estudio de
la geometría fue especialmente importante para las complejas conceptualizaciones
espaciales del barroco. En el siglo XVIII hubo un movimiento hacia la estandarización
de la enseñanza de la arquitectura, semejante al que se dio en Francia en 1671. En la
romana Academia de San Lucas se estableció una beca de arquitectura en 1702 y en
Padua se fundó una cátedra de arquitectura civil.

En el siglo XV ningún arquitecto podía sobrevivir sólo de diseñar. Para que un arquitecto
pudiera mantenerse, era indispensable el ejercicio paralelo de otro arte, tener un puesto
oficial en una oficina de construcción o en una corte, o ejercer el papel de supervisor en
una obra. Con un escaso número de plazas con salario fijo y sin una corte hasta 1530,
Florencia se convirtió en exportadora de arquitectos hacia otros centros. En las ciudades
república y en las cortes reales o ducales, se esperaba que los arquitectos se encargaran
de la ingeniería civil y del diseño y construcción de fortificaciones.

La recompensa financiera mejoró en los siglos XVI y XVII Y las pretensiones de los
arquitectos quedaron plasmadas en sus retratos y en sus casas particulares. La demanda
de sus servicios por parte de los príncipes del extranjero elevó su valor de mercado en
sus lugares de residencia, como lo atestigua la carrera de Bernini. En la corte papal, los
arquitectos más destacados ahora podían esperar obtener el grado de caballeros y
valiosos regalos ex gratia además de sus salarios acostumbrados. El diseño de
fortificaciones se convirtió en una actividad cada vez más especializada, confiada a
ingenieros militares.

Las técnicas del dibujo arquitectónico avanzaron enormemente durante el Renacimiento.


19
La invención de la perspectiva lineal por Brunelleschi permitió a los arquitectos realizar
representaciones convincentes de sus propios diseños y de las antiguas edificaciones que
estudiaban; Francesco di Giorgio y Leonardo da Vinci aportaron una mayor precisión a
las perspectivas aéreas y a los cortes o secciones en perspectiva. Sin embargo, el dibujo
en perspectiva no era una gran ayuda en el proceso de construcción, como ya lo había
señalado Alberti en su De re Aedificatoria (1452), en el que insistía en la necesidad de
contar con plantas, alzados y secciones. Rafael volvió a insistir en esto en su Carta a
León X de c. 1519, y es en el taller de San Pedro que por primera vez se encuentra
evidencia de un sistema triple de representaciones ortogonales a la misma escala. La
estandarización del arte de proyectar liberó al arquitecto de tener que ir al lugar de la
obra, aunque muchos preferían realizar una supervisión diaria de ésta.

Peruzzi continuó explorando las posibilidades de la perspectiva, y llegó a realizar


secciones notables y perspectivas axonométricas. El empleo por Miguel Ángel de
dibujos a gris cuidadosamente trabajados con numerosas correcciones, es contemporáneo
de los de Palladio a pluma y tinta, de una exquisita precisión. La tradición de Miguel
Ángel la continuaron Buontalenti, Bernini y Borromini con el nuevo material del grafito.
Los dibujos de Borromini muestran la evidencia de una geometría constructiva compleja.

El empleo de modelos de madera a partir de la Edad Media se comprueba por


documentos existentes. En el Renacimiento sirvieron para explicar las ideas del
arquitecto a los clientes que no estaban familiarizados con el dibujo, y para contar con un
registro más duradero que los propios dibujos, que con frecuencia se utilizaban para los
modelos. El modelo de Sangallo el Joven para San Pedro fue duramente criticado por
Miguel Ángel. Mientras que los modelos de grandes proyectos con frecuencia carecían
de detalles; era común que se realizaran maquetas de capiteles en madera a escala
natural; Miguel Ángel probó su diseño de la cornisa del palacio Farnesio por medio de
un modelo de madera a escala natural y también utilizó modelos de arcilla para fonnas
complejas, como la escalera de la Biblioteca Laurenciana. El empleo de plantillas
metálicas para definir los perfiles de corte era una práctica común.

Durante el periodo, la organización de los oficios en la industria de la construcción se


mantuvo relativamente estática y no ocurrieron grandes avances técnicos, aunque sí hubo
cierta tendencia hacia la contratación a gran escala. En el siglo XV la norma era el pago
por obra realizada y por jornada de trabajo, y era rara la contratación "en grande" para
una edificación completa. Se acostumbraba elaborar contratos separados con cada
artesano y las cuentas eran manejadas por el representante del propietario o por éste
mismo. En Venecia, donde las fronteras entre los gremios eran muy precisas, el contratar
por más de un tipo de oficio estaba prohibido por la ley. En una obra grande, canteros,
fabricantes de muros, yeseros y carpinteros tenían capataces diferentes (capomaestri): ser
el capomaestro de los canteros, quienes realizaban el trabajo de detallado en piedra, era
con frecuencia el equivalente a ser el arquitecto, mientras que el trabajo de los albañiles
de muros, a menudo los mejor pagados, requería poca habilidad de diseño y rara vez

20
estos artesanos se convertían en arquitectos.

Los regímenes ducales dictatoriales del siglo XVI presenciaron una mayor disolución de
las fronteras de los gremios, también una mayor supervisión centralizada e incluso el
empleo del trabajo forzado para las edificaciones ducales. También en la Roma papal los
arquitectos actuaban con mayor frecuencia como contratistas, y había algo de
construcción especulativa cuando la ciudad se extendió.

Francia

En Francia, los grandes ventanales, techos de pendiente pronunciada y altas chimeneas


que surgieron en respuesta al clima, plantearon algunos problemas para la asimilación de
un vocabulario arquitectónico italiano. La proporción entre ventanas y muros siguió
siendo mayor en Francia que en Italia, y hasta c. 1650 los elementos de la planta de una
edificación siempre se techaban como unidades separadas, usualmente con pizarra. Rara
vez se integraban las chimeneas a un diseño clásico y con frecuencia eran objeto de una
decoración excéntrica.

En Francia abundaba la piedra para construcción y la pizarra, las cuales podían


transportarse por vía fluvial. La piedra era el material tradicional para los monumentos y
las grandes edificaciones urbanas, aunque el ladrillo siguió siendo popular hasta la
década de 1630, incluso entre los aristócratas. La utilización de madera y yeso estaba
muy difundida en la arquitectura vernácula, pero pocas edificaciones construidas con
estos materiales se conservan.

La prolongada prosperidad de Francia en los siglos XVII y XVIII condujo a la


construcción de grandes edificaciones por todo el país, desde Rennes a Besancon y de
Burdeos a Aix-en Provence. Si acaso no ejercen la misma influencia que los de la región
parisina, tampoco son de menor valor.

Aunque Giuliano da Sangallo, fra Giocondo, Leonardo da Vinci, Primaticcio, Vignola,


Serlio y Bernini visitaron Francia, tuvo que transcurrir mucho tiempo antes de que el
arquitecto francés alcanzara el nivel de sus pares italianos. A principios del siglo XVI es
más probable que un arquitecto fuera un maestro albañil o un contratista, y es claro que
uno de los mecanismos para el avance social era la publicación de tratados, como el de
Philibert de l'Orme o el de Jean Bullant. Los dos también tenían la ventaja de haber
viajado a Italia, un importante medio para la adquisición de status.

Aunque ni Francois Mansart ni Louis Le Vau escribieron algún tratado, y hasta donde se
sabe no viajaron a Italia, es claro que alcanzaron un nivel social bastante diferente del
que tenía el arquitecto del siglo XVI. Por ejemplo, a Le Vau se le dio albergue en el
cuerpo principal de la casa en Vaux-le-Vicomte mientras estaba en proceso la

21
construcción. Este ascenso en el nivel se confirmó con el establecimiento de la Real
Academia de Arquitectura en 1671, que separó definitivamente a los arquitectos de la
clase artesanal y les confirió el status de artistas e intelectuales. Sin embargo, los
arquitectos continuaron ganando dinero por medio de la contratación de obras, y
Hardouin Mansart, Boffrand y Gabriel prosperaron gracias a los asentamientos especu-
lativos de Paris en el siglo XVIII. Los honorarios se fijaron por ley hasta después de la
revolución, pero durante el reinado de Luis XV se establecía un cargo de cinco por
ciento. La Escuela Politécnica de Napoleón, fundada en 1794, en la que Jean-Nicolas-
Louis Durand (1760-1834) enseñaba arquitectura con un programa curricular de ciencia
y tecnología, marcó un cambio crucial en las actitudes respecto a la educación en
arquitectura.

Lejos de morir por completo durante el periodo, el gótico se conservó hasta cerca de
1700 como una forma viva, poco después este estilo fue rescatado de una manera
consciente. Desde un principio llamó la atención la complejidad geométrica del corte de
piedra gótico, y se publicaron varios manuales de estereotomía de los cuales tal vez el
más importante sería el de Derand, Architecture des voutes, de 1643. Aunque para el año
1600 la construcción en madera y yeso también parecía haber pasado de moda, Le Muet
incluye largas discusiones sobre la construcción en madera en su obra Maniere de bien
bastir de 1623.

España y Portugal

No obstante la variedad de climas que existen en la península Ibérica (húmedo y


templado en el norte, frío y cálido extremos en las planicies centrales y subtropical en el
sur), en general su arquitectura parece estar más acorde al clima caliente. Predominan los
techos de poca pendiente y las ventanas pequeñas, así como las escaleras al aire libre y
los patios para la circulación interior.

Como en épocas anteriores, el granito era el principal material de construcción, en


particular en la mitad norte de la península. Su color oscuro, gris en España y gris
verdoso en Portugal, en ocasiones generaba fachadas austeras, pero su frecuente
combinación con el enlucido producía unos efectos más alegres. Más al sur, en las tierras
de los ríos Tajo y Mondego eran más comunes las calizas y las areniscas. Aquí, el
empleo de materiales de construcción se vio influenciado por la continuación de las
tradiciones islámicas de la construcción mudéjar. El ladrillo, el material principal de los
musulmanes, se combinaba con una intrincada decoración de estuco y, particularmente
en Portugal, con losetas vidríadas (azulejos). En toda España se explotaban las ricas
vetas de los yacimientos de hierro para elaborar las populares rejas o herrería decorativa.
La madera era relativamente escasa, pero no obstante esto, era el material preferido para
la extravagante escultura arquitectónica de la decoración de capillas durante los siglos
XVII y XVIII.
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El fervor católico y el poder económico obtenido con la exploración y conquista del
Nuevo Mundo en los siglos XVI y XVII, conforman el contexto de la arquitectura
religiosa y secular hasta la Guerra de los Treinta Años y el inicio de la dominación
francesa.

Austria, Alemania y Europa central

La regíón norte de Alemania es una planicie aluvial uniforme en la que los ladrillos
moldeados continuaron utilizándose en una gran variedad de formas. Las mesetas de
Baviera, otras regiones montañosas y las tierras bajas de Renania producen piedra para la
construcción. Desde los territorios de la antigua Austria, que forman una de las áreas más
montañosas de Europa y que son atravesados por el Danubio, el cual separa la región
alpina de Bohemia y Moravia, hasta las tierras bajas de Alemania, el clima es muy
variado, aunque con tendencia a lluvias fuertes; así, al igual que en Francia e Inglaterra,
se incorporaron a la arquitectura ventanales, techos empinados y elevadas chimeneas.

A pesar de la declinación de los gremios, las tradiciones artesanales persistieron en la


construcción. Al principio, los arquitectos surgían más comúnmente de los artesanos de
la construcción o de la escultura, aunque no se desconocía al pintor-arquitecto. En el
periodo barroco destacaron los estucadores, y el final de ese periodo se caracteriza por
los equipos familiares, muchas veces de hermanos, que trabajaban juntos para construir
una iglesia completa hasta su decoración; como ejemplo, los hermanos Asam, Cosmas
Damian (1686-1739) y Egid Quirin (1692-1750), talentosos pintores al fresco así como
arquitectos, y los Zimmermann, Dominikus y Johann Baptist (este último, 1680-1758) y
sus hijos Franz Dominikus y Joseph. El grado de caballero que concedió el emperador
José 1 de Austria a Fischer von Erlach (1656-1723), marca un avance notable en la
posición de los arquitectos. El origen militar de varios de los más destacados arquitectos
es una característica de Europa central, entre ellos están J. L. von Hi1debrandt, Georg
Wenzes1aus von Knobe1sdorff y Ba1thasar Neumann.

El apoyo de los aristócratas fue sumamente importante para el desarrollo del estilo: una
educación liberal debía comprender el estudio de la arquitectura y los viajes de los
mecenas fueron tan importantes como los de los arquitectos mismos para la introducción
de nuevas ideas. Las academias se fundaron a finales del siglo XVII y las visitas a Italia
o Francia se volvieron parte de la formación de un joven arquitecto. Un puesto oficial
como arquitecto de la corte era el mejor camino para progresar, y ya en el periodo
neoclásico implicaba una amplia gama de responsabilidades, ejemplo de esto es la
carrera de Schinkel como jefe del Departamento de Obras Públicas de Berlín.

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Países Bajos

Holanda es la parte más baja de la región alrededor de las desembocaduras del Rin, el
Mosa y el Esca1da. El hundimiento de la tierra y la elevación de las aguas han sido la
causa de que una gran parte del país esté abajo del nivel del mar. El trabajo de drenado
para ganarle terreno al mar y el encajonamiento de la tierra (pólders) en una red de
diques y canales, se aceleró enormemente en el siglo XVII gracias a la introducción, en
el siglo anterior, de los molinos de viento con torretas rotatorias para operar las bombas
de agua. El cambio de cimentaciones hizo aconsejables las estructuras abiertas de poco
peso, y en la ciudad de canales de Amsterdam se idearon soluciones arquitectónicas
comparables con las de Venecia. La carencia de piedra para la construcción condujo al
desarrollo temprano de expertos en el trabajo de ladrillo. El "aparejo flamenco", método
de colocación del ladrillo, es bien conocido. La construcción en madera mantuvo su
importancia en la arquitectura vernácula, en las torres y bóvedas de las iglesias y en los
molinos de viento.

En Bélgica, las tierras planas de Flandes se compensan con las planicies boscosas de las
Ardenas hacia el oriente, de donde venía la piedra franca, la caliza y la pizarra, así como
la madera. El clima frío y lluvioso de los Países Bajos, al igual que en otros países del
norte de Europa, condujo a rasgos característicos como techos empinados y grandes
ventanales.

Los distintos orígenes de los arquitectos italianos en los Países Bajos del siglo XVI, por
ejemplo Tornmaso Vincidor, pintor, y Alessandro Pasqualini, orfebre, se reflejan en la
naciente tradición local en la que pintores y aficionados eran tan importantes como los
canteros. Así, aunque Carne lis F10ris, Lieven de Key y Hendrik de Keyser trabajaron la
piedra, junto con Jacob van Campen, Wenceslas Coberger (c. 1560-) y Jacob Francart
(15831651), se formaron como pintores, y el último de ellos pasó muchos años en Italia.
En la Bélgica del siglo XVII abundaban los arquitectos aficionados, en especial los
intelectuales jesuitas como Pieter Huyssens (1577-1637) y Wilhelm Hesius; una monja,
Aldegonde Desmoulins, diseñó la iglesia benedictina de Lieja en 1666. El interés de
Rubens por la arquitectura estableció un ejemplo importante. También en Holanda, un
impulsor muy importante del movimiento palladiano lo fue el estadista intelectual y
conocedor Constantijn Huygens, quien describió a Van Campen como el hombre "que
venció la extravagancia gótica".

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