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(…) En el siglo XVII y principios del XVIII, las corrientes estilísticas en los distintos
países europeos estaban claramente desfasadas y etiquetas como "la era del barroco" son
en particular engañosas. Las características del barroco romano y piamontés -
ilusionismo, movimiento curvilíneo, experimento espacial y detalle extravagante- se
adoptaron por completo sólo en Austria, Bohemia y en el sur de Alemania. La Inglaterra
protestante y Holanda pasaron por un resurgimiento "palladiano" que produjo formas
más claras y simples, incluso cuando se dejaron sentir las influencias barrocas a finales
del siglo. Francia desarrolló un estilo nacional característico basado en trazos
geométricos racionales, fachadas con columnatas y un refinado manejo de la piedra, en
conjunto conocido como clasicismo francés.
El neoclasicismo fue más que un resurgimiento de los estilos griego antiguo y otros más
exóticos. Arquitectónicamente, estaba ligado a un retorno a los principios estructurales
racionales y su expresión en la construcción. En este sentido, el neoclasicismo permitía
favorecer las soluciones góticas sobre las romanas, y no fue accidental que arquitectos
como Schinkel y Soufflot admiraran la arquitectura gótica, no por su tracería u
ornamentación sino por sus logros estructurales.
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trialización y la urbanización, contribuyeron a restarle autoridad simbólica a las formas y
motivos de la Antigüedad, sin importar el peso que pudieran tener Grecia y Roma.
En este capitulo se hace énfasis en la historia política, social y cultural de los periodos
del Renacimiento y el Posrenacimiento en Europa y Rusia. Sin embargo, es importante
aclarar que la división por "país" que se establece se debe únicamente a la simplicidad.
En los siglos que dieron forma a los estilos del Renacimiento, cada uno de los "países"
de la Europa central y en particular en la del sur, estaba dividido en múltiples ciudades-
estado independientes o casi independientes, ducados, etc., y las alineaciones políticas
cambiaban con frecuencia. Las condiciones políticas y económicas contribuyeron a la
creación y evolución de los tipos de edificaciones y a que los arquitectos renacentistas
contaran con un extenso número de encargos que aseguraba la continuidad del desarrollo
y que en su momento llevó las formas renacentistas a todos los rincones del mundo
conocido (…).
Historia
En el siglo XV el nuevo lenguaje arquitectónico italiano se difundió sobre todo por los
contactos entre los mecenas. Por ejemplo, las tendencias italianizantes de la corte de
Matías Corvino, rey de Hungría, fortalecidas por su matrimonio con Beatriz de Aragón
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de Nápoles, dieron lugar a la aparición precoz de formas renacentistas en Budapest. Para
la difusión de las ideas arquitectónicas continuaron siendo tan importantes las relaciones
dinásticas particulares, como las fuerzas históricas, aún más poderosas.
Las guerras italianas (1494-1530) reforzaron en los reyes franceses y en los emperadores
Habsburgo el gusto por la arquitectura italiana, y al igual que en la antigua Grecia, al
perder su independencia los estados italianos adquirieron la hegemonía cultural. Fue
hacia la segunda mitad del siglo XVII que la Francia de Luis XIV desplazó a Italia como
la fuente principal de modelos arquitectónicos, que eran vistos como los más apropiados
para una era de monarquía absoluta que los de las cortes italianas menores. Las guerras
europeas de los siglos XVII y XVIII tuvieron mayores implicaciones arquitectónicas
locales (véanse más adelante las secciones que tratan la historia individual por países),
pero en este periodo fueron las campañas europeas de Napoleón las que dejaron una
huella perdurable sobre las instituciones políticas y culturales de Europa.
El resurgimiento del saber clásico que se inició con Dante (1265-1321) y con Petrarca
(1304-1374) condujo de manera natural a un interés en los restos visibles de la
Antigüedad, que fue alimentado por los humanistas y arqueó lagos italianos del siglo
XV. El tratado De architectura de Vitruvio, conocido pero sólo comprendido de manera
parcial en la Edad Media, fue comparado por Alberti (véase) con las edificaciones
romanas y fue editado por especialistas en arqueología. La creación en el siglo XV de los
grabados en madera y cobre, así como la impresión con tipos móviles, fueron
importantes para transmitir la teoría arquitectónica y los modelos visuales por toda
Europa; las ediciones impresas de Alberti (1485) y Vitruvio (1486), y en especial las
obras ilustradas de Serlio (1537), Vignola (1562) y Palladio (1570), hicieron posible
construir en el nuevo estilo sin haber estado en Italia. Las publicaciones sobre arquitectu-
ra se examinan más adelante por país.
El palacio urbano y la villa campestre italianos (p. 813A, B) se adaptaron a las distintas
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condiciones políticas, sociales y económicas del resto de Europa. Sin embargo, a los
mecenas monárquicos y aristocráticos les tomó más de un siglo abandonar las
expresiones exteriores de poder, como torres y almenas, y adoptar el lenguaje más sutil
de dominación implícito en los órdenes clásicos. A Francia y a Austria les tocó concebir
un marco arquitectónico para el ejercicio del poder absoluto, como en Versalles y
Skhönbrunn. Edificaciones públicas seculares, como ayuntamientos, casas de los
gremios, hospitales e instituciones de caridad fueron característicos de las ciudades-
estado independientes. En los siglos XVII y XVIII las iniciativas reales estaban
asociadas con el adiestramiento militar o las recompensas por el servicio militar, como
los Inválidos en París y los hospitales de Greenwich y Chelsea en Inglaterra. Los
movimientos del siglo XVIII para la reforma social en Europa produjeron un énfasis
renovado en las edificaciones públicas, y el final de ese siglo y el principio del XIX
destacan por la construcción de hospitales, prisiones e instituciones de educación
pública, como museos, o de esparcimiento, como teatros y recintos para la ópera.
Las ideas renacentistas sobre planeación urbana, basadas en los sistemas de calles
radiales y planos centralizados, estaban ligadas a las necesidades militares. Estas ideas
fueron comúnmente puestas en práctica al fundarse nuevas ciudadelas fortificadas, como
la ciudad veneciana de Palmanova (1593) o nuevas capitales como Karlsruhe (1715). En
las ciudades existentes se ampliaban las calles, se realineaban o se diseñaban de nuevo
sobre principios geométricos para converger en monumentos importantes, fuentes u
obeliscos. Las sucesivas intervenciones de los papas del Renacimiento y del barroco para
ampliar y reorganizar la misma Roma proporcionaron el modelo para muchos príncipes
barrocos en toda Europa. La necesidad de control militar y el aumento en la utilización
de carruajes y carretelas hicieron convenientes las calles más anchas. La planeación
urbana abrió las oportunidades para desarrollos arquitectónicos uniformes como las
viviendas en serie y con ellas se inició la construcción con fines de especulación.
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Italia
La historia política de la Italia del siglo XV está marcada por alianzas cambiantes y
guerras pequeñas entre las numerosas ciudades-estado, lo que provocó un país
completamente desunido. Las tentativas de los franceses para imponer sus demandas
dinásticas en Nápoles condujeron a la invasión francesa de 1494; a ésta le siguieron las
guerras italianas durante las cuales la península se convirtió en el campo de batalla entre
Francia y los emperadores de la casa de los Habsburgo. Durante sus campañas, los
gobernantes del norte adquirieron cierto gusto por el arte italiano y el saqueo de Roma en
1527 por el emperador Carlos V y sus tropas luteranas aceleró la dispersión de los
arquitectos renacentistas a otros centros.
Las iglesias monacales en la Italia medieval tenían sólidas rejillas de clausura en la nave
que separaban a los fieles del coro, de los monjes y del presbiterio. Esta práctica
desapareció en las nuevas iglesias del siglo XV y 'el coro se cambió a una capilla atrás
del altar mayor. Después del Concilio de Trento las rejillas se quitaron sistemáticamente
para cumplir con el énfasis que se dio a la predicación y la participación en la misa. Las
nuevas órdenes religiosas de la segunda mitad del siglo XVI, jesuitas, barnabitas y
oradores, tendieron a adoptar las plantas de una sola nave, frecuentemente con capillas
laterales interconectadas, transeptos reducidos y una clara división de las partes.
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principios del siglo XV se hizo común el diseño simétrico, pero en el periodo barroco se
observó un creciente énfasis en los ejes múltiples, las escaleras espectaculares y los
patios interconectados.
En Florencia, los almacenes de la planta baja que eran comunes en el siglo XIV,
tendieron a desaparecer de las fachadas de los palacios, que sin embargo conservaron
una apariencia de fortaleza por medio de la mampostería con almohadillado. Un rasgo
florentino característico era la banca continua de piedra alrededor de un palacio para uso
del público. En el siglo XVI el empleo del almohadillado con frecuencia se restringió a
claves y dovelas, y en la planta baja aparecieron grandes ventanales con frontón
sostenidos sobre volutas (ventanas reclinatorio). En 1581 Montaigne se sorprendió al
enterarse de que en las ventanas se usaban telas o papeles impregnados en aceite en vez
de vidrio, ya que el vidrio fue un material raro hasta el siglo XVII.
En Roma, los palacios de los cardenales eran muy grandes, diseñados con menos rigor al
principio, y tenían logias en los pisos superiores para proporcionar la máxima sombra y
ventilación. Los torreones de esquina y las ventanas geminadas con parteluces en cruz
(güelfa) fueron comunes hasta finales del siglo XVI, cuando la cancillería introdujo el
diseño y la decoración reminiscente del palacio ducal de Urbino. El palacio Farnesio fue
el modelo del siglo XVI de un gran palacio con su vestíbulo de columnata, patio
monumental y relación axial con el jardín. Para los miembros de la creciente burocracia
papal se desarrolló un palacio a menor escala: el esplendor de la fachada, la escalera y el
patio eran más importantes que el tamaño. Estos palacios parecían modestamente
pequeños en el siglo XVII.
Francia
Una vez terminada la Guerra de los Cien Años y después de la expulsión de los ingleses
en 1453, Francia era menos un reino feudal y más una monarquía moderna con una
fuerte tendencia hacia la centralización y un gobierno absoluto. Los reyes de la casa de
Va1ois llegaron al poder en 1515 y permanecieron en él hasta que Enrique III fue
asesinado en 1589, no sin antes reconocer a Enrique de Navarra y así dar paso a la
dinastía de los Borbones, que habría de permanecer en el poder hasta la revolución, dos
siglos después. Durante estos periodos el reino se ensanchó para incluir Bretaña y se
extendió hacia el oriente hasta el Rin; también se hizo retroceder la frontera con Flandes.
El avance del poder real centralizado bajo Francisco I (1515-1547) Y Enrique II (1547-
1559) se vio seriamente amenazado por las guerras religiosas de las décadas de 1570 y
1580. Enrique IV de Navarra (1589-1610) entró a París en 1593 y emprendió una
campaña de reconquista nacional y centralización política que sería continuada luego por
Luis XIII (1610-1643) Y Luis XlV. Cuando este último asumió el gobierno a la muerte
de Mazarino en 1661, Francia ya era el país con más habitantes, el más rico y
probablemente el mejor organizado de Europa. Luis XIV reinó con poder absoluto por
más de medio siglo. Su poderío militar aseguró la hegemonía francesa, frenada sólo por
una coalición de potencias europeas en la desastrosa Guerra de Sucesión española (1700-
1713). El brillante ministro Jean Baptiste Colbert, quien trabajó sin cesar para mejorar el
comercio y la industria de Francia, influyó poco en política, y los sucesores borbónicos
Luis XV (17151774) Y Luis XVI (1774-1793) pronto descubrieron que las costosas
guerras en Europa, América del Norte y la India, y en general las tendencias
inflacionarias del siglo XVIII, exigían mayores ingresos. Para 1789, el país estaba cerca
de la bancarrota y el creciente descontento condujo a una reunión de los Estados
Generales y a la revolución, que habría de simplificar y reorganizar el proceso de
gobierno al descentralizar el control a ochenta y tres departamentos, cuyos problemas
financieros habrían de resolverse por la nacionalización y venta de la propiedad
eclesiástica. Napoleón surgió como el nuevo gobernante de Francia (emperador de 1804
a 1814) Y durante quince años dominó al continente por la fuerza de las armas, hasta su
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derrota en Waterloo.
Desde finales del siglo XVI, una creciente proporción de negocios reales y de estado se
realizaron en Paris, por lo que el rey dependió cada vez más de sus funcionarios públicos
designados más que de los herederos aristócratas, para conducir sus asuntos. Como
resultado, entre 1600 y 1660, París presenció la construcción de un gran número de
fastuosas residencias privadas (hotels) que se convirtieron en un tipo característico de
edificación que tuvo mucha influencia en la planificación doméstica a través de toda
Europa. Tanto en los castillos como en los hotels, la adopción de una determinada clase
de estilos italianos, puestos de moda por la marquesa de Rambouillet (1588-1665),
condujo a un considerable refinamiento de la planta. Al apartarse de la vivienda unitaria
feudal, en la que la mayor parte de la vida se desarrollaba en el gran salón, la moda
francesa trató de crear una serie de pequeñas habitaciones para actividades sociales
privadas. Éstas usualmente se agrupaban en número de tres o cuatro: una "antecámara";
una "cámara", en la que de manera normal se recibía con formalidad, con el anfitrión
reclinado sobre la cama; un "gabinete" más íntimo, donde se recibía a los amigos
especiales y se tenía con frecuencia objetos de alto valor; y, si el espacio lo permitía, un
"guardarropa".
Junto con el refinamiento de la vida social surgió un deseo de disimular los aspectos
corrientes de la vida diaria. De ser posible, los establos se ubicaban en lugares alejados,
en un patio de servicio aparte; las habitaciones de los sirvientes se comunicaban con [os
departamentos principales por medio de pasajes y escaleras ocultos. En el castillo
Maisons-Lafitte, cerca de París (1642-1650), se construyó un túnel, de tal manera que los
alimentos, la leña y otras cosas necesarias pudieran proveerse sin que se notara.
La centralización sin paralelo del poder real generó en Versalles una edificación que, si
bien quedó como única en Francia, estableció un patrón que imitaría toda Europa. La
gran cantidad de salas de recepción oficiales magníficamente decoradas estableció una
nueva norma de gasto estatal en tales proyectos, y la inmoderada longitud de la fachada
creó un nuevo tipo de escala arquitectónica o -más exactamente- demostró el impacto
que se obtendría al abandonar por completo la noción de escala. Cuando cansada de tan
ampulosa forma de vida la corte se trasladó a los Trianones, también estableció una
moda para la comodidad íntima, que fue seguida ampliamente en la Europa continental.
Versalles también es el ejemplo supremo del jardín como un elemento inseparable de la
vivienda, dispuesto sobre sus ejes y continuando sus líneas a través de grandes
extensiones del campo circundante. Según la intención de André Le Notre, el jardín es
una parte integral de la concepción arquitectónica.
La organización del espacio urbano fue una preocupación constante de los arquitectos
franceses, desde los planes reales para París a mediados del siglo XVI, hasta los diseños
revolucionarios de Ledoux, doscientos años más tarde. Los grandes proyectos de Enrique
IV, la Place Dauphine y la Place des Vosges imitadas en el Covent Garden de Londres y
en muchas otras partes, iniciaron una tradición de grandes plazas públicas que llegó hasta
Dijon, Burdeos, Nancy y muchas otras ciudades.
La segunda mitad del siglo XVIII vio el surgimiento de nuevos tipos de edificaciones
públicas; por ejemplo, mercados, que con frecuencia dieron oportunidad para novedosas
técnicas estructurales, y teatros, con lunetario en forma de U y con frentes porticados,
que empezaron a aparecer en muchas ciudades del interior a partir de la década de 1770.
Napoleón inició un amplio programa de edificaciones públicas, como la Bolsa de París,
la Oficina General de Correos y el Ministerio de Asuntos Exteriores, programa que
continuó bajo la Restauración y el Segundo Imperio.
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España y Portugal
La dominación turca de las rutas comerciales del Mediterráneo oriental alentó en España
y Portugal el espíritu de una empresa fundamentalmente marítima de amplias proporcio-
nes, que se refleja con fuerza en el simbolismo arquitectónico de las edificaciones del
Convento del Cristo, en Tomar (véase el capítulo 14). La búsqueda de España de rutas
alternativas, condujo al descubrimiento del cabo de Buena Esperanza (1487) por
Bartolomé Díaz, y de América por Cristóbal Colón (1492). También Portugal amplió su
influencia: Vasco de Gama llevó el comercio a las Indias Orientales (1497) mientras que
Brasil se convirtió en su mayor colonia de ultramar. La expansión territorial permitió la
difusión de los estilos arquitectónicos españoles y portugueses en el Nuevo Mundo.
En 1520 el rey Habsburgo Carlos 1 de Aragón y Castilla fue coronado como Carlos V
del Sacro Imperio Romano. Este hecho colocó a España por primera vez al frente de la
política europea y llevó su dominio hasta los Países Bajos, Cerdeña, Sicilia, Nápoles,
Milán y Alemania. A este imperio europeo, mayor que cualquier otro desde Carlomagno,
Carlos V lo hizo crecer aún más con la conquista de México, Perú, Chile y América
central, antes de abdicar en 1556.
Felipe II (1556-1598), durante cuyo reinado se construyó El Escorial (p. 8l6B), uno de
los mayores palacios de Europa, heredó los problemas de este vasto imperio. El primero
era la rivalidad con Francia, una potencia naciente en la política europea. El segundo era
el descontento que existía en los Países Bajos, alimentado por Inglaterra, y que condujo
en última instancia a la mal calculada y catastrófica Armada Invencible. Esto contribuyó
a la gradual sangría del tesoro español, que sólo fue contrarrestada por la exitosa
reclamación por Felipe del trono portugués en 1580, el cual permaneció en manos
españolas hasta 1640. La insistencia de la monarquía en la pureza de la fe católica
desembocó en una política de intolerancia religiosa. Su instrumento, la Inquisición
española, establecida en 1487, ya para 1502 había convertido o expulsado a los
musulmanes y judíos radicados en España. Incluso los musulmanes conversos, los
moriscos, fueron deportados en 1609. El resultado fue la pérdida de muchos excelentes
artesanos de la construcción.
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La participación de España en la Guerra de los Treinta Años produjo una enorme pérdida
de recursos y su dominio sobre Italia se debilitó. El comercio y la industria continuaron
en declive, y para 1700 España se había convertido en protegida de Luis XIV, quien al
morir el último rey Habsburgo puso a su propio nieto en el trono español como Felipe V
Este hecho condujo a la Guerra de Sucesión española (1700-1714) y a la pérdida de
Nápoles, Cerdeña y Milán ante Austria. La relativa paz y prosperidad de finales del siglo
XVIII, periodo durante el cual se fomentaron la arquitectura y las artes, fueron rotas por
la invasión napoleónica a principios del siglo XIX. Los franceses fueron expulsados
finalmente de España en 1813, con.la poderosa ayuda de los ejércitos británicos
comandados por Wellington. Las colonias americanas se sublevaron desde el periodo de
la Guerra Peninsular, contribuyeron a la consecuente decadencia de España y Portugal, y
con el tiempo obtuvieron su independencia.
La región considerada aquí abarca las actuales Alemania, Austria, Suiza y la República
Checa, con partes de Polonia y Hungría. En el periodo de 1450 a 1830 estaba dividida en
muchos estados y ciudades independientes y dependientes con una lealtad política
cambiante.
En 1520, Borgoña y los Países Bajos, dominios españoles, se sumaron a los del antiguo
Sacro Imperio Romano bajo Carlos V (Carlos 1 de España). Las primeras guerras
religiosas que siguieron a la Reforma terminaron con la Paz de Ausburgo bajo la cual, a
cada gobernante se le autorizaba determinar la religión de sus dominios. En términos
generales, el sur de Alemania, Austria (después de sus inicios protestantes) y Renania
permanecieron católicas, mientras que el norte de Alemania adoptó el luteranismo. Los
territorios de los Habsburgo se dividieron entre España por una parte, y el antiguo
imperio, con centro en Austria y Bohemia, por la otra. La fragmentación política y re-
ligiosa significó que la importación de formas renacentistas fuera esporádica y localizada
en el siglo XVI, pero las ciudades libres de Nuremberg y Ausburgo y los jesuitas
evangelizadores en Austria y el sur de Alemania habían tomado la delantera. La lucha
contra los turcos era una preocupación constante.
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La Guerra de los Treinta Años (1610-1648) entre los príncipes católicos y protestantes
detuvo la construcción de edificaciones, y la recuperación fue lenta, incluso después de
la Paz de Westfalia. La influencia del Imperio Austriaco en Alemania declinó en la
segunda mitad del siglo XVII, y los principados construyeron su soberanía. Prusia
comenzó a ganar fuerza en el Norte; Federico 1 se convirtió en rey de Prusia en 1701.
Las campañas de Napoleón provocaron el final del Sacro Imperio Romano al eliminar
docenas de ciudades libres y de territorios eclesiásticos. Como en toda Europa, Napoleón
no sólo despertó las esperanzas liberales, sino también unificó a sus nuevos súbditos con
sentimientos de oposición nacionalista. En el Congreso de Viena (1815) se rediseñó el
mapa de Europa central. Los más o menos trescientos margraves, palatinados,
electorados, ducados, estados eclesiásticos y ciudades imperiales de la Alemania
renacentista se redujeron a treinta y nueve estados sujetos sólo a Austria, bajo el dominio
de las casas reinantes de los Habsburgo, los Hohenzollern, los Wittelsbach y los Wettin.
Este periodo vio la decadencia del feudalismo, y en los conflictos armados las tropas
feudales fueron desplazadas por los mercenarios. También hubo influencias internas,
como el poder de las grandes ciudades mercantes de la Liga Hanseática, la posición de
los gremios en el gobierno civil y los intentos de los campesinos para asegurar su
libertad. Un factor muy importante fue la creciente influencia de las universidades, en
especial la de Heidelberg, sede principal del movimiento humanista. Esto se reforzó con
la invención de la imprenta y la publicación de obras literarias que elevaron el interés en
el arte y la arquitectura de la Grecia antigua.
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La importancia en aumento del gobierno civil llevó al encargo de un creciente número de
edificaciones públicas. Los primeros ejemplos estaban en las ciudades libres de Nurem-
berg y Ausburgo, donde los gobiernos mercantiles construyeron ayuntamientos y
estructuras civiles. A finales del siglo XVII y en el XVIII, los numerosos gobernantes
menores de Alemania afirmaron sus pretensiones territoriales con la construcción de
costosos palacios, emulando a las cortes francesa o austriaca, así como mediante el
patrocinio de la música y el teatro. Las ambiciones prusianas se expresaron en una serie
de edificaciones públicas en Berlín, donde pronto aparecieron las ideas neoclásicas y
continuaron para influir en puertas de ciudades, prisiones, teatros, academias, museos, y
otras edificaciones de principios del siglo XIX.
Países Bajos
La Guerra de los Treinta Años terminó con la Paz de Westfalia en 1648, se reconoció la
independencia del Norte y el puerto de Amberes se cerró al comercio. El resultado fue
catastrófico para el comercio belga y la guerra contra Francia redujo aún más su tesoro.
El estancamiento de la arquitectura a finales del siglo XVII refleja esta decadencia.
A principios del siglo XVIII, Bélgica fue gobernada por Francia (1700-1706) y por el
tratado de Utrecht (1713) pasó a poder de Austria. En 1789 se desató un conflicto interno
y la ocupación por las fuerzas revolucionarias francesas (1794) fue el preludio de la
anexión de Bélgica y Holanda por el Imperio Napoleónico. El Congreso de Viena unificó
a los dos países por breve tiempo en un Reino de Holanda (1815), que perduró sólo hasta
1830, cuando Luxemburgo y Bélgica se hicieron independientes.
Las ideas de Lutero y Calvino se recibieron de inmediato en los Países Bajos, pero los
seguidores de éstos fueron duramente perseguidos por sus gobernantes españoles. La
separación definitiva entre la Bélgica católica del Sur y las Provincias Unidas del Norte
protestantes tuvo como resultado una fuerte diferencia de la tradición constructiva de
iglesias en el siglo XVII. Las iglesias de la Reforma holandesa y luterana siguieron el
modelo luterano, establecido desde un principio en Alemania (de carácter austero y el
interior enfocado hacia un púlpito dominante), pero las iglesias holandesas utilizaron en
menor escala las galerías y asignaron un papel prominente a la pila bautismal. Al no
existir la necesidad de contar con un eje principal, se experimentó en gran escala con
plantas de tipo centralizado. La evidencia arquitectónica de la tolerancia religiosa en
Amsterdam se encuentra en la sinagoga portuguesa-israelí (1671), interesante estructura
con una fachada con pilastras y tres naves internas con bóveda de cañón.
Las numerosas iglesias nuevas en la Bélgica del siglo XVII las mandaron construir
principalmente las órdenes y sociedades religiosas, en especial los jesuitas, pero también
incluían varias iglesias de peregrinaje con plantas centralizadas y las béguinages,
comunidades caritativas de mujeres laicas, típicas de Bélgica.
La arquitectura secular belga no se distingue por sus grandiosos palacios o castillos, sino
por las influencias francesa y austriaca predominantes a partir de los inicios del siglo
XVIII en adelante. La cercanía de Francia, su política exterior y sus ligas idiomáticas con
la mitad suroriental de Bélgica, fueron factores importantes. La plaza real de Bruselas se
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reconstruyó en 1775 según el diseño de arquitectos franceses y casi es una réplica de la
Place Royale de Reims (p. 821).
Los arquitectos del Renacimiento italiano experimentaron con el rescate de las técnicas
de construcción en piedra de la Roma antigua, pero imitaron poco la construcción
romana a base de hormigón. Se volvió a emplear el estuco utilizando las fórmulas
romanas y la técnica se extendió por toda Europa para la decoración de interiores y para
simular cantera labrada en el exterior.
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Italia
Al sur de los Alpes, el valle del Po crea una vasta planicie al norte de Italia que se
extiende desde Turín hasta Padua y alberga muchas de las ciudades de Lombardía y del
Véneto: Milán es el centro de una zona de construcción con ladrillo, donde las formas
renacentistas se expresan en ladrillo y estuco o están cubiertas con terracota moldeada.
Ubicada en su laguna, Venecia importaba madera de los bosques de tierra firme, mármol
rojo de la cercana Verona y piedra de Istria, parte de su imperio. La piedra de Istria, de
fácil labrado, se endurece con la exposición a la intemperie y se presta bien a finos
detalles escultóricos (p. 845).
Florencia tenía piedra caliza (pietra forte) en abundancia, aunque de grano grueso
arenoso, en las canteras del sur de la ciudad, mientras que la arenisca gris (pietra serena)
de Fiésole y Settignano podía utilizarse en columnas monolíticas, así como labrarse con
los finos detalles que demandaba la nueva arquitectura. El mármol blanco se extraía de
las canteras de Carrara y de Seravezza, donde los Médicis abrieron nuevas vetas y
también buscaron los mármoles de color tan apreciados a finales del siglo XVI. Siena, al
sur de Florencia, construyó mucho en ladrillo, pero como otras ciudades de las montañas
de Toscana, tenía acceso a la toba y al travertino.
Roma se alejó de sus siete colinas en la Edad Media hasta las tierras bajas junto al Tíber.
La repoblación de las colinas -política de los siguientes papas- requirió la rehabilitación
y utilización de los acueductos antiguos. Los materiales característicos de la arquitectura
del Renacimiento romano son el ladrillo fino y el travertino de las canteras que rodean al
Tívoli, pero también se usó el peperino volcánico y la toba, ésta como un material ligero
para bóvedas. Los mármoles blanco y de colores se seguían saqueando de las ruinas
antiguas.
La Italia del sur y Sicilia estaban menos desarrolladas que las zonas del norte y del
centro de la península. No obstante Nápoles era un centro importante. La piedra
napolitana es volcánica, desde la toba amarilla empleada para muros, hasta el peperíno
gris-negruzco, utilizado para detalles de piedra labrada. Sicilia, que disfrutó de un
florecimiento arquitectónico en el periodo barroco, está bien provista de tabas calcáreas
y calizas suaves.
El clima variado de las regiones italianas tuvo sus efectos sobre los tipos de
edificaciones. Las ciudades más frías y húmedas del norte con frecuencia tienen calles
con portales. El drenaje del valle del Po significó una creciente demanda de las villas del
Véneto. Los terrenos reducidos y la falta de jardines y patios en Venecia generaron
palacios más altos con belvederes, balcones y ventanas agrupadas. En el clima más
cálido y seco de Roma, los palacios tenían grandes patios con logias, y el agua jugaba un
papel fundamental en el diseño de la villa. Por toda Italia las ventanas eran más pequeñas
que en Europa del norte, y se ponían arcadas abiertas para proporcionar sombra. Con
poca lluvia, los techos podían tener una suave inclinación y se prestaban para hacer
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cornisas y balaustradas.
En los siglos XV y XVI los arquitectos italianos provenían de una amplia variedad de
disciplinas ligadas al diseño: pintura, escultura, orfebrería, carpintería y la talla de piedra.
Antonio da Sangallo el Joven (1484-1546), Michele Sanmicheli (1484-1559) y Andrea
Palladio (1508-1580) estaban entre los pocos arquitectos del Alto Renacimiento que se
criaron dentro de los oficios de la construcción. En el siglo XV los mecenas cultos que
tenían acceso a los tratados podían ejercer una influencia tan decisiva sobre el diseño
como un arquitecto. Los arquitectos disfrutaron del ascenso en el status de los artistas -
mientras que los gremios de artesanos perdían importancia- y se unieron a pintores y
escultores en las "tres artes del diseño" a partir de las cuales se fundó, en 1563, la
Academia Florentina de las Artes. También se fundó en Roma la Academia de San
Lucas, aunque hasta entonces no había un sistema formal de enseñanza. Las dinastías de
arquitectos y los talleres de enseñanza como el de San Pedro en Roma, dieron
continuidad al conocimiento sobre el diseño y la construcción.
En el siglo XV ningún arquitecto podía sobrevivir sólo de diseñar. Para que un arquitecto
pudiera mantenerse, era indispensable el ejercicio paralelo de otro arte, tener un puesto
oficial en una oficina de construcción o en una corte, o ejercer el papel de supervisor en
una obra. Con un escaso número de plazas con salario fijo y sin una corte hasta 1530,
Florencia se convirtió en exportadora de arquitectos hacia otros centros. En las ciudades
república y en las cortes reales o ducales, se esperaba que los arquitectos se encargaran
de la ingeniería civil y del diseño y construcción de fortificaciones.
La recompensa financiera mejoró en los siglos XVI y XVII Y las pretensiones de los
arquitectos quedaron plasmadas en sus retratos y en sus casas particulares. La demanda
de sus servicios por parte de los príncipes del extranjero elevó su valor de mercado en
sus lugares de residencia, como lo atestigua la carrera de Bernini. En la corte papal, los
arquitectos más destacados ahora podían esperar obtener el grado de caballeros y
valiosos regalos ex gratia además de sus salarios acostumbrados. El diseño de
fortificaciones se convirtió en una actividad cada vez más especializada, confiada a
ingenieros militares.
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estos artesanos se convertían en arquitectos.
Los regímenes ducales dictatoriales del siglo XVI presenciaron una mayor disolución de
las fronteras de los gremios, también una mayor supervisión centralizada e incluso el
empleo del trabajo forzado para las edificaciones ducales. También en la Roma papal los
arquitectos actuaban con mayor frecuencia como contratistas, y había algo de
construcción especulativa cuando la ciudad se extendió.
Francia
Aunque ni Francois Mansart ni Louis Le Vau escribieron algún tratado, y hasta donde se
sabe no viajaron a Italia, es claro que alcanzaron un nivel social bastante diferente del
que tenía el arquitecto del siglo XVI. Por ejemplo, a Le Vau se le dio albergue en el
cuerpo principal de la casa en Vaux-le-Vicomte mientras estaba en proceso la
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construcción. Este ascenso en el nivel se confirmó con el establecimiento de la Real
Academia de Arquitectura en 1671, que separó definitivamente a los arquitectos de la
clase artesanal y les confirió el status de artistas e intelectuales. Sin embargo, los
arquitectos continuaron ganando dinero por medio de la contratación de obras, y
Hardouin Mansart, Boffrand y Gabriel prosperaron gracias a los asentamientos especu-
lativos de Paris en el siglo XVIII. Los honorarios se fijaron por ley hasta después de la
revolución, pero durante el reinado de Luis XV se establecía un cargo de cinco por
ciento. La Escuela Politécnica de Napoleón, fundada en 1794, en la que Jean-Nicolas-
Louis Durand (1760-1834) enseñaba arquitectura con un programa curricular de ciencia
y tecnología, marcó un cambio crucial en las actitudes respecto a la educación en
arquitectura.
Lejos de morir por completo durante el periodo, el gótico se conservó hasta cerca de
1700 como una forma viva, poco después este estilo fue rescatado de una manera
consciente. Desde un principio llamó la atención la complejidad geométrica del corte de
piedra gótico, y se publicaron varios manuales de estereotomía de los cuales tal vez el
más importante sería el de Derand, Architecture des voutes, de 1643. Aunque para el año
1600 la construcción en madera y yeso también parecía haber pasado de moda, Le Muet
incluye largas discusiones sobre la construcción en madera en su obra Maniere de bien
bastir de 1623.
España y Portugal
La regíón norte de Alemania es una planicie aluvial uniforme en la que los ladrillos
moldeados continuaron utilizándose en una gran variedad de formas. Las mesetas de
Baviera, otras regiones montañosas y las tierras bajas de Renania producen piedra para la
construcción. Desde los territorios de la antigua Austria, que forman una de las áreas más
montañosas de Europa y que son atravesados por el Danubio, el cual separa la región
alpina de Bohemia y Moravia, hasta las tierras bajas de Alemania, el clima es muy
variado, aunque con tendencia a lluvias fuertes; así, al igual que en Francia e Inglaterra,
se incorporaron a la arquitectura ventanales, techos empinados y elevadas chimeneas.
El apoyo de los aristócratas fue sumamente importante para el desarrollo del estilo: una
educación liberal debía comprender el estudio de la arquitectura y los viajes de los
mecenas fueron tan importantes como los de los arquitectos mismos para la introducción
de nuevas ideas. Las academias se fundaron a finales del siglo XVII y las visitas a Italia
o Francia se volvieron parte de la formación de un joven arquitecto. Un puesto oficial
como arquitecto de la corte era el mejor camino para progresar, y ya en el periodo
neoclásico implicaba una amplia gama de responsabilidades, ejemplo de esto es la
carrera de Schinkel como jefe del Departamento de Obras Públicas de Berlín.
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Países Bajos
Holanda es la parte más baja de la región alrededor de las desembocaduras del Rin, el
Mosa y el Esca1da. El hundimiento de la tierra y la elevación de las aguas han sido la
causa de que una gran parte del país esté abajo del nivel del mar. El trabajo de drenado
para ganarle terreno al mar y el encajonamiento de la tierra (pólders) en una red de
diques y canales, se aceleró enormemente en el siglo XVII gracias a la introducción, en
el siglo anterior, de los molinos de viento con torretas rotatorias para operar las bombas
de agua. El cambio de cimentaciones hizo aconsejables las estructuras abiertas de poco
peso, y en la ciudad de canales de Amsterdam se idearon soluciones arquitectónicas
comparables con las de Venecia. La carencia de piedra para la construcción condujo al
desarrollo temprano de expertos en el trabajo de ladrillo. El "aparejo flamenco", método
de colocación del ladrillo, es bien conocido. La construcción en madera mantuvo su
importancia en la arquitectura vernácula, en las torres y bóvedas de las iglesias y en los
molinos de viento.
En Bélgica, las tierras planas de Flandes se compensan con las planicies boscosas de las
Ardenas hacia el oriente, de donde venía la piedra franca, la caliza y la pizarra, así como
la madera. El clima frío y lluvioso de los Países Bajos, al igual que en otros países del
norte de Europa, condujo a rasgos característicos como techos empinados y grandes
ventanales.
Los distintos orígenes de los arquitectos italianos en los Países Bajos del siglo XVI, por
ejemplo Tornmaso Vincidor, pintor, y Alessandro Pasqualini, orfebre, se reflejan en la
naciente tradición local en la que pintores y aficionados eran tan importantes como los
canteros. Así, aunque Carne lis F10ris, Lieven de Key y Hendrik de Keyser trabajaron la
piedra, junto con Jacob van Campen, Wenceslas Coberger (c. 1560-) y Jacob Francart
(15831651), se formaron como pintores, y el último de ellos pasó muchos años en Italia.
En la Bélgica del siglo XVII abundaban los arquitectos aficionados, en especial los
intelectuales jesuitas como Pieter Huyssens (1577-1637) y Wilhelm Hesius; una monja,
Aldegonde Desmoulins, diseñó la iglesia benedictina de Lieja en 1666. El interés de
Rubens por la arquitectura estableció un ejemplo importante. También en Holanda, un
impulsor muy importante del movimiento palladiano lo fue el estadista intelectual y
conocedor Constantijn Huygens, quien describió a Van Campen como el hombre "que
venció la extravagancia gótica".
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