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Tomo aquí la frase que Pasternak pudo articular en el año ´34 en París, en el Congreso
Antifacista, al que fue obligado a ir por los soviéticos y a leer un discurso preparado. El autor
de Testamento solo pudo decir algo así como hagan lo que quieran pero no se organicen.
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Sigo a Meschonnic en Modernidad modernidad cuando señala que el fin de las vanguardias
no modificó la idea de la vanguardia. Ahí donde se denunciaba la confusión era para pasar de
´la retirada de los dogmatismos´ a la ´apertura´ entendida como ´eclecticismo´. Vanguardia
significa grupo y circunscripción territorial. Agresividad organizada. Y Meschonnic distingue
entre asocialidad no deliberada, irreductible y el voluntarismo táctico de ciertos grupos. Hay
una representación mítico-unitaria de la vanguardia, un abandono del presente por el futuro.
La temporalidad mítica de la vanguardia consiste en la oposición del pasado con el futuro, del
´retroceso´ y de la ´avanzada´. Un tiempo lineal.
2-“Creímos que había surgido un crítico; nos equivocamos, había
aparecido un novelista. De este equívoco se alimenta toda la producción
de Piglia” Nicolás Rosa, “Veinte años después o la ´historia familiar de la
crítica literaria”)
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Por su parte Marcelo Casarín señala que la literatura, para Piglia, expresaría el intento de
dar un orden a la experiencia caótica de la vida; su programa incluye esta aspiración mayor,
pero al mismo tiempo una fórmula: «Una novela se escribe para relatar un crimen…” y –
continúa el crítico- Piglia completa la hiperbólica afirmación diciendo que la mayor parte de las
narraciones dan cuenta del pasaje de un lugar a otro o tienen la estructura de una
investigación. Además, precisamente, la dimensión crítica o ensayística de éste traiciona –
fuerza los límites de la legibilidad como un acto fallido– su índole narrativa. Esto es lo que
señala Martín Prieto cuando afirma que «[...] a medida que se congela su valor novelesco, va
adquiriendo una importancia sobre todo ensayística, histórica y testimonial con relación a los
temas tratados y a sus hipótesis políticas y literarias.» (Prieto, 2006: 443). Para Casarín,
“Piglia no solo encuentra cartas robadas, sino que además, las lee y las interpreta”.
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Alberto Giordano (2005) ha encontrado un caso de evidente apropiación literal de un párrafo
del texto «Musil» de Blanchot que Piglia pone en boca Renzi aplicado a Macedonio
Fernández: «[...] en una obra literaria pueden expresarse pensamientos tan difíciles como en
una obra filosófica, pero a condición de que todavía no estén pensados.» En versiones
posteriores, Piglia ––también lo destaca Giordano– borra las pruebas del delito y corrige: «Le
parece posible que en una novela puedan expresarse pensamientos tan difíciles y abstractos
como en una obra filosófica, pero a condición de que parezcan falsos.» (Piglia, 1999: 40).
la argumentación su figura mayor, piensa con ideas y expone la política de
esas ideas», señala Nicolás Rosa.
El mismo Piglia había señalado: “Hay una vertiente populista muy fuerte en Borges que a
primera vista no se nota. Claro, Borges parece la antítesis. Por momentos esa veta populista
se corresponde con sus posiciones políticas, sobre todo en la década del 20, cuando está
cerca del Irigoyenismo y defiende a Rosas y se opone de un modo frontal a Sarmiento. Los
Dicen que a las victorias se la llevan principalmente los muertos, eso
pensé cuando murió Libertella y todos corrieron a publicarlo (creo que esto lo
dije también en estas mismas Jornadas, en las que le fueron dedicadas). Eso
no pasó con Leónidas ni con Piglia, aunque de modo diverso. Piglia es canon,
historia literaria permitida, por haber trabajado en y por ella toda su obra,
Leónidas quizá es un clásico desde siempre, estuvo y estará ahí siempre.
tres primeros libros de ensayos son eso. Y los rastros se ven muy claramente en el libro sobre
Carriego que es del 30….Populismo y vanguardia ¿no? eso es muy fuerte en Borges. La
vanguardia entendida no tanto como una práctica de la escritura, y en esto es muy inteligente,
sino como un modo de leer, una posición de combate, una aptitud frente a las jerarquías
literarias y los valores consagrados y los lugares comunes. Una política respecto a los
clásicos, a los escritores desplazados, una reformulación de las tradiciones….Una lectura
vanguardista de la gauchesca que tendrá sus herederos en la literatura argentina; los
hermanos Lamborghini, sin ir más lejos….Todo ese trabajo un poco delirante con los
materiales culturales que está en Sarmiento, por supuesto, pero también en Cané, en
Mansilla, en Lugones, en Martínez Estrada, en Mallea, en Arlt. Me parece que Borges
exaspera y lleva al límite, casi a la irrisión, ese uso de la cultura: lo vacía de contenido, lo
convierte en puro procedimiento. En Borges la erudición funciona como sintaxis, es un modo
de darle forma a los textos.” Quizá haya que decir que Borges va más lejos que Piglia en ese
trabajo con la lectura y la tradición.
Por su parte, Prieto en su Breve historia de la literatura argentina, apunta: “El interés de Piglia
parece ser más ensayístico que novelesco, según puede verse tanto en la estructura de la
obra, dividida en tres partes perfectamente escindibles unas de las otras y reunidas
tenuemente por la figura de Emilio Renzi, como en el empastamiento estilístico que se
manifiesta en las voces de sus personajes, que hablan y escriben todos igual… En todo caso,
y más como en un ensayo que como en un novela, los personajes son principalmente sus
ideas… Todas estas ideas están enunciadas de modo indirecto… Es cierto entonces, que
como señala Tulio Halperín Donghi, la complejidad de los asuntos tratados ´parecería requerir
tratamientos más sistemáticos que el propio de una conversación nerviosa entre intelectuales
´…. La enunciación de esas ideas, a partir de la una fórmula contradeterminante cuyo efecto
es siempre la sorpresa o el asombro y donde el ingenio funciona como un eficaz reforzador de
la verdad del enunciado, ha intensificado su perduración, de modo que, desarrolladas
después en ensayos o en escritos de crítica literaria, tuvieron mayores consecuencias en la
literatura argentina que la misma novela de Piglia… a medida que se congela su valor
novelesco, va adquiriendo una importancia sobre todo ensayística, histórica y testimonial, con
relación a los temas tratados y a sus hipótesis políticas y literarias.”
Incluso, como lo dirá su hermano, que dice haber nacido cuando aquél ya era
un escritor y debió limitarse a “callar y aprender”.
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El término “amotinada” lo toma de Libertella, de Las sagradas escrituras. La literatura como
práctica inestable -escribe. Y atribuye un sino ´ectópico´ para toda la producción de Piglia que
solo los ojos del amigo pueden establecer.
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Nicolás Rosa, “Osvaldo Lamborghini y Néstor Perlongher. Política y literatura. Grandeza y
decadencia del imperio”, La letra argentina, 2003.-
Piglia preparó su habilitación canónica, y triunfó, está en el canon
permitido por él mismo, repito, y tal vez ese sea su fracaso, creer que a la
literatura hay que legitimarla frente a los locos perdidos, esos amargos que
quizá tengan en el pasado que aún no llegó el éxito del fracaso. Aunque a
Piglia le va más bien la amargura de Gorki, una especie de literatura teórica
ordenada al estado de las letras. 8 Quiero decir que Piglia compone una obra
crédula, algo sonsa y previsible como toda novela de tesis, como la de
aquellos que tienen una idea y la exponen en un relato, y tienen enemigos
porque los predicen, y así van conformando un continuo narración-ensayo sin
problemas, sin guerra… cuando en realidad la literatura se lleva la vida, y en
esto recuerdo a Héctor Libertella.9 Y en este caso cito a Aira:
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Gombrowicz en su Diario coincide exactamente con el argumento de Meschonnic: el peor
enemigo de la poesía es ella misma –dice el polaco y el lingüista eslavo-francés que ha
señalado siempre que el artista es el único que no tiene una idea previa del arte. Ambos
seguramente sabían que la comunicación por medio del arte es un gracioso malentendido. Y
Piglia fue un hombre de letras –como señala Guzmán en su libro, quiso que el arte fuera todo.
Significativamente –escribe Gombrowicz- la obra de Milosz es una obra para Occidente, toda
pensada para informar oficialmente de qué va Polonia. En ese sentido hablamos de los relatos
de Piglia que nos cuentan la historia literaria argentina, un artista que es particularmente
sensible a las razones, argumentativo, explicativo.
14
Todorov, ¡El arte o la vida! El caso Rembrandt. Arte y moral, 2016.-
15
Steyerl, Hito, Arte duty free, Buenos Aires, Ed. Caja Negra, 2018.-
Por lo que mi perspectiva sobre la obra de Piglia es la de un autor
sobrecogedoramente universitario -como dijo alguna vez de un público el
citado Néstor Sánchez. Es una lectura para jóvenes universitarios –dice
también Guzmán, lectura sinóptica, sintética, detectivesca, de un artista-
inventor, una nerviosa figura intelectual que construye sentido, descifra signos
a partir de la tensión entre hombre de letras y hombre de acción, vieja
oposición que Piglia permea en forma siempre especular volviendo a Brecht y
Sartre y a toda la tradición revolucionaria occidental.
Esta aproximación que aquí expongo es un registro personal, como
cualquiera, aunque intenta salirse de las tribulaciones académicas que salvan
distancias, temen al conflicto y relativizan casi todo. Macedonio no le pide
permiso a Borges para ser más grande, ese es el modo en que anda la
literatura. Un modo quizá tan rapaz como todos pero electivo de otros bordes,
de otros extremos, una conciencia más expuesta.
Piglia era un ejecutante virtuoso, algo así como un intelecto
estatizado, lo que Virno opone al intemperante, el que confunde géneros para
alejarse de todo servilismo porque algo del orden de lo social y del consenso
lo dominan. Dice Virno: “La atrofia de la Acción política tuvo como corolario la
convicción de que ya no hay ´enemigo´, sino tan solo interlocutores
incoherentes, enredados en el equívoco y aún no ilustrados. El abandono de
la noción de enemistad, juzgada demasiado áspera o, de todos modos,
inapropiada, encuentra un optimismo considerable: se estima el nadar en el
sentido de la corriente”.